La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Hechos de los Apóstoles (He)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27
Capítulo 28      
Hechos de los Apóstoles (He) Introducción
Durante los tres años de la vida pública, Jesús puso las bases de su Iglesia: reunió a sus primeros discípulos y los asoció a su misión (Mc 3,13-16); constituyó a Pedro como responsable de la «comunión» (16,18) y guardián de la fe (Lc 22,31) en este nuevo pueblo de Dios; hizo de los Doce y los discípulos un pueblo de testigos (Jn 15,16) y les prometió el don del Espíritu que les descubriría la plenitud de esa luz que había venido a traer a la tierra (Jn 16,13).
Hoy el Señor ya está resucitado; un pueblo nuevo y un mundo nuevo ha nacido del costado abierto de Jesús, como el niño nacido en la sangre y el agua que se escurren del vientre de su madre (Jn 19,34). Iluminado por la palabra de Jesús y animado por su Espíritu, este pueblo se pone en camino para anunciar a todas las naciones las maravillas de Dios y para reunir en la unidad a los hijos dispersos (Jn 11,52).
En esta hazaña apostólica se destacarán dos grandes figuras: Pedro y Pablo. Pedro se dedicará en especial a la evangelización de los Judíos, Pablo será puesto aparte para anunciar la Buena Nueva de la salvación a los paganos (Gal 2,7- 8).
Lucas, autor del tercer Evangelio, dará testimonio de ese nacimiento de la Iglesia en el libro llamado Los Hechos de los Apóstoles, o probablemente en su origen Hechos de Apóstoles. Si existieron para esta obra, como para los Evangelios, relatos más antiguos que Lucas utilizó para redactar su texto, la armonización de esos diversos documentos fue hecha de una forma tan notable que hoy resulta muy difícil distinguirlos. Algunos especialistas piensan que en un principio Los Hechos de los Apóstoles formaban un mismo y único libro con el tercer Evangelio, y que habría sido dividido posteriormente. Sin embargo se da por seguro que desde principios del segundo siglo, Los Hechos de los Apóstoles aparecen como un texto independiente.
Este testimonio sobre el nacimiento de la Iglesia nos ha llegado bajo dos formas diferentes: el texto «corriente», representado por la mayoría de los manuscritos antiguos de origen sirio y egipcio, y el texto llamado «occidental», más largo y muy marcado por las querellas que enfrentaban a los judíos y a los primeros cristianos. Pero realidad las diferencias se notan tan sólo en un número bastante reducido de versículos.
El libro de Los Hechos parece que no se desarrolla según un plan riguroso, pero se pueden distinguir algunas grandes divisiones de la obra, en que se resalta el proyecto de Lucas. Ciertamente Lucas ha asignado la mejor parte a Pedro y a Pablo, pero no se refiere a ellos en exclusividad. A pesar de numerosas excepciones, la figura de Pedro domina en los doce primeros capítulos, y la de Pablo en la segunda parte de la obra.
En el plano geográfico se puede advertir que Los Hechos de los Apóstoles nos conducen desde Jerusalén, pasando por Judea y Samaría, hasta Roma, siguiendo así la misión que Jesús fijó a sus apóstoles el día de su Ascensión (Hech 1,8). Los siete primeros capítulos nos sitúan en Jerusalén, después, en los capítulos ocho y siguientes, y siempre dando lugar a las excepciones, nos presenta la Iglesia que se desarrolla en Judea, en Samaría y en la llanura costera. A partir del capítulo 13, nos trasladan con Pablo a Asia Menor y a Grecia, para situarnos en el capítulo 28 en Roma, en el tribunal del emperador, es decir, en el corazón mismo del mundo pagano. Ahí se detiene bruscamente el libro de Los Hechos como si Lucas, cual si fuera un corredor encargado de acompañar la irradiación de la Buena Nueva de Salvación desde Jerusalén a los confines de la tierra, hubiese alcanzado su objetivo y cumplido su contrato.
Basta esto para darnos a entender que los Los Hechos, como tampoco los Evangelios, no se presentan como una historia detallada de la Iglesia primitiva o una biografía de Pedro o Pablo, sino como un testimonio de la obra del Espíritu Santo.
En efecto, el Espíritu Santo es el verdadero «Hechor» del nacimiento de la Iglesia, por lo que muchos comentaristas, ya desde los primeros siglos cristianos, no han vacilado en llamar a este libro como «El Evangelio del Espíritu Santo». Se podrían retomar aquí, pero modificándolas, las palabras de Juan: «El Espíritu llevó a cabo muchos otros signos que no han sido mencionados en este libro, pero estos han sido puestos por escrito para que ustedes crean que el Espíritu está actuando en la Iglesia de Jesucristo».
En este libro de Los Hechos aparecen además otros rasgos importantes, y en primer lugar que la Iglesia está enraizada en la experiencia y en la tradición de la fe de Israel. Se manifiesta la misma convicción que ya encontramos en los Evangelios: «Jesús cumplió las Escrituras», es decir, llevó a su plenitud y transfiguró en su propia persona todas las realidades del Antiguo Testamento: la realeza de David, la predicación de los profetas, el Templo, el maná, el cordero, etc. etc.
En Los Hechos de los Apóstoles, a través de las diversas predicaciones de Pedro, y en particular de Pablo, Lucas se dedica a señalar cómo el misterio de Cristo y de la Iglesia fueron anunciados y preparados en el Antiguo Testamento, pero también e inseparablemente, cómo este doble misterio devuelve todo su sentido a la historia de Israel.
En esta perspectiva Lucas destaca expresamente los paralelos entre Jesús y su Igle sia, pero también entre el pueblo del Antiguo Testamento y la Iglesia; citemos, a manera de ejemplo, los paralelos entre la muerte de Esteban y la de Jesús, la subida de Pablo a Jerusalén y la de Jesús, o también el contraste entre la torre de Babel y Pentecostés.
Siempre en el mismo sentido, Jerusalén aparece a cada momento bajo la pluma de Lucas (58 veces). Tal como también lo hace en su Evangelio, donde la ciudad santa, a diferencia de los otros Evangelistas, es nombrada 30 veces, Lucas presenta a Jerusalén como el lugar donde se cumplió la salvación y de donde debe partir el anuncio de la Buena Nueva a todas las naciones.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 1
Lucas presenta su libro
1 En mi primer libro, querido Teófilo, hablé de todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar.
2 Al final del libro, Jesús daba instrucciones mediante el Espíritu a los apóstoles que había elegido y era llevado al cielo.
La Ascensión de Jesús
3 De hecho, se presentó a ellos después de su pasión y les dio numerosas pruebas de que vivía. Durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.
4 En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. «Ya les hablé al respecto, les dijo:
5 Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.»
6 Los que estaban presentes le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
7 Les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer los tiempos y las etapas que solamente el Padre tenía autoridad para decidir.
8 Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.»
9 Dicho esto, Jesús fue arrebatado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista.
10 Ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco,
11 que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado volverá de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.»
Los discípulos esperan al Espíritu Santo
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora de camino.
13 Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago.
14 Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
Elección de Matías
15 Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de los discípulos —había allí como ciento veinte personas—, y les dijo:
16 «Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David lo que hizo Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús,
17 era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio común.
18 —Sabemos que con el salario de su maldad se compró un campo, se tiró de cabeza, su cuerpo se reventó y se desparramaron sus entrañas.
19 Este hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, que llamaron a aquel campo, en su lengua, Hakeldamá, que significa: Campo de Sangre—.
20 Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella. Y también está escrito: Que otro ocupe su cargo.
21 Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros,
22 desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección.»
23 Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías.
24 Entonces oraron así: «Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Múestranos a cuál de los dos has elegido
25 para ocupar este cargo y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía.»
26 Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 1
1,1

Conviene comparar este comienzo con el inicio del Evangelio de Lucas. Los Hechos son la segunda parte de una obra que comprendía dos volúmenes, de los cuales el primero era el Evangelio de Lucas. Mientras en el Evangelio se prometía el don del Espíritu, aquí vemos al Espíritu guiando la evangelización.

A lo largo del libro de los Hechos, los Apóstoles afirman que son “testigos de la resurrección de Jesús” (2,32; 3,15; 5,32; 10,41; 13,31). Este testimonio no se apoya en vagos sentimientos o visiones dudosas, sino en las “pruebas” que Jesús dio a sus apóstoles después de su resurrección y cuyo eco son los Evangelios.

La Iglesia se llama apostólica porque la fe, nuestra fe, se basa en el testimonio de los apóstoles; creemos lo que ellos creyeron. Lo que no estaba entonces contenido de alguna manera en la visión de fe que los animaba no será jamás objeto de la fe. Algunas personas enseñan que los apóstoles no creían en la divinidad de Cristo; tal vez no se han dado cuenta de que así están renegando de la fe del Credo.
1,2

Lucas acaba de nombrar al Espíritu Santo. Si bien Jesús dejó a sus apóstoles la responsabilidad de establecer las primeras instituciones, no por eso la Iglesia es obra suya. Todo lo que se va a edificar y que perdurará será inspirado por el Espíritu. El Espíritu llenará de su fuerza a los apóstoles para que sean en medio del mundo los testigos del resucitado.

Cuarenta días. Inspirada en las 40 semanas que el niño pasa en el seno materno, la cifra simbólica de 40 sugiere a la vez el tiempo de la prueba y de la maduración, y también es el tiempo de la espera de un nuevo nacimiento. Como Jesús en el desierto, durante cuarenta días los apóstoles se preparan para su misión de testigos (véase la nota de Mt 28,10).
1,6

No habría que caricaturizar esa esperanza de los apóstoles. Para muchos judíos de entonces, restablecer el reino no tenía en primer lugar un sentido político; se recordaba el sueño de los judíos que, cuatro siglos antes, habían regresado del exilio listos para reconstruir un país santo y nuevo, un sueño que se había realizado sólo muy pobremente. Se esperaba un retorno más verdadero aún en que los judíos del mundo entero volverían a su tierra y Dios manifestaría su presencia en medio de su pueblo renovado.

Jesús no responde, porque los apóstoles no pueden comprender que están al comienzo de una larga historia (Mt 28,20 y Lc 21,24) que dejará atrás a los dioses de mármol, las caminatas a pie, la lámpara de aceite y el hierro forjado.

Es inútil esperar un rápido regreso de Cristo Jesús, aunque conste que lo haya esperado la primera generación de cristianos en muchas comunidades del mundo griego. Véanse al respecto las cartas a los Tesalonicenses y la nota de 2Cor 5,3.
1,8

Lucas expone el plano geográfico del libro de los Hechos, pero al mismo tiempo muestra cómo toda la dinámica del Antiguo Testamento se transforma con la muerte y la resurrección de Jesús. A partir de Noé y sus hijos, la mirada de Dios parecía concentrarse más y más en la raza de Abraham y los hijos de Israel, luego en la tribu de Judá y los hijos de David, hasta que el templo de Jerusalén se convierta en el ombligo del mundo. Ahora el Evangelio se va a extender desde Jerusalén hacia Judea y Samaria, y desde la Tierra Prometida a los confines de la tierra.

Cada uno de los Evangelios termina, a su manera, en el envío de los discípulos a misionar; de igual modo, desde las primeras páginas de los Hechos, Jesús recuerda a su Iglesia las exigencias de la misión. Por eso, cuando una comunidad en la Iglesia deja de ser misionera, deja de ser la Iglesia de Jesucristo.
1,9

Fue levantado ante sus ojos. La resurrección de Jesús es algo absolutamente distinto de un retorno a la vida: él, que había salido del seno de Dios, retornaba a la unidad divina. La palabra “resurrección” no era suficiente para entender lo que ni tan siquiera logramos imaginar y se esclareció esta última manifestación viendo a Jesús subir hacia el mundo de Dios.

Al subir al Cielo en su última aparición, Jesús les reveló el sentido de su propia historia: había venido del Padre y retornaba al Padre. Pero no vuelve solo sino que lleva consigo a todo “un pueblo de cautivos” (Ef 4,8) que ha arrancado del poder de las tinieblas para hacerlo entrar en su reino de luz (Col 1,13). Se va para prepararnos un lugar, a fin de que donde él está, estemos también nosotros (J 14,2-3).

Jesús desaparece y eso era necesario (Jn 16,7). Sean cuales fueren las cualidades del que ha dedicado su vida a reunir discípulos, éstos nunca serán libres si aquél se queda: los discípulos deberán hacerse cargo tanto de la Iglesia y del apostolado como de ellos mismos.
1,12

La primera comunidad no se limitaba a los apóstoles, pues también las mujeres que seguían a Jesús ocuparon un lugar destacado durante la pasión y las manifestaciones de Jesús resucitado (Lc 23,55). María jugó un papel decisivo durante esos días en que los apóstoles y la comunidad trataron de repensar todo lo que habían visto y aprendido de Jesús, ya que sólo ella podía hablarles de la Anunciación y de muchas otras cosas de la vida privada de Jesús, ayudándoles así a entrar en el misterio de su personalidad divina. Como ya hizo Juan al recordar las palabras de Jesús en la cruz (Jn 19,26), Lucas también revela aquí la maternidad espiritual de María.

Y a pesar de que María ocupe el primer lugar en la casa de Juan, ahora se retira y no es más que una presencia orante.
1,15

Se pasa de una comunidad reducida, a un grupo más grande: ciento veinte per so nas. Era la cifra requerida según la tradición para fundar una nueva institución. Ya no cabían en una casa, y la reunión debió efectuarse en algún jardín del monte de los Olivos.

Había muchas otras cosas de que hablar antes que del reemplazo de Judas, sin embargo Lucas le da prioridad porque los “Doce” reproducían la estructura tradicional de las doce tribus del Pueblo de Dios. Así lo había querido Jesús, y era necesario mantener este signo de la unidad en la diversidad.
1,18

Los versículos 18-19 son un inciso de Lucas. Contradice de hecho la versión de Mt 27,3-10.
1,22

Nótense estos límites: el ministerio de Juan Bautista y la Ascensión. Estos serán el punto de partida y el término de la predicación evangélica (He 13,14-31) y el Evangelio de Marcos respetó estos límites.
1,26

La elección se deja a Dios, ya que nadie duda de que está presente y obrando mientras la Iglesia asienta sus bases.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 2
La venida del Espíritu Santo
1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
2 De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban,
3 y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos.
4 Todos quedaron llenos del Es píritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.
5 Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo.
6 Y entre el gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia lengua. Todos quedaron muy desconcertados
7 y se decían, llenos de estupor y admiración: «Pero éstos ¿no son todos galileos? ¡Y miren cómo hablan!
8 Cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa.
9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia,
10 de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias,
11 cretenses y árabes. Y todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de Dios.»
12 Todos estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros qué querría significar todo aquello.
13 Pero algunos se reían y decían: «¡Están borrachos!»
Jesús es proclamado por primera vez
14 Entonces Pedro, con los Once a su lado, se puso de pie, alzó la voz y se dirigió a ellos diciendo: «Amigos judíos y todos los que se encuentran en Jerusalén, escúchenme, pues hay algo que deben saber.
15 No se les ocurra pensar que estamos borrachos, pues son apenas las nueve de la mañana,
16 sino que se está cumpliendo lo que anunció el profeta Joel:
17 Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios: derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos.
18 En aquellos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.
19 Haré prodigios arriba en el cielo y señales milagrosas abajo en la tierra.
20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el Día grande del Señor.
21 Y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
22 Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret. Hizo que realizara entre ustedes milagros, prodigios y señales que ya conocen.
23 Ustedes, sin embargo, lo entregaron a los paganos para ser crucificado y morir en la cruz, y con esto se cumplió el plan que Dios tenía dispuesto.
24 Pero Dios lo libró de las ataduras de la muerte y lo resucitó, pues no era posible que quedase bajo el poder de la muerte.
25 Escuchen lo que David decía a su respecto: Veo constantemente al Señor delante de mí; está a mi derecha para que no vacile.
26 Por eso se alegra mi corazón y te alabo muy gozoso, y hasta mi cuerpo esperará en paz.
27 Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción.
28 Me has dado a conocer los caminos de la vida, me colmarás de gozo con tu presencia.
29 Hermanos, no voy a demostrarles que el patriarca David murió y fue sepultado: su tumba se encuentra entre nosotros hasta el día de hoy.
30 David era profeta y Dios le había jurado que uno de sus descendientes se sentaría sobre su trono. Por eso vio de antemano
31 y se refirió a la resurrección del Mesías con estas palabras: no será abandonado en el lugar de los muertos, ni su cuerpo experimentará la corrupción .
32 Es un hecho que Dios resucitó a Jesús; de esto todos nosotros somos testigos.
33 Después de haber sido exaltado a la derecha de Dios, ha recibido del Padre el don que había prometido, me refiero al Espíritu Santo que acaba de derramar sobre nosotros, como ustedes están viendo y oyendo.
34 También es cierto que David no subió al cielo, pero estas palabras son suyas: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha,
35 hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.»
36 Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron.»
37 Al oír esto se afligieron profundamente y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
38 Pedro les contestó: «Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el Nombre de Jesús, el Mesías, para que sus pecados sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.
39 Porque el don de Dios es para ustedes y para sus hijos, y también para todos aquellos a los que el Señor, nuestro Dios, quiera llamar, aun que estén lejos.»
40 Pedro siguió insistiendo con más argumentos. Los exhortaba diciendo: «Aléjense de esta generación perversa y sálvense.»
41 Los que acogieron la palabra de Pedro se bautizaron, y aquel día se unieron a ellos unas tres mil personas.
La primera comunidad
42 Eran asiduos a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones.
43 Toda la gente sentía un santo temor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban por medio de los apóstoles.
44 Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían,
45 vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno.
46 Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan en sus casas y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón.
47 Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se iban salvando.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 2
2,1

Han transcurrido nueve días entre la Ascensión y Pentecostés; nueve días durante los cuales la Iglesia primitiva estuvo en oración. De aquí viene la práctica de las novenas.

Algunos acontecimientos importantes de la Iglesia primitiva tuvieron lugar con ocasión de fiestas judías. Pentecostés (en griego: la cincuentena) era la fiesta llamada “de las semanas” en la Biblia hebrea, siete semanas después de la Pascua. Al inicio era la fiesta de la cosecha, después se había convertido en la fiesta de la Ley dada en el Sinaí. El don de la Ley será reemplazado por el don del Espíritu.

Este “Pentecostés” anunciado por Jesús es el acto de fundación de la Iglesia, que toma el lugar de Jesús en el mundo y en la historia. Esta efusión del Espíritu, que revistió una importancia excepcional, sólo fue la primera de muchísimas experiencias espirituales personales o colectivas (Jn 20,22; He 10,44 y 19,6).

El relato da a entender que las señales exteriores de ese don del Espíritu fueron sólo señales: lo esencial fue el perdón de los pecados (Jn 20,22) o la reconciliación con Dios (Rom 5,1); dos expresiones diferentes para expresar una transformación interior, que al mismo tiempo es el descubrimiento del Dios Amor.

Muchos lectores se desconciertan ante esa manifestación de la que no tienen experiencia. Sin embargo el don de lenguas prosigue otorgándose en los medios carismáticos (¡desconfiar de las falsificaciones!). Son alabanzas a Dios en lenguas que se ignora; justamente hay en Jerusalén judíos de todos los países que han llegado a celebrar la fiesta, y también prosélitos (11), simpatizantes del judaísmo que vinieron a “adorar a Dios” en aquel lugar. Todos ellos son capaces de reconocer las lenguas locales mencionadas aquí.
2,6

Los oían hablar en su propia lengua... Lo importante no es tanto que los Apóstoles se pongan a hablar lenguas extranjeras, sino que todos esos extranjeros escuchen en su propio idioma esta proclamación de las maravillas de Dios. Dios mismo es quien pone el fundamento de cualquier evangelización: los convertidos a la fe no tienen que renunciar a su lengua o cultura para entrar en la Iglesia, como debían hacerlo los prosélitos judíos. Muy por el contrario, Dios quiere ser alabado y bendecido por todas las lenguas y por todas las culturas, ya que así se hará visible la diversidad de los miembros en el cuerpo de Cristo (1Cor 12,12).
2,14

Es la primera proclamación de la resurrección de Jesús. Pedro, consciente de su responsabilidad, toma la palabra en nombre de todos. Retoma los textos del Antiguo Testamento y muestra cómo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia naciente.
2,17

El texto de Joel sólo mencionaba las manifestaciones extrañas que se observaban en los profetas cuando los poseía el Espíritu, pero ahora Pedro habla de un Espíritu que transforma los corazones y obra la conversión profunda.

Pedro terminará su discurso haciendo un llamado a la conversión, pero cambiará una palabra esencial de la profecía. Joel decía que había que invocar el Nombre del Señor, es decir, de Yavé-Dios; Pedro hablará del Nombre de Jesús Señor (36 y 38).
2,19

En el texto de Joel el don del Espíritu anunciaba el “día de Yavé”, es decir, el día temible del juicio de Dios. Pedro sostiene que ese tiempo ha llegado y que cada uno debe convertirse para escapar a las catástrofes que amenazan al pueblo pecador (2,40). Joel prometía la salvación al que invocara el Nombre de Yahvé, es decir, al que hubiere recurrido a su poder divino. Y Pedro habla de creer en el Nombre de Jesús, porque para él no hay duda de que ahora ese poder divino pertenece a Jesús.
2,22

Otro punto importante: ustedes son los responsables de la muerte de Jesús, pero que formaba parte del plan de Dios, y Dios hará que de ese crimen surja la salvación de todo el pueblo. La continuación del párrafo sólo se comprende teniendo en cuenta que, tanto para Pedro como para sus oyentes, David era un profeta y además el autor de todos los salmos.
2,24

Dios lo resucitó. Dios, cuyo amor es más fuerte que el pecado (Rom 5,20), hizo que Jesús se convirtiera en fuente de salvación para todos los hombres (33 y 36).
2,36

Señor y Mesías: no son palabras sinónimas. Señor indica su personalidad divina y era lo más difícil de creer; Mesías o salvador era más aceptable para la fe tradicional, pero más humillante si se tenía que aceptar a un rey mesías sufriente y condenado.
2,38

Pedro retoma las palabras de Jesús en el primer tiempo de su predicación (Mt 4,17). De nuevo promete el perdón de los pecados que sólo se da donde ha penetrado ya sea el temor o el amor. De hecho, aún hoy hay predicadores dispuestos a decir estas cosas en público y fuera de los muros de una iglesia. El lenguaje podrá parecerles simplista a quienes viven dentro de la iglesia, pero logrará cambios de vida impresionantes en otros.
2,41

Muchas de esas tres mil personas que habían venido en peregrinación volvieron a sus hogares con la fe, pero sin integrarse en una comunidad como la de Jerusalén. Es muy posible que en el versículo siguiente Lucas hable de aquellos menos numerosos que, en la misma Jerusalén, se reagruparon como Iglesia. En ese caso habría que entender y traducir lo que sigue en el v. 42, así: Se venía de manera asidua...
2,42

Lucas indica los cuatro elementos fundamentales de la comunidad cristiana de Jerusalén, cuatro puntos sin los cuales no hay Iglesia de Cristo y que son válidos para toda comunidad cristiana, ya sea “de base” o bíblica.

La enseñanza de los apóstoles era la meditación del Evangelio. Basándose en las palabras de Jesús, los apóstoles aclaraban y unificaban los diversos textos de la Biblia para llegar después a conclusiones prácticas.

Esta enseñanza debe proceder, en buena parte, del Espíritu. Se tocarán entonces temas tabúes que no se abordan hasta que cada individuo quiera mantener su respetabilidad. Eso será, más que la repartición de los bienes, el punto esencial de la convivencia comunitaria.

La fracción del pan es la Eucaristía, al igual que en Lc 24,35. Sólo se cosecharán sus fru tos si han tenido lugar los dos pasos anteriores.

Las oraciones: véanse Ef 6,18; 1Tes 5,17. La oración estará siempre en la convivencia comunitaria, porque la comunidad acoge a los enfermos y los heridos; y tanto las sanaciones que obra el Espíritu como las peticiones atendidas serán la fuente de una continua acción de gracias.
2,44

Posiblemente Lucas se está refiriendo a varios casos que suscitaron admiración, pero que no fueron la regla general. Jesús no había pedido esta puesta en común; sin embargo en tiempos posteriores esta experiencia ha sido un aguijón o un reproche para las comunidades cristianas. Parece que desde un punto de vista económico el resultado fue negativo; tal vez vivieron en una santa despreocupación hasta el día en que todo su capital se consumió (véanse las notas de 2Cor 8 y 9; Gál 2,10).

Desde luego fue un fracaso, pero fue bueno haber corrido el riesgo; lo mismo pasará a lo largo del tiempo con innumerables ensayos parecidos. ¿Cómo llegar hasta el fin del amor si se mantiene la distinción entre tuyo y mío? Cualquier liturgia o espiritualidad será frágil si se rehúsa pisar el terreno del compartir.
2,46

Alegría y sencillez de corazón eran pruebas del cambio que se había operado en ellos: eran ahora personas reconciliadas. En ese tiempo gozaban de la simpatía general y se sentían como en su casa en los atrios del Templo. Podemos imaginarlos agrupándose en un lugar de la esplanada, orando en alta voz, y luego participando en la oración y en los cantos oficiales dirigidos por los levitas.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 3
Pedro y Juan sanan a un hombre tullido
1 Un día Pedro y Juan subían al Templo para la oración de las tres de la tarde.
2 Acababan de dejar allí a un tullido de nacimiento. Todos los días lo colocaban junto a la Puerta Hermosa, que es una de las puertas del Templo, para que pidiera limosna a los que entraban en el recinto.
3 Cuando Pedro y Juan estaban para entrar en el Templo, el hombre les pidió una limosna.
4 Pedro, con Juan a su lado, fijó en él su mirada, y le dijo: «Míranos.»
5 El hombre los miró, esperando recibir algo.
6 Pero Pedro le dijo: «No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo: En nombre del Mesías Jesús, el Nazareno, camina.»
7 Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó.
8 Inmediatamente tomaron fuerza sus tobillos y sus pies, y de un salto se puso en pie y empezó a caminar. Luego entró caminando con ellos en el recinto del Templo, saltando y alabando a Dios.
9 Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios,
10 y lo reconocieron: «¡Es el tullido que pedía limosna junto a la Puerta Hermosa!» Y quedaron sin palabras, asombrados por lo que había sucedido.
11 El hombre sanado no se separaba de Pedro y Juan, por lo que toda la gente, fuera de sí, acudió y se reunió alrededor de ellos en el pórtico llamado de Salomón.
12 Al ver esto, Pedro se dirigió al pueblo y les dijo:
12 «Israelitas, ¿por qué se quedan tan maravillados? Ustedes nos miran como si hubiéramos hecho caminar a este hombre por nuestro propio poder o santidad.
13 Pero no; es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, el que acaba de glorificar a su siervo Jesús. Ustedes lo entregaron y, cuando Pilato decidió dejarlo en libertad, renegaron de él.
14 Ustedes pidieron la libertad de un asesino y rechazaron al Santo y al Justo.
15 Mataron al Señor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
16 Miren lo que puede la fe en su Nombre, pues en su Nombre acaba de ser restablecido este hermano al que ustedes ven y conocen. La fe que él nos inspira es la que lo ha sanado totalmente en presencia de todos ustedes.
17 Yo sé, hermanos, que ustedes obraron por ignorancia, al igual que sus jefes,
18 y Dios cumplió de esta manera lo que había dicho de antemano por boca de todos los profetas: que su Mesías tendría que padecer.
19 Arrepiéntanse, pues, y conviértanse, para que sean borrados sus pecados. Así el Señor hará llegar el tiempo del alivio,
20 enviándoles al Mesías que les ha sido destinado, que es Jesús.
21 Pues el cielo debe guardarlo hasta que llegue el tiempo de la restauración del universo, según habló Dios en los tiempos pasados por boca de los santos profetas.
22 Moisés afirmó: El Señor Dios hará que un profeta como yo surja de entre sus hermanos. Escuchen todo lo que les diga.
23 El que no escuche a ese profeta será eliminado del pueblo.
24 Y después todos los profetas, empezando por Samuel, anunciaron estos días.
25 Ustedes son los hijos de los profetas y los herederos de la alianza que Dios pactó con nuestros padres, al decir a Abrahán: A través de tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.
26 Por ustedes, en primer lugar, Dios ha resucitado a su Siervo y lo ha enviado para bendecirles, con tal que cada uno renuncie a su mala vida.»

