La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Josué (Jos)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24      
Josué (Jos) Introducción
EL SIGLO DE JOSUÉ
La misión de Moisés se había acabado en el monte Nebo. Como lo vimos en el Deuteronomio, Moisés había sido llamado por Dios para guiar al pueblo y hacer que “subiera” desde la esclavitud de Egipto hasta las puertas de la Tierra Prometida. El pueblo está pues allí, frente a esa tierra que Dios le da en herencia y en ese momento es Josué, el primer Jesús (pues Josué y Jesús en hebreo tienen la misma grafía) quien va a introducir al pueblo en el la tierra prometida.
Un pueblo de emigrantes
Hablar de pueblo es mucho decir. En efecto, todavía no se trata más que de algunos clanes guiados por Moisés a través del desierto y que sin duda se han incrementado con nuevos elementos con los cuales se encontraron en el lugar santo de Cadés-Barne. Por pocos que hayan sido estos nómadas confiados ahora a Josué, llevan consigo una experiencia de una riqueza tal que se transformará, después de reunirse con otras tribus que no habían abandonado la Palestina, en la herencia espiritual de todos.
Frente a los cananeos que habitaban las ciudades y cultivaban las tierras de los alrededores, estos nómadas toman poco a poco conciencia de su originalidad y de su identidad. El que se reveló a Moisés en el Sinaí y que multiplicó las maravillas a favor de los fugitivos de Egipto, Yavé-Dios, hizo una alianza con este pueblo de nómadas, con estas tribus de beduinos. Les dio su ley al mismo tiempo que su promesa. En adelante serán el pueblo que él se eligió y él será su Dios. Es durante este período de Josué y de los Jueces cuando se constituirá realmente el pueblo de Israel.
Sin embargo, por muy colmados que se sientan por Yavé, estos nómadas no pueden dejar de sentir admiración por los cananeos en medio de los cuales viven. Los historiadores nos dicen que este período del segundo milenio antes de Cristo es el período más prestigioso de la historia de Palestina en el plano cultural. Frente a las ciudades cananeas con sus fortificaciones, sus templos y sus palacios con artesonado de cedro, y decorados con incrustaciones de marfil, el nivel de vida de los nómadas parecía muy pobre. El mismo contraste se daba en el plano religioso: los cananeos de las ciudades multiplicaban sus celebraciones, fiestas y ritos a la vista de los beduinos que no tenían ni siquiera templo.
La tentación es grande, y tanto los libros de Josué y de los Jueces como los de Samuel y de los Reyes no cesarán de mostrarnos con cuánta facilidad el pueblo de Israel se dejaba arrastrar. Atraído por esa civilización brillante, abandona al mismo tiempo sus costumbres propias y su fe para adoptar los cultos de los habitantes del país. Durante todo el período de la realeza los profetas no dejarán de recordar al pueblo las exigencias de la alianza y de la fidelidad a Yavé.
La verdad sobre la conquista
Un pueblo seducido por la cultura cananea, hombres de Dios que resisten proclamándole el llamado a la fidelidad, tal es el conflicto permanente que nos presentan los textos de la Biblia con respecto a este período. El libro de Josué parece que nos presentara una conquista sistemática del país llevada a cabo por Josué a la cabeza de las tribus; sin embargo las cosas debieron suceder de manera muy distinta.
La gente de las ciudades y los nómadas eran muy diferentes, y la obligación que tenían unos y otros de cohabitar en un mismo territorio, no impidió que hubiera conflictos, unas veces eran los cananeos los que ganaban, otra, los nómadas. Con el tiempo, las tribus fueron imponiendo su ley a los antiguos habitantes del país, y en la época de Saúl, los nómadas de otrora, convertido en citadinos a medida que pasaban los años, se habían apoderado del poder en el país. David primero, y después Salomón deberían confirmar esta situación.
Las minorías activas son las que hacen la historia. Cuando hablamos de la Iglesia y de su impacto en el mundo, no se trata a veces más que de una minoría de creyentes. Los grupos de profetas que, varios siglos después de Josué, recopilaron las tradiciones y los documentos sobre la conquista, no pretendieron entregarnos una historia exacta y completa de aquélla. No nos dejemos engañar por el aspecto triunfador de estos relatos en que todo Israel obtiene junto a Josué victorias asombrosas: el libro de Josué narra pequeñas cosas que constituyeron una gran historia.
EL LIBRO DE JOSUÉ Y SUS AUTORES
Cuando se redactó el presente libro, la historia de Josué se perdía en un pasado del que ya se habían olvidado muchos detalles, sin embargo, bastaban algunas imágenes y recuerdos para ilustrar la vocación del pueblo de Dios y el sentido de sus aventuras.
Josué inaugura la serie de libros que la Biblia hebraica llama Profetas Anteriores, entendiendo por este título que estos libros históricos nos hablan de una historia que comenzó bastante antes que los profetas, pero que fueron pensados y compuestos en las cofradías de profetas. Toda la serie que lleva desde Josué a los libros de los Reyes forma en realidad una unidad con la reflexión del Deuteronomio. Hoy día se habla habitualmente de historia Deuteronomista para designar este conjunto.
El libro de Josué se compuso en gran parte en los últimos tiempos del reino de Judá. Entonces la idea de que la tierra de Palestina es el gran don de Dios a su pueblo y la señal de su alianza, invitaba a constatar en el pasado una correspondencia entre las conquistas y la fidelidad a la alianza, entre las infidelidades y el fracaso.
El autor ha conocido el tiempo de Josué a través de múltiples fuentes: tradiciones orales muy maltratadas, sin duda, a causa de los 500 años transcurridos; documentos conservados tal vez en los santuarios antiguos de Israel, como el de Guilgal, y documentos sobre el catastro de las tribus que databan de la época real.
El libro debe de haber sido retocado en tiempos del exilio de Babilonia. Fue entonces cuando intervinieron los sacerdotes y en muchos de sus pasajes impusieron otra interpretación, acentuando al mismo tiempo el carácter litúrgico de los acontecimientos importantes.
Josué (Jos) Capítulo 1
«Yo estaré contigo»
1 Después de la muerte de Moisés, Yavé habló a Josué, hijo de Nun, el ayudante de Moisés. Le dijo:
2 «Moisés, mi servidor, ha muerto. Tú, ahora, atraviesa junto con todo el pueblo el Jordán y pasa a la tierra que daré a los israelitas.
3 Como se lo dije a Moisés, les daré cualquier lugar que pise tu pie,
4 esto es, desde ese desierto hasta el Gran Río, el río Eufrates. Todo el territorio desde los hititas al Gran Mar hacia el lado del sol poniente será su tierra.
5 Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Estaré contigo así como estuve con Moisés, no te olvidaré ni te abandonaré jamás.
6 ¡Sé valiente y ten ánimo! Tú harás que este pueblo tome posesión del país que juré darles a sus padres.
7 ¡Sé valiente y ten ánimo! Trata de observar en todos sus puntos la ley que te dio mi servidor Moisés. No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito por donde vayas.
8 Releerás constantemente este libro de la Ley. Lo meditarás día y noche para que actúes en todo según lo que allí está escrito: de ese modo llevarás a cabo tus proyectos y tendrás éxito.
9 Esta es mi orden: Sé valiente y ten ánimo; no tiembles ni tengas miedo; Yavé tu Dios está contigo adonde quiera que tú vayas».
10 Josué dio esta orden a los escribas del pueblo:
11 «Recorran el campamento y den al pueblo estas instrucciones: Preparen sus provisiones, porque en tres días más van a atravesar el Jordán para ir a conquistar el país que les dará Yavé su Dios».
12 Josué se dirigió luego a la tribu de Rubén, a la de Gad y a la media tribu de Manasés:
13 «Acuérdense de lo que Moisés, el servidor de Yavé, les mandó: Yavé su Dios, dijo, les ha dado este territorio para que sea el descanso de ustedes.
14 Pero van a dejar a sus mujeres, a sus niños, y a sus rebaños en este territorio que Moisés les dio a este lado del Jordán, y pasarán armados delante de sus hermanos. Todos ustedes, que son guerreros valientes, los ayudarán
15 hasta que Yavé haya dado a sus hermanos el descanso así como lo hizo con ustedes, y hasta que tomen posesión también del territorio que Yavé les asignó. Entonces volverán ustedes a las tierras que les tocaron, es decir, al territorio que les dio Moisés, a este lado del Jordán, hacia el lado del sol naciente».
16 Le respondieron a Josué: «Haremos todo lo que nos mandes e iremos adonde quieras enviarnos.
17 Te obedeceremos en todo igual como obedecimos a Moisés. Y ojalá Yavé tu Dios esté contigo así como estuvo con Moisés.
18 Aquel que no te obedezca ni haga caso de lo que tú mandes será reo de muerte; en cuanto a ti, sé valiente y manténte firme».

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Comentarios Josué, capítulo 1
1,1

Al igual que todos los profetas que surgieron a continuación en Israel, Josué aparece aquí como el «servidor de Yavé» que medita su palabra día y noche (Sal 1,2). Y la primera imagen bíblica que vendrá a la mente de la comunidad cristiana primitiva para hablar de Jesús, será la del «santo servidor de Dios» (He 3,13; 3,26; 4,27; 4,30). Así se dibuja la figura de un Salvador (Josué, como Jesús, significa «Yavé-salva») que introduce al Pueblo de Dios en su tierra y en su descanso. Josué aparece en la Biblia como una prefiguración de Jesús y la Carta a los Hebreos lo dará a entender en el capítulo 4.

