La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Génesis (Gén)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27
Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31
Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35
Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39
Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43
Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47
Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50  
Génesis (Gén) Introducción
Mientras más avanzamos en la vida, más nos interesamos por descubrir nuestras raíces: ¿dónde vivían nuestros antepasados? ¿Cómo se conocieron nuestros padres? ¿Qué inspiró nuestras primeras decisiones? De igual modo todos los pueblos han tratado de reconstruir su pasado. Si bien querían salvarlo del olvido, mucho más querían encontrar en el pasado la confirmación de aquello en que creían; narrar su historia era, pues, una manera de afirmar su propia identidad en medio de tantos pueblos grandes o pequeños que los rodeaban.
Y esto es precisamente lo que está en el corazón del Génesis, un libro que se fue haciendo por partes a lo largo de varios siglos. Tomó su forma definitiva en el siglo V antes de Cristo, cuando el pueblo judío, que había regresado del Exilio en Babilonia, fijó de manera definitiva la expresión de su fe.
Génesis quiere decir Comienzo. No buscaremos en los primeros capítulos un documento sobre los orígenes del universo o sobre un pecado que habría cometido el primer hombre. Pero desde las primeras páginas nos vamos a topar, en forma de imágenes, con todo lo que es importante para nosotros.
Se podría decir que este libro consta de tres partes:
Los capítulos 1 al 11 tratan de establecer un nexo a lo largo de esos enormes períodos de tiempo que transcurrieron desde la creación hasta los primeros «padres de la fe», cuyos nombres quedaron en la memoria, considerando, por supuesto, en primer lugar a Abrahán.
La segunda parte evoca la vida de esos clanes nómadas que creían ya en un Dios cercano y en el cual se podía confiar, el «Dios de su padre». Esta historia, o estas historias, se ubican en la tierra de Ca naán, en un tiempo en que el pueblo de Israel no había nacido todavía (en los siglos XVIII-XV antes de Cristo). Nos muestran cómo Dios ya había preparado su obra de salvación mediante las promesas hechas a Abrahán y Jacob. Este es el tema de los capítulos 12 al 38.
La tercera parte, la historia de José, proyecta una luz sobre las tragedias que entretejen la existencia humana. Los hombres necesitan un salvador, y la salvación les vendrá justamente por intermedio de aquellos que primero persiguieron y rechazaron.
¿Quién escribió el Génesis?
No hubo uno sino varios autores. No olvidemos que el pueblo de la Biblia se fue constituyendo poco a poco, por la aglomeración de tribus nómadas que no sabían leer ni escribir. Traían consigo el recuerdo de sus antepasados y de señales que Dios había realizado en su favor; sus tradiciones se transmitían oralmente.
Cuando esas tribus se establecieron en Palestina, fueron entrando poco a poco en una nueva cultura, la de la escritura. Alrededor del rey y de sus funcionarios, los escribas fijaban por escrito las leyes y las creencias de su reino. Así fue como en la época del rey Salomón (siglo X antes de Cristo), un escritor desconocido, al que se acostumbra llamar el Yavista, compuso una primera historia del pueblo de Dios.
Puso por escrito los recuerdos y leyendas referentes a Abrahán y su familia que los israelitas se transmitían de padres a hijos. Para hablar de los tiempos anteriores, utilizó en parte la literatura de los Babilonios y sus poemas referentes a la primera pareja y el Diluvio, pero también los transformó profundamente, para que estas historias expresaran una visión del mundo que procedía de su fe.
Este relato antiguo ha sido completado posteriormente con otros que procedían de otras tradiciones, repitiéndose a veces los mismos hechos.
Mucho más tarde, cuando los judíos volvieron del Destierro a Babilonia (siglo V antes de Cristo), sus sacerdotes añadieron muchos párrafos que ponemos aquí en letra cursiva. Fueron ellos los que compusieron el poema de la creación en siete días, con que empieza el Génesis y en cierto sentido, toda la Biblia.
Las tres palabras de Dios Creador (cap. 12)
En el primer capítulo del Génesis dijo Dios, y es la creación.
En el capítulo 9, de nuevo dijo Dios, y es para dar su bendición a toda la humanidad.
En el capítulo 12, dijo Dios por tercera vez, y es el comienzo del pueblo de Dios. Son tres pasos de muy desigual extensión de la Biblia, ya que la revelación hecha al pueblo de Dios va a ocupar gran parte de ésta. Lo que en ella leeremos interesa en realidad a toda la humanidad, pero será lo que Dios ha dicho y hecho con su pueblo en particular.
Si nos compenetramos del espíritu de la Biblia, descubriremos que estos tres aspectos de la obra divina conforman un todo y se armonizan entre sí de mil maneras. Pero, ¡cuidado! Si no hemos captado bien el sentido de esas tres palabras, llegará un momento en que no podremos aceptar más el testimonio de la Biblia y Jesús se nos esfumará. Porque esas tres palabras chocan con algunos prejuicios que marcan profundamente a nuestro tiempo.
Dijo Dios y su palabra creó el universo con sus leyes físicas. La Biblia nos recordará que esas leyes son estables para siempre. Pero también nos dirá que el universo está siempre a disposición de Dios y que obedece a su Palabra. Decir que Dios puso el piloto automático para dirigir al mundo, es en parte verdad, pues no da golpes de timón a cada momento. Pero nos estaríamos saliendo de la revelación bíblica si dijéramos que Dios lo determinó todo desde un principio y que por lo tanto no puede hacer intervenir cuándo quiera fuerzas superiores que interfieren con aquéllas o las ponen entre paréntesis (desde nuestro punto de vista). Se dice que Dios descansó de sus obras al séptimo día (Gén 2,4), pero lo contrario tiene también su verdad: «El Padre todavía está trabajando» (Jn 5,17). Dios no cesa de expresarse a sí mismo a través de sus obras, y la creación, de continuar viviendo y existiendo en él. Las leyes de la naturaleza son la sombra de una justicia superior que está en Dios, pero en la naturaleza hay mucho más que leyes físicas, comenzando por su riqueza y esplendor. Su constante creatividad, que es una de sus más misteriosas capacidades, es un reflejo de la libre creatividad de Dios, que no está nunca encadenada.
Esto es más que suficiente para hacer saltar a todos los que toman por verdad absoluta a determinados postulados de la razón, como por ejemplo, que las leyes son inflexibles y que nada existe fuera de lo que puede ser medido. Sin esos postulados no habría investigación científica, pero eso no significa que expresen toda la realidad del mundo, ni siquiera lo esencial. Y sin embargo es justamente ese prejuicio lo que impide a muchos cristianos admitir cualquier tipo de intervención de Dios en el orden habitual del mundo. De entrada se negarán a admitir en el Evangelio la multiplicación de los panes, la virginidad de María, la Transfiguración... o les harán decir a los textos lo contrario de lo que dicen. Rechazarán todos los testimonios actuales de los que han experimentado semejantes intervenciones soberanas de Dios. Luego negarán cualquier intervención directa de Dios en nuestro mundo interior, y muy lógicamente se negará que la oración tenga algún sentido. Ese racionalismo inspirará muchos libros y discusiones, pero al fin y al cabo es estéril. Jamás hará que brote la fe y nunca dará la alegría.
El «dijo Dios» de la historia de Noé también tiene un profundo sentido. Dios actúa en el tiempo después del diluvio haciendo un pacto con todos los pueblos y con todas las religiones, puesto que todos son hijos de Noé. Si Dios los bendice, eso quiere decir que les ofrece un camino de salvación: lo hallarán a través de las mil culturas y religiones (He 17,27). Cuando la Palabra o Sabiduría de Dios se hace presente en su búsqueda de la sabiduría, en las palabras de sus libros sagrados, ésta (la Palabra de Dios) no hace más que continuar su obra creadora, pues por ella dispuso Dios los tiempos de la creación (Heb 1,2). Pues bien toda la marcha de la historia prolongará el plan de Dios Creador, y por su parte las religiones estarán ligadas a un descubrimiento de Dios o «de lo divino» en la naturaleza.
¿Qué más necesitamos? ¿No tiene allí la humanidad todo lo que necesita para terminar la creación? Eso sería olvidar que los «hijos de Noé» son siempre «hijos de Adán». Muy pronto se cae de los sueños en una realidad que no es muy hermosa. Pero no insistamos en los fracasos y en los límites de las sabidurías humanas, porque lo importante está en otra parte. Para Dios la creación es el medio que tiene para expresarse. Ahora bien, aunque él entregara las riquezas del universo a una humanidad mucho más razonable de lo que somos, nada haría traslucir lo que hay de más extraordinario en él: el dinamismo de un amor cuyas iniciativas sólo él comprende. Si no hubiera más que el hombre frente al Creador, sólo aparecería como grande y generoso. El no puede decir más sin romper el círculo de una creación aparentemente perfecta. Por eso, Dios iba a llamar a personas y a grupos para que emprendieran con él un camino muy singular y a menudo al revés de lo que enseña la experiencia humana. Y el punto de partida, o la primera fractura, fue el llamado a Abrahán.
Este tercer «dijo Dios» marca el comienzo de un pueblo de Dios, diferente a todos los demás y esta oposición, o mejor esta dualidad entre los que son elegidos para ser pueblo de Dios y los que no lo son, despierta un gran malestar en la conciencia de muchos cristianos de hoy. ¿Por qué dos pesos, por qué dos medidas? ¿Estamos seguros que la revelación bíblica es más que una religión entre todas las demás? Y a lo mejor hasta nos vemos tentados a renegar de nuestras riquezas: «¿Por qué voy yo a tener la verdad más que los demás?»
Es pues el momento de aceptar o no al Dios de la Biblia, al que es «favor y fidelidad», él llama al que quiere, y da a uno lo que no da a otro. Da más para que se produzca más y para que todo el mundo se aproveche; pero da lo que él quiere. ¿Nos ha llamado Dios para ser su pueblo? Esto no nos concede ningún derecho especial. Es una riqueza pertenecer al pueblo de Dios, más todavía es nuestro servicio al mundo. Es Dios quien nos hace surgir de la nada, todos únicos y necesarios. Y al mismo tiempo que nos hace lo que somos, nos pone en un camino que no forma más que una cosa con nuestras necesidades, nuestras esperanzas y nuestra sed de felicidad.
El lector cristiano tiene pues que aceptar, el carácter único de su vocación. Querer olvidarla para ser más semejante a los demás no tendría aquí ningún sentidoo, puesto que los demás no nos envidian nuestro lugar. No sería una muestra de humildad o de espíritu más abierto sino de miedo: miedo a ser diferente, o tal vez, este otro terror que es una falta de fe: ¿no son puras ilusiones las grandes promesas de Dios?
Génesis (Gén) Capítulo 1
Génesis
Dios ordena el universo
1 En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra,
2 todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.
3 Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.
4 Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas.
5 Dios llamó a la luz «Día» y a las tinieblas «Noche». Atardeció y amaneció: fue el día Primero.
6 Dijo Dios: «Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe unas aguas de las otras.»
7 Hizo Dios entonces como una bóveda y separó unas aguas de las otras: las que estaban por encima del firmamento, de las que estaban por debajo de él. Y así sucedió.
8 Dios llamó a esta bóveda «Cielo». Y atardeció y amaneció: fue el día Segundo.
9 Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo depósito, y aparezca el suelo seco.» Y así fue.
10 Dios llamó al suelo seco «Tierra» y al depósito de las aguas «Mares». Y vio Dios que esto era bueno.
11 Dijo Dios: «Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla, y árboles frutales que por toda la tierra den fruto con su semilla dentro, cada uno según su especie.» Y así fue.
12 La tierra produjo hierba, plantas que dan semillas y árboles frutales que dan fruto con su semilla dentro, cada uno según su especie. Dios vio que esto era bueno.
13 Y atardeció y amaneció: fue el día Tercero.
14 Dijo Dios: «Haya luceros en el cielo que separen el día de la noche, que sirvan para señalar las fiestas, los días y los años,
15 y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra.» Y así sucedió.
16 E hizo Dios los dos grandes luceros: el lucero mayor para regir el día, el lucero menor para regir la noche, e hizo también las estrellas.
17 Dios los colocó en lo alto de los cielos para iluminar la tierra,
18 para regir el día y la noche y separar la luz de las tinieblas; y vio Dios que esto era bueno.
19 Y atardeció y amaneció: fue el día Cuarto.
20 Dijo Dios: «Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento.»
21 Dios creó entonces los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua según su especie, y todas las aves, según su especie. Y vio Dios que todo ello era bueno.
22 Los bendijo Dios, diciendo: «Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar, y multiplíquense asimismo las aves sobre la tierra.»
23 Y atardeció y amaneció: fue el día Quinto.
24 Dijo Dios: «Produzca la tierra vivientes según sus especies, animales del campo, reptiles y fieras.» Y así fue.
25 Dios hizo las distintas clases de animales salvajes según su especie, los animales del campo según sus especies, y todos los reptiles de la tierra según sus especies. Y vio Dios que todo esto era bueno.
26 Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.»
27 Y creó Dios al hombre a su imagen.
27 A imagen de Dios lo creó.
27 Varón y mujer los creó.
28 Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.»
29 Dijo Dios: «Hoy les entrego para que se alimenten toda clase de plantas con semillas que hay sobre la tierra, y toda clase de árboles frutales.
30 A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman.» Y así fue.
31 Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció: fue el día Sexto.

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Comentarios Génesis, capítulo 1
1,1

Hay que hacer un esfuerzo para leer esta página con gran sencillez. Desde hace ciento cincuenta años han surgido demasiadas discusiones sobre el tema «la creación según la Biblia y según la ciencia», un problema muy mal planteado y cuya solución habitualmente se presenta en una forma todavía peor. No hay que buscar aquí datos históricos o científicos, pues los que redactaron este capítulo querían enseñar realidades muy diferentes, y Dios hizo suya esa exposición sin asustarse de que hablaran del cielo como de una bóveda azul de la que cuelgan las estrellas.

Es palabra de Dios, pero no leamos este texto como si nos transmitiera “la” comprensión cristiana del universo. Todas las religiones del pasado tuvieron sus «cosmogonías», es decir, sus relatos sobre el origen del mundo, y también la Biblia tuvo los suyos y éste es el más importante. Pero la Biblia tiene mucho más que decir y lo dice allí donde muchos no lo buscan: en el Nuevo Testamento. Habrá que esperar la venida de Cristo para que se revele el misterio de Dios creador: véase Jn 1 y Ef 1.

Este relato rítmico, con sus repeticiones y su forma litúrgica, es como un prefacio del primer núcleo de la Biblia realizado en el siglo 5 antes de Jesús, cuando los judíos retornaron del Exilio de Babilonia.

Estamos muy lejos de los antiguos relatos mitológicos: nada de personajes y monstruos primitivos, nada de conflictos entre los seres divinos y no se pinta imagen alguna de Dios. Dios se mantiene fuera de ese mundo del cual no tiene necesidad, pues lo hizo para el hombre, pero un día vendrá a ese mundo el Hijo para instalar en él su tienda (Jn 1,14).

“Dijo Dios” y eso basta, y así será a lo largo de la historia. Lo importante para Dios no es hacer el mundo sino poner orden en él, y toda la Biblia mostrará cómo es él quien da sentido a la existencia humana.
1,2

Palabra de Dios y Espíritu de Dios: dos palabras que llenarán las páginas de la Biblia. Donde se escucha la Palabra, el Espíritu viene a los corazones y el mundo se transforma.

Véase la nota Dios habla p.000.
1,12

Dios vio que esto era bueno. La exploración de la luna y de los planetas ha demostrado cuán improbable es que un fragmento desecado de estrella pudiese llegar a ser tierra habitable, y sin embargo eso aconteció con nuestro planeta; el presente relato muestra las repetidas atenciones de Dios que concluyen cuando la tierra pasa a ser el terruño de la raza humana y de un mundo civilizado. ¿Y quién se atrevería a decir que los frutos no fueron destinados en primer lugar para nosotros? La cuna del hombre fue preparada durante largo tiempo, pero luego será ese ser humano quien recibirá la total responsabilidad del mundo.

Nada de todo lo creado es malo, pero no por eso niega el autor la existencia de fuerzas malas en el mundo, como serían el mar y la noche, a las que los israelitas tanto temían. Tales fuerzas sin embargo están contenidas: son asignados sus límites al mar, y la noche cede el paso a la luz.
1,14

El sol y la luna inscribirán marcas en el tiempo que huye. ¿Se podría imaginar una sociedad sin fechas y sin calendario? Pero para el autor tales fechas son las fiestas religiosas del calendario lunar.
1,22

Esta es la primera de tres bendiciones: bendición de la vida nacida en nuestro planeta; bendición de la raza humana y de la pareja (28); bendición del día de descanso (el sábado), que será una señal distintiva del pueblo de Dios.

La bendición de Dios significa que él no dejará de animar nuestros esfuerzos y de dominar las crisis.

Conviene recalcar la importancia de esta bendición que se encuentra en la raíz misma de la historia bíblica. Mientras el sabio asiático se sitúa de cara a la naturaleza como una persona ya mayor que trata de adaptarse al orden universal, la Biblia presenta al hombre como un niño invitado a jugar con la creación. Todas las claves que le permitirán comprender el universo se encuentran en la palabra de Dios, que es el origen de la creación.

El capítulo siguiente completará esto para dar un sentido a los tiempos que vendrán: el hombre construirá la historia a pesar de su debilidad y de sus propias faltas. Esta certeza ha sido suficiente para que la ciencia y las empresas de Occidente abrieran el camino al progreso técnico y a la globalización de la cultura.
1,27

La obra de Dios se corona con la creación del hombre. El texto deja tres afirmaciones decisivas que son como la base de la visión cristiana del hombre. Estas certezas han permitido que apareciera la civilización moderna y se han impuesto mucho más allá del ámbito del mundo cristiano.

Lo creó a su imagen. Siendo imagen del Dios-Verdad, el hombre no está encerrado sin esperanza en el mundo de sus fantasmas y de sus ilusiones, en la prisión de sus categorías y estructuras, sino que fue creado para la Verdad, y Dios puede manifestarle lo esencial en un lenguaje humano y a través de experiencias humanas.

Hombre y mujer los creó. Dios no crea al hombre solo ni a la mujer sola, sino la pareja. Y por más que esto sorprenda en una cultura machista, no hay desigualdad entre el hombre y la mujer. Aquí escapamos de esas imágenes simplistas de las teorías materialistas que afirman que la división de los sexos no sería más que el producto del azar en la mutación de los cromosomas, y que luego el amor resultaría de aquella división de los sexos. Para Dios las cosas son al revés: el amor estuvo primero, y la larga evolución de la sexualidad fue su preparación.
1,28

Véase la nota Dominen la tierra p.000.
1,31

Véanse las notas Dios o el universo divinizado y La creaciÓn espiritual p.000.
Génesis (Gén) Capítulo 2
1 Así estuvieron terminados el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos.
2 El día séptimo Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho.
3 Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho.
4a Aquí viene la continuación, después de creados el cielo y la tierra.
«El Adán» en el jardín de Edén
4b El día en que Yavé Dios hizo la tierra y los cielos,
5 no había sobre la tierra arbusto alguno, ni había brotado aún ninguna planta silvestre, pues Yavé Dios no había hecho llover todavía sobre la tierra, y tampoco había hombre que cultivara el suelo
6 e hiciera subir el agua para regar toda la superficie del suelo.
7 Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida.
8 Yavé Dios plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén, y colocó allí al hombre que había formado.
9 Yavé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, agradables a la vista y buenos para comer. El árbol de la Vida estaba en el jardín, como también el árbol de la Ciencia del bien y del mal.
10 Del Edén salía un río que regaba el jardín y se dividía en cuatro brazos.
11 El primero se llama Pisón, y corre rodeando toda la tierra de Evila donde hay oro,
12 oro muy fino. Allí se encuentran también aromas y piedras preciosas.
13 El segundo río se llamaba Guijón y rodea la tierra de Cus.
14 El tercer río se llama Tigris, y fluye al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates.
15 Yavé Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara.
16 Y Yavé Dios le dio al hombre un mandamiento; le dijo: «Puedes comer todo lo que quieras de los árboles del jardín,
17 pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás.»
18 Dijo Yavé Dios: «No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una auxiliar a su semejanza.»
19 Entonces Yavé Dios formó de la tierra a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y el nombre de todo ser viviente había de ser el que el hombre le había dado.
20 El hombre puso nombre a todos los animales, a las aves del cielo y a las fieras salvajes. Pero no se encontró a ninguno que fuera a su altura y lo ayudara.
21 Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Le sacó una de sus costillas y rellenó el hueco con carne.
22 De la costilla que Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó:
23 «Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona porque del varón ha sido tomada.»
24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne.
25 Los dos estaban desnudos, hombre y mujer, pero no sentían vergüenza.

**
Comentarios Génesis, capítulo 2
2,2

El relato establece el ordenamiento del mundo repatido en seis días; de igual manera el ritmo de la vida se apoyará en la semana: siete días. El séptimo día es llamado sabbat, que en hebreo significa “cortar” o “detenerse”. Es un día distinto de los demás, y en eso se parece a Dios que es santo, es decir que ocupa un lugar aparte de todo el resto: se dirá que el sábado es santo. Este descanso semanal es una de las leyes fundamentales del pueblo de Dios (Éx 16,23-25; 20,8; Is 56,4; 58,13). Y también ese día de reposo facilita el culto divino.

La vida de trabajo deberá respetar ese orden si no se quiere que los trabajadores se conviertan en esclavos y olviden que no fueron hechos para trabajar sino para encontrar un día el descanso en Dios: Heb 4.
2,4a

Aquí viene la continuación. El corte entre los dos relatos no coincide con el final del capítulo; esto no debe sorprendernos pues los capítulos y versículos se determinaron muchos siglos más tarde para facilitar el estudio de los libros, y no siempre se colocaron en el lugar más apropiado.
2,4b

El título que hemos elegido habla de “El Adán”, porque la palabra Adán en hebreo significa “hombre” en el sentido más amplio; es “alguien” sin distinguir entre hombre y mujer; aquí se utiliza como se hace actualmente cuando se dice “el hombre”. Y por esta razón hemos traducido “el hombre” aún cuando el texto dice “Adán”.

Este capítulo es más antiguo que el anterior y es también diferente la manera de hablar de Dios: aquí tiene ya nombre propio, se lo conoce. Es muy cercano y no bien le ha comunicado al hombre su propio aliento ya lo pone a prueba, o si se quiere, despierta su conciencia.

Es como una parábola en la que los personajes representan a la humanidad de todos los tiempos. O más exactamente, es el despertar de la pareja y el de la conciencia. Han nacido sin haberlo elegido, pero Dios sólo deseaba el bien para ellos y había preparado la naturaleza para recibirlos.

Edén significa “Delicias”. Cualquier lugar de la tierra merecería ser llamado como aquí un jardín, porque nadie nace sin padres que hayan preparado la tierra y la cuna, al menos tratándose de un verdadero padre o madre y de la procreación responsable.

El hombre está arraigado en la tierra y en la gran familia de seres vivos (y la evolución de los seres vivos nos lo confirma), pero también es polvo del suelo y empezará a descomponerse apenas le falte el árbol de vida que Dios le facilita.
2,5

Véase la nota La Biblia y la EvoluciÓn p.000.
2,16

El mandamiento. No hay humanidad si no hay ley. La obediencia a la ley de Dios es asunto de vida o muerte tanto para el individuo como para las familias y los pueblos. La persona sólo se despierta cuando se hace responsable, cuando es capaz de responder y de rendir cuentas tanto a su conciencia como a quienes le han confiado una misión.
2,18

La pareja es tan fundamental como el mandamiento. La mujer es sacada del hombre y el hombre nace de la mujer: ahí está la riqueza del amor, siempre que sea entendido como la forma de construirse juntos, porque entonces renacerán realmente el uno del otro.
2,19

Dar un nombre a alguien es una forma de demostrar su autoridad y de confiarle una misión (Gén 17,5; Mt 16,18). El hombre domina, como en 1,28: no se rebajará jamás al nivel de los animales; más aún, el verdadero amor será la fuerza vital que lo unirá a la mujer, un amor muy exigente, y el único capaz de hacerlo madurar.
2,24

Y pasan a ser una sola carne, es decir, un solo ser. Jesús dará su interpretación a estas palabras en Mt 19,3, aunque serán pocos los que lo comprenderán. La voluntad de Dios sin embargo estaba bien clara en esta página tan antigua: los años de vida en común, los esfuerzos para comprenderse y tomar decisiones juntos, la capacidad de perdonarse y de perseverar en total fidelidad, los riesgos asumidos para educar una familia, son esos los medios que poco a poco van transformando al hombre y a la mujer, permitiéndoles adquirir madurez y el sentido de su responsabilidad.
Génesis (Gén) Capítulo 3
La tentación y la caída
1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yavé Dios había hecho. Dijo a la mujer: «¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?»
2 La mujer respondió a la serpiente: «Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín,
3 pero no de ese árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo prueban siquiera, porque si lo hacen morirán.»
4 La serpiente dijo a la mujer: «No es cierto que morirán.
5 Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.»
6 A la mujer le gustó ese árbol que atraía la vista y que era tan excelente para alcanzar el conocimiento. Tomó de su fruto y se lo comió y le dio también a su marido que andaba con ella, quien también lo comió.
7 Entonces se les abrieron los ojos y ambos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Cosieron, pues, unas hojas de higuera, y se hicieron unos taparrabos.
8 Oyeron después la voz de Yavé Dios que se paseaba por el jardín, a la hora de la brisa de la tarde. El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín para que Yavé Dios no los viera.
9 Yavé Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»
10 Este contestó: «He oído tu voz en el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo; por eso me escondí.»
10 Yavé Dios replicó:
11 «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te prohibí?»
12 El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio del árbol y comí.»
13 Yavé dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?» La mujer respondió: «La serpiente me engañó y he comido.»
La sentencia de Dios
14 Entonces Yavé Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás tierra por todos los días de tu vida.
15 Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón.»
16 A la mujer le dijo: «Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos y darás a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará falta un hombre, y él te dominará.»
17 Al hombre le dijo: «Por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol del que Yo te había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida.
18 Espinas y cardos te dará, mientras le pides las hortalizas que comes.
19 Con el sudor de tu frente comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás.»
20 El hombre dio a su mujer el nombre de «Eva», por ser la madre de todo viviente.
21 En seguida Yavé Dios hizo para el hombre y su mujer unos vestidos de piel y con ellos los vistió.
22 Entonces Yavé Dios dijo: «Ahora el hombre es como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. Que no vaya también a echar mano al Arbol de la Vida, porque al comer de él viviría para siempre.»
23 Y así fue como Dios lo expulsó del jardín del Edén para que trabajara la tierra de la que había sido formado.
24 Habiendo expulsado al hombre, puso querubines al oriente del jardín del Edén, y también un remolino que disparaba rayos, para guardar el camino hacia el Arbol de la Vida.

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Comentarios Génesis, capítulo 3
3,1

Continúa la historia del jardín del Edén, pero es ya la segunda parte. El autor quiere mostrar cómo se pasó de lo que Dios quería a lo que es actualmente la realidad de una humanidad tan alejada del paraíso terrestre como ciega respecto a Dios.

Repitámoslo: “se pasó de lo que Dios quería”. El relato no quiere enseñar que el pecado del primer antepasado destruyó un estado ideal que existía entonces, sino que indica lo que sería si los hombres no sucumbiesen a una determinada tentación. El autor resalta tres elementos del pecado arraigado en nuestra historia y en la libertad de cada uno: el árbol del bien y del mal, la serpiente, el fruto que da el conocimiento.

El árbol del bien y del mal ya estaba en el jardín. El bien y el mal no significan en este texto lo moralmente bueno o malo, sino lo que es agradable y provechoso, o bien fracaso y sufrimiento. Ese árbol es el conocimiento de lo que somos y de cómo realizar todas las aspiraciones. Dios ha mantenido al hombre en una cierta ignorancia del camino que lo conduce a su destino de eternidad; únicamente pidió a Adán que confiara en él y que obedeciera su Ley.

La serpiente es el Tentador (que en hebreo se dice Satanás). El demonio se ha trans formado entre nosotros en un fantasma de las películas de magia o de terror, pero la Bi blia lo muestra presente desde los comienzos, siendo el origen de las primeras tentaciones.

Respecto al fruto prohibido, no es que se trate de una manzana: en la cultura hebrea comer el fruto de la sabiduría o de la locura es alimentarse de una cultura que llevará a la verdadera sabiduría o a la de los espíritus llamados “libres” que terminan destruyéndose (Pro 9,5).
3,14

Ya antes de la sentencia de Dios, cuando la serpiente conversaba con Eva, llevaba el peso de una maldición, pues presentaba a Dios como un amo celoso, pero era incapaz de pronunciar su nombre propio, Yavé.

Dios maldice a la serpiente pero no al ser humano. El plan primitivo no puede fracasar: la felicidad y la paz están al final, pero el ser humano sólo podrá alcanzarlas al precio de una historia que desconcierta y que muchas veces parecerá un fracaso (1Cor 1,21): tal será la redención con y por Jesús.

El autor sabe que las serpientes atacan siempre a ras del suelo y por eso se ponen botas para aplastar su cabeza. Eligió esa imagen para afirmar que la descendencia de la mujer triunfará un día sobre los agentes del mal en este mundo.

Este relato toca tan profundamente la situación común a todos los seres humanos que se aplica al niño que crece, a las primeras experiencias del amor, a las ambiciones que buscan un camino hacia el éxito y el dinero, a la pretensión de construirse solo.

Invita a tomar conciencia de que el pecado está siempre “en el origen”, es decir, antes de que sea reconocido claramente; el niño que llamamos inocente al nacer, ya está marcado por las experiencias vividas durante los nueve meses en el vientre de su madre; el pecado no está solamente en los que se sirven de la ciencia para hacer el mal, sino que está en toda nuestra cultura, ciega ante Dios y que hace la vista gorda frente a todo lo que es un embrutecimiento de la persona humana; nadie puede decir que es tá libre del pecado; nadie será hijo de Dios si Dios no ha dado el primer paso perdonándolo.

Véanse las notas: El pecado original y La inmaculada concepciÓn p.000 et 000.

17. Maldita será la tierra por tu causa. Cuando fue escrito este relato en tiempos de Salomón, los israelitas recordaban sus primeros esfuerzos para cultivar la tierra tras siglos de vida nómada. Eran más pobres cuando iban tras sus rebaños por tierras áridas, pero no trabajaban quitando piedras o cavando con una herramienta mala y primitiva que se embotaba continuamente.
3,20

Sólo después del pecado Adán da un nombre a su mujer, con lo que afirma su autoridad (2,19).

Dios da un vestido a Adán y a Eva. Todos sabían que en un principio el hombre andaba desnudo como los animales, pero esa desnudez no podía prolongarse en una sociedad que lo protege de sus instintos. De hecho la desnudez exhibida por la cultura liberal es una invitación constante a gozar del sexo en vez de descubrir el amor verdadero y el sentido de servicio. El gesto de Yavé que da un vestido a la pareja manifiesta su preocupación por esa humanidad ahora fragilizada.

El hombre es como uno de nosotros: Resalta el viejo fondo legendario de donde el autor sacó algunas imágenes, tales como la serpiente y el árbol de la vida. En esas leyendas se hablaba de pequeños dioses celosos del hombre, que gracias a complicidades celestiales había descubierto la planta de la inmortalidad.

Los querubines y el remolino disparando rayos recuerdan una antigua creencia de los babilonios, que ponían a la entrada de las ciudades tableros vueltos al viento, llenos de maldiciones para los posibles invasores.

No sin motivo se conservaron ambas imágenes. Aun cuando Dios continuara demostrando sus atenciones a los que lo aman, había cierta distancia, temores, crímenes y pecados, toda una contienda entre Dios y los pueblos de la tierra, de modo que se estaba lejos de lo que Dios había prometido y continuaba prometiendo.
Génesis (Gén) Capítulo 4
Caín y Abel
1 El Adán se unió a Eva, su mujer, la cual quedó embarazada y dio a luz a Caín. Entonces dijo: «Gracias a Yavé me conseguí un hijo.»
2 Después dio a luz a Abel, el hermano de Caín. Abel fue pastor de ovejas, mientras que Caín labraba la tierra.
3 Pasado algún tiempo, Caín presentó a Yavé una ofrenda de los frutos de la tierra.
4 También Abel le hizo una ofrenda, sacrificando los primeros nacidos de sus rebaños y quemando su grasa.
5 A Yavé le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y la suya. Caín se enojó sobremanera y andaba cabizbajo.
6 Yavé le dijo: «¿Por qué andas enojado y con la cabeza baja? Si obras bien, andarás con la cabeza levantada.
7 En cambio, si obras mal, el pecado está a las puertacomo fiera al acecho: ¡tú debes dominarlo!»
8 Caín dijo después a su hermano Abel: «Vamos al campo.» Y cuando estaban en el campo, Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató.
9 Yavé preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano?» Respondió: «No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?»
10 Entonces Yavé le dijo: «¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra.
11 En adelante serás maldito, y vivirás lejos de este suelo fértil que se ha abierto para recibir la sangre de tu hermano, que tu mano ha derramado.
12 Cuando cultives la tierra, no te dará frutos; andarás errante y fugitivo sobre la tierra.»
13 Caín dijo a Yavé: «Mi castigo es más grande de lo que puedo soportar.
14 Tú me arrojas hoy de esta tierra, y me dejas privado de tu presencia. Si he de ser un errante y he de andar vagando sobre la tierra, cualquiera que me encuentre me matará.»
15 Yavé le dijo: «No será así: me vengaré siete veces de quien mate a Caín.» Y Yavé puso una marca a Caín para que no lo matara el que lo encontrara.
16 Caín se fue de la presencia de Yavé y habitó en el país de Nod, al oriente del Edén.
Los hijos de Caín y Set
17 Caín tuvo relaciones con su mujer, la cual dio a luz un hijo, al que llamó Henoc. Construyó una ciudad y la llamó Henoc, con el mismo nombre de su hijo.
18 Con el tiempo Henoc tuvo un hijo, que llamó Irad. Irad fue padre de Mavael, Mavael padre de Matusael y éste de Lamec.
19 Lamec tuvo dos mujeres: una se llamaba Ada y la otra Sila.
20 Ada dio a luz a Jabel, que fue el padre de los que habitan en cabañas y cuidan rebaños.
21 Tuvo un hermano llamado Jubal, que fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta.
22 Sella, por su parte, dio a luz a Tubal-Caín; ése es el que forja toda clase de herramientas en cobre y hierro. La hermana de Tubal-Caín se llamaba Nohema.
23 Dijo Lamec a sus mujeres:
23 «Escúchenme ustedes, Ada y Sella; oigan mis palabras, mujeres de Lamec: yo he matado a un hombre por herirme y a un muchacho porque me golpeó.
24 Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta y siete veces.»
25 Adán tuvo de nuevo relaciones con su mujer, que dio a luz otro hijo, a quien llamó Set, pues dijo: «Dios me ha concedido otro hijo en lugar de Abel que fue matado por Caín.»
26 A Set también le nació un hijo, y le puso el nombre de Enós; él fue el primero que invocó el nombre de Yavé.

