La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Evangelio según Lucas (Lc)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24      
Evangelio según Lucas (Lc) Introducción
El tercer Evangelio es obra de un discípulo de Pablo, un médico (Col 4,14) probablemente de origen sirio, que acompañó a Pablo en sus misiones (He 16,10). Tal vez fue en Grecia donde redactó su Evangelio y el libro de los Hechos. Para él eran dos partes de una misma obra, y tal vez tanto la una como la otra fueron terminadas el año 63 o 64.
Lucas conservó los dos grandes bloques de la catequesis primitiva de la Iglesia, que también conservó el Evangelio de Marcos: la actividad de Jesús en Galilea y sus últimos días en Jerusalén; pero insertó entre medio el contenido de otro documento que contenía muchos discursos de Jesús. Los colocó durante la subida de Jesús de Galilea a Jerusalén, para mostrar que la vida cristiana se desarrolla bajo el signo de la cruz.
Otro documento le proporcionó el contenido de sus dos primeros capítulos, consagrados a la infancia de Jesús. Tal documento conservaba el testimonio de la comunidad primitiva, de la que formaba parte María. Esos dos capítulos otorgan de partida al Evangelio de Lucas su carácter propio; si hubiera que caracterizarlo en pocas palabras, se podrían citar estas líneas que se leen en las Cartas pastorales:
“Acaba de manifestarse la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres... Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (Ti 2,11 y 1Tim 2,3).
Lucas se propuso manifestar ante todo la incomprensible “humanidad” de Dios que Jesús vino a revelarnos, y con esta convicción nos dio un evangelio que es el más humano de los cuatro. Se notará, por ejemplo, el cuidado que puso para recordar la actitud de Jesús con respecto a las mujeres: no compartió el prejuicio universal que las discriminaba.
Lucas recibió mucho de su maestro Pablo; puso de relieve las palabras de Jesús que recuerdan que la salvación es siempre y ante todo, no la recompensa por nuestros méritos, sino un don personal de Dios. Por eso quiso salvar las parábolas del capítulo 15 que ilustran la tan asombrosa misericordia de Dios
Después del evangelio de la infancia (1–2) se notan tres secciones:
– El ministerio de Jesús en Galilea: 3,1–9,56
– El viaje a Jerusalén atravesando Samaria: 9,57–18,17
– Los acontecimientos de Jerusalén: 18,18–23.
El último capítulo sobre las apariciones de Jesús es como una invitación a leer el libro de los Hechos, que es la continuación del Evangelio de Lucas.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 1
La infancia de Juan y de Jesús (1,5—2,52).
Este evangelio de la infancia presenta personajes del pueblo judÍo que de antemano son instruidos en el misterio de Jesús y de la salvación de todas las naciones.
1 Algunas personas han hecho empeño por ordenar una narración de los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros,
2 tal como nos han sido transmitidos por aquellos que fueron los primeros testigos y que después se hicieron servidores de la Palabra.
3 Después de haber investigado cui dadosamente todo desde el principio, también a mí me ha parecido bueno escribir un relato ordenado para ti, ilustre Teófilo.
4 De este modo podrás verificar la solidez de la catequesis que has recibido.
Un ángel anuncia el nacimiento de Juan Bautista
5 Siendo Herodes rey de Judea, vivía allí un sacerdote llamado Zacarías. Pertenecía al grupo sacerdotal de Abías, y su esposa, llamada Isabel, era también descendiente de una familia de sacerdotes.
6 Ambos eran personas muy cumplidoras a los ojos de Dios y se esmeraban en practicar todos los mandamientos y leyes del Señor.
7 No tenían hijos, pues Isabel no podía tener familia, y los dos eran ya de edad avanzada.
8 Mientras Zacarías y los otros sacerdotes de su grupo estaban oficiando ante el Señor,
9 le tocó a él en suerte, según las costumbres de los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor para ofrecer el incienso.
10 Cuando llegó la hora del incienso, toda la gente estaba orando afuera, en los patios.
11 En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie, al lado derecho del altar del incienso.
12 Zacarías se turbó al verlo y el temor se apoderó de él.
13 Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan.
14 Será para ti un gozo muy grande, y muchos más se alegrarán con su nacimiento,
15 porque este hijo tuyo será un gran servidor del Señor. No beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre.
16 Por medio de él muchos hijos de Israel volverán al Señor, su Dios.
17 El mismo abrirá el camino al Señor con el espíritu y el poder del profeta Elías, reconciliará a padres e hijos y llevará a los rebeldes a la sabiduría de los buenos. De este modo preparará al Señor un pueblo bien dispuesto.»
18 Zacarías dijo al ángel: «¿Quién me lo puede asegurar? Yo ya soy viejo y mi esposa también.»
19 El ángel contestó: «Yo soy Gabriel, el que tiene entrada al consejo de Dios, y he sido enviado para hablar contigo y comunicarte esta buena noticia.
20 Mis palabras se cumplirán a su debido tiempo, pero tú, por no haber creído, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto ocurra.»
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaban de que se demorase tanto en el Santuario.
22 Cuando finalmente salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. Intentaba comunicarse por señas, pues permanecía mudo.
23 Al terminar el tiempo de su servicio, Zacarías regresó a su casa,
24 y poco después su esposa Isabel quedó embarazada. Durante cinco meses permaneció retirada, pensando:
25 «¡Qué no ha hecho por mí el Señor! Es ahora cuando quiso liberarme de mi vergüenza.»
La Anunciación
26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María.
28 Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
29 María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo.
30 Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios.
31 Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.
32 Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David;
33 gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.»
34 María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?»
35 Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.
36 También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo.
37 Para Dios, nada es imposible.»
38 Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.
María visita a su prima Isabel
39 Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá.
40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo
42 y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
43 ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?
44 Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.
45 ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»
46 María dijo entonces:
46 Proclama mi alma la grandeza del Señor,
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
48 porque se fijó en su humilde esclava,
48 y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
49 El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí:
49 ¡Santo es su Nombre!
50 Muestra su misericordia siglo tras siglo
50 a todos aquellos que viven en su presencia.
51 Dio un golpe con todo su poder:
51 deshizo a los soberbios y sus planes.
52 Derribó a los poderosos de sus tronos
52 y exaltó a los humildes.
53 Colmó de bienes a los hambrientos
53 y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Socorrió a Israel, su siervo,
54 se acordó de su misericordia,
55 como lo había prometido a nuestros padres,
55 a Abraham y a sus descendientes para siempre.
56 María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.
Primeros pasos de Juan Bautista
57 Cuando le llegó a Isabel su día, dio a luz un hijo,
58 y sus vecinos y parientes se alegraron con ella al enterarse de la misericordia tan grande que el Señor le había mostrado.
59 Al octavo día vinieron para cumplir con el niño el rito de la circuncisión,
60 y querían ponerle por nombre Zacarías, por llamarse así su padre. Pero la madre dijo: «No, se llamará Juan.»
61 Los otros dijeron: «Pero si no hay nadie en tu familia que se llame así.»
62 Preguntaron por señas al padre cómo quería que lo llamasen.
63 Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan», por lo que todos se quedaron extrañados.
64 En ese mismo instante se le soltó la lengua y comenzó a alabar a Dios.
65 Un santo temor se apoderó del ve cindario, y estos acontecimientos se comentaban en toda la región montañosa de Judea.
66 La gente que lo oía quedaba pensativa y decía: «¿Qué va a ser este niño?» Porque comprendían que la mano del Señor estaba con él.
67 Su padre, Za ca rías, lleno del Espíritu Santo, empezó a recitar estos versos proféticos:
68 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
68 porque ha visitado y redimido a su pueblo.
69 Ahora sale triunfante nuestra salvación
69 en la casa de David, su siervo,
70 como lo había dicho desde tiempos antiguos
70 por boca de sus santos profetas:
71 que nos salvaría de nuestros enemigos
71 y de la mano de todos los que nos odian;
72 que nos mostraría el amor que tiene a nuestros padres
72 y cómo recuerda su santa alianza.
73 Pues juró a nuestro padre Abraham
74 que nos libraría de nuestros enemigos
74 para que lo sirvamos sin temor,
75 justos y santos,
75 todos los días de nuestra vida.
76 Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo
76 porque irás delante del Señor para prepararle sus caminos,
77 para decir a su pueblo lo que será su salvación.
77 Pues van a recibir el perdón de sus pecados,
78 obra de la misericordia de nuestro Dios,
78 cuando venga de lo alto para visitarnos
78 cual sol naciente,
79 iluminando a los que viven en tinieblas,
79 sentados en la sombra de la muerte,
79 y guiar nuestros pasos por un sendero de paz.
80 A medida que el niño iba creciendo, le vino la fuerza del Espíritu. Vivió en lugares apartados hasta el día en que se manifestó a Israel.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 1
1,1

Lucas dedica su libro a Teófilo, un cristiano acomodado. Siguiendo la costumbre de la época, le entrega su manuscrito para que haga copiar varios ejemplares por su cuenta ya que aún no existía la imprenta. También a él le dedicará el libro de Los Hechos de los Apóstoles.

Los acontecimientos que se han cumplido. Este verbo indica que ya se ha alcanzado el término. A lo largo de toda la historia se esperaba algo más grande o mejor, pero ahora ha llegado lo que más importa: la buena nueva definitiva.

Lucas conoce personalmente a los primeros testigos del Evangelio y ha participado en las misiones de Pablo que posteriormente relatará en los Hechos.
1,3

Después de haber investigado todo desde el principio. Los dos primeros capítulos de este Evangelio nos hablan de la infancia de Jesús, como lo hace también el Evangelio de Mateo, pero el espíritu es totalmente diferente (véase la nota de Mt 2,1). Lucas ha investigado los testimonios y utilizado un documento muy antiguo de las comunidades cristianas de Palestina.
1,4

La catequesis que has recibido. El griego dice: las cosas de las que has sido “catequizado”; ese verbo que se deriva de la palabra “eco” designa la enseñanza que el discípulo es capaz de repetir como un eco de la palabra del maestro. El Evangelio nos transmite tradiciones ya escritas que eran el núcleo de la catequesis. ¡Feliz época en la que las palabras del Evangelio eran las primeras que los bautizados aprendían de memoria!
1,5

Este Evangelio empieza en el Templo y termina en el Templo; todo transcurrirá en un ambiente estrictamente judío. La obra de Dios comienza entre creyentes sencillos, había muchos en Israel, y a los que los salmos llamaban los “pobres de Yahvé”.

Siendo Herodes rey de Judea. Este Herodes, conocido como Herodes el Grande, era el padre del “tetrarca” Herodes del que se habla en 3,1 y al que conoció Jesús (23,8). Su nombre recuerda un período difícil.
1,5

Todo el relato que aquí comienza ha tomado el estilo y las imágenes de la Biblia griega, aunque en ella muy poco se hablaba de la infancia. En aquella época los niños eran poco importantes; una palabra que se puede traducir por “chiquillería” designaba todo lo que pertenecía todavía al mundo de las mujeres. Sobre la niñez no existía más que la bella historia de Ana y de Samuel (1Sa 1-2). Se encontrarán varios rasgos de aquella historia en los 7 cuadros que siguen:

La anunciación de Juan

La anunciación de Jesús

La visitación

El nacimiento de Juan

El nacimiento de Jesús

La presentación

Jesús en el Templo.

Había un cierto número de familias sacerdotales, llamadas descendientes de Aarón. Zaca-rías pertenecía a la clase de los sacerdotes ordinarios que venían por turnos a servir en Jerusalén durante un mes. Fuera de esos períodos cultivaban sus campos o ejercían oficios humildes. Respecto a los clanes de sacerdotes véase 1Cr 24. Motivados por la Escritura y fortalecidos por la solidaridad de sus hermanos, los sacerdotes conformaban en el pueblo como una red más interiorizada de la esperanza de Israel.
1,7

Isabel no podía tener familia, al igual que Sara, Rebeca, Raquel, ilustres antepasadas del pueblo de Israel, y Ana, madre del profeta Samuel. Con esto se harían más evidentes la bondad y el poder de Dios para con los humildes y despreciados (1Sam 1).
1,13

Zacarías había deseado un hijo, pero ya no lo esperaba. Por otra parte acababa de pedir en el Templo la salvación que Dios había anunciado a su pueblo. Se le promete lo uno y lo otro.
1,15

No beberá vino. En Israel los hombres podían consagrarse a Dios de esta manera: no se cortaban el pelo ni bebían bebidas alcohólicas, y se apartaban del mundo por un tiempo (Núm 6). Eran llamados nazireos.

El hijo de Zacarías será un nazireo desde el seno de su madre y hasta el fin de su vida, como había sido el caso de Sansón (Jue 13,3). Juan Bautista será un modelo de austeridad (Mc 1,6). Jesús seguirá un camino diferente (Lc 7,33-34).

El ángel indica a continuación cuál será la misión de Juan, hijo de Zacarías. El pueblo estaba convencido de que el profeta Elías, llevado al cielo en un carro de fuego (2Re 2,11), volvería a la tierra para preparar la venida del Dios salvador (Mal 4,23). En la realidad Juan Bautista no será una reencarnación de Elías sino un profeta a su imagen. “Abrirá el camino al Señor”, como el heraldo que precede a su señor. Para Lucas el Señor es Jesús.

Reconciliar a los padres... Se refiere a una sociedad en la que hay grandes tensiones entre las corrientes conservadoras y las de los que buscan caminos nuevos.

Así comienza la Buena Nueva: en un rincón del mundo y con una pareja de ancianos que no tenían hijos, porque nada hay imposible para Dios.
1,26

El relato de esta segunda anunciación contrapone la persona de Juan a la de Jesús y la actitud de Zacarías a la de María. Ambos relatos se complementan para destacar las dos grandes características de Dios en la Biblia: la fidelidad y la gracia.

La falta de fe de Zacarías en ese momento no impide que haya sido un sacerdote fiel, y Dios, siempre fiel, quiso valerse de él para coronar la larga espera de un pueblo que perseveró en la oración y en la observancia de la Ley. En cambio, en el llamado a María nada se dice de su vida anterior, sólo cae la palabra de Dios que la eligió entre todas; la gracia de Dios la sitúa inmediatamente en un plano con el cual nadie jamás soñó.

Lucas usa tres veces la palabra virgen. Al hacerlo retoma la profecía muy importante de Isaías 7,14 que cita en 1,31. A diferencia de la palabra hebrea que puede significar tanto una virgen como una joven madre, Lucas se basó en la Biblia griega, que es muy precisa. Quiere que recaigan sobre María las palabras de los profetas, que afirmaban que Dios sería acogido por la virgen de Israel. Dios quería encontrar a un pueblo que hubiese abandonado sus amos y sus ídolos para no ser más que de él.

Encontramos a menudo en la Biblia la imagen del matrimonio de Dios con su pueblo. María es la Virgen y su Hijo será Dios-con nosotros, tal como se lee en Is 7,14. Esta virginidad es como una garantía de la alianza nueva que Dios pacta con la humanidad.

Jesús es el Hijo, nacido de Dios en la eternidad; también es en toda su persona el hijo de María y el portador de su herencia humana, que desborda ampliamente el campo de la carne, de la sangre y de los cromosomas. Su concepción en María es el fruto del acto de fe en el que María se comprometió por entero: ella era sólo de Dios y nunca podría ser de otro, sino sólo suya.
1,27

María ya está comprometida con José, lo que, según la ley judía, le daba todos los derechos del matrimonio (Mt 1,20). Prometida a José, María ya era suya, pero quedando bajo el techo paterno. A raíz del matrimonio José “la llevaría a su casa” (Mt 1,24) y dependería legalmente de él.
1,28

Únicamente María podía comunicar a la Iglesia primitiva el secreto de la concepción de Jesús. El Evangelio nos transmite las palabras y figuras bíblicas que le permitieron expresar este encuentro con Dios.

Un ángel ha sido enviado: espíritu enviado por Dios-Espíritu, reflejo de Dios, que en la aparición solamente muestra y dice lo que Dios está realizando en el alma de María. Lucas nos señala su nombre: Gabriel. Según las tradiciones judías era uno de los ángeles de más alto rango y también era el que anunciaba los últimos tiempos en Dn 8,16 y 9,21. Todo esto significa que para María todo comenzó con la certeza de estar en el lugar y a la hora en que se decidía la suerte del mundo.

Alégrate. Es la forma griega de saludo, pero también es el llamado gozoso que los profetas dirigían a la “hija de Sión”, o sea, a la comunidad de los humildes que se mantenían a la espera de la salvación (So 3,14; Za 9,9).

Llena de gracia. El texto griego dice: la amada, la favorecida. Otros habían sido amados, elegidos, pero aquí ese calificativo pasa a ser el nuevo nombre de María. La traducción habitual “llena de gracia” no es exacta en el sentido estricto, pero sí vale teniendo en cuenta el contexto. Llamamos gracia lo que se origina en el Dios viviente pero que ha de germinar en la tierra (Is 45,8; Sal 85,11). María es llena de gracia ya que Jesús ha de nacer de ella como nace del Padre.
1,30

El ángel revela a María la identidad y la misión del hijo que va a concebir. Primero lo expresa con las imágenes del Antiguo Testamento, inspirándose en los anuncios de personajes famosos, después, cuando contesta a María, declara el misterio de Dios Trinidad.
1,31

Concebirás en tu seno: véase Gén 16,1; Ex 3,11; Jue 6,11. Ya hablamos de la alusión a Isaías 7,14, que anunciaba al Emmanuel, es decir, al Dios con nosotros. María lo llamará Jesús, que quiere decir Salvador.
1,32

El ángel aplica a Jesús la profecía de Natán en 2Sam 7,9-16: será el Mesías, descendiente de David (véase 1,27). En el centro de esa promesa se encuentra el anuncio de un reino de justicia y de paz, pero el ángel sólo señala la grandeza del Mesías, hijo de Dios: será grande, sin más, y no grande ante Dios como se dice de Juan Bautista (1,15). Gobernará al pueblo de Jacob, o sea, de Israel: véase Is 7,16; 9,6; Mi 5,2.
1,34

El texto dice: “Cómo puede ser esto si no conozco varón”. Conocer tiene aquí el sentido de tener relaciones. Para María las palabras del ángel significan que va a concebir inmediatamente, y ahí es cuando adquiere todo su sentido el título de virgen que Lucas puso en el comienzo.

Se podría preguntar sobre las relaciones mutuas de María y de José, pero lo único cierto es que ella concibió en ese mismo momento por el Espíritu de Dios. Sin embargo sería extraño que en tal relato María no hubiese hecho alusión a José, si es que de un momento a otro debían unirse, y tampoco el ángel tuvo necesidad de nombrarlo para descartarlo.

Todo se vuelve más transparente si se piensa que María ya se había reservado para el Único. Tal decisión era muy extraña en la mentalidad judía, pero no es menos cierto que el Evangelio se ha manifestado en todas las épocas por decisiones nuevas y muy sorprendentes para los contemporáneos.

Respecto de la virginidad de María después de la concepción de Jesús, cabe recordar que “María siempre virgen” es una afirmación constante en la tradición cristiana, que no ha hecho más que profundizar la Escritura. ¿Cómo podría ser que después de haber sido amada en forma tan singular y visitada por Dios para que en ella se realizase su alianza definitiva con los hombres, María volviera atrás hacia un amor humano y se diera a otro, aun cuando fuera José, un perfecto siervo de Dios?

Respecto a los “hermanos de Jesús”, véase la nota en Mc 3,31.
1,35

El ángel expresa la personalidad de Jesús y lo sitúa dentro del misterio de Dios, como el Hijo único de Dios. El Poder del Altísimo es, como en Lc 24,49 otra forma de designar al Espíritu que es el “Soplo”, portador de las energías divinas.
1,38

La servidora del Señor. María expresa su disponibilidad. De ella nacerá quien es a la vez el “siervo” anunciado por los profetas (Is 42,1; 50,1; 52,13) y el Hijo (Heb 1).

La palabra “servidora” podría confundir a quienes consideran que Dios utiliza, más bien que ama, a sus servidores. Dios no buscaba una sierva que solamente diera a su Hijo un cuerpo humano: esa sierva sería madre plenamente del que concibió en un acto de fe.

A través de la historia los juicios eternos de Dios se han realizado gracias a la libre respuesta de aquellos a los que llamó. Aquí, al entrar él mismo en la familia humana, a María le corresponde acogerlo en nombre de la humanidad entera. La “madre del Señor” es la primera amada y sobre ella desciende el Espíritu en los albores de una obra de gracia en que todo procederá del amor de Dios.
1,39

Tomó su decisión y se fue: es el sentido de la fórmula hebrea “se levantó y se fue”. María obedece a una intuición profética.

Partió para una misión, pero también esperaba algo. Como es regla para cualquier revelación recibida en privado, necesitaba que otra persona le confirmara lo que ella misma había entendido. La palabra de Isabel a María es la respuesta y María recibe el título de “madre del Señor”.

Juan Bautista no es olvidado. María se ha convertido en el templo de Dios y comunica el Espíritu de Dios que es el Espíritu de Jesús. En ese momento se cumplen en Juan Bautista las palabras de Jer 1,5. Lo mismo ocurrirá con Pablo y con todos aquellos que han recibido de Dios más que lo que han recibido de sus padres.

¡Dichosa por haber creído!, porque esta fe era la única cosa que podía ofrecer a Dios y valía para él más que el mundo entero.
1,46

En el pueblo judío, aunque era el más alfabetizado del imperio romano, la cultura seguía siendo esencialmente oral. Todo acontecimiento familiar o local era traducido inmediatamente en prosa rítmica, según normas que permitían memorizarlo.

No se concebía un nacimiento, un deceso, sin tal recitación, y quienes se encargaban de ello eran habitualmente las mujeres. Es en esa “literatura oral” donde aprendían y encontraban las sentencias de la Escritura. Cuando esas recitaciones estaban bien compuestas, los testigos y los vecinos las retenían y así podían permanecer vivas por muchos años.

María no esperó estar en casa de Zacarías para improvisar el Magníficat. Se había dicho a sí misma y había dicho al hijo que llevaba en su seno cuál sería su nombre y cómo lo merecería. Lucas recibió el canto de la comunidad cristiana y dejó en aquel texto de María lo que tenía de fresco, de primaveral... y de judío.

Ante todo está la acción de gracias, que será ca racterística de los tiempos del Evangelio, el alma de nuestras “eucaristías”. María se ve en el centro de la obra divina, y también se ve co mo un ejemplo de la manera divina de guiar al mundo. Anuncia una revolución ya em pe zada con la venida del Salvador, que con tinuará a lo largo de la historia: véase Lc 6,20.

El cántico no olvida en absoluto la ex pec tación del pueblo de Israel, que clamaba para que se tomaran en cuenta a los pobres; hasta el fin del mundo será ésta una de las líneas directrices del esfuerzo humano. Afirma sin embargo que desde ya lo más característico de las intervenciones de Dios será que mira al que no tiene nada y que no es nada.
1,53

Toda la infancia de Jesús transcurrió en una provincia cuyas riquezas eran saqueadas por el opresor romano y por los grandes pro pietarios, que generalmente vivían en el ex tranjero. En ese mundo no se vivía, sino que se so brevivía, ayudándose los pobres entre sí, y nadie tenía asegurado el mañana.

Los ricos en cambio eran globalmente cínicos y negociantes que habían renegado de la esperanza de Israel.

Dios cumplió sus promesas, todas sus promesas: ¡ya está hecho! Pero no hay que dejarse engañar por las palabras; se sabe que, incluso con el Mesías, habrá todavía una larga historia: todas las generaciones...
1,57

El rito de la circuncisión integraba a los varones en la comunidad religiosa (Gén 17).
1,80

Juan Bautista se manifestará en la región de Judá cercana a Jericó (3,2).
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 2
Jesús nace en Belén
1 Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio.
2 Éste fue llamado “el primer censo”, siendo Quirino gobernador de Siria.
3 Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal.
4 José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David;
5 allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada.
6 Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto
7 y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa.
8 En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños.
9 Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados.
10 Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: 11 hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor.
12 Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
13 De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas pa labras:
14 «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.»
15 Después que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.»
16 Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre.
17 Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño.
18 Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían.
19 María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior.
20 Después los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, tal como los ángeles se lo habían anunciado.
21 Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes de que su madre quedara embarazada.
Jesús es presentado en el Templo
22 Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
23 tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
24 También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones.
25 Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él.
26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. 27 El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento.
27 Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley,
28 Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
29 Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como le has dicho.
30 Porque mis ojos han visto a tu sal vador,
31 que has preparado y ofreces a todos los pueblos,
32 luz que se revelará a las naciones
32 y gloria de tu pueblo, Israel.
33 Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño.
34 Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel caída o resurrección. Será una señal de contradicción,
35 mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.»
36 Había también una profetisa muy anciana, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Casada cuando joven, había quedado viuda después de siete años;
37 hacía ya ochenta y cuatro años que servía a Dios día y noche con ayunos y oraciones y no se apartaba del Templo.
38 Llegó en aquel momen to y también comenzó a alabar a Dios, hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jeru-salén.
39 Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él.
Primera iniciativa del joven Jesús
41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua.
42 Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser.
43 Al terminar los días de la fiesta regresaron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran.
44 Seguros de que estaba con la caravana de vuelta, caminaron todo un día. Después se pusieron a buscarlo entre sus parientes y conocidos.
45 Como no lo encontraran, volvieron a Jerusalén en su búsqueda.
46 Al tercer día lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas.
48 Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos.»
49 El les contestó: «¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo estar donde mi Padre?»
50 Pero ellos no comprendieron esta respuesta.
51 Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. Posteriormente siguió obedeciéndoles. Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 2
2,1

Un decreto del emperador Augusto. Palestina ya estaba dentro de la órbita del Impe-rio romano cuando nació Jesús, dos o tres años antes de la muerte de Herodes el Grande. Pocos años más tarde Palestina sería administrada directamente por un gobernador romano, Quirinius, quien hará otro censo que será ocasión de graves disturbios (He 5,37).

Jesús nació, con toda probabilidad, el año 6 antes de nuestra era. Como la astrología era ajena a la cultura bíblica, no se daba importancia al día del nacimiento. Los pastores cuidaban sus rebaños en el campo: estaban, pues, en la primavera o el verano. Tres siglos más tarde la Iglesia fijó la celebración del nacimiento de Jesús en los primerso días que siguen al solsticio de invierno, –un desafío al emperador Aurelio que se hacía adorar en esa fecha como “sol naciente”.
2,4

El sentido de la hospitalidad en aquel tiempo y en aquellas circunstancias hacen imposible pensar que José y María no hayan previsto nada y no hayan sido acogidos. La colina sobre la que estaba edificada Belén estaba llena de cuevas en que se alojaban las familias modestas. La cueva en la que nació Jesús se sitúa en el centro de la antigua aldea; se componía de dos salas separadas por una especie de estrechez en la roca. La sala del fondo servía de despensa y de establo.

No había lugar en la sala principal... Nos imaginamos a la dueña de casa diciendo: “No puedes dar a luz en medio de estos hombres y niños; les voy a acomodar detrás, con los animales, y será mejor para ustedes”.
2,6

El término “primogénito” recordaba los privilegios del hijo mayor que en cuanto tal, pertenecía a Dios (Ex 13,1; véase Rom 8,29, Col 1,15). Por eso no estaba fuera de lugar, aún tratándose de un hijo único.
2,7

Así lo había previsto el Padre: tanto en su nacimiento como en su muerte, Jesús se parecería a los emigrantes y a los más abandonados.
2,8

Mientras el mundo está sumergido en la noche, unos pastores han visto a Dios. Dios encuentra su alegría en darse a conocer a los pobres; María y José, por su parte, se sintieron felices al compartir con ellos algo de su secreto.

El susto no dura más que un momento; al entrar Dios en la casa, manifiesta siempre su extrema humildad, y aun sin palabras trae el gozo.

Gracia y paz. Era el anuncio de los tiempos nuevos en que Dios quiere manifestar su benevolencia con los hombres de una manera como nunca lo había hecho antes.
2,12

La señal que da el ángel no es solamente un medio para descubrir al niño en Belén, sino un “signo” que revela la personalidad del niño. La señal es doble: este Mesías (o Cristo) de raza real ha nacido en la pobreza de un establo; este Señor de origen divino está en medio de los hombres como un niño vulnerable y silencioso.

Como en Is 7,14, María es nombrada primera en 2,16.
2,18

Estas pocas palabras con relación a la madre de Jesús nos recuerdan que los hechos son un lenguaje de Dios que se deben meditar largamente. El texto dice: “en su corazón”, pero el corazón en la cultura hebrea no es el símbolo de la afectividad, sino la sede de la conciencia y de la interioridad.

En aquella sociedad de cultura oral, comprender y expresar van a la par. María medita y se dice a sí misma lo que entiende. Ella será necesariamente la primera fuente del Evangelio de la infancia. Su fe iba más allá de cualquier vacilación, pero también a ella le correspondía descubrir lenta y penosamente los caminos de la salvación.
2,22

Dos ritos diferentes se juntan en esta visita al Templo. La madre debía purificarse después del alumbramiento, porque la pérdida de sangre la hacía impura (Lev 12,8). Y el niño, si era el primogénito, tenía que ser consagrado a Dios (Ex 13,1).

Cabe recordar el valor permanente de esa ley, o al menos de su espíritu, para el pueblo de Dios.

Simeón y Ana, al igual que María y José, formaban parte del “pequeño resto de Israel”, de esa minoría del pueblo de Dios que vivía su fe en la humildad y a quien Dios acostumbra hacerse visible.
2,27

La profecía nunca ha faltado en el pueblo de Dios. En esta ocasión vemos dos manifestaciones de la misma.

Traerá caída o resurrección, como lo había previsto Aquel que ya era en Israel piedra de escándalo y Dios escondido (Is 8,14-17) y que seguiría siéndolo entre nosotros. Señal de contradicción, como lo fueron los grandes profetas (Jer 1,17-19; Is 50,5-7). El Evangelio de Juan volverá sobre este resultado del ministerio de Jesús: 3,19; 9,41.
2,34

Una nueva profecía destinada a María viene a completar lo que le habían dicho los pastores. Al mencionar Lucas la espada que traspasaría el alma de María, pensaba sin duda en la crucifixión y en el texto de Za 12,10: “Verán al que traspasaron”.

Pero hay más. El amor, por más compartido que sea, no impide que cada uno siga siendo un misterio para el otro, y el misterio se amplía si se habla de Dios. María compartirá los sufrimientos de Jesús y también sufrirá por lo que él hace y que ella no entiende.
2,39

Volvieron a Galilea. Esta observación de Lucas excluye todo lo que se nos cuenta en Mt 2: véanse las notas referentes a ese capítulo, que no es historia, sino que se adaptaron para Jesús las historias tradicionales relativas a los grandes actores de la Historia Santa, a Moisés en especial.
2,41

Durante los años que vivió en Nazaret, Jesús fue descubriendo la vida como cualquier otro niño o joven de su edad. No recibió educación especial. No manifestó dotes extraordinarias, fuera del juicio sin fallas que mide y aprecia todo según el criterio de Dios; los versículos 40 y 52 son muy discretos al respecto.

José le transmite la fe de Israel, y la comunidad de Nazaret, por muy insignificante que fuera, hace de él un judío observante, sometido a la Ley. Pero, ¿cuál fue la experiencia profunda de Jesús? ¿Cómo se fue situando el Hijo de Dios en el mundo de los hombres, a medida que lo descubría? Lucas nos cuenta al respecto un hecho, que le pareció significativo, como también lo fue para María.

