RECUERDOS DEL DESIERTO: SEGUNDA PARTE
Ustedes no han confiado en mí
1 Toda la comunidad de Israel llegó el primer mes al desierto de Sin. El pueblo se instaló en Cadés, allí murió y fue enterrada Miriam.
2 No había agua para la comunidad y los israelitas le echaron la culpa a Moisés y a Aarón.
3 Se encararon con Moisés y le dijeron: «¿Por qué no morimos mejor en presencia de Yavé como nuestros hermanos?
4 ¿Por qué han traído a la comunidad de Yavé a este desierto para que muramos junto con nuestros animales?
5 ¡Nos sacaron de Egipto para traernos a este lugar horrible! ¡No hay dónde sembrar, ni tampoco hay higueras, viñas ni granados y menos agua potable!»
6 Moisés y Aarón se escaparon de en medio de la comunidad y se presentaron a la entrada de la Tienda de las Citas. Allí se pusieron con el rostro en tierra y se les apareció la Gloria de Yavé.
7 Yavé le dijo a Moisés:
8 «Toma tu varilla y junto con tu hermano Aarón reúne a toda la comunidad. Y a la vista de todos le dirás a la roca que dé agua. Harás que brote para ellos agua de la roca y se la darás a beber a la comunidad y a su ganado».
9 Moisés sacó la varilla que estaba ante Yavé tal como se le había ordenado.
10 Luego Moisés y Aarón reunieron a la comunidad frente a la roca y Moisés dijo: «¡Oigan, pues, rebeldes! ¿Así que nosotros vamos a hacer brotar para ustedes agua de esta roca?»
11 Moisés levantó su mano y golpeó dos veces la roca con su varilla. Entonces brotó agua en abundancia y tuvieron para beber la comunidad y su ganado.
12 Pero Yavé dijo a Moisés y Aarón: «¡Ustedes no han tenido confianza en mí! Ya que no me glorificaron ante los israelitas, no harán entrar a esta comunidad en la tierra que les daré.»
13 Esto pasó en las agua de Meriba; los israelitas protestaron contra Yavé y él les manifestó su santidad.
Edom le cierra el camino a Israel
14 Desde Cadés, Moisés mandó a decirle al rey de Edom: «Así habla tu hermano Israel. Tu sabes de todas las dificultades con que nos hemos topado.
15 Nuestros padres bajaron a Egipto y allí permanecieron por mucho tiempo, pero los egipcios nos maltrataron a nosotros y a nuestros padres.
16 Entonces clamamos a Yavé y él escuchó nuestro clamor: envió a un ángel que nos sacó de Egipto.
16 Ahora estamos en Cadés, el oasis que conlinda con tu país.
17 Déjanos atravesar tu territorio; no atravesaremos por tus campos ni por tus viñas, ni beberemos el agua de tus pozos. Iremos por el camino real sin apartarnos ni a la derecha ni a la izquierda, hasta el día en que hayamos atravesado tu país.»
18 Edom respondió: «No pasarás por mi territorio, si lo haces saldré a tu encuentro con la espada en la mano.»
19 Los israelitas le dijeron: «Iremos por el camino y si bebemos de tu agua, nosotros y nuestros rebaños, te la pagaremos. Sólo dejaremos la huella de nuestros pies.»
20 Edom respondió: «¡No pasarás!» Y avanzó contra Israel con mucha gente y un gran ejército.
21 Como Edom le impidió a Israel que atravesara por su territorio, Israel tuvo que dar un rodeo.
La muerte de Aarón
22 Partió de Cadés toda la comunidad de los israelitas y llegaron al monte Hor.
23 Yavé le dijo a Moisés y Aarón cuando estaban en el monte Hor, en la frontera con Edom:
24 «Aarón tiene que ir a reunirse con sus padres, no entrará en el país que les daré a los israelitas, porque ustedes no siguieron mis órdenes en el oasis de Meriba.
25 Llévate contigo a Aarón y a su hijo Eleazar, y sube al monte Hor.
26 Allí le quitarás a Aarón sus vestiduras y se las pondrás a su hijo Eleazar, puesto que Aarón irá a reunirse con sus padres, allí morirá.»
27 Moisés hizo lo que Yavé le había ordenado. Subieron el monte Hor a la vista de toda la comunidad.
28 Moisés le quitó sus vestiduras a Aarón y se las puso a Eleazar. Luego murió Aarón en la cumbre del monte y Moisés bajó del monte con Eleazar.
29 Toda la comunidad se informó que Aarón había muerto; todo el pueblo de Israel lloró a Aarón por treinta días.
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Comentarios Números, capítulo 20
20,1
Este relato forma parte de los textos redactados por los sacerdotes al regreso del cautiverio. Retoma el episodio narrado en Ex 17,1-7 pero introduce en él un «pecado de Moisés». ¿Por qué? Un problema se les planteaba a esos sacerdotes: ¿cómo era posible que Moisés, ese «hombre el más humilde que haya producido la tierra» (Núm 12,3), ese profeta con quien «Dios hablaba cara a cara» (Ex 33,11) hubiera sido excluido de la tierra prometida? Pues Moisés había muerto misteriosamente sobre el monte Nebo.
No se podía dudar de que Dios es justo, y si Moisés no había entrado en la tierra prometida, esto se debía seguramente a alguna falta suya. Se había entonces vuelto a escribir el relato del Exodo, pero achacándole a Moisés un pecado: que había dudado de Dios. Un caso semejante se verá al comparar los dos relatos de la muerte de Josías, el rey justo (2 Re 22,2 y 23,29, comparado con 2 Crón 35,19-25).
¿De qué otro modo iban a entender los sacerdotes la «muerte del justo»? Unicamente el cumplimiento de las Escrituras podía esclarecer plenamente la misión de Moisés. Moisés había recibido la misión de guiar al pueblo de Dios hasta las puertas de la tierra prometida; habiendo llegado allá, podía retirarse y decir como Juan Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya.» En ese momento comenzaba la misión de Josué: abrir al pueblo de Dios las puertas de la tierra prometida para «tomar posesión de ella». La doble vocación de Moisés y de Josué prefigura y aclara la misión del Antiguo Testamento y la de Jesús (en hebreo Josué y Jesús se dicen de la misma manera).