La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Evangelio según Marcos (Mc)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16      
Evangelio según Marcos (Mc) Introducción
Desde finales del siglo primero o comienzos del segundo después de Cristo, existen textos que afirman que el segundo Evangelio es obra de Marcos, quien acompañó a Pedro a Roma, donde también se encontró con Pablo, y que puso por escrito con fidelidad la enseñanza de Pedro.
El lector que compare este evangelio con los de Mateo y de Lucas quedará extrañado de no encontrar nada sobre el nacimiento de Jesús y sobre los años vividos en Nazaret. Y si lee el comentario de Mc 16,9, se sorprenderá al ver que el texto primitivo de Marcos se detenía en el descubrimiento de la tumba vacía. En otras palabras, recibirá la impresión de que el evangelio de Marcos está amputado de su comienzo y de su final normal.
Y sin embargo tiene sus razones. Marcos dio a su Evangelio los mismos límites que los apóstoles habían asignado a la catequesis primitiva. Los apóstoles no se proponían dar todo lo que los creyentes querían saber, sino que querían transmitir lo esencial de lo que Jesús había dicho y hecho (He 1,21-22).
Con toda probabilidad Marcos trató de armonizar dos documentos paralelos en hebreo o en arameo, que habían traducido al griego la catequesis primitiva, insertando además detalles que recordaba de la predicación de Pedro. Debe haber publicado su Evangelio después de Mateo y Lucas, en los años 65-68
El Evangelio de Marcos comprende dos partes, y cada una comienza con una manifestación divina: en la primera es la palabra divina con ocasión del Bautismo de Jesús por Juan, y en la segunda la Transfiguración. La primera parte del Evangelio se desarrolla en Galilea, la provincia de Jesús; la segunda en Judea y en Jerusalén, el corazón de la nación judía. La primera parte muestra la novedad de Jesús, el impacto de su enseñanza sobre las multitudes. Pero luego viene la desilusión, y es la segunda parte. Jesús se niega a ser lo que la gente quería que fuera, y la muchedumbre ya no lo sigue. Y para terminar, su muerte en la cruz, que parece enterrar toda su misión.
Cuando Jesús muere, el oficial romano reconoce que el crucificado era el Hijo de Dios (Mc 15,39). Marcos no va más allá y deja el lugar al evangelizador que dará su testimonio sobre la Resurrección y que proclamará a Cristo Salvador a partir del escándalo de la cruz.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 1
1 Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo (Hijo de Dios).
2 En el libro del profeta Isaías estaba escrito: «Mira, te voy a enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
3 Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.»
4 Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados.
5 Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acu dían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán.
6 Además de la piel que le ceñíala cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre.
7 Juan proclamaba este mensaje: «Detrás de mí viene uno con más poder que yo. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera arrodillándome ante él.»
8 Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo.»
9 En aquellos días Jesús vino de Nazaret, pueblo de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el río Jordán.
10 Al momento de salir del agua, Jesús vio los Cielos abiertos: el Espíritu bajaba sobre él como lo hace la paloma,
11 mientras se escuchaban estas palabras del Cielo: «Tú eres mi Hijo, el Amado, mi Elegido.»
12 En seguida el Espíritu lo empujó al desierto.
13 Estuvo cuarenta días en el desierto y fue tentado por Satanás. Vivía entre los animales salvajes y los ángeles le servían.
Jesús llama
a sus cuatro primeros discípulos
14 Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios.
15 Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva.»
16 Mientras Jesús pasaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores.
17 Jesús les dijo: «Síganme y yo los haré pescadores de hombres.»
18 Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron.
19 Un poco más allá Jesús vio a Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan, que estaban en su barca arreglando las redes.
20 Jesús también los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los ayudantes, lo siguieron.
Jesús enseña y sana a un endemoniado
21 Llegaron a Cafarnaúm, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga durante las asambleas del día sábado.
22 Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley.
23 Entró en aquella sinagoga un hombre que estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar:
24 «¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé que tú eres el Santo de Dios.»
25 Jesús le hizo frente con autoridad:
26 «¡Cállate y sal de ese hombre!» El espíritu impuro revolcó al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo y luego salió de él.
27 El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? Una doctrina nueva, y ¡con qué autoridad! Miren cómo da órdenes a los espíritus impuros ¡y le obedecen!»
28 Así fue como la fama de Jesús se extendió por todo el territorio de Galilea.
Numerosas curaciones
29 Al salir de la Sinagoga, Jesús fue a la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan.
30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, por lo que en seguida le hablaron de ella.
31 Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
32 Antes del atardecer, cuando se ponía el sol, empezaron a traer a Jesús todos los enfermos y personas poseídas por espíritus malos.
33 El pueblo entero estaba reunido ante la puerta.
34 Jesús sanó a muchos enfermos con dolencias de toda clase y expulsó muchos demonios; pero no los dejaba hablar, pues sabían quién era.
Oración nocturna de Jesús
35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar.
36 Simón y sus compañeros fueron a buscarlo,
37 y cuando lo encontraron le dijeron: «Todos te están buscando.»
38 Él les contestó: «Vámonos a los pueblecitos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.»
39 Y Jesús empezó a visitar las sinagogas de aquella gente, recorriendo toda Galilea. Predicaba y expulsaba a los demonios.
Curación de un leproso
40 Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.»
42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.
43 Entonces Jesús lo despidió, pero le ordenó enérgicamente:
44 «No cuentes esto a nadie, pero vete y preséntate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que ordena la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacer tu declaración.»
  Pero el hombre, en cuanto se fue, empezó a hablar y a divulgar lo ocurrido,
45 de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares solitarios. Pero la gente venía a él de todas partes.

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 1
1,1   En los versículos 1 a 13 Marcos nos presenta, en tres pequeños cuadros, los tres grandes ejes de su Evangelio:
– 1-7. Juan Bautista anuncia la llegada del Enviado de Dios; de él, que ya había sido anunciado y preparado por todos los grandes testigos del Antiguo Testamento, nos habla el Evangelio. En él y por él se va a cumplir la salvación de Dios.
– 9-10. Jesús baja al Jordán para abrir a los hombres las puertas de la verdadera Tierra Prometida (ver el libro de Josué); él es el Hijo muy amado de Dios y en quien reposa el Espíritu. Jesús viene a revelar el misterio de Dios, el misterio de amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu.
– 11-13. Al igual que el Mesías anunciado por Isaías (Is 11), también Jesús está en paz con los animales salvajes y con los ángeles. En él y por él se va a realizar la reconciliación de toda la creación con Dios.
Estos tres episodios son comentados en Mt 3,1-17 y 4,1; y en Lc 3,1-22 y 4,1.
1,14   Dios se hizo hombre. Jesús comparte la vida de su pueblo y, como hicieron los profetas, enseña con sus palabras y sus actos.
El tiempo se ha cumplido. Finaliza la larga espera del pueblo judío. Los tiempos fijados por Dios han llegado (Gál 4,4; Ef 1,10) y la manifestación de Dios, anunciada por los profetas, está muy cerca.
Renuncien a su mal camino y crean en la Buena Nueva. Dios no viene para pedir «obras», sino que llama a creer. «Despójense de todo lo que les impide escuchar y ver, y crean».
1,17  Síganme: Jesús llama y compromete a los hombres. Vino para «reunir en uno a los dispersos hijos de Dios» (Jn 11,52). De igual modo, a lo largo de los siglos, la reunión de los hombres en la única Iglesia de Jesucristo será la señal de la obra de salvación que Dios realiza por medio de su Hijo. Jesús lanza una invitación apremiante y exigente para trabajar con él para que venga el Reino.
1,18  De inmediato lo siguieron, es decir, que empezaron a convivir con él, abandonando su familia y trabajo. Jesús instruye a sus primeros discípulos, como hacían los maestros de religión de su época, y les comunica las enseñanzas que transmitirán a los demás en la Iglesia.
Simón, Andrés, Santiago y Juan. Jesús ya los conocía pues se había encontrado con ellos donde Juan Bautista predicaba (Jn 1,35). Este grupo natural de pescadores del lago, cuyo líder parece que era Pedro, es el primer núcleo de discípulos. Hombres jóvenes que estaban disponibles, en un tiempo y en una cultura en que no eran tan esclavos como lo somos ahora de las obligaciones del trabajo.
1,21   A continuación Marcos va a presentar algo así como una “jornada” de Jesús.
En un primer tiempo Jesús predica en las sinagogas.
La sinagoga es la casa de oración de los judíos. En ella se reúnen el sábado para el canto de los Salmos y la lectura de la Biblia. El responsable predica o invita a otras personas a que tomen la palabra. Y esta es la ocasión en que Jesús se da a conocer. No enseña a la manera de los maestros de la ley, que repiten interpretan, dan su opinión apoyándose en la de otros. Jesús habla con autoridad: «En verdad les digo...»
1,23   Una vez más se ve la autoridad de Jesús: sus palabras realizan lo que ordenan.
Un espíritu impuro. Era el término para designar a un demonio verdadero y malvado o un desarreglo del espíritu, o ambas cosas, tal como se ve actualmente en muchos casos. La palabra impuro debe tomarse en el sentido que tenía entonces: lo que ensucia y desordena a la asamblea y las cosas de Dios. Y el demonio grita lo que Jesús no quiere que se diga. Los títulos (el Hijo, el Santo de Dios), en ese momento sólo pueden causar confusiones en torno a su persona.
1,29   Nos situamos en Cafarnaúm, aldea a orillas del lago. Las excavaciones arqueológicas que se han efectuado en ese lugar han dejado al descubierto las ruinas de las casas del tiempo de Jesús. En un lugar donde se han ido construyendo iglesias sucesivas a lo largo de los siglos, estaban los restos de una casa, que ha sido identificada casi con certeza como “la casa” (3,20), la de Pedro y de su familia, junto con Andrés y su suegra.
Jésus será el huésped de la familia: Hijo de Dios, sin jabón ni tocador, sin baño ni un lugar para aislarse, sin libros, sin Eudaristís ni vocabulario cristiano. No hará catequesis, sino que vivirá entre los hombres la verdad de Dios. Dios Padre contempla su propia generosidad y su misericordia en su Hijo que ahora es un galileo; su plenitud eterna se enriquece a través de esta experiencia y esta relación.
En cuanto a la suegra de Simón, no tenía cama, sino que ocupaba una esquina entre cojines y mantas.
Jesús trae paz y salud, y enseña cómo hay que visitar a los enfermos. ¿No debería ser lo más natural para quien sale de Misa ir a visitar a los enfermos y demostrarles un poco de cariño, lo que sin duda atrae favores divinos?
1,32  Es sábado, el día de descanso; los días se cuentan a partir de la puesta del sol y la noche precede al día (Gén 1,5). Todos observan el sábado, y Jesús también, y hay tal prisa en traerle los enfermos, que lo hacen apenas termina el sábado.
1,35   Desde el momento en que conviven con Jesús, sus discípulos descubren que hay algo excepcional en su persona. Especialmente les asombra la intimidad que existe entre él y Dios. Les maravilla en especial su unión estrecha y constante con el Padre.
Al vivir con Jesús desearán más y más conocer al Padre, un poco como él lo conoce (Lc 11,1; Jn 14,8; 15,15).
Jesús no se deja absorber ni por sus anfitriones ni por la comunidad local, que quisiera aprovecharse de sus consejos; lo primero es la misión. La predicación a los pobres es urgente y Jesús ha salido de Dios para ellos.
1,40   Jesús lleva la Buena Nueva a las familias más aisladas del campo, donde encontrará a los leprosos.
El leproso. Enfermedad que reúne todas las desdichas que llevan a un rechazo por parte de la sociedad. El horror que inspira ha hecho nacer la creencia de que era un castigo de Dios y el hecho de que se la creyese contagiosa motivó la obligación para el leproso de vivir apartado de los lugares habitados. El leproso es declarado impuro.
Jesús toca al leproso sin temor a contagiarse; tampoco se preocupa por la impureza legal que al tocarlo podía contraer.
Jesús ha logrado algo más importante aún que la curación: que este leproso salga de su marginación. La Buena Nueva no se queda en palabras sino que donde haya sido recibida ya no habrá personas marginadas.
1,44  No cuentes esto a nadie. Con mucha frecuencia, sobre todo en el Evangelio de Marcos, Jesús da esta orden a los que acaba de sanar de su mal (1,25; 1,34; 1,44; 3,12; 5,43; 7,36; 8,26; 8,30).
Harás tu declaración. Jesús observa la ley, que pedía que los casos de lepra curada fueran confirmados por el sacerdote (Lev 14). El leproso pedirá que lo examinen, pero Jesús le pide que no hable demasiado.
1,45  Hay una aparente contradicción entre Jesús predicando en las aldeas y Jesús permaneciendo en el descampado; nunca se deben sacar excesivas conclusiones de un solo versículo, ya que no se dice todo en cada pasaje de la Biblia.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 2
Jesús sana a un paralítico de su pecado y de su enfermedad
1 Tiempo después, Jesús volvió a Cafarnaúm. Apenas corrió la noticia de que estaba en casa,
2 se reunió tanta gente que no quedaba sitio ni siquiera a la puerta.
3 Y mientras Jesús les anunciaba la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla.
4 Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla.
5 Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, se te perdonan tus pecados.»
6 Estaban allí sentados algunos maestros de la Ley, y pensaron en su interior:
7 «¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
8 Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan así?
9 ¿Qué es más fácil decir a este paralítico: Se te perdonan tus pecados, o decir: Levántate, toma tu camilla y anda?
10 Pues ahora ustedes sabrán que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder para perdonar pecados.»
11 Y dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente, cargó con su camilla y se fue.
12 La gente quedó asombrada, y todos glorificaban a Dios diciendo: «Nunca hemos visto nada parecido.»
He venido a llamar a los pecadores
13 Jesús salió otra vez por las orillas del lago; todo el mundo venía a verlo y él les enseñaba.
14 Mientras caminaba, vio al que estaba sentado en la aduana. Era Leví, hijo de Alfeo. Jesús le dijo: «Sígueme.» Y él se levantó y lo siguió.
15 Jesús estuvo comiendo en la casa de Leví, y algunos cobradores de impuestos y pecadores estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos; en realidad eran un buen número. Pero también seguían a Jesús
16 maestros de la Ley del grupo de los fariseos y, al verlo sentado a la misma mesa con pecadores y cobradores de impuestos, dijeron a los discípulos: «¿Qué es esto? ¡Está comiendo con publicanos y pecadores!»
17 Jesús los oyó y les dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»
El vino nuevo en cueros nuevos
18 Un día estaban ayunando los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos. Algunas personas vinieron a preguntar a Jesús: «Los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan; ¿por qué no lo hacen los tuyos?»
19 Jesús les contestó: «¿Quieren ustedes que los compañeros del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Mientras tengan al novio con ellos, claro que no pueden ayunar.
20 Pero llegará el momento en que se les arrebatará el novio, y entonces ayunarán.
21 Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de género nuevo, porque la tela nueva encoge, tira de la tela vieja, y se hace más grande la rotura.
22 Y nadie echa vino nuevo en envases de cuero viejos, porque el vino haría reventar los envases y se echarían a perder el vino y los envases. ¡A vino nuevo, envases nuevos!»
23 Un sábado Jesús pasaba por unos sembrados con sus discípulos. Mientras caminaban, los discípulos empezaron a desgranar espigas en sus manos.
24 Los fariseos dijeron a Jesús: «Mira lo que están haciendo; esto está prohibido en día sábado.»
25 El les dijo: «¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente?
26 Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.»
27 Y Jesús con cluyó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
28 Sepan, pues, que el Hijo del Hombre también es dueño del sábado.»