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 3
3,1

Ponían al enfermo junto a la Puerta del Templo porque era el mejor sitio para pedir limosna, pero también porque no tenía derecho a entrar: la interpretación de 2Sa 5,6 permitía dejar a la puerta del lugar de oración a los mendigos que de otro modo lo habrían invadido.

Lo mismo que pasó con los leprosos sanados por Jesús, este milagro da al enfermo toda su dimensión humana; ahora tendrá su lugar en el nuevo pueblo de Dios.
3,12

Una vez más Pedro proclama lo que supera al entendimiento: Aquél que ustedes mataron era el príncipe de la vida. Una nueva manera de afirmar la plena humanidad de Jesús y su carácter divino.

La predicación de Pedro destaca el sentido del milagro, o del signo, que acaba de ser manifestado a toda aquella gente que había venido a orar al Templo.
3,13

Su siervo. Jesús comparte aquí este título con muchos otros siervos de Dios, ya sea en la Biblia, ya sea en el lenguaje cristiano. Sin em bargo, en los textos apostólicos este título atri buido a Jesús recuerda ante todo al siervo del libro de Isaías (42,1; 49,1; 50,4; 52,13). Es tos textos anunciaban a un siervo de Dios cuyos sufrimientos y muerte traerían la salvación a todos.
3,16

Su nombre: solamente un ser divino tiene un Nombre al que los hombres invocan y que obra prodigios.
3,18

Pedro invita a sus oyentes a releer las Escrituras: el Mesías tenía que sufrir (Is 53,4), y no es lo mismo cuando la persona lo lee en un libro que cuando ha sido testigo y tal vez actor de la tragedia. El odio y la injusticia no pueden detener el plan de Dios y su trabajo paciente para salvarnos.
3,23

Al recordar la promesa hecha a Abraham y renovada a Moisés, Pedro señala cómo todo el Antiguo Testamento encuentra su pleno cumplimiento en Jesús y en su Iglesia. La conversión lleva a escuchar a Jesús; el bautismo vendrá sólo después.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 4
Pedro y Juan son arrestados
1 Pedro y Juan estaban aún hablando al pueblo, cuando se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos;
2 toda esa gente se sentía muy molesta porque enseñaban al pueblo y afirmaban la resurrección de los muertos a propósito de Jesús.
3 Los apresaron y los pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues ya estaba anocheciendo.
4 Pero muchos de los que habían oído la Palabra creyeron, y su número llegó a unos cinco mil hombres.
5 Al día siguiente, los jefes de los saduceos se reunieron con los ancianos y los maestros de la Ley de Jerusalén.
6 Allí estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y todos los que pertenecían a la alta clase sacerdotal.
7 Mandaron traer a Pedro y Juan ante ellos y empezaron a interrogarles: «¿Con qué poder han hecho ustedes eso? ¿A qué ser celestial han invocado?»
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y Ancianos:
9 Hoy debemos responder por el bien que hemos hecho a un enfermo. ¿A quién se debe esa sanación?
10 Sépanlo todos ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre que está aquí sano delante de ustedes ha sido sanado por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron, pero a quien Dios ha resucitado de entre los muertos.
11 El es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se ha convertido en piedra angular.
12 No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados.»
13 Quedaron admirados al ver la seguridad con que hablaban Pedro y Juan, que eran hombres sin instrucción ni preparación, pero sa bían que habían estado con Jesús.
14 Los jefes veían al hombre que había sido sanado allí, de pie a su lado, de modo que nada podían decir contra ellos.
15 Mandaron, pues, que los hicieran salir del tribunal mientras de liberaban entre ellos. Decían:
16 «¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Todos los habitantes de Jerusalén saben que han hecho un milagro clarísimo, y nosotros no podemos negarlo.
17 Pero prohibámosles que hablen más de ese Nombre ante ninguna persona, no sea que esto se extienda entre el pueblo.»
18 Llamaron, pues, a los apóstoles y les ordenaron que de ningún modo enseñaran en el nombre de Jesús, que ni siquiera lo nombraran.
19 Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen ustedes si es correcto delante de Dios que les hagamos caso a ustedes, en vez de obecedecer a Dios.
20 Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
21 Insistieron ellos en sus amenazas y los dejaron en libertad. No encontraron manera de castigarlos a causa del pueblo,
22 pues todos glorificaban a Dios por lo que había sucedido, sabiéndose además que el hombre milagrosamente sanado tenía más de cuarenta años.
La oración de la comunidad
23 Apenas quedaron libres, Pedro y Juan fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos.
24 Los escucharon, y después todos a una elevaron su voz a Dios, diciendo: «Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.
25 Tú, por el Espíritu Santo, pusiste en boca de tu siervo David estas palabras: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos traman planes vanos?
26 Se han aliado los reyes de la tierra y los príncipes se han unido contra el Señor y contra su Mesías.
27 Es verdad que en esta ciudad hubo una conspiración de Herodes con Poncio Pilato, los paganos y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste.
28 Así ellos consiguieron lo que tú habías decidido de antemano y llevabas a efecto.
29 Y ahora, Señor, fíjate en sus amenazas; concede a tus siervos anunciar tu Palabra con toda valentía,
30 mientras tú manifiestas tu poder y multiplicas tus intervenciones, realizando curaciones, señales y prodigios por el Nombre de tu santo siervo Jesús.»
31 Terminada la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a anunciar con seguridad la Palabra de Dios.
Los creyentes intentan poner en común todos los bienes
32 La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como propios sus bienes, sino que todo lo tenían en común.
33 Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y aquél era para todos un tiempo de gracia sin igual.
34 Entre ellos ninguno sufría necesidad, pues los que poseían campos o casas los vendían, traían el dinero
35 y lo depositaban a los pies de los apóstoles, que lo repartían según las necesidades de cada uno.
36 Así lo hizo José, un levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que quiere decir: “El que conforta”).
37 Éste vendió un campo de su propiedad, trajo el dinero de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 4
4,1

Con esta detención se abre una nueva etapa. Aun sin predicación, la sola presencia del grupo cristiano en la esplanada del templo era como una acusación a los que habían condenado a Jesús. Hablar de la resurrección de los muertos era condenar la doctrina que querían imponer los saduceos, el partido de los sumos sacerdotes. Porque si se le daba al pueblo una esperanza en la otra vida, se reducía la importancia de las autoridades que manejaban la suerte terrenal del pueblo de Dios (véase Mc 12,18).

Este texto sugiere que todos podemos ser testigos de Jesús y de su verdad si estamos decididos a comprometernos. Tal vez nos paraliza el miedo a encontrarnos solos frente a las oposiciones en vez de contar con la presencia de Cristo (Mt 10,17-20).
4,12

No se ha dado otro Nombre. Jesús es el único salvador de todos los hombres, tanto de los que lo han precedido como de los que vendrán después de él, tanto de los que lo conocen como de los que lo ignoran.

La salvación que no se encuentra en ningún otro es en primer lugar la “liberación de Israel” (Lc 2,25) que aguardaban los oyentes de Pedro, y él les promete tiempos mejores (3,20). Los profetas, sin embargo, han unido siempre la salvación de Israel con una renovación interior, y los apóstoles darán la prioridad a esa salvación que Dios concede a los que creen; no se habla de cristianos sino de “salvados” (2,47).

Siempre habrá que distinguir la salvación cristiana, es decir, la vida renovada de la que gozan los creyentes en cuanto se han entregado a Jesús, y la salvación eterna que Dios concederá a todos en el último día. Cualquiera que fuere su camino y su religión, se reconocerán entonces pecadores, pero también se verán salvados por aquél que no han conocido en este mundo y con él compartirán la eternidad de Dios.
4,13

En cualquier época, los que dan testimonio de una verdad molesta o que ofrecen el remedio para los males profundos de la sociedad deben enfrentarse con las autoridades que miran desde arriba. Los que encarnan el poder necesitarán siempre mucha humildad para recibir una verdad que no proceda de ellos mismos. Y para convertir a uno solo de estos, los inferiores tendrán que aceptar grandes sufrimientos.
4,31

Con seguridad. Esta expresión se repetirá muchas veces en el transcurso de estos libros. Los creyentes están convencidos de que son portadores de un mensaje vital para quienes los rodean: hablan porque creen (2Cor 4,13). Les sería más difícil hablar si pensaran que al fin y al cabo el mundo donde se vive no es tan malo.
4,32

Los versículos 32-37 parecieran indicar que la puesta en común de los bienes era una regla en la primera comunidad cristiana, mientras que en 5,4 nos dice, por boca del mismo Pedro, que Ananías y Safira eran libres de guardarse sus bienes. Véase al respecto la nota de 2,44.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 5
El fraude de Ananías y Safira
1 Otro hombre llamado Ananías, de acuerdo con su esposa Safira, vendió también una propiedad,
2 pero se guardó una parte del dinero, siempre de acuerdo con su esposa; la otra parte la llevó y la entregó a los apóstoles.
3 Pedro le dijo: «Ananías, ¿por qué has dejado que Satanás se apoderara de tu corazón? Te has guardado una parte del dinero; ¿por qué intentas engañar al Espíritu Santo?
4 Podías guardar tu propiedad y, si la vendías, podías también quedarte con todo. ¿Por qué has hecho eso? No has mentido a los hombres, sino a Dios.»
5 Al oír Ananías estas palabras, se desplomó y murió. Un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron.
6 Se levantaron los jóvenes, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas más tarde llegó la esposa de Ananías, que no sabía nada de lo ocurrido.
8 Pedro le preguntó: «¿Es cierto que vendieron el campo en tal precio?» Ella respondió: «Sí, ése fue el precio.»
9 Y Pedro le replicó: «¿Se pusieron, entonces, de acuerdo para desafiar al Espíritu del Señor? Ya están a la puerta los que acaban de enterrar a tu marido y te van a llevar también a ti.»
10 Y al instante Safira se desplomó a sus pies y murió. Cuando entraron los jóvenes la hallaron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido.
11 A consecuencia de esto un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron hablar del hecho.
12 Por obra de los apóstoles se producían en el pueblo muchas señales milagrosas y prodigios. Los creyentes se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón,
13 y nadie de los otros se atrevía a unirse a ellos, pero el pueblo los tenía en gran estima.
14 Más aún, cantidad de hombres y mujeres llegaban a creer en el Señor, aumentando así su número.
15 La gente incluso sacaba a los enfermos a las calles y los colocaba en camas y camillas por donde iba a pasar Pedro, para que por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos.
16 Acudían multitudes de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo a sus enfermos y a personas atormentadas por espíritus malos, y todos eran sanados.
Los apóstoles son nuevamente arrestados
17 El sumo sacerdote y toda su gente, que eran el partido de los saduceos, decidieron actuar en la forma más enérgica.
18 Apresaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
19 Pero un ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel durante la noche y los sacó fuera, diciéndoles:
20 «Vayan, hablen en el Templo y anuncien al pueblo el mensaje de vida.»
21 Entraron, pues, en el Templo al amanecer y se pusieron a enseñar.
21 Mientras tanto el sumo sacerdote y sus partidarios reunieron al Sanedrín con todos los ancianos de Israel y enviaron a buscar a los prisioneros a la cárcel.
22 Pero cuando llegaron los guardias no los encontraron en la cárcel. Volvieron a dar la noticia y les dijeron:
23 «Hemos encontrado la cárcel perfectamente cerrada y a los centinelas fuera, en sus puestos, pero al abrir las puertas no hemos encontrado a nadie dentro.»
24 El jefe de la policía del Templo y los jefes de los sacerdotes quedaron desconcertados al oír esto y se preguntaban qué podía haber sucedido.
25 En esto llegó uno que les dijo: «Los hombres que ustedes encarcelaron están ahora en el Templo enseñando al pueblo.»
26 El jefe de la guardia fue con sus ayudantes y los trajeron, pero sin violencia, porque tenían miedo de ser apedreados por el pueblo.
27 Los trajeron y los presentaron ante el Consejo. El sumo sacerdote los interrogó diciendo:
28 «Les ha bíamos advertido y prohibido enseñar en nombre de ése. Pero ahora en Jerusalén no se oye más que su predicación y quieren echarnos la culpa por la muerte de ese hombre.»
29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero.
31 Dios lo exaltó y lo puso a su derecha como Jefe y Salvador, para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
32 Nosotros somos testigos de esto y lo es también el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen.»
33 Ellos escuchaban rechinando los dientes de rabia y querían matarlos.
34 Entonces se levantó uno de ellos, un fariseo llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley y persona muy estimada por todo el pueblo. Mandó que hicieran salir a aquellos hombres durante unos minutos
35 y empezó a hablar así al Consejo:
35 «Colegas israelitas, no actúen a la ligera con estos hombres.
36 Recuerden que tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron y todo quedó en nada.
37 Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron.
38 Por eso les aconsejo ahora que se olviden de esos hombres y los dejen en paz. Si su proyecto o su actividad es cosa de hombres, se vendrán abajo.
39 Pero si viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos, y ojalá no estén luchando contra Dios.»
39 El Consejo le escuchó
40 y mandaron entrar de nuevo a los apóstoles. Los hicieron azotar y les ordenaron severamente que no volviesen a hablar de Jesús Salvador. Después los dejaron ir.
41 Los apóstoles salieron del Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús.
42 El día entero en el Templo y por las casas no cesaban de enseñar y proclamar a Jesús, el Mesías.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 5
5,1

Muchos lectores, prisioneros de un mundo en el que todos desean una vida muy larga, o piensan que tienen derecho a ella, se impactan con esta doble muerte: ¡Dios es cruel! Pero ¿no será eso una prueba de nuestra gran ignorancia sobre Dios? Él sabe el tiempo que vivirá cada uno en el mismo momento que lo llama a la vida; si aceptó un mundo en que centenas de millones de personas sólo tendrán una o dos decenas de años para preparar su “Yo” eterno, puede también poner ante nuestros ojos la muerte imprevista y súbita de una pareja que, de otro modo, habría tal vez seguido agitándose o aburriéndose durante algunos años más.

Para los testigos de este hecho el temor no es tanto miedo sino más bien la impresión muy fuerte de encontrarse allí donde la presencia de Dios proyecta el máximo de luz. Son portadores de un mensaje de vida (5,20).
5,11

Aquí se lee por primera vez el término Iglesia. Su sentido exacto es: la asamblea convocada (por Dios). Las palabras santos, elegidos e Iglesia van juntas; se aplican a los que Dios eligió, consagró y reunió para hacer de ellos su pueblo particular. Los creyentes son conscientes de que son esa nueva comunidad, es decir, que son el verdadero Israel. Poco a poco, el Espíritu Santo los va separando de la comunidad oficial.

La Iglesia en ese momento sólo designa a la comunidad de Jerusalén. Cuando surjan otras comunidades –otras iglesias– la palabra Iglesia se referirá a todo el pueblo de Dios.
5,15

Estos versículos no temen comparar a Pedro con Jesús.
5,17

¿Podemos comparar esta confrontación entre los apóstoles y los jefes del pueblo con lo que sucede hoy en día en muchos lugares, cuando algunos cristianos denuncian la violación de los derechos del hombre?

Muchos dirán que no es lo mismo, ya que los apóstoles eran perseguidos porque proclamaban a Jesús, mientras que ahora esos cristianos son perseguidos porque hacen política. Pero eso no es algo tan evidente.

En ese tiempo los judíos eran dominados y estaban divididos, y Jesús enseñaba un camino de libertad que hoy se llamaría acción no violenta. Y las autoridades se libraron de él para defender la seguridad de su nación (Jn 12,48) y su propia política. Creer en Jesús era reconocer que se había actuado mal al rechazarlo. Seguir el camino que Jesús había indicado era condenar la política (Lc 21,12-16).

La Iglesia no estaría proclamando a Jesús como el único Salvador (5,31) si cerrase los ojos cuando naciones enteras están condenadas a una muerte lenta por falta de trabajo, de educación y de salud, o cuando los débiles son asfixiados por los poderosos so pretexto de libertad. Sin embargo, denunciar no es juzgar, pero dichas denuncias serían ajenas al Evangelio si no fuéramos capaces de anunciar el plan y la salvación de Dios.
5,33

Gamaliel, un gran rabino de la época, reputado por su apertura de espíritu, iba a ser dentro de poco el maestro de Saulo de Tarso, que sería luego san Pablo.
5,39

Este argumento aboga aquí en favor del Evangelio, pero aboga también hoy a favor de las religiones que se oponen al cristianismo y que sin embargo perduran desde hace muchos siglos. También se podría pensar en esos grupos que se dicen cristianos o creyentes de la Biblia y que han desfigurado a Jesús y el Evangelio en vez de dar su mensaje. ¿Ha querido Dios su éxito?

Habría que responder sí y no. La Iglesia es muy tímida en sus iniciativas para evangelizar, hasta el punto de circunscribirse a una determinada cultura religiosa, y por otro lado la diversidad humana es tan amplia que la salvación de la humanidad sobrepasa en complejidad todo lo que nos podríamos imaginar.

En esas condiciones falsos profetas han podido lanzar iglesias que unen en forma extraña la ceguera espiritual con la capacidad de dar a los jóvenes una educación sana y fuerte. Profetas ignorantes de Cristo han podido mantener en el mundo un sentido de Dios y del servicio de Dios que no se veían entre los cristianos.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 6
Los Doce y la elección de los Siete
1 Por aquellos días, como el número de los discípulos iba en aumento, hubo quejas de los llamados helenistas contra los llamados hebreos, porque según ellos sus viudas eran tratadas con negligencia en el servicio diario.
2 Los Doce reunieron la asamblea de los discípulos y les dijeron: «No es correcto que nosotros descuidemos la Palabra de Dios por hacernos cargo de este servicio.
3 Por lo tanto, hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu y de sabiduría; les confiaremos esta tarea
4 mientras que nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la Palabra.»
5 Toda la asamblea estuvo de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, que era un prosélito de Antioquía.
6 Los presentaron a los apóstoles, quienes se pusieron en oración y les impusieron las manos.
7 La Palabra de Dios se difundía; el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente, e incluso un buen grupo de sacerdotes había aceptado la fe.
Historia de Esteban
8 Esteban, hombre lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo.
9 Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban,
10 pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
11 Al no poder resistir a la verdad, sobornaron a unos hombres para que afirmaran: «Hemos oído hablar a este hombre contra Moisés y contra Dios.»
12 Con esto alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la Ley, llegaron de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín.
13 Allí se presentaron testigos falsos que declararon: «Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley.
14 Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá este Lugar Santo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.»
15 En ese momento todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron los ojos en Esteban, y su rostro les pareció como el de un ángel.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 6
6,1

Jesús seguramente no dijo a sus apóstoles en detalle la manera en que debían organizar la Iglesia. Pero surge un conflicto entre dos grupos sociales: los Helenistas judíos de habla griega, gente de paso o vueltos del extranjero; y los Hebreos, nacidos en Palestina y que hablaban arameo.

Este conflicto está lleno de enseñanzas. Las dificultades en el servicio a las viudas revelan una fisura ya existente. La comunidad quería juntar unos y otros casi ignorando las diferencias, ya que todos eran hermanos y el Evangelio de Dios era el mismo para todos. Esa ilusión sin embargo, que perdura todavía hoy en muchos dominios, muestra sus limitaciones en el momento de compartir.

Compartir la Palabra supone confianza mutua y un lenguaje común; el compartir los bienes se topa con tantas dificultades que sólo una comunidad reducida, donde todos tengan el mismo modelo de vida, puede arriesgarse a eso.

Los “siete” que eligieron los helenistas no son sólo los encargados de un servicio, lo que justificaría el título de diáconos (servidor/administrador), sino que además son los responsables y los “evangelizadores” de la comunidad de los judíos de lengua griega: véase He 21,8.

Entonces nace en Jerusalén una comunidad de lengua griega; es muy probable que ese fuera el momento en que se tradujeron al griego la catequesis oficial y los primeros textos litúrgicos. Esa traducción sería el documento de base de nuestros Evangelios sinópticos.
6,2

El servicio de las mesas. La palabra mesa puede indicar cualquier mostrador donde se trancen negocios de dinero, como sería el caso de dones a repartir.
6,3

La comunidad cristiana elige a sus responsables, lo que en nada disminuye la autoridad suprema de los apóstoles; por no tener en cuenta eso, la Iglesia ha perdido a menudo la libertad de expresión, el sentido de acogida y el espíritu de iniciativa.

Los apóstoles se dedicarán a la oración, tal como se verá en He 10,9, que le dará a su palabra la fuerza del Espíritu.
6,5

Nada sabemos de los Siete, a excepción de Esteban y Felipe. Como el Apocalipsis menciona a unos “nicolaítas” (Ap 2,6), posteriormente algunos creyeron que fueran los imitadores de ese Nicolás desconocido.
6,8

Llama la atención este elogio a Esteban. Tenía todo para haber sido un gran apóstol, pero como sucede a menudo, Dios elige para sí lo mejor y lo quita antes de haber dado lo que podía: otros detrás de él harán el trabajo.

