La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Carta de Santiago (Sant)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5    
Carta de Santiago (Sant) Introducción
¿Quién es Santiago? Con toda probabilidad este nombre se refiere a Santiago, hermano del Señor. Fue favorecido con una aparición privada de Jesús resucitado (1Co 15,7) y al parecer fue a él a quien Pedro confió la Iglesia de Jerusalén (He 12,17; 15,13; 21,18) en el momento de pasar a la clandestinidad. Posteriormente fue considerado como el responsable de todas las comunidades cristianas de mayoría judía establecidas en Palestina, Siria y Cilicia (véase He 15,13-29).
Esta carta es el escrito del Nuevo Testamento que denota el mayor parentesco con el Evangelio de Mateo, aun cuando se traten temas que son comunes a todos los escritos apostólicos; se encontrarán en particular los ecos del Sermón del monte. Lo que revela de las comunidades judías de Palestina y de Siria complementa y corrige la imagen que se pudiera tener de ellas, si se atiene a las dificultades que experimentaban muchos de sus miembros para liberarse de la ley de Moisés. La carta de Santiago recuerda, al igual que el Evangelio de Mateo, que la Ley educa para la libertad (2,12). A su manera es un verdadero camino (2,8) para los que buscan la perfección.
Uno de los puntos de esta carta que más ha llamado la atención es la insistencia muy fuerte de Santiago en la inutilidad de la fe que no se traduce en obras (2,14-26). Esta in sistencia contrasta con las afirmaciones de Pablo quien, especialmente en Gál 5 y Rom 4, afirma que somos salvados por la fe y no por las obras. Es imposible negar la intención de corregirse el uno al otro; más aún, un estudio comparado de las epístolas obliga a decir que Santiago conocía la primera carta de Pablo a los Corintios cuando escribió la suya, y que Pablo, a su vez, conoció la carta de Santiago antes de responderle en Gálatas y en 2Corintios.
Los textos de los Hechos relativos al concilio de Jerusalén invitan a no acentuar en demasía la oposición entre ambos (véanse las notas de He 15); Pablo, que critica duramente el entorno de Santiago, parece que tuvo por él personalmente más que un simple respeto. Santiago, al dirigirse a los fieles de Jerusalén, enseña cosas sencillas y prácticas, inspiradas en la sabiduría del Antiguo Testamento. La religión auténtica se reconoce en la forma de vivir y de tratar a los que nos rodean.
La carta de Santiago, habida cuenta de lo que acabamos de decir, debe haber sido escrita el año 56 o 57. Se sabe que Santiago murió apedreado el año 62.
Carta de Santiago (Sant) Capítulo 1
1 Santiago, servidor de Dios y de Cristo Jesús el Señor, saluda a las doce tribus dispersas en medio de las naciones.
Paciencia en las pruebas
2 Hermanos, considérense afortunados cuando les toca soportar toda clase de pruebas.
3 Esta puesta a prueba de la fe desarrolla la capacidad de soportar,
4 y la capacidad de soportar debe llegar a ser perfecta, si queremos ser perfectos, completos, sin que nos falte nada.
5 Si alguno de ustedes ve que le falta sabiduría, que se la pida a Dios, pues da con agrado a todos sin hacerse rogar. El se la dará.
6 Pero hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar que están a merced del viento.
7 Esa gente no puede esperar nada del Señor,
8 son personas divididas y toda su existencia será inestable.
9 El hermano de condición humilde debe alegrarse cuando su situación mejora,
10 y el rico, cuando se ve rebajado, porque pasará como la flor del campo.
11 Se levanta el sol y empieza el calor, seca la hierba y marchita la flor, y pierde toda su gracia. Así también el rico verá decaer sus proyectos.
12 Feliz el hombre que soporta pacientemente la prueba, porque, después de probado, recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que lo aman.
13 Que nadie diga en el momento de la prueba: «Dios me manda la prueba.» Porque Dios está a salvo de todo mal y tampoco manda pruebas a ninguno.
14 Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo arrastra y lo seduce;
15 el deseo concibe y da a luz al pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte.
16 Hermanos muy queridos, no se equivoquen:
17 son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto y descienden del Padre que es luz; allí no retornan las noches ni pasan las sombras.
18 Muy libremente nos dio vida y nos hizo hijos suyos mediante la palabra de la verdad, para que fuéramos la flor de su creación.
19 Hermanos muy queridos, sean prontos para escuchar, pero lentos para hablar y enojarse,
20 pues la ira del hombre no realiza la justicia de Dios.
21 Por eso, rechacen la impureza y los excesos del mal y reciban con sencillez la palabra sembrada en ustedes, que tiene poder para salvarlos.
22 Pongan por obra lo que dice la Palabra y no se conformen con oírla, pues se engañarían a sí mismos.
23 El que escucha la palabra y no la practica es como aquel hombre que se miraba en el espejo,
24 pero apenas se miraba, se iba y se olvidaba de cómo era.
25 Todo lo contrario el que fija su atención en la ley perfecta de la libertad y persevera en ella, no como oyente olvidadizo, sino como activo cumplidor; éste será dichoso al practicarla.
26 Si alguno se cree muy religioso, pero no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no vale.
27 La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo.

