La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Carta a los Efesios (Ef)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6  
Carta a los Efesios (Ef) Introducción
¿Se podría hablar de una «carta» de Pablo? No hay noticias, ni un mensaje personal para una comunidad determinada, sino una larga exposición sobre la salvación del mundo, como en la carta a los Romanos. Según toda probabilidad esta carta no iba dirigida a los cristianos de Éfeso, sino a las comunidades vecinas situadas en el valle del Licus: Hierápolis, Laodicea, y que Pablo no había evangelizado personalmente. Según algunos testimonios esta carta estaría destinada a los Laodicenses (Col 4,16).
La provincia romana de Asia (la de Éfeso) en ese tiempo se desarrollaba entre un hormigueo de religiones nuevas que pretendían abrir a todos un camino de salvación; era por tanto necesario dar a los cristianos una visión más amplia de la esperanza de la que eran portadores. ¿Hacia dónde iba la humanidad? ¿es Cristo el único salvador?
Son las mismas preguntas que se presentan de manera cada vez más insistente, a medida que se ve en estos últimos años como una coagulación de los más diversos pueblos. Los que desean dominar sólo pueden hacerlo presentándose como portavoces del conjunto. ¿Hay algún camino o esperanza para el hombre?
Pablo responde desde la prisión. Como recuerdan Los Hechos (cap. 24-26), Pablo estuvo prisionero en Cesarea los años 58-60 y durante este tiempo las noticias que recibía de las comunidades de la región de Éfeso hicieron madurar en él una nueva presentación de la obra divina.
Retoma y desarrolla el plan de Dios que, desde tiempo atrás, había comprendido en una revelación. Cristo, el Primogénito de Dios, está en el centro, y el mundo fue creado para que en él emerja el Hombre Nuevo, una sola familia en Cristo. Todo cristiano está llamado a vivir desde ya ese llamado a una vida santa y responsable.
Esta carta a los Efesios es gemela de la carta enviada por Pablo a los Colosenses juntamente; un mismo mensajero las llevó a las dos comunidades junto con la misiva destinada a Filemón (Col 4,2; Filem 2).
Algunos piensan que la carta a los Efesios no es de Pablo: ver al respecto la Introducción a las Cartas de la Cautividad. Es difícil pensar que una carta de semejante seguridad teológica y riqueza doctrinal haya podido madurar en algún otro que no fuera Pablo, aunque otros, sea Tíquico (Ef 6,21) o Timoteo (Col 1,1) hayan tomado parte en su redacción.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 1
1 Carta de Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios,
1 a los santos que (en Efeso)
1 están y perseveran en Cristo:
2 Reciban gracia y paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesús, el Señor.
  3 ¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor,
3 que nos ha bendecido en el cielo, en Cristo,
3 con toda clase de bendiciones espirituales!
4 En Cristo Dios nos eligió
4 antes de la fundación del mundo,
4 para estar en su presencia santos y sin mancha.
4 En su amor
5 nos destinó de antemano
5 para ser hijos suyos en Jesucristo y por medio de él.
5 Así lo quiso y le pareció bien
6 para alabanza de la gracia gloriosa
6 que nos hacía en el Bien Amado.
7 En él y por su sangre fuimos rescatados,
7 y se nos dio el perdón de los pecados,
7 fruto de su generosidad inmensa
7 8-9 que se derramó sobre nosotros.
7 Ahora nos ha dado a conocer,
7 mediante dones de sabiduría e inteligencia,
7 este proyecto misterioso suyo,
7 fruto de su eterna complacencia en Cristo.
10 Pues Dios quiso reunir en él,
10 cuando llegara la plenitud de los tiempos,
10 tanto a los seres celestiales como a los terrenales.
11 En Cristo fuimos elegidos nosotros:
11 Aquel que dispone de todas las cosas
11 y las somete a su voluntad
11 decidió que fuéramos pueblo suyo
12 a la espera del Mesías,
12 con el fin de que sea alabada su Gloria.
13 También ustedes, al escuchar la Palabra de la Verdad,
13 el Evangelio que los salva, creyeron en él,
13 quedando sellados con el Espíritu Santo prometido,
14 que es el anticipo de nuestra herencia.
14 Por él va liberando al pueblo que hizo suyo,
14 para que al fin sea alabada su Gloria.
Colocó todo bajo los pies de Cristo
15 He sabido cómo ustedes viven la fe según Cristo Jesús y el amor para con todos los santos,
16 por lo que no dejo de dar gracias a Dios y de recordarlos en mis oraciones.
17 Que el Dios de Cristo Jesús nuestro Señor, el Padre que está en la gloria, se les manifieste dándoles espíritu de sabiduría y de revelación para que lo puedan conocer.
18 Que les ilumine la mirada interior, para apreciar la esperanza a la que han sido llamados por Dios, la herencia tan grande y gloriosa que reserva Dios a sus santos,
19 y la fuerza incomparable con que actúa en favor de los que creemos.
19 Es la misma fuerza todopoderosa
20 que actuó en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en la morada celestail,
21 por encima de todo Poder, Autoridad, Dominio, Soberanía, por encima de todo poderío que se pueda nombrar en este mundo y en el otro.
22 Dios colocó todo bajo sus pies, y lo constituyó Cabeza de la Iglesia.
23 Ella es su cuerpo y en ella despliega su plenitud el que lo llena todo en todos.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 1
1,3

Esta primera página de la carta a los Efesios es, en la Biblia, la mejor expresión global del misterio cristiano. Complementa, en cierta manera, la gran exposición de Pablo a los Romanos, presentación que parecía centrar demasiado la obra de Dios sobre la tragedia del hombre pecador. La carta a los Efesios, al igual que el Evangelio de Juan, habla de una re-creación del mundo, mientras que la carta a los Romanos utiliza términos más jurídicos, como deuda y reparación del pecado.