Esteban ejerce su ministerio entre los judíos de lengua griega que habían vuelto a Jerusalén por un tiempo. Dos sinagogas griegas se confabulan en su contra y apelan a las autoridades. Se hace un proceso rápido, y el Sanedrín, aprovechándose la ausencia del gobernador romano, lo manda apedrear.
6,12

Corre el año 36; durante los años transcurridos el pueblo se ha ido aburriendo de ver siempre a los cristianos al margen de la unidad nacional, y por primera vez se advierte la hostilidad en su contra.
6,14

Jesús cambiará las costumbres: es decir, las prácticas religiosas. Los cristianos judíos continuaban observando tales prácticas religiosas pero llevaban consigo el espíritu que les indicaba que lo esencial estaba en otra parte.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 7
1 Entonces el sumo sacerdote le preguntó: «¿Es verdad lo que dicen?»
2 Esteban respondió: «Hermanos y padres, escúchenme:
2 El Dios glorioso se apareció a nuestro padre Abrahán mientras estaba en Mesopotamia, antes de que fuera a vivir a Jarán,
3 y le dijo: “Deja tu país y tu parentela y vete al país que te indicaré.”
4 Entonces abandonó el país de los caldeos y se estableció en Jarán.
4 Después de la muerte de su padre, Dios hizo que se trasladara a este país en que ustedes habitan ahora.
5 Y no le dio en él propiedad alguna, ni siquiera un pedacito de tierra donde poner el pie, sino que le prometió darle el país en posesión, a él y a su descendencia después de él. Se lo dijo a pesar de que no tenía hijos.
6 Dios le habló así: “Tus descendientes vivirán en tierra extranjera y serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años.
7 Pero yo pediré cuentas a la nación a la que sirvan como esclavos. Después saldrán y me darán culto en este lugar.
8 Luego hizo con él el pacto de la circuncisión. Y así, al nacer su hijo Isaac, Abrahán lo circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac con Jacob, y Jacob con los doce patriarcas.
9 Los patriarcas se pusieron celosos de José, hasta que lo vendieron, y fue llevado a Egipto. Pero Dios estaba con él
10 y lo libró de todas sus tribulaciones; le concedió sabiduría y lo hizo grato a los ojos de Faraón, rey de Egipto, que lo nombró gobernador de Egipto y de toda su casa.
11 Sobrevino el hambre por toda la tierra de Egipto y de Canaán, y la miseria fue tan enorme que nuestros padres no encontraban qué comer.
12 Al enterarse Jacob de que había trigo en Egipto, mandó allí a nuestros padres una primera vez.
13 La segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos y así Faraón conoció a la raza de José.
14 Luego José mandó buscar a su padre Jacob con toda su familia, que se componía de setenta y cinco personas.
15 Jacob entonces bajó a Egipto, donde murió él, y más tarde también nuestros padres.
16 Sus cuerpos fueron llevados a Siquem y descansan en la tumba que Abrahán había comprado en Siquem a los hijos de Hamor por cierta suma de plata.
17 Ya se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abrahán; el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
18 hasta que llegó otro rey a Egipto que no había conocido a José.
19 Este rey, actuando con astucia contra nuestra raza, obligó a nuestros padres a que abandonaran a sus hijos recién nacidos para que la raza no sobreviviera.
20 Fue en ese tiempo cuando nació Moisés, que era precioso para Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre,
21 y cuando tuvieron que abandonarlo, la hija de Faraón lo recogió y lo crió como hijo suyo.
22 Así Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios,
23 y llegó a ser poderoso en sus palabras y en sus obras.
23 Tenía cuarenta años cumplidos cuando sintió deseos de visitar a sus hermanos, los israelitas.
24 Al ver cómo uno de ellos era maltratado, salió en defensa del oprimido y mató al egipcio.
25 ¿Comprende rían sus hermanos que Dios lo enviaba a ellos como un libertador? Moisés lo creía, pero ellos no lo entendieron.
26 Al día siguiente vio a dos israelitas que se estaban peleando y trató de pacificarlos, diciéndoles: “Ustedes son hermanos, ¿por qué se hacen daño el uno al otro?”
27 Pero el que maltrataba a su compañero lo rechazó diciendo:
28 “¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? ¿Quieres matarme a mí como hiciste ayer con el egipcio?”
29 Al oír esto Moisés huyó y fue a vivir en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
30 Pasados cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí en la llama de una zarza que ardía.
31 Moisés quedó perplejo ante esta visión y, al acercarse para mirar, oyó la voz del Señor:
32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.» Moisés sintió tanto miedo que no se atrevía ni a mirar.
33 Pero el Señor le dijo: «Quítate las sandalias, porque el lugar que estás pisando es tierra santa.
34 He visto cómo maltratan a mi pueblo en Egipto, he oído su llanto y he bajado para liberarlo. Y ahora ven, que te voy a enviar a Egipto.»
35 A este Moisés, al que rechazaron diciendo: “¿Quién te nombró jefe y juez?”, Dios lo envió como jefe y libertador, con la asistencia del ángel que se le apareció en la zarza.
36 Y los hizo salir de aquel país, realizando prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años.
37 Este Moisés es el que dijo a los israelitas: «Dios les dará un profeta como yo de entre sus hermanos.»
38 Este es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y recibió las palabras de vida para comunicárselas a ustedes.
39 Nuestros padres no quisieron obedecerle, lo rechazaron y desearon volverse a Egipto.
40 Incluso dijeron a Aarón: “Danos dioses que vayan delante de nosotros, porque no sabemos qué ha sido de este Moisés que nos sacó de Egipto.”
41 Y fabricaron en aquellos días un becerro, ofrecieron sacrificios al ídolo y festejaron la obra de sus manos.
42 Entonces Dios se apartó de ellos y dejó que adoraran a los astros del cielo, como está escrito en el Libro de los Profetas: “¿Acaso me ofrecieron ustedes víctimas y sacrificios durante cuarenta años en el desierto?
43 Más bien llevaban con ustedes la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán, imágenes que ustedes mismos se fabricaron para adorarlas. Por eso yo los desterraré más allá de Babilonia.”
44 Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio; el que hablaba a Moisés le había ordenado que la fabricara según el modelo que había visto.
45 Después de recibirla, nuestros padres la introdujeron, al mando de Josué, en la tierra conquistada a los paganos, a quienes Dios expulsó delante de ellos. Esto duró hasta los días de David.
46 David agradó a Dios y quiso darle una morada entre los hijos de Jacob.
47 De hecho fue Salomón quien le edificó un templo.
48 En realidad, el Altísimo no vive en casas fabricadas por manos de hombres, como dice el Profeta:
49 El cielo es mi trono y la tierra el apoyo de mis pies. ¿Qué casa me podrían edificar?, dice el Señor. ¿Cuál sería el lugar de mi descanso?
50 ¿No fui yo quien hizo todas estas cosas?
51 Ustedes son un pueblo de cabeza dura, y la circuncisión no les abrió el corazón ni los oídos. Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo, al igual que sus padres.
52 ¿Hubo algún profeta que sus padres no hayan perseguido? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ustedes ahora lo han entregado y asesinado;
53 ustedes, que recibieron la Ley por medio de ángeles, pero que no la han cumplido.»
54 Al oír este reproche se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra Esteban.
55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha,
56 y exclamó: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.»
57 Entonces empezaron a gritar, se taparon los oídos y todos a una se lanzaron contra él. Lo empujaron fuera de la ciudad y empezaron a tirarle piedras.
58 Los testigos habían dejado sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo.
59 Mientras era apedreado, Esteban oraba así: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
60 Después se arrodilló y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Y dicho esto, se durmió en el Señor.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 7
7,1

El largo discurso de Esteban ante el Sanedrín señala, por un lado las continuas iniciativas de Dios que llama, da, promete, corrige y salva; y por otro, ante ese amor incansable, la permanente rebelión de Israel que rechaza a los que le son enviados. Ese drama llegó a su punto culminante cuando Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, fue clavado en la cruz (He 2,23; 3,15; 4,10).
7,30

Esteban cita aquí al Ex 3,2. Esteban, como toda la gente de su tiempo, ignoraba el sentido que tenía en los tiempos antiguos “el ángel del Señor” y sólo piensa en un ángel que a su vez lo conecta con “el ángel” de que se habla en Ex 23,20.
7,42

El largo discurso de Esteban, que recordaba las rebeliones de Israel, tendrá su conclusión en 7,51. Aquí se ha insertado un texto (7,42-50) que a pesar de su apariencia un tanto confusa, está sabiamente compuesto y que habría que comentar versículo por versículo. Se contraponen el Templo grandioso con el que se satisfacía el orgullo nacional y la tienda humilde donde Dios se sentía más a gusto.

Es muy probable que Lucas, muy preocupado por conservar los temas esenciales de sus personajes, quisiera anotar aquí lo que era la gran intuición de Esteban: el Templo que constituía la unidad de la nación ha perdido su razón de ser y el pequeño núcleo de los discípulos de Jesús es la nueva tienda que Dios se ha elegido. Véase lo mismo en He 15.

Ya se había reprochado a Jesús esa crítica del Templo que de hecho era el ídolo de la nación (Mc 14,58), y por la misma razón se condena a Esteban (véase también He 21,28).
7,55

Esta última proclamación de Esteban se apoya en la visión del Hijo del hombre narrada en Dn 7,14. Él la refiere a Jesús y su rol como juez universal venido del cielo; véase la nota en Mt 9,6.
7,57

Comparar He 7,56 con Mt 26,64; He 7,60 con Lc 22,34. Aquí aparece Saulo, el futuro San Pablo: véase He 9,15 y 26,10.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 8
1 Saulo estaba allí y aprobaba el asesinato. Este fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
2 Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron un gran duelo por él.
3 Saulo, por su parte, trataba de destruir a la Iglesia. Entraba casa por casa, hacía salir a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
Felipe anuncia la Palabra en Samaria
4 Mientras tanto, los que se habían dispersado anunciaban la Palabra en los lugares por donde pasaban.
5 Así Felipe anunció a Cristo a los samaritanos en una de sus ciudades adonde había bajado.
6 Al escuchar a Felipe y ver los prodigios que realizaba, toda la población se interesó por su predicación.
7 Pues espíritus malos salían de los endemoniados dando gritos, y varios paralíticos y cojos quedaron sanos.
8 Hubo, pues, gran alegría en aquella ciudad.
El mago Simón
9 Había llegado a la ciudad antes que Felipe un hombre llamado Simón. Tenía muy impresionada a la gente de Samaría con sus artes mágicas y se hacía pasar por un gran personaje.
10 Todos estaban pendientes de él, pequeños y grandes, y decían: «Este hombre es la fuerza de Dios”, pues se hablaba de una tal “gran fuerza de Dios”.»
11 Desde hacía tiempo los tenía alucinados con sus artes mágicas, y la gente lo seguía.
12 Pero cuando Felipe les habló del Reino de Dios y del poder salvador de Jesús, el Mesías, tanto los hombres como las mujeres creyeron y empezaron a bautizarse.
13 Incluso Simón creyó y se hizo bautizar. No se separaba de Felipe, y no salía de su asombro al ver las señales milagrosas y los prodigios que se realizaban.
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén tuvieron noticia de que los samaritanos habían aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
15 Bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo,
16 ya que todavía no había descendido sobre ninguno de ellos y sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
17 Pero entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
18 Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se transmitía el Espíritu, les ofreció dinero,
19 diciendo: «Denme a mí también ese poder, de modo que a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.»
20 Pedro le contestó: «¡Al infierno tú y tu dinero! ¿Cómo has pensado comprar el Don de Dios con dinero?
21 Tú no puedes esperar nada ni tomar parte en esto, porque tus pensamientos no son rectos ante Dios.
22 Arrepiéntete de esa maldad tuya y ruega al Señor que perdone tus intenciones, ojalá lo haga.
23 Por que en tus caminos solamente veo amargura y lazos de maldad.»
24 Simón respondió: «Rueguen ustedes al Señor por mí, para que no venga sobre mí nada de lo que han dicho.»
25 Pedro y Juan dieron testimonio y, después de predicar la Palabra del Señor, volvieron a Jerusalén. Por el camino evangelizaron varios pueblos de Samaría
Felipe bautiza a un Etíope
26 Un ángel del Señor se presentó a Felipe y le dijo: «Dirígete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza; no pasa nadie en estos momentos.»
27 Felipe se levantó y se puso en camino. Y justamente pasó un etíope, un eunuco de Candaces, reina de Etiopía, un alto funcionario al que la reina encargaba la administración de su tesoro. Había ido a Jerusalén a rendir culto a Dios
28 y ahora regresaba, sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate a ese carro y quédate pegado a su lado.»
30 Y mientras Felipe corría, le oía leer al profeta Isaías. Le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?»
31 El etíope contestó: «¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me lo explique?» En seguida invitó a Felipe a que subiera y se sentara a su lado.
32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: Fue llevado como oveja al matadero, como cordero mudo ante el que lo trasquila, no abrió su boca.
33 Fue humillado y privado de sus derechos. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.
34 El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿a quién se refiere el profeta? ¿A sí mismo o a otro?»
35 Felipe empezó entonces a hablar y a anunciarle a Jesús, partiendo de este texto de la Escritura.
36 Siguiendo el camino llegaron a un lugar donde había agua. El etíope dijo: «Aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?» (
37 Felipe respondió: «Puedes ser bautizado si crees con todo tu corazón.» El etíope replicó: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.»)
38 Entonces hizo parar su carro. Bajaron ambos al agua y Felipe bautizó al eunuco
39 Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el etíope no volvió a verlo. Prosiguió, pues, su camino con el corazón lleno de gozo.
40 En cuanto a Felipe, se encontró en Azoto y salió a evangelizar uno tras otro todos los pueblos hasta llegar a Cesarea.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 8
8,1

La persecución obliga a los cristianos (al menos a los del grupo helenista) a dispersarse por Judea y Samaria. De este modo se extiende la evangelización y lo que era promesa de muerte se convierte en vida.

El capítulo 8 da algunos ejemplos de esta evangelización. En cuanto a la actitud de Saulo véase lo que él mismo dice al respecto en Gál 1,13.

Los cristianos se dispersan. Este era el sentido de la palabra “diáspora”, con la que en ese entonces se designaba a los judíos dispersos en los más diversos países, fuese cual fuere el motivo de su emigración. En adelante, mientras la Iglesia de Jerusalén siga siendo el centro del pueblo cristiano, se podrá hablar de una diáspora cristiana para referirse a las comunidades fundadas fuera de Palestina. Más tarde estas comunidades se convertirán en pueblos cristianos y posteriormente en la cristiandad. Durante los dos últimos siglos, la apostasía generalizada de esos pueblos cristianos de Occidente ha hecho renacer la palabra “diáspora” para indicar a las comunidades cristianas dispersas dentro de poblaciones indiferentes a la fe.
8,4

Los cristianos dispersos proclaman su fe, y comienzan las comunidades cristianas en Samaria. La evangelización trae consigo la alegría, ya que Dios se ha revelado y por su Espíritu sana los cuerpos y los corazones. Ciertamente no todos se convertirán, pero la colectividad ha vivido un momento de gracia.
8,9

Este Simón no es un desconocido para la historia. Tuvo discípulos en Samaria y las sectas gnósticas del siglo siguiente lo contarán entre sus inspiradores. Se llamó simonía al acto de vender las cosas santas.
8,12

Fijémonos en esta fórmula tan sencilla en la que continúan inspirándose muchos grupos cristianos que llamamos sectas, y que llega a las personas sencillas con más efectividad que tantas consideraciones elevadas sobre la Biblia y la Iglesia.
8,14

Felipe, uno de los siete, bautiza, pero quienes vienen a comunicar el don del Espíritu son los apóstoles Pedro y Juan. Esto es una prueba de que la fundación de la comunidad helenista no dividió a la Iglesia.

El bautismo y la imposición de las manos aparecen desde el principio como dos etapas de la iniciación cristiana, y se refieren a dos aspectos diferentes de la vida en la Iglesia: el bautismo señala la renovación de la persona por la fe y la imposición de las manos expresa la integración al pueblo nuevo. Esa integración no se efectuaba mediante la inscripción en un registro o por una marca reconocible, sino por el don del Espíritu, y ese don era comunicado por los responsables de la comunidad –de la Iglesia– tal como había sido el caso de Moisés (Núm 11,25).

Esta imposición de las manos (que se ha transformado en la confirmación en la Iglesia actual) iba entonces ordinariamente acompañada por las manifestaciones de que nos hablan He 19,6 y 1Cor 12 y 14. Estos dones, de los cuales a menudo no retenemos más que el aspecto espectacular, formaban parte de una experiencia global de la fe. De ella continúan participando, de una u otra manera, los que se ponen a disposición del Espíritu.

Las manifestaciones del Espíritu no son solamente las que se mencionan en los Hechos, ya que Dios adapta sus dones a las necesidades de la Iglesia, y el Espíritu sigue actuando en muchos creyentes, que tal vez no hablan en lenguas ni hacen curaciones, pero que actúan bajo la inspiración del Espíritu y que producen los frutos del Espíritu (Gál 5,22-24).

En muchas comunidades el bautismo y la confirmación se confieren sin que haya habido proceso previo de conversión y de descubrimiento de Cristo Señor, que le da todo su sentido, y por eso mismo las manifestaciones visibles, digamos carismáticas, del Espíritu son más raras o más discretas.

Bautizados en el Nombre de Jesús. Véase en 19,5.
8,26

La importancia de este nuevo encuentro se debe a que se trata de un extranjero. Vino a adorar en Jerusalén; era por tanto un “adorador de Dios”, esto es, un convertido a la fe judía pero que no ha adoptado sus prácticas. Si hubiera sido un eunuco en el estricto sentido de la palabra, le habría estado prohibido el acceso al Templo (Is 56,6); más bien era un oficial del palacio de candacia o reina de Etiopía.

Esos adoradores de Dios desempeñaron un papel importante en las misiones cristianas entre los pueblos no judíos.
8,30

En esa época se leía habitualmente en voz alta; aquí encontramos de nuevo el texto de Is 53,7.
8,32

Se destaca la importancia que tuvieron los poemas del Siervo de Yavé del libro de Isaías (49,3; 50,4; 52,13) para entender el sacrificio redentor de Cristo.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 9
Saulo encuentra a Cristo
1 Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote
2 y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén.
3 Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo.
4 Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
5 Preguntó él: «¿Quién eres tú, Señor?» Y él respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6 Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.»
7 Los hombres que lo acompañaban se habían quedado atónitos, pues oían hablar, pero no veían a nadie,
8 y Saulo, al levantarse del suelo, no veía nada por más que abría los ojos. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
9 Allí permaneció tres días sin comer ni beber, y estaba ciego.
10 Vivía en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «¡Ananías!» Respondió él: «Aquí estoy, Señor.»
11 Y el Señor le dijo: «Vete en seguida a la calle llamada Recta y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo. Lo encontrarás rezando,
12 pues acaba de tener una visión: un varón llamado Ananías entraba y le imponía las manos para que recobrara la vista.»
13 Ananías le respondió: «Señor, he oído a muchos hablar del daño que este hombre ha causado a tus santos en Jerusalén.
14 Y ahora está aquí con poderes del sumo sacerdote para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre.»
15 El Señor le contestó: «Ve. Este hombre es para mí un instrumento escogido, y llevará mi Nombre a las naciones paganas y a sus reyes, así como al pueblo de Israel.
16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que sufrir por mi Nombre.»
17 Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las manos diciendo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.»
18 Al instante se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. 19 Después comió y recobró las fuerzas.
19 Saulo permaneció durante algunos días con los discípulos en Damasco,
20 y en seguida se fue por las sinagogas proclamando a Jesús como el Hijo de Dios.
21 Los que lo oían quedaban maravillados y decían: «¡Y pensar que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocaban este Nombre! Pero ¿no ha venido aquí para encadenarlos y llevarlos ante los jefes de los sacerdotes?
22 Saulo, cada vez con más vigor, demostraba que Jesús era el Mesías, y refutaba todas las objeciones de los judíos de Damasco.
23 Al cabo de muchos días, los judíos decidieron matarlo,
24 pero Saulo llegó a conocer su plan. Día y noche eran vigiladas las puertas de la ciudad para poder matarlo.
25 Entonces sus discípulos lo tomaron una noche y lo bajaron desde lo alto de la muralla metido en un canasto.
26 Al llegar a Jerusalén intentó juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, pues no creían que fuese realmente discípulo.
27 Entonces Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino y cómo el Señor le había hablado. También les expuso la valentía con que había predicado en Damasco en nombre de Jesús.
28 Saulo empezó a convivir con ellos. Se movía muy libremente por Jerusalén y predicaba abiertamente el Nombre del Señor.
29 Hablaba a los helenistas y discutía con ellos, pero planearon matarle.
30 Los hermanos se enteraron y lo llevaron a Cesarea, y desde allí lo enviaron a Tarso.
31 La Iglesia por entonces gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se edificaba, caminaba con los ojos puestos en el Señor y estaba llena del consuelo del Espíritu Santo.
Pedro visita las iglesias
32 Pedro, que recorría todos los lugares, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida.
33 Allí encontró a un tal Eneas, que era paralítico y desde hacía ocho años yacía en una camilla.
34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y arregla tu cama.» Y de inmediato se levantó.
35 Todos los habitantes de Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.
36 En Jope había una discípula llamada Tabita (o Dorcas en griego), que quiere decir Gacela. Hacía muchas obras buenas y siempre ayudaba a los pobres.
37 Por aquellos días enfermó y murió: después de lavar su cuerpo, lo pusieron en la habitación del piso superior.
38 Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, al saber que Pedro estaba allí, mandaron a dos hombres con este recado: «Ven inmediatamente a donde nosotros.»
39 Pedro se fue sin más con ellos. Apenas llegó lo hicieron subir a la habitación del piso superior, donde le presentaron a todas las viudas, que estaban llorando, y le mostraban las túnicas y mantos que Tabita hacía mientras vivía con ellas.
40 Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió al cadáver y dijo: «Tabita, levántate.»
41 Ella abrió los ojos, reconoció a Pedro y se sentó. El le dio la mano y la ayudó a levantarse; luego llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
42 Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.
43 Pedro permaneció en Jope bastante tiempo, en casa de un curtidor llamado Simón.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 9
9,1

Este es el mayor acontecimiento de la primera evangelización: Jesús estaba lo suficientemente vivo como para hacer cambiar al más encarnizado de sus perseguidores.

Sería un error presentar a Pablo como un hombre malvado que encuentra al final el buen camino. Él mismo recuerda su itinerario en He 22,3; Gál 1,14 y Fil 3,4-11; sintió desde joven el deseo de consagrarse al servicio de Dios. A este joven, digno de confianza, las autoridades judías le encargaron la difícil tarea de eliminar de sus comunidades la nueva y sospechosa doctrina de los cristianos. Y él lo hacía rigurosamente por el bien de su religión.
9,2

El Camino: es el primer nombre que se le dio al cristianismo. No se lo veía como una religión más, sino como una nueva manera de vivir iluminada por la certeza de la salvación.
9,4

¿Por qué me persigues? A la luz de Cristo Pablo descubre que su fe era sólo fanatismo; su seguridad de creyente disimula mal su orgullo. Pablo se ve pecador, violento y rebelde, pero al mismo tiempo comprende que Dios lo acoge, lo elige y le perdona; esa es la auténtica conversión cristiana.
9,7

Este relato sobre la conversión de Pablo ha generado los comentarios más diversos; mu chos se empeñan discretamente en eliminar todo lo que sea intervención del Dios vivo: ¿una crisis de conciencia del perseguidor? ¿una insola ción? Un racionalista no podrá comprender que Pablo recibió una palabra de esas que no se olvidan en toda la vida, como ha ocurrido después con la mayoría de los grandes servidores de Dios. Esa palabra le fue dada en un éxtasis y Pablo salió de allí transformado hasta el punto en que el yo desaparece. Para comprender esa experiencia se necesita la fe.

Ya se trate de Moisés o de Pablo o de cualquier otro que haya sido llamado a una gran misión, Dios no los pone en un camino nuevo sin haberse antes revelado a ellos. La fuerza de su profetismo es el fruto de un encuentro que ha dejado su impronta. Aparecen siempre dos aspectos en lo que ellos pudieron transmitir de su llamado: un “Yo soy”, y un “tú harás”.

Se leen otros dos relatos de la conversión de Pablo en He 22 y 26. Sería inútil rebuscar contradicciones; es más probable que las pequeñas diferencias hayan sido voluntarias, porque Pablo se adaptaba en cada oportunidad a su auditorio.
9,15

En adelante Saulo (que se llamará Pablo) será el apóstol de los no-judíos. Nadie ha trabajado más que él para implantar la fe en el mundo griego. Para nosotros y hasta el fin de los tiempos sus Cartas son una parte esencial de la Palabra de Dios.
9,20

Durante tres años Pablo proclama su fe y narra su propia experiencia en la provincia de Damasco, llamada también Arabia (Gál 1,16; 2Cor 11,32).
9,26

Pablo ya sigue su propio camino, pero siempre mantendrá la comunión con la Iglesia de los apóstoles.
9,32

Llevaron a Pablo al puerto de Cesarea, capital romana de Palestina. Aquí Lucas va encadenando los hechos que marcaron el paso de Pedro por la planicie costera y que también lo condujeron a Cesarea.

Un paralítico sanado y una resurrección: dos maravillas de Dios que hacen progresar la acogida del mensaje. Pedro sabe, sin embargo, que le esperan días difíciles.
9,43

Pedro llega a la capital romana de Palestina, ciudad y puerto abiertos al Mediterráneo, es decir, al mundo romano. Pedro permaneció allí por bastante tiempo. ¿Se reunía la Iglesia de Jope en casa de Simón, el curtidor?

Nótese tanto en los Hechos como en los saludos de las cartas de Pablo la mención que se hace a casas donde se reunían los cristianos, y donde se había convertido toda la familia junto con sus hijos y servidores o esclavos: 10,6; 12,12; 16,14; 16,34; 17,5; 18,3; 19,9; 21,8; 21,16; 28,7.

¿Cuál pudo ser la actividad de Pedro en ese lugar? La oración debía ocupar un lugar preponderante, y fue la oración, sin duda, lo que le permitió acoger a los que Dios quería integrar al pueblo salvado.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 10
Pedro bautiza a Cornelio
1 Vivía en la ciudad de Cesarea un hombre llamado Cornelio, que era un capitán del batallón Itálico.
2 Era un hombre piadoso y, al igual que toda su familia, era de los «que temen a Dios». Daba muchas limosnas a los judíos pobres y oraba constantemente a Dios.
3 Una tarde, alrededor de las tres, tuvo una visión de la que no pudo dudar: un ángel de Dios entraba a su habitación y le llamaba: «¡Cornelio!»
4 El lo miró frente a frente y se llenó de miedo. Le dijo: «¿Qué pasa, señor?» El ángel respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido hasta Dios y acaban de ser recordadas ante él.
5 Ahora envía algunos hombres a Jope para que traigan a un tal Simón, llamado Pedro,
6 que se aloja en la casa de Simón, el curtidor, que está junto al mar.»
7 Apenas desapareció el ángel que le hablaba, Cornelio llamó a dos criados y a un soldado piadoso que estaba a su servicio.
8 Les explicó todo y los envió a Jope.
9 Al día siguiente, mientras iban de camino, ya cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar. Era el mediodía.
10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras le preparaban la comida tuvo un éxtasis:
11 vio el cielo abierto y algo que descendía del cielo: era como una tienda de campaña grande, cuyas cuatro puntas venían a posarse sobre el suelo.
12 Dentro había toda clase de animales cuadrúpedos, reptiles y aves.
13 Entonces una voz le habló: «Pedro, levántate, mata y come.»
14 Pedro contestó: «¡De ninguna manera, Señor! Jamás he comido nada profano o impuro.»
15 Y se le habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú impuro.»
16 Esto se repitió por tres veces. Después aquella cosa grande fue levantada hacia el cielo.
17 Después de volver en sí, Pedro buscaba en vano el significado de aquella visión, cuando justamente se presentaron los hombres enviados por Cornelio. Habían preguntado por la casa de Simón y ahora estaban a la puerta.
18 Llamaron y preguntaron si se alojaba allí Simón, llamado Pedro.
19 Como Pedro aún seguía recapacitando sobre la visión, el Espíritu le dijo: «Abajo están unos hombres que te buscan.
20 Baja y vete con ellos sin vacilar, pues los he enviado yo.»
21 Pedro bajó adonde ellos y les dijo: «Yo soy el que ustedes buscan. ¿Cuál es el motivo que los trae aquí?»
22 Ellos respondieron: «Nos envía el capitán Cornelio. Es un hombre recto, de los «que temen a Dios», y lo aprecian todos los ju díos. Ha recibido de un santo ángel la orden de hacerte venir a su casa para aprender algo de ti.»
23 Entonces Pedro los invitó a pasar y les dio alojamiento.
23 Al día siguiente partió con ellos, y algunos hermanos de Jope le acompañaron.
24 Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba esperando, y había reunido a sus parientes y amigos más íntimos.
25 Cuando Pedro estaba para entrar, Cornelio le salió al encuentro, se arrodilló y se inclinó ante él.
26 Pedro lo levantó diciendo: «Levántate, que también yo soy un ser humano.»
27 Entró conversando con él y, al ver a todas aquellas personas reunidas,
28 les dijo: «Ustedes saben que no está permitido a un judío juntarse con ningún extranjero ni entrar en su casa. Pero a mí me ha manifestado Dios que no hay que llamar profano a ningún hombre ni considerarlo impuro.
29 Por eso he venido sin dudar apenas me llamaron. Ahora desearía saber por qué me han mandado a buscar.»
30 Cornelio respondió: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo orando en mi casa, cuando se presentó delante de mí un hombre con ropas muy brillantes, que me dijo:
31 “Cornelio, tu oración ha sido escuchada y tus limosnas han sido recordadas ante Dios.
32 Envía mensajeros a Jope y haz buscar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa del curtidor Simón, junto al mar.”
33 Te mandé a buscar en seguida y tú has tenido la amabilidad de venir. Ahora estamos todos aquí, en la presencia de Dios, dispuestos a escuchar todo lo que el Señor te ha ordenado.»
34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente reconozco que Dios no hace diferencia entre las personas.
35 En toda nación mira con benevolencia al que teme a Dios y practica la justicia.
36 Ahora bien, Dios ha enviado su Palabra a los israelitas dándoles un mensaje de paz por medio de Jesús, el Mesías, que también es el Señor de todos.
37 Ustedes ya saben lo que ha sucedido en todo el país judío, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan.
38 Jesús de Nazaret fue consagrado por Dios, que le dio Espíritu Santo y poder. Y como Dios estaba con él, pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo.
39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en la misma Jerusalén.
39 Al final lo mataron colgándolo de un madero.
40 Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se dejara ver,
41 no por todo el pueblo, sino por los testigos que Dios había escogido de antemano, por nosotros, que comimos y bebimos con él después de que resucitó de entre los muertos.
42 El nos ordenó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido Juez de vivos y muertos.
43 A El se refieren todos los profetas al decir que quien cree en él recibe por su Nombre el perdón de los pecados.»
44 Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo bajó sobre todos los que escuchaban la Palabra.
45 Y los creyentes de origen judío, que habían venido con Pedro, quedaron atónitos: «¡Cómo! ¡Dios regala y derrama el Espíritu Santo también sobre los que no son judíos!»
46 Y así era, pues les oían hablar en lenguas y alabar a Dios.
47 Entonces Pedro dijo: «¿Podemos acaso negarles el agua y no bautizar a quienes han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»
48 Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Luego le pidieron que se quedara algunos días con ellos.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 10
10,1

La ciudad de Cesarea Marítima, construida sobre la costa de Palestina, mirando hacia el mediterráneo y hacia Roma, era la capital romana de la provincia de Judea. Al llegar a Cesarea Pedro entra al mundo romano; este camino lo llevará hasta Roma, la capital pagana, la “nueva Babilonia” (1P 5.13), que encarna todo el pecado del mundo (Ap 17,5).
10,2

Cornelio es un adorador de Dios como el etíope de 8,27, es decir, un extranjero que cree en el Dios único de los judíos.
10,11

Pedro vio el cielo abierto: esta expresión significa que tuvo una visión como en Mc 1,10 y He 7,56. Tenía hambre y la visión le muestra la caza.