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Comentarios Génesis, capítulo 4
4,1

Los capítulos 4-11 ofrecen una visión de la historia de los pueblos desde el principio hasta el momento en que Dios eligió a Abraham para que fuera el padre de un pueblo de Dios. El autor creó una genealogía, es decir, una serie de nombres y cifras que se van encadenando como si se tratara de hijos y nietos de una sola familia. De vez en cuando hará de tal o cual nombre el símbolo de un determinado aspecto de la vida humana.

La historia de Caín y Abel inicialmente no tenía nada que ver con la de Adán y Eva (en 4,14 el incidente se sitúa en una tierra ya poblada), pero el escritor bíblico hizo de ellos los hijos de la primera pareja para mostrar hasta qué punto la violencia está arraigada en nuestra historia. Sus raíces están en el corazón del hombre (4,7) y Dios, que hace justicia, se opone a las venganzas (4,15).

La historia ha dado siempre la razón al más fuerte: el vencedor ha sabido siempre probar que sus víctimas merecían esa suerte. Es lo que ocurrió de manera especial cuando dos hermanos se pelearon para dominar el clan o para fundar una ciudad (como en la fundación de Roma). Pero aquí la Biblia invierte la vieja tradición de los cainitas, cuyo padre Caín había eliminado a su rival: Abel es víctima y Caín es un criminal.

Esta historia que se atreve a condenar al asesino incluso triunfante no ha superado sin embargo los prejuicios colectivos. Se originó en grupos de pastores, muy a menudo en conflicto con los agricultores por las tierras en las que establecían sus tiendas: aquí el agricultor es el malo, al que Dios no ama (4,5), incluso antes de que haya dado muerte al nómada, Abel. Tendrán que pasar siglos para que el pueblo de Dios descubra que sus vecinos y rivales no siempre son malos. Jesús lo dirá en: Mt 5,45.

En la Biblia Abel es el primero y el modelo de los inocentes asesinados con esta sospecha de que los eliminaron precisamente porque agra daban a Dios (Mt 23,35; Heb 11,4; Jn 8,44; 1 Jn 3,12).
4,9

Véase la nota La razÓn del mÁs fuerte, la GlobalizaciÓn p.000.
4,17

Hay que tener un poco de paciencia para seguir las viejas tradiciones que conservaban algunos nombres del pasado: para cada uno de ellos, lo vivido, sufrido o inventado era muy importante. La Biblia sabe que la marcha de la humanidad es obra de largo aliento y que todos han tenido parte en ella. Cada uno es conocido y amado por Dios con sus riquezas y sus limitaciones, y Dios no dejará perder nada de lo que es bueno y útil. Son citados sin hacer diferencias Enós, que tuvo el privilegio de conocer el nombre de Yavé, y su sobrino Jubal, que despertó el interés por la música.
4,23

Vean la sentencia de Lamec, el nieto de Caín. Dios se opuso a que se matara al homicida y a sus hijos, pero su ejemplo no basta para que se ponga fin a las venganzas. Los parientes de la víctima querrán vengarse y las dos familias o los dos pueblos afirmarán que la justicia está de su parte. A lo largo de toda la Biblia se leerán a la vez leyes que justifican la pena de muerte (Dt 9,13) y leyes que limitan la violencia (Dt 19,4), pero Dios siempre se niega a que se derrame sangre (Gén 9,5).
Génesis (Gén) Capítulo 5
Los descendientes de Adán
1 Esta es la descendencia de Adán. El día que Dios creó a Adán, lo creó a semejanza de Dios.
2 Varón y mujer los creó, y luego los bendijo. El día que los creó les puso el nombre de Adán.
3 Tenía Adán ciento treinta años de edad, cuando tuvo un hijo a su imagen y semejanza, a quien llamó Set.
4 Después que nació Set, Adán vivió aún ochocientos años y tuvo otros hijos e hijas.
5 Adán al morir tenía novecientos treinta años.
6 Set tenía ciento cinco años cuando fue padre de Enós.
7 Después que nació Enós, Set vivió aún ochocientos siete años y tuvo otros hijos e hijas.
8 Set al morir tenía novecientos doce años.
9 Tenía Enós noventa años cuando fue padre de Cainán.
10 Después que nació Cainán vivió ochocientos años y tuvo otros hijos e hijas.
11 Enós al morir tenía novecientos cinco años.
12 A los setenta años de edad, Cainán fue padre de Malael, y después de que nació Malael,
13 vivió Cainán ochocientos cuarenta años y tuvo más hijos e hijas.
14 Cainán al morir tenía novecientos diez años.
15 Malael fue padre de Jared a la edad de setenta y cinco años.
16 Vivió aún ochocientos treinta años después del nacimiento de Jared, y tuvo otros hijos e hijas.
17 Malael al morir tenía ochocientos noventa y cinco años.
18 Tenía Jared ciento sesenta y dos años cuando fue padre de Henoc.
19 Y vivió Jared después del nacimiento de Henoc ochocientos años y tuvo más hijos e hijas.
20 Jared al morir tenía novecientos sesenta y dos años.
21 Tenía Henoc sesenta y cinco años de edad cuando fue padre de Matusalén.
22 Henoc anduvo con Dios y vivió después del nacimiento de Matusalén trescientos años y tuvo más hijos e hijas.
23 En total, Henoc vivió trescientos sesenta y cinco años.
24 Henoc anduvo con Dios hasta que Dios se lo llevó: sencillamente desapareció.
25 Matusalén tenía ciento ochenta y dos años cuando fue padre de Lamec.
26 Y después que nació Lamec, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años y fue padre de otros hijos e hijas.
27 Matusalén al morir tenía novecientos sesenta y nueve años.
28 A la edad de ciento ochenta y dos años, Lamec fue padre de un hijo,
29 y le puso por nombre Noé, pues pensó: «Este nos servirá de consuelo en medio de nuestro trabajo y del cansancio de nuestras manos, debido a la tierra que maldijo Yavé.»
30 Vivió Lamec, después que le nació Noé, quinientos noventa y cinco años, y fue padre de más hijos e hijas.
31 Lamec al morir tenía setecientos setenta y siete años.
32 Noé tenía quinientos años cuando fue padre de Sem, Cam y Jafet.

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Comentarios Génesis, capítulo 5
5,1

Este capítulo, que ponemos en letra cursiva, es como una pieza insertada dentro de los antiguos relatos del Génesis. Los sacerdotes que gobernaban la provincia judía cuatro siglos antes de Jesús creían muy importante que cada persona se ubicara dentro de su clan y de la cadena de sus antepasados. Aunque no pensaran en términos de millones de años, intuían que había transcurrido muy largo tiempo desde los comienzos de la humanidad y necesitaban antepasados que hubieran vivido siglos para establecer una cadena desde Adán hasta Abraham.

Además en todas las épocas la gente se imaginó que los tiempos anteriores habían sido mejores y que por consiguiente se vivía mayor número de años.
Génesis (Gén) Capítulo 6
Hijos de Dios e hijas de los hombres
1 Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas,
2 los hijos de Dios se dieron cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron.
3 Entonces dijo Yavé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Que su vida no pase los ciento veinte años.»
4 En ese entonces había gigantes sobre la tierra, y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos.
El diluvio
5 Yavé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos ten dían siempre al mal.
6 Se arrepintió, pues, de haber creado al hombre, y se afligió su corazón.
7 Dijo: «Borraré de la superficie de la tierra a esta humanidad que he creado, y lo mismo haré con los animales, los reptiles y las aves, pues me pesa haberlos creado.»
8 Noé, sin embargo, se había ganado el cariño de Yavé.
9 Esta es la historia de Noé. Noé fue en su tiempo un hombre justo y que se portó bien en todo; Noé caminaba con Dios.
10 Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
11 El mundo se corrompió a los ojos de Dios y se llenó de violencia.
12 Miró Dios a la tierra, y vio que estaba corrompida, pues todos los mortales en la tierra se guían los caminos del mal.
13 Y dijo Dios a Noé: «He decidido acabar con todos los seres vivos, pues la tierra está llena de violencia por culpa de ellos, y los voy a suprimir de la tierra.
14 En cuanto a ti, construye un arca de madera de ciprés; en el arca dispondrás celditas, y la recubrirás con brea por dentro y por fuera.
15 La construirás de la siguiente manera: tendrá ciento cincuenta metros de largo, veinticinco metros de ancho y quince metros de alto.
16 Le pondrás un techo, dejando medio metro entre la parte superior de los costados y el techo. Pondrás la puerta del arca en un costado y harás un primer piso, un segundo y un tercero.
17 Por mi parte, voy a mandar el diluvio, o sea, las aguas sobre la tierra, para acabar con todo ser que tiene aliento y vida bajo el cielo; todo cuanto existe en la tierra perecerá.
18 Pero contigo voy a firmar mi pacto, y entrarás en el arca tú y tu esposa, tus hijos y las esposas de tus hijos contigo.
19 Meterás en el arca una pareja de todo ser viviente, o sea de todos los animales para que puedan sobrevivir contigo; tomarás macho y hembra.
20 De cada especie de pájaros, de animales, de cada especie de lo que se arrastra por el suelo entrará contigo una pareja para que puedan salvar su vida.
21 Procúrate también toda clase de alimentos y almacénalos, pues te servirán de comida a ti y a ellos.»
22 Y Noé hizo todo lo que lo que Dios le había mandado.

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Comentarios Génesis, capítulo 6
6,1

Párrafo extraño y de difícil interpretación. Los hijos de Dios (sería mejor traducir “los seres celestiales”) son como ángeles. Las hijas de los hombres puede tener un doble sentido e indicar las ciudades famosas de la antigüedad. De todos modos está aquí presente la intuición de espíritus cósmicos caídos (como la serpiente de Gén 3,1) de quienes procedieron el mal y la violencia en el mundo.
6,3

Nadie puede considerarse dueño de su propia existencia: los días en este mundo son para cada uno un don de Dios, y el texto sugiere más bien que se trata de un préstamo.
6,5

De nuevo una bella historia, un antiguo relato de los tiempos de Salomón al que los sa cerdotes del siglo cuarto añadieron pasajes me nos interesantes que hemos puesto en cursiva.

Las mitologías más antiguas del Medio Oriente tenían como dos secciones: una trataba del paraíso perdido, la otra se refería al diluvio. Actualmente se sabe que hacia los años 5.000 hubo grandes inundaciones en todo el Oriente Medio, pero no ¡hasta el punto de cubrir las montañas!

Con frecuencia las grandes catástrofes son vistas como signos. Es fácil de comprender que Dios quiera eliminar de una vez las violencias acumuladas que los hombres no podemos reprimir. ¿Un arrebato de la ira divina? El relato afirma que Dios siempre permite subsistir a un resto y que salva a aquellos a través de los cuales se realizarán sus planes. Aunque se pudieran eliminar todos los malos, el mal volverá a surgir de entre los que fueron salvados: una vez más el pecado es universal.
6,22

Frente a los negligentes, los flojos y los corruptos, Noé, el hombre de fe, se pone a trabajar. Y no duda ni se desanima mientras construye su barco ridículo y aparentemente inútil (1Pe 3,20; 2P 2,5). Llega el momento en que son eliminanados quienes prefirieron no ver ni prever, negándose a trabajar por el futuro que Dios les señalaba (Mi 3,9-12; Sof 2,1-3; Mt 24,38).

Dios quiere renovar nuestro mundo pecador, y las crisis llegan oportunamente para purificar, al mismo tiempo que eliminan. Limpieza y salvación: la Iglesia primitiva reconocía estas dos características en el bautismo (ver 1P 3,20 y 2P 2,5). Y no sin razón los creyentes entendían que toda la cultura del mundo en que vivían había de pasar, como ellos, por un bautismo.
6,7

Solidaridad del hombre y del universo: Dios los salva o los deja perecer juntos.
Génesis (Gén) Capítulo 7
1 Yavé dijo a Noé: «Entra en el Arca, tú y tu familia, pues tú eres el único justo que he encontrado en esta generación.
2 De todos los animales puros, tomarás contigo siete parejas de cada especie, cada macho con su hembra. De los animales impuros, tomarás un macho con su hembra.
3 Del mismo modo, de las aves del cielo tomarás siete parejas, cada macho con su hembra, con el fin de que se conserven las especies sobre la tierra.
4 Porque dentro de siete días, haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré a todos los seres que creé.»
5 Noé hizo todo lo que Yavé le había ordenado.
6 Noé tenía seiscientos años de edad cuando se produjo el diluvio que inundó la tierra.
7 Noé, pues, entró en el arca junto con su esposa, sus hijos y las esposas de sus hijos, para salvarse de las aguas del diluvio.
8 Animales puros e impuros, aves del cielo y reptiles de la tierra, entraron con Noé en el Arca.
9 Entraron de dos en dos, macho y hembra, como Dios lo había ordenado.
10 Y luego, a los siete días, comenzaron a caer sobre la tierra las aguas del diluvio.
11 Cuando Noé contaba seiscientos años de vida, el día diecisiete del segundo mes del año, brotaron todos los manantiales del fondo del mar, mientras se abrían las compuertas del cielo.
12 Estuvo lloviendo sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches.
13 Ese mismo día Noé entró en el arca con sus hijos Cam, Sem y Jafet, su esposa y sus nueras.
14 También entraron con ellos en el arca las diversas especies de animales salvajes y de los otros animales, de los reptiles que se arrastran por el suelo y de las aves.
15 De todo ser que respira y vive entraron con Noé en el arca en fila de a dos.
16 Y los que entraban eran un macho y una hembra de cada especie, que iban llegando según la orden de Dios.
16 Y Yavé cerró la puerta del arca detrás de Noé.
17 El diluvio cayó durante cuarenta días sobre la tierra. Crecieron, pues, las aguas y elevaron el arca muy por encima de las tierras.
18 Las aguas subieron y crecieron enormemente sobre la tierra, y el arca flotaba sobre las aguas.
19 Subió el nivel de las aguas, y crecieron más y más sobre la tierra, y quedaron cubiertos los montes más altos que hay bajo el cielo.
20 El agua alcanzó una altura de siete metros y medio por encima de las montañas
21 Todo ser mortal que se mueve sobre la tierra pereció: aves, bestias, animales, todo lo que tiene vida y se mueve sobre la tierra y toda la humanidad.
22 Todo ser vivo que sobre la tierra respira y tiene aliento murió.
23 Así perecieron todos los vivientes que había sobre la tierra, desde el hombre hasta los animales, los reptiles y las aves del cielo. Todos fueron borrados de la superficie de la tierra, sólo quedó Noé y los que estaban con él en el arca.
Génesis (Gén) Capítulo 8
24 Las aguas cubrieron la tierra durante ciento cincuenta días.
1 Y Dios se acordó de Noé y de todos los animales y las fieras salvajes que estaban con él en el arca. Entonces Dios hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas descendieron.
2 Entonces se cerraron los manantiales que brotaban del abismo, como también las compuertas del cielo, y la lluvia cesó de caer sobre la tierra.
3 Las aguas iban bajando sobre la tierra, con flujo y reflujo; empezaron a descender después de los ciento cincuenta días.
4 El día diecisiete del séptimo mes, el arca descansó sobre los montes de Ararat.
5 Y las aguas siguieron bajando hasta el mes décimo, hasta que el día primero de ese mes aparecieron las cumbres de los montes.
6 Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca
7 y soltó al cuervo, el cual revoloteaba sobre las aguas, yendo y viniendo, hasta que se evaporaron las aguas de la tierra.
8 Entonces Noé soltó a la paloma, para ver si las aguas se habían retirado de la superficie de la tierra.
9 Pero la paloma no encontró dónde posarse, y volvió al arca, pues todavía las aguas cubrían toda la superficie de la tierra. Noé extendió su brazo, tomó a la paloma y la introdujo en el arca.
10 Esperó siete días más y de nuevo soltó a la paloma fuera del arca.
11 La paloma regresó al atardecer, trayendo en su pico una rama verde de olivo.
11 Entonces Noé se dio cuenta que las aguas se habían retirado de la superficie de la tierra.
12 Todavía esperó otros siete días más y soltó a la paloma, que ya no regresó más al arca.
13 El año seiscientos uno de la vida de Noé, en el primer día del primer mes, las aguas desaparecieron de la tierra. Noé quitó la cubierta del arca y miró fuera, y vio que la superficie de la tierra estaba seca.
14 El día ventisiete del segundo mes, la tierra estaba ya seca.
15 Entonces Dios habló de esta manera a Noé:
16 «Sal del arca, tú y tu esposa, tus hijos y tus nueras.
17 Saca también contigo a todos los seres vivientes que tienes dentro de todas las especies: aves, animales, bestias y reptiles que se arrastran por el suelo. Que pululen, llenen la tierra y se multipliquen.»
18 Salió, pues, Noé y con él sus hijos, su esposa y sus nueras.
19 Todos los animales salvajes y domésticos, todas las aves y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra, salieron por familias del arca.
20 Noé construyó un altar a Yavé, y tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, los ofreció en sacrificio sobre el altar.
21 Al aspirar el agradable aroma, Yavé decidió: «Nunca más maldeciré la tierra por causa del hombre, pues veo que sus pensamientos están inclinados al mal ya desde la infancia. Nunca más volveré a castigar a todo ser viviente como acabo de hacerlo.
22 Mientras dure la tierra,
22 habrá siembra y cosecha,
22 pues nunca cesarán
22 ni el frío ni el calor,
22 ni el verano ni el invierno
22 ni los días ni las noches.»

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Comentarios Génesis, capítulo 8
8,4

El monte Ararat, una de las cumbres del Cáucaso, llamado también montes del Norte, era considerado como la residencia de los dioses, y según las viejas leyendas, Noé había alcanzado esos lugares. Aquí sin embargo la Biblia lo hace volver a la tierra: su misión de repoblar el mundo no está terminada.
8,20

Nunca más maldeciré la tierra. Los errores y crímenes de los hombres no podrán llevar la historia al caos. No sólo el sol seguirá dando luz y calor y la tierra pan, sino que en cada siglo la humanidad encontrará soluciónes a sus problemas. Dios es un Dios misericordioso y día tras día está a nuestro lado acompañándo como un padre acompaña a sus hijos (Dt 1,31).
Génesis (Gén) Capítulo 9
El nuevo orden del mundo
1 Bendijo Dios a Noé y a sus hijos y les dijo: «Crezcan, multiplíquense y pueblen la tierra.
2 Teman y tiemblen ante ustedes todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo. Pongo a su disposición cuanto se mueve sobre la tierra y todos los peces del mar.
3 Todo lo que tiene movimiento y vida les servirá de alimento; se lo entrego lo mismo que hice con los vegetales y las hierbas.
4 Lo único que no deben comer es la carne con su alma, es decir, con su sangre.
5 Pero también reclamaré la sangre de ustedes como si fuera su alma. Pediré cuenta de ella a cualquier animal. Y también el hombre deberá responder de la sangre de cualquier hombre, hermano suyo.
6 Quien derrame sangre del hombre, su sangre será también derramada por el hombre, porque Dios creó al hombre a imagen suya.
7 En cuanto a ustedes, tengan hijos y multiplíquense, dispérsense sobre la tierra y domínenla.»
8 Dios dijo a Noé y a sus hijos:
9 «Miren, voy a hacer una alianza con ustedes y con sus descendientes después de ustedes;
10 y también con todos los seres vivientes que están con ustedes: aves, animales domésticos, y fieras salvajes, en una palabra, con todas las bestias de la tierra que han salido del arca.
11 El pacto que contraigo con ustedes es que, en adelante, ningún ser viviente morirá por las aguas de un diluvio, ni habrá nunca más diluvio que destruya la tierra.»
12 Y Dios dijo: «Esta es la señal de la alianza que establezco entre ustedes y yo, y con todo animal viviente que esté con ustedes, por todas las generaciones que han de venir:
13 Pongo mi arco en las nubes para que sea una señal de mi alianza con toda la tierra.
14 Cuando yo cubra de nubes la tierra y aparezca el arco en las nubes,
15 me acordaré de mi alianza con ustedes y con toda criatura que tiene vida, y nunca más habrá aguas diluviales para acabar con toda carne.
16 Pues el arco estará en las nubes; yo al verlo me acordaré de la alianza perpetua de Dios con toda carne, o sea, con todo ser animado que se mueve sobre la tierra.»
17 Y dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que yo he establecido entre mí y todo ser terrestre.»
Los hijos de Noé
18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán.
19 Esos tres son los hijos de Noé, y de éstos se pobló toda la tierra.
20 Noé comenzó a trabajar la tierra y plantó una viña.
21 Bebió el vino, se embriagó y quedó tendido sin ropas en medio de su tienda.
22 Cam, padre de Canaán, vio que su padre estaba desnudo y fue a decírselo a sus dos hermanos que estaban fuera.
23 Pero Sem y Jafet tomaron un manto, se lo echaron al hombro, y caminando de espaldas, entraron a tapar a su padre. Como habían entrado de espaldas, mirando hacia afuera, no vieron a su padre desnudo.
24 Cuando despertó Noé de su embriaguez, supo lo que había hecho con él su hijo menor, y dijo:
25 «¡Maldito sea Canaán! ¡Será esclavo de los esclavos de sus hermanos!
26 ¡Bendito sea Yavé, Dios de Sem, y sea Canaán esclavo suyo!
27 Que Dios agrande a Jafet y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán esclavo de ellos.»
28 Noé vivió aún trescientos cincuenta años después del diluvio. Al morir Noé tenía novecientos cincuenta años.

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Comentarios Génesis, capítulo 9
9,1

La inmensa mayoría de los textos del Antiguo Testamento hablan sólo de la salvación prometida al pueblo particular de Dios, los descendientes de Abraham que formarán el pueblo de Israel. Fue entre ellos y para ellos que se escribieron los libros sagrados. Aquí sin embargo, en el momento en que los pueblos están para dispersarse, Dios les da su bendición, de la que no se retractará: éstos también son amados y bendecidos.
9,4

La ley universal se resume en el servicio a la vida (sean fecundos) y en el respeto a los demás. Mientras que el primer capítulo imponía un régimen vegetariano, el único perfecto en un mundo no violento, aquí, teniendo en cuenta la realidad, Dios sólo pide no comer la sangre que es portadora de vida. Y la bendición se extiende tanto al universo como a las conquistas del hombre: la historia alcanzará el término que Dios le ha fijado.
9,12

Dios da signos de su providencia y de su bondad a todos los hombres y por todo el mundo en los acontecimientos de cada día. Invita a los descendientes de Noé a que interpreten el arco iris como la señal de su alianza con ellos. Colgar el arco en el muro era el signo de tiempo de paz: el arco iris es el arco que Dios cuelga en el cielo, que es su tienda.
9,18

En las culturas primitivas, que buscaban experiencias sobrenaturales, se hizo de la embriaguez como un rito sagrado: creían reconocer en el vino esas fuerzas vitales que les permitirían escapar del correr del tiempo. La Biblia recoge estas ideas, y por tanto celebra a Noé más bien que condenarlo.
Génesis (Gén) Capítulo 10
Mapa de los pueblos
1 Estos son los descendientes de Sem, Cam y Jafet, hijos de Noé, y éstos son los hijos que les nacieron después del diluvio:
2 Hijos de Jafet: Gomer, Magog, Maday, Javán, Tubal, Mesec y Tirás.
3 Hijos de Gomer: Asquenaz, Rifat y Togarma.
4 Hijos de Javán: Elisa, Tarsis, Quittim y Dodanim.
5 Estos se dispersaron y poblaron las islas de las naciones y sus diversas regiones, cada cual según su propia lengua, familia y nación.
6 Hijos de Cam: Cus, Misraim, Put y Canaán.
7 Hijos de Cus: Sebá, Hevila, Sabata, Regmá y Sabateca. Hijos de Ramá: Sebá y Dedán.
8 Cus es el padre de Nemrod, quien fue el primero en ejercer el poder sobre la tierra.
9 Fue un valiente cazador a los ojos de Yavé y por eso se dice: «Valiente cazador como Nemrod ante Yavé.»
10 El comienzo de su reino fue Babilonia, y Arac, Acad y Calne, ciudades todas del país de Sinear.
11 De allí procede Asur, donde edificó Nínive, Rejobot-Ir, Calaj
12 y Rese, entre Nínive y Calaj (ésta es la Gran ciudad).
13 Misraim fue padre de los luditas, anamitas, lehabitas, naftujitas,
14 y también de los que habitan Patros, Kasluj y Caftor, de donde procedieron los filisteos.
15 Canaán tuvo hijos: Sidón su primogénito, el Heteo,
16 el Jebuseo, el Amorreo, el Gergeseo,
17 el Jeveo, el Araceo, el Sineo,
18 el Aradio, el Samareo y el Amateo. Luego se dispersaron las familias de los cananeos,
19 cuyos límites iban desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Adman y Seboyim, hasta Lesa.
20 Estos son los hijos de Cam, según sus familias y lenguas, por sus territorios y naciones respectivas.
21 También le nacieron hijos a Sem, que es el antepasado de todos los hijos de Eber, y hermano mayor de Jafet.
22 Los hijos de Sem son: Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.
23 Y los hijos de Aram: Us, Jul, Guéter y Más.
24 Arfaxad fue padre de Selaj y éste de Eber.
25 Eber fue padre de dos hijos: uno se llamó Peleg, porque en su tiempo fue dividida la tierra, y su hermano se llamó Yoctán.
26 Yoctán fue padre de Elmodad, Salef, Asarmot, Jaré,
27 Aduram, Uzal, Decla,
28 Obal, Abimael, Saba,
29 Ofir, Hevila y Jobab. Todos estos son hijos de Yoctán.
30 Estos ocuparon la región comprendida entre Mesa, en dirección a Sefar, y la montaña que está al oriente.
31 Estos son los hijos de Sem, según sus familias, lenguas, y según sus países y naciones.
32 Estas son las familias de los hijos de Noé según sus genealogías y naciones. A partir de éstos se esparcieron las naciones por la tierra después del diluvio.

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Comentarios Génesis, capítulo 10
10,1

Aquí se reanudan las genealogías; los nombres citados se refieren indiferentemente a personas, ciudades o pueblos, pues las tradiciones de los nómadas no hacían distinción entre el clan y su supuesto antepasado. Los israelitas son Israel, y los cananeos son Canaán.

Sem (“el Nombre”) es el antepasado de los semitas, grupo al que pertenecen los israelitas a quienes será revelado el Nombre, o sea la presencia de Yavé. Les árabes también son semitas.

Jafet (“el que se extiende”) designa a los pueblos indo-europeos. ¡Que habite en las tiendas de Sem! Tal vez se le invita a que se considere como un deudor de los hijos de Sem.

Cam es África. Los cananeos no eran africanos y eran considerados como un protectorado de Egipto. Los hijos de Canaán son los pe queños reinos de Palestina y de la costa fenicia.
Génesis (Gén) Capítulo 11
La torre de Babel
1 Todo el mundo tenía un mismo idioma y usaba las mismas expresiones.
2 Al emigrar los hombres desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Sinear, y se establecieron allí.
3 Entonces se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y cocerlos al fuego.» El ladrillo reemplazó la piedra y el alquitrán les sirvió de mezcla.
4 Después dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Así nos haremos famosos, y no nos dispersaremos por todo el mundo.»
5 Yavé bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando,
6 y dijo Yavé: «Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan.
7 Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros.»
8 Así Yavé los dispersó sobre la superficie de la tierra, y dejaron de construir la ciudad.
9 Por eso se la llamó Babel, porque allí Yavé confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra, y desde allí los dispersó Yavé por toda la tierra.
10 Estos son los descendientes de Sem:
10 A los cien años años de edad, Sem fue padre de Arfaxad, dos años después del diluvio.
11 Después del nacimiento de Arfaxad vivió otros cuatrocientos años, y tuvo más hijos e hijas.
12 Arfaxad fue padre de Shela cuando contaba con treinta y cinco años,
13 y después del nacimiento de Shela, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más, y tuvo otros hijos e hijas.
14 Shela fue padre de Eber al cumplir los treinta años.
15 Después del nacimiento de éste, Shela vivió aún cuatrocientos tres años, y tuvo más hijos e hijas.
16 Cuando Eber tenía treinta y cuatro años fue padre de Peleg.
17 Después del nacimiento de Peleg, Eber vivió cuatrocientos treinta años, y tuvo más hijos e hijas.
18 Peleg fue padre de Reu a los treinta años,
19 y después del nacimiento de Reu, Peleg vivió doscientos nueve años, y tuvo más hijos e hijas.
20 Cuando Reu contaba treinta y dos años, fue padre de Serug.
21 Y después del nacimiento de éste, Reu vivió doscientos siete años, y tuvo más hijos e hijas.
22 Cuando Serug cumplió treinta años fue padre de Najor.
23 Después del nacimiento de Najor, Serug vivió doscientos años, y tuvo otros hijos e hijas.
24 Cuando Najor tenía veintinueve años, fue padre de Terá.
25 Después del nacimiento de Terá, Najor vivió ciento diecinueve años, y tuvo más hijos e hijas.
26 Terá a los setenta años fue padre de Abram, de Najor y de Harán.
27 Esta es la descendencia de Terá: Terá fue padre de Abram, de Najor y de Harán.
28 Harán fue padre de Lot. Harán murió en Ur de Caldea, su tierra natal, antes que su padre Terá.
29 Abram y Najor se casaron. La esposa de Abram se llamaba Saray, y la de Najor Milcá, hija de Harán, que era padre de Milcá y de Jisca.
30 Saray era estéril y no tenía hijos.
31 Terá tomó consigo a su hijo Abram, a su nieto Lot, hijo de Harán, y a su nuera Saray, esposa de Abram, y los sacó de Ur de Caldea para llevarlos al país de Canaán. Pero al llegar a Jarán se establecieron allí.
32 Terá vivió doscientos cinco años, y murió en Jarán.

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Comentarios Génesis, capítulo 11
11,1

De nuevo nos encontramos ante una imagen que podría aplicarse a muchos países y a muchas situaciones humanas. Es la descripción de Babilonia, la ciudad cosmopolita cuyo nombre antiguo, Babel, se aproxima a la palabra confusión y que repetidas veces fue el centro de extensos imperios. Estaba construida totalmente de ladrillos en el delta del Tigris y del Éufrates, y sus templos en forma de pirámides recortadas parecían sin concluir.

Aquí en pocas palabras se da una visión muy pesimista del progreso y de la centrali zación. El descubrimiento de técnicas nuevas abre la edad de las ciudades. La concentración urbana (Dios quería que los hombres se extendieran sobre toda la tierra) crea nuevas formas de esclavitud. Sed de dominación y voluntad de protegerse contra las amenazas y los percances: tales son los resortes en los que se apoyan los grandes imperios.

A Dios no se le puede engañar: tiene amenazas para las altas torres y las grandes naves que monopolizan las riquezas del mundo (Is 2,15). Aquí siembra la confusión y reenvía a los pueblos a sus provincias (Jer 51,9).

Dios construirá humildemente a partir de los humildes, y así es como llamará a Abraham en el capítulo siguiente. Algún día reemplazará la dominación de la lengua única por la unidad de los corazones (He 2).
11,26

La duración de la vida ya se ha acortado y los nombres y los gestos de los personajes comienzan a tomar un carácter histórico. De hecho corresponden exactamente a lo que se conoce de los nómadas amorreos del alto Éufrates a mediados del siglo 18 antes de nuestra era. Abraham es uno de ellos y se lo sitúa en Jarán, muy cerca de Siria.
Génesis (Gén) Capítulo 12
LOS PRIMEROS PADRES DEL PUEBLO DE DIOS
Dios llama a Abram
1 Yavé dijo a Abram: «Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré.
2 Haré de ti una gran nación y te bendeciré; voy a engrandecer tu nombre, y tú serás una bendición.
3 Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. En ti serán bendecidas todas las razas de la tierra.»
4 Partió Abram, tal como se lo había dicho Yavé, y Lot se fue también con él.
4 Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán.
5 Abram tomó a su esposa Saray y a Lot, hijo de su hermano, con toda la fortuna que había acumulado y el personal que había adquirido en Jarán, y se pusieron en marcha hacia la tierra de Canaán.
6 Entraron en Canaán, y Abram atravesó el país hasta llegar al lugar sagrado de Siquem, al árbol de Moré. En aquel tiempo los cananeos ocupaban el país.
7 Yavé se apareció a Abram y le dijo: «Le daré esta tierra a tu descendencia.» Allí Abram edificó un altar a Yavé que se le había aparecido.
8 Desde allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y plantó su tienda de campaña, teniendo Betel al oeste y Aí al oriente. También aquí edificó un altar a Yavé e invocó su Nombre.
9 Luego Abram avanzó por etapas hacia el país de Negueb.
10 En el país hubo hambre, y Abram bajó a Egipto a pasar allí un tiempo, porque el hambre acosaba el país.
11 Estando ya para entrar en Egipto, dijo a Saray, su esposa: «Estoy pensando que eres una mujer hermosa.
12 Los egipcios al verte dirán: “Es su mujer”, y me matarán para llevarte.
13 Di, pues, que eres mi hermana; esto será mucho mejor para mí, y me respetarán en consideración a ti.»
14 Efectivamente, cuando Abram entró en Egipto, los egipcios notaron que la mujer era muy hermosa.
15 Después que la vieron los oficiales de Faraón, le hablaron a éste muy bien de ella; por eso Saray fue conducida al palacio de Faraón
16 y en atención a ella, Faraón trató bien a Abram, quien recibió ovejas, vacas, burros, siervos y sirvientas, borricas y camellos.
17 Pero Yavé afligió con grandes plagas a Faraón y su gente a causa de Saray.
18 Entonces Faraón llamó a Abram y le dijo: «¡Mira lo que me has hecho! ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa?
19 Y yo la hice mi mujer porque me dijiste que era tu hermana. ¡Ahí tienes a tu esposa! ¡Tómala y márchate!»
20 Y Faraón ordenó a sus hombres que lo devolvieran a la frontera con su mujer y todo lo suyo.