¡Bendito sea Dios! Por lo general Pablo comienza sus cartas con una fórmula de alabanza y de acción de gracias. Pero aquí la oración se prolonga en una proclamación del plan de Dios, tal como él lo ha comprendido en una revelación (3,3).

Este proyecto misterioso suyo (9). Pablo dice: su «misterio», término que designaba entonces una decisión o una doctrina secreta. Aquí Pablo nos habla del designio de Dios creador, que se arraiga en el misterio de las tres Personas divinas.

Sabemos que el Hijo y el Espíritu proceden de Dios Padre y que de El reciben su propia divinidad, siendo los tres un solo Dios. Pero además de esa comunicación y efusión de vida en Dios mismo, antes de la creación del mundo, Dios Padre quiso comunicar sus riquezas fuera de El, a seres creados. De allí salió toda la aventura humana. Dios quiso que hijos suyos (5) se multiplicaran en torno a su Hijo único, y que fueran capaces de recibir su Espíritu y de devolvérselo. Volverían a El al fin de la historia, unidos en un solo Cuerpo (10).

En Cristo Dios nos eligió (4). Notemos la expresión en Cristo, que ya fue comentada en 1 Cor 1,4. Toda criatura viene de Dios a través de ese Hijo en quien Dios contempla su riqueza y al que colma de todo su amor. Somos tal como Dios nos ha amado en él, y estamos en él, en cierta manera, desde el comienzo.

Fuimos rescatados por su sangre (7). Eso no quiere decir que Cristo derrama su sangre para satisfacer y pagar a su Padre ofendido por el pecado; Pablo se refiere aquí a una ley bíblica, a saber, que el rescate de un esclavo se firmaba con la sangre (Ex 21,6).

Sellados con el Espíritu (13). Los judíos eran marcados en la carne como con un «sello» por la circuncisión. Este rito certificaba su consagración a Dios. Por su parte, los cristianos reciben el Espíritu que actúa en ellos; de él vienen la fe, la esperanza y el amor, las diversas formas de servicio, el don del conocimiento, los milagros y las curaciones. Estos dones son la prueba más evidente de que hemos llegado a ser hijos de Dios. Estos dones son también un anticipo de todas las maravillas que Dios nos tiene reservadas.

Pablo distingue dos momentos: el plan de Dios en la eternidad (1-10) y su realización en el tiempo (11-14). Las dos últimas estrofas corresponden a dos etapas de la historia santa:

— Fuimos elegidos (11). Pablo habla en su nombre y en el del pueblo judío elegido para ser el pueblo de Dios.

— También ustedes... (13). Pablo se refiere a los cristianos de origen griego (y pagano), que eran ya numerosos en esas comunidades de Efeso. El tiempo de la plenitud ha llegado, es decir, el momento en que el Evangelio sea proclamado a todos los hombres para que todos reciban los dones del Espíritu.

Esta página precisa algunos puntos esenciales de la fe.

Nos destinó de antemano (5). Es el equivalente de lo que leemos en Romanos 8,29-30. No podemos soslayar el término «predestinación». Muchos han utilizado en el pasado ese término de manera distinta a Pablo. Mientras Pablo presenta una decisión del Padre destinada a comunicar a otros el amor infinito que se vive en Dios, se ha llegado después a hablar de un Dios severo y frío que decide friamente a quién quiere salvar y a quiénes no. Véase al respecto los comentarios de Rom 8,28 y 9,14.

Nos es imposible comprender cómo es que somos libres si Dios nos conoce desde la eternidad. No debemos, sin embargo, compartir las dudas y la angustia de los que se creen sometidos a un destino o a una «voluntad» terrible de Dios. En realidad estamos «sometidos» a un amor y a bendiciones que sólo esperan nuestra respuesta (véase com. de Rom 9).

Pablo no habla de condenación para nadie; sólo afirma que Dios da prueba de un amor especial para con aquellos que llama a ser miembros de Cristo. La Biblia habla poco del amor de Dios para con los no creyentes, pero debemos entenderlo a la luz del amor que nos ha mostrado al conducirnos hasta Cristo.

Muchos cristianos se molestan cuando se les dice que han recibido más que los demás, que la verdad se les ha dado como en ninguna otra parte, pues, según ellos, ¿no sería más honrado y más humilde pensar que todas las religiones tienen su verdad? En un cierto sentido todas tienen una verdad, pero dudar de esa gracia única que es el conocimiento de Dios en Cristo es renegar de toda la revelación de la Biblia.

Dios nos eligió en Cristo (4). Muchos autores cristianos han hablado como si al comienzo Dios hubiese creado al hombre sin prever su caída, y después Cristo habría sido enviado para salvar al pecador perdido. Pero eso no es lo que dice Pablo aquí: desde el principio la venida de Cristo y el don del Espíritu, así como las leyes de la vida y el curso de la historia, estaban misteriosamente ligados al orden que existe en Dios mismo.

El Bien Amado (6) es siempre el primero para Dios y lo mismo debiera ser para nosotros; de ahí que la preocupación de «salvarnos» no puede ser la base de nuestra fe. El Hijo nos ha revelado la Gloria del Padre, y cómo él mismo había de volver al Padre. Quiso sacarnos de nuestro egoismo, incluso del egoismo religioso: Jn 17 y Fil 2,9.
1,15

He sabido cómo viven la fe y el amor para con todos los santos. Pablo se regocija de la fe de los Efesios, pero ora además para que tengan esperanza, que será la fuente de su dinamismo. Describe los pasos de la esperanza: conocer al Padre, apreciar la herencia reservada a los santos, comprender con qué fuerza Dios actúa para llevarnos a la realización de esa esperanza.