Les daré cualquier lugar que pise tu pie (3). Así se nos enseña cómo debemos esperar los beneficios de Dios. El no hace las cosas en lugar nuestro: hace que nos superemos para conquistarlas. La tierra que Yavé da a los israelitas será suya cuando la hayan conquistado.

Bien es verdad que el Evangelio no habla de conquistas terrenales, pero la Biblia muestra que el Evangelio no podía ser entendido sino por un pueblo que hubiera luchado para conquistar su tierra y su propia identidad, para luego crear su propia cultura.
Josué (Jos) Capítulo 2
La historia de Rahab
1 Josué, hijo de Nun, despachó desde Sitim secretamente a dos espías. Les dijo: «¡Vayan! Observen bien el terreno y la ciudad de Jericó». Después de recorrer su camino, entraron en casa de una prostituta que se llamaba Rahab; allí pasaron la noche.
2 Le avisaron al rey de Jericó: «Unos hombres israelitas llegaron aquí, han venido para observar el terreno».
3 Entonces el rey de Jericó mandó a decir a Rahab: «Haz que salgan esos hombres que se han alojado en tu casa, pues han venido para informarse de nuestro territorio».
4 Pero la mujer escondió a los hombres y respondió: «Esos hombres que llegaron a mi casa
5 se fueron al caer la noche, cuando se cierra la puerta de la ciudad, y no sé para dónde partieron. Si ustedes salen inmediatamente en su persecución, tal vez los atrapen».
6 En realidad, los había hecho subir a su terraza y los había escondido bajo unos atados de lino que tenía allí.
7 La gente se lanzó en su persecución en dirección al Jordán, hacia el lado de los vados, y apenas salieron, se cerró la puerta de la ciudad.
8 Todavía no se habían acostado los dos hombres, cuando ella los fue a ver en la terraza.
9 Les dijo: «Sé que Yavé les ha entregado este país; han sembrado el pánico en medio de nosotros y toda la gente de este país está atemorizada con ustedes.
10 Nos han dicho de qué manera Yavé secó ante ustedes el mar de los Juncos cuando salían de Egipto, y lo que ustedes hicieron a los dos reyes de los amoreos al otro lado del Jordán, a Sijón y a Og, a los que condenaron al anatema.
11 Cuando lo supimos se nos paró el corazón y al verlos acercarse todo el mundo está ahora lleno de miedo, porque Yavé, su Dios, es Dios tanto arriba en los cielos como abajo en la tierra.
12 Pero ya que les he hecho un favor, júrenme por Yavé que también ustedes harán un favor a la casa de mi padre,
13 y dejen que vivan mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas y todo lo que les pertenece. Líbrennos de la muerte».
14 Los hombres respondieron: «Te lo juramos por nuestras propias cabezas; con tal que tú no reveles nuestra conversación, te trataremos con bondad y fidelidad cuando Yavé nos entregue este país».
15 Los ayudó a bajar por la ventana, porque su casa estaba construida junto a la muralla.
16 Les dijo: «Huyan a los cerros para que no los encuentren los que los persiguen. Quédense allí escondidos tres días, hasta que regresen los que los persiguen, luego sigan su camino».
17 Los hombres le dijeron: «Respetaremos el juramento que te hemos hecho.
18 Cuando entremos en este territorio, amarrarás este cordón de hilo rojo a la ventana por donde nos hiciste bajar. Reunirás junto a ti, en tu casa, a tu padre, tu madre, tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
19 Si alguno de entre ellos abre la puerta y sale de la casa, será responsable de su muerte y nosotros quedaremos libres, pero si los nuestros ponen la mano encima de cualquiera que esté contigo en tu casa, nosotros seremos responsables.
20 Pero no cuentes a nadie nuestro acuerdo, porque si no quedaremos libres del juramento que acabamos de hacer».
21 Les dijo: «Que sea como acaban de decírmelo». Los despidió y se fueron; luego amarró el cordón rojo a su ventana.
22 Los hombres al salir se dirigieron a los cerros. Allí estuvieron tres días mientras los que los perseguían buscaban a lo largo del camino, sin encontrar nada.
23 Los dos hombres entonces bajaron de los cerros y atravesaron el Jordán. Se presentaron luego a Josué, hijo de Nun, y le contaron toda su aventura.
24 Y añadieron: «Yavé ha puesto todo ese país en nuestras manos; todos los habitantes de ese país están asustados con nosotros».

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Comentarios Josué, capítulo 2
2,1

Una prostituta recibe a los espías de Josué y ellos le prometen perdonarle la vida a ella y a todo su grupo familiar. Las murallas enormes de Jericó habían sido destruidas un siglo antes, y la población se había instalado de nuevo dentro sin repararlas. Imaginemos a toda esa gente reunida en una casa edificada con las mismas ruinas de la muralla.

Este acontecimiento menor tiene valor de signo. El autor del libro pone en boca de Rahab una declaración de fe en Yavé, el Dios que vive y que va a entregar el país al pueblo hebreo. A causa de esta fe, Rahab será salvada.

La tradición judía la reconocía como antepasada del rey David, y el Evangelio la nombra en la genealogía de Jesús (Mt 15).
Josué (Jos) Capítulo 3
Los israelitas pasan el Jordán
1 Josué se levantó muy de madrugada. Partieron de Sitim y llegaron a orillas del Jordán; allí pasaron la noche esperando atravesarlo.
2 Al cabo de tres días, los escribas recorrieron el campamento,
3-4 y dieron al pueblo estas instrucciones: «Apenas vean el Arca de la Alianza de Yavé su Dios y a los sacerdotes levitas que la transportan, dejarán el lugar donde están y la seguirán, para que les enseñe el camino, ya que es un camino por donde nunca han pasado ».
5 Josué dijo al pueblo: «Santifíquense, porque mañana Yavé hará cosas prodigiosas en medio de ustedes».
6 Y a los sacerdotes les dijo: «Tomen el Arca de la Alianza y colóquense a la cabeza del pueblo». Levantaron pues el Arca de la Alianza y se pusieron al frente del pueblo.
7 Yavé dijo a Josué: «Hoy día te voy a engrandecer en presencia de todo Israel y sabrán que estoy contigo, así como estuve con Moisés.
8 Y tú darás esta orden a los sacerdotes que transportan el Arca de la Alianza: Apenas lleguen a orillas del caudal del Jordán, se detendrán en el Jordán.
9 Josué se dirigió a los israelitas: «¡Acérquense y escuchen las palabras de Yavé su Dios!
10 Ustedes van a tener aquí la prueba de que el Dios vivo está en medio de ustedes y que por ustedes despojará a los cananeos, a los hititas, los jeveos, los fereceos, los guirgaceos, los amoreos y los jebuseos.
11 El Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va ahora a atravesar delante de ustedes el Jordán. (
12 Escojan doce hombres, uno para cada una de las tribus de Israel).
13 Y apenas la planta de los pies de los sacerdotes que transportan el Arca de Yavé, el Señor de toda la tierra, haya tocado las aguas del Jordán, las aguas del Jordán que vienen de río arriba se detendrán«.
14 Cuando el pueblo levantó sus tiendas para atravesar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza se pusieron a la cabeza del pueblo.
15 Era el tiempo de la cosecha y el Jordán desbordaba por todas sus orillas. Pues bien, apenas llegaron al Jordán los que llevaban el Arca, y apenas tocaron el agua los pies de los sacerdotes que transportaban el Arca,
16 el caudal que bajaba de arriba se detuvo y se amontonó a una gran distancia, a la altura de Adán, el pueblo vecino de Sartán. Durante ese tiempo, las aguas que bajaban al mar de la Araba, el Mar Salado, se derramaron porque habían sido cortadas, de tal manera que el pueblo atravesó frente a Jericó.
17 Los sacerdotes que transportaban el Arca de la Alianza de Yavé se mantuvieron inmóviles en seco, en medio del Jordán, hasta que la nación terminó de atravesarlo. Is rael pasó por un camino seco.

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Comentarios Josué, capítulo 3
3,1

No siempre el Jordán ha sido la frontera del país de Israel: según las victorias o las derrotas, Israel poseía las tierras al este del Jordán o perdía las ubicadas al oeste. Sin embargo, el Jordán ha representado siempre la frontera de la tierra prometida para el pueblo de Dios. Así es como vemos que las tribus de Rubén y de Gad, ya instaladas al este del río, son obligadas por Moisés y luego por Josué a franquear el río con sus hermanos: es sólo con esta condición que serán también considerados como verdaderos herederos de la tierra prometida. Esto explica por qué el paso del Jordán trás Josué tuvo una importancia tan grande tanto en la tradición judía como en la cristiana. En esta travesía, igual que en la del Mar Rojo, vemos que Dios es el único gran actor de la entrada en la tierra prometida. En el momento en que los portadores del Arca, en la cual descansa la Gloria de Yavé, tocan las aguas del río, es cuando éstas dejan de correr. Y cuando los portadores salen del río, una vez que ha pasado todo el mundo, las aguas retoman su curso.

De esta manera Dios, llevado en su Arca, abre y cierra la puerta de la tierra prometida (Ap 3,7). Del mismo modo Jesús, nueva arca de la alianza en quien reside la plenitud de la divinidad (Col 2,9), bajará a las aguas del Jordán para abrir a los hombres las puertas de la nueva tierra prometida.