A los doce años el adolescente empieza a estar sometido a los preceptos religiosos, entre otros a la peregrinación a Jerusalén para las fiestas. Sentados bajo las galerías del Templo, los maestros de la Ley enseñaban a los grupos de peregrinos y dialogaban con ellos.

Fue en esta ocasión cuando Jesús, por primera vez, desconcierta a su familia. ¿Por qué nos has hecho esto? El Evangelio hace resaltar esta incomprensión: reproche de María a Jesús y reproche de Jesús a sus padres. Luego pone de relieve la conciencia que tenía Jesús de su relación privilegiada con el Padre.

Jesús vivió las etapas del desarrollo psicológico y, a su modo, las dominó. ¿Cómo pudo quedarse dos días sin pensar que sus padres lo buscaban muy preocupados? Pero no; pensó que ese sufrimiento era necesario y conquistó su libertad de una manera radical antes de reencontrarse con ellos.

En vez de hablar del niño perdido, sería más exacto decir que el joven Jesús se descubrió a sí mismo.
2,49

Yo debo estar donde mi Padre. Parece que María no había revelado a Jesús el secreto de su concepción y que fue él quien tomó la delantera.
2,50

No comprendieron. María había entendido el mensaje de la Anunciación y sabía decirse a sí misma que Jesús era el Hijo de Dios. Pero jamás había pensado que ser Hijo de Dios sería justamente lo que Jesús acababa de hacer. Esa incomprensión no estaba reservada sólo a María y a José; por más que lo sepamos todo, muy a menudo la acción de Dios nos escandalizará.
2,52

Lucas no dice nada más sobre esta etapa de la vida de Jesús en Nazaret. Fue aprendiz de José y carpintero de Nazaret después de él. José murió seguramente antes de que Jesús se manifestara, ya que de no ser así, no se entendería cómo otros parientes se hicieran cargo de María (Mc 3,31). La comunidad cristiana de Nazaret guardó durante bastante tiempo objetos que habían salido de las manos del carpintero, Hijo de Dios.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 3
Inicio del Evangelio (3,1—4,13)
Juan Bautista anuncia la venida del Salvador y JesÚs recibe el EspÍritu Santo para recibir su misiÓn.
Juan Bautista prepara el camino al Señor
1 Era el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo en Iturea y Traconítide, y Lisanias en Abilene;
2 Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes. En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
3 Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados.
4 Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
5 Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos.
6 Todo mortal entonces verá la salvación de Dios.
7 Juan decía a las muchedumbres que venían a él para que las bautizara: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se acerca?
8 Produzcan los frutos de una sincera conversión, pues no es el momento de decir: “Nosotros somos hijos de Abraham”. Yo les aseguro que Dios puede sacar hijos de Abraham también de estas piedras.
9 El hacha está junto al árbol, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»
10 La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer?»
11 El les contestaba: «El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo.»
12 Vinieron también cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?»
13 Respondió Juan: «No cobren más de lo establecido.»
14 A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les contestó: «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo.»
15 El pueblo estaba en la duda, y todos se preguntaban interiormente si Juan no sería el Mesías,
16 por lo que Juan hizo a todos esta declaración: «Yo les bautizo con agua, pero está para llegar uno con más poder que yo, y yo no soy digno de desatar las correas de su sandalia. El los bautizará con el Espíritu Santo y el fuego.
17 Tiene la pala en sus manos para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus gra neros, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga.»
18 Con estas instrucciones y muchas otras, Juan anunciaba la Buena Nueva al pueblo.
19 Pero como reprochara al virrey Herodes que estuviera viviendo con Herodías, esposa de su hermano, y también por todo el mal que cometía, Herodes
20 no dudó en apresar a Juan, con lo que añadió otro crimen más a todos los anteriores.
Jesús es bautizado por Juan
21 Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos:
22 el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma, y del cielo vino una voz: «Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida.»
23 Jesús ya había pasado los treinta años de edad cuando comenzó. Para todos era el hijo de José, hijo de Helí,
24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Janaí, hijo de José,
25 hijo de Mata tías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Eslí, hijo de Nagai,
26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semeí, hijo de José, hijo de Judá,
27 hijo de Joanán, hijo de Resí, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Nerib,
28 hijo de Melquí, hijo de Adí, hijo de Koram, hijo de Elmada, hijo de Er,
29 hijo de Jesús, hijo de Eliecer, hijo de Jarim, hijo de Matat, hijo de Leví,
30 hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
31 hijo de Milea, hijo de Mená, hijo de Matatá, hijo de Natán,
32 hijo de David, hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salomón, hijo de Najasón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tara, hijo de Najor,
35 hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala,
36 hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
37 hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jared, hijo de Malaleel, hijo de Cainam,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, que venía de Dios.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 3
3,1

Lucas proporciona datos que permiten situar a Jesús en la historia. Los nombres que cita indican el año 27 de nuestra era como el comienzo del ministerio profético de Juan. Al escribir esos acontecimientos ya habían pasado 30 o 35 años.

Después de los dos años de caos de Arquelao, hijo y sucesor de Herodes el Grande, los romanos dividieron el país judío en cuatro (en griego tetra, de donde proviene el nombre de tetrarcas otorgados a los príncipes). Pusieron a Judea bajo la autoridad del gobernador de Siria y Poncio Pilatos era su procurador. El resto del territorio donde los judíos eran mayoría formaba tres tetrarquías, la principal de las cuales, la Galilea, estaba gobernada por Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande.

El desmembramiento de la tierra santa era un desafío a las promesas de Dios, como también el hecho de que se nombran dos sumos sacerdotes, ya que, según la Ley, los sumos sacerdotes se sucedían de padre a hijo y lo eran por toda la vida. En esta situación humillante, la predicación de Juan Bautista es una novedad y sacude al pueblo.

Quienes se interesen por estas anotaciones de carácter cronológico podrán leer también Jn 2,20.

En los dos primeros capítulos Lucas nos mostró cómo el Hijo de Dios se había insertado en la humanidad. Al acercarse el tiempo en que el Padre quería que empezara su misión, entró con mucha sencillez en una corriente que otro, Juan Bautista, había suscitado.
3,3

Lucas trata ante todo de mostrarnos cómo “el Espíritu Santo”, (expresión que utiliza más que cualquier otro) actúa en la historia. El ministerio profético de Juan viene a romper el curso de acontecimientos, aparentemente sin alma, donde Dios está ausente.
3,4

Lucas retoma un texto de Isaías 40 que hablaba del regreso a Palestina de los exilados en Babilonia. En realidad la Palabra de Dios apuntaba más alto: se refería a otro tipo de retorno, que merece el nombre de conversión. Después de ella se vería la salvación. Se notará que para el profeta el Señor es Yahvé, para Lucas el Señor es Jesús y en él se verá la salvación de Dios.
3,7

No hay mucho que decir sobre la predicación de Juan Bautista, ya que no hay cosa más clara y simple. Sin embargo sería un error pensar que Juan Bautista no propuso ninguna solución a un pueblo explotado y apresado en los engranajes de oposiciones fanáticas. Cuando Juan denuncia la fe ciega en el privilegio de ser hijos de Abraham (3,8), atacaba una de las raíces de la violencia que era la xenofobia, y su advertencia vale aun cuando el extranjero sea un opresor.

La Cólera es una de esas palabras que permiten hablar de Dios sin nombrarlo ni blasfemar de su nombre al atribuirle directamente sentimientos humanos. La Cólera es una amenaza suspendida sobre las cabezas de los culpables y que se va a ejecutar en breve plazo (Is 26,10; Sab 18,23).

Mateo precisa que este ataque va dirigido a un grupo de fariseos y saduceos que habían venido tan sólo a informarse (Jn 1,19).
3,11

Entre Juan Bautista y nosotros hay años luz; su mensaje era muy simple mientras que nosotros vivimos en una sociedad tan compleja que incluso se ha hecho muy difícil el dar de una manera útil. Parece que Juan creía que su ejemplo era capaz de convertir a un determinado número de personas, y que éstas a su vez obligarían a las demás a ver, con el tiempo, los cambios drásticos que reclamaba la sociedad. Juan ya estaba en la línea de las parábolas de Jesús hablando del grano echado al viento.

El que tenga dos capas... ¿Qué diría hoy Juan Bautista cuando los dirigentes de las naciones, que se consideran cristianas y que son las más ricas del mundo, se niegan a dar a las naciones pobres el 1% de su presupuesto? ¿Qué diría cuando las naciones ricas echan la culpa de su decadencia a las naciones económicamente dominadas, siendo que estos países poderosos se han apropiado de la mitad de la producción del globo sirviéndose de derechos de propiedad que han fabricado a su antojo? ¿Qué diría cuando se niegan a cumplir con su parte en las exigencias comunes sin las cuales la tierra pronto se ahogará?
3,12

Juan no condena a los publicanos que cobraban el impuesto para los romanos, ni a los soldados judíos que servían como tropas auxiliares del ejército romano. En ambos casos se trataba de pobres que eran presa de un sistema en el que intentaban sobrevivir. Los que acudían a Juan en el desierto no eran los grandes publicanos enriquecidos rápidamente, y la necesidad excusaba lo que otros consideraban como una traición.
3,15

El discurso de Juan comprende sólo unos versículos, y algunos se sentirán aliviados porque deja el lugar a Jesús que nos hablará del Padre y de su misericordia. No obstante, la escucha de las palabras de Jesús podría convertirse en una manera de escapar a la Verdad, que es Dios mismo, si no se ha tomado primero el camino de dar la mitad.
3,16

Sólo en la época de Jesús entra el bautismo en las prácticas del pueblo de la Biblia. El verbo bautizar significa sencillamente sumergir en el agua, y desde el principio ese rito involucraba una conversión personal. Por eso el pueblo que iba a escuchar a Juan no regresaba sin haber celebrado el bautismo. Los discípulos de Jesús volverán a utilizar ese rito (Jn 4,1), pero el bautismo cristiano mostrará claramente su originalidad sólo después de la resurrección de Jesús.

Para Lucas es muy importante que Juan haya afirmado la superioridad del bautismo en el Espíritu Santo. La conversión es un punto de partida, y sólo Jesús da el bautismo del Espíritu. Pero hay que respetar el sentido de las palabras: el bautismo de Jesús será un bautismo en el Espíritu Santo si ha marcado el comienzo de una experiencia espiritual que transfigura la vida de la persona.

Bautizar con agua... bautizar con fuego. Juan bautiza con agua y su bautismo sella un compromiso tan inseguro como cualquier palabra humana, que no basta para extirpar la raíz misma del mal.

El bautismo de Jesús, en cambio, es la ocasión de una experiencia del Espíritu que iniciará una transformación. Bautismo de fuego que quema, convierte y purifica lo más profundo de la persona.

El bautismo cristiano saca su fuerza, no sólo del compromiso del bautizado, sino fundamentalmente del don de Dios. Mientras que Juan no bautizaba a los niños (y tampoco a las mujeres), éstos pueden ahora recibir el “don” de Dios que nos hace sus hijos. Con esto se justifica el bautismo de los niños, siempre que la familia y la co mu nidad cristiana asuman la responsabilidad de evangelizarlos.

Yo no soy digno... El que bautizaba desataba las correas del calzado al que se iba a bautizar y lue go le ayudaba a desvestirse. Juan expresa sen cillamente que no es digno de bautizar a Jesús.
3,21

Pareciera que Jesús fue al bautismo de Juan sin otra intención que acompañar al pueblo sencillo que lo rodeaba, preso de sus miserias y su estrechez de espíritu, pero al fin pueblo judío de una fidelidad inquebrantable. Se puede pensar, sin embargo, que había ido en busca de la Palabra que le daría su misión; por eso la manifestación divina no debió sorprenderle más que la de la Transfiguración.
3,22

Se abrieron los cielos: véase la nota de Mc 1,10

Tú eres mi Hijo. Es una cita del Salmo 2. El sal mo se expresaba en el lenguaje de su tiempo, cuando los reyes, al subir al trono, se transformaban en hijos de los dioses. Y los Evangelios ven en esta palabra divina dirigida a Jesús su consagración como Mesías y profeta de Is-rael (recordemos que Mesías en hebreo, o Cristo en griego, de sig na al que es consagrado por Dios para establecer su reinado).

El texto dice Hoy: Esta palabra no se refiere sólo al día en que Jesús recibió su consagración en el Jordán, sino que es el Hoy de la eternidad, en la que Jesús es Dios nacido de Dios.

(Nótese sin embargo que muchos textos antiguos han reemplazado el v. 22 por el texto de Mc 1,11, tal vez con el fin de armonizar los Evangelios.)

Jesús era Hijo de Dios desde su concepción en el sentido que damos a esta frase: Hijo Único del Padre, Dios nacido de Dios. Y desde ese momento era consciente de ser Hijo de Dios, pero sólo en el momento de ser bautizado por Juan viene el Espíritu sobre él para hacerlo “hijo de Dios” en el sentido antiguo, es decir, el profeta y el rey de su pueblo.

La tradición cristiana admite otra razón para el viaje de Jesús al Jordán. Los hombres no son los artífices de su propia salvación; se salvan sólo en la medida en que se incorporan al Salvador que personalmente realizó el paso de la condición humana presente a la existencia nueva del hombre en Dios. Al hacerse bautizar en las aguas del Jordán, Jesús estableció un lazo misterioso y espiritual entre todos los que después de él recibirían el bautismo.
3,23

Los treinta años de Jesús no eran su edad exacta en ese momento. Lucas quiso decir que había pasado la treintena, que era la edad mínima requerida para asumir responsabilidades en el mundo de los adultos.

A continuación Lucas pone una lista de los antepasados de Jesús, muy diferente de la que ofrece Mateo (Mt 1,1). Se sabe que la genealogía bíblica puede elegir entre la paternidad sanguínea y la paternidad adoptiva, y que pueden saltarse escalones, pero nos gustaría saber más. ¿Dónde consiguió Lucas esa genealogía? No hay respuesta.

Lucas no se conforma con remontarse hasta Abraham, sino que nos da también la lista legendaria de los antepasados desde Abraham hasta el primer hombre, como para recordar que Jesús viene a salvar a toda la humanidad. Su venida da sentido a toda la historia, y aclara el aporte de los sabios y de los santos que Dios ha hecho surgir en otras partes del mundo.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 4
Tentación de Jesús en el desierto
1 Jesús volvió de las orillas del Jordán lleno del Espíritu Santo y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto,
2 donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. En todo ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.»
4 Jesús le contestó: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.»
5 Lo llevó después el diablo a un lugar más alto, le mostró en un instante todas las naciones del mundo
6 y le dijo: «Te daré poder sobre estos pueblos, y sus riquezas serán tuyas, porque me las han entregado a mí y yo las doy a quien quiero.
7 Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo.»
8 Jesús le replicó: «La Escritura dice: Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás.»
9 A continuación el diablo lo llevó a Jerusalén y lo puso en la muralla más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
10 pues dice la Escritura: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan;
11 y también: Ellos te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en ninguna piedra.»
12 Jesús le replicó: «También dice la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios.»
13 Al ver el diablo que había agotado todas las formas de tentación, se alejó de Jesús, a la espera de otra oportunidad.
La misiÓn en Galilea (4,14—9,50)
– La predicaciÓn inaugural en Nazaret (4,14).
– Antes de la elecciÓn de los doce (4,31)
– Después de la elecciÓn de los Doce (6,12)
– Actividades en compañÍa de los doce (8,1)
En Nazaret Jesús proclama su misión
14 Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu, y su fama corrió por toda aquella región.
15 Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan.
16 Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura,
17 y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos
19 y proclamar el año de gracia del Señor.
20 Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él.
21 Y empezó a decirles: «Hoy se cumplen estas palabras proféticas y a ustedes les llegan noticias de ello.»
22 Todos lo aprobaban y se quedaban maravillados, mientras esta proclamación de la gracia de Dios salía de sus labios. Y decían: «¡Pensar que es el hijo de José!»
23 Jesús les dijo: «Seguramente ustedes me van a recordar el dicho: Médico, cúrate a ti mismo. Realiza también aquí, en tu patria, lo que nos cuentan que hiciste en Cafarnaúm.»
24 Y Jesús añadió: «Ningún profeta es bien recibido en su patria.
25 En verdad les digo que había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, cuando el cielo retuvo la lluvia durante tres años y medio y una gran hambre asoló a todo el país.
26 Sin embargo Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una mujer de Sarepta, en tierras de Sidón.
27 También había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
28 Todos en la sinagoga se indignaron al escuchar estas palabras;
29 se levantaron y lo empujaron fuera del pueblo, llevándolo hacia un barranco del cerro sobre el que está construido el pueblo, con intención de arrojarlo desde allí.
30 Pero Jesús pasó por medio de ellos y siguió su camino.
Con el poder del Espíritu
31 Jesús bajó a Cafarnaúm, pueblo de Galilea. Enseñaba a la gente en las reuniones de los sábados,
32 y su enseñanza hacía gran impacto sobre la gente, porque hablaba con autoridad.
33 Se hallaba en la sinagoga un hombre endemoniado, y empezó a gritar:
34 «¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: Tú eres el Santo de Dios.»
35 Jesús amenazó al demonio, ordenándole: «Cállate y sal de ese hombre.» El demonio lo arrojó al suelo, pero luego salió de él sin hacerle daño alguno.
36 La gente quedó aterrada y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto? ¿Con qué autoridad y poder manda a los demonios? ¡Y miren cómo se van!»
37 Con esto la fama de Jesús se propagaba por todos los alrededores.
38 Al salir Jesús de la sinagoga fue a casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta, y le rogaron por ella.
39 Jesús se inclinó hacia ella, dio una orden a la fiebre y ésta desapareció. Ella se levantó al instante y se puso a atenderlos.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversos males se los llevaban a Jesús y él los sanaba imponiéndoles las manos a cada uno.
41 También salieron demonios de varias personas; ellos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él los amenazaba y no les permitía decir que él era el Mesías, porque lo sabían.
42 Jesús salió al amanecer y se fue a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando, y los que pudieron dar con él le insistían para que no se fuera de su pueblo.
43 Pero Jesús les dijo: «Yo tengo que anunciar también a las otras ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado.»
44 Salió, pues, a predicar por las sinagogas del país judío.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 4
4,1

Jesús acaba de ser presentado en su rol de Mesías por una palabra divina. Desde el principio nos enseña que la salvación de los hombres es la apuesta por una lucha ante todo espiritual, y eso es lo que da a entender el relato de la tentación.

Jesús, lleno del Espíritu Santo, inició su ministerio sometiéndose a una prueba durísima: cuarenta días de soledad total y de ayuno. Recordemos que el mismo verbo significa poner a prueba y tentar. En ese retiro Jesús experimentó su fragilidad como criatura y sus dudas antes de enfrentar lo desconocido. Dejaba la vida de Nazaret para entregarse a la voluntad del Padre en una misión que, en pocos meses, lo llevaría a la muerte.
4,3

El diablo. Esta palabra en griego tiene el mismo sentido que satanás: el acusador, el que hace tropezar. Esta página es como un fresco en que se recuerdan las rebeliones de Israel en el desierto en tiempos de Moisés (Dt 8,3): véase al respecto el comentario de Mt 4,1.

También las tres tentaciones resumen las incomprensiones de los oyentes de Jesús y de los mismos apóstoles, que muchas veces querrán desviarlo de su misión (Mc 8,33). La conclusión es clara: a pesar de que Jesús es el Hijo de Dios, no tendrá nunca paz ni logrará el triunfo en este mundo.

Si eres Hijo de Dios. Jesús, que disponía ahora de la fuerza del Espíritu que obra milagros, ¿no podía haber aprovechado esa fuerza cuando su cuerpo desfallecía por el hambre? ¿Y no hubiera podido, en su día, bajar de la cruz para salvarse?

Jesús rehúsa servirse a sí mismo; su misión es más elevada. El diablo lo conduce a un lugar más alto y le ofrece poder para llevar a cabo la salvación de la humanidad. Jesús no condena el poder pero sabe que tarde o temprano el demonio se lo dará a quién él quiere. El poder no puede rescatar al mundo, que sólo podrá ser rescatado por aquellos que hacen la voluntad de Dios, incluso si para cumplirla deban sacrificar el poder.
4,9

El diablo ha usado palabras de la Biblia; al leerlas, se podría pensar que, con mucha fe, siempre se tendrá salud y éxito. Jesús no caerá en los errores de una “fe” que pretende evitar la cruda realidad de la cruz. No exigirá a su Padre milagros para no sufrir humillaciones y rechazos, que son parte de la vida de los mensajeros de Dios, pues esto sería poner a prueba a Dios, con pretextos de confiar en él.
4,13

Para volver en el momento oportuno: Todo esto no son más que imágenes que Jesús ha dejado de la tentación en el desierto. Volverá a ser tentado todos los días en su ministerio, tal como lo dice la carta a los Hebreos: “so me tido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado” (Heb 4,15)
4,14

Véanse las notas de Mc 1,16 y 1,21.

Jesús volvió a su provincia con el poder del Espíritu. Esta expresión puede parecernos un tanto nebulosa: ¿acaso Lucas quiere decir solamente que Jesús hacía milagros?

Lucas habla basándose en la experiencia de sus años de misionero (He 16,10—28,16). El po der del Espíritu se advierte muy pronto en la fuerza profética del discurso, en la rapidez con que el misionero capta las oportunidades, en la facilidad con que le van al encuentro las personas cuya cooperación será decisiva, en el poder que tiene de dar señales y ordenar milagros...

Enseñaba en las sinagogas de los judíos. En Israel había solamente un Templo, el de Jerusalén, en el que los sacerdotes ofrecían los sacrificios. Pero en todos los lugares donde podían reunirse por lo menos diez hombres había una sinagoga y en ella cada sábado se celebraba un servicio litúrgico a cargo de los miembros de la comunidad. Era fácil participar en las lecturas y hacer comentarios, y Jesús se da a conocer participando en estos oficios del sábado en su provincia de Galilea.
4,16

Es evidente que Lucas no da aquí un relato pormenorizado de una visita de Jesús a la sinagoga, ya que habría necesitado varios capítulos para hacerlo. Según su costumbre junta en un solo cuadro las reacciones más típicas de los auditores, las sentencias de Jesús que no se añejarán, las palabras más significativas de su mensaje. Tenemos aquí tanto la predicación de Jesús en su provincia como la reacción de los que lo conocían cuando lo vuelven a ver con otros ojos.
4,17

El presidente de la sinagoga podía invitar a cualquier persona que considerase capaz de leer y de comentar las lecturas del día (He 13,15).

Encontró el pasaje... Este párrafo es tomado de Is 61,1. El profeta se refería a su propia misión; Dios lo había enviado para anunciar a los desterrados judíos que vendría a visitarlos pronto. Pero sus palabras se cumplían aún mejor en Jesús, enviado para dar la verdadera libertad.
4,18

Lucas tomó de otro texto (Is 58,6) las palabras “liberar a los oprimidos”. En ese texto se trata más bien de los que se ven aplastados por sus deudas, pero para Lucas estas palabras se refieren también a la esclavitud del demonio en todas las áreas de la vida.

En el contexto de la opresión que el pueblo sufría entonces, Jesús no tenía ningún deseo de unirse a los fanáticos para conseguir una soberanía nacional, tan opresora tal vez como la dominación romana. Se conformó con dar testimonio de la verdad. Sus palabras y sus obras abrían el camino de todas las liberaciones humanas; pero eran como una semilla, y no podían producir inmediatamente frutos.

Para llevar buenas noticias a los pobres. Véase el comentario de Lc 6,20 y Mt 11,5.
4,21

El texto dice: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes”. Jesús parte de un hecho, la predicación y los milagros que acaba de realizar en Cafarnaúm y cuyo rumor ha llegado a oídos de la gente de Nazaret. Ahí se ven los signos precursores de un “año jubilar” otorgado por Dios mismo.

Cada cincuenta años se celebraba en Israel el “año de jubileo”, en el que se perdonaban las deudas y los esclavos recobraban la libertad (Lev 25,10). Así también ahora se inicia un año de gracia, un jubileo del mismo Dios. Terminó el tiempo de las promesas y de las profecías, y Dios empieza a revelarse: Jesús da a conocer al Padre, y el Padre se revela mediante su Hijo y las señales y milagros que salen de sus manos.
4,22

El texto dice: “estas palabras de la gracia que salían de sus labios.” La misma expresión se lee en He 14,3 y 20,32: ahí se trata de una revelación de la gracia que Dios ahora concede a los hombres.
4,23

No deja de extrañar el vuelco que se produce en la asamblea en la última parte del verso 22, debido tal vez a que lo hemos entendido mal.

Hemos traducido por todos lo aprobaban un verbo que significa “le daban testimonio”, pe ro que, con una forma gramatical un poco diferente, significaría: “protestaban contra él.” Si tal fuera el sentido, los oyentes se escandalizan del comentario que Jesús les expone, no sólo porque toma pie del texto para valorizar excesivamente su predicación y las curaciones operadas en Cafarnaúm, sino también porque prefiere ignorar el último verso de la lectura de Is 61,2 que hablaba de una venganza de Dios con tra los opresores de su pueblo, y esto era pa ra ellos lo importante. Jesús eliminaba esta re vancha sobre el extranjero, y lo dirá en forma más clara todavía con los ejemplos que re cuerdan los vv. 25-27 (véase 1 R 17,7 y 2 R 5).
4,24

Seguramente Jesús había meditado esta verdad desde tiempo atrás y por eso se había ido a Cafarnaúm.
4,31

Véase el comentario de Mc 1,21.
4,35

¿Por qué Jesús ordena al demonio que se calle? Véase el comentario de Mc 1,44.
4,42

Jesús es modelo del misionero. Véase en Mc 1,35.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 5
La pesca milagrosa
1 Cierto día la gente se agolpaba a su alrededor para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
2 En eso vio dos barcas amarradas al borde del lago; los pescadores habían bajado y lavaban las redes.
3 Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió que se alejara un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar.»
5 Simón respondió: «Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes.»
6 Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rom-pían.
7 Entonces hicieron señas a sus asociados que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron tanto las dos barcas, que por poco se hundían.
8 Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador.»
9 Pues tanto él como sus ayudantes se habían quedado sin palabras por la pesca que acababan de hacer.
10 Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
10 Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.»
11 En seguida llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo y siguieron a Jesús.
El leproso sanado
12 Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le suplicó: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.»
13 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda limpio.»
14 Y al instante le desapareció la lepra.
14 Jesús le dio aviso que no lo dijera a nadie. «Vete, le dijo, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como ordenó Moisés, pues tienes que hacerles tu declaración.»
15 La fama de Jesús crecía más y más, a tal punto que multitudes acudían para oírle y ser curados de sus enfermedades.
16 Pero él buscaba siempre lugares solitarios donde orar.
El paralítico
17 Un día Jesús estaba enseñando, y había allí entre los asistentes unos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de todas partes de Galilea, de Judea e incluso de Jerusalén. El poder del Señor se manifestaba ante ellos, realizando curaciones.
18 En ese momento llegaron unos hombres que traían a un paralítico en su camilla. Querían entrar en la casa para colocar al enfermo delante de Jesús,
19 pero no lo graron abrirse camino a través de aquel gentío. Entonces subieron al te jado, quitaron tejas y bajaron al en fermo en su camilla, poniéndolo en medio de la gente delante de Jesús.
20 Viendo Jesús la fe de estos hombres, dijo al paralítico: «Amigo, tus pecados quedan perdonados.»
21 De inmediato los maestros de la Ley y los fariseos empezaron a pensar: «¿Cómo puede blasfemar de este modo? ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?»
22 Jesús leyó sus pensamientos y les dijo:
23 «¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?
24 Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados.» Entonces dijo al paralítico: «Yo te lo ordeno: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
25 Y al instante el hombre se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que estaba tendido y se fue a su casa dando gloria a Dios.
26 Todos quedaron atónitos y alababan a Dios diciendo: «Hoy hemos visto cosas increíbles.» Pues todos estaban sobrecogidos de un santo temor.
Leví sigue a Jesús. «He venido para llamar a los pecadores»
27 Al salir, Jesús vio a un cobrador de impuestos, llamado Leví, que estaba sentado en el puesto donde cobraba. Jesús le dijo: «Sígueme.»
28 Leví se levantó, lo dejó todo y empezó a seguirlo.
29 Leví le ofreció un gran banquete en su casa, y con ellos se sentaron a la mesa un buen número de cobradores de impuestos y gente de toda clase.
30 Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley expresaban su descontento en medio de los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que ustedes comen y beben con los cobradores de impuestos y con personas malas?»
31 Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son las personas sanas las que necesitan médico, sino las enfermas.
32 No he venido para llamar a los buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.»
33 Algunos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y rezan sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos, mientras que los tuyos comen y beben.»
34 Jesús les respondió: «Ustedes no pueden obligar a los compañeros del novio a que ayunen mientras el novio está con ellos.
35 Llegará el momento en que les será quitado el novio, y entonces ayunarán.»
36 Jesús les propuso además esta comparación: «Nadie saca un pedazo de un vestido nuevo para remendar otro viejo. ¿Quién va a romper algo nuevo, para que después el pedazo tomado del nuevo no le venga bien al vestido viejo?
37 Nadie echa tampoco vino nuevo en envases de cuero viejos; si lo hace, el vino nuevo hará reventar los envases, se derramará el vino y se perderán también los envases.
38 Pongan el vino nuevo en envases nuevos.
39 Y miren: el que esté acos tumbrado al añejo no querrá vino nuevo, sino que dirá: El añejo es el bueno.»

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 5
5,1

En un primer cuadro se mostraba a Jesús predicando en las sinagogas de Galilea. Ahora Jesús está rodeado de algunos pescadores de Cafarnaúm, que serán el núcleo de los Doce. Lucas reunió en un solo cuadro la predicación de Jesús sentado en la barca de Pedro, la pesca milagrosa y el llamado a los apóstoles.

Jesús no se conformó con hablar y predicar. Debía saber que tenía el tiempo contado y que ciertos gestos, ciertas órdenes portadoras del Espíritu tendrían más poder que los discursos para despertar en todos los tiempos a quienes quisieran ser sus discípulos. Todas las palabras de este breve relato impactan profundamente.
5,7

Lucas nos habla de los asociados de Simón. Había entonces dos fórmulas para la pesca en el lago. Los que organizaban la pesca, o eran grandes propietarios ribereños o sus administradores, quedándoles a los pescadores sólo una parte mínima, o bien los pescadores se organizaban en asociaciones, y en ese caso las oficinas de tasa sólo les cobraban un cuarenta por ciento. Además había tal cantidad de intermediarios y revendedores que a fines del siglo una ley romana había decretado que sólo estaban autorizados a vender el pescado los pescadores y los primeros compradores.
5,8

Soy un hombre pecador. Un poder divino ha venido a trastornar las leyes del pequeño universo en que Pedro había siempre vivido. De golpe sintió su fragilidad: era el paso de Dios en su vida y el primer jalón de una aventura que aún no termina después de veinte siglos.

Jesús necesita pecadores para salvar a los pecadores. Empieza a ser apóstol, o por lo menos cooperador de Cristo, quien acepta hacer algo más que los servicios materiales que se pueden prestar en la Iglesia y el que se siente responsable de las personas: pescador de hombres.
5,11

Lo dejaron todo. No era mucho lo que poseían, pero era toda su vida: trabajo, familia y su pasado de pescadores.