Esa esperanza hizo tambalear el inmovilismo de las sociedades antiguas. Pablo vivía en un mundo donde la esperanza era considerada como una enfermedad. Cualquier proyecto de transformar a los hombres pasaba por una ilusión, y así se explica cómo las esperanzas de la naciente ciencia fueron entonces prontamente ahogadas. Los creyentes, en cambio, experimentaban en sus vidas una verdadera resurrección. En los países cristianos nació la certeza de un destino común de la humanidad (la palabra «humanidad» no existía en ese entonces). Se comenzó a ver personas que eran tales de una manera más verdadera, y eso puso en marcha la historia para no detenerse más. ¡Extraña mucho ver en nuestro mundo a tantos cristianos que creen, pero que tienen tan poca esperanza y que no saben que llevan consigo la esperanza del mundo!

Está muy por encima de todo Poder y Autoridad (21). En tiempos de Pablo, ni judíos ni cristianos ponían en duda que el mundo era gobernado por poderes sobrenaturales, los «ángeles». Los denominaban: Dominios, Autoridades, Poderes, y Pablo nos dice aquí que todos esos poderes son inferiores a Cristo. Ahora nos expresamos de otra forma; pero vemos el universo sometido a las leyes de la naturaleza, a las fuerzas de la vida, —sin olvidar los inconscientes y los prejuicios colectivos ni a los agentes invisibles del mal—. Hasta la venida de Cristo esas fuerzas gobernaban el mundo, impidiendo que el hombre alcanzara su verdadera dimensión (véase Gál 3,23).

Dios colocó todo bajo sus pies (22). Eso quiere decir que al resucitar, el Hombre-Dios pasó a ser el centro del universo. Nuestro Credo lo dice con palabras muy antiguas: «Jesús está sentado a la derecha de Dios».

«Todo bajo sus pies», menos la humanidad, pues Pablo agrega inmediatamente: lo constituyó cabeza de la Iglesia. Cristo actúa en dos dominios: en el mundo, donde está el centro invisible pero eficaz de nuestra historia; y en la Iglesia, cuya cabeza es, y donde puede desplegar todas las riquezas de Dios en el Espíritu.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 2
Por gracia han sido salvados
1 Ustedes estaban muertos a causa de sus faltas y sus pecados.
2 Con ellos seguían la corriente de este mundo y al soberano que reina entre el cielo y la tierra, el espíritu que ahora está actuando en los corazones rebeldes.
3 De ellos éramos también nosotros y nos dejamos llevar por las codicias humanas, obedeciendo los deseos y propósitos de la carne, gente reprobada como los demás.
4 Pero Dios es rico en misericordia: ¡con qué amor tan inmenso nos amó!
5 Estábamos muertos por nuestras faltas y nos hizo revivir con Cristo: ¡por pura gracia ustedes han sido salvados!
6 Con Cristo Jesús y en él nos resucitó y nos sentó en la morada celestial.
7 En Cristo Jesús Dios es todo generosidad para con nosotros, por lo que quiere manifestar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia.
8 Ustedes han sido salvados por la fe, y lo han sido por gracia. Esto no vino de ustedes, sino que es un don de Dios;
9 tampoco lo merecieron por sus obras, de manera que nadie tiene por qué sentirse orgulloso.
10 Lo que somos es obra de Dios: hemos sido creados en Cristo Jesús con miras a las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que nos ocupáramos en ellas.
Cristo es nuestra paz
11 Acuérdense de que fueron gente pagana; los que se llaman a sí mismos circuncisos, por una circuncisión quirúrgica, los llamaban a ustedes incircuncisos.
12 En aquel tiempo no esperaban un Mesías, no tenían parte en el pueblo de Israel y no les correspondían las alianzas de Dios ni sus promesas; ustedes vivían en este mundo sin esperanza y sin Dios.
13 Pero ahora, en Cristo Jesús y por su sangre, ustedes que estaban lejos han venido a estar cerca.
14 El es nuestra paz. El ha destruido el muro de separación, el odio, y de los dos pueblos ha hecho uno solo. En su propia carne
15 destruyó el sistema represivo de la Ley e hizo la paz; reunió a los dos pueblos en él, creando de los dos un solo hombre nuevo.
16 Destruyó el odio en la cruz y, habiendo hecho de los dos un solo pueblo, los reconcilió con Dios por medio de la misma cruz.
17 Vino como evangelizador de la paz: paz para ustedes que estaban lejos, y paz para los judíos que estaban cerca.
18 Y por él los dos pueblos llegamos al Padre en un mismo Espíritu.
19 Así, pues, ya no son extranjeros ni huéspedes, sino ciudadanos de la ciudad de los santos; ustedes son de la casa de Dios.
20 Están cimentados en el edificio cuyas bases son los apóstoles y profetas, y cuya piedra angular es Cristo Jesús.
21 En él se ajustan los diversos elementos, y la construcción se eleva hasta formar un templo santo en el Señor.
22 En él ustedes se van edificando hasta ser un santuario espiritual de Dios.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 2
2,1

El camino de los hombres sin Cristo lleva a la muerte.

Ibamos directamente al castigo (3): no hay que buscar una afirmación más clara de lo que llamamos pecado original. No se trata de una falta cometida antes de nuestros pecados personales y que se añadiría a esos pecados de los que somos responsables. Esta expresión es como un balance, un juicio sobre el conjunto de nuestros actos y la condición humana; es el pasivo de nuestra vida mientras Dios no nos retoma en sus manos. El Génesis (caps. 2-3) coloca en el pasado un relato del pecado original, así como pone en el pasado un relato de la creación; es una manera de expresarse que corresponde a la cultura de esos lejanos tiempos. Pero, en realidad, tanto nuestra creación por Dios (10) como nuestra rebelión contra El, forman parte de nuestra realidad cotidiana.

