Al igual que Ageo, Zacarías participó en la «restauración» del pueblo de Dios y del Templo, cuando recién regresaban de Babilonia los judíos (520 antes de Cristo).
A su vuelta del destierro no se habían cumplido las estupendas promesas hechas por los profetas en el tiempo que estaban cautivos en Babilonia (ver Is 40-55). Por tanto, seguían esperando. Zacarías considera la reconstrucción del Templo como un símbolo: un tiempo nuevo ha empezado, y Yavé se prepara para el día de su trascendental sal vación.
Las visiones que ocupan los seis primeros capítulos enseñan a los judíos reunidos en torno a su Templo que deben esperar, atentos, el Día de Yavé.
La segunda parte del libro de Zacarías
Los capítulos 9-14 son obra de otro profeta que vivió dos siglos después, muy posiblemente cuando el célebre conquistador Alejandro llegó a los países de Oriente. El enseña a los judíos que no deben asustarse: la victoria de Dios y la venida de su Reino tendrán lugar en medio de acontecimientos muy dolorosos.