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 2
2,1   Con este milagro del paralítico perdonado y sanado, Jesús da tres respuestas a la vez: al enfermo, a sus amigos y a los fariseos.
2,5  Al ver la fe de aquella gente. Son los amigos del paralítico quienes habían convencido a su compañero de que debía ir donde Jesús. Y Jesús premia su fe.
Se te perdonan tus pecados. ¡Qué pala bras tan extrañas! ¿Cómo podría perdonar Je sús los pecados si el hombre no es consciente de falta alguna y si, al mismo tiempo, no está arre pentido y en espera del perdón? Se gu ra mente hay algo que el Evangelio no dice, pero muchos textos del Antiguo Testamento destacan las relaciones complejas entre el pecado y la enfermedad. A menudo la en fer medad hace tomar conciencia de nuestra si tuación de pecadores. Jesús actuó como Dios: miró al pecador, le quitó sus complejos de culpabilidad y le perdonó antes de sanarlo.
Los fariseos se escandalizan por las palabras de Jesús; por supuesto que sólo Dios puede perdonar los pecados. La gente sencilla no reaccionó, pero la indignación de los maestros de la Ley está muy justificada, ya que ni ellos ni los mismos discípulos de Jesús entienden quién es él. Jesús, sin embargo, los deja callados: si yo doy la salud como lo hace Dios, ¿por qué no voy a perdonar también como lo hace él?
Estas palabras de Jesús revelan quién es su persona y también manifiestan una manera nueva de actuar. Los que tienen el don de sanar las enfermedades piden siempre ante todo la reconciliación con Dios, con los demás y consigo mismo.
¡Feliz el que recibe la certeza de su perdón por la mirada y las palabras de algún hermano! Jesús perdona el pecado porque es el Hijo del Hombre (Jn 5,27) y desea que recibamos el perdón de Dios y de los hombres dentro de la comunidad cristiana.
2,13   Una de las novedades que trae Jesús es la supresión de las barreras sociales. En el mundo en que se mueve Jesús, las barreras más fuertes son de orden político y religioso, y de ahí proceden los comportamientos sectarios.
Los cobradores del impuesto o “publicanos” cobraban para los romanos y dependían del gobernador. Trabajan por tanto a expensas de sus compatriotas y eran clasificados como impuros. El pueblo no hace distinción entre los grandes publicanos, los aprovechadores que explotan a los contribuyentes, y los pequeños empleados que encontraron en ello su subsistencia.
Los maestros de la Ley se desempeñaban como catequistas y consejeros.
Varios maestros de la Ley se interesan en la campaña que lleva a cabo Jesús, comparten sus orientaciones y están entre los discípulos. Se dan cuenta inmediatamente de que todos los asistentes se van a encontrar en estado de impureza debido a esa comida con pecadores y en casa de pecadores, y comunican a los demás su inquietud: “¿A dónde nos lleva? ¡Otra vez tendremos que purificarnos!”
2,14  Leví. Al relatar este episodio, el Evangelio de Mateo lo llama: “Mateo” (Mt 9,9). No olvidemos que en un contexto en que no existían apellidos de familia y en que el número de nombres de pila era limitado, no se contentaban con decir, por ejemplo, Simón “ben Judás”, hijo de Judás, sino que también se recurría a los sobrenombres. Es, pues, muy probable que Leví haya tenido como sobrenombre Mateo, en hebreo Mattai (don de Dios).
El hecho de que Jesús haya llamado a Leví cuando estaba en su puesto de pago es algo poco común. En cambio es muy comprensible que los maestros de la Ley se sintieran mal en casa de un impuro y se pusieran aparte de sus vecinos de mesa. Jesús, sin embargo, les enseña que sólo encontrarán a Dios Padre si están dispuestos a aceptar a los pecadores.
2,18   Una vez más una pequeña cuestión abre puertas en diversos dominios, ya que todo está en todo.
El ayuno: una práctica religiosa muy tradicional; Jesús no dice nada ni en pro ni en contra; no le preocupa, porque para él no es algo esencial sino que forma parte de una cultura determinada. Todo lo que Jesús hubiera podido decir al respecto sólo habría contribuido a debilitar su mensaje, porque la salvación que anuncia es un don de Dios y no depende de tales prácticas religiosas.
2,19  El ayuno como signo de penitencia, apoyaba las súplicas dirigidas a Dios para que viniera a salvar a su pueblo. Pero precisamente Dios viene en Jesús: conviene más la alegría que el ayuno. Los profetas habían anunciado las bodas de Dios con su pueblo cuando viniera a visitarlos (Is 62,4-5); por eso, al presentarse Jesús como el novio, no insinúa una comparación, sino que sugiere su identidad.
2,22  El vino nuevo. Todo sugiere la novedad absoluta que Jesús trae: no se presenta con oraciones y ayunos, como era costumbre entre los grupos religiosos, y más adelante se le verá violar la ley sagrada del sábado. No digamos que Jesús sólo condena formas decadentes de piedad o a personas que aparentan ser lo que no son, pues en eso se enfrenta incluso a Juan Bautista.
El Evangelio es mucho más que una religión; ante todo nos inicia en la relación mutua y confiada del Padre con sus hijos. ¡Qué libertad y qué cambio de horizontes cuando Dios ya no se preocupa por la clase de carne y de vino que hay en la mesa o por el número y los tiempos de las oraciones y genuflexiones! Quiere dar el Espíritu, y por más que sean útiles los ritos y las penitencias, el Espíritu no puede encerrarse en ellos.
Lo que debemos proclamar frente a quienes buscan ante todo la seguridad “espiritual”, es el Evangelio; las prácticas y las devociones vendrán después, y si la evangelización alcanza su objetivo, la Iglesia que nazca de esas conversiones renovará tales prácticas.
2,23   A la gente le parecía normal que un transeúnte arrancara espigas o tomara frutas cuando tenía hambre (Dt 23,26). Sin embargo los fariseos se escandalizan porque los discípulos de Jesús hacen eso en día sábado, día en que estaba prohibido cualquier trabajo.
2,27  Jesús recuerda que las leyes más santas sólo tienen una finalidad: la vida y la salvación de los hombres. El olvido de esta palabra liberadora se ha pagado a veces con el alejamiento de pueblos enteros que querían un Evangelio sin las “santas leyes” promulgadas por la Iglesia en tal o cual época.
2,28   Marcos destaca la total libertad de Jesús: no está sometido a ninguna ley religiosa y actúa como “Señor” de la ley de Dios.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 3
Curación del hombre de la mano seca
1 Otro día entró Jesús en la sinagoga y se encontró con un hombre que tenía la mano paralizada.
2 Pero algunos estaban observando para ver si lo sanaba Jesús en día sábado. Con esto tendrían motivo para acusarlo.
3 Jesús dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Ponte de pie y colócate aquí en medio.»
4 Después les preguntó: «¿Qué nos permite la Ley hacer en día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una vida o matar?» Pero ellos se quedaron callados.
5 Entonces Jesús paseó sobre ellos su mirada, enojado y muy apenado por su ceguera, y dijo al hombre: «Extiende la mano.» El paralítico la extendió y su mano quedó sana.
6 En cuanto a los fariseos, apenas salieron, fueron a juntarse con los partidarios de Herodes, buscando con ellos la forma de eliminar a Jesús.
7 Jesús se retiró con sus discípulos a orillas del lago y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las tierras de Tiro y de Sidón, muchísima gente venía a verlo con sólo oír todo lo que hacía.
9 Jesús mandó a sus discípulos que tuvieran lista una barca, para que toda aquella gente no lo atropellase.
10 Pues al verlo sanar a tantos, todas las personas que sufrían de algún mal se le echaban encima para tocarlo.
11 Incluso los espíritus impuros, apenas lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.»
12 Pero él no quería que lo dieran a conocer, y los hacía callar.
Los Doce apóstoles de Jesús
13 Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. 14 Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar,
15 dándoles poder para echar demonios.
16 Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro;
17 San tiago y su hermano Juan, hijos de Ze bedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;
18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo
19 y Judas Iscariote, el que después lo traicionó.
El pecado contra el Espíritu Santo
20 Vuelto a casa, se juntó otra vez tanta gente que ni siquiera podían comer.
21 Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a buscarlo para llevárselo, pues de cían: «Se ha vuelto loco.»
22 Mientras tanto, unos maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul, jefe de los demonios, y con su ayuda expulsa a los demonios.»
23 Jesús les pidió que se acercaran y empezó a enseñarles por medio de ejemplos:
24 «¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Si una nación está con luchas internas, esa nación no podrá mantenerse en pie.
25 Y si una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir. 26 De igual modo, si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin.
27 La verdad es que nadie puede entrar en la casa del Fuerte y arrebatarle sus cosas si no lo amarra primero; entonces podrá saquear su casa.
28 En verdad les digo: se les perdonará todo a los hombres, ya sean pecados o blasfemias contra Dios, por muchos que sean.
29 En cambio el que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, pues se queda con un pecado que nunca lo dejará.»
30 Y justamente ése era su pecado cuando decían: Está poseído por un espíritu malo.
La verdadera familia de Jesús
31 Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar.
32 Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti.»
33 Él les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
34 Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.
35 Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 3
3,1   Marcos quiere ante todo poner de relieve la actitud de Jesús respecto del sábado. Jesús permanece fiel al criterio que dio sobre hasta dónde nos obligan las leyes: debemos proporcionar a los demás lo que les trae la vida.
Estas palabras podrían ser mal interpretadas en un mundo consumista; para Jesús, la primera necesidad no es el nivel de vida, ni la conveniencia personal, ni las mil y una cosas que se compran, ni siquiera lo que se le añade al pan. Muchos toman pretexto de semejantes objetivos para desobedecer leyes sin las cuales no hay sociedad, y fácilmente olvidan otros valores mucho más importantes, como son el respeto que se debe a cada uno, la confianza mutua dentro de la sociedad y el ejemplo del sacrificio.
Según los fariseos estaba permitido faltar al descanso sabático para salvar a alguien de un peligro de muerte. Jesús va a ampliar esta regla: para él no hacer el bien es hacer el mal, y no sanar es matar.
Jesús podía muy bien haberle dicho a ese hombre: “Hace mucho tiempo que estás impedido; espera un día más y te sanaré”. Enfrentó sin embargo el conflicto, liberando así a los suyos del apego desordenado a reglas mucho menos importantes que la del descanso semanal dada por Dios en la Biblia.
3,6  Los fariseos se callan y Marcos hace notar un detalle significativo que se repetirá a lo largo de todos los tiempos: los enemigos en política (fariseos y herodianos) se unen cuando se trata de atacar a los testigos del Evangelio. En este caso no se podía condenar a nadie en Galilea sin el permiso de Herodes.
3,13   En un cerro Moisés y Elías recibieron de Dios su misión (Ex 19; 1 Re 19). Y fue en un cerro –en realidad se trata de las modestas colinas de la ribera noroccidental del lago– donde Jesús llama a los que serán sus testigos oficiales. Requiere de ellos capacidad para predicar y luego les da autoridad para sanar.
Se ofrece aquí un modelo para todas las ocasiones en que la Iglesia quiera volver a la fuente: es una comunidad reunida por Jesús y alrededor de él, donde los hombres reciben la Palabra de Dios y son liberados de la esclavitud del demonio.
¿Qué sabemos de estos doce que pasarían a ser los mandatarios de Jesús, la base de su Iglesia, los maestros de la fe? El núcleo del grupo lo formaban pescadores del lago, y con ellos un publicano, Mateo, un maestro de la Ley, Bartolomé, y algunos más, de los que tan sólo sabemos que Jesús los había escogido entre hombres del pueblo.
Jesús vino para salvar a todos, pero comenzó su obra con los pobres. No pertenecía más a los pobres que a los ricos, pero como todo hombre era hijo de un ambiente y de una clase social determinada.
Siendo hijo de un artesano, se había criado entre la gente sencilla. Más aún, Jesús había tomado una decisión importante: se había quedado como trabajador manual en vez de formarse con los maestros de la Ley, ya que estas escuelas estaban abiertas a todos.
Jesús podía haber empezado su predicación con un título de maestro y ciertamente habría encontrado sus ayudantes entre los maestros de la Ley sinceros o entre los sacerdotes y fari-seos. Pero no, prefirió formarse por medio del trabajo manual, sin otra preparación religiosa que las reuniones bíblicas de la sinagoga, sin más libro que la experiencia de la vida diaria. Y por eso, llegada la hora, escogerá a sus apóstoles de entre la gente común, hombres sencillos pero responsables.
3,20   Más que las curaciones fueron las expulsiones de demonios lo que inquietó a los fariseos y a los maestros de la Ley. Las autoridades viajaron desde Jerusalén para ver más de cerca quién era Jesús.
3,21  En el momento en que Jesús se crea una nueva familia, la de sus discípulos, Marcos resalta la incomprensión de su familia carnal, de la cual hablará muy brevemente después en 3,31.
3,22  Los judíos de aquel tiempo estaban ob se sionados por la creencia en los demonios, y muchas veces consideraban las enfermeda des como posesiones diabólicas. Jesús no padece tal obsesión, pero ciertamente no hace tanta diferencia entre enfermedad y posesión como hacemos nosotros, ya que de alguna manera el demonio está detrás de toda miseria hu mana.
Belzebul, nombre de un antiguo ídolo, era uno de los términos usados para indicar al demonio.
3,27  El Fuerte es el demonio, y su casa es la persona poseída. Saquearle la casa es quitarle el poder sobre su víctima.
Jesús saca una conclusión de las expulsiones de demonios: El Reino de Dios ha llegado a ustedes. La victoria sobre Satanás se gana, en realidad, día a día. Nuestra oración, la oración perseverante de la comunidad cristiana, el testimonio de vida y la actuación valiente tienen fuerza suficiente como para hacer retroceder la presencia del demonio, ya se trate del dinero, la explotación, la droga o del frenesí del sexo.
3,28  Mientras el Antiguo Testamento exigía la pena de muerte para quien hubiese blasfemado, a fin de salvar el honor de Dios y evitar que su cólera cayera sobre la comunidad, el Dios que conoce Jesús sabe hasta dónde llega la estupidez humana; de ahí que no se defienda como hacen los grandes de este mundo.
Jesús aceptó ser criticado por los que no entendían su manera de actuar, como era el caso de muchos fariseos: Mt 12,32. Pero algo bien diverso era llamar obra mala a lo que era evidentemente bueno.
3,29  Hablar (o blasfemar) contra el Espíritu Santo es atribuir al espíritu malo una obra manifiestamente buena. Ver al respecto la nota de Mt 12,22.
3,31   Los parientes de Jesús se dejaron llevar por los rumores que corrían sobre él y quisieron ponerlo de nuevo bajo el control del clan. Jesús se aprovecha de esa circunstancia para aclarar dónde está su verdadera familia, afirmando la existencia de un lazo personal entre él y los que hacen la voluntad de Dios.
Tenemos aquí uno de los puntos más importantes del misterio cristiano. Lo que Dios se propuso al manifestarse al pueblo de la Biblia, y por lo tanto a nosotros, fue desarrollar con sus elegidos unas relaciones mutuas de amor y fidelidad que no se darían con sus hijos de otros pueblos. Los lazos más o menos fuertes, más o menos conscientes, más o menos habituales que mantenemos con la persona del Hijo de Dios hecho hombre son la razón de ser de nuestra vocación cristiana.
Donde Marcos dice: los que hacen la voluntad de Dios, Lucas escribe: “los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21).
3,31  Los hermanos de Jesús. He aquí un tema del cual hay que hablar bastante por dos razones. Primero, porque algunos lo tratan con una ligereza que a veces raya con la mala intención, sin considerar siquiera textos bíblicos perfectamente claros; segundo, porque el hecho de que Jesús es el hijo único de una madre siempre virgen cambia profundamente la imagen que podamos formarnos de él. Todas las discusiones al respecto se basan en dos argumentos.
– El primero es la mención que se hace de cuatro hermanos de Jesús y de sus hermanas en Mc 6,3 y Mt 13,55. Uno de ellos, Santiago “hermano del Señor”, es mencionado en varios lugares del Nuevo Testamento (Gál 1,19).
– El segundo es el sentimiento (o el prejuicio) de que en un ambiente judío María no podía no querer tener más hijos ni permanecer virgen al lado de su marido.
La Iglesia nunca dudó de que María hubiera sido siempre virgen y que Jesús fuera su hijo único, como es el hijo Único del Padre (ver comentario de Lc 1,26). ¿Por qué, entonces, se habla aquí de sus hermanos y hermanas?
Ante todo digamos que en hebreo se llama hermano a cualquier pariente, y es preciso notar que la Biblia griega, cuyo vocabulario adoptaron los evangelios, nunca reemplazó la palabra hermano cuando se trataba de un primo, un pariente o alguno del mismo clan.
Cuando quiere precisar que alguien es un hermano carnal, usa la expresión hijo de su madre o, si se trata de un medio hermano, hijo de su padre (Dt 13,7; 27,22...). En el caso presente, si estos “hermanos” fueran hijos de María, al nombrarlos junto con su madre, la única manera correcta de expresarse habría sido: “llegaron su madre y los hijos de su madre”.
Una tradición antigua suponía que los “hermanos de Jesús” eran hijos de un matrimonio anterior de José, pero hasta el momento no se ha aducido prueba alguna que lo avale.
Por otra parte, es sabido que, en la primera comunidad cristiana, había un grupo importante integrado por la parentela de Jesús y sus vecinos de Nazaret que eran llamados, en forma global, «los hermanos del Señor», y uno de ellos, Santiago, pasó a ser después de Pedro el responsable de la comunidad de Jerusalén (He 12,17). Fue apedreado por orden del sumo sacerdote en el año 63.
Estos hermanos de Jesús son nombrados cuando Jesús pasa por Nazaret (Mt 13,55); son Santiago y Joset (Mateo dice Josef), Judas y Simón. Ahora bien, entre las mujeres que estaban al pie de la cruz, Marcos menciona a una tal María, “madre de Santiago el menor y de Joset” (Mc 15,47 y 16,1). Juan nos precisa que esta María era hermana (o pariente) de María, madre de Jesús (Jn 19,25).
Santiago y Joset eran los hijos de esta otra María (Mt 28,1) que formaba parte del grupo de las mujeres de Galilea (Lc 23,55). Simón y Judas, por su parte, eran primos más lejanos, pues de no ser así Marcos no los habría nombrado después de ellos.
3,32  ¿Qué hace aquí María con esos hermanos de Jesús? No podemos sin más condenar a estos parientes que iban a constituir un grupo importante de la Iglesia primitiva. En el contexto judío, María, viuda de José y dejada sola por Jesús, sólo podía vivir al lado de ellos, y eso debió ser una buena parte de su cruz hasta el día en que Juan la tomó a su cargo.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 4
El sembrador salió a sembrar
1 Otra vez Jesús se puso a enseñar a orillas del lago. Se le reunió tanta gente junto a él que tuvo que subir a una barca y sentarse en ella a alguna distancia, mientras toda la gente estaba en la orilla.
2 Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos o parábolas. Les enseñaba en esta forma:
3 «Escuchen esto: El sembrador salió a sembrar.
4 Al ir sembrando, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino, vinieron los pájaros y se la comieron.
5 Otra parte cayó entre piedras, donde había poca tierra, y las semillas brotaron en seguida por no estar muy honda la tierra.
6 Pero cuando salió el sol, las quemó y, como no tenían raíces, se secaron. 7 Otras semillas cayeron entre espinos: los espinos crecieron y las sofocaron, de manera que no dieron fruto.
8 Otras semillas cayeron en tierra buena: brotaron, crecieron y produjeron unas treinta, otras sesenta y otras cien.
9 Y Jesús agregó: El que tenga oídos para oír, que escuche.»
10 Cuando toda la gente se retiró, los que lo seguían se acercaron con los Doce y le preguntaron qué significaban aquellas parábolas.
11 El les contestó: «A ustedes se les ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera no les llegan más que parábolas.
12 Y se verifican estas palabras: Por mucho que miran, no ven; por más que oyen, no entienden; de otro modo se convertirían y recibirían el perdón.»
13 Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? Entonces, ¿cómo comprenderán las demás?
14 Lo que el sembrador siembra es la Palabra de Dios.
15 Los que están a lo largo del camino cuando se siembra, son aquellos que escuchan la Palabra, pero en cuanto la reciben, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
16 Otros reciben la palabra como un terreno lleno de piedras. Apenas reciben la palabra, la aceptan con alegría;
17 pero no se arraiga en ellos y no duran más que una temporada; en cuanto sobreviene alguna prueba o persecución por causa de la Palabra, al momento caen.
18 Otros la reciben como entre espinos; éstos han escuchado la Palabra,
19 pero luego sobrevienen las preocupaciones de esta vida, las promesas engañosas de la riqueza y las demás pasiones, y juntas ahogan la Palabra, que no da fruto.
20 Para otros se ha sembrado en tierra buena. Estos han escuchado la palabra, le han dado acogida y dan fruto: unos el treinta por uno, otros el sesenta y otros el ciento.»
Parábola de la lámpara y de la medida
21 Jesús les dijo también: «Cuan do llega la luz, ¿debemos ponerla bajo un macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero?
22 No hay cosa secreta que no deba ser descubierta; y si algo ha sido ocultado, será sacado a la luz.
23 El que tenga oídos para escuchar, que escuche.»
24 Les dijo también: «Presten aten ción a lo que escuchan. La medida con que ustedes midan, se usará para medir lo que reciban, y se les dará mucho más todavía.
25 Sépanlo bien: al que produce se le dará más, y al que no produce se le quitará incluso lo que tiene.»
La semilla que crece por sí sola
26 Jesús dijo además: «Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra,
27 y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo.
28 La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos.
29 Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
El grano de mostaza
30 Jesús les dijo también: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar?
31 Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en la tierra,
32 pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra.»
33 Jesús usaba muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándose a la capacidad de la gente.
34 No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Jesús calma la tempestad
35 Al atardecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla del lago.»
36 Despidieron a la gente y lo llevaron en la barca en que estaba. También lo acompañaban otras barcas.
37 De pronto se levantó un gran temporal y las olas se estrellaban contra la barca, que se iba llenando de agua.
38 Mientras tanto Jesús dormía en la popa sobre un cojín.
Lo despertaron diciendo: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
39 El entonces se despertó. Se encaró con el viento y dijo al mar: «Cállate, cálmate.» El viento se apaciguó y siguió una gran calma.
40 Después les dijo: «¿Por qué son tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?»
41 Pero ellos estaban muy asustados por lo ocurrido y se preguntaban unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 4
4,1   Véanse las notas de Mt 13,1 y Lc 8,4.
Marcos nos ofrece ahora algunas parábolas del reino de Dios. El anuncio de un reino de Dios que comenzaba era la gran novedad del mensaje de Jesús. Entre los judíos de esa época se hablaba de vez en cuando de un reino de Dios que devolvería la libertad a su pueblo en la tierra de Israel. Jesús en cambio sostiene que Dios viene a reinar en medio de nosotros: el reino está ya aquí, a la puerta.
El sembrador salió a sembrar. Jesús manifiesta a la vez cómo será recibido el Evangelio y cuál debe ser la actitud del que evangeliza o que trabaja dentro de la comunidad cristiana.
De antemano minimiza las estrategias y descarta los medios que convertirían infaliblemente a las multitudes. El evangelizador siembra, y como el sembrador espera pacientemente las lluvias que fecundarán el terreno (Stgo 5,7) y la obra del Espíritu que abrirá los corazones (He 16,14). No se quejará si no ve el resultado de sus penas (Jn 4,37), sino que más bien dejará que Dios haga su obra, llamando a los que quiere para sí (Jn 6,45).
4,8  Una parte de la semilla da fruto y se multiplica. El que tiene ojos para ver no puede dejar de constatar cuántas cosas han nacido del Evangelio y nacen aún hoy donde es recibido. El reino se lee en la vida y en los ejemplos de los san tos conocidos o desconocidos. La cultura occidental puede renunciar al Evangelio, pero eso no quitará que ha nacido de su dinamismo.
En todas partes del mundo el Evangelio ha inspirado hoy un sinnúmero de esfuerzos para crear comunidades y despertar la conciencia de los pobres y explotados, para que se hagan responsables de su suerte y que se liberen de las presiones de los grandes intereses económicos o de la opresión de las naciones fuertes.
Esas y muchas otras realidades han nacido de la Palabra, pero han tenido que madurar en el corazón de las personas de fe.
4,10  Un párrafo lleno de riquezas. Sería un error reducirlo a una o dos conclusiones simples, como por ejemplo: Jesús habla en parábolas porque no quiere que lo entiendan los que no lo merecen. O bien esta otra: no todos son llamados a conocer la verdad. O esta otra: Jesús tiene miedo a los soplones que podrían denunciarlo a las autoridades como un revolucionario y sólo les dice una parte.
En estas líneas Jesús cita un texto de Isaías: Dios se dirige a un pueblo rebelde que nunca entiende. Enseguida Jesús felicita a los que se han hecho discípulos y no son sólo oyentes: felices, una vez más, porque esa decisión no viene de ellos, sino que les ha sido dada.
Los que no han sido lla ma dos a encontrarse con Cristo, o que habiendo sido llamados se desentienden, viven en un mundo donde no están sin la luz de Dios, sino que les llega «en parábolas», es decir, a tra vés de intermediarios y de limitaciones hu manas.
Y luego se recuerda la división que será siempre uno de los efectos del Evangelio: en el mundo siempre van a coexistir aquellos para quienes todo llega en parábolas y aquellos que han entrado en los secretos (los misterios) de Dios y que tienen el encargo de proclamarlos.
La comprensión de los misterios del Reino, sin embargo, nunca es cosa hecha; la frontera entre discípulos y “gente de afuera” pasa a través de cada uno de nosotros; somos a la vez, según los momentos, lo uno y lo otro.
4,11   Se les ha dado el misterio del Reino de Dios: a ustedes que han respondido al llamado y se han integrado en el grupo de los discípulos, el Maestro les revelará poco a poco el modo de actuar de Dios.
4,12  Es una cita de Is 6,9, que será retomada por Jn 12,40 y He 28,26. El profeta utiliza aquí una forma gramatical propia del hebreo y difícil de traducir al castellano. El texto hebreo dice más o menos esto: “Enduréceles el corazón, háblales para que aunque escuchen no entiendan”. Pero esto debería entenderse así: “Tú sólo lograrás que se endurezca su corazón; hablarás, pero aunque escuchen, no querrán entender”.
4,13  Esta primera parábola es la clave de las demás, al hacer del nuevo pueblo de Jesús algo muy distinto a las demás religiones, en las que hay una gran dosis de disciplina y cohesión social. Será una minoría en un mundo que entiende muy poco de su experiencia, y sus verdaderas riquezas serán misteriosas, es decir, secretas. El Reino no es sobre todo un conjunto de instituciones o de creencias, sino que más bien se basa en una acogida de la Palabra de Dios, y esa acogida es siempre un secreto de Dios y de quien ha escuchado el llamado.
4,14   Véase el comentario de Mt 13,18.
4,16  Esta interpretación del Sembrador conserva la marca del uso que se hacía de ella cuando se prepara para el bautismo a los nuevos creyentes; los catequistas querían que los oyentes reflexionaran sobre las disposiciones con que acogían la doctrina de la fe. Pero Jesús debió de insistir en otro aspecto: aún cuando las semillas se toparan con muchas dificultades, los misioneros debían esperar la cosecha.
4,20  Treinta, sesenta, cien: la palabra escuchada transforma la vida y da eficacia a los esfuerzos para salvar al mundo. Nadie sabría decir lo que puede lograr una persona liberada por el Evangelio.
4,21   Las parábolas de Jesús más que enseñar, sugieren. Vendrán a la memoria para confirmar y dar sentido a tal o cual experiencia que se tenga. Recuerdan un orden de la naturaleza, olvidado con frecuencia: el reino que Jesús inaugura se inserta con toda naturalidad en el orden del mundo. La luz es confiada a los discípulos, quienes pueden ponerla de manifiesto o esconderla, pero hagan lo que hicieren, se manifestará igualmente con o sin ellos.
Cuando llega la luz. ¿Se trata de “él” o del Evangelio? Dios hará que cualquier revelación llegue a los que tienen que recibirla; pero por otra parte habrá que vivir y proclamar el Evangelio de tal forma que llegue a todos.
4,24  La medida con que ustedes midan se usará para medir lo que reciban, es decir, que si empiezan a poner en práctica lo que han escuchado, recibirán de Dios nuevas fuerzas y conocimientos.
4,25  Hay que entender la palabra “tener” en el sentido de un árbol que “tiene” frutos. El sentido por lo tanto es: al que produce se le dará.  
Se le quitará... Aquí no hay que limitar el sentido, porque las sentencias de Jesús pueden verificarse de mil maneras. El que no hizo fructificar los dones de Dios será víctima de una caída que lo llevará a donde nunca creyó que llegaría; y esto vale tanto para las colectividades como para las personas. Pero detrás de la idea de se le quitará lo que tiene está la certeza de que el plan de Dios se realizará igualmente (Mt 25,28).
4,26   Se trata de la confianza que se debe tener en el trabajo que Dios ha comenzado. Todo llegará a su tiempo, y no hay que preocuparse por los resultados que todavía no aparecen si se está seguro del espíritu con que se tomaron las decisiones.
En toda época los hombres se impacientan: ¿se acabarán pronto la violencia y la corrupción? Jesús contesta: ahora mismo están ac tuando las fuerzas invencibles que hacen madurar al mundo y que llevan adelante el Reino.
Sepamos descubrir los comienzos humildes de la obra de Dios: el encuentro de algunas personas de buena voluntad para solucionar un problema comunitario; un gesto fraterno en un ambiente cerrado; un primer esfuerzo para sonreír a la vida después de una decepción... La semilla crece, y la persona que recibió la Palabra se siente más segura en el camino por el que Dios la conduce.
4,30   Ver comentario de Mt 13,31.
4,35   Jesús acaba de afirmar el crecimiento irresistible del Reino; ahora, como para dar una señal visible del mismo, pasa a la otra orilla, es decir, a la orilla pagana del lago de Galilea. Dos milagros indicarán que la victoria sobre el demonio sobrepasa las fronteras de Israel.
4,39  Jesús actúa como Señor de la naturaleza y los discípulos quedan espantados. ¿Habrá que recordar tal vez que en la cultura bíblica el mar es como el último vestigio de las fuerzas primordiales que Dios había tenido que vencer para ordenar el mundo? La Biblia las menciona bajo los nombres de Behemot (Job 40,15), Leviatán (Is 27; Job 40,25) y Rahab (Is 51,9).
Con o sin tal creencia, Jesús escapa a sus discípulos que de alguna manera lo querían mantener en su propio mundo cuando lo veían agotado y remaban para él, ansiosos de alcanzar a tiempo la costa.
En medio de las tormentas los hombres se preguntan, a veces, si Dios no está dormido. Pero Jesús está allí; no se asombra tanto del miedo de los discípulos ante la tempestad, cuanto de su falta de fe; únicamente la confianza en la victoria de Jesús, Hijo de Dios, sobre las fuerzas del mal, puede permitirles superar ese miedo.
4,41  Los apóstoles son presa de un gran susto, como Moisés ante la zarza ardiendo (Ex 3,1), como Isaías al ser llamado por Dios (Is 6,5), y como todos aquellos a quienes Dios se manifiesta de un modo particular; más que un amigo o un maestro, Jesús se les manifiesta en la verdad de su ser. Y ese temor de descubrir a Dios tan cerca de ellos se hacía más fuerte que el temor que habían tenido frente a la tempestad poco antes.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 5
El endemoniado de Gerasa
1 Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos.
2 Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo.
3 El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas.
4 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo.
5 Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras.
6 Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies.
7 Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.»
8 Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.»
9 Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.»
10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región.
11 Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro.
12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió.
13 Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago.
14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido.
15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron.
16 Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos,
17 y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras.
18 Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él.
19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.» 20 El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados.
Jesús resucita a la hija de Jairo
21 Jesús, entonces, atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él.
22 En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies
23 suplicándole: «Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo.»
24 Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía.
25 Se encontraba allí una mujer que padecía un derrame de sangre desde hacía doce años.
26 Había sufrido mucho en manos de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía, pero en lugar de mejorar, estaba cada vez peor.
27 Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto.
28 La mujer pensaba: «Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré.»
29 Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana.
30 Pero Jesús se dio cuenta de que un poder había salido de él, y dándose vuelta en medio del gentío, preguntó: «¿Quién me ha tocado la ropa?»
31 Sus discípulos le contestaron: «Ya ves cómo te oprime toda esta gente ¿y preguntas quién te tocó?»
32 Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado.
33 Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad.
34 Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad.»
35 Jesús estaba todavía hablando cuando llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro?»
36 Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: «No tengas miedo, solamente ten fe.»
37 Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban.
39 Jesús entró y les dijo: «¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida.»
40 Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña.
41 Tomándola de la mano, dijo a la niña: «Talitá kumi», que quiere decir: «Niña, te lo digo, ¡levántate!»
42 La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron fuera de sí.
43 Pero Jesús les pidio insistentemente que no lo contaran a nadie, y les dijo que dieran algo de comer a la niña.