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Comentarios Génesis, capítulo 12
12,1

Hasta aquí el autor presentó el juicio de Dios sobre la marcha del mundo. En adelante, con el llamado de Abraham, comienza la historia del pueblo particular de Dios.

En estas notas ponemos Abraham, a pesar de que no lleva todavía ese nombre, sino que se llama Abram (véase Gén 17,5).

Los comienzos escapan siempre a nuestras investigaciones: ¿Dónde está la fuente de un río formado de mil afluentes? ¿Quién pretenderá encontrar el cuerpo del primer hombre? ¿Quién inventó la escritura? El cuadro que se nos pinta de la partida de Abraham muestra que no se distinguía en nada de sus hermanos de raza, y que su religión era como la de los demás grupos amorreos. Cada grupo honraba al “Dios de mi padre” al que permanecía fiel: véase Gén 26,24; 31,5; 31,42. Abraham y las dificultades con sus mujeres: todo se desarrolla según las costumbres de los amorreos (16,2 y 6).

¿Sueños y visiones? Eso no tenía nada de anormal, pues Dios da en todo lugar y tiempo signos o señales adaptados a las personas y a su cultura.

Sin embargo hay aquí un punto de partida, por muy insignificante que parezca. Dijo Dios, y empieza una aventura inmensa. ¿Cómo lo dijo? Es inútil indagarlo pues el mismo autor no dice nada al respecto. En todo caso la iniciativa viene de Dios y la Biblia nunca se presentará como una sabiduría descubierta por hombres.

Dios se dirige a un adulto ya de edad, sin tierra ni heredero; su vida, según parece, no ha significado nada de especial. Dios promete y Abraham cree en lo imposible: ¡aún es tiempo para que todo renazca!

Deja tu país. Una ruptura, pues la fe será siempre una ruptura: dejar aquello de que se estaba seguro, vaciarse de su sabiduría y jugár se la entero por algo que no se puede todavía ver.

Partió Abraham. Los nómadas no tienen se guro de vejez, y apenas se alejan de los familiares, pri mos y conocidos, quedan indefensos, como se verá en 12,11. Abraham sólo podía contar con Dios.
12,7

Los grupos nómadas, de los cuales Abraham formaba parte, siempre andaban buscando tierras. El proceso de su paso hacia la vida de agricultores fue muy lento (y aún no ha terminado para algunas tribus de beduinos que se encuentran todavía en ese sector). Dios quiso hacerse (la Biblia dice crearse o adquirir) un pueblo propio, y ese pueblo no podía desarrollarse y participar en los destinos del mundo a menos que creara una cultura propia y en un territorio propio. La promesa hecha Abraham se llevará a cabo realmente con Josué, o mejor aún, con David, que creará la nación.

La descendencia de Abraham: Mt 3,7; Jn 8,33; He 3,25; 13,26; Rom 4,13; Gál 3,8.
12,8

Se habla de un lugar santo, de un árbol de Moré, de un altar construido por Abraham. Siendo un nómada, y de acuerdo con la cultura de los nómadas, Abraham tuvo que haber hecho una pila de grandes piedras sobre el suelo desértico para marcar el lugar, pero el autor proyecta sobre el antepasado las ideas de su propio tiempo. Porque eran numerosos los lugares santos de Palestina, que consistían en claros en las cumbres de las colinas, sin contar los árboles sagrados junto a los cuales se celebraba un culto. El autor creía a medias, lo mismo que sus contemporáneos, que esos santuarios hubieran sido inaugurados o visitados por Abraham o por los otros grandes ancestros, lo que permitía que se continuara visitándolos.

Con estos altares edificados por Abraham en Siquem y Betel se pretendía confirmar la promesa de Dios que le ofrecía la tierra: ya era santificada en espera del día en que sus descendientes se apoderaran de ella.
12,10

Este episodio puede resultar un tanto chocante para las mujeres de hoy; para el autor es un testimonio de la frágil e insegura condición de los nómadas y al mismo tiempo de la protección asegurada por Dios a los que ama (Rom 8,28). No obstante veía como algo normal que Abraham pensara ante todo en su propia seguridad, puesto que era la cabeza del clan, y los miembros del clan debían sacrificarse por él. La llamada de Dios no podía transformar de golpe la mentalidad y la conciencia de Abraham y darle a entender lo que el pueblo de Dios descubriría en lo sucesivo.
Génesis (Gén) Capítulo 13
1 Abram, pues, salió de Egipto con su mujer y todo lo suyo, subiendo al Negueb; también Lot estaba con él.
2 Abram era muy rico, pues tenía animales, plata y oro.
3 Viajando por etapas, caminó desde el Negueb hasta Betel, llegando al lugar donde anteriormente había levantado su tienda, entre Betel y Aí.
4 En aquel sitio había invocado el Nombre de Yavé y construido un altar.
Separación de Abram y Lot
5 También Lot, que iba con Abram, tenía rebaños, vacas y tiendas.
6 La tierra ya no les permitía vivir en un mismo lugar, pues sus rebaños eran demasiado grandes como para que estuvieran juntos.
7 Hubo una pelea entre los pastores del rebaño de Abram y los de Lot. (Los cananeos y los fereceos habitaban en el país en aquel tiempo).
8 Así pues, Abram le dijo a Lot: «Mira, es mejor que no haya peleas entre nosotros, ni entre mis pastores y los tuyos, ya que somos hermanos.
9 ¿No tienes todo el país ante ti? Pues bien, separémonos. Si tú te vas por la izquierda, yo me iré por la derecha. Y si tú te vas por la derecha, yo tomaré la izquierda.»
10 Lot echó una mirada y vio la vega del Jordán: ¡todo era de regadío! Pues antes de que Yavé destruyera Sodoma y Gomorra, era como un jardín de Yavé, como el país de Egipto viniendo de Soar.
11 Lot eligió para sí todo el valle del Jordán, y se trasladó al oriente. Así se separaron el uno del otro.
12 Abram se estableció en Canaán, y Lot en las ciudades del valle, llevando sus tiendas desde allí hasta Sodoma.
13 Los habitantes de Sodoma eran malos y pecadores ante Yavé.
14 Yavé dijo a Abram, después que Lot se separó de él: «Levanta tus ojos y mira desde el lugar en que estás hacia el norte, el sur, el oriente y el poniente.
15 Pues bien, toda la tierra que ves, te la voy a dar a ti y a tu descendencia para siempre.
16 Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra, de tal manera, que si se pudiera contar el polvo de la tierra, también se podría contar tu descendencia.
17 Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar a ti.»
18 Abram entonces levantó sus tiendas y fue a establecerse junto a los árboles de Mambré, en Hebrón. Allí edificó un altar a Yavé.

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Comentarios Génesis, capítulo 13
13,5

Todo continúa igual que antes, pero todo es diferente. Abraham tiene confianza y no codicia el primer lugar o la mejor parte: le deja la prioridad a su hermano (en realidad su sobrino) Lot, y Dios le reservará lo mejor.

Esta vez Abraham descubre la tierra que Dios dará a los suyos.
13,18

La encina de Mambré. Durante mucho tiempo se continuó venerando este árbol sagrado, que era uno de los santuarios de las tribus de Israel. Pero fue destruido hacia el final de la época de los reyes, al igual que los demás lugares sagrados, pues se temía que allí se perpetuaran las prácticas religiosas de los cananeos (2Re 23). Es en Mambré donde tendrá lugar la alianza de Yavé con Abraham (15,9), y es también en Manbré donde recibirá a los tres mensajeros celestiales que le anunciarán el nacimiento de Isaac (18,1).
Génesis (Gén) Capítulo 14
1 Y sucedió por aquel tiempo que Amrafel, rey de Senaar, Arioc, rey del Ponto, Codorlamor, rey de los elamitas, y Tadal, rey de los Goyim,
2 declararon la guerra a Bera, rey de Sodoma, Bersa, rey de Gomorra, Sineab, rey de Adama, Semeber, rey de Seboim, y al rey de Bela, (es decir, Soar).
3 Todos estos se reunieron en el valle de Sidim, que es ahora el Mar Salado.
4 Durante doce años habían estado bajo el dominio de Codorlamor, y el año decimotercero decidieron rebelarse.
5 El año decimocuarto vino Codorlamor con los reyes que estaban de su parte, y derrotaron a los refaítas en Astarotcarnaim, a los zuzíes en Ham, a los emeos en Save-Cariataim
6 y a los horitas en los cerros de Seir, hasta los Campos de Parán, que están cerca del desierto.
7 Luego se volvieron y llegaron hasta la fuente de Misfat, o sea Cadés, y arrasaron todo el país de los amalecitas y de los amorreos que vivían en Asasontamar.
8 Salieron entonces los reyes de Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y también el rey de Bala (o Soar), y se dispusieron en orden de batalla en el valle de Sidim,
9 contra Codorlamor, rey de los elamitas, Tadal, rey de Goyim, Amrafel, rey de Senaar, y Arioc, rey del Ponto. Eran, pues, cuatro reyes contra cinco.
10 El valle de Sidim estaba lleno de pozos de asfalto, y los reyes de Sodoma y Gomorra, mientras huían, unos cayeron en los pozos y los demás huyeron a los montes.
11 Los vencedores se adueñaron de las riquezas y las reservas de alimentos de Sodoma y Gomorra y se marcharon.
12 Se llevaron también con ellos a Lot, hijo del hermano de Abram, con todo lo que tenía, pues vivía en Sodoma.
13 Uno de los que escaparon vino a avisar a Abram el hebreo, que vivía en el valle de Mambré el amorreo, hermano de Escol y de Aner, que eran aliados de Abram.
Abram y Melquisedec
14 En cuanto oyó Abram que los cuatro jefes habían llevado prisionero a su hermano Lot, escogió trescientos dieciocho de sus hombres que se habían criado en su casa y los persiguió hasta la ciudad de Dan.
15 Con sus hombres cayó de noche sobre ellos, los derrotó y persiguió hasta Jobá, al norte de Damasco.
16 Recuperó el botín, y también a su sobrino Lot con sus pertenencias, a las mujeres y al resto de la gente.
17 Cuando Abram venía de vuelta, después de derrotar a Codorlamor y sus aliados, le salió al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save (es decir, el valle del Rey).
18 Entonces Melquisedec, rey de Salem, trajo pan y vino, pues era sacerdote del «Dios Altísimo».
19 Melquisedec bendijo a Abram, diciendo: «Abram, bendito seas del Dios Altísimo, Creador del cielo y de la tierra.
20 Y bendito sea el Dios Altísimo, porque entregó a tus enemigos en tus manos.» Y Abram le dio la décima parte de todo lo que llevaba.
21 Luego el rey de Sodoma dijo a Abram: «Devuélveme las personas que has liberado, y quédate con sus pertenencias.»
22 Abram le respondió: «Levanto mi mano hacia Yavé, creador del cielo y de la tierra, el Dios Altísimo,
23 para jurar que no tomaré una hebra de hilo, ni la correa de un zapato, ni cosa alguna que te pertenezca. Así tú no podrás decir: “Abram se hizo rico a costa mía.”
24 No quiero nada para mí, sino tan sólo lo que han comido mis hombres. En cuanto a mis aliados Aner, Escol y Mambré, que ellos mismos tomen su parte.»

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Comentarios Génesis, capítulo 14
14,14

Este capítulo desentona un poco en el contexto de la historia de Abraham: sin duda se trata de una tradición tardía que se adaptó para dar al gran padre el rol de valiente guerrero, como digno antepasado de David, que había conducido sus tropas hasta la región de Damasco (2Sam 8,5). Aquí aparece la figura de Melquisedec, rey de Salem, que bien podría representar la ciudad de Jerusalén. Un sacrificio extraño: nada de animales sino sólo pan y vino, como en la eucaristía de Jesús. El autor cristiano que escribió más tarde la epístola a los Hebreos desarrolló una comparación notable entre Melquisedec y Cristo (Heb 7).

A pesar de ser Abraham el elegido de Dios, se hace bendecir por Melquisedec, un representante de los pueblos paganos, como será el caso de los Magos en Mt 2. Este extraño encuentro nos recuerda que los creyentes reciben a menudo la luz de Dios por intermedio de personas que están a su lado y no comparten su fe.
Génesis (Gén) Capítulo 15
Alianza de Dios con Abram
1 Después de estos sucesos, Yavé dirigió su palabra a Abram en una visión, y le dijo: «No temas, Abram, yo soy tu escudo. Tu recompensa será muy grande.»
2 Abram respondió: «Señor Yavé, ¿qué me quieres dar? Soy un hombre sin hijos, y todo lo que poseo pasará a Eliezer de Damasco.
3 Ya que no me diste descendencia, tendré por heredero a uno de mis sirvientes.»
4 Entonces le llegó una palabra de Yavé: «Tu heredero no será Eliezer, sino un hijo tuyo, nacido de tu propia carne y sangre.»
5 Yavé lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes. Así será tu descendencia.»
6 Y creyó Abram a Yavé, el que lo tuvo en adelante por un hombre justo.
7 Yavé le dijo: «Yo soy Yavé, que te sacó de Ur de los Caldeos, para entregarte esta tierra en propiedad.»
8 Abram le preguntó: «Señor, ¿en qué conoceré yo que será mía?»
9 Le contestó: «Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una paloma y un pichón.»
10 Abram trajo todos estos animales, los partió por mitad, y puso una mitad frente a la otra; las aves no las partió.
11 Las aves rapaces se lanzaban sobre la carne, pero Abram las ahuyentaba.
12 Cuando el sol estaba a punto de ponerse, Abram cayó en un profundo sueño y se apoderó de él un terror y una gran oscuridad.
13 Entonces Yavé le dijo: «Debes saber desde ahora que tus descendientes serán forasteros en una tierra que no es suya. Los esclavizarán y los explotarán durante cuatrocientos años.
14 Pero yo vendré a juzgar a la nación que los ha oprimido, y después saldrán cargados de riquezas.
15 En cuanto a ti, irás a reunirte con tus padres en paz, y serás sepultado después de una ancianidad dichosa.
16 Tus descendientes de la cuarta generación volverán a esta tierra que no te puedo entregar ahora, pues hasta entonces no se colmará la maldad de los amorreos.»
17 Cuando el sol ya se había puesto y estaba todo oscuro, un horno humeante y una antorcha ardiendo pasaron por medio de aquellos animales partidos.
18 Aquel día Yavé pactó una alianza con Abram diciendo: «A tu descendencia daré esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río Eufrates.
19 El país de los quenitas, de los ceniceos, y de los cadmoneos,
20 de los hititas, de los fereceos y los refaítas,
21 de los amorreos, de los cananeos, de los jerge seos y los jebuseos.»

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Comentarios Génesis, capítulo 15
15,1

La alianza entre Yavé y Abraham es un texto central en la Biblia. La palabra alianza resalta uno de los aspectos más singulares de la fe judía, y luego de la cristiana. Aunque es muy poco lo que podemos suponer del misterio de la Eternidad, la Biblia repite que Dios no es un Gran Soberano ni un principio filosófico; si somos atraídos por el misterio de lo Infinito, Él, que es Amor, no deja de serlo por lo que es débil y pequeño, y sólo creó el universo para establecer un vínculo con estas personas amantes de segunda clase que somos nosotros.

La Alianza es el vínculo que prepara ya desde ahora la unión de Dios y de los suyos en la eternidad. Alianza de Dios con los que lo conocen y lo aman; alianza de Dios con un pueblo aparte, al que se reveló y al que le concede una misión especial para el bien de todos; alianza de lo Infinito con un beduino muerto y sepultado no se sabe dónde, y del que pretendemos ser los descendientes.

Yo soy tu escudo: imagen militar que se encontrará también en otros lugares (2Sam 22,3).
15,2

Abraham tiene tanto derecho como nosotros a reclamar cosas que son muy importantes para él, y en lo que sigue se mostrará cómo Dios, aun cuando ve muy lejos, no menosprecia a los que ama; arreglará muchos detalles que para ellos eran como montañas.
15,6

Abraham creyó en Dios. Es la palabra decisiva que algún día separará la fe cristiana de todas las demás religiones. Lo que Dios busca no son nuestras virtudes ni nuestra vida correcta (o no demasiado torcida), sino el don de nosotros mismos y lo que hacemos porque confiamos en él.

Una traducción más precisa podría ser: “y Yavé lo puso a su crédito como algo que lo hacía justo”. Pablo hará de esta palabra el argumento de su exposición de la fe en Rom 4 y Gál 3,6.
15,10

Toda alianza se celebraba mediante un sacrificio que ponía a Dios mismo como testigo. Se partían en dos a los animales y los dos contratantes pasaban por el medio (véase Jer 34,18). Abraham llevó a cabo el rito, ¿qué iba a hacer Dios? El horno humeante y la antorcha encendida (17) serán signos suficientes para representar a Dios en un tiempo en que no se conocían todavía los grandes efectos mágicos de la cinematografía actual.
15,13

El párrafo 13-16 es como un paréntesis. Algún revisor de tiempos posteriores quiso precisar que si bien Dios hizo una alianza con Abraham ese día, había que contar con el tiempo para que se produjeran los cambios históricos. Además le parecía necesario justificar la conquista de Canaán con sus masacres.
Génesis (Gén) Capítulo 16
Nacimiento de Ismael
1 Saray, esposa de Abram, no le había dado hijos, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar.
2 Y dijo Saray a Abram: «Ya que Yavé me ha hecho estéril, toma a mi esclava y únete a ella, a ver si yo tendré algún hijo por medio de ella.» Abram hizo caso a las palabras de su esposa.
3 Abram llevaba diez años viviendo en Canaán, cuando su esposa Saray tomó a su esclava Agar y se la dio a su esposo Abram por mujer.
4 Abram, pues, se unió a Agar, y quedó embarazada. Al notarse Agar en ese estado, comenzó a despreciar a su señora,
5 quien dijo a Abram: «Que esta ofensa recaiga sobre ti. Yo te entregué a mi esclava por mujer, y cuando se ve embarazada, me pierde el respeto. Juzgue Yavé entre tú y yo.»
6 Abram le contestó: «Ahí tienes a tu esclava, haz con ella como mejor te parezca.» Y como Saray la maltratara, ella huyó.
7 La encontró el Angel de Yavé junto a una fuente de agua en el desierto (la fuente que hay en el camino de Sur),
8 y le dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y a dónde vas?»
9 Ella contestó: «Estoy huyendo de Saray, mi señora.» Le replicó el Angel del Señor: «Regresa donde tu señora y ponte a sus órdenes con humildad.»
10 El Angel de Yavé añadió: «Multiplicaré de tal manera tu descendencia, que no se podrá contar».
11 Y el Angel le dijo: «Mira que estás embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás por nombre Ismael, porque Yavé ha considerado tu miseria.
12 El será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él, y plantará su tienda frente a sus hermanos.»
13 Agar invocó a Yavé que le hablaba, dándole este nombre: «Tú eres El-Roí.» Porque pensó: «No hay duda que he visto a Aquel que me ve.»
14 Por eso se llamó aquel pozo «el pozo de Lajay-Roi» y está entre Cadés y Bered.
15 Agar dio a luz un hijo, y Abram le puso el nombre de Ismael al hijo que Agar le había dado.
16 Abram tenía ochenta y seis años cuando Agar le dio su hijo Ismael.

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Comentarios Génesis, capítulo 16
16,1

Aunque la conquista de Canaán pudo postergarse varios siglos, era necesario que Abraham tuviera un heredero antes de que muriera. Abraham necesitaba una mujer que pudiera tener hijos, y las costumbres de los amorreos ya habían previsto casos semejantes. Su mujer legítima (Sara) comprará una esclava y la pasará a su marido. Una vez destetado el hijo la esclava será despedida y el hijo pertenecerá a su patrona.

Véase la nota Visiones, Ángeles y sueños p.000.
16,5

Hay que respetar los derechos de cada uno. Dios no perjudicará a nadie: es necesario leer al respecto otra versión del hecho, complementaria de esta, pero más hermosa, en Gén 21,8.

Ismael será considerado como el antepasado de los árabes. Cuando el Corán tomará algunas páginas de la Biblia dándoles una nueva interpretación, hará de Ismael el verdadero heredero de Abraham; pero sobre todo pasará en silencio la promesa y su fe, y sólo verá en Abraham al profeta del Dios único.
16,7

Regresa donde tu señora, no porque su tiranía sea justa, sino porque tú también debes liberarte de tu soberbia. Esta humillación te aportará una bendición muy superior a lo que ambicionabas.
16,13

La Biblia no quiere enfatizar aquí el temor a un Dios que observa para castigar, sino más bien la atención que Dios presta a los más desamparados (Sal 33,18; 102,20).

En este lugar el autor quiere explicar el origen del nombre de un pozo llamado Lahaï Roï, nombre que podría significar algo así como “el viviente que me ve”, y al mismo tiempo afirmar que Agar ha descubierto al que la veía. Aunque se trate sólo de un detalle en la historia de los patriarcas, aquí aparece por primera vez lo que será un dato relevante de la revelación bíblica: el creyente o el apóstol sólo serán fuertes cuando hayan tenido la experiencia del Dios que es viviente y que ve.

Y no está mal que sea Agar la que hace este descubrimiento, pues se trata de una mujer esclava de la que echaron mano para dar un hijo al patriarca, o la mujer que se manda al desierto según otro relato (Gén 21,8). Su fe descubre lo que no veía Sara, la esposa de pleno derecho y que será la madre del pueblo escogido. Sara lo ha sido sin ningún mérito por su parte, y no ha hecho más que reírse de ello (Gén 18,12).
Génesis (Gén) Capítulo 17
Abram pasa a ser Abraham
1 Tenía Abram noventa y nueve años, cuando se le apareció Yavé y le dijo: «Yo soy el Dios de las Alturas. Camina en mi presencia y sé perfecto. 2 Yo estableceré mi alianza contigo y te multiplicaré más y más.»
3 Abram cayó rostro en tierra, y Dios le habló así:
4 «Esta es mi alianza que voy a pactar contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones.
5 No te llamarás más Abram, sino Abraham, pues te tengo destinado a ser padre de una multitud de naciones.
6 Te haré fecundo sin medida, de ti saldrán naciones y reyes, de generación en generación.
7 Pacto mi alianza contigo y con tu descendencia después de ti: ésta es una alianza eterna. Yo seré tu Dios y, después de ti, de tu descen den cia.
8 Les daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas, es decir, toda la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré el Dios de los tuyos.»
La circuncisión
9 Dijo Dios a Abraham: «Guarda mi alianza, tú y tus descendientes después de ti, de generación en generación.
10 Esta es mi alianza contigo y con tu raza después de ti, que ustedes deberán guardar: todo varón entre ustedes será circuncidado.
11 Ustedes cortarán el prepucio y ésta será la señal de la alianza entre yo y ustedes.
12 En adelante y para siempre, todo varón entre ustedes deberá ser circuncidado a los ocho días después de su nacimiento, tanto el nacido en tu casa, como el extranjero que haya sido comprado como esclavo.
13 Sea que hayan nacido en tu casa, o hayan sido comprados como esclavos, deberán ser circuncidados.
13 Esta alianza mía grabada en la carne de ustedes es una alianza perpetua.
14 Todo varón no circuncidado, al que no se le haya cortado el prepucio, será eliminado de su pueblo, por haber roto mi Alianza.»
15 Dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu esposa, ya no la llamarás Saray, sino Sara. Yo la bendeciré y te daré de ella un hijo.
16 La bendeciré de tal manera, que pueblos y reyes saldrán de ella.»
17 Entonces Abraham, agachándose hasta tocar la tierra con su cara, se puso a reír, pues pensaba: «¿Acaso le va a nacer un hijo a un hombre de cien años? ¿Y puede Sara, a sus noventa años, dar a luz?»
18 Y dijo a Dios: «Si al menos aceptaras a Ismael para servir tus designios.»
19 Pero Dios le respondió: «De ninguna manera, pues va a ser Sara, tu esposa, la que te dará un hijo y le pondrás por nombre Isaac. Estableceré mi alianza con él, y con su descendencia después de él para siempre.
20 En cuanto a Ismael, también te he escuchado. Yo lo bendeciré y le daré una descendencia muy grande y muy numerosa. Será el padre de doce príncipes y haré de él una gran nación.
21 Pero mi alianza la estableceré con Isaac, que Sara te dará a luz por este tiempo, el año que viene.»
22 Así terminó Dios de hablar con Abraham y se alejó.
23 Tomó entonces Abraham a su hijo Ismael, a todos los nacidos en su casa y a todos los que había comprado, en una palabra, a todos los varones que había en la familia y los circuncidó ese mismo día, tal como Dios le había mandado.
24 Abraham tenía noventa y nueve años cuando se circuncidó,
25 y su hijo Ismael tenía trece años cuando fue circuncidado.
26 En aquel mismo día fueron circuncidados Abraham y su hijo Ismael.
27 También todos los varones de su casa, tanto los nacidos en ella como los esclavos comprados a algún extranjero, fueron igualmente circuncidados con él.

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Comentarios Génesis, capítulo 17
17,1

Este capítulo es una nueva versión de la Alianza entre Yavé y Abraham. Fue compuesta mucho más tarde, cuando la religión otorgaba prioridad a los ritos que distinguían al pueblo judío de los demás pueblos. La circuncisión significaba, como nuestro bautismo, la incorporación al pueblo de Dios.
17,5

Abram significa “Padre venerado”, y Abraham “Padre de una muchedumbre”. Al cambiar Dios el nombre a su servidor, le concede que empiece una vida nueva de acuerdo con lo que ese nombre nuevo significa. De igual manera procederá Jesús con Pedro: Jn 1,42.
17,9

Este rito obligatorio de la circuncisión encerraba una verdad muy profunda: la naturaleza es buena, pero ha pasado a ser instrumento de una enajenación (Rom 8,20). Cuando hablamos de naturaleza y “natural”, lo que entendemos por estos términos depende de la cultura y de la educación que se posee, y que a su vez están afectadas por la ceguera y la rebeldía con relación a Dios (Rom 8,7). Un corte es siempre necesario.

Los profetas enseñarán que lo importante es la circuncisión del corazón, es decir, la purificación de la mente y del corazón. El rito exterior carecería de valor si no se vive lo que el signo significa. Ver Jer 9,24; Dt 10,16; Gál 5,4; Fil 3,3; Rom 2,25. Los bautizados deben convertirse poco a poco, y la renuncia a tantas cosas que serían normales para los demás, pueden aparecer a veces como una mutilación, a pesar de que sitúa al creyente en un camino de mayor exigencia.
Génesis (Gén) Capítulo 18
Yavé visita a Abraham
1 Yavé se presentó a Abraham junto a los árboles de Mambré mientras estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día.
2 Al levantar sus ojos, Abraham vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra,
3 diciendo: «Señor mío, si me haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte.
4 Les haré traer un poco de agua para que se laven los pies y descansen bajo estos árboles.
5 Les haré traer un poco de pan para que recuperen sus fuerzas, antes de proseguir su viaje, pues creo que para esto pasaron ustedes por mi casa.» Ellos respondieron: «Haz como has dicho.»
6 Abraham fue rápidamente a la tienda, donde estaba Sara, y le dijo: «¡De prisa, tres medidas de harina! amásala y haz unas tortas.»
7 Luego él mismo corrió al potrero, tomó un ternero tierno y bueno y se lo entregó a un muchacho para que lo preparara inmediatamente.
8 Luego buscó requesón, leche y el ternero ya cocinado y se lo presentó a ellos. El se quedó de pie a su lado, bajo el árbol, mientras comían.
9 Entonces le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu esposa?» El les respondió: «Está dentro, en la tienda.»
10 El otro le dijo: «Dentro de un año volveré por aquí, y para entonces Sara, tu mujer, tendrá un hijo.»
10 Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a la espalda del que hablaba.
11 Abraham y Sara eran ancianos, bien entrados en años, y ella no tenía ya lo que le pasa ordinariamente a las mujeres.
12 Sara se rió, mientras pensaba: «Cuando yo estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?»
13 Pero Yavé dijo a Abraham: «¿Por qué se ha reído Sara? ¿Por qué ha dicho: Cómo voy a tener un hijo ahora que soy vieja?
14 ¿Hay acaso algo imposible para Yavé? Pues bien, volveré a visitarte dentro de un año, y para entonces Sara tendrá un hijo.»
15 Sara trató de defenderse, pues tuvo miedo, y dijo: «Yo no me he reído.» Pero él contestó: «Cierto que te has reído.»
Abraham intercede por Sodoma
16 Los hombres se levantaron y marcharon en dirección de Sodoma, mientras Abraham los acompañaba para indicarles el camino.
17 Y Yavé se preguntó: «¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer,
18 cuando justamente quiero que salga de él una nación grande y poderosa, y que a través de él sean bendecidas todas las naciones de la tierra?
19 Pues lo he escogido para que ordene a sus hijos y a los de su raza después de él, que guarden el camino de Yavé y vivan según la justicia y haciendo el bien, para que Yavé cumpla con Abraham todo lo que le ha prometido.»
20 Dijo entonces Yavé: «La denuncia contra Sodoma y Gomorra es terrible, y su pecado es grande.
21 Voy a visitarlos, y comprobaré si han actuado según esas denuncias que han llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré.»
22 Los hombres partieron y se dirigieron a Sodoma, mientras Yavé se quedaba de pie delante de Abraham.
23 Se acercó entonces Abraham y le dijo: «¿Es cierto que vas a exterminar al justo junto con el malvado?
24 Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿es cierto que vas a acabar con todos y no perdonar el lugar en atención a esos cincuenta justos?
25 ¡Tú no vas a hacer algo semejante, permitir que el bueno sea tratado igual que el malvado! ¿O es que el juez de toda la tierra no aceptará lo que es justo?»
26 Yavé le dijo: «Si encuentro en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo el lugar en atención a ellos.»
27 Abraham volvió a hablar: «Sé que a lo mejor es un atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza,
28 pero si faltan cinco justos para llegar a los cincuenta, ¿destruirás la ciudad por esos cinco que faltan?» Yavé respondió: «No habrá destrucción si encuentro allí cuarenta y cinco hombres justos.»
29 Abraham insistió: «Pero a lo mejor se encuentran allí sólo cuarenta justos.» Yavé contestó: «En atención a esos cuarenta, no lo haré.»
30 Abraham continuó todavía: «No se enoje mi Señor si sigo hablando, pero tal vez no se encuentren más que treinta justos.» Yavé contestó: «No lo haré si encuentro allí treinta justos.»
31 Abraham insistió: «Sé que es una osadía por mi parte hablar así a mi Señor; pero, ¿y si se encuentran allí solamente veinte justos?» Yavé contestó: «No destruiré el lugar, en atención a esos veinte.»
32 Abraham dijo: «Vaya, no se enoje mi Señor, y hablaré por última vez. Puede ser que se encuentren allí sólo diez.» Yavé dijo: «En atención a esos diez, no destruiré la ciudad.»
33 Cuando Yavé terminó de hablar con Abraham se fue, mientras Abraham volvió a su casa.

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Comentarios Génesis, capítulo 18
18,1

Esta escena ha conservado toda la frescura de la tradición primitiva. Al nómada le encanta recibir a sus visitantes como enviados de Dios, y en esta ocasión los ángeles de Dios se presentan como viajeros.
18,10

Uno de los visitantes ¿es Yavé o tan sólo un ángel? El famoso icono de Rublev transfiguró a los tres ángeles para hacer de ellos una expresión de las Personas divinas; con eso reflejó la tradición cristiana que siempre ha pretendido ver en las pequeñas contradicciones del relato una invitación a reconocer en él la figura del Dios único en tres personas.

Cabe recordar que el ángel es presentado a menudo en la Biblia bajo dos aspectos: en determinadas ocasiones aparece como un mensajero (en hebreo “mensajero” es el término con que se designa a los ángeles), y en otras como una presencia velada de Dios (véase 16,10; 22,12; Jue 2,1). También hoy las palabras de Dios dirigidas a uno u a otro proceden comúnmente de intermediarios que actúan o hablan en nombre de Dios.
18,12

La risa de Sara en cierto modo realza la fe de Abraham que cree en lo que parece imposible, mientras que su mujer está convencida de que es imposible. También al autor se deleita en utilizar la etimología sea de lugares sea de nombres: Isaac en hebreo se aproxima al verbo “reír” o entretenerse. Esto explica la risa de Abraham en 17,17, la de Sara aquí y en 21,6 y la burla de Ismael en 21,9.