La tienda que desciende del cielo es la morada de Dios entre los hombres, no el templo que se edificó con piedras, sino la tienda imagen del “templo celestial” (Ex 25,40). Pronto se verá que esa tienda es el pueblo de Dios (He 15); aquí está llena de animales impuros. Pedro quería comer y se le ofrece carne impura. Pronto la carne impura hará pensar en los “impuros”, que para los judíos (y también para Pedro) eran los que no compartían su religión –y ese era el caso de Cornelio y sus servidores.

Se necesitó la manifestación del Espíritu Santo sobre aquellos paganos para animar a Pedro a bautizarlos. Hoy en muchos ambientes la Iglesia corre peligro de reducirse a grupos sociales cerrados y envejecidos, y ciertos días parece que sólo la intervención de un ángel podría convencernos a ir donde los otros e invitarlos a entrar en la Iglesia.
10,34

La apertura del discurso es la que conviene para una asamblea en la que los no judíos son la mayoría: Dios ha enviado un mensaje de paz. Esos adoradores de Dios (10,2) se habían acercado a la comunidad judía y le habían pedido su conocimiento de Dios. No por eso ignoran las tensiones entre judíos y no judíos y la discriminación de que son objeto.

Pedro propone un mensaje de paz que consiste no sólo en decir que se acoge a todo el mundo, sino que además se funda en el sacrificio del servidor que Dios mismo había consagrado (Is 52,13; Lc 4,18).

Este nuevo discurso de Pedro sigue el esquema del discurso de Pentecostés. Se inicia con el escándalo que fue el suplicio de Jesús y demuestra que Dios transformó el mal en bien.
10,42

La idea de Cristo juez no siempre nos entusiasma, pero esto no basta para negar que haya un juicio. Hay que recordar sin embargo que juzgar y gobernar constituyen una misma cosa en la cultura bíblica: juez de vivos y muertos significa que la presencia activa de Dios en la historia humana pasará en adelante por el Cristo Señor.
10,44

Algunos han visto aquí un Pentecostés de los no judíos; lo cierto es que esa manifestación marcó profundamente la reflexión de la Iglesia (He 15,8).
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 11
Pedro justifica su conducta
1 Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron noticias de que también personas no judías habían acogido la Palabra de Dios. Por eso,
2 cuando Pedro subió a Jerusalén, los creyentes judíos comenzaron a criticar su actitud:
3 «¡Has entrado en la casa de gente no judía y has comido con ellos!»
4 Entonces Pedro se puso a explicarles los hechos punto por punto:
5 «Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Jope cuando en un éxtasis tuve una visión. Algo bajaba del cielo, algo que se parecía a una gran tienda de campaña, y llegaba hasta mí, posándose en el suelo sobre sus cuatro puntas.
6 Miré atentamente y vi en ella cuadrúpedos, bestias del campo, reptiles y aves.
7 Oí también una voz que me decía: «Pedro, levántate, mata y come.»
8 Yo contesté: «¡De ninguna manera, Señor! Nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro.»
9 La voz me habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.»
10 Esto se repitió por tres veces y después fue retirado todo al cielo.
11 En aquel momento, tres hombres que habían sido enviados a mí desde Cesarea, llegaron a la casa donde nosotros estábamos.
12 El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.
13 El nos contó cómo había visto a un ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Envía a alguien a Jope, y que traiga a Simón, llamado Pedro. 14 El te dará un mensaje por el que te salvarás tú y toda tu familia”.
15 Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como había bajado al principio sobre nosotros.
16 Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.”
17 Si ellos creían en el Señor Jesucristo y Dios les comunicaba el mismo don que a nosotros, ¿quién era yo para oponerme a Dios?»
18 Cuando oyeron esto se tranquilizaron y alabaron a Dios diciendo: «También a los que no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»
La fundación de la Iglesia de Antioquía
19 Algunos que se habían dispersado a raíz de la persecución cuando el asunto de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la Palabra a los judíos.
20 Sin embargo, unos hombres de Chipre y de Cirene, que habían llegado a Antioquía, se dirigieron también a los griegos y les anunciaron la Buena Noticia del Señor Jesús.
21 La mano del Señor estaba con ellos y fueron numerosos los que creyeron y se convirtieron al Señor.
22 La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
23 Al llegar fue testigo de la gracia de Dios y se alegró; animaba a todos a que permaneciesen fieles al Señor con firme corazón,
24 pues era un hombre excelente, lleno del Espíritu Santo y de fe. Así fue como un buen número de gente conoció al Señor.
25 Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo,
26 y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos.
  27 Por aquel tiempo bajaron algunos profetas de Jerusalén a Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Agabo, dio a entender con gestos proféticos que una gran hambre vendría sobre todo el mundo, la que de hecho sobrevino en tiempos del emperador Claudio.
29 Entonces cada uno de los discípulos empezó a ahorrar según sus posibilidades, destinando esta ayuda a los hermanos de Judea.
30 Así lo hicieron, enviándosela a los presbíteros por medio de Bernabé y Saulo.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 11
11,1

A nosotros nos parece la cosa más normal del mundo que Pedro bautizara a uno no judío. Pero no olvidemos que los cristianos de Jerusalén seguían siendo judíos, con toda su educación, sus prejuicios y su sensibilidad, y no entendían cómo se podía entrar en la familia de Jesús sin integrarse antes en el pueblo de Dios, que para ellos seguía siendo el pueblo judío. ¿Podría convertirse en su hermano antes de recibir la circuncisión?

La advertencia que hacen a Pedro es el primer testimonio de la presión constante que se ejercerá sobre los responsables cada vez que opten por abrir nuestra Iglesia a gentes de otros ambientes o de otra cultura.
11,19

Antioquía, situada a 500 kilómetros al norte de Jerusalén, era la capital de la provincia romana de Siria, país donde se hablaba el griego, y en la que había también una comunidad judía importante.

Lucas no nos dice quién predicó la fe cristiana a los paganos por primera vez, ni cómo se efectuó: el cristiano o los cristianos de origen judío que lo hicieron merecerían un monumento o mejor una fiesta en nuestra liturgia. En muy pocos años más Antioquía se convertirá en otro centro de la Iglesia, arraigado en el mundo griego.
11,22

La comunidad de Jerusalén es la Roma de la Iglesia primitiva. Tiene conciencia de su autoridad y quiere ver en seguida y más de cerca esta gran novedad.
11,23

Estas breves noticias de Lucas sobre las sorpresas y los éxitos de la misión tienen su parecido en lo que pasa hoy día cuando la evangelización se hace con el Evangelio. La obra de Dios se realiza de acuerdo a una lógica muy particular que no deja duda sobre la presencia del Espíritu en los encuentros, en la proclamación y en la acogida del Señor.
11,27

Por primera vez el libro de los Hechos menciona a los profetas. Parece que la Iglesia otorgaba este título a quienes les había reconocido este carisma. El profeta siempre es un hombre muy conocedor de la Escritura. Por eso ha recibido autoridad cuando habla, un don para encontrar en la Escritura (nuestro Antiguo Testamento) los pilares de la fe y de la práctica cristiana. A veces se le concede que pueda leer los secretos de los corazones y dé de antemano advertencias y mensajes cuya realización será notoria.

Los doctores eran el equivalente a los maestros de la Ley de la sinagoga. Eran los catequistas y los consejeros.

Lucas ha relatado el primer gesto de ayuda fraterna entre cristianos de diferentes países. Este párrafo menciona a los ancianos o “presbíteros”. Así eran llamados los responsables de la comunidad cristiana según el modelo judío.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 12
Muerte de Santiago. Liberación milagrosa de Pedro
1 Por aquel tiempo el rey Herodes decidió apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos.
2 Hizo matar a espada a Santiago, hermano de Juan,
3 y, al ver que esto agradaba a los ju díos, mandó detener también a Pedro: eran precisamente los días de la fiesta de los Panes Azimos.
4 Des pués de detenerlo lo hizo encerrar en la cárcel bajo la vigilancia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno, pues su intención era juzgarlo ante el pueblo después de la Pascua.
5 Y mientras Pedro era custodiado en la cárcel, toda la Iglesia oraba incesantemente por él a Dios.
6 Llegaba el día en que Herodes iba a hacerlo comparecer; aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y otros guardias custodiaban la puerta de la cárcel.
7 De repente la celda se llenó de luz: ¡estaba el ángel del Señor! El ángel tocó a Pedro en el costado y lo despertó diciéndole: «¡Levántate en seguida!» Y se le cayeron las cadenas de las manos.
8 El ángel le dijo en seguida: «Ponte el cinturón y las sandalias.» Así lo hizo, y el ángel agregó: «Ponte el manto y sígueme.»
9 Pedro salió tras él; no se daba cuenta de que lo que estaba ocurriendo con el ángel era realidad, y todo le parecían visiones.
10 Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió sola. Salieron y se metieron por un callejón, y de repente lo dejó el ángel.
11 Entonces Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora no cabe duda: el Señor ha enviado a su ángel para rescatarme de las manos de Herodes y de todo lo que proyectaban los judíos contra mí.»
12 Pedro se orientó y fue a casa de María, madre de Juan, llamado también Marcos, donde muchos estaban reunidos en oración.
13 Llamó a la puerta, y fue a atender una muchacha llamada Rodesa.
14 Reconoció la voz de Pedro, y fue tanta su alegría, que en vez de abrir la puerta entró corriendo a contar que Pedro estaba a la puerta.
15 Los demás le dijeron: «¡Estás loca!» Como ella seguía insistiendo, ellos dijeron: «Será su ángel.»
16 Pedro seguía llamando. Cuando abrieron y vieron que era él, se quedaron sin palabras.
17 Les hizo señas con la mano pidiendo silencio, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. En seguida les dijo: «Comuniquen esto a Santiago y a los hermanos.» Luego salió y se fue a otro lugar.
18 Al amanecer no fue poco el alboroto entre los soldados: ¿Qué había pasado con Pedro?
19 Herodes ordenó buscarlo y, como no lo encontraron, hizo procesar y ejecutar a los guardias. Después bajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Muerte de Herodes
20 Por aquel entonces Herodes estaba muy irritado con los ciudadanos de Tiro y de Sidón. De común acuerdo se presentaron ante él y, después de ganarse a Blasto, tesorero del rey, buscaron una solución pacífica, ya que su país dependía del de Herodes para su abastecimiento.
21 El día señalado, Herodes, vestido con el manto real, se sentó en la tribuna y les dirigió la palabra.
22 Entonces el pueblo lo empezó a aclamar: «¡Esta es la voz de Dios, no de un hombre!»
23 Pero de repente lo hirió el ángel del Señor por no haber devuelto a Dios el honor, y empezó a llenarse de gusanos que lo comían, hasta que murió.
24 Mientras tanto la Palabra de Dios crecía y se difundía.
25 Bernabé y Saulo habían terminado su misión y se volvieron a Jerusalén; traían con ellos a Juan, llamado también Marcos.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 12
12,1

Esta segunda persecución afecta a toda la comunidad cristiana de Jerusalén (véase 8,1). Santiago (el Mayor) era, junto a Pedro y Juan, uno de los íntimos de Jesús (Lc 9,28).

La segunda liberación de Pedro (véase 5,9) manifiesta la poderosa intercesión de la Iglesia en favor de su jefe y la voluntad del Señor de poner su Iglesia a resguardo del poder del mal (véase Mt 16,18).
12,17

Pedro sale tal vez para el extranjero. Puede que sus últimas palabras sean para pedir a Santiago, hermano del Señor, que se haga cargo de la Iglesia de Jerusalén.
12,23

Lucas imita el estilo de los textos bíblicos para relatar la muerte de Herodes Agripa I: véase 2Ma 9,5 y 9,12. De hecho el historiador Flavio Josefo relata también esta muerte y casi en los mismos términos.
12,24

Juan de sobrenombre Marcos, ya citado en 12,12, es el Evangelista.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 13
Pablo es enviado por la Iglesia
1 En Antioquía, en la Iglesia que estaba allí, había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, que se había criado con Herodes, y Saulo.
2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Sepárenme a Bernabé y a Saulo y envíenlos a realizar la misión para la que los he llamado.»
3 Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron.
Primera misión de Pablo
4 Enviados por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo bajaron al puerto de Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
5 Llegados a Salamina, comenzaron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan les hacía de asistente.
6 Atravesando toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago judío, un falso profeta llamado Bar-Jesús,
7 que estaba con el gobernador Sergio Paulo, el cual era un hombre muy abierto. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, pues de seaba escuchar la Palabra de Dios,
8 pero el otro ponía trabas. El Elimas (éste era su nombre, que significa el Mago), intentaba apartar al gobernador de la fe.
9 Entonces Saulo, que no es otro que Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó en él sus ojos
10 y le dijo: «Tú, hijo del diablo, enemigo de todo bien, eres un sinvergüenza y no haces más que engañar. ¿Cuándo terminarás de torcer los rectos caminos del Señor?
11 Pues ahora la mano del Señor va a caer sobre ti, quedarás ciego y no verás la luz del sol por cierto tiempo.» Al instante quedó envuelto en oscuridad y tinieblas, y daba vueltas buscando a alguien que lo llevase de la mano.
12 Al ver lo acontecido, el gobernador abrazó la fe, pues quedó muy impresionado por la doctrina del Señor.
Pablo en la capital de Pisidia
13 Pablo y sus compañeros se embarcaron en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Allí Juan se separó de ellos y regresó a Jerusalén,
14 mientras ellos, dejando Perge, llegaban a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
15 Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si ustedes tienen alguna palabra de aliento para los presentes, hablen.»
16 Pablo, pues, se levantó, hizo señal con la mano pidiendo silencio y dijo:
16 «Hijos de Israel y todos ustedes que temen a Dios, escuchen:
17 El Dios de Israel, nuestro pueblo, eligió a nuestros padres. Hizo que el pueblo se multiplicara durante su permanencia en Egipto, los sacó de allí con hechos poderosos
18 y durante unos cuarenta años los llevó por el desierto.
19 Luego destruyó siete naciones en la tierra de Canaán y les dio su territorio en herencia.
20 Durante unos cuatrocientos cincuenta años les dio jueces, hasta el profeta Samuel.
21 Entonces pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años.
22 Pero después Dios lo rechazó y les dio a David, de quien dio este testimonio: Encontré a David, hijo de Jesé, un hombre a mi gusto, que llevará a cabo mis planes.
23 Ahora bien, Dios ha cumplido su promesa: ha hecho surgir de la familia de David un salvador para Israel, ese es Jesús.
24 Antes de que se manifestara, Juan había predicado a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión.
25 Y cuando estaba para terminar su carrera, Juan declaró: «Yo no soy el que ustedes piensan, pero detrás de mí viene otro al que yo no soy digno de desatarle la sandalia.»
26 Hermanos israelitas, hijos y descendientes de Abrahán, y también ustedes los que temen a Dios, a todos nosotros se nos ha dirigido este mensaje de salvación.
27 Es un hecho que los habitantes de Jerusalén y sus jefes no lo reconocieron, sino que lo procesaron, cumpliendo con esto las palabras de los profetas que se leen todos los sábados.
28 Aunque no encontraron en él ningún motivo para condenarlo a muerte, pidieron a Pilato que fuera ejecutado.
29 Y cuando cumplieron todo lo que sobre él estaba escrito, lo bajaron de la cruz y lo pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
31 Durante muchos días se apareció a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén, y que habían de ser sus testigos ante el pueblo.
32 Nosotros mismos les traemos ahora la promesa que Dios hizo a nuestros padres,
33 y que cumplió para nosotros, sus hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en el Salmo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
34 Dios lo resucitó de entre los muertos, y no volverá a conocer muerte ni corrupción. Pues así lo dijo: Les daré las cosas santas, las realidades verdaderas que reservaba para David.
35 Asimismo está dicho en otro lugar: No permitirás que tu santo experimente la corrupción.
36 Bien saben que David, después de haber servido durante su vida a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción.
37 Otro, pues, es el que no sufre la corrupción, y ése es Jesús, al que Dios resucitó.
38 Sepan, pues, hermanos, cuál es la promesa: por su intermedio ustedes recibirán el perdón de los pecados y de todas esas cosas de las cuales buscaron en vano ser liberados por la Ley de Moisés.
39 Quien cree en este Jesús es liberado de todo esto.
40 Tengan, pues, cuidado de que no les ocurra lo que dijeron los profetas:
41 Atiendan ustedes, gente engreída, asómbrense y desaparezcan. Porque voy a realizar en sus días una obra tal, que si se la contaran no la creerían.»
42 Al salir Pablo y Bernabé de la sinagoga, les rogaban que de nuevo les volvieran a hablar de este tema el sábado siguiente.
43 Y cuando se dispersó la asistencia, muchos ju díos y de los que temen a Dios les siguieron. Pablo y Bernabé continuaron conversando con ellos, y los exhortaban a perseverar en la gracia de Dios.
44 El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió para escuchar a Pablo, que les habló largamente del Señor.
45 Los judíos se llenaron de envidia al ver todo aquel gentío y empezaron a contradecir con insultos lo que Pablo decía.
46 Entonces Pablo y Bernabé les hablaron con coraje: «Era necesario que la Palabra de Dios fuera anunciada a ustedes en primer lugar. Pues bien, si ustedes la rechazan y se condenan a sí mismos a no recibir la vida eterna, sepan que ahora nos dirigimos a los que no son judíos.
47 El mismo Señor nos dio la orden: Te he puesto como luz de los paganos, y llevarás mi salvación hasta los extremos del mundo.
48 Los que no eran judíos se alegraban al oír estas palabras y tomaban en consideración el mensaje del Señor. Y creyeron todos los que estaban destinados para una vida eterna.
49 Con esto la Palabra de Dios empezó a difundirse por toda la región.
50 Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas de entre las que temían a Dios y también a los hombres importantes de la ciudad y promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé hasta que los echaron de su territorio.
51 Así que los apóstoles se fueron a la ciudad de Iconio, pero al salir sacudieron el polvo de sus pies en protesta contra ellos.
52 Dejaban a los discípulos llenos de gozo y Espíritu Santo.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 13
13,1

Hasta aquí había predominado la figura de Pedro. Se puede decir que a partir de ahora comienzan los Hechos de Pablo. Se inician en la gran comunidad de Antioquía donde se mezclan cristianos de origen judío y de origen griego. La iniciativa viene del Espíritu, y con la imposición de las manos se implora la gracia de Dios para los dos misioneros.

Es muy difícil saber cómo se organizó la Iglesia en sus comienzos. Entonces no tenía la jerarquía de tres órdenes que tenemos ahora, a saber, obispos, sacerdotes y diáconos, que sólo quedará establecida hacia fines del siglo primero.

Las Iglesias de Jerusalén y de Antioquía se gobernaban en forma diferente a la de las pequeñas comunidades. La mayoría de éstas seguían el modelo de las sinagogas y escogían a sus ancianos de entre los hombres más dignos de confianza (véanse 14,23 y 11,30). Bastaba que hubieran sido reconocidos por los apóstoles o por otra autoridad superior y fueran aceptados por las comunidades vecinas. Su servicio de “presidencia” incluía el bautismo, la celebración de la Eucaristía y la unción de los enfermos.

Los profetas reconocidos como tales (y entre ellos los de Antioquía), gozaban de una autoridad superior, bastante cercana a la de los apóstoles (1Cor 12,28 y Ef 2,20). En aquel momento Pablo no llevaba el título de apóstol.
13,4

Hacía ya dos siglos que las comunidades judías se habían organizado en todas las ciudades del mundo mediterráneo. Un judío podía por tanto viajar sabiendo que sería acogido en cualquier parte. Y eso permitirá a los misioneros recorrer el mundo greco-romano hasta que el cristianismo sería condenado oficialmente por las autoridades de Jerusalén, probablemente los años 44-46, y se dispuso de esa posibilidad hasta el año 62-63.

Desde Antioquía, Pablo y Bernabé se embarcan para la isla de Chipre, patria de Bernabé.
13,7

El encuentro con Sergio Paulo es de buen augurio, porque demuestra que el Evangelio no sólo conquista a la gente humilde, sino también a las autoridades (Lc 21,12).
13,9

Saulo ha cambiado su nombre por Pablo; puede que pidiera la autorización del gobernador, porque los “Pauli” eran una gran y antigua familia. Para Pablo, que era ciudadano romano (16,37), fue un paso más para integrarse en el mundo de los no-judíos.
13,13

Una vez empezada la misión Pablo se impone como jefe y Bernabé pasa al segundo plano. Al llegar al continente, en la inhóspita región de Perge, Juan Marcos los abandonó. Los planes audaces de Pablo le provocaron probablemente miedo; sabía un poco de griego y tal vez se sintió muy mal al entrar en un país en el que pocas personas conocían esa lengua. Pablo y Bernabé penetran en las montañas de la Turquía actual y llegan al corazón de la provincia de Pisidia, a Antioquía (que no se debe confundir con la otra Antioquía de Siria).

Lucas cuenta los pormenores de los acontecimientos de Antioquía de Pisidia, porque fueron típicos de lo que iba a suceder tanto entre los judíos como entre los griegos —los paganos— en otros lugares.

Pablo habla durante la reunión del sábado en la sinagoga. El culto se componía de salmos y de lecturas bíblicas. Después seguía la interpretación, de la que se encargaban los jefes de la sinagoga, a menos que hubiera alguna visita, a la cual se le ofrecía la palabra. A Pablo, que está de paso y que manifestó su intención de transmitir un mensaje, le dan la palabra.
13,15

Había un calendario de lecturas litúrgicas para todo el año. Se comenzaba siempre con un texto de la Ley (el Pentateuco), luego venía un texto de los Profetas, que era como una aplicación de aquella, y finalmente seguía la interpretación. Las comunidades cristianas conservaron esa estructura y la integraron en su Eucaristía.

Es probable que ese día la lectura de los Profetas fuera tomada del libro de Samuel, que formaba parte de los “Profetas anteriores”. El discurso de Pablo puede parecernos de escaso interés, como los de Pedro (cap. 2) y de Esteban (cap. 7). Para todos aquellos judíos, sin embargo, no había nada más interesante que oír recordar esa historia que les daba su identidad en medio de los otros pueblos. Pablo pone énfasis en una serie de hechos que le dan sentido y la conducen muy precisamente a Cristo. Demuestra que las promesas de Dios a Israel se han realizado por la resurrección de Jesús.

Hay aquí una manera de entender el Evangelio que no debemos perder. Decimos que la fe judía y luego la cristiana son “históricas”. Esto quiere decir ante todo que Dios se ha revelado en la historia y nuestra fe no es una doctrina descubierta por pensadores, ni tampoco parte de leyendas. Pero también quiere decir que la resurrección de Jesús marca un nuevo punto de partida de toda la historia humana y que, año tras año, la historia está en marcha hacia un término cuya única salida será el juicio y el reino de Dios. No podemos simplemente predicar una doctrina verdadera, sino que debemos mostrar cómo el Evangelio y el Espíritu de Dios están actuando en los acontecimientos. Porque lo que estamos viviendo es la prolongación de la larga historia de las intervenciones de Dios en el mundo.
13,16

Al lado de los judíos están los que “temen a Dios” y los “prosélitos” (más comprometidos con el Judaísmo) que ya hemos encontrado en el caso del etíope y de Cornelio; los judíos los consideraban creyentes de segunda clase.

