No sabemos casi nada de la vida del apóstol Pedro después de su liberación milagrosa, relatada en He 12. Era el año 44. En los meses siguientes, la muerte de Herodes Agripa no impidió a los sumos sacerdotes que siguieran intentando su muerte. ¿Cuándo partió para el mundo griego? ¿Qué contactos tuvo con las co-munidades fundadas por Pablo? Se sabe que en Corinto una facción se declaraba partidaria de él y que aparentemente lo conocía (1Cor 1,12).
¿Cómo pudo participar en el concilio de Jerusalén el año 49 (He 15)? ¿Cuándo llegó a Roma? Esta carta es un testimonio de su presencia en esa ciudad.
La carta de Pedro tiene numerosos puntos de contacto tanto con la carta de Santiago como con las de Pablo. Al final nos informa que el redactor fue Silvano, o Silas, uno de los responsables de la Iglesia de Jerusalén que luego acompañó a Pablo en sus misiones. Con eso nos confirma la unidad de la fe desde los comienzos de la Iglesia; Pedro, Santiago y Pablo eran los testigos incontestables de Cristo que, lejos de enseñar versiones diferentes del Evangelio, inspiraban una predicación común del misterio cristiano a partir de datos intocables que ya se llamaban “la Tradición” o “la Doctrina”.
Los profetas de la Iglesia, acostumbrados a dar una interpretación cristiana del Antiguo Testamento, iban creando poco a poco un lenguaje cristiano y, como eran itinerantes, ese lenguaje debía necesariamente estar de acuerdo con el testimonio de los apóstoles.
La originalidad de esta carta se nota en los tres puntos siguientes:
– de 1,3 a 3,7 todo está inspirado en la ceremonia del bautismo: los himnos, la homilía sobre el sentido del bautismo y el género de vida que llevarán en el mundo los nuevos bautizados:
– la carta hace el elogio de un nuevo pueblo de bautizados, piedras vivas del templo auténtico y sacerdotes de Dios para un culto espiritual;
– repetidas veces Pedro invita a meditar la pasión de Cristo: su sacrificio está siempre presente en el corazón del pueblo de Dios y la persecución forma parte de su vocación.
Una tradición muy antigua asegura que Pedro fue ejecutado durante la persecución de Nerón y que fue enterrado en unos terrenos de la colina del Vaticano. Excavaciones recientes han permitido descubrir una tumba conteniendo osamentas y marcada con diferentes inscripciones, que es casi con certeza la del apóstol, primera piedra de la Iglesia.