La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Apocalipsis (Ap)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22  
Apocalipsis (Ap) Introducción
Juan “el Profeta” –tal vez el mismo que escribió el Evangelio– fue deportado a la isla de Patmos a causa de su fe. Desde ese lugar nos legó este Apocalipsis de Jesucristo. Cielos abiertos, ángeles y catástrofes, corrupción de los satisfechos y sangre de los mártires: el juicio de Dios atraviesa toda nuestra historia. La gloria de Dios está a nuestro lado, detrás de la cortina, y todo desemboca en la ciudad celestial.
¿Por qué el Apocalipsis tiene ahora reputación de ser un libro misterioso y difícil de entender, y para muchos Apocalipsis tiene sentido de terrorífico? ¿Acaso será porque algunos buscan en él mensajes secretos que podrían referirse a nuestro tiempo?
Para poder entender el Apocalipsis de Juan, debemos saber que la «apocalipsis» era una forma de literatura muy de moda en la época de Jesús. Era un arte de escribir con imágenes grandiosas, visiones y ángeles sobre acontecimientos contemporáneos: véase al respecto la Introducción a Daniel.
Al escribir este libro, que nos ayudaría a entender mejor lo que sucede a nuestro alrededor y a cumplir con más empeño nuestra misión de cristianos, Juan expresó lo que el Señor le había enseñado por la experiencia o mediante sus dones de profeta, pero utilizó conscientemente el estilo y las fórmulas habituales de la literatura apocalíptica. Pintó con imágenes fantásticas los acontecimientos que presenciaba, el Evangelio llevado a las naciones, la Iglesia combatida y los primeros mártires. Y sus visiones hoy indican cuál es la trama y cuáles los verdaderos actores de la historia presente.
El “Apocalipsis de Jesucristo” no es ni difícil ni terrorífico sino lleno de alegría y de esperanza. Cristo resucitado es el centro de la historia; el mundo es el escenario de la lucha entre la Iglesia, encabezada por Cristo, y las fuerzas del demonio; los cristianos son llamados a dar valientemente su testimonio.
Se pueden reconocer en el Apocalipsis siete series de siete elementos cada una, distribuidas en cuatro grandes partes:
— Los siete mensajes a las Iglesias, cap. 1-3.
— Balance del Antiguo Testamento, cap. 4-9.
— La Iglesia se enfrenta con el imperio romano, cap. 13,1 – 19,6.
— Los últimos tiempos y la Jerusalén celestial, cap. 20-22.
En el centro del libro, los tres grandes ejes de la historia cristiana: capítulos 10 – 12.
–- El secreto de Dios revelado, Dios hecho hombre: cap. 10.
–- El Evangelio proclamado: cap. 11.
–- La rebeldía contra el plan de Dios: cap. 12
Apocalipsis (Ap) Capítulo 1
1 Esta es la Revelación de Jesucristo. Dios se la dio para enseñar a sus servidores, lo que va a suceder pronto.
1 Envió a su ángel para que se lo diera a entender a su servidor Juan,
2 el cual afirma que todo lo que ha visto es palabra de Dios y testimonio de Jesucristo.
3 Feliz el que lea estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hagan caso de este mensaje, porque el tiempo está cerca.
4 Juan, a las siete Iglesias de Asia.
4 Reciban gracia y paz de parte de Aquel que es, que era y que viene,
4 y de parte de los siete espíritus que están ante su trono,
5 y de parte de Cristo Jesús, el testigo fiel,
5 el primer nacido de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra.
5 El nos ama
6 y por su sangre nos ha purificado de nuestros pecados,
6 haciendo de nosotros un reino y una raza de sacerdotes de Dios, su Padre.
6 A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
7 Miren, viene entre nubes;
7 lo verán todos, incluso los que lo traspasaron,
7 y llorarán por su muerte todas las naciones de la tierra.
7 Sí, así será.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios,
8 Aquel que Es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9 Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la perseverancia en Jesús, me encontraba en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y de las declaraciones de Jesús.
10 Se apoderó de mí el Espíritu el día del Señor y oí a mis espaldas una voz que sonaba como trompeta:
11 «Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete Iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.»
12 Me volví para ver quién me hablaba. Detrás de mí había siete candeleros de oro,
13 y en medio de los candeleros vi como a un hijo de hombre vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y un cinturón de oro a la altura del pecho.
14 Su cabeza y sus cabellos son blancos como la lana blanca, como la nieve; sus ojos parecen llamas de fuego,
15 sus pies son como bronce pulido acrisolado en el horno, su voz resuena como estruendo de grandes olas.
16 En su mano derecha tiene siete estrellas; de su boca sale una espada aguda de doble filo y su cara brilla como el sol cuando está en su máximo esplendor.
17 Al verlo caí como muerto a sus pies; pero me tocó con la mano derecha y me dijo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo,
18 el que vive. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la Muerte y de su reino.
19 Escribe, pues, lo que has visto, tanto lo presente como lo que ha de suceder después.
20 Escucha el significado de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias, y los siete candeleros son las siete Iglesias.»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 1
1,1

El tiempo está cerca (3). Juan se lo dice a las comunidades a las que se está dirigiendo; no busquemos, pues, una descripción de los acontecimientos actuales.
1,4

Juan saluda a sus lectores, deseándoles la paz que viene del Padre, de Cristo y del Espíritu Santo. En cuanto Juan ha nombrado a las tres Personas, su alabanza va toda a Cristo; ésta era la novedad que tan poderosamente empujaba a los primeros cristianos: Cristo Dios, que vino como hombre.

Los siete espíritus quiere decir la plenitud del Espíritu de Dios.

El que es, el que era y el que viene. Esa manera de designar a Dios amplía lo que había sido revelado a Moisés: «Yo soy el que soy» (Ex 3). El Dios vivo es un Dios que viene.

Después se representa a Jesús como el Me sías y Juez esperado por los judíos. Viene entre las nubes. Jesús en su proceso también había hecho referencia a este texto del profeta Daniel (7,13).

Llorando por su muerte todas las naciones. Ver en Zacarías 12,10 esta profecía del Mesías asesinado: «el que traspasaron».

Alfa y omega (o sea, A y Z). Eso sugiere que Dios abarca toda la duración del tiempo.
1,9

El Apocalipsis se dirige a cristianos que empiezan a sufrir por su fe, y les muestra a Cristo como el modelo que están imitando. Cristo es «el servidor y el testigo de Dios y del Padre». No olvidemos que mártir significa testigo.

Juan había sido condenado por su fe y vivía desterrado en Patmos. Era como el año 95. Y recibe su visión el día del Señor, o sea, el domingo o día de la resurrección. Por tanto dicha visión será animada por el soplo triunfante de la resurrección.

Vi como un hijo de hombre. Cristo va vestido como los sacerdotes y ceñido de oro como los reyes. Los cabellos blancos son símbolo de su eternidad. Los pies de bronce significan que nadie lo echará abajo. Cristo aparece tal como Daniel representa a Dios, Juez universal (Dn 7,9).

Yo soy el primero y el ultimo: es decir eso mismo que la Biblia dice de Dios (ver Is 44,6 y 12).

En el momento de dar los siete mensajes a las Iglesias, Cristo aparece, no como un hombre del pasado, sino como el Señor que tiene en su mano los destinos de las Iglesias. La espada de doble filo que sale de su boca es la palabra de Dios que penetra irresistiblemente en los espíritus (Heb 4,12) y que siempre se cumple en los acontecimientos. Es eficaz tanto para dar muerte como para salvar.

Eran más de siete las Iglesias de Asia. Pero siete designa una plenitud, y las siete representan, pues, a todas las comunidades cristianas. Siete es la cifra perfecta, y por eso en el Apocalipsis se nombra siete veces a Cristo, catorce veces a Jesús, veintiocho al Cordero (que es Cristo). Hay siete profecías de la victoria de Cristo con los suyos y siete Bienaventuranzas semejantes a las del Evangelio: «Feliz quien...».

La estrella, el ángel y el candelabro: posiblemente esas tres imágenes se completan para designar una Iglesia, obispos y creyentes juntos.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 2
Los siete mensajes a las Iglesias
1 Al ángel de la Iglesia que está en Efeso, escribe: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano y camina en medio de los siete candeleros de oro:
2 Conozco tus obras, tus dificultades y tu perseverancia. Sé que no puedes tolerar a los malos y que pusiste a prueba a los que se llaman a sí mismos apóstoles y los hallaste mentirosos.
3 Tampoco te falta la constancia y has sufrido por mi nombre sin desanimarte,
4 pero tengo algo en contra tuya, y es que has perdido tu amor del principio.
5 Date cuenta, pues, de dónde has caído, recupérate y vuelve a lo que antes sabías hacer; de lo contrario iré donde ti y cambiaré tu candelero de su lugar. Eso haré si no te arrepientes.
6 Pero ya es algo positivo que rechaces la conducta de los nicolaítas, que yo también aborrezco.
7 El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «Al vencedor le daré de comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios.»
8 Escribe al ángel de la Iglesia de Esmirna: Así habla el Primero y el Ultimo, el que estuvo muerto y volvió a la vida.
9 Sé que sufres y eres pobre y, sin embargo, eres rico. Sé cómo te calumnian los que pretenden ser judíos y no lo son, pues su sinagoga es la de Satanás.
10 No tengas miedo por lo que vas a padecer. El diablo meterá a algunos de ustedes en la cárcel para ponerlos a prueba. Serán diez días de prueba. Permanece fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
11 El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «El vencedor no tiene nada que temer de la segunda muerte.»
12 Escribe esto al ángel de la Iglesia de Pérgamo: Así habla el que tiene la espada aguda de doble filo:
13 Sé dónde vives, donde está el trono de Satanás. Pero te aferras firmemente a mi Nombre y no has renegado de tu fe ni siquiera cuando mataron a Antipas, mi fiel testigo, ahí donde vives, en esa tierra de Satanás.
14 Pero tengo alguna cosa contra ti: toleras a los que profesan la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac a hacer tropezar a los israelitas con la prostitución y las carnes sacrificadas a los ídolos.
15 Lo mismo hacen los que siguen la doctrina de los nicolaítas ahí donde tú estás.
16 Recupérate, pues si no iré pronto donde ti para combatir a esa gente con la espada de mi boca.
17 El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «Al vencedor le daré un maná misterioso. Le daré también una piedra blanca con un nombre nuevo grabado en ella que sólo conoce el que lo recibe.»
18 Escribe al ángel de la Iglesia de Tiatira: Así habla el Hijo de Dios, cuyos ojos son como llama de fuego y cuyos pies parecen de bronce brillante:
19 Conozco tu proceder, tu amor, tu fe, tu servicio, tu perseverancia y tus últimas obras, más numerosas que las primeras.
20 Pero tengo contra ti que dejas actuar a tu Jezabel, esa mujer que se llama a sí misma profetisa, que enseña a mis servidores y los hace descarriar, pues se prostituyen y comen carnes sacrificadas a los ídolos.
21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere dejar su prostitución.
22 Por eso ahora la voy a arrojar a un lecho de dolor y también enviaré una prueba terrible a los que cometen adulterio con ella, a no ser que se arrepientan de sus maldades.
23 A sus hijos los heriré de muerte; así entenderán todas las Iglesias que yo soy el que escudriña el corazón y la mente, dando a cada uno según sus obras.
24 Ahora escúchenme los demás de Tiatira que no comparten esa doctrina: no los heriré a ustedes que no han conocido sus «misterios», como ellos dicen, que son los misterios de Satanás.
25 Pero mantengan lo que tienen hasta que yo venga.
26 Al que venza y se mantenga en mis caminos hasta el fin, le daré poder sobre las naciones,
27 las regirá con vara de hierro y las quebrará como vasos de barro. Será como yo, que recibí de mi Padre este poder.
28 Y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 2
2,1

Los siete mensajes que vienen a continuación empiezan con la palabra conozco. Cristo mira, conoce y ama a su Iglesia. Empieza por subrayar lo positivo y después hace los reproches. Los mensajes que siguen nos dan a conocer las dificultades que enfrentan estas Iglesias de Asia:

— Por una parte, son hostilidades provenientes tanto de los judíos como de los paganos: vienen a probar la perseverancia de los creyentes.

— Por otra parte, es la presencia de los «nicolaítas», es decir, esos cristianos que, por miedo a romper con su ambiente, aceptan incluso compartir con otros en los banquetes de los templos paganos, donde se come la carne sacrificada a los ídolos: su fe es amenazada.

— La última tentación es la que viene con el tiempo: se enfría el amor que se había despertado en los primeros momentos de la conversión.
2,2

Efeso viene primero, por ser la Iglesia madre. Allí predicó Pablo durante dos años (Hechos 19,8). Allí fue después a residir Juan, extendiendo su autoridad sobre las Iglesias de la provincia de Asia.

Has sufrido... sin desanimarte. Estando ausente el apóstol, la Iglesia supo rechazar a los falsos apóstoles y guardar la fe verdadera.

Has perdido tu amor del principio. ¡Cuántos detalles difíciles de precisar nos hacen sentir el fervor de una comunidad o, al contrario, muestran que falta lo esencial del amor auténtico a Dios, apasionado y constante! Cambiaré tu candelero de su lugar: amenaza a los encargados.

El árbol de la vida es la vida eterna (ver Gén 2,9).
2,8

La Iglesia de Esmirna reúne a hombres pobres en una ciudad riquísima. En realidad es rica ante Dios, que la va a probar para que dé más frutos.