Juan también narra una pesca milagrosa (Jn 21), pero la ubica después de la resurrección. Existen serios motivos para pensar que se trata del mismo milagro, pero a Juan le convenía unirla con la aparición de Jesús resucitado a los apóstoles, que sucedió posteriormente en el mismo lugar.
5,12

Véase el comentario de Mc 1,40.

Haz la ofrenda.... La misma ley que exigía la relegación del hombre enfermo de lepra (Lev 13,45) preveía que, en caso de sanar, debía ser reintegrado tras ser examinado por los sacerdotes. Siendo considerada la lepra castigo de Dios, la curación significaba que Dios había perdonado al leproso, y debía agradecérselo con un sacrificio.
5,15

Lucas menciona varias veces la oración de Jesús (3,21; 6,12; 9,28...). Jesús aprovechaba todas las oportunidades para refrescar esta mirada continua a Dios. La oración es un terreno sobre el que se pueden hacer a la vez comentarios aparentemente contrarios. Jesús no necesitaba estar solo para estar en el silencio. No tenía que recogerse para encontrar a Dios. Seguramente daba gracias al Padre, porque con su presencia en el corazón, podía perseverar en una vida hecha de cosas tan pequeñas. Cuando todo lo cotidiano se borraba y solamente el que Vive estaba con él, podía olvidarse hasta del nombre de Dios para sólo respirar su presencia... como una especie de paz interior.
5,17

Ver comentario de Mc 2,1

Los fariseos y los maestros de la Ley todavía no estaban enfrentados con Jesús, pero como tenían mayor formación religiosa que la gente común, eran los primeros que cuestionaban las pretensiones religiosas de Jesús: ¿era tan sólo un buen creyente, respetuoso de la Ley de Dios, o actuaba como el promotor de una nue va secta? En esta ocasión Jesús realiza un gesto y pronuncia unas palabras que les resultan profundamente chocantes.

Jesús habló de perdón, pero ¿cómo podía entrar en la conciencia del prójimo e intrometerse en los juicios de Dios? Los sacerdotes sólo podían ofrecer sacrificios por los pecados y rezar a Dios para que los aceptara. Los discípulos no reaccionaron de momento, pero más tarde entendieron que Jesús había actuado ese día con plena consciencia de su personalidad divina.

Los maestros de la ley tenían todas las razones para escandalizarse de las pretensiones de Jesús. Y el evangelio indica también que ellos se encontraban en una situación muy difícil: ¿cómo este hombre sin títulos podía amonestarlos? Tendrían que ser unos santos para no llegar a ser opositores.
5,27

Véase el comentario de Mc 2,13.

En estos párrafos Lucas cuenta varios conflictos entre Jesús y los grupos religiosos de su tiempo. Conflicto con los fariseos, preocupados por no hacerse impuros según los conceptos de aquella época. Conflicto con los discípulos de Juan que atribuían mucha importancia a sus oraciones y días de ayuno.

Poco después Jesús dirá dónde está la vida perfecta: en la imitación del Padre de los Cielos cuyo amor es muy grande y su espíritu muy comprensivo (6,35-36). Con las solas prácticas religiosas siempre se corre el riesgo de creerse superior a los demás y de crear barreras donde Dios no las quiere.
5,36

Jesús habla de aquellos que querían remendar un vestido viejo. Tal era la tarea de los maestros del tiempo preocupados por transmitir la ley, adaptarla y multiplicar prescripciones que protegieran sus exigencias fundamentales. Pero la venida del Hijo de Dios marca un cambio tan profundo como el de nuestra cronología, que divide el tiempo en antes y después de Él.

Jesús deja a un lado el molde de las prácticas judías y hace pasar a otra etapa, la definitiva, y que los mismos cristianos frecuentemente tardan en descubrir.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 6
El Hijo del Hombre es dueño del sábado
1 Un sábado, Jesús atravesaba unos sembrados, y sus discípulos cortaban espigas, las desgranaban en las manos y se comían el grano.
2 Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué hacen lo que no está permitido hacer en día sábado?»
3 Jesús les respondió: «¿Ustedes no han leído lo que hizo David, y con él sus hombres, un día que tuvieron hambre?
4 Pues entró en la Casa de Dios, tomó los panes de la ofrenda, los comió y les dio también a sus hombres, a pesar de que sólo estaba permitido a los sacerdotes comer de ese pan.»
5 Y Jesús añadió: «El Hijo del Hombre es Señor y tiene autoridad sobre el sábado.»
6 Otro sábado Jesús había entrado en la sinagoga y enseñaba. Había allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha.
7 Los maestros de la Ley y los fariseos espiaban a Jesús para ver si hacía una curación en día sábado y encontrar así motivo para acusarlo.
8 Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio.» El se levantó y permaneció de pie.
9 Entonces Jesús les dijo: «A ustedes les pregunto: ¿Qué permite hacer la Ley en día sábado: hacer el bien o hacer daño, salvar una vida o destruirla?»
10 Paseando entonces su mirada sobre todos ellos, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» Lo hizo, y su mano quedó sana.
11 Pero ellos se llenaron de rabia y comenzaron a discutir entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
Jesús elige a los Doce
12 En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración con Dios.
13 Al llegar el día llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que llamó apóstoles:
14 Simón, al que le dio el nombre de Pedro, y su hermano Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,
15 Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, apodado Zelote,
16 Judas, hermano de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
El discurso del monte
17 Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano. Había allí un numeroso grupo de discípulos suyos y una cantidad de gente procedente de toda Judea y de Jerusalén y también de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades;
18 también los atormentados por espíritus malos recibían curación.
19 Por eso cada cual trataba de tocarlo, porque de él salía una fuerza que los sanaba a todos.
20 El, entonces, dirigió la miradahacia sus discípulos y les dijo:
21 «Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.
21 Felices ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
21 Felices ustedes los que lloran, porque reirán.
22 Felices ustedes si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre.
23 Alégrense en ese momento y llénense de gozo, porque les espera una recompensa grande en el cielo. Recuerden que de esa manera trataron también a los profetas en tiempos de sus padres.
24 Pero ¡pobres de ustedes, los ricos, porque tienen ya su consuelo!
25 ¡Pobres de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque después tendrán hambre!
25 ¡Pobres de ustedes los que ahora ríen, porque van a llorar de pena!
26 ¡Pobres de ustedes cuando todos hablen bien de ustedes, porque de esa misma manera trataron a los falsos profetas en tiempos de sus antepasados!
El amor a los enemigos
27 Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian,
28 bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan.
29 Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido.
30 Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.
31 Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes.
32 Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman.
33 Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así.
34 Y si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia tiene? También los pecadores prestan a pecadores para que éstos correspondan con algo.
35 Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores.
36 Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.
37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
38 Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes.»
39 Jesús les puso también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo.
40 El discípulo no está por encima de su maestro, pero si se deja formar, se parecerá a su maestro.
41 ¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘’Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo’’, si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano.
43 No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni tampoco árbol malo que dé frutos buenos.
44 Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de los espinos ni se sacan uvas de las zarzas.
45 Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón.
46 ¿Por qué me llaman: ¡Señor! ¡Señor!, y no hacen lo que digo?
47 Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las practica.
48 Se parece a un hombre que construyó una casa; cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca; vino una inundación y la corriente se precipitó sobre la casa, pero no pudo removerla porque estaba bien construida.
49 Por el contrario, el que escucha, pero no pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. La corriente se precipitó sobre ella y en seguida se desmoronó, siendo grande el desastre de aquella casa.

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 6
6,1

En dos ocasiones Jesús se opone a todos los grupos religiosos de su tiempo a propósito del sábado. Dios pedía que fuera santificado un día de la semana, no ante todo con la participación en asambleas religiosas, sino con el descanso de todos (Éx 20,10), pues el Dios santo no quiere que un pueblo santo se haga esclavo de su subsistencia diaria o de su trabajo. Véase el comentario de Mc 3,1.

En la primera ocasión Jesús no discute con los fariseos, que llaman trabajo al mero hecho de cortar unas espigas y desgranarlas en las manos. Les recuerda que grandes creyentes como David habían pasado a veces por encima de las leyes. Y luego añade: el Hijo del Hombre es Señor del sábado. Nadie entre los ju-díos, ni siquiera el sumo sacerdote, podía dispensar de la observancia del sábado. Están desconcertados: ¿quién pretende ser ese Jesús?

En la segunda ocasión, Jesús podía haber dicho al hombre: “¿Por qué me pides que haga un trabajo prohibido en día sábado? Vuelve mañana, que te sanaré”. Pero prefiere un enfrentamiento, pues es el medio de dar un ejemplo que nadie olvidará. El Evangelio es una liberación, y era necesario enseñar que todas las leyes, incluso las que son palabra de Dios, están al servicio de la persona humana. Dios nos llamó a vivir situaciones tremendamente complejas e incluso las leyes más sagradas tienen sus límites cuando se presentan otros deberes más urgentes.
6,6

Jesús no tiene miedo a escandalizar cuando invita a sus discípulos a que sean personas libres frente a toda autoridad verdadera o supuesta. Véase al respecto 1Co 3,21-23; 8,4; Col 2,20-23.

¡Cuántas veces hemos oído en nuestras iglesias estos conflictos de Jesús respecto del sábado y las leyes que ahogan la vida! ¿Acaso la insistencia es demasiada? Los sucesores de los apóstoles saben que las instituciones y las leyes eclesiásticas son a menudo el mayor obstáculo para la evangelización.
6,12

Jesús lleva en su oración a los que más quiere. De ellos dependerá el éxito de su obra, ya que en ellos se apoyará la fe de los demás. Jesús no quiere que la elección de los apóstoles sea algo exclusivo suyo; antes de llamarlos desea tener la certeza de que esa es la voluntad del Padre (He 1,24; Jn 17, 9).

Lucas nos hace ver aquí dos aspectos complementarios en la obra de Jesús. Por una parte se dirige a quien quiera oírlo; por otra prepara su Iglesia. La Iglesia será ante todo una comunidad, o una comunión de comunidades; el modelo y la cabeza será ese grupo de los Doce que han tratado de vivir la vida en comunidad. Éstos serán los apóstoles de Jesús, a quienes dedicará lo mejor de su tiempo.
6,17

Este “discurso en la llanura” no parece muy distinto del de la montaña de Mt 5-7. El texto de Lucas es más simple y evita ciertas repeticiones. En boca de Jesús las Bienaventuranzas fueron un llamado y una esperanza dirigidos a los olvidados de este mundo, empezando por los pobres de su pueblo, herederos de las promesas de Dios a los profetas.

Hay mil maneras de presentar a Jesús y su obra. Pero para que esa enseñanza merezca ser llamada evangelización (o sea, comunicación de la Buena Nueva), tiene que ser recibida como Buena Nueva en primer lugar por los pobres. Si son otras las categorías sociales las que se sienten más identificadas con esta enseñanza, o a las que se invita primero, significa que falta algo, ya sea en el contenido o en la manera de proclamar un mensaje que hace justicia a los desheredados.
6,20

Las tres bienaventuranzas van dirigidas a los que no tienen lo necesario para una vida plenamente humana. El Evangelio da un vuelco a las situaciones presentes, como se dice en el canto de María (1,51-53), y los pobres son los que contribuyen de un modo indispensable a construir el Reino.

Aun cuando nadie ha elegido ser pobre o afligido, Jesús nos propone mirar por dónde nuestra condición presente nos hiere. ¿Aceptar? ¿Querer salir de ella? ¿Qué elegimos y cuáles son nuestros miedos?
6,24

En contraposición a las bienaventuranzas, Lucas presenta unas lamentaciones que recuerdan las de Isaías (65,13-14). Son lamentaciones parecidas a las que se hacían por los muertos, pero no son maldiciones. El rico se olvida de Dios y se vuelve impermeable a la gracia (12,13; 16,19). Estas lamentaciones son un signo del amor de Dios por los ricos, como las bienaventuranzas lo son por los pobres, porque ama a todos, aunque de distinta manera. A unos les asegura que destruirá las estructuras de la injusticia, y a los otros les advierte que las riquezas traen consigo la muerte.

Las tres primeras lamentaciones se dirigen a las mismas personas. En el contexto de ese tiempo, en que el alimento y los bienes se producían en cantidades estrictamente limitadas, cualquier riqueza parecía como basada en alguna injusticia; sólo se podía ser rico privando a otros de lo estrictamente necesario.

La tercera, sin embargo, apunta también a la locura de quienes piensan haber encontrado su felicidad en algún paraíso terrestre y prefieren ignorar la fragilidad de su condición y la condición inmerecida de sus hermanos.

Se sabe que los mismos mecanismos económicos y el mismo desarrollo incontrolado del progreso técnico traen para algunos una acumulación de riquezas y para otros la marginalización y el reinado de la violencia. Los pueblos ricos, sanos, civilizados y ecológicos no están más cerca del Evangelio que los lugares de miseria.
6,26

El contraste entre perseguidos y gente bien considerada puede existir dentro de la misma Iglesia. Muchos problemas pueden hacerse insolubles y la misión misma verse bloqueada a causa de grupos influyentes y de personas a las que no les falta nada y que saben obtener las bendiciones oficiales. Y Jesús recuerda el ejemplo de los profetas.
6,27

Lucas presenta algunas frases de Jesús que Mateo reúne en los capítulos 5-7 de su Evangelio.

No se debe perder de vista el fin que perseguía Jesús. Los pocos ejemplos que da son una invitación a buscar una forma de vida más noble, más auténtica. Su objetivo era hacernos verdaderos hijos del Padre de los Cielos. No se trata sólo de hacer una sociedad mejor sino de hacer crecer personas que estén en comunión con Dios.

Amen a sus enemigos. Estas palabras deben ser entendidas en el sentido más universal y son válidas para cualquier tiempo y lugar. Es probable, sin embargo, que tengan que ver con la cuarta bienaventuranza de los versículos 22-23: los discípulos serán perseguidos.

Hay quienes se sienten defraudados al constatar que Jesús habla de cambiar nuestra vida y no de reformar la sociedad. No reprochemos a Jesús que no hable de reformas sociales en una época en que todavía no existía esa noción.

Pero la razón es otra y Jesús va a lo esencial. La raíz del mal está en las personas. Jesús nos enseña el camino de la madurez y de la libertad.

Es cierto que las estructuras nos deforman y a veces no nos dejan vivir; pero también es cierto que ninguna revolución, por muy beneficiosa que sea, puede establecer una sociedad menos opresora, hasta que las personas no se reformen según el Evangelio.

Todos necesitan convertirse a las palabras de Jesús. Los oprimidos no es que sean inocentes; habrían conseguido una fuerza moral capaz de renovar el mundo si no se quedasen paralizados por el miedo, el espíritu de división o la codicia de las ventajas que les ofrece el opresor. La confianza en Dios los hará capaces de aceptarse unos a otros y de aceptar los riesgos del camino de la reconciliación.

Las sentencias de Jesús que vienen a continuación indican las reformas más indispensables de nuestros criterios y actitudes.
6,30

Da al que te pide. Jesús no da una norma que deba aplicarse automáticamente en todos los casos, sino que trata de inquietar nuestra conciencia: ¿por qué te niegas a dar? ¿Temes que no te lo devuelvan? ¿Y si fuera este el momento de confiar en tu Padre y de desprenderte de “tu tesoro”?(12,34).
6,31

Aquí, como en Mt 5,43, Jesús piensa ante todo en las oposiciones de tipo social, político o religioso. Se ama y se respeta a los que son del propio grupo, mientras se preocupa muy poco de los derechos de los demás.

Jesús nos invita a superar esas diferencias; lo que cuenta es la persona, y si mi prójimo me necesita, debo olvidar su color o cualquier tipo de etiqueta que se le ponga.
6,34

Si prestan algo a los que les pueden retribuir. De nuevo se trata de una actitud social; cada uno busca sus amistades en el ambiente que sirve para su ascenso y se aparta de quienes pudieran ser un peso: Lc 14,2.
6,35

Véase el comentario de Mt 7,1.

Nuestra perfección está en imitar al Padre. El modo de llegar a ser como Dios es practicar la misericordia, o sea, la capacidad de conmoverse ante la pobreza y la angustia de los que creó, para colmarlos de lo que sólo él puede comunicarles. A esta misericordia se opone la actitud del que se hace juez de sus hermanos.
6,38

Jesús no habla sólo de las recompensas en el más allá: se trata de la acción siempre imprevista de Dios, tal vez hoy, o en diez años más, para hacer que nuestra vida tenga éxito aun cuando hayamos renunciado a ello. En el momento en el que el creyente mire hacia su pasado verá con certeza que Dios lo ha amado y ha dado un sentido a su camino: entonces lo único que podrá hacer es dar gracias a Dios.
6,43

No hay árbol bueno... Estas sentencias ya se comentaron en Mt 7,15, pero aquí Lucas les da un sentido diferente, ya que las refiere a la conciencia limpia. Es necesario purificar la mente y el espíritu para que así este árbol bueno pueda producir frutos buenos, o sea, palabras y obras de justicia y de bondad.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 7
La fe de un pagano
1 Cuando terminó de enseñar al pueblo con estas palabras, Jesús entró en Cafarnaúm.
2 Había allí un capitán que tenía un sirviente muy enfermo al que quería mucho, y que estaba a punto de morir.
3 Habiendo oído hablar de Jesús, le envió algunos judíos importantes para rogarle que viniera y salvara a su siervo.
4 Llegaron donde Jesús y le rogaron insistentemente, diciéndole: «Este hombre se merece que le hagas este favor,
5 pues ama a nuestro pueblo y nos ha construido una sinagoga.»
6 Jesús se puso en camino con ellos. No estaban ya lejos de la casa cuando el capitán envió a unos amigos para que le dijeran: «Señor, no te molestes, pues ¿quién soy yo, para que entres bajo mi techo?
7 Por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente donde ti. Basta que tú digas una palabra y mi sirviente se sanará.
8 Yo mismo, a pesar de que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le ordeno a uno: “Vete”, va; y si le digo a otro: “Ven”, viene; y si digo a mi sirviente: “Haz esto”, lo hace.»
9 Al oír estas palabras, Jesús quedó admirado, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Les aseguro que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande.»
10 Y cuando los enviados regresaron a casa, encontraron al sirviente totalmente restablecido.
Jesús resucita al hijo de una viuda
11 Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naín, y con él iban sus discípulos y un buen número de personas.
12 Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba.
13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
14 Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate.»
15 Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
16 Un santo temor se apoderó de todos y alababan a Dios, diciendo: «Es un gran profeta el que nos ha llegado. Dios ha visitado a su pueblo.»
17 Lo mismo se rumoreaba de él en todo el país judío y en sus alrededores.
Jesús responde a los enviados de Juan Bautista
18 Los discípulos de Juan lo te nían informado de todo aquello. Llamó, pues, a dos de sus discípulos
19 y los envió a que preguntaran al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
20 Los hombres, al llegar donde Jesús, dijeron: «Juan Bautista nos envía a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
21 En ese momento Jesús curó a varias personas afligidas de enfermedades, de achaques y de espíritus malignos y devolvió la vista a algunos ciegos.
22 Contestó, pues, a los mensajeros: «Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres.
23 Y ¡dichoso aquél para quien yo no soy un motivo de escándalo!»
24 Los mensajeros se fueron, y Jesús empezó a hablar de Juan a la gente: «Cuando ustedes salieron al desierto, ¿qué iban a ver? ¿Una caña agitada por el viento?
25 ¿Qué iban a ver? ¿Un hombre con ropas finas? Pero los que visten ropas finas y tienen comida regia están en palacios.
26 Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿Un profeta? Eso sí, y créanme, más que profeta.
27 Este es el hombre de quien la escritura dice: Ahora envío a mi mensajero delante de ti para que te preceda y te abra el camino.
28 Yo les digo que entre los hijos de mujer no hay ninguno más grande que Juan Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más que él.
29 Todo el pueblo escuchó a Juan, incluso los publicanos; confesaron sus faltas y recibieron su bautismo.
30 En cambio, los fariseos y los maes tros de la Ley no pasaron por su bautismo, y con esto desoyeron el llamado que Dios les dirigía.
31 ¿Con quién puedo comparar a los hombres del tiempo presente? Son como niños sentados en la plaza, que se quejan unos de otros:
32 ‘’Les tocamos la flauta y no han bailado; les cantamos canciones tristes y no han querido llorar.’’
33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dijeron:
34 Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores.
35 Sin embargo, los hijos de la Sabiduría la reconocen en su manera de actuar.»
El fariseo y la mujer pecadora
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer.
37 En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies,
38 y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume.
39 Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: «Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale.»
40 Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Simón contestó: «Habla, Maestro.» Y Jesús le dijo:
41 «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y el otro cincuenta.
42 Como no te nían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?»
43 Simón le contestó: «Pienso que aquel a quien le perdonó más.» Y Jesús le dijo: «Has juzgado bien.»
44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.
45 Tú no me has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos.
46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies.
47 Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado. En cambio aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor.»
48 Jesús dijo después a la mujer: «Tus pecados te quedan perdonados».
49 Y los que estaban con él a la mesa empezaron a pensar: «¿Así que ahora pretende perdonar pecados?»
50 Pero de nuevo Jesús se dirigió a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 7
7,1

Este capitán del ejército extranjero había sabido ganarse el aprecio de los judíos. Lo grande no era que hubiera dado un aporte para la construcción de la sinagoga, sino que los judíos lo hubieran aceptado de él. Ciertamente era un hombre bueno, pero conocía demasiado bien los prejuicios de los judíos como para atreverse a presentarse personalmente a ese Jesús del que todos hablaban. ¿Respondería al llamado de un militar romano? Por eso le envía a unos judíos amigos suyos.

Luego se pone inquieto: ¿aceptará Jesús ir a la casa de un pagano y “mancharse con impuros”? (Mc 7,14). Entonces el capitán da otro paso: que Jesús no venga a su casa. Mientras otros exigían ser tocados por el Maestro porque tiene algún poder de curandero, éste en cambio ha comprendido que Jesús tiene el mismo poder de Dios y no es necesario que vaya hasta el enfermo; para Jesús no será más difícil dar una orden, aunque sea desde lejos, a una vida que se está acabando.
7,11

Contrariamente a cuanto muchas personas cuentan, la Biblia no es rica en milagros, a excepción de los relatos del Éxodo que son muy artificiales. En ella no se cuenta ninguna resurrección fuera de las dos o tres que recuerdan las tradiciones sobre Elías y Eliseo (1R 17,23; 2R 4,8); pero se encontrarán muchas más y bien testificadas en la historia cristiana.
7,13

La comparación con las dos resurrecciones narradas en el libro de los Reyes es ilustrativa. Está claro que Lucas demostró aquí su talento de imitador, que era una de las formas de la retórica griega. Pero las semejanzas del relato no impiden que existan notables diferencias que ayudan a captar la personalidad propia de Jesús, presentado al mismo tiempo como el Señor.

En otros lugares se repetirá la comparación de Jesús con Elías, especialmente en 9,27-62. Y la gente habla de un gran profeta, porque en la Biblia no había otros antecedentes fuera de las obras de estos dos.

Dios ha visitado su pueblo: se acordó de él e intervino como en Gén 50,24; Rut 1,7 y Lc 1,68. Para Lucas está claro que la visita anunciada desde siglos acaba de realizarse en la persona de Jesús.
7,18

Cuando Lucas redactó su Evangelio, los discípulos de Juan Bautista eran todavía numerosos en Palestina y para ellos Jesús sólo había sido un imitador de Juan. El evangelio afirma que Juan siempre se consideró como el que preparaba la venida de Dios, mientras que Jesús inauguraba los tiempos nuevos.

¿Tenía Juan sus dudas en la prisión? Nada es imposible, aunque hubiera dicho a algunos que Jesús era su sucesor.

Véanse los comentarios de Mt 11,2 y 11,5.
7,21

La respuesta de Jesús fue sacada de Is 61,1, el mismo texto que había comentado en la sinagoga de Nazaret: Lc 4,18. Jesús muestra los signos divinos que acreditan su mensaje, entre otros las curaciones.

Las curaciones significaban la liberación que Jesús traía al mundo; no el castigo de los malos (que ocupaba un lugar destacado en la predicación de Juan Bautista), sino y ante todo una reconciliación apta para sanar a un mundo de pecadores, violentos y rencorosos.

Una buena nueva llega a los pobres. Eso es lo que todavía hoy mide la autenticidad de nuestra evangelización, y no la multiplicación de nuestras ayudas o la publicación de documentos sobre nuestro amor para con los pobres.

El carácter propio de la sabiduría de Dios revelada en el Evangelio es paradójico, como aparece en 7,35. Poco importa si el mundo parece continuar cediendo a las fuerzas del mal, o si los lobos son numerosos en el seno de la Iglesia, como decía San Agustín. La obra de Dios se hace de una manera que nadie podía prever.

Jesús responde así a los discípulos de Juan, preocupados por el triunfo de la causa de Dios: ¿acaso sabían cómo es Dios?
7,24

La mayoría de los discípulos de Juan se quedaron con su maestro y no reconocieron a Jesús. Él no los culpa, sino que se presenta a sí mismo como el que Juan vino a presentar.
7,26

Era fácil idealizar a los profetas del pasado, mientras que Juan era objeto de muchas críticas en los círculos rabínicos.
7,28

Entre los hijos de mujer (o sea: entre toda la gente) no hay ninguno más grande que Juan. El pueblo consideraba a Juan como el personaje más grande de su tiempo. Jesús reconoce que Juan encarnaba todo lo mejor del Antiguo Testamento.

El más pequeño en el Reino de Dios es más que él, en el sentido de que los discípulos de Jesús entran en el Reino que Juan tan sólo anunciaba. En realidad Jesús quiere poner de relieve la superioridad de su misión respecto a la de Juan y no la superioridad de sus discípulos.

Juan decía que cada uno debía enderezar su vida. Jesús insiste en que todos nuestros esfuerzos no sirven mientras no lleguemos a creer en el amor del Padre. Los discípulos de Juan ayunaban; los de Jesús sabrán perdonar. Juan atraía al desierto a los que lograban desprenderse de sus comodidades; Jesús vive entre los hombres y sana sus llagas.
7,30

Difícilmente se podía imaginar a la gente de bien tomando el camino del desierto, mezclándose con la muchedumbre de ignorantes y desvistiéndose en el Jordán. ¿Y si ese era el camino para renacer?
7,31

El sentido de esta comparación es claro: hacen todo a contra tiempo. Hubo una primera ilustración de esto en Núm 14, cuando Israel se rebeló en el desierto. La vocación del pueblo de Dios es haber sido puesto por él en un camino donde siempre Dios se reserva la iniciativa.
7,32

Reprochan a Juan por su austeridad, y a Jesús por su falta de austeridad. Es que no hay “una” manera de servir a Dios y no hay “un” modelo de santidad o “un” estilo de vida cristiana. Dios actúa de mil maneras en la historia, estimulando en un momento determinado lo que más tarde o en un ambiente distinto rechazará.

Juan preparó los caminos (Lc 1,76), y la pre dicación de Jesús necesitaba estos comienzos (Mt 3,15). El Evangelio es escuchado con gusto pero no es tomado en serio donde se ignora el arrepentimiento y el sacrificio. Hoy todavía la “nueva evangelización” está esperando a profetas y movimientos no oficialmente cristianos que cuestionen una cultura y una sociedad que se han tornado estériles.
7,33

Tiene un demonio. La lengua griega y el Evangelio hablan a menudo de “demonios” para referirse a un desorden psíquico o a una excentricidad. A nadie se le habría ocurrido que Juan estuviera poseído por el demonio.
7,36

He aquí nuevamente un cuadro donde Lucas compuso diversos episodios que se complementan para hacer resaltar lo que Jesús llevaba en sí de más profundo.

Primero está el hecho narrado por los otros tres evangelistas con motivo de la comida en Betania (Mt 26,6; Mc 14,3; Jn 12), comida que tuvo lugar en la casa de otro Simón (Mc 14,3) y el gesto de la mujer fue el mismo. Derramar perfume sobre la cabeza era un gesto común, pero derramarlo sobre los pies era algo muy extraño y Lucas no repite dos veces lo mismo: véase al respecto la nota en Lc 8,2.

Si Lucas ha colocado esta unción dentro de un marco diferente y en una época anterior, puede ser para recordar la conversión de esta María, llamada de Magdala, y su ingreso en el grupo de los seguidores de Jesús. Pero sin duda también vio en esta relación tan especial con Jesús una revelación del misterio mismo de Dios hecho hombre.

Lucas ya ha demostrado que Jesús se oponía tanto a los fariseos como a los discípulos de Juan; aquí nos ofrece el motivo más profundo: estos hombres creyentes y religiosos no podían conocer al verdadero Dios porque les faltaba la experiencia del amor verdadero.

Los fariseos no querían estar en deuda con Dios porque les costaba sentirse perdonados; no sabían que entre Dios y nosotros el amor supone siempre que hemos sido perdonados. Nos puede parecer agradable el gesto de Jesús que perdona, pero lo que Jesús subraya es la capacidad de amar de María Magdalena. Los tres temas: Dios, amor y Jesús son aquí inseparables. ¿Un amor humano, verdadero y recíproco, pero en Dios? Allí había, sin duda, una revelación de Dios.

Ni entre los fariseos ni entre los discípulos de Juan había mujeres, pero sí las habrá siguiendo a Jesús: ¡la gran carencia del Antiguo Testamento es subsanada de una vez! La llegada inesperada de esta mujer es la respuesta al paso tan imprevisible del Dios Amor.
7,37

Esta mujer no era una prostituta sino una persona conocida y que podía permitirse entrar en la casa del fariseo. Era una pecadora, es decir, que vivía o había vivido en una situación irregular.
7,47

Aquel al que se le perdona poco. Esta no es una afirmación categórica. Muchos han amado apasionadamente a Jesús y no han sido grandes pecadores. Pero Jesús habla en tono irónico, dirigiéndose a un hombre muy “decente”: Simón, tú piensas que debes poco, y por eso amas poco.

