El Señor libera a los oprimidos.—La magnitud de las angustias humanas (los hambrientos, los encarcelados, los oprimidos) ha alcanzado un grado tal que los poderosos de la tierra son incapaces por sí mismos de remediarlas. Sólo Dios puede dar al mundo, con toda verdad, la justicia, la paz y la esperanza.
1 ¡Aleluya!
¡Alaba al Señor, alma mía!
2 Mientras viva yo quiero alabar al Señor,
quiero salmodiar para el Señor mientras exista.
3 No pongas tu confianza en los que mandan,
ni en el mortal, que no puede salvarte;
4 no bien se le va el alma, vuelve al polvo,
y ese día se acaban sus proyectos.
5 Dichoso aquel que al Dios de Jacob
tiene de ayuda
y pone su esperanza en el Señor, su Dios,
6 en el que hizo los cielos y la tierra,
el mar y todo cuanto ellos encierran.
El su lealtad conserva siempre,
7 y su justicia da a los oprimidos,
proporciona su pan a los hambrientos.
El Señor deja libres a los presos.
8 el Señor da la vista a los ciegos,
el Señor endereza a los encorvados,
el Señor ama a los justos;
9 da el Señor protección al forastero,
y reanima al huérfano y a la viuda,
mas desvía el camino de los malvados.
10 El Señor reina para siempre,
tu Dios, Sión, de generación en generación.
¡Aleluya!