Nos resucitó en Cristo (6). En un primer sentido, nuestra conversión personal debió de ser como un volver a vivir. Pero Pablo expresa también que nada podrá detener el plan del amor del Padre que ve más allá del tiempo y que ya nos ha resucitado en Cristo. Si ya estamos «sentados en el cielo con él», quiere decir que estamos seguros de triunfar.
2,11

Aquí tenemos otro aspecto de la condición humana sin Cristo: la muerte va junto con las divisiones. Antes de Cristo los hombres estaban divididos y no conocían a nuestro Padre común. Como no estaban maduros para una unión rápida en la verdadera fe, Dios lo tuvo en cuenta cuando preparó la venida de Cristo. Eligió un pueblo y, para evitar que los errores de los paganos contaminaran a los suyos, los separó por una ley que les prohibía cohabitar con otros pueblos: ver al respecto Mc 7,14 y He 10,1.

Por eso, en el templo de Jerusalén, lejos del santuario había un patio abierto para los paganos, y cerca del Santuario otro reservado a los judíos, con un muro entre el uno y el otro. Esta línea divisoria era la imagen de todas las barreras que Cristo iba a quitar.

Jesús enseña la coexistencia hasta entonces prohibida. Crucificado por judíos y paganos, supera el odio de todos con su amor que perdona y, una vez resucitado, los junta a todos en él. Así como la cruz está hecha de dos barras, una vertical hacia el cielo y otra horizontal hacia la tierra, del mismo modo la paz se extiende en dos direcciones: hacia Dios y hacia los hombres. Habiendo reunido a los dos pueblos, los reconcilió con Dios. Son dos aspectos de una misma realidad: la violencia entre los hombres y nuestra indiferencia con Dios.

Cristo ya los ha reunido; querámoslo o no, el Evangelio destruirá todas las diferencies entre los hombres. Y aunque se vean surgir sociedades que separan, sus leyes y sus instituciones se derrumbarán. Serán destruidas tal vez en forma violenta, pero más seguramente las desacreditará el sacrificio de sus víctimas.

En un mismo Espíritu. Sólo el Espíritu permite que cada uno se realice en la comunión con los demás.

La unidad en la Iglesia no es uniformidad: los creyentes no son puestos en un mismo molde. No se trata de tener las mismas opciones sobre los problemas humanos; además tenemos el derecho de no pensar la fe de la misma manera, con tal de que aceptemos todo lo que dice el Credo. El Espíritu concede a cada uno el ser auténtico, con tal de que esté «en comunión» con los demás creyentes. Así nace «el hombre nuevo», que no es el producto de una política o de una ideología, sino que es la obra de Dios.

Ustedes son de la casa de Dios (19), es decir que son de la familia de Dios. De ahí pasa Pablo a otra imagen: ustedes son la casa de Dios, y la comunidad de los creyentes se convierte en un templo de Dios.

Esta insistencia en el valor único de la comunidad cristiana extrañará, tal vez, a muchos cristianos de hoy que se preocupan más por sus responsabilidades con respecto al mundo en que viven. Pero no serán portadores del Espíritu ni harán la obra de Dios, si no tienen una comunidad que los apoye. La solidaridad con los que tienen las mismas opciones que nosotros y la misma cultura, no puede reemplazar la participación en la comunidad cristiana. Y aunque muchas cosas en esa comunidad nos parecieran extrañas, sería una mala señal que no pudiéramos reconocer en ella la verdad que falta a nuestros amigos incrédulos y sin la cual perde ríamos nuestra razón de vivir.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 3
La herencia de Dios es para todos los hombres
1 Por eso yo, Pablo, el prisionero de Cristo por ustedes, los no-judíos...
2 Seguramente han sabido de las gracias que Dios me concedió para bien de ustedes.
3 Por una revelación se me dio a conocer su proyecto misterioso, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras.
4 Según esto pueden apreciar el conocimiento que tengo del misterio de Cristo.
5 Este misterio no se dio a conocer a los hombres en tiempos pasados, pero ahora acaba de ser revelado mediante los dones espirituales de los santos apóstoles y profetas:
6 que en Cristo Jesús los pueblos paganos son herederos, forman un mismo cuerpo y comparten la promesa.
6 Esta es la Buena Nueva
7 de la que he llegado a ser ministro sin mérito alguno mío, pues Dios, actuando en mí con poder, me concedió esta gracia.
8 A mí, el menor de todos los creyentes, se me concedió esta gracia de anunciar a los pueblos paganos la incalculable riqueza de Cristo
9 y de esclarecer en qué forma se va realizando el proyecto secreto escondido desde siempre en Dios, Creador del universo.
10 En adelante los poderes y autoridades del mundo de arriba podrán descubrir, mirando a la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios,
11 conforme al plan que Dios trazó desde el principio en Cristo Jesús, nuestro Señor.
12 En él ahora nos acercamos a Dios con plena confianza, con la fe que de él hemos recibido.
13 Por eso, yo les ruego que no se desanimen al ver las pruebas que soporto por ustedes. Más bien han de sentirse orgullosos de ellas.
14 Pensando en todo esto, doblo las rodillas en presencia del Padre,
15 al que se refiere toda “patria” o familia en el cielo o en la tierra.
16 Que él se digne, según la riqueza de su gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, al hombre interior.
17 Que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados y edificados en el amor.
18 Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, la anchura y altura y profundidad...
19 y que conozcan este amor de Cristo que supera todo conocimiento.
19 En fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios.
20 A Dios, cuya fuerza actúa en nosotros y que puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos,
21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 3
3,1

Prisionero de Cristo. Pablo escribe esta carta desde su prisión en Roma, pero no dice: prisionero a causa de Cristo, sino que es el prisionero de Cristo, pues no puede escapar a su continuo dominio ni al apostolado que Dios ha inscrito en su destino (1 Cor 9,16).