Algunas personas ven aquí una contradicción entre el v. 42, donde el gran amor es el fruto del perdón, y el v. 47 en que el amor consigue el perdón. Debido a eso falsean el tiempo de los verbos a fin de poder decir: “Si ella demuestra mucho amor, es porque adivina que Dios le ha perdonado mucho”. El texto sin embargo dice lo contrario: Jesús es el que, después, le dará el perdón.
7,48

Jesús perdona los pecados, como en 5,20 y causa el mismo escándalo. Pues, ¿a quién había amado la mujer sino a Jesús? ¿Y quién puede perdonar los pecados sino Dios?
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 8
Las mujeres que acompañaban a Jesús
1 Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
2 y también algunas mujeres a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
3 Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos.
La comparación del sembrador
4 Un día se congregó un gran número de personas, pues la gente venía a verlo de todas las ciudades, y Jesús se puso a hablarles por medio de comparaciones o parábolas:
5 «El sembrador salió a sembrar. Al ir sembrando, una parte del grano cayó a lo largo del camino, lo pisotearon y las aves del cielo lo comieron. 6 Otra parte cayó sobre rocas; brotó, pero luego se secó por falta de humedad.
7 Otra cayó entre espinos, y los espinos crecieron con la semilla y la ahogaron.
8 Y otra cayó en tierra buena, creció y produjo el ciento por uno.» Al terminar, Jesús exclamó: «Escuchen, pues, si ustedes tienen oídos para oír.»
9 Sus discípulos le preguntaron qué quería decir aquella comparación.
10 Jesús les contestó: «A ustedes se les concede conocer los misterios del Reino de Dios, mientras que a los demás les llega en parábolas. Así, pues, mirando no ven y oyendo no comprenden.
11 Aprendan lo que significa esta comparación: La semilla es la palabra de Dios.
12 Los que están a lo largo del camino son los que han escuchado la palabra, pero después viene el diablo y la arranca de su corazón, pues no quiere que crean y se salven.
13 Lo que cayó sobre la roca son los que, al escuchar la palabra, la acogen con alegría, pero no tienen raíz; no creen más que por un tiempo y fallan en la hora de la prueba.
14 Lo que cayó entre espinos son los que han escuchado, pero las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida los ahogan mientras van caminando, y no llegan a madurar.
15 Y lo que cae en tierra buena son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y, perseverando, dan fruto.
16 Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija o para colocarla debajo de la cama. Por el contrario, la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz.
17 No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz.
18 Por tanto, fíjense bien en la manera como escuchan. Porque al que produce se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»
Están tu madre y tus hermanos
19 Su madre y sus hermanos querían verlo, pero no podían llegar hasta él por el gentío que había.
20 Alguien dio a Jesús este recado: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
21 Jesús respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
La tempestad calmada
22 Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: «Crucemos a la otra orilla del lago.» Y remaron mar adentro.
23 Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua a tal punto que peligraban.
24 Se acercaron a él y lo despertaron: «Maestro, Maestro, ¡estamos perdidos!» Jesús se levantó y amenazó al viento y a las olas encrespadas; se tranquilizaron y todo quedó en calma.
25 Después les dijo: «¿Dónde está su fe?» Los discípulos se habían asustado, pero ahora estaban fuera de sí y se decían el uno al otro: «¿Quién es éste? Manda a los vientos y a las olas, y le obedecen.»
El endemoniado y los cerdos
26 Llegaron a la tierra de los gerasenos, que se halla al otro lado del lago, frente a Galilea.
27 Acababa Jesús de desembarcar, cuando vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba poseído por demonios. Desde hacía mucho tiempo no se vestía ni vivía en casa alguna, sino que habitaba en las tumbas.
28 Al ver a Jesús se puso a gritar y se echó a sus pies. Le decía a voces: «¿Qué quieres conmigo, Jesús, hijo del Dios Altísimo? Te lo ruego, no me atormentes.»
29 Es que Jesús ordenaba al espíritu malo que saliera de aquel hombre. En muchas ocasiones el espíritu se había apoderado de él y lo había llevado al desierto. En esos momentos, por más que lo ataran con cadenas y grillos para somerterlo, rompía las ataduras.
30 Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Y él contestó: «Multitud.» Porque muchos demonios habían entrado en él;
31 y rogaban a Jesús que no les ordenara volver al abismo.
32 Había en ese lugar un gran número de cerdos comiendo en el cerro. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos, y él se lo permitió.
33 Salieron, pues, del hombre para entrar en los cerdos, y toda la piara se precipitó de lo alto del acantilado, ahogándose en el lago.
34 Al ver los cuidadores lo que había ocurrido, huyeron y llevaron la noticia a la ciudad y a los campos.
35 La gente salió a ver qué había pasado y llegaron a donde estaba Jesús. Encontraron junto a él al hombre del que habían salido los demonios, sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio.
35 Todos se asustaron.
36 Entonces los que habían sido testigos les con taron cómo el endemoniado ha bía sido salvado.
37 Un miedo muy fuerte se apoderó de ellos y todo el pueblo del territorio de los gerasenos pidió a Jesús que se alejara.
37 Cuando Jesús subió a la barca para volver,
38 el hombre del que habían salido los demonios le rogaba que lo admitiera en su compañía. Pero Jesús lo despidió diciéndole:
39 «Vuélvete a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.» El hombre se fue y publicó en la ciudad entera todo lo que Jesús había hecho por él.
Jesús resucita a la hija de Jairo
40 Ya había gente para recibir a Jesús a su regreso, pues todos estaban esperándolo.
41 En esto se presentó un hombre, llamado Jairo, que era dirigente de la sinagoga. Cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba que fuera a su casa,
42 porque su hija única, de unos doce años, se estaba muriendo. Y Jesús se dirigió a la casa de Jairo, rodeado de un gentío que casi lo sofocaba.
43 Entonces una mujer, que padecía hemorragias desde hacía doce años y a la que nadie había podido curar,
44 se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Al instante se le detuvo el derrame.
45 Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?» Como todos decían: «Yo, no», Pedro le replicó: «Maestro, es toda esta multitud que te rodea y te oprime.»
46 Pero Jesús le dijo: «Alguien me ha tocado, pues he sentido que una fuerza ha salido de mí.»
47 La mujer, al verse descubierta, se presentó temblando y se echó a los pies de Jesús. Después contó delante de todos por qué lo había tocado y cómo había quedado instantáneamente sana.
48 Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.»
49 Estaba aún Jesús hablando, cuando alguien vino a decir al dirigente de la sinagoga: «Tu hija ha muerto; no tienes por qué molestar más al Maestro.»
50 Jesús lo oyó y dijo al dirigente: «No temas: basta que creas, y tu hija se salvará.»
51 Al llegar a la casa, no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan y Santiago y al padre y la madre de la niña.
52 Los demás se lamentaban y lloraban en voz alta, pero Jesús les dijo: «No lloren; la niña no está muerta, sino dormida.»
53 Pero la gente se burlaba de él, pues sabían que estaba muerta.
54 Jesús la tomó de la mano y le dijo: «Niña, levántate.»
55 Le volvió su espíritu; al instante se levantó, y Jesús insistió en que le dieran de comer.
56 Sus padres estaban fuera de sí, y Jesús les ordenó que no dijeran a nadie lo que había suce dido.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 8
8,1

Véase el comentario de Mt 1,18 con relación a la situación de las mujeres en tiempos de Jesús y en la sociedad judía. Ningún maestro espiritual se hubiera atrevido a hablar con una mujer en público; las mujeres ni siquiera entraban en las sinagogas. Una oración muy común rezaba: “Te doy gracias, Señor, porque no soy pagano, ni ladrón, ni mujer…” Lo que indica claramente que la mujer no podía adquirir los conocimientos religiosos ni participar del culto como los hombres.

Algunas mujeres habían interpretado la actitud y las palabras de Jesús como un llamado a la libertad; más todavía, el llamado venía de Jesús. Se integraron al grupo de sus discípulos íntimos, sin hacer caso de comentarios malévolos. El Evangelio muestra que Dios las puso en el primer lugar en los momentos de la Pasión y de la Resurrección.

El escándalo para la gente religiosa no era que Jesús permitiera una vez que se le acercara una pecadora, tal como se dice aquí, sino que de manera habitual se acercasen a él las mujeres que formaban parte de sus discípulos.

María de Magdala (pueblo a orillas del lago de Tiberíades) estará al pie de la cruz junto con María, esposa de Cleofás, madre de Santiago y de José. Estas dos, junto con Juana, son las que recibirán el primer anuncio de la resurrección (Lc 24,10).

Muchos se han preguntado sobre cuál sería la relación entre la “pecadora” del párrafo anterior, la María Magdalena de este párrafo y María de Betania. ¿Eran la misma persona como Juan parece afirmarlo, o dos o tres mujeres distintas?

La respuesta dependerá esencialmente de factores subjetivos. Al que le gusta dudar de cualquier testimonio preferirá hacer desfilar cerca de Jesús toda una serie de personajes que nunca tuvieron consistencia. El testimonio de los Evangelios (Jn 11,2; Mc 16,9), en cambio, nos invita a destacar la figura única de María Magdalena, pariente de Marta e integrante del grupo que acompañaba a Jesús.
8,9

Véase el comentario de Mt 13,1-23.

Siembra es la obra de Jesús; siembra será siempre la obra del que evangeliza, ya sea con la palabra o con su trabajo dentro de la comunidad: véase al respecto ls notas de Mc 4,1.

El Evangelio ha recordado la explicación de Jesús referente a los diferentes terrenos en que cae la semilla. Pero quedaba mucho más por explicar. Y ante todo los oyentes debieron haberse extrañado de esta comparación del reino de Dios con algo que se siembra. A lo largo de la Historia Sagrada se había sembrado y lo que esperaban los contemporáneos de Jesús era la cosecha (Ap 14,15).

Como los contemporáneos de Jesús, también nosotros queremos cosechar, o sea, gozar de los frutos del Reino de Dios, que son la paz social, la justicia y la felicidad. Y muchos se extrañan de que, veinte siglos después de Cristo, los hombres sigan aún tan malos. Hay que aclarar que todo lo del “reino de Dios” en el presente mundo queda y quedará como una semilla y que nadie lo captará si sólo se interesa por los frutos que se podrían cosechar

Pero aunque el reino de Dios ya esté en medio de nosotros, no por eso vamos a gozar de sus frutos. El reino de Dios está donde Dios reina, y Dios está reinando donde puede actuar como Padre y donde sus hijos reconocen los proyectos que tiene sobre ellos.

A partir de ese momento las personas van madurando de mil maneras, y al mismo tiempo va madurando la conciencia social. Las personas toman conciencia de su dignidad y de su destino común, a pesar de que cada día les parezca más difícil conseguir sus metas.

Es el momento de precisar lo que puede ser el reino de Dios, y a decir verdad, estas palabras desentonan a veces en el mundo moderno.

Jesús hablaba en arameo, idioma que usa el mismo término para designar tres cosas distintas: reino, o sea, el lugar donde Dios reina; reinado, o sea, el hecho de que Dios actúe en forma soberana; realeza, o sea, la dignidad de Dios soberano.

A menudo Jesús habla del reino propiamente dicho: “no entrarán en el reino de Dios”. En otros lugares el sentido es discutible, como por ejemplo en el Padrenuestro. ¿Debemos decir: “Venga tu reino” o “Venga tu reinado”?

En estas parábolas, llamadas tradicionalmente las parábolas del Reino, los dos sentidos van juntos. La gran novedad que proclamaba Jesús era la llegada de tiempos totalmente diferentes a los vividos anteriormente por los judíos. Ciertamente Dios estuvo siempre presente en toda la historia humana, pero solamente ahora los hombres lo conocerían como él es y él los haría sus hijos por medio del Hijo hecho hombre.

Es necesario pues no confundir tres etapas: el reino de Dios ya presente, donde Jesús ha sembrado el conocimiento del verdadero rostro de Dios; el reinado o la toma en mano de la historia humana por Jesús Señor a partir de su resurrección; el reino de Dios que nosotros esperamos al término de la historia y que no es otro que todos los hombres y todo el universo reunidos por Cristo en la eternidad de Dios
8,12

Lucas manifiesta aquí su centro de interés: “no quiere que crean y se salven”. Olvidando tanto al sembrador como el hecho de la siembra, se fija en que no hay salvación sin fe, la cual requiere que se escuche la Palabra. De entrada identifica la semilla con la Palabra de Dios; asimismo al terminar la parábola alabará a los que escuchan la Palabra y la hacen realidad.
8,16

En Lucas estas pequeñas parábolas vienen a confirmar la parábola del sembrador.

Quien recibió esta enseñanza como un secreto precioso debe hacerla suya de tal manera que pueda transmitirla a otros y ser luz para el mundo; entonces merecerá recibir una comprensión más profunda de las cosas de Dios.
8,19

Ver el comentario de Mc 3,31.
8,26

Ver el comentario de Mc 5,1.
8,40

Ver el comentario de Mc 5,21.
8,43

¿De qué fe se trata? Por muy mal informados que estuvieran, los enfermos consideraban a Jesús un hombre de Dios (Mc 6,15).

Es la fe tal como se la encuentra en el pueblo sencillo y sin teología. En los relatos de milagros del Antiguo Testamento, que son muy escasos, no se pone énfasis en la fe del que pide. Se destaca en cambio el carisma del profeta, y el profeta, que tiene la fe y el carisma, pide a Dios el milagro. Lucas en cambio se complace en recordar las palabras de Jesús que exaltan el poder de la fe.

Hay quien no ve en esta fe más que una autosugestión, que en determinados casos da el impulso que se necesitaba, pero que no tiene valor en el plano médico ni menos en el religioso. La palabra de Jesús nos invita más bien a envidiar esa fe que es una de nuestras grandes riquezas.

En el mundo que nos rodea y en el comienzo de todo lo que es grande, ha estado siempre la fe, si no bajo la forma de “Dios ha visitado a su pueblo”, al menos en su versión secularizada: “la suerte nos ayudará”. Todos y en todas las religiones entienden ese lenguaje.

Las Cartas del Nuevo Testamento elogian constantemente la fe, pero con más frecuencia se trata de la fe en Cristo, el Señor, porque se dirigen a creyentes que están en busca de la verdad y de los bienes sobrenaturales. Porque se está en un terreno diferente de aquel donde se debate la gente común que aún no ha escuchado el mensaje de salvación.

Felizmente aquí el Evangelio nos recuerda a esa gran mayoría de hermanos para quienes médicos y servicios de salud constituyen un lujo fuera de su alcance. Su fe poco instruida, muy condicionada por las necesidades del momento (2Re 4,39; Jn 2,3), no es menos valiosa a los ojos de Dios. Un optimismo irracional los lleva a veces a pensar que Dios debe sacarlos del apuro, y Dios se reconoce en esa idea que ellos se hacen de él.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 9
Jesús envía a los Doce
1 Jesús reunió a los Doce y les dio autoridad para expulsar todos los malos espíritus y poder para curar enfermedades.
2 Después los envió a anunciar el Reino de Dios y devolver la salud a las personas.
3 Les dijo: «No lleven nada para el camino: ni bolsa colgada del bastón, ni pan, ni plata, ni siquiera vestido de repuesto.
4 Cuando los reciban en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar.
5 Pero donde no los quieran recibir, no salgan del pueblo sin antes sacudir el polvo de sus pies: esto será un testimonio contra ellos.»
6 Ellos partieron a recorrer los pueblos; predicaban la Buena Nueva y hacían curaciones en todos los lugares.
7 El virrey Herodes se enteró de todo lo que estaba ocurriendo y no sabía qué pensar, porque unos decían: «Es Juan, que ha resucitado de entre los muertos»;
8 y otros: «Es Elías que ha reaparecido»; y otros: «Es alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.»
9 Pero Herodes se decía: «A Juan le hice cortar la cabeza. ¿Quién es entonces éste, del cual me cuentan cosas tan raras?» Y tenía ganas de verlo.
10 Al volver los apóstoles, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. El los tomó consigo y se retiró en dirección a una ciudad llamada Betsaida para estar a solas con ellos.
11 Pero la gente lo supo y partieron tras él. Jesús los acogió y volvió a hablarles del Reino de Dios mientras devolvía la salud a los que necesitaban ser atendidos.
Jesús multiplica el pan
12 El día comenzaba a declinar. Los Doce se acercaron para decirle: «Despide a la gente para que se busquen alojamiento y comida en las aldeas y pueblecitos de los alrededores, porque aquí estamos lejos de todo.»
13 Jesús les contestó: «Denles ustedes mismos de comer.» Ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados. ¿O desearías, tal vez, que vayamos nosotros a comprar alimentos para todo este gentío?»
14 De hecho había unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: «Hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta.»
15 Así lo hicieron los discípulos, y todos se sentaron.
16 Jesús entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los entregó a sus discípulos para que los distribuyeran a la gente.
17 Todos comieron hasta saciarse. Después se recogieron los pedazos que habían sobrado, y llenaron doce canastos.
Pedro proclama su fe en Cristo
18 Un día Jesús se había apartado un poco para orar, pero sus discípulos estaban con él. Entonces les preguntó: «Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo?»
19 Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, y otros que eres alguno de los profetas antiguos que ha resucitado.»
20 Entonces les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.»
21 Jesús les hizo esta advertencia: «No se lo digan a nadie».
22 Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días después resucitará.»
23 También Jesús decía a toda la gente: «Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga.
24 Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo, se perderá; y el que pierda su vida por causa mía, se salvará.
25 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se disminuye a sí mismo?
26 Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria de su Padre con los ángeles santos.
27 En verdad les digo que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto el Reino de Dios.»
La transfiguración de Jesús
28 Unos ocho días después de es tos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar.
29 Y mientras estaba orando, su cara cambió de as pecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante.
30 Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él.
31 Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén.
32 Un sueño pesado se había apoderado de Pedro y sus compañeros, pero se despertaron de repente y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
33 Como éstos estaban para irse, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pero no sabía lo que decía.
34 Estaba todavía hablando, cuan do se formó una nube que los cubrió con su sombra, y al quedar envueltos en la nube se atemorizaron.
35 Pero de la nube llegó una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo.»
36 Después de oírse estas palabras, Jesús estaba allí solo.
36 Los discípulos guardaron silencio por aquellos días, y no contaron nada a nadie de lo que habían visto.
Jesús sana al joven epiléptico
37 Al día siguiente, cuando bajaban del cerro, les salió al encuentro un tropel de gente.
38 De pronto un hombre de entre ellos empezó a gritar: «Maestro, te lo suplico, mira a este muchacho, el único hijo que tengo.
39 De repente un demonio se apodera de él y empieza a dar gritos, lo hace retorcerse con violencia y echar espumarajos, y no lo suelta sino cuando está totalmente molido.
40 He pedido a tus discípulos que echaran el demonio, pero no han sido capaces.»
41 Jesús respondió: «Gente incrédula y extraviada, ¿hasta cuándo estaré entre ustedes y tendré que soportarlos?
42 Trae acá a tu hijo.» Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo arrojó al suelo con violentas sacudidas. Pero Jesús habló al espíritu malo en tono dominante, curó al muchacho y se lo devolvió a su padre.
43 Todos quedaron asombrados ante una tal intervención de Dios.
43 Mientras todos quedaban admirados por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
44 «Escuchen y recuerden lo que ahora les digo: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.»
45 Pero ellos no entendieron estas palabras. Algo les impedía comprender lo que significaban, y no se atrevían a pedirle una aclaración.
¿Quién es el más importante?
46 A los discípulos se les ocurrió preguntarse cuál de ellos era el más importante.
47 Jesús, que conocía sus pensamientos, tomó a un niño, lo puso a su lado
48 y les dijo: «El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El más pequeño entre todos ustedes, ése es realmente gran de.»
49 En ese momento Juan tomó la palabra y le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para echar fuera demonios, y le dijimos que no lo hiciera, pues no te sigue junto a nosotros.»
50 Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan, pues el que no está contra ustedes está con ustedes.»

El viaje a Jerusalén (9,51—13,21)
– primera etapa: escuchar y poner en prÁctica el Evangelio (9,51)
– segunda etapa: la puerta estrecha (13,22-17,10).
– Tercera etapa: esperar la venida del Reino (17,11).
No quieren acoger a Jesús en un pueblo
51 Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén.
52 Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento.
53 Pero los samaritanos no lo quisieron recibir porque se dirigía a Jerusalén.
54 Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?»
55 Pero Jesús se volvió y los reprendió.
56 Y continuaron el camino hacia otra aldea.
Las exigencias del Maestro
57 Mientras iban de camino, alguien le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.»
58 Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza.»
59 Jesús dijo a otro: «Sígueme». El contestó: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.»
60 Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a anunciar el Reino de Dios.»
61 Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia.»
62 Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 9
9,12

Véase el comentario de Mc 6,34.

Esta multiplicación del pan se narra en los cuatro Evangelios, algo que sucede con muy pocos episodios en los Evangelios. Además otra multiplicación del pan se narra en Mt 15,32 y Mc 8,1.

Tal vez esta abundancia se deba a que la multiplicación del pan es uno de los milagros de Jesús que mejor demuestran su poder absoluto sobre las leyes de la naturaleza (véase el comentario de Mc 8,1). Es también consecuencia de que los Evangelistas veían en ella un anuncio de la Eucaristía, como aparece en Jn 6.

En tiempos de Jesús los judíos eran un pueblo pobre, demasiado numeroso para una tierra fértil pero de escasa extensión. Debían ser numerosos (como lo son hoy) los que compar-tían sus últimos recursos con alguno más pobre, confiados en que Dios se lo devolvería. Jesús no podía ser menos que ellos. El milagro que realiza en ese momento viene a confirmar en su fe a un sinnúmero de creyentes humildes, tal vez no muy adictos a la Iglesia, pero que a menudo arriesgan todo lo que les queda.
9,18

Esto ocurre cerca de Cesarea de Filipo, balneario situado al extremo norte de Palestina, al pie del monte Hermón. Jesús, que ya no se sentía seguro en Galilea, se había alejado hacia las fronteras. Según su costumbre había enviado a los Doce delante de él a los pueblos por donde iba a pasar, para preparar su llegada.

¿Quién dice la gente que soy yo? Y ustedes, ¿qué les contaban de mí cuando estaban entre ellos? ¿Quién les decían que soy yo? Pedro se adelanta, seguro de que no se equivoca al presentar a su Maestro como el Mesías, el Enviado de Dios.

Jesús no niega que lo sea, pero les prohibe que en adelante lo digan. Puesto que según la gente el Libertador debía aplastar a sus enemigos, ¿podrían los apóstoles usar un término que sería entendido al revés? Jesús, por su parte, sabe que corre hacia un fracaso.

Comparando este relato con Mc 8,27 y Mt 16,13, es fácil ver que Mateo colocó en este lugar una promesa muy importante de Jesús a Pedro. Lucas la recordará en 22,31.
9,22

¿Por qué Jesús hizo a sus apóstoles las preguntas anteriores? Porque para él había llegado el momento de anunciarles su pasión. Ya que sus apóstoles ahora lo reconocían como el Salvador prometido a Israel, debían también saber que el fracaso y la muerte estaban inscritos en el destino del Salvador. Y debía ser rechazado incluso por las autoridades del pueblo de Dios.
9,23

Jesús añade inmediatamente después que todos hemos de compartir su victoria sobre la muerte, y que esto dependerá de la orientación que demos a nuestra vida. Debemos elegir entre servir o ser servido, sacrificarse por los demás o aprovecharnos de ellos. En la auténtica vida familiar, el niño no es el centro o el rey que tiene como esclavos a sus padres, sino que debe aprender a servir y a darse.

Que cargue con su cruz de cada día. Es una comparación tremenda: alude a los condenados que arrastraban el madero en que iban a ser clavados. Pero Jesús habla de la cruz que Dios da a cada uno y que nadie ha escogido. No se trata de arrastrarla a la fuerza, sino de amarla, porque el Señor la quiso para nosotros.
9,24

Jesús se refiere a la orientación general de nuestra vida. Está muy lejos de los que solamente se preocupan por “evitar los pecados”, mientras siguen con sus propias ambiciones y su deseo de gozar al máximo la presente existencia. El solo hecho de buscar una vida sin riesgos nos aleja del camino de Dios.
9,26

Dios pide que demos testimonio de nuestra fe con la fidelidad a las exigencias del Evangelio. ¿Y pueden los cristianos quedarse callados en los períodos de violencia, y no realizar ningún gesto concreto que sea una señal de lo que piensan y viven?
9,28

Véase el comentario de Mc 9,1.

Al empezar su ministerio Jesús recibió una revelación (Lc 3,21). Ahora en la transfiguración recibe otra comunicación divina, cuando está para empezar una nueva etapa: la pasión.

Ni siquiera los milagros de Jesús han convencido a sus compatriotas. Su sacrificio será más eficaz que sus palabras para encender el amor y el espíritu de sacrificio en todos los que en adelante continuarán su obra salvadora.

Pedro, Santiago y Juan. Estos tres ocupaban un lugar privilegiado entre los Doce (Mc 1,29; 3,16; 5,37; 10,35; 13,3). Jesús los trataba como personas y cada cual crecía a su ritmo; no todos estaban listos para compartir su oración, menos todavía para entrar con él en la nube.

Subió a un cerro a orar. Muy posiblemente fue una noche de oración, durante la cual se produjo el acontecimiento que Jesús esperaba. Esta transfiguración estaba destinada ante todo a él mismo. No lo sabía todo de antemano, y no se le ahorraron las dudas y las angustias. No parece que el Padre se haya mostrado con él muy pródigo en favores: más bien sirvió sin esperar recompensas celestiales. Ese día, sin embargo, recibió la certeza de cuál era el fin de su misión.

El evento iba también destinado a los que fueron testigos. Les ayudará a comprender y a creer en la Resurrección cuando llegue la hora. La llamada “Segunda carta de Pedro” no se equivoca al insistir en ese testimonio de Dios, aun cuando lo haga de una manera sofisticada (2Pe 1,17).

Muchos hombres han sido considerados como profetas en la historia, o como “el” profeta, pero ninguno pretendió dar un testimonio semejante de Dios en su favor. Je sús, por su parte, se apoyó en testimonios, co men zando por el de Juan Bautista, puesto que en toda la revelación bíblica la fe se apoya en testimonios. Aquí quienes reconocen a Jesús son Moisés, el fundador de Israel, y Elías, el padre de los profetas.
9,35

Éste es mi Hijo. Véase el comentario en 3,22. Jesús es el que esperaban Moisés y Elías, cuya venida prepararon, aun cuando por el momento tengan que confortarlo, pues lleva todavía consigo la debilidad de nuestra condición humana.
9,46

Ver el comentario de Mc 9,33.

Marcos recordó el gesto cariñoso de Jesús que abraza a un niño. Gesto muy extraño para la gente de su tiempo, porque los niños no eran tomados en cuenta y los maestros de religión invitaban a educarlos sin mansedumbre.

Jesús no contesta a la cuestión de los apóstoles sobre cuál de ellos era él más importante, porque lo que cuenta no es llegar a ser el más importante, sino ser el que más se acerca a Cristo. Y a Cristo hay que recibirlo en la persona de los más pequeños.
9,51

Con este versículo comienza la segunda parte del Evangelio de Lucas (véase la Introducción). Después de recordar las actuaciones de Jesús en Galilea, Lucas transmite numerosos discursos que Jesús pronunció en diversas circunstancias; y para dar continuidad a su relato, imagina que Jesús fue dando esas respuestas mientras se desplazaba de Galilea a Jerusalén, donde se desarrollará la tercera parte de su Evangelio.

Tenemos entonces a Jesús pasando por Samaria, provincia hostil a los judíos, pero Lucas, que tiene siempre presentes en la mente los textos del Antiguo Testamento, sabe que esos fueron los lugares donde los profetas Elías y Eliseo ejercieron su ministerio. Por lo tanto se referirá varias veces a ese pasado.
9,53

Las tradiciones (o las leyendas) decían que el profeta Elías había hecho caer fuego del cielo sobre los que lo despreciaban (2Re 1,10); Jesús rechaza este llamado a Dios y esta manera de aplastar a los “malvados”.

Jamás los profetas habían tenido conciencia de la violencia que los embargaba y Jesús es el primero en denunciarla. Nuestra época está descubriendo que las cruzadas contra los “malos” ocultan habitualmente la violencia sin límites de los “buenos”.

Pareciera que cada vez que Jesús se encuentra con samaritanos nos indicara una nueva manera de mirar a los que no comparten nuestra fe. Casi siempre las religiones han sido agresivas y muchas veces violentas, muy especialmente las que se presentan como una revelación del Dios único, y ese era el caso del Antiguo Testamento.

Jesús no comparte ese fanatismo; nos enseña a no confundir la causa de Dios con la nuestra ni con los intereses de nuestra comunidad religiosa; es un respeto absoluto por quienes Dios lleva por otro camino.
9,56

Jesús los reprendió. Varios manuscritos añaden: “No saben de qué espíritu son ustedes; el Hijo del Hombre no ha venido para perder sino para salvar” (ver 19,10).
9,57

Contrastando con la habitual comprensión de Jesús para con todo lo humano, aquí lo vemos en actitud muy exigente con ése que lo quiere seguir; no puede perder el tiempo en la formación de personas que no están dispuestas a sacrificarlo todo por el Evangelio.

Tal vez el tercero de estos candidatos esperara en su interior que, en el momento de despedirse, la gente de su casa le suplicaría que no hiciera tal locura. Así se quedaría con buena conciencia: yo quisiera, pero...
9,59

Que yo pueda enterrar a mi padre. Lo más probable es que quería cuidar de su anciano padre hasta el momento en que lo fuera a enterrar (Tob 6,15).

Deja que los muertos entierren a sus muertos. Ante palabras tan abruptas, hay que evitar dos tipos de actitudes. Una consiste en tomar tales palabras como un precepto que se dirige a todos, sin excepciones; la otra, mucho más frecuente, consiste en decir: “Eso no se debe tomar al pie de la letra, es sólo la manera oriental de expresarse”.

Para Jesús no se puede ser su discípulo ni entrar en el Reino sin tener una experiencia de libertad, y es difícil pensar que alguien es realmente libre si no ha tenido la oportunidad de actuar de un modo distinto a lo que su medio comprende y acepta. Pensemos en Francisco de Asis mendigando en su propia ciudad después de haber vivido como el hijo de un rico.

Tú tienes que ir a anunciar el Reino de Dios. Si se te presenta un llamado de Jesús, esa es la voluntad de Dios con respecto a ti en ese momento preciso. Déjate de excusas; tus obligaciones son tales sólo en un mundo de muertos.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 10
Jesús envía a los setenta y dos discípulos
1 Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos, delante de él, a todas las ciudades y lugares adonde debía ir.
2 Les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha.
3 Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos.
4 No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos.
5 Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo: La paz sea en esta casa.
6 Si en ella vive un hombre de paz, recibirá la paz que ustedes le traen; de lo contrario, la bendición volverá a ustedes.
7 Mientras se queden en esa casa, coman y beban lo que les ofrezcan, porque el obrero merece su salario.
8 No vayan de casa en casa. Cuan do entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan,
9 sanen a los enfermos y digan a su gente: El Reino de Dios ha venido a ustedes.
10 Pero si entran en una ciudad y no quieren recibirles, vayan a sus plazas y digan:
11 Nos sacudimos y les dejamos hasta el polvo de su ciudad que se ha pegado a nuestros pies. Con todo, sépanlo bien: el Reino de Dios ha venido a ustedes.
12 Yo les aseguro que, en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad.
13 ¡Pobre de ti, Corazaín! ¡Pobre de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se han hecho en ustedes se hubieran realizado en Tiro y Sidón, hace mucho tiempo que sus habitantes se habrían arrepentido, poniéndose vestidos de penitencia, y se habrían sentado en la ceniza.
14 Con toda seguridad Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que ustedes en el día del juicio.
15 Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que te elevarás hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el lugar de los muertos.
16 Quien les escucha a ustedes, me escucha a mí; quien les rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»
Jesús da gracias al Padre
17 Los setenta y dos discípulos volvieron muy contentos, diciendo: «Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre.»
18 Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes.
20 Sin embargo, alégrense no porque los espíritus se someten a ustedes, sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos.»
21 En ese momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad.
22 Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos; nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera dárselo a conocer.»
23 Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
24 Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.»
El buen samaritano
25 Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?»
26 Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?»
27 El hombre contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
28 Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.»
29 El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?»
30 Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto.
31 Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vió, dio un rodeo y siguió.
32 Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, dio un rodeo y pasó de largo.
33 Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio, pero éste se compadeció de él.
34 Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo.
35 Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.»
36 Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se hizo el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?»
37 El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»
Marta y María
38 Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
39 Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra.
40 Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. En cierto momento Marta se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude.»
41 Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas:
42 una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.»

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 10
10,1

Véase el comentario de Mt 10,5 y Mc 6,7.

Lucas recuerda una misión de los Setenta y dos (o de los Setenta), después de la de los Doce (9.1). Los apóstoles eran doce, conforme al número de las tribus de Israel; la cifra de setenta aludía entonces a las naciones paganas y a los setenta ancianos que fueron asociados a la misión de Moisés (Núm 11,16). Esta misión prefigura la tarea que incumbe a la Iglesia hasta el fin del mundo: evangelizar a las naciones (Mt 28,19).