Serán diez días de prueba. Esa cifra diez es propia del tiempo en que dominan los malos. Así se anuncia una prueba de corta duración.

La segunda muerte. (Ver Apocalipsis 20,14.) Es la condenación eterna.

Los que pretenden ser judíos, por ser hijos de Abraham. Los cristianos, por ser creyentes son el verdadero pueblo de Dios, y los judíos de raza que no creyeron, perdieron su derecho a ostentar ese nombre. Por tanto, su «sinagoga» pasa a ser la de Satanás.
2,12

Pérgamo era en aquel tiempo un centro importante del culto pagano: es el trono de Satanás.

Te aferras a mi Nombre. El nombre de Cristo es «Señor». Es el momento en que los emperadores de Roma empiezan a hacerse llamar «Señor» y adorar como dioses, obligando así a los cristianos a escoger entre el culto al emperador, impuesto a todos bajo graves castigos, y la fidelidad a Cristo.

La Iglesia de Pérgamo tiene el privilegio de contar entre los suyos al primer mártir de esta provincia, Antipas, del que aquí se habla. Su valentía en proclamar su fe no ha impedido que la corriente pagana penetre en la misma Iglesia con los nicolaítas, de que se habló anteriormente: al participar en ciertas ceremonias paganas y al volver a la libertad sexual, amenazan destruir a la Iglesia.

Iré a combatir a esa gente. En la Iglesia del primer tiempo, la acción del Espíritu Santo se hace sentir a cada momento. Los profetas hablan, designan al culpable, y las desgracias no tardan en suceder.

La piedra blanca es un presagio de felicidad. El nombre nuevo (ver Is 65,15) significa la renovación del cristiano en su ser profundo: en él crece una personalidad nueva que aparecerá a las claras en el cielo. Un maná misterioso (17): para el que le es fiel, Cristo se hace fuerza y fuente de vida (Jn 6,48).
2,18

Jezabel es en la Biblia el nombre de la mujer impía (ver 1 Re 19), y designa aquí a alguna profetisa nicolaíta. Sus amantes e hijos son sus seguidores.

En la Biblia, la idolatría es llamada muy a menudo «adulterio» o «prostitución»: el pueblo creyente pertenece a Dios como la esposa a su esposo, y serle infiel es prostituirse. Además, los que adoran a ídolos, es decir, habitualmente a todo los productos de nuestra sociedad, no respetan la disciplina sexual a la que nos llama la fe.

Las regirá con vara de hierro. El vencedor compartirá la victoria de Cristo (ver salmo 2). Y recibirá la estrella de la mañana, es decir, a Cristo mismo (Ap 22,16).
Apocalipsis (Ap) Capítulo 3
1 Escribe al ángel de la Iglesia de Sardes: Así habla el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas:
1 Conozco tus obras; te creen vivo, pero estás muerto.
2 Despiértate y reanima lo que todavía no ha muerto, pues tus obras me parecen muy mediocres a la luz de Dios.
3 Recuerda lo que recibiste y oíste, ponlo en práctica y arrepiéntete. Porque si no te mantienes despierto vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora te sorprenderé.
4 Tengo, sin embargo, los nombres de unos pocos de Sardes que no mancharon sus ropas; ésos me acompañarán vestidos de blanco, porque se lo merecen.
5 El vencedor vestirá de blanco. Nunca borraré su nombre del libro de la vida, sino que proclamaré su nombre delante de mi Padre y de sus ángeles.
6 El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias.
7 Escribe al ángel de la Iglesia de Filadelfia: Así habla el Santo, el Verdadero, el que guarda la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar, y si cierra, nadie puede abrir.
8 Sé lo que vales; he abierto ante ti una puerta que nadie podrá cerrar, pues, por pocas que sean tus fuerzas, has guardado mi palabra y no has renegado de mí.
9 Mira que voy a tomar a algunos de la sinagoga de Satanás, de esos que se llaman judíos y no lo son, sino que mienten. Yo haré que vayan y se postren a tus pies, porque habrán visto que te amo.
10 Has guardado mis palabras, que ponen a prueba la constancia, pues yo te protegeré en la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero y que probará a los habitantes de la tierra.
11 Vengo pronto. Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate la corona.
12 Al vencedor lo pondré como columna en el Templo de mi Dios, de donde nadie lo sacará. Grabaré en él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad que baja del cielo, la nueva Jerusalén que viene de Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias.
14 Escribe al ángel de la Iglesia de Laodicea: Así habla el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:
15 Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
16 Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca.
17 Tú piensas: «Soy rico, tengo de todo, nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un infeliz, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.
18 Te aconsejo que me compres oro refinado para que te hagas rico, ropas blancas para que te cubras y no tengas que avergonzarte de tu desnudez; por último pídeme un colirio que te pondrás en los ojos para ver.
19 Yo reprendo y corrijo a los que amo. Vamos, anímate y conviértete.
20 Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo.
21 Al vencedor lo sentaré junto a mí en mi trono, del mismo modo que yo, después de vencer, me senté junto a mi Padre en su trono.
22 El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 3
3,1

Es un mensaje breve a una Iglesia que se muere. La Iglesia universal tiene las promesas de la eternidad, pero nuestros movimientos, nuestras comunidades y las mismas Iglesias diocesanas pueden desaparecer.

Vestirá de blanco: es una realidad interior: ser revestido de Cristo (ver Ef 4,24). A lo largo del Apocalipsis, el color blanco significa gozo, fuerza, victoria, gloria eterna.
3,7

Este es un mensaje de consuelo y optimismo para los que responden fielmente al Espíritu Santo, aun cuando están enredados en las mil dificultades del apostolado.

El que guarda la llave de David: ver Is 22,22. Cristo tiene el poder absoluto sobre la «casa de David», o sea, sobre su pueblo. El prepara un apostolado fecundo a los que supieron perseverar en los tiempos difíciles en que no se veían los frutos de sus labores.

He abierto ante ti una puerta (8) quiere decir: te he preparado una rica oportunidad (2 Cor 2,12). También se indica la condición para esto: guardar la palabra de Dios y serle fiel.
3,14

No eres ni frío ni caliente. Ni el que se queda frío frente a una fe que no comparte, ni el que responde a Dios con una entrega real. Fácilmente nos imaginamos a esta comunidad de gente sin ambiciones. Eran un grupo religioso más, pero no los testigos de Cristo vencedor.

Laodicea tenía aguas termales, frías y calientes. También se fabricaba en esta ciudad un colirio famoso para mejorar la vista.

Amén quiere decir: es verdad, o también: así me comprometo. Cristo es el amén del Padre. Su compromiso con nosotros es el cumplimiento de sus promesas (ver 2 Cor 1,20). Y porque Cristo es «amén», nos llama también a nosotros a un compromiso real con Dios, para realizar sus planes.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 4
MIRADA HACIA ATRÁS: CRISTO E ISRAEL
El trono en el cielo
1 Después de esto miré y vi una puerta abierta en el cielo y la voz que antes había oído semejante a una trompeta me decía: «Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder en seguida.»
2 En ese mismo momento me tomó el Espíritu: vi un trono colocado en el cielo y alguien sentado en el trono.
3 El que estaba sentado parecía de jaspe y cornalina, y un arco iris de color esmeralda rodeaba el trono.
4 Veinticuatro sillones rodean el trono, y en ellos están sentados veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro en la cabeza.
5 Del trono salen relámpagos, voces y truenos. Ante el trono arden siete antorchas, que son los siete espíritus de Dios.
6 Un estanque transparente como cristal se extiende delante del trono.
6 Cuatro Seres Vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás, ocupan el espacio entre el trono y lo que hay a su alrededor.
7 El primer Ser Viviente se parece a un león, el segundo a un toro, el tercero tiene un rostro como de hombre y el cuarto es como un águila en vuelo.
8 Cada uno de los cuatro Seres Vivientes tiene seis alas llenas de ojos alrededor y por dentro, y no cesan de repetir día y noche:
8 Santo, santo, santo,
8 es el Señor Dios, el Todopoderoso,
8 el que era, es y ha de venir.
9 Cada vez que los Seres Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y que vive por los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro ancianos se arrodillan ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
11 Vuelvan a ti, Señor y Dios nuestro,
11 la gloria, el honor y el poder, pues tú lo mereces.
11 Tú creaste todas las cosas,
11 y por tu voluntad existen y fueron creadas.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 4
4,1

Después de estos mensajes a las Iglesias de Asia vienen visiones mediante las cuales se nos revela el sentido de la historia.

— En los capítulos 4-11 Juan hace el balance de la historia de Israel hasta la predicación del Evangelio.

— En los capítulos 12-21 nos prepara para comprender la historia que vivimos y las luchas de la Iglesia.

Antes de desarrollar su visión de la historia, Juan nos muestra el centro inmutable de donde provienen todas las cosas y los acontecimientos, y a dónde vuelven. Pues de nada nos servirán las advertencias si no estamos decididos a enfrentar los acontecimientos, y para esto debemos saber primero a dónde vamos y por qué luchamos. Nos lo dirá la presente visión.

Una puerta abierta en el cielo (1). Estas palabras tenían entonces un sentido preciso, el de una visión concedida al profeta (comparar con «los cielos se rasgaron para El» en el bautismo de Jesús: Mc 1,10). Según las ideas de aquel tiempo, por encima de la bóveda azulada están las «aguas superiores», que son el piso de otro cielo, el verdadero, donde reside Dios. Esas son aludidas con el mar transparente como el cristal (6).

Vi un trono... y alguien sentado en el trono (2). Ese alguien invisible del que irradian luz y vida es el ser divino contemplado en su fuente primera, que es el Padre. No tiene rostro que se pueda describir, pero todos los elementos de la naturaleza están reunidos para expresar algo del ser divino: fuerza imponente del temporal, poder fascinante del fuego, pureza y frescura del agua.

Los Ancianos son los santos del Antiguo Testamento que representan al pueblo fiel (ver Is 24,23). Los cuatro animales, o más bien seres, designan a espíritus celestes, en la tradición de la visión de Ezéquiel (Ez 1). Son figuras poéticas para expresar lo más noble, robusto, sabio y rápido. Fijan sus ojos, siempre despiertos, en el seno del Ser divino y derraman las energías de Dios por todo el universo. En siglos posteriores, el arte cristiano acostumbró a representar con ellos a los cuatro evangelistas: Mateo, el hombre; Marcos, el león; Lucas, el toro, y Juan el águila.

Estamos, pues, en el Templo celestial, y Juan lo ve como una transfiguración del único templo que conoce, el de Jerusalen. Los ancianos son 24, como lo eran las clases de los sacerdotes; los animales han reemplazado a las serpientes aladas que eran los Serafines de Isaías (Is 6), y los Kerubines de Ezequiel; el mar ocupa el lugar de la gran pileta del Templo, llamada también «mar» (1 R 7,23). Y todo a lo largo del libro la liturgia celestial seguirá con arpas, con trompetas y con incienso.

No cesan de repetir: Santo, santo, santo (8). Este es el primero de los himnos que leemos en el Apocalipsis. Al centro, del que partió la historia del mundo, solamente vuelve la acción de gracias al Padre. ¿Qué haremos en el cielo? Todo será admiración, alabanza y descubrimiento asombrado de la infinidad de Dios.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 5
La entrada del Cordero
1 Vi entonces en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro en forma de rollo escrito por los dos lados y sellado con siete sellos.
2 Vi también a un ángel formidable que proclamaba con voz potente: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper los sellos?»
3 Y no se encontró a nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mundo de abajo, que fuera capaz de abrir el libro y de leerlo.
4 Yo lloraba mucho al ver que nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de leerlo.
5 Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores más; acaba de triunfar el león de la tribu de Judá, el brote de David; él abrirá el libro y sus siete sellos.»
6 Entonces vi esto: entre el trono con sus cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro ancianos un Cordero estaba de pie, a pesar de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra.
7 El Cordero se adelantó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
8 Cuando lo tomó, los cuatro Seres Vivientes se postraron ante el Cordero. Lo mismo hicieron los veinticuatro ancianos que tenían en sus manos arpas y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
9 Y cantaban este cántico nuevo:
9 Eres digno de tomar el libro
9 y de abrir sus sellos,
9 porque fuiste degollado
9 y con tu sangre compraste para Dios
9 hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación.
10 Los hiciste reino y sacerdotes para nuestro Dios,
10 y reinarán sobre la tierra.
11 Yo seguía mirando, y oí el clamor de una multitud de ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Eran millones, centenares de millones
12 que gritaban a toda voz:
12 Digno es el Cordero degollado
12 de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza,
12 honor, gloria y alabanza.
13 Y les respondían todas las criaturas del cielo, de la tierra, del mar y del mundo de abajo. Oí que de cían:
13 Al que está sentado en el trono y al Cordero,
13 la alabanza, el honor, la gloria y el poder
13 por los siglos de los siglos.
14 Y los cuatro Seres Vivientes decían «Amén», mientras los Ancianos se postraban y adoraban.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 5
5,1

La visión siguiente introduce dos elementos nuevos: el libro sellado y el Cordero: La historia de Israel (que ocupa todo el Antiguo Testamento) y Cristo.

Los lectores de Juan tenían un libro santo, el Antiguo Testamento. Para los que de ellos eran de origen judío, era la historia de su pueblo. Pero también era el libro de los demás cristianos, y de alguna manera pertenece a la historia de todos los hombres, ya que en ella se preparaba la salvación de la humanidad.