Pablo vuelve sobre lo que ha meditado en prisión, sobre lo que le parece más novedoso en la obra de Cristo: el «misterio» o plan de Dios que llama a todos los hombres a ser un solo cuerpo, sin distinción de razas. Jesús había proclamado esta igualdad (Mt 20), pero fueron necesarias varias intervenciones divinas para convencer a sus primeros discípulos (He 10).

Los poderes y autoridades del mundo de arriba (10): véase el comentario de Gál 3,23 y Ef 1,21. No sería deformar el pensamiento de Pablo decir que los pueblos de las más diversas culturas, con sus gobernantes y los grandes de este mundo han descubierto, gracias a la Iglesia, el rostro de Dios que manifiesta su gloria en sus pobres y en sus santos (2 Tes 1,10). Pero mejor aún hablaríamos poéticamente del asombro de la naturaleza entera, cuando descubra en qué acaba su trabajo gigantesco, después de millones de años. Pablo se ve muy cerca del término, y nosotros más todavía, en este siglo en que se precipitan las tomas de conciencia a nivel de toda la humanidad.
3,14

Doblo las rodillas... Pablo pasa con toda naturalidad de su exposición a la plegaria. Tal es el camino del hombre interior (16) que no se contenta con pensar en Dios o hablar de El como si fuera un objeto. El Espíritu preserva en él la conciencia de esa presencia que le da la vida. Como decía santa Teresa: «Llevo por todas partes el corazón de mi Dios y al Dios de mi corazón».

El Padre al que se refiere toda patria en la tierra... (15). Nuestra sociedad ha desvalorizado mucho «al padre», como también a la patria, con la obsesión de una autoridad que sofocaría la personalidad de sus hijos. Pablo no comparte esa idea, sino que se maravilla ante el Unico sin origen. El Padre es la fuente del ser divino, de él emanan el orden y el misterio de las Personas divinas. De El obtiene sus riquezas el universo, y Pablo, que acaba de evocar el destino común de todos los pueblos, recuerda que cada uno (dice exactamente «cada familia») ha recibido de él «su nombre», es decir, su identidad y su dignidad.

Hay que reconocer que la palabra «Padre» ya no tiene el sentido que tenía en tiempos de Pablo, cuando el padre se tomaba la mayor parte de la autoridad y del respeto. Después de que la mujer encontró su pleno lugar en la familia y en la sociedad, podríamos estar tentados a hablar más bien de padres que de padre. Sin embargo no fue por azar que Dios se reveló en una cultura, la de los Hebreos, en la que Dios era una figura masculina. Es cierto que ellos habían ya pasado esa etapa de la cultura en la que la mujer era el centro de la familia y, por consecuencia, la religión ponía en la cumbre a una divinidad femenina, la Gran Madre. Pero en todos los pueblos a su alrededor se asociaban las diosas y los dioses, y Dios podría haberles mostrado diferentes rostros; ¿no dice la Biblia que Dios reúne en él todas las riquezas del amor paternal y maternal (Is 49,14)? La Biblia, sin embargo, se mantuvo en la palabra «Padre». Al hacerlo, realza la libertad y la iniciativa de Dios en todo lo que hace; el universo y nosotros mismos no hemos salido de Dios como una «emanación», como producidos en forma inconsciente en el seno de la Omnipotencia divina, sino que todo ha sido una decisión lúcida y creativa.

Otra razón aún más poderosa invitaba a mantener la palabra «Padre», y es el hecho de que toda la obra de Dios en el mundo termina en la Biblia en un matrimonio, el de Dios con la raza humana por intermedio de Cristo. La humanidad y la Iglesia ocupan el lugar de la esposa en la pareja humana, mientras que Dios es el supremo modelo del esposo.

El amor de Cristo que supera todo conocimiento (19). Pablo ciertamente piensa en el amor que Cristo le ha manifestado y que le continúa manifestando personalmente según la misma medida de sus pruebas. El conocimiento y la experiencia de ese amor superan todo lo que jamás se pudo pensar. Pero no se llega a él por el estudio, por los libros o por las disciplinas de meditación, sino que nos será dado gratuitamente por iniciativa de Dios, en el camino del amor, cuyo modelo y centro es Cristo.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 4
Progresemos hacia el hombre perfecto
1 Yo, «el prisionero de Cristo», les exhorto, pues, a que se muestren dignos de la vocación que han recibido.
2 Sean humildes y amables, sean comprensivos y sopórtense unos a otros con amor.
3 Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo espíritu:
4 un solo cuerpo y un mismo espíritu, pues ustedes han sido llamados a una misma vocación y una misma esperanza.
5 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
6 un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo, lo penetra todo y está en todo.
7 Cada uno de nosotros ha recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de sus dones para cada uno.
8 Pues se dijo: Subió a las alturas, llevó cautivos, y dio sus dones a los hombres.
9 Esto de subió, ¿qué significa sino que bajó al mundo inferior?
10 El mismo que bajó, subió después por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
11 Y dio sus dones, unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros.
12 Así prepara a los suyos para las obras del ministerio en vista de la construcción del cuerpo de Cristo;
13 hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el Hombre perfecto, con esa madurez que no es otra cosa que la plenitud de Cristo.
14 Entonces no seremos ya niños zarandeados y llevados por cualquier viento de doctrina o invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar.
15 Por el contrario, estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo.
16 El hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor.
Revístanse del hombre nuevo
17 Les digo, pues, y con insistencia les advierto en el Señor que no imiten a los paganos, que se mueven por cosas inútiles.
18 Su inteligencia está en tinieblas; su ignorancia y su conciencia ciega los mantienen apartados de la vida de Dios.
19 Después de perder el sentido moral se han dejado llevar por el libertinaje y buscan con avidez toda clase de inmoralidad.
20 Pero ustedes no aprendieron así a Cristo,
21 si es que de veras fueron enseñados y formados según él, sabiendo que la verdad está en Jesús.
22 Se les pidió despojarse del hombre viejo al que sus pasiones van destruyendo, pues así era la vida que llevaban,
23 y renovarse por el espíritu desde dentro.
24 Revístanse, pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera justicia y santidad.
25 Por eso, no más mentiras; que todos digan la verdad a su prójimo, ya que todos somos parte del mismo cuerpo.
26 Enójense, pero sin pecar; que el enojo no les dure hasta la puesta del sol,
27 pues de otra manera se daría lugar al demonio.
28 El que robaba, que ya no robe, sino que se fatigue trabajando con sus manos en algo útil y así tendrá algo que compartir con los necesitados.
29 No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra justa y oportuna que hace bien a quien la escucha.
30 No entristezcan al Espíritu santo de Dios; éste es el sello con el que ustedes fueron marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación.
31 Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad.
32 Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 4
4,1