Jesús formó a los suyos encargándoles una tarea: no hay discípulo que no haya vivido la experiencia de la misión. Es probable que envió a los setenta poco después de haberlos llamado; hoy todavía los misioneros más entusiastas son a menudo los recién convertidos.
10,4

Visitar a conocidos: el texto dice “saludar”. Los misioneros perderán pronto sus alas si se quedan conversando o piden hospitalidad a amigos que no han acogido el Reino. Que cuenten más bien con la Providencia del Padre, quien les abrirá el corazón y la casa de desconocidos.

Jesús impone a esos misioneros que partan sin provisiones ni seguridades, para que vean cómo el Padre cuida de ellos. Si no han hecho una experiencia así, ¿cómo podrían predicar la confianza en él?

Los envió de dos en dos. Jesús pide que haya un testimonio común, que la misión sea un acto de la comunidad. La misión es el elemento primordial de una comunidad preocupada de transmitir su experiencia.
10,5

¡La paz sea en esta casa! Los misioneros no vienen para discutir, sino que saben escuchar, conocer y amar a los que visitan. El Reino se hace presente al entrar ellos.

Muchos de los que reciben alegremente a los que les anuncian la Palabra no se integrarán en una comunidad cristiana, pero no por eso se habrá perdido el esfuerzo de los misioneros, pues tales personas recordarán ese paso del Señor y vivirán con más fe su vida diaria. En todo caso, siempre habrá algunos a quienes el Señor tocará el corazón en esa ocasión y que llegarán a ser miembros activos de su Iglesia.
10,8

Sanen a los enfermos. Jesús no vino a dar la salud a todos los enfermos, sino a traer la salvación. Y somos salvados mediante el sufrimiento y la cruz. Los enviados de Jesús no pretenden sustituir a los médicos; no proclaman la fe como un medio para ser sanado, porque sería rebajarla. Pero ofrecen la “sanación” a los que todavía no han descubierto que el reino de Dios y su misericordia han venido a nosotros.

Un abismo separa nuestro mundo del que existía en tiempo de Jesús, y sería un error querer copiar todo lo que él hizo. También sería un grave error pensar que en el tiempo presente la tarea de curar los males corresponde sólo a los médicos.

Donde hay una comunidad cristiana, a ella le toca atender y visitar a los enfermos como un signo de que es la familia de todos y se preocupa por todos. El amor demostrado por el que lo visita alienta al enfermo, le produce alegría y agradecimiento y por consiguiente lo dispone a una renovación profunda y al perdón de los pecados. Ver también Santiago 5,13.

Y un día cualquiera los que visitan al enfermo comprenderán que deben rogar juntos para pedir la curación y Dios la dará: ver Santiago 5,13
10,9

La proclamación del Reino de Dios va acompañada por los signos que Dios ofrece. No puede haber misión sin la oración comunitaria que pide semejantes curaciones. Véase también Stgo 5,13.10.16.
10,17

Véase el comentario de Mt 11,25.

¿Qué son estas cosas que Dios ha revelado a los pequeñitos, sino la fuerza misteriosa del Evangelio para transformar a los hombres y llevarlos a la verdad?

Hay que fijarse en la forma tan hebrea de la respuesta de Jesús al retomar las palabras de sus discípulos. Ellos dicen: Tu nombre y Jesús responde; los nombres de ustedes. Los discípulos se alegran y Jesús dice: no se alegren. Satanás cae del cielo, y lo que está escrito en el cielo son los nombres de los discípulos. Nótese también que los discípulos hablan de los demonios que se les sometieron y Jesús dice: los espíritus; y para él el adversario no son los espíritus sino Satanás.

Los sabios y entendidos no saben tal vez lo más importante. No pueden decir a dónde va el mundo hasta que no ven cómo está actuando el poder de Dios ahí donde se proclama a Jesús.

Los pequeños, en cambio, han descubierto lo esencial. Ayer no más pensaban que eran una generación sacrificada, pues de generación en generación se sacrifican por sus hijos o son sacrificados por el poder, que les promete felicidad para los que vengan después. Ahora sin embargo lo tienen todo si tienen a Jesús, porque todo le ha sido entregado por el Padre.

El pequeño vive su fe en las cosas modestas, pero sabe que sus sacrificios no se perderán. Jesús nos da a conocer al Padre y, conociéndolo según la verdad, también compartimos con él su dominio sobre los acontecimientos. Nuestras oraciones son poderosas porque hemos llegado a ese centro desde el cual Dios dirige las fuerzas que salvan a la humanidad; nuestros nombres ya están escritos en el cielo, porque ya hemos entrado en la vida eterna.

Evangelizar significa demostrar la fuerza del Evangelio para sanar a los hombres de sus demonios. Y para eso no es necesario caer en el activismo. Debemos reconocer que en estas cosas no podemos nada; debemos dar gracias al Padre que nos capacitó para ver, oír y para transmitir su salvación.
10,23

Dejen de envidiar a los grandes personajes, a los reyes y profetas de tiempos pasados. A ustedes, que no son reyes ni profetas, les ha tocado la mejor parte.
10,25

Otra vez tenemos un cuadro en que Lucas junta dos hechos diferentes, o más a menudo un hecho y una parábola. Porque el Evangelio no es sólo una colección de hechos o discursos, sino que se debe establecer un orden, mostrar las grandes líneas del mensaje, resaltar la figura del Hijo de Dios hecho hombre: esa es la misión que le ha sido confiada al evangelista.

Lucas recuerda la respuesta de Jesús al que lo interrogaba sobre el primer mandamiento (Mc 12,28), y agrega una parábola sobre el segundo mandamiento: la historia del buen samaritano.

A primera vista destacan los siguientes puntos:

– el samaritano corrió grandes riesgos (v. 30 y 35);

– superó la hostilidad entre judíos y samaritanos;

– no calculó sus obligaciones, pero dejó que hablara su corazón.

Este hombre dejó que Dios amara a través de él antes que hacerle el regalo de sus buenas obras.
10,29

En Lev 19,18 se lee el mandamiento de amar al prójimo, y los maestros discutían para saber si el prójimo era sólo un miembro de la familia, un miembro del entorno, un compatriota... Algunos pensaban que el prójimo podría ser un no judío en vía de conversión, pero nunca se iba más allá de las fronteras del pueblo elegido, y menos aún se pensaba en un samaritano: véase en la misma Biblia Sir 50,26.

Jesús hace mucho más que ampliar la noción de prójimo, escapa a la gran preocupación de entonces, esto es, a qué obligaba la Ley. Hace del amor al prójimo un amor verdadero, que nace de un llamado interior más fuerte que el peligro, un amor que no se detiene aunque se vean los riesgos que se corren.
10,36

Incluso hoy muchos de los lectores se saltan este versículo sin darse cuenta que Jesús dio vuelta a la pregunta planteada y la dejó sin respuesta. Se le preguntó: ¿quién es el otro al que “debo” ayudar?, y Jesús respondió: sé tú capaz de “hacerte” el prójimo de aquel con quien te encuentras.
10,38

Jesús ha sido recibido junto con su grupo en casa de una familia donde no falta lo necesario y donde habían estado ya en otras ocasiones; aparentemente, no hay dueño de casa. Esto debe suceder en Betania, en casa de Marta, tal como en Jn 11,1 y 12,1.
10,39

Con mucha probabilidad María formaba parte del grupo que llegó con Jesús y se quedó allí con los hombres escuchando en vez de ir a servir junto con las mujeres, como lo exigía la costumbre. Se sentó a los pies del Señor. Es la actitud tradicional del discípulo, sentado a los pies de su maestro.

María se sentía bien allí, y también sabía que su presencia no desagradaba a Jesús. Supo aprovechar esos breves momentos en que Jesús podía ser de ella y ella de él, escuchándolo. El Evangelio notará sus intuiciones y el trato privilegiado que le es reservado durante los últimos días de Jesús en la tierra.

Muchas cosas son necesarias en la vida de hogar: limpiar, preparar la comida, cuidar de los hijos, etc. Pero si con todo eso ya no queda tiempo para escuchar a los demás, ¿de qué vale esa vida? Hacemos quizás muchas cosas necesarias para el servicio de Dios y del prójimo, y sin embargo, una sola es necesaria para todos: estar disponibles para Jesús cuando se hace presente.

También la oración puede ser una manera de estar agitado como Marta: se inquieta buscando sus rezos; se van multiplicando las palabras, exponiendo cien veces al Señor las inquietudes; el responsable de la celebración se pone nervioso por el canto o la homilía que tal vez no salen a la perfección...

Orar es tomarse el tiempo para escuchar, para meditar en silencio la Palabra de Dios, es acallar nuestros deseos para poner toda la atención en Dios, que está presente secretamente, y para unirnos a su voluntad.
10,42

La parte mejor: ¿la escucha de la Palabra de Dios? ¿haber seguido al grupo de Jesús sin miedo al qué dirán? ¿ser uno de aquellos que olvidan hasta las cosas llamadas necesarias cuando se presenta la oportunidad que no se debe perder?
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 11
Jesús nos enseña cómo orar
1 Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Al ter minar su oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
2 Les dijo: «Cuando recen, digan:
2 Padre, santificado sea tu Nombre,
2 venga tu Reino.
3 Danos cada día el pan que nos corresponde.
4 Perdónanos nuestros pecados,
4 porque también nosotros perdonamos
4 a todo el que nos debe.
4 Y no nos dejes caer en la tentación.»
5 Les dijo también: «Supongan que uno de ustedes tiene un amigo y va a medianoche a su casa a decirle: “Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle”.
7 Y el otro le responde a usted desde adentro: «No me molestes; la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos ya acostados; no puedo levantarme a dártelos».
8 Yo les digo: aunque el hombre no se levante para dárselo porque usted es amigo suyo, si usted se pone pesado, al final le dará todo lo que necesita.
9 Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán.
10 Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta se le abrirá.
11 ¿Habrá un padre entre todos ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan?
12 Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión?
13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará espíritu santo a los que se lo pidan!»
Jesús y Belzebú
14 Otro día Jesús estaba expulsando un demonio: se trataba de un hombre mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar y la gente quedó admirada.
15 Pero algunos de ellos dijeron: «Este echa a los demonios con el poder de Belzebú, jefe de los demonios.»
16 Y otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal que viniera del cielo.
17 Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Una nación dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras otro.
18 Si Satanás también está dividido, ¿podrá mantenerse su reino? ¿Cómo se les ocurre decir que yo echo los demonios invocando a Belzebú?
19 Si yo echo los demonios con la ayuda de Belzebú, los amigos de ustedes, ¿con ayuda de quién los echan? Ellos juzgarán lo que ustedes acaban de decir.
20 En cambio, si echo los demonios con el dedo de Dios, comprendan que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
21 Cuando el Fuerte, bien armado, guarda su casa, todas sus cosas están seguras;
22 pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quitará las armas en que confiaba y distribuirá todo lo que tenía.
23 El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
24 Cuando el espíritu malo sale del hombre, empieza a recorrer lugares áridos buscando un sitio donde descansar. Como no lo encuentra, se dice: Volveré a mi casa, de donde tuve que salir.
25 Al llegar la encuentra bien barrida y todo en orden.
26 Se va, entonces, y regresa con otros siete espíritus peores que él; entran y se quedan allí. De tal modo que la nueva condición de la persona es peor que la primera.»
27 Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: «¡Feliz la que te dio a luz y te crió!»
28 Jesús replicó: «¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!»
29 Aumentaba la multitud por la gente que llegaba y Jesús empezó a decir: «La gente de este tiempo es gente mala. Piden una señal, pero no tendrán más señal que la señal de Jonás.
30 Porque así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, de igual manera el Hijo del Hombre será una señal para esta generación.
31 La reina del Sur resucitará en el día del Juicio junto con la gente de hoy y los acusará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes mucho más que Salomón.
32 Los habitantes de Nínive resucitarán en el día del Juicio junto con la gente de hoy y los acusarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí ustedes tienen mucho más que Jonás.
33 Nadie enciende una lámpara para esconderla o taparla con un cajón, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la claridad.
34 Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo recibe la luz, toda tu persona tendrá luz; pero si tu ojo está oscurecido, toda tu persona estará en oscuridad.
35 Procura, pues, que la luz que hay dentro de ti no se vuelva oscuridad.
36 Si toda tu persona se abre a la luz y no queda en ella ninguna parte oscura, llegará a ser radiante como bajo los destellos de la lámpara.»
¡Pobres de ustedes, fariseos!
37 Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Entró y se sentó a la mesa.
38 El fariseo entonces se extrañó al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de ponerse a comer.
39 El Señor le dijo: «Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos!
40 El que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo interior?
41 Pero, según ustedes, simplemente con dar limosnas todo queda purificado.
42 ¡Pobres de ustedes, fariseos! Ustedes dan para el Templo la décima parte de todo, sin olvidar la menta, la ruda y las otras hierbas, pero descuidan la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que tienen que practicar, sin dejar de hacer lo otro.
43 ¡Pobres de ustedes, fariseos, que les gusta ocupar el primer puesto en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
44 ¡Pobres de ustedes!, porque son como esas tumbas que apenas se notan: uno no se da cuenta sino cuando ya las ha pisado.»
45 Un maestro de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, al hablar así nos ofendes también a nosotros.»
46 El contestó: «¡Pobres de ustedes también, maestros de la Ley, porque imponen a los demás cargas insoportables, y ustedes ni siquiera mueven un dedo para ayudarles!
47 ¡Pobres de ustedes, que construyen monumentos a los profetas! ¿Quién los mató sino los padres de ustedes?
48 Así, pues, ustedes reconocen lo que hicieron sus padres, pero siguen en lo mismo: ellos se deshicieron de los profetas, y ustedes ahora pueden construir.
49 La Sabiduría de Dios dice también: Yo les voy a enviar profetas y apóstoles, pero esta gente matarán a unos y perseguirán a otros.
50 Por eso, a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo:
51 desde la sangre de Abel, hasta la de Zaca rías, que fue asesinado entre el altar y el Santuario. Sí, yo se lo aseguro: la generación presente es la que tendrá que responder.
52 ¡Pobres de ustedes, maestros de la Ley, que se adueñaron de la llave del saber! Ustedes mismos no entraron, y cerraron el paso a los que estaban entrando.
53 Cuando salió de allí, los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a hostigarlo muy duramente.
54 Le pedían su parecer sobre un montón de cosas y le ponían trampas para sorprenderlo en alguna de sus respuestas.

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 11
11,1

Este texto de la “oración del Señor” es más corto que el de Mateo 6,9. En él encontramos las palabras claves de la fe de la Biblia:

El Padre, primer nombre del Dios único;

El Reino de Dios que viene al mundo;

La petición del pan (para todos), porque no hay asegurado nada;

El perdón, ley fundamental;

El carácter militante de la existencia cristiana frente al mal en el mundo.
11,5

La parábola de Jesús pinta la situación de las familias sencillas de su tiempo. La casa en Palestina sólo tenía una pieza, y cuando todos se habían tendido sobre las alfombras o las cañas y pajas en que dormían juntos y tapados por las mismas mantas, era muy difícil levantarse a buscar algo en la oscuridad sin desarmar todo.
11,9

Nótese que Jesús no habla sólo de pedir a Dios, sino también de buscar e incluso de pedir a otros que tienen y que saben lo que no sabemos, aun cuando nos parezca humillante aparecer como pobres e ignorantes. También es muy notable el ejemplo que da Jesús: ese hombre no pedía para sí mismo sino para poder atender a un amigo de paso.
11,13

En Mt 7,11 leemos: “dará buenas cosas”; Lucas en cambio dice aquí: “dará espíritu santo”, o el Espíritu santo. Según su costumbre quiere poner de relieve la experiencia interior. La oración cristiana nunca es en primer lugar “para obtener”, sino que es una búsqueda en la que se descubre a Dios y nos descubrimos a nosotros mismos, o más bien, nos transformamos poco a poco, siendo más flexibles al Espíritu de Dios.

El camino se hará siempre manteniendo los pies sobre la tierra; será necesario que se sientan las necesidades, que se indigne con el mal, que se desee y se quiera obtener a cualquier precio; en fin de cuentas ya no verá las cosas de la misma manera y Dios también habrá hecho lo que pueda para que la situación, los obstáculos y las esperanzas se presenten de otro modo.

Jesús no dice nada sobre las súplicas dirigidas a los santos.

La Iglesia es una familia y la muerte no es una barrera. Así como pedimos a nuestros amigos que recen por nosotros, de igual manera conviene que nos dirijamos a nuestros hermanos los santos. Nadie tiene por qué criticarnos si a veces demostramos tener confianza en su intercesión, cuando son personas cuya vida y obras conocimos.

Esta “súplica” a los santos no debe confundirse con la petición perseverante que nos hace entrar en el misterio de Dios. María, Madre de Dios, es la única criatura que pueda acompañarnos en la oración, porque Dios la hizo nuestra Madre, porque depositó en ella toda la misericordia que nos reservaba y porque la unió a sí mismo en forma tal que, mirándola a ella, siempre encontramos la presencia viva de Dios.
11,14

Véase el comentario de Mc 3,22 y Mt 12,23.
11,20

Con el dedo de Dios. Es la misma expresión usada en Ex 8,15 para indicar el poder de Dios que obra milagros.
11,23

Esta sentencia parece contradecir lo que se dice en Lc 9,50: “quien no está contra us tedes, está con ustedes”.

En Lc 9,50 Jesús reconoce que su familia espiritual desborda en mucho al grupo visible de sus discípulos; el que trabaja en la misma dirección, aunque no pertenezca a la Iglesia, debe ser considerado amigo. Aquí en cambio Jesús habla de los que no quieren definirse frente a su mensaje y pretenden quedarse neutros; estos no le facilitan la tarea y luego lo criticarán.
11,24

Los judíos creían que los espíritus malos vivían preferentemente en el desierto o más bien que Dios los relegaba en esos lugares (Tob 8,3). La casa de que habla Jesús es el pueblo que lo rodea; véase en Mt 12,43.
11,27

Esta mujer está admirada de la manera de hablar de Jesús, pero se equivoca al pensar que su madre y sus parientes puedan sentirse orgullosos de ello; además pierde el tiempo si sólo admira la palabra en lugar de hacerla propia. Jesús le devuelve la alabanza: que se sienta orgullosa del Padre cuya palabra se le comunica, y de sí misma porque Dios la invita a entrar en la familia de sus hijos.

Esta bienaventuranza recuerda lo dicho en 8,21 donde Jesús indicaba su verdadera parentela. No es necesario demostrar que Jesús no rebaja en nada a su madre, ya que el mismo texto, si se lee bien, indica que la escucha de la Palabra fue la raíz de su maternidad.
11,29

Jesús se refiere a la historia de Jonás. La única señal divina concedida a los pecadores de Nínive fue la venida de Jonás que los invitaba a la penitencia. Los contemporáneos de Jesús se creían “los buenos”, y no se daban cuenta de que había llegado la hora en que solamente podían arrepentirse.
11,31

Jesús retoma la imagen del juicio en que cada uno se excusa demostrando que los demás se han comportado peor que él.

El texto griego dice: la reina del Sur “se levantará”. Este verbo tiene aquí un doble sentido. La reina del Sur será el testigo a cargo que se levanta para acusar. Y también el verbo “levantarse” es usado en el Nuevo Testamento en el sentido de “resucitar”; ella resucitará junto con esta gente.
11,37

Véase el comentario de Mt 23.

La Biblia no exigía las purificaciones a las que se refiere también Mc 7,3, pero los maestros del tiempo de Jesús insistían cada vez más en la necesidad de las mismas. Jesús se rebela contra estas nuevas obligaciones: ¿por qué no se fijan primeramente en la purificación interior?

Las palabras de Jesús, aparentemente muy duras, no sorprenderán en la misma Iglesia a quienes advirtieron del peligro de pertenecer a un grupo considerado una elite, lo que es suficiente para perder la humildad y luego el Evangelio; el grupo pasa a ser a menudo el lugar en el que se cobijan poderosos intereses.

Es una gracia tener un buen conocimiento de la doctrina o cumplir un ministerio o haber integrado un grupo de más seriedad en la práctica cristiana, pero habrá que estar muy atentos, pues con todo eso se hará más difícil conservar la humildad.

Un buen número de fariseos integraban la primera comunidad cristiana y eran además influyentes (He 15,5). Tal vez la actitud hostil adoptada por el partido de los Fariseos en los años siguientes contribuyó a rememorar esos reproches de Jesús, pero tales reproches ya estaban y no hay ninguna razón para callarlos.
11,41

El texto dice: “Den limosnas con lo que tienen, y todo es puro para (o según) ustedes” (el verbo está en presente). Nuestra traducción pone para (o según) ustedes en el medio de la oración para que quede más claro que Jesús hablaba de manera irónica. Jesús sabía que los fariseos ofrecían limosnas y más que cualquiera (Mt 6,2) y eso les proporcionaba una buena conciencia.
11,49

Yo les voy a enviar profetas... Los que pusieron por escrito antes que Lucas estas palabras de Jesús (que se leen también en Mt 23,34), las int rodujeron con esta fórmula: “La Sa biduría de Dios dice”, que era una modo de de signar a Jesús. Lucas, al ubicar estas líneas dentro del discurso de Jesús, se olvidó de su primirla, lo que habría dado más claridad.

Los fariseos y los maestros de la ley serán los principales responsables de la persecución contra los primeros cristianos (contra esos apóstoles y profetas que él va a enviar). La generación de Jesús estaba convencida de que Dios reclamaría venganza por la sangre de los mártires, pero sólo pensaba en los que habían sido masacrados por los enemigos de Israel. Jesús, en cambio, afirma que la presente gene ración, incluidos sus guías religiosos, es culpable y pagará; así anuncia la destrucción de la nación judía en el año 70.

Nos podría resultar extraña esa profecía de Jesús que hace recaer en sus contemporáneos toda la sangre derramada desde la creación del mundo. ¿Acaso eran más culpables que cual quier otra colectividad de otra época? No obs-tante, si damos al Hijo de Dios hecho hombre el lugar que le corresponde en la historia, debemos pensar que en la muerte de Jesús y los sucesos que siguieron estuvo presente de alguna manera toda la violencia de la humanidad.

La certeza de un cambio en la historia en el que se restablezca la justicia, está inscrita en la Biblia. Ese “juicio” se verifica de una manera especial en la historia del pueblo de Dios, que frecuentemente persigue a los profetas y ahoga el Evangelio del que es portador; también se verifica a escala mundial. El Apocalipsis de Juan dará un gran espacio al juicio de aquella Roma dueña y señora de las riquezas del mun do en tiempos de la primera Iglesia
11,52

Impusieron su propia organización, sus escuelas, sus temas de investigación; pero sin embargo no abrían los corazones a la presencia divina. Jesús denuncia la oposición entre la ciencia de los maestros y el pan que se le niega al pueblo creyente (1Co 8,1).
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 12
No teman a los que matan
el cuerpo
1 Entre tanto se habían reunido miles y miles de personas, hasta el punto de que se aplastaban unos a otros. Entonces Jesús se puso a decir, especialmente para sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Nada hay tan oculto que no haya de ser descubierto o tan escondido que no haya de ser conocido.
3 Por el contrario, todo lo que hayan dicho en la oscuridad será oído a la luz del día, y lo que hayan dicho al oído en las habitaciones será proclamado desde las azoteas.
4 Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más.
5 Yo les voy a mostrar a quién deben temer: Teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ése a quien deben temer.
6 ¿No se venden cinco pajaritos por dos monedas? Pues bien, delante de Dios ninguno de ellos ha sido olvidado.
7 Incluso los cabellos de ustedes están contados. No teman, pues ustedes valen más que un sinnúmero de pajarillos.
8 Yo les digo: Si uno se pone de mi parte delante de los hombres, también el Hijo del Hombre se pondrá de su parte delante de los ángeles de Dios; 9 pero el que me niegue delante de los hombres, será también negado él delante de los ángeles de Dios.
10 Para el que critique al Hijo del Hombre habrá perdón, pero no habrá perdón para el que calumnie al Espíritu Santo.
11 Cuando los lleven ante las sinagogas, los jueces y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir;
12 llegada la hora, el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir.»
No está la vida en el poseer
13 Uno de entre la gente pidió a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia.»
14 Le contestó: «Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o partidor de herencias?»
15 Después dijo a la gente: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida.»
16 A continuación les propuso este ejemplo: «Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho.
17 Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas.
18 Y se dijo: Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas.
19 Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años: descansa, come, bebe, pásalo bien.»
20 Pero Dios le dijo: “¡Pobre loco! Esta misma noche te van a reclamar tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?”
21 Esto vale para toda persona que amontona para sí misma en vez de acumular para Dios.»
No se inquieten por cómo vivirán
22 Jesús dijo a sus discípulos: «No se atormenten por su vida con cuestiones de alimentos, ni por su cuerpo con cuestiones de ropa.
23 Miren que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. 24 Aprendan de los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen bodegas ni graneros y, sin embargo, Dios los alimenta. ¡Y ustedes valen mucho más que las aves!
25 ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura?
26 Si ustedes no tienen poder sobre cosas tan pequeñas, ¿cómo van a preocuparse por las demás?
27 Aprendan de los lirios del campo: no hilan ni tejen, pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como uno de ellos.
28 Y si Dios da tan lindo vestido a la hierba del campo, que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿qué no hará por ustedes, gente de poca fe?
29 No estén pendientes de lo que comerán o beberán: ¡no se atormenten! 30 Estas son cosas tras las cuales corren todas las naciones del mundo, pero el Padre de ustedes sabe que ustedes las necesitan.
31 Busquen más bien el Reino, y se les darán también esas cosas.
32 No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino.
33 Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce.
34 Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Estén preparados
35 Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas.
36 Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta.
37 Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno.
38 Y si es la medianoche o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes!
39 Si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro.
40 Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan.»
41 Pedro preguntó: «Señor, esta parábola que has contado, ¿es sólo para nosotros o es para todos?»
42 El Señor contestó: «Imagínense a un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de trigo.
43 Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su deber.
44 En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene.
45 Pero puede ser que el administrador piense: «Mi patrón llegará tarde». Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse,
46 llegará su patrón el día en que menos lo espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo enviará con los desleales.
47 Este servidor conocía la voluntad de su patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo. 48 Y si otro servidor hizo sin saber algo que merece azotes, recibirá menos golpes.
48 Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.
49 He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!
50 Pero también he de recibir un bautismo y ¡qué angustia siento hasta que no se haya cumplido!
51 ¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división.
52 Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres.
53 El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
54 También decía Jesús a la gente: «Cuando ustedes ven una nube que se levanta por el poniente, inmediatamente dicen: “Va a llover”, y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento sur, dicen: “Hará calor”, y así sucede.
56 ¡Gente superficial! Si ustedes saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no comprenden el tiempo presente?
57 ¿Cómo no son capaces de juzgar por ustedes mismos lo que es justo?
58 Mientras vas donde las au toridades con tu adversario, apro vecha la caminata para reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel.
59 Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo.

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 12
12,1

La hipocresía se refiere a los que nunca se comprometen sino que adoptan una actitud diplomática y se preocupan ante todo por no perder ninguna amistad.

Lo que sigue se lee también en Mt 10,28 y Mc 3,29.
12,13

¿Quién me ha nombrado juez? Como la Ley trataba tanto de los asuntos civiles como de los religiosos, los maestros de la Ley re solvían a menudo los pleitos. Jesús, por su parte, reserva su autoridad para lo esencial: desenmascarar la codicia que nos domina es más importante que examinar los derechos de cada uno.

Los Diez Mandamientos condenaban el de seo de lo que no nos pertenece (Ex 20,13 y 16); ese deseo prepara el robo. Jesús denuncia cualquier deseo de poseer. Si Dios debe ser amado por sobre todo, el corazón no puede estar dividido.
12,15

Que tu preocupación por obtener lo que te falta no te haga descuidar lo que hoy te daría vida.

No se trata de vivir resignados en la mediocridad y tampoco Jesús condena los esfuerzos por conseguir una sociedad más justa. Pero una cosa es buscar la justicia porque sin ella no hay paz ni comunión, y otra fijarse en lo que tienen otros para compartir su codicia. Hoy pretendemos exigir justicia, pero tal vez mañana solamente nos preocuparemos por tener más.

La codicia nunca permitirá descansar, y desde ya cierra la puerta del Reino.

Uno de los mayores obstáculos que se oponen a la liberación de los pueblos es su propia codicia. El día que acepten participar en los grandes boicots y no se dejen dividir por las promesas en beneficio de tal o cual categoría, serán más fuertes que cualquier trust o mafia, y encontrarán la vida como pueblos.
12,16

Jesús retoma el ejemplo dado por Sir 11,19 que sacaba esta conclusión: jamás se está seguro del futuro; aquí pone el acento sobre la lógica de la codicia: el rico sólo puede pensar en aumentar su fortuna, las empresas sólo pueden buscar más ganancias, los países ricos sólo pueden apropiarse un poco más de lo que no han conquistado todavía.
12,21

Esto vale para... En griego dice: “esta es la parte del que acumula...” como réplica a la frase del comienzo: dile que me dé mi parte.
12,24

En Mt 6,26 se hablaba de las aves, lo que ponía en buena compañía; Lucas habla de los cuervos, pájaros considerados malos y malhechores.
12,25

Hay dos traducciones posibles: prolongar un codo su vida, o crecer un codo. La primera es extraña; la segunda cae en lo fantástico. En cualquier caso se trata de una ironía: aún cuando eso nos pareciera fantástico, sería muy poca cosa para Dios.
12,32

No temas, pequeño rebaño. Jesús utiliza las palabras de consuelo que los profetas dirigían al pueblo de los pobres: So 3,11-18; Is 41,8-145; 54, 3-8.

El pequeño rebaño de los discípulos reúne a los que Dios eligió para que creyeran en su Hijo. En ningún lugar Jesús deja creer que con el tiempo la mayoría de la humanidad se convertirá. El siglo que acaba de comenzar, con los acontecimientos que estamos viendo, nos lleva a pensar que dentro de poco en casi todos los países la Iglesia será una minoría frecuentemente discriminada.

Jesús pide a cada uno el desprendimiento, y también lo pide al rebaño como tal. Lo importante para la Iglesia no es construir instituciones poderosas ni conquistar puestos de mando en la sociedad. Una Iglesia que aguarda el regreso del Maestro está siempre lista para dejar sus cosas, esté donde esté, cuando el Señor le pida ser nuevamente caminante y misionera.
12,32

Darles el Reino. Dios ya los ha introducido en el Reino, más todavía, los hizo responsables de él: cada una de estas palabras tiene su equivalente en las promesas hechas a Pedro (Mt 16,13-19).
12,33

Vendan lo que tienen. Dios exige a todos justicia, y a su Iglesia pobreza. El llamado a la justicia no será escuchado mientras la Iglesia no acepte todo el Evangelio.
12,35

La espera está en el corazón de la vida cristiana. El Evangelio no es tan sólo una forma de religión, sino que es el anuncio de la última etapa de la historia. Jesús vino de Dios para suscitar un pueblo, o comunidades, que preparen su vuelta.

Tengan puesta la ropa de trabajo. El texto griego dice: “Tengan los lomos ceñidos”. Eso significa tener las faldas del manto levantadas y amarradas a la cintura, lo que permite trabajar cómodamente.
12,37

Estar velando, o sea, preocupados por lo que será el mundo del mañana. Despiertos y lúcidos en todo lo que toca a la verdad; nunca quedarse en las preocupaciones, las ambiciones y las ideas tranquilizantes.
12,38

Al volver de las bodas el patrón se siente tan alegre que invierte el orden establecido y se pone a servir a sus servidores. Tal vez llevamos años sirviendo a Dios, ¿cómo no llegaría el momento en que Dios solamente se preocupa por regalarnos y festejarnos?