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 5
5,1   Nos encontramos en Decápolis (las diez ciudades), una provincia que los Romanos habían creado especialmente para asegurar la paz de sus habitantes que no eran israelitas y que hablaban griego. Para los judíos eran “naciones” y se los podía tachar de paganos. Siendo no judíos, comían y criaban cerdos.
He ahí al profeta y al sanador enfrentado con un hombre que lanza piedras; ¿será suficiente una fórmula de exorcismo para protegerlo, o tendrá que retroceder y subirse de nuevo a la barca?
Puede parecer extraño ver que Jesús dialoga con el espíritu malvado y entra en trato con ellos; pero eso forma parte de la experiencia de los exorcistas.
El texto dice tres veces que el poseso vivía entre los sepulcros, y menciona también tres veces las cadenas con las que habían tratado en vano de atarlo. Para un judío, recordar algo tres veces es afirmarlo en superlativo; es decir, que el poseso estaba vinculado con la muerte y la impureza y nadie podía sujetarlo. Sin embargo este adversario se prosterna y reconoce al Hijo de Dios Altísimo, que le obliga a que le diga cómo se llama. El nombre es todo un símbolo: legión, es decir, que este hombre estaba poseído por un regimiento de demonios.
Jesús libera al poseso; el demonio, que es el autor de toda impureza, es devuelto a los cerdos, que según la tradición judía eran el prototipo de los animales impuros.
5,13  El texto actual de Marcos habla de dos mil cerdos, cifra imposible de admitir; pero teniendo en cuenta que en hebreo, entre “dos mil” y “manadas” no hay más diferencia que un acento, inmediatamente se concluye que el traductor griego cometió una falta de atención.
5,17  Por haber expulsado al demonio, Jesús se convierte en un personaje que molesta.
5,19  El evangelio conservó el recuerdo de esa libertad de Jesús: no todos están cualificados para compartir su apostolado. Nótese la repetición de: “lo que el Señor ha hecho”, y “lo que Jesús había hecho”. No es por mera casualidad, lo mismo que en Lc 8,39.
5,21   Llegamos a un momento cumbre con este doble episodio de la mujer de edad que es curada y de la joven resucitada. Un contraste que ciertamente fue querido, si no por el evangelista, al menos por la Providencia.
Un doble acto de fe, que no es la fe en un credo o la fidelidad a prácticas religiosas; es la certeza íntima de que se recibirá lo que otros no se atreven a pedir o que se obtendrá pasando por encima de las normas religiosas.
La mujer tiene hemorragias y por lo tanto es impura (Lev 15,19) y hace impuros a quienes la toquen; debía por tanto abstenerse de mezclarse con un grupo. Pero su fe la lleva a violar algo más sagrado todavía; los flecos del manto eran un recuerdo de Dios y de su ley, y tocarlos estando «impura» era un sacrilegio. Se atrevió sin embargo, y Jesús le dice: Tu fe te ha salvado.
Respecto al padre que había ido a pedir la curación de su hija, ciertamente habría renunciado si Jesús mismo no lo hubiera animado. Parece que ninguna religión haya pretendido resucitar los muertos, y tampoco la de la Biblia. Y si nadie lo pide, no es sólo porque se crea que es imposible sino porque se intuye que se transgrediría el límite fijado por Dios, dueño de la vida y de la muerte.
5,35   Jesús, fuente de vida, es consciente de la fuerza que sale de él para sanar sin que lo haya visto o querido. Jesús es capaz de dar la vida, no clamando a Dios como en el caso de Elías o de Eliseo (2Re 4,8), sino por su propio poder.
Jairo era jefe de la sinagoga, o sea, responsable de la comunidad local judía.
5,38  Era costumbre contratar lloronas profesionales y músicos para los entierros; en la actualidad hay otras costumbres que tratan de ocultar o exorcizar la presencia terrible de la muerte. Jesús invita a ser simples y verdaderos tanto frente a la vida como a la muerte.
5,39  Es inútil discutir si la jovencita estaba muerta en apariencias, clínica o realmente. Ciertamente ese tipo de resurrección, en que la persona se encuentra de nuevo con vida en la tierra y con la obligación de morir otra vez, no es la que esperamos de Dios al término de esta vida. Esta resurrección no es más que un signo o una imagen de la verdadera resurrección. Jesús enseñó así que su gran obra había de ser la resurrección del universo (Jn 6,39; 12,32).
5,40  ¡Talitá kum! Marcos ha conservado también algunas otras palabras de Jesús en su propio idioma (7,34; 15,34).
¡Levántate! Desde el primer momento los discípulos de Jesús emplearon el vocabulario de “dormir y levantarse” para indicar la muerte y la resurrección. Creían que Jesús, Hijo de Dios, había vencido definitivamente a la muerte con su propia resurrección (1Co 15).
El doble milagro va sin comentario e invita a renovar nuestro modo de ver a Jesús, y por eso justamente Marcos lo pone aquí, antes de la multiplicación de los panes, que será para Jesús la ocasión de presentarse como el Mesías, el Enviado de Dios.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 6
¿No es éste el carpintero?
1 Al irse Jesús de allí, volvió a su tierra, y sus discípulos se fueron con él.
2 Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos?
3 Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de Joset, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?» Se escandalizaban y no lo reconocían.
4 Jesús les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre sus parientes y en su propia familia.»
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos.
6 Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer.
Jesús envía a los Doce
  Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando.
7 Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero;
9 que llevaran calzado corriente y un solo manto.
10 Y les decía: «Quédense en la primera casa en que les den alojamiento, hasta que se vayan de ese sitio.
11 Y si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, no se alejen de allí sin haber sacudido el polvo de sus pies: con esto darán testimonio contra ellos.»
12 Fueron, pues, a predicar, invitando a la conversión.
13 Expulsaban a muchos espíritus malos y sanaban a numerosos enfermos, ungiéndoles con aceite.
La muerte de Juan Bautista
14 El rey Herodes oyó hablar de Jesús, ya que su nombre se había hecho famoso. Algunos decían: «Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes milagrosos.»
15 Otros decían: «Es Elías», y otros: «Es un profeta como los antiguos profetas».
16 Herodes, por su parte, pensaba: «Debe de ser Juan, al que le hice cortar la cabeza, que ha resucitado.»
17 En efecto, Herodes había mandado apresar a Juan y lo había encadenado en la cárcel por el asunto de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.
18 Pues Juan le decía: «No te está permitido tener a la mujer de tu hermano.»
19 Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía,
20 pues Herodes veía que Juan era un hombre justo y santo, y le tenía respeto. Por eso lo protegía, y lo escuchaba con gusto, aunque quedaba muy perplejo al oírlo.
21 Herodías tuvo su oportunidad cuando Herodes, el día de su cumpleaños, dio un banquete a sus nobles, a sus oficiales y a los personajes principales de Galilea.
22 En esa ocasión entró la hija de Herodías, bailó y gustó mucho a Herodes y a sus invitados. Entonces el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23 Y le prometió con juramento: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
24 Salió ella a consultar a su madre: «¿Qué pido?» La madre le respondió: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25 Inmediatamente corrió a donde estaba el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.»
26 El rey se sintió muy molesto, pero no quiso negárselo, porque se había comprometido con juramento delante de los invitados.
27 Ordenó, pues, a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Este fue a la cárcel y le cortó la cabeza.
28 Luego, trayéndola en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ésta se la pasó a su madre.
29 Cuando la noticia llegó a los discípulos de Juan, vinieron a recoger el cuerpo y lo enterraron.
Jesús, pastor y profeta
30 Al volver los apóstoles a donde estaba Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
31 Jesús les dijo: «Vámonos aparte, a un lugar retirado, y descansarán un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron solos en una barca a un lugar despoblado.
33 Pero la gente vio cómo se iban, y muchos cayeron en la cuenta y se dirigieron allá a pie. De todos los pueblos la gente se fue corriendo y llegaron antes que ellos.
34 Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.
La primera multiplicación de los panes
35 Se había hecho tarde. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: «Estamos en un lugar despoblado y ya se ha hecho tarde;
36 despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y se compren algo de comer.»
37 Jesús les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos dijeron: «¿Y quieres que vayamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para dárselo?»
38 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.» Volvieron y le dijeron: «Hay cinco, y además hay dos pescados.»
39 Entonces les dijo que hicieran sentar a la gente en grupos sobre el pasto verde.
40 Se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta.
41 Tomó Jesús los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Asimismo repartió los dos pescados entre todos.
42 Comieron todos hasta saciarse;
43 incluso se llenaron doce canastos con los pedazos de pan, sin contar lo que sobró de los pescados.
44 Los que habían comido eran unos cinco mil hombres.
Jesús camina sobre las aguas
45 Inmediatamente Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo fueran a esperar a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despachaba a la gente.
46 Jesús despidió, pues, a la gente, y luego se fue al cerro a orar.
47 Al anochecer, la barca estaba en medio del lago y Jesús se había quedado solo en tierra.
48 Jesús vio que sus discípulos iban agotados de tanto remar, pues el viento les era contrario, y antes de que terminara la noche fue hacia ellos caminando sobre el mar, como si quisiera pasar de largo.
49 Al verlo caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
50 pues todos estaban asustados al verlo así. Pero Jesús les habló: «Animo, no teman, que soy yo.»
51 Y subió a la barca con ellos. De inmediato se calmó el viento, con lo cual quedaron muy asombrados.
52 Pues no habían entendido lo que había pasado con los panes, tenían la mente cerrada.
53 Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca.
54 Apenas se bajaron, la gente lo reconoció
55 y corrieron a dar la noticia por toda aquella región. Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba,
56 y en todos los lugares adonde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 6
6,1   Los hermanos de Jesús son sus parientes y vecinos de Nazaret (véase el comentario de 3,31).
6,2  ¿Y qué pensar de esa sabiduría? En la cultura hebrea la sabiduría tiene siempre un aspecto práctico. La novedad de la enseñanza de Jesús formaba una sola cosa con el poder de curación. Sin embargo, se asombran de verlo hablar como maestro, de que esté rodeado de discípulos y de que atraiga las muchedumbres, cuando algunos meses antes era un perfecto desconocido.
Si el Evangelio no habla de sus treinta años como el carpintero de Nazaret, o más bien, el “artesano” que podía hacer o reparar las pocas cosas de madera o de hierro de que se disponía, fue simplemente porque no se había notado nada ni se le había visto hacer nada que pudiera presagiar su misión.
Algunos creen que Jesús, siendo Dios, lo sabía todo. Olvidan que la ciencia divina no es menos que Dios mismo. Él conoce todo a la vez, en un instante único que no pasa y que llamamos eternidad. Los hombres en cambio piensan con ideas y su pensamiento se va desarrollando con el tiempo. La ciencia de Dios no cabe en un hombre, si es realmente hombre. Por eso Jesús, como nosotros, tuvo que experimentar e ir descubriendo todo.
Pero desde un principio fue consciente de ser el Hijo, aunque todavía no tuviera palabras para expresarlo.
Jesús recibió toda su educación humana de María, de José y de sus vecinos de Nazaret. De ellos recibió la Biblia y la cultura de su pueblo. Pero también el Padre le comunicaba su Espíritu para que experimentara la verdad de Dios en todas las cosas. Lo importante para él, como lo será para nosotros, no era leer mucho ni acumular experiencias, sino ser capaz de valorar todo lo que ocurre.
6,3  Son palabras de desprecio: ¿Qué pretende este artesano? Es el único lugar en que Jesús es llamado hijo de María y debe ser un insulto, ya que sus vecinos deberían llamarlo hijo de José. Algunos manuscritos antiguos dicen: “el hijo del carpintero”, lo mismo que en Mt 13,55.
Hay que notar que más tarde esa familia, parientes y conocidos de Nazaret, participó en la primera comunidad cristiana y no parece que hayan fallado a sus compromisos tras la muerte de Jesús (véase la nota de Mt 28,1). Cierto Santiago, que debe ser el que aquí se nombra, llegó a ser el responsable de la Iglesia de Jerusalén después de la muerte de Santiago, hijo de Zebedeo (He 12,17) y fue lapidado por orden del sumo sacerdote el año 62.
6,7   Véase el comentario en Mt 10,5; Lc 10,1.
Empieza la tercera etapa del ministerio de Jesús: organiza una misión por toda la provincia. Hasta entonces los apóstoles habían actuado al lado de Jesús, pero ahora los envía delante de él.
Jesús es un educador. No le basta con enseñar a sus seguidores, sino que les exige que cooperen en su propio trabajo. Los apóstoles deben proclamar su fe y obrar curaciones como su Maestro, comunicando en forma sencilla lo que han descubierto del Reino de Dios.
Los discípulos deben ser conscientes de lo que proclaman: Dios se hizo presente. Por eso se obligan a vivir al día, confiados en la Providencia del Padre. No deben acobardarse en el momento de predicar, sino ser conscientes de su misión y de su poder.
El aceite se usaba en ese tiempo como remedio; más allá del bienestar, las mejorías serán el signo de una sanación espiritual, la del hombre que se reconcilió con Dios. Jesús ya se preocupa por formar comunidades. Envía a sus discípulos de dos en dos, para que su palabra no sea la de un hombre solo, sino la expresión de un grupo unido en un mismo proyecto. También les pide que se queden fijos en una casa y que se hospeden en una familia, que será el centro desde donde se irradiará la fe.
6,14   La ejecución de Juan Bautista había escandalizado al pueblo. Poco después el rey Aretas, padre de la primera esposa de Herodes, había infligido una severa derrota a su yerno, y todos vieron en ese hecho un castigo de Dios. Lo cierto es que corrían rumores de que Jesús era una reaparición de Juan.
Para muchos que observaban las cosas de lejos, el gran contraste entre ambos era el poder de curación de Jesús. Con excepción de los milagros de Moisés, que se perdían en la lontananza de una historia basada en tradiciones muy ampliadas, solo el profeta Eliseo había dejado el recuerdo de un profeta que multiplicaba las curaciones.
Los evangelistas dan a entender, sin manifestarlo, que Juan debía dejar el terreno libre para que la misión de Jesús fuera apreciada en su justa medida.
6,20  A lo largo de la Biblia los profetas señalan la responsabilidad especial de quienes detentan el poder: los que guían al pueblo deben ser un ejemplo de rectitud. Juan Bautista no podía hablar de justicia sin reprochar a Herodes su infidelidad. Se trata de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, que reinaba cuando nació Jesús.
6,30   Al final de esa misión los apóstoles necesitan descansar y a la vez hacer un recuento de sus experiencias. Jesús los instruye y les ayuda a reflexionar sobre lo que hicieron y lo que vieron.
6,34  Ovejas sin pastor. (Núm 27,17; Is 40,11; Ez 34; Za 11,4-17). Se trata, al igual que hoy, de personas que no han encontrado todavía la comunidad verdadera y Jesús tiene lástima de ellas.
El profeta Ezequiel reprochaba a los responsables de Israel que se comportasen como malos pastores; también podría reprocharnos hoy día que no seamos pastores ni profetas en medio de nuestro mundo. ¿Por qué somos tan tímidos para proponer a “los que están fuera” la luz de la fe que hemos recibido gratuitamente, y para permitirles que descubran en comunidad esta riqueza?
Se puso a enseñarles largamente. ¿Qué les decía? Todo lo que hace al Evangelio. Jesús penetraba en las conciencias y mostraba a cada uno dónde estaba su verdadero problema. Hablando como los profetas, nunca los encerraba en su problema personal: su propia superación iba a la par con la renovación de su ambiente.
Jesús los veía abrumados de dificultades, pero les levantaba el ánimo mostrándoles “signos de esperanza”. En cualquier situación hay algo que podemos hacer para levantarnos. Y antes de que empecemos, Dios ya ha dispuesto algunos signos de que no nos abandona y que debemos confiar totalmente en él.
6,35   La afluencia de todo ese pueblo tenía poco que ver con una reunión organizada. Acudían a Jesús como se hacía para una peregrinación, por grupos, ya que en ese entonces la gente no estaba comúnmente ligada, fuera de las temporadas de siembra y cosecha, a un ritmo de trabajo imperioso. Había de todo en esa muchedumbre, donde la curiosidad se mezclaba con inquietudes políticas y religiosas. Algunos habían ido con provisiones, pero como se ha-bían quedado más de la cuenta, los Doce comenzaron a pensar que los peregrinos tenían hambre, como ellos también.
Al término de una jornada dedicada a escuchar y meditar las sentencias del maestro (se decía: comer las sentencias), su palabra no habría sido Palabra de Dios si no los hubiera alimentado en todos los sentidos del término (Dt 8,3).
Varios textos afirmaban que en los tiempos mesiánicos el pueblo de Dios sería saciado, y eso no había que entenderlo sólo en sentido espiritual. La muchedumbre saciada nos deja una señal: que Jesús es el Mesías esperado (Is 25,6; Ez 34,13-14; Jl 2,26).
Dios da pan a su pueblo: Ex 16; Sal 72,16; Sal 81,17; Sal 132,15; 147,14.
Lo que sale de la boca de Dios: Dt 8,3; Sab 16,26; Mt 4,4.
6,41  Levantó los ojos al cielo. Este gesto de Jesús expresa su relación personal con el Padre, reemplazando cualquier oración que santos o profetas habrían hecho en caso parecido.
La bendición significa que se bendice al Señor y que se le da gracias en el momento de tomar el pan que él nos da. La expresión “pro nunciar la bendición y partir el pan” significó muy pronto en la Iglesia primitiva la Eucaristía. Sugiere que este milagro de Jesús es la figura del sacramento mediante el cual se hace para nosotros pan de vida; sobre ese tema se explayará ampliamente Jn 6,28-58.
Jesús es el pan que todos necesitan. Dios ha depositado en la tierra todo lo que la humanidad necesita para su alimento y para su desarrollo, pero los problemas de una distribución equitativa son tan complejos como la naturaleza humana, y ningún sistema puede solucionarlos hasta que no se aprenda a escuchar la palabra de Dios. A quienes la escuchen les enseñará a construir un mundo de justicia y de pan compartido.
6,45   Jesús les obligó a que partieran sin él, pues veía que eran cómplices de quienes entre la muchedumbre querían proclamarlo rey (Jn 6,15).
Jesús caminando sobe las aguas: los apóstoles no olvidarán estas manifestaciones mediante las que Dios resaltaba el poder del espíritu sobre la materia, pero más todavía descubría el esplendor que irradia de la persona del Hijo, aun en su condición mortal.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 7
La verdadera pureza
1 Los fariseos se juntaron en torno a Jesús, y con ellos había algunos maestros de la Ley llegados de Jerusalén.
2 Esta gente se fijó en que algunos de los discípulos de Jesús tomaban su comida con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado antes.
3 Porque los fariseos, al igual que el resto de los judíos, están aferrados a la tradición de sus mayores, y no comen nunca sin haberse lavado cuidadosamente las manos.
4 Tampoco comen nada al volver del mercado sin antes cumplir con estas purificaciones. Y son muchas las tradiciones que deben observar, como la purificación de vasos, jarras y bandejas.
5 Por eso los fariseos y maestros de la Ley le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras?»
6 Jesús les contestó: «¡Qué bien salvan ustedes las apariencias! Con justa razón profetizó de ustedes Isaías cuando escribía: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
7 El culto que me rinden de nada sirve; las doctrinas que enseñan no son más que mandatos de hombres.
8 Ustedes descuidan el mandamiento de Dios por aferrarse a tradiciones de hombres.»
9 Y Jesús añadió: «Ustedes dejan tranquilamente a un lado el mandato de Dios para imponer su propia tradición.
10 Así, por ejemplo, Moisés dijo: Cumple tus deberes con tu padre y con tu madre, y también: El que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte.
11 En cambio, según ustedes, alguien puede decir a su padre o a su madre: «Lo que podías esperar de mí es “consagrado”, ya lo tengo reservado para el Templo.»
12 Y ustedes ya no dejan que esa persona ayude a sus padres.
13 De este modo anulan la Palabra de Dios con una tradición que se transmiten, pero que es de ustedes. Y ustedes hacen además otras muchas cosas parecidas a éstas.»
14 Jesús volvió a llamar a la gente y empezó a decirles: «Escúchenme todos y traten de entender.
15 Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella.
16 El que tenga oídos, que escuche.»
17 Cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre lo que había dicho.
18 El les respondió: «¿También ustedes están cerrados? ¿No comprenden que nada de lo que entra de fuera en una persona puede hacerla impura?
19 Pues no entra en el corazón, sino que va al estómago primero y después al basural.»
20 Así Jesús declaraba que todos los alimentos son puros.
  Y luego continuó: «Lo que hace impura a la persona es lo que ha salido de su propio corazón.
21 Los pensamientos malos salen de dentro, del corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos,
22 infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral.
23 Todas estas maldades salen de dentro y hacen impura a la persona.»
Jesús sana a la hija de una extranjera
24 Jesús decidió irse hacia las tierras de Tiro. Entró en una casa, y su intención era que nadie lo supiera, pero no logró pasar inadvertido.
25 Una mujer, cuya hija estaba en poder de un espíritu malo, se enteró de su venida y fue en seguida a arrodillarse a sus pies.
26 Esta mujer era de habla griega y de raza sirofenicia, y pidió a Jesús que echara al demonio de su hija.
27 Jesús le dijo: «Espera que se sacien los hijos primero, pues no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perritos.»
28 Pero ella le respondió: «Señor, los perritos bajo la mesa comen las migajas que dejan caer los hijos.»
29 Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte; por lo que has dicho el demonio ya ha salido de tu hija.»
30 Cuando la mujer llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama; el demonio se había ido.
Curación de un sordomudo
31 Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis.
32 Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano.
33 Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
34 En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que quiere decir: «Ábrete.»
35 Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente.
36 Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban.
37 Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 7
7,1   Ningún grupo, ni siquiera la Iglesia, puede mantenerse sin sus tradiciones y costumbres. Tales tradiciones sin embargo, por muy buenas que sean, son cosas de hombres y por tanto pueden o deben ser cambiadas con el tiempo.
Pero hay algo esencial que nunca cambia: la Palabra de Dios. Tenemos una forma de comprender la Biblia como Jesús y los apóstoles la comprendieron, y es lo que llamamos la Tradición de los Apóstoles. La Iglesia, fundada por los apóstoles, preserva esa Tradición, o sea, ese espíritu que les era propio.
Existe un sentido de la vida, ciertos ritos fundamentales (hablamos de sacramentos), ciertas maneras de expresar la fe que el Espíritu Santo siempre ha mantenido en la Iglesia, aun cuando a veces hayan sido aportadas con el tiempo clarificaciones y precisiones.
No debemos confundir las muchas tradiciones, o mejor dicho, las costumbres y los lenguajes que se han sucedido en la Iglesia, con la Tradición de la Iglesia que forma una sola realidad con la Escritura.
Es de lamentar que tantas veces se realicen grandes esfuerzos para mantener costumbres o prácticas que se han vuelto inútiles o nocivas, mientras se olvida el profundizar la Palabra de Dios.
7,5  Cuando existen leyes y obligaciones, tarde o temprano hay que interpretar los casos dudosos, que pasan a ser cada vez más numerosos. Se va formando así una tradición basada en lo que los maestros dijeron sobre tal o cual tema, y los fariseos eran muy respetuosos de esa tradición. Pero existía ya una tendencia que se endurecería con el transcurso de los años, a medida que se irían multiplicando las dudas.
Por esa época los fariseos querían imponer el lavado de las manos antes de la comida para pu ri ficarse de las impurezas que pudieran ha berse contraído en la vida activa (Jn 2,6). Era una cos tumbre excelente, pero Jesús no quiere que se imponga en nombre de Dios, porque sería lo mismo que encerrarse en una religión de obligaciones y prácticas.
7,9  Jesús respeta la tradición, pero no se apresura en llamar “tradición” a las enseñanzas de los maestros del momento. Y contraataca citando un caso preciso que chocaba a un gran número de personas: ¿cómo pudo construirse una argumentación que terminaba renegando de los mandamientos más claros de la Biblia?
7,14   En la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro. Se leen en Lev 11-17 las prescripciones que se debían observar en la alimentación, en el vestir, en la higiene, en el contacto con los cadáveres. Quien no las observaba, aunque fuera por inadvertencia, se volvía impuro.
Estas leyes eran útiles para proteger la fe de los judíos que vivían en medio de otros pueblos. Pues, ¿cómo podrían conservar su fe en el Dios único, si se les permitiera convivir con esos pueblos, tenerlos como amigos e imitarlos en todo? Pero con esas innumerables costumbres religiosas que el judío tenía que observar, se apartaba necesariamente de los que no compartían su fe, llevaba un tipo de vida distinto y se recluía en medio de sus correligionarios. Jesús también observaba las leyes de pureza como el pueblo, pero sin los mil detalles añadidos por la tradición.
7,15  Jesús afirma claramente que no hay pecado sin mala intención; las impurezas de las que habla la ley no afectan al mundo interior de nuestras relaciones con Dios.
Indirectamente Jesús quita a estos rituales su carácter sagrado. Reniega de todo ese sistema de alimentos puros e impuros, a pesar de que muchos judíos habían dado su vida por no transgredir tales leyes (2Ma 7).
7,17  Al sostener que todos los alimentos son puros, Jesús habría suscitado un escándalo tremendo sin necesidad. Esta sería la razón por la que responde a sus discípulos con sentencias (el texto dice parábolas), que los oyentes comprenderán solamente en un tiempo posterior. Ese punto no tendrá importancia práctica hasta que los no judíos se convirtieran al cristianismo (Véase He 15).
7,19  Jesús dice corazón y estómago, o en términos modernos, lo espiritual y lo biológico. Véase lo mismo en 1Co 6,13.
7,21  La lista de pecados que da Jesús con-tiene los vicios más patentes de nuestra sociedad, sea la corrupción que se denuncia casi en todas partes, sean los diversos aspectos de la vida fácil y sin obligaciones morales que tanto alaban los medios de comunicación y a la que pocas personas quisieran renunciar.
7,24   Es un momento en que las autorida des se vuelven contra Jesús. Tiene que alejarse y recorre las fronteras de Galilea, donde estará menos vigilado y desde donde sería más fácil ponerse a salvo. El incidente recordado aquí se ubica en la región de Tiro, poblada por sirios y fenicios.
Los judíos nunca pudieron comprender su elección como pueblo de Dios sin considerar al mismo tiempo en una categoría inferior a los demás pueblos. Para ellos el mundo se dividía en dos: “el pueblo” (judío) y las “naciones”, es decir todos los demás.
El Evangelio no narró todo lo que Jesús dijo e hizo, pero en ninguna parte se nota algo que sea como un llamado a “cambiar de religión” o una amenaza a quienes no han recibido o no han aceptado la revelación bíblica. Jesús deja que sigan por el camino por el que el Padre los lleva. Los invita a dar gracias al Dios único y les muestra cómo el Padre se acerca a ellos a través de su Hijo.
Esos fenicios, llamados también griegos porque hablaban griego, vivían al lado de los judíos, pero estaban muy lejos de ellos. A pesar de que Jesús vino a salvar a todos, el Padre había dispuesto que no saliese de las fronteras de su país.
7,27  Jesús repite lo que muchos judíos decían o pensaban de sus vecinos: que eran los perros, mientras ellos eran los hijos (Mt 8,12). Pablo les devuelve ese insulto en Fil 3,2.
Marcos podría haber suavizado la respuesta de Jesús; tal vez esto enseñe que las relaciones con Dios no pueden existir sin dudas y dolores, si son verdaderas. Dios prueba en la medida en que seamos capaces de soportar, a veces menos, otras un poco más, para obligarnos a dar lo mejor de nosotros mismos.
7,31   Imponer las manos era como invocar sobre alguien el poder divino. El gesto de Jesús demuestra que tiene en sí, en su naturaleza humana, toda la salud que podemos necesitar, y así se la comunica al enfermo.
7,34  Jesús suspiró. Obraba milagros porque Dios nos ama, y la gente daba gracias a Dios. Pero Jesús desconfía de los que andan tras los milagros (Jn 4,48). Un milagro inesperado o largamente solicitado puede ayudar a descubrir la presencia de Dios, pero ya la Biblia ponía en guardia al pueblo de Israel ante cualquier explotación de los milagros y prodigios (Dt 13); la fe se apoya en la Palabra de Dios y no en milagros.
Las palabras del versículo 37 recuerdan a Is 35,5-6: algunos entendían que esa era la hora del Mesías, pero no por eso se abrían los corazones de la mayoría. Le llevaban sordos para que oyeran y al mismo tiempo no querían escuchar los llamados de Dios.
Effeta: ¡Ábrete! Es otra de las palabras de Jesús conservadas en arameo.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 8
La segunda multiplicación de los panes
1 En aquellos días se juntó otra vez muchísima gente, y no tenían nada que comer. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 «Siento compasión por esta gente, pues hace ya tres días que están conmigo y no tienen nada para comer.
3 Si los mando a sus casas sin comer, desfallecerán por el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.»
4 Sus discípulos le contestaron: «¿De dónde podemos sacar, en este lugar desierto, el pan que necesitan?»
5 Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?» Respondieron: «Siete.»
6 Entonces mandó a la gente que se sentara en el suelo y, tomando los siete panes, dio gracias, los partió y empezó a darlos a sus discípulos para que los repartieran. Ellos se los sirvieron a la gente.
7 Tenían también algunos pescaditos. Jesús pronunció la bendición y mandó que también los repartieran.
8 Todos comieron hasta saciarse, y de los pedazos que sobraron, recogieron siete cestos.
9 Eran unos cuatro mil los que habían comido. Luego Jesús los despidió.
10 En seguida subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
¿Por qué éstos piden una señal?
11 Vinieron los fariseos y empezaron a discutir con Jesús. Querían ponerlo en apuros, y esperaban de él una señal que viniera del Cielo.
12 Jesús suspiró profundamente y exclamó: «¿Por qué esta gente pide una señal? Yo les digo que a esta gente no se le dará ninguna señal.»
13 Y dejándolos, subió a la barca y se fue al otro lado del lago.
14 Los discípulos se habían olvidado de llevar panes, y tan sólo tenían un pan en la barca.
15 De repente él les hizo esta advertencia: «Abran los ojos y cuídense tanto de la levadura de los fariseos como de la de Herodes.»
16 Se dijeron unos a otros: «La verdad es que no tenemos pan.»
17 Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿Por qué estos cuchicheos? ¿Porque no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta? ¿Están ustedes tan cerrados que
18 teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? ¿No recuerdan
19 cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? ¿Cuántos canastos llenos de pedazos recogieron?» Respondieron: «Doce».
20 «Y cuando repar tí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuán tos cestos llenos de sobras re cogieron?» Contestaron: «Siete».
21 Entonces Jesús les dijo: «¿Y aún no entienden?»
El ciego de Betsaida
22 Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le pidieron que lo tocara.
23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?»
24 El ciego, que empezaba a ver, dijo: «Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven.»
25 Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente y podía ver todo con claridad.
26 Jesús, pues, lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
Pedro proclama su fe
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
28 Ellos contestaron: «Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas.»
29 Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Me sías.»
30 Pero Jesús les dijo con fir meza que no conversaran sobre él.
31 Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días.
32 Jesús hablaba de esto con mucha seguridad.
Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo.
33 Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y le dijo: «¡Apártate y ponte detrás de mí, Satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres.»
El que quiera seguirme, tome su cruz
34 Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.
35 Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.
36 ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo?
37 ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?
38 Yo les aseguro: si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles.»