Si reconocemos tanto en el paso del Jordán como en la travesía del Mar Rojo un símbolo del bautismo, debemos antes que nada recalcar que este relato nos proporciona una de las claves principales del libro de Josué. A pesar de las apariencias, este libro del Antiguo Testamento no es un informe militar de las conquistas de Josué; es más bien un libro litúrgico. A lo largo de todo el libro es Dios quien está actuando: él es quien concede o retira sus bendiciones de acuerdo a la fidelidad o infidelidad de su pueblo. Y cuando el libro llega a su fin, vemos que se invita al pueblo a una profesión de fe solemne (Jos 24). Cada vez que la Iglesia nos invita como Josué a renovar nuestra profesión de fe, ya sea en el bautismo o en la Vigilia pascual, retomamos una larga tradición del pueblo de los creyentes.

El caudal que bajaba de arriba se detuvo y se amontonó a una gran distancia (16). Dos o tres veces, en los últimos siglos, se produjeron semejantes derrumbes de terrenos en el valle del Jordán más arriba de este sector, que dejaron seco el río por espacio de algunas horas, hasta que la corriente venció el obstáculo. Podemos pensar que fue un fenómeno semejante lo que permitió a Josué y a su pueblo entrar en la tierra prometida atravesando a pie el lecho seco del río.
Josué (Jos) Capítulo 4
1 Cuando toda la nación terminó de atravesar, Yavé dijo a Josué:
2 «Elijan entre ustedes a doce hombres, uno por tribu.
3 Les dirán que tomen doce piedras de en medio del Jordán y las lleven al lugar donde pasarán la noche; allí las depositarán».
4 Josué reunió a los doce hombres que habían escogido entre los israelitas, uno por cada tribu,
5 y les dijo: «Vayan al medio del Jordán y échese cada uno una piedra sobre su hombro, según el número de las tribus de Israel.
6 Serán para ustedes una señal, cuando mañana sus hijos les pregunten: ¿Qué significan para ustedes esas piedras?
7 Entonces les responderán: Las aguas del Jordán se separaron ante el Arca de la Alianza de Yavé cuando ésta atravesó el Jordán. Esas piedras serán para siempre un recuerdo para los israelitas».
8 Los israelitas hicieron pues como Josué les había ordenado. Tomaron doce piedras del cauce del Jordán, como Yavé se lo había dicho a Josué, según el número de las tribus de Israel y las transportaron para depositarlas en el lugar donde se detendrían.
9 Josué hizo que se erigieran doce piedras en el lecho del Jordán, en el lugar donde se detuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza, y están allí todavía.
10 Los sacerdotes que llevaban el Arca, estuvieron detenidos en medio del Jordán hasta que hubo dicho al pueblo todo lo que Yavé había ordenado. Luego, todo el pueblo se apresuró en atravesar.
11 Cuando todo el pueblo hubo atravesado, el Arca de Yavé pasó y los sacerdotes se colocaron de nuevo a la cabeza del pueblo.
12 Conforme a lo que Moisés había mandado, la tribu de Rubén, la de Gad y la media tribu de Manasés se pusieron armados al frente de los israelitas.
13 Eran más o menos cuarenta mil hombres que formaban la vanguardia de Yavé y que avanzaban hacia las llanuras de Jericó.
14 Ese día Yavé engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel y se le temió como se había temido a Moisés durante toda su vida.
15 Yavé dijo a Josué:
16 «Ordena a los sacerdotes que llevan el Arca del Testimonio que salgan del Jordán».
17 Josué ordenó pues a los sacerdotes: «¡Salgan del Jordán!»
18 Pues bien, cuando los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza de Yavé salieron del Jordán y cuando tocaron sus pies tierra firme, las aguas del Jordán volvieron a su lugar y desbordaron por ambas orillas como en los días anteriores.
19 Era el diez del primer mes; el pueblo subió del Jordán e instaló su campamento en Guilgal, al oriente de Jericó.
20 Josué ordenó que se erigieran en Guilgal las doce piedras que se habían tomado en el Jordán.
21 Luego dijo a los israelitas: «Cuando mañana sus hijos les pregunten qué hacen estas piedras aquí,
22 ustedes les responderán: Esto es porque Israel atravesó el Jordán en seco.
23 Yavé dejó en seco el lecho del Jordán ante nosotros cuando lo atravesamos, lo mismo que dejó en seco el mar de los Juncos para que lo atravesemos.
24 ¡Sepan, pues, todos los pueblos de la tierra, cuán poderosa es la mano de Yavé, y teman siempre a Yavé nuestro Dios!»

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Comentarios Josué, capítulo 4
4,21

¿Qué hacen estas piedras aquí? ¿Qué significa tal monumento, tal fiesta? Y cada vez se contestaba narrando algún acontecimiento en que Yavé había socorrido a su pueblo. Con semejantes preguntas se enseñaba la fe en Israel; el israelita no sabía mucho de religión, pero cada lugar de su país le recordaba que Dios era el salvador de su pueblo.

Josué establece su campamento en Guilgal. De ahí organiza sus asaltos, y lo veremos volver a Guilgal después de cada victoria, antes que se reúnan las fuerzas cananeas.

Es fácil ver que se funden aquí varios relatos que no concuerdan en todo. ¿Se pusieron doce piedras en el campamento (4,3), o se colocaron en el lecho del Jordán (4,9)? Poco importa. A lo mejor estas piedras ya estaban antes que Josué y los israelitas y formaban el santuario de un lugar de culto pagano, muy cerca de Guilgal. Pero, después de la conquista, los sacerdotes quisieron darles una significación religiosa de acuerdo con la fe, como ya vimos en Exodo 12,15.
Josué (Jos) Capítulo 5
La entrada en la Tierra Prometida: la circuncisión y la Pascua
1 Todos los amoreos que se encontraban al oeste del Jordán, así como los cananeos que estaban cerca del mar se enteraron que Yavé había dejado en seco el lecho del Jordán ante los israelitas, hasta que hubiéramos pasado. Perdieron entonces la valentía y les entró el pánico al acercarse los israelitas.
2 En ese tiempo, Yavé dijo a Josué: «Hazte unos cuchillos de silex para circuncidar de nuevo a los israelitas».
3 Josué hizo unos cuchillos de silex y circuncidó a los israelitas en la Colina de los Prepucios.
4 Josué ordenó esta circuncisión porque todo el pueblo que había salido de Egipto, todos los hombres adultos, ha bían muerto en el desierto a lo largo del camino, después de su salida de Egipto.
5 Todo el pueblo de la salida había sido circuncidado pero todos los nacidos en el desierto durante el trayecto, después de la salida de Egipto, no estaban circuncidados.
6 Los israelitas habían caminado cuarenta años por el desierto hasta que desaparecieron los adultos que habían salido de Egipto, toda esa generación que no había escuchado la voz de Yavé. Yavé se lo había jurado: «Ustedes no verán el territorio que prometí darles a sus padres, tierra donde destila la leche y la miel».
7 Pero en su lugar habían nacido sus hijos y éstos estaban sin circuncidarse, porque no se les había circuncidado durante el trayecto. Josué los circuncidó.
8 Cuando se terminó la circuncisión de todo el pueblo, se quedaron acampados en ese lugar hasta la curación.
9 Yavé dijo entonces a Josué: «Hoy he lanzado lejos de ustedes la vergüenza de Egipto». Por eso dieron a ese lugar el nombre que tiene todavía: Guilgal.
10 Los israelitas acamparon en Guilgal y la tarde del décimo cuarto día del mes celebraron la Pascua en las llanuras de Jericó.
11 Al día siguiente de la Pascua, comieron de los frutos del país, panes sin levadura y grano tostado.
12 El maná dejó de caer el día antes, en vista de que ya se alimentaban de los frutos del país. Los israelitas no tuvieron más maná; a partir de ese año se alimentaron de los frutos del país de Canaán.
13 Estando Josué cerca de Jericó, levantó la vista y vio a un hombre de pie delante de él, con una espada desenvainada en la mano. Josué fue donde él y le dijo: «¿Estás en favor nuestro o de nuestros enemigos?»
14 Respondió: «Soy el jefe del ejército de Yavé, y acabo de llegar». Entonces Josué cayó con el rostro en tierra y se postró. Luego le dijo: «¿Qué dice mi Señor a su servidor?»
15 El jefe del ejército de Yavé respondió a Josué: «Quítate la sandalia de tu pie, porque el lugar donde estás es un lugar santo». Así lo hizo Josué.

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Comentarios Josué, capítulo 5
5,1

En su primer campamento los hombres de Josué celebran el primer culto religioso. Se procede a la circuncisión (Gén 17,10). Esta era en Israel el signo de la entrada en la comunidad religiosa. Para insistir en esta obligación, el libro nota que, al entrar en la Tierra Santa, todo el pueblo la recibió.

El maná dejó de caer... ya se alimentaban de los frutos del país (12). Ver en Exodo 16 las explicaciones respecto del maná y sus leyendas.