Desde sus primeras palabras Pablo los saluda como si fueran judíos. Después en su predicación ya no insistirá en la observancia de la Ley, que sólo era seguida enteramente por los judíos y que los ponía por encima de los demás, sino que más bien declara que La Ley ha sido superada (38). Pablo destaca las promesas de Dios, que se dirigen a todos los hombres. Los “que temen a Dios” se entusiasman con el Evangelio que hace de ellos creyentes de pleno derecho.
13,43

El gesto más importante del misionero: tomó contacto con aquellos que no eran de origen judío, porque a través de ellos llegaría a otros no judíos que no habían sido todavía alcanzados por la predicación judía.
13,45

El público reacciona de diversas formas. Aquí se nota el malestar inevitable de la gran mayoría de los fieles en una religión donde la fe y el grupo social están estrechamente unidos: los creyentes están unidos aparte de otros o en contra de otros. Superar esa barrera será el distintivo de los discípulos de Jesús

Todo eso, ¿no es acaso actual? Si no vemos a menudo tales crisis en nuestras iglesias es quizá porque los apóstoles son poco numerosos, como en tiempos de Pablo, y porque no hemos recibido aún la visita del que se haría oír más allá de nuestros muros.
13,47

Pablo citó una vez más uno de los poemas del siervo (Is 49). Hasta los extremos del mundo: se abrirá una nueva etapa de la evangelización ya anunciada en He 1,8. Hasta entonces Bernabé y Pablo predicaban en la sinagoga, donde lograban ser escuchados por los griegos simpatizantes de la religión judía. En adelante Pablo pensará en primer lugar en los no judíos.
13,48

Esta expresión no condena a los que no han creído. Solamente dice que Dios había entrado en la vida de los que habían creído, haciendo de ellos los portadores de una corriente de vida que transformaría al mundo (Jn 17,3).
13,50

Con respecto a esas persecuciones contra Pablo véase Gál. 5,11. En 13,51 se reconoce el mandato de Jesús (Lc 9.15).
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 14
Evangelización de Iconio
1 En Iconio ocurrió lo mismo. Pablo y Bernabé entraron en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que un gran número de judíos y griegos abrazaron la fe.
2 Pero entonces los judíos que se negaron a creer excitaron y envenenaron los ánimos de los paganos contra los hermanos.
3 Con todo, permanecieron allí un buen número de días. Predicaban sin miedo, confiados en el Señor, que confirmaba este anuncio de su gracia con las señales milagrosas y los prodigios que les concedía realizar.
4 La población de la ciudad se dividió, unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles.
5 Un grupo compuesto de paganos y judíos, con sus jefes al frente, se preparó para ultrajar y apedrear a los apóstoles.
6 Ellos, al enterarse, huyeron a la provincia de Licaonia, a las ciudades de Listra, Derbe y alrededores,
7 donde se quedaron evangelizando.
En Listra y Derbe
8 Había en Listra un hombre tullido, que se veía sentado y con los pies cruzados. Era inválido de nacimiento y nunca había podido caminar.
9 Un día, como escuchaba el discurso de Pablo, éste fijó en él su mirada y vio que aquel hombre tenía fe para ser sanado.
10 Le dijo entonces en voz alta: «Levántate y ponte derecho sobre tus pies.» El hombre se incorporó y empezó a andar.
11 Al ver la gente lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar en la lengua de Licaonia: «¡Los dioses han venido a nosotros en forma de hombres!»
12 Según ellos, Bernabé era Zeus y Pablo Hermes, porque era el que hablaba.
13 Incluso el sacerdote del templo de Zeus que estaba fuera de la ciudad, trajo hasta las puertas de la misma toros y guirnaldas y, de acuerdo con la gente, quiso ofrecerles un sacrificio.
14 Al escuchar esto, Bernabé y Pablo rasgaron sus vestidos para manifestar su indignación y se lanzaron en medio de la gente gritando:
15 «Amigos, ¿qué hacen? Nosotros somos humanos y mortales como ustedes, y acabamos de decirles que deben abandonar estas cosas que no sirven y volverse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos.
16 El permitió en las generaciones pasadas que cada nación siguiera su propio camino,
17 pero no por eso dejó de manifestarse, pues continuamente derrama sus beneficios. El es quien desde el cielo les da las lluvias, y los frutos a su tiempo, dando el alimento y llenando los corazones de alegría.»
18 Aun con estas palabras, difícilmente consiguieron que el pueblo no les ofreciera un sacrificio, y que volvieran cada uno a su casa.
19 Se quedaron allí algún tiempo enseñando. Luego llegaron unos judíos de Antioquía e Iconio y hablaron con mucha seguridad, afirmando que no había nada de verdadero en aquella predicación, sino que todo era una mentira. Persuadieron a la gente a que les dieran la espalda y al final apedrearon a Pablo. Después lo arrastraron fuera de la ciudad, convencidos de que ya estaba muerto.
20 Pero sus discípulos se juntaron en torno a él, y se levantó. Entró en la ciudad, y al día siguiente marchó con Bernabé para Derbe.
Vuelven a Antioquía
21 Después de haber evangelizado esa ciudad, donde hicieron muchos discípulos, regresaron de nuevo a Listra y de allí fueron a Iconio y Antioquía.
22 A su paso animaban a los discípulos y los invitaban a perseverar en la fe; les decían: “Es necesario que pasemos por muchas pruebas para entrar en el Reino de Dios.»
23 En cada Iglesia les hacían designar presbíteros y, después de orar y ayunar, los encomendaban al Señor en quien habían creído.
24 Atravesaron la provincia de Pisidia y llegaron a la de Panfilia.
25 Predicaron la Palabra en Perge y bajaron después a Atalía.
26 Allí se embarcaron para volver a Antioquía, de donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que acababan de realizar.
27 A su llegada reunieron a la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto las puertas de la fe a los pueblos paganos.
28 Permanecieron allí bastante tiempo con los discípulos.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 14
14,1

Pablo y Bernabé hablan sin miedo, o con seguridad. Es uno de los signos del verdadero apóstol, movido por el Espíritu. Esta seguridad, que decide la conversión de los oyentes, es algo más que un don natural. Dios es quien inspira tanto la palabra del apóstol como la respuesta de fe del oyente, muy especialmente en circunstancias difíciles (Véase 1Tes 2,2 y 2Cor 12,10).
14,8

Una vez fuera de la ciudad en la que el griego era hablado por muchas personas, nada les facilitaría el contacto. En primer lugar el problema del idioma, que fue ocasión de una de esas experiencias que no se olvidan: el contacto imprevisto con una población tan extraña al mundo del predicador en que ya no es dueño de la palabra y nunca sabrá lo que pudo captar el oyente. La curación del enfermo despierta a todo un pueblo que vivía su fe según costumbres ancestrales y que era incapaz de comprender a dónde quería llegar Pablo; ni siquiera entendían su griego (11).
14,9

Más exacto sería decir: “Tenía fe de que sería salvado”, y era la misma fe que Jesús admiraba en el pueblo, aun cuando veía que eran incapaces de abrirse a su mensaje y de llegar a ser sus discípulos. Jesús sólo podía llevarlos a dar gracias al Dios único que se había inclinado sobre ellos (Mc 5,19).
14,11

La multitud sólo había visto el milagro, y de acuerdo con las autoridades locales, da gracias a su modo. Pablo se da cuenta de que es imposible presentar a Jesús y trata por lo menos de hablar del Dios único, como ya lo hacían desde hacía tiempo los apóstoles de la fe judía en medio de los paganos.
14,19

Pablo fue apedreado como lo había sido Esteban (He 7,58; 2Cor 11,25).

La presencia de los judíos en todas las ciudades del Imperio y las estrechas comunicaciones entre sus comunidades, hicieron de ellos enemigos temibles desde el momento que los cristianos tuvieron en contra a las autoridades centrales de Jerusalén. Los judíos perseguirán a las comunidades cristianas e indispondrán contra ellas a las autoridades romanas hasta la Guerra de los Judíos de los años 66-70.

Efectivamente las dificultades de Listra ayudaron a Pablo a precisar sus objetivos. Ya no se seguirá arriesgando más en las provincias en las que es difícil darse a entender. En adelante evangelizará las grandes ciudades, situadas en los grandes ejes de tránsito y en los puertos, y dejará a otros la tarea de propagar el Evangelio más hacia el interior.
14,21

Derbe es la etapa final de la misión. Pablo y Bernabé regresan por donde habían venido, visitando las comunidades que habían establecido en el continente. Después toman el barco hacia Antioquía, sin retornar a la isla de Chipre.

La Iglesia de la época no tenía parroquias ni clero ni instituciones. El apóstol tenía que organizar la Iglesia de tal manera que pudiera continuar. Respecto de estos ancianos (23), véase el comentario de 13,1.

Así comprendemos que una misión no ha alcanzado su objetivo hasta que no haya logrado formar comunidades de personas adultas, con sus propios líderes y con la participación de todos sus miembros.
14,23

Los ancianos o presbíteros debían ser plenamente aceptados por la comunidad de la que iban a ser instructores y pastores. Esta exigencia, que está enraizada en toda la tradición bíblica, se ha ido perdiendo cuando las autoridades se han creído las únicas inspiradas.
14,27

El regreso a Antioquía no es todavía el final de la misión. Será necesario que la Iglesia acepte las novedades introducidas por los misioneros, lo que motivará el concilio de Jerusalén.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 15
Controversias. —Concilio de Jerusalén: la Iglesia, ¿será judía?
1 Llegaron algunos de Judea que aleccionaban a los hermanos con estas palabras: «Ustedes no pueden salvarse, a no ser que se circunciden como lo manda Moisés.»
2 Esto ocasionó bastante perturbación, así como discusiones muy violentas de Pablo y Bernabé con ellos. Al fin se decidió que Pablo y Bernabé junto con algunos de ellos subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los presbíteros.
3 La Iglesia los encaminó, y atravesaron Fenicia y Samaría. Al pasar contaban con todo lujo de detalles la conversión de los paganos, lo que produjo gran alegría en todos los hermanos.
4 Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y les expusieron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.
5 Pero se levantaron algunos del grupo de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron: «Es necesario circuncidar a los no judíos y pedirles que observen la ley de Moisés.»
6 Entonces los apóstoles y los presbíteros se reunieron para tratar este asunto.
7 Después de una acalorada discusión, Pedro se puso en pie y dijo:
7 «Hermanos: ustedes saben cómo Dios intervino en medio de ustedes ya en los primeros días, cuando quiso que los paganos escucharan de mi boca el anuncio del Evangelio y abrazaran la fe.
8 Y Dios, que conoce los corazones, se declaró a favor de ellos, al comunicarles el Espíritu Santo igual que a nosotros.
9 No ha hecho ninguna distinción entre nosotros y ellos, sino que purificó sus corazones por medio de la fe.
10 ¿Quieren ustedes mandar a Dios ahora? ¿Por qué quieren poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que nuestros padres no fueron capaces de soportar, ni tampoco nosotros?
11 Según nuestra fe, la gracia del Señor Jesús es la que nos salva, del mismo modo que a ellos.»
12 Toda la asamblea guardó silencio y escucharon a Bernabé y a Pablo, que contaron las señales milagrosas y prodigios que Dios había realizado entre los paganos a través de ellos.
  13 Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: «Hermanos, escúchenme:
14 Simeón acaba de recordar cómo Dios, desde el primer momento, intervino para formarse con gentes paganas un pueblo para él.
15 Los profetas hablan el mismo lenguaje, pues está escrito:
16 Después de esto volveré y construiré de nuevo la choza caída de David. Reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar,
17 para que el resto de los hombres busque al Señor: todas esas naciones sobre las cuales ha sido invocado mi Nombre. Así lo dice el Señor, que hoy realiza
18 lo que tenía preparado desde siempre.
19 Por esto pienso que no debemos complicar la vida a los paganos que se convierten a Dios.
20 Digámosles en nuestra carta (que se abstengan de lo que es impuro por haber sido ofrecido a los ídolos, de las relaciones sexuales prohibidas, de la carne de animales sin sangrar y de comer sangre.
21 Porque desde tiempos antiguos leen a Moisés todos los sábados en las sinagogas de cada ciudad.»)
La carta del concilio, el principio de libertad
22 Entonces los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, decidieron elegir a algunos hombres de entre ellos para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Fueron elegidos Judas, llamado Barsabás, y Silas, ambos dirigentes entre los hermanos.
23 Debían entregar la siguiente carta:
23 «Los apóstoles y los hermanos con título de ancianos saludan a los hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia.
24 Nos hemos enterado de que algunos de entre nosotros los han inquietado y perturbado con sus palabras. No te nían mandato alguno nuestro.
25 Pero ahora, reunidos en asamblea, hemos decidido elegir algunos hombres y enviarlos a ustedes junto con los queridos hermanos Bernabé y Pablo,
26 que han consagrado su vida al servicio de nuestro Señor Jesucristo.
27 Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, que les expondrán de viva voz todo el asunto.
28 Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro no imponerles ninguna otra carga fuera de las indispensables: (
29 que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas.) Harán bien si se abstienen de esto, dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.»
30 Después de despedirse fueron a Antioquía, reunieron a la asamblea y entregaron la carta.
31 Cuando la leyeron, todos se alegraron con aquel mensaje de aliento.
32 Judas y Silas, que también eran profetas, dieron ánimo y confortaron a los hermanos con un largo discurso.
33 Se quedaron allí algún tiempo, y los hermanos los despidieron en paz para volver a la comunidad que los había enviado.
34 Pero Silas prefirió quedarse con ellos y Judas volvió solo.
35 En cuanto a Pablo y Bernabé, se detuvieron en Antioquía, enseñando y anunciando con muchos otros la Palabra de Dios.
Segunda misión de Pablo
36 Pero un día Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos y veamos cómo están en cada una de las ciudades donde hemos anunciado la Palabra del Señor.»
37 Bernabé quería llevar con ellos también a Juan, llamado Marcos,
38 pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había abandonado en Panfilia, cuando debía haber compartido sus trabajos.
39 Se acaloraron tanto que acabaron por separarse el uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre.
40 Pablo, por su parte, eligió a Silas. Los hermanos lo encomendaron a la gracia de Dios y partió.
41 Recorrió Siria y Cilicia confirmando a las Iglesias y entregando las decisiones de los presbíteros.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 15
15,1

Aquí vemos el primer gran debate de la Iglesia.

Discusiones violentas: no se trataba de disputarse los puestos. La gran novedad era esta: hasta entonces la Iglesia reunía a una minoría judía que permanecía fiel a la Ley y al Templo. Se acogía con gusto a los convertidos que ve-nían de otros pueblos, pero debían integrarse al pueblo judío para compartir las promesas que Dios había hecho a sus antepasados.

Pero las misiones de Pablo han creado un nuevo elemento: en los países griegos han surgido comunidades en las que no se da importancia a las prácticas judías. Estos griegos sa- bían que Jesús había sido un judío practicante, pero no se preocupaban por imitarlo en esto ni tampoco veían un motivo suficiente para adoptar la circuncisión, que muchos consideraban como un rito bárbaro.

¿Llegaría a dividirse la Iglesia? ¿Sería Pablo el iniciador de otra Iglesia más radical en la apreciación de la salvación únicamente por la fe en Cristo?

La Iglesia se reúne y medita los textos bíblicos y llegan a una visión más clara de lo que es la Iglesia: es a la vez el pueblo renovado y el nuevo Templo de Dios, y los no judíos que se convirtieron son parte del edificio.
15,7

Pedro fue elegido para la efusión del Espíritu en la casa de Cornelio (He 10). Y no vacila en poner a ese “Pentecostés de los no judíos” en el mismo plano que el Pentecostés en que el Espíritu vino sobre la comunidad judía. Pedro recuerda entonces que la salvación es don de Dios y que no depende de la práctica de la Ley.
15,13

Nos podría extrañar ver a Santiago, el “hermano del Señor”, intervenir por último después de Pedro. Pero no hay que olvidar que Pedro le había confiado la Iglesia de Jerusalén cuando pasó a la clandestinidad (He 12,17) y que luego tuvo que desaparecer por un tiempo prolongado. ¿En qué condiciones pudo participar en esa reunión? Intervino de manera decisiva, pero sin pasar por encima de quien tenía a su cargo esa Iglesia, la primera y la más importante de todas.

Nos es fácil seguir las intervenciones y los argumentos, pues desconocemos el clima en que se desarrolló toda la discusión. Se celebraba entonces una de las grandes fiestas judías, la Dedicación del Templo (Jn 10,22), que recordaba a la vez su construcción por Salomón y su purificación por Judas Macabeo.

Toda la discusión debió girar en torno a los textos que proponía la liturgia de esos días. Se ha demostrado que no sólo las citas de 16-18 sino también las palabras de Pedro y de Santiago aluden a esos textos. Se esperaba de Dios un templo purificado y un pueblo renovado, y los apóstoles comprenden que si una gran parte del pueblo judío se ha extraviado al no creer en Cristo, pueden ser sustituidos por los paganos convertidos. Este pueblo purificado será también el templo, o más exactamente la tienda (16) que albergaba el arca de Dios antes de que el orgullo humano construyera el gran templo de piedra.
15,14

La primera frase de Santiago contiene alusiones a tres textos del Pentateuco que hablan de los levitas elegidos y consagrados por Dios en reemplazo de los primogénitos de Israel: Lev 20,26; Núm 3,12; 3,40. Santiago ve en ellos el anuncio de una sustitución en el pueblo de Dios: los muy numeros judíos que no creyeron serán reemplazados por los paganos.

Santiago lee la Biblia a la manera judía; comienza interpretando los acontecimientos a la luz de los textos de la Ley, y luego busca una confirmación en los Profetas. Santiago interpreta los textos y reconoce que confirman lo que ya comenzó con la evangelización iniciada en Antioquía y con las misiones de Pablo; habrá que ir más lejos aún y llamar a las gentes de todos los pueblos (17).

Descubrimos aquí la gran preocupación de los responsables de la Iglesia por mantener abierto el camino a los convertidos del mundo pagano, quienes vendrán a reparar las brechas del pueblo del Mesías.
15,19

Hoy se da por cierto que los versículos 20-21, repetidos en 28-29, son en el texto actual el resultado de un error. Son inverosímiles y están en contradicción con todo lo que leemos a continuación, ya sea en los Hechos ya sea en las cartas de Pablo y de Santiago. Se copió aquí la decisión que tomó más tarde Santiago para las comunidades de mayoría y de lengua judías y que se lee en He 21,25. En vez de eso, casi con certeza se leía en el texto una de estas dos fórmulas: “Cada uno ame a su prójimo como a sí mismo” o “No hagan a otros lo que no quieren que les hagan a ustedes”.
15,28

Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro: la decisión de la comunidad unida a sus apóstoles es la garantía del Espíritu Santo. Semejantes debates volverán a presentarse en los siglos posteriores, pero ya se tratará de liberar a la Iglesia, no de las Leyes del Antiguo Testamento, sino de leyes y costumbres de la propia Iglesia, que habrían pasado a ser un yugo imposible de soportar para una gran parte de la humanidad.
15,29

Véase la nota de 15.20
15,36

Estamos en el año 50. Hacía trece años que Pablo se había encontrado con Cristo en el camino de Damasco, y ahora comienza una nueva etapa de su vida. Los apóstoles y la Iglesia de Jerusalén han reconocido oficialmente la misión que Cristo le encomendó el día de su conversión, esto es, que fuera el apóstol de los no-judíos del mundo romano (Gál 2,7; Ef 3,8; 1Tm 2,7).

La violenta ruptura de Pablo y de Bernabé no debe extrañarnos, puesto que la fe no destruye la personalidad. Ninguno de los dos se ha desanimado, sino que cada uno seguirá su propio camino. El tiempo y la gracia atenuarán las asperezas y años más tarde Marcos estará al lado de Pablo detenido en Cesarea (Filem 24 y 2Tim 4,11).
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 16
Pablo lleva a Timoteo consigo
1 Pablo se dirigió a Derbe y después a Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía que había abrazado la fe, y de padre griego;
2 los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él.
3 Pablo quiso llevarlo consigo y de partida lo circuncidó, pensando en los ju díos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
4 A su paso de ciudad en ciudad iban entregando las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén y exhortaban a que las observaran.
5 Estas Iglesias se iban fortaleciendo en la fe y reunían cada día más gente.
6 Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia.
7 Estando cerca de Misia intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús.
8 Atravesaron entonces Misia y bajaron a Tróade.
9 Por la noche Pablo tuvo una visión. Ante él estaba de pie un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.»
10 Al despertar nos contó la visión y comprendimos que el Señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia.
Pablo pasa a Europa
11 Nos embarcamos en Tróade y navegamos rumbo a la isla de Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis.
12 De allí pasamos a Filipos, una de las principales ciudades del distrito de Macedonia, con derechos de colonia romana.
12 Nos detuvimos allí algunos días,
13 y el sábado salimos a las afueras de la ciudad, a orillas del río, donde era de suponer que los judíos se reunían para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar con las mujeres que habían acudido.
14 Una de ellas se llamaba Lidia, y era de las que temen a Dios. Era vendedora de púrpura y natural de la ciudad de Tiatira. Mientras nos escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que aceptase las palabras de Pablo.
15 Recibió el bautismo junto con los de su familia, y luego nos suplicó: «Si ustedes piensan que mi fe en el Señor es sincera, vengan y qué dense en mi casa.» Y nos obligó a aceptar.
Pablo y Silas en prisión
16 Mientras íbamos un día al lugar de oración, salió a nuestro encuentro una muchacha esclava que estaba poseída por un espíritu adivino. Adivinando la suerte producía mucha plata a sus amos.
17 Empezó a seguirnos a nosotros y a Pablo gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y les anuncian el camino de la salvación.»
18 Esto se repitió durante varios días, hasta que Pablo se cansó, Se volvió y dijo al espíritu: «En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella» Y en ese mismo instante el espíritu la dejó.
19 Al ver sus amos que con ello se esfumaban también sus ganancias, tomaron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza ante el tribunal.
20 Y los presentaron a los magistrados diciendo: «Estos hombres son judíos y están alborotando nuestra ciudad;
21 predican unas costumbres que a nosotros, los romanos, no nos está permitido aceptar ni practicar.»
22 La gente se les echó encima. Los oficiales mandaron arrancarles las ropas y los hicieron apalear.
23 Después de haberles dado muchos golpes, los echaron a la cárcel, dando orden al carcelero de vigilarlos con todo cuidado.
24 Este, al recibir dicha orden, los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies con cadenas al piso del calabozo.
Liberación milagrosa
25 Hacia media noche Pablo y Silas estaban cantando himnos a Dios, y los demás presos los escuchaban.
26 De repente se produjo un temblor tan fuerte que se conmovieron los cimientos de la cárcel; todas las puertas se abrieron de golpe y a todos los presos se les soltaron las cadenas.
27 Se despertó el carcelero y vio todas las puertas de la cárcel abiertas. Creyendo que los presos se habían escapado, sacó la espada para matarse,
28 pero Pablo le gritó: «No te hagas daño, que estamos todos aquí.»
29 El hombre pidió una luz, entró de un salto y, después de encerrar bien a los demás presos, se arrojó temblando a los pies de Pablo y Silas.
30 Después los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?»
31 Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.»
32 Le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
33 El carcelero, sin más demora, les lavó las heridas y se bautizó con toda su familia a aquella hora de la noche.
34 Los había llevado a su casa; allí preparó la mesa e hicieron fiesta con todos los suyos por haber creído en Dios.
35 Por la mañana los magistrados enviaron a unos oficiales con esta orden: «Deja en libertad a esos hombres.»
36 El carcelero se lo comunicó a Pablo y Silas, diciendo: «Los magistrados han dado orden de dejarlos en libertad. Salgan, pues, y marchen en paz.»
37 Pero Pablo le contestó: «A nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente y nos han metido en la cárcel sin juzgarnos, ¿y ahora quieren echarnos fuera a escondidas? Eso no. Que vengan ellos a sacarnos.»
38 Los oficiales transmitieron esto a los magistrados, que se llenaron de miedo al escuchar que eran ciudadanos romanos.
39 Fueron a la prisión acompañados por un grupo de amigos de Pablo y les pidieron que se marcharan, diciéndoles: «¡Cómo íbamos a pensar que ustedes fueran muy buena gente!» Y cuando Pablo y Silas estaban para irse, les rogaron: «Ahora que se van libres, por favor, no nos creen problemas por haberles hablado duramente».
40 Apenas dejaron la cárcel fueron a casa de Lidia. Allí se encontraron con los hermanos, a los que dieron ánimo antes de marcharse.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 16
16,1

Pablo regresa a los lugares misionados anteriormente. Con Timoteo aparece un nuevo ministerio, el de auxiliar o delegado de los apóstoles. Para Pablo no es suficiente haber establecido ancianos en cada comunidad, quiere tener también asistentes que, igual que él, visiten y refuercen las comunidades existentes y formen otras. Timoteo es el primero de esos asistentes. Mientras los ancianos se sienten más solidarios con la comunidad de donde han surgido, los delegados de los apóstoles son al igual que éstos itinerantes y misioneros y sólo les rinden cuenta a ellos.

Lucas da sólo algunos detalles de un viaje que probablemente duró dos años. Las cartas de Pablo nos dejan entrever el tipo de trabajo perseverante a que debió consagrarse para formar a los creyentes y a sus responsables; una misión no consiste sólo en preparar el terreno donde se va a sembrar la palabra; también hay que suscitar y convertir a quienes harán que la comunidad viva por sí misma y siga desarrollándose.
16,3

Según la ley judía, el hijo de una madre judía y de un padre “impuro” es judío, por lo que muchos cristianos de origen judío no habrían perdonado a Timoteo que no se hubiese circuncidado.
16,4

Es evidente que esas decisiones que todos reciben con alegría, no son las que figuran actualmente en 15,29.
16,6

Esas advertencias del Espíritu (véase 16,9) disuaden a Pablo de una misión que se prolongaría en el territorio de la actual Turquía; tiene que ir al oeste, y así es como irá a Roma y luego a España (Rom 15,24). El Espíritu es siempre actor invisible de la evangelización.
16,9

Sin advertirlo, el texto dice “nosotros”. Aquí comienzan los “relatos de viaje” de Lucas, que narra los hechos de que ha sido testigo. El nosotros indica que acababa de unirse al equipo de Pablo. Probablemente corría el año 50; Lucas seguirá a Pablo en la mayoría de sus desplazamientos hasta su puesta en libertad en Roma el año 62.
16,16

Desde la primera etapa, el Evangelio muestra su fuerza liberadora... y hace aterrizar a los apóstoles en la prisión.

Este ejemplo de adivinación, que cesa cuando Pablo hace un exorcismo, suscitará muchas preguntas. En este campo no hay que creerlo todo ni rechazarlo todo y hay que recibir honestamente todos los testimonios.