Hacía ya unos veinte años que la nación judía había sido destruida, conforme a la profecía de Jesús (Mc 13), y los cristianos de origen judío se preguntaban: si Cristo es el Salvador prometido, ¿por qué la historia de Israel acabó en esos desastres? ¿Y por qué el pueblo judío, instruido por la Escritura, no reconoció a su Salvador?

Aquí se les contesta que si bien los acontecimientos están en el libro, el libro está sellado. Un libro sellado es el que no se puede abrir, y, en un sentido figurado, es un libro escrito en lenguaje cifrado. Es que nadie puede entender el plan de Dios que se realiza en la historia, por lo que nadie puede pedirle cuentas a Dios. Pero la visión nos muestra a aquel que revela el misterio de muerte y de resurrección que se cumple en la historia.

Un Cordero estaba de pie, a pesar de haber sido degollado (6). La visión nos ubica en el momento de la resurrección. Mientras los evangelios relatan la resurrección de Jesús tal como la conocieron sus discípulos en la tierra, aquí estamos en el cielo para contemplar a Cristo resucitado, que hace su entrada en el mundo glorioso. Está de pie después de sacrificado, glorioso, pero marcado para siempre por su pasión entre los hombres.

Los siete cuernos y los siete ojos expresan la plenitud del poder y del conocimiento que tiene Cristo resucitado. En ese día, frente a todas las fuerzas del mundo y del cielo, viene con autoridad a tomar el libro de la mano del Padre.

El ahora puede leer el libro de la historia y del destino de los hombres: a El poder, riqueza y sabiduría (12). Pero también se hizo dueño de este libro, y, al ser desconocido por Israel, pueblo sacerdotal (Ex 19,5), se hizo su propio reino y pueblo de sacerdotes, la Iglesia (1 P 2,9), como se dice en el v.10.

Notemos cómo, en el día de la resurrección, la misma alabanza dirigida anteriormente a Dios va al Cordero: Cristo al resucitar aparece con la gloria que le corresponde, la de Dios.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 6
Los siete sellos
1 Mientras estaba mirando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que gritaba como con voz de trueno: «Ven.»
2 Apareció un caballo blanco; el que lo montaba tenía un arco, le dieron una corona y partió como vencedor y para vencer.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Ser Viviente gritar: «Ven.»
4 Salió entonces otro caballo de color rojo fuego. Al que lo montaba se le ordenó que desterrara la paz de la tierra y se le dio una gran espada para que los hombres se mataran unos a otros.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí gritar al tercer Ser Viviente: «Ven.» Esta vez el caballo era negro; el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
6 Entonces se escuchó una voz de en medio de los cuatro Seres que decía: «Una medida de trigo por una moneda de plata; tres medidas de cebada por una moneda también; ya no gastes el aceite y el vino.»
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí el grito del cuarto Ser Viviente: «Ven.»
8 Se presentó un caballo verdoso. Al que lo montaba lo llamaban Muerte, y detrás de él iba otro: el Mundo del Abismo. Se le dio poder para exterminar a la cuarta parte de los habitantes de la tierra por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras.
9 Cuando abrió el quinto sello, divisé debajo del altar las almas de los que fueron degollados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que les correspondía dar.
10 Se pusieron a gritar con voz muy fuerte: «Santo y justo Señor, ¿hasta cuándo vas a esperar a hacer justicia y tomar venganza por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?»
11 Entonces se les dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus hermanos y compañeros de servicio, que iban a ser muertos como ellos.
12 Y mi visión continuó. Cuando el Cordero abrió el sexto sello, se produjo un violento terremoto, el sol se puso negro como vestido de luto, la luna entera se tiñó como de sangre
13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como una higuera deja caer sus higos verdes al ser agitada por el huracán.
14 El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla y no quedó cordillera o continente que no fueran arrancados de su lugar.
15 Los reyes de la tierra, los ministros, los generales, los ricos, los poderosos y toda la gente, tanto esclavos como hombres libres, se escondieron en las cavernas y entre las rocas de los cerros,
16 y decían: «Caigan sobre nosotros, cerros y rocas y ocúltennos del que se sienta en el trono y de la cólera del Cordero,
17 porque ha llegado el gran día de su enojo, y ¿quién lo podrá aguantar?»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 6
6,1

El Cordero abre los sellos. Cristo resucitado aclara las grandes fuerzas que impulsaban la historia sagrada. En el momento en que escribe Juan ya se acabó el Antiguo Testamento por el nacimiento de la Iglesia, y poco después, por la destrucción de la patria judía. Es hora de hacer el balance.

Los cuatro caballos simbolizan las fuerzas que han plasmado la historia bíblica.

El que monta el caballo blanco es «la palabra de Dios» que él entregaba a los profetas en el Antiguo Testamento. No había venido todavía Cristo, «la» Palabra de Dios, que aparecerá más tarde montado en el mismo caballo blanco, cuando se venga a la historia cristiana (Ap 19,11).

Los otros tres caballos representan la guerra, el hambre y las epidemias, las grandes plagas que aquejan a la humanidad pecadora, y que hacen sentir a los hombres que necesitan salvación.

Con el quinto sello se descubre otra fuerza, invisible ésta, que mueve la historia sagrada: la exigencia de justicia por la sangre de los mártires. Estos mártires anteriores a Cristo ya comparten su victoria (por eso visten el vestido blanco); sin embargo, deben esperar que se junten a ellos otros mártires, cristianos esta vez, los mártires de la primera Iglesia, para que Dios haga justicia (ver en Mt 23,35).

Con el sexto sello aparecen los signos y las plagas que los profetas anunciaban para el día de Yavé, y que se verificaron en la destrucción de Jerusalén (Mc 13,24).
Apocalipsis (Ap) Capítulo 7
Los 144.000 de Israel y la muchedumbre de las otras naciones
1 Después de esto vi cuatro ángeles de pie en las cuatro esquinas de la tierra, que sujetaban a los cuatro vientos de la tierra para que no soplaran sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles.
2 Luego vi a otro ángel que subía desde el oriente y llevaba el sello del Dios vivo. Gritó con voz poderosa a los cuatro ángeles autorizados para causar daño a la tierra y al mar:
3 «No hagan daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios.»
4 Entonces oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de los hijos de Israel:
5 De la tribu de Judá: doce mil marcados.
5 De la tribu de Rubén: doce mil marcados.
5 De la tribu de Gad: doce mil marcados.
6 De la tribu de Aser: doce mil marcados.
6 De la tribu de Neftalí: doce mil marcados.
6 De la tribu de Manasés: doce mil marcados.
7 De la tribu de Simeón: doce mil marcados.
7 De la tribu de Leví: doce mil marcados.
7 De la tribu de Isacar: doce mil marcados.
8 De la tribu de Zabulón: doce mil marcados.
8 De la tribu de José: doce mil marcados.
8 De la tribu de Benjamín: doce mil marcados.
9 Después de esto vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda nación y raza, pueblo y lengua, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos, 10 y gritaban con voz poderosa:
10 «¿Quién salva fuera de nuestro Dios, que se sienta en el trono, y del Cordero?»
11 Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes; se postraron ante el trono rostro en tierra y adoraron a Dios, 12 diciendo:
12 ¡Amén! Alabanza, gloria, sabiduría,
12 acción de gracias, honor,
12 poder y fuerza a nuestro Dios
12 por los siglos de los siglos. Amén.
13 Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde vienen?»
14 Yo contesté: «Señor, tú lo sabes.» El Anciano me replicó: «Esos son los que vienen de la gran persecución; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero.
15 Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo; el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos;
16 ya no sufrirán más hambre ni sed ni se verán agobiados por el sol ni por viento abrasador alguno,
17 porque el Cordero que está junto al trono será su pastor y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida; y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 7
7,1

No hagan daño a la tierra... hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios (3). En el momento de cerrar el Antiguo Testamento, Juan hace el balance de estos siglos de gracias y atenciones de Dios a su pueblo elegido. Al ver cómo los judíos desconocieron a Jesús, se podía tener la impresión de un fracaso. Sin embargo, Juan da una visión optimista: los ángeles señalan a los elegidos, los que son doce mil para cada una de las tribus. Sabemos que doce es la cifra de la plenitud, lo que significa que el número de los elegidos fue el máximo, y que Dios no se sintió defraudado.

¿Quiénes son estos elegidos? Por una parte, son los judíos que siguieron a Jesús. Son también los que no creyeron en él sin culpa suya y que fueron salvados por su muerte y su resurrección.

Pero después de estos ciento cuarenta mil del primer pueblo de Dios, viene otro censo: vi un gentío inmenso. Estos son el nuevo pueblo de Dios esparcido por todas las naciones del mundo, que viene a juntarse con los creyentes del Antiguo Testamento.

Gentío inmenso imposible de contar (9). La salvación de la humanidad será un éxito increíble, a pesar de las apariencias que tantas veces nos desalientan: en todos los lugares se está salvando el pueblo de Dios.

Son los que llegan de la gran persecución (14). Esta multitud de salvados no son, por supuesto, todos mártires, pero los mártires los representan a todos, pues todo creyente tiene por modelo a los que entregaron hasta su vida. Además, Juan habla para los cristianos en vísperas de la primera gran persecución.

Alabanza, gloria y sabiduría a nuestro Dios (12). Es otro himno al Dios salvador. Los que cantan las alabanzas de Dios, a lo mejor ya durante su vida habían reconocido que toda sabiduría, poder y fuerza no pueden venir sino de lo alto.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 8
1 Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el Cielo un silencio como de media hora.
2 Luego vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios; se les entregaron siete trompetas.
3 Otro ángel vino y se paró delante del altar de los perfumes con un incensario de oro. Se le dieron muchos perfumes: las oraciones de todos los santos que iba a ofrecer en el altar de oro colocado delante del trono.
4 Y la nube de perfumes, con las oraciones de los santos, se elevó de las manos del ángel hasta la presencia de Dios.
5 Después, el ángel tomó su incensario, lo llenó con brasas del altar y las arrojó sobre la tierra: hubo tremendos truenos, relámpagos y terremotos.
Las siete trompetas
6 Los siete ángeles de las siete trompetas se prepararon para tocar.
7 Tocó el primero, y se produjo granizo y fuego mezclado con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra: se quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles ardió y toda la hierba verde se abrasó.
8 Tocó el segundo ángel su trompeta, y algo así como un inmenso cerro fue echado al mar: la tercera parte del mar se convirtió en sangre,
9 la tercera parte de los seres que viven en el mar pereció y un tercio de los navíos naufragó.
10 Tocó el tercer ángel su trompeta, y una estrella grande, que parecía un globo de fuego, cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales de agua.
11 La estrella se llama Ajenjo: la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y mucha gente murió a causa de las aguas que se habían vuelto amargas.
12 Tocó el cuarto ángel su trompeta, y quedó afectada la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas: perdieron un tercio de su claridad, la luz del día disminuyó un tercio, y lo mismo la de la noche.
13 Y mi visión continuó: oí a un águila que volaba por lo más alto del cielo y que decía con voz potente: «¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra cuando resuene el sonido de las trompetas que los tres últimos ángeles van a tocar!»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 8
8,1

Cuando el Cordero abrió el séptimo sello. Estamos al fin del Antiguo Testamento y el silencio que se produce anuncia la venida de Dios. Pero, de hecho, sólo acontece el fin de Jerusalén, y el final de la historia es aplazado. Con las siete trompetas empieza una nueva serie de plagas. No sabemos exactamente lo que se oculta detrás de esos símbolos. Pero seguramente se refieren a acontecimientos ya conocidos por los lectores de Juan y que habían sucedido poco antes.

En los capítulos que siguen se multiplican las intervenciones de los ángeles. Hemos dicho en la introducción que las intervenciones de los ángeles son parte de las imágenes empleadas en la literatura apocalíptica: estamos aquí ante un mundo de imágenes.

Pero debemos también decir que Juan comparte una idea que aparece en la Biblia y fuera de ésta: que la creación de Dios es mucho más amplia de lo que podemos ver y comprobar. No sólo porque se extiende más allá de nuestros ojos sino porque es el escenario de una tragedia cuyos actores no son solamente los hombres. Los espíritus servidores de Dios intervienen en los acontecimientos de la historia e incluso en nuestras relaciones con Dios (Ap 8,3). Recordemos el reproche de Lucas a los materialistas saduceos: «No creen en los ángeles ni en la resurrección de los muertos» (He 23,8).
8,6

Estos párrafos pretenden mostrar el castigo del pueblo judío que no recibió a Cristo; usan figuras sacadas de las plagas de Egipto, de Ez 38-39 y de otros escritos populares. Con las cuatro primeras trompetas el castigo toma cuerpo en las mismas fuerzas de la naturaleza, que se vuelven contra los culpables. La tercera hace caer del cielo a la tierra las fuerzas maléficas del demonio. La quinta se refiere, a lo mejor, a invasiones extranjeras, tal vez a la guerra de los partos. Este capítulo es uno de los que atraen más la curiosidad y que han dado a la palabra «apocalipsis» el sentido que muchos le atribuyen: todas las calamidades a nivel mundial. Ya nos decía la Sabiduría (Sab 5,20-23) que la naturaleza se vuelve en contra de los pecadores. La ecología ha comenzado a descubrir, aunque un poco tarde, que nuestros pecados contra la creación nos conducen a la muerte, y noticias nos llegan de que centenas de millones de personas ya viven este apocalipsis. No es por azar que Dios creó el mundo y tampoco es por azar que la raza de Adán pueda desaparecer de él.

