Deuteronomio significa “Segunda Ley”, y fue llamado así por estar ubicado en la Biblia después del conjunto de leyes que ocupan los libros del Levítico y de los Números. Sin embargo, fue escrito antes que éstos. Fue el primer intento para unificar mandamientos y costumbres y dar a Israel la Ley en que encontraría la vida.
La primera redacción del Deuteronomio tuvo lugar cuando ya habían transcurrido más de quinientos años desde el encuentro de Moisés con Dios. La tierra de Canaán había sido conquistada, el reino de David y Salomón se había levantado y, luego, dividido y debilitado. La provincia más grande y próspera, la del norte, llamada Reino de Israel, había dejado de existir, y la misma suerte amenazaba al Reino de Judá, la provincia del sur, en aquellos años del siglo VII antes de Cristo.
Fue entonces cuando llegó a ser pública esta Ley de Yavé, que denunciaba a su pueblo la causa de sus reveses y le ofrecía una oportunidad para salvarse. Olvidada en el Templo durante la persecución de Manasés, su descubrimiento, en el año 622 (2Re 22,1), originó la reforma de Josías.
En forma ficticia, el autor atribuye a Moisés las advertencias y las leyes que se leen en el presente libro. Ubica en las estepas de Moab, al otro lado del Jordán, los acontecimientos que ahí se leen. Es entonces cuando Moisés, poco antes de su muerte, da a Israel las leyes que pueden salvarlo.
El amor de Dios y la tierra de las promesas
Moisés había exigido la conquista de la tierra de Canaán. Ya eran dueños de ella y trataban de hacer buena figura entre los grandes de su tiempo. Dotados de un poder central, con un ejército, con templos y un clero respetado, pagaban un tributo a su Dios, pero en realidad, habían vuelto a ser como los demás pueblos.
Moisés había hablado de servir sólo a Yavé. El Deuteronomio, ahora, recuerda insistentemente a Israel que Yavé lo ha amado y escogido. Israel es ahora el pueblo al que Yavé ha concedido su alianza, y debe responderle con amor de corazón. Ver Dt 6,1.
Amor a Dios, bien es cierto, pero también amor al prójimo. El libro quiere fortalecer la unidad del pueblo, y muestra cómo el amor de Dios a su pueblo le exige crear una sociedad solidaria y fraternal.
Las principales divisiones del libro, pues, serán las siguientes:
1. Mirada retrospectiva y llamada de atención: capítulos 1,1—4,43.
2. Síntesis de los hechos narrados en el Éxodo y los Números: capítulos 4,44—11,32.
El autor insiste en la importancia del amor para comprender la ley de Dios.
3. Preceptos que corrigen y revisan las legislaciones anteriores: capítulos 12—28.
4. Un epílogo reúne textos de carácter exhortativo: capítulos: 29—34.
El libro concluye con la muerte de Moisés y el nuevo liderazgo de Josué.