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Comentarios Carta de Santiago, capítulo 1
1,2

Para empezar, la firmeza de la fe. Pusimos capacidad de soportar ahí donde Santiago utiliza una palabra que significa paciencia, pero con el sentido de perseverancia en medio de las pruebas y persecuciones. Santiago es un hombre que no vacila, y nos sentimos seguros por su convicción: pidan a Dios y se lo dará. Feliz quien soporta la prueba.

Esta puesta a prueba de la fe... (3). No estamos en este mundo para pasarlo bien. Lo importante es que aprovechemos el tiempo que Dios nos da para crecer y madurar como personas. El que no ha sufrido sabe poco. Y los que sufren, muchas veces, no se dan cuenta que lo mejor de su persona lo deben a que han tenido que superar mil dificultades. Pablo dice que esas pruebas nos hacen merecedores del Reino de Dios (2 Tes 1,5), y eso vale tanto para las comunidades como para las personas.

Si alguno de ustedes ve que le falta sabiduría (5). Dios ha puesto a nuestro alcance todo lo que necesitamos para solucionar nuestros problemas. Y de él viene la sabiduría con la que nos haremos responsables de nuestro destino en vez de resignarnos.

Hay que pedir con fe (6). Cuando sepamos bien cuáles son los obstáculos que Dios quiere sacarnos de delante, seremos capaces de pedirle sin dudas.

Que nadie diga (13). La gran mayoría de los hombres guardan secretamente un rencor contra Dios y no pierden ni una oportunidad de hacerlo responsable de sus propios errores.
1,17

El Padre que es luz; allí no pasan las sombras (17). Porque somos inconstantes, Santiago nos invita a levantar la mirada hacia el Padre que no cambia y al que nada conmueve en su santidad y su felicidad. ¡Qué cosa más asombrosa: el Padre en su eternidad ya goza de nuestra presencia, mientras nosotros, que vivimos en el tiempo, todavía no sabemos fijarnos en él! Empecemos a acostumbrarnos a la eternidad.

Nos dio vida (18). Esto se parece a lo expresado en 1 Pedro 1, y nos recuerda el sentido de nuestro bautismo. Santiago saca esta conclusión: la palabra de Dios hay que guardarla y meditarla para que no haga sino una sola cosa con nosotros. No basta con haber mejorado su vida durante algún tiempo para prepararse al bautismo, sino que se debe perseverar en el bien.
Carta de Santiago (Sant) Capítulo 2
Tratar igual a pobres y a ricos
1 Hermanos, si realmente creen en Jesús, nuestro Señor, el Cristo glorioso, no hagan diferencias entre personas.
2 Supongamos que entra en su asamblea un hombre muy bien vestido y con un anillo de oro y entra también un pobre con ropas sucias,
3 y ustedes se deshacen en atenciones con el hombre bien vestido y le dicen: «Tome este asiento, que es muy bueno», mientras que al pobre le dicen: «Quédate de pie», o bien: «Siéntate en el suelo a mis pies».
4 Díganme, ¿no sería hacer diferencias y discriminar con criterios pésimos?
5 Miren, hermanos, ¿acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe? ¿No les dará el reino que prometió a quienes lo aman?
6 Ustedes, en cambio, los desprecian. Sin embargo, son los ricos quienes los aplastan a ustedes y los arrastran ante los tribunales.
7 ¿Y no son ellos los que blasfeman el glorioso nombre de Cristo que ha sido pronunciado sobre ustedes?
8 Obran bien cuando cumplen la Ley del Reino, tal como está en la Escritura: Ama a tu prójimo como a ti mismo.
9 Pero si hacen diferencias entre las personas, cometen pecado y la misma Ley los denuncia como culpables.
10 Porque si alguien cumple toda la Ley, pero falla en un solo punto, es como si faltara en todo.
11 Pues el que dijo: No cometerás adulterio, dijo también: No matarás. Si, pues, no cometes adulterio, pero matas, ya has violado la Ley.
12 Hablen, por tanto, y obren como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad.
13 Habrá juicio sin misericordia para quien no ha sido misericordioso, mientras que la misericordia no tiene miedo al juicio.
La fe se demuestra con las obras
14 Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe?
15 Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer,
16 y ustedes les dicen: «Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense», sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso?
17 Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, es que está muerta.
18 Y sería fácil decirle a uno: «Tú tienes fe, pero yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través de las obras.
19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan».
20 ¿Será necesario demostrarte, si no lo sabes todavía, que la fe sin obras no tiene sentido?
21 Abrahán, nuestro padre, ¿no fue reconocido justo por sus obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22 Ya ves que la fe acompañaba a sus obras, y por las obras su fe llegó a la madurez.
23 Esto es lo que recuerda la Escritura: Abrahán creyó en Dios, y por eso fue reconocido justo, y fue llamado amigo de Dios.
24 Entiendan, pues, que uno llega a ser justo a través de las obras y no sólo por la fe.
25 Lo mismo pasó con Rajab, la prostituta: fue admitida entre los justos por sus obras, por haber dado hospedaje a los espías y porque los hizo partir por otro camino.
26 Porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe que no produce obras está muerta.