Lo mismo que en el Evangelio el fin de Jerusalén era una figura del fin del mundo, aquí también la sexta trompeta anuncia que el castigo se extiende a todos los demás pueblos.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 9
1 Y tocó el quinto ángel. Vi entonces una estrella que había caído del cielo a la tierra. Le fue entregada la llave del pozo del abismo.
2 Abrió, pues, el pozo del abismo, y del pozo subió una humareda como la de un horno inmenso que oscureció el sol y el aire.
3 De esa humareda salieron langostas, que se esparcieron por la tierra, y se les dio la misma capacidad que tienen los alacranes de la tierra.
4 Se les ordenó que no causaran daño a las praderas, ni a las hierbas, ni a los árboles, sino sólo a los hombres que no llevaran el sello de Dios en la frente.
5 No podían matarlos, sino únicamente atormentarlos durante cinco meses con un dolor semejante al que produce la picadura del alacrán.
6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 Estas langostas se parecen a caballos aparejados para la guerra. Pareciera que tienen en la cabeza coronas de oro y rostros como de seres humanos;
8 sus cabellos son como los de mujer y sus dientes como los de leones.
9 Tienen corazas de hierro y sus alas hacen el mismo ruido que un ejército de carros con muchos caballos que corren al combate.
10 Tienen colas como de alacranes, y en las colas aguijones para torturar durante cinco meses a los hombres.
11 Tienen un rey, el ángel del Abismo, que en hebreo se llama Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ¡ay! ha pasado. Vienen todavía otros dos detrás.
13 Tocó el sexto ángel su trompeta. Entonces oí una voz que salía de las cuatro esquinas del altar de oro que está delante de Dios.
14 Decía la voz al ángel de la sexta trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles inmovilizados a orillas del gran río Eufrates.»
15 Y fueron soltados los cuatro ángeles que esperaban la hora, el día, el mes y el año para exterminar a la tercera parte de la humanidad.
16 El número de los soldados de a caballo era de doscientos millones; es el número que oí.
17 Así vi a los caballos y a los que los montaban: tenían corazas color fuego, jacinto y azufre; las cabezas de los caballos son como cabezas de leones y de sus bocas sale fuego, humo y azufre.
18 La tercera parte de la humanidad fue exterminada por estas tres plagas: fuego, humo y azufre, que salían de la boca de los caballos.
19 Es temible la boca de los caballos, pero también lo son las colas. Pues las colas son como serpientes y terminan en cabezas con las que causan daño.
20 Pero los sobrevivientes, los que no fueron exterminados por estas plagas, no renunciaron a sus prácticas: continuaron adorando a los demonios, con esos ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, que no pueden ver, oír ni caminar.
21 No se arrepintieron de sus crímenes, ni de sus brujerías, ni de su inmoralidad sexual, ni de sus robos.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 10
Se ha cumplido lo anunciado por los profetas
1 Vi después a otro ángel formidable que bajaba del cielo envuelto en una nube; el arco iris rodeaba su cabeza, su cara era como el sol y sus piernas como columnas de fuego.
2 En la mano tenía un librito abierto. Colocó el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra
3 y gritó su anuncio con voz tremenda, parecida al rugido del león; al momento los siete truenos entregaron su propio mensaje.
4 Yo me preparaba a escribir lo que habían dicho los siete truenos, cuando una voz desde el cielo me dijo: «Guarda en secreto las palabras de los siete truenos, no escribas nada.»
5 Entonces el ángel que había visto de pie sobre el mar y la tierra levantó su mano derecha al cielo
6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos: «Ya no habrá más demora;
7 apenas se oiga el sonido de la trompeta del séptimo ángel, se habrá cumplido el plan misterioso de Dios, tal como lo había hecho anunciar por medio de sus siervos los profetas.»
8 La voz que me había hablado desde el cielo se dirigió de nuevo a mí y me dijo: «Acércate al ángel que está de pie sobre el mar y la tierra, y toma el librito que tiene abierto en la mano.»
9 Me acerqué al ángel y le dije que me diera el librito. Me respondió: «Toma, cómetelo; en tu boca será dulce como la miel, pero te producirá acidez en el estómago.»
10 Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí; en la boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo se me volvió amargo en el estómago.
11 Entonces me dijeron: «Tienes que profetizar de nuevo amenazando a muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos.»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 10
10,1

Otra vez se esperaba con la séptima trompeta el fin de todo. Sin embargo, antes de que resuene, de repente, los siete truenos proclaman una palabra misteriosa para los humanos y se anuncia: se ha cumplido el plan misterioso de Dios, tal como lo había hecho esperar (7).

La palabra que se debe sellar, o sea, guardar secreta (4) muy posiblemente es la noticia de que el Verbo de Dios se hizo hombre. En cuanto al librito, contiene acontecimientos nuevos que acompañarán a la propagación del Evangelio. Esto significa que la venida de Cristo no ha puesto fin a la historia, ni ha traído el paraíso a la tierra.

Juan tiene que comerse el libro, expresión que ya encontramos en Ezequiel (2,8-3,1). Es dulce y amargo: la voz es dulce, pero la tarea es dura. Así entendemos que la historia de Israel, figurada por el libro de los siete sellos (5,1), no era toda la historia sagrada, sino solamente su primera parte, el Antiguo Testamento.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 11
Los dos testigos
1 Después me entregaron una vara de medir, diciéndome: «Vete, mide el Templo de Dios y el altar, y haz el censo de los que vienen a adorar.
2 No midas el patio exterior ni lo tomes en cuenta, pues ha sido entregado a los paganos, quienes pisotearán la Ciudad Santa durante cuarenta y dos meses.
3 Yo enviaré a mis dos testigos vestidos con ropa de penitencia para que proclamen mi palabra durante mil doscientos sesenta días.
4 Estos son los dos olivos y las dos lámparas que están ante el Dueño de la tierra.
5 Si alguien intenta hacerles mal, saldrá de su boca fuego y devorará a sus enemigos; así perecerá el que intente maltratarlos.»
6 Tienen poder para cerrar el cielo y que no caiga lluvia mientras dure su misión profética; tienen también poder para convertir las aguas en sangre y castigar la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
7 Cuando hayan concluido su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará.
8 Ahora sus cadáveres están tendidos en la plaza de la Gran Ciudad, que los creyentes llaman Sodoma o Egipto, en la que también su Señor fue crucificado.
9 Y durante tres días y medio, gente de todos los pueblos, razas, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres, pues no está permitido sepultarlos.
10 Los habitantes de la tierra se alegran y se felicitan por ello, y se intercambian regalos, porque estos dos profetas eran para ellos un tormento.
11 Pero pasados los tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos y se pusieron de pie, lo que provocó gran espanto entre los que miraban.
12 Entonces una voz poderosa les gritó desde el cielo: «Suban.» Y subieron al cielo en medio de la nube a la vista de sus enemigos.
13 En ese momento se produjo un violento terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad, pereciendo en el cataclismo siete mil personas. Los supervivientes se llenaron de espanto y reconocieron al Dios del cielo.
14 El segundo ¡ay! ya pasó. El tercero está para llegar en seguida.
15 Tocó el séptimo ángel su trompeta; entonces resonaron grandes voces en el cielo: «Ahora el mundo ha pasado a ser reino de nuestro Dios y de su Cristo. Sí, reinará por los siglos de los siglos.»
16 Los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron para adorar a Dios,
17 diciendo:
17 Te damos gracias, Señor Dios, Todopoderoso,
17 el que eres y que eras,
17 porque has empezado a reinar,
17 valiéndote de tu poder invencible.
18 Las naciones se habían enfurecido,
18 pero tu enojo las sorprendió:
18 ha llegado el momento de juzgar a los muertos,
18 de premiar a tus siervos los profetas,
18 a tus santos y a cuantos honran tu Nombre,
18 ya sean grandes o pequeños,
18 y de destruir a los que destruyen la tierra.
19 Entonces se abrió el Santuario de Dios en el Cielo y pudo verse el arca de la Alianza de Dios dentro del Santuario. Se produjeron relámpagos, fragor y truenos, un terremoto y una fuerte granizada.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 11
11,1

Empiezan los tiempos del Evangelio. Durante los cuarenta años que mediaron entre la partida de Cristo y el fin de Jerusalén, los testigos de Cristo llevaron el Evangelio por todo el mundo pagano. Es un tiempo que se caracterizó en Palestina por continuas crisis, inaugurándose con ello lo que Pablo llamó «tiempo de las naciones». Mientras Dios ampara a sus verdaderos adoradores (los que son medidos, o sea, apartados), los paganos romanos atropellan y pisotean más y más «el patio exterior», que representa a la mayoría del pueblo de Israel que no entró en la Iglesia.

La presente página glorifica el apostolado cristiano: sus luchas, sus mártires y su premio.

Los dos testigos personifican a los apóstoles cristianos de todos los tiempos. No se olvide que Jesús envió a sus discípulos de dos en dos. También los dos testigos son los dos apóstoles más célebres, Pedro y Pablo, ambos muertos en la ciudad grande, Roma, en los años 64-67. Pedro, primer responsable de la Iglesia, y Pablo, apóstol de los paganos.

Este capítulo es tejido con citas y figuras bíblicas, sacadas en especial de los textos referentes a Moisés y Elías.

Mil doscientos sesenta días, o sea, tres años y medio, lo que significa un tiempo de pruebas.

Son los dos olivos, es decir, son preciosos a los ojos de Dios, que va a dirigir sus pasos (Za 4).

Tienen el poder de cerrar el cielo, como Elías, o sea, el poder de los milagros.

Cuando haya concluido su misión. Las fuerzas del mal no los vencerán antes de que Dios lo permita.

Pasados los tres días y medio (otra vez la cifra simbólica de las pruebas) resucitaron. Ya son glorificados por la Iglesia que tiene a sus apóstoles como intercesores en el cielo. Ya comparten la resurrección de Cristo, y sus enemigos comprueban que, al matar a los testigos de Cristo, no destruyeron su obra.

¿Dónde mueren? Las imágenes sugieren a la vez Jerusalén y Roma, e indican a los judíos y a los romanos: en esos cuarenta primeros años de la Iglesia, Esteban y Santiago son matados por los judíos; Pedro y Pablo, por los romanos, sin hablar de los demás.
11,15

Con la séptima trompeta, se da la inauguración del reino de Dios. Se ve en el cielo el templo celestial que reemplaza al templo material de Jerusalén; una nueva arca simboliza la nueva alianza de Dios con los creyentes de todas las naciones.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 12
EL PORVENIR: LA IGLESIA Y EL MUNDO
La mujer y el dragón
1 Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
2 Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.
3 Apareció también otra señal: un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y en las cabezas siete coronas;
4 con su cola barre la tercera parte de las estrellas del cielo, precipitándolas sobre la tierra.
4 El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz para devorar a su hijo en cuanto naciera.
5 Y la mujer dio a luz un hijo varón, que ha de gobernar a todas las naciones con vara de hierro; pero su hijo fue arrebatado y llevado ante Dios y su trono,
6 mientras la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar que Dios le ha preparado. Allí la alimentarán durante mil doscientos sesenta días.
7 Entonces se desató una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles,
8 pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo.
9 El dragón grande, la antigua serpiente, conocida como el Demonio o Satanás, fue expulsado; el seductor del mundo entero fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él.
10 Oí entonces una fuerte voz en el cielo que decía:
10 Por fin ha llegado la salvación,
10 el poder y el reinado de nuestro Dios,
10 y la soberanía de su Ungido.
10 Pues echaron al acusador de nuestros hermanos,
10 el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios.
11 Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero,
11 con su palabra y con su testimonio,
11 pues hablaron sin tener miedo a la muerte.
12 Por eso, alégrense, cielos
12 y los que habitan en ellos.
12 Pero ¡ay de la tierra y del mar!,
12 porque el Diablo ha bajado donde ustedes
12 y grande es su furor,
12 al saber que le queda poco tiempo.
13 Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, se puso a perseguir a la mujer que había dado a luz al varón.
14 Pero se le dieron a la mujer las dos alas del águila grande para que volara al desierto, a su lugar; allí será mantenida lejos del dragón por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo.
15 Entonces la serpiente vomitó de su boca como un río de agua detrás de la mujer para que la arrastrara,
16 pero la tierra vino en ayuda de la mujer. Abrió la tierra su boca y se tragó el río que el dragón había vomitado.
17 Entonces el dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, es decir, a los que observan los mandamientos de Dios y guardan las declaraciones de Jesús.
18 Y se quedó a orillas del mar.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 12
12,1

Aquí empieza la segunda parte de la visión de Juan. La Iglesia ha salido del marco judío y se amplía el horizonte. La Iglesia va al encuentro de las naciones, luchando contra el poder del Demonio. Empieza una serie de siete signos o visiones en el cielo. Las dos primeras nos presentan a los protagonistas de la historia sagrada, a la Mujer y al Dragón, el Pueblo de Dios y el Demonio.

Apareció una mujer. Aparece rodeada de gloria, pero sufriendo los dolores del parto. Es la humanidad a la que Dios lleva a la gloria, pero toda nuestra historia es la dolorosa preparación de nuestra salvación. Da a luz a un niño, que es el propio Cristo.

La mujer es la humanidad que coopera en los planes de Dios; también es María, que da a luz a Jesús; también es la Iglesia que huye al desierto, es decir, que vive retirada espiritualmente del mundo y alimentada por la palabra de Dios durante el tiempo de las persecuciones: mil doscientos sesenta días, o sea, tres años y medio (ver en 11,11).

