1 Durante ese tiempo, Tobit llevaba la cuenta de los días. Calculaba el tiempo que se necesitaba para ir y volver, y cuando pasó el tiempo sin que su hijo volviera,
2 pensó: «¡Ojalá no lo hayan retenido allá abajo! ¡Ojalá que Gabael no haya muerto! A lo mejor no había nadie que le entregara el dinero.
3 Comenzó a preocuparse.
4 Su mujer Ana decía: «¡Perdí a mi hijo! ¡Ya no está más entre los vivos!» Y se ponía a llorar y a lamentarse por su hijo:
5 «¡Qué desgracia! ¿Por qué permití que te fueras, hijo mío? Tú eras la luz de mis ojos».
6 Tobit le respondía: «¡Cálmate, hermana! ¡No te metas esas malas ideas en la cabeza! Seguramente está bien, pero se habrán retardado allá abajo. Su compañero es una persona de confianza, es un hermano. No te preocupes, hermana mía, va a volver de un momento a otro».
7 Pero ella respondía: «¡Déjame! ¡No me cuentes historias, mi hijo está muerto!» Y todos los días salía a mirar el camino por donde se había ido su hijo; ya no tenía confianza en nadie. Y cuando se ponía el sol, se volvía a su casa, y lloraba y se lamentaba toda la noche sin poder dormir.
7 Al cabo de los catorce días de bodas que Ragüel había jurado hacerle a su hija, Tobías le dijo: «Déjame partir, mi padre y mi madre deben estarse preguntando si me volverán a ver. Por favor, padre, déjame volver a casa de mi padre; ya te he dicho en qué estado lo dejé».
8 Ragüel dijo a Tobías: «Quédate todavía un poco más conmigo, hijo mío. Mandaré mensajeros a tu padre Tobías para darle tus buenas noticias».
9 Pero Tobías insistió: «No, te pido que me dejes regresar a casa de mi padre».
10 En vista de eso Ragüel le entregó a su esposa Sara, y le pasó a Tobías la mitad de sus bienes en sirvientes y sirvientas, en bueyes, ovejas, burros y camellos, en ropas, en dinero y en toda clase de artículos.
11 Hizo que se fueran en las mejores condiciones, dirigiendo a Tobías estas palabras de adiós: «Ten buena salud, hijo mío, y buen viaje. ¡Que el Señor del Cielo esté contigo y con tu mujer Sara! Espero ver a los hijos de ustedes antes de morir!»
12 Y a su hija le dijo: «Anda a la casa de tu suegro, ya que en adelante serán tus padres igual como los que te dieron a luz. Anda en paz, hija mía. Estoy seguro que sólo oiré hablar bien de ti mientras viva». Se despidió de ellos y dejó que se fueran.
12 Por su parte Edna dijo a Tobías: «Hijo y hermano muy querido, que el Señor te acompañe. Quiero ver a los hijos de ustedes, a ti y a mi hija Sara, antes de morir. Ante el Señor te confío a mi hija. No le causes pena mientras viva. Anda en paz, hijo mío. En adelante yo seré tu madre y Sara, tu hermana. Que la vida de todos nosotros se desenvuelva sin problemas hasta el fin». Los abrazó y dejó que se fueran acompañados de sus deseos de felicidad.
13 Tobías se fue de la casa de Ragüel feliz y contento. Bendecía al Señor del cielo y de la tierra, al rey del universo por el buen éxito de su viaje. También bendijo a Ragüel y a su mujer Edna: «¡Señor, cuídalos todos los días de su vida!»