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Comentarios Carta de Santiago, capítulo 2
2,1

El que hace distinción entre las personas (2,4) no puede ser cristiano. Distinciones de clase o de color. Nunca hay justificación para el favoritismo o para no respetar los derechos de cada uno o para hacerlo esperar o para tratarlo mal. Hay en eso un instinto de justicia que va unido a la fe.

Santiago habla de distinciones dentro de la Iglesia, y es ahí donde, por desgracia con mucha frecuencia, subsisten obstinadamente. Si en muchos países los que más frecuentan la Iglesia son los que están mejor ubicados socialmente y los que tienen mejor instrucción, es ciertamente porque en sus elecciones y en su práctica la Iglesia ha dejado de lado a los otros para, tal vez, no recuperarlos nunca más.

Dios escogió a los pobres, para hacerlos ricos en la fe. Los apóstoles, que son nuestros maestros indiscutidos en la fe, eran pobres de dinero y de influencia, pero lo bastante ricos en fe para sostenerla al precio de su sangre. Santiago dice que los ricos profanan el nombre de Cristo. Tal vez hable de ricos que no creen y que se burlan de los creyentes sencillos, o tal vez de ricos cristianos cuya vida es causa de que se critique el nombre de Cristo.

Santiago invita a la Iglesia a que se examine sobre cómo nos tratamos unos a otros en sus instituciones; a que se pregunte con quiénes se reúnen ordinariamente los pastores de la Iglesia o a quiénes visitan y se confían... ¡Cuán terribles verdades revelarían preguntas de ese tipo!

La ley del Reino (8) es el mandamiento del amor, el que según Jesús, resume todos los otros. Ley de libertad, porque nos hace libres, siendo ella la única que quedará cuando el Espíritu nos haya conducido más allá de las leyes.
2,14

Parece evidente que este párrafo quiere rebatir las conclusiones erroneas que algunos sacaban de las cartas de Pablo, donde afirma que somos salvados por la fe y no por «las obras», es decir, por el cumplimiento de la Ley judía. Fijémonos en los dos ejemplos que Santiago saca del Antiguo Testamento y comparémoslos con Hebr 11,31; y antes que nada, con Rom 4 (Gál 3). Pablo dice: Abrahán fue justo por la fe y no por practicar la Ley, mientras que Santiago dice que fue justificado por poner la fe en práctica.

Pero habría que precisar lo que debemos entender por «fe», y lo que entendemos por «obras». Pablo insiste en que nuestra relación con Dios es algo muy distinto de cómo cumplimos las prácticas de la Ley de Moisés. Santiago, por su parte, nota que no hay fe auténtica que no nos lleve a observar las exigencias de la justicia y la preocupación por el prójimo, y eso mismo pide la Ley.