Pero lo esencial es lo que no se repite aquí: Dios había prometido un hijo y quiso darlo él mismo, a su hora y a su manera; pero el heredero de Abraham no sería ya como Ismael un hijo por transacción, el hijo de la esclava obtenido a través una astucia jurídica, sino el que se debería sólo a él, el hijo de la promesa (Rom 4,16; Gál 4,28).

La verdadera descendencia de Abraham no será cuestión de raza, sino más bien una descendencia espiritual: la promesa de Dios será para quienes como Abraham han creído y han renunciado a sus seguridades para cumplir su misión, poniendo toda su confianza en la palabra de Dios (Rom 4,13; Gál 4,21).
18,16

Abraham ha recibido su recompensa, pero parece que no le presta atención y sólo piensa en salvar a los pecadores.

Abraham, el beduino, se encuentra en su rol cuando regatea con Dios, pero se nota que los une una secreta complicidad. La oración de los amigos de Dios es muy poderosa, lo que no impide sin embargo que Dios retenga lo que no quiere dar: nunca le impedirán que sea justo. Ya al comienzo del Antiguo Testamento, en que tantas páginas hablan de juicios y castigos, se afirma nuevamente que la misericordia de Dios domina la historia de los hombres pecadores: “no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 33,11).
18,20

La denuncia contra Sodoma. Como en el caso de Abel (4,10), el clamor por el mal y la injusticia llega hasta Dios y siempre llega también la hora de rendir cuentas.
Génesis (Gén) Capítulo 19
Destrucción de Sodoma
1 Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer. Lot estaba sentado a la entrada del pueblo. Apenas los vio, salió a su encuentro, se arrodilló inclinándose profundamente,
2 y les dijo: «Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino.» Ellos le respondieron: «No, pasaremos la noche en la plaza.» Pero él insistió tanto, que lo siguieron a su casa, y les preparó comida.
3 Hizo panes sin levadura y comieron.
4 No estaban acostados todavía cuando los vecinos, es decir los hombres de Sodoma, jóvenes y ancianos, rodearon la casa: ¡estaba el pueblo entero!
5 Llamaron a Lot y le dijeron: «¿Dónde están esos hombres que llegaron a tu casa esta noche? Mándanoslos afuera, para que abusemos de ellos.»
6 Lot salió de la casa y se dirigió hacia ellos, cerrando la puerta detrás de sí,
7 y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad.
8 Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mi hospitalidad.»
9 Pero ellos le respondieron: «¡Quítate del medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.» Lo empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta.
10 Pero los dos hombres desde adentro extendieron sus brazos, tomaron a Lot, lo introdujeron en la casa y cerraron la puerta.
11 Hirieron de ceguera a los hombres que estaban fuera, desde el más joven hasta el más viejo, de modo que no fueron ya capaces de encontrar la puerta.
12 Los dos hombres dijeron a Lot: «¿A quién más de los tuyos tienes aquí? ¿Tus yernos? Tienes que llevar de este lugar a tus hijos e hijas y todo lo que tienes en la ciudad.
13 Vamos a destruir esta ciudad, pues son enormes las quejas en su contra que han llegado hasta Yavé, y él nos ha enviado a destruirla.»
14 Salió entonces Lot y dijo a sus yernos, a los que iban a casarse con sus hijas: «Levántense y salgan de aquí, pues Yavé va a destruir la ciudad.» Pero ellos creían que Lot estaba bromeando.
15 Al amanecer los ángeles apuraron a Lot diciéndole: «Date prisa, toma a tu esposa y a tus dos hijas y márchate, no sea que te alcance el castigo de esta ciudad.»
16 Y como él aún vacilase, lo tomaron de la mano, junto a su mujer y a sus dos hijas, porque Yavé había tenido compasión de ellos, y lo llevaron fuera de la ciudad.
17 Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura, sino que huye a la montaña para que no perezcas.»
18 Pero Lot replicó: «¡Oh, no, Señor mío!
19 Veo que me has hecho un gran favor y que has sido muy bueno conmigo conservándome la vida. Pero yo no puedo llegar hasta la montaña sin que me alcance el desastre y la muerte.
20 Mira este pueblito que está más cerca y en el que podría refugiarme. Es tan pequeño, y para mí es cosa de vida o muerte, ¿no podría estar a salvo allí?»
21 El otro respondió: «También este favor te lo concedo, y no destruiré ese pueblo del que has hablado.
22 Pero huye rápidamente, ya que no puedo hacer nada hasta que tú no hayas llegado allá. (Por esto, aquel pueblo fue llamado Soar, o sea, Pequeño.)
23 El sol ya había salido cuando Lot entró en Soar.
24 Entonces Yavé hizo llover del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre ardiendo que venía de Yavé,
25 y que destruyó completamente estas ciudades y toda la llanura con todos sus habitantes y la vegetación.
Varias leyendas
26 La mujer de Lot miró hacia atrás, y quedó convertida en una estatua de sal.
27 Abraham se levantó muy de madrugada y fue al lugar donde antes había estado con Yavé.
28 Miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la comarca del valle y vio una gran humareda que subía de la tierra, semejante a la humareda de un horno.
29 Cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó de Abraham y libró a Lot de la catástrofe, mientras arrasaba las ciudades donde Lot había vivido.
30 Después Lot salió de Soar con sus dos hijas, pues no se sentía seguro allí, y se fue a vivir al monte, en una cueva.
31 Entonces dijo la hija mayor a la menor: «Nuestro padre está viejo y no ha quedado ni un hombre siquiera en esta región que pueda unirse a nosotras como se hace en todo el mundo.
32 Ven y embriaguémoslo con vino y acostémonos con él. Así sobrevivirá la familia de nuestro padre.»
33 Y así lo hicieron aquella misma noche, y la mayor se acostó con su padre, quien no se dio cuenta de nada, ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
34 Al día siguiente dijo la mayor a la menor: «Ya sabes que me acosté anoche con mi padre. Hagámosle beber vino otra vez esta noche y te acuestas tú también con él, para que la raza de nuestro padre no desaparezca.»
35 Le hicieron beber y lo embriagaron de nuevo aquella noche, y la hija menor se acostó con él. El padre no se dio cuenta de nada, ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
36 Y así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre.
37 La mayor dio a luz un hijo y lo llamó Moab: éste fue el padre de los moabitas, que todavía existen hoy.
38 La menor también dio a luz un hijo y lo llamó Ben-Ammí, y es el padre de los actuales amonitas.

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Comentarios Génesis, capítulo 19
19,1

Una vez más hay que distinguir entre el fondo de la historia y su decorado. El decorado son las orillas del Mar Muerto, maltratadas en el pasado por devastadoras erupciones volcánicas (y donde se han instalado también industrias químicas). Varios libros de la Biblia presentan tradiciones que se refieren a esos cataclismos (Dt 29,22; Is 1,9 y 3,9; Ez 16,49), y aquí leemos la tradición más célebre.

En cuanto al contenido, se debe prestar atención a ese especial cuidado que Dios pone en salvar a los que ama, incluso en medio de grandes tragedias, como también en la condena sin paliativos de las prácticas homosexuales en un país en que eran habituales (incluso en la religión de los cananeos).

También se notará la despedida de Abraham y de Lot, que estaba a su lado (y se los llama “hermanos” en 13,8) al salir hacia la tierra prometida, pero que luego se dejó deslumbrar por las tierras ricas y de regadío (cap.13). Más tarde se dejó capturar con los irresponsables de Sodoma y Abraham tuvo que liberarlo (cap.14). Es difícil disculpar sus palabras en 19,18, aun en el ámbito de una cultura en que el huésped era sagrado y las mujeres propiedad del hombre. Será liberado no por Dios sino por ángeles y luego se convertirá en un extraño. La bendición sobre Abraham y los suyos ahora lo ignora.
19,26

Rocas esculpidas por el viento y las lluvias en el flanco de la montaña han recibido distintos nombres, y en alguna de ellas se ha reconocido a la mujer de Lot.
Génesis (Gén) Capítulo 20
Abraham y Sara en Guerar
1 Abraham se trasladó de allí al territorio del Negueb y se instaló entre Cadés y Sur; después fue a vivir un tiempo a Guerar.
2 Abraham decía de su esposa Sara: «Es mi hermana.» Oyendo esto, el rey de Guerar, llamado Abimelec, mandó a buscarla para él.
3 Pero en la noche Dios habló a Abimelec en sueños y le dijo: «Date por muerto a causa de esa mujer que has tomado, porque es casada.»
4 Abimelec no la había tocado aún y dijo: «Pero, Señor mío, ¿vas a dar muerte a un pagano que es inocente?
5 El me dijo que era su hermana, y ella también me dijo: “Es mi hermano”. Yo he actuado con corazón sencillo y con manos limpias.»
6 Dios le dijo: «Yo sé que lo hiciste con corazón sencillo y por eso te he librado de pecar contra mí, y no he permitido que la tocases.
7 Ahora devuelve su mujer a ese hombre, porque es un profeta. El rogará por ti y vivirás. Pero si no se la devuelves, debes saber que morirás sin remedio, tú y todos los tuyos.»
8 Abimelec se levantó muy de mañana, y llamando a todos sus oficiales, les contó privadamente todo esto. Ellos, al oírlo, quedaron muy asustados.
9 Llamó entonces Abimelec a Abraham y le dijo: «¡En qué lío nos metiste! ¿En qué te he ofendido, para que traigas sobre mí y mi país un pecado tan grande? Te has portado como no debe hacerse.»
10 Y Abimelec le preguntó: «¿Por qué has hecho eso?»
11 Respondió Abraham: «Pensé que no había temor de Dios en este lugar, y podrían matarme por causa de mi esposa.
12 Pero es verdad que es mi hermana, pues es hija de mi padre, aunque no de mi madre, y ha pasado a ser mi esposa.
13 Desde que los dioses me han hecho caminar de un lado para otro, lejos de mi patria, le dije: «Tú me harás el favor de decir, en cualquier lugar donde lleguemos, que soy tu hermano.»
14 Abimelec mandó traer ovejas y bueyes, esclavos y esclavas y se los dio a Abraham, al mismo tiempo que le devolvía su esposa Sara.
15 Después Abimelec agregó: «Ahí tienes mi tierra, puedes vivir donde quieras.»
16 Y a Sara le dijo: «Le he dado a tu hermano mil monedas de plata, con esto ninguno de los que están contigo se atreverá a pensar mal de ti.»
17 Entonces Abraham oró por Abimelec, y Dios curó a Abimelec, a su esposa y a sus esclavos, a fin de que pudieran tener hijos.
18 Porque Dios había vuelto estériles a todas las mujeres en la casa de Abimelec, a causa de Sara, esposa de Abraham.

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Comentarios Génesis, capítulo 20
20,1

Es una nueva versión del incidente narrado en 12,10. Hemos dicho ya que el libro del Génesis está compuesto de relatos diversos, ya sea por su antigüedad o por su procedencia, pero sin embargo todo con tribuye a presentar los diferentes aspectos de la existencia humana ante Dios. Aquí el interés se centra en los extranjeros que ignoran buena parte de la verdad y que hacen, a menudo sin saberlo, el mal que Dios no quiere. Dos cosas son ciertas: que Dios conoce sus intenciones y que sabe cómo darles a conocer su voluntad cuando lo juzgue oportuno o conveniente.
Génesis (Gén) Capítulo 21
Nacimiento de Isaac
1 Yavé visitó a Sara tal como lo había dicho; Yavé hizo con Sara aquello mismo que había prometido.
2 Sara quedó embarazada, dio a luz un hijo de Abraham siendo ya anciana, y en la misma fecha que Dios había señalado.
3 Abraham le puso por nombre Isaac al hijo que le nació, el hijo que Sara dio a luz.
4 Lo circuncidó a los ocho días, conforme a lo que Dios le había ordenado.
5 Abraham tenía cien años de edad cuando le nació Isaac.
6 Sara dijo: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren se reirán también.»
7 Y añadió: «¡Quién hubiera dicho a Abraham que yo amamantaría hijos! Y sin embargo, le he dado a luz un hijo en su vejez.»
Abraham despide a Agar
8 Creció el niño, y el día en que dejó de ser amamantado, Abraham celebró un gran banquete.
9 Sara vio que el hijo que la egipcia Agar había dado a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac,
10 y dijo a Abraham: «Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no debe compartir la herencia con mi hijo, con Isaac.»
11 Esto desagradó mucho a Abraham, por ser Ismael su hijo.
12 Pero Dios le dijo: «No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta. Haz todo lo que te pide Sara, porque de Isaac saldrá la descendencia que lleve tu nombre.
13 Pero también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo.»
14 Abraham se levantó por la mañana muy temprano, tomó pan y un recipiente de cuero lleno de agua y se los dio a Agar. Le puso su hijo sobre el hombro y la despidió. Agar se marchó y anduvo errante por el desierto de Bersebá.
15 Cuando no quedó nada de agua en el recipiente de cuero, abandonó al niño bajo un matorral
16 y fue a sentarse a la distancia de un tiro de arco, pues pensó: «Al menos no veré morir a mi hijo.»
16 Como se alejara para sentarse, el niño se puso a llorar a gritos.
17 Dios oyó los gritos del niño, y el Angel de Dios llamó desde el cielo a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del niño desde el lugar donde él está.
18 Anda a buscar al niño, y tómalo de la mano, porque de él haré yo un gran pueblo.»
19 Entonces Dios le abrió los ojos y vio un pozo de agua. Llenó el recipiente de cuero y dio de beber al niño.
20 Dios asistió al niño, que creció y vivió en el desierto, llegando a ser un experto tirador de arco.
21 Vivió en el desierto de Parán, donde su madre lo casó con una mujer egipcia.
22 Por aquel tiempo, Abimelec fue con Ficol, general de sus tropas, a hablar a Abraham, y le dijo: «Dios está contigo en todo cuanto emprendes.
23 Por eso júrame ahora mismo ante Dios que no me harás daño, ni a mí, ni a mis hijos, ni a mis descendientes, sino que usarás conmigo y con esta tierra en la que habitas, la misma bondad que yo he usado contigo.»
24 Abraham le respondió: «Lo juro.»
25 Y de inmediato Abraham se quejó ante Abimelec de que algunos servidores de éste se habían apoderado por la fuerza de un pozo que le pertenecía.
26 Abimelec le contestó: «No sé quién haya hecho tal cosa, pero tú no me has dicho nada, y yo me entero de eso sólo ahora.»
27 Abraham tomó unas ovejas y vacas y se las dio a Abimelec, e hicieron los dos un pacto.
28 Abraham puso aparte siete ovejas de su rebaño,
29 y Abimelec le preguntó: «¿Qué significan estas siete ovejas que has separado?»
30 Le respondió Abraham: «Acepta estas siete ovejas de mi mano, como prueba de que ese pozo lo he excavado yo.»
31 Por eso aquel lugar fue llamado Bersebá (o sea, pozo del juramento), porque allí juraron ambos.
32 Después de haber hecho el pacto en Bersebá, Abimelec y Ficol, general de sus tropas, volvieron al país de los filis teos.
33 Abraham plantó un árbol de tamarindo en Bersebá y allí invocó el nombre de Yavé, Dios Eterno.
34 Abraham estuvo todavía mucho tiempo viviendo en el país de los filisteos.

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Comentarios Génesis, capítulo 21
21,1

En la Biblia se dan varios nacimientos fuera de las leyes normales de la naturaleza: Samuel, Sansón, Juan Bautista..., todos salvadores. Estos nacimientos anuncian y figuran el nacimiento virginal del Salvador Jesús. También anuncian el segundo nacimiento por obra del agua y del Espíritu.
21,8

Es otra narración del despido de Agar que ya fue presentado en el cap. 16. Mientras la primera narración hablaba de Yavé y del ángel de Yavé, ésta nombra a Dios y al Ángel de Dios. Es una de las señales que permiten distinguir las tradiciones llamadas yavistas, originarias de Judá de tiempos de Salomón, de las tradiciones elohistas (“Elohim” es Dios en hebreo), que provenían de Israel en el siglo siguiente.
Génesis (Gén) Capítulo 22
El sacrificio de Isaac
1 Tiempo después, Dios quiso probar a Abraham y lo llamó: «Abraham.» Respondió él: «Aquí estoy.»
2 Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.»
3 Se levantó Abraham de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos criados para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado.
4 Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar.
5 Entonces dijo a los criados: «Quédense aquí con el burro. Yo y el niño iremos hasta allá a adorar, y luego volveremos donde ustedes.»
6 Abraham tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos.
7 Entonces Isaac dijo a Abraham: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?» Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
8 Abraham le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron juntos el camino.
9 Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abraham levantó un altar y puso la leña sobre él. Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre la leña.
10 Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo,
11 pero el Angel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abraham, Abraham.» Contestó él: «Aquí estoy.»
12 «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.»
13 Abraham miró a su alrededor, y vio cerca de él a un carnero que tenía los cuernos enredados en un zarzal. Fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
14 Abraham llamó a aquel lugar «Yavé provee». Y todavía hoy la gente dice: «En ese monte Yavé provee.»
15 Volvió a llamar el Angel de Dios a Abraham desde el cielo,
16 y le dijo: «Juro por mí mismo —palabra de Yavé— que, ya que has hecho esto y no me has negado a tu hijo, el único que tienes,
17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos.
18 Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de tu descendencia.»
19 Abraham regresó a donde estaban sus criados, y juntos emprendieron la marcha hacia Bersebá, donde Abraham fijó su residencia.
20 Algún tiempo después, llegaron noticias a Abraham de que también Melcá le había dado hijos a Najor, su hermano:
21 Us, el primogénito, Buz su hermano, Camuel, que fue padre de Aram,
22 Cased, Azau, Feldas, Jedlaf y Batuel,
23 (que fue el padre de Rebeca.) Estos fueron los ocho hijos que Melcá dio a Najor, el hermano de Abraham.
24 Najor tenía una concubina, llamada Reuma, que también dio a luz a Tebaj, Gajam, Tajas y Maaca.

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Comentarios Génesis, capítulo 22
22,1

És la prueba decisiva que Dios pone en el camino de sus amigos, y en la que estos demuestran plenamente su fidelidad o vacilan ante ella buscando una puerta de escape y salvando las apariencias. Todas las promesas de Dios eran para la descendencia de Abraham, o más precisamente para los descendientes de Isaac; pues bien, sin que medie explicación alguna, pide a Abraham que le sacrifique a su hijo. Dios quita lo que había dado cerrando todos los caminos.

El sacrificio de Isaac es también el sacrificio de Abraham. Saldrá de la prueba diferente y llevará adelante la misión universal que le fue confiada en 12,3: “En ti serán benditas todas las naciones de la tierra”. Ya no tiene que viajar ni arriesgarse ni resolver problemas u obedecer determinadas órdenes; le basta con ser el amigo de Dios (Stgo 2,23) para dar al mundo lo que el mundo necesita para salvarse.
22,6

Muchos se preguntarán cómo Dios podía pedir a Abraham un sacrificio que era un crimen. Hay que tener presente el contexto cultural de ese tiempo. Abraham se encuentra en tierra de cananeos, para quienes los sacrificios de niños, sobre todo de recién nacidos, era una prácta corriente y con pocos riesgos, pues eran niños de pecho que se reemplazarían fácilmente. Para los contemporáneos de Abraham e incluso para el autor no era algo más bárbaro de lo que es para mucha gente de hoy el aborto; incluso era mucho más noble y generoso. Lo que realmente dolía y que Abraham acepta, era la pérdida de las promesas.
22,11

La intervención de Dios aclara lo que el autor quería enseñar: el Dios de Israel rechazaba, y siempre había rechazado, los sacrificios de niños. Este relato debe contarse entre las numerosas advertencias bíblicas que durante siglos denunciaron tales prácticas.

Una tradición judía posterior estableció que este monte de Moriah, desconocido por lo demás, fuera el mismo sobre el que se levantaría el Templo de Jerusalén (2Sa 24,18). Y esta tradición fue completada por otra que destacaba el alcance histórico del sacrificio de Abraham, sosteniendo que el carnero de que se habla en 22,13 había sido colocado allí desde la creación del mundo. Esta última tradición fue retomada por el apóstol Pedro en 1Pe 1,19-20.
Génesis (Gén) Capítulo 23
La tumba de Abraham y Sara
1 Sara murió a la edad de ciento veintisiete años
2 en la ciudad de Kiriat-Arbe —o sea, Hebrón—, en el país de Canaán. Abraham hizo duelo por ella y la lloró.
3 Dejando el lugar donde estaba el cuerpo, Abraham dijo a los hititas:
4 «Yo no soy más que un forastero en medio de ustedes. Denme una tierra en medio de ustedes, para que sea mía y pueda enterrar a mi difunta.»
5 Los hititas le respondieron:
6 «Escúchanos, señor: entre nosotros tú eres un príncipe de Dios. Sepulta a tu difunta en la mejor de nuestras sepulturas, pues ninguno de nosotros te negará una tumba para tu difunta.»
7 Se levantó Abraham, e inclinándose ante los hititas,
8 les dijo: «Si están de acuerdo en que yo entierre a mi difunta, escúchenme e intercedan por mí ante Efrón, hijo de Seor,
9 para que me ceda la cueva de Macpelá, que es suya y está al borde de su finca. Que me la dé por su precio justo, y que sea en adelante propiedad mía en medio de ustedes.»
10 Entonces Efrón, que estaba sentado entre los hititas presentes, le respondió de manera que todos lo oyeran:
11 «No, señor mío, escúchame: yo te regalo el campo y también la cueva que hay en él. En presencia de los hijos de mi pueblo te la doy. Sepulta allí a tu difunta.»
12 Abraham se inclinó de nuevo profundamente ante los hititas, y se dirigió a Efrón, de modo que los propietarios presentes lo oyeran, y le dijo:
13 «A ver si nos entendemos: yo te pago el precio de la finca. Acéptamelo y enterraré en ella a mi difunta.»
14 Contestó Efrón a Abraham: «Señor mío, escúchame:
15 cuatrocientas monedas de plata por un terreno, ¿no sería lo justo para ambos? Pues bien, sepulta a tu difunta.»
16 Abraham estuvo de acuerdo y pesó para Efrón, en presencia de los hititas, la plata que habían acordado: cuatrocientas piezas de plata, en monedas de mercader.
17 Fue así como la finca de Efrón, que está en Macpelá, frente a Mambré, con la cueva que hay en ella y con todos los árboles que estaban dentro de sus linderos
18 pasaron a ser propiedad de Abraham, a la vista de todos los hititas registrados en esta ciudad.
19 Después Abraham sepultó a Sara, su mujer, en la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mambré, en Canaán.
20 De este modo el campo, con la cueva que en él se encuentra, fueron vendidos a Abraham por los hititas, para que sirviera de sepultura.

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Comentarios Génesis, capítulo 23
23,1

Se atribuyó a Sara una vida de ciento veintisiete años porque ella pertenece todavía a un tiempo lejano y mítico en que Dios no actuaba en todo como en el nuestro.

La compra de un terreno donde reposaría su cuerpo es muy importante, porque es la única adquisición material de Abraham, quien anduvo toda su vida tras sus rebaños y que sólo vio de pasada aquella tierra que le había sido prometida (Heb11,13). La muerte de Sara le da la oportunidad de comprar una parcela.

Los hijos de Heth son los famosos hititas que ocupaban entonces la Turquía actual y de los cuales un cierto número se había instalado en Palestina, donde formaban como una clase militar (2Sam 11,3; Ez 16,3). El campo de Macpelá se encuentra en los alrededores de Hebrón, ciudad palestina que en nuestros tiempos es también noticia. El negocio se transa de una manera muy digna, tal como debía hacerse en ese tiempo; al final de cuentas Abraham pasa a ser propietario del campo y de la gruta.
Génesis (Gén) Capítulo 24
Eliezer busca una esposa para Isaac
1 Abraham era ya un anciano muy avanzado en edad, y Yavé le había favorecido en todo.
2 Abraham dijo a su servidor más antiguo, que era su mayordomo: «Pon tu mano bajo mi muslo,
3 y júrame por Yavé, Dios del cielo y de la tierra, que no tomarás para mi hijo una mujer de raza cananea, pues vivo en medio de éstos,
4 sino que irás a mi país, a buscar entre mi parentela una mujer para mi hijo Isaac.»
5 El servidor le respondió: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tendré que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?»
6 Abraham le contestó: «Por ningún motivo llevarás allá a mi hijo.
7 Pues Yavé, Dios del cielo y de la tierra, que me sacó de la familia de mi padre y del país donde nací, me prometió con juramento que entregaría este país a mis descendientes. Y enviará a su Angel delante de ti, para que traigas de allá una mujer para mi hijo.
8 Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este juramento. Pero en ningún caso llevarás para allá a mi hijo.»
9 El mayordomo colocó su mano debajo del muslo de su patrón Abraham, y le juró que cumpliría este encargo.
10 Luego el servidor escogió diez camellos entre los de su patrón y se puso en marcha, llevando todo lo mejor que poseía Abraham. Y caminó hasta alcanzar la ciudad de Najor, en el país de Aram.
11 Era ya tarde, la hora en que las mujeres salen a buscar agua al pozo; hizo arrodillar a los camellos junto al pozo, en las afueras de la ciudad.
12 Entonces el mayordomo oró así: «Yavé, Dios de mi patrón Abraham, haz que me vaya bien hoy y muestra tu benevolencia para con mi patrón Abraham.
13 Voy a quedarme junto a la fuente, mientras las muchachas de la ciudad vienen a buscar agua,
14 y a una de ellas le voy a decir: «Por favor, inclina tu cántaro para que yo pueda tomar agua.» Si ella me responde: «Toma y daré también de beber a tus camellos», haz que sea ella la que tú has destinado para tu servidor Isaac. Esta será para mí la señal de que has escuchado a mi patrón.»
15 No había terminado de orar, cuando salió Rebeca con su cántaro al hombro. Era la hija de Batuel, el hijo de Milcá, esposa de Najor, hermano de Abraham.
16 La joven era muy bella y aún virgen, pues no había tenido contacto con ningún hombre. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y subió.
17 Entonces el hombre corrió a su encuentro y le dijo: «Por favor, dame un poco de agua de tu cántaro.»
18 Ella respondió: «Bebe, mi señor.» Y bajando inmediatamente el cántaro sobre su mano le dio de beber.
19 Cuando hubo acabado de darle agua, le dijo: «También sacaré agua para tus camellos hasta que se sacien.»
20 Vació rápidamente su cántaro en la pila, corrió de nuevo al pozo a sacar agua y trajo para todos sus camellos.
21 Entretanto el hombre la contemplaba en silencio, preguntándose si Yavé habría hecho que su viaje tuviera éxito o no.
22 Cuando acabaron de beber los camellos, él sacó un anillo de oro para la nariz de seis gramos de peso, y para sus brazos dos brazaletes de oro de unos diez gramos.
23 Y le dijo: «Dime, por favor, ¿de quién eres hija? ¿Habrá lugar en la casa de tus padres para pasar la noche?»
24 Ella le respondió: «Soy hija de Batuel, el hijo que Milcá le dio a Najor.»
25 Y prosiguió: «Tenemos paja y forraje en abundancia, y también hay lugar para pasar la noche.»
26 Entonces el hombre cayó de rodillas y adoró a Yavé,
27 diciendo: «Bendito sea Yavé, Dios de mi señor Abraham, pues ha mostrado una vez más su bondad y fidelidad para con mi patrón, y me ha conducido a la casa del hermano de mi amo.»
28 Mientras tanto la joven corrió y contó a la casa de su madre todo lo sucedido.
29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán.
30 Cuando vio el anillo y los brazaletes que llevaba su hermana, y oyó decir a Rebeca: «Esto me ha dicho ese hombre...», corrió a buscar al hombre que estaba de pie junto a los camellos, al lado del pozo.
31 Y le dijo: «¡Oh bendito de Yavé! ¿Por qué te quedas afuera? Ven. He despejado un sitio en la casa y hay cabida para tus camellos.»
32 Entonces el hombre entró en la casa y desensilló los camellos. Dieron paja y forraje a los camellos, y a él y sus acompañantes les trajeron agua para que se lavaran los pies.
33 Después les ofrecieron comida. Pero él dijo: «No comeré hasta que no diga lo que tengo que decir.» Labán le dijo: «Habla.»
34 Entonces empezó a decir: «Yo soy servidor de Abraham.
35 Yavé ha bendecido y enriquecido a mi amo. Le ha dado ganado, ovejas, plata y oro, servidores y sirvientas, camellos y burros.
36 Ahora bien, siendo ya muy anciano, su esposa Sara le ha dado un hijo al que ha dejado todo lo que posee.
37 Mi patrón me hizo jurar y me ordenó: «No buscarás esposa para mi hijo de entre las mujeres cana neas, en cuyo país vivo,
38 sino que irás a la tierra de mi padre y buscarás en mi familia una esposa para mi hijo.»
39 Yo le pregunté: «¿Y si ella no quiere seguirme?»
40 El me contestó: «Yavé, al que he servido siempre, mandará a su Angel para que te acompañe, y resulte tu viaje. Tomarás una mujer para mi hijo de entre mi parentela y de la casa de mi padre.
41 Quedarás libre de tu juramento con tan sólo llegar donde mi parentela: si ellos no te la quieren dar, quedarás libre.»
42 Así, pues, al llegar hoy a la fuente hice esta súplica: «Yavé, Dios de mi señor Abraham, si quieres que el viaje que he emprendido tenga éxito, concédeme lo siguiente:
43 Me voy a quedar parado al lado de la fuente, y cuando llegue alguna joven a sacar agua, le diré: “Dame un poco de agua de tu cántaro”.
44 Y si me responde: “Toma, y luego sacaré más agua para tus camellos”, que ésa sea la mujer que Yavé tiene destinada para el hijo de mi patrón.
45 Ni siquiera había terminado de decir estas palabras en mi interior, cuando apareció Rebeca, con su cántaro al hombro, y bajó a la fuente para sacar agua.
46 Yo le dije: «Por favor, dame de beber.» Al momento bajó el cántaro de su hombro y dijo: «Toma, y también voy a dar agua a tus camellos.» Bebí, pues, y después ella dio también agua a mis camellos.
47 En seguida le pregunté: «¿De quién eres hija?» Me respondió: «Soy hija de Batuel, el hijo de Najor y de Milcá.» Entonces le puse el anillo en su nariz y los brazaletes en sus brazos,
48 e hincándome de rodillas, adoré a Yavé, bendiciendo al Dios de mi patrón Abraham, que me había conducido por el buen camino para conseguir para su hijo a la hija del hermano de mi patrón.
49 Ahora, si ustedes tienen una respuesta buena y sincera para mi patrón, háganmelo saber; y si no, díganmelo también para que pueda tomar una decisión.»
50 Labán y Batuel respondieron: «En todo esto está la mano de Yavé, y no tenemos nada que añadir.
51 Ahí tienes a Rebeca: tómala y llévala contigo. Que sea la esposa del hijo de tu patrón, como Yavé lo ha dispuesto.»
52 Al oír esto el servidor de Abraham, se echó por tierra adorando a Yavé.
53 Luego sacó joyas de oro y plata, y también vestidos, y se los dio a Rebeca. Hizo también valiosos regalos a su hermano y a su madre. 54 Luego él y sus acompañantes comieron y bebieron.
54 Pasaron allí la noche, y a la mañana siguiente, apenas se levantaron, él dijo: «Permítanme volver donde mi señor.»
55 Entonces el hermano y la madre de Rebeca contestaron: «Que la joven se quede todavía algunos días más con nosotros y después se irá.»
56 Pero él insistió: «Si Yavé hizo que mi viaje tuviera éxito, ustedes ahora no me demoren, y déjenme volver a la casa de mi patrón.»
57 Ellos le dijeron: «Llamemos entonces a la joven y pidámosle su parecer.»
58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron: «¿Quieres irte con este hombre?» Contestó: «Sí, me voy.»
59 Entonces dejaron partir a su hermana Rebeca y a su nodriza con el servidor de Abraham y sus hombres.
60 Y bendijeron a Rebeca, diciendo: «Hermana nuestra, ojalá des vida a multitudes, y que tus descendientes se impongan a sus enemigos.»
61 Entonces se levantó Rebeca con sus criadas, montaron en los camellos y siguieron a los hombres. Fue así como el servidor de Abraham se llevó a Rebeca.
62 Isaac acababa de volver del pozo de Lajay-Roi, pues estaba viviendo en el Negueb.
63 Al atardecer, como salía a dar un paseo por el campo, vio que se acercaban unos camellos.
64 También Rebeca divisó a Isaac, y al verlo se bajó del camello.
65 Preguntó al mayordomo: «¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro?» Le respondió: «Es mi patrón.» Ella entonces tomó su velo y se cubrió el rostro.
66 El mayordomo contó a Isaac, todo lo que había hecho.
67 Isaac llevó a Rebeca a la tienda que había sido de su madre Sara. La hizo suya y fue su esposa. La amó y así se consoló por la muerte de su madre.

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Comentarios Génesis, capítulo 24
24,1

La lectura de este largo y hermoso relato puede interesarnos bajo varios aspectos. La historia y los diálogos se desarrollan como lo harían hoy en día los beduinos del Medio Oriente: las costumbres y la cortesía no han cambiado desde hace cuarenta siglos. Se notará también que impera un régimen de “matriarcado” (véase Gén 2,24), que todavía existe hoy en algunos países. No es el padre de Rebeca sino su hermano Laban quien negocia con el enviado de Abraham los términos del contrato.

Se notará la conducta de Dios que, sin ne cesidad de milagros, lleva a buen término un negocio tan importante como el matrimonio. No es la unión provisoria de dos personas que hoy se aman, sino el acuerdo de dos cónyuges para construir un porvenir que se extiende más allá de sus hijos y de sus nietos. Dios, que dispone sus destinos, no permanecerá indiferente ni silencioso cuando se ven frente a tal decisión. El servidor, al que no se nombra, es consciente de lo que se le pide, pero no será él quien haga la elección.

