1 Salmo de David. Cuando huía de su hijo Abasalón.
¡Cuántos son mis enemigos!.—El rey David, como todo cristiano, tiene un aliado más fuerte que todos sus enemigos juntos: Dios.
2 ¡Señor, cuántos son mis adversarios,
2 cuántos los que se alzan contra mí!
3 ¡Cuántos los que me dicen: «Ya no tienes en Dios salvación»!
4 Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria, el que levanta mi cabeza.
5 Tan pronto como llamo al Señor, me responde desde su monte santo.
6 Yo me acuesto y me duermo, y me levanto: el Señor me sostiene.
7 No le temo al pueblo que me rodea, que por todas partes me amenaza.
8 ¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, oh Dios mío! Tú golpeas en la cara a mis enemigos y a los malvados les rompes los dientes.
9 La salvación viene del Señor, que tu bendición venga sobre tu pueblo.