Este es uno de los textos que quieren convencernos de la increíble sencillez de Dios, de su cordialidad y su espíritu de servicio cuando quiere manifestarse a sus servidores (Gén 18,22; So 3,17).
12,41

Pedro preguntó. Se refiere a los responsables de las Iglesias.
12,45

Mi patrón llegará tarde. Los encargados pueden traicionar su misión. Más a menudo cometen el error de no ver más que el buen funcionamiento de las instituciones, y olvidan la o las venidas de Cristo.

Dios viene en cada momento a través de los acontecimientos que echan a perder nuestros planes. Por tanto la Iglesia no debe contar demasiado con la planificación de su actividad; ¿quién sabe lo que Dios nos reserva para mañana? Más bien debe cuidar la oración y la disponibilidad para que el Señor le conceda estar en la mejor posición cuando sacuda nuestro pequeño universo.

Estén despiertos para admirar, alegrarse, descubrir la presencia de Dios y sus favores que iluminan la vida.
12,49

¿Será necesario pensar que el fuego se refiere a algo determinado, como sería el amor, el Evangelio o el don del Espíritu Santo? Mejor nos quedamos con la figura del fuego que purifica. Fuego del juicio de Dios, destructor de todo lo que no puede someterse a su acción reformadora.

La muerte de Jesús pone en plena luz lo que estaba escondido en los corazones (Lc 2,35); asimismo pone de manifiesto la mentira y la violencia que mueven a nuestras sociedades, tal como pasó en torno a él en la sociedad judía de su tiempo.

Jesús inaugura los tiempos que verán una refundición de todas las realidades humanas: las fronteras serán abolidas, las culturas puestas en tela de juicio. Esto no se conseguirá sin el fuego y el sufrimiento. Los tiempos cristianos no serán menos trágicos que los anteriores: véase el Apocalipsis.
12,50

La palabra “bautizar” significa bañar o sumergir. Jesús es a la vez el jefe y el primero de los que enfrentarán la muerte como el paso necesario hacia la resurrección. Este paso, tan “angustioso” para Jesús como para nosotros, es el verdadero bautismo, el bautismo de fuego (ver Lc 3,16) que nos introduce a la vida gloriosa y eterna. Todos los demás bautismos que se celebran en nuestras iglesias no hacen más que preparar éste (Rm 6,3-5).

A continuación vienen palabras de Jesús muy desconcertantes para los que buscan junto a él la tranquilidad. Jesús divide a las naciones (véase Jn 10,1-4), a las familias y a los grupos sociales.
12,54

Los signos que se manifiestan en torno a Jesús son suficientes para que todos puedan entender que es la hora anunciada por los profetas, en que todos deben convertirse e Israel debe reconocer a su Salvador; mañana será ya tarde (v. 57-59).
12,58

Mientras vas donde las autoridades. Mateo aplica esta comparación a la reconciliación fraterna (5,23). Aquí en cambio Lucas la refiere a nuestra conversión. Estamos en marcha hacia el juicio de Dios, y eso es como ir ante las autoridades; por lo tanto, no perdamos esta oportunidad de salvarnos creyendo en el mensaje de Cristo.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 13
La higuera que no da fruto
1 En ese momento algunos le contaron a Jesús una matanza de galileos. Pilato los había hecho matar en el Templo, mezclando su sangre con la sangre de sus sacrificios.
2 Jesús les replicó: «¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás porque corrieron semejante suerte?
3 Yo les digo que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo.
4 Y aquellas dieciocho personas que quedaron aplastadas cuando la torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
5 Yo les aseguro que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, todos perecerán de igual modo.»
6 Jesús continuó con esta comparación: «Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló.
7 Dijo entonces al viñador: “Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente?”
8 El viñador contestó: “Señor, déjala un año más y mientras tanto cavaré alrededor y le echaré abono.
9 Puede ser que así dé fruto en adelante y, si no, la cortas.”
Una curación en día sábado
10 Un sábado Jesús estaba enseñando en una sinagoga.
11 Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan encorvada que no podía enderezarse de ninguna manera.
12 Jesús la vio y la llamó. Luego le dijo: «Mujer, quedas libre de tu mal». 13 Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se puso a alabar a Dios.
14 Pero el presidente de la sinagoga se enojó porque Jesús había hecho esta curación en día sábado, y dijo a la gente: «Hay seis días en los que se puede trabajar; vengan, pues, en esos días para que los sanen, pero no en día sábado.»
15 El Señor le replicó: «¡Ustedes son unos falsos! ¿Acaso no desatan del pesebre a su buey o a su burro en día sábado para llevarlo a la fuente?
16 Esta es hija de Abraham, y Satanás la mantenía atada desde hace dieciocho años; ¿no se la debía desatar precisamente en día sábado?»
17 Mientras Jesús hablaba, sus adversarios se sentían avergonzados; en cambio la gente se alegraba por las muchas maravillas que le veían hacer.
Dos parábolas
18 Jesús continuó diciendo: «¿A qué puedo comparar el Reino de Dios? ¿Con qué ejemplo podría ilustrarlo?
19 Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su jardín. Creció y se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se refugiaron en sus ramas.»
20 Y dijo otra vez: «¿Con qué ejemplo podría ilustrar el Reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina hasta que fermentó toda la masa.»
La puerta angosta
22 Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén.
23 Alguien le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?»
24 Jesús respondió: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.
25 Si a ustedes les ha tocado estar fuera cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, entonces se pondrán a golpearla y a gritar: ¡Señor, ábrenos! Pero les contestará: No sé de dónde son ustedes.
26 Entonces comenzarán a decir: Nosotros hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.
27 Pero él les dirá de nuevo: No sé de dónde son ustedes. ¡Aléjense de mí todos los malhechores!
28 Habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes, en cambio, sean echados fuera.
29 Gente del oriente y del poniente, del norte y del sur, vendrán a sentarse a la mesa en el Reino de Dios.
30 ¡Qué sorpresa! Unos que estaban entre los últimos son ahora primeros, mientras que los primeros han pasado a ser últimos.»
31 En ese momento unos fariseos llegaron para avisarle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
32 Jesús les contestó: «Vayan a de cir a ese zorro: Hoy y mañana ex pulso demonios y realizo curaciones, y al tercer día llegaré a mi término.
33 Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y pasado mañana, porque no es correcto que un profeta sea asesinado fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido!
35 Por eso, ustedes se quedarán con su templo! Pues, se lo digo: no me volverán a ver hasta que llegue el tiempo en que ustedes digan: «¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 13
13,1

Lucas menciona uno de los mil incidentes del enfrentamiento continuo entre los judíos y el ejército romano. Los galileos han protagonizado una manifestación hostil en los patios del Templo, provocando la intervención de la guardia romana apostada en la fortaleza vecina. Habían violado el campo sagrado estrictamente reservado a los judíos y derramado sangre en el lugar santo.

Los que cuentan el hecho esperan que Jesús condene esta matanza de sus compatriotas y la ofensa hecha a Dios; y por el contrario deja que los hombres se entusiasmen por causas más humanas que divinas. Jesús les llama la atención sobre lo esencial; esos patriotas galileos eran hombres violentos, al igual que los romanos que los mataron y que los mismos judíos que lo rodean en ese momento. Dios está llamando a todos a la conversión, de la que depende su misma supervivencia.
13,4

Por esa época, igual que hoy, las desgracias acaecidas en la capital atraían más la atención. Jesús no creyó oportuno enviarles un mensaje de condolencia a los familiares de las víctimas, sino que les invitó a pensar que alimentándose de ilusiones y de sueños de violencia, vivían en un volcán.

Todavía hoy no pocas tragedias nos parecen “castigos de Dios” sobre personas o grupos sociales cuyas faltas escandalizaron a muchos hombres y mujeres honestos. Sería más exacto decir que son señales de las que Dios se sirve para recordar que su justicia tendrá siempre la última palabra. Esto no oscurece la afirmación de que el amor es la naturaleza de Dios; ya sea que él dé la vida o la muerte (1Sam 2,6; Sab 16,13), sólo quiere salvar a todos los hombres.

Entonces, ¿por qué se habla tanto de los castigos de Dios en el Antiguo Testamento? Se debe a que los creyentes no tenían idea todavía del más allá y era necesario mostrarles castigos de Dios en la presente vida para que creyeran en su justicia.
13,10

La palabra desatar se usaba también entre los judíos para indicar que alguien era eximido de una obligación o se le condonaba su pena.

El jefe de la sinagoga tuvo que sentirse más desprestigiado que feliz por el gesto de Jesús. ¿No pasaría lo mismo hoy con nosotros?
13,18

Véase el comentario de Mt 13,31.

Cuando está para concluir su ministerio en Galilea, Jesús invita al optimismo: aunque los resultados se noten poco, algo se ha sembrado y el Reino de Dios está creciendo.

Se notará aquí la adaptación de un pequeño detalle del texto original para mejor comprensión de los lectores: compárese con Mt 13,31. Para la gente de Palestina la mostaza era una planta de olor desagradable que se sembraba en el campo; para Lucas, que es griego, es una hierba medicinal que se tiene cerca, en el jardín.
13,22

Véase el comentario de Mt 7,13.

Para Jesús la pregunta está mal planteada: hay que procurar ser salvado. Y lo dice de tal manera que cambia el sentido de las palabras. La salvación ciertamente es la salvación de Israel en el período crítico por el que atraviesa, pero es más aún la salvación de las personas. Esta salvación no consiste en sobrevivir a una prueba, sino en alcanzar la madurez espiritual y acabar la misión que se nos ha encomendado en el mundo. Pero todo se junta para que no desarrollemos plenamente lo que Dios ha depositado en nosotros.
13,31

¿Aviso bienintencionado o sugerencia interesada? Jesús contesta con unas frases de desprecio hacia Herodes: no es un león sino sólo un zorro. Jesús no se aleja por temor a la muerte, sino porque su muerte le espera en Jerusalén.
13,34

Véase el comentario de Mt 23,37.

La colectividad judía que no haya creído en Jesús se quedará con su templo en el que ya no estará la presencia de Dios, como en Ez 8 - 10. Lucas escribe antes de la ruina de Jerusalén, por eso no habla del templo incendiado.

Pero el día en que Israel reconozca a su Salvador, será salvado (Rom 11,25).
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 14
1 Un sábado Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes, y ellos lo observaban.
2 Por casualidad había delante de él un hombre que sufría de hinchazón.
3 Jesús preguntó a los maestros de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido por la Ley curar en día sábado o no?»
4 Pero ninguno respondió. Jesús entonces se acercó al enfermo, lo curó y lo despidió.
5 Después les dijo: «Si a uno de ustedes se le cae su burro o su buey en un pozo en día sábado, ¿acaso no va en seguida a sacarlo?»
6 Y no pudieron contestarle.
Los primeros asientos
7 Jesús notó que los invitados trataban de ocupar los puestos de honor, por lo que les dio esta lección:
8 «Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no escojas el mejor lugar. Puede ocurrir que haya sido invitado otro más importante que tú,
9 y el que los invitó a los dos venga y te diga: Deja tu lugar a esta persona. Y con gran vergüenza tendrás que ir a ocupar el último lugar.
10 Al contrario, cuando te inviten, ponte en el último lugar y así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, ven más arriba. Esto será un gran honor para ti ante los demás invitados.
11 Porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.»
  12 Jesús dijo también al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una comida, no invites a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos, porque ellos a su vez te invitarán a ti y así quedarás compensado.
13 Cuando des un banquete, invita más bien a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos.
14 ¡Qué suerte para ti si ellos no pueden compensarte! Pues tu recompensa la recibirás en la resurrección de los justos.»
Los invitados que se excusan
15 Al oír estas palabras, uno de los invitados le dijo: «Feliz el que tome parte en el banquete del Reino de Dios.»
16 Jesús respondió: «Un hombre dio un gran banquete e invitó a mucha gente.
17 A la hora de la comida envió a su sirviente a decir a los invitados: «Vengan, que ya está todo listo.»
18 Pero todos por igual comenzaron a disculparse. El primero dijo: «Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo; te ruego que me disculpes.»
19 Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes.»
20 Y otro dijo: «Acabo de casarme y por lo tanto no puedo ir.»
21 Al regresar, el sirviente se lo contó a su patrón, que se enojó. Pero dijo al sirviente: «Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad y trae para acá a los pobres, a los inválidos, a los ciegos y a los cojos.»
22 Volvió el sirviente y dijo: «Señor, se hizo lo que mandaste y todavía queda lugar.»
23 El patrón entonces dijo al sirviente: «Vete por los caminos y por los límites de las propiedades y obliga a la gente a entrar hasta que se llene mi casa.
24 En cuanto a esos señores que había invitado, yo les aseguro que ninguno de ellos probará mi banquete.»
Lo que cuesta seguir a Jesús
25 Caminaba con Jesús un gran gentío. Se volvió hacia ellos y les dijo:
26 «Si alguno quiere venir a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, sus hermanos y hermanas, e incluso a su propia persona, no puede ser discípulo mío.
27 El que no carga con su propia cruz para seguirme luego, no puede ser discípulo mío.
28 Cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo, ¿no comienza por sentarse y hacer las cuentas, para ver si tiene para terminarla?
29 Porque si pone los cimientos y después no puede acabar la obra, todos los que lo vean se burlarán de él,
30 diciendo: ¡Ese hombre comenzó a edificar y no fue capaz de terminar!
31 Y cuando un rey parte a pelear contra otro rey, ¿no se sienta antes para pensarlo bien? ¿Podrá con sus diez mil hombres hacer frente al otro que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, envía mensajeros mientras el otro está aún lejos para llegar a un arreglo.
33 Esto vale para ustedes: el que no renuncia a todo lo que tiene, no podrá ser discípulo mío.
34 La sal es una cosa buena, pero si la sal deja de ser sal, ¿con qué se la salará de nuevo?
35 Ya no sirve para el campo ni para estiércol; se la tirará fuera. Escuchen, pues, si tienen oídos.»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 14
14,1

¿Por qué este incidente que recuerda el de 13,10? No era culpa de los fariseos que no hubieran recibido el don de curar a los enfermos, pero viviendo entre enfermos ya se habían acostumbrado: a cada uno su mal. Es obra del Espíritu que tal o cual, de vez en cuando, tome conciencia de que nuestras enfermedades no son una cosa normal.
14,7

Una de las formas tradicionales de enseñanza consistía en tomar un refrán conocido para añadirle algo que abría una nueva perspectiva. Jesús ya lo había hecho en 12,13; aquí retoma un proverbio que invitaba a la modestia en las actividades sociales (Pro 25,6-7); lo importante está en el versículo 11 que Jesús agrega y que resume algunos textos de los profetas (Is 2,11-18; Ez 21,31).

En cualquier sector de la actividad humana, dejemos que otros busquen el primer lugar, atropellando a los demás; Dios sabe ascender a los humildes y colocarlos donde mejor le convenga.

Jesús sacó una lección de la historia bíblica: constantemente se ven frustradas las esperanzas de quienes creían tener derecho al primer lugar. Es verdad en cierto sentido que la promesa de Dios a Israel no puede fallar, pero también es cierto que en muchas ocasiones los que se consideraban como los herederos del Reino han sido reemplazados.
14,12

Todos buscan la compañía de los que están más arriba, pues en nuestro mundo se cree que es más provechoso relacionarse con el superior que con el inferior. Incluso se considera principio de buena educación enseñar a los niños a que se aparten de sus compañeros que no tienen “buenos modales” o para ser más precisos, que no les ayudarán a ubicarse mejor en la sociedad.

La advertencia de Jesús apunta a una de las principales causas de injusticia. Cada uno se cuelga del que está en el peldaño superior, dejando siempre aislados y desamparados a los más débiles.
14,15

En el Antiguo Testamento se hablaba del banquete que Dios ofrecería a sus fieles servidores cuando viniera a establecer su Reino. Jesús desarrolló este tema, porque el banquete representa a la vez la dicha compartida; la acogida que Dios nos reserva en su mundo y la plenitud humana que acompaña al más alto gozo espiritual.

Jesús no opone los buenos a los malos, simplemente muestra cómo la preocupación cotidiana por sobrevivir o emerger en una sociedad cada día más exigente puede llevarnos a que pasemos al lado del gran regalo de Dios.

Véase otra versión de la misma parábola en Mt 22.
14,17

Envió a su sirviente, así era la costumbre oriental. Ese servidor es Jesús.
14,21

Trae para acá a los pobres, a los ciegos... Estos que se recogen en la ciudad misma en lugar de la gente decente son los pobres de Israel. Luego se buscará por los caminos y se obligará a entrar a convertidos de otras naciones.

Se llama a los pobres para que reemplacen a los primeros invitados. Porque el simple juego de las instituciones lleva, día tras día, a los que consiguieron una situación mejor (aún en la Iglesia), a que se vuelvan inútiles para el plan de Dios. Jesús comenzó con los de abajo y acabó como uno de ellos.

Oblígalos a entrar, porque mientras no estén allí, el lugar de Dios seguirá estando desocupado.
14,25

Jesús piensa en los que, después de entusiasmarse por él y dedicarse a la obra del Evangelio, se volverían atrás, buscando una vida más “normal” y más segura según el modo común de pensar.
14,26

Lucas relata una de las sentencias de Jesús que más escandalizó a sus discípulos: “Si alguno no pospone a su padre...”. El texto griego dice “el que no odia”, pero este verbo tiene un uso mucho más amplio que nuestro “odiar”, y muchas veces designa a la persona que se pospone, o la cosa que se dejó por otra más deseada (ver Lc 16,13).

La advertencia debe entenderse en el contexto de ese tiempo, en que la solidaridad familiar era una condición de vida o muerte y en que la autoridad del padre o del jefe del clan era considerada como la voz de Dios.

A su padre y a su madre...Está también en Mt 10,37. Lucas añade: a su mujer. A unos Jesús les pide que se alejen de los suyos y de los problemas familiares. A todos les indica que nunca serán libres para responder a los llamados de Dios si se niegan a reconsiderar en forma totalmente nueva, los lazos familiares, el uso de su tiempo y las horas que sacrifican a la convivencia con los de su ambiente.
14,31

¿Por qué esta comparación con el rey que va a la guerra? Porque el que se libera para la labor del Evangelio es realmente un rey al que Dios tratará en forma regia (ver Mc 10,30). Pero también debe saber que la lucha es contra el “príncipe de este mundo”, el demonio, quien tratará de detenerlo con mil pruebas y trampas inesperadas. De no haberse entregado totalmente, el discípulo llegaría a la quiebra y sería peor que no haber empezado.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 15
La oveja perdida
1 Los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharle.
2 Por esto los fariseos y los maestros de la Ley lo criticaban entre sí: «Este hombre da buena acogida a los pecadores y come con ellos.»
3 Entonces Jesús les dijo esta parábola:
4 «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió hasta que la encuentra?
5 Y cuando la encuentra, se la carga muy feliz sobre los hombros,
6 y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.”
7 Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.
8 Y si una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?
9 Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que se me había perdido”.
10 De igual manera, yo se lo digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.»
El hijo pródigo
11 Jesús continuó: «Había un hombre que tenía dos hijos.
12 El menor dijo a su padre: “Dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y el padre repartió sus bienes entre los dos.
13 El hijo menor juntó todos sus haberes, y unos días después se fue a un país lejano. Allí malgastó su dinero llevando una vida desordenada.
14 Cuando ya había gastado todo, sobrevino en aquella región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad.
15 Fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante del lugar, que lo envió a su campo a cuidar cerdos.
16 Hubiera deseado llenarse el estómago con las bellotas que daban a los cerdos, pero nadie se las daba.
17 Finalmente recapacitó y se dijo: “¡Cuántos asalariados de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre!
18 Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: Padre, he pe cado contra Dios y contra ti.
19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados.”
20 Se levantó, pues, y se fue donde su padre.
20 Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó.
21 Entonces el hijo le habló: «Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.»
22 Pero el padre dijo a sus servidores: «¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo. Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies.
23 Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta,
24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.» Y comenzaron la fiesta.
25 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la orquesta y el baile.
26 Llamó a uno de los muchachos y le preguntó qué significaba todo aquello.
27 El le respondió: «Tu hermano ha regresado a casa, y tu padre mandó matar el ternero gordo por haberlo recobrado sano y salvo.»
28 El hijo mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió a suplicarle.
29 Pero él le contestó: «Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
30 Pero ahora que vuelve ese hijo tuyo que se ha gastado tu dinero con prostitutas, haces matar para él el ternero gordo.»
31 El padre le dijo: «Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.
32 Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.»

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 15
15,1

¿Por qué se quejan los fariseos? Porque viven muy preocupados por la pureza ritual. En esa óptica, que está inserta en el Antiguo Testamento, si dos personas tienen un contacto físico, el que es impuro contamina al otro. Como por definición los pecadores no se limpian de las mil impurezas de la vida cotidiana, Jesús pasa por ser un maestro que acepta volverse impuro a cada momento. Hablará de la misericordia de Dios que no ha eliminado de su horizonte a los pecadores.

Por otra parte, nada más humano que la indignación de los “buenos”: ¡debe verse la diferencia entre nosotros y los demás!
15,4

Las tres parábolas que aquí se leen desarrollan los aspectos de la enseñanza de Jesús en casa de Zaqueo: el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Aquí “buscar” es tan importante como salvar, porque indica un deseo personal de Dios ¡como si al Infinito pudiera faltarle algo! Es normal que la mujer registre la casa si se le ha extraviado una moneda. En cambio en el caso del pastor que deja sin más a las noventa y nueve ovejas, hay algo de irracional. Y cuando el padre celebra la fiesta al recobrar al hijo irresponsable y sacrifica el ternero que le negó al hijo obediente, sobran los motivos para no aprobarlo.

Los maestros dicen que la parábola quiere sorprender, con el fin de producir más efecto. Se puede ver en esta palabra de Dios la revelación de la locura divina que Pablo recuerda en 1Co 1,25. Los caminos de Dios son misteriosos, pero el amor con el que nos ama y que también desea encontrar en nosotros en la eternidad, no es menos ajeno a nuestro concepto de la religión. No sería totalmente erróneo decir que Dios busca pecadores.
15,6

¡Feliz la oveja que Jesús fue a buscar dejando las otras noventa y nueve! Y ¡pobres de los justos que no necesitan el perdón de Dios!

En las grandes ciudades parece que hoy la Iglesia se haya quedado tan sólo con una oveja. ¿Por qué entonces no se marcha al campo? Hay que estar dispuestos a que nos critiquen como a Jesús.
15,8

¿Quién enciende la lámpara, barre la casa y busca, sino Dios mismo? Por respeto a Dios los judíos del tiempo de Jesús preferían no nombrarlo y usaban expresiones como “los ángeles” o “el cielo”.
15,11

Hay tres personajes en esta parábola. El Padre representa a Dios y el hijo mayor al fariseo. Pero ¿quién es el hijo menor?

El hijo menor no conoce todavía al Padre sino al Dios de las religiones y de la moral, y las leyes de Dios le caen pesadas. Quiere por lo tanto vivir su vida lejos de las obligaciones exteriores y tira por la borda la herencia religiosa que era su riqueza verdadera, pues no supo apreciarla.

Las pruebas le hacen volver a la realidad. Tiene necesidad de Dios, y es entonces cuando descubre que el Padre se le adelantó. El Padre lo levanta, le revela su propia dignidad y toda la familia festeja su entrada en el mundo donde será auténtico. Todo se ha olvidado, hasta la herencia derrochada: ya no importa cuando el Padre se ha hecho todo para todos.

Dios no se sorprende de nuestras maldades, pues al crearnos libres aceptó el riesgo de que cayéramos. Nótese la magnífica expresión: He pecado contra Dios y ante ti. El pecado va “contra” Dios porque ofende la verdad y la Santidad del Único, pero es también Padre, y por más que el hijo peque, peca “ante” el que saca el bien del mal.
15,22

El anillo es al mismo tiempo un sello y permite firmar; el calzado de rico, la túnica: el hijo pródigo recupera sus derechos y su dignidad.

La parábola nos invita a mirar a los demás con misericordia, no sólo con la misericordia del corazón que por un instante deja de lado los juicios severos, sino también con la comprensión del espíritu que reconoce la obra de Dios en los caminos torcidos de nuestras vidas.

Nos invita además a mirar con otros ojos los años que hayamos podido pasar en la ignorancia de Dios antes de ser tocados por la conversión. ¿Años perdidos? Tal vez fueron el tiempo previsto por Dios para que tuviéramos una experiencia de nuestra miseria. Era necesario haber desperdiciado mucho para saber decir simplemente “Padre Nuestro”.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 16
El administrador astuto
1 Jesús dijo también a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, y le vinieron a decir que estaba malgastando sus bienes.
2 Lo mandó llamar y le dijo: «¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no continuarás en ese cargo.»
3 El administrador se dijo: «¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me despide de mi empleo? Para trabajar la tierra no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza.
4 Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me quiten el cargo, tenga gente que me reciba en su casa.»
5 Llamó uno por uno a los que tenían deudas con su patrón, y dijo al primero:
6 «¿Cuánto debes a mi patrón?» Le contestó: «Cien barriles de aceite.» Le dijo el administrador: «Toma tu recibo, siéntate y escribe en seguida cincuenta.»
7 Después dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto le debes?» Contestó: «Cuatrocientos quintales de trigo.» Entonces le dijo: «Toma tu recibo y escribe trescientos.»
8 El patrón admiró la manera tan inteligente de actuar de ese administrador que lo estafaba. Pues es cierto que los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales que los hijos de la luz.
9 Por eso les digo: Utilicen el dinero sucio para hacerse amigos, para que cuando les llegue a faltar, los reciban a ustedes en las moradas eternas.
10 El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes.
11 Por lo tanto, si ustedes no han sido dignos de confianza en manejar el sucio dinero, ¿quién les va a confiar los bienes verdaderos?
12 Y si no se han mostrado dignos de confianza con cosas ajenas, ¿quién les confiará los bienes que son realmente nuestros?
13 Ningún siervo puede servir a dos patrones, porque necesariamente odiará a uno y amará al otro o bien será fiel a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero.
14 Los fariseos escuchaban todo esto, pero se burlaban de Jesús porque eran personas apegadas al dinero. El les dijo:
15 «Ustedes aparentan ser gente perfecta, pero Dios conoce los corazones, y lo que los hombres tienen por grande lo aborrece Dios.
16 La época de la Ley y de los Profetas se cerró con Juan. Desde entonces se está proclamando el Reino de Dios, y a todos les ha llegado la hora de conquistarlo.
17 Más fácil es que pasen el cielo y la tierra que no que deje de cumplirse una sola letra de la Ley.
18 Todo hombre que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio. Y el que se casa con una mujer divorciada de su marido, también comete adulterio.
El rico y Lázaro
19 Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días.
20 Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico.
21 Hubiera deseado saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas.
22 Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron.
23 Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo.
24 En tonces gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.»
25 Abraham le respondió: «Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos.
26 Además, entre ustedes y nosotros hay un abismo tremendo, de tal manera que los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no pueden hacerlo, y tampoco lo pueden hacer del lado de ustedes al nuestro.»
27 El otro replicó: «Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
28 a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.»
29 Abraham le contestó: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.»
30 El rico insistió: «No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.»
31 Abraham le replicó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 16
16,1

Jesús no se preocupa por calificar las incorrecciones del mayordomo, sino que destaca su inteligencia para asegurar su porvenir; este hombre supo descubrir a tiempo que los amigos duran más que el dinero.

En el versículo 9 encontramos el sentido de la parábola. El dinero es un medio de intercambio como también un instrumento para ahorrar. Hay que arriesgarse y dar dinero, o sea, el tiempo y los esfuerzos para adquirir el reconocimiento de amigos numerosos –los pobres– más que poner la esperanza en la cuenta bancaria.

Los hijos de este mundo y los hijos de la luz: por un lado los que vuelcan toda su atención en los negocios, y por otro, los que quisieran ser los servidores de Dios y de la verdad.
16,9

Traducimos por dinero sucio, donde el texto griego dice: “el mamón injusto”. Mamón era el nombre del dios sirio del dinero y de los negocios; se hablaba muy mal de él, pero esto no se oponía a que todos le tuvieran aprecio. Jesús lo llama injusto porque la preocupación de tenerlo impide a menudo que seamos justos, es decir, tales como Dios nos quiere.
16,12

El dinero es algo que se adquiere y que se pierde; no hace crecer ni puede integrarse a nuestra persona; no forma parte de los bienes que son realmente nuestros.
16,13

Lucas hace resaltar, más que los otros Evangelistas, la incompatibilidad entre el camino cristiano y el apego al dinero. Los fariseos podían justificar su amor al dinero con la misma Biblia, ya que en los primeros tiempos los ju- díos consideraban las riquezas como la recompensa que Dios da a los que le son fieles y que conocen, al mismo tiempo, el modo de actuar en este mundo. Sin embargo con el correr del tiempo reconocieron que el dinero era a menudo el privilegio de los incrédulos y de los sinvergüenzas (Sal 49; Job).

A muchos les basta tener dinero para convencerse de que poseen la verdad. De ahí que los fariseos se sintieran autorizados para juzgar y decidir en las cosas de Dios. El dinero posee a quienes lo poseen, y los mismos creyentes llegan rápidamente a justificar un orden moral que encubre sus propios privilegios, olvidando los valores evangélicos de justicia, de humildad y de pobreza. Pero al final es la Iglesia la que se ve despreciada por los que buscan a Dios.
16,16

A continuación vienen tres sentencias de Jesús que no tienen otro enlace que el de referirse las tres a la Ley. Cuando era usada sin más precisión, la palabra “la Ley” designaba la religión judía. Y cuando se hablaba de la Ley y los Profetas se designaba toda la revelación contenida en la Biblia.

Los judíos que habían seguido a Juan Bautista necesitaban dar un paso más para creer en Jesús y con esto conquistar el reino de Dios (Lc 7,24), ya que a pesar de las apariencias, es más fácil cumplir prácticas religiosas que creer en Jesús crucificado y seguirle.
16,17

Esta sentencia de Jesús no significa que en el futuro habrá que cumplir todas esas leyes y preceptos, sino que todo lo esbozado en las Escrituras se cumpliría gracias a su venida.
16,18

Esta afirmación de Jesús es una de las que más chocaban a la gente: parecía que criticaba la Ley, y ponía en apuro a los maridos. Por esta razón Lucas la pone en este lugar. Véanse las notas en Mt 5,32 y 19,9.

Jesús no pensaba en condenar a Moisés o imponer una obligación nueva, sino solamente recordar la ley del comienzo, la que sigue vigente cualesquiera sean las acomodaciones previstas por las sociedades humanas para tomar en cuenta la debilidad humana y que se han ido modificando según las épocas (Mc 10,5).
16,19

La parábola es fácil de interpretar; la ley fatal del dinero lleva al rico a vivir aparte: alojamiento, movilización, diversiones, atención médica. El muro que construyó el rico en la vida presente será, después de su muerte, un abismo que nadie podrá salvar. El que haya aceptado esta separación se encontrará al otro lado para siempre.

Algunos desearían saber cuál fue el pecado del rico para que fuera condenado al infierno. No lo dice el evangelio, le basta con haber demostrado su ceguera: siendo un gran consumidor, un abismo lo separaba de su prójimo.