El gran núcleo fundamental del matrimonio de Isaac es el porvenir de la promesa de Dios, de la cual él es el portador. Es por tanto necesario que su linaje sea firme y fiel, y no puede casarse con una mujer que no se responsabilice con él de su esperanza y de su común misión (24,60).
Génesis (Gén) Capítulo 25
Abraham y sus descendientes
1 Abraham tomó a otra mujer llamada Queturá,
2 de la que tuvo los siguientes hijos: Zamram, Jecsán, Madián, Jesboc y Suaj.
3 Jecsán fue padre de Saba y Dedán. Los hijos de Dedán fueron los asuritas, los latusíes y los leumíes.
4 De Madián nacieron: Efá, Efer, Enoc, Abidá y Eldaa. Todos estos fueron descendientes de Queturá.
5 Abraham dio todo lo suyo a Isaac.
6 A los hijos de las concubinas que tenía Abraham, en cambio, les hizo regalos, y estando él vivo todavía, los envió más al este, a los países del oriente, lejos de Isaac.
7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años.
8 Abraham murió luego de una feliz ancianidad, cargado de años, y fue a reunirse con sus antepasados.
9 Sus dos hijos, Isaac e Ismael, lo sepultaron en la cueva de Macpelá, que está en el campo de Efrón, hijo de Seor el hitita enfrente de Mambré.
10 Esta era la finca que Abraham había comprado a los hititas, allí fueron sepultados Abraham y su esposa Sara.
11 Después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac, que se fue a vivir cerca del pozo de Lajay-Roi.
12 Estos son los descendientes de Ismael, hijo de Abraham y de Agar la egipcia, esclava de Sara.
13 Y éstos son los nombres de los hijos de Ismael, y los nombres de sus descendientes: El primogénito es Nebaiot; después vienen Cedar, Ad beel, Mibsam,
14 Masma, Duma, Massa,
15 Hadar, Tema, Jetur, Nafis y Cedma.
16 Estos son los hijos de Ismael y éstos son los nombres de sus pueblos y campamentos. Fueron doce, caudillos de sus respectivas tribus.
17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Luego murió y fue a juntarse con sus antepasados.
18 Sus descendientes permanecieron en la región que se extiende desde Hevilá hasta Sur, frente a Egipto, en dirección a Asur. Se mantienen a distancia de todos sus hermanos.
19 Estas son las memorias de Isaac, hijo de Abraham.
20 Abraham fue padre de Isaac. Cuando Isaac tenía cuarenta años, tomó por esposa a Rebeca, hija de Betuel, el arameo de Paddán Aram, y hermana de Labán el arameo.
Nacimiento de Esaú y Jacob
21 Isaac suplicó a Yavé en favor de su esposa, pues era estéril. Yavé escuchó su oración y Rebeca, su esposa, quedó encinta.
22 Pero como los hijos chocasen entre sí en su seno, ella dijo: «Si esto debe seguir, yo me muero.» Y fue a consultar a Yavé.
23 Yavé le dijo: «Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se separarán desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.»
24 Llegó el día del nacimiento, y se comprobó que había mellizos en su vientre.
25 El primero que nació era rojizo y tan peludo que parecía un abrigo de pieles, por lo que lo llamaron Esaú.
26 Después salió su hermano, que agarraba con una mano el talón de Esaú, y lo llamaron Jacob.
26 Isaac tenía sesenta años cuando nacieron.
27 Los dos muchachos crecieron. Esaú llegó a ser un experto cazador y un hombre de campo abierto, mientras Jacob era un hombre tranquilo a quien le gustaba estar en la tienda.
28 Isaac quería a Esaú porque le gustaba la caza, pero Rebeca prefería a Jacob.
29 En cierta ocasión estaba Jacob cocinando un guiso, cuando llegó Esaú del campo, muy agotado.
30 Dijo Esaú a Jacob: «Por favor, dame un poco de ese guiso rojizo, pues estoy hambriento» (por eso fue llamado Edom, o sea, rojizo).
31 Jacob le dijo: «Me vendes, pues, ahora mismo tus derechos de primogénito.»
32 Esaú le respondió: «Estoy que me muero, ¿qué me importan mis derechos de primogénito?»
33 Jacob insistió: «Júramelo ahora mismo.» Y lo juró, vendiéndole sus derechos.
34 Jacob entonces dio a su hermano pan y el guiso de lentejas. Esaú comió y bebió, y después se marchó. No hizo mayor caso de sus derechos de primogénito.

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Comentarios Génesis, capítulo 25
25,1

El autor sigue recordando el parentesco de los israelitas con diversos clanes arameos que eran sus vecinos; con este propósito los hace descendientes de Abraham o de sus parientes, como en 22,20.

Hecho esto, se pasa a los verdaderos herederos de Abraham, es decir, a los que heredaron la promesa y la transmitieron hasta los días de Moisés y de la salida de Egipto.

Estamos acostumbrados a la secuencia: Abraham padre de Isaac, que es padre de Jacob (Mt 1,2), pero este es un ensamblaje artificial. El pueblo de Israel se había formado por la alianza de doce tribus. Entre los antepasados de esas tribus se conservaba el recuerdo de Abraham, de Isaac, de Jacob y también de un cierto Israel. Pronto se fusionó en un solo personaje a Jacob y a Israel. Luego se estableció la filiación de Abraham, Isaac y Jacob.

En realidad Abraham vivió cerca de Hebrón en el siglo 18 antes de nuestra era; Isaac vivió por la misma época o tal vez un poco más tarde en Guerar, más al oeste; Jacob se debe situar en la Palestina central, hacia el siglo 15.

Durante siglos Jacob-Israel ocupó el primer lugar porque las tribus llamadas “de Israel” eran las más importantes y las que guardaban la herencia de Moisés. Más tarde, después de la destrucción del reino de Israel, el pueblo israelita se centró sobre el reino de Juda, más al sur, que conservaba las tradiciones referentes a Abraham. Dado que una buena parte de la Biblia se es cribió durante el tiempo en que dominaba el reino de Israel, no hay que extrañarse de que los isra elitas reivindicaran el nombre y la heren cia de Jacob-Israel. Abraham quedaba en la som bra.
25,19

Parece que Isaac interese sobre todo porque se hizo de él el padre de Jacob. El autor subraya la bendición que recibió Jacob, tomando así el lugar de su hermano que es quien debía heredar. El relato da tres versiones de esta sustitución.
Génesis (Gén) Capítulo 26
Sucesos de la vida de Isaac
1 Hubo hambre en el país —ésta no se debe confundir con la primera hambruna que hubo en tiempos de Abraham—, y fue Isaac a Guerar, hacia Abimelec, rey de los filisteos.
2 Se le apareció Yavé y le dijo: «No bajes a Egipto, quédate en la tierra que yo te diga.
3 Serás forastero en esa tierra, pero yo estaré contigo y te bendeciré. Pues quiero darte a ti y a tus descendientes todas estas tierras, cumpliendo así el juramento que hice a tu padre Abraham.
4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y le daré todas esas tierras. Y por tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra,
5 como premio a la obediencia de Abraham, que guardó mis leyes y cumplió mis mandamientos y preceptos.»
6 Isaac, pues, se estableció en Guerar.
7 Cuando la gente de aquel país le preguntaba quién era la mujer que iba con él, les decía: «Es mi hermana.» Porque tenía miedo a decir que era su esposa, para que no lo fueran a matar por causa de Rebeca, que era muy bonita.
8 Llevaba ya bastante tiempo allí, cuando Abimelec, rey de los filisteos, mirando por una ventana, sorprendió a Isaac acariciando a Rebeca.
9 Entonces Abimelec mandó llamar a Isaac y le dijo: «¡No puedes negar que es tu mujer! ¿Por qué has declarado que es tu hermana?» Isaac le contestó: «Es que pensé que por causa de ella me podrían matar.»
10 Abimelec replicó: «¿Qué es lo que nos has hecho? Por poco uno de aquí se acostaba con tu esposa y tú nos cargabas con un delito.»
11 Entonces Abimelec dio la siguiente orden a toda su gente: «El que toque a este hombre o a su esposa, morirá.»
12 Isaac sembró en aquella tierra y cosechó aquel año el ciento por uno. Yavé lo bendijo
13 de manera que se fue enriqueciendo día a día hasta que el hombre llegó a ser muy rico.
14 Tenía rebaños de ovejas, rebaños de vacas y numerosos criados, por lo que los filisteos empezaron a mirarlo con envidia.
15 Los filisteos taparon todos los pozos que habían cavado los servidores de su padre, en tiempos de Abraham, y los llenaron de tierra.
16 Entonces Abimelec dijo a Isaac: «Márchate de aquí, pues ahora eres más poderoso que nosotros.»
17 Isaac partió de allí y acampó en el valle de Guerar, en donde se quedó.
18 Isaac volvió a abrir los pozos que habían sido cavados en tiempos de su padre Abraham, y que habían tapado los filisteos después de la muerte de Abraham, y les puso los mismos nombres que les había puesto su padre.
19 Después los hombres de Isaac hicieron excavaciones en el valle y dieron con una capa de agua.
20 Pero los pastores de Guerar riñeron con los pastores de Isaac diciendo que el agua era de ellos. Por eso, Isaac llamó a ese pozo Esec, ya que se habían peleado por él.
21 Excavaron otro pozo, pero también hubo peleas, por lo que lo llamó Sitna.
22 Se fue de allí a otra parte y mandó cavar otro pozo, y como esta vez nadie se peleó por él, le puso el nombre de Rejobot, pues dijo: «Por fin Yavé nos ha dado campo libre. Ahora sí que podremos prosperar en esta tierra.»
23 De allí subió a Bersebá.
24 Yavé se le apareció aquella misma noche y le dijo: «Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No temas, porque yo estoy contigo. Te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham, mi servidor.»
25 Levantó allí un altar e invocó el nombre de Yavé. Luego plantó allí mismo su tienda, y sus hombres cavaron un pozo.
26 Abimelec vino desde Guerar a verlo, acompañado de su amigo Ajuzat, y de Ficol, jefe de su ejército.
27 Isaac les dijo: «¿Por qué vienen a visitarme, si son ustedes los que no me quieren y me han expulsado?»
28 Le contestaron: «Hemos visto claramente que Yavé está contigo, y hemos dicho: Prometamos con juramento, nosotros y tú, que viviremos en paz.
29 Y hagamos un pacto: tú no nos harás ningún mal, ya que nosotros no te hemos tocado nada sino que, al contrario, sólo te hicimos bien y te dejamos partir tranquilamente. Tú eres el protegido de Yavé.»
30 Isaac les dio un banquete, y comieron y bebieron.
31 Se levantaron muy temprano y se hicieron juramento unos a otros. Luego Isaac los despidió y se fueron en paz por su camino.
32 Ese mismo día llegaron unos servidores de Isaac a comunicarle que habían abierto un pozo y que habían encontrado agua.
33 El lo llamó Sebá, y de aquí viene que la ciudad se llame Bersebá hasta el día de hoy.
34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por esposa a Judit, hija de Berí el heteo, y a Basemat, hija de Elón, heteo también.
35 Pero ellas amargaron la vida a Isaac y a Rebeca.

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Comentarios Génesis, capítulo 26
26,1

Isaac casi no interviene en la historia bíblica, y sin embargo a él se refieren la mayoría de los recuerdos de la vida nómada de los antepasados. La vida del nómada transcurre bajo tiendas, y si tiene la suerte de cavar un pozo en el desierto, su nombre no caerá en el olvido.

Esas dos palabras perdurarán en la cultura de Is rael. Las tiendas (y será el nombre de una de sus fiestas más importantes) subrayan el carácter siempre provisorio de la existencia presente: esperamos otro mundo, estable y definitivo. Los pozos aluden a los es fuerzos del hombre para calmar su sed; el agua de pozo, sin embargo, nunca reemplazará el agua viva, la del río o del torrente a la cual aspira: Jn 4.
26,7

Es la misma situación narrada en Gn 12,10 y 20,2.
26,12

Isaac siembra y cosecha. Es un crédito de este antepasado que se atrevió a entrar en la corriente “modernista”. Mientras otros nómadas (tal vez por motivos religiosos como los recabitas mencionados en Jer 35) se negaban a dejar el estilo de vida de sus padres, él se dio cuenta de que el porvenir estaba en el trabajo y en la vida sedentaria, que abren al hombre al dominio sobre los productos de la tierra.
Génesis (Gén) Capítulo 27
Jacob se roba la bendición
1 Siendo Isaac ya anciano, y con sus ojos tan debilitados que no veía nada, llamó a su hijo mayor Esaú. Como le dijera: «¡Hijo mío!», Esaú respondió: «Aquí estoy.»
2 Prosiguió Isaac: «Mira que ya estoy viejo e ignoro el día de mi muerte.
3 Así que toma tus armas, tu arco y las flechas, sal al campo y caza alguna pieza para mí.
4 Luego me preparas un guiso como a mí me gusta y me lo sirves, y yo te daré la bendición antes de que muera.»
5 Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con Esaú. Cuando éste se fue al campo en busca de caza para su padre,
6 Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú y le dijo:
7 “Vete a cazar y prepárame un guiso, para que yo lo coma y te pueda bendecir ante Yavé, antes de morirme”.
8 Ahora, pues, hijo, escúchame y haz cuanto te diga.
9 Anda al corral y tráeme dos cabritos de los mejores que haya; con ellos haré un guiso como le gusta a tu padre.
10 Después tú se lo presentas a tu padre para que lo coma y te bendiga antes de su muerte.»
11 Jacob dijo a su madre Rebeca: «Pero mi padre sabe que yo soy lampiño y mi hermano muy velludo.
12 Si me toca se dará cuenta del engaño y recibiré una maldición en lugar de una bendición.»
13 Su madre le replicó: «Tomo para mí la maldición. Pero tú, hijo mío, hazme caso, y ve a buscar lo que te pedí.»
14 Fue, pues, a buscarlo y se lo llevó a su madre, que preparó para su padre uno de sus platos preferidos.
15 Después, tomando las mejores ropas del hijo mayor Esaú, que tenía en casa, vistió con ellas a Jacob, su hijo menor.
16 Con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello,
17 y luego puso en las manos de Jacob el guiso y el pan que había preparado.
18 Jacob entró donde estaba su padre y le dijo: «¡Padre!» El le preguntó: «Sí, hijo mío. ¿Quién eres?»
19 Y Jacob dijo a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito. Ya hice lo que me mandaste. Levántate, siéntate y come la caza que te he traído. Después me bendecirás.»
20 Dijo Isaac: «¡Qué pronto lo has encontrado, hijo!» Contestó Jacob: «Es que Yavé, tu Dios, me ha dado buena suerte.»
21 Isaac le dijo: «Acércate, pues quiero tocarte y comprobar si eres o no mi hijo Esaú.»
21 Jacob se acercó a su padre Isaac,
22 quien lo palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú.»
23 Y no lo reconoció, pues sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú, y lo bendijo.
24 Volvió a preguntarle: «¿Eres de verdad mi hijo Esaú?» Contestó Jacob: «Sí, yo soy.»
25 Isaac continuó: «Acércame la caza que me has preparado, hijo mío, para que la coma y te dé mi bendición.» Jacob le sirvió y comió. También le ofreció vino, y bebió.
26 Entonces Isaac le dijo: «Acércate y bésame, hijo mío.» 27 Jacob se acercó y le besó. Al sentir Isaac el perfume de su ropa, lo bendijo con estas palabras:
27 «¡Oh!, el olor de mi hijo
27 es el de un campo al que Yavé bendijo.
28 Que Dios te dé el rocío del cielo
28 y la fertilidad de la tierra,
28 y abundancia de trigos y mostos.
29 Que te sirvan los pueblos
29 y las naciones se inclinen ante ti.
29 Sé señor de tus hermanos,
29 que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
29 Sea maldito quien te maldiga,
29 y bendito quien te bendiga.»
30 Apenas Isaac había terminado de bendecirle, y Jacob había salido de la pieza de su padre, cuando llegó Esaú, su hermano, con el producto de su caza.
31 Preparó también el guiso y se lo llevó a su padre, diciendo: «Levántate, padre, y come la caza que tu hijo te ha preparado, de manera que me puedas dar tu bendición.»
32 Pero Isaac le dijo: «¿Y quién eres tú?» Respondió: «Soy Esaú, tu primogénito.»
33 Isaac comenzó a temblar violentamente y dijo: «Pues entonces, ¿quién es el que cazó y me sirvió su caza? Yo comí de todo antes de que tú llegaras y le di mi bendición: ¡sí, él tiene la bendición!»
34 Al oír Esaú las palabras de su padre, se puso a gritar muy amargamente, y dijo a su padre: «Bendíceme también a mí, padre.»
35 Isaac respondió: «Tu hermano ha venido, me ha engañado y se ha tomado tu bendición.»
36 Esaú declaró: «Con razón le dieron el nombre de Jacob, pues me ha suplantado por segunda vez. Primero me quitó los derechos de primogénito, y ahora me ha quitado la bendición.»
36 Esaú preguntó: «¿Y no me has reservado alguna bendición?»
37 Respondió Isaac: «Lo he hecho tu señor y señor de todos tus hermanos. Lo he abastecido de trigo y vino. Después de esto, ¿qué quieres que haga por ti, hijo mío?»
38 Esaú insistió: «¿Acaso no tienes más bendición que ésta? Padre, bendíceme a mí también.» Y Esaú se puso a llorar.
39 Entonces Isaac le respondió:
39 «Mira, vivirás lejos de las tierras fértiles y lejos del rocío del cielo.
40 De tu espada vivirás y a tu hermano servirás; pero cuando así lo quieras, quitarás su yugo de tu cuello.»
Jacob huye a casa de Labán
41 Esaú le tomó odio a Jacob, a causa de la bendición que le había dado su padre, y se decía: «Se acercan ya los días de luto por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob.»
42 Contaron a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor, y mandó a llamar a Jacob, su hijo menor, al que dijo: «Tu hermano Esaú quiere vengarse de ti y matarte.
43 Por lo tanto, hijo mío, hazme caso y huye ahora mismo a Jarán, a la casa de mi hermano Labán.
44 Te quedarás con él por algún tiempo hasta que se calme el furor de tu hermano.
45 Cuando ya no esté enojado y haya olvidado lo que le has hecho, yo enviaré a buscarte y volverás. Pero no quiero perderlos a ustedes dos en un mismo día.»
46 Rebeca dijo a Isaac: «Estas mujeres hititas me tienen tan aburrida que ya no quiero vivir. Si también Jacob se casa con una mujer de esta tierra, yo me muero.»
Génesis (Gén) Capítulo 28
1 Entonces Isaac llamó a su hijo Jacob, lo bendijo y le dio esta orden: «No te cases con ninguna mujer cananea.
2 Ponte en camino y vete a Padán-Aram, a la casa de Batuel, el padre de tu madre, y elige allí una mujer para ti de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre.
3 Que el Dios de las Alturas te bendiga, te multiplique y de ti salgan muchas naciones.
4 Que Dios te conceda la bendición de Abraham, a ti y a tu descendencia, para que te hagas dueño de la tierra en que ahora vives, y que Dios dio a Abraham.»
5 Isaac despidió a Jacob, que se dirigió a Padán-Aram, a la casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca.
6 Esaú vio que su padre había bendecido a Jacob y lo enviaba a Padán-Aram para que allí se buscara una mujer. Escuchó también que, después de haberlo bendecido, le había ordenado: «No te cases con ninguna mujer cananea», 7 y que Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, se había ido a Padán-Aram.
8 Comprendió, pues, que las mujeres cananeas no agradaban a su padre Isaac.
9 Se dirigió a Ismael y tomó por esposa, además de las que tenía, a Majalat, hija de Ismael, hijo de Abraham, y hermana de Nebayot.
Sueño de Jacob
10 Jacob dejó Bersebá y se dirigió hacia Jarán.
11 Al llegar a un cierto lugar, se dispuso a pasar allí la noche pues el sol se había ya puesto. Escogió una de las piedras del lugar, la usó de cabecera, y se acostó en ese lugar.
12 Mientras dormía, tuvo un sueño. Vio una escalera que estaba apoyada en la tierra, y que tocaba el cielo con la otra punta, y por ella subían y bajaban ángeles de Dios.
13 Yavé estaba allí a su lado, de pie, y le dijo: «Yo soy Yavé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac. Te daré a ti y a tus descendientes la tierra en que descansas.
14 Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás por oriente y occidente, por el norte y por el sur. A través de ti y de tus descendientes serán bendecidas todas las naciones de la tierra.
15 Yo estoy contigo; te protegeré a dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra, pues no te abandonaré hasta que no haya cumplido todo lo que te he dicho.»
16 Se despertó Jacob de su sueño y dijo: «Verdaderamente Yavé estaba en este lugar y yo no me di cuenta.»
17 Sintió miedo y dijo: «¡Cuán digno de todo respeto es este lugar! ¡Es nada menos que la Casa de Dios! ¡Esta es la puerta del Cielo!»
18 Se levantó Jacob muy temprano, tomó la piedra que había usado de cabecera, la puso de pie y derramó aceite sobre ella.
19 Y a ese lugar lo llamó Betel, pues anteriormente aquella ciudad era llamada Luz.
20 Entonces Jacob hizo una promesa: «Si Dios me acompaña y me protege durante este viaje que estoy haciendo, si me da pan para comer y ropa para vestirme,
21 y si logro volver sano y salvo a la casa de mi padre, Yavé será mi Dios.
22 Esta piedra que he puesto de pie como un pilar será Casa de Dios y, de todo lo que me des, yo te devolveré la décima parte.»

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Comentarios Génesis, capítulo 28
28,10

Jacob parte de Bersebá, al sur de Palestina, en el desierto del Negueb, para dirigirse muy al norte, a Jarán, territorio arameo. Se detiene en Betel, ciudad muy antigua cuyo templo era entonces casi milenario. El relato sin embargo, tal como como sucede también en otros lugares de la Biblia, le atribuye el origen de ese lugar sagrado (16), la consagración de la piedra erigida que se veneraba allí (18), la décima parte que allí se entregaba (22) e incluso el nombre de la ciudad (19)...

Jacob no había caminado hasta ese lugar para buscar a Dios, sino que Dios lo aguardaba allí para recordarle sus promesas y para animarle a luchar hasta que se cumplieran. El pueblo de Dios, cuya historia es a menudo difícil de interpretar, está ligado como Jacob a un designio eterno de Dios y siempre buscará los medios para preparar su realización.
28,17

¡Esta es la puerta del cielo! La mayoría de los personajes de la Biblia no se podría decir que son místicos, sino que más bien se preocupan por sobrevivir o conquistar. De vez en cuando sin embargo resurge en esta historia lo que está en el fondo de la fe, la aspiración a un mundo definitivo. Aquí Jacob está huyendo, pero más tarde correrá tras el éxito; no puede ser el portador de una promesa de Dios sin aspirar, al menos de cuando cuando, a franquear la puerta del cielo. En el Evangelio de Juan (1,51), Jesús recordará que con él comienzan los tiempos nuevos en los que Dios acepta revelar su misterio.
Génesis (Gén) Capítulo 29
Jacob en casa de Labán
1 Jacob, siguiendo su viaje, llegó a la tierra de oriente.
2 En el camino vio un pozo, y cerca de él descansaban tres rebaños de ovejas, pues era en este pozo donde tomaban agua los rebaños. Una gran piedra cubría la boca del pozo.
3 Allí se juntaban todos los pastores, removían la piedra, sacaban agua para los rebaños y volvían a colocar la piedra sobre la boca del pozo.
4 Jacob dijo a los pastores: «Hermanos, ¿de dónde son ustedes?» Contestaron: «Somos de Jarán.»
5 Les preguntó Jacob: «¿Conocen a Labán, el hijo de Najor.» Contestaron: «Sí, lo conocemos.»
6 «¿Está bien?», preguntó aún. Contestaron: «Sí, muy bien. Mira, justamente allí viene su hija Raquel con las ovejas.»
7 Jacob les dijo: «Veo que el sol está todavía alto y que aún no es hora para guardar el ganado, ¿por qué no dan agua a sus ovejas y las llevan a pastar.»
8 Los pastores respondieron: «No podemos hacer eso hasta que no se junten todos los rebaños y se haya sacado la piedra de la boca del pozo. Entonces damos de beber a las ovejas.»
9 Todavía estaba Jacob hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues era pastora.
10 Apenas Jacob vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, se acercó al pozo, movió la piedra de la boca del pozo y dio agua a las ovejas de Labán.
11 Jacob besó a Raquel y estalló en fuerte llanto.
12 Jacob hizo saber a Raquel que era hermano de su padre e hijo de Rebeca, y ella fue corriendo a decírselo a su padre.
13 Apenas supo Labán que Jacob era el hijo de su hermana, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó, y lo llevó a su casa.
14 Jacob contó a Labán todo lo ocurrido, y Labán le dijo: «En verdad tú eres carne y hueso míos.» Y Jacob se quedó allí con él durante un mes.
Doble casamiento de Jacob
15 Entonces Labán le dijo: «¿Acaso porque eres hermano mío vas a trabajar para mí de balde? Dime cuál va a ser tu salario.»
16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor Raquel.
17 Lía no tenía brillo en sus ojos, mientras Raquel tenía buena presencia y era linda.
18 Jacob se había enamorado de Raquel, así que le contestó: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor.»
19 Labán dijo: «Mejor te la doy a ti y no a cualquier otro hombre. Quédate, pues, conmigo.»
20 Jacob trabajó siete años por Raquel, pero la amaba tanto, que los años le parecieron días.
21 Entonces Jacob dijo a Labán: «Dame a mi esposa, pues se ha cumplido el plazo y ahora quiero vivir con ella.»
22 Labán invitó a todos los del lugar y dio un banquete,
23 y por la tarde, tomó a su hija Lía y se la llevó a Jacob, que se acostó con ella.
24 Labán dió a Lía su propia esclava Zilpá, para que fuera sirvienta de ella.
25 Al amanecer, ¿Cómo? ¡Lía! Jacob dijo a Labán: «¿Qué me has hecho? ¿No te he servido por Raquel?
26 ¿Por qué me has engañado?» Labán le respondió: «No se acostumbra por aquí dar la menor antes que la mayor.
27 Deja que se termine la semana de bodas, y te daré también a mi hija menor, pero tendrás que prestarme servicios por otros siete años más.»
28 Jacob lo aceptó, y al terminar la semana de bodas con Lía, Labán le entregó a su hija Raquel.
29 Labán le dio a Raquel a su esclava Bilá como sierva.
30 Jacob se unió también a Raquel, y amó a Raquel más que a Lía. Y se quedó con Labán al que prestó servicios siete años más.
Hijos de Jacob
31 Al ver Yavé que Lía no era querida, le concedió ser fecunda, mientras que Raquel era estéril.
32 Lía quedó embarazada y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, porque decía: «En verdad Yavé ha visto mi aflicción; ahora mi esposo me amará.»
33 De nuevo quedó embarazada, y dio a luz un hijo; entonces dijo: «Yavé ha oído que yo era despreciada y me ha dado todavía otro hijo.» Por eso le puso por nombre Simeón.
34 Volvió a concebir y tuvo otro hijo; y esta vez dijo: «Ahora sí que me querrá mi marido, pues le he dado ya tres hijos.» Por eso lo llamó Leví.
35 Concibió todavía otra vez y dio a luz un hijo. Y exclamó: «Esta vez alabaré a Yavé.» Por eso le puso por nombre Judá, y ya dejó de tener hijos.

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Comentarios Génesis, capítulo 29
29,15

Jacob es una persona activa y trabajadora, cualidades muy apreciadas siempre en la Biblia. Hace elogios de la valentía y de la audacia, cualidades que deciden un combate, pero educa al pueblo a que no rehuya el trabajo. El presente capítulo muestra cómo Jacob está preparando su destino de patriarca, para lo que necesita mujeres (que son la medida de su riqueza), rebaños (principalmente burros y ovejas) e hijos.

Estos relatos pretenden también recordar la historia antigua de las tribus que se llamarán “hijos de Jacob”. Cuatro de ellas reconocían un origen común, y a esto se debe que se les atribuyera la misma madre, Lía. Otras tres formaban un grupo diferente y se les asigna otra madre, Raquel. Las demás tribus, menos comprometidas, tuvieron que aceptar que sólo eran hijos de las esclavas de Jacob.

