1 Salmo. Cántico para la dedicación de la Casa. De David.
Te alabaré porque me has librado.—Nada hay definitivo en esta vida. El Señor alterna para cada uno alegrías y pruebas, según lo necesitemos para crecer en la fe. Muy a menudo nos dejamos sorprender: la prueba nos abate, como si Dios ya no existiera, y cuando vienen los favores de Dios, no nos atrevemos a creer que sea verdad.
2 Te alabaré, Señor, porque me has levantado y muy poco se han reído mis contrarios.
3 Señor, Dios mío, clamé a ti y tu me sanaste.
4 Señor, me has sacado de la tumba, me iba a la fosa y me has devuelto a la vida.
5 Que sus fieles canten al Señor, y den gracias a su Nombre santo.
6 Porque su enojo dura unos momentos, y su bondad toda una vida.
Al caer la tarde nos visita el llanto, pero a la mañana es un grito de alegría.
7 Cuando me iba bien, decía entre mí: «Nada jamás me perturbará».
8 Por tu favor, Señor, yo me mantenía como plantado en montes poderosos; apenas escondiste tu rostro, vacilé.
9 A ti clamé, Señor, a mi Dios supliqué.
10 «¿Qué ganas si me muero y me bajan al hoyo? ¿Podrá cantar el polvo tu alabanza o pregonar tu fidelidad?
11 ¡Escúchame, Señor, y ten piedad de mí; sé, Señor, mi socorro!
12 Tu has cambiado mi duelo en una danza, me quitaste el luto y me ceñiste de alegría.
13 Así mi corazón te cantará sin callarse jamás. ¡Señor, mi Dios, por siempre te alabaré!