Hoy en día Lázaro se ha vuelto legión y está a nuestras puertas: se llama tercer o cuarto mundo. Centenas de millones de Lázaros, que no son usuarios del turismo ni de internet, se hunden en la marginalidad hasta morir de miseria o por la violencia nacida de una vida deshumanizada.

Mientras tanto el rico no tiene tiempo para mirar su propia deshumanización: sólo Dios falta en ese mundo tan alegre que le oculta su muerte inevitable y la desintegración de la sociedad. ¿Por qué no se fijó en Moisés y los Profetas, o sea, en las palabras de la Biblia?
16,19

El texto original dice: “se vestía de púrpura y de biso”: el color más precioso y el lino más fino.
16,21

Hasta los perros: animales despreciables; es un signo de la humillación del pobre.
16,22

En el regazo de Abraham. Era una figura tradicional para indicar la situación de los justos en la espera de la resurrección.
16,23

El texto griego dice: “en el Hadés”, un término que designa el lugar de los muertos. La parábola describe el más allá tal como lo concebían los contemporáneos de Jesús: en espera de la resurrección de los justos, los difuntos vi-vían en un país misterioso que se extendía debajo de la tierra, donde fronteras inviolables separaban los dominios correspondientes a las varias categorías de almas.
16,26

No un abismo sino un caos. Este caos infranqueable ya está en la sociedad actual, y todo esfuerzo emprendido por los pobres o por los ricos para romper el desorden choca con un mundo de obstáculos ante los cuales la sabiduría humana queda impotente.
16,29

Jesús no indica ninguna solución concreta, sólo invita a que hagamos de la Biblia la fuente de la sabiduría, y entonces descubriremos el medio de reunir a la humanidad, sabiendo que la salvación es para todos o para nadie.

10 Servidores no necesarios; no son inútiles ya que Dios cuenta con su trabajo, pero no pertenecen a la clase de los técnicos difíciles de reemplazar. Son sólo mano de obra; el patrón piensa que deben estar contentos, ya que se les ha “dado” trabajo.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 17
Evangelio según Lucas
1 Dijo Jesús a sus discípulos: «Es imposible que no haya escándalos y caídas, pero ¡pobre del que hace caer a los demás!
2 Mejor sería que lo arrojaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, antes que hacer caer a uno de estos pequeños.
3 Cuídense ustedes mismos.
3 Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.
4 Si te ofende siete veces al día y otras tantas vuelve arrepentido y te dice: “Lo siento”, perdónalo.»
5 Los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.»
6 El Señor respondió: «Si ustedes tienen un poco de fe, no más grande que un granito de mostaza, dirán a ese árbol: “Arráncate y plántate en el mar”, y el árbol les obedecerá.
7 ¿Acaso tienen un servidor que está arando o cuidando el rebaño? Y cuando éste vuelve del campo, ¿le dicen acaso: “Entra y descansa?”
8 ¿No le dirán más bien: “Prepárame la comida y ponte el delantal para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?”
9 ¿Y quién de ustedes se sentirá agradecido con él porque hizo lo que le fue mandado?
10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: “Somos servidores no necesarios, hemos hecho lo que era nuestro deber”.»
Los diez leprosos
11 De camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,
12 y al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos. Se detuvieron a cierta distancia
13 y gritaban: «Jesús, Maes tro, ten compasión de nosotros.»
14 Jesús les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes.»
15 Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano, volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz,
16 y se echó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un samaritano.
17 Jesús entonces preguntó: «¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve?
18 ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero?»
19 Y Jesús le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»
La venida del Reino de Dios
20 Los fariseos preguntaron a Jesús: «¿Cuándo llegará el Reino de Dios?» Les contestó: «La venida del Reino de Dios no es cosa que se pueda verificar.
21 No van a decir: “Está aquí, o está allá”. Y sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes.»
22 Jesús dijo además a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que ustedes desearán ver alguna de las manifestaciones del Hijo del Hombre, pero no la verán.
23 Entonces les dirán: “Está aquí, está allá.” No vayan, no corran.
24 En efecto, como el fulgor del relámpago rasga el cielo desde un extremo hasta el otro, así sucederá con el Hijo del Hombre cuando llegue su día.
25 Pero antes tiene que sufrir mucho y ser rechazado por esta gente.
26 En los días del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé:
27 la gente comía, bebía, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio, que los hizo perecer a todos.
28 Ocurrirá lo mismo que en tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba.
29 Pero el día que salió Lot de Sodoma cayó del cielo una lluvia de fuego y azufre que los mató a todos.
30 Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre.
31 Aquel día, el que esté en la terraza, que no baje a buscar sus cosas al interior de la casa; y el que esté en el campo, que no se vuelva atrás.
32 Acuérdense de la mujer de Lot.
33 El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida.
34 Yo les declaro que aquella noche, de dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será llevada y la otra dejada;
35 dos mujeres estarán moliendo juntas, pero una será llevada y la otra dejada.»
36 Entonces preguntaron a Jesús: «¿Dónde sucederá eso, Señor?»
37 Y él respondió: «Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 17
17,11

. Los diez leprosos fueron sanados, pero a uno sólo se le dijo: Tu fe te ha salvado. Los diez habían llegado con la esperanza de una curación y tenían algo de “fe” ya que fueron en busca del sacerdote sin haber sido sanados inmediatamente. Diferente fue el caso del que quiso primero dar gracias a Dios allí mismo donde la gracia de Dios lo había encontrado: tal es la fe que salva y que trans forma a las personas. Entre tantos que piden favores ¿cuántos aprenderán a amar a Dios?
17,20

La espera de la hora de Dios está presente a lo largo de toda la Biblia. El Apocalipsis afirma que Dios viene (Ap 1,8) y que Jesús volverá (Ap 22,20). En los párrafos que siguen Lucas transmite algunas palabras de Jesús al respecto.
17,21

Está en medio de ustedes. El Reino es una realidad interior y al mismo tiempo una realidad misteriosa que se extiende entre los hombres y que va transformando lentamente el mundo. El Reino ya está aquí, a la puerta, a nuestro alcance, pero no es una novedad de la que puedan apoderarse los periodistas.
17,22

En Lc 21 se leerá el discurso en el que Jesús habla a la vez de la ruina cercana de la nación judía y del fin de la historia, pero sin confundirlos. Aquí en cambio leemos advertencias que valen para todo tiempo, pero muy especialmente para el último día.

El “día de Cristo”, es decir, su manifestación gloriosa hallará desprevenidos a los que no la esperaban (como en los días de Noé). El juicio separará de repente a los elegidos de los condenados, a quienes nada separaba en la vida diaria: de dos que trabajan juntos, uno será llevado y el otro dejado.
17,36

¿Dónde sucederá eso? Una pregunta desfasada como en 17,20. Es inútil imaginar que toda la humanidad será reunida en el “valle de Josafat” (Jl 4,2) para un juicio espectacular. El Señor no tendrá que reunir a sus elegidos en un lugar material y cada uno alcanzará el lugar que merece, tan cierto como que los buitres se reúnen alrededor del cadáver.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 18
Orar sin desanimarse
1 Jesús les mostró con un ejemplo que debían orar siempre, sin desanimarse jamás:
2 «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaba la gente.
3 En la misma ciudad había también una viuda que acudía a él para decirle: “Hazme justicia contra mi adversario”.
4 Durante bastante tiempo el juez no le hizo caso, pero al final pensó: “Es cierto que no temo a Dios y no me importa la gente,
5 pero esta viuda ya me molesta tanto que le voy a hacer justicia; de lo contrario acabará rompiéndome la cabeza”.»
6 Y el Señor dijo: «¿Se han fijado en las palabras de este juez malo?
7 ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche, mientras él deja que esperen?
8 Yo les aseguro que les hará justicia, y lo hará pronto. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
El fariseo y el publicano
9 Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás.
10 «Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros, o como ese publicano...
12 Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas.”
13 Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador.”
14 Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado y el que se humilla será enaltecido.»
15 Le traían también niños pequeñitos para que los tocara, pero los discípulos empezaron a reprender a esas personas.
16 Jesús pidió que se los trajeran, diciendo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
17 En verdad les digo que el que no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.»
El que no quiso seguir a Jesús
18 Cierto hombre importante le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
19 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno, nadie más.
20 Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre.»
21 Pero él contestó: «Todo esto lo he cumplido ya desde joven.»
22 Al oír esto, Jesús le dijo: «Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes, reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme.»
23 Ante tal respuesta, el hombre se puso triste, porque era muy rico.
24 Al verlo, dijo Jesús: «¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios para los que tienen riquezas!
25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios.»
26 Los presentes dijeron: «¿Quién podrá salvarse entonces?»
27 Jesús respondió: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.»
28 En ese momento Pedro dijo: «Ya ves que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.»
29 Jesús respondió: «Yo les aseguro que ninguno dejará casa, esposa, hermanos, padres o hijos a causa del Reino de Dios
30 sin que reciba mucho más en el tiempo presente y, en el mundo venidero, la vida eterna.»
31 Jesús tomó aparte a los Doce y les dijo: «Estamos subiendo a Jerusalén y allí se va a cumplir todo lo que escribieron los profetas sobre el Hijo del Hombre:
32 será entregado al poder extranjero; será burlado, maltratado y escupido; 33 y después de azotarlo, lo matarán. Pero al tercer día resucitará.»
34 Los Doce no entendieron nada de aquello. Este era un lenguaje misterioso para ellos y no comprendían lo que decía.
El ciego de Jericó
35 Ya cerca de Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna.
36 Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello,
37 y le dieron la noticia: «¡Es Jesús, el nazoreo, que pasa por aquí!»
38 Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
39 Los que iban delante le levantaron la voz para que se callara, pero él gritaba con más fuerza: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
40 Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajeran, y cuando tuvo al ciego cerca le preguntó:
41 «¿Qué quieres que haga por ti?» Le respondió: «Señor, haz que vea.» 42 Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado.»
43 Al instante el ciego pudo ver. El hombre seguía a Jesús glorificando a Dios, y toda la gente que lo presenció también bendecía a Dios.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 18
18,1

Si hay un Dios justo, ¿por qué no hace justicia? (Sal 44,23; Hab 1; Za 1,12; Ap 6,9). Jesús nos lleva a cosas prácticas: si están cansados de ver la injusticia y la corrupción, pídanle a Dios que haga justicia. Pídanselo de manera colectiva y ciertamente llegará el día en que Dios quite las personas o los obstáculos que impiden la venida de su reino de justicia.

Un juez que se burla. Así ven a Dios muchas personas que se fijan en lo injusto y lo absurdo de la vida. Pero si sabemos orar perseverantemente, descubriremos poco a poco que todo esto no es tan absurdo como parece, y llegaremos a reconocer, a través de los acontecimientos, el rostro de un Dios que nos ama.
18,6

Jesús, que tanto recalca nuestra responsabilidad frente al mundo, nos invita también a pedir a Dios día y noche.

¿Encontrará fe sobre la tierra? Jesús confirma una opinión que ya corría entre los judíos de su tiempo. En los últimos tiempos que precederán al juicio, la fuerza del mal será tal que en muchos el amor se enfriará (Mt 24,12; Lc 21,36).

De hecho, con la primera venida de Jesús el Antiguo Testamento terminó en un fracaso aparente. Pocos creyeron en el Mesías y la mayoría se dejó arrastrar por la confusión, los falsos salvadores y las violencias que precipitaron la caída de la nación, cuarenta años después de la muerte de Jesús.
18,9

Esta parábola nuevamente apunta a los fariseos, quienes multiplicaban los ayunos y las obras de misericordia y tal como ocurre hoy con muchos grupos religiosos, estaban seguros de que con eso habían merecido las recompensas de Dios.

Jesús habla de la oración, pero se refiere más directamente a esa actitud profunda que da sentido a nuestra oración. Al revés del fariseo que da gracias a Dios pero más aún se felicita a sí mismo, el publicano sólo piensa en pedir perdón por su oficio, del que se avergüenza.

Un punto esencial de esta parábola es el giro de la palabra “justicia” entre el versículo 9 y el versículo 14. Esas personas se jactaban de ser justas, es decir, en el lenguaje de la época personas que no tenían nada que reprocharse ante Dios. Pero a continuación Jesús dice que el publicano quedaba justificado, y el contexto indica que hay que entender esa palabra en el sentido cristiano que Pablo desarrollará en la carta a los Romanos: era una persona reconciliada, en gracia de Dios, como diríamos ahora.

En pocas palabras Jesús les quitó la aureola a los que se consideraban “justos” y nos invita a ponernos en el último lugar si queremos que Dios se interese por nosotros.

No es casualidad que el fariseo se compare con los demás para tener tan buena opinión de sí mismo. Es en este punto donde el demonio está al acecho, esperando tanto a las personas como a los grupos cristianos. Doquiera se vea la Iglesia dividida, sea por motivos políticos o religiosos, una de las razones que hacen que esta situación se mantenga es porque permite compararse a unos con otros, y por ambos lados son numerosos los que se sienten mejores que los del otro grupo.
18,18

Véase el comentario de Mc 10,17.
18,22

Este hombre tuvo la buena o la mala suerte de aplicar a Jesús un calificativo que le corresponde sólo a Dios, y Jesús le da la respuesta que merecía al pedirle lo imposible, como sólo Dios sabe hacerlo: le pide sacrificar todo, de una vez, y sin saber a dónde lo van a llevar.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 19
Jesús y Zaqueo
1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad.
2 Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico.
3 Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura.
4 Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí.
5 Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.»
6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
7 Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.»
8 Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.»
9 Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham.
10 El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Las diez monedas
11 Cuando Jesús estaba ya cerca de Jerusalén, dijo esta parábola, pues los que lo escuchaban creían que el Reino de Dios se iba a manifestar de un momento a otro.
12 «Un hombre de una familia noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver después.
13 Llamó a diez de sus servidores, les entregó una bolsa de oro a cada uno y les dijo: «Comercien con ese dinero hasta que vuelva.»
14 Pero sus compatriotas lo odiaban y mandaron detrás de él una delegación para que dijera: «No queremos que éste sea nuestro rey.»
15 Cuando volvió, había sido nom brado rey. Mandó, pues, llamar a aquellos servidores a quienes les había entregado el dinero, para ver cuánto había ganado cada uno.
16 Se presentó el primero y dijo: «Señor, tu oro ha producido diez veces más.»
17 Le contestó: «Está bien, servidor bueno; ya que fuiste fiel en cosas muy pequeñas, ahora te confío el gobierno de diez ciudades.»
18 Vino el segundo y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras cinco más.»
19 El rey le contestó: «Tú también gobernarás cinco ciudades.»
20 Llegó el tercero y dijo: «Señor, aquí tienes tu moneda. La he guardado envuelta en un pañuelo
21 porque tuve miedo de ti. Yo sabía que eres un hombre muy exigente: reclamas lo que no has depositado y cosechas lo que no has sembrado.»
22 Le contestó el rey: «Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado,
23 ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así a mi regreso lo habría cobrado con los intereses.»
24 Y dijo el rey a los presentes: «Quítenle la bolsa de oro y dénsela al que tiene diez.»
25 «Pero, señor, le contestaron, ya tiene diez monedas.»
26 Yo les digo que a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
27 En cuanto a esos enemigos míos que no me quisieron por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.»

Los acontecimientos de Jerusalén (19,29—21,38)
– Enseñanzas en el Templo (19,29-21,38)
– La Pascua de JesÚs: la eucaristÍa y la pasiÓn (22,1-23,56)
– La ResurrecciÓn: JesÚs resucitado deja a los apÓstoles su interpretaciÓn del Antiguo Testamento y les ordena completar su obra (24,1-49).
Jesús entra en Jerusalén
28 Dicho esto, Jesús pasó adelante y emprendió la subida hacia Jerusalén. 29 Cuando se acercaban a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo:
30 «Vayan al pueblo de enfrente y al entrar en él encontrarán atado un burrito que no ha sido montado por nadie hasta ahora. Desátenlo y tráiganmelo.
31 Si alguien les pregunta por qué lo desatan, contéstenle que el Señor lo necesita.»
32 Fueron los dos discípulos y hallaron todo tal como Jesús les había dicho. 33 Mientras soltaban el burrito llegaron los dueños y les preguntaron: «¿Por qué desatan ese burrito?»
34 Contestaron: «El Señor lo necesita.»
35 Trajeron entonces el burrito y le echaron sus capas encima para que Jesús se montara.
36 La gente extendía sus mantos sobre el camino a medida que iba avanzando.
37 Al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos comenzó a alabar a Dios a gritos, con gran alegría, por todos los milagros que habían visto.
38 Decían: «¡Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos!»
39 Algunos fariseos que se encontraban entre la gente dijeron a Jesús: «Maestro, reprende a tus discípulos.»
40 Pero él contestó: «Yo les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras.»
41 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella,
42 y dijo: «¡Si al menos en este día tú también conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía.
43 Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados.
44 Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.»
45 Jesús entró después en el recinto del Templo y comenzó a expulsar a los comerciantes que estaban allí actuando.
46 Les declaró: «Dios dice en la Escritura: Mi casa será casa de oración. Pero ustedes la han convertido en un refugio de ladrones.»
47 Jesús enseñaba todos los días en el Templo. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban el modo de acabar con él, al igual que las autoridades de los judíos,
48 pero no sabían qué hacer, pues todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 19
19,1

Zaqueo de ningún modo era un empleado cualquiera, como Mateo (Mt 9,9), sino uno de los gordos que se había enriquecido a costa de los demás. Pero Dios no está ausente tampoco de la vida de los aprovechadores y de los corruptos. Las faltas contra la moral no indican todo lo que hay en el corazón humano. Zaqueo quería ver al profeta y sospechaba tal vez que le había llegado la hora de Dios.

Jesús da muestras de su total libertad: no se preocupa por el escándalo que provoca en los “justos” y en el pueblo. Dios se hizo hombre una sola vez, y si les hizo el regalo de vivir en medio de ellos, quedaba libre de ir a alojarse a donde quisiera. Los errores de Zaqueo debían ser corregidos y los pecados reparados, pero eso llegaría en un segundo momento.
19,7

Le devolveré cuatro veces más. Es lo que exigía la Ley: Éx 21,37.

Una vez más Jesús ha demostrado su fuerza: ha destruido el mal salvando al pecador.
19,11

Los galileos suben a Jerusalén a celebrar la Pascua y Jesús va caminando con ellos. Sabe que le espera la muerte, mientras ellos están convencidos de que se proclamará rey.

En esta parábola Jesús hace alusión a un acontecimiento político que sacudió al país: el escándalo en la sucesión de Herodes el Grande. Jesús toma pie de esta historia para decir a sus discípulos que no deben esperar su triunfo en Jerusalén sino otra cosa. Él reinará al volver de un país lejano, o sea, de la muerte, al final de la historia. Los suyos mientras tanto tienen a su cargo las riquezas que él les facilitó y que han de hacerlas fructificar; no deben esperar su vuelta cruzados de brazos.

La salvación que Jesús ofrece a los que crean en él no se puede separar de su misión al servicio del mundo. Seguirán los pasos de su Maestro al hacerse servidores del plan de Dios sobre la historia humana. Toda comunidad cristiana debe volverse hacia el mundo que la rodea y que le ha sido confiado.

Esta página se asemeja mucho a la parábola de los talentos (Mt 25,14), pero Lucas ha insistido más en la justicia de Dios.
19,29

Véanse los comentarios de Mc 11.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 20
1 Uno de esos días en que Jesús enseñaba en el Templo anunciando la Buena Nueva al pueblo, se acercaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley con algunos jefes de los judíos, y le dijeron:
2 «Dinos con qué derecho haces estas cosas. ¿Quién te ha dado autoridad para hacer lo que haces?»
3 Jesús les contestó: «Yo también les voy a hacer a ustedes una pregunta. Háblenme
4 del bautismo de Juan. Este asunto ¿venía de Dios o era cosa de los hombres?»
5 Ellos razonaron entre sí: «Si contestamos que este asunto venía de Dios, él nos dirá: ¿Por qué entonces no le creyeron?
6 Y si respondemos que era cosa de hombres, todo el pueblo nos apedreará, pues está convencido de que Juan era un profeta.»
7 Por eso le contestaron que no lo sabían.
8 Jesús les dijo entonces: «Tampoco yo les diré a ustedes con qué autoridad hago estas cosas.»
Los trabajadores asesinos
9 Jesús se puso a contar a la gente esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos trabajadores y después se fue al extranjero por mucho tiempo.
10 En el momento oportuno envió a un servidor a los inquilinos para que le entregaran su parte del fruto de la viña. Pero los inquilinos lo golpearon y lo hicieron volver con las manos vacías.
11 Volvió a mandar a otro servidor, a quien también golpearon, lo insultaron y lo echaron con las manos vacías.
12 Todavía mandó a un tercero, pero también a éste lo hirieron y lo echaron.
13 El dueño de la viña se dijo entonces: ¿Qué hacer? Enviaré a mi hijo querido, pues a él lo respetarán.
14 Pero los trabajadores, apenas lo vieron, se dijeron unos a otros: “Este es el heredero, matémoslo y nos quedaremos con la propiedad”.
15 Lo arrojaron, pues, fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, ¿qué hará con ellos el dueño de la viña?
16 Vendrá, hará morir a esos trabajadores y entregará la viña a otros.»
16 Al oír esto, algunos dijeron: «¡No lo quiera Dios!»
17 Jesús, fijando su mirada en ellos, les dijo: «¿Qué significan entonces esas palabras de la Escritura: La piedra que rechazaron los constructores ha venido a ser la piedra angular.
18 El que caiga sobre esa piedra se hará pedazos, y al que le caiga encima quedará aplastado?»
19 Los maestros de la Ley y los je fes de los sacerdotes hubieran que rido detenerlo en ese momento, pues habían entendido muy bien que esta parábola de Jesús aludía a ellos, pero tuvieron miedo de la multitud.
El impuesto del César
20 Entonces empezaron a seguir a Jesús de cerca; le enviaron unos espías que fingieron buena fe para pillarlo en alguna palabra y poder así entregarlo al gobernador y su justicia.
21 Y le preguntaron: «Maes tro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, que no te dejas influenciar por nadie, sino que enseñas con absoluta franqueza el camino de Dios.
22 ¿Está permitido pagar impuestos al César o no?»
23 Jesús vio su astucia y les dijo: «Muéstrenme una moneda.
24 ¿De quién es esa cara y el nombre que tiene escrito?» Le contestaron: «Del César.»
25 Entonces les dijo: «Pues bien, devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.»
26 Con esto no pudieron atraparlo en lo que decía en público, sino que quedaron muy sorprendidos por su respuesta y se callaron.
Los muertos resucitarán
27 Se acercaron a Jesús algunos saduceos. Esta gente niega que haya resurrección, y por eso le plantearon esta cuestión:
28 «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si un hombre tiene esposa y muere sin dejar hijos, el hermano del difunto debe tomar a la viuda para darle un hijo, que tomará la sucesión del difunto.
29 Había, pues, siete hermanos. Se casó el primero y murió sin tener hijos. 30 El segundo y el tercero se casaron después con la viuda.
31 Y así los siete, pues todos murieron sin dejar hijos.
32 Finalmente murió también la mujer.
33 Si hay resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, puesto que los siete la tuvieron?»
34 Jesús les respondió: «Los hombres y mujeres de este mundo se casan,
35 pero los que sean juzgados dignos de entrar en el otro mundo y de resucitar de entre los muertos, ya no toman marido ni esposa.
36 Además ya no pueden morir, sino que son como ángeles. Son también hijos de Dios, por haber nacido de la resurrección.
37 En cuanto a saber si los muertos resucitan, el mismo Moisés lo dio a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 El no es Dios de muertos, sino de vivos, y todos viven por él.»
39 Intervinieron algunos maestros de la Ley, y le dijeron: «Maestro, has hablado bien.»
40 Pero en adelante no se atrevieron a hacerle más preguntas.
41 Entonces él les dijo: «¿Cómo dice la gente que el Mesías es el hijo de David?
42 Porque David mismo dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha
43 hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies.
44 Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»
45 Jesús dijo también a sus discípulos ante toda la gente que escuchaba:
46 «Cuídense de esos ma es tros de la Ley a los que les gusta llevar largas vestiduras, y ser saludados en las plazas, y ocupar los puestos reservados en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes.
47 Se introducen con sus largas oraciones, y luego devoran los bienes de las viudas. Esos tendrán una sentencia muy rigurosa.»

**
Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 20
20,9

Véase el comentario de Mc 12.
20,27

Véase el comentario de Mc 12,18.

Lucas tiene modismos propios para hablar de la resurrección en los versículos 34-36, debido a que en los países de cultura griega un cierto número creía en la inmortalidad del alma, lo que les parecía que formaba parte de la naturaleza humana. Lucas precisa que la nueva vida no será la fusión del alma con el infinito del cosmos, sino una comunión personal con Dios. La inmortalidad es un don de Dios para quienes fueron hallados dignos. Él mismo hace que este paso sea más bien un nuevo nacimiento o una resurrección.
20,28

La ley que se lee en Dt 25,5 obligaba a los hermanos de un difunto a que tomasen su mujer para darle un heredero que guardaría su nombre y su heredad.
20,36

El texto dice con un modismo hebreo: “por ser hijos de la resurrección”, o sea “por ser gente resucitada”. Esta resurrección no es como un revivir y volver a lo nuestro; es la obra del Espíritu de Dios que transforma y santifica a los que resucita. Los resucitados son hijos de Dios (como se decía de los ángeles), en una forma mucho más auténtica que los de este mundo; liberados del pecado, han renacido de Dios.

La cultura bíblica no conoce la teoría de la reencarnación, y no puede aceptarla, porque es parte de una concepción distinta del hombre. En la cultura que nos da la Biblia el cuerpo está animado; en la reencarnación el alma sigue aprisionada en un cuerpo. En la primera, Dios salva a la persona indivisible (ver las notas en Sab 1.16 y 2.1) en la segunda, el alma se libera del cuerpo.

En la Biblia el cuerpo no es un revestimiento del alma que podría pasar de un anciano a un recién nacido, sino la expresión material de la persona.

Por eso la esperanza cristiana se funda en la resurrección del cuerpo, aunque por supuesto no se trate del cuerpo presente (1Co 15,35). Resulta imposible decir más. Será entonces cuando aparecerá plenamente la otra cara de la humanidad: en la eternidad, es decir en Dios, todos serán un solo cuerpo “en” el Hijo Único de Dios hecho hombre.
20,45

Un profesional de la religión debería ir mucho más lejos en el camino de Dios. Pero por desgracia, frecuentemente se preocupa más de hacerse un nombre o crearse una situación más confortable, por lo que el juicio de Dios pondrá al desnudo la nulidad de su vida.
20,47

En todo tiempo viudas creyentes han querido ayudar a los que pasaban por ser hombres de Dios, y se sabe que muy a menudo fueron explotadas.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 21
La ofrenda de la viuda
1 Jesús levantó la mirada y vio a unos ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del tesoro del Templo.
2 Vio también a una viuda muy pobre que echaba dos moneditas.
3 Entonces dijo: «En verdad les digo que esa viuda sin recursos ha echado más que todos ellos,
4 porque todos ésos han dado de lo que les sobra, mientras que ella, no teniendo recursos, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Jesús predice la destrucción de Jerusalén
5 Como algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que le habían sido regalados,
6 Jesús les dijo: «Mírenlo bien, porque llegarán días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra.»
7 Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso, y qué señales habrá antes de que ocurran esas cosas?»
8 Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca”. No los sigan.
9 No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.»
10 Entonces Jesús les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro.
11 Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo.
12 Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre,
13 y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí.
14 Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa.
15 Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles.
16 Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos,
17 y algunos de ustedes serán ajusticiados.
18 Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá.
19 Manténganse firmes y se salvarán.
20 Cuando vean a Jerusalén ro deada por ejércitos, sepan que muy pronto será devastada.
21 Los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén dentro de la ciudad, que salgan y se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a la ciudad.
22 Porque esos serán los días en que se rendirán cuentas, y se cumplirán todas las cosas que fueron anunciadas en la Escritura.
23 ¡Pobres de las mujeres embarazadas o que estén criando en esos días! Porque una gran calamidad sobrevendrá al país y estallará sobre este pueblo la cólera de Dios.
24 Morirán al filo de la espada, serán llevados prisioneros a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por las naciones hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.
Venida del Hijo del Hombre
25 Entonces habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido.
26 La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas.
27 Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre venir en la Nube, con gran poder e infinita gloria.»
Las señales de los tiempos
28 «Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación.»
29 Y Jesús propuso esta comparación: «Fíjense en la higuera y en los demás árboles.
30 Cuando echan los primeros brotes, ustedes saben que el verano ya está cerca.
31 Así también, apenas vean ustedes que suceden las cosas que les dije, sepan que el Reino de Dios está cerca.
32 Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda.
33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso,
35 pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
36 Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.»
37 Durante el día Jesús enseñaba en el Templo, y luego salía e iba a pasar la noche al aire libre al monte de los Olivos.
38 Y desde muy temprano todo el pueblo acudía donde él al Templo para escucharlo.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 21
21,5

Véase el comentario de Mc 13,1 y Mt 24,1.

Lucas reproduce advertencias de Jesús relativas a los enfrentamientos entre judíos y romanos que tendrían lugar algunos años más tarde y que terminarían con la destrucción de Jerusalén y del Templo. Los oyentes de Jesús creían firmemente que la morada de Dios en su templo único de Jerusalén era funda men tal para el orden del mundo, y no podían imaginarse tal destrucción más que como un preludio de una intervención victoriosa de Dios.
21,23

Una gran calamidad sobrevendrá al país. Lucas anuncia con más claridad que Mateo y Marcos la destrucción de la nación judía, pero algunos detalles sugieren que todavía no había tenido lugar cuando Lucas escribió su Evangelio.
21,24

Lucas distingue dos etapas de la historia. Una corresponde al Antiguo Testamento, y es el tiempo en que la Historia Sagrada parece confundirse con la historia de Israel. Pero después de Jesús empiezan los tiempos de las naciones. La destrucción de la nación judía y la dispersión de sus habitantes inaugura esta otra etapa en la que la Historia Sagrada será principalmente la de la evangelización y la humanización de las naciones por la Iglesia. Estos tiempos del Nuevo Testamento se terminarán con la gran crisis que pondrá fin a toda la historia humana.
21,34

Después de hablar de la ruina de Jerusalén (v. 28-32), Lucas habla del día en que concluirá la historia humana con la venida de Cristo Juez (v. 34-36). Una vez más invita a estar despiertos y a orar, a permanecer despiertos para la oración nocturna. Las comunidades cristianas deben mantener vigilias de oración mientras el mundo duerme (ver Ef 6,18).

Para estar de pie: para que se les conceda escapar del error y de los engaños en las grandes pruebas que van a preceder la venida de Cristo (2Tes 2,9; 3,13). El Padrenuestro expresa la misma inquietud de los que esperan la venida del Reino: no nos dejes caer en la prueba.