En cuanto a los nombres, siempre dan la oportunidad para un retruécano. Se notará la oposición entre Raquel, esposa amada de lindos ojos, y Lía, menos agraciada pero que produce hijos.
Génesis (Gén) Capítulo 30
1 Raquel, viendo que no daba hijos a Jacob, se puso celosa de su hermana y dijo a Jacob: «Dame hijos, porque si no, me muero.»
2 Entonces Jacob se enojó con Raquel y le dijo: «Si Dios te ha negado los hijos, ¿qué puedo hacer yo?»
3 Ella le contestó: «Aquí tienes a mi esclava Bilá. Únete a ella y que dé a luz sobre mis rodillas. Así tendré yo también un hijo por medio de ella.»
4 Le dio, pues, a su esclava Bilá, y Jacob se unió a ella.
5 Bilá quedó embarazada, y dio a Jacob un hijo.
6 Entonces Raquel dijo: «Dios me ha hecho justicia, pues ha oído mi voz y me ha dado un hijo.» Por eso le puso por nombre Dan.
7 Otra vez concibió Bilá, la esclava de Raquel, y dio a Jacob un segundo hijo.
8 Raquel comentó: «Una competición divina: he competido con mi hermana y la he podido.» Por eso lo llamó Neftalí.
9 Viendo Lía que ya no tendría hijos, tomó a su sierva Zelfa y se la dio por mujer a Jacob.
10 Y Zelfa, esclava de Lía, dio un hijo a Jacob.
11 Lía exclamó: «¡Qué suerte!», y le puso por nombre Gad.
12 Zelfa, la sierva de Lía, dio un segundo hijo a Jacob,
13 y dijo Lía: «¡Qué felicidad! Las mujeres me felicitarán.» Y le llamó Aser.
14 En el tiempo de la siega del trigo, salió Rubén y encontró unas mandragoras silvestres en el campo; y se las llevó a su madre Lía. Las vio Raquel y dijo a Lía: «Por favor, dame alguna de esas mandragoras silvestres que ha traído tu hijo.»
15 Le respondió Lía: «¿No te basta con haberme quitado el marido, que ahora quieres llevarte también las mandragoras de mi hijo?» Raquel le dijo: «Muy bien, que duerma contigo esta noche, a cambio de las mandragoras de tu hijo.»
16 Cuando por la tarde llegaba Jacob del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: «Acuéstate conmigo, pues he pagado por ti con las mandragoras de mi hijo.»
17 Aquella noche, pues, durmió Jacob con ella. Dios escuchó las oraciones de Lía, la que concibió y le dio a Jacob el quinto hijo.
18 Dijo Lía: «Dios me ha premiado por haber entregado mi sierva a mi marido.» Le puso por nombre Isacar.
19 De nuevo Lía quedó embarazada, y dio a Jacob el sexto hijo.
20 Y dijo: «Me ha hecho Dios un buen regalo: mi marido dormirá conmigo pues le he dado seis hijos.» Y le llamó Zabulón.
21 Después dio a luz a una niña, y le puso el nombre de Dina.
22 Entonces Dios se acordó de Raquel, oyó sus ruegos y le concedió ser fecunda.
23 Concibió y dio a luz un hijo, y exclamó: «Dios me ha quitado de encima la vergüenza.»
24 Y le puso por nombre José, pues decía: «¡Ojalá Yavé me dé otro hijo!»
Otras leyendas
25 Después de que Raquel hubo dado a luz a José, Jacob dijo a Labán: «Déjame regresar a mi patria y mi tierra.
26 Dame mis esposas y mis hijos, por quienes te he servido, y déjame partir, pues bien sabes con qué fidelidad te he servido.»
27 Labán le contestó: «Hazme un favor. El cielo me hizo ver que Yavé me bendecía gracias a ti.»
28 Y agregó: «Dime cuánto te debo y te lo pagaré.»
29 Jacob respondió: «Tú sabes cómo te he servido, y cómo le fue a tu rebaño conmigo.
30 Poco era lo que tenías antes de que yo llegara aquí; pero después creció enormemente y Yavé te ha bendecido. ¿Cuándo, pues, podré trabajar para mi propia casa?»
31 Dijo Labán: «¿Qué te puedo dar?»
31 Jacob respondió: «No me des nada, pero si haces por mí lo que voy a pedirte, seguiré cuidando tus rebaños.
32 Hoy voy a revisar tus rebaños y pondré aparte todos los corderos negros, y también todos los cabritos manchados y rayados, y éste será mi salario.
33 Comprobarás mi honradez el día de mañana cuando quieras verificar personalmente lo que me llevo. Todo lo que no sea manchado o rayado entre las cabras, ni negro entre los corderos, será considerado como un robo de mi parte.»
34 Dijo Labán: «Está bien, sea como tú dices.»
35 Ese mismo día Labán puso aparte todos los cabritos rayados o con manchas, y a cuanto cordero había con color negro, y se los dio a sus hijos,
36 y los mandó lejos de Jacob, a una distancia de tres días. Y Jacob se quedó cuidando el resto del rebaño de Labán.
37 Jacob se buscó entonces unas ramas verdes de chopo, almendro y plátano. Peló la corteza de las ramas haciendo franjas que dejaban al descubierto el blanco de la madera.
38 Después las colocó ante las pilas y abrevaderos, justo delante de esas que al beber entraban en celo.
39 Y las que se apareaban frente a las varas parían después crías rayadas, moteadas y manchadas.
40 Entonces Jacob separaba los corderos. (En una palabra, hacía que las ovejas del rebaño de Labán miraran todo lo que tenía rayas o era negro.) Así se formó rebaños que le pertenecían y que apartaba de los de Labán.
41 Cada vez que entraban en celo las ovejas más robustas, Jacob volvía a poner en las pilas y abrevaderos las varas, a la vista de las ovejas, para que se apa rearan ante ellas.
42 Pero si las ovejas eran débiles, no ponía las varas. Así las débiles quedaban para Labán, y las robustas eran para Jacob.
43 Y el hombre se hizo muy rico, pues tenía grandes rebaños, muchos servidores y sirvientas, camellos y burros.
Génesis (Gén) Capítulo 31
Jacob vuelve a su país
1 Supo Jacob lo que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob se ha apoderado de todo lo de nuestro padre, y con lo de nuestro padre ha hecho toda esa fortuna.»
2 Y se dio cuenta Jacob de que Labán no lo miraba en la misma forma que antes.
3 Entonces Yavé dijo a Jacob: «Regresa a tu patria, a la tierra de tus padres, pues yo estaré contigo.»
4 Jacob mandó a llamar a sus esposas Lía y Raquel, las que vinieron al campo, donde estaba el rebaño
5 y les dijo: «Veo que el padre de ustedes no me mira con buenos ojos como antes, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.
6 Ustedes saben muy bien que he servido a su padre con todas mis fuerzas,
7 y que él se ha burlado de mí, cambiándome diez veces mi salario. Pero Dios no le ha permitido que me perjudicara.
8 Cuando él decía: «Las crías manchadas serán para ti», todas las ovejas parían corderitos manchados. Y si decía: «Las rayadas serán tu sueldo», todo el rebaño tenía corderitos rayados.
9 De esta manera ha ido Dios quitándole el rebaño a vuestro padre para dármelo a mí.
10 Pues me ocurrió una vez, cuando era el tiempo en que entraban en celo las ovejas, que alcé los ojos y vi entre sueños que los machos que cubrían a las hembras eran rayados, manchados y de varios colores.
11 Y el Angel de Dios me dijo en sueños: «¡Jacob!» Yo respondí: «Aquí estoy.»
12 Y añadió: «Fíjate bien cómo los machos que cubren a las hembras son rayados, manchados y moteados. Esto es así porque he visto todas las cosas que Labán ha hecho contigo.
13 Yo soy el Dios de Betel, en donde derramaste aceite sobre una piedra y me hiciste un juramento. Ahora, levántate y vuélvete a la tierra en que naciste.»
14 Respondieron Raquel y Lía: «¿Acaso tenemos que ver algo todavía con la casa de nuestro padre, o somos aún sus herederas?
15 ¿No hemos sido tratadas como extrañas después que nos vendió y se comió nuestra plata?
16 Pero Dios ha tomado las riquezas de nuestro padre y nos las ha dado a nosotras y a nuestros hijos. Haz, pues, todo lo que Dios te ha dicho.»
17 Se levantó Jacob e hizo montar en camellos a sus mujeres e hijos.
18 Y se llevó todos sus rebaños y todos los bienes que había adquirido en Padán-Aram, volviendo donde su padre Isaac, a Canaán.
19 Aprovechando que Labán había salido a esquilar su rebaño, Raquel robó los ídolos familiares que su padre tenía en casa.
20 Jacob actuó a escondidas de Labán, y no le avisó nada sobre su partida.
21 Tomó, pues, todo lo que poseía, y emprendió la huida. Atravesó el río Eufrates y se dirigió a las montañas de Galaad.
22 Al tercer día avisaron a Labán de que Jacob había huido.
23 Se hizo acompañar por los de su tribu y, durante siete días, lo persiguió, hasta que lo alcanzó en la montaña de Galaad.
24 Pero Dios se acercó a Labán el arameo en un sueño, y le dijo: «Cuídate de no discutir con Jacob, bien sea con amenazas o sin violencia.»
25 Labán alcanzó a Jacob. Como éste ya había levantado sus tiendas en el cerro de Mispa, Labán instaló las suyas en el de Galaad.
26 Labán dijo a Jacob: «¿Qué me has hecho? Me has engañado, y te has llevado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra.
27 ¿Por qué has huido en secreto engañándome? ¿Por qué no me avisaste? Yo habría hecho una fiesta para despedirte, con cantos y cítras y tambores.
28 Ni siquiera me has dejado besar a mis hijos y a mis hijas. Te has portado como un tonto.
29 Yo podría hacerte mal, pero el Dios de tu padre me dijo anoche: «Cuídate de no discutir con Jacob, bien sea con amenazas o sin violencia.»
30 Pero si te has ido porque echabas de menos la casa de tu padre, ¿por qué me has robado mis dioses?»
31 Respondió Jacob a Labán: «Yo tuve miedo a que me quitaras tus hijas.
32 Pero eso sí, al que descubras que tiene en su poder tus dioses, ése morirá. En presencia de nuestros hermanos, revisa todo lo que yo tengo, y si reconoces algo tuyo, llévatelo.» Pero Jacob ignoraba que Raquel había robado los ídolos.
33 Entró Labán en la tienda de Jacob, después en la de Lía y en las de las dos criadas, pero no encontró nada. A continuación, entró en la tienda de Raquel,
34 pero Raquel había tomado los ídolos familiares y colocándolos debajo de la montura del camello se sentó encima mientras Labán registraba toda su tienda y no encontraba nada.
35 Entonces ella, dirigiéndose a su padre le dijo: «Perdone, mi señor, si no me pongo de pie ante su presencia, pero me sucede lo que le pasa a las mujeres.» Registró, pues, y no encontró los ídolos.
36 Entonces Jacob se enojó y reprochó a Labán: «¿Cuál es mi delito? ¿Cuál ha sido mi pecado, para que así me persigas?
37 Después de revisar todas mis cosas, ¿qué objeto de tu casa has encontrado? Colócalo aquí, a la vista de tu familia y de la mía, y que ellos sean jueces entre nosotros dos.
38 En veinte años que llevo contigo, tus ovejas y tus cabras no han malparido, y nunca he comido ni un cordero de tus rebaños.
39 Los animales destrozados por las fieras, no te los traía, sino que yo mismo los reemplazaba, y tú me exigías lo que había sido robado de noche o de día.
40 De día me consumía el calor, de noche el frío, y no conciliaba el sueño.
41 Ya llevo veinte años en tu casa. Catorce te serví por tus dos hijas y seis por tus rebaños, y tú has cambiado mi salario diez veces.
42 Si el Dios de mi padre, el Dios de Abraham y Dios Terrible de Isaac, no me hubiera asistido, con toda seguridad que tú me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto mis pruebas y el trabajo de mis manos y por eso anoche pronunció su sentencia.»
43 Respondió Labán a Jacob: «Estas hijas son mis hijas y estos hijos son mis hijos, el ganado también es mío y todo cuanto ves es mío. ¿Cómo podría yo querer mal a mis hijas y a sus hijos?
44 Ven, hagamos un pacto entre los dos, y que quede una prueba de ello.»
45 Jacob tomó una piedra y la puso de pie. Y dijo a los de su familia: «Recojan piedras.»
46 Todos se pusieron a juntar piedras, hicieron con ellas un montón, y luego comieron sobre él.
47 Labán lo llamó Yegar-Saaduta, pero Jacob lo llamó Galed.
48 Labán dijo: «Este montón de piedras va a quedar aquí como una prueba del acuerdo entre tú y yo.»
49 Por esto se llamó Galed, y también Mispá, porque dijo: «Que Yavé se fije en nosotros cuando nos hayamos separado.
50 Si tratas mal a mis hijas o si tomas otras mujeres fuera de ellas, no serán los hombres los que te juzguen, sino Dios que es testigo de nuestro pacto.»
51 Labán añadió dirigiéndose a Jacob: «Mira este montón y esta piedra que he levantado entre nosotros dos:
52 ellos serán testigos de que yo no pasaré más allá hacia ti para hacerte daño, ni tú pasarás más acá hacia mí para causarme mal.
53 El Dios de Abraham, y el Dios de Najor sea juez entre nosotros.»
54 Entonces Jacob juró por el Dios Terrible de su padre Isaac. Jacob ofreció un sacrificio en el monte y convidó a comer a todos sus hermanos. Comieron y pasaron la noche en el monte.
Génesis (Gén) Capítulo 32
1 Labán se levantó muy temprano, besó a sus hijos y a sus hijas, los bendijo y se fue. Así volvió Labán a su lugar.
2 Jacob, por su parte, siguió su camino y le salieron al encuentro Angeles de Dios.
3 Al verlos dijo Jacob: «Este es un campamento de Dios», y por eso llamó a aquel lugar Majanaim.
Jacob lucha con Dios
4 Jacob mandó a avisar de su llegada a su hermano Esaú, en Seír, en los campos de Edom;
5 los mensajeros recibieron las instrucciones siguientes: «Digan a mi señor, a Esaú, de parte de su servidor Jacob: He vivido con Labán y con él he permanecido hasta hoy.
6 He adquirido bueyes, burros, rebaños, mozos y sirvientas. Y ahora quiero avisarte, esperando que me recibirás bien.»
7 Volvieron los mensajeros y dijeron a Jacob: «Hemos estado con tu hermano Esaú, y él mismo viene ahora a tu encuentro con cuatrocientos hombres.»
8 Jacob se llenó de miedo y se desesperó. Dividió en dos campamentos a la gente que estaba con él, y lo mismo hizo con el ganado, las ovejas y los camellos,
9 pues pensaba: «Si Esaú ataca a un campamento, el otro podrá salvarse.»
10 Luego oró así: «Yavé, Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, tú me dijiste: Vuelve a tu patria, a la tierra de tus padres que yo seré bueno contigo.
11 Yo no soy digno de todos los favores que me has hecho, ni de la gran bondad que has tenido conmigo. Porque al partir, cuando atravesé el Jordán, no tenía más que mi bastón. Pero ahora, al volver, tengo suficiente como para hacer dos campamentos.
12 Líbrame de las manos de mi hermano, de las manos de Esaú; no sea que que venga y mate a todos, a la madre con sus hijos.
13 Pero eres tú quien me dijo: Te colmaré de bienes y tu descendencia será como la arena del mar, que nadie puede contar.»
14 Y pasó allí aquella noche.
14 Echó mano a lo que traía consigo para enviar un regalo a su hermano Esaú:
15 doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros,
16 treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte mulas y diez burros.
17 Luego los dividió en varios grupos y confió cada uno de ellos a un servidor, con esta orden: «Vayan delante de mí, y mantengan cierta distancia entre un grupo y otro.»
18 Al del primer grupo le recomendó: «Cuando te encuentre mi hermano Esaú y te pregunte quién eres, a dónde vas, y de quién es el rebaño que vas guiando,
19 le contestarás: «Todo pertenece a tu siervo Jacob, y todo es un regalo que él envía a mi señor Esaú. El mismo viene detrás de nosotros.»
20 Jacob dio las mismas instrucciones al segundo, al tercero y a todos los demás que guiaban los rebaños. Y les dijo:
21 «Así han de hablar a Esaú cuando lo encuentren.» Y también le dirán: «Tu siervo Jacob ya viene detrás de nosotros.»
21 Pues Jacob pensaba: «Lo aplacaré con los regalos que le envío delante, y cuando después me encuentre frente a él, quizá me reciba sin enojo.»
22 Envió, pues, los regalos por delante, y él se quedó aquella noche en el campamento.
23 Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y los hizo cruzar el vado de Yaboc.
24 A todos los hizo pasar al otro lado del torrente, y también hizo pasar todo lo que traía con él.
25 Y Jacob se quedó solo.
25 Entonces alguien luchó con él hasta el amanecer.
26 Este, viendo que no lo podía vencer, tocó a Jacob en la ingle, y se dislocó la cadera de Jacob mientras luchaba con él.
27 El otro le dijo: «Déjame ir, pues ya está amaneciendo.» Y él le contestó: «No te dejaré marchar hasta que no me des tu bendición.»
28 El otro, pues, le preguntó: «¿Cómo te llamas?» El respondió: «Jacob.»
29 Y el otro le dijo: «En adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel, o sea Fuerza de Dios, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido vencedor.»
30 Entonces Jacob le hizo la pregunta: «Dame a conocer tu nombre» Él le contestó: «¿Mi nombre? ¿Para qué esta pregunta?» Y allí mismo lo bendijo.
31 Jacob llamó a aquel lugar Panuel, o sea Cara de Dios, pues dijo: «He visto a Dios cara a cara y aún estoy vivo.»
32 El sol empezaba a dar fuerte cuando cruzó Penuel, y él iba cojeando a causa de su cadera.
33 Por esta razón los hijos de Israel no comen, hasta el día de hoy, el nervio del muslo, porque tocó a Jacob en la ingle, sobre el nervio del muslo.

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Comentarios Génesis, capítulo 32
32,4

Jacob regresa a su tierra consciente de que el reencuentro con su hermano Esaú será muy riesgoso. Y es en ese contexto que se sitúa su lucha con Dios. No hay que tener miedo de examinar cómo fue compuesta esta página, que no es una página de historia en el sentido moderno del término, lo que no quita que sea muy hermosa, verdadera y profunda.

Se dice que Jacob llamó a aquel lugar Penuel (Cara de Dios). En realidad se llamaba así desde tiempos más antiguos; era un vado del Arnón y su travesía implicaba bastante riesgo, razón por la cual los transeúntes se detenían y hacían una ofrenda al Dios de Penuel. Las tradiciones mantenían que Jacob había sido corregido antes de entrar en la tierra prometida, tal vez porque se había enriquecido de manera poco correcta (Os 12,3-7), y la misma palabra “corregir” se asemejaba bastante a la palabra “Israel” (véase 32,29); tal vez de ahí procedía el sobrenombre. Y si Jacob-Israel cojeaba de la cadera, bien podía ser a causa de un castigo.

El autor pues se apoyó en antiguas tradiciones que sólo ahora podemos adivinar, pero también vio con horizontes mucho más amplios. Jacob forzó el destino, pero tras haber luchado y vencido está al borde del desastre. En ese momento, en que tal vez va a perderlo todo, se acuerda de que es el portador de las promesas del Dios de su padre y se dirige a él.

Su oración no es sólo un grito de auxilio sino también una lucha que forzaría a Dios a cumplir su promesa: No te dejaré marchar hasta que me des tu bendición. Dios elige ser el más débil y le da la bendición.

¿Quién ha vencido? “Entrar en la Tierra” es algo imposible para quien se cree fuerte y seguro de los propios caminos. Sea cual sea el golpe o el percance o la crisis que toque atravesar, siempre nos deja heridos y como extranjeros en este mundo: Jacob entra cojeando en la Tierra Prometida.

Es esta una de las grandes figuras de la oración cristiana. Uno de sus aspectos principales es la aceptación de la voluntad divina, y también lo será, en ciertos momentos, esa fe que cree todo y que lucha (Rom 15,30) hasta pedir el milagro. Puede parecer una contradicción, pero es la condición para que se establezca el matrimonio perfecto entre Dios y nosotros.
Génesis (Gén) Capítulo 33
Encuentro de Esaú y Jacob
1 En cierto momento Jacob levantó la vista y, viendo que se acercaba Ésaú con los cuatrocientos hombres, distribuyó a los hijos entre Lía, Raquel y las dos siervas.
2 Situó a las dos siervas con sus hijos por delante; detrás colocó a Lía con sus hijos, después a Raquel y a José.
3 El mismo pasó delante de todos, y se inclinó siete veces hasta el suelo antes de alcanzar a su hermano.
4 Esaú corrió al encuentro de su hermano y lo abrazó; echándose sobre su cuello lo besó, y los dos rompieron a llorar.
5 Levantó después la vista, y al ver a las mujeres y a sus hijos preguntó: «¿Qué tienen que ver todos estos contigo?» Jacob le respondió: «Son los hijos que Dios ha dado a tu siervo.»
6 Entonces se acercaron las siervas de Jacob con sus hijos, e hicieron profunda reverencia;
7 se acercó también Lía con sus hijos, y se postraron; por último se acercaron José y Raquel y se postraron.
8 Le preguntó Esaú: «¿Qué significan todos aquellos grupos con los que me he encontrado?» Respondió Jacob: «Esos eran para ganarme tu favor.»
9 Le dijo Esaú: «Hermano, yo tengo de todo, guarda lo que es tuyo.»
10 Pero Jacob contestó: «No, por favor. Si realmente me quieres, acepta el regalo que te ofrezco, pues me he presentado ante ti como ante Dios, y tú me has acogido.
11 Acepta, pues, el regalo que te he traído, ya que Dios me ha favorecido, y tengo de todo.» Jacob insistió tanto, que Esaú aceptó.
12 «Vamos —dijo después Esaú—, pongámonos en marcha, que yo iré delante de ti.»
13 Jacob le dijo: «Mi señor sabe bien que los niños son delicados, y tengo ovejas y vacas paridas, que si las hago andar muy apuradas, en un solo día todo el ganado menor morirá.
14 Vaya mi señor delante de su siervo, y yo caminaré con calma al paso del ganado que viene detrás de mí y al paso de los niños, hasta que nos encontremos en Seír.»
15 Respondió Esaú: «Por lo menos acepta que se queden contigo algunos de los hombres que me acompañan.». Jacob replicó: «No es necesario si tengo paz contigo.»
16 Aquel mismo día regresó Esaú a Seír,
17 y Jacob se dirigió a Sucot, donde se construyó una casa e hizo chozas para sus rebaños; a esto se debió que aquel lugar fuese llamado Sucot (o sea, chozas).
18 Regresando de Padán-Aram, Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, en el país de Canaán, y acampó frente a la ciudad.
19 Compró por cien monedas de plata a los hijos de Hamor, que era padre de Siquem, el pedazo de tierra en que había instalado sus tiendas.
20 Allí construyó un altar, llamando a este lugar: «El, el Dios de Israel.»
Génesis (Gén) Capítulo 34
Rapto de Dina, hija de Jacob
1 Dina, la hija que Lía dio a Jacob, salió un día a visitar a las mujeres de aquel país.
2 La vio Siquem, hijo de Hamor el jeveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó; se acostó con ella y la violó.
3 Pero se quedó prendado de Dina, hija de Jacob, se enamoró de la joven y cortejó a la muchacha.
4 Entonces Siquem dijo a su padre Hamor: «Toma para mí a esa joven.»
5 Jacob se enteró de que su hija Dina había sido deshonrada, pero como sus hijos estaban en el campo con su rebaño, no dijo nada hasta que regresaron.
6 Hamor, padre de Siquem, vino a hablar con Jacob.
7 Cuando los hijos de Jacob volvieron del campo, se enteraron de lo que había pasado. Estos hombres se enojaron muchísimo porque se había cometido una infamia en Israel; alguien había abusado de la hija de Jacob, cosa que no debe hacerse.
8 Hamor habló con ellos y les dijo: «Siquem, mi hijo, está enamorado de la hermana de ustedes. Les ruego que se la den por esposa.
9 Sean nuestros parientes, dennos sus hijas, y tomen las nuestras.
10 Quédense a vivir con nosotros, pues todo el territorio está a disposición de ustedes; habiten en él, muévanse libremente y adquieran propiedades en él.»
11 Siquem dijo al padre y a los hermanos de Dina: «Les ruego que me perdonen. Yo les daré todo lo que ustedes me pidan.
12 Impónganme un precio y regalos de valor, y yo les pagaré lo que quieran, pero denme a la muchacha por esposa.»
13 Los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Hamor. Les hablaron con engaño, porque Siquem había deshonrado a Dina, su hermana, y les dijeron:
14 «No podemos dar nuestra hermana a un hombre incircunciso, pues entre nosotros eso es una vergüenza.
15 Daremos nuestro consentimiento con una sola condición: que se hagan iguales a nosotros, y circunciden a todos los varones que hay entre ustedes.
16 Entonces daremos a nuestras hijas y tomaremos las de ustedes, viviremos con ustedes y con ustedes formaremos un solo pueblo.
17 Pero si no nos hacen caso y no se circuncidan, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos.»
18 Estas palabras agradaron a Hamor y Siquem, su hijo.
19 El joven no tardó en hacer lo que se le pedía, porque estaba enamorado de la hija de Jacob; además, Siquem era el de más prestigio e influencia en la familia de su padre.
20 Hamor y su hijo Siquem fueron a la puerta de su ciudad y hablaron a sus conciudadanos, reunidos allí.
21 Les dijeron: «Estos hombres son gente pacífica. Dejemos que se establezcan aquí y se muevan libremente por nuestra tierra. Nuestro país es extenso, y hay mucho lugar para ellos. Nosotros nos casaremos con sus hijas y les daremos las nuestras como esposas a ellos,
22 pero ellos ponen una condición para quedarse con nosotros y formar un solo pueblo, y es que todos los varones nos hagamos circuncidar, tal como lo hacen ellos.
23 Si aceptamos, sus rebaños, sus posesiones, sus animales y todo lo que tienen, será de nosotros. Hagamos, pues, lo que nos piden y que vivan entre nosotros.»
24 Todos los que salían por la puerta de la ciudad se dejaron convencer por Hamor y su hijo Siquem, y todos los varones de la ciudad se hicieron circuncidar.
25 Al tercer día, cuando estaban más doloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, agarraron sus espadas, entraron en la ciudad sin peligro y mataron a todos los varones.
26 Mataron a Hamor y a su hijo Siquem, y tomando a Dina de la casa de Siquem, se fueron.
27 Los demás hijos de Jacob pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad.
28 Se apoderaron de sus vacas, ovejas, burros y de todo lo que había en la ciudad o en el campo.
29 Se llevaron como botín todas las riquezas, a las mujeres y a los niños, y saquearon todo lo que encontraron dentro de las casas.
30 Dijo entonces Jacob a Simeón y a Leví: «Me han dejado en mala situación, y por culpa de ustedes me odiarán los cananeos y los fereceos que ocupan el país. Yo sólo tengo unos pocos hombres, y si ellos se unen para atacarme, me exterminarán junto con toda mi gente.»
31 Pero ellos respondieron: «¿Ibamos a dejar que nuestra hermana fuera tratada como una prostituta?»
Génesis (Gén) Capítulo 35
Jacob en Betel
1 Dios dijo a Jacob: «Ponte en camino, sube a Betel. Allí te establecerás y levantarás un altar al Dios que se te apareció cuando ibas huyendo de tu hermano Esaú.»
2 Llamó Jacob a toda su familia y a los que estaban con él y les ordenó: «Arrojen lejos a los dioses extranjeros que tienen con ustedes. Purifíquense y cámbiense la ropa.
3 Después subiremos a Betel. Allí edificaré un altar al Dios que me oyó el día de mi angustia y que me acompañó durante mi viaje.»
4 Entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían consigo, así como los aros de las orejas, y Jacob los enterró bajo una encina que hay junto a Siquem;
5 luego levantaron el campamento. Un pánico se apoderó de los habitantes de las ciudades vecinas, de tal manera que nadie se atrevió a perseguirlos.
6 Jacob llegó con toda su gente a Luz, que está en territorio cananeo y que ahora se llama Betel;
7 levantó allí un altar y llamó al lugar «El-Betel», porque allí fue donde se le había aparecido Dios, cuando iba huyendo de su hermano.
8 Por ese mismo entonces murió Débora, la nodriza de Rebeca, y fue sepultada cerca de Betel, bajo la encina que después se llamó Bacut (o sea, Llanto).
9 Dios se apareció de nuevo a Jacob cuando regresaba de Padán-Aram y lo bendijo,
10 diciendo: «Tu nombre es Jacob, pero desde ahora no te llamarás más Jacob, sino que tu nombre será Israel.» Así, pues, le puso por nombre Israel.
11 Y agregó: «Yo soy el Dios de las Alturas; sé fecundo y multiplícate. Una nación, o mejor, un grupo de naciones nacerá de ti, y reyes saldrán de tu linaje.
12 Te daré la tierra que di a Abraham e Isaac, y la daré a tus descendientes después de ti.»
13 Después Dios se alejó.
14 Jacob puso de pie una piedra commemorativa en el lugar en que había hablado con Dios, y derramó sobre ella vino y aceite.
15 Jacob llamó Betel al lugar en que había hablado con Dios.
16 Partieron de Betel, y faltando ya poco para llegar a Efratá, Raquel dio a luz. Tuvo un parto muy difícil,
17 y cuando sus dolores eran más intensos, la partera le dijo: «Animo, que éste es también un hijo.»
18 Y dando el último suspiro, pues se estaba muriendo, lo llamó Ben-Oní (o sea, hijo de mi dolor), pero su padre le dio el nombre de Benjamín.
19 Así es como murió Raquel y fue sepultada en el camino de Efratá (que es Belén).
20 Jacob puso una piedra de pie sobre su tumba, es la Piedra de la Tumba de Raquel que se ve hoy todavía.
21 Partió después Israel y levantó sus tiendas más allá de Migdal-Eder.
22 Mientras Israel moraba en aquella tierra, ocurrió que Rubén se acostó con Bilá, concubina de su padre, e Israel llegó a saberlo.
Los doce hijos de Jacob
22 Jacob tuvo doce hijos:
23 Hijos de Lía: Rubén, el primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Hijos de Raquel: José y Benjamín.
25 Hijos de Bilá, la sirvienta de Raquel: Dan y Neftalí.
26 Hijos de Zelfa, la sirvienta de Lía: Gad y Aser.
26 Estos fueron los hijos de Jacob, que nacieron en Padán-Aram.
27 Volvió Jacob a la casa de su padre Isaac, a Mambré, junto a Quiryat-Arbe (es decir, Hebrón), donde Abraham e Isaac habían vivido como forasteros.
28 Isaac vivió ciento ochenta años;
29 murió muy anciano y fue a reunirse con sus antepasados. Lo sepultaron sus hijos Esaú y Jacob.

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Comentarios Génesis, capítulo 35
35,1

¿Será tal vez la palabra de Dios a Jacob para que levantase un altar en Betel? En tal caso sería otra versión del episodio narrado en Gén 28,16. También podría ser la huida de Jacob después de la masacre del capítulo precedente (34,30 y 35,5). Aun cuando se trate de una huida, Jacob ahora quiere que su clan se haga digno de las promesas que le habían sido confirmadas. Deberán desprenderse de los ídolos, no sólo porque son ídolos (que en realidad casi no preocupó a los israelitas hasta bastante tiempo después de Moisés) sino porque pertenecían a extranjeros con los que no se comparte el mismo Dios.
35,22

Véanse las notas en 25,1 et 31,1.
Génesis (Gén) Capítulo 36
Esaú, padre de los edomitas
1 Estos fueron los descendientes de Esaú, o sea Edom. Esaú tomó por esposas a mujeres cananeas:
2 a Ada, hija de Helón el hitita, a Olibama, hija de Aná, hijo de Sebeón el jorita,
3 y a Basemat, hija de Ismael y hermana de Nébayot.
4 Ada le dio a luz a Elifaz, Basemat fue madre de Rahuel,
5 y Olibama tuvo a Jehús, a Ihelón y a Coré. Estos son los hijos que le nacieron a Esaú en Canaán.
6 Tomó después Esaú a sus esposas, a sus hijos e hijas, a todos los miembros de su familia, los rebaños, todos los animales y todos los bienes que había logrado en la tierra de Canaán, y se fue a la tierra de Seír, lejos de su hermano Jacob,
7 porque los dos eran muy ricos y no podían vivir juntos, ya que no cabían sus rebaños en la tierra que habitaban.
8 Fue así que Esaú se ubicó en los montes de Seír. Esaú es Edom.
9 Estos son los descendientes de Esaú, padre de los edomitas, que viven en la región montañosa de Seír. Y éstos son los nombres de los hijos de Esaú:
10 Elifaz, hijo de Ada, esposa de Esaú, y Rahuel, hijo de Basemat, mujer también de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron: Timna, Omar, Sefo, Gatam y Cenez.
12 Elifaz, hijo de Esaú, tenía también a Timna como concubina, y le dio a luz a Amalec. Estos son los descendientes de Ada, esposa de Esaú.
13 Estos son los hijos de Rahuel: Najat, Zaraj, Samma y Meza. Estos son los descendientes de Basemat, esposa de Esaú.
14 Y los hijos de Olibama, esposa de Esaú, hija de Aná, hijo de Sebeón, fueron éstos: Jehús, Ihelón y Coré.
15 Estos son los jefes de los hijos de Esaú.
15 De los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú: el jefe Temán, el jefe Omar, el jefe Sefo, el jefe Cenez,
16 el jefe Coré, el jefe Gatam, el jefe Amalec. Estos son los jefes de Elifaz en la tierra de Edom. Estos son descendientes de Ada.
17 Y éstos son los hijos de Rahuel, hijo de Esaú: Mahat, Zara, Samma, Meza. Estos son los jefes de Rahuel en la tierra de Edom, y son los descendientes de Basemat, esposa de Esaú.
18 Los hijos de Olibama, esposa de Esaú, son: Jehús, Ihelón, Coré. Estos son los jefes de Olibama, hija de Aná, esposa de Esaú.
19 Estos son los hijos de Esaú y éstos sus jefes. Esaú es Edom.
20 Estos son los hijos de Seír, el jorita, que habitaban en aquella tierra: Lotán, Sebal, Sebeón, Aná,
21 Disón, Eser y Disán. Estos son los jefes de los joritas, hijos de Seír, en el país de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron: Hori y Hemán. Tamna era hermana de este mismo Lotán.
23 Los hijos de Sebal fueron: Alván y Manahat, Ebal, Sefe y Onam.
24 Y los hijos de Sebeón: Aia y Aná. Este Aná es el que descubrió las aguas termales en el desierto, mientras andaba pastoreando los burros de su padre Sebeón.
25 Estos son los hijos de Aná: Disón y Olibama, hija de Aná.
26 Estos son los hijos de Disón: Hamdam, Esebán, Jetrán y Caram.
27 Los hijos de Eser fueron: Balaán, Zaván y Acán.
28 Y los hijos de Disán: Hus y Aram.
29 Estos son los jefes joritas: el jefe Lotán, el jefe Sebal, el jefe Sibón, el jefe Aná, el jefe Disón, el jefe Eser, el jefe Disán.
30 Estos son los jefes joritas, y éstas son sus tribus, en el país de Seír.
31 Estos son los reyes que reinaron en Edom, antes de que hubiera reyes en Israel.
32 En Edom reinó Bela, hijo de Beor, y el nombre de su ciudad era Dinaba.
33 A la muerte de Bela reinó en su lugar Jobab, hijo de Zara, natural de Bosra.
34 Jobab murió y reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas.
35 Murió Husam y reinó en su lugar Hadad, hijo de Badad, el cual derrotó a Madián en los campos de Moab. El nombre de su ciudad era Avit.
36 Murió Hadad y le sucedió en el reino Semla de Masreca.
37 Murió Semla y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot del río.
38 A la muerte de Saúl subió al trono Balanán, hijo de Acober.
39 Murió Balanán y ocupó el reino Adar, cuya ciudad se llamaba Fau, y su mujer, Metable, hija de Matred, hija de Mezaab.
40 Estos son los nombres de los jefes de Esaú, y son los nombres de sus familias y territorios: el jefe Timna, el jefe Alva, el jefe Jefet,
41 el jefe Olibama, el jefe Eta, el jefe Finón,
42 el jefe Cenez, el jefe Temán, el jefe Mabaar,
43 el jefe Magdiel, el jefe Iram. Estos son los jefes de Edom, y éstos son los nombres de sus clanes y de las tierras que ocupan. Esaú es el padre de los edomitas.
Génesis (Gén) Capítulo 37
1 Jacob, por su parte, se estableció en Canaán, país donde había vivido su padre.
HISTORIA DE JOSÉ
José y sus hermanos
2 Esta es la historia de la familia de Jacob. A los diecisiete años, José se dedicaba a cuidar ovejas. Siendo todavía un adolescente, ayudaba a los hijos de Bilá y de Zelfa, mujeres de su padre. En cierta ocasión informó a su padre sobre la mala reputación que sus hermanos tenían.
3 Israel quería a José más que a sus otros hijos, pues le había nacido en su ancianidad; incluso le había hecho una túnica con mangas.
4 Sus hermanos, viendo que su padre le prefería a sus otros hijos, le tomaron rencor y hasta le negaban el saludo.
5 José tuvo un sueño y lo contó a sus hermanos.
6 «Miren, les dijo, el sueño que he tenido.
7 Estábamos nosotros atando gavillas en medio del campo, cuando sucedió que mi gavilla se levantaba y permanecía derecha. Entonces las gavillas de ustedes la rodearon y se postraron ante la mía.»
8 Sus hermanos le dijeron: «¿Eso quiere decir acaso que tú vas a reinar sobre nosotros, o que vas a mandarnos?» Y lo aborrrecieron más aún, a causa de sus sueños y de sus interpretaciones.
9 Tuvo José todavía otro sueño, y también se lo contó a sus hermanos: «Tuve otro sueño; esta vez el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí.»
10 Su padre, que también lo escuchaba, lo reprendió y le dijo: «¿Qué sueño es ese que has tenido? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos tendremos que inclinarnos ante ti?»
11 Sus hermanos se pusieron envidiosos con él, mientras que su padre conservaba esto en la memoria.
Vendido por sus hermanos
12 Sus hermanos habían ido a apacentar el rebaño de su padre a Siquem,
13 e Israel dijo a José: «Tus hermanos están cuidando las ovejas en los pastos de Siquem; ven, que quiero mandarte donde ellos.» Contestó José: «Aquí estoy.»
14 Su padre le dijo: «Anda a ver cómo está el rebaño y cómo se encuentran tus hermanos, y ven después a contármelo.» Lo envió, pues, desde el valle de Hebrón, y José fue a Siquem.
15 Un hombre lo vio que andaba perdido por los campos y le preguntó: «¿Qué buscas?»
16 Le respondió: «Estoy buscando a mis hermanos. Dime, por favor, dónde están con sus rebaños.»
17 El hombre le contestó: «Se han ido de aquí, pues les oí decir: Vámonos a Dotán.» Y José salió en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán.
18 Al verlo desde lejos, y antes de que llegara, se pusieron de acuerdo para matarlo.
19 Se dijeron: «Allí viene el soñador.
20 Este es el momento: matémoslo y echémoslo en un pozo cualquiera, y diremos que algún animal feroz lo devoró. ¡Ahí vamos a ver en qué quedan sus sueños!»
21 Al oír esto, Rubén quiso salvarlo de sus manos y les dijo: «No lo maten.»
22 «No derramen sangre, les dijo Rubén, échenlo más bien en aquella cisterna allá en el desierto, pero no pongan las manos sobre él.» Esto dijo para sacarlo de sus manos y devolverlo después a su padre.
23 Fue así que cuando José llegó junto a ellos, le sacaron la túnica con mangas que llevaba puesta,
24 lo tomaron y lo arrojaron a una cisterna que estaba seca, sin agua.
25 Se sentaron para comer, cuando alzando los ojos, vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, con sus camellos cargados de goma, de bálsamo y de resina que llevaban a Egipto.
26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y tapar su sangre?
27 Mejor vendámoslo a esos ismaelitas y no pongamos nuestras manos sobre él, pues es nuestro hermano y carne nuestra.» Sus hermanos le hicieron caso,
28 y al pasar unos madianitas, que eran mercaderes, sacaron a José del pozo. Lo vendieron a los madianitas por veinte monedas de plata, y éstos llevaron a José a Egipto.
29 Al regresar Rubén al pozo, ya no encontró a José. Rasgó sus vestidos
30 y volviendo donde estaban sus hermanos, les dijo: «El muchacho ya no está. ¿Y qué hago ahora?»
31 Entonces tomaron la túnica de José y, degollando un cabrito, la tiñeron con su sangre.
32 Enviaron la túnica de manga larga a su padre con este mensaje: «Esto hemos encontrado. Mira a ver si es la túnica de tu hijo.»
33 Jacob la reconoció y exclamó: «¡Es la túnica de mi hijo. Algún animal feroz lo ha devorado! ¡José ha sido despedazado!»
34 Jacob desgarró sus vestidos, se vistió con un sayal, e hizo duelo por su hijo durante muchos días.
35 Todos sus hijos e hijas acudieron a consolarlo, pero él no quería ser consolado, y decía: «Estaré todavía de duelo cuando descienda donde mi hijo al lugar de las Sombras.» Y su padre lo lloró.
36 Entretanto los madianitas llegaron a Egipto y vendieron a José a Putifar, funcionario del palacio de Faraón y capitán de la guardia.