Pablo vuelve aquí sobre un problema importante para comunidades cuyo estilo era todavía muy libre, o en otras palabras, muy carismático, pues se contaba mucho con la acción imprevisible del Espíritu a través de los carismas de los diversos miembros. Es necesario que cada uno, con su propia vocación, trabaje en la construcción del cuerpo único. Y Pablo enumera con entusiasmo todo lo que tenemos en común, gracias a Cristo y a la acción de su Espíritu. Lo que se construye no es únicamente un templo (2, 19-22), sino que es el Cuerpo de Cristo, o el Hombre Perfecto, formado por millones de miembros presentes y futuros de la humanidad.

Jesús de Nazaret vivió solamente una vez su vida de obediencia hasta la muerte. Pero habiendo llegado a ser por su resurrección Cabeza de la humanidad, sufre en todos los lugares; trabaja en todos los dominios de la actividad humana; da su vida de todas las formas posibles; reúne en él todas las formas del amor y vive en sus miembros toda la diversidad de la existencia humana. En él es Dios mismo quien hace, como lo había deseado, su experiencia de la vida de criatura.

Entonces no seremos ya niños (14). Pablo da a entender que los efesios son todavía niños, o al menos lo son de vez en cuando, al dejarse llevar por cualquier corriente de opinión. Los invita a convertirse en una comunidad sólida, capaz de dirigirse según la verdad y de construirse por medio del amor. Nosotros también debemos preguntarnos en qué medida hemos pasado la edad en que los «fieles» esperan constantemente que se piense por ellos, que se los guíe y que se los empuje.
4,17

El hombre viejo y el hombre nuevo. Esta imagen de Pablo opone dos maneras de vivir que coexisten en toda sociedad, y en cierto sentido, en cada uno de nosotros. La conversión no nos ha instalado en un estado de perfección, pues aunque estemos en paz con Dios, en un sentido muy real (Rom 5,1), aún no se ha logrado la unidad en nosotros. Experimentamos tentaciones y luchas; nuestras decisiones grandes o pequeñas nos llevan en dos direcciones, ya sea el hombre viejo, arruinado, sin esperanza y esclavo de su egoismo, ya sea una persona transfigurada por el amor.

El hombre según Dios. Si Dios creó al hombre a su imagen, quien verdaderamente es tal imagen es Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Aquí, al igual que en otras partes de la Biblia, el Hombre es a la vez Cristo y la humanidad, y es cada uno de nosotros, con su lugar en el «Cuerpo». Todo lo que admiramos en Cristo, también es para nosotros.

La vestidura blanca que se ponen los adultos en el bautismo significa el cambio de vida que han inaugurado.

Pablo indica inmediatamente algunas exigencias morales de esta renovación cotidiana: franqueza, sobriedad, limpieza de lenguaje y de imaginación. La fe cristiana no nos permite vivir despreocupados como en esas religiones orientales del tiempo de Pablo, en que se hablaba de renacimiento y de conocimiento de los misterios, pero nada se decía de la esclavitud del sexo y de la corrupción en la vida social.

Hombre viejo, hombre nuevo, se corresponde con otras fórmulas de Pablo, como vivir «según la carne» o «según el Espíritu» (Rom 8,5); hijos «de las tinieblas» o «de la luz» (Ef 5,8); «esclavo del pecado» o «persona libre» en Cristo (Gál 5,1).

No entristezcan al Espíritu (30). Esta expresión se comprende fácilmente si pensamos en la tristeza que sentimos cada vez que rechazamos una buena idea o un deseo de actuar mejor. Es una tristeza tanto del espíritu «Santo» que nos la sugirió como de nuestro espíritu, que sabe lo que hemos perdido.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 5
Imiten a Dios
1 Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo.
2 Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como esas ofrendas y víctimas cuyo olor agradable subía a Dios.
3 Y ya que son santos, que la fornicación o cualquier clase de impureza o de codicia ni siquiera se mencionen entre ustedes.
4 Lo mismo se diga de las palabras vergonzosas, de los disparates y tonterías. Nada de todo eso les conviene, sino más bien dar gracias a Dios.
5 Sépanlo bien: ni el corrompido, ni el impuro, ni el que se apega al dinero, que es servir a un dios falso, tendrán parte en el reino de Cristo y de Dios.
6 Que nadie los engañe con razonamientos vacíos, pues son estas cosas las que Dios se prepara a condenar en los enemigos de la fe:
7 no sea que ustedes compartan su suerte.
8 En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz,
9 con bondad, con justicia y según la verdad, pues ésos son los frutos de la luz.
10 Busquen lo que agrada al Señor.
11 No tomen parte en las obras de las tinieblas, donde no hay nada que cosechar; al contrario, denúncienlas.
12 Sólo decir lo que esa gente hace a escondidas da vergüenza;
13 pero al ser denunciado por la luz se vuelve claro, y lo que se ha aclarado llegará incluso a ser luz.
14 Por eso se dice:
14 «Despierta, tú que duermes,
14 levántate de entre los muertos
14 y la luz de Cristo brillará sobre ti.»
15 Examinen, pues, con mucho esmero su conducta. No anden como tontos, sino como hombres sensatos.
16 Aprovechen el momento presente, porque estos tiempos son malos.
17 Por tanto, no sean irresponsables, sino traten de comprender cuál es la voluntad del Señor.
18 No se emborrachen, pues el vino lleva al libertinaje; más bien llénense del Espíritu.
19 Intercambien salmos, himnos y cánticos espirituales. Que el Señor pueda oír el canto y la música de sus corazones.
20 Den gracias a Dios Padre en nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, siempre y por todas las cosas.
21 Expresen su respeto a Cristo siendo sumisos los unos a los otros.
22 Sométanse así las esposas a sus maridos, como al Señor.
Maridos, amen a sus esposas
23 El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador.
24 Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo.
25 Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.
26 Y después de bañarla en el agua y la Palabra para purificarla, la hizo santa,
27 pues quería darse a sí mismo una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada.
28 Así deben también los maridos amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos: amar a la esposa es amarse a sí mismo.
29 Y nadie aborrece su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Y eso es justamente lo que Cristo hace por la Iglesia,
30 pues nosotros somos miembros de su cuerpo.
31 La Escritura dice: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y los dos formarán un solo ser.
32 Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
33 En cuanto a ustedes, cada uno ame a su esposa como a sí mismo, y la mujer, a su vez, respete a su marido.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 5
5,1

