Judas, hermano de Santiago, responde verdaderamente al apóstol de ese nombre, pero nada indica que haya sido más bien hermano que hijo de Santiago (Lc 6,16; He 1,13). Tal vez el autor confundió a los Santiagos y a los Judas, porque hubo un Judas hermano de Simón, primo de Jesús, pero que no era el hermano de Santiago “hermano del Señor”. Sea como fuere, lo más probable es que ese nombre figurara en el encabezamiento de la carta con el fin de darle una autoridad apostólica a un escrito cuyo autor podría ser un desconocido. El principal argumento para pensar así es la calidad del estilo griego, que sería sorprendente en un galileo, pariente o apóstol de Jesús.
Esta carta bastante corta, de tono firme, por no decir agresivo, puede sorprendernos por los ejemplos que da de la justicia de Dios, siempre dispuesta a castigar los pecados graves contra el orden moral. Porque va a buscar tales ejemplos no sólo en las más antiguas tradiciones de la Biblia sino incluso en las imaginaciones de los apocalipsis judíos de ese tiempo. La Iglesia no había definido todavía cuáles eran los libros inspirados por Dios y, además del Antiguo Testamento, los cristianos del Oriente Medio utilizaban la literatura religiosa de los judíos (como el libro de Enoc, el Testamento de los doce patriarcas, la asunción de Moisés...). A eso se deben las numerosas leyendas que se encuentran en esta carta.
Para mejor entender el motivo de esta diatriba, hay que aceptar que desde el comienzo las comunidades cristianas no estaban compuestas sólo de santos. En un mundo en que hasta los violentos y los impuros hablaban un lenguaje religioso, algunas personas podían convertirse al cristianismo sin haber renunciado a sus deseos y malas acciones. Es muy difícil, por ejemplo, saber si los reproches que Santiago dirigía a los ricos sin conciencia iban dirigidos a cristianos o a ricos no convertidos que perseguían a los pobres de la comunidad.
No podemos pedir a esta carta altas consideraciones sobre el misterio cristiano, pero invita a ver cómo, incluso hoy, el demonio sabe hacer su trabajo hasta en las comunidades famosas por su fervor y en los medios más “eclesiásticos”.
La inmensa mayoría de los biblistas considera que esta carta de Judas, al igual que la segunda carta de Pedro, son propias de una época en que hacía años que había desaparecido la generación de los apóstoles y de sus auxiliares; de ahí que las ubiquen a fines del siglo primero. Piensan que esta fecha tardía explicaría por qué ambas cartas no fueron reconocidas inmediatamente por todas las Iglesias hasta el siglo tercero. También se pueden esgrimir otros tantos argumentos para ubicar ambas cartas mucho antes, en especial la carta de Judas, que pudo haber sido escrita en Siria entre los años 70 y 80.