Con este hecho se inician tiempos nuevos. La religión de los israelitas, hasta ese momento, era la de un pueblo nómada. Ahora empieza una crisis profunda que durará hasta el rey David, mientras los israelitas tratan de adaptarse a su nueva condición de campesinos y ciudadanos e inventan poco a poco una forma de religión adaptada a esta nueva condición.
Josué (Jos) Capítulo 6
La toma de Jericó
1 La ciudad de Jericó estaba cerrada por miedo a los israelitas; la habían cerrado y nadie salía ni entraba.
2 Yavé dijo a Josué: «¡Mira! Pongo a Jericó en tus manos con su rey y sus mejores soldados.
3 Ustedes los hombres de guerra van a dar una vuelta completa a la ciudad y harán lo mismo cada día durante seis días.
4 Siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de los jubileos delante del Arca. El séptimo día darán siete vueltas a la ciudad, luego los sacerdotes tocarán la trompeta.
5 Cuando el sonido del cuerno de carnero se prolongue, todo el mundo lanzará el grito de guerra. Entonces se derrumbará la muralla de la ciudad y todo el pueblo se lanzará al asalto, cada uno por el lugar que tenga al frente».
6 Josué, hijo de Nun, reunió pues a los sacerdotes y les dijo: «Llevarán el Arca de la Alianza, y siete sacerdotes llevarán las siete trompetas de los jubileos delante del Arca de Yavé».
7 Luego volviéndose al pueblo, le dijo: «Pasen y den una vuelta completa a la ciudad; los hombres armados irán delante de Yavé».
8 Cuando Josué hubo hablado al pueblo, los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de los jubileos delante de Yavé, pasaron e hicieron sonar cada uno su trompeta; el Arca de la Alianza de Yavé iba detrás de ellos.
9 Los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban la trompeta, y la retaguardia caminaba detrás del Arca. Se avanzaba al son de trompetas.
10 Josué había dado al pueblo esta orden: «¡No lancen el grito de guerra! Que no se les oiga hasta cuando les diga: ¡Griten! Entonces lanzarán el grito de guerra».
11 El Arca de la Alianza caminó alrededor de la ciudad. Dio una vuelta completa alrededor de ella y luego regresaron al campamento donde pasaron la noche.
12 Josué se levantó muy temprano y los sacerdotes tomaron el Arca de Yavé.
13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas delante del Arca de Yavé se pusieron en camino y tocaron la trompeta. Los hombres armados iban delante de ellos y la retaguardia seguía al Arca de Yavé. Se avanzaba al son de trompetas.
14 El segundo día se dio de nuevo una vuelta entera a la ciudad y luego regresaron al campamento y así se hizo durante seis días.
15 El séptimo día, cuando despuntaba el alba, se dieron siete vueltas alrededor de la ciudad.
16 A la séptima vez, cuando los sacerdotes tocaban la trompeta, Josué dijo al pueblo: «¡Lancen el grito de guerra! ¡Yavé les entrega la ciudad!
17 La ciudad con todo lo que hay en ella será condenada al anatema, en honor de Yavé. Sólo se salvará Rahab la prostituta con todos los que estén con ella en su casa.
18 En cuanto a ustedes, cuídense de tomar lo que ha sido condenado al anatema, no sea que ustedes mismos se vuelvan anatema y atraigan la desgracia sobre el campamento de Israel.
19 Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro serán consagrados a Yavé e ingresarán al tesoro de Yavé».
20 El pueblo lanzó entonces el grito de guerra y resonó la trompeta. Apenas oyó el pueblo el sonido de la trompeta, lanzó el gran grito de guerra y la muralla se derrumbó. El pueblo entró en la ciudad, cada uno por el lugar que tenía al frente y se apoderaron de la ciudad.
21 Siguiendo el anatema, se masacró a todo lo que vivía en la ciudad: hombres y mujeres, niños y viejos, incluso a los bueyes, corderos y burros.
22 Josué dijo a los dos hombres que habían espiado el país: «Entren en la casa de la prostituta y saquen a esa mujer con todo lo que le pertenece, como se lo juraron».
23 Los jóvenes que habían sido enviado en reconocimiento entraron y sacaron a Rahab, a su padre, su madre y sus hermanos, con todas sus pertenencias. Instalaron a toda la familia fuera del campamento de Israel.
24 Luego prendieron fuego a la ciudad y a todo lo que había en ella. Pero depositaron en el tesoro de la Casa de Yavé la plata, el oro como también los objetos de bronce o de hierro.
25 Josué dejó con vida a Rahab la prostituta y a la familia de su padre con todo lo que le pertenecía. Esta ha vivido en Israel hasta el día de hoy, porque ocultó a los espías que Josué había enviado para que exploraran Jericó.
26 En ese momento Josué hizo este juramente: «Maldiga Yavé al que quiera reconstruir esta ciudad. Pondrá sus cimientos a costa de su hijo mayor, instalará las puertas a costa de su hijo menor».
27 Yavé estaba con Josué y su fama se extendió por todo el país.

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Comentarios Josué, capítulo 6
6,1

Con la toma de Jericó empieza la conquista. Jericó es hecho anatema, es decir, apartado para Dios. El pueblo renuncia a todo botín, entrega las cosas al tesoro de Yavé y mata a los seres vivos en vez de adueñarse de los animales y reducir a esclavitud a los hombres. Esta misma palabra, anatema, pasará a significar que alguien lleva la maldición de Dios (Rom 9,3). Esto se practicaba en varios pueblos; aquí, al destruir todo lo que era cananeo, Israel se preservaba de adoptar la cultura y la religión materialista de los cananeos.

El lector moderno a veces se escandaliza. ¿Cómo pudo Dios ordenar una guerra así? Y Josúe, ¿cómo pensó agradar a Dios ordenando matar a todos, incluso a los niños?

Es necesario fijarse cuándo tuvo lugar dicha conquista, y cuándo fue escrito el libro.

La conquista tuvo lugar en el siglo XIII antes de Cristo. Nos cuesta penetrar la mentalidad de esa época: en Canaán se quemaba a los niños sacrificándolos a los dioses paganos; en Asiria se desollaban vivos a los prisioneros. Israel conquistó Palestina a la fuerza, como cualquier pueblo errante del mundo. Dios empezaba la educación de su pueblo; para empezar no podía esperar que ya estuviera educado. Las victorias sangrientas fueron una etapa en el camino que condujo a la conciencia nacional. En ese sentido no podemos, en nombre de la paz, despreciar a los héroes de las guerras pasadas.

Por otra parte, el presente libro fue escrito en el siglo VII antes de Cristo, en el pequeño reino de Judá, rodeado de poderosos vecinos entre los cuales trataba de sobrevivir pacíficamente. Entonces se amplió el relato de las victorias y matanzas del pasado (comparar al respecto 2 Sam 12,31, escrito por un contemporáneo de los hechos, y 1 Crón 20,3, escrito cuatro siglos más tarde); el autor quería mostrar a sus contemporáneos que no debían temer, ya que Dios estaba con ellos. Así, pues, cuando se dice: Yavé ordenó a Josué el anatema, no debemos pensar en una intervención especial de Dios (ver comentario de Gén 16). Estas palabras significan solamente que al decidir el anatema conforme a la mentalidad de ese tiempo, Josué preservaba la fe de Israel. El Evangelio no es menos tajante que la espada de Josué, ni menos indulgente con nuestros ídolos y miedos, aun cuando rechaza la violencia y, por supuesto, el fanatismo de esos tiempos primitivos.
Josué (Jos) Capítulo 7
Acán desobedece la ley del anatema
1 Los israelitas cometieron una grave infidelidad a propósito del anatema. Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdi, hijo de Zerá, de la tribu de Judá, tomó cosas prohibidas por el anatema, y estalló la cólera de Yavé contra los israelitas.
2 Desde Jericó, Josué envió hombres a Aí, que está al lado de Betaven, al este de Betel. «Suban y exploren el terreno», les dijo. Esos hombres fueron a reconocer la ciudad de Aí.
3 A su regreso dijeron a Josué: «No vale la pena movilizar a todo el pueblo, basta que suban hasta Aí dos o tres mil hombres para conquistarla, pero no fatigues a todo el pueblo, porque sus habitantes son muy pocos.
4 Subieron más o menos tres mil hombres del pueblo, pero los habitantes de Aí los rechazaron.
5 La gente de Aí les mataron como treinta y seis hombres y luego los persiguieron desde la puerta de la ciudad hasta Sebarim. En la bajada los masacraron. Presa del miedo, el pueblo se desanimó.
6 Entonces Josué rasgó su ropa y estuvo postrado con el rostro en tierra ante el Arca de Yavé hasta la tarde. El y los ancianos de Israel se echaron polvo en sus cabezas.
7 Josué dijo entonces: «¡Ay! ¡Señor Yavé! ¿Para qué hiciste que este pueblo atravesara el Jordán? ¿Fue acaso para entregarnos en manos de los amoreos y hacernos morir? ¿Por qué no nos quedamos mejor al otro lado del Jordán?
8 Señor, Israel ha vuelto la espalda frente a sus enemigos: ¿qué puedo decir ahora?
9 Los cananeos y todos los habitantes de este país lo van a saber, nos cercarán y borrarán nuestro nombre de este país. ¿Qué vas a hacer por el honor de tu gran nombre?»
10 Yavé respondió a Josué: «¡Levántate! ¿Por qué estás ahí tirado con el rostro en tierra?
11 Israel pecó, fue infiel a la Alianza que le prescribí. Tomaron objetos prohibidos por el anatema, los robaron, mintieron y los escondieron en el equipaje.
12 Los israelitas no opondrán más resistencia a sus enemigos, darán vuelta la espalda frente a sus adversarios, porque se volvieron anatemas. Ya no estaré más con ellos mientras no quiten el anatema de entre ustedes.
13 Pues bien, vas a santificar a los israelitas. Les dirás: Santifíquense para mañana, porque esto dice Yavé, el Dios de Is rael: El anatema está en medio de ustedes, israelitas, y ustedes no opondrán resistencia a sus enemigos hasta que no hayan quitado de entre ustedes el anatema.
14 Por eso comparecerán mañana por tribus. La tribu que retenga Yavé comparecerá por familias, la familia que retenga Yavé comparecerá por casas, y la casa que retenga Yavé comparecerá por cabezas.
15 El que haya sido designado será quemado en la hoguera con todo lo que le pertenezca, porque fue infiel a la Alianza de Yavé y cometió un crimen en Israel».
16 Al día siguiente, Josué se levantó muy de madrugada e hizo que compareciera Israel. Fue retenida la tribu de Judá.
17 Hizo comparecer las familias de Judá y fue retenida la familia de Zerá. Hizo que compareciera la familia de Zerá por casas y fue retenida la casa de Zabdi.
18 Hizo que compareciera la casa de Zabdi por cabezas y fue retenido Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdi, hijo de Zerá, de la tribu de Judá.
19 Entonces Josué dijo a Acán: «¡Di la verdad delante de Yavé, el Dios de Israel, hijo mío! ¡Ríndele homenaje! Dime lo que hiciste y no me ocultes nada».
20 Acán respondió a Josué: «Es cierto, pequé contra Yavé, el Dios de Israel, y esto fue lo que hice:
21 En medio de los despojos vi un hermoso manto de Chinear, doscientas piezas de plata y un lingote de oro que pesaba cincuenta siclos. Cedí a la tentación y los tomé. Están ocultos en el suelo, en el centro de mi tienda y la plata está debajo».
22 Josué mandó a dos hombres. Corrieron a la tienda: todo estaba en la tienda bien escondido y la plata estaba debajo.
23 Lo sacaron entonces de la tienda y lo llevaron a donde estaba Josué con todo Is rael. Y lo depositaron todo delante de Yavé.
24 Josué y todo Israel tomaron a Acán, hijo de Zerá, con la plata, el manto, el lingote de oro, los hijos y las hijas de Acán junto con sus bueyes, sus burros, sus ovejas, su tienda y todo lo que le pertenecía, y los llevaron al valle de Acor.
25 Entonces Josué le dijo: «¿Por qué atrajiste la desgracia sobre nosotros? Que Yavé, hoy día, te traspase a ti la desgracia». Y todo Israel lo apedreó. Los quemaron en la hoguera y los apedrearon.
26 Encima de Acán se levantó un gran montón de piedras que está allí todavía, y Yavé se apaciguó del ardor de su cólera. Por eso, hasta el día de hoy llaman a ese lugar: el valle de Acor.