La serpiente es la misma del primer pecado, solamente que anda mejor vestida. Las siete cabezas indican la multiplicidad de sus inventos, los diez cuernos (cifra imperfecta) afirman que su poder no es invencible. Conoció una derrota en el cielo, aunque haya logrado arrastar en su caída a cierto número de ángeles: un tercio de las estrellas. Ver en 8,10.

En cuanto al niño varón, Satanás se preparaba a destruirlo en la cruz, pero al resucitar escapa de la serpiente.
12,7

El plan de Dios sobre el mundo acaba de ser revelado: el Hijo de Dios debe hacerse hombre y resucitar como salvador de todos los hombres. Este misterio provoca una doble crisis: en el mundo de los espíritus y en la humanidad.

Los judíos imaginaban a los ángeles como los representantes de las varias colectividades y naciones; entre ellos, Miguel era el encargado del pueblo de Dios. Asimismo el Demonio es representado como el jefe de un ejército de ángeles rebeldes, las estrellas caídas del cielo .

Los capítulos que siguen descubrirán la actuación del demonio en la historia. Usa disfraces y se vale de muchos sustitutos. Pero lo reconocerán quienes estén dispuestos a sufrir por la verdad: lo han vencido por la sangre del Cordero y por la valentía con que lo proclamaron (12,11).
12,13

El pecado y la rebeldía contra Dios empezaron en el mundo de los espíritus. Rechazado de este sector, el Demonio ataca a los que observan los mandamientos de Dios, empezando por los mejores y los más destacados en la Iglesia. Se nos anuncia unos tiempos «después de Cristo» que nunca serán de paz.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 13
La bestia y el falso profeta
1 Entonces vi una bestia que sube del mar; tiene siete cabezas y diez cuernos, con diez coronas en los cuernos, y en las cabezas un título que ofende a Dios.
2 La bestia que vi se parecía a un leopardo, aunque sus patas eran como las de un oso y su boca como de un león. El dragón le entregó su poder y su trono con un imperio inmenso.
3 Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal se le curó. Entonces toda la tierra se maravilló, siguiendo a la bestia.
4 Se postraron ante el dragón que había entregado el poderío a la bestia y se postraron también ante la bestia diciendo: «¿Quién hay como la bestia? ¿Quién puede competir con ella?»
5 Se le concedió hablar en un tono altanero que desafiaba a Dios, y se le concedió ejercer su poder durante cuarenta y dos meses.
6 Abrió, pues, su boca para insultar a Dios, insultar su Nombre y su santuario, es decir, a los que habitan en el cielo.
7 Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.
8 Y la van a adorar todos los habitantes de la tierra, todos aquellos cuyos nombres no están inscritos desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado.
9 El que tenga oídos para oír, que oiga:
10 «El que está destinado a la cárcel, a la cárcel irá; el que está destinado a morir a espada, a espada morirá.» Esta es la hora de la perseverancia y de la fe para los santos.
11 Vi luego otra bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón.
12 Esta segunda bestia está al servicio de la primera y dispone de todo su poder y autoridad; hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal ha sido curada.
13 Realiza grandes prodigios, incluso hace descender fuego del cielo a la tierra en presencia de toda la gente.
14 Por medio de estos prodigios que le ha sido concedido obrar al servicio de la bestia, engaña a los habitantes de la tierra y los persuade a que hagan una estatua en honor de la bestia que, después de ser herida por la espada, se había recuperado.
15 Se le concedió dar vida a la estatua de la bestia, hasta el punto de hacerla hablar y que fueran exterminados todos los que no la adorasen.
16 Hace, pues, que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se pongan una marca en la mano derecha o en la frente;
17 ya nadie podrá comprar o vender si no está marcado con el nombre de la bestia o con la cifra de su nombre.
17 ¡Vean quién es sabio!
18 El que sea inteligente, que interprete la cifra de la bestia. Es la cifra de un ser humano, y su cifra es 666.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 13
13,1

El demonio trata de detener la victoria de Cristo y de convencer a los hombres de que, en la práctica, no es Cristo el dueño del mundo en que vivimos. Si desean vivir, tienen que entregar su libertad y su conciencia a otro señor, y ése es el poder político.

Los cristianos de la primera generación vivían en el imperio romano, que, después de dos siglos de conquistas y de acción organizadora, había logrado reunir a pueblos numerosos. La gente se maravillaba de la «paz romana» y de la prosperidad que de ella resultaba. Desconocían el peligro de una sociedad totalitaria: cuando Juan escribía, el emperador Domiciano acababa de imponer a todos sus súbditos la obligación de honrarlo como a un dios.

En esta situación, los cristianos tenían que hacer una elección tremenda. Al confesar a Cristo, Señor de la vida, enfrentaban persecuciones. Juan señala el deber: permanecer fiel a Cristo y negarse a dar culto al César. Un puñado de cristianos enfrentará victoriosamente el estado totalitario: la Iglesia vencerá por la sangre de los mártires.

Es lo que expresa la presente visión; las dos bestias representan los dos poderes que unen sus fuerzas al servicio del monstruo, o sea, del Demonio, contra la Iglesia.

La bestia que vi se parecía a un leopardo (2). Esta representa el poder perseguidor, el del imperio romano, con imágenes sacadas de Daniel 7,3-7. Viene del mar, o sea, del Occidente, de Roma. La vitalidad y la fuerza del imperio de Roma son como una caricatura de la resurrección.

Otra bestia... tenía dos cuernos de cordero (11). Esta sale del continente, es decir, del Este, de Asia. Figura las religiones que competían entonces con el cristianismo. Estas pretendían dar una salvación celestial, pero no condenaban los pecados del mundo romano.

Hablaba como un dragón. Esas religiones asiáticas eran utilizadas por el poder, como muchos grupos religiosos hoy en día. Es un hecho que las agencias de presión política y de desinformación de ciertos paises ricos gastan mucho en el area religiosa, y es muy habitualmente para paralizar a la Iglesia.

Los persuade a que hagan una estatua en honor de la bestia (14). Había todo un movimiento religioso detrás de la divinización de Roma y el culto al emperador. El culto de la personalidad no era propio del imperio romano, pues tiene raíces profundas en nosotros. Hoy todavía, en los paises dominados, muchos que enfatizan las condenaciones de la Biblia contra los ídolos, se hacen servidores de nuevos «señores», que toman el mismo lugar de Dios. Y se les pide que prediquen al pueblo en nombre de la Biblia, que deben abstenerse de juzgar la injusticia y la violencia imperantes.

Una de las tácticas del demonio consiste en unir el poder fuerte con una ideología que los cristianos no puede aceptar. El creyente, acosado por los dirigentes y, a la vez, por una opinión pública orientada por las técnicas modernas de propaganda, tiene que enfrentarse con una persecución abierta o disfrazada. Las dificultades económicas dan al poder nuevos medios de presión, porque puede condenar a quien quiere a perder pan y trabajo: no puede ya comprar o vender, conseguir trabajo o estudiar (17).

Seiscientos sesenta y seis: en los libros de aquel tiempo era artificio corriente dar un valor numérico a cada letra del alfabeto y se lograba así la «cifra» de tal o cual personaje. La cifra de seiscientos sesenta y seis se puede lograr con varios grupos de palabras. La solución más probable podría ser: «emperador Nerón». Y sabemos que seis significa algo imperfecto: él es el que trató de ser siete (que representa la perfección) y no lo alcanzó.

Sabemos que, en el pasado, polemistas anticatólicos quisieron aplicar a la fuerza esta cifra al Papa. Esta aplicación no tenía nada que ver con el sentido de todo el párrafo, pero no era difícil de crear. Pues el que conozca bien las pautas de ese juego puede aplicar esta cifra a cualquiera de sus conocidos: basta un poco de paciencia. Por más que esas lineas fueran escritas por el apóstol Juan, era solamente un juego.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 14
Los 144.000 en el monte Sión
1 Tuve otra visión: el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión y lo rodeaban ciento cuarenta y cuatro mil personas que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.
2 Un ruido retumbaba en el cielo, parecido al estruendo de las olas o al fragor del trueno: era como un coro de cantores que se acompañan tocando sus arpas.
3 Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender aquel canto, a excepción de los ciento cuarenta y cuatro mil que han sido rescatados de la tierra.
4 Estos son los que no se mancharon con mujeres: son vírgenes. Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya; estos son como las primicias, pues han sido rescatados de entre los hombres para Dios y el Cordero.
5 En su boca no se encontró mentira: son intachables.
6 Luego vi a otro ángel que volaba por lo alto del cielo, trayendo la buena nueva definitiva, la que tenía que anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo.
7 Gritaba con fuerza: «Rindan a Dios gloria y honor, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales de agua.»
8 Lo siguió otro ángel gritando: «Cayó, cayó Babilonia la grande, la prostituta que servía su vino capcioso a todas las naciones y las emborrachaba con su desatada prostitución.»
9 Un tercer ángel pasó después, clamando con voz fuerte: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y se deja marcar la frente o la mano,
10 tendrá que beber también el vino embriagante de Dios, que está preparado, puro, en la copa de su enojo. Será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero.»
11 No hay reposo, ni de día ni de noche, para los que adoran a la bestia y a su imagen, ni para quienes se dejan marcar con la marca de su nombre. El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos.
12 Este es el tiempo de aguantar para los santos, para todos aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Entonces oí una voz que decía desde el cielo: «Escribe esto: Felices desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, pues sus obras los acompañan.»
14 Continuó la visión. Apareció una nube blanca y, sentado sobre la nube, uno como Hijo de Hombre, que llevaba una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano.
15 Salió del santuario otro ángel clamando con potente voz al que estaba sentado en la nube: «Mete tu hoz y cosecha, porque ha llegado el tiempo de cosechar y la cosecha de la tierra está en su punto.»
16 Y el que estaba sentado en la nube lanzó su hoz a la tierra, y la tierra fue segada.
17 Entonces un ángel, que también llevaba una hoz afilada, salió del santuario celeste.
18 Otro ángel, el que está encargado del fuego, salió del altar y gritó al que llevaba la hoz afilada: «Mete tu hoz afilada y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque ya están bien maduros.»
19 Entonces el ángel metió la hoz e hizo la vendimia, echando todos los racimos de uva en el gran lagar de la cólera de Dios.
20 Las uvas fueron exprimidas fuera de la ciudad, y del lagar brotó tanta sangre que llegó hasta la altura de los frenos de los caballos, en una extensión de mil seiscientos estadios.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 14
14,1

Frente a las fuerzas que reúne Satanás en el imperio romano, están las de Cristo. La bestia tiene que aprovechar el tiempo que le fue concedido, porque ya Cristo reina, y se está preparando el juicio que pondrá fin a la persecución.

El Cordero estaba de pie sobre el monte Sión. Sión es la Iglesia, tanto la de la tierra como la del cielo. Cristo está reinando en medio de los mismos perseguidos. La represión, las cadenas y la muerte no alcanzan al templo secreto de cada persona, allí donde Cristo comunica su vida.

Los 144.000 designan a los cristianos del imperio romano firmes en su fe. Ellos son las primicias, o sea, los primeros y la parte mejor de los rescatados, y también representan a los creyentes de los siglos posteriores que se unirán a ellos.

Algunos, que toman todo al pie de la letra, afirman que serán 144.000 los salvados. Pero, ¿por qué no leen el cap. 7,4-9, donde son 144.000 los elegidos de raza judía, sin hablar de un gentío imposible de contar de todos los demás pueblos? Todas estas cifras son simbólicas.

Son vírgenes. En 7,9 el pueblo cristiano era representado por mártires; aquí se habla de vírgenes, y la palabra tiene dos sentidos, lo mismo que «adúltero» en otros lugares: por una parte, no se sometieron al culto de la bestia; por otra, fueron liberados de la tiranía del sexo.

Cantan un cántico nuevo. Después que Yavé salvó a Israel al mar Rojo, el pueblo entonó el Cántico de Moisés (Ex 15,1). Pero ahora los creyentes y mártires cantan el cántico nuevo para celebrar su liberación, por Cristo, del odio, de su propia flaqueza y del temor de la muerte.
14,6

La evangelización prepara a plazo la caída de la ciudad y sus ídolos (8), la cual es presentada como un mensaje de felicidad definitiva (6). Pero, en lo presente, la represión se desata contra los testigos de Jesús (9).

El imperio perseguidor es llamado Babilonia, que, en la Biblia, es un nombre simbólico del poder enemigo de Dios. Su ruina mostrará cómo Dios juzga las estructuras injustas.

Cuando se producen crisis mayores y las más atroces guerras, muchos dicen: «es el fin del mundo». Así, cuando trescientos años después de Juan se derrumbó el imperio romano, muchos pensaron que era el fin de la civilización. Pero con el tiempo se vio que se abría un campo más amplio para la predicación del Evangelio.

Si alguno adora a la bestia... (9). Aquí se recalcan las palabras más fuertes del Evangelio sobre el deber de proclamar su fe (Mt 10,28-33).

