El tercer Evangelio es obra de un discípulo de Pablo, un médico (Col 4,14) probablemente de origen sirio, que acompañó a Pablo en sus misiones (He 16,10). Tal vez fue en Grecia donde redactó su Evangelio y el libro de los Hechos. Para él eran dos partes de una misma obra, y tal vez tanto la una como la otra fueron terminadas el año 63 o 64.
Lucas conservó los dos grandes bloques de la catequesis primitiva de la Iglesia, que también conservó el Evangelio de Marcos: la actividad de Jesús en Galilea y sus últimos días en Jerusalén; pero insertó entre medio el contenido de otro documento que contenía muchos discursos de Jesús. Los colocó durante la subida de Jesús de Galilea a Jerusalén, para mostrar que la vida cristiana se desarrolla bajo el signo de la cruz.
Otro documento le proporcionó el contenido de sus dos primeros capítulos, consagrados a la infancia de Jesús. Tal documento conservaba el testimonio de la comunidad primitiva, de la que formaba parte María. Esos dos capítulos otorgan de partida al Evangelio de Lucas su carácter propio; si hubiera que caracterizarlo en pocas palabras, se podrían citar estas líneas que se leen en las Cartas pastorales:
“Acaba de manifestarse la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres... Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (Ti 2,11 y 1Tim 2,3).
Lucas se propuso manifestar ante todo la incomprensible “humanidad” de Dios que Jesús vino a revelarnos, y con esta convicción nos dio un evangelio que es el más humano de los cuatro. Se notará, por ejemplo, el cuidado que puso para recordar la actitud de Jesús con respecto a las mujeres: no compartió el prejuicio universal que las discriminaba.
Lucas recibió mucho de su maestro Pablo; puso de relieve las palabras de Jesús que recuerdan que la salvación es siempre y ante todo, no la recompensa por nuestros méritos, sino un don personal de Dios. Por eso quiso salvar las parábolas del capítulo 15 que ilustran la tan asombrosa misericordia de Dios
Después del evangelio de la infancia (1–2) se notan tres secciones:
– El ministerio de Jesús en Galilea: 3,1–9,56
– El viaje a Jerusalén atravesando Samaria: 9,57–18,17
– Los acontecimientos de Jerusalén: 18,18–23.
El último capítulo sobre las apariciones de Jesús es como una invitación a leer el libro de los Hechos, que es la continuación del Evangelio de Lucas.