Esas afirmaciones aparentemente opuestas de Santiago y de Pablo fueron ampliamente comentadas en los comienzos de la Reforma, cuando algunos sostenían sin ambages que uno se salva sólo por la fe. Sin embargo no basta con mostrar, como lo hemos hecho, que las palabras de Pablo y de Santiago se pueden conciliar entre sí. Hay en ellos una manera muy diferente de ver y de sentir, y esto se debe tanto a la diversidad de temperamentos humanos como a la riqueza de la experiencia cristiana, que toma diferentes caminos en cada uno. Esas oposiciones reales, que vemos entre los mismos apóstoles, nos invitan a no creer que todos deben pensar y expresar su fe como lo hacemos nosotros.
Carta de Santiago (Sant) Capítulo 3
Pecados de la lengua
1 Hermanos, no se hagan todos maestros; ya saben que como maestros seremos juzgados con más severidad,
2 y todos tenemos nuestras fallas.
2 El que no peca en palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su persona.
3 Poniendo un freno en la boca del caballo podemos dominarlo, y sometemos así todo su cuerpo.
4 Lo mismo ocurre con los barcos: con un pequeño timón el piloto los maneja como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos.
5 Así también la lengua es algo pequeño, pero puede mucho; vean cómo una llama devora bosques.
6 La lengua es un fuego, y es un mundo de maldad; rige nuestro organismo y mancha a toda la persona: el fuego del infierno se mete en ella y lo transmite a toda nuestra vida.
7 Animales salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase han sido y de hecho son dominados por la raza humana.
8 Pero nadie ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios.
10 De la misma boca salen la bendición y la maldición.
11 Hermanos, esto no puede ser así. ¿Es que puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga?
12 La higuera no puede producir aceitunas ni la vid higos, y lo salobre no dará agua dulce.
La verdadera sabiduría
13 ¿Así que eres sabio y entendido? Si tu sabiduría es modesta, veremos sus frutos en tu conducta noble.
14 Pero si te vuelve amargo, celoso, peleador, no te fíes de ella, que eso sería mentira.
15 Esa clase de sabiduría no viene de arriba sino de la tierra, de tu propio genio y del demonio.
16 Y donde hay envidia y ambición habrá también inestabilidad y muchas cosas malas.
17 En cambio la sabiduría que viene de arriba es, ante todo, recta y pacífica, capaz de comprender a los demás y de aceptarlos; está llena de indulgencia y produce buenas obras,
18 no es parcial ni hipócrita. Los que trabajan por la paz siembran en la paz y cosechan frutos en todo lo bueno.

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Comentarios Carta de Santiago, capítulo 3
3,13

¿Qué es la Sabiduría? Leamos los libros de sabiduría de la Biblia si queremos saber algo sobre ella. Nos dan la pista de una sabiduría que es un don de Dios (1 Co 1,5; Ef 1,9), que se adquiere mediante la oración (Sab 9; Sir 51,13; Col 1,9), la perseverancia en la meditación de la palabra de Dios (2 Tim 3,17), la purificación del corazón a través de las acciones de la vida diaria. Santiago no habla de una sabiduría teórica sino de una sabiduría práctica.
Carta de Santiago (Sant) Capítulo 4
Las ambiciones que nos pierden
1 ¿De dónde proceden esas guerras y esas riñas entre ustedes? De aquí abajo, por supuesto; son el fruto de las ambiciones, que hacen la guerra dentro de ustedes mismos.
2 Ustedes quisieran tener y no tienen, entonces matan; tienen envidia y no consiguen, entonces no hay más que discusiones y pe leas.
2 Pero si ustedes no tienen es porque no piden,
3 o si piden algo, no lo consiguen porque piden mal; y no lo consiguen porque lo derrocharían para divertirse.
4 ¡Adúlteros! ¿No saben que la amistad con este mundo es enemistad con Dios? Quien desee ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios.
5-6 No sin razón dice la Escritura: el Espíritu que ha hecho habitar en nosotros y que nos da lo mejor es un espíritu celoso. Y por eso añade: Dios resiste a los orgullosos, pero hace favores a los humildes.
7 Sométanse, pues, a Dios; resistan al diablo y huirá de ustedes;
8 acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Purifíquense las manos, pecadores; santifiquen sus corazones, indecisos.
9 Reconozcan su miseria, laméntenla y lloren. Lo que les conviene es llanto y no risa, tristeza y no alegría.
10 Humíllense ante el Señor y él los ensalzará.
11 Hermanos, no se critiquen unos a otros. El que habla mal de un hermano o se hace su juez, habla contra la Ley y se hace juez de la Ley. Pero a ti, que juzgas a la Ley, ¿te corresponde juzgar a la Ley o cumplirla?
12 Uno solo es juez: Aquel que hizo la Ley y que puede salvar y condenar. Pero, ¿quién eres tú para juzgar al prójimo?
13 Ahora les toca el turno a los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal ciudad y pasaremos allí el año, haremos buenos negocios y obtendremos ganancias.»
14 Pero ustedes no saben lo que será el mañana. ¿Estarán con vida todavía? Pues no son más que humo que se ve por unos instantes y luego se disipa.
15 ¿Por qué no dicen más bien: «Si Dios nos da vida, haremos esto o lo otro»?
16 Pero no, están seguros de sí mismos y esa manera de jactarse es mala. 17 El que sabe, pues, lo que es correcto y no lo hace, está en pecado.