Aquí encontramos algunos elementos de un nuevo género de vida, como ya se hablaba en el párrafo anterior.

Imitar a Dios (Rom 5, 6-11) que ama a los buenos y a los malos (Mt 5,48). Tenemos un modelo aún más visible en el Hijo, que se hizo camino, luz y vida por nuestro amor.

Rechazar todo lo que nos avergüenza y que sólo se hace en la oscuridad. Es cierto que bastantes cosas que daban vergüenza han venido a ser normales hoy día para mucha gente; pero ¿lo serán también para el que busca a menudo la luz y la mira de frente, en Cristo? El testimonio de un solo cristiano que vive en la luz, y con mayor razón el de una comunidad, basta para condenar lo que pasaba por normal (13).

Ser más razonables y responsables en nuestra vida. Estos tiempos son malos (16), o sea, que si no sabemos juzgar y elegir, la corriente de las preocupaciones cotidianas nos mantendrá en la mediocridad o nos llevará al mal. Todo cambia cuando un creyente, una pareja, un grupo «se despiertan» y consagran cada día o cada semana un momento para descubrir la voluntad de Dios sobre ellos, a través de sus propias vidas.

No se emborrachen (18). Necesitamos estimulantes; no es malo experimentar estados paroxísticos donde uno se siente alegre, liberado de sí mismo, en que se rompe el hielo y se suelta la lengua, pues hasta la Biblia hace el elogio del vino. Pero es imposible experimentar al mismo tiempo la embriaguez que nos viene del Espíritu y la que proviene del alcohol, de las drogas o de las diversiones peligrosas. Tenemos que elegir en cada momento.

Intercambien salmos, himnos... (19). Sientan el consuelo del Espíritu, encuéntrenlo en una experiencia comunitaria.
5,23

En el pasaje 5,21-6,9, Pablo repite casi lo mismo que había escrito en la carta a los Colosenses (3,18-4,1). Pero aquí tiene de tal manera en mente el rol de Cristo como cabeza del «cuerpo», de la humanidad salvada, que va a desarrollar de forma inesperada el sentido del matrimonio, del cual sólo había dicho unas palabras en Col 3,18.

Como al Señor... (22). No es Pablo quien, de parte de Dios, pide a la mujer que se someta, sino que se lo exigía la sociedad de la época. Y Pablo le dice: «Sométete como al Señor», ya que acaba de pedir de manera general (21) que vivamos nuestra obediencia o lo que sea, como un homenaje que se rinde a Cristo.

Así, pues, aunque la manera de expresarse de Pablo refleja la cultura de su tiempo respecto al matrimonio, no por eso podemos despreciar su enseñanza en nombre del feminismo. Ha habido y hay modelos culturales diferentes en lo que se refiere a la relación del hombre y de la mujer en el matrimonio. En nuestros días los modelos son diferentes para los países económicamente desarrollados y para los del tercer mundo, para la clase media y para la clase popular. Todavía más, cada pareja es la que debe descubrir su equilibrio y decidir cómo tomar las iniciativas según la autoridad natural y las capacidades de cada uno.

Pero en todo caso, ya sea que se tome la decisión o se la siga, nadie se sentirá por eso superior o inferior, ya que el ideal de cada uno es hacerse servidor: Mc 9,35. Pablo dice que el hombre es cabeza, pero ser cabeza no es lo mismo que ser jefe. Si bien es cierto que Cristo tiene autoridad por el hecho de ser la Verdad de Dios (lo que el marido no es para su mujer), Pablo, sin embargo, prefiere mostrar que Cristo se hizo el salvador de su pareja, la humanidad bautizada.

Pablo indica lo que es esencial en el amor conyugal al recordar la palabra de la Escritura: dejará el hombre... (31), y aplica esta palabra a la unión de Dios y de la humanidad en Cristo, el «Bien amado» (Mc 2,19). Así nos hace ver que el matrimonio contiene un misterio, es decir, un tesoro divino que no era comprensible antes de la venida de Cristo. Cuando decimos que el matrimonio es un sacramento, no nos referimos solamente a que se celebra en la iglesia, sino que, a través del matrimonio y de las parejas que viven el amor «según Cristo», el misterio del amor de Dios se manifiesta entre los hombres. El matrimonio es, en medio de nosotros, la señal de la alianza que Dios ha concluido con la humanidad, como el esposo con su esposa, una alianza de amor, de fidelidad y de fecundidad.