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Comentarios Génesis, capítulo 37
37,2

Comienza la larga historia de José, que ocupa un tercio de un libro que abarca miles de años. Tal vez se pretendió conservar una de las obras maestras de los primeros redactores del Génesis en tiempos de Salomón. Echando mano de tradiciones antiguas que habrían sido reelaboradas cuidadosamente, las aprovecharon para expresar la intuición que tenían de una de las grandes líneas del plan de Dios: salvar a los pueblos pecadores mediante el sufrimiento de aquellos a quienes han menospreciado y rechazado. Tal es el meollo de la historia de José.
37,2

José era el preferido de su padre: tal vez porque el padre veía en él una nobleza que no se notaba en los demás. Y era a su vez envidiado por sus hermanos: tal vez no hacía nada para ocultar el sentimiento de su propia superioridad (36,2 y 9).

Los sueños desempeñan un papel importante en la historia de José: puede ser que el autor quiso romper con las tradiciones antiguas que daban la palabra al propio Dios y prefirió otra manera de hablar Dios, más discreta y más común, por medio de sueños.
37,28

Es evidente que se mezclaron dos versiones distintas: compárese con 37,25. Una elogia a Judá y la otra a Rubén.
Génesis (Gén) Capítulo 38
Historia de Judá y Tamar
1 Por aquel tiempo Judá se separó de sus hermanos y bajó donde un tal Jirá, que era de Adulam.
2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Sué, a la que tomó por esposa.
3 Esta quedó embarazada y dio a luz un hijo al que llamó Er.
4 Tuvo un segundo hijo, al que llamó Onán,
5 y, estando en Quézib dio a luz un tercer hijo al que puso el nombre de Sela.
6 Judá tomó como esposa para su primogénito Er, a una mujer llamada Tamar.
7 Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yavé, y él lo hizo morir.
8 Entonces Judá dijo a Onán: «Cumple con tu deber de cuñado, y toma a la esposa de tu hermano para darle descendencia a tu hermano.»
9 Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, cuando tenía relaciones con su cuñada, derramaba en tierra el semen, para no darle un hijo a su hermano.
10 Esto no le gustó a Yavé, y también a él lo hizo morir.
11 Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: «Vuelve como viuda a la casa de tu padre, hasta que mi hijo Sela se haga mayor.» Porque Judá tenía miedo de que Sela muriera también, al igual que sus hermanos. Tamar se fue y se quedó en la casa de su padre.
12 Bastante tiempo después, murió la esposa de Judá. Terminado el luto, Judá subió con su amigo Jirá de Adulam a Timna, donde estaban esquilando sus ovejas.
13 Alguien informó a Tamar de que su suegro iba camino de Timna, para la esquila de su rebaño.
14 Ella entonces se sacó sus ropas de viuda, se cubrió con un velo, y con el velo puesto fue a sentarse a la entrada de Enaín, que está en el camino a Timna, pues veía que Sela era ya mayor, y todavía no la había hecho su mujer.
15 Al pasar Judá por dicho lugar, pensó que era una prostituta, pues tenía la cara tapada.
16 Se acercó a ella y le dijo: «Déjame que me acueste contigo»; pues no sabía que era su nuera. Ella le dijo: «¿Y qué me vas a dar para esto?»
17 El le dijo: «Te enviaré un cabrito de mi rebaño.» Mas ella respondió: «Bien, pero me vas a dejar algo en prenda hasta que lo envíes.»
18 Judá preguntó: «¿Qué prenda quieres que te dé?» Ella contestó: «El sello que llevas colgado de tu cuello, con su cordón, y el bastón que llevas en la mano.» El se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada.
19 Ella después se marchó a su casa y, quitándose el velo, se puso sus ropas de viuda.
20 Judá envió el cabrito por intermedio de su amigo de Adulam, con el fin de recobrar lo que había dejado a la mujer, pero no la encontró.
21 Entonces preguntó a la gente del lugar: «¿Dónde está la prostituta que se sienta en Enaín, al borde del camino?» Le respondieron: «Nunca ha habido prostituta alguna por allí.»
22 Volvió, pues, el hombre donde Judá y le dijo: «No la he encontrado, e incluso las personas del lugar dicen que jamás ha habido prostituta por esos lados.»
23 Judá respondió: «Que se quede no más con la prenda, con tal que la gente no se ría de nosotros. Después de todo, yo le mandé el cabrito y si tú no la has encontrado, yo no tengo la culpa.»
24 Como tres meses después, le contaron a Judá: «Tu nuera Tamar se ha prostituido, y ahora está esperando un hijo.» Entonces dijo Judá: «Llévenla afuera y que sea quemada viva.»
25 Pero cuando ya la llevaban, ella mandó a decir a su suegro: «Me ha dejado embarazada el hombre a quien pertenecen estas cosas. Averigua, pues, quién es el dueño de este anillo, este cordón y este bastón.»
26 Judá reconoció que eran suyos y dijo: «Soy yo el culpable, y no Tamar, porque no le he dado a mi hijo Sela.» Y no tuvo más relaciones con ella.
27 Cuando le llegó el tiempo de dar a luz, resultó que tenía dos gemelos en su seno.
28 Al dar a luz, uno de ellos sacó una mano y la partera la agarró y ató a ella un hilo rojo, diciendo: «Este ha sido el primero en salir.»
29 Pero el niño retiró la mano y salió su hermano. «¡Cómo te has abierto brecha!», dijo la partera, y lo llamó Peres.
30 Detrás salió el que tenía el hilo atado a la mano, y lo llamó Zeraj.

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Comentarios Génesis, capítulo 38
38,1

Tal vez aquí quiso el autor advertir a sus lectores de que la superioridad de José no le impedirá a Judá ser el heredero de las promesas hechas a Abraham, el antepasado de David y de los reyes de Jerusalén –y por lo tanto de Cristo–. Este capítulo, pues, se puede considerar como un paréntesis en la historia de José.

Tamar, la heroína, lo arriesga todo para tener el hijo, heredero de Judá, que será a su vez el portador de la promesa hecha a Abraham. Con su estratagema mereció ser incluida en la lista de las mujeres cuyo elogio hace la Biblia (Rut 4,12; Mt 1,3).
38,9

El pecado de Onán consiste en haberse negado a engendrar un hijo que después aventajaría a sus propios herederos (sobre el deber de dar un hijo a la viuda de un hermano confrontar Dt 25,5 y Rut 3,12).
38,20

Con toda probabilidad detrás de la relación de Judá con su amigo de Adulam se deben ver relaciones que unían los clanes de Judá a clanes cananeos del sur de Palestina.
Génesis (Gén) Capítulo 39
1 José, pues, fue conducido a Egipto, y Putifar, funcionario del palacio de Faraón y capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas que lo habían traído.
2 Yavé estuvo con José, y le fue bien en todo; y se quedó en casa del egipcio, su amo.
3 El egipcio vio que Yavé estaba con José y hacía prosperar todo cuanto emprendía;
4 José le cayó en gracia a su amo, quien lo retuvo junto a él, lo hizo mayordomo de su casa y le confió todo cuanto tenía.
5 Desde ese momento, Yavé bendijo la casa del egipcio, en consideración a José. Dio prosperidad tanto a la casa como al campo.
6 En vista de esto, el egipcio dejó que José administrara todo cuanto poseía, y ya no se preocupó más que de su propia comida.
7 José era muy varonil y de buena presencia. Algún tiempo después, la esposa de su amo puso sus ojos en él, y le dijo: «Acuéstate conmigo.»
8 Pero José se negó y le dijo: «Mi señor confía tanto en mí que no se preocupa para nada de lo que pasa en la casa, y ha puesto en mis manos todo lo que tiene.
9 Aquí tengo tanto poder como él. Nada me ha prohibido, excepto a ti, porque eres su esposa. ¿Cómo, pues, voy a cometer un mal tan grande, y pecar contra Dios?»
10 Y aunque ella insistía día tras día, José se negó a acostarse a su lado y estar con ella.
11 Cierto día, José entró en la casa para cumplir su oficio, y ninguno del personal de la casa estaba en ella.
12 La mujer lo agarró de la ropa diciendo: «Vamos, acuéstate conmigo.» Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió afuera corriendo.
13 Ella vio que José había huído, pero que ella tenía en manos su ropa;
14 llamó, pues, a sus sirvientes y les dijo: «Miren, han traído aquí a un hebreo para que se burle de nosotros. Ha querido aprovecharse de mí, pero yo me he puesto a gritar,
15 y al sentir que yo levantaba la voz y gritaba, salió huyendo y dejó su manto en mis manos.»
16 La mujer depositó el manto a su lado hasta que el patrón de José llegó a casa,
17 y le repitió las mismas palabras: «Ese esclavo hebreo que tú nos has traído, se me acercó para abusar de mí.
18 Cuando grité pidiendo auxilio, él salió huyendo y dejó su ropa en mis manos.»
19 Cuando el patrón oyó lo que le decía su esposa: «Mira lo que me ha hecho tu esclavo», se puso furioso.
20 Tomó preso a José y lo metió en la cárcel donde estaban encarcelados los prisioneros del rey.
20 Y José quedó encarcelado.
21 Pero Yavé lo asistió y fue muy bueno con él; hizo que cayera en gracia al jefe de la prisión.
22 Este le confió el cuidado de todos los que estaban en la prisión, y todo lo que se hacía en la prisión, José lo dirigía.
23 El jefe de la cárcel no controlaba absolutamente nada de cuanto administraba José, pues decía: «Yavé está con él y hace que le vaya bien en todo.»

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Comentarios Génesis, capítulo 39
39,1

La rectitud de José siempre escocerá y cuestionará a quienes en tiempos posteriores piensen que no hay que perder ninguna ocasión... En el relato se realzará con toda claridad que José lo ganó todo al no ceder en nada, aun cuando corriese grandes riesgos.
Génesis (Gén) Capítulo 40
José interpreta los sueños
1 Sucedió tiempo después, que dos funcionarios, el que preparaba las bebidas para el rey de Egipto, y el panadero principal, cometieron algunas faltas contra su señor el rey de Egipto.
2 Faraón se enojó contra el que le preparaba las bebidas y contra su panadero,
3 y los entregó en custodia al capitán de la guardia en la misma cárcel en que estaba José.
4 El capitán de la guardia encargó a José que los atendiera, y quedaron algún tiempo arrestados.
5 Una noche, tanto el que preparaba lasbebidas, como el panadero principal del rey de Egipto, tuvieron ambos un sueño en la prisión, y cada sueño requería una interpretación.
6 Cuando José los vino a ver por la mañana, se dio cuenta de que estaban muy preocupados.
7 Preguntó entonces a esos oficiales de Faraón que estaban con él en la prisión: «¿Por qué amanecieron con tan mala cara?»
8 Y le contestaron: «Los dos hemos tenido un sueño y nos falta quien lo interprete.» José les dijo: «¿No es Dios quien da el interpretar los sueños? Vamos, cuéntenme lo que soñaron.»
9 El que preparaba la bebida del rey contó primero su sueño a José así: «En mi sueño había frente a mí una parra,
10 y en la parra tres sarmientos. Apenas brotó, apareció la flor y maduraron los granos en los racimos.
11 Yo tenía en la mano la copa de Faraón, y tomando aquellas uvas las exprimía en la copa de Fa raón, y ponía la copa en sus manos.»
12 José le dijo: «Esto es lo que quiere decir tu sueño. Los tres sarmientos significan tres días.
13 Dentro de tres días Faraón te pondrá la cabeza en alto, pues te restablecerá en tu oficio, y volverás a colocar la copa en manos de Faraón, como lo hacías antes, cuando eras jefe de los que preparaban su bebida.
14 Acuérdate, pues, de mí cuando recuperes tu puesto, y habla en mi favor a Faraón, para que me mande sacar de esta cárcel.
15 Pues contra mi voluntad fui raptado del país de los hebreos, y tampoco aquí he hecho nada por lo que merezca estar en prisión.»
16 Al ver el jefe de los panaderos que José había dado una interpretación favorable, le dijo: «Voy a contar ahora mi sueño: Había tres canastos de pan blanco sobre mi cabeza.
17 En el canasto de arriba había toda clase de pasteles de los que come Faraón, pero los pájaros se lo comían del canasto que estaba sobre mi cabeza.»
18 Respondió José: «Este es el significado. Los tres canastos son tres días.
19 Pasados tres días, Faraón te pondrá la cabeza en alto, pues te colgará de un árbol y las aves vendrán a comer tu carne.»
20 Al tercer día era el cumpleaños de Faraón, y dio un banquete a todos sus servidores. Y cuando estuvo con ellos, se acordó del jefe de los que preparaban las bebidas y del jefe de los panaderos.
21 Repuso en su puesto al que preparaba las bebidas, quien de nuevo puso la copa en las manos de Faraón,
22 mientras al jefe de los panaderos lo hizo colgar, tal como José lo había interpretado.
23 El que preparaba las bebidas no se volvió a acordar de José: sencillamente lo había olvidado.
Génesis (Gén) Capítulo 41
Los sueños de Faraón
1 Dos años después Fa raón tuvo este sueño: Estaba él a orillas del Nilo,
2 cuando vio que salían del río siete vacas hermosas y muy gordas, que se pusieron a pastar entre los juncos.
3 Detrás de ellas salieron otras siete vacas feas y flacas que se pusieron al lado de las primeras a la orilla del río.
4 Pero las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas gordas y hermosas. Entonces Fa raón se despertó.
5 Se quedó de nuevo dormido, y tuvo otro sueño: Vio siete espigas granadas y buenas que salían de un mismo tallo.
6 Después de éstas brotaron otras siete espigas pequeñas y quemadas por el viento,
7 y estas espigas pequeñas y quemadas por el viento se tragaron a las siete granadas y repletas. Se despertó Faraón, y se dio cuenta que era un sueño.
8 Aquella mañana Faraón se levantó muy preocupado, y mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto. Les contó sus sueños, pero ninguno fue capaz de interpretarlos.
9 Entonces el jefe de los que preparan las bebidas pidió la palabra y dijo a Faraón: «Me estoy acordando de una falta mía.
10 Faraón se había enojado contra sus siervos, y me dejó detenido en la casa del capitán de la guardia, junto con el panadero del palacio.
11 El y yo tuvimos sendos sueños en la misma noche, y que requerían una interpretación.
12 Con nosotros estaba un joven hebreo, un servidor del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños y él los interpretó, a cada uno le dio la interpretación.
13 Y todo sucedió tal como él lo había dicho: yo fui repuesto en mi cargo y el jefe de los panaderos ahorcado.»
14 Faraón entonces mandó traer a José. Fue sacado rápidamente de la cárcel, lo afeitaron y cambiaron de ropa, y lo presentaron a Faraón.
15 Dijo Faraón a José: «He tenido un sueño, y nadie ha sido capaz de explicarlo, pero he oído decir que a ti te basta con que te cuenten un sueño para que tú lo interpretes.»
16 José respondió: «No soy yo, sino Dios quien te dará una respuesta acertada.»
17 Y Faraón contó su sueño a José:
17 «Estaba yo parado a la orilla del río,
18 cuando de pronto subieron del río siete vacas hermosas y muy gordas que se pusieron a pastar entre los juncos.
19 Pero detrás de ellas subieron otras siete vacas tan flacas y feas como no había visto nunca en todo Egipto.
20 Y las siete vacas flacas y feas se comieron a las siete vacas gordas.
21 Pero una vez que las tuvieron en su vientre, no se notaba en absoluto, pues seguían tan flacas y feas como antes. Entonces me desperté.
22 Vi también en mi sueño siete espigas llenas y granadas que salían de un solo tallo.
23 Pero brotaron detrás de ellas siete espigas pequeñas, vacías y quemadas por el viento.
24 Las espigas vacías se tragaron a las espigas hermosas. Se lo he contado a los adivinos, pero ninguno de ellos me lo ha podido explicar.»
25 José dijo a Faraón: «El sueño de Faraón es uno solo: Dios ha anunciado a Faraón lo que El va a hacer.
26 Las siete vacas hermosas, al igual que las siete espigas granadas, son siete años de abundancia.
27 Las siete vacas feas y raquíticas que salieron detrás, al igual que las siete espigas vacías y quemadas por el viento del este, son siete años de hambre.
28 Como dije a Faraón, Dios le está manifestando lo que está para suceder.
29 Vendrán siete años de gran abundancia en todo Egipto,
30 pero en seguida vendrán siete años de escasez que harán olvidar toda la abundancia anterior, y el país quedará extenuado por el hambre.
31 Tan terrible será la escasez que sobrevendrá, que ya nadie volverá a recordar los tiempos de abundancia.
32 Si el sueño se te presentó dos veces, esto quiere decir que Dios está muy decidido a realizar estas cosas y que se apresura a cumplirlas.
33 Ahora, pues, aconsejo a Faraón que busque un hombre inteligente y sabio para ponerlo al frente de Egipto.
34 Que Faraón nombre, además, intendentes en todo el país, para que recauden la quinta parte de la cosecha durante estos siete años de abundancia.
35 Recogerán todos los víveres de estos siete años de abundancia, y almacenarán el grano en las ciudades, donde los guardarán bajo la autoridad de Faraón.
36 De esta manera habrá reservas en el país para los siete años de escasez que van a afectar a Egipto, y el pueblo no morirá de hambre.»
José, primer ministro
37 La propuesta de José agradó a Faraón y a sus servidores, y dijo Faraón a sus oficiales:
38 «¿Se podrá encontrar otro hombre como éste, que tenga el espíritu de Dios?»
39 Y dijo a José: «Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay hombre más inteligente ni sabio que tú.
40 Tú estarás al frente de toda mi casa, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Solamente yo estaré por encima de ti.»
41 Faraón dijo a José: «Mira, te he puesto al frente de todo el país de Egipto.»
42 Y quitándose el anillo de su dedo, lo puso en el dedo de José; lo hizo vestir con ropas de lino fino y le puso un collar de oro en el cuello.
43 Luego lo hizo subir a la segunda carroza del palacio e iban gritando delante de él: «¡Abran camino!» Así quedó José al frente de todo el país de Egipto.
44 Dijo Faraón a José: «¡Yo soy Faraón! Sin tu consentimiento, nadie moverá mano o pie en Egipto.»
45 Faraón llamó a José Safnat-Paneaj y le dio por esposa a Asenat, hija de Poti Fera, sacerdote del dios On. Después de esto José salió a recorrer todo el país de Egipto.
46 José tenía treinta años cuando se presentó ante Faraón, rey de Egipto. Se retiró de su presencia y empezó a recorrer todo el país de Egipto.
47 Durante los siete años de abundancia hubo grandes cosechas.
48 José juntó todos los víveres producidos en estos años de abundancia e hizo reservas en las ciudades; en cada ciudad almacenó los productos del campo de sus alrededores.
49 Y así José juntó una cantidad de trigo tan enorme como la arena del mar, hasta tal punto que perdieron la cuenta, pues sobrepasaba todo cálculo.
50 Antes de que llegaran los años de hambre, José tuvo dos hijos de su esposa Asenat, hija de Poti Fera, sacerdote del dios On.
51 Al primero lo llamó Manasés (que significa: «He olvidado»), pues se dijo: «Dios me ha hecho olvidar mi pena y a la familia de mi padre.»
52 Al segundo lo llamó Efraím (que significa: «He fructificado»), pues se dijo: «Dios me ha hecho fecundo en el país de mi aflicción.»
53 Pasados los siete años de abundancia en Egipto,
54 llegaron los siete años de escasez, tal como José había anunciado. Hubo hambre en todos los países, pero en todo Egipto había pan.
55 Cuando en Egipto se sintió el hambre, el pueblo pidió pan a gritos, y Faraón decía a todos los egipcios: «Vayan a José y hagan lo que él les diga.»
56 Había escasez por todo el país, pero José abrió los almacenes y vendió trigo a los egipcios.
56 Una gran hambruna asolaba todo el mundo.
57 Como el hambre se hacía sentir más y más en todos los países, de todas partes venían a Egipto a comprar trigo a José.

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Comentarios Génesis, capítulo 41
41,1

Este capítulo debemos ambientarlo en el marco del antiguo Egipto y de su economía totalmente dependiente de las crecidas del Nilo. Años de sequía y de hambrunas; administración totalitaria a las órdenes del Faraón. Y aún más, la época de Jacob corresponde a la de los Hicsos, príncipes asiáticos que se adueñaron de Egipto en el siglo 18 antes de nuestra era. Estos faraones pertenecían a la misma raza que los nómadas que venían a pasar alguna estación o que se establecían por años en el delta del Nilo en tiempos de sequía; y parece que tuvieron que haber sido muy acogedores al respecto.
Génesis (Gén) Capítulo 42
Los hijos de Jacob bajan a Egipto
1 Al saber Jacob que había trigo en Egipto, dijo a sus hijos: «¿Por qué se están ahí mirando el uno al otro?
2 He oído que se vende trigo en Egipto. Vayan también ustedes allá y compren trigo para nosotros, “pues es cosa de vida o de muerte”.»
3 Los hermanos de José —diez de ellos—, bajaron entonces a Egipto para comprar trigo;
4 Jacob no dejó ir con ellos a Benjamín, hermano de José, pues pensaba: «No sea que le vaya a pasar algo.»
5 Se fueron los hijos de Israel a comprar trigo junto con la otra gente, pues arreciaba el hambre en Canaán.
6 Siendo José el gobernador del país, vendía el trigo a toda la gente. Al llegar sus hermanos, se postraron ante él hasta tocar el suelo con la cara.
7 José reconoció a sus hermanos, pero no se lo dio a entender, sino que más bien los trató duramente. Les preguntó: «¿De dónde vienen ustedes?» Respondieron ellos: «Venimos de la tierra de Canaán a comprar grano para comer.»
8 José, pues, había reconocido a sus hermanos, pero no ellos a él.
9 Y se acordó José de los sueños que había tenido con respecto a ellos.
10 Les dijo: «Ustedes son es pías y vienen a descubrir los secretos del país.» Respondieron ellos: «No, señor, tus siervos han venido a comprar alimentos.
11 Somos todos hijos de un mismo padre y somos honrados. Tus servidores no son espías.»
12 Pero él les dijo: «No, ustedes han venido a descubrir los puntos débiles del país.»
13 Ellos se defendieron diciéndole: «Eramos doce hermanos, hijos de un mismo padre, que vive en Canaán. El menor se quedó con nuestro padre, y el otro ya no vive.»
14 José insistió todavía: «¡Lo que he dicho: ustedes son espías!
15 Y ahora mismo los pondré a prueba. Por la vida de Faraón, que ustedes no dejarán este país hasta que no llegue aquí su hermano menor.
16 Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano, y los demás quedarán presos. Así sabré si es cierto lo que me acaban de decir. Y si me han mentido, ¡por la vida de Faraón!, que quedará así comprobado que son espías.»
17 Y los metió a todos en la cárcel por tres días.
18 Al tercer día José les dijo: «Les doy un medio para que se salven, pues yo también tengo temor de Dios.
19 Si han dicho la verdad, que se quede sólo uno de ustedes como prisionero en la casa de la guardia donde ahora están, y los demás llevarán el trigo que tanta falta hace en sus casas.
20 Pero habrán de traerme a su hermano menor para que yo compruebe que es cierto lo que ustedes me han dicho; y así podrán salvar su vida.»
20 Así se hizo,
21 y ellos comentaban entre sí: «Verdaderamente estamos pagando lo que hicimos con nuestro hermano, pues a pesar de ver su aflicción y de oír sus súplicas, no le hicimos caso. Por eso ahora ha venido sobre nosotros esta desgracia.»
22 Rubén dijo a los demás: «¿No les decía yo que no le hicieran mal al muchacho? Pero ustedes no me escucharon y ahora estamos pagando por su muerte.»
23 Ellos no sabían que José les entendía, pues entre él y ellos había un intérprete.
24 Al oír esto, José se retiró y lloró. Después volvió, habló a sus hermanos, tomó a Simeón, lo hizo amarrar en su presencia.
25 José mandó llenar de trigo sus bolsas, devolverle a cada uno dentro de su bolsa su dinero, y también que se les dieran provisiones para el camino. Y así se hizo.
26 Cargaron, pues, el trigo sobre sus burros y se fueron.
27 Cuando acamparon para pasar la noche, uno de ellos abrió su bolsa para dar forraje a su burro, y vio su plata: ¡Estaba en la boca de la bolsa!
28 Les dijo a sus hermanos: «Me han devuelto el dinero: está aquí en mi bolsa.» Se quedaron sin aliento y se miraban asustados mientras decían: «¿Qué es esto que Dios nos ha hecho?»
29 Al llegar donde su padre Jacob, en la tierrra de Canaán, le contaron todo lo que les había sucedido:
30 «El hombre que gobierna ese país nos habló con aspereza y nos tomó por espías,
31 pero nosotros le dijimos: «Nosotros somos gente honrada y no espías.
32 Eramos doce hermanos, hijos del mismo padre, pero uno de nosotros ya no vive, y el hermano más pequeño se quedó con nuestro padre en el país de Canaán.»
33 Entonces el señor del país, nos dijo: «Para que yo pueda comprobar si ustedes dicen la verdad, se va a quedar conmigo uno de ustedes; mientras tanto tomen lo que hace falta en sus casas y márchense.
34 Pero tráiganme a su hermano menor, y así conoceré que ustedes son personas honradas y no espías. Sólo entonces les devolveré a su hermano y podrán moverse libremente por este país.»
35 Ahora bien, cuando vaciaron sus bolsas, cada uno de ellos encontró su dinero en la boca de la misma. Este descubrimiento les produjo temor a ellos y a su padre.
36 Jacob, su padre, les dijo: «Ustedes me van a dejar sin hijos: falta José, falta Simeón, ¡y ahora quieren llevarse a Benjamín! ¡Todas estas cosas recaen sobre mí!»
37 Pero Rubén dijo a su padre: «Quita la vida a mis dos hijos si no te lo devuelvo. Confíamelo a mí, y yo te lo traigo de vuelta.»
38 Jacob respondió: «No bajará mi hijo con ustedes. Su hermano ha muerto y sólo me queda él. Si le ocurre cualquier desgracia en el viaje, me moriré de pena en mi ancianidad, y será por culpa de ustedes.»

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Comentarios Génesis, capítulo 42
42,1

Comienza el largo relato del encuentro de José con sus hermanos. José, el salvador, obliga a sus hermanos a expiar el crimen que habían cometido. Uno de ellos debe sacrificarse por su hermano antes de que él se dé a conocer. El perdón no suprime la necesidad de reparar el mal que se ha hecho; la paz será siempre obra de justicia.