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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 8
8,1   Este segundo relato de la multiplicación de los panes no debe considerarse como otra versión de la primera. La transmisión oral de estos relatos llevaba casi necesariamente a contarlos según el mismo modelo, pero el sentido es diferente.
La primera vez, entre Tiberíades y Cafar-naúm, es decir, en el centro de la actividad de Jesús en Galilea, la gente ha venido a él más numerosa, y al caer la tarde multiplica el pan, dándoles un signo de que él es el Mesías anunciado por los profetas.
Entonces la muchedumbre quiere aclamarlo rey y Jesús se niega (Jn 6). Al día siguiente Jesús les obliga a definirse con relación a su persona, y se produce la ruptura (Jn 6,60).
A continuación viene la gira de Jesús por los límites de Galilea, país de mayoría pagana, porque ellos también quieren escuchar a Jesús. Y en la otra orilla del lago, la parte oriental, Jesús les ofrece el pan como una comida de despedida, después de haberle seguido durante dos días por cerros desérticos.
Los evangelios quisieron mantener algunas diferencias entre los dos relatos: el número de los panes y de los pescados y el número de los participantes, pero también el número de canastos (el canasto de mimbre rígido de los judíos) y de cestos (el bolsón plegable de los griegos) que se llevan después del milagro. La cifra doce lleva a pensar en las doce tribus de Israel y en los doce apóstoles; en cambio la cifra siete recuerda a las siete naciones paganas de Canaán y a los siete evangelistas de la primera comunidad griega (He 6).
Las dos multiplicaciones se convirtieron en el símbolo de una Iglesia cuyas comunidades ju-días y griegas compartían la misma fe y celebraban la misma Eucaristía. Y así es como en 6,41 Marcos dice: “pronuncia la bendición”, que eran las palabras propias de la Eucaristía en el ambiente judío, y en 8,6 escribe: “da gracias”, que eran los términos consagrados en las comunidades griegas.
Muchos autores piensan que se trata de un mismo acontecimiento, que habría sido transmitido de forma diferente en las comunidades de lengua hebrea y de lengua griega, pero que luego el Evangelio los habría juntado en su redacción final. Es fácil responder que la secuencia que contiene los dos relatos es muy antigua (véase en Mt 14,13) y no puede ser obra de una época tardía, ya que habría perdido el contacto con los testimonios originales. La dualidad vuelve a ser afirmada en Mt 16,5 y más todavía en Mc 8,19.
La multiplicación del pan fue una de las experiencias decisivas en que los apóstoles descubren la personalidad de Jesús: véanse los comentarios de Mt 14,20; Lc 9,12; Jn 6.
8,11   Véase el comentario de Mt 16,1.
Hay otros pasajes donde Jesús se queja de que se exijan siempre señales para creer (Jn 4,48). Para él la señal que Dios da, así como la respuesta a nuestras peticiones, deben ser acogidas como el don de una persona que se revela libremente (Jn 16,24).
8,14   Jesús quiso advertir a sus discípulos que tuvieran cuidado con el espíritu de los fariseos, pero bastó un detalle material (el pan olvidado), para que lo entendieran todo al revés.
Jesús reprocha a los fariseos. Temía que los apóstoles, siendo gente sencilla, se dejaran impresionar por el prestigio y los conocimientos de los fariseos. Algunos de ellos se habían hecho discípulos de Jesús, pero aquí afirma que hay algo equivocado en las enseñanzas de su grupo (Mt 16,12).
Jesús estaba de acuerdo con los fariseos en muchos aspectos de su interpretación de la Biblia, pero no con el espíritu que los movía. Y como “maestro” había tomado un camino opuesto al de los fariseos. En vez de una enseñanza que se transmite desde arriba, había entrado en un grupo natural de gente muy sencilla y los formaba por la acción. Los hacía reflexionar sobre lo que veían, sobre lo que hacían y más aún en lo que Dios hacía con ellos mientras trabajaban con Jesús.
Eso mismo que Jesús reprocha a los fariseos se ha repetido en todos los tiempos y en las mejores instituciones religiosas. El fariseo tiene un deseo de perfección moral que se une inconscientemente al deseo de ser reconocido por la sociedad. Los fariseos tenían muy fuerte el sentido de su responsabilidad, lo que era excelente y está presente en el meollo del cristianismo. Pero con el correr del tiempo uno se va apegando menos a Dios que a sus propias virtudes y no se da cuenta.
El hecho de pertenecer a una elite verdadera o pretendida nos lleva a cultivar nuestra imagen, y por consiguiente también las apariencias, tomando distancia de los “pecadores” y de la gente común (tal es el sentido de la palabra farizim o separados). Ese ambiente más “selecto” favorece todas las ambiciones, y desde luego, como dice Jesús, la hipocresía pasa a reinar.
8,22   Un caso único: Jesús lo toma de la mano y lo lleva fuera de la aldea. No imaginemos tan fácilmente que los Doce lo siguieron en procesión. Luego la curación en dos etapas. Se sabe que cuando un ciego de nacimiento recobra la vista, necesita de toda una educación para comprender lo que ven sus ojos. Eso no obstante, Jesús había sanado a más de uno, como sucede cuando sana paralíticos. Debe haber aquí un sentido figurado: tal vez se refería al camino de los discípulos que, después de haber dado el primer paso, tendrán que esperar que les sea dada una fe muy diferente, capaz de aceptar a un Mesías crucificado.
8,26  No entres en el pueblo... De lo contrario toda la gente habría venido a molestar a Jesús, quedándose boquiabierta para mirarlo y tocarlo y pedirle favores.
8,27   El pueblo no tenía una idea clara sobre la persona de Jesús. Hablaba sobre las cosas de Dios de una manera a la que no estaban acostumbrados y se imaginaban que tal habría sido la manera de actuar de los profetas del pasado. Era sin dudas un hombre de Dios, pero faltaba bastante para que lo tuvieran por el Mesías. Para ellos, de haber un Mesías, debían resolverse los problemas de la nación y de un modo especial la ocupación extranjera.
8,29  La palabra Cristo en griego tiene el mismo significado que Mesías en hebreo. Ambas pueden traducirse: el que ha sido consagrado por Dios.
8,31  Hijo de hombre es, en hebreo, la manera habitual de decir: “alguien”. El texto griego, sin embargo pone en boca de Jesús la expresión El hijo del hombre. Se debe tal vez a que Jesús ocupa un lugar único dentro de la humanidad; él es, mejor que Adán, el primero y el que en carna en su persona a toda la familia humana.
Hay otra razón y más fuerte por la cual Jesús se atribuyó este título. En una página de la Biblia se habla de un “Hijo de hombre” que llegaría glorioso del mundo de Dios, habiendo recibido poder sobre todas las naciones (Dan 7,13). El libro daba una interpretación de esta imagen aplicándola al pueblo de Dios, pero Jesús da otra interpretación al decir: “Ese soy yo”. Y lo dirá en especial ante sus jueces o al anunciar su Pasión.
Jesús tenía que sufrir, porque tal es el destino común de los que viene a salvar. Debía sufrir y ser rechazado por las autoridades, porque tal es también el destino de quienes proclaman la verdad entre los hombres. Debía ir voluntariamente a la muerte, porque el sacrificio de sí mismo era el único medio para salvar al mundo.
8,32  En la misma medida que Pedro ama a Jesús y quisiera verlo reconocido y seguido, se vuelve un tentador, en hebreo un Satanás.
8,34   Jesús no se dirige sólo a sus discípulos, sino que enseña a todos la gran ley de la existencia humana: El que quiera salvar su vida, se pierde.
La Biblia da numerosos ejemplos de ello: Heb 11. Recordemos a Abraham, que siendo ya viejo partió hacia tierras extrañas; a Moisés, que aceptó ser jefe de un pueblo irresponsable; a María, que entró por un camino tan singular, que ya nadie la podría comprender.
Tome su cruz. Ser discípulo de Jesús es seguir el mismo camino que lo llevó a la cruz. Para llegar a nuestra madurez debemos renunciar a nuestra vida:
– arriesgarnos por lo que es noble antes que asegurar nuestro porvenir;
– superarnos en el camino del amor y del don de sí mismo;
– aceptar que nuestra vida sea un fracaso, según el modo de pensar de la gente (Lc 17,33; Jn 12,23-25).
Cargando libremente con los sacrificios que el Padre nos propone diariamente, encontramos también, ya aquí abajo, algo mucho más grandioso que lo que sacrificamos (Mc 10,30).
8,35  Jesús dice: de mí (38), por mí, y no: de Dios, por Dios. Es Dios quien ha venido en la persona de Jesús para golpear a nuestra puerta y proponernos compromisos muy concretos.
El texto dice exactamente: el que pierde su alma y el que quiere salvar su alma. La palabra alma designa en hebreo la vida, o también a toda la persona con su afectividad. Es la persona misma con su deseo profundo que hace que nos apegamos a las personas y las cosas, y muy a menudo “mi alma” significa “yo”. Se puede reemplazar perder su alma por: sacrificarse a sí mismo, y se puede traducir salvará su alma por: se realizará plenamente, se reencontrará...
La palabra “alma” invita a poner en la balanza lo que tan sólo dura un tiempo y lo que entra en la eternidad. Sacrifica una realización personal que se ha visto de manera demasiado humana y Dios la devuelve amplificada, transpuesta a su propia medida, a la medida de la salvación del mundo.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 9
La transfiguración de Jesús
1 Jesús les dijo: «En verdad se lo digo: algunos de los que están aquí presentes no conocerán la muerte sin que ya hayan visto el Reino de Dios viniendo con poder.»
2 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y los llevó a ellos solos a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente.
3 Incluso sus ropas se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo sería capaz de blanquearlas.
4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
6 En realidad no sabía lo que decía, porque estaban aterrados.
7 En eso se formó una nube que los cubrió con su sombra, y desde la nube llegaron estas palabras: «Este es mi Hijo, el Amado, escúchenlo.»
8 Y de pronto, mirando a su alrededor, no vieron ya a nadie; sólo Jesús estaba con ellos.
9 Cuando bajaban del cerro, les ordenó que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos.
10 Ellos guardaron el secreto, aunque se preguntaban unos a otros qué querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”.
La vuelta de Elías
11 Entonces le preguntaron: «¿No dicen los maestros de la Ley que Elías ha de venir primero?»
12 Jesús les contestó: «Ya lo sabemos: Elías viene primero y deja todo reordenado... Pero, ¿por qué dicen las Escrituras que el Hijo del Hombre sufrirá mucho y será despreciado?
13 Yo se lo digo: Elías ya ha venido, e hicieron con él todo lo que quisieron, tal como de él estaba escrito.»
Jesús sana a un joven epiléptico
14 Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron con un grupo de gente a su alrededor, y algunos maestros de la Ley discutían con ellos.
15 La gente quedó sorprendida al ver a Jesús y corrieron a saludarlo.
16 El les preguntó: «¿Sobre qué discutían ustedes con ellos?»
17 Y uno del gentío le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo.
18 En cualquier momento el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo y el niño echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que echaran ese espíritu, pero no pudieron.»
19 Les respondió: «¡Qué generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho.»
20 Y se lo llevaron.
Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho; cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca.
21 Entonces Jesús preguntó al padre: «¿Desde cuándo le pasa esto?»
22 Le contestó: «Desde niño. Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Por eso, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.»
23 Jesús le dijo: «¿Por qué dices “si puedes”? Todo es posible para el que cree.»
24 Al instante el padre gri tó: «Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!»
25 Cuando Jesús vio que se amontonaba la gente, dijo al espíritu malo: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno: sal del muchacho y no vuelvas a entrar en él.»
26 El espíritu malo gritó y sacudió violentamente al niño; después, dando un terrible chillido, se fue. El muchacho quedó como muerto, tanto que muchos decían que estaba muerto.
27 Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse, y el muchacho se puso de pie.
28 Ya dentro de casa, sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?»
29 Y él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.»
Jesús anuncia otra vez su pasión
30 Se marcharon de allí y se desplazaban por Galilea. Jesús quería que nadie lo supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo harán morir, pero tres días después de su muerte resucitará.»
32 De todos modos los discípulos no entendían lo que les hablaba, y tenían miedo de preguntarle qué quería decir.
Si alguno quiere ser el primero
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, Jesús les preguntó: «¿De qué venían discutiendo por el camino?»
34 Ellos se quedaron callados, pues habían discutido entre sí sobre quién era el más importante de todos.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.»
36 Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
37 «El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.»
38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros.»
39 Jesús contestó: «No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí.
40 El que no está contra nosotros está con nosotros.
41 Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.»
Si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo
42 «El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar.
43 Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida que ir con las dos a la gehenna, al fuego que no se apaga.
44 Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo;
45 pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies a la gehenna.
46 Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo;
47 pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno,
48 donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.
49 Pues el mismo fuego los conservará.
50 La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se lo devolverán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.»
**
9,1
El comienzo del ministerio de Jesús estuvo marcado por una manifestación divina que le señaló su misión, con ocasión del bautismo de Juan (1,10).
Esta segunda parte comienza igualmente con una manifestación, durante la cual Jesús recibe el aviso de su muy cercana pasión. Igual que en la primera, la voz retoma las palabras del poe ma de Isaías: Este es mi servidor en quien me complazco (Is 42,1). Pero esta vez la voz añade: Escúchenlo, lo que nos reenvía a Dt 18,15.