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Comentarios Carta de Santiago, capítulo 4
4,1

Ustedes piden mal (3). Santiago nos dice que la oración consigue los bienes que nos permiten responder a los deseos de Dios (ver 1,5-8).

¿Qué es el amor del mundo que impide ser escuchado? Lo decimos con más detalles en el comentario de Juan 3,17 y 1 Juan 2,15. Dios nos pide amar todas las cosas que creó, considerándolas como medios para llegar a él, y rechazar lo que no sirve para este fin. Amar al mundo es desear y aferrarse a las cosas, sin buscar más allá de ellas a Dios mismo y a los hermanos que nos dio. Este es un adulterio en el mismo sentido de la frase evangélica: «Nadie puede servir a dos señores» (Mt 6,24). No podemos dividirnos entre Dios y el mundo. Y tampoco podemos pedir a Dios que nos ayude a satisfacer ambiciones egoístas.

No se critiquen unos a otros.(1). Esto equivale a despreciar la ley del amor. Debemos ver, y a veces decir, lo que es condenable en una acción, pero Dios no nos ha designado para juzgar y condenar a nuestros hermanos y hermanas. ¡Qué pecado tan grande cuando, en la misma Iglesia, ciertos grupos se dedican a espiar, examinar y denunciar lo que otros cristianos dicen y escriben con intenciones apostólicas! Ver Rom 14,4 y Mt 7,1.

Todos hacemos mil planes (13): ganar más, comprar cosas, pasarlo bien. Lo grave es que nos olvidamos mientras tanto de hacer el bien. Sabemos que hay que hacerlo y sabemos cómo, pero lo que no sabemos es si tendremos tiempo para cumplirlo. Podemos morir sin haber hecho lo que más importaba.
Carta de Santiago (Sant) Capítulo 5
Les toca a los ricos
1 Ahora les toca a los ricos: lloren y laméntense porque les han venido encima desgracias.
2 Los gusanos se han metido en sus reservas y la polilla se come sus vestidos,
3 su oro y su plata se han oxidado. El óxido se levanta como acusador contra ustedes y como un fuego les devora las carnes. ¿Cómo han atesorado, si ya estamos en los últimos días?
4 El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Han conocido sólo lujo y placeres en este mundo, y lo pasaron muy bien, mientras otros eran asesinados.
6 Condenaron y mataron al inocente, pues ¿cómo podía defenderse?
Esperen la venida del Señor
7 Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Miren cómo el sembrador cosecha los preciosos productos de la tierra, que ha aguardado desde las primeras lluvias hasta las tardías.
8 Sean también ustedes pacientes y no se desanimen, porque la venida del Señor está cerca.
9 Hermanos: no se peleen unos con otros, y así no serán juzgados; miren que el juez está a la puerta.
10 Consideren, hermanos, lo que han sufrido los profetas que hablaron en nombre del Señor y tómenlos como modelo de paciencia.
11 Fíjense que llamamos felices a aquellos que fueron capaces de perseverar. Han oído hablar de la constancia de Job y saben lo que al final el Señor hizo por él, pues el Señor es compasivo y misericordioso.
12 Otro punto muy importante, hermanos: no juren, ni por el cielo, ni por la tierra, ni de ninguna otra forma. Que su sí sea sí, y su no, no; de otro modo serían reprensibles.
Los enfermos
  13 ¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece. ¿Está alguno alegre? Que cante himnos a Dios.
14 ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los ancianos de la Iglesia, que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor.
15 La oración hecha con fe salvará al que no puede levantarse y el Señor hará que se levante; y si ha cometido pecados, se le perdonarán.
16 Reconozcan sus pecados unos ante otros y recen unos por otros para que sean sanados. La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante:
17 Elías era hombre y mortal como nosotros, pero cuando rogó insistentemente para que no lloviese en el país, no llovió durante tres años y medio;
18 después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo frutos.
19 Hermanos, si alguno de ustedes se extravía lejos de la verdad y otro lo hace volver,
20 sepan que el que aparta a un pecador de su mal camino salva un alma de la muerte y hace olvidar muchos pecados.