Felices desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Juan ve a los mártires y demás testigos de Cristo: ya gozan de la paz. Respecto de esta retribución prometida a los creyentes desde el momento de su muerte, ver: Fil 1,23 y 2 Cor 5,8.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 15
1 Vi luego en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma la cólera de Dios.
2 Vi también como un mar de cristal destellante, y a los vencedores de la bestia, de su imagen y de la cifra de su nombre, que se colocaban sobre el mar de cristal, llevando las arpas celestiales en sus manos.
3 Estos cantan el cántico de Moisés, servidor de Dios, y el cántico del Cordero:
3 Grandes y maravillosas son tus obras,
3 Señor Dios, Todopoderoso.
3 Justicia y verdad guían tus pasos, oh Rey de las naciones.
4 ¿Quién no dará honor y gloria a tu Nombre, oh Señor?
4 Tú solo eres santo,
4 y todas las naciones vendrán
4 y se postrarán ante ti,
4 porque tus fallos se han dado a conocer.
Las siete copas
5 Después se abrió el Santuario de la Tienda del Testimonio
6 y salieron del Santuario los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino puro resplandeciente y ceñido su pecho con cinturones de oro.
7 Uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por siglos sin fin.
8 Entonces el Santuario se llenó de humo por estar allí la gloria de Dios y su poder, de modo que nadie podía entrar en él hasta que se consumaran las siete plagas de los siete ángeles.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 15
15,5

Aquí volvemos sobre la caída de Roma, la cual es esperada y considerada como un juicio de Dios. Las siete copas mezclan imágenes que provienen de las plagas de Egipto y de varios textos proféticos.

Har-maguedón, o sea, el monte Meguido (16,16), recordaba una derrota famosa de la historia judía (2 Reyes 23,29), y es una manera de anunciar la derrota de los que allí se juntan.

Las siete copas llenas de las siete plagas describen con imágenes pintorescas algo que tal vez no está muy lejos de nosotros. El mundo presente no cree en los «castigos de Dios», y por otra parte, se ha abusado tanto de esta expresión en siglos pasados, que no debemos utilizar la palabra sin mucho cuidado. Dios es amor y a cada uno de nosotros le envía solamente lo que será para su bien. Pero también el Apocalipsis, siguiendo la tradición de los profetas y de Jesús, afirma que Dios juzga y castiga a las naciones y a las colectividades a lo largo de su historia.

Nuestra generación también será juzgada. Muchos se han asustado en los primeros tiempos del Sida, y ninguno se atrevió a hablar de un juicio de Dios. Pero sabemos que otras plagas ahora se avecinan, y el dominio del hombre sobre la naturaleza no le impide a ésta que tome su revancha: antibioticos y pesticidas que ya no tienen fuerza sino que envenenan a los hombres, congestion, paralisis, inseguridad de las Babeles grandes, sol y lluvias que desconciertan las previsiones...
Apocalipsis (Ap) Capítulo 16
1 Y oí una voz potente que desde el Santuario gritaba a los siete ángeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas del furor de Dios.»
2 Salió el primero, vació su copa sobre la tierra y se produjeron úlceras malignas y dolorosas en las personas que llevaban la marca de la bestia y se postraban ante su imagen.
3 El segundo ángel vació su copa sobre el mar, y hubo sangre como de desangrado, y todo lo que vive en el mar pereció.
4 El tercer ángel vació su copa sobre los ríos y sobre los manantiales de agua, que se convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas que decía: «Tú, el que eras y eres, el Santo, eres justo al castigarlos de este modo,
6 pues ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre. Bien se lo merecían.»
7 Entonces oí otro grito que venía del altar: «Sí, Señor y Dios, Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.»
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y su calor comenzó a quemar a la gente.
9 Los hombres fueron abrasados y empezaron a insultar a Dios, que tiene poder sobre tales plagas, en vez de reconocerle y darle gloria.
10 El quinto ángel vació su copa sobre el trono de la bestia, y al instante su reino quedó sumido en tinieblas y la gente se mordía la lengua de dolor. 11 Insultaron al Dios Altísimo a causa de sus dolores y de sus llagas, pero no se arrepintieron ni dejaron de hacer el mal.
12 El sexto ángel derramó su copa en el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron, dejando un paso libre para los reyes de oriente.
13 Y vi que de la boca del dragón, de la bestia y del falso profeta salían tres espíritus inmundos que tenían aspecto de ranas.
14 Estos son espíritus diabólicos que pueden hacer milagros, y se dirigen a los reyes del mundo entero para convocarlos para la batalla del gran día de Dios, el Todopoderoso.
15 «Miren que vengo como un ladrón. Feliz el que se mantiene despierto y no se quita la ropa, porque así no tendrá que andar desnudo y no se verán sus vergüenzas».
16 Los reunieron en el lugar llamado en hebreo Harmaguedón (o sea, cerros de Meguido).
17 El séptimo ángel vació su copa en el aire. Entonces salió una voz del trono que se escuchó fuera del Santuario, y decía: «Está hecho.»
18 Se produjeron relámpagos, retumbar de truenos y un violento terremoto. Nunca hubo terremoto tan violento como éste desde que hay hombres sobre la tierra.
19 La Gran Ciudad se abrió en tres partes y las ciudades de las naciones se desplomaron. Acababan de acordarse ante Dios de la Gran Babilonia y le iban a pasar la copa del vino puro de su ira.
20 Entonces los continentes huyeron y las cordilleras desaparecieron.
21 Enormes granizos como de un quintal cayeron del cielo sobre la gente, y los hombres insultaron a Dios por la desastrosa granizada, pues fue una plaga tremenda.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 17
El juicio de Babilonia
1 Entonces vino uno de los siete ángeles de las siete copas y me dijo: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la famosa prostituta que se sienta al borde de las grandes aguas;
2 con ella pecaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se emborracharon con el vino de su idolatría.»
3 El ángel me llevó en espíritu al desierto: era una nueva visión. Había allí una mujer sentada sobre una bestia de color rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Esta bestia estaba cubierta de títulos y frases que ofendían a Dios.
4 La mujer vestía ropas de púrpura y escarlata, y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la mano una copa de oro llena de cosas repugnantes, que eran las impurezas y la lujuria de la tierra entera.
5 En su frente se podía leer su nombre, escrito en forma cifrada: Babilonia la Grande, la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos del mundo entero.
6 Y observé que la mujer se había embriagado con la sangre de los santos y de los mártires de Jesús.
6 Esta visión me dejó muy sorprendido,
7 pero el ángel me dijo: «¿Por qué te maravillas? Voy a explicarte el misterio de esta mujer y de la bestia que la lleva, la de las siete cabezas y los diez cuernos.
8 La bestia que has visto era, pero ya no es. Sube del abismo, pero camina hacia su perdición. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, se asombrarán al descubrir que la bestia era, pero ya no es y pasa pronto.
9 A ver si ustedes lo adivinan. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que la mujer está asentada.
10 Y son también siete reyes, de los cuales cinco han caído ya, uno está en el poder y el otro no ha llegado aún, y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo.
11 La bestia que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete, y camina hacia su destrucción.
12 Los diez cuernos son diez reyes que todavía no han recibido el reino, pero tendrán poder por una hora junto a la bestia.
13 Persiguen todos una sola meta, y pondrán su autoridad y sus fuerzas al servicio de la bestia.
14 Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él vencerán los suyos, los llamados y elegidos y que se mantienen fieles.»
15 El ángel prosiguió: «Las aguas que has visto, a cuyo borde está sentada la prostituta, representan pueblos, multitudes y naciones de todos los idiomas.
16 Los diez cuernos y la misma bestia planearán maldades contra la prostituta, la arruinarán y la dejarán desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego.
17 Porque Dios se vale de ellos para ejecutar su plan, y les ha inspirado la misma intención de poner sus fuerzas al servicio de la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Esa mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que reina sobre los reyes del mundo entero.»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 17
17,1

Voy a mostrarte el juicio. Dios revela lo que vale realmente la ciudad perseguidora, próspera y poderosa.

Para todos los que vivían en el imperio, Roma era la personificación del imperio y de su cultura. Al llegar a la capital quedaban deslumbrados por sus edificios, sus teatros, sus luces, la animación de su población incontable. Y no les costaba venerar a Roma como a una divinidad.

La duración del imperio, que le acarrea la reputación de invencible y divino, es puro engaño: era, no es y pasa pronto (8), a diferencia de Dios, que Es y ha de venir. Juan figura a Roma como una mujer endemoniada. La púrpura, color de los emperadores, y el oro, signo de su riqueza, tapan su impureza y su crueldad. Es al mismo tiempo la que lleva a los hombres a servir a divinidades falsas y la que asesina a los mártires.

Juan habla del futuro cercano de Roma, usando símbolos, algunos de los cuales se interpretan sin esfuerzo. Las siete colinas designan sin ninguna duda a Roma. Los siete reyes son una cifra simbólica de emperadores.

Los diez cuernos son los reyes de los pueblos bárbaros aliados de Roma. Estos satélites serán los instrumentos de Dios para destruirla. Sin embargo seguirán como fuerzas hostiles a la Iglesia.

Los vencerá y con él vencerán los suyos (14). El triunfo de Cristo lo comparten con él sus testigos (Lc 22,28).
Apocalipsis (Ap) Capítulo 18
1 Después de esto vi bajar del cielo a otro ángel. Era tan grande su poder, que toda la tierra quedó iluminada por su resplandor.
2 Gritó con voz potente:
2 «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia!
2 Se ha convertido en guarida de demonios,
2 en refugio de espíritus inmundos,
2 en nido de aves impuras y asquerosas;
3 porque con el vino de su prostitución
3 se han emborrachado todas las naciones;
3 los reyes de la tierra pecaron con ella,
3 y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con ella,
3 pues era buena para gastar.»
4 Oí otra voz que venía del cielo y decía:
4 «Aléjate de ella, pueblo mío,
4 no sea que te hagas cómplice de su maldad
4 y tengas que compartir sus castigos;
5 porque sus pecados se han apilado hasta el cielo
5 y Dios se ha acordado de sus maldades.
6 Devuélvanle según ella ha dado,
6 páguenle el doble de lo que ha hecho,
6 viértanle doble medida de lo que ella daba de beber.
7 Que sufra tantos tormentos y penas
7 como fueron su orgullo y su lujo.
7 Se dice a sí misma:
7 “¡Domino como reina, no soy viuda,
7 nunca conoceré el lamento.’’
8 Por eso, y en un solo día,
8 caerán sobre ella sus plagas:
8 muerte, lamentos y hambre,
8 y quedará consumida por el fuego;
8 pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.»
9 Llorarán y harán duelo por ella los reyes de la tierra que con ella se acostaban y lo pasaban bien cuando vean la humareda de su incendio. 10 Se detendrán a distancia aterrados ante su suplicio y exclamarán:
10 «¡Ay, ay de la gran ciudad,
10 de Babilonia, ciudad poderosa,
10 que en una hora te arrasó el juicio!»
11 Llorarán y se lamentarán por ella los comerciantes de la tierra, porque ya no hay quien compre sus mercaderías:
12 sus cargamentos de oro, plata, piedras preciosas y perlas; telas de lino fino y púrpura, vestidos de seda y escarlata; maderas perfumadas, objetos de marfil y muebles muy costosos; bronce, hierro y mármol;
13 especias, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite, harina y trigo, vacunos y corderos, caballos y carruajes, esclavos y mercadería humana.
14 Dirán: «Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabó para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán.»
15 Los que traficaban con estas cosas y con ella se enriquecían, se mantendrán a distancia horrorizados por su castigo. Llorando y lamentándose 16 dirán a gritos:
16 «¡Ay, ay, de la Gran Ciudad, la que se vestía de lino, púrpura y escarlata y resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas!
17 ¡En una hora se acabó tanta riqueza!»
17 Todos los capitanes, navegantes, marineros y cuantos se ocupan en los trabajos del mar se detuvieron a distancia
18 y gritaron al contemplar la humareda de su incendio: «¿Dónde se ha visto jamás ciudad como ésta?»
19 Y echando polvo sobre su cabeza, decían llorando y lamentándose:
19 «¡Ay, ay de la Gran Ciudad, donde se hicieron muy ricos, gracias a su lujo, cuantos tenían naves en el mar! ¡En una hora ha quedado devastada!»
20 ¡Alégrense por ella, cielos,
20 y también ustedes los santos, los apóstoles y los profetas!
20 Porque Dios les ha hecho justicia y le hizo pagar.
21 Entonces un ángel poderoso tomó una piedra, tan enorme como una piedra de molino, y la arrojó al mar, diciendo: «Así, con igual violencia, será arrojada Babilonia, la Gran Ciudad, y no se volverá a ver más.
22 Nunca más se oirán en ti
22 el son de arpas y cítaras,
22 flautas y trompetas;
22 no trabajarán más en ti
22 artesanos de ningún arte;
22 no se oirá más en ti ruido de molino,
22 ni brillará luz de lámpara;
23 no se oirán más en ti
23 los cantos del novio y de la novia.
23 Porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra,
23 y con tus hechicerías se extraviaron las naciones.
24 En esta ciudad fue hallada sangre de profetas y santos
24 y de todos los que fueron degollados en la tierra.»

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 18
18,1

¡Cayó, cayó Babilonia la grande! Este había sido el grito de los profetas que saludaban la caída de la ciudad opresora (ver Jer 50 y 51). Jesús decía, al profetizar la caída de Jerusalén: «Enderécense...» (Lc 21,28).

¡Pueblo mío, aléjate de ella! (4) Vivan en el mundo sin ser del mundo; hagan todo lo posible por convertir esta sociedad, sus aspiraciones y su cultura, pero no vendan su alma. Y cuando Dios venga a juzgar estas estructuras anquilosadas, estén listos para dejarlo todo y para volver al desierto, a la pobreza, antes que acostarse entre los muertos de la historia (véase Fil 3,20).

¿HAY QUE BUSCAR UNA BABILONIA GRANDE EN EL MUNDO ACTUAL?

