Dama elegida, Señora. Así saluda Juan a la comunidad de alguna ciudad que desconocemos. Elegida y santa es la Iglesia, como son elegidos de Dios y santos los que la integran.
Juan invita a una actitud muy firme y tajante frente a quienes no aceptan la fe de los apóstoles. Al mismo tiempo recuerda la ley fundamental del cristiano, el amor.
Permanecer celosamente fieles a la verdad es amar a Cristo, que nos confió esta verdad; es servir a los hombres, que necesitan toda la verdad y no solamente la que más se aprecia en un momento determinado.