La fiesta de la transfiguración ocupa un lugar muy relevante en la liturgia de los cristianos orientales.
9,1
Marcos interpreta esta sentencia como un anuncio de la Transfiguración, que viene en seguida; podría sin embargo relacionarse con el texto que precede (8,38), y la expresión viniendo con poder debería entenderse como una venida de Cristo Juez. Con mucha probabilidad Lucas quiso evitar esta confusión al escribir simplemente: “algunos no morirán sin haber visto el reino de Dios” (Lc 9,27).

Jesús dio a entender varias veces que el Reino ya estaba presente, y estaba todo en él.
9,4
Así como Moisés y Elías fueron llevados por Dios a la montaña santa para que allí fueran testigos de su gloria (Ex 33,18; 1 Re 19,9), así también los apóstoles son llevados por Jesús aparte; también suben a la montaña y en ella Jesús les manifiesta su gloria.
La transfiguración de la persona de Jesús no es algo inaudito, ya que también se ha dado en la vida de los santos; recuerda, lo que se contaba de Moisés de manera mucho más modesta (Ex 34,29); en el caso de Jesús se hace extensiva a sus ropas.
Moisés y Elías, los portavoces de la Ley y los Profetas, es decir de todo el Antiguo Testamento, presentan a los apóstoles, al “Profeta” anunciado por la Biblia.
9,5
La nube que aquí se menciona es la misma que en varios episodios de la historia bíblica indica y oculta al mismo tiempo la presencia misteriosa de Dios (Ex 19 y 1 Re 8,10).

9,7
Esta manifestación deja a los apóstoles el mensaje que necesitaban en ese momento en que se había ahondado el foso entre Jesús y las autoridades religiosas del pueblo de Dios. Tal vez pudo plantearse la duda: ¿No estará equivocado Jesús? Entonces interviene el Padre: “Escúchenlo, él es el Profeta y todos los demás no hablaban más que para él” (Dt 18,17). Algún día los judíos convertidos a la fe de los apóstoles serán tan sólo una minoría y es entonces que comprenderán que son los verdaderos herederos de los profetas y de las promesas de Dios a Israel.
Jesús al hacer milagros demostraba que el orden actual del mundo no es el definitivo, pero ahora se entreabre la cortina. La nube luminosa, la luz y la ropa brillante son signos exteriores que los apóstoles podrán relatar, pero no podrán expresar lo esencial de su experiencia. Ésta experiencia les ayudará a interpretar las manifestaciones de Jesús resucitado y a comprender que haya entrado en una existencia transfigurada.
9,11
En la transfiguración de Jesús los apóstoles han sido testigos de un diálogo en el que se hablaba de su cercana muerte: Lc 9,31. Están preocupados y quieren tranquilizarse con una tradición según la cual el Mesías encontraría un pueblo preparado para recibirlo (Mal 3,1; 3,22; Lc 1,17). Aquí Jesús se encarga de hacerles perder tal ilusión: la vida es cruel y las profecías tienen a menudo el arte de desconcertarnos. No puede ser de otra manera si Dios es Dios.
Elías no ha venido ni vendrá personalmente, sino que recién había venido Juan Bautista, como un nuevo Elías (Lc 1,16-17).

9,14
No por casualidad los discípulos se encuentran en apuros mientras Jesús está en el Monte. Ya cuando Moisés estaba en el Sinaí, el tentador había tomado su desquite con el becerro de oro.
Marcos desarrolla un relato semejante al de Lucas con la ayuda de otros aportes (muy posiblemente la catequesis de Pedro). Se nota que le costó integrar todo en un solo relato: los párrafos 20-27 encajan mal después de 14-19.
9,17
Se trata de un espíritu mudo, sordo y mudo (25), es decir, un demonio muy rebelde que se hace el sordo cuando habla el exorcista y que se niega a decir su nombre, con lo cual se hace más difícil echarlo.
9,19
El presente hecho viene a moderar el entusiasmo que podrían sentir los discípulos de Jesús al ver sus milagros. La advertencia vale tanto para los apóstoles como para el grupo que los rodea y para todos los discípulos que les sucederán: que no confíen demasiado en los milagros que Jesús promete al que tenga un granito de fe, porque al igual que sus contemporáneos, también ellos son gente incrédula.
9,24
La oración del padre del niño epiléptico ha quedado como uno de los modelos de oración cristiana; si nos dirigimos a Dios en la oración es porque tenemos fe; pero en ese mismo movimiento descubrimos la pobreza y la fragilidad de nuestra fe.
9,29
Marcos proporciona todos los síntomas de la epilepsia; sin embargo Jesús actúa como si se tratara de un verdadero demonio; sus últimas palabras confirman que hacía diferencia entre verdaderos y falsos demonios y que en esa oportunidad se trataba de una posesión. Esto no nos debe extrañar, porque aun cuando haya que discernir en muchos casos entre posesión y perturbación mental, no faltan los casos en que se da lo uno y lo otro simultáneamente, y la posesión termina cuando el exorcista emplea las palabras de Jesús: “Yo te lo ordeno, sal y no vuelvas más”.
¿Con la oración, o con la oración y el ayuno? Los manuscritos difieren sobre este punto y es casi imposible saber cuál fue la palabra original, porque Jesús nunca insistió en el valor del ayuno. Tal vez lo prescribiera en el caso de los exorcismos.
9,30
A Jesús el tiempo se le hace corto. En adelante se dedicará principalmente a preparar al grupo de los apóstoles que tendrán la responsabilidad tremenda de continuar su obra.
Los discípulos no entendían... lo de su muerte y resurrección: son cosas que no se entienden sino después de que han sucedido. Prefieren no preguntar ni saber, pero con eso dejan a Jesús más aislado.
9,33
Los apóstoles han vuelto a Cafarnaúm, centro de sus expediciones misioneras, y están en casa, muy posiblemente la de Simón Pedro y su familia. Han predicado el reino de Dios, han realizado curaciones milagrosas y también han expulsado demonios. Aún les falta lo más importante: ser humildes.
9,35
Jesús insiste a menudo en la humildad que debe caracterizar al verdadero «servidor» del reino de Dios. Nos vemos tentados a comportarnos como propietarios de los servicios y de los compromisos que aceptamos o que asumimos tanto en la Iglesia como en el mundo. No soportamos que otros tengan responsabilidades más importantes o que nos reemplacen en las que tenemos.
9,36
Estas palabras abren varias perspectivas. En primer lugar recuerdan a los discípulos el lazo estrecho que los une a su maestro: sus actos y sus pruebas hacen una sola cosa con las suyas.
Al mismo tiempo Jesús explica lo que fundamenta la dignidad de la persona humana, a pesar de que esto no se logre entender todavía en el momento en que lo dice. Después de su resurrección los apóstoles entenderán que el Hijo de Dios ha sido enviado al mundo para ser el primero y la cabeza de la humanidad, el primero entre una multitud de hermanos (Heb 2,10-11).Ya sean cristianos o no, creyentes o no, to dos han sido creados “en él” (Jn 1,1; Ef 1,1) y en él todos encontrarán su término en el mun do definitivo.

Lo más grandioso del hombre no es su capacidad de razonar o de amar, sino el que pueda decir a Dios: Tú eres mi Padre; y que Dios pueda mirarlo diciendo: Tú eres mi hijo o mi hija. Esto ya se nos ofrece hoy y será dado a todos en la eternidad.
La Iglesia enseñó, ya desde sus comienzos, la eminente dignidad de la persona humana, a pesar de que, a lo largo de su historia y con mu cha frecuencia, su actuación no haya estado de acuerdo con esta enseñanza. Los mártires sobre todo nos enseñaron el valor de las personas, superior a todos los intereses o lazos colectivos.
9,38
Mientras Jesús forma a sus apóstoles, a quienes quiere confiar su Iglesia, otros predican el Evangelio y expulsan demonios. Jesús no ve en eso una rivalidad.
Es difícil ser leal a nuestra Iglesia, que sabemos es la Iglesia de los apóstoles y con la cual un día todos los cristianos estarán en comunión, y al mismo tiempo, elevar suficientemente la mirada para comprender y amar la obra de salvación que Dios lleva a cabo fuera de nuestras iglesias. Jesús se manifestó personalmente a muchos otros como no lo hizo con nosotros; su Espíritu actúa en una multitud de grupos que juzgamos nos hacen competencia.
Esta evangelización paralela a la de la Iglesia, o rival de la Iglesia, le presenta un desafío: otros evangelizan ambientes en que no está presente, hablan un lenguaje bíblico mejor inspirado que los documentos eclesiásticos, atraen a los que se desaniman por las estructuras pesadas o la centralización, proporcionan pastores allí donde la Iglesia ya no puede darlos, fundan comunidades vivas en lugares donde ya se ven muy pocas.
En tales condiciones, ¿cómo podríamos condenar a quienes hacen curaciones o echan demonios gracias al nombre de Jesús?
Al decir esto no olvidamos las riquezas de la tradición cristiana que casi siempre han perdido quienes un día abandonaron la Iglesia, en particular la convicción de que toda la realidad humana tiene que ser rescatada y salvada, lo que significa no condenar al “mundo”, y la forma humilde de creer y de hacer la voluntad del Padre, de la que María es el símbolo.
9,42
Véase el comentario de Mt 18,6.

9,45
Jesús no habla el lenguaje de los teólogos para definir y precisar lo que podría ser el infierno. Retoma dos imágenes que se leen en los profetas: la gehena, que era el valle que limitaba a Jerusalén por el sudoeste, un lugar cubierto de sepulcros, profanado por múltiples sacrificios de niños allí quemados, y considerado maldito. Luego vienen el fuego y el gusano que devoran los cadáveres de los rebeldes en Is 66,24.

Jesús habla del abismo al que se lanzan aquellos que lo han sacrificado todo con tal de conservar algún ídolo del que se habían hecho esclavos. ¿Habrá para ellos una verdadera eternidad cuando se acabe el tiempo? El evangelio da a entender que toda nuestra suerte se juega en la existencia presente y que nuestra libertad es reina, pero no puede definir ni describir lo que llamamos infierno y purgatorio.
Entrar en la vida..., entrar en el Reino: el reino de Dios es una vida que nos invade, el encuentro de cada uno consigo mismo, la plena realización de todas nuestras posibilidades, la unión perfecta con Dios, en la que los hijos e hijas son transformados a semejanza del Padre.
9,50
La sal significa la creatividad y las riquezas propias de cada uno. Seamos personas que viven (y que a veces pelean), pero preocupados por mantener la confianza fraterna y el respeto mutuo.

Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 10
Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
10
1 Jesús dejó aquel lugar y se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Otra vez las muchedumbres se congregaron a su alrededor, y de nuevo se puso a enseñarles, como hacía siempre.
2 En eso llegaron unos (fariseos que querían ponerle a prueba,) y le preguntaron: «¿Puede un marido despedir a su esposa?»
3 Les respondió: «¿Qué les ha ordenado Moisés?»
4 Contestaron: «Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.»
5 Jesús les dijo: «Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes.
6 Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer;
7 por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa,
8 y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. 9 Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe.»
10 Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo,
11 y él les dijo: «El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa;
12 y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio.»
Dejen que los niños vengan a mí
13 Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos les reprendían.
14 Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
15 En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
16 Jesús tomaba a los niños en brazos e, imponiéndoles las manos, los bendecía.
Jesús y el hombre rico
17 Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?»
18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios.
19 Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.»
20 El hombre le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven.»
21 Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme.»
22 Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste.
Más fácilmente pasará un camello...
23 Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: «¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!»
24 Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras, pero Jesús insistió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios.»
26 Ellos se asombraron todavía más y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
27 Jesús los miró fijamente y les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.»
La recompensa para los que siguen a Jesús
28 Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.»
29 Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa.
30 Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna.
31 Entonces muchos que ahora son primeros serán últimos, y los que son ahora últimos serán primeros.»
Por tercera vez Jesús anuncia su pasión
32 Continuaron el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos. Los discípulos estaban desconcertados, y los demás que lo seguían tenían miedo. Otra vez Jesús reunió a los Doce para decirles lo que le iba a pasar:
33 «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros,
34 que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará.»
Santiago y Juan piden los primeros puestos
35 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.»
36 El les dijo: «¿Qué quieren de mí?»
37 Respondieron: «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.»
38 Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?»
39 Ellos contestaron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «Pues bien, la copa que voy a beber yo, la beberán también ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que voy a recibir yo;
40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí el concederlo; eso ha sido preparado para otros.»
41 Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan.
42 Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad.
43 Pero no será así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos,
44 y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos.
45 Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por una muchedumbre.»
El ciego de Jericó
46 Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente, un ciego que pedía limosna se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo).
47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»
48 Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
49 Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llamaron, pues, al ciego diciéndole: «Vamos, levántate, que te está llamando.»
50 Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús.
51 Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Maestro, que vea.»
52 Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte, tu fe te ha salvado.» Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino.
**
Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 10
10,1
Véase el comentario de Mt 19,6

10,2
Mateo es más preciso cuando agrega: “por cualquier motivo”, ya que todos reconocían al marido el derecho de despedir a su mujer, pero se discutían las razones que justificaban el divorcio.
10,3
Jesús no quiso responder de una manera directa. Al invocar una ley del comienzo, no desautoriza a Moisés quien, como cualquier legislador, debió encarar situaciones concretas y no pudo imponer a toda una sociedad valores morales que ésta rechazara. Jesús da la ley del matrimonio a un mundo que ha reconocido la vocación divina de la pareja.
10,8
Ya no son dos. ¡Atención! Jesús está com pletando el texto del Génesis que decía: “Se rán los dos” y se podría creer que se trata sólo de un ideal que los esposos tratarán de realizar; Jesús afirma: “Ya son una sola carne”.
Lo que está primero, en el plan de Dios sobre el universo, es la unión del Hijo de Dios hecho hombre con la humanidad salvada por él. Ahí está la complementariedad y la alianza en la ternura y en la fidelidad. Y ahí está el modelo de la pareja. Todo el pasado biológico que ha preparado a los sexos, toda la evolución humana que ha hecho que madure el amor, las decisiones y los errores que han trazado el camino de la pareja, vienen sólo como consecuencias. En toda la Biblia amor y fidelidad van unidos y, cuando el Evangelio habla de perderse para encontrarse a sí mismo, esto vale también para la pareja.
¿Cómo deberán actuar los esposos, que partieron con el ideal de un amor “eterno”, pero que se acercan al fracaso en un mundo en crisis en el que se les repite que la vida es sólo placer? Entramos en otro problema en el terreno de las decisiones humanas en que cada uno debe resolver su propio caso, y lo hará de acuerdo a cómo haya interpretado su vocación.
En toda sociedad se necesitarán algunos Moisés, pero la Iglesia, pueblo de Dios, sólo puede recordar la ley del comienzo y así lo ha hecho siempre, aunque en la práctica la Iglesia latina tenga algunas diferencias con la Iglesia griega.
10,12
Este versículo es propio de Marcos que escribía para romanos entre los cuales la mujer tenía también derecho a pedir el divorcio.
10,13
La actitud de Jesús con respecto a los niños está en la lista de gestos que sus discípulos respetaron a pesar de no comprenderlos. Mientras los niños eran pequeños, caían bajo la responsabilidad de la mujer y no interesaban mucho a los hombres.
Jesús se maravilla ante el misterio de una vida que empieza llena de esperanzas, y descubre la semejanza con el Padre en esos niños desconocidos.
Jesús los bendice; este solo gesto invalida muchas discusiones con respecto al bautismo de los niños y a la salvación de los niños no bautizados.
10,15
Hay que olvidar la propia ciencia y la amargura de las experiencias pasadas para ser capaz de recibir agradecido los dones de Dios y sus palabras siempre nuevas con la sencillez de un niño.
10,17
Sobre este texto cada uno de los tres evangelios sinópticos presentan matices bastante diferentes. Véanse las notas de Mt 19,16 y Lc 18,18.

El adjetivo Bueno va dirigido a Jesús, y pone de relieve lo que en Jesús atraía a tanta gente. En un pueblo acostumbrado al lenguaje de los profetas, nadie se escandalizaba de sus exabruptos; no se notaba en él la estrechez de los maestros que no han probado suficientemente la bondad de Dios antes de hablar de sacrificios.
10,21
Sería un error llegar a la conclusión, partiendo de esta respuesta, que para todos, el deshacerse de una vez de la totalidad de sus pertenencias, sea la condición para entrar en el Reino. Cada uno tiene una vocación única; a este hombre Jesús le ofreció una oportunidd excepcional y no se atrevió a conquistarla. De hecho son muy escasas, incluso entre los “religiosos”, las personas que lo hacen.
Este hombre quería adquirir la vida eterna, y la Biblia le enseñaba la práctica de la justicia y la compasión. Jesús no tiene nada que añadir, pero le ofrece lo que está en el corazón del Reino, y es la experiencia novedosa de Dios Padre. Si el hombre realmente la quería, debía empezar en el acto.
10,23
Jesús no afirma que el rico no se salvará, sino que no entrará en el reino de Dios, que consiste en compartir desde ahora las inquietudes, la alegría y la libertad de Jesús.
Habitualmente, mientras no se salga de la precariedad y no se logre hacer propios la cultura y los bienes de este mundo, faltará algo a la estatura humana y la pobreza será un mal. Aquí Jesús se dirige a los que ya tienen «el ser y el tener», y les habla del desprendimiento como de una condición para experimentar la presencia de Dios ya en la vida presente.
¿Será necesario recordar cuánto han molestado estas palabras sobre el dinero a los mismos que tenían la misión de transmitirlas? Muchos predicadores han dicho que había entonces en Jerusalén una puerta estrecha llamada “el ojo de la aguja” por la que difícilmente pasaban los camellos con su carga. En realidad tal puerta jamás existió. Otros quieren que la expresión “los ricos” designe aquí a todos los que tienen dotes de cualquier índole, debilitando así las palabras de Jesús que precisa: “los que tienen los bienes”.
10,27
Jesús dice: “es imposible”, pero inmediatamente se dirige tanto al rico como a quien lo juzga recordando la distancia que separa al hombre pecador de la santidad de Dios, y afirmando que el amor infinito del Padre realiza lo imposible. Dios salva a los hombres, incluyendo a los ricos, pero quitándoles toda sus falsas seguridades.
Si bien es cierto que la riqueza deja a las puertas del Reino, no es tampoco haciendo mortificaciones o condenando a los ricos que entraremos nosotros. Sea cual fuere el valor de la verdadera pobreza, nuestra salvación es obra de Dios y sólo de él.
10,28
Jesús no sólo habla de premio en la otra vida, sino que ya en esta vida quienes se sacrifiquen por el Reino encontrarán amistad, alegría y una plenitud humana que nunca ha-brían podido imaginar.
Esta enseñanza de Jesús, que se encuentra también en Mateo y Lucas, tiene aquí un agregado importante: con persecuciones. Las persecuciones ya habían empezado a golpear a la Iglesia en los años 34, 41, 43 y 62 en Jerusalén y en el 64 en Roma con Nerón. Los cristianos experimentaron durante esas persecuciones que los lazos que los unían eran a veces más profundos que los lazos familiares.
10,35
Es probable que los dos hermanos no estuvieran muy de acuerdo en dejar a Pedro el primer lugar. Según su costumbre, Jesús concede lo que no se le quiso pedir y no da lo que se le pide. La petición de Santiago y Juan le lleva a decir nuevamente a sus discípulos que no camina hacia el triunfo sino hacia la muerte.
Beber la copa y bautizarse son expresiones que indican, en forma figurada, los sufrimientos y la muerte de Jesús.
10,40
Los más importantes manuscritos tienen el texto que traducimos aquí, diferente del de Mt 20,23. Algunos autores tomaron esta respuesta al pie de la letra y trataron de fijar el orden de prioridad en el Cielo: María, Juan Bautista, o José, o Moisés, o... Tal vez Jesús lo dijo en un tono parecido al que usamos cuando queremos quitarnos de encima a un pesado o inoportuno.
10,42
¿Quién es un servidor, y quién es un aprovechador?
Jesús ha venido a servir, y su servicio a la humanidad será su muerte voluntaria: Fil 2,8. Los jefes de las naciones: puede referirse a los soberanos paganos, pero no necesariamente. Estas palabras de Jesús podrían indicar que no se hacía muchas ilusiones sobre la Iglesia que gobernarían sus apóstoles, y esto es más evidente todavía en Lc 22,24. Jesús no se equivocaba con respecto al tipo de santidad que se encontraría en ella; aun cuando el Padre quisiera darle el reino, era probable que allí se peleasen por otras ventajas.
A continuación ponemos un breve poema de Lao-Tse, un sabio chino muy antiguo, referente al mismo tema:
«¿Qué han hecho el río y el mar
para ser reyes en los cien valles?
Se han puesto debajo de ellos
y por eso reinan en los cien valles.
Si el santo quiere estar encima del pueblo,
que sepa primero hablar con humildad.
Si quiere encabezar al pueblo,
que se ponga en el último lugar.
Así está el santo encima del pueblo
y no le parece pesado;
dirige al pueblo
y no hace sufrir al pueblo.
Con gusto lo ponen a la cabeza
y no se cansan de él.
Como no rivaliza con nadie,
nadie puede rivalizar con él.»
10,46
Cambio de escenario: ya no se trata de los miembros del pequeño círculo sino de un mendigo insignificante. Al igual que Santiago y Juan se atrevió a pedir lo imposible, y también fue salvado.
El evangelio usa la palabra “salvado” en muchas circunstancias donde nosotros habríamos usado “sanado”. Y es que para la mayoría de la gente, el acto que marcará su vida se produce en un momento en que han pedido y conseguido lo imposible. En este triunfo de la esperanza todo su ser se ha abierto a Dios, al mismo tiempo que aceptaban lo esencial de la verdad divina. Antes de que los apóstoles pusieran a punto las condiciones y el valor de la verdadera fe, Jesús ya la había comprobado entre mendigos harapientos.

Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 11
Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
11
1 Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y de Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos
2 diciéndoles: «Vayan a ese pueblo que ven enfrente; apenas entren encontrarán un burro amarrado, que ningún hombre ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí.
3 Si alguien les pregunta: ¿Por qué hacen eso?, contesten: El Señor lo necesita, pero se lo devolverá cuanto antes.»
4 Se fueron y encontraron en la calle al burro, amarrado delante de una puerta, y lo desataron.
5 Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Por qué sueltan ese burro?»
6 Ellos les contestaron lo que les había dicho Jesús, y se lo permitieron.
7 Trajeron el burro a Jesús, le pusieron sus capas encima y Jesús montó en él. 8 Muchas personas extendían sus capas a lo largo del camino, mientras otras lo cubrían con ramas cortadas en el campo.
9 Y tanto los que iban delante como los que seguían a Jesús gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
10 ¡Ahí viene el bendito reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»
11 Entró Jesús en Jerusalén y se fue al Templo. Observó todo a su alrededor y, siendo ya tarde, salió con los Doce para volver a Betania.
Jesús maldice a la higuera
12 Al día siguiente, cuando sa lían de Betania, sintió hambre.
13 A lo lejos divisó una higuera llena de hojas y fue a ver si encontraba algo en ella. Se acercó, pero no encontró más que hojas, pues todavía no era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús dijo a la higuera: «¡Que nadie coma fruto de ti nunca jamás!» Y sus discípulos lo oyeron.
Jesús expulsa del Templo a los vendedores
15 Llegaron a Jerusalén, y Jesús fue al Templo. Comenzó a echar fuera a los que se dedicaban a vender y a comprar dentro del recinto mismo. Volcaba las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas,
16 y no permitía a nadie transportar cosas por el Templo.
17 Luego se puso a enseñar y les dijo: «¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? ¡Pero ustedes la han convertido en una guarida de ladrones!»
18 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se enteraron de lo ocurrido y pensaron deshacerse de él; le tenían miedo al ver el impacto que su enseñanza producía sobre el pueblo.
19 Cada día salían de la ciudad al anochecer.
El poder de la fe
20 Cuando pasaban de madrugada, los discípulos vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz.
21 Pedro se acordó, y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.»
22 Jesús respondió: «Tengan fe en Dios.
23 Yo les aseguro que el que diga a ese cerro: ¡Levántate de ahí y arrójate al mar!, si no duda en su corazón y cree que sucederá como dice, se le concederá.
24 Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán.
25 Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo,
26 para que su Padre del Cielo les perdone también a ustedes sus faltas.»
¿Con qué autoridad haces esto?
27 Volvieron a Jerusalén, y mientras Jesús estaba caminando por el Templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y las autoridades judías,
28 y le preguntaron: «¿Con qué derecho has actuado de esa forma? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que haces?»
29 Jesús les contestó: «Les voy a hacer yo a ustedes una sola pregunta, y si me contestan, les diré con qué derecho hago lo que hago. Háblenme
30 del bautismo de Juan. Este asunto ¿venía de Dios o era cosa de los hombres?
31 Ellos comentaron entre sí: «Si decimos que este asunto era obra de Dios, nos dirá: Entonces, ¿por qué no le creyeron?»
32 Pero tampoco podían decir delante del pueblo que era cosa de hombres, porque todos consideraban a Juan como un profeta.
33 Por eso respondieron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les contestó: «Entonces tampoco yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.»
**
Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 11
11,1
Véase el comentario de Mt 21,1.

El grupo que acompañaba a Jesús venía de Jericó, que era el camino habitual, y había subido por la ruta del desierto, que no estaba libre de bandidos (Lc 10,30). Se pasaba por Betfagé y Betania antes de alcanzar la cumbre del monte de los Olivos, luego se bajaba a la quebrada del Cedrón, teniendo a la vista el monte del Templo con sus patios y sus edificaciones.
Al ver a Jesús en el cortejo, los galileos piensan que va a hacerse proclamar como el Mesías.
Dos gestos proféticos de Jesús: el burro y la higuera (véase Mt 21,18). Con respecto al cortejo de ramos véase la nota de Mt 21,1.

11,7
En este momento en que su misión estaba terminando, había llegado para Jesús la hora de definirse públicamente. Él era el Enviado de Dios y no habría otro después de él.
Había sido enviado por Dios a toda la humanidad, pero sería en primer lugar el Salvador del pueblo judío. Y vino precisamente cuando este pueblo necesitaba ser salvado, porque las cosas andaban muy mal.
Los profetas habían anunciado a un rey pacífico que visitaría a su pueblo, no montado en un caballo como los militares de aquel tiempo, sino en un burro, como la gente que no llevaba armas (Za 9,9). Por eso también este animalito viene para dar cumplimiento a las Escrituras.
Los judíos no esperaban que su Salvador se presentaría en forma tan humilde. A lo largo de su historia Dios los había salvado de la opresión y del hambre por medio de líderes prestigiosos. Esta vez venía en persona a traerles el verdadero camino de la salvación, mediante el perdón y la no-violencia, pero no lo reconocieron.
11,12
Véase el comentario de Mt 21,18.

La escena de la higuera maldecida es un “gesto profético”. Se encuentran ejemplos semejantes en los libros de los Profetas (Is 20,2; Jr 27,2; Ez 5,1; 12,3…). La actuación extraña de Jesús que busca higos fuera de temporada y que después maldice el árbol como si fuera responsable, está destinada a captar la atención de los apóstoles y cuando pase con ellos por el mismo lugar al día siguiente, les dará su enseñanza sobre el poder de la fe.
11,15
El Templo, o la Casa de Dios, designaba todo el campo sagrado. Se iba atravesando sucesivamente por el patio de los no judíos y por el patio de las mujeres, que estaban situados en la parte baja y de donde no se veía nada; luego se llegaba al patio de los hombres y finalmente al de los sacerdotes. Allí se elevaba el edificio principal, el Santuario. Alrededor de todo ese terreno y en medio de corredores se elevaban los pórticos que daban sombra, y los edificios auxiliares que correspondían en parte a las salas de descuartizamiento y a las cocinas que eran necesarias para preparar las carnes de los animales sacrificados.
Jesús no entró en el Santuario, reservado a los sacerdotes; todo ocurrió en los atrios y segu-ramente tuvo problemas con los levitas guardia-nes del Templo.
11,17
Mientras Juan enfatiza el aspecto pro-fético de la palabra de Jesús: “Destruyan ese Templo...” (Jn 2,19), Marcos se fija en la purificación del Templo.
Un verdadero mercado se había instalado al sur de la explanada y los vendedores empe-zaban a invadir los patios, lo que no favorecía la oración y el culto. Los sacerdotes se habían acostumbrado a todo esto, y el jefe de los sacerdotes, Caifás, recibía buenas entradas económicas con las autorizaciones que daba para vender en el terreno del templo.
Jesús no era sacerdote ni guardia del templo. Pero ese templo era la casa de su Padre. Por eso se hizo un látigo con cuerdas y los echó fuera a todos.
Casa de oración para todas las naciones (Is 56,7). Eran precisamente los patios destinados a los extranjeros los que ocupaban los vendedores.
11,20
A diferencia de Mateo, según el cual la higuera se seca inmediatamente, Marcos sitúa el hecho al día siguiente. En este caso como en muchos otros, intérpretes racionalistas afirman que la tradición posterior inventó este prodigio para ilustrar la parábola de la higuera estéril (Lc 13,6); ¿por qué no preguntan a personas del tiempo presente que fueron testigos de hechos muy parecidos?
11,23
Si no duda. Véase lo mismo en Stgo 1,6. Jesús se refiere en forma más precisa a «la fe que hace milagros» (ver 1Cor 12.10; 13,2). Jesús no dice que esta fe será dada a todos y en todo momento; no obstante, innumerables cristianos han tenido experiencia de ella. Una certeza íntima da la convicción de que Dios quiere hacer un milagro, y la persona ordena sin vacilar que se produzca; entonces todo se hace posible, incluso lo que muchos se niegan a pensar.
11,24
De un modo más general Jesús nos invita a pedir con fe y perseverancia hasta conseguir de Dios la certeza de que nuestra oración ha sido escuchada, o al revés, la seguridad de que lo que pedíamos no era lo bueno o no era la voluntad de Dios.
El que ama humildemente a Dios comprende que Dios lo quiere levantar en sus apuros; por eso pide con fe, porque sabe que Dios le quiere escuchar.
Nos cuesta pedir cosas grandes o que se puedan comprobar, porque si Dios se niega a concedérnoslas, ¿cómo seguiremos confiando? Es muy hermoso no pedir a Dios más que «su gracia», pero muchos actúan así, no tanto por aprecio a la vida interior cuanto por miedo a no ver una respuesta concreta. Los que se juegan totalmente por el Evangelio se atreven a pedir a Dios cosas imposibles, obedeciendo a las sugerencias muy discretas del Espíritu de Dios.
11,25
Perdonar para ser escuchado: véase lo mismo en 1P 3,7. Las personas que tienen un carisma para obrar curaciones empiezan ayudando al enfermo a que perdone a los demás, a que pida perdón por sus propios errores, a que deponga los rencores que puede guardar contra sí mismo por fracasos pasados: solamente entonces podrá actuar libremente la gracia de sanación.
11,27
Hay que dejar de lado las imágenes negativas que a menudo se tienen de las autoridades religiosas de la época de Jesús. La mayoría de los sacerdotes eran personas pobres y de fe; aquellos con los que Jesús se encuentra en el templo eran los oficiales de la guardia que vigilaban el orden en los patios del templo y uno de los de más alto rango era el jefe del templo.
A no ser que los responsables del orden hubieran recibido una revelación especial, era normal que se opusieran a Jesús que venía a inaugurar un nuevo orden; lo mismo pasaría actualmente en el Vaticano sin que hubiese en ello pecado.
El problema se debía a que los sacerdotes se habían limitado a mantener el orden del culto y a resolver los mil inconvenientes que surgían de la coexistencia con los romanos. No se habían interesado por los movimientos religiosos que habían tenido lugar en el sector del Jordán. Juan Bautista y los otros bautistas constituían un movimiento paralelo que conmovía al pueblo entero, pero ellos no quisieron o no se atrevieron a tomar una posición.
¿Debemos condenarlos? ¿Cómo se iban a inclinar ante Juan Bautista, vestido de pieles y que se alimentaba de langostas silvestres y cómo iban a atreverse a pedirle el bautismo? Pero entonces, ¿qué autoridad tenían para interrogar a Jesús, cuya acción prolongaba la de Juan?
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 12
Parábola de los viñadores asesinos
12
  1 Jesús entonces les dirigió estas parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y construyó una casa para el celador. La alquiló después a unos trabajadores y se marchó al extranjero.
2 A su debido tiempo envió a un sirviente para pedir a los viñadores la parte de los frutos que le correspondían.
3 Pero ellos lo tomaron, lo apalearon y lo despacharon con las manos vacías.
4 Envió de nuevo a otro servidor, y a éste lo hirieron en la cabeza y lo insultaron.
5 Mandó a un tercero, y a éste lo mataron. Y envió a muchos otros, pero a unos los hirieron y a otros los mataron.
6 Todavía le quedaba uno: ése era su hijo muy querido. Lo mandó por último, pensando: «A mi hijo lo respetarán.»
7 Pero los viñadores se dijeron entre sí: «Este es el heredero, la viña será para él; matémosle y así nos quedaremos con la propiedad.»
8 Tomaron al hijo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
9 Ahora bien, ¿qué va a hacer el dueño de la viña? Vendrá, matará a esos trabajadores y entregará la viña a otros.»
10 Y Jesús añadió: «¿No han leído el pasaje de la Escritura que dice: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra principal del edificio.
11 Esta es la obra del Señor, y nos dejó maravillados?»
12 Los jefes querían apresar a Jesús, pero tuvieron miedo al pueblo; habían entendido muy bien que la parábola se refería a ellos. Lo dejaron allí y se fueron.
El impuesto para el César
13 Querían pillar a Jesús en algo que dijera. Con ese fin le enviaron algunos fariseos junto con partidarios de Herodes.
14 Y dijeron a Jesús: «Maes tro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?»
15 Pero Jesús vio su hipocresía y les dijo: «¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda, que yo la vea.»
16 Le mostraron un denario, y Jesús les preguntó: «¿De quién es esta cara y lo que está escrito?» Ellos le respondieron: «Del César.»
17 Entonces Jesús les dijo: «Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.» Jesús los dejó muy sorprendidos.
¿Resucitan los muertos?
  18 Entonces se presentaron algunos saduceos. Esta gente defiende que no hay resurrección de los muertos, y por eso le preguntaron:
19 «Maestro, según la ley de Moisés, si un hombre muere antes que su esposa sin tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda para darle un hijo, que será el heredero del difunto.
20 Pues bien, había siete hermanos: el mayor se casó y murió sin tener hijos.
21 El segundo se casó con la viuda y murió también sin dejar herederos, y así el tercero.
22 Y pasó lo mismo con los siete hermanos. Después de todos ellos murió también la mujer.
23 En el día de la resurrección, si han de resucitar, ¿de cuál de ellos será esposa? Pues los siete la tuvieron como esposa.»
24 Jesús les contestó: «Ustedes están equivocados; a lo mejor no entienden las Escrituras y tampoco el poder de Dios.
25 Pues cuando resuciten de la muerte, ya no se casarán hombres y mujeres, sino que serán en el cielo como los ángeles.
26 Y en cuanto a saber si los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en el capítulo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27 Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados.»
El mandamiento más importante
28 Entonces se adelantó un maes tro de la Ley. Había escuchado la discusión y estaba admirado de cómo Jesús les había contestado. Entonces le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
29 Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor.
30 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas.
31 Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.»
32 El maestro de la Ley le contestó: «Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él,   33 y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas las víctimas y sacrificios.»
34 Jesús vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas.
¿De quién es hijo el Cristo?
35 Mientras Jesús enseñaba en el Templo, preguntó: «¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el Mesías será el hijo de David?
36 Porque el mismo David dijo, hablando por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.
37 Si David mismo lo llama «Señor», ¿cómo puede entonces ser hijo suyo?»
  Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado.
  38 En su enseñanza Jesús les decía también: «Cuídense de esos maestros de la Ley
39 a quienes les gusta pasear con sus amplias vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar asientos reservados en las sinagogas y en los banquetes;
40 incluso devoran los bienes de las viudas, mientras se amparan detrás de largas oraciones. ¡Con qué severidad serán juzgados!»
La ofrenda de la viuda
  41 Jesús se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver cómo la gente echaba dinero para el tesoro; pasaban ricos y daban mucho,
42 pero también se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor.
43 Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: «Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros.
44 Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza; no tenía más, y dio todos sus recursos.»
**
Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 12
12,1
La viña era una imagen del pueblo de Dios. El primer versículo cita el poema de la viña que se lee en Is 5,1. La viña no pertenece a los que detentan la autoridad, de la que deben rendir cuentas. Los enviados son los portadores de la Palabra de Dios, y la Biblia muestra que a menudo entraron en conflicto con las autoridades, comenzando por las autoridades religiosas (Jer 20,1; 21,1; 23,11; Am 7,10).

El Hijo y la herencia son palabras decisivas: ha llegado la hora en que Dios visita a su pueblo en la persona de su Hijo. La incomprensión, o más bien la hostilidad y la muerte van a ser el origen de una crisis como nunca se vio en Israel. ¿Cómo podrá en adelante el pueblo de Dios ver cumplido su sueño de una “Tierra prometida” si se negó a sacrificar sus ilusiones cuando Dios lo visitó?
Entregará la viña a otros. Se podría pensar que se trata de una simple sustitución de los jefes; de hecho durante la tragedia de los años 68-70 todos los sumos sacerdotes fueron masacrados por los zelotas. Pero Jesús dice más: “la piedra que fue rechazada llegó a ser la piedra angular”. Es el inicio de un nuevo pueblo y de un nuevo templo que es la Iglesia; su primer núcleo estará constituido por los judíos que tuvieron fe en el Hijo.
Aquí termina la parábola, pero aunque la Iglesia tenga «las promesas de la vida eterna», eso no significa que tal o cual parte de la misma no pueda desaparecer. Hoy está prácticamente ausente en países y en ambientes sociales que contaban con numerosas comunidades en el pasado. Si la Iglesia deja de ser el lugar donde hay más obediencia a Dios, más empeño para salvar a los que buscan, los que se hicieron dueños de la viña se encontrarán algún día con las manos vacías.
12,13
Los tres evangelios sinópticos coinciden en estos párrafos. El evangelio resalta los enfrentamientos victoriosos de Jesús con los partidos adversarios: los fariseos y los saduceos, que se unirán para condenarlo.
Primero los fariseos: Jesús tiene ante sí a los representantes de dos grupos que mantienen una posición contraria respecto a la sumisión al emperador romano. Si dice que hay que pagar el impuesto al César, es decir, al emperador, los fariseos nacionalistas lo desacreditarían ante el pueblo; si dice que no hay que pagarlo, los herodianos, aliados de los romanos, lo harían condenar. El relato muestra la habilidad de Jesús para escapar a la trampa.
Esta habilidad de Jesús no era motivo suficiente como para conservar este episodio; debe, pues, contener un mensaje importante. Es muy difícil que un grupo religioso no tome posiciones políticas, y existe el peligro de que confunda la causa de Dios con la suya propia. Jesús vino para revelar la anchura y la profundidad del misterio de Dios y ante él no hay ni herodianos ni nacionalistas, sino únicamente hombres que de vez en cuando ponen en sus decisiones lo mejor de sí mismos.
Jesús anunció la ruina de Jerusalén; no podía dejar de ver que las tensiones iban en aumento entre las diversas facciones de su pueblo. La destrucción de Jerusalén fue preparada por años de violencia, de asesinatos y de represalias como nunca se habían visto antes.
12,17
Lo que es del César: es decir, lo que es de su competencia.
El César de Roma no era Dios, aunque pretendía serlo. Había logrado imponer su autoridad y el uso de la moneda romana; pero no por eso podía exigir la obediencia de la conciencia, que se debe sólo a Dios. Sin embargo, tampoco era «el enemigo de Dios», como lo creían los fariseos, y no era necesario negarle el impuesto y la sumisión para adelantar el reino de Dios.
Al responder tal como lo hizo, Jesús invitaba a los habitantes del orbe a un nuevo discernimiento que se niega a ver en sus enemigos a los satélites del diablo, y en su propio partido el amparo de los derechos de Dios y de los valores cristianos.
12,18
Marcos quiso poner uno al lado del otro los enfrentamientos de Jesús con los dos partidos más importantes del pueblo judío: los Fariseos y los Saduceos. Los Saduceos eran los jefes de los sacerdotes y los administradores del pueblo de Dios; no creían en cosas espirituales ni en la resurrección, innovaciones funestas según ellos, que debilitaban la solidaridad nacional y el poder del aparato central. En la Biblia sólo daban importancia a los cinco primeros libros, donde se habla mucho de los sacerdotes y nada se dice sobre la otra vida.
12,20
Los sacerdotes se refieren a la ley que se lee en Dt 25,5, que es el pretexto del libro de Rut.
12,24
No entienden el poder de Dios, y por eso lo que imaginan es sólo una caricatura de la resurrección.
No entienden las Escrituras. Si bien únicamente los últimos libros de la Biblia hablan de la resurrección, en todos se manifiesta un Dios vivo que hace de los hombres sus amigos.
Yo soy el Dios de Abraham. Si Dios se comprometió con ellos de tal modo, ¿cómo podía permanecer indiferente a su muerte y dejar que desaparecieran para siempre mientras él goza de su Gloria?
La respuesta de Jesús es notable, no tanto porque encontró la respuesta en el mismo Pentateuco, sino porque fue directo al único argumento que se mantiene en pie hoy en día cuando nos preguntamos sobre nuestro propio destino. Ningún razonamiento tiene fuerza cuando miramos de frente la partida definitiva y la reducción al silencio total que significa la muerte. En cambio, si hemos experimentado la solicitud de Dios, sus intervenciones directas y su fidelidad que ha dirigido nuestra vida a lo largo de los años, estaremos dispuestos a aceptar todo lo que nos ofrecerá, sabiendo que eso no puede ser ni el olvido definitivo ni una vida disminuida.
Recordemos que el gran Platón, que creía firmemente en la inmortalidad del alma, confesaba la insuficiencia de sus argumentos, pero se fiaba de un instinto que, según sus palabras, se apoyaba en antiguas revelaciones. Jesús seguramente no iba a buscar argumentos filosóficos mejores que los de Platón, sino que va a lo que toda la Biblia nos enseña, la fidelidad de Dios.
La resurrección es mucho más que la supervivencia de «algo de nosotros», es una transfiguración de toda nuestra persona: vamos a renacer de Dios mismo (Lc 20,36)

Mientras estemos en este mundo en que la materia y el tiempo son nuestro entorno natural, nos será imposible imaginar el “nuevo mundo”, “los cielos nuevos y la tierra nueva” cuya venida nos anuncia Jesús, después de los profetas (Is 65,17; Ap 21, 1-4).

12,28
El maestro de la Ley plantea una pregunta bastante común en esa época. Algunos se habían dado el trabajo de alinear todas las prescripciones de la Biblia, lo que era una tarea delicada porque algunas de ellas se contradicen, al ser la obra de autores de diferentes épocas.
Se listaban entonces seiscientos trece preceptos en total, pero Jesús les prepone otro que no hacía parte de ese conjunto.
Porque el decálogo sólo exige servir a Dios, no amarlo; y por otra parte, cuando el Deuteronomio habla repetidas veces de amar a Dios (6,12; 13,4; 30,15...), se está dirigiendo al pueblo de Israel como un todo, aun cuando diga “tú”; y lo hace para exhortarlo a no tener otro Dios fuera de Yavé. Al poner Jesús el acento en todo tu corazón, toda tu alma, cambia el sentido del tú, pues ahora le toca a cada uno llenar su vida con ese precepto.
Amar a Dios no es un mandamiento como los demás, que señalan obras precisas que debemos cumplir o de las que nos debemos abstener; por ejemplo: “descansarás el día del Señor”, o “no cometerás adulterio”. En cambio toda nuestra existencia está implicada en esto de amar a Dios.
Esta es la razón de por qué el amor de Dios no se presenta en el Nuevo Testamento como un mandamiento, sino como el primer fruto del Espíritu que Dios da a sus hijos: Rom 8,15 y 22. Dios es el primer amado (Mt 6,9-10; 1Jn 4,17), muy especialmente en la persona de su Hijo: 2Cor 5,15; 1Pe 1,8. No hay auténtico amor al prójimo sin ese amor a Dios: 1 Jn 5,2.

12,30
Escucha Israel. Este texto de Dt 6,5 es el Credo de los judíos y lo rezan diariamente como lo pide Dt 6,7.