Para Juan la bestia era figura del imperio romano; veía en ella un instrumento del demonio, y profetizó su caída: ¡y pensar que, durante siglos, el Occidente cristiano soñó con el esplendor de Roma!

El nombre de Roma resumía todo el empuje de su imperio. Muchos pueblos habían sido conquistados e integrados bajo el dominio de un poder fuerte controlado por un orden legal y moral. La «paz romana» permitió la extensión de una cultura de la que somos los herederos, pero también el aflujo a Roma de las riquezas del mundo engendraba la corrupción. Todos aquellos que no aceptaban la paz y la moral que la nación más desarrollada quería imponerles, eran destruidos con la mayor crueldad. Y el Apocalipsis ve en Roma la ciudad maldita.

Al hacer del enfrentamiento de la Iglesia con el Imperio la trama de estos capítulos, Juan nos invita a pensar que esta lucha es un dato permanente de los tiempos cristianos: muerta Roma, Babilonia reaparecerá.

Muchos han querido identificarla con sus adversarios políticos. Pero el demonio no se compromete con ningún campo determinado. Fuera de las persecuciones sangrientas que muchos conocen, la Iglesia hoy en día sufre otra persecucion que sabe disimularse, pero que es dirigida desde paises todopoderosos y que dispone de recursos enormes.

Hoy todavía el cristianismo se identifica en gran parte con el mundo occidental, el que promueve en el mundo valores cristianos, aun sin quererlo. Pero también se hace el apóstol de un liberalismo estrechamente vinculado con el reinado del dinero. Es de los mismos paises reputados «cristianos» de donde salen las influencias más corruptoras y dañinas para la salud moral de los pueblos; al mismo tiempo su superioridad técnica les permite despojar sin violencia aparente a las otras naciones, mientras les predican principios económicos y políticos que convienen a sus propios intereses.

Por eso podemos pensar que la Babilonia del siglo XX no se identifica con un país renegado y diabólico, sino que está también allí donde las comunidades cristianas son más numerosas, luchando y dando su testimonio. Por eso se les dice: Aléjate de ahí, pueblo mío, no se dejen contaminar con los ídolos. En la medida en que la Iglesia mire a los hombres y al mundo con los ojos y con el corazón de los pobres, no puede esperar sino la guerra de parte del Dueño y de los dueños de este mundo.

¿DEBEMOS RELACIONAR LAS APARICIONES DE LA VIRGEN CON EL JUICIO QUE SE AVECINA?

Las importantes apariciones de María durante este último siglo son para muchas personas una señal más de que estamos llegando al final: ¿habrá que tomar en cuenta esa relación?

En todos los momentos trágicos de la historia, hubo gente que hablaba del fin del mundo. Entre gente que tenía miedo corrían y se transmitían revelaciones que fomentaban el terror. Hoy, sin embargo, hay otros que no tocan el tema porque se asustan o para asustar, sino porque piensan que la humanidad está llegando a su edad adulta y que tal vez los tiempos del Nuevo Testamento se están cumpliendo. La repentina aceleración del desarrollo de la humanidad es un hecho: en un siglo se ha recorrido más camino que en miles de siglos anteriores. En otro plano, el apretujamiento de los hombres (ya somos 5.000 millones) y la multiplicación del material que utilizan han vuelto la vida humana cada vez más compleja y difícil; se acerca el momento en que deberemos entrar en un mundo totalmente diferente o bien morir. Sin hablar del hecho de que también cada día aporta medios más eficaces para hacer el mal y para someter el mundo a Satanás. Así que cabe preguntarse hacia dónde vamos, a pesar de que Jesús dijo que nadie podría predecir la hora.

Ahora bien, al referirnos a la Anunciación (Lc 1,26) hemos hablado de la misión única de María en el plan de salvación. A ella tanto como a la Iglesia se aplica el símbolo de la Mujer y del Dragón del capítulo 12. Pero el plan de salvación está siempre en peligro: los mayores obstáculos y retardos vienen de la misma Iglesia, a menudo tan ciega a las exigencias del Evangelio cuando se empeña en conquistar el mundo. ¿Por qué existen esas estructuras tan pesadas, enajenantes, que ahogan en la práctica la libre carrrera de la palabra de Dios? Y las comunidades cristianas se repliegan sobre sí mismas en vez de llevar la Palabra a todos los rincones del mundo.

No es pues de extrañar que la Virgen María utilice la gracia que ha recibido de Dios y que intervenga de vez en cuando para manifestarse a los pobres. Ella no entrega ningún mensaje nuevo o las revelaciones que muchos esperarían (es por eso que fabrican muchas revelaciones de ese tipo, que tienen éxito). Más bien repite las palabras del Evangelio con una fuerza tal que las conversiones se multiplican. Las apariciones están indicando que la Iglesia no ha cumplido su misión sino muy parcialmente: María viene a socorrer a sus hijos olvidados. Y es uno de los canales a través de los cuales se expresa el Espíritu Santo, quien nunca ha dejado de repetir el Evangelio por medio de profetas y milagros.

Pero ¿por qué se hacen más numerosas ahora estas apariciones, e invitan a la conversión con más insistencia? Será tal vez porque la humanidad entra en una edad más crítica, o porque las fuerzas del mal son más activas en el mundo. Pero, si el demonio se ha enfurecido, puede ser porque sabe que le queda poco tiempo.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 19
Cantos en el cielo
1 Después oí en el cielo algo como el canto de un inmenso gentío, que decía:
1 ¡Aleluya! ¿Quién salva y quién tiene gloria y poder sino nuestro Dios?
2 Sus juicios son verdaderos y justos: ha condenado a la gran prostituta que corrompía la tierra con su inmoralidad y le ha hecho pagar la sangre de sus servidores.
3 Y volvieron a clamar: ¡Aleluya! De ella sube humo por los siglos de los siglos.
4 Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron adorando a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén. Aleluya.
5 Y salió del trono una voz que decía: «Alaben a nuestro Dios todos sus servidores, todos los que honran a Dios, pequeños y grandes.»
6 Y oí el ruido de una multitud inmensa como el ruido del estruendo de las olas, como el fragor de fuertes truenos. Y decían:
6 Aleluya.
6 Ahora reina el Señor Dios,
6 el Todopoderoso.
7 Alegrémonos, regocijémonos
7 démosle honor y gloria,
7 porque han llegado las bodas del Cordero.
7 Su esposa se ha engalanado,
8 la han vestido de lino fino,
8 deslumbrante de blancura
8 —el lino son las buenas acciones de los santos—.
9 Después el ángel me dijo: «Escribe: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero.» Y añadió: «Estas son palabras verdaderas de Dios.»
10 Caí a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: «No lo hagas, yo no soy más que un servidor como tú y como tus hermanos que transmiten las declaraciones de Jesús (son declaraciones de Jesús las que vienen del espíritu de los profetas). Sólo debes adorar a Dios.»
El triunfo de la Palabra de Dios
11 Vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco. El que lo monta se llama «Fiel» y «Veraz». Es el que juzga y lucha con justicia.
12 Sus ojos son llamas de fuego, tiene en la cabeza muchas coronas y lleva escrito un nombre que sólo él entiende.
13 Viste un manto empapado de sangre y su nombre es: La Palabra de Dios.
14 Lo siguen los ejércitos del cielo en caballos blancos, vestidos con ropas de lino de radiante blancura.
15 De su boca sale una espada afilada, para herir con ella a las naciones; él las gobernará con vara de hierro; él mismo pisará el lagar del vino de la ardiente cólera de Dios, el Todopoderoso.
16 En el manto y en el muslo lleva escrito este título: «Rey de reyes y Señor de señores.»
17 Vi luego a un ángel parado sobre el sol, que gritó con voz potente a todas las aves que volaban por el cielo: «Vengan acá, reúnanse para el gran banquete de Dios.
18 Vengan y devoren carne de reyes, de generales, de hombres valientes; devoren al caballo con su jinete, a hombres libres y esclavos, a pequeños y grandes.»
19 Vi entonces a la bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para combatir contra el que iba montado en el caballo blanco y contra su ejército.
20 Pero la bestia fue capturada y con ella el falso profeta que había realizado maravillas al servicio de la bestia, engañando con ellas a los que ha bían aceptado la marca de la bestia y a los que adoraban su estatua. Los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego que arde con azufre.
21 Todos los demás fueron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las aves se hartaron de su carne.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 19
19,1

El inmenso gentío se alegra por la condenación de la prostituta y otra vez clama «aleluya» por las bodas del Cordero que se van a realizar.

Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero (9). Ahora se habla de gozo y alegría cuando ha terminado el bullicio de Babilonia y de sus placeres. Se han apagado sus luces y brillan las acciones de los «santos», actos heroicos o servicios humildes.

El final del párrafo puede ser una crítica que Juan lanza contra el demasiado interés por los ángeles, que, en varios sectores de la Iglesia, amenazaba con reemplazar el culto de los dioses paganos. También puede ser una nueva advertencia contra el culto de la personalidad en la misma Iglesia (comparar 19,10 ; 22,8 ; He 10,26).
19,11

Aquí se reanuda la visión de los capítulos 13, 14, 15 y 16, después del paréntesis que constituían los capítulos 17 y 18. Los siete ángeles habían derramado las copas del castigo de la bestia y se esperaba el encuentro decisivo. Entonces aparece Cristo.

Su nombre es la Palabra de Dios (13). Es el «niño varón», nacido de la Mujer, que debía «gobernar a las naciones con vara de hierro» (12,5). Cristo viene como triunfador. Su nombre verdadero es Palabra-de-Dios; ésa es su realidad divina, que nadie comprende sino él. Respecto de la Palabra de Dios, ver Jn 1,1-14.

Lo siguen los ejércitos del cielo. Como Jesús lo había anunciado varias veces (Mateo 16,27).

Palabra de Dios, poderosa para vencer, activa para salvar, «fiel» para cumplir las promesas de Dios, «verdadera» en lo que dice, «la que hace las guerras justas». Las guerras justas son las que se hacen contra el Demonio y sus aliados: el poder perseguidor (la bestia) y las doctrinas que inyectan opio en vez de dar la salvación (el falso profeta).

Al leer la presente página que apuntaba más precisamente al imperio romano, podemos pensar en las derrotas de los invencibles ejércitos romanos y en la descomposición de ese cuerpo inmenso, cuya alma era la fe en la divinidad de Roma, la capital, y del César-Emperador. Cristo no vino a trabar combate contra los ejércitos romanos, en que, por lo demás, cierto número de soldados se habían convertido a la fe cristiana. (Muchos jóvenes cristianos inscritos en el ejército fueron los misioneros de Cristo por donde pasaban y no faltaron los mártires entre ellos.)

Más bien, la victoria anunciada por el Apocalipsis fue la de Cristo y de sus mártires, que con su sacrificio echaron abajo la crueldad, la injusticia y la inmoralidad del mundo pagano. La lucha diaria del creyente era la victoria de Cristo. Pero también llegó el día en que el Señor hizo justicia a la vista de todos: vengan y devoren carne de reyes y de generales (18).
Apocalipsis (Ap) Capítulo 20
Los mil años
1 Vi después a un ángel que bajaba del cielo llevando en la mano la llave del Abismo y una cadena enorme.
2 Sujetó al dracón, la serpiente antigua, que es Satanás o el diablo, y lo encadenó por mil años.
3 Lo arrojó al Abismo, cerró con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que pasen los mil años. Después tendrá que ser soltado por poco tiempo.
4 También vi unos tronos, y sentados en ellos los que tienen poder para juzgar. Vi también las almas de aquellos a quienes les cortaron la cabeza por causa de las enseñanzas de Jesús y de la Palabra de Dios. Vi a todos los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente o en la mano. Volvieron a la vida y reinaron mil años con el Mesías.
5 Esta es la primera resurrección. El resto de los muertos no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años.
6 ¡Feliz y santo es el que participa en la primera resurrección! La segunda muerte ya no tiene poder sobre ellos: serán sacerdotes de Dios y de su Mesías y reinarán con él mil años.
7 Y cuando se terminen los mil años, Satanás será soltado de su prisión,
8 saldrá a engañar a Gog y Magog, es decir, a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, una multitud tan numerosa como las arenas del mar.
9 Invadieron el país entero y cercaron el campamento de los santos, la Ciudad muy amada, pero bajó fuego del cielo y los devoró.
10 Entonces el diablo, el seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya se encontraban la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Ultimo juicio
11 Luego vi un trono grande y espléndido y a uno que estaba sentado en él; el cielo y la tierra huyeron al verlo sin que quedaran huellas de ellos.
12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono, mientras eran abiertos unos libros. Luego fue abierto otro, el libro de la vida. Entonces fueron juzgados los muertos de acuerdo con lo que está escrito en esos libros, es decir, cada uno según sus obras.
13 El mar devolvió los muertos que guardaba, y también la Muerte y el Lugar de los muertos devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras.
14 Después la Muerte y el Lugar de los muertos fueron arrojados al lago de fuego: este lago de fuego es la segunda muerte.
15 Y todo el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 20
20,1

Este texto se ha prestado para muchos comentarios contradictorios y erróneos. Algunos piensan en un paraíso terrenal de mil años antes del cielo. Pero eso estaría en contradicción con toda la enseñanza clara del Nuevo Testamento, que afirma (en contra de muchos judíos de aquel tiempo) que no hay intermedio entre la vida presente y la definitiva.