La Biblia pide al pueblo de Dios que no recurra a la adivinación (Dt 18,14) porque esa práctica supone una desconfianza hacia Dios Padre del que depende todo. Los textos ven en ello una especie de profetismo inferior propagado por las religiones extranjeras (2Re 21,6; Is 2,6); se burlan de los adivinos más que condenarlos (Is 44,25; Ml 3,5; Dn 2). El presente texto no dice si los espíritus de adivinación son buenos, malos o simples ilusiones, pero al aparecer el mensajero del evangelio expulsa ese espíritu, que era fuente de enajenación tanto para la vidente como para los clientes.
16,24

En las prisiones romanas había una sala principal, y en el centro del embaldosado una reja cerraba la abertura por la que se metían a los prisioneros más peligrosos en un calabozo subterráneo. Allí echaron a Pablo y a Silas. Libres, a pesar de sus cadenas y de sus heridas, tuvieron ánimo para alabar a Dios, y en el silencio de la noche los otros prisioneros los escuchaban.
16,26

Dios da testimonio, y a veces de manera muy sorprendente. Lucas escribía para lectores, algunos de los cuales ya conocían tales manifestaciones.
16,33

Alguno podría sorprenderse ante este bautismo tan poco preparado de toda una familia. Se podría decir que no todos son Pablo y que el caso era muy especial; hay que recordar además que vivían en un mundo muy diferente al nuestro, en el que las personas no tenían las mismas reservas de hoy para llevar a cabo un proceso personal de la fe. Hay más ejemplos de la conversión de toda una casa: Jn 4,53; He 10,48.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 17
Dificultades en Tesalónica
1 Pablo y Silas atravesaron Anfípolis y Apolonia, y llegaron a Tesalónica, donde los ju díos tenían una sinagoga.
2 Pablo, según su costumbre, fue a visitarlos y por tres sábados discutió con ellos, basándose en las Escrituras.
3 Las interpretaba y les demostraba que el Mesías debía padecer y resucitar de entre los muertos. Y les decía: «Este Mesías es precisamente el Jesús que yo les anuncio.»
4 Hubo algunos que se convencieron y formaron un grupo en torno a Pablo y Silas. Lo mismo hicieron un buen número de griegos, de los «que temen a Dios», y no pocas mujeres de la alta sociedad.
5 Los judíos no se quedaron pasivos: reunieron a unos cuantos vagos y maleantes, armaron un motín y alborotaron la ciudad. Hicieron una demostración frente a la casa de Jasón, pues querían a Pablo y Silas para llevarlos ante la asamblea del pueblo.
6 Pero al no encontrarlos allí, arrastraron a Jasón y a otros creyentes ante los magistrados de la ciudad, gritando: «Esos hombres que han revolucionado todo el mundo han llegado también hasta aquí
7 y Jasón los ha hospedado en su casa. Todos ellos objetan los decretos del César, pues afirman que hay otro rey, Jesús.»
8 Lograron impresionar al pueblo y a los magistrados que los oían,
9 los cuales exigieron una fianza a Jasón y a los demás hermanos antes de dejarlos en libertad.
10 Aquella misma noche los hermanos enviaron a Pablo y Silas a la ciudad de Berea.
10 Al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos.
11 Estos eran mejores que los de Tesalónica, y recibieron el mensaje con mucha disponibilidad. Diariamente examinaban las Escrituras para comprobar si las cosas eran así.
12 Un buen número de ellos abrazó la fe y, de entre los griegos, algunas mujeres distinguidas y también bastantes hombres.
13 Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo estaba predicando la Palabra de Dios en Berea, fueron también allí para agitar al pueblo y crear disturbios.
14 Inmediatamente los hermanos hicieron salir a Pablo hacia la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaban en Berea.
15 Los que acompañaban a Pablo lo llevaron a Atenas, y después regresaron a Berea con instrucciones para Timoteo y Silas de que fueran a reunirse con él lo antes posible.
Pablo en Atenas
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu hervía viendo la ciudad plagada de ídolos.
17 Empezó a tener contactos en la sinagoga con judíos y con griegos que temían a Dios, hablando también con los que diariamente se encontraban en las plazas de la ciudad.
18 Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos preguntaban: «¿Qué querrá decir este charlatán?», mientras otros comentaban: «Parece ser un predicador de dioses extranjeros.» Porque le oían hablar de «Jesús» y de «la resurrección».
19 Lo tomaron, lo llevaron con ellos a la sala del Areópago y le preguntaron: «¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que enseñas?
20 Nos zumban los oídos con esas cosas tan raras que nos cuentas, y nos gustaría saber de qué se trata.»
21 Se sabe que para todos los atenienses y los extranjeros que viven allí no hay mejor pasatiempo que contar o escuchar las últimas novedades.
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago, y les dijo: «Ciudadanos de Atenas, veo que son personas sumamente religiosas.
23 Mientras recorría la ciudad contemplando sus monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles.
24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él no vive en santuarios fabricados por humanos, pues es Señor del Cielo y de la tierra,
25 y tampoco necesita ser servido por manos humanas, pues ¿qué le hace falta al que da a todos la vida, el aliento y todo lo demás?
26 Habiendo sacado de un solo tronco toda la raza humana, quiso que se estableciera sobre toda la faz de la tierra, y fijó para cada pueblo cierto lugar y cierto momento de la historia.
27 Habían de buscar por sí mismos a Dios, aunque fuera a tientas: tal vez lo encontrarían.
28 En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: «Somos también del linaje de Dios.»
29 Si de verdad somos del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a las creaciones del arte y de la fantasía humanas, ya sean de oro, plata o piedra.
30 Ahora precisamente Dios quiere superar esos tiempos de ignorancia, y pide a todos los hombres de todo el mundo un cambio total.
31 Tiene ya fijado un día en que juzgará a todo el mundo con justicia, valiéndose de un hombre que ha designado, y al que todos pueden creer, pues él lo ha resucitado de entre los muertos.»
32 Cuando oyeron hablar de resurrección de los muertos, unos empezaron a burlarse de Pablo, y otros le decían: «Sobre esto te escucharemos en otra ocasión.»
33 Así fue como Pablo salió de entre ellos.
34 Algunos hombres, sin embargo, se unieron a él y abrazaron la fe, entre ellos Dionisio, miembro del Areópago, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 17
17,1

En Tesalónica, capital de Macedonia, la mayoría de los judíos se opone a Pablo, y la comunidad cristiana comienza con gente de origen griego, de los “que temen a Dios”, que Pablo ha encontrado en la sinagoga, o simplemente paganos. Pablo puso como dirigentes y formadores a los pocos judíos convertidos (4), ya que eran quienes sabían manejar la Biblia, tenían salmodias para los salmos, idea de una liturgia en el marco de una comunidad y más claridad en los principios morales. Pablo siempre estará atento a que los judíos no lleven de nuevo a los convertidos a una religión de mandamientos; será sin embargo entre ellos donde encontrará los elementos mejor preparados.
17,5

Vemos aquí, como también en el siguiente capítulo, un ejemplo de lo que podían ser las relaciones y las tensiones entre las diversas comunidades étnicas de las ciudades del Mediterráneo. Los judíos se las habían ingeniado para obtener leyes especiales que los eximían de la participación en el culto oficial de las divinidades del imperio. Temían que el apostolado cristiano produjera confusiones que pusieran en peligro sus privilegios.
17,16

Atenas era la ciudad más célebre del mundo griego. Después de perder su poder político, continuaba siendo el centro cultural de todo el mundo romano. Pablo llega a Atenas, fiel a su táctica de dar la prioridad a los grandes centros y a los puertos, desde donde son más fáciles las comunicaciones y se transmiten rápidamente por vía marítima las novedades, el Evangelio.

El discurso de Pablo se dirige a intelectuales que consideran la religión como una base necesaria de la sociedad, pero que no confunden la divinidad con las estatuas y los sacrificios que se ofrecen a los dioses en sus templos. Por eso no se lanza con un discurso contra los ídolos, como se hacía en la predicación judía a los paganos (Véase Sab cap.13-14).

Pablo no tiene que defender los privilegios del pueblo judío como ocurría en el libro de la Sabiduría, por lo que sólo hablará de una salvación universal de Dios. Esto le permite pasar directamente de la manifestación de Dios en los orígenes del mundo a la otra manifestación en Cristo; de la unidad de la raza humana en su origen (17,26) a la unidad que volverá a formarse en torno a un solo hombre, Cristo (17,31). Poco después desarrollará el tema “Adán y Jesús” en 1Cor 15,22-45.

Pablo evoca un doble movimiento de la historia, antes y después de Cristo. Antes de él Dios toleró –e incluso más que toleró– la diversidad de religiones, ligada al desarrollo de culturas diversas que formaban parte de su plan. No hay lugar pues para una condenación de esas religiones en el pasado, pero ha llegado la hora en que todo sea juzgado según la justicia por Cristo (véase Jn 3,18).
17,32

Pablo hizo suyas, hasta cierto punto, las convicciones del mundo helénico instruido: interés por las cuestiones religiosas, tolerancia hacia las creencias extranjeras, aceptación de un cierto parentesco de naturaleza entre Dios y los humanos..., pero había una divergencia fundamental entre la filosofía griega que trataba de descubrir el orden del mundo y el profetismo bíblico que transmite la palabra de Dios que llama a la conversión.

La reacción de los notables del Areópago es la misma que se produciría en cualquier medio instruido: creer en el juicio o en la hora de Dios, con la resurrección de los muertos que establece un mundo nuevo, era renunciar a la sabiduría común. No parece que Lucas haya considerado eso un fracaso de Pablo; era ya un logro que hubiese sido acogido por algunos y que hubiese podido transmitir el Evangelio a los que Dios le había dado (1Cor 2,17-31).

La apertura de Pablo no deja de ser actual: ¿podemos condenar sin más nuestro mundo en crisis? Jamás la humanidad ha conocido un trastorno tal de sus condiciones de vida, tales desafíos que enfrentar, tales cambios que aceptar en la vida de cada día. Es natural que esté de sorientada, que busque a tientas con enormes errores, y todo eso forma parte del plan de Dios. No podemos sino reafirmar lo que es nuestra fe y certeza, a saber, que todo terminará en un juicio histórico y que éste será frente a Cristo. Las personas tienen acceso a la salvación cristiana según que acepten o no que Dios se hizo uno de nosotros y uno de los que obedecen.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 18
Pablo en Corinto
1 Tiempo después Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto.
2 Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su esposa Priscila, a consecuencia de un decreto del emperador Claudio; porque todos los judíos habían recibido la orden de abandonar Roma. Pablo se acercó a ellos,
3 pues eran del mismo oficio y se dedicaban a fabricar tiendas. Y se quedó a vi vir y a trabajar con ellos.
4 Todos los sábados Pablo entablaba discusiones en la sinagoga, tratando de convencer tanto a los ju díos como a los griegos.
5 Al llegar de Macedonia Silas y Timoteo, Pablo se dedicó por entero a la Palabra, y aseguraba a los judíos que Jesús era el Mesías.
6 Como se oponían y le respondían con insultos, se sacudió el polvo de sus vestidos mientras les decía: «Nada tengo ya que ver con lo que les suceda; ustedes son los únicos responsables. En adelante me dirigiré a los paganos.»
7 Pablo cambió de lugar y se fue a la casa de un tal Tito Justo, de los que temen a Dios, que estaba pegada a la sinagoga.
8 Crispo, uno de los dirigentes de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; y de los corintios que escuchaban a Pablo, muchos creían y se hacían bautizar.
9 Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles,
10 pues en esta ciudad me he reservado un pueblo numeroso. Yo estoy contigo y nadie podrá hacerte daño.»
11 Pablo siguió enseñando entre ellos la Palabra de Dios, y permaneció allí un año y seis meses.
12 Siendo Galión gobernador de Acaya, los judíos acordaron unánimemente hacer una manifestación contra Pablo; lo llevaron ante el tribunal y lo acusaron:
13 «Este hombre incita a la gente a que adoren a Dios de una manera que prohíbe nuestra Ley.»
14 Pablo iba a contestar, cuando Galión dijo a los judíos: «Judíos, si se tratara de una injusticia o de algún crimen, sería correcto que yo los escuchara.
15 Pero como se trata de discusiones sobre mensajes, poderes superiores y sobre su Ley, arréglense entre ustedes mismos. Yo no quiero ser juez de tales asuntos. »
16 Y los echó del tribunal.
17 Entonces toda la chusma agarró a Sóstenes, que era un dirigente de la sinagoga, y empezaron a golpearlo delante del tribunal, pero Galión no se preocupó de ello.
18 Pablo se quedó en Corinto todavía algún tiempo. Después se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria, acompañado por Priscila y Aquila. Había hecho un voto, y solamente en el puerto de Cencreas se cortó el pelo.
19 Así fue como llegaron a Efeso, y allí dejó que ellos se fueran.
19 Pablo entró en la sinagoga y empezó a discutir con los judíos.
20 Le rogaban que se quedara en Efeso por más tiempo, pero Pablo no aceptó,
21 y se despidió de ellos con estas palabras: «Si Dios quiere, volveré de nuevo por aquí.» Y se fue de Efeso por mar.
22 Desembarcó en Cesarea. Subió a saludar a aquella Iglesia y después bajó a Antioquía.
23 Permaneció allí por algún tiempo, y luego se fue a recorrer, una ciudad tras otra, las regiones de Galacia y Frigia fortaleciendo a los discípulos.
24 Un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, había llegado a Efeso. Era un orador elocuente y muy entendido en las Escrituras.
25 Le habían enseñado algo del camino del Señor, y hablaba con mucho entusiasmo. Enseñaba en forma acertada lo referente a Jesús, aunque sólo se había quedado con el bautismo de Juan.
26 Hablaba, pues, con mucha convicción en la sinagoga. Al oírlo Aquila y Priscila, lo llevaron consigo y le expusieron con mayor precisión el camino.
27 Como pensaba pasar por Acaya, los hermanos lo alentaron y escribieron a los discípulos para que lo recibieran. De hecho, cuando llegó, ayudó muchísimo a los que la gracia de Dios había llevado a la fe,
28 pues rebatía públicamente y con gran acierto a los judíos, demostrando con las Escrituras que Jesús es el Mesías.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 18
18,1

Corinto era el primer puerto de Grecia y capital de la provincia de Acaya, una de las grandes metrópolis del Imperio. Era un centro religioso, comercial y cultural. La ciudad era célebre por el lujo y la corrupción. Pablo permaneció allí 18 meses, hasta fines del año 52.
18,2

Parece que la pareja era ya cristiana; Pablo será muy amigo de ellos (1Cor 16,19; Rom 16,3). Un historiador romano dice que Claudio había ya intervenido en el año 41 para acabar con las manifestaciones que en Roma dividían a la comunidad judía “a instigación de un cierto Chrestus”; seguramente se debían a la predicación del Evangelio. Pero aquí estamos en el año 52: los historiadores romanos dicen que ese año Galión fue gobernador de Acaya (18,12). De hecho, en el 49 el emperador había decidido, más que una expulsión general de judíos, expulsiones aisladas. Aquila y Priscila pudieron haber sido notificados personalmente.
18,3

La práctica judía del rabinato incluía que los maestros vivieran de su propio trabajo. Pablo tenía motivos suficientes para eximirse de esa obligación pues era un itinerante (18,5), pero se le presentaron otros motivos para no hacerse mantener por la comunidad (1Cor 9,4-15; 2Cor 10,8-12).
18,5

Pablo ha podido establecer contactos, pero sólo se dedicará a la proclamación directa, que fatalmente causará la división de la comunidad judía, al sentirse apoyado por un equipo. Pablo nunca bautizará a aislados que serían pronto retomados por su medio. Silas es un judío de Jerusalén, Timoteo es un verdadero judío de la diáspora (16,3).
18,8

Pablo otorga prioridad a la acogida de los griegos que no han sido alcanzados por el apostolado judío, y con el fin de facilitar los contactos con ellos se aloja en casa de Titus Justus que, siendo un “adorador de Dios”, hacía de puente entre judíos y griegos.
18,9

Las visiones no abundan en este libro. El diablo multiplica los obstáculos cuando se penetra en sus dominios, por miedo a perder su poder, y la visión confirma la importancia de la Iglesia de Corinto en el plan de Dios. Su historia será siempre movida, y ya antes del fin del siglo el Papa San Clemente enviará una carta a esta Iglesia para invitarla a que supere sus divisiones.
18,13

En los grandes centros romanos, diversos pueblos coexisten y muchos conflictos se arreglan dentro de cada comunidad según sus propias leyes y costumbres. Galión no quiere verse enredado en la maraña de tradiciones y de disputas, sobre todo con judíos que gozan de una posición privilegiada. Están furiosos ante el éxito de Pablo y tienen miedo de que la imprudencia de los cristianos produzca una reacción de los pa ganos, de la que ellos serían también víctimas.
18,17

Es muy probable que este Sóstenes sea el mismo que se nombra en 1Cor 1,1. Aunque ya fuese allí una figura importante del grupo cristiano, resulta muy dudoso que sus hermanos judíos le pe garan delante de las autoridades; fue más bien una turba de mirones que se lanzó contra un judío conocido.
18,18

En este corto párrafo Lucas reunió el fin del segundo viaje y el comienzo del tercero. Pablo sube a Jerusalén y retorna a Antioquía, la primera Iglesia del mundo pagano. Es aquí donde Pablo irá a reposar y a renovarse después de cada viaje.

Todo lo que Pablo escribía para librar de las prácticas de la Ley a los no judíos que se habían hecho cristianos no le impedía, como judío, sentirse a gusto en las formas tradicionales. Aquí debió sellar, mediante un voto típicamente judío (Núm 6,5), algún acuerdo secreto que había hecho con el Señor.

Hasta los más espirituales sienten a veces la necesidad de recurrir a las expresiones de fe que han forjado la cultura religiosa de un pueblo. Siempre se sentirá la necesidad de lo que da a la oración litúrgica su belleza y a la asamblea un clima donde el alma respira a gusto.
18,22

Al desembarcar en Cesarea Pablo sube a saludar a la Iglesia, porque la Iglesia era la Iglesia madre de Jerusalén.
18,24

En ausencia de Pablo, Aquila, Priscila y otros habían continuado los primeros contactos que él había establecido en la comunidad judía. Un acontecimiento importante es la integración de Apolo, que será uno de los más valiosos misioneros (1Cor 3,6; 4,6; 16,12).
18,25

Esta frase no es clara. Parece que Apolo estuvo en Palestina en tiempos en que Jesús era ya conocido, pero se había quedado con el bautismo de Juan, en el sentido de que para él esa nueva predicación no cuestionaba el llamado de Juan a la conversión; no había reconocido la novedad del Evangelio.

El camino: véase en 9,2.
18,26

Apolo parte para Acaya, es decir, Grecia. Se quedó un tiempo en Corinto, pero Lucas no dice nada más de él, tal vez porque su paso fue la ocasión de algunas divisiones mencionadas en 1Cor 1,12.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 19
Pablo en Efeso
1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo llegó a Efeso atravesando las regiones altas; encontró allí a algunos discípulos
2 y les preguntó: «¿Recibieron el Espíritu Santo cuando abrazaron la fe?» Le contestaron: «Ni siquiera hemos oído decir que se reciba el Espíritu Santo.»
3 Pablo les replicó: «Entonces, ¿qué bautismo han recibido?» Respondieron: «El bautismo de Juan.»
4 Entonces Pablo les explicó: «Si bien Juan bautizaba con miras a un cambio de vida, pedía al pueblo que creyeran en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús.»
5 Al oír esto se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús,
6 y al imponerles Pablo las manos, el Espíritu Santo bajó sobre ellos y empezaron a hablar lenguas y a profetizar.
7 Eran unos doce hombres.
8 Pablo entró en la sinagoga y durante tres meses les habló sobre el Reino de Dios, tratando de persuadirles.
9 Al ver que algunos, en vez de creer, se endurecían más y criticaban públicamente el camino, se separó de ellos. Tomaba aparte a sus discípulos y diariamente les enseñaba en la escuela de un tal Tirano desde las once hasta las cuatro de la tarde.
10 Hizo esto durante dos años, de tal manera que todos los habitantes de la provincia de Asia, tanto judíos como griegos, pudieron escuchar la Palabra del Señor.
11 Dios obraba prodigios extraordinarios por las manos de Pablo,
12 hasta tal punto que imponían a los enfermos pañuelos o ropas que él había usado, y mejoraban. También salían de ellos los espíritus malos.
13 Incluso algunos judíos ambulantes que echaban demonios, trataron de invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que te nían espíritus malos, diciendo: «Yo te ordeno en el nombre de ese Jesús a quien Pablo predica.»
14 Entre los que hacían esto estaban los hijos de un sacerdote judío, llamado Escevas. Un día entraron en una casa y se atrevieron a hacer eso,
15 pero el espíritu malo les contestó: «Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes, ¿quiénes son?»
16 Y el hombre que tenía el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los sujetó a ambos y los maltrató de tal manera que huyeron de la casa desnudos y malheridos.
17 La noticia llegó a todos los habitantes de Efeso, tanto judíos como griegos. Todos quedaron muy atemorizados, y el Nombre del Señor Jesús fue tenido en gran consideración.
18 Muchos de los que habían aceptado la fe venían a confesar y exponer todo lo que antes habían hecho.
19 No pocos de los que ha bían practicado la magia hicieron un montón con sus libros y los quemaron delante de todos. Calculado el precio de los libros, se estimó en unas cincuenta mil monedas de plata.
20 De esta forma la Palabra de Dios manifestaba su poder, se extendía y se robustecía.
El motín de los orfebres
21 Después de todos estos acontecimientos, Pablo tomó su decisión en el Espíritu: ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya. Y decía: «Después de llegar allí, tengo que ir también a Roma.»
22 Envió a Macedonia a dos de sus auxiliares, a Timoteo y a Erasto, mientras él se quedaba por algún tiempo más en Asia.
23 Fue en ese tiempo cuando se produjo un gran tumulto en la ciudad a causa del camino.
24 Un platero, llamado Demetrio, fabricaba figuritas de plata del templo de Artemisa, y con esto procuraba buenas ganancias a los artífices.
25 Reunió a éstos junto con otros que vivían de artes parecidas y les dijo: «Compañeros, ustedes saben que esta industria es la que nos deja las mayores ganancias.
26 Pero como ustedes mismos pueden ver y oír, ese Pablo ha cambiado la mente de muchísimas personas, no sólo en Efeso, sino en casi toda la provincia de Asia. Según él, los dioses no pueden salir de manos humanas.
27 No son sólo nuestros intereses los que salen perjudicados, sino que también el templo de la gran diosa Artemisa corre peligro de ser desprestigiado. Al final se acabará la fama de aquella a quien adora toda el Asia y el mundo entero.»
28 Este discurso despertó el furor de los oyentes y empezaron a gritar: «¡Grande es la Artemisa de los Efesios!»
29 El tumulto se propagó por toda la ciudad. La gente se precipitó al teatro arrastrando consigo a Gayo y Aristarco, dos macedonios, compañeros de viaje de Pablo.
30 Pablo quería enfrentarse con la muchedumbre, pero los discípulos no lo dejaron.
31 Incluso algunos consejeros, amigos suyos, de la provincia de Asia, le mandaron a decir que no se arriesgara a ir al tea tro.
32 Mientras tanto la asamblea estaba sumida en una gran confusión. Unos gritaban una cosa, otros otra, y la mayor parte no sabían ni por qué estaban allí.
33 En cierto momento algunos hicieron salir de entre la gente a un tal Alejandro, a quien los judíos empujaban adelante. Quería justificarlos ante el pueblo y pidió silencio con la mano.
34 Pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos a una voz se pusieron a gritar, y durante casi dos horas sólo se oyó este grito: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!»
35 Al fin el secretario de la ciudad logró calmar a la multitud y dijo: «Ciudadanos de Efeso, ¿quién no sabe que la ciudad de Éfeso guarda el templo de la gran Artemisa y su imagen caída del cielo?
36 Siendo esto algo tan evidente, conviene que ustedes se calmen y no cometan ninguna locura.
37 Estos hombres que han traído aquí no han profanado el templo ni han insultado a nuestra diosa.
38 Si Demetrio y sus artífices tienen cargos contra alguno, para eso están las audiencias y los magistrados: que presenten allí sus acusaciones.
39 Y si el asunto es de mayor importancia, que se resuelva en la asamblea legal.
40 ¿Han pensado ustedes que podríamos ser acusados de rebelión por lo ocurrido hoy? No tendríamos excusa alguna para justificar este tumulto.»
41 Y dicho esto, disolvió la asamblea.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 19
19,1

Hacía tres años que Pablo quería evangelizar a Efeso, una de las ciudades más bellas y más grandes del Imperio.

Lucas ha querido relatar el bautismo de esos doce discípulos de Juan Bautista. Conocían en parte la enseñanza de Jesús, pero para llamarse sus discípulos les faltaba lo más importante, porque no habían recibido el Espíritu Santo.
19,5

¿Habrá que pensar que al principio el bautismo se hacía “en el nombre de Jesús” y no “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”? No es cierto. En el Nombre significa “por el poder”. Puede ser que el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo haya sido llamado “el bautismo en nombre de Jesús” para distinguirlo del bautismo de Juan o de otros grupos. También es posible que, en el momento de recibir el agua, el bautizado hiciera su invocación personal al “Nombre de Jesús”.

En el caso de que se haya bautizado “en el nombre de Jesús” en los primeros tiempos, la misma Iglesia que dio la primera fórmula tenía capacidad para dar la segunda, que el Evangelio atribuye al propio Jesús (Mt 28,19).
19,6

Véase He 8,14. El lenguaje cristiano era todavía vacilante en esos comienzos. Se sabe que el Espíritu Santo es mucho más que las manifestaciones que acompañan la imposición de las manos. De ahí esas palabras: No hemos oído decir que haya espíritu santo. Otros textos dicen: “que se reciba al Espíritu Santo”.

La imposición de las manos quiere confirmar la obra del bautismo por una experiencia de los dones del Espíritu (1Cor 12,7). Muchos cristianos de hoy no han tenido nunca esta experiencia sensible de Dios. Lo importante y ante todo no es sentir, sino creer y vivir la fe. Sin embargo la experiencia sensible es uno de los signos que Jesús prometió y que afirman la fe en el Dios vivo y en Cristo resucitado. Acompaña habitualmente a las conversiones que Dios quiso obrar en forma imprevista, y en todo caso confiere a la fe la claridad y la firmeza que le faltaban.

Quizá nuestro temperamento demasiado racionalista y nuestra vida de Iglesia tan desconfiada de todo lo que es expresión corporal contribuyan a extinguir los dones del Espíritu, a menos que eso se deba a la pobreza de nuestro compromiso con Jesús.
19,11

Jesús había prometido señales a los que creyeran (Mc 16,15- 18). Las mismas señales se dan hoy cuando la Iglesia se hace misionera.
19,13

En Lc 9,49 el Evangelio hace mención a los exorcistas judíos. Este incidente pintoresco los muestra actuando. De aquí no se debe concluir que todos los exorcistas eran unos charlatanes; más bien cabe recordar el proverbio inglés, que también vale para los exorcistas cristianos: “Para comer con el diablo se necesita una larga cuchara”.
19,19

La verdadera conversión de los que confiesan sus prácticas de magia y queman libros muy caros vale tanto como muchas curaciones. Parece que ellos no lo habían hecho en el momento de su bautismo.
19,21

El Evangelio se presentaba al lado de otras religiones, ya que en el mismo tiempo numerosas doctrinas y cultos pretendían librar de la muerte. Todo eso sin embargo no eran más que teorías o secretos que se transmitían de uno a otro; hoy hablamos de esoterismo con relación a esos secretos tan viejos como el mundo. Los apóstoles en cambio ofrecían su testimonio: “Un judío llamado Jesús ha resucitado y nosotros lo hemos visto resucitado”. Y esa predicación hacía caer ídolos.