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Comentarios Carta de Santiago, capítulo 5
5,1

Los ricos perderán lo que han acumulado con injusticia. Tan grave como haberles robado el salario a sus obreros y haber condenado a los que hablaban de justicia es el pecado contra la esperanza: ¡Los últimos tiempos ya habían llegado y ustedes querían riquezas! Los últimos tiempos son los que comenzaron con la venida de Cristo, en que el Reino ya está. Pero Santiago ve la venida de Cristo como si fuera inminente, y esta es la única forma de juzgar correctamente la riqueza.

Hoy vuelve a ser actual lo que se verificaba en la civilización pobre del tiempo de Santiago. La prosperidad de una cuarta parte del mundo se debe a un sistema que deja en la miseria a dos mil millones de personas. En los paises libres y liberales, el dinero mata la esperanza, en el sentido cristiano de la palabra: la vida es considerada como una riqueza de la que uno puede gozar para sí mismo sin aceptar sus responsabilidades, empezando con la de transmitir la vida. Y en otros paises la defensa de esos privilegios trae cada año, como consecuencia inevitable, la muerte injusta de millones de personas por hambre, represión y guerras.
5,13

Por estas palabras de Santiago sabemos que la Iglesia continuaba —y debe continuar ahora— el gesto de Cristo, acercándose a los enfermos. La salvación es a la vez salud corporal y espiritual. El Evangelio nos muestra cómo la segunda es la que más importa, y Dios siempre la da, aunque no conceda siempre la salud corporal.

En el Evangelio Jesús impone las manos a los enfermos y, al enviar a sus misioneros, les pide que impongan las manos a los enfermos o los unjan con aceite (Mc 6,13 y 16,18). Imponer las manos es como comunicar a otro la fuerza que lo sanará, en nombre de Cristo y con su autoridad. En cuanto al aceite, se usaba en aquel tiempo como remedio. Los dos gestos pueden acompañar indiferentemente a la oración.

Los Ancianos (o presbíteros: el sentido es el mismo) eran los responsables de las comunidades cristianas. Siendo laicos, habían recibido el cargo de dirigir la comunuidad; predicaban la Palabra, celebraban los bautismos y presidían la eucaristía. Debían, pues, visitar a los enfermos y animar la oración de la comunidad, pidiendo al Señor que los sanara. Al mismo tiempo invitaban al enfermo a que reconociera sus pecados, preparándose así para recibir la gracia de Dios.

Hoy, cuando la Iglesia habla del sacramento de los enfermos, se refiere a la unción con aceite hecha por quien ha sido designado para esto (hasta la fecha solamente los sacerdotes han sido reconocidos oficialmente por la Iglesia). Pero el hecho de que la unción con aceite sea «sacramento» en el sentido estricto solamente cuando la da un sacerdote, no excluye de ninguna manera que los responsables laicos de las comunidades cristianas oren, unjan e impongan las manos. Cuando lo hacen con fe, en nombre de la Iglesia, se multiplican las intervenciones de Dios en favor de los enfermos, preparándolos para la conversión. En varios lugares ha sido un error reservar la unción de los enfermos a los moribundos y llamarla extremaunción.

Ver también comentario de Lc 10,9.
5,16

Jesús dijo a Pedro: «Lo que perdones en la tierra será perdonado en el cielo» (Mt 16,19). Lo mismo dijo a los apóstoles: «Lo que perdonen en la tierra...» (Jn 20,23). Lo mismo dijo a toda la Iglesia (Mt 18,18). Corresponde a los pastores de la Iglesia decidir la reconciliación del pecador con la comunidad y con Dios. Pero, en muchos casos, no tiene lugar pedir una reconciliación oficial con la comunidad entera: lo que necesitamos más bien es el perdón de una o de algunas personas a las que hemos ofendido y debemos pedírselo con sencillez; el perdón del hermano en la fe será el de Dios mismo.

Asimismo, es bueno confesar nuestras fallas ante aquellos hermanos que son capaces de comprendernos. Confianza del uno y misericordia del otro; no se necesita más para que Dios esté en medio.