Con todo tu corazón. Habría que traducirlo por: “con toda tu inteligencia”, porque el corazón designaba el interior del hombre, su espíritu y su conciencia. Se pide una elección que no deja posibilidad para guardar otras ambiciones que pudieran tal vez satisfacer, al mismo tiempo que se entrega a Dios.
Con toda tu alma: en el sentido que tiene en hebreo, es decir, toda tu capacidad de amar y de apasionarte.
Con toda tu fuerza. No se trata de una voluntad que todo lo quiere solucionar a fuerza de puñetes, sino más bien de la decisión tranquila de no contentarse nunca con dejar las cosas a medio camino. Es la perseverancia y la frescura del espíritu que, después de años, sabe aún renovarse y mostrarse creativa en el arte de amar.
Con toda tu inteligencia... El texto griego de Dt 6,5 dice, como el hebreo: “corazón, alma, fuerza”. Marcos añade aquí: “con toda tu inteligencia” y con esto restablece el sentido original del hebreo, ya que como acabamos de ver, las tres palabras griegas no cubren exactamente el sentido de las tres palabras hebreas.
12,31
Y después viene este otro. Mateo decía: “Hay un segundo que es parecido” (Mt 22,39), y algunos se han basado en este adjetivo para dar a entender que el amor al prójimo podía sustituir al amor a Dios. Es por tanto una felicidad que Marcos haya afirmado sin equívocos posibles el “mandamiento” del amor a Dios mismo.
En cada época los cristianos han estado tentados de reducir la Palabra de Dios a lo que les parecería razonable. Actualmente, en un mundo que sólo ve lo inmediato, Dios casi no ocupa un lugar en los más o menos sesenta años de vida que determinan nuestro futuro único e irremediable.
Si se quiere comentar este texto, hay que recordar primero la sentencia de Jesús en Marcos 8,36; luego habría que decir que alguien sólo tiene valor para nosotros de acuerdo al tiempo y al dinero que le dedicamos. Cada uno podría entonces preguntarse si consagra más tiempo a la búsqueda de Dios que a contemplar, con fastidio o con codicia, sus ídolos animados (la palabra griega ídolo quiere decir “imagen”).
12,38
No debemos generalizar, porque muchos maestros de la Ley iban a pie descalzo, y cuando respondían a alguna consulta debían contentarse con lo que les daban. Desde los comienzos de la Iglesia hubo que ponerse en guardia contra las pretensiones de los nuevos doctores, ya que a algunos les parecía normal el distinguirse hasta en su manera de vestir y el ver su porvenir asegurado por personas tan necesitadas como ellos mismos.
12,41
Esta mujer fue la única, entre tantos fieles, que había retribuido a Dios como se merece. Es la personificación de los innumerables pobres que no tienen prácticamente nada y que, sin embargo, se las ingenian para dar algo de lo poco o nada que tienen. El texto se podría traducir: “ella ha dado todo lo que tenía, toda su vida” como “sus recursos”. Sólo el pobre puede dar eso mismo que necesitaba para vivir.
Una tradición judía del siglo que sigue a los Evangelios afirma que si del Templo ahora destruido, solamente quedó el muro llamado “de las lamentaciones”, esto se debe a que esta parte de la obra se levantó con las ofrendas de los pobres.


Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 13
Jesús habla de la destrucción de Jerusalén y del fin del mundo
13
1 Cuando Jesús salió del Templo, uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, mira qué inmensas piedras y qué construcciones.»
2 Jesús le respondió: «¿Ves esas grandiosas construcciones? Pues no quedará de ellas piedra sobre piedra. Todo será destruido.»
3 Poco después Jesús se sentó en el monte de los Olivos, frente al Templo, y entonces Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron en privado:
4 «Dinos cuándo sucederá eso y qué señales habrá antes de que ocurran todas esas cosas.»
5 Y Jesús empezó a decirles: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar.
6 Porque muchos reivindicarán lo que es mío, y dirán: «Yo soy el que están esperando», y engañarán a muchos.
7 Cuando oigan hablar de guerras y de rumores de guerra, no se alarmen, porque eso tiene que pasar, pero todavía no será el fin.
8 Habrá conflictos: nación contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos y hambre en diversos lugares. Estos serán los primeros dolores del parto.
9 Pero ustedes preocúpense de sí mismos, porque van a ser apresados y entregados a los tribunales judíos, serán azotados en las sinagogas y tendrán que presentarse ante los gobernadores y reyes por mi causa, para ser mis testigos ante ellos.
10 Porque primero el Evangelio tiene que ser proclamado en todas las naciones.
11 Cuando sean arrestados y los en treguen a los tribunales, no se pre ocupen por lo que van a decir, sino digan lo que se les inspire en ese momento; porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo.
12 El hermano entregará a la muerte al hermano y el padre al hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y les darán muerte.
13 Y serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará.
14 Cuando vean al ídolo del opresor instalado en el lugar donde no debe estar (el que lea, que entienda bien), entonces los que estén en Judea huyan a los cerros.
15 Si estás en la parte superior de la casa, no bajes a recoger tus cosas.
16 Si estás en el campo, no vuelvas a buscar tus ropas.
17 ¡Pobres de las mujeres que estén embarazadas o estén criando en aquellos días!
18 Oren para que esto no suceda en invierno.
19 Porque en aquellos días habrá tal angustia como no hubo otra igual desde el principio de la creación hasta los días presentes, ni la habrá en el futuro.
20 Tanto que si el Señor no acortara esos días, nadie se salvaría. Pero él ha decidido acortar esos días en consideración a sus elegidos.
21 Si alguien entonces les dice: «Mira, el Cristo está aquí o está allá», no lo crean.
22 Aparecerán falsos mesías y falsos profetas, que harán señales y prodigios capaces de engañar incluso a los elegidos, si esto fuera posible.
23 Estén alerta, yo se lo he advertido todo.
Venida del Hijo del Hombre
24 Después de esa angustia llegarán otros días; entonces el sol dejará de alumbrar, la luna perderá su brillo,
25 las estrellas caerán del cielo y el universo entero se conmoverá.
26 Y verán venir al Hijo del Hombre en medio de las nubes con gran poder y gloria.
27 Enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 Aprendan de este ejemplo de la higuera: cuando las ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca.
29 Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que todo se acerca, que ya está a las puertas.
30 En verdad les digo que no pasará esta generación sin que ocurra todo eso.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Por lo que se refiere a ese Día y cuándo vendrá, no lo sabe nadie, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre.
33 Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento.
34 Cuando un hombre va al extranjero y deja su casa, entrega responsabilidades a sus sirvientes, cada cual recibe su tarea, y al portero le exige que esté vigilante.
35 Lo mismo ustedes: estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada;
36 no sea que llegue de repente y los encuentre dormidos.
37 Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Estén despiertos.»
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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 13
13,1
Este capítulo juntó advertencias de Jesús que estaban destinadas a la primera generación cristiana, es decir, a los que lo rodeaban. La historia nos dice que los años del Evangelio fueron de relativa calma si se los compara con los del período anterior y sobre todo con los años 55-70. Jesús anuncia el retorno de turbulencias y de falsos mesías, que serán reconocidos por muchos de los que rechazaron al único Salvador (13,6). Entonces caerán las persecuciones sobre la minoría cristiana, que será rechazada igual que él por su pueblo.
Aprovechando la ocasión Jesús profetiza también los tiempos nuevos: la destrucción de Jerusalén y la extensión del Evangelio a las naciones del mundo romano serán las dos señales del advenimiento de los tiempos nuevos (13,10; Mt 26,13). Jesús no dice nada sobre lo que sucederá después...
13,3
Los profetas habían hablado de la crisis con que se iniciaría el reino universal de Dios. Según algunos, todas las naciones de la tierra se unirían para destruir la Ciudad Santa, Jerusalén, pero en el momento más desesperado Dios intervendría para instaurar su reinado (Is 66,18; Ez 38; Jl 4; Za 14).

Por esta razón, cuando Jesús habla del templo destruido, los apóstoles piensan en el fin del mundo. Jesús responde que se acerca la tragedia, pero ese no será el fin del mundo.
13,4
Jesús se sienta en el monte de los Olivos, separado de los edificios del Templo por el barranco del Cedrón. El pretexto del discurso es la admiración del Templo nuevamente construido por Herodes: las piedras enormes (unos 5 metros de largo), los adornos regalados por ricos y reyes, como por ejemplo las puertas cubiertas de oro.
Le preguntaron en privado, conscientes de que esta profecía encerraba secretos graves, al mismo tiempo que era un tema sedicioso (14,57). Solamente Andrés, hermano de Simón Pedro, se agrega al grupo de los Tres.
13,7
Se trata de los años que precedieron a la ruina de Jerusalén.
13,8
Los primeros dolores del parto. La crisis de la nación judía pocos años después de Jesús se parece a las que afectaron a otras civilizaciones: algo muere y algo nace.
13,10
Esto no es una señal del fin del mundo, sino que se refiere a la tragedia que iba a ocurrir en Palestina unos treinta años después. La destrucción del Templo y el cese del culto no sucederán antes de que el Evangelio haya sido predicado en todas partes del imperio romano. Respecto a este signo, véase 14,9 y 2Tes 2,6.

13,12
Los tiempos de persecución son, a pesar de las apariencias, tiempos de misión privilegiados.
13,14
Este párrafo se refiere a la crisis judía de los años 66-70. El ídolo del opresor (el texto dice más precisamente “la abominación del devastador”) es una cita de Dn 11,31 y 12,11 e indica en este libro la introducción de los ído los del invasor en el lugar santo. Esto se cumplió con anterioridad a la crisis del 70.
13,19
Habrá tal angustia... Esta crisis será como una venida de Dios para juzgar a la historia. Si el Señor no acortara esos días: las peores desgracias nunca alcanzan lo merecido por nuestros pecados. En consideración a sus elegidos que interceden en favor de los pecadores, Dios acortará el castigo.
13,21
Marcos vuelve a la advertencia inicial (13,6): cuídense de los libertadores que se presenten como el Mesías. Los elegidos, o sea, los discípulos de Jesús, no se dejarán arrastrar por este nacionalismo destinado a fracasar, porque pretende dar a Israel su salvación después de que dejó pasar la hora de Dios (Lc 19,42).

13,24
Habiendo concluido en 13,23 las advertencias de Jesús a sus apóstoles, Marcos ofrece palabras que, como es fácil de comprobar, no van dirigidas a ellos ni tampoco son instrucciones para ese “día”, porque a quienes les toque presenciarlo no podrán escapar.
La breve mención de los días del Hijo del Hombre, es decir, de su venida gloriosa, en los versículos 24-27, quiere destacar el contraste entre el sitio de Jerusalén, anunciado por numerosas señales y ante el cual los cristianos tendrán que huir, y el día del juicio, que caerá sobre toda la tierra y que irá acompañado de la resurrección de los elegidos.
Esta breve evocación compone algunas citas, principalmente Is 13,10 y Dn 7,13. El texto no describe lo que no puede ser imaginado, más bien afirma que la historia corre hacia un encuentro. Tal vez algunos desearían que los descubrimientos de la ciencia y el alargamiento de la vida humana permitan que ejércitos de ancianos se eternicen en un mundo donde ya no se necesiten niños... El Evangelio impone otra perspectiva: el mundo, con sus limitaciones y su pecado, se reunirá, no sin dolor, con la eternidad de Dios.
13,27
En los libros judíos los ángeles y la trompeta ocupaban un lugar en el escenario del juicio: Mt 24,31 y 1Tes 4,16.

13,28
Otra vez se contrapone la certeza del fin cercano de Jerusalén a la total incertidumbre del día del juicio
13,32
Aquí volvemos al fin de la historia. El día es el del juicio, llamado “Día de Yavé” en los Profetas (Amós 5,18; So 1,15).

Ni siquiera el Hijo. Algunos se sienten perturbados con esto. ¿Acaso Jesús no es Dios como el Padre? No olvidemos que si bien Jesús es “Dios verdadero nacido del verdadero Dios”, tal como lo proclamamos en el Credo, es igual e inseparablemente “nacido de mujer” (Gál 4,4). El conocimiento infinito de Dios no puede estar contenido en la mente humana de Jesús (véanse Lc 3,21 y Mc 6,1).

13,33
Parábolas de la vigilancia. Los discípulos de Jesús, al igual que los demás, se dejan absorber por los problemas diarios; hay que recordarles frecuentemente que Cristo se presenta a cada rato.
Estén despiertos. Trabajo y oración. Superar la tentación de instalarse para gozar la vida, y por consiguiente para malgastarla.
Entrega responsabilidades... Todos y cada uno, incluso los niños y los enfermos, tienen una misión.
13,36
Se ve que todo el capítulo se explayó sobre los años de crisis que debía presenciar “la presente generación”. Los dos párrafos sobre el día del Juicio fueron agregados sólo para evitar las confusiones. Jesús quiso en primer lugar invitar a los cristianos de entonces –y a todos esos de tiempos de perturbación– a que permanecieran firmes en la fe y a que dieran valientemente su testimonio.
Por lo tanto es un error hablar, con relación a este capítulo y a los textos paralelos de Mt 24 y Lc 21, de un “apocalipsis de los evangelios sinópticos”. Los libros apocalípticos describen acontecimientos que ya tuvieron lugar, pintándolos con imágenes fantásticas. Aquí, en cambio, no hay imágenes fantásticas ni prodigios ni ángeles que se pelean en el cielo. Jesús profetiza una destrucción a manos de los romanos sin entrar en más precisiones. Ni siquiera habla del incendio del templo, que fue para el pueblo entero el mayor de los escándalos.

Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 14
Conspiración contra Jesús
14
  1 Faltaban dos días para la Fiesta de Pascua y de los Panes Azimos. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte,
2 pero decían: «No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo.»
Una mujer unge a Jesús
  3 Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un frasco precioso como de már mol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
4 Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: «¿Cómo pudo derrochar es te perfume?
5 Se podría haber ven dido en más de trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» Y estaban enojados contra ella.
6 Pero Jesús dijo: «Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra buena.
7 Siempre tienen a los pobres con ustedes y en cualquier momento podrán ayudarlos, pero a mí no me tendrán siempre.
8 Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de antemano ha ungido mi cuerpo para la sepultura.
9 En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto y será su gloria.»
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, fue donde los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús.
11 Se felicitaron por el asunto y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el momento opor tuno para entregarlo.
La Ultima Cena de Jesús
  12 El primer día de la fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Cena de la Pascua?»
13 Entonces Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: «Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo
14 hasta la casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré comer la Pascua con mis discípulos?
15 El les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueblada y ya lista. Preparen todo para nosotros.»
16 Los discípulos se fueron, entraron en la ciudad, encontraron las cosas tal como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
17 Al atardecer llegó Jesús con los Doce.
18 Y mientras estaban a la mesa comiendo, les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que comparte mi pan.»
19 Ellos se entristecieron mucho al oírle, y empezaron a preguntarle uno a uno: «¿Seré yo?»
20 El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que moja su pan en el plato conmigo.
21 El Hijo del Hombre se va, conforme dijeron de él las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! Sería mucho mejor para él no haber nacido.»
22 Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo.»
23 Tomó luego una copa, y después de dar gracias, se la entregó y todos bebieron de ella.
24 Y les dijo: «Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por muchos.
25 En verdad les digo que no volveré a probar el fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»
Jesús anuncia la negación de Pedro
26 Después de cantar los himnos se dirigieron al monte de los Olivos.
27 Y Jesús les dijo: «Todos ustedes caerán esta noche, pues dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
28 Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.»
29 Entonces Pedro le dijo: «Aunque todos tropiecen y caigan, yo no.»
30 Jesús le contestó: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, me habrás negado tres veces.»
31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.» Y todos decían lo mismo.
La agonía de Jesús en Getsemaní
32 Llegaron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí mientras voy a orar.»
33 Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia,
34 y les dijo: «Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense aquí y permanezcan despiertos.»
35 Jesús se adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera que pasar por aquella hora.
36 Decía: «Abbá, o sea, Padre, para ti todo es posible, aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»
37 Volvió y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿De modo que no pudiste permanecer despierto una hora?
38 Estén despiertos y oren para no caer en la tentación; pues el espíritu es animoso, pero la carne es débil.»
39 Y se alejó de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras.
40 Al volver otra vez, los encontró de nuevo dormidos, pues no podían resistir el sueño y no sabían qué decirle.
41 Vino por tercera vez, y les dijo: «Ahora ya pueden dormir y descansar. Está hecho, llegó la hora. El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
42 ¡Levántense, vámonos!; ya viene el que me va a entregar.»
Prendimiento de Jesús
43 Jesús estaba aún hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce; lo acompañaba un buen grupo de gente con espadas y palos, enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y los jefes judíos.
44 El traidor les había dado esta señal: «Al que yo dé un beso, ése es; deténganlo y llévenlo bien custodiado.»
45 Apenas llegó Judas, se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro, Maestro!» Y lo besó.
46 Ellos entonces lo tomaron y se lo llevaron arrestado.
47 En ese momento uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote cortándole una oreja.
48 Jesús dijo a la gente: «A lo mejor buscan a un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y palos.
49 ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes enseñando en el Templo? Pero tienen que cumplirse las Escrituras.»
50 Y todos los que estaban con Jesús lo abandonaron y huyeron.
51 Un joven seguía a Jesús envuelto sólo en una sábana, y lo tomaron;
52 pero él, soltando la sábana, huyó desnudo.
53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y todos se reunieron allí. Estaban los jefes de los sacerdotes, las autoridades judías y los maestros de la Ley.
54 Pedro lo había seguido de lejos hasta el patio interior del Sumo Sacerdote, y se sentó con los policías del Templo, calentándose al fuego.
55 Los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo Supremo buscaban algún testimonio que permitiera condenar a muerte a Jesús, pero no lo encontraban.
56 Varios se presentaron con falsas acusaciones contra él, pero no estaban de acuerdo en lo que decían.
57 Algunos lanzaron esta falsa acusación:
58 «Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hom bre, y en tres días construiré otro no hecho por hombres.»
59 Pero tam poco con estos testimonios estaban de acuerdo.
60 Entonces el Sumo Sacerdote se levantó, pasó adelante y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué es este asunto de que te acusan?»
61 Pero él guardaba silencio y no contestaba. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntó: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios Bendito?».
62 Jesús respondió: «Yo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios poderoso y viniendo en medio de las nubes del cielo.»
63 El Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras horrorizado y dijo: «¿Para qué queremos ya testigos?
64 Ustedes acaban de oír sus palabras blas femas. ¿Qué les parece?» Y estuvieron de acuerdo en que merecía la pena de muerte.
65 Después algunos empezaron a escupirle. Le cubrieron la cara y le golpeaban antes de decirle: «¡Hazte el profeta!» Y los policías del Templo lo abofeteaban.
Pedro niega a Jesús
66 Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, pasó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote.
67 Al verlo cerca del fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también andabas con Jesús de Nazaret.»
68 El lo negó: «No lo conozco, ni entiendo de qué hablas.» Y salió al portal.
69 Pero lo vio la sirvienta y otra vez dijo a los presentes: «Este es uno de ellos.»
70 Y Pedro lo volvió a negar. Después de un rato, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: «Es evidente que eres uno de ellos, pues eres galileo.»
71 Entonces se puso a maldecir y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien ustedes hablan.»
72 En ese momento se escuchó el segundo canto del gallo. Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres», y se puso a llorar.
**
Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 14
14,1
La fiesta de la Pascua y la de los panes ázimos, que estaban separadas en un comienzo, pasaron luego a constituir una sola. En el primer atardecer de la Pascua, es decir, la víspera por la tarde según la manera judía de contar los días, comenzaba la semana de los panes sin levadura.
Una vez más los judíos iban a celebrar la salida de Egipto. La Pascua o “paso del Señor”, era el día de la independencia, la más importante del calendario. En realidad hacía cuarenta años que habían perdido su independencia, y por eso la Pascua despertaba sus ansias de libertad y se prestaba para cualquier disturbio.
De todas partes de Palestina los judíos subían en peregrinación a Jerusalén, pues el cordero que se comía en el banquete pascual debía sacrificarse en el Templo. Cada familia debía comer el cordero asado, con lechugas y pan sin levadura, alternando el canto de los salmos con la bendición de varias copas, según un ritual muy antiguo y detallado. El padre de familia narraba los acontecimientos de la salida de Egipto y, al recordar el pasado, cada uno pedía al Señor que liberara de una vez a su pueblo humillado.
Si Dios ha elegido esta fiesta para la muerte y resurrección de Jesús, salvador de Israel, fue con el fin de recordarnos siempre lo que constituye nuestra identidad de cristianos: somos el pueblo que Dios se eligió, minoría entre las naciones, puesto en un camino que no es el de los demás, llamados a desempeñar un rol particular en la historia para la salvación de todos los pueblos.
14,3
Véase Jn 12,1 y el comentario de Lc 7,36.

Pocos días antes de la Pascua, Jesús cenó en Betania. (Jn 12,1). Allí María demostró públicamente su amor tierno y apasionado a Jesús, en presencia de otros que también lo querían, aun cuando no supieran expresárselo. Algunos, sin embargo, se escandalizaron de que María se preocupara de Jesús antes que de los pobres.
Ha hecho una obra buena. Sepultar a los muertos era una de las «buenas obras» catalogadas por los judíos. Jesús desvela el sentido profético del gesto de María, y es probable que ella también fuera consciente de ello. Este es el momento para que el lector recapacite en el misterio de Jesús. Recibió de esta mujer, al igual que de algunos otros, muy escasos, que lo amaron y lo comprendieron, riquezas sin las cuales no habría logrado su plenitud humana. El Hijo eterno había querido depender de ellos durante su paso entre nosotros.
14,12
Es muy probable que ese año Jesús no celebrase la cena del cordero pascual. Los judíos la celebraban la tarde del día en que murió (Jn 18,28), y lo que Jesús celebró el día anterior no fue la antigua Pascua sino su Pascua, que es la Eucaristía. El evangelista habló aquí de preparar la Pascua, porque se dirigía a cristianos que sólo conocían la Pascua cristiana.
Doce siglos antes de Jesús, Dios había celebrado con Israel una alianza en el monte Sinaí: ellos y sus hijos serían el pueblo de Dios entre los demás pueblos. No obstante, con el pasar del tiempo y ante la experiencia de las faltas del pueblo de Dios, los profetas entendieron que debía darse un paso más; se necesitaba otra alianza, cuyo primer efecto sería obtenernos el perdón de los pecados (Jer 31,31 y Ez 36,22).

En vísperas de su muerte, Jesús recuerda la primera alianza en la que se derramó la sangre de animales sacrificados (Éx 24,8). Pero ahora él derrama su sangre por una multitud (Is 53,11). Esta multitud (Marcos ha conservado la expresión hebrea: “por los muchos”) se refiere, en forma especial, a la Iglesia; Jesús purifica a los que serán su propio pueblo en el mundo.
Cada vez que celebramos la Eucaristía o Misa, renovamos esta alianza. Jesús se hace nuestro pan espiritual y nos consagra a su Padre para que participemos cada vez más en la obra de su salvación.
La última cena de Jesús fue la primera del culto cristiano. En vez de las solemnes cere mo nias del Templo, el momento más importante de la vida de la Iglesia será este “memorial” en que vuelve a hacerse presente el misterio de muerte y de resurrección.
14,22
Pronunció la bendición..., dar gracias... La primera expresión se usaba en la Eucaristía en las comunidades de origen judío, la segunda en la Eucaristía de las comunidades griegas (véase el comentario de Mc 8,1).

Las palabras: esto es mi cuerpo no bastarían por sí solas para establecer la identidad del pan con el cuerpo de Cristo en el sentido más fuerte. Para entender el alcance de estas palabras, hay que tener en cuenta todo el contexto, sin olvidar el testimonio del mismo Pablo en 1Co 11,26-29. La comprensión que los apóstoles y la Iglesia tuvieron de este misterio no sorprenderá a quienes descubrieron en el Evangelio el carácter santo y santificador de la persona de Jesús (ver Mc 7,31; Lc 8,46.

14,24
Sangre derramada por muchos (“por los muchos”): aquí hay una referencia a Is 53,11-12 donde el “Siervo” se sacrifica por la multitud, es decir por el pueblo de Israel. Y Jesús también se sacrifica (Jn 17,19 dirá: “se consagra”) para purificar y santificar al pueblo que va a adquirir, el resto de Israel.
Para comprender el sentido de la Cena del Señor es necesario leer los discursos de despedida de Jesús a sus apóstoles, que Juan sitúa en esta misma noche del Jueves Santo (Jn 14-17). Jesús se hace presente de una manera especial y actúa en sus discípulos con una eficacia renovada cuando se reúnen para celebrar la Cena del Señor. Juan lo explica en Jn 6 y Pablo en 1Cor 11,17; Lucas lo muestra con los discípulos de Emaús en 24,25-32.