Esta visión, tal vez, es otra manera de presentar la historia que vivimos, haciendo resaltar sus aspectos positivos y los logros de la evangelización. Estos mil años pueden ser todo el lapso de tiempo en que la Iglesia, liberada ya de las persecuciones judías y romanas, va evangelizando el mundo.

El desarrollo de la Iglesia marca un retroceso en el poder del demonio: está atado. Una corriente de pensamiento y de actuación cristiana va a renovar el mundo. Pensemos en la lucha contra las varias formas de esclavitud, la rehabilitación del trabajo manual, la dignificación de la mujer y del matrimonio, el respeto a la persona humana y al niño.

Vi entonces las almas de aquellos a quienes cortaron la cabeza (4). Ya comparten la vida y la felicidad de Cristo y, de alguna manera, comparten su dominio de la historia y con él están presentes en la vida de la Iglesia terrenal. Pensemos en la influencia creciente que tienen después de muertos los que se entregaron por una causa noble.

Y cuando se terminen los mil años (7). No sabemos lo que durará el mundo, ni cuántas culturas e imperios se enfrentarán con la Iglesia. Pero ahora Juan nos habla de una última crisis en que la Iglesia parecerá sumergida por las fuerzas del mal (ver 2 Tes 2,3). No se da ninguna descripción de lo que sucederá: ya se dijo bastante sobre la lucha de la Iglesia con los agentes del demonio, para que podamos imaginar algo de esta última crisis.

Bajó fuego del cielo (9). Juan retoma expresiones y figuras ya usadas por Ezequiel cap. 38-39.
20,11

El cielo y la tierra huyeron (11). Es el final de la historia, y también del tiempo en el universo: todo vuelve a Dios y es transfigurado por él.

Abrieron libros (12). Usando las imágenes del libro de Daniel (7,10), Juan nos muestra a los hombres juzgados individualmente por lo que hicieron.

La Muerte y el Lugar de los muertos fueron arrojados (14). Manera de decir, no solamente que la muerte desaparece, sino también que nunca Dios la quiso: no reina en el mundo sino a consecuencia del pecado (ver 1 Cor 15,26).

Este último juicio del mundo no hace sino recapitular lo que ya se dijo respecto del mundo judío o del romano. Si leemos bien el evangelio de Juan, especialmente el cápitulo 5, veremos que no se imagina algo espectacular, Cristo bajando del cielo en medio de una humanidad aterrada: el juicio se hizo a lo largo de la historia. Por esta razón Juan lo menciona muy brevemente. Prefiere describir la Jerusalén nueva que viene de Dios, la que está en el centro de las dos últimas visiones que vienen a continuación.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 21
El Cielo nuevo y la Tierra nueva
1 Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existe ya.
2 Y vi a la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia que se adorna para recibir a su esposo.
3 Y oí una voz que clamaba desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos;
4 él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado.»
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Ahora todo lo hago nuevo». Luego me dijo: «Escribe, que estas palabras son ciertas y verdaderas.»
6 Y añadió: «Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed yo le daré de beber gratuitamente del manantial del agua de la vida.
7 Esa será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él y él será hijo para mí.
8 Pero para los cobardes, los renegados, los corrompidos, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras, en una palabra, para todos los falsos, su lugar y su parte es el lago que arde con fuego de azufre, que es la segunda muerte.»
La nueva Jerusalén
9 Se acercó a mí uno de los siete ángeles de las siete copas llenas de las siete últimas plagas y me dijo: «Ven, que te voy a mostrar a la novia, a la esposa del Cordero.»
10 Me trasladó en espíritu a un cerro muy grande y elevado y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios,
11 envuelta en la gloria de Dios.
11 Resplandecía como piedra muy preciosa con el color del jaspe cristalino.
12 Tenía una muralla grande y alta con doce puertas, y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
13 Tres puertas dan a oriente y otras tres miran al norte; tres puertas al sur y otras tres al poniente.
14 La muralla de la ciudad descansa sobre doce bases en las que están escritos los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.
15 El ángel que me hablaba tenía una caña de medir de oro, para medir la ciudad, las puertas y la muralla.
16 La ciudad es un cuadrado: su longitud es igual a su anchura. Midió la ciudad con la caña, y tenía doce mil estadios. Su longitud, anchura y altura son iguales.
17 Midió después la muralla, y tenía ciento cuarenta y cuatro codos de altura. El ángel usaba las mismas medidas que nosotros.
18 La muralla está hecha con jaspe y la ciudad es de oro puro, como cristal.
19 Las bases de la muralla de la ciudad están adornadas con toda clase de piedras preciosas: la primera base es de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda;
20 la quinta, de sardónica; la sexta, de sardio; la séptima, de crisólito; la octava, de berilio; la novena, de topacio; la décima, de crisopraso; la undécima, de jacinto; la duodécima, de amatista.
21 Las doce puertas son doce perlas, cada puerta está hecha de una sola perla. La plaza de la ciudad está pavimentada con oro refinado, transparente como cristal.
22 No vi templo alguno en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios, el Todopoderoso, y el Cordero.
23 La ciudad no necesita luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.
24 A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella sus riquezas.
25 No habrá que cerrar sus puertas al fin del día, ya que allí no habrá noche.
26 Traerán a ella las riquezas y el esplendor de las naciones.
27 Nada manchado entrará en ella, ni los que cometen maldad y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 21
21,1

Primera visión de la Jerusalén celestial. «El ojo no ha visto, el oído no ha oído lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Cor 2,9).

La Biblia empezaba con una visión de la primera creación, en la que Dios, en las avenidas del Edén, conversaba con el hombre, su amigo. El Apocalipsis finaliza con una visión más hermosa en que desborda primero el gozo de Dios: Ahora todo lo hago nuevo. Se ha construido la ciudad santa y definitiva de la humanidad.

Cielo nuevo y Tierra nueva. El cuerpo resucitado de Cristo fue el principio de este universo nuevo, espiritual y material, que esperamos. Ahora su poder de resurrección ha transformado el mundo entero. No será un paraíso para «almas» aisladas ni para puros ángeles, sino una ciudad de hombres: todos han llegado a ser totalmente hijos de Dios: él será hijo para mí.

Enjugará las lágrimas. Dios habita en medio de los hombres y derrama en ellos su felicidad. Los sufrimientos que llenaron tantas vidas, las torturas de los mártires, el dolor íntimo de los pecadores arrepentidos, todo se acabó. Gozo y paz que no se pueden dar en ningún lugar de la tierra, pero sí en el seno de Dios.

La segunda muerte (8). Frente a esa felicidad, la reprobación eterna. El lago de fuego y de azufre, es primeramente para el diablo y las fuerzas de muerte (19,20 ; 20,10 ; 20,14), pero también ha de recibir a aquellos que fueron hasta el extremo de la opción en contra de Dios. Aunque nos cueste pensar que alguien ya no pueda arrepentirse, repetidas veces la Biblia nos avisa que la traición, o el rechazo a la verdad, pueden ir hasta el vacío absoluto.

La Jerusalén nueva ha bajado de Dios. Los hombres se esforzaron por construir, más mal que bien, la comunidad humana. Pero al terminar la historia descubren que, junto con ellos Dios construyó algo mucho más grande.

Ya está hecho (6). Es la realidad definitiva. En el mundo nuevo no hay mar, pues es el lugar de los peligros, y representa también la inquietud y la agitación de los hombres. Desde entonces, Dios, principio y fin, da sin cesar el agua de vida gratuitamente (ver Is 55,1 y Jn 4,10). Nuestra eternidad no puede ser algo inmóvil; de ser así nos aburriríamos pronto. Dios es creatividad pura, y vivir en El es tanto poseerlo como sumergirse cada vez más en su misterio.
21,9

Segunda visión de la Jerusalén celestial: el templo de Dios.

Dos imágenes que se encuentran en el corazón de la Biblia: el banquete de bodas y el templo. Después de Jerusalén, la recién casada, viene la Ciudad Santa, templo de Dios. Los hombres ya no necesitan templo cuando Dios está presente en medio de ellos de manera permanente: la realidad reemplaza a las sombras.

Longitud, anchura y altura son iguales (16). Ciudad construida como una pirámide, perfecta y definitiva. La muralla, símbolo de seguridad: ya no hay miedo ninguno, ni siquiera el temor oculto en cada uno de nosotros al sentir que la vida se le va escapando. El resplandor de la ciudad es de jaspe, y de jaspe es su primera base: el jaspe, color de Dios en el capítulo 4.

En las puertas están apostados ángeles, como en el jardín de Eden: esto quiere decir que todo está encerrado y guardado en el interior del misterio divino. La muralla de santidad y de verdad reposa sobre los apóstoles: la verdad de este mundo nuevo ya estaba contenida en el testimonio de los apóstoles de Jesús. La ciudad definitiva es el término de la larga peregrinación de todos los pueblos; la anhelaban sin conocerla los justos, los pobres, los misericordiosos y los que lloran: las naciones caminarán a su luz.

Los creyentes del Antiguo Testamento no habían dejado de buscar la fuente de vida ubicada en el centro del Eden. Ezequiel la veía salir del Templo nuevo, y Jesús la prometió a la Samaritana. Ahora sale del seno de Dios-Trinidad, del trono de Dios y del Cordero.

Y reinarán por los siglos (22,5). Es la última palabra, y es la séptima vez que lo dice el Apocalipsis.
Apocalipsis (Ap) Capítulo 22
1 Después el ángel me mostró el río de agua de la vida, transparente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de la ciudad, a uno y otro lado del río, hay árboles de la vida, que dan fruto doce veces, una vez cada mes, y sus hojas sirven de medicina para las naciones.
3 No habrá ya maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus servidores le rendirán culto.
4 Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche.
5 No necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque Dios mismo será su luz, y reinarán por los siglos para siempre.
Mira que vengo pronto
6 Después me dijo el ángel: «Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor, que es Dios de los profetas y sus espíritus, ha enviado a su ángel para que muestre a sus servidores lo que ha de suceder pronto.
7 Y voy a llegar pronto.
7 Feliz el que guarda las palabras proféticas de este libro.»
8 Yo, Juan, vi y oí todo esto. Al terminar las palabras y las visiones caí a los pies del ángel que me había mostrado todo esto, para adorarlo,
9 pero él me dijo: «No lo hagas, yo soy un servidor como tú y tus hermanos los profetas y como todos los que escuchan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar.»
10 También me dijo: «No pongas en lenguaje cifrado los mensajes proféticos de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 Que el pecador siga pecando y el manchado siga ensuciándose, que el bueno siga practicando el bien y el santo creciendo en santidad.
12 Voy a llegar pronto, y llevo conmigo el salario para dar a cada uno conforme a su trabajo.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin.
14 Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad.
15 Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira.
16 Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el Brote y el Descendiente de David, la estrella radiante de la mañana.»
17 El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!» Que el que escucha diga también: «¡Ven!» El que tenga sed, que se acerque; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida.
18 Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: «Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro.
19 Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro.»
20 El que da fe de estas palabras dice: «Sí, vengo pronto.»
20 Amén. Ven, Señor Jesús.
21 Que la gracia del Señor Jesús esté con todos.

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Comentarios Apocalipsis, capítulo 22
22,6

Yo, Juan, vi y oí todo esto. Al llegar a esta última página de la Biblia, podemos recordar la parábola de los trabajadores contratados para la viña de Dios (Mt 20). Se acaba el trabajo en que varios profetas y autores habían acudido como a lo largo de un día. En la primera hora se escribieron las visiones con que empieza el Génesis, y que presentan a grandes rasgos la vocación divina del hombre y la finalidad del mundo. En la última hora, Juan, después de contemplar el sol meridiano, Cristo, nos ha mostrado cómo la humanidad se prepara a compartir la gloria de Dios. Es la última hora, por lo que se espera la venida de Cristo. Se sabe, sin embargo, que la última hora puede prolongarse y que el Esposo llegue muy avanzada la noche: el cristiano vela firme en su esperanza, aun cuando se ve enfrentado con el poder de las tinieblas.

El que tenga sed, que se acerque (21,6) Ya leimos en Jn 7,37 estas palabras sacadas de Isaías 55. El niño se hace adulto cuando renuncia a sus deseos ilimitados y acepta las limitaciones del mundo real. Y Dios nos devuelve a la niñez cuando hace que nazca en nosotros el ansia de lo infinito: Hágase tal como han creído, dice Jesús.

Es mediante el deseo que Dios nos prepara para las cosas grandes que quiere darnos: el deseo es la primera manifestación consciente de su trabajo en nosotros. Pero el deseo se parece a las semillitas de la parábola, de las que muchísimas se pierden apenas fueron sembradas. Nosotros mismos nos encargamos de cortarles las alas, pues pensamos: esto no es para mí; ya es suficiente que siga el modelo de los buenos cristianos comunes y corrientes, y es más seguro.

Y es cierto que es más seguro vivir reprimiendo nuestros deseos, porque tal vez el deseo podría volverse una sed.

Muchos han conocido el deseo de Dios, pero pocos son capaces de convivir con él, porque viene a desconcertar el juego natural de nuestra psicología. Al ver estos desórdenes muchos hablarán de aburrimiento, de incapacidad para vivir en sociedad, y el remedio que más frecuentemente nos ofrecerá la gente de buena voluntad será de ocupar nuestra mente con actividades, lo que sería como volver a las cebollas de Egipto (Núm 11,5).

¿Por qué no nos quedamos con nuestra sed y dejamos que crezca, despreciando cualquier satisfacción que sea menos que lo infinito de Dios? Llegará la hora en que se nos dirá: El que tenga sed, que se acerque, y tendrá de beber.