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Comentarios Josué, capítulo 7
7,1

Todo el botín fue hecho anatema, es decir, consagrado a Dios. Que sea quemado o bien depositado en el tesoro del Santuario, es ofrecido a Yavé. Acán ha robado a Dios y según la manera de expresarse de ese tiempo, lo robado se vuelve maldición que se pega a él y a su familia. Tal vez este hecho debe hacernos reflexionar sobre lo serios que son nuestros compromisos cuando decidimos consagrar a Dios nuestro tiempo o nuestra persona.
Josué (Jos) Capítulo 8
Josué conquista Aí
1 Yavé dijo a Josué: «¡No temas ni tengas miedo! Reúnete con todos los hombres de guerra y vayan a atacar a Aí. Pues has de saber que puse en tus manos al rey de Aí y a su pueblo, su ciudad y su territorio.
2 Tratarás a Aí y a su rey igual como trataste a Jericó y a su rey, pero podrán tomar el botín: sus despojos y el ganado. Prepara pues ahora una emboscada detrás de la ciudad».
3 Josué se levantó con todos los hombres de guerra para atacar a Aí; Josué eligió treinta mil hombres, valientes guerreros, y los envió de noche.
4 Les dio esta orden: «Pónganse en emboscada muy cerca de la ciudad, detrás de ella.
5 Yo y todo el pueblo que está conmigo nos aproximaremos a la ciudad y cuando salgan a nuestro encuentro como la otra vez, emprenderemos la fuga.
6 Saldrán detrás de nosotros y los atraeremos lejos de la ciudad. Porque pensarán que huimos de ellos como la vez anterior.
7 En ese momento saldrán ustedes de su emboscada y ocuparán la ciudad, ya que Yavé su Dios la puso en manos de ustedes.
8 Cuando se hayan apoderado de la ciudad, le prenderán fuego. ¡Estas son mis órdenes!»
9 Luego Josué los despachó y se fueron a la emboscada entre Betel y Aí, al oeste de Aí.
10 Josué se levantó muy temprano y pasó revista al pueblo. Luego, junto con los ancianos de Israel, avanzó hacia Aí, a la cabeza del pueblo.
11 Todos los hombres de guerra que estaban con él subieron, se acercaron y llegaron frente a Aí. Acamparon al norte de la ciudad, dejando de por medio el valle entre ellos y Aí.
12 Josué tomó entonces cinco mil hombres y los puso en emboscada entre Betel y Aí, al oeste de la ciudad.
13 El pueblo había instalado su campamento al oeste de Aí. Josué pasó la noche con el pueblo.
La toma y desmantelamiento de Aí
14 Al ver esto, el rey de Aí se levantó muy temprano y salió con todo su pueblo al encuentro de Israel para atacarlo en la bajada que lleva a la Araba. No sabían que se había preparado contra ellos una emboscada detrás de la ciudad.
15 Josué y todo Israel se dejaron vencer por ellos y se batieron en retirada por la ruta del desierto.
16 Entonces toda la gente que estaba en la ciudad se juntó para perseguirlos; persiguieron a Josué y se dejaron llevar lejos de la ciudad.
17 Por último no quedó nadie más en Aí; todo el mundo perseguía a Israel. Incluso habían dejado abierta la ciudad cuando se lanzaron en persecución de Israel.
18 Yavé dijo entonces a Josué: «Esgrime la lanza que tienes en tu mano hacia Aí, que te la voy a entregar en tus manos». Josué tendió la lanza que tenía en la mano hacia la ciudad,
19 y apenas hubo hecho el gesto, los que estaban emboscados salieron del lugar donde se encontraban. Corrieron, entraron en la ciudad y se la tomaron, luego prendieron fuego a la ciudad.
20 Al darse vuelta, los hombres de Aí vieron el humo que subía desde la ciudad al cielo. No sabían por dónde escapar, porque el pueblo que hasta ese momento huía al desierto, se volvía ahora contra ellos y los perseguía.
21 Josué y todo Israel habían visto que los que estaban emboscados se habían apoderado de la ciudad, porque el humo subía de la ciudad. Regresaron pues y aplastaron a los hombres de Aí.
22 Estos se toparon con los israelitas por los dos lados, porque los de la emboscada salían ahora de la ciudad a su encuentro. Los masacraron sin dejarles ni un sobreviviente ni un escapado.
23 Los israelitas capturaron vivo al rey de Aí y se lo llevaron a Josué.
24 Israel acabó de masacrar a todos los habitantes de Aí, a los que perseguía en el campo o en el desierto: todos murieron a espada, hasta el último. Luego Israel se volvió contra Aí y pasó a cuchillo la ciudad.
25 El total de los que cayeron ese día, hombres y mujeres, fue de doce mil, todos habitantes de Aí.
26 Josué no bajó su mano que blandía la lanza hasta que todos los habitantes de Aí fueron condenados al anatema.
27 Entonces los israelitas tomaron posesión del ganado y del botín de la ciudad como Yavé se lo había ordenado a Josué.
28 Josué quemó Aí y la convirtió en un montón de ruinas para siempre, como se la ve todavía hoy.
29 Hizo colgar de un árbol al rey de Aí y allí lo dejó hasta la tarde. A la caída del sol Josué mandó que bajaran el cadáver del árbol; lo pusieron a la entrada de la ciudad y echaron encima un gran montón de piedras que se ven todavía hoy.
Josué renueva la Alianza en Siquem
30 Josué levantó entonces en el monte Ebal un altar en honor a Yavé, el Dios de Israel.
31 Era un altar de piedras naturales que no habían sido talladas por el hierro, como Moisés, el servidor de Yavé, lo había ordenado a los israelitas, y como está escrito en el Libro de la Ley de Moisés. Se dispusieron holocaustos en el altar en honor de Yavé y se ofrecieron sacrificios de comunión.
32 Josué escribió allí en unas piedras una copia de la Ley que Moisés había escrito en presencia de los israelitas.
33 Todo Israel, con sus ancianos, sus escribas y sus jueces, estaba allí formado a los dos lados del Arca, mirando a los sacerdotes levitas que llevaban el Arca de la Alianza de Yavé. El extranjero se mezclaba allí con el hombre de ese país. La mitad estaba al lado del monte Garizim y la otra mitad al lado del monte Ebal, según la orden que Moisés, el servidor de Yavé, había dado antes para la bendición del pueblo de Israel.
34 Josué leyó todas las palabras de la Ley, la bendición y la maldición, como está escrito en el Libro de la Ley.
35 Josué leyó las instrucciones de Moisés, sin exceptuar nada, en presencia de la comunidad de Israel, en presencia de las mujeres, de los niños y de los extranjeros que vivían con ellos.

