Esta primera carta de Juan recuerda que el camino cristiano no es sino una divinización, la nuestra. En toda época el ideal cristiano ha parecido algo pálido o estrecho a mucha gente y, sin criticar directamente los valores del cristianismo y sus beneficios a la humanidad, les ha parecido como una limitación del hombre. Pensemos en todos aquellos que, como Marx, han sostenido que la liberación humana pasa por la lucha contra la fe, y en los que rechazando el activismo occidental, buscan en las sabidurías orientales un acceso al Absoluto que no han reconocido en la fe cristiana.
Incluso entre los cristianos la religión sentimental, basada en un entusiasmo por Jesús, oculta a menudo la ignorancia de la fe. Cabe recordarles que, en Jesús, alcanzamos a Dios mismo; estamos en busca del amor y queremos perdernos en esa Verdad de la cual procedemos. En esta carta Juan afirma: Si tienen al Hijo de Dios, tienen toda la Verdad, están en el camino del auténtico Amor y están en comunión con Dios mismo.
Esta carta de Juan pretende disipar dudas o confusiones sobre la fe que se debían al desarrollo de una religión, o si se quiere, un movimiento de pensamiento conocido en la historia como la gnosis, o conocimiento. Había en él todo un conjunto de teorías en que se habían fundido elementos de las religiones llamadas asiáticas, es decir, de la provincia romana de Asia, la actual Turquía (véanse las Cartas de la Cautividad) y ahora Juan veía el progreso de la gnosis en torno a la Iglesia de Éfeso.
La gnosis estaba siempre lista para apoderarse de las creencias religiosas y para refundirlas en sus cuentos interminables. Así trataba de integrar la persona de Jesús en sus dialécticas intelectuales, en las luchas entre el Dios malo, el del Antiguo Testamento, creador del mundo material, y el Dios bueno, padre de los espíritus. Para esa gente, cuando ya se conocían los secretos del Dios de la materia y del Dios de los espíritus, eran espirituales y estaban salvados.
Era necesario reafirmar que Jesús es el Salvador venido en la carne para destruir el pecado. Y la carta hablará más de una vez del sacrificio y de la sangre de Jesús. Frente a la irresponsabilidad moral inculcada por la gnosis, la carta demuestra que el mundo será salvado por la dinámica del amor. La revelación de Dios Amor, que distingue al cristianismo de todas las demás religiones, permite que nazca en nosotros algo eterno y divino que vencerá al mundo, sus tentaciones y su capacidad de mentir y de matar.
Esta carta, escrita por los años 95, debía acompañar al Evangelio de Juan. Se podrán reconocer tres partes:
– andar en la luz: (1,5 - 2,29).
– vivir como hijos de Dios: (3,1 - 4,6).
– Dios-Amor es fuente del amor, (4,7-21), y fuente de la fe, (5,1).