Un niño ha nacido
1 El pueblo que caminaba en la noche divisó una luz grande;
1 habitaban el oscuro país de la muerte,
1 pero fueron iluminados.
2 Tú los has bendecido y multiplicado,
2 los has colmado de alegría.
2 Es una fiesta ante ti como en un día de siega,
2 es la alegría de los que reparten el botín.
3 Pues el yugo que soportaban
3 y la vara sobre sus espaldas,
3 el látigo de su capataz,
3 tú los quiebras como en el día de Madián.
4 Los zapatos que hacían retumbar la tierra
4 y los mantos manchados de sangre
4 van a ser quemados: el fuego los devorará.
5 Porque un niño nos ha nacido,
5 un hijo se nos ha dado;
5 le ponen en el hombro el distintivo del rey
5 y proclaman su nombre:
5 «Consejero admirable,
5 Dios fuerte, Padre que no muere,
5 príncipe de la Paz.»
6 El imperio crece con él
6 y la prosperidad no tiene límites,
6 para el trono de David y para su reino:
6 El lo establece y lo afianza
6 por el derecho y la justicia,
6 desde ahora y para siempre.
6 Sí, así será, por el amor celoso de Yavé Sabaot.
Amenazas contra Efraím
7 El Señor ha lanzado una sentencia contra Jacob, y ha caído en Israel.
8 Todo ese pueblo ha sido testigo, la gente de Efraím y los habitantes de Samaria. Pero se hicieron fuertes y dijeron con soberbia:
9 «Si se han venido abajo los ladrillos, edificaremos con piedras labradas; si han cortado los sicómoros, los reemplazaremos con cedros.»
10 Pero Yavé lanza contra este pueblo a sus enemigos, azuza a sus adversarios:
11 Aram por el este y los filisteos por el oeste, que devoran a Israel a dentelladas.
11 Ni con esto se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazando.
12 Mas el pueblo no se ha vuelto hacia el que le pegaba, no se ha preocupado de Yavé de los ejércitos.
13 Por eso Yavé ha cortado a Israel cabeza y cola, palmera y junco, en un mismo día.
14 La cabeza son el anciano y el noble; la cola es el profeta de mentira.
15 Los guías de este pueblo lo han extraviado y sus dirigidos se han perdido. 16 Por eso, el Señor no tendrá compasión de sus jóvenes, y tratará sin piedad a sus huérfanos y viudas. Todo este pueblo es hipócrita y perverso, y no tienen en la boca más que estupideces.
16 Ni con eso se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazante.
17 Pues su maldad arde como fuego, devora zarzas y espinas, y después quema la espesura del bosque, y todos ellos se disipan como se disipa el humo.
18 El enojo de Yavé de los Ejércitos ha sacudido el país y el pueblo ha sido pasto de las llamas. Nadie se compadece de su hermano, cada uno se come la carne de su vecino.
19 Muerden a derecha, y todavía siguen con hambre; comen a izquierda, y no quedan satisfechos. 20 Manasés se come a Efraím, Efraím a Manasés, y ambos se lanzan contra Judá.
20 Ni con eso se le ha pasado el enojo, y su mano sigue amenazante.
**
Comentarios Isaías, capítulo 9
9,1
Este poema fue dicho posiblemente en el año 732, cuando el rey de Asiria destruyó al reino de Israel del Norte, el pueblo hermano y enemigo. Según la costumbre de los asirios, llevó al otro extremo de su imperio a una parte de la población. Eran los pobladores del territorio de Zabulón y Neftalí (ver el párrafo anterior), que, siglos después, pasaría a ser la Galilea. Dispersos entre los paganos, salían de la Historia Sagrada para entrar en las tinieblas.
La liberación que se les promete es presentada como una victoria aplastante de Yavé, que inaugurará un reino de paz, asociado a la persona de Emmanuel, el niño recién nacido.
El pueblo que caminaba en la noche... El Evangelio (Mt 4,15) reconoce en ese pueblo las muchedumbres a las que se dirige Jesús:
— Pueblo subyugado por los opresores de toda clase.
— Pueblo que busca la luz y no tiene esperanza.
Un niño nos ha nacido (5): no perderá, al crecer, las cualidades del niño, sino que sabrá poner fin al orgullo de las naciones.
Este niño es sin duda aquel que era llamado Emmanuel en 7,15. Aquí una vez más, su nombre nos dice lo que Dios va a hacer por medio de él. Por su intermedio Dios se va a revelar como el Consejero admirable, es decir, aquel cuyo «consejo», cuyos planes son de una sabiduría admirable. Dios Padre, como lo era para David, Dios fuerte como lo era para Jacob. El Príncipe de la Paz, es tal vez también Dios, pero lo será al otorgarle la victoria a su rey, a su «mesías» como lo hacía con David.
Como en el caso del nombre de Emmanuel, Dios con nosotros, estas apelaciones que parecen en primer lugar ser para Dios, pueden también aplicarse al futuro rey que será «su» rey, lo que comúnmente expresamos con la palabra Mesías. ¿Es voluntaria o no esta confusión entre Dios y su Mesías? De todas maneras, ella anuncia proféticamente lo que será, en realidad, y lo que para nosotros sigue siendo un gran misterio: que Dios mismo haya venido en la persona de Jesús.
Este nuevo anuncio de una liberación definitiva y de un Salvador no precisa el cuándo. Ya dijimos respecto de 7,10-15 que las promesas de Dios pueden demorarse mucho más de lo que creemos.
NO DEJAMOS DE ESPERAR
En la Biblia abundan los ejemplos de esta promesa de Dios que parece estar por realizarse el día de mañana:
A Abraham se le promete un hijo y nace Isaac; pero la descendencia verdadera es Cristo. Se le promete una tierra para sus hijos, y de hecho poseerán la tierra de Canaán, pero la tierra verdadera es el Reino de Dios. A David se le promete un heredero y un reino definitivo; pero Salomón no es el rey definitivo, lo será Cristo.
Al respecto conviene leer en Hebreos 11 el elogio de aquellos creyentes que, siglo tras siglo, están buscando la ciudad definitiva.
La Biblia educa nuestra esperanza. Nos muestra los diferentes objetivos de la vida, todo lo que Dios nos hace esperar, como los peldaños de una subida a la Herencia de la que gozaremos al final de nuestra vida, y al término de la historia. Dios está ya con nosotros desde las primeras etapas. Así, es como el niño que nace en una familia trae consigo toda la alegría del Reino, toda la certeza de Dios que viene a darse en persona.
9,7
El poema que aquí empieza, y que acaba en 10,4, fue escrito años antes del que acabamos de comentar. Se dirige al pueblo de Israel ya debilitado por sus derrotas, pero que sigue despreocupado e indiferente a Dios.
Lo que el profeta condena de parte de Dios es la falta de justicia en la vida social.
10,2, La viuda, el huérfano, es decir, los que no tienen protección. La Biblia nos llama la atención sobre ellos con frecuencia; además, menciona también al extranjero, es decir, al inmigrante.