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Comentarios Josué, capítulo 8
8,30

¿Qué significa esta alianza celebrada en Siquem? La Biblia nos presenta la historia antigua de Israel en forma algo ficticia cuando dice que las doce tribus estuvieron en Egipto, salieron con Moisés y llegaron con él a la tierra prometida. Diversos grupos habían tomado parte en la salida de Egipto (Ex 12,38). En Palestina se les juntaron otros grupos (33). Las tribus no eran un pueblo homogéneo ni un grupo cerrado y no constituían todavía una nación organizada. Sin embargo, esas tribus de fuerza desigual formaban un conjunto. Entre ellas predominaban las de Efraím y Manasés, pero, posteriormente, se desarrolló en el sur la tribu de Judá, a partir de grupos diversos, en especial los calebitas (Jue 1,12; Núm 13,30) y los quenitas (Jue 1,16).

La alianza de Siquem pudo ser la ocasión en la que todos aceptaron la fe y los mandamientos recibidos de Moisés.
Josué (Jos) Capítulo 9
La astucia de los gabaonitas para escapar a la destrucción
1 Los reyes de la región más allá del Jordán supieron todo eso. Inmediatamente, tanto en la montaña como en el llano, en la costa del Gran Mar como en los alrededores del Líbano, los hititas, amoreos, cananeos, fereceos, jeveos y jebuseos
2 se reunieron para atacar juntos a Josué y a Israel.
3 Los habitantes de Gabaón sabían cómo Josué había tratado a Jericó y a Aí,
4 y decidieron recurrir a una astucia. Tomaron provisiones para el viaje, pero pusieron en sus burros sacos gastados, pellejos de vino raídos, reventados y parchados.
5 Se pusieron en los pies sandalias rotas y remendadas, se vistieron con ropas viejas, y el pan que llevaban en sus alforjas estaba duro y se desmenuzaba.
6 Se presentaron ante Josué en el campamento de Guilgal y esto fue lo que le contaron a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano, hagan pues alianza con nosotros».
7 Los hombres de Israel respondieron a esos jeveos: «¿Y si ustedes viven cerca de nosotros? ¿Cómo podríamos en ese caso hacer una alianza con ustedes?»
8 Pero respondieron a Josué: «¡Somos tus servidores!» Josué agregó: «¿Quiénes son ustedes y de dónde vienen?»
9 Respondieron: «La fama de Yavé, tu Dios, nos movió a venir de un país muy lejano. Oímos hablar de todo lo que hizo en Egipto,
10 de todo lo que hizo a los dos reyes de los amoreos al otro lado del Jordán, a Sijón, rey de Jesbón y a Og, rey de Basán que estaban en Astarot.
11 Entonces nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro país nos dijeron: Junten provisiones para el viaje y vayan a verlos y díganles: Somos sus servidores, hagan pues alianza con nosotros.
12 Miren, nuestro pan estaba caliente todavía cuando lo tomamos en nuestras casas el día en que emprendimos el viaje para venir a verlos, y ahora está seco y se deshace.
13 Estos pellejos de vino eran nuevos cuando los llenamos, y ahora están rasgados. Nuestra ropa y nuestras sandalias están gastadas porque el viaje fue largo».
14 Los hombres de Israel compartieron con ellos sus provisiones sin consultar al oráculo de Yavé.
15 Josué les dio la paz y firmó con ellos una alianza que les garantizaba la vida; después de eso los jefes de la comunidad les hicieron un juramento.
16 Pero tres días después de haber firmado esa alianza, supieron que esa gente era vecina suya y que vivía cerca de ellos.
17 Los israelitas se pusieron en camino y llegaron a sus ciudades. Eran Gabaón, Carifá, Beerot y Quiriat-Yearim.
18 Los israelitas no los mataron porque los jefes de la comunidad les habían hecho un juramento en nombre de Yavé, el Dios de Israel, pero toda la comunidad murmuró contra los jefes.
19 Los jefes respondieron a la comunidad: «Les hicimos un juramento en nombre de Yavé, el Dios de Israel: ahora no podemos ponerles la mano encima.
20 Actuemos, pues, con ellos de esta manera: los dejaremos con vida para no atraer sobre nosotros una desgracia, debido al juramento que les hicimos,
21 pero serán los siervos de toda la comunidad, partirán la leña e irán a buscar el agua». Eso decidieron los jefes.
22 Josué los reunió y les dijo: «¿Por qué nos mintieron? Dijeron que venían de muy lejos, cuando en realidad viven cerca de nosotros.
23 Ustedes son ahora malditos, serán esclavos para siempre, partirán leña y traerán agua para la Casa de mi Dios».
24 Le respondieron: «Nos habían dado a conocer las instrucciones de Yavé tu Dios a Moisés, su servidor: Yavé les dará todo el país pero ustedes exterminarán a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas y por eso actuamos de esa manera.
25 Ahora estamos en tus manos, trátanos como te parezca bueno y justo».
26 Josué no los entregó a los israelitas para que fueran masacrados,
27 pero desde ese día debieron partir la leña e ir a buscar el agua para la comunidad, para el altar de Yavé, en el lugar que éste debía designar. Y todavía lo hacen.
Josué (Jos) Capítulo 10
El sol se detuvo sobre Gabaón
1 Adoni-Sedec, rey de Jerusalén, supo que Josué se había apoderado de Aí y que la había condenado al anatema: había tratado a Aí y a su rey como lo había hecho con Jericó y su rey. Supo también que los habitantes de Gabaón, que vivían en medio de los israelitas, habían hecho la paz con ellos,
2 y le entró mucho miedo. Porque Gabaón era una gran ciudad, como una capital real; era más grande que Aí y todos sus hombres estaban entrenados.
3 Por eso Adoni-Sedec, rey de Jerusalén, mandó a decir a Oham, rey de Hebrón, a Piream, rey de Jarmut, a Jafia, rey de Laquis, y a Debir, rey de Eglón:
4 Suban hasta mi casa y ayúdenme a castigar a Gabaón, porque hizo la paz con Josué y los israelitas».
5 Se reunieron pues los cinco reyes de los amoreos y salieron de campaña con todo su ejército: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón. Acamparon frente a Gabaón para atacar la ciudad.
6 La gente de Gabaón mandó a avisar a Josué en el campamento de Guilgal: «No niegues tu auxilio a tus servidores, apresúrate en subir hasta nosotros, porque todos los reyes de los amoreos que viven en la montaña se aliaron en contra nuestra. Ven pues a librarnos y salvarnos».
7 Subió pues Josué desde Guilgal, y junto con él todos los hombres de guerra, todos los valientes guerreros.
8 Yavé dijo a Josué: «No temas, los he puesto en tus manos, y nadie podrá resistirte».
9 Josué los atacó por sorpresa, porque había subido desde Guilgal durante la noche.
10 Yavé les provocó el desastre ante Israel y les infligió una gran derrota en Gabaón. Josué los persiguió por el camino que sube a Bet-Horón y los acosó hasta Azecá y Maquedá.
11 Mientras huían ante Israel, Yavé lanzó de lo alto del cielo como grandes piedras cuando alcanzaban la bajada de Bet-Horón, hasta Azecá. Murieron golpeados. Los que murieron por las piedras de hielo fueron más numerosos que los que cayeron bajo la espada de los israelitas.
12 Ese día en que Yavé puso al Amoreo en las manos de los israelitas, Josué se volvió hacia Yavé y exclamó delante de todo Israel:
12 «¡Detente, sol, sobre Gabaón!
12 ¡Y tu luna, sobre el valle de Ayalón!»
13 Y el sol se detuvo y la luna se quedó inmóvil hasta que el pueblo se hubo vengado de sus enemigos. ¿No está eso escrito en el Libro del Justo? El sol se detuvo en medio del cielo y se demoró en ponerse durante casi todo un día.
14 No ha habido otro día como ése, ni antes ni después, en que Yavé haya escuchado la voz de un hombre. Ese día Yavé combatió por Israel.
15 Después Josué y todo Israel regresaron al campamento, en Guilgal.
16 Ahora bien, los cinco reyes que habían huido se escondieron en la cueva de Maquedá.
17 Se lo comunicaron a Josué: «¡Hallaron a los cinco reyes! Están escondidos en la cueva de Maquedá».
18 Josué dijo: «Hagan rodar grandes piedras hasta la entrada de la cueva y pongan al lado de ella hombres de guardia.
19 Pero ustedes no se detengan, persigan a sus enemigos, córtenles la retirada; impídanles que lleguen a su ciudad, porque Yavé, el Dios de ustedes, los puso en sus manos».
20 Josué y los israelitas terminaron de masacrarlos y de exterminarlos; sólo algunos escapados lograron llegar a las ciudades fortificadas.
21 Entonces todo el pueblo regresó sin peligro donde Josué, en Maquedá; nadie más en adelante se atrevió a levantar siquiera un dedo contra los israelitas.
22 Josué dijo: «Abran la entrada de la cueva y tráiganme a esos cinco reyes; sáquenlos de la cueva».
23 Sacaron pues de la cueva a los cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Jarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón.
24 Cuando los hubieron sacado, Josué dijo a los jefes de guerra que habían combatido con él: «Acérquense y pongan su pie en la nuca de esos reyes». Se aproximaron y pusieron su pie en la nuca de ellos.
25 Josué les dijo: «No teman ni tengan miedo, sean valientes y tengan ánimo, porque así tratará Yavé a todos los enemigos con los que tengan que pelear».
26 Después de eso, Josué les dio muerte. Los colgaron en cinco árboles y allí quedaron colgados hasta la tarde.
27 Al ponerse el sol, Josué ordenó que los bajaran de los árboles. Los echaron en la cueva donde se habían escondido y cerraron la entrada de la cueva con grandes piedras que se encuentran allí hasta el día de hoy.
Josué emprende la conquista del sur del país
28 Ese mismo día Josué se apoderó de Maquedá y pasó a cuchillo a toda la ciudad. Lanzó el anatema sobre la ciudad y todos sus habitantes y no dejó escapar a nadie. Trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó.
29 En seguida, Josué y todo Israel con él pasaron de Maquedá a Libna a la que atacó.
30 Yavé puso la ciudad y a su rey en manos de Israel. La pasó a cuchillo como también a todos sus habitantes, sin dejar escapar a nadie, y trató a su rey como había tratado al rey de Jericó.
31 Josué y todo Israel con él pasaron de Libna a Laquis. Instaló su campamento frente a la ciudad y la atacó.
32 Yavé puso a Laquis en manos de Israel. Se apoderó de ella al segundo día y la pasó a cuchillo, como también a todos sus habitantes, igual como lo había hecho con Libna.
33 Entonces Horam, rey de Gazer, llegó para socorrer a Laquis, pero Josué venció al rey y a su pueblo y no dejó ningún sobreviviente.
34 Josué, a la cabeza de todo Israel, pasó de Laquis a Eglón. Instalaron su campamento frente a la ciudad y la atacaron.
35 Se apoderaron de ella ese mismo día y la pasaron a cuchillo. Ese día Josué lanzó el anatema sobre todos los habitantes como había hecho con Laquis.
36 Josué, a la cabeza de todo Israel, subió de Eglón a Hebrón y la atacó.
37 Se apoderaron de ella; pasaron a cuchillo la ciudad, su rey, todas las ciudades que dependían de él y a todos sus habitantes, como lo habían hecho con Eglón, sin dejar un solo sobreviviente. Josué condenó al anatema la ciudad y sus habitantes.
38 Josué, a la cabeza de todo Israel, se dirigió hacia Debir para atacarla.
39 Se apoderó de la ciudad, de su rey y de todas las ciudades que dependían de él. Las pasó a cuchillo y lanzó el anatema sobre todos los habitantes, sin dejar un solo sobreviviente. Trató a Debir y a su rey como había tratado a Hebrón y como había tratado a Libna y a su rey.
40 De ese modo castigó Josué a toda la región y a sus reyes: la montaña, el Negueb, las llanuras y las lomas. No dejó sobrevivientes, sino que lanzó el anatema sobre todo ser viviente como lo había ordenado Yavé, el Dios de Israel.
41 Josué los derrotó desde Cadés-Barné hasta Gaza y desde el territorio de Goser hasta Gabaón.
42 Josué se adueñó de un solo golpe de todos esos reyes y de sus territorios, porque Yavé, el Dios de Israel, combatía por Israel.
43 Entonces Josué y todo Israel con él, regresaron al campamento de Guilgal.