14,32
Jesús está solo para enfrentar la muerte y para vencerla, llevando sobre sí el destino de todos los hombres. Ve toda la maldad de los hombres que lo maltratarán o dejarán que lo maltraten. Y ve detrás de ellos el poder de las tinieblas.
Jesús va repitiendo una sola frase, que expresa la más perfecta oración: Padre, que se haga tu voluntad. Hay momentos y lugares en que la Iglesia es perseguida y está en agonía, y no puede hacer otra cosa que querer que se haga la voluntad del Padre; en esos momentos su oración es más eficaz que nunca (Heb 2,10).

Misteriosa agonía del Hijo de Dios, (agonía sig nifica combate). Él, que dio a sus mártires la fuerza sobrenatural para enfrentarse impávidos con el suplicio, quiso reservarse a sí mismo, por al gunos momentos, toda la debilidad humana. Al hacerse hombre no se ahorró nada del dolor y quiso conocerlo hasta el límite de la desesperación.
Como lo recuerda la carta a los Hebreos (2,10-18), aunque no tenía pecado y por tanto no necesitaba ser purificado, tuvo que conocer la humillación, el sufrimiento e incluso el silencio de Dios, para alcanzar esa madurez que todavía le faltaba para ser El Hombre, cabeza de la humanidad.
14,43
El grupo armado de espadas y palos resalta bien el aspecto muy poco regular del arresto de Jesús. Según la historia, para muchos judíos la guardia armada de los sumos sacerdotes de la familia de Anás y Caifás era un escándalo.
Judas era uno de los Doce. ¿Cómo pudo elegir Jesús, después de una noche de oración (6,12), a este hombre que lo habría de entregar? También en esto Jesús no traicionó su condición humana y no hubo por parte de Dios menosprecio alguno de la libertad humana. Jesús se dejó guiar por el Espíritu y es posible que el Padre le haya dado algún signo para que lo designara, aun cuando veía los puntos débiles de Judas como veía los de los otros apóstoles.
14,45
Muchos han interpretado Mc 14,21 como el anuncio de la condenación de Judas al infierno. Esto es dar a la palabra de Jesús una connotación jurídica y absoluta que no tiene.
Como contrapartida, algunos actualmente sostienen que Judas no traicionó a Jesús sino que se vio presa de un juego político que estaba destinado a forzarle la mano para que se proclamara Mesías. Estas no son más que fantasías y los apóstoles afirman con toda claridad que fue una traición premeditada. Igual que la negación de Pedro, esa traición formaba parte del misterio del Salvador; para este acontecimiento único en la historia, los cercanos a Jesús debían encarnar de manera ejemplar todas las formas de rechazo a Dios que se encuentran en diversos grados en la existencia humana.
14,53
Jesús compareció ante dos tribunales. Primero ante el Sanedrín o Consejo Supremo de los judíos, donde fue acusado de blasfemia, o sea, de insultar a Dios. Después compareció ante el gobernador romano, Pilato, y esta vez lo trataron de agitador político.
La razón de este doble proceso se debe a que Pilato había quitado a los judíos la facultad de condenar a penas mayores. Por eso, después de juzgar a Jesús según las leyes de la Biblia, pidieron al romano que hiciera efectiva la pena de muerte, y para obtenerlo presentaron nuevas acusaciones a fin de impresionarlo.
Es muy difícil decir si el proceso de Jesús fue legal o ilegal. Se pareció a muchos otros que se dan en todo tiempo, en los que las autoridades, valiéndose del poder y del manejo de las leyes, logran condenar a los opositores, sin cometer fraudes demasiado patentes.
14,60
Los sacerdotes no logran condenar a Jesús por alguna rebeldía contra la Ley. Así que se ven obligados a recurrir a algo mucho más importante y que ocupa el lugar central en el Evangelio: ¿Eres tú el Hijo de Dios?
«Hijo de Dios» era comúnmente un título del Mesías. Jesús escoge, entre los muchos textos bíblicos referentes al Mesías, dos expresiones que dejaban entrever la personalidad divina del Salvador: Hijo del Hombre, que viene de Dios mismo (Dan 7,13), sentado a la derecha de Dios, como en pie de igualdad (Sal 110,1). Con esta afirmación Jesús proclama claramente que no es sólo un hijo de Dios, como puede serlo un santo o un enviado de Dios, sino el Hijo Único que es Dios con el Padre.
Los sacerdotes entendieron muy bien las pretensiones de Jesús, ya que si se hubiera declarado sólo Mesías no habría habido blasfemia. No lo condenaron por una cuestión de palabras, sino porque Jesús, con su manera de actuar, se ponía en el lugar que corresponde sólo a Dios. Con eso tranquilizaron sus conciencias.
Jesús ya había denunciado los motivos verdaderos de su hostilidad que los llevaría al crimen cuando contó la parábola de la viña (Mc 12,2). En la persona de Jesús Dios mismo había venido a pedirles cuentas, y ellos se habían alzado contra él.
Jesús fue condenado en nombre de Dios y no se rebeló contra la sentencia injusta de los jefes religiosos de su pueblo, que eran representantes legítimos de Dios, aunque indignos.
14,63
Rasgó sus vestiduras: sobre un largo de unos 20 centímetros en que la rasgadura ya estaba hecha, cosida con hilo fino. Esto lo hizo conforme al ritual que exigía este gesto de indignación al escuchar a un blasfemo.
14,66
La huida de los apóstoles y la negación de Pedro no son motivo suficiente para que haya predicadores que los pinten como si fueran una banda de miedosos, a quienes el Espíritu Santo les habría dado un coraje indomable de un solo golpe el día de Pentecostés. No les faltaba hombría, de lo contrario Jesús no los habría escogido. Se sentían dispuestos a morir por él en el entusiasmo de un combate común, pero todo sucede al revés de lo que esperaban. Jesús no opone resistencia y lo ven atado. Esta huida, sin embargo, sacudió hasta las bases de su fe. Pedro negó a Jesús, no sólo porque tenía miedo, sino porque en realidad ya no sabía quién era Jesús.
Es el momento de considerar hasta qué punto el apego de los apóstoles a Jesús estaba condicionado por la certeza de que él era el enviado de Dios y los malos no podrían vencerlo. En el día de la prueba, lo que se manifiesta es la fe más que el coraje, y Jesús se lo había advertido (Mt 26,31).

La negación de Pedro le obligará a dudar de sí mismo hasta el final de su vida. Pedro, Roca y responsable de la Iglesia universal, se mantendrá siempre consciente de su debilidad personal y no descansará hasta que siga a Jesús dando su vida por él (Jn 21,19).

Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 15
Jesús ante Pilato
15
1 Muy temprano, los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la Ley (es decir, todo el Consejo o Sanedrín) celebraron consejo. Después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús respondió: «Así es, como tú lo dices.»
3 Como los jefes de los sacerdotes acusaban a Jesús de muchas cosas,
4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!»
5 Pero Jesús ya no le respondió, de manera que Pilato no sabía qué pensar.
6 Cada año, con ocasión de la Pascua, Pilato solía dejar en libertad a un preso, a elección del pueblo.
7 Había uno, llamado Barrabás, que había sido encarcelado con otros revoltosos por haber cometido un asesinato en un motín.
8 Cuando el pueblo subió y empezó a pedir la gracia como de costumbre,
9 Pilato les preguntó: «¿Quieren que ponga en libertad al rey de los judíos?»
10 Pues Pilato veía que los jefes de los sacerdotes le entregaban a Jesús por una cuestión de rivalidad.
11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que pidiera la libertad de Barrabás.
12 Pilato les dijo: «¿Qué voy a hacer con el que ustedes llaman rey de los judíos?»
13 La gente gritó: «¡Crucifícalo!»
14 Pilato les preguntó: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Y gritaron con más fuerza: «¡Crucifícalo!»
15 Pilato quiso dar satisfacción al pueblo: dejó, pues, en libertad a Barrabás y sentenció a muerte a Jesús. Lo hizo azotar, y después lo entregó para que fuera crucificado.
La coronación de espinas
16 Los soldados lo llevaron al pretorio, que es el patio interior, y llamaron a todos sus compañeros.
17 Lo vistieron con una capa roja y le colocaron en la cabeza una corona que trenzaron con espinas.
18 Después comenzaron a saludarlo: «¡Viva el rey de los judíos!»
19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y se arrodillaban ante él para rendirle homenaje.
20 Después de haberse burlado de él, le quitaron la capa roja y le pusieron de nuevo sus ropas.
La crucifixión
  Los soldados sacaron a Jesús fuera para crucificarlo.
21 En ese momento, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, volvía del campo, y los soldados le obligaron a que llevara la cruz de Jesús.
22 Lo llevaron al lugar llamado Gólgota, o Calvario, palabra que significa «calavera».
23 Después de ofrecerle vino mezclado con mirra, que él no quiso tomar,
24 lo crucificaron y se repartieron sus ropas, sorteándolas entre ellos.
25 Eran como las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
26 Pusieron una inscripción con el motivo de su condena, que decía: «El rey de los judíos.»
27 Crucificaron con él también a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.
28 Así se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado entre los malhechores.
29 Los que pasaban lo insultaban y decían moviendo la cabeza: «Tú, que destruyes el Templo y lo levantas de nuevo en tres días,
30 sálvate a ti mismo y baja de la cruz.»
31 Igualmente los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se burlaban de él, y decían entre sí: «Salvaba a otros, pues se salvará a sí mismo.
32 Que ese Mesías, ese rey de Israel, baje ahora de la cruz: cuando lo veamos, creeremos.» Incluso lo insultaban los que estaban crucificados con él.
La muerte de Jesús
  33 Llegado el mediodía, la oscuridad cubrió todo el país hasta las tres de la tarde,
34 y a esa hora Jesús gritó con voz potente: «Eloí, Eloí, lammá sabactani», que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
35 Al oírlo, algunos de los que estaban allí dijeron: «Está llamando a Elías.»
36 Uno de ellos corrió a mojar una esponja en vinagre, la puso en la punta de una caña y le ofreció de beber, diciendo: «Veamos si viene Elías a bajarlo.»
37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
38 En seguida la cortina que cerraba el santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Al mismo tiempo el capitán romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.»
40 Había unas mujeres que miraban de lejos, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé.
41 Cuan do Jesús estaba en Galilea, ellas lo seguían y lo servían. Con ellas estaban también otras más que habían subido con Jesús a Jerusalén.
Jesús es sepultado
  42 Había caído la tarde. Como era el día de la Preparación, es decir, la víspera del sábado,
43 intervino José de Arimatea. Ese miembro respetable del Consejo supremo era de los que esperaban el Reino de Dios, y fue directamente donde Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se extrañó de que Jesús hubiera muerto tan pronto y llamó al centurión para saber si realmente era así.
45 Después de escuchar al centurión, Pilato entregó a José el cuerpo de Jesús.
46 José lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado, lo colocó en un sepulcro excavado en la roca e hizo rodar una piedra grande contra la entrada de la tumba.
47 María Magdalena y María, la madre de José, estaban allí observando dónde lo depositaban.
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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 15
15,6
El texto es claro; cualquiera que haya prestado atención al desarrollo de las revueltas y de los procesos durante las revoluciones, en especial en los países colonizados, seguirá sin problemas este relato.
Se han escrito muchos libros para justificar o acusar a tal o cual de los actores del drama. Es fácil descargar toda la culpa sobre los romanos, puesto que ahora no queda ninguno de ellos para defender la memoria de ese pueblo; por otra parte, en los períodos de conflictos entre judíos y cristianos, los políticos hablaron a menudo de una responsabilidad colectiva del pueblo judío que justificaría las persecuciones de que fueron entonces objeto.
Los Evangelios se apoyan en otro hecho para hablar de un rechazo de Jesús por parte de su propio pueblo, y fue el fracaso del Evangelio en Palestina. Pocos años después de Pentecostés, la simpatía del pueblo hacia la comunidad cristiana se había cambiado en solidaridad con las autoridades que ahora excluían a los cristianos.
No se trataba de una aversión momentánea. Cuando se echa una mirada a la tradición judía posterior a Jesús, causa extrañeza el silencio con respecto a él. Y sin embargo cuántos valores se convirtieron en la riqueza de Occidente después que Jesús los reveló y los vivió como nadie lo ha hecho: el amor al prójimo más allá de cualquier frontera, el bien en devolución por el mal, un amor de Dios que se ha liberado de la ley, el servicio a los pequeños, la supremacía de la conciencia, el culto de la reconciliación, etc.
Las persecuciones contra los judíos o los malos ejemplos dados por los cristianos no explican realmente ese muro de silencio. Los Evangelios entendieron que este error monumental formaba parte del plan de Dios (He 2,23). Juan nos invita a ampliar el interrogante: ¿Podía Dios venir a nosotros sin que lo rechazáramos (Jn 1,15)? Y Pablo nos dice que la muerte en cruz del Dios manifestado formaba parte de su Sabiduría paradójica que tanto nos cuesta aceptar (1Cor 1,17-24).

15,21
Jesús hizo la experiencia de las burlas, torturas y malos tratos; aceptó este camino de deshumanización que se inflige a menudo a quienes han sido rechazados por la sociedad. Sin embargo, el hecho de azotar a Jesús según la ley romana no era muestra de crueldad, porque debido a la pérdida de sangre y agotado por los latigazos, el condenado no tardaba tanto en morir en la cruz, acortando así su agonía.
El condenado, al estar suspendido de los brazos, no podía respirar; para tratar de no asfixiarse, se apoyaba y hacía fuerza sobre los pies y con los brazos, reavivando así el dolor insoportable de los clavos fijados en medio de los pies y de las muñecas. Cuando sus fuerzas decaían y ya no era capaz de realizar ese esfuerzo, moría asfixiado.
El vino agridulce era la bebida de los soldados romanos. La mirra adormece los nervios. Jesús rehusó lo que podía calmar sus dolores.
15,33
Eloí, Eloí, ¿lamá sabactani? Es el comienzo de un salmo que empieza con un grito de desesperación y termina con la certeza del triunfo. Contiene muchas alusiones a la pasión de Jesús.
El grito de Jesús al morir se encierra en un misterio, porque un crucificado moría por agotamiento y asfixia: no podía gritar así. Pero nadie podía quitar la vida a Jesús; estaba toda en él y la entregó en el momento que quiso (Jn 10,18). Los oyentes quedaron asombrados: ¿era un grito de vencido o de vencedor?
Hay muertos que son causa de división en las familias y también hay muertos que reconcilian. La cruz en que Jesús muere se compone de dos maderos, el uno vertical, orientado hacia el cielo, y el otro horizontal; Jesús, colgado entre el cielo y la tierra, reconcilia a los hombres con Dios y a los hombres entre sí. Reconciliación con Dios para quienes reconocen en su muerte la prueba más grande del amor de Dios por nosotros (Rom 5,1; 8,1).

Dios no había empezado a levantar las barreras que dividían a los pueblos hasta la venida de Jesús, pero en adelante todos serán llamados a formar parte del único cuerpo de Cristo (Ef 2,11-16).

15,38
La cortina que dividía el santuario del templo se rasga en dos: no más presencia divina en ese lugar al cual no podía penetrar ningún mortal (Lc 13,35). Dios ha abandonado aquel temible sagrario y se da a conocer a todos en su Hijo herido por el pecado –será la herida del amor.
Este hombre era Hijo de Dios. El capitán ro mano reconoce que Jesús era un justo (Lc 23,47), o sea, un hombre fuera de lo común. Pero Marcos intencionadamente pone en su boca esas palabras: «era Hijo de Dios», porque este oficial representa a las naciones paganas que reconocerán en el crucificado al Hijo de Dios.
En repetidas ocasiones Jesús insistió en que no lo proclamaran Hijo de Dios (Mc 1,44), porque los hombres no podrán saber quién es Dios y tampoco lo que significa para Jesús ser el Hijo de Dios (Mt 11,27), hasta que no hayan visto morir a Jesús y no hayan creído en su resurrección. Ver Rom 3,24.

15,42
José de Arimatea se apresuró a pedir el cuerpo de Jesús para enterrarlo, porque la religión ordenaba que los cadáveres de los condenados fueran sepultados antes de caer la noche (Dt 21,22), y con mayor razón aquel día, que era una fiesta importante. El sepulcro de que se habla estaba en la pendiente del cerro. Se entraba por una puerta muy baja, que se cerraba con una gran piedra redonda como de molino (véase comentario de Jn 19,41).

Como la semilla es sembrada en la tierra, así el cuerpo de Jesús es sepultado para que surja la criatura nueva (Rom 6,3-5). Ver también comentario de Mt 27,52.
Evangelio según Marcos (Mc) Capítulo 16
Ha resucitado, no está aquí
16
  1 Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo.
2 Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras:
3 «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?»
4 Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido retirada a un lado, a pesar de ser una piedra muy grande.
5 Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron.
6 Pero él les dijo: «No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no está aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron.
7 Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les adelanta camino de Galilea. Allí lo verán, tal como él les dijo.»
8 Las mujeres salieron corriendo del sepulcro. Estaban asustadas y asombradas, y no dijeron nada a nadie por el miedo que tenían.
Conclusión del Evangelio
  9 Jesús, pues, resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
10 Ella fue a anunciárselo a los que habían sido compañeros de Jesús y que estaban tristes y lo lloraban.
11 Pero al oírle decir que vivía y que lo había visto, no le creyeron.
12 Después Jesús se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que se dirigían a un pueblito.
13 Volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron.
14 Por último se apareció a los once discípulos mientras comían, y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.
16 El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado.
  17 Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas;
18 tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»
19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
20 Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba el mensaje con los milagros que los acompañaban.
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Comentarios Evangelio según Marcos, capítulo 16
16,1
La historia de Jesús termina con el descubrimiento del sepulcro vacío. Es el primer signo dado a los discípulos para abrir su espíritu a la fe en la resurrección de Jesús. Luego les llega la orden de volver a Galilea.
16,6
Jesús ha resucitado. Esta afirmación es tan enorme que exige razones y muy convincentes. Si Jesús hubiera sólo vuelto a la vida normal, todos habrían podido reencontrarse con él y se hablaría de un acontecimiento histórico. Pero el caso no fue así: desde el comienzo los testigos afirman que Jesús salió de la existencia humana y que volvió al Padre, mejor aún, que es el Señor de la historia.
Tuvieron que haber recibido signos tan convincentes que no pudieron hacer más que creer. Sin embargo, para nosotros que los escuchamos, los signos ya no están con toda su frescura y evidencia. Para que nosotros creamos será necesario que se nos den otros signos semejantes a los que recuerda el evangelio, y eso es lo que dice Jesús en Mc 16,17.

Mateo, Lucas y Juan hablan del descubrimiento de la tumba vacía y además narran algunas apariciones (véase también 1Cor 15,3). Si Marcos termina su Evangelio sin retomarlas, no perdemos nada con eso, porque un millar de apariciones y de testimonios no haría más fácil la fe.
Los apóstoles estaban predispuestos a creer por todo lo que habían vivido con Jesús, y creyeron. Habría que añadir que la fuerza que se les dio para creer, el Espíritu si se quiere, brotaba de la muerte de Jesús aceptada libremente. En la historia cristiana el Espíritu ha seguido actuando allí donde el grano había muerto en tierra: nos referimos a los mártires, a los que fueron fieles sin que nadie recordara sus sacrificios, a las vidas entregadas a Dios sin pedirle recompensas o éxito apostólico.
16,7
Recordemos lo que se dijo en Mateo 28,1. En realidad no se trataba solamente de ir a encontrarse con Jesús en Galilea, sino de volver a recorrer los lugares donde se había ido desarrollando la manifestación de Jesús, Hijo de Dios. Marcos acaba de transmitir el relato de los he chos y palabras que ellos fijaron a lo largo de su peregrinación, por eso, no creyó que fuera bueno repetirse. El relato de Marcos termina de una manera abrupta con el versículo 8, sin haber siquiera recordado las apariciones de Jesús.
Lo que viene a continuación es una breve reseña de las apariciones de Jesús.
16,9
Tal vez sea intencional la interrupción del Evangelio de Marcos, como acabamos de decir; tal vez la última página se perdió como ha sucedido a veces con los “códices”, porque el papiro no aguantaba las manipulaciones. Los versículos 9-20 no pertenecen al texto de Marcos y faltan en los manuscritos más antiguos. Algunos traen otra conclusión más breve:
“Todo lo encargado a los que rodeaban a Pedro, lo proclamaron en forma fidedigna. A raíz de esto Jesús mismo, por medio de ellos, difundió desde el oriente hasta el poniente el mensaje sagrado e incorruptible de los tiempos de la salvación.”
16,15
Con su resurrección la naturaleza humana de Jesús empieza a participar plenamente de la gloria divina. Jesús es ahora Hijo de Dios-con-poder (Rom 1,4), y pide que creamos en su Nombre, o sea, en el poder divino que acaba de recibir y que actúa en él.
El Nombre es un término que para los judíos significaba la presencia activa de Dios. Por ejemplo, la Biblia no dice que Dios caminaba con los hebreos hacia la Tierra Prometida, pero en cambio dice que su Nombre (Núm 6,27) o su Rostro (Éx 33,15), o su Angel (Éx 23,23) estaba en medio de ellos. Se decía también que su Nombre residía en el Templo para bendecir desde allí todas las actividades de su pueblo (1R 8,27 y 29).
Pablo dice que Jesús resucitado ha recibido ese Nombre que supera todo otro nombre (Fil 2,9). Dios Padre se lo ha comunicado, y Jesús, que lo recibe del Padre, no es menos que él.
Desde entonces Jesús, ahora “el Señor”, dirige la historia de los hombres y el recorrido personal de cada uno. Los apóstoles son enviados al mundo para sanarlo y santificarlo. Los milagros y curaciones, cuya importancia se enfatiza en este párrafo, no son el fin sino señales.
Anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El menos intelectual de los evangelistas nos dice, al igual que los otros, que el Evangelio no se limita sólo a reordenar nuestra vida. La historia está en camino, el universo entero se dirige hacia un final que se nos escapa, y el Evangelio es el fermento sin el cual esa aventura no lograría su objetivo.
16,16
Será condenado. Aunque en el pa sado se hayan entendido estas palabras como una condenación al infierno, el sentido del texto es otro.
El que se niega a creer indica una de esas personas a las que se presenta el mensaje, y que al mismo tiempo ha visto y recibido signos tan elocuentes como para que pueda reconocer en ellos la mano de Dios. Será condenada, es decir, que recibirá sobre este punto “una” condenación: deberá reconocer que ese día había cometido una falta. Por el contrario, el que cree y es bautizado se salva, o sea, goza de los dones que Dios concede por medio de su Hijo: ha salido renovado y su vida ha cobrado otro sentido. Participará en la misión confiada al pueblo de Dios en la historia, obra tan misteriosa como grandiosa, ya que sin ella la humanidad estaría condenada a perderse, en todos los sentidos de la palabra.
16,17
Los Hechos de los Apóstoles relatan algunas de estas señales y milagros en los primeros años de la Iglesia. Hoy se siguen verificando en muchas formas en todos los lugares en que los cristianos quieren evangelizar con el Evangelio.