Como Cristo amó a la Iglesia (25). Nos halló pecadores y tomó sobre sí nuestro pecado hasta las últimas consecuencias, dando su vida para purificarnos. Aquí se manifiesta la primera cualidad del amor cristiano, la fidelidad. El don recíproco de los esposos es definitivo, y a partir de ahí cada uno hará lo que más pueda para salvar al otro y para ayudarlo a crecer y a ser mejor. La pareja perfecta no es la que vive sin problemas en una mediocridad común, sino aquella pareja en la que cada uno incita al otro a dar lo mejor de sí mismo.

Después de bañarla en el agua y la Palabra... (véase Stgo 1,18-21 y Jn 15,3). Aunque el agua derramada sea necesaria, es más importante aún para nosotros acoger la Palabra de Dios que nos comunica la vida.

Muchos jóvenes huyen del matrimonio, en parte por miedo al riesgo (pues la fidelidad total es una manera de «perder su vida»: Mc 8,35), y en parte porque consideran que su amor sólo les interesa a ellos. Pablo nos muestra que el amor de Cristo por nosotros, por muy personal que sea, no olvida jamás su amor por todos los que forman parte de su cuerpo. Invita, pues, a los casados a ocupar su lugar en la transformación del mundo, irradiando su amor y comprometiéndose en el servicio a los demás.
Carta a los Efesios (Ef) Capítulo 6
Hijos, padres, siervos y patrones
1 Hijos, obedezcan a sus padres, pues esto es un deber: Honra a tu padre y a tu madre.
2 Es, además, el primer mandamiento que va acompañado de una promesa:
3 para que seas feliz y goces de larga vida en la tierra.
4 Y ustedes, padres, no sean pesados con sus hijos, sino más bien edúquenlos usando las correcciones y advertencias que pueda inspirar el Señor.
5 Siervos, obedezcan a sus patrones de este mundo con respeto y responsabilidad, con corazón sincero, como quien obedece a Cristo.
6 No se fijen en si son vigilados o si ganarán consideración, pues ustedes son siervos de Cristo que hacen con gusto la voluntad de Dios.
7 Hagan su trabajo con em peño, por el Señor y no por los hombres,
8 sabiendo que el Señor re tribuirá a cada uno según el bien que haya hecho, sea siervo o sea libre.
9 Y ustedes, patrones, actúen con sus siervos de la misma manera y dejen a un lado las amenazas; tengan presente que ellos y ustedes tienen en el cielo un mismo Señor, y que ése no hace distinción de personas.
Háganse fuertes
10 Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza.
11 Lleven con ustedes todas las armas de Dios para que puedan resistir las maniobras del diablo.
12 Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.
13 Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas.
14 Tomen la verdad como cinturón y la justicia como coraza;
15 estén bien calzados, listos para propagar el Evangelio de la paz.
16 Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio.
17 Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios.
18 Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.
19 Rueguen también por mí, para que, al hablar, se me den palabras y no me falte el coraje para dar a conocer el misterio del Evangelio
20 cuando tenga que presentar mi defensa, pues yo soy embajador encadenado de este Evangelio.
21 Si quieren noticias de mí y de lo que hago, se las dará Tíquico, nuestro hermano querido y ministro fiel en el Señor.
22 Lo mando precisamente para que les dé noticias nuestras y los conforte a todos.
23 Que la paz, el amor y la fe vengan de Dios Padre y de Cristo Jesús, el Señor, sobre los hermanos.
24 Y que la gracia esté con todos aquellos que aman a Cristo Jesús, nuestro Señor, con amor auténtico.

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Comentarios Carta a los Efesios, capítulo 6
6,1

Pablo recuerda a los hijos que Dios les pide la obediencia, y a los padres que no deben descuidar sus deberes de educadores (ver Sirac 30, 1-2). Los padres tienen la difícil misión de encaminar a sus hijos hacia la verdadera libertad, enseñándoles primero a obedecer a una ley, a servir y a no ser servidos, a compartir en vez de reclamar. Luego les mostrarán cómo se deben seguir los llamados del Espíritu, mucho más allá de lo que el ambiente considera como bueno o malo.

Y recuerda a los esclavos su nobleza, es decir, que el primer paso hacia una liberación auténtica es vivir según su conciencia y no bajo el ojo del capataz.
6,10

Pablo ha dicho lo que tenía que decir; ¿qué significa, pues, esa invitación a que sean fuertes, usando imágenes de la vida militar? ¿Sería porque los cristianos de la provincia de Efeso no le parecían ser tan fuertes? Véanse los versículos 18-20: Pablo los invita, sin decírselo, a que comparen su situación con la de él. Libres o esclavos, ellos eran típicos del pueblo de las ciudades cercanas a Efeso. Sometidos desde hacía mucho tiempo al Imperio romano que les había impuesto su paz, no tenían grandes problemas. No eran ricos, pero se contentaban con poco. Bajo el cielo mediterráneo, la luz era hermosa y la naturaleza amiga. Habían llegado a la fe en un momento en que costaba poco hacerlo, pero ¿qué harían el día que el Imperio se pusiera en contra y de repente pasaran a ser el grupo de los malos, responsables de todo lo malo que sucediera?

Por eso Pablo les advierte: la paz es sólo provisoria, pues el demonio está aguardando su hora (vv. 11 y 16). Ese demonio no es únicamente el que se insinúa en las conciencias, sino que está metido en las fuerzas activas en el mundo (v. 12: véase 1,20 y 3,10). Es el diablo cuyas estrategias serán desenmascaradas en el Apocalipsis. Y Pablo les pide que oren con perseverancia, pues contra el mal sólo son eficaces las armas que nos dejó Cristo, esto es, la verdad, la justicia, la fe y la Palabra de Dios... Y si realmente creen que han conseguido la salvación, que se preocupen un poco más de evangelizar (15).