Se produce una conmoción. Los fabricantes de “souvenirs” defienden sus intereses (¡tenían hijos que alimentar!). Los judíos, que vivían tranquilos en medio de los paganos, tienen miedo de que se los confunda con los cristianos y quieren ponerse a buen resguardo.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 20
Pablo vuelve a Macedonia
1 Cuando se calmó el tumulto, Pablo mandó llamar a sus discípulos para animarlos. Se despidió de ellos y se fue a Macedonia.
2 Después de recorrer aquellas regiones, en las que multiplicó sus predicaciones para confortar a los discípulos, llegó a Grecia.
3 Pasó allí tres meses y luego pensó en vol ver a Siria por barco. Pero supo que los judíos tramaban algo contra él, y decidió regresar por Macedonia.
4 Algunos acompañaban a Pablo: Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; Tíquico y Trófimo, de Asia.
5 Todos estos se fueron por delante y nos esperaron en Tróade.
6 Nosotros nos embarcamos en Fi lipos apenas terminaron las fiestas de los Panes Azimos. Cinco días des pués nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos siete días.
La Eucaristía de un domingo en Tróade
7 El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan, y Pablo, que debía irse al día siguiente, comenzó a conversar con ellos. Pero su discurso se alargó hasta la medianoche.
8 Había bastantes lámparas encendidas en la pieza del piso superior donde estábamos reunidos.
9 Un joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana, y como Pablo no terminaba de hablar, el sueño acabó por vencerle. Se durmió y se cayó desde el tercer piso al suelo. Lo recogieron muerto.
10 Pablo, entonces, bajó, se inclinó sobre él, y después de tomarlo en sus brazos, dijo: «No se alarmen, pues su alma está en él.»
11 Subió de nuevo, partió el pan y comió. Lue go siguió conversando con ellos hasta el amanecer, y se fue.
12 En cuanto al joven, lo trajeron vivo, lo que fue para todos un gran consuelo.
13 Nosotros tomamos el barco para Aso; debíamos llegar antes que Pablo y recogerlo allí, pues se había decidido que él haría el viaje por tierra.
14 Efectivamente, nos encontró en Aso. Subió a la nave con nosotros y llegamos a Mitilene.
15 Al día siguiente zarpamos y llegamos a Quíos. Al otro día llegamos a Samos y un día después a Mileto, con una escala en Trogilón.
16 Pablo había decidido no hacer escala en Efeso ni demorarse más en Asia, pues, de ser posible, quería estar en Jerusalén para el día de Pentecostés.
En Mileto, últimas consignas de Pablo a los presbíteros
17 Debido a eso, desde Mileto Pablo envió un mensaje a Efeso para convocar a los presbíteros de la Iglesia.
18 Cuando ya estuvieron a su lado, les dijo: «Ustedes han sido testigos de mi forma de actuar durante todo el tiempo que he pasado entre ustedes, desde el primer día que llegué a Asia.
19 He servido al Señor con toda humildad, entre las lágrimas y las pruebas que me causaron las trampas de los judíos.
20 Saben que nunca me eché atrás cuando algo podía ser útil para ustedes. Les prediqué y enseñé en público y en las casas,
21 exhortando con insistencia tanto a judíos como a griegos a la conversión a Dios y a la fe en Jesús, nuestro Señor.
22 Ahora voy a Jerusalén, atado por el Espíritu, sin saber lo que allí me sucederá;
23 solamente que en cada ciudad el Espíritu Santo me advierte que me esperan prisiones y pruebas.
24 Pero ya no me preocupo por mi vida, con tal de que pueda terminar mi carrera y llevar a cabo la misión que he recibido del Señor Jesús: anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios.
25 Ahora sé que ya no me volverán a ver ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino.
26 Por eso hoy les quiero declarar que no me siento culpable si ustedes se pierden,
27 pues nunca ahorré esfuerzos para anunciarles plenamente la voluntad de Dios.
28 Cuiden de sí mismos y de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les ha puesto como obispos (o sea, supervisores): pastoreen la Iglesia del Señor, que él adquirió con su propia sangre.
29 Sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos voraces que no perdonarán al rebaño.
30 De entre ustedes mismos surgirán hombres que enseñarán doctrinas falsas e intentarán arrastrar a los discípulos tras sí.
31 Estén, pues, atentos, y recuerden que durante tres años no he dejado de aconsejar a cada uno de ustedes noche y día, incluso entre lágrimas.
32 Ahora los encomiendo a Dios y a su Palabra, portadora de su gracia, que tiene eficacia para edificar sus personas y entregarles la herencia junto a todos los santos.
33 De nadie he codiciado plata, oro o vestidos.
34 Miren mis manos: con ellas he conseguido lo necesario para mí y para mis compañeros, como ustedes bien saben.
35 Con este ejemplo les he enseñado claramente que deben trabajar duro para ayudar a los débiles. Recuerden las palabras del Señor Jesús: «Hay mayor felicidad en dar que en recibir.»
36 Dicho esto, Pablo se arrodilló con ellos y oró.
37 Entonces empezaron todos a llorar y le besaban abrazados a su cuello.
38 Todos estaban muy afligidos porque les había dicho que no le volverían a ver. Después lo acompañaron hasta el barco.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 20
20,1

Pablo se quedó dos años y medio en Efeso; algunos detalles de sus cartas delatan que el relato de Lucas es muy incompleto, ya que no se menciona la mayor parte de la actividad de Pablo, en particular la evangelización de las ciudades vecinas de Efeso por un equipo que él animaba; véase la Introducción a los Efesios. Pablo sufrió mucho, incluso estuvo preso (Introducción a los Filipenses). Durante este período escribió la carta a los Gálatas y la primera carta a los Corintios.
20,3

Pablo acaba de llegar a Grecia proveniente de Macedonia; después de haber recibido esa advertencia sube a Macedonia y pasa de Filipos a Tróade. Desde allí seguirá por la costa hacia el Sur en barcos de cabotaje.
20,7

El primer día de la semana, es decir, el día siguiente al sábado, que era ya nuestro domingo; los cristianos se distinguían de los judíos, reemplazando el sábado por el día de la Resurrección de Jesús. Con eso inscribían en su calendario el mayor acontecimiento de la fe.

La reunión tiene lugar en una casa particular: véanse los lugares en que Pablo habla de la “Iglesia que se reúne” en tal o cual familia (Rom 16,5; 16,14 y 15). Es el comienzo de la reunión cristiana, que incluía el compartir, la instrucción, la oración, y que terminaba en la acción de gracias (o Eucaristía) con la comunión del cuerpo de Cristo.

Pablo habla, se alarga y sigue hablando. Tanto ellos como él sabían que tenían todas las posibilidades de no volver a verse, y era la presencia de Cristo en él lo que los retenía.
20,10

Muchos lectores se detendrán en el incidente del joven al que Pablo llama de nuevo a la vida: ¿Estaba sólo sin conocimiento? ¿Había muerto clínicamente? Sólo podemos atenernos al texto, sin pensar a priori que los testigos eran todos unos ingenuos –y uno de ellos era el mismo Lucas, que era médico (Col 4,14).

Como ya había acontecido para otros, los participantes son testigos del poder de Dios sobre la muerte (véase 10,36).
20,17

Pablo regresa a Palestina. Presiente o sabe por una revelación del Espíritu que está a punto de comenzar otra etapa de su vida, a saber, los años de prisión, y quiere despedirse de todos los responsables de las Iglesias de la provincia romana de Asia. No los conocía a todos, ya que la evangelización de esa provincia había sido obra de sus asistentes (20,4).

Esos responsables son llamados presbíteros en el versículo 17, y supervisores (o “epíscopos”, de donde viene “obispos”) en el versículo 28; véase al respecto el comentario a Fil 1,1. El discurso de Pablo es uno de los más notables.

18-21. Primer punto: Pablo, Apóstol y testigo de Cristo, nunca vaciló en dar su propio ejemplo. Lo que domina en este recuerdo de su actividad es tanto la capacidad de perseverar en medio de las persecuciones como la insistencia en la conversión a Dios y la fe en Jesús, nuestro Señor. Puntos que se olvidan fácilmente en el mundo presente, aun cuando se conserven las palabras Dios y Señor.

25-28. Segundo punto: ha llegado el momento de dar el relevo: los discursos sobre la misericordia de Dios no suprimirán jamás la grave responsabilidad de los que han sido asociados a su obra.
20,28

Numerosos manuscritos antiguos tienen otra texto: “la Iglesia de Dios, que adquirió con su propia sangre”. Es probable que la frase de Pablo haya seguido su pensamiento más que la corrección de estilo y que haya juntado esas dos expresiones: “La Iglesia que Dios adquirió y que fue adquirida por la sangre del Señor”.

29-31. Tercer punto: la Iglesia sufrirá fatalmente las ambiciones, la incredulidad y los escándalos internos que aguardan a cualquier grupo religioso. Es el primer lugar del Nuevo Testamento donde encontramos la preocupación por la herejía, que es objeto de las advertencias de las cartas a Timoteo y a Tito, y de las Epístolas católicas.

Estamos acostumbrados a ver a los cristianos divididos: para Pablo eso era inconcebible. Cuando habla de “las Iglesias de Cristo” (Rom 16,4 y 16; 1Cor 4,17; 11,16) sólo piensa en comunidades que comulgan entre sí y que aceptan sin discusión la misma fe y tradición de los apóstoles.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 21
La vuelta a Jerusalén
1 Cuando llegó la hora de partir, nos separamos a la fuerza de ellos y nuestro barco salió rumbo a Cos. Al día siguiente llegamos a Rodas, y de allí, a Pátara,
2 donde encontramos otro barco que estaba para salir hacia Fenicia. Subimos a bordo y partimos.
3 Divisamos la isla de Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos rumbo a Siria. Atracamos en Tiro, pues el barco debía dejar su carga en aquel puerto.
4 Aquí encontramos a los discípulos y nos detuvimos siete días.
4 Advertían a Pablo con mensajes proféticos que no subiera a Jerusalén;
5 pero a pesar de ello, cuando llegó la fecha en que debíamos marchar, partimos. Nos acompañaron todos con sus mujeres y niños hasta fuera de la ciudad, y llegados a la playa, nos arrodillamos y oramos.
6 Después de los abrazos subimos a la nave, mientras ellos volvían a sus casas.
7 De Tiro fuimos a Tolemaida, terminando así nuestra travesía. Saludamos a los hermanos y nos quedamos un día con ellos.
8 Al día siguiente nos dirigimos a Cesarea. Entramos en casa de Felipe, el evan gelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos allí;
9 tenía cuatro hijas que se habían quedado vírgenes y tenían el don de profecía.
10 Llevábamos allí algunos días, cuando nos salió al encuentro un profeta de Judea, llamado Agabo.
11 Se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos al dueño de este cinturón y lo entregarán en manos de los extranjeros.»
12 Al oír esto, nosotros y los de Cesarea rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén.
13 Pero él nos contestó: «¿Por qué me destrozan el corazón con sus lágrimas? Yo estoy dispuesto no sólo a ser encarcelado, sino también a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús.»
14 Como no logramos convencerlo, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»
15 Pasados aquellos días, terminamos los preparativos del viaje y su bimos a Jerusalén.
16 Algunos discípulos de Cesarea que nos acompañaban nos llevaron a casa de un chipriota, llamado Nasón, discípulo desde los primeros tiempos, donde nos íbamos a hospedar.
Pablo es recibido por la Iglesia de Jerusalén
17 Al llegar a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría.
18 Al día siguiente acompañamos a Pablo a casa de Santiago, donde se habían reunido todos los presbíteros.
19 Pablo los saludó y fue contando detalladamente todas las cosas que Dios había realizado entre los paganos por su ministerio.
20 To dos, por supuesto, dieron gloria a Dios por lo que escuchaban, pero luego le dijeron: «Bien sabes, hermano, cuántas decenas de millares de judíos han abrazado la fe en Judea, y todos ellos son celosos partidarios de la Ley.
21 Por otra parte, han oído decir que enseñas a todos los judíos del mundo pagano que se aparten de Moisés, que no circunciden a sus hijos ni vivan según las tradiciones judías.
22 De todos modos se van a enterar de que has llegado, y entonces ¿qué hacer?
23 Reuniremos la asamblea, y harás lo que te vamos a decir. Hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho un voto
24 y tú los vas a apadrinar. Te purificarás con ellos y pagarás los gastos cuando se hagan cortar el pelo. Así verán todos que es falso lo que han oído decir de ti y que, por el contrario, tú también cumples la Ley.
25 En cuanto a los creyentes de origen no judío, ya les hemos enviado instrucciones, pidiéndoles que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de la sangre y de la carne de animales sin sangrar y de las relaciones sexuales prohibidas.»
26 Pablo, pues, apadrinó a aquellos hombres. Al día siguiente se purificó con ellos y entró en el Templo para notificar qué día concluiría su tiempo de purificación y se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.
Pablo es arrestado en el Templo
27 Estaban para cumplirse los siete días, cuando unos judíos de Asia vieron a Pablo en el Templo y empezaron a alborotar a la gente. Agarraron a Pablo
28 y gritaron: «¡Israelitas, ayúdennos! Este es el hombre que por todas partes predica a todos en contra de nuestro pueblo, de la Ley y de este Lugar Santo. Y ahora incluso ha introducido a unos griegos dentro del Templo, profanando este Lugar Santo.»
29 Decían esto porque poco antes habían visto a Pablo en la ciudad acompañado de Trófimo, natural de Efeso, y pensaron que Pablo lo había llevado al Templo.
30 La ciudad entera se alborotó. Concurrió la gente de todas partes, y tomando a Pablo, lo arrastraron hacia la salida del Templo, cerrando inmediatamente las puertas.
31 Querían matarlo, pero llegó al comandante del batallón la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada.
32 En seguida tomó consigo algunos oficiales y soldados y bajaron corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 El comandante se acercó, hizo arrestar a Pablo y ordenó que lo ataran con dos cadenas. Después preguntó quién era y qué había hecho.
34 Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Al ver el comandante que no podía sacar nada en claro a causa del alboroto, dio orden de que llevaran a Pablo a la fortaleza.
35 Al llegar a las escalinatas, los soldados tuvieron que levantarlo y llevarlo a hombros a causa de la violencia de la multitud,
36 pues un montón de gente lo seguía gritando: «¡Mátalo!»
37 Cuando estaban ya para meterlo dentro de la fortaleza, Pablo dijo al comandante: «¿Me permites decirte una palabra?» Le contestó: «¡Pero tú hablas griego!
38 ¿No eres, entonces, el egipcio que últimamente se rebeló y llevó al desierto a cuatro mil terroristas?»
39 Pablo respondió: «Yo soy judío, ciudadano de Tarso, ciudad muy conocida de Cilicia. Permíteme, por favor, hablar al pueblo.»
40 El comandante se lo permitió. Entonces Pablo, de pie en la escalinata, hizo un gesto con la mano y se produjo un gran silencio. Después empezó a hablar al pueblo en lengua hebrea.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 21
21,1

Pablo “sube” a Jerusalén, y las manifestaciones del Espíritu Santo se suceden. Extrañas advertencias a Pablo para que no suba, siendo que justamente va atado por el Espíritu, es decir, sin posibilidad de tomar otra decisión. Los que advierten a Pablo saben y le dicen que le sucederá una desgracia que ellos no querrían. Pablo lo sabe y lo quiere.
21,1

Nos separamos a la fuerza: aquí está el verbo griego que tradujimos con “alejarse” en el relato de Getsemaní (Lc 22,41). Analizando esto más de cerca, se descubren del 20,22 al 28,28 casi treinta detalles que se encuentran en el mismo orden en el relato de la Pasión del Evangelio de Lucas, de 18,31 a 24,47.

Aun cuando algunos de estos paralelos sean discutibles, el conjunto es impresionante. Lucas quiso aclarar que Pablo no es tan sólo un testigo de Cristo, sino el discípulo que sigue a su maestro recorriendo el mismo camino.

El relato del viaje nos permite sentir la capacidad de acogida de las primeras comunidades: se tenía sed de esos contactos con los her manos venidos de otras partes, en una época en que las comunicaciones eran muy limitadas. Y mucho más todavía si se trataba de apóstoles o profetas, porque entonces se beneficiaban con manifestaciones del Espíritu y con un nuevo conocimiento de la Palabra junto con las informaciones sobre las novedades de la Iglesia universal.
21,17

Este encuentro con los ancianos de Jerusalén fue más amargo de lo que parece. El concilio de Jerusalén había liberado de las prácticas de la Ley a los no judíos de las comunidades de la diáspora. Aquí sin embargo corren rumores de que Pablo ha invitado también a los judíos de estas comunidades a liberarse; de hecho es muy probable que haya dicho algunas palabras que iban en esa dirección, aun cuando no lo hiciera en público.

En la Iglesia de Jerusalén, donde los judíos eran la gran mayoría, se continuaba observando la Ley y, para evitar fricciones, los convertidos no judíos debían observar las tres prescripciones recordadas en 21,25. Ya se vio en 15,19 que esas prescripciones se habían insertado posteriormente, en el decreto del concilio de Jerusalén.
21,26

Pablo es invitado a apadrinar a cuatro fieles que habían hecho un voto de “nazir” (Núm 6,11). Y como Pablo traía los subsidios ofrecidos por los cristianos del mundo griego, él pagaría los sacrificios previstos por la Ley.
21,27

Hay algunos puntos en común entre el arresto de Pablo y el de Esteban, ocurrido unos años antes (véase 6,9).

Este hombre habla contra el Lugar Santo. La acusación era falsa; sin embargo los judíos no estaban muy equivocados, ya que Pablo formaba cristianos que reemplazaban el culto del Templo por la fe en Cristo; la obediencia a la Ley cedía su lugar a la sumisión al Espíritu, y el nacionalismo judío a la fraternidad universal de los cristianos.
21,29

Los no judíos sólo podían ingresar al patio más exterior del Templo; les estaba prohibido pasar más adentro bajo pena de muerte. De hecho Pablo había dejado a Trófimo enfermo en Mileto (2Tm 4,20).
21,32

Las tropas romanas disponían de una fortaleza junto al Templo, desde donde vigilaban ese lugar que era particularmente crítico. Merced a ello, los soldados pudieron intervenir antes de que Pablo corriera la misma suerte que Esteban.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 22
Pablo se dirige a los judíos
1 «Hermanos y padres, escúchenme, pues les quiero dar algunas explicaciones.»
2 Al oír que les hablaba en hebreo, se calmó más aún su agitación. Y Pablo continuó:
3 «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad. Teniendo a Gamaliel de maestro, fui instruido en la Ley de nuestros padres en la forma más seria, y era un fanático del servicio de Dios, como ustedes ahora.
4 Así que perseguí a muerte a este camino e hice encadenar y meter en la cárcel a hombres y mujeres;
5 esto lo saben muy bien el sumo sacerdote y el Consejo de los Ancianos. Incluso me entregaron cartas para nuestros hermanos de Damasco, y salí para detener a los cristianos que allí había y traerlos encadenados a Jerusalén para que fueran castigados.
6 Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso de mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo.
7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
8 Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.»
9 Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba.
10 Entonces yo pregunté: «Qué debo hacer, Señor?» Y el Señor me respondió: «Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada.»
11 El resplandor de aquella luz me dejó ciego, y entré en Damasco llevado de la mano por mis compañeros.
12 Allí vino a verme un tal Ananías, un hombre muy observante de la Ley y muy estimado por todos los judíos que vivían en Damasco.
13 Me dijo: «Saulo, hermano mío, recobra la vista». Y en el mismo instante pude verle.
14 Entonces agregó: «El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas su propia voz.
15 Con todo lo que has visto y oído serás en adelante su testigo ante las personas más diversas.
16 Y ahora, ¿a qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre.»
17 Después de regresar a Jerusalén, mientras un día me encontraba orando en el Templo, tuve un éxtasis.
18 Vi al Señor que me decía: «Muévete y sal pronto de Jerusalén, pues no escucharán el testimonio que les des de mí.»
19 Yo respondí: «Señor, ellos saben que yo recorría las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en ti.
20 Y cuando se derramó la sangre de tu testigo Esteban, yo me encontraba allí; estaba de acuerdo con ellos e incluso guardaba las ropas de los que le daban muerte.»
21 Pero el Señor me dijo: «Anda; ahora te voy a enviar lejos, a las naciones paganas.»
22 Hasta este punto la gente estuvo escuchando a Pablo, pero al oír estas últimas palabras se pusieron a gritar: «¡Mata a ese hombre! ¡No tiene derecho a vivir!»
23 Vociferaban, agitaban sus vestidos y tiraban tierra al aire.
24 Entonces el comandante ordenó que lo metieran dentro de la fortaleza y lo azotaran para que confesara por qué motivo gritaban de aquella manera contra él.
25 Pero cuando quisieron quitarle la ropa, Pablo preguntó al oficial que estaba allí presente: «¿Es conforme a la ley azotar a un ciudadano romano sin haberlo antes juzgado?»
26 Al oír esto, el oficial fue donde el comandante y le dijo: «¡Qué ibas a hacer! Ese hombre es un ciudadano romano.»
27 El comandante vino y le preguntó: «Dime, ¿eres ciudadano romano?» «Sí», respondió Pablo.
28 El comandante comentó: «A mí me costó mucho dinero hacerme ciudadano romano.» Pablo le contestó: «Yo lo soy de nacimiento.»
29 Al momento se retiraron los que estaban para torturarlo, y el mismo comandante tuvo miedo porque había hecho encadenar a un ciudadano romano.
Pablo comparece ante el Consejo Judío
30 Al día siguiente hizo soltar a Pablo. Quería conocer con certeza cuáles eran los cargos que los ju díos tenían contra él, y mandó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo que llaman Sanedrín. Después hizo bajar a Pablo para que compareciera ante ellos.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 23
1 Pablo miró fijamente al Sanedrín y les dijo: «Hermanos, hasta el día de hoy he actuado rectamente ante Dios.»
2 A este punto el sumo sacerdote Ananías ordenó a sus asistentes que le golpearan en la boca.
3 Pablo entonces le dijo: «Dios te golpeará a ti, pared blanqueada. Estás ahí sentado para juzgarme según la Ley, y tú violas la Ley ordenando que me golpeen.»
4 Los que estaban a su lado le dijeron: «Estás insultando al sumo sacerdote de Dios.»
5 Pablo contestó: «Hermanos, yo no sabía que fuera el sumo sacerdote, pues está escrito: No insultarás al jefe de tu pueblo.»
6 Pablo sabía que una parte de ellos eran saduceos y la otra fari seos. Así que declaró en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Y ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza, a causa de la resurrección de los muertos.»
7 Apenas hizo esta declaración, se originó una gran discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.
8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritu, mientras que los fariseos admiten todo eso.
9 Se armó, pues, un enorme griterío. Algunos maestros de la Ley que eran del partido de los fariseos se pusieron en pie, afirmando: «Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. Tal vez le haya hablado un espíritu o un ángel.»
10 La discusión se hizo tan violenta que el capitán tuvo miedo de que despedazaran a Pablo. Ordenó, entonces, que vinieran los soldados, sacaran a Pablo de allí y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
11 Aquella misma noche el Señor se acercó a Pablo y le dijo: «¡Animo! Así como has dado testimonio de mí aquí en Jerusalén, tendrás que darlo también en Roma.»
Una conjuración más para asesinar a Pablo
12 Al amanecer se reunieron algunos judíos y se comprometieron con juramento a no comer ni beber hasta dar muerte a Pablo.
13 Los comprometidos en esta conjuración eran más de cuarenta.
14 Se presentaron, pues, a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos y les dijeron: «Nos hemos comprometido bajo juramento a no probar comida alguna hasta que no hayamos dado muerte a Pablo.
15 Ahora les toca a ustedes, con el Consejo, obtener del comandante que haga bajar de nuevo a Pablo con pretexto de examinar más a fondo su caso. Nosotros, por nuestra parte, estamos preparados para matarlo antes de que llegue.»
16 Pero el sobrino de Pablo, hijo de su hermana, se enteró de esta emboscada y fue a la fortaleza a informarle.
17 Entonces Pablo llamó a un oficial y le dijo: «Lleva a este joven ante el comandante, pues tiene algo que contarle.»
18 El oficial se lo llevó ante el comandante y le dijo: «El preso Pablo me llamó y me pidió que te trajera a este joven, pues tiene algo que decirte.»
19 El comandante lo tomó de la mano, lo llevó aparte y le preguntó: «¿Qué tienes que contarme?»
20 El joven respondió: «Los judíos han decidido pedirte que mañana lleves a Pablo al Sanedrín con el pretexto de examinar más de cerca su caso.
21 Pero no les creas, porque hay más de cuarenta hombres de ellos listos para tenderle una trampa. Se han comprometido bajo juramento a no comer ni beber hasta que no le hayan dado muerte. Ya están preparados esperando tu decisión.»
22 El comandante despidió al joven con esta advertencia: «Que nadie se entere de que me has dado esta información.»
23 Después llamó a dos oficiales y les dijo: «Estén listos para salir hacia Cesarea esta noche después de las doce con doscientos soldados, setenta de caballería y doscientos auxiliares.
24 Preparen también cabalgaduras para llevar a Pablo y entregarlo sano y salvo al gobernador Félix.»
Pablo es llevado a Cesarea
25 El comandante escribió la siguiente carta al gobernador:
26 «Claudio Lisias saluda al excelentísimo gobernador Félix y le comunica lo siguiente:
27 Los judíos habían detenido a este hombre y estaban a punto de matarlo, cuando me enteré de que era un ciudadano romano e intervine con la tropa para arrancarlo de sus manos.
28 Como quería saber de qué lo acusaban, lo presenté ante el Sanedrín,
29 y descubrí que lo acusaban por cuestiones de su Ley, pero que no había ningún cargo que mereciera la muerte o la prisión.
30 Después me enteré de que los judíos preparaban una emboscada contra este hombre, por lo que decidí enviártelo, y dije a sus acusadores que presentaran sus quejas ante ti. Adiós.»
31 De acuerdo a las instrucciones recibidas, los soldados tomaron a Pablo y lo llevaron de noche a Antípatris.
32 Al día siguiente regresaron a la fortaleza, y los de caballería siguieron viaje con él.
33 Al llegar a Cesarea, entregaron la carta al gobernador y le presentaron a Pablo.
34 Félix se informó y preguntó a Pablo de qué comarca era; al saber que era de Cilicia,
35 le dijo: «Te oiré cuando estén presentes tus acusadores.» Y mandó que lo custodiaran en el palacio de Herodes.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 23
23,6

. Fariseos y saduceos estaban enfrentados en el terreno de la interpretación de las Escrituras: véanse las notas de Mc 12,18; He 4,1.

