Súplica de un justo perseguido.—En varios lugares se parece al salmo 22, que anuncia la pasión de Cristo en forma tan conmovedora.
1 Ataca, Señor, a los que me atacan, combate a los que me combaten.
2 Ponte la armadura, toma el escudo, y te levantas para venir a socorrerme.
3 Blandes la lanza y el hacha contra mis perseguidores, y a mí me dices: «¡Yo soy tu salvación!»
4 Que sean humillados y fracasen los que quieren mi vida, que retrocedan y sean confundidos los que rumian mi desgracia.
5 Que sean como pelusa al viento, acosados por el ángel del Señor.
6 Que su camino sea oscuro y resbaladizo, perseguidos por el ángel del Señor.
7 Sin motivo me tendieron una trampa, y cavaron una fosa para mí.
8 Que sin aviso venga sobre ellos la ruina, que queden atrapados en su trampa y caigan en su fosa.
9 Y mi alma se alegrará en el Señor, muy contenta con su intervención.
10 Todo mi ser exclamará: « Señor, ¿quién hay como tú, que libras al débil de la mano del fuerte, y al pobre y al pequeño del que los despoja?»
11 Falsos testigos se levantan en mi contra, me interrogan por cosas que yo ignoro;
12 me devuelven mal por bien, y me miran cómo me debato.
13 Pero yo, cuando se enfermaban, me vestía de saco, ayunaba, hacía penitencia, y no cesaba de rezar por ellos.
14 Caminaba sin rumbo como por un amigo o un hermano, me curvaba de tristeza como quien llora a su madre.
15 Pero en cuanto caí, se alegraron y se juntaron todos contra mí como extranjeros o desconocidos.
16 Sin cesar me desgarran esos hipócritas, burlándose de mí continuamente y rechinando contra mí los dientes.
17 Señor, ¿te quedarás mirando? Rescátame de los leones rugientes, pues no tengo sino una vida.
18 Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré cuando esté todo el pueblo.
19 Que no se rían los que me odian sin razón, ni se guiñen el ojo, pues no tienen excusas.
20 Esa gente no quiere la paz para los pacíficos del país; siniestros planes han maquinado
21 y hablan abiertamente contra mí: «¡Sí, sí», dicen, «nosotros lo hemos visto!»
22 Tú, Señor, que lo has visto, no te quedes callado, ¡no te apartes de mí, Señor!
23 Despiértate y levántate, que es tiempo de juzgar. Señor, Dios mío, toma mi defensa.
24 Júzgame, Señor, tú que eres justo, y que no puedan reírse de mí,
25 ni digan: «¡Salió tal como queríamos, al fin lo hemos devorado!»
26 Queden avergonzados y humillados, todos los que se ríen de mi desgracia.
Queden cubiertos de infamia y de desprecio los que se alzan contra mí.
27 Ríanse y alégrense los que creen en mis derechos, y que puedan decir siempre: «¡Grande es el Señor, pues supo defender a su servidor!»
28 Yo les diré que tú eres justo, todo el día te alabaré.