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Comentarios Josué, capítulo 10
10,1

El sol de Gabaón causó bastante preocupación a los que tomaban al pie de la letra todo lo que encontraban en la Biblia.

Unos pensaron que el sol se había detenido en el cielo. Más tarde, cuando se descubrió que la tierra es la que gira en torno al sol, pensaron que la tierra se había detenido en su rotación. Pero eso tampoco se puede aceptar: si la tierra se detuviera, todo quedaría destruido por efecto de la velocidad. Entonces... entonces hay que recalcar que la Biblia cita aquí un libro poético, el «Libro del Justo», y que los poetas hablan con su imaginación y no a la manera de los historiadores o científicos.

Hay otras explicaciones valiosas: tal vez el poeta no ordenaba al sol que se detuviera, sino que detuviera su luz; Josué pediría que las nubes de la tempestad oscurecieran el cielo todo el día, facilitando con esto su golpe imprevisto.
Josué (Jos) Capítulo 11
Josué emprende la conquista de la parte norte del país
1 Cuando Jabín, rey de Hasor supo todo eso, mandó mensaje a Jobab, rey de Merom, al rey de Simrón, al rey de Acsaf
2 y a los reyes que viven en la montañas del norte, en la planicie de Quinerot al sur, en la planicie y en las lomas de Dor al oeste.
3 Los cananeos estaban al este y al oeste: los amoreos, los hititas, los fereceos y los jebuseos, en la montaña; los jeveos al pie del Hermón, en el territorio de Mispá.
4 Salieron de campaña con todos sus ejércitos, era un pueblo tan numeroso como la arena de la orilla del mar, con una multitud de caballos y carros.
5 Todos esos reyes se reunieron y acamparon cerca de las aguas de Merom para atacar a Israel.
6 Pero Yavé dijo a Josué: «No les temas, porque mañana a esta hora los entregaré heridos de muerte a Israel. Cortarás los jarretes de sus caballos y echarás al fuego sus carros».
7 Josué y todos sus hombres de guerra los atacaron por sorpresa en las aguas de Merom; se abalanzaron sobre ellos.
8 Yavé los puso en las manos de Israel, quien los aplastó y los persiguió hasta Sidón la Grande y hasta las aguas de Misrefot y el valle de Mispá, al este. Los derrotaron de tal manera que no hubo un solo sobreviviente.
9 Josué los trató como se lo había dicho Yavé: les cortó los jarretes a los caballos y echó al fuego los carros.
10 En ese tiempo, Josué regresó y se apoderó de Hasor, pues Hasor era entonces la capital de todos esos reinos. Josué acuchilló a su rey.
11 Condenaron al anatema y pasaron a filo de espada a todos los seres vivientes que allí estaban; no se dejó a nadie con vida en Hasor, a la que se incendió.
12 Josué se adueñó de todas esas ciudades y de todos sus reyes. Lanzó sobre ellos el anatema y los pasó a cuchillo como Moisés, el servidor de Yavé, lo había ordenado.
13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades edificadas en las colinas, excepto Hasor, a la que Josué incendió.
14 Los israelitas se apoderaron de todo el botín, pero pasaron a cuchillo a toda la población hasta exterminarla completamente: no quedó nadie.
15 Josué llevó a cabo todo lo que Yavé había ordenado a Moisés su servidor, y que Moisés había transmitido a Josué. No se olvidó de nada de todo lo que Yavé había ordenado a Moisés.
16 De ese modo se apoderó Josué de todo el país: de la montaña, de todo el Negueb, de la región de Gosén, de la planicie, de la Arabá, de la montaña de Is rael y de sus llanuras,
17 desde el cerro pelado que se ve al lado de Seir hasta Baal Gad en el valle del Líbano al pie del Hermón. Capturó a todos los reyes, y les dio muerte.
18 Durante largos días Josué luchó contra todos esos reyes:
19 ninguna de esas ciudades hizo la paz con los israelitas.
20 Yavé les dio ánimo a todos para que hicieran la guerra a Israel, con el fin de que fueran consagrados en anatema y destruidos sin misericordia, como Yavé se lo había ordenado a Moisés.
21 En ese tiempo, Josué volvió para exterminar a los anaquim de la montaña, de Hebrón, de Debir, de Anab, en una palabra, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel: los condenó al anatema junto con sus ciudades.
22 No quedó un solo anaquim en el territorio de los israelitas, excepto en Gaza, en Gat y en Azoto.
23 Josué se apoderó de todo el país, tal como Yavé se lo había dicho a Moisés, y lo distribuyó entre las tribus de Israel para que fuera su herencia. Entonces el país descansó de la guerra.

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Comentarios Josué, capítulo 11
11,1