La fe en la resurrección de los muertos era algo reciente y los fariseos la enseñaban al pueblo contrariando a los saduceos.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 24
Pablo comparece ante el gobernador Félix
1 Cinco días después, el sumo sacerdote Ananías bajó a Cesarea con algunos ancianos y un abogado llamado Tértulo, y presentaron una demanda contra Pablo ante el gobernador.
2 Fue llamado Pablo, y Tértulo empezó su acusación:
3 «Excelentísimo Félix, gozamos de gran paz gracias a ti y las reformas que supiste promover para bien de esta nación. Todo esto lo reconocemos de mil maneras y en cualquier lugar, y te estamos plenamente agradecidos.
4 Pero no quisiera abusar más de tu tiempo y solamente te ruego nos escuches un momento con tu acostumbrada comprensión.
5 Nos consta que este hombre es peor que la peste, crea divisiones entre los judíos de todo el mundo y es un dirigente de la secta de los Nazarenos.
6 Incluso intentaba profanar el Templo cuando lo tomamos preso. Queríamos juzgarlo según nuestra Ley,
7 pero el comandante Lisias intervino en forma muy violenta y nos obligó a soltarlo.
8 Luego declaró que sus acusadores te nían que presentarse ante ti. Si tú lo interrogas, podrás comprobar todas las cosas de que lo acusamos.»
9 Los judíos lo apoyaron, afirmando que realmente las cosas eran así.
10 Entonces el gobernador dio la palabra a Pablo, que contestó:
10 «Sé que has administrado esta nación durante muchos años, y esto me hace sentir muy confiado para exponer mi defensa.
11 Tú mismo podrás comprobar que no hace más de doce días que subí a Jerusalén en peregrinación,
12 y que nadie me sorprendió discutiendo en el Templo o alborotando a la gente ni en las sinagogas ni en la ciudad;
13 de modo que no pueden probar las cargos de que ahora me acusan.
14 Pero sí admito ante ti que sirvo al Dios de nuestros padres según nuestro camino, que ellos llaman secta. Creo en todo lo que está escrito en la Ley y los Profetas
15 y espero de Dios, como ellos mismos esperan, la resurrección de los muertos, tanto de los justos como de los pecadores.
16 Por eso yo también me esfuerzo por tener siempre la conciencia limpia ante Dios y ante los hombres.
17 Después de muchos años he vuelto a traer ayuda a los de mi nación y a ofrecer sacrificios.
18 Y esta es la razón por la que me encontraron en el Templo. Me había purificado según la Ley, y no había aglomeración de gente ni tumulto.
19 Todo empezó por causa de unos judíos de Asia que hoy deberían estar aquí para acusarme, si es que tienen algo contra mí.
20 Que los aquí presentes digan qué crimen hallaron en mí cuando comparecí ante el Sanedrín,
21 a no ser esto que dije en voz alta ante ellos: “Yo soy juzgado hoy por ustedes a causa de la resurrección de los muertos”.»
22 Félix, que estaba bien informado sobre el Camino, postergó el caso con estas palabras: «Cuando baje el comandante Lisias, resolveré este caso.»
23 Dio instrucciones al oficial para que vigilara a Pablo, pero dejándole cierta libertad y sin impedir a los suyos que lo atendieran.
24 Algunos días después vino Félix con su esposa, Drusila, que era judía. Mandó llamar a Pablo y lo dejó hablar de la fe en Cristo.
25 Pero cuando habló de la justicia, del dominio de los instintos y del juicio futuro, Félix se asustó y le dijo: «Por ahora puedes irte; te llamaré en otra oportunidad.»
26 Félix tenía esperanza de que Pablo le ofreciese dinero, y por eso lo llamaba a menudo para conversar con él.
27 Pasaron así dos años. Entonces Felix fue reemplazado por Porcio Festo, y como quería quedar bien con los judíos, dejó a Pablo preso.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 25
Juicio ante el gobernador Festo
1 Tres días después de su llegada a la provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén.
2 Allí los jefes de los sacerdotes y las autoridades de los judíos volvieron a acusar a Pablo. Insistieron
3 y pidieron a Festo, como un favor, que lo trajera a Jerusalén, pues ellos todavía planeaban matarlo en el camino.
4 Festo les respondió que Pablo estaba bajo custodia en Cesarea y que él volvería muy pronto allá.
5 «Los que entre ustedes tienen más autoridad, les dijo, bajen conmigo a Cesarea; y si ese hombre hizo algo condenable, presentarán sus acusaciones.»
6 Festo no permaneció en Jerusalén más de ocho o diez días y luego volvió a Cesarea. Al día siguiente se sentó en el tribunal y mandó llamar a Pablo.
7 Apenas se presentó, los judíos que habían bajado de Jerusalén lo acosaron con numerosas y graves acusaciones. Pero no podían probar lo que alegaban.
8 Pablo se defendió diciendo: «Yo no he cometido ninguna falta contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra el César.»
9 Entonces Festo, que quería ganarse la amistad de los judíos, preguntó a Pablo: «Si soy yo el que te va a juzgar, ¿quieres subir a Jerusalén?»
10 Pablo contestó: «Estoy ante el tribunal del César; ahí debo ser juzgado. No he hecho ningún mal a los judíos, como tú muy bien sabes.
11 Si he cometido algún delito que merezca la muerte, acepto morir. Pero si no he hecho nada de lo que me acusan, nadie tiene derecho a entregarme a ellos. Apelo al César.»
12 Entonces Festo, después de ha blar con su consejo, decidió: «Has apelado al César; al César irás.»
13 Transcurridos unos días, llegaron a Cesarea el rey Agripa y su hermana Berenice para saludar a Festo.
14 Permanecieron allí algún tiempo, y Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
14 «Tenemos aquí a un hombre que Félix dejó preso.
15 Cuando estuve en Jerusalén, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los ju díos presentaron quejas contra él y me pidieron que lo condenara.
16 Yo les contesté que los romanos no acostumbran entregar a un hombre sin que haya tenido la oportunidad de defenderse de los cargos en presencia de sus acusadores.
17 Vinieron, pues, conmigo y, sin demora, me senté al día siguiente en el tribunal y mandé traer al hombre.
18 Se presentaron los acusadores, pero no lo demandaron por ninguno de los delitos que yo sospechaba.
19 Sólo tenían contra él cuestiones referentes a sus creencias y a un cierto Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive.
20 Como yo me perdía en esos asuntos, le pregunté si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí sobre esas cosas.
21 Pero Pablo apeló y pidió que el sumario lo hiciera el tribunal del emperador. Entonces ordené que lo mantuvieran bajo custodia hasta que pueda enviarlo al César.»
22 Agripa le dijo: «Me gustaría escuchar a ese hombre.» Festo le contestó: «Mañana lo oirás.»
23 Al día siguiente llegaron Agripa y Berenice con gran pompa y entraron en la sala de la audiencia acompañados por los jefes militares y las autoridades de la ciudad. Festo ordenó que trajeran a Pablo
24 y dijo:
24 «Rey Agripa y todos los presentes: aquí tienen al hombre contra quien toda la comunidad de los judíos ha venido a reclamarme, tanto en Jerusalén como aquí, pidiendo a gritos que no lo dejara con vida.
25 Yo, por mi parte, me convencí de que no había hecho nada digno de muerte, y como él mismo apelaba al emperador, decidí enviárselo.
26 Pero todavía no tengo nada seguro para escribir a nuestro soberano respecto a él, y por eso lo presento aquí ante ustedes, y especialmente ante ti, rey Agripa, para que pueda escribir algo cuando se esclarezcan un poco más las cosas.
27 Porque me parece absurdo enviar a un detenido sin señalar los cargos en su contra.»
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 26
Pablo da testimonio ante el rey Agripa
1 Agripa dijo a Pablo: «Puedes hablar en tu defensa.» Entonces Pablo extendió su mano y empezó a hablar así:
2 «Rey Agripa, me siento afortunado de poderme defender hoy ante ti de todo lo que me reprochan los judíos,
3 pues tú conoces perfectamente sus costumbres y las discusiones propias de ellos. Por eso te ruego tengas la bondad de escucharme.
4 Todos los judíos saben cómo he vivido desde mi juventud tanto en la comunidad judía como en Jerusalén.
5 Me han visto de tan cerca que, si quisieran, podrían testificar que he vivido como un fariseo en la secta más rigurosa de nuestra religión.
6 Y si ahora soy aquí procesado, es por esperar la promesa hecha por Dios a nuestros padres;
7 de hecho, el culto perpetuo que nuestras doce tribus rinden a Dios noche y día no tiene otro propósito que el de alcanzar esta promesa. Por esta esperanza, oh rey, me acusan los judíos.
8 Pero ¿por qué no quieren ustedes creer que Dios resucita a los muertos?
9 Yo mismo, al principio, consideré que era mi deber usar todos los medios para combatir el nombre de Jesús el Nazareno.
10 Así lo hice en Jerusalén con los poderes que me dieron los jefes de los sacerdotes: hice encarcelar a muchos creyentes, y cuando eran condenados a muerte, yo di también mi voto.
11 Recorría las sinagogas y multiplicaba los castigos para obligarlos a renegar de su fe, y tal era mi furor contra ellos, que los perseguía hasta fuera de nuestras fronteras.
12 Con este propósito iba a Damasco con plenos poderes y por encargo de los jefes de los sacerdotes.
13 En el camino, oh rey, a eso del mediodía, vi una luz que venía del cielo, más resplandeciente que el sol, que nos deslumbró a mí y a los que me acompañaban.
14 Todos caímos al suelo y yo oí una voz que me decía en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? En vano pataleas contra el aguijón.»
15 Yo dije: «¿Quién eres, Señor?» Y el Señor dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
16 Ahora levántate y ponte en pie: me he manifestado a ti para hacerte servidor y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te mostraré más adelante.
17 Yo te protegeré tanto de tu pueblo como de los paganos a quienes te envío.
18 Tú les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios: creyendo en mí se les perdonarán los pecados y compartirán la herencia de los santos.»
19 Yo, rey Agripa, no rechacé esta visión celestial.
20 Muy por el contrario, empecé a predicar, primero a la gente de Damasco, luego en Jerusalén y en el país de los judíos, y por último en las naciones paganas. Y les pedía que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, mostrando en adelante los frutos de una verdadera conversión.
21 Por cumplir esta misión los judíos me detuvieron en el Templo y trataron de matarme.
22 Pero, con la ayuda de Dios, seguí dando mi testimonio a grandes y pequeños hasta el día de hoy. En ningún momento me aparto de lo que Moisés y los Profetas dijeron de antemano:
23 que el Mesías tenía que morir; que sería el primero en resucitar de entre los muertos, y después anunciaría la luz tanto a su pueblo como a las demás naciones.»
24 Al llegar Pablo a este punto de su defensa, Festo exclamó con voz muy alta: «Pablo, ¡tú estás loco! Tus muchos estudios te han trastornado la mente.»
25 «No estoy loco, excelentísimo Festo, contestó Pablo; estoy diciendo cosas verdaderas con mucho sentido.
26 El rey está bien enterado de estas cosas, por eso le hablo con tanta libertad. Estoy convencido de que no ignora nada de este asunto, pues esas cosas no han sucedido en un rincón.
27 Rey Agripa, ¿crees a los Profetas? Yo sé que crees.»
28 Agripa le contestó: «¡Un poco más y vas a pensar que ya me has hecho cristiano!»
29 Pablo le respondió: «Por poco o por mucho, quiera Dios que no sólo tú, sino también todos los que hoy me escuchan, llegaran hasta donde yo he llegado, a excepción de estas cadenas.»
30 En ese momento el rey se levantó, y con él el gobernador, Berenice y todos los asistentes.
31 Mientras se retiraban, conversaban entre sí y decían: «Este no es hombre para hacer cosas que merezcan la muerte o la cárcel.»
32 Agripa dijo a Festo: «Si no hubiese apelado al César, se le habría podido dejar en libertad.»

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 26
26,1

Aquí tenemos un tercer relato de la conversión de Pablo (véase caps. 9 y 22). Esta vez Pablo sitúa su conversión en la tradición religiosa del pueblo judío; su propia conversión no hace más que confirmar lo que Dios ya había prometido a su pueblo: la resurrección de los muertos.
26,14

En vano pataleas contra el aguijón: o sea: es inútil resistir más, te hieres a ti mismo. El encuentro con Jesús resucitado se produce al término de una larga lucha. Era imposible que Pablo no fuese seducido por la persona de Jesús. Su violencia en la represión era una señal de ello; muchos hechos pequeños de su actividad perseguidora, y su misma violencia en casos como la muerte de Esteban, lo desgarraban interiormente.
26,17

En este tercer relato de su vocación, Pablo junta dos manifestaciones diferentes: véase He 22,6 y 22,17 y la nota puesta en Gál 1,16.
26,18

La obra redentora de Cristo nos libera de un mundo alienado para introducirnos en el Reino. Aquí se repiten los mismos términos que en Col 1.12-13, carta que, con mucha probabilidad, fue enviada por Pablo en esa misma época.
26,20

Que se arrepintieran. No era suficiente con proclamarse judío, era necesario cuestionarse a sí mismo. Pablo se permite insistir ante su auditorio que, a excepción del romano Festo, no brillaban por sus virtudes morales.
26,30

Lucas nos deja sacar conclusiones de esta sesión, parecida a tantas que presentan hoy los medios de comunicación. Las autoridades salen satisfechas de sí mismas y se olvidan pronto. La obra de Dios se hará sin ellos cuando hayan pasado.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 27
De viaje hacia Roma
1 Cuando se decidió que nos debíamos embarcar rumbo a Italia, Pablo y otros prisioneros fueron entregados a un tal Julio, capitán del batallón Augusto.
2 Subimos a bordo de un barco de Adrumeto que se dirigía a las costas de Asia y zarpamos; nos acompañaba Aristarco, un macedonio de la ciudad de Tesalónica.
3 Llegamos a Sidón al día siguiente. Julio se mostró muy humano con Pablo y le permitió visitar a sus amigos y que pudieran atenderle.
4 Partiendo de allí nos desviamos hacia Chipre, pues los vientos eran contrarios.
5 Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos a Mira de Licia.
6 Allí el capitán encontró un barco de Alejandría que se dirigía a Italia, y nos hizo subir a bordo.
7 Durante varios días navegamos lentamente, y con muchas dificultades llegamos frente a Cnido. Como el viento no nos dejaba entrar en ese puerto, navegamos al abrigo de Creta, dando vista al cabo Salmón.
8 Lo costeamos con dificultad y llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca de la ciudad de Lasea.
9 El tiempo transcurría; ya había pasado la fiesta del Ayuno y la navegación empezaba a ser peligrosa.
10 Entonces Pablo les dijo: «Amigos, yo veo que la travesía es muy arriesgada, y vamos a perder no sólo la carga y la nave, sino también nuestras vidas.»
11 Pero el oficial romano confiaba más en el piloto y en el patrón del barco que en las palabras de Pablo.
12 Como además este puerto era poco apropiado para pasar el invierno, la mayoría acordó partir, esperando alcanzar, con un poco de suerte, el puerto de Fénix, que está abierto hacia el suroeste y el noroeste, y donde pensaban pasar el invierno.
Tempestad y naufragio
13 Comenzó entonces a soplar un ligero viento del sur, y pensaron que lograrían su objetivo. Levaron anclas y costearon la isla de Creta.
14 Pero poco después la isla fue barrida por un viento huracanado que llaman Euroaquilón.
15 El barco fue arrastrado y no se logró hacer frente al viento, de manera que nos quedamos a la deriva.
16 Mientras pasábamos al abrigo de una pequeña isla llamada Cauda, logramos con mucho esfuerzo recuperar el bote salvavidas.
17 Una vez subido a bordo, hubo que asegurar el casco ciñéndolo por debajo con cables. Ante el peligro de encallar en las arenas de Sirte, soltaron el ancla flotante y nos dejamos arrastrar.
18 El temporal era tan violento que al día siguiente tuvieron que arrojar al agua parte del cargamento.
19 Al tercer día los marineros arrojaron al mar con sus propias manos también el aparejo del barco.
20 Como la tempestad seguía con la misma violencia, los días pasaban y no se veían ni el sol ni las estrellas: estábamos perdiendo ya toda esperanza.
21 Como hacía días que no co míamos, Pablo se puso en medio y les dijo: «Amigos, ustedes tenían que haberme escuchado y no salir de Creta, pues nos habríamos ahorrado este peligro y esta pérdida.
22 Pero ahora los invito a que recobren el ánimo; sepan que se va a perder el barco, pero no habrá pérdida de vidas.
23 Anoche estuvo a mi lado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo,
24 y me dijo: «Pablo, no tengas miedo: comparecerás ante el César, y Dios te concede la vida de todos los que navegan contigo.»
25 Animo, pues, amigos míos: yo confío en Dios y todo sucederá tal como me ha dicho.
26 Acabaremos en alguna isla.»
27 Hacía ya catorce noches que éramos arrastrados a la deriva por el mar Adriático, cuando hacia la medianoche los marineros presintieron la proximidad de tierra.
28 Midieron la profundidad del agua, y era de treinta y siete metros. Poco después la midieron de nuevo, y era de veintisiete metros.
29 Temerosos de que fuéramos a chocar contra unas rocas, tiraron cuatro anclas desde la popa y esperaron ansiosamente a que amaneciera.
30 En cierto momento los marineros intentaron huir del barco y bajaban el bote salvavidas al mar como si quisieran alargar los cables de las anclas de proa.
31 Pero Pablo dijo al capitán y a los soldados: «Si esos hombres abandonan el barco, ustedes no se salvarán.»
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer al agua.
33 Como aún no amanecía, Pablo los invitó a que se alimentaran, diciéndoles: «Hace catorce días que no tomamos nada; no hacemos más que esperar y permanecemos en ayunas.
34 Si quieren salvarse, ¿por qué no comen? Les aseguro que ninguno de ustedes perecerá, y ni siquiera uno de sus cabellos se perderá.»
35 Dicho esto tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y se puso a comer.
36 Los otros se animaron y al fin todos se pusieron a comer.
37 En total éramos (doscientas) setenta y seis personas en el barco.
38 Una vez satisfechos, tiraron el trigo al mar para reducir el peso del barco.
39 Cuando amaneció no reconocieron la tierra, pero divisaron una bahía con su playa, y acordaron hacer lo posible por encallar en ella el barco.
40 Soltaron las anclas y las dejaron caer al mar mientras aflojaron las cuerdas de los timones; izaron al viento la vela delantera y se dejaron arrastrar hacia la playa.
41 Pero chocaron contra un banco de arena y el barco quedó encallado: la proa se clavó y quedó inmóvil, mientras la popa se iba destrozando por los golpes violentos de las olas.
42 Entonces los soldados pensaron en dar muerte a los presos por temor a que alguno se escapara nadando.
43 Pero el capitán, que quería salvar a Pablo, no se lo permitió. Ordenó que los que supieran nadar se tiraran los primeros al agua y se dirigieran a la playa;
44 los demás se agarrarían a tablones o a restos de la nave. Así todos llegamos sanos y salvos a tierra.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 27
27,1

Pablo es llevado a Roma con un grupo de detenidos. Aunque el oficial se mostrara muy humano con Pablo, no por eso su situación debió ser cómoda, ni tampoco la de Lucas y otros que lo acompañaban. Junto a la autoridad propia de ese oficial estaba la del patrón del barco; además, los soldados sabían que si un prisionero se escapaba, su guardián sería ejecutado (12,19 y 27,42).

Este relato es un documento muy interesante sobre la navegación en el Mediterráneo en esa época. Lucas ha anotado muchos detalles; ¡qué contraste con el relato de la tempestad de Jonás, escrito sin duda por alguien que no había estado nunca en el mar! En 2Cor 11,25 Pablo dice que ha naufragado tres veces. Su fuerza de ánimo domina el relato de la tempestad.
27,9

La fiesta del ayuno: es el mes de septiembre: Núm 29.7.
Hechos de los Apóstoles (He) Capítulo 28
En la isla de Malta
1 Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
2 Los nativos nos trataron con una cordialidad poco común, encendieron una gran hoguera y nos cuidaron a todos, ya que llovía y hacía frío.
3 Pablo había juntado una brazada de ramas secas y, al echarlas al fuego, una víbora que escapaba del calor se le enroscó en la mano.
4 Al ver los nativos a la víbora colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros: «Sin duda éste es un asesino. Aunque se haya salvado del mar, la justicia divina no lo deja vivir.»
5 Pero Pablo sacudió la víbora echándola al fuego y no sufrió daño alguno.
6 Pensaban que se iba a hinchar o caer muerto de repente, pero después de esperar largo rato, vieron que no le pasaba nada. Entonces cambiaron de parecer y decían que era un dios.
7 Los terrenos cercanos pertenecían al hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó amigablemente tres días.
8 Precisamente el padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo, oró, le impuso las manos y lo sanó.
9 A consecuencia de esto todos los enfermos de la isla acudieron a él y fueron sanados;
10 luego nos colmaron de atenciones y, al marchar, nos proveyeron de todo lo necesario.
Pablo llega a Roma
11 Al cabo de tres meses subimos a bordo de un barco de Alejandría que había pasado el invierno en la isla y llevaba por insignia los Dióscuros.
12 Navegamos hacia Siracusa, donde permanecimos tres días.
13 De allí, bordeando la costa, llegamos a Regio. Al día siguiente comenzó a soplar el viento sur, y al cabo de dos días llegamos a Pozzuoli.
14 Allí encontramos algunos hermanos que nos invitaron a quedarnos una semana con ellos, y así es como llegamos a Roma.
15 Allí los hermanos salieron a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas, pues ya te nían noticia de nuestra llegada. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y se llenó de ánimo.
16 Llegados a Roma, el capitán entregó los presos al gobernador militar, pero dio permiso a Pablo para alojarse en una casa particular con un soldado que lo vigilara.
Pablo con los judíos de Roma
17 Tres días después Pablo convocó a los judíos principales. Una vez reunidos, les dijo: «Hermanos, acaban de traerme preso de Jerusalén. He sido entregado a los romanos sin que yo haya ofendido a las autoridades de nuestro pueblo ni las tradiciones de nuestros padres.
18 Los romanos querían dejarme en libertad después de haberme interrogado, pues no encontraban en mí nada que mereciera la muerte.
19 Pero los judíos se opusieron y me vi obligado a apelar al César, sin la menor intención de acusar a las autoridades de mi pueblo.
20 Por este motivo yo quise poder verlos y conversar con ustedes, pues en realidad, por la esperanza de Israel yo llevo estas cadenas.»
21 Le respondieron: «Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea referente a ti, y ninguno de los hermanos que han venido de allá nos ha dicho o transmitido mensaje alguno contra ti.
22 Pero nos gustaría escuchar de ti mismo cómo te defines, pues sabemos que esa secta encuentra oposición en todas partes.»
23 Fijaron con él un día y vinieron en gran número donde se hospedaba. Pablo les hizo una exposición; desde la mañana hasta la noche les habló del Reino de Dios, partiendo de la Ley de Moisés y los Profetas, y trataba de convencerlos acerca de Jesús.
24 Unos se convencían por sus palabras y otros no.
25 Al final los judíos se retiraron muy divididos. Pablo los despidió con estas palabras: «Es muy acertado lo que dijo el Espíritu Santo cuando hablaba a sus padres por boca del profeta Isaías:
26 Ve al encuentro de este pueblo y dile: Por más que oigan no entenderán, y por más que miren no verán.
27 El corazón de este pueblo se ha endurecido. Se han tapado los oídos y cerrado los ojos; tienen miedo de ver con sus ojos y de oír con sus oídos, pues entonces comprenderían y se convertirían, y yo los sanaría.
  28 Por eso sepan que esta salvación de Dios ya ha sido proclamada a los paganos; ellos la escucharán.» (
29 )
30 Pablo, pues, arrendaba esta vivienda privada y permaneció allí dos años enteros. Recibía a todos los que lo venían a ver,
31 proclamaba el Reino de Dios y les enseñaba con mucha seguridad lo referente a Cristo Jesús, el Señor, y nadie le ponía trabas.

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Comentarios Hechos de los Apóstoles, capítulo 28
28,1

Poco faltó a Pablo para perecer en el mar; al acercarse a la orilla estuvo a punto de ser degollado por sus guardianes, y luego vino el episodio de la víbora; véase Mc 16,17-18.
28,8

Se notará el primer gesto de Pablo al pisar una tierra a la que no había llegado todavía el Evangelio: sana a los enfermos en el nombre de Cristo.
28,11

No consideraron conveniente mantener a Pablo encarcelado y le autorizan a quedarse en la ciudad en semi-libertad (esto es, con el brazo derecho atado al brazo izquierdo de su guardián). Una de sus primeras experiencias será la de la fraternidad cristiana.
28,17

En Roma Pablo quiso reunirse lo antes posible con las autoridades de la comunidad judía. Entonces, aunque en general el Judaísmo rechazaba la predicación cristiana, no había una condena oficial del cristianismo, que para ellos era una “secta” (un partido) más, como el fariseísmo o los esenios. Sabiendo cómo se transmitían las noticias de una comunidad a otra en el mundo judío, Pablo quiso tomar la delantera.

Era muy importante para él que las acusaciones que se le habían hecho, así como el proceso en su contra, no lo hicieran pasar por un traidor a su país. Pero además quiso atacar de frente la negativa a creer en Jesús.
28,28

Esta salvación de Dios ya ha sido proclamada a los paganos: Es uno de los temas predilectos de Lucas (Lc 2,30; He 13,46): el Evangelio debía ser proclamado primero a los judíos, pero si lo rechazan, no sería un impedimento para que la palabra de Dios fuese anunciada a todos los demás pueblos.

Pablo permaneció dos años enteros en ese alojamiento, pues era el plazo fijado por la ley para las detenciones preventivas. Es muy probable que todo terminase con un no ha lugar. Algunos autores piensan que en ese entonces fue condenado a muerte, pero no se entendería por qué Lucas lo hubiera ocultado, y más aún por qué sugiere un cambio de residencia.

En 21,1 hablamos del paralelo que Lucas estableció entre la Pasión de Jésus y la de Pablo. En esta comparación, lo que para Pablo corresponde a la muerte de Jesús es el momento de la nave naufragada, y luego lo que corresponde a la Resurrección es la acogida que recibe al llegar a Roma (28,15): al Apóstol se le abre una nueva cancha. Si Lucas hubiera conocido la muerte de Pablo, ciertamente la estructura de los Hechos habría sido diferente.

Nadie le ponía trabas. Este es el último mensaje del libro: el Evangelio había partido para vencer, y nadie lo detendría (Ap 6,2).