Aquí también se notará que están entretejidas dos tradiciones, por lo que se han originado repeticiones. Como en el cap.37, Rubén y Judá se hacen la competencia.
Génesis (Gén) Capítulo 43
Segundo viaje a Egipto
1 La escasez de alimentos seguía muy grande en el país,
2 y cuando se acabó el trigo que habían traído de Egipto, su padre les dijo: «Vuelvan a comprarnos un poco de comida.»
3 Judá le contestó: «Aquel hombre nos dijo bien claro que no nos admitiría en su presencia si no iba con nosotros nuestro hermano.
4 Si mandas a Benjamín con nosotros, entonces iremos a buscar provisiones,
5 pero si no lo mandas, no bajaremos, porque aquel hombre nos dijo: «No verán mi cara si no está con ustedes su hermano el más pequeño.»
6 Dijo entonces Israel: «¿Por qué, para desgracia mía, le dijeron a ese hombre que tenían otro hermano?»
7 Ellos contestaron: «Aquel hombre nos interrogó con tanta insistencia sobre nosotros y nuestra familia: ¿Vive todavía el padre de ustedes? ¿Tienen algún otro hermano? Y nosotros contestamos a esas preguntas. ¿Cómo ibamos a imaginar que nos diría: Tráiganme a su hermano?»
8 Entonces Judá dijo a su padre Israel: «Deja que el muchacho venga conmigo, para que podamos partir. Sólo así podremos seguir viviendo nosotros y nuestros hijos, en vez de morir.
9 Yo respondo por él, pídeme cuenta de él. Si no te lo traigo de vuelta y no te lo muestro de nuevo, no me perdones jamás esta falta.
10 Si no nos hubiéramos demorado tanto, a estas horas ya hubiéramos vuelto dos veces.»
11 Israel, su padre, les dijo: «Ya que no queda más remedio, hagan lo siguiente. Echen en sus bolsas algo de los productos del país: tragacanto, miel, goma, láudano, pistacho y almendras, y llévenselo como regalo a ese hombre.
12 Tomen doble cantidad de plata y devuelvan el dinero que apareció en la boca de sus bolsas, tal vez se deba a una equivocación.
13 Y tomen a su hermano menor para volver donde aquel hombre.
14 Que el Dios de las Alturas les haga hallar misericordia ante ese hombre para que les devuelva a su otro hermano, y a Benjamín. En cuanto a mí, si pierdo a mis hijos, es que tenía que perderlos.»
15 Tomaron entonces los regalos y doble cantidad de dinero, y también a Benjamín, y bajaron a Egipto. Se presentaron ante José.
16 Cuando José vio que Benjamín estaba con ellos, dijo a su mayordomo: «Lleva a casa a estos hombres, haz matar algún animal y que se prepare un banquete, porque estos hombres comerán conmigo a mediodía.»
17 El mayordomo hizo como José le ordenó, y llevó estos hombres a la casa de José.
18 Ellos se asustaron porque los llevaban a la casa de José, y comentaban entre sí: «Seguramente nos traen aquí a causa del dinero que nos fue devuelto la primera vez. Nos están preparando una trampa y nos van a asaltar; nos tomarán como esclavos y se apoderarán de nuestros burros.»
19 Por eso, estando ya para pasar la puerta, se acercaron al mayordomo de José y le dijeron:
20 «Perdón, mi señor, pero ya vinimos una vez a comprar grano,
21 y cuando en la posada abrimos nuestras bolsas, el dinero de cada uno estaba en la boca de las bolsas. Contamos bien la plata y ahora la traemos aquí para devolverla.
22 Y traemos además plata para comprar más comida. No sabemos quién puso el dinero en nuestras bolsas.»
23 El mayordomo les dijo: «Quédense tranquilos y no tengan miedo. El Dios de ustedes y el Dios de su padre les ha puesto ese tesoro en sus bolsas, pues yo recibí toda su plata.» Y en seguida les devolvió a Simeón.
24 El hombre los hizo entrar en la casa de José y les dio agua para que se lavaran los pies, y mandó dar forraje a sus burros.
25 Ellos prepararon el regalo y esperaron a que José llegara al mediodía, porque habían oído decir que comería allí.
26 Al entrar José en la casa, le ofrecieron el regalo y lo saludaron inclinándose hasta el suelo.
27 El les preguntó cómo estaban; les dijo: «¿Está bien el padre de ustedes, aquel anciano de quien me hablaron? ¿Vive todavía?»
28 Ellos respondieron: «Tu siervo, nuestro padre, está bien y vive todavía.» Y se arrodillaron, inclinándose hasta el suelo.
29 Entonces José, levantando la vista vio a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre, y dijo: «¿Es éste el hermano menor del cual me hablaron?» Y le dijo: «¡Dios te bendiga, hijo mío!»
30 José tuvo que salir rápidamente, porque se sintió muy conmovido por la presencia de su hermano y le vinieron ganas de llorar. Apenas entró en su habitación se puso a llorar.
31 Después se lavó la cara y volvió. Tratando de dominarse, ordenó: «Sirvan la comida.»
32 Se la sirvieron por separado: a él aparte, también aparte a ellos, y a los egipcios que comían con él también les sirvieron aparte. Es que los egipcios no pueden comer con los hebreos: de hacerlo, Egipto se tendría por deshonrado.
33 Se sentaron frente a él, empezando por el mayor de acuerdo a su derecho, y terminando por el menor, como corresponde a un joven, mirándose el uno al otro con asombro.
34 Después separó para ellos porciones de lo que se le ponía delante, y la porción de Benjamín era cinco veces más grande que la de los demás. Y bebieron con él hasta que todos se sintieran muy alegres.
Génesis (Gén) Capítulo 44
La copa de José en la bolsa de Benjamín
1 Entonces José ordenó a su mayordomo: «Llena de alimentos las bolsas de estos hombres, todo lo que puedan llevar, y coloca el dinero de cada uno en la boca de su bolsa.
2 En la bolsa del menor pondrás, junto con el dinero de su trigo, también mi copa, mi copa de plata.» El mayordomo hizo tal como José le había ordenado.
3 Al amanecer fueron despedidos los hombres con sus burros.
4 Ha bían salido ya de la ciudad y se encontraban aún a poca distancia, cuando José dijo a su mayordomo: «Corre detrás de esos hombres, y cuando los alcances, les dirás: ¿Por qué han devuelto mal por bien?
5 ¿No es ésta la copa de plata en que bebe mi señor y con la que también practica la adivinación? Han obrado muy mal al hacer eso.»
6 El los alcanzó y les habló en esa forma.
7 Ellos le respondieron: «¿Por qué habla así mi señor? Jamás haríamos cosa semejante.
8 Si te trajimos desde Canaán la plata que encontramos en nuestras bolsas, ¿cómo íbamos ahora a robar oro y plata de la casa de tu señor?
9 Si a alguno de nosotros, tus siervos, se le encuentra el objeto, que muera, y también nosotros seremos esclavos de mi señor.»
10 «Muy bien —dijo él—, sea como ustedes han dicho. Aquel a quien se le encuentre el objeto será mi esclavo, pero ustedes quedarán libres.»
11 Rápidamente bajó cada uno su bolsa y cada uno la abrió.
12 El mayordomo los registró empezando por el mayor y terminando por el más joven y la copa se encontró en la bolsa de Benjamín.
13 Entonces rasgaron sus ropas, y cargando cada uno su burro, volvieron a la ciudad.
14 Judá y sus hermanos volvieron a la casa de José, que todavía estaba allí, y se postraron con el rostro por tierra delante de él.
15 José les dijo: «¿Qué han hecho? ¿No sabían que un hombre como yo iba a adivinarlo?»
16 Contestó Judá: «¿Qué podemos decir a mi señor, y cómo podemos justificarnos? Dios ha descubierto alguna falta en tus servidores. En adelante seremos esclavos de mi señor, junto con aquél en cuyo poder se encontró la copa.»
17 Pero José respondió: «Jamás haría tal cosa. El hombre a quien se le halló la copa será mi esclavo, pero ustedes pueden volver en paz donde su padre.»
18 Entonces se adelantó Judá y le dijo: «Permite, señor mío, que pueda tu siervo decirte algunas palabras sin que te enojes contra mí, aunque tú eres como Faraón.
19 Tú, mi señor, preguntaste a tus siervos la otra vez: «¿Tienen todavía padre o hermano?»
20 y nosotros contestamos: «Tenemos todavía nuestro padre muy anciano, con un muchachito que le nació en su vejez. Éste tenía un hermano, hijo de la misma madre, pero murió y le queda sólo ese hijo de ella. Por esto su padre lo quiere mucho.»
21 Después nos dijiste: «Que baje aquí con ustedes, y que yo mismo lo vea.»
22 Y nosotros te respondimos: «El muchacho no puede dejar a su padre, porque si lo abandona, éste se morirá.»
23 Y tú nos dijiste: «Si su hermano menor no baja con ustedes, no los admitiré en mi presencia.»
24 Subimos entonces a casa de nuestro padre y le dijimos tus palabras.
25 Y cuando nos pidió: «Vuelvan a comprar algo de comida»,
26 nosotros respondimos: «No podemos ir, a menos que vaya con nosotros nuestro hermano menor, porque no nos recibirá aquel hombre si nuestro hermano menor no está con nosotros.»
27 Entonces nuestro padre nos dijo: «Ustedes saben que mi esposa me dio dos hijos.
28 Uno se me fue, al que no he vuelto a ver, y creo que habrá sido despedazado por las fieras.
29 Si ahora llevan de mi lado también a éste y le sucede alguna desgracia, me moriré de pena en mi ancianidad, y será por culpa de ustedes.»
30 Ahora yo no puedo volver donde mi padre sin el muchacho, pues no vive sino por él, y al ver que el muchacho no está morirá.
31 Y por culpa nuestra nuestro padre morirá de pena en su ancianidad.
32 Yo, tu servidor, me hice responsable por el joven ante mi padre y le dije: «Si no te lo traigo de vuelta, seré culpable ante mi padre para siempre.»
33 Te ruego, pues, que yo quede en lugar del joven como esclavo de mi señor, para que así el muchacho suba con sus hermanos.
34 Yo no podría regresar a la casa de mi padre sin el joven; no quiero ver la aflicción de mi padre.»
Génesis (Gén) Capítulo 45
José se da a conocer
1 A este punto José no pudo ya contenerse más delante de toda aquella gente que estaba con él, y gritó: «¡Salgan todos de aquí!» No quedaba ninguno cuando José se dio a conocer a sus hermanos,
2 pero rompió a llorar tan fuerte que lo oyeron los egipcios y los servidores de Faraón.
3 José dijo a sus hermanos: «Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?» Ellos quedaban tan aterrados de verlo que no podían responderle.
4 El les dijo: «Acérquense», y se acercaron. «Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a los egipcios.
5 Pero no se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado aquí delante de ustedes para salvarles la vida.
6 Ya van dos años de hambre en la tierra, y aún quedan cinco en que no se podrá arar ni cosechar.
7 Dios, pues, me ha enviado por delante de ustedes, para que nuestra raza sobreviva en este país: ustedes vivirán aquí hasta que suceda una gran liberación.
8 No han sido ustedes, sino Dios quien me envió aquí; El me ha hecho familiar de Faraón, administrador de su palacio, y gobernador de todo el país de Egipto.
9 Vuelvan pronto donde mi padre y díganle: «Esto te manda a decir tu hijo José: Dios me ha hecho dueño de todo Egipto.
10 Ven a mí sin demora. Vivirás en la región de Gosén y estarás cerca de mí, tú, tus hijos y tus nietos, con tus rebaños, tus animales y todo cuanto posees.
11 Aquí yo cuidaré de ti, y nada te faltará a ti, a tu familia, ni a cuantos dependen de ti, durante estos cinco años de hambre que aún quedan.
12 Ahora ustedes ven, y su hermano Benjamín lo ve, que soy yo quien les está hablando.
13 Cuenten a mi padre la gloria que tengo en Egipto, y todo lo que han visto, y luego dense prisa de traer aquí a mi padre.»
14 Dicho esto, José abrazó llorando a Benjamín, quien también lloró.
15 Después, entre lágrimas, abrazó y besó a cada unos de sus hermanos, que se pusieron a conversar con él.
16 La noticia de que habían llegado los hermanos de José llegó hasta la casa de Faraón. Se decía: «Han venido los hermanos de José.» Esta noticia agradó a Fa raón y también a sus oficiales.
17 Faraón dijo a José: «Diles esto a tus hermanos: «Carguen sus burros y regresen a Canaán.
18 Tomen a su padre y a sus familias y vengan aquí. Yo les daré lo mejor del país de Egipto y comerán lo mejor de esta tierra.
19 Lleven del país de Egipto carretas para sus niños y mujeres, y traigan a su padre.
20 No se preocupen por las cosas que dejan allá, pues lo mejor de Egipto será para ustedes.»
21 Así lo hicieron los hijos de Israel. José les consiguió carretas según la orden de Faraón, y los proveyó de víveres para el camino.
22 A cada uno le regaló un vestido, pero a Benjamín le regaló trescientas monedas de plata y cinco vestidos.
23 Y puso además diez burros cargados con los mejores productos de Egipto, y diez burras cargadas de trigo, pan y víveres para el viaje de su padre.
24 Después despidió a sus hermanos, que se fueron, pero antes les recomendó que no pelearan por el camino.
25 Subieron de Egipto y llegaron a Canaán, donde estaba Jacob, su padre.
26 Le dieron la buena noticia: «José vive todavía y es el que manda en todo el país de Egipto.» Pero Jacob no se conmovió, pues no les creyó.
27 Ellos repitieron todas las palabras que José les había dicho y le mostraron las carretas que José le había mandado para que se trasladara. Entonces revivió el espíritu de Jacob,
28 y exclamó: «¡Me basta con saber que mi hijo José vive todavía! Iré donde él y lo veré antes de morir.»
Génesis (Gén) Capítulo 46
Jacob baja a Egipto
1 Israel partió con todo lo que tenía, y al llegar a Bersebá, ofreció allí sacrificios al Dios de su padre Isaac.
2 Dios habló a Israel durante la noche en una visión y le dijo: «Jacob, Jacob.»
3 «Aquí estoy», contestó él. Y Dios prosiguió: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en una gran nación.
4 Yo te acompañaré a Egipto, y también te haré volver aquí. José te cerrará los ojos.»
5 Jacob dejó Bersebá y los hijos de Israel llevaron a su padre junto con sus hijos pequeños y sus mujeres en las carretas que Faraón había mandado para transportarlos.
6 También tomaron sus rebaños y todo lo que habían adquirido en Canaán, y así entraron en Egipto Jacob y toda su descendencia,
7 sus hijos y los hijos de sus hijos, sus hijas y los hijos de sus hijas; en una palabra, hizo que entrara con toda su familia en Egipto.
8 Estos son los nombres de los descendientes de Israel que entraron en Egipto:
8 Jacob y sus hijos.
8 Rubén, el primogénito de Jacob,
9 y sus hijos Henoc, Falú, Hesrón y Carmí.
10 Los hijos de Simeón: Jamuel y Jamín, Ahod, Juaquín, Sohar y Saúl, cuya madre era cananea.
11 Los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.
12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Farés, Zaraj (pero Er y Onán habían muerto en la tierra de Canaán). Los hijos de Farés: Hesrón y Hamul.
13 Los hijos de Isacar: Tola, Fua, Job y Sumrón.
14 Los hijos de Zabulón: Sared, Elón y Jahelel.
15 Estos son los hijos que Lía había dado a Jacob en Padán-Aram, además de su hija Dina. El total entre hijos e hijas era de treinta y tres personas.
16 Los hijos de Gad: Sefión, Haggi, Suni, Esebón, Heri, Arodi y Arelí.
17 Los hijos de Aser: Jamne, Jesua, Jesui, Beria y su hermana Seraj. Los hijos de Beria: Hebel y Melquiel.
18 Estos son los hijos de Zelfa, la esclava que Labán dio a su hija Lía. Zelfa fue la madre y Jacob el padre, en total, dieciséis personas.
19 Los hijos de Raquel, esposa de Jacob: José y Benjamín.
20 A José le nacieron en Egipto Manasés y Efraím, cuya madre era Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
21 Los hijos de Benjamín: Bela, Beker, Asbel, Gera, Naamán, Equi, Ros, Mofín, Ofín y Ared.
22 Estos son los hijos que Raquel dio a Jacob, en total catorce personas.
23 Los hijos de Dan: Husim.
24 Los hijos de Neftalí: Jasiel, Guni, Jese y Sallem.
25 Estos son los hijos de Bilá, la que Labán dio a su hija Raquel. Bilá fue la madre y Jacob el padre. En total, siete personas.
26 El total de personas que entraron con Jacob en Egipto, todos descendientes suyos, era de sesenta y seis personas, sin contar las mujeres de sus hijos.
27 Los hijos de José que nacieron en Egipto, fueron dos.
27 Total de personas de la familia de Jacob que entraron en Egipto. setenta.
Encuentro de Jacob con José
28 Antes de que entraran en Gosén. Jacob mandó delante a Judá para avisar a José de que estaba para llegar a la tierra de Gosén.
29 José enganchó su carro y fue al encuentro de su padre a Gosén. Al verlo lo abrazó y lloró largamente sobre su cuello.
30 Y dijo Israel a José: «Ahora ya puedo morir, porque he visto tu rostro y porque vives todavía.»
31 Después dijo José a sus hermanos y a toda la familia de su padre: «Voy ahora mismo a anunciar a Faraón que mis hermanos y la familia de mi padre, que vi vían en tierra de Canaán, acaban de llegar.
32 Le diré también que ustedes son pastores de ovejas, que se dedican a la crianza de animales y que han traído rebaños, vacas, y todas sus pertenencias.
33 Así pues, cuando Faraón les llame y les pregunte: «¿Cuál es su oficio?»,
34 ustedes contestarán: «Tus servidores hemos sido pastores desde nuestra niñez hasta el día de hoy, como lo fueron también nuestros padres.» Así se podrán quedar ustedes en esta tierra de Gosén, ya que los egipcios aborrecen a todos los pastores de ovejas.»

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Comentarios Génesis, capítulo 46
46,1

Las aventuras de José tienen una consecuencia importante: Jacob baja a Egipto con toda su familia y los hebreos vienen a radicarse en la provincia de Gosén. Parecería que se olvidan de la tierra de Canaán que Abraham y Jacob habían recorrido con sus rebaños y que Dios les había prometido. Tres siglos más tarde Moisés conducirá a algunos de sus clanes de vuelta a la tierra de las promesas. El autor entiende que esta larga demora formaba parte del plan de Dios.
Génesis (Gén) Capítulo 47
1 Llegó, pues, José donde estaba el Faraón con la noticia de que su padre y sus hermanos habían llegado de Canaán con sus rebaños, vacas y demás pertenencias, y que se encontraban en la tierra de Gosén.
2 Después escogió a cinco de sus hermanos y los presentó a Faraón.
3 Este les preguntó: «¿A qué se dedican?» Ellos contestaron: «Nosotros, tus servidores, somos pastores de ovejas, como lo fueron nuestros padres.
4 Hemos venido a vivir en este país porque ya no quedaban pastos para nuestros rebaños, debido a la gran sequía que asola el país de Canaán. Por eso te rogamos que nos permitas vivir en la tierra de Gosén.»
5 Entonces Faraón dijo a José:
6 Todo el país de Egipto está a tu disposición. Que tu padre y tus hermanos se establezcan en la mejor parte del país.»
Los hijos de Jacob en Egipto
7 José trajo después a su padre Jacob y se lo presentó a Faraón. Después que Jacob lo saludó,
8 Faraón le preguntó: «¿Cuántos años tienes?»
9 Jacob respondió: «Los años de mi peregrinación son ciento treinta. Pocos y malos han sido los días de mi vida, y no han llegado a igualar los años de vida de mis padres durante su peregrinación.»
10 Después Jacob volvió a bendecir a Faraón y se retiró de su presencia.
11 José instaló a su padre y a sus hermanos, y les dio una propiedad en la tierra de Egipto, en el mejor lugar de la comarca de Ramsés, tal como Faraón había ordenado.
12 Y José proveyó de lo necesario para vivir a su padre, a sus hermanos y a toda la familia de su padre, teniendo en cuenta el número de sus dependientes.
13 La escasez se hizo más fuerte y no se encontraban alimentos en toda la tierra; Egipto y Canaán estaban agotados por el hambre.
14 Entonces José acaparó toda la plata que había en la tierra de Egipto y de Canaán, a cambio del trigo que compraban, y llevó toda esa plata al palacio de Faraón.
15 Cuando se acabó la plata de Egipto y de Canaán, todos los egipcios comenzaron a llegar donde José para decirle: «Danos pan, ¿acaso nos vas a dejar morir porque se nos terminó el dinero?»
16 José les respondió: «Si no tienen más dinero, denme sus ganados y yo en cambio les daré pan.»
17 Trajeron su ganado a José, y José les dio pan a cambio de sus caballos, ovejas, vacas y burros. De esta manera los abasteció de pan durante ese año a cambio de todos sus ganados.
18 Al año siguiente volvieron donde él diciendo: «No podemos ocultar a nuestro señor que se nos ha terminado el dinero, y que los ganados ya son todos suyos. Tan sólo nos quedan nuestros cuerpos y nuestras tierras.
19 Tú no puedes vernos morir a nosotros y nuestras tierras; compranos, pues, a nosotros y nuestras tierras, a cambio de pan, y seremos nosotros y nuestras tierras propiedad de Fa raón. Danos trigo para que no muramos; así viviremos y nuestra tierra no quedará desolada.»
20 De este modo José adquirió para Faraón toda la tierra de Egipto, pues los egipcios tuvieron que vender sus campos, ya que el hambre los apretaba, y la tierra pasó a ser toda de Faraón.
21 En cuanto al pueblo, lo redujo a la servidumbre desde un extremo al otro de Egipto.
22 La única tierra que no compró fue la de los sacerdotes, pues había un decreto de Faraón en favor de ellos, y él debía procurarles el alimento. Por eso no vendieron sus tierras.
23 Entonces José dijo al pueblo: «Ya ven que los he comprado a ustedes y sus tierras para Faraón. Aquí tienen semillas: siembren la tierra.
24 Cuando llegue el tiempo de la cosecha, darán la quinta parte a Faraón y las otras cuatro partes restantes serán para ustedes, como semillas de siembra, y como alimento para ustedes, su familia y los que estén en su casa.»
25 Ellos respondieron: «Puesto que nos has salvado la vida, sírvete aceptarnos como esclavos de Faraón.»
26 Así José impuso como ley, que la quinta parte de los productos de la tierra de Egipto debe ser entregada a Faraón, y esa norma perdura hasta el día de hoy. Sólo las tierras de los sacerdotes no pasaron a poder de Faraón.
27 Los israelitas vivieron en el país de Egipto, en la tierra de Gosén. Tomaron posesión de ella, tuvieron muchos hijos y se multiplicaron en número.
28 Jacob vivió en Egipto diecisiete años de los ciento cuarenta y siete que duró su vida.
29 Y cuando los días de su vida se acercaron a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: «Si me aprecias de veras, te ruego que coloques tu mano bajo mi muslo, y me prometas que no me sepultarás en Egipto; en esto reconoceré tu amor y fidelidad.
30 Cuando me haya ido a descansar con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en la tumba de ellos.» José respondió: «Lo haré tal como lo pides.» Insistió Jacob: «¡Júramelo!» Y José se lo juró.
31 Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de su cama.

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Comentarios Génesis, capítulo 47
47,13

En Egipto todas las tierras pertenecían al Faraón, y una administración muy estricta le permitía exigir a los agricultores una parte de su cosecha. En este capítulo se atribuye a José esa organización administrativa.

Si bien nos choca esta política, el autor del relato no compartía nuestros escrúpulos y no le importaba la suerte de los campesinos egipcios. Para él José era un sabio como se lo podía imaginar en aquel tiempo. Siendo un hombre hecho y derecho y digno de confianza, había sabido llegar a la cumbre del poder, y aún cuando reforzaba el poder de su soberano, todavía era digno de elogios.
47,29

Es esta una expresión púdica. La manera de prestar juramento de entonces no era como la nuestra: quien prestaba juramento no alzaba la mano sino que lo hacía teniendo contacto con las fuerzas vivas (en castellano los testículos de quien se lo pedía; véase también 24,2). Jacob será enterrado en Palestina, mientras el retorno de las cenizas de José se hará ya en tiempos del Éxodo (Gén 50,19; Ex 13,19).
Génesis (Gén) Capítulo 48
Jacob adopta a los hijos de José
1 Algún tiempo después, avisaron a José de que su padre estaba enfermo. Tomó entonces con él a sus dos hijos, Manasés y Efraím,
2 e hizo anunciar a su padre: «Mira, tu hijo José ha venido a verte.» Israel, haciendo un esfuerzo, se sentó en la cama.
3 Dijo Jacob a José: «El Dios de las Alturas se me apareció en Luz, en el país de Canaán, y me bendijo diciendo:
4 «Mira, yo haré que seas fecundo y que te multipliques. Haré de ti una asamblea de naciones y a ti y a tus descendientes después de ti entregaré esta tierra en posesión perpetua.»
5 Desde ahora, pues, los dos hijos que te han nacido en Egipto antes de llegar yo a este país, serán míos. Efraím y Manasés serán hijos míos, al igual que Rubén y Simeón son hijos míos,
6 pero los hijos que has engendrado después serán tuyos, tanto ellos como su patrimonio serán registrados con los nombres de Efraím y Manasés.
7 También debes saber que cuando yo regresaba de Padán, tu madre Raquel se me murió en el camino, en el país de Canaán, poco antes de llegar a Efratá, y la enterré allí (en el camino de Efratá, que es Belén).»
8 Al ver Israel a los dos hijos de José, le preguntó: «¿Quiénes son éstos?»
9 José le respondió: «Estos son mis hijos, los que Dios me ha dado aquí.» Y le dijo: «Acércalos, por favor, y los bendeciré.»
10 Israel tenía los ojos debilitados por la vejez y no podía ver. Cuando José se los acercó, él los abrazó y los besó.
11 Israel dijo a José: « Nunca pensé que volvería a verte, y ahora Dios me concede ver incluso a tus descendientes.»
12 José retiró a los hijos de entre las rodillas de su padre y se postró delante de su padre hasta tocar el suelo con la cara.
13 Colocó José a Efraím a su derecha, quedando a la izquierda de Israel, y a Manasés a su izquierda, quedando a la derecha de su padre, y los acercó a él.
14 Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraím, que era el menor, y así, cruzando las manos, puso su izquierda sobre la cabeza de Manasés a pesar de que era el primogénito.
15 Luego bendijo a José diciendo: «Que el Dios ante el cual caminaron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor desde el día en que nací hasta hoy,
16 el Angel que me ha librado de todo mal, bendiga a estos muchachos. Que en ellos se perpetúe mi nombre y el nombre de mis padres Abraham e Isaac. Que lleguen a ser muy numerosos en esta tierra.»
17 José vio que su padre tenía puesta su mano derecha sobre la cabeza de Efraím, lo que le disgustó. Tomó, pues, la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraím a la de Manasés
18 y le dijo: «Así no, padre mío, porque éste es mi hijo mayor. Coloca tu mano derecha sobre su cabeza.»
19 Israel se negó y le dijo: «Lo sé, hijo mío, lo sé. El también se hará pueblo, también él llegará a ser grande, pero su hermano menor será más grande que él y su descendencia formará una familia de pueblos.»
20 Y los bendijo aquel día con estas palabras: «A ustedes los tomarán como ejemplo cuando quieran bendecir a alguno en Israel, y dirán: «Que Dios te haga semejante a Efraím y Manasés.»
20 Así puso a Efraím por delante de Manasés.
21 Después dijo Israel a José: «Yo estoy para morir, pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus padres.
22 A ti te dejo algo más que a tus hermanos, me refiero a Siquem que conquisté al amorreo con mi espada y con mi arco.»

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Comentarios Génesis, capítulo 48
48,1

En realidad las doce tribus de Israel eran trece, pero las dos tribus de Efraím y Manasés juntas se llamaban tribus de José, resultando así la cifra de doce. Este capítulo explica esta particularidad. Efraím y Manasés serán considerados como dos hijos de Jacob en reemplazo de José. Con esto se podrá conservar la cifra de doce sin quitarles a Efraím y Manasés su dignidad de tribus de Jacob.

La bendición de Jacob va, como la de Isaac, no al mayor sino al menor de los hermanos. Dios da sus favores a quien quiere y no según el derecho de sucesión ni según el deseo de los padres.
Génesis (Gén) Capítulo 49
Las bendiciones de Jacob
1 Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reúnanse, que les voy a anunciar lo que sucederá en el futuro.
2 Júntense hijos de Jacob, oigan y escuchen a Israel, su padre.
3 Rubén, tú eres mi primogénito, mi vigor y el primer fruto de mi virilidad, pero rebosante de orgullo y de ímpetu.
4 Eres precipitado como las aguas: no te encumbrarás, tú que subiste al lecho de tu padre y deshonraste mi cama.
5 Simeón y Leví son hermanos, sus cuchillos fueron instrumentos de violencia.
6 Que nunca mi alma participe en sus intrigas, y que mi corazón esté lejos de su compañía, porque en su enojo mataron hombres, y en su furor desjarretaron toros.
7 Sea maldita su cólera porque es violenta, y su furor, porque fue cruel. Los dividiré en Jacob, y los dipersaré en Israel.
8 A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, tu mano agarrará del cuello a tus enemigos, y tus hermanos se inclinarán ante ti.
9 ¡Judá es cachorro de león! Vuelves, hijo mío, de la caza. Se agazapa o se abalanza cual león, o cual leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
10 El cetro no será arrebatado de Judá ni el bastón de mando de entre sus piernas hasta que venga aquel a quien le pertenece y a quien obedecerán los pueblos.
11 Amarra en la vid a su burrito, y a la cepa el hijito de su burra. Lava en el vino su túnica y en la sangre de los racimos su manto.
12 Sus ojos son más oscuros que el vino y sus dientes más blancos que la leche.
13 Zabulón habita a orillas del mar, es tripulante de barcos y se extiende hasta Sidón.
14 Isacar es un burro robusto, echado entre dos prados.
15 Encontró un buen lugar de descanso, y como vio que el país era agradable, inclinó su espalda a la carga: pasará a ser esclavo.
16 Dan juzgará a su pueblo como una más de las tribus de Israel.
17 Será como serpiente en el camino, como víbora en el sendero, que muerde los talones del caballo, y hace caer de espaldas al jinete.
18 ¡Oh Yavé, espero en tu salvación!
19 A Gad le asaltan salteadores, pero él atraca a su retaguardia.
20 Aser tiene ricos manjares, y prepara comidas de rey.
21 Neftalí es una cierva suelta que tiene cervatillos hermosos.
22 José es el retoño de una vid frondosa, de una parra frondosa junto a la fuente: los sarmientos trepan sobre la mu ralla.
23 Lo han provocado lanzándole flechas, lo han perseguido los arqueros,
24 pero su arco se ha mantenido firme y sus brazos no han aflojado, por la mano del Fuerte de Jacob, por el Pastor y la Roca de Israel,
25 por el Dios de tu padre, el que te ayuda, por el Dios Todopoderoso que te bendice: ¡bendiciones de los altos cielos! ¡Bendiciones del abismo que yace abajo! ¡Bendiciones de los pechos y los senos! ¡Bendiciónes de tu campo y de tu establo!
26 Las bendiciones de tu padre han sobrepasado a las bendiciones de los montes seculares, y a las venturas de las lomas eternas. Todas ellas descansen sobre la cabeza de José sobre la frente del que ha sido consagrado en medio de sus hermanos.
27 Benjamín es un lobo sanguinario. Por la mañana devora su presa y por la tarde reparte los despojos.
Muerte y funerales de Jacob
28 Estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto fue lo que les dijo su padre cuando los bendijo, dando a cada uno la bendición que le correspondía.
29 Después les dio estas instrucciones: «Yo voy a reunirme con mi pueblo. Entiérrenme junto a mis padres, en la cueva que hay en el campo de Efrón el hitita,
30 o sea, en la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mambré, en el país de Canaán, el campo que Abraham compró a Efrón el hitita como lugar de su propiedad para sepulturas.
31 Allí fue sepultado Abraham y su esposa Sara. Allí también fue sepultado Isaac y su esposa Rebeca, y allí sepulté yo a Lía.
32 Dicho campo y la cueva que hay en él fueron comprados a los hititas.»
33 Cuando Jacob hubo terminado de dar estas instrucciones a sus hijos, recogió sus pies en la cama y expiró, y fue a reunirse con sus antepasados.

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Comentarios Génesis, capítulo 49
49,1

Las “bendiciones de Jacob” de hecho van dirigidas a las doce tribus que llevan su nombre. El autor vivió en los primeros tiempos de la monarquía y quería demostrar que si las doce tribus habían tenido una suerte muy desigual, eso no debía constituir un problema. Dios mismo había decidido sus distintos destinos y Jacob era consciente de aquello. Las dos tribus de Judá y de José sobresalen. El autor conservó para José una copla que enfatizaba su superioridad, pero añadió para Judá (una tribu cuyos orígenes son muy oscuros) una pequeña copla que anuncia su ascenso al primer puesto gracias al rey David. Parecería que sta profecía indica que Judá permanecerá aparte hasta que venga aquel a quien obedecerán los pueblos, pero el texto ha sido estropeado y es dudoso. ¿Quería sólo celebrar la venida del rey David o encerraba ya la espera de un Rey salvador? En realidad los reyes del pueblo de Dios, y Jesús después de ellos, provendrán de esa tribu. Judá es por tanto considerado aquí como el heredero de las promesas hechas a Abraham y a Jacob.
Génesis (Gén) Capítulo 50
1 José se acercó a la cama de su padre, lo abrazó llorando y lo besó.
2 Mandó después a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre y ellos lo embalsamaron.
3 Emplearon en ello cuarenta días, ya que éste es el tiempo necesario para el embalsamamiento. Los egipcios lo lloraron durante setenta días.
4 Transcurrido el tiempo de duelo, José habló a los principales de la casa de Faraón de esta manera: «Si ustedes realmente me aprecian, les ruego hagan llegar a oídos de Faraón lo siguiente:
5 Antes de morir, mi padre me hizo prometerle bajo juramento que yo lo habría de sepultar en el sepulcro que él mismo se había preparado en el país de Canaán. Así pues, permíteme ahora subir a enterrar a mi padre, y luego volveré.»
6 Faraón le mandó a decir: «Sube y entierra a tu padre, tal como te hizo jurar.»
7 Subió José a sepultar a su padre y subieron también con él todos los oficiales de Faraón, los principales de su familia y todos los jefes de Egipto,
8 así como toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Tan sólo dejaron en el país de Gosén a sus niños, sus rebaños y demás animales.
9 Lo acompañaban además carros y soldados a caballo, lo que hacía que fuese una caravana muy considerable.
10 Al llegar a Gorén-Atad, que está al otro lado del Jordán, celebraron unos funerales muy grandes y solemnes; estos funerales que José celebró por su padre duraron siete días.
11 Los cana neos que vivían allí, al ver los funerales que se hacían en Gorén-Atad, se dijeron: «Estos son unos funerales muy solemnes de los egipcios.» Por eso aquel lugar se llamó Abel-Misraim (o sea, duelo de los egipcios) y está al otro lado del Jordán.
12 Los hijos de Jacob cumplieron a su respecto todo lo que él les había ordenado.
13 Lo trasladaron al país de Canaán y lo sepultaron en la cueva que hay en el campo de Macpelá, frente a Mambré, campo que Abraham había comprado a Efrón el hitita, como su propiedad para sepulturas.
14 Después de sepultar a su padre, José volvió a Egipto con sus hermanos y con todos los que lo habían ido a acompañar en el funeral de su padre.
Ultimos años de José
15 Al ver que había muerto su padre, los hermanos de José se dijeron: «Tal vez José nos guarde aún rencor, y ahora nos devuelva todo el mal que le hicimos.»
16 Por eso le mandaron a decir: «Tu padre antes de morir nos encargó que te dijéramos:
17 «Por favor, perdona el crimen de tus hermanos y el pecado que cometieron cuando te trataron mal. Ahora debes perdonar su crimen a los servidores del Dios de tu padre.» José, al oír este mensaje, se puso a llorar.
18 Sus hermanos vinieron y se echaron a sus pies, diciendo: «Aquí nos tienes, somos tus esclavos.»
19 José les respondió: «No teman. ¿Acaso podría ponerme yo en lugar de Dios?
20 Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios quiso convertirlo en bien para que se realizara lo que hoy ven: conservar la vida de un pueblo numeroso.
21 Nada teman, pues. Yo los mantendré a ustedes y a sus hijos.» Luego los consoló, hablándoles con palabras cariñosas.
22 José permaneció en Egipto junto con toda la familia de su padre. Murió a la edad de ciento diez años.
23 Alcanzó a ver a los hijos de Efraím hasta la tercera generación. También los hijos de Maquir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José.
24 José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir, pero tengan la plena seguridad de que Dios los visitará y los hará subir de este país a la tierra que juró dar a Abraham, Isaac y Jacob.»
25 Y José hizo jurar a los hijos de Israel, pidiéndoles este favor: «Cuando Dios los visite, lleven mis huesos de aquí junto con ustedes.»
26 José murió en Egipto, a la edad de ciento diez años. Embalsamaron su cuerpo y lo colocaron en un ataúd en Egipto.

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Comentarios Génesis, capítulo 50
50,15

La historia de José enseña tanto la justicia como el perdón. José perdona y restablece el equilibrio familiar después de que sus hermanos mayores confesaran su crimen. Al final todos pueden mirarse a la cara, porque ya no se teme la venganza.
50,24

La perspectiva del regreso a la tierra prometida a los padres es el telón de fondo de toda la historia de los patriarcas (Gén 12.1; 26,2; 28,13; 46,1). José recuerda a sus descendientes que están en algo provisorio y que deben esperar lo definitivo, la tierra de las promesas. Y lo confirma pidiéndoles que lleven consigo sus restos cuando Dios venga a rescatarlos.

Nótese cómo mueren Jacob y José, estos creyentes de tiempos antiguos que todavía no habían recibido ninguna revelación sobre el más allá y se quedaban con una visión pesimista. Pensaban que el hombre al morir se iba a vivir bajo la tierra junto con sus padres, un lugar del que Dios estaba tan ausente como las inquietudes y la bulla de los vivos. Sólo podían someterse a la ley de esta tierra. Pero si Dios, su amigo y fiel defensor, dejaba que lo perdieran para siempre, seguramente debían acallar sus dudas para convencerse de que este orden divino era lo bueno y lo justo. Jesús afirmará que si Dios les ha hablado, es la prueba de que también los resucitará.