En realidad la oración perseverante de día y de noche hace mucho más que prevenir las posibles caídas: es una manera de cooperar con el plan divino. Muchas veces en la historia se ha visto su eficacia para apresurar liberaciones, y adelanta la venida del Señor.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 22
La traición de Judas
1 Se acercaba la fiesta de los Panes sin Levadura, llamada también fiesta de la Pascua.
2 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley no encontraban la manera de hacer desaparecer a Jesús, pues tenían miedo del pueblo.
3 Pero Satanás entró en Judas, por sobrenombre Iscariote, que era uno de los Doce,
4 y éste fue a tratar con los jefes de los sacerdotes y con los jefes de la policía del Templo sobre el modo de entregarles a Jesús.
5 Ellos se alegraron y acordaron darle una cantidad de dinero.
6 Judas aceptó el trato y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo cuando no estuviera el pueblo.
7 Llegó el día de la fiesta de los Panes sin Levadura, en que se debía sacrificar el cordero de Pascua.
8 Entonces Jesús, envió a Pedro y a Juan diciéndoles: «Vayan a preparar lo necesario para que celebremos la Cena de Pascua.»
9 Le preguntaron: «¿Dónde quieres que la preparemos?»
10 Jesús les contestó: «Cuan do entren en la ciudad, les sal drá al encuentro un hombre que lleva un jarro de agua.
11 Síganlo hasta la casa donde entre, y digan al dueño de la casa: “El Maestro manda a decirte: ¿Dónde está la pieza en la que comeré la Pascua con mis discípulos?”
12 El les mostrará una sala grande y amueblada en el piso superior. Preparen allí lo necesario.»
13 Se fueron, pues, hallaron todo tal como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
La Cena del Señor
14 Llegada la hora, Jesús se puso a la mesa con los apóstoles
15 y les dijo: «Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer.
16 Porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios.»
17 Jesús, aceptando una copa, dio gracias y les dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes,
18 porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
19 Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. (Hagan esto en memoria mía.»
20 Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes»).
21 Sepan que la mano del que me traiciona está aquí conmigo sobre la mesa.
22 El Hijo del Hombre se va por el camino trazado desde antes, pero ¡pobre del hombre que lo entrega!»
23 Entonces empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos iba a hacer tal cosa.
24 Luego comenzaron a discutir sobre quién de ellos era el más importante.
25 Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones las gobiernan como dueños, y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores.
26 Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el más importante entre ustedes debe portarse como si fuera el último, y el que manda, como si fuera el que sirve.
27 Porque ¿quién es más importante: el que está a la mesa o el que está sirviendo? El que está sentado, por supuesto. Y sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve.
28 Ustedes son los que han permanecido conmigo compartiendo mis pruebas.
29 Por eso les doy el reino como mi Padre me lo dio a mí haciéndome rey.
30 Ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi Reino, y se sentarán en tronos para gobernar a las doce tribus de Israel.
31 ¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia;
32 pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos.»
33 Pedro dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la prisión y a la muerte.»
34 Pero Jesús le respondió: «Yo te digo, Pedro, que antes de que cante hoy el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.»
35 Jesús también les dijo: «Cuando les envié sin cartera ni equipaje ni calzado, ¿les faltó algo?» Ellos contestaron: «Nada.»
36 Y Jesús agre gó: «Pues ahora, el que tenga cartera, que la tome, y lo mismo el equipaje. Y el que no tenga espada, que venda el manto para comprarse una.
37 Pues les aseguro que tiene que cumplirse en mi persona lo que dice la Escritura: Ha sido contado entre los delincuentes. Ahora bien, todo lo que se refiere a mí está llegando a su fin.»
38 Ellos le dijeron: «Mira, Señor, aquí hay dos espadas.» El les respondió: «¡Basta ya!»
Jesús en el huerto de Getsemaní
39 Después Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron también sus discípulos.
40 Llegados al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.»
41 Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba
42 con estas palabras: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
43 (Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo.
44 Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo.)
45 Después de orar, se levantó y fue hacia donde estaban los discípulos. Pero los halló dormidos, abatidos por la tristeza.
46 Les dijo: «¿Ustedes duermen? Levántense y oren para que no caigan en tentación.»
47 Todavía estaba hablando cuando llegó un grupo encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se acercara a Jesús para darle un beso,
48 Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?»
49 Los que estaban con Jesús vieron lo que iba a pasar y le preguntaron: «Maestro, ¿sacamos la espada?»
50 Y uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
51 Pero Jesús le dijo: «¡Basta ya!» Y tocando la oreja del hombre, lo sanó.
52 Jesús se dirigió después a los que habían venido a prenderlo, a los jefes de los sacerdotes y de la policía del Templo y los ancianos de los judíos y les dijo: «Tal vez buscan a un ladrón, y por eso han venido a detenerme con espadas y palos.
53 ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes en el Templo? Pero ahora reinan las tinieblas, y es la hora de ustedes.»
Jesús es procesado
54 Entonces lo apresaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote, donde entraron. Pedro los seguía a distancia.
55 Prendieron un fuego en medio del patio y luego se sentaron alrededor; Pedro también se acercó y se sentó entre ellos.
56 Al verlo sentado a la lumbre, una muchachita de la casa, después de mirarlo, dijo: «Este también estaba con él»
57 Pero él lo negó diciendo: «Mujer, yo no lo conozco.»
58 Momentos después otro exclamó al verlo: «Tú también eres uno de ellos.» Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy.»
59 Como una hora más tarde, otro afirmaba: «Seguramente éste estaba con él, pues además es galileo.»
60 De nuevo Pedro lo negó diciendo: «Amigo, no sé de qué hablas.»
60 Todavía estaba hablando cuando un gallo cantó.
61 El Señor se volvió y fijó la mirada en Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.»
62 Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
63 Los hombres que custodiaban a Jesús empezaron a burlarse de él y a darle golpes.
64 Le cubrieron la cara, y después le preguntaban: «Adivina quién te pegó.»
65 Y proferían toda clase de insultos contra él.
66 Cuando amaneció, se reunieron los jefes de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, y mandaron traer a Jesús ante su Consejo.
67 Le interrogaron: «¿Eres tú el Cristo? Respóndenos».
67 Jesús respondió: «Si se lo digo, ustedes no me creerán,
68 y si les hago alguna pregunta, ustedes no me contestarán.
69 Desde ahora, sin embargo, el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha del Dios Poderoso.»
70 Todos dijeron: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Jesús contestó: «Dicen bien, yo lo soy.»
71 Ellos dijeron: «¿Para qué buscar otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.»

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 22
22,7

Jesús ha subido a Jerusalén para la Pascua, una de las tres fiestas que al menos los hombres debían celebrar en la ciudad santa. La primera y principal preocupación de los peregrinos era encontrar una casa donde comer el cordero sacrificado.

El cántaro de agua era habitualmente cosa de mujeres, y por eso era fácil identificar a un hombre con el cántaro. Jesús sabía que Judas lo estaba traicionando y no quería indicar de antemano el lugar de la cena, porque allí po-dían sorprenderlo. Se fía de una intuición profética: el lugar de la última cena lo tiene designado el Padre. De hecho la casa era la de un discípulo de Jesús en Jerusalén. Es posible que haya sido en esta casa donde se reunieron los apóstoles después de la muerte de Jesús y en la que comenzó la Iglesia.
22,14

Ver el comentario de Mc 14,12.

Hemos traducido: Jesús se puso a la mesa. El original dice más bien “se tendió”, como era costumbre en los banquetes, ya que los convidados se tendían sobre divanes.

Jesús debía morir algunas horas antes de que los judíos celebrasen la Pascua ( Jn 18,28) y, según parece, no celebró con sus discípulos la Pascua judía, sino “su” Pascua, o sea la Eucaristía. Cuando se habla de preparar la Pascua en Lc 22,7, con mucha probabilidad Jesús lo entiende de otra forma que sus discípulos, pero no les da explicaciones. Si bien respetó el uso de copas distribuidas a lo largo de la cena, el texto no menciona los ritos de la celebración judía, con el cordero que se debía inmolar en el Templo; nada hace recordar su espíritu, y sólo se hace alusión al Siervo sufriente de Yahvé (Is 52,13) y a la Nueva Alianza (Ex 19; Jr 31,31).
22,19

El pan consagrado, ¿es sólo una figura del cuerpo de Cristo o es realmente el cuerpo de Cristo? Hubo grandes controversias al respecto entre los católicos y los protestantes. Los católicos entendían que el pan consagrado es realmente el cuerpo de Cristo; los protestantes defendían que no contiene la presencia física del cuerpo de Cristo, y lo consideraban un puro símbolo.

La Iglesia católica afirma que el pan consagrado es a la vez símbolo y realidad: ha pasado a ser el cuerpo resucitado de Cristo. Ese cuerpo resucitado no es algo que se pone sobre una mesa. El cuerpo de Cristo es realidad espiritual y atrae hacia sí todas las cosas. Su presencia a través del signo del pan es por tanto muy particular: siendo el pan alimento, el cuerpo de Cristo está presente como pan de vida.

Es bueno recordar que la Eucaristía, en su sentido propio, no es el pan consagrado sino la acción santa que nosotros celebramos, en la que hacemos presente a la vez:

– el paso de Cristo a su Padre que prepara nuestro propio paso;

– la nueva alianza entre Dios y su pueblo, formado por los discípulos de Cristo;

– el cuerpo invisible del que Cristo es la cabeza y la comunión de todos los que celebran el mismo misterio de la fe.
22,20

Mi sangre que es derramada por ustedes. Jesús manifiesta el sentido de su muerte: será el Siervo de Yavé anunciado por Isaías 53,12, que carga con los pecados de una muchedumbre. Por eso en Mateo y Marcos Jesús dice: “Mi sangre derramada por muchos.” Esta muchedumbre la componen ante todo los cristianos. Jesús da su vida para purificar a un pueblo que será suyo (Ef 5,27; Tito 2,14). Por eso leemos aquí: “que es derramada por ustedes”, como en 1Co 11,24.

La alianza nueva. Véase el comentario de Mc 14,12.

Hagan esto en memoria mía. Con estas palabras Jesús instituye la Eucaristía que la Iglesia celebrará después de él. Sería más exacto decir que la Eucaristía es un “memorial”; véase la nota de Dt 6,20. Porque no se trata sólo de conmemorar el recuerdo, sino que además la celebración asocia a los fieles con el sacrificio de Cristo, inscrito ahora en la eternidad: se unen a él y lo viven.

19-20. Lo que está entre paréntesis ( ) falta en muchos manuscritos antiguos.
22,24

Después de narrar la Última Cena (Mc 14,12), Lucas expone algunos recuerdos de la sobremesa en que Jesús se despide de sus apóstoles. En realidad Jesús está solo; entre él y sus discípulos no hay la comunicación que se hubiera esperado, y pareciera que no hubieran aprendido nada después de tantos meses. Al finalizar esta Última Cena solamente expresan preocupaciones humanas, demasiado humanas.

Los apóstoles rivalizan por el primer lugar en el Reino; ¿qué concepto tienen del reino de Dios? Jesús durante la cena se había portado como el sirviente de la casa (Jn 13,1).
22,30

Ustedes se sentarán.... Todo lo que es suyo Jesús lo comparte con quienes se entregaron a su obra. Las doce tribus de Israel, o sea la totalidad del pueblo de Dios, es decir, todos los que han aceptado la fe de los apóstoles.
22,31

Pedro cree que por ser el jefe será más firme que los demás. Pero Jesús ve la misión futura de Pedro, a pesar de la incurable flaqueza humana que dentro de poco se iba a manifestar.

Nótese el contraste entre para sacudirlos, y yo he rogado por ti. Jesús recuerda de nuevo la primacía de Pedro –y de sus sucesores– en el dominio más esencial y espiritual: para afirmar la fe.

La continuidad de la Iglesia a lo largo de los siglos se debe en parte a los Papas, sucesores de Pedro.
22,36

Al final Jesús usa algunas figuras para decir que llega la crisis tantas veces anunciada; los apóstoles lo entienden mal y buscan espadas.
22,39

Parece que Jesús celebró la Pascua en una casa del suroeste de la ciudad vieja de Jerusalén. Bajó por la calle de escaleras hacia lo que había sido el arroyo de Tyropeón, subió al barrio de Ofel, la vieja ciudad de David, para luego bajar al torrente Cedrón, que casi nunca lleva agua. De allí debió tomar un sendero para subir al Monte de los Olivos, llamado así porque su pendiente occidental estaba cubierta de olivos. Jesús fue a un huerto llamado Getsemaní, es decir, “prensa de aceite” que tal vez fuera propiedad de un discípulo de Jesús, ya que varias veces había ido allá (Jn 18,2).
22,43

Un ángel del cielo. La Biblia a veces habla de un ángel para expresar que Dios interviene en forma misteriosa, dando ánimo, enseñanza, castigando... Este ángel nos hace pensar en el que vino a animar a Elías (1 R 19,4). Su sudor se convirtió en sangre. Este síntoma es conocido por los médicos, y delata a la vez ansiedad y sufrimiento intensos.
22,44

Entró en agonía. Jesús ciertamente sintió, al igual que todos y más aún quizás, el horror de la muerte. Pero también debió haber sido asaltado por una visión desesperante del pecado del mundo, por efecto de la presencia del Padre Santísimo.

Buena parte de los manuscritos antiguos del Evangelio no tienen los versículos 43-44, que al parecer habían sido suprimidos porque muchos quedaron impactados con ese testimonio de la “debilidad” de Cristo. En cambio hay que dar gracias por ese testimonio de la sinceridad divina. El Hijo eterno se hizo hombre totalmente y experimentó como nosotros la debilidad, la tentación y casi la desesperanza.
22,54

Respecto de los dos juicios de Jesús, religioso el primero y político el segundo, ver comentario de Mc 14,53.

El proceso y la condena a muerte de Jesús no difieren mucho de lo que ha pasado a tantos otros. El solo hecho de relacionarse preferentemente con los pobres y de educar a la gente del pueblo para hacer de ellos personas libres y responsables, no constituye un delito en ningún país. Sin embargo en todos los tiempos ha sido un motivo suficiente para atraerse persecuciones. Además Jesús predicó en circunstancias sumamente difíciles y cualquier mensaje liberador olía a subversión.

Los que condenaron a Jesús tenían motivos de sobra para odiarlo. Pero el Evangelio deja constancia de que las acusaciones se centraron sobre el punto esencial de su enseñanza. Condenaron a Jesús porque pretendía tener un rango divino: el Cristo, el Hijo de Dios, el que se sentará a la derecha de Dios.

En aquel entonces los jefes de los sacerdotes eran miembros de familias pudientes que pe-leaban por el puesto que les otorgaba el poder y el dinero del Templo. Anás y sus hijos (y su yerno Caifás) son conocidos por haber actuado con la mayor desvergüenza, acallando las protestas con los bastones de sus guardias. Aparecen aquí junto a los Jefes de los judíos o Ancianos, que eran miembros de las familias más ricas.
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 23
Jesús ante Pilato
1 El Consejo en pleno se levantó y llevaron a Jesús ante Pilato.
2 Allí empezaron con sus acusaciones: «Hemos comprobado que este hombre es un agitador. Se opone a que se paguen los impuestos al César y pretende ser el rey enviado por Dios.»
3 Entonces Pilato lo interrogó en estos términos: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «Tú eres el que lo dice.»
4 Pilato se dirigió a los jefes de los sacerdotes y a la multitud. Les dijo: «Yo no encuentro delito alguno en este hombre.»
5 Pero ellos insistieron: «Está enseñando por todo el país de los judíos y sublevando al pueblo. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.»
6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.
7 Cuando supo que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues Herodes se hallaba también en Jerusalén por aquellos días.
8 Al ver a Jesús, Herodes se alegró mucho. Hacía tiempo que de seaba verlo por las cosas que oía de él, y esperaba que Jesús hiciera algún milagro en su presencia.
9 Le hizo, pues, un montón de preguntas. Pero Jesús no contestó nada,
10 mientras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley permanecían frente a él y reiteraban sus acusaciones.
11 Herodes con su guardia lo trató con desprecio; para burlarse de él lo cubrió con un manto espléndido y lo devolvió a Pilato.
12 Y ese mismo día Herodes y Pilato, que eran enemigos, se hicieron amigos.
13 Pilato convocó a los jefes de los sacerdotes, a los jefes de los judíos y al pueblo
14 y les dijo: «Ustedes han traído ante mí a este hombre acusándolo de sublevar al pueblo. Pero después de interrogarlo en presencia de ustedes no he podido comprobar ninguno de los cargos que le hacen.
15 Y tampoco Herodes, pues me lo devolvió. Es evidente que este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
16 Así que después de castigarlo lo dejaré en libertad.» (
17 )
18 Pero todos ellos se pusieron a gritar: «¡Elimina a éste y devuélvenos a Barrabás!
19 Este Barrabás había sido encarcelado por algunos disturbios y un asesinato en la ciudad.
20 Pilato, que quería librar a Jesús, les dirigió de nuevo la palabra,
21 pero seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado nada que merezca la muerte; por eso, después de azotarlo, lo dejaré en libertad.»
23 Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y el griterío iba en aumento.
24 Entonces Pilato pronunció la sentencia que ellos reclamaban.
25 Soltó al que estaba preso por agitador y asesino, pues a éste lo querían, y entregó a Jesús como ellos pedían.
Camino de la cruz
26 Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
27 Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
28 Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos.
29 Porque llegarán días en que se dirá: «Felices las mujeres que no tienen hijos. Felices las que no dieron a luz ni amamantaron.»
30 Entonces dirán: «¡Que caigan sobre nosotros los montes, y nos sepulten los cerros!»
31 Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué harán con el seco?»
32 Junto con Jesús llevaban también a dos malhechores para ejecutarlos.
33 Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
34 (Mientras tanto Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.») Después los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suerte.
35 La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: «Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Me sías de Dios, el Elegido.»
36 También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce
37 diciendo: «Si tú eres el rey de los ju díos, sálvate a ti mismo.»
38 Porque había sobre la cruz un letrero que decía: «Este es el rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: «¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros.»
40 Pero el otro lo reprendió diciendo: «¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?
41 Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho,
42 pero éste no ha hecho nada malo.» Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino.»
43 Jesús le respondió: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.»
44 Hacia el mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde.
45 En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad,
46 y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, expiró.
47 El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: «Realmente este hombre era un justo.»
48 Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho.
49 Estaban a distancia los conocidos de Jesús, especialmente las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, y todo esto lo presenciaron ellas.
50 Intervino entonces un hombre bueno y justo llamado José, que era miembro del Consejo Supremo,
51 pero que no había estado de acuerdo con los planes ni actos de los otros. Era de Arimatea, una ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
52 Se presentó, pues, ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro nuevo cavado en la roca, donde nadie había sido enterrado aún.
54 Era el día de la Preparación de la Pascua y ya estaba para comenzar el día sábado.
55 Las mujeres que habían venido desde Galilea con Jesús no se habían alejado; vieron de cerca el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo.
56 Después que volvieron a sus casas, prepararon perfumes y mirra, y el sábado descansaron, según manda la Ley.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 23
23,1

Pilato no quiere condenar a Jesús, en parte porque odia a los sacerdotes judíos, y por eso lo envía a Herodes. Al poner a Jesús un manto espléndido, Herodes lo trata como a un loco que pretendía ser rey.

12 Ese mismo día se hicieron amigos, porque a pesar de ser tan diferentes, se dieron cuenta de que pertenecían a la misma clase de gente que tiene poder para jugar con la vida de un hombre del pueblo.
23,18

Barrabás era posiblemente un terrorista que hostigaba al opresor romano. Los jefes de los sacerdotes, que buscaban la paz con los romanos, odiaban a esa clase de gente. Y sin embargo son ellos quienes persuaden al pueblo para que pida la libertad de Barrabás.
23,27

¿Qué harán con el árbol seco? Jesús había enseñado que el sacrificio aceptado es fecundo; pero en ese momento lamenta los sufrimientos inútiles de un pueblo que dejó pasar su hora y que va a perderse por su propia culpa.

Sólo Lucas hace notar la actitud compasiva de muchísima gente, especialmente de mujeres. Al contrario de Mateo que insiste en la culpabilidad del pueblo judío, Lucas quiere destacar que la condena de Jesús conmovió a muchos.
23,39

Los jefes de los judíos han colocado a Jesús en el lugar que le correspondía, desde que decidió llevar sobre sí nuestros pecados. Los dos hombres a su lado miran al que ha venido a compartir su suerte y a morir con ellos.

Jesús había afirmado la gratuidad absoluta de la salvación, ya que había venido a salvar no a justos sino a pecadores. En esta hora en que pasa del mundo al Padre, Jesús confirma sus palabras. Al condenado que reconoce: “Nosotros lo hemos merecido”, y no tiene más recomendación que su confianza, Jesús declara: Estarás conmigo en el paraíso.

Esta afirmación nos tranquiliza sobre cuál será nuestra suerte al morir, a pesar de que no podamos saber qué será de nosotros antes de la resurrección. No seremos anestesiados ni dejaremos de existir, sino que ya lo tendremos todo estando con Jesús que vino a compartir la muerte y el descanso de sus hermanos (Fil 1,23 y Ap 14,13).
Evangelio según Lucas (Lc) Capítulo 24
El Señor ha resucitado
1 El primer día de la semana, muy temprano, fueron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado.
2 Pero se encontraron con una novedad: la piedra que cerraba el sepulcro había sido removida,
3 y al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres con ropas fulgurantes.
5 Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?
6 No está aquí. Resucitó. Acuér dense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea:
7 “El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará”.»
8 Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús.
9 Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había sucedido.
10 Las que hablaban eran María de Magdala, Juana y María, la madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas de cían lo mismo a los apóstoles.
11 Pero no les creyeron, y esta novedad les pareció puros cuentos.
12 Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro; se agachó y no vio más que los lienzos, por lo que volvió a casa preguntándose por lo ocurrido.
Los discípulos de Emaús
13 Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén,
14 e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido.
15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos,
16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
17 El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados.
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?»
19 «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!»
19 Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo.
20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz.
21 Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desdeque sucedieron estas cosas.
22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado,
23 pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo.
24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.»
25 Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!
26 ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?»
27 Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas.
28 Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante,
29 pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.
30 Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.
32 Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo.
34 Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.»
35 Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Jesús se aparece a los apóstoles
36 Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo: «Paz a ustedes.»)
37 Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu,
38 pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso?
39 Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.»
40 (Y dicho esto les mostró las manos y los pies).
41 Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?»
42 Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado (y una porción de miel);
43 lo tomó y lo comió delante ellos.
Las últimas instrucciones
44 Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí.»
45 Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras.
46 Les dijo: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día.
47 Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan.
48 Ustedes son testigos de todo esto.
49 Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba.»
50 Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo.
51 Y mientras los bendecía, se separó de ellos (y fue llevado al cielo. 52 Ellos se postraron ante él.) Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén,
53 y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios.

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Comentarios Evangelio según Lucas, capítulo 24
24,1

El Evangelio no cedió a la tentación de describir o imaginar lo que es un misterio. Desde el comienzo los testigos afirman a la vez que Jesús volvió a la vida y que fue glorificado. Esto significa que ahora comparte la Gloria de Dios; esta palabra, “la Gloria”, sería suficiente para designar a Dios mismo. Jesús ahora es el Señor, es decir, que toda la historia y el universo tendrán en él su fin.

Al pasar de este mundo al Padre, Jesús se libera del tiempo y de las distancias: no trate-mos de establecer un itinerario de Jesús entre sus apariciones. Ahora se manifiesta en los tiempos y lugares que ha escogido para confir-mar la fe de los que serán sus primeros testigos.

La predicación de los apóstoles acerca de la resurrección se funda en dos hechos: la tumba vacía y las apariciones. De estas apariciones diversas y múltiples cada Evangelista guarda las que le parece que apuntalan mejor su proyecto. Después de escoger, establecen un orden en su texto con toda libertad, como ya hicieron al reunir los milagros o las palabras de Jesús.

Antes de que se escribieran nuestros evangelios, la primera carta de Pablo a los Corintios ya daba una lista de las apariciones de Jesús (1Co 15,3). A pesar de que los cuatro Evangelios están de acuerdo sobre lo esencial, hay diferencias importantes en cuanto al orden y el lugar de las apariciones.

Lucas no habla de apariciones en Galilea. Mateo en cambio da la impresión de que todo lo importante tuvo lugar allí, incluida la despedida de Jesús: véase la nota en Mt 28,1. Pablo menciona primero una aparición a Pedro, pero no habla de las mujeres, ya que sólo se refiere a “autoridades”: ¿qué valor tenía el testimonio de mujeres?
24,13

Estos dos discípulos sencillamente vol-vían a su casa y a su trabajo, después de ver muertas sus esperanzas. Lucas otorga un lugar muy especial a esta manifestación de Jesús, porque enseña lo que será para los creyentes de todos los tiempos el reencuentro con Cristo resucitado.

Estos dos hombres (a no ser que se trate de una pareja) están en la misma situación en que se encontró el pueblo de Dios varias veces en la historia: tenían la seguridad de haber encontrado un salvador y todo terminó en un fracaso.

Lucas emplea cuidadosamente una y otra vez los verbos “ver” y “reconocer”. El Evangelista quiere comunicar que Jesús después de su resurrección ya no podía ser visto con los ojos del cuerpo. Había pasado de este mundo al de su Padre, y este mundo nuevo escapa a nuestros sentidos. Y es con esta nueva mirada, con esta luz de la fe, que lo reconocemos presente y actuando en nosotros y en nuestro alrededor. Si bien la historia de la Iglesia está marcada por algunas visiones excepcionales, el pueblo de los creyentes está invitado a reconocerlo en la fe.
24,18

Cleofás, el esposo de María, la madre de Santiago y José (ver Jn 19,25 y Mc 15,40).
24,26

Se notará que este encuentro es la primera Eucaristía celebrada en la Iglesia. No hay Eu caristía que no comience con las Escrituras leídas y comentadas y a continuación viene el pan consagrado y compartido. Y entonces se cumple el misterio de la fe: sus ojos lo reconocieron.
24,27

Jesús hace la lectura según la costumbre de las sinagogas: primero los textos del Pentateuco (los libros de Moisés), y luego los Profetas.

Jesús recordó no sólo los textos que anunciaban su pasión y su resurrección, como Is 52,13; Za 12,11; Sal 22; Sal 69, sino también aquellos textos que mostraban el cumplimiento del plan de Dios a través de pruebas y humillaciones.

Aún hoy la Iglesia hace con nosotros lo que Jesús hizo para los dos discípulos: nos enseña la interpretación de las Escrituras. Lo más importante para comprender la Biblia no es saber muchos textos de memoria, sino descubrir los hilos que unen los diversos acontecimientos y comprender el plan de Dios a lo largo de la historia (1Cor 2,9).

Luego viene la consagración. Tomó el pan, lo bendijo, y después de haberlo partido, se lo dio; estas cuatro expresiones eran características de la Eucaristía.
24,32

Sólo entonces los discípulos se dieron cuenta de lo que habían experimentado. Pero ya antes, cuando les explicaba las Escrituras, el Espíritu del Señor resucitado les había dado la certeza de que eso era verdad. El sacramento de la Palabra no había sido menos activo y eficaz que el Pan compartido.
24,33

Se levantaron para regresar a Jerusa lén. Igual que las mujeres que vuelven del sepulcro a los apóstoles y como los apóstoles que volverán del monte de los Olivos a Jerusalén: desde este centro la Iglesia se irradiará cuando hayan recibido al Espíritu.
24,36

Lucas reúne aquí varias escenas en un solo cuadro, tal como lo había hecho en otros lugares. Así resume el período de las apariciones de Jesús resucitado: los primeros encuentros en la tarde de la Pascua; las instrucciones de Jesús cuando envía a los Doce a misionar; la despedida del día de la Ascensión.

Lucas destaca dos temas principales de las instrucciones de Jesús resucitado: el Salvador tenía que sufrir y los apóstoles predicarán la conversión en su nombre. Ubica el primer tema en el encuentro con los discípulos de Emaús y el segundo en el encuentro con los apóstoles.

Muchos lectores, que no han descubierto la manera de escribir de Lucas, se imaginan que todo sucedió el mismo día. Por eso algunos hablan de una contradicción con el primer capítulo de los Hechos, donde Lucas establece claramente la fecha de la Ascensión de Jesús cuarenta días después de la Pascua.

En este capítulo ponemos entre paréntesis varias partes de frases, porque faltan en algunos de los manuscritos más antiguos y porque tal vez fueron añadidas posteriormente.
24,44

Jesús aprovecha estos encuentros para aclarar a sus apóstoles el sentido de su misión cor ta y fulgurante: él nos salvó del pecado. Y el pe cado es la falla enorme inscrita en la historia hu mana, de la que todos nos hacemos responsables al cerrarse nuestra conciencia a la luz de Dios.

Debía verificarse lo anunciado por los profetas respecto de un salvador rechazado por los suyos, y que lleva sobre sí el pecado de su pueblo. ¿Qué pecado? Los pecados de todos, por supuesto, pero también la violencia de toda la sociedad judía en el momento en que vivió Jesús. Este pecado fue el que lo llevó a la cruz.
24,45

Fijémonos en la importancia que da Jesús a los textos del Antiguo Testamento. Tanto con los apóstoles como con los discípulos de Emaús, Jesús considera que esta base es indispensable para comprender los acontecimientos que se están desarrollando.

Se podría decir que esa interpretación del Antiguo Testamento era necesaria para aquellos que debían ser los pilares de nuestra fe, porque el Antiguo Testamento constituía toda su cultura y sólo podían comprender y expresar la novedad del Evangelio en el lenguaje de la Biblia.

La experiencia cristiana universal demuestra que sólo se adquiere la sabiduría de las Escrituras cuando uno se ha familiarizado con el Antiguo Testamento. Al contrario de lo que muchos piensan, esa sabiduría no está reservada a los intelectuales ni requiere conocimiento alguno previo del hebreo o de otros cosas raras. Ante todo y sobre todo es necesaria la convicción de fe.

A partir de ese momento hay que perseverar en la lectura meditada, buscar los libros y encontrar las personas adecuadas que puedan, a nuestro nivel, esclarecernos, y un día cualquiera, si se sabe pedir y golpear a la puerta, el Señor hará surgir en nosotros la fuente de sabiduría que permitirá luego encontrar en todas partes luz y calor.

Invitándolas a que se conviertan. La conversión cristiana no es algo así como pasar de un partido a otro, de un grupo religioso a otro. Es un refundirse de la persona. Pero las personas forman parte de una sociedad, de un mundo, de una historia. Por eso la predicación a las naciones no se limita sólo a proclamar el mensaje de Jesús salvador, sino que incluye además la educación de las naciones para que descubran el plan de Dios sobre el hombre. Lucas habló de los “tiempos de las naciones” y ya vemos cómo se construye la comunidad internacional. Esta evangelización no podía hacerse en diez o cien años.

Arrepentimiento y perdón de los pecados serán proclamados en su nombre (He 2,38; 3,19; 5,31). Se puede interpretar así: “se predicará la conversión y el perdón que llevan a la gente a Cristo”, o bien: “se predicará la conversión con su autoridad”.
24,48

Ustedes son testigos de todo esto. Jesús hace de sus apóstoles los testigos oficiales de su Evangelio y quienes decidirán sobre la fe auténtica.
24,49

Voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Jesús no podría afirmar con más fuerza su autoridad divina y la unidad de las tres personas divinas.

Permanezcan en la ciudad. Los apóstoles no están todavía en condiciones de empezar la misión. Les conviene más bien dedicarse a robustecer la vivencia fraterna y el fervor de la comunidad de los discípulos, esperando la hora que el Padre ha decidido para comunicarles la fuerza que viene de arriba. Esta expresión se deriva de otra: el poder del Altísimo (Lc 1,35), que indica al Espíritu, don del Padre.

Asi concluye el primer libro de Lucas. El segundo es el Libro de los Hechos, que leemos a continuación de los Evangelios y que empieza donde termina este Evangelio.