En el capítulo 11 se describe la campaña de Josué en el norte de Palestina. Allí tomó Jasor, que merecía ser llamada una ciudad grande con sus 40.000 habitantes. Quedamos con la impresión de que conquistó todo el país. Sin embargo, los capítulos 13-19 muestran que cada tribu tuvo después que conquistar su sector, en una serie de actuaciones particulares.
Josué (Jos) Capítulo 12
1 Estos son los reyes a los que vencieron los israelitas al otro lado del Jordán, al este, desde el torrente de Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá al este (Israel se había apoderado de sus territorios).
2 Sijón, rey de los amoreos, que vivía en Jesbón. Su reino comenzaba en Aroer, a orillas del Arnón; comprendía el fondo del valle, la mitad de Galaad hasta el torrente de Yaboc que marca la frontera con los Amonitas,
3 la Arabá hasta el mar de Quinerot al este y el mar de la Arabá o el Mar Salado al este, en dirección a Bet-ha-Jesimot, y al sur las primeras cuestas del Pisga.
4 Og, rey de Basán, uno de los últimos refaím, residía en Astarot y en Edrei.
5 Su reino comenzaba en el monte Hermón en Salca; comprendía todo el Basán hasta la frontera con los Guesuritas y los Maacatitas, y la mitad de Galaad hasta la frontera con Sijón, rey de Hesbón.
6 Moisés, el servidor de Yavé, y los israelitas los habían vencido y Moisés había dado la posesión de ese territorio a la tribu de Rubén, a la de Gad y a la media tribu de Manasés.
7 Esta es la lista de los reyes del país a los que Josué y los israelitas derrotaron a este lado del Jordán, al oeste, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Pelé que se levantaba al lado de Seir. Josué distribuyó sus tierras y se las dio en herencia a las tribus de Israel,
8 ya fuera en la montaña o en las tierra bajas, en la Arabá o en los lomajes regados, en el desierto o en el Negueb, entre los hititas, los amoreos, los cananeos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos:
9 Al rey de Jericó,
9 al rey de Aí, al lado de Betel;
10 al rey de Jerusalén,
10 al rey de Hebrón;
11 al rey de Jarmut,
11 al rey de Laquis;
12 al rey de Eglón,
12 al rey de Guezer;
13 al rey de Debir,
13 al rey de Gueder;
14 al rey de Jorma,
14 al rey de Arad;
15 al rey de Libna,
15 al rey de Adulam;
16 al rey de Maquedá,
16 al rey de Betel;
17 al rey de Tapúa,
17 al rey de Jefer;
18 al rey de Afec,
18 al rey de Sarón;
19 al rey de Merom,
19 al rey de Jasor;
20 al rey de Simerón-Merón,
20 al rey de Acsaf;
21 al rey de Tanac,
21 al rey de Megido;
22 al rey de Cadés,
22 al rey de Jocneam, al pie del Carmelo;
23 al rey de Dor, en los lomajes de Dor,
23 al rey de las naciones en Galilea;
24 al rey de Tirsa.
24 En total treintaiún reyes.
Josué (Jos) Capítulo 13
REPARTICIÓN DE LA TIERRA ENTRE LAS DOCE TRIBUS
Josué reparte el territorio de Canaán
1 Josué había vivido ya muchos días y tenía mucha edad cuando Yavé le dijo: «Te has vuelto viejo, tienes ya mucha edad y todavía queda un vasto territorio por conquistar.
2 Esto es lo que falta: todos los territorios de los filisteos, todo el territorio de los guesuritas,
3 desde el Sijor frente a Egipto hasta la frontera de Ecrón al norte, al que se lo considera como el territorio de los cananeos. (Los cinco pequeños reinos filisteos son: Gaza, Asdod, Asquelón, Gat y Ecrón y los avitas están
4 al sur). Luego todo el país de los cananeos, desde Meará, que pertenece a Sidón, hasta Afeca y hasta el territorio de los amoreos;
5 el territorio de los guiblitas con todo el Líbano al este, desde Baal-Gad al pie del monte Hermón, hasta la entrada a Jarmut.
6 A todos los habitantes de la montaña, desde el Líbano hasta las aguas de Misrefot y a todos los sidonios, los expulsaré ante los israelitas y tú no tendrás más que repartir el país como herencia entre los israelitas, tal como te lo ordené.
7 Ahora pues reparte este país para que sea la herencia de las nueve tribus y de la media tribu de Manasés. Tú se lo darás desde el Jordán hasta el Gran Mar al oeste: el Gran Mar será su frontera».
8 Moisés había dado ya su herencia al otro lado del Jordán, al este, a la otra media tribu de Manasés, a la tribu de Rubén y a la de Gad. Esto fue lo que Moisés servidor de Yavé les había dado entonces como territorio:
9 desde Aroer, en el curso del Arnón, la ciudad que está en el fondo del valle, toda la meseta desde Medba hasta Dibón;
10 todas las ciudades de Sijón hasta la frontera con los amoreos;
11 Galaad y el territorio de los Guesuritas y de los Maacatitas, toda la cadena montañosa del Hermón, todo el Basán hasta Salca;
12 y en el Basán, todo el territorio de Og, que reinaba en Astarot y en Edrei y que fue el último sobreviviente de los refaim. Moisés había vencido y aniquilado a estos reyes.
13 Sin embargo, los israelitas no arrasaron ni a los guesuritas ni a los maacatitas, por eso Guesu y Maaca existen hasta el día de hoy en medio de Israel.
14 A la única tribu a la que no se le dio su parte de herencia fue la tribu de Leví, porque Yavé, Dios de Israel, es su herencia como él se lo dijo.
El territorio atribuido a Rubén, Gad y a la media tribu de Manasés
15 Moisés había hecho el reparto entre los clanes de la tribu de Rubén.
16 Este es el territorio que recibieron: desde Aroer, en el curso del Arnón, la ciudad que está en el fondo del valle, toda la meseta hasta Medba;
17 Hesbón con todas las ciudades que están en la meseta: Dibón, Bamot-Baal, Bet-Baal-Meón,
18 Yahas, Cedemot, Mefaat,
19 Quiriatayim, Sibma y Seretasahar en la montaña de la Arabá;
20 Bet Peor, las pendientes regadas del Pisga, Betajesimot,
21 todas las ciudades de la meseta y todo el reino de Sijón, rey de los amoreos.(Había sido derrotado por Moisés junto con los príncipes de Madián: Evi, Requem, Sur, Hur y Reba, que eran súbditos de Sijón y que vivían en esas tierras.
22 El adivino Balaam, hijo de Peor, formaba parte de los que ha bían sido pasados a cuchillo).
23 La frontera de Rubén era pues el Jordán y todo su territorio. Esa era la herencia de los clanes de Rubén con sus ciudades y sus aldeas.
24 Moisés había hecho el reparto entre los clanes de la tribu de Gad.
25 Este es el territorio que recibieron: Yazer y todas las ciudades de Galaad, la mitad del territorio de los amoreos hasta Aroer, que está frente a Raba,
26 desde Hesbón hasta Ramat-ha-Mispé y Betonim, a partir de Majanayim hasta el territorio de Lo-Debar, en el valle:
27 Betaram, Betnimra, Sucot, Safón (todo eso era la segunda mitad del reino de Sijón, rey de Hesbón), el Jordán y el territorio que se extiende hasta el mar de Quineret, en la ribera este del Jordán.
28 Esa era la herencia de los clanes de Gad, con sus ciudades y sus aldeas.
29 Moisés había hecho el reparto entre los clanes de la media tribu de Manasés.
30 Este es el territorio que recibieron: a partir de Majanaim, todo el Basán, todo el reino de Og, rey de Basán, todas las tiendas de campaña de Yaír en Basán; en total sesenta ciudades.
31 Los hijos de Maquir, hijo de Manasés, recibieron la mitad de Galaad con Astarot y Edrei, las capitales de Og de Basán. Tal fue el territorio de los clanes de Maquir.
32 Esa era la herencia que había repartido Moisés en las estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al este de Jericó.
33 Pero Moisés no le dio su parte de herencia a la tribu de Leví, porque Yavé, el Dios de Israel, es su herencia como él se lo dijo.

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Comentarios Josué, capítulo 13
13,1

Josué reparte entre las doce tribus la tierra prometida.

Entre los nómadas, los hombres de cada tribu pretendían ser todos la descendencia del fundador de la tribu, un hombre prestigioso del pasado, cuyo nombre llevaban. Ya que los israelitas se daban por descendientes de Jacob-Israel, cada una de las doce tribus se consideraba como la descendencia de uno de los hijos de su antepasado Jacob, del que había recibido su nombre.

En realidad las doce eran trece. Basta con comparar la lista de los hijos de Jacob, (Gén 35,23), y la de las doce tribus en el presente libro. La nómina concuerda en Rubén, Simeón, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser y Benjamín. En cambio, los «hijos de José» forman dos tribus, Efraím y Manasés (Jos 16,4), que, añadidas a la de Leví, dan la cifra de trece. Pero esta última estaba formada por familias tradicionalmente dedicadas al culto. No tenían territorio propio (Jos 21,10), de manera que para la repartición se restablecerá la cifra de doce tribus.

La repartición se hace echando suertes: así se enseña que la Tierra Prometida es un don de Dios (el Sal 16 usa la misma imagen). Cada uno recibió una parte que no escogió y que ahora debe conquistar para hacerla suya. Esto tiene valor de ejemplo: cada cual ha recibido de Dios su parte en la vida. Debe aceptar lo que es, y a la vez conquistar su destino.

En toda la Biblia será importante la noción de herencia. El hombre aislado no existe, sino que tiene antepasados y es solidario de una tribu. Más aún, la existencia del individuo, como la de su pueblo, es asegurada por la herencia inalienable que ha recibido de sus padres. Son nociones esenciales que han sido violadas por los imperialismos contemporáneos. ¡Cuántos pueblos ya no son dueños de su tierra, de sus minerales, de los bosques y de las cosechas de su tierra!
Josué (Jos) Capítulo 14
1 Esta es la herencia de los israelitas en el territorio de Canaán. Esto fue lo que les dieron en herencia el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de los clanes y de las tribus de Israel.
2 El reparto se hizo por sorteo, como Yavé lo había ordenado por boca de Moisés, entre nueve tribus y media,
3 pues Moisés ya había dado su herencia a dos tribus y media al otro lado del Jordán.
4 No había incluido en el reparto a los levitas, pero en cambio los hijos de José formaban dos tribus: Manasés y Efraín. Los levitas no recibieron más que las ciudades donde vivían, con las tierras que las rodeaban, para sus ganados y sus cultivos.
5 Los israelitas se repartieron el país ateniéndose a la orden que Yavé había dado a Moisés.
La parte de Caleb
6 Los hijos de Judá fueron a ver a Josué en Guilgal y Caleb, hijo de Jefoné, el queniceo, le dijo: «Tú sabes lo que Yavé dijo a Moisés, el hombre de Dios, respecto a mí y a ti cuando estábamos en Cadés-Barne.
7 Tenía entonces cuarenta años cuando Moisés, el servidor de Yavé, me mandó desde Cadés-Barne a explorar el territorio y yo le di mi informe con toda sinceridad.
8 Mientras mis hermanos que habían subido conmigo desalentaban al pueblo, yo permanecí fiel a Yavé mi Dios.
9 Por eso, Moisés hizo ese día este juramento: La tierra que ha pisado tu pie será tu herencia y la de tus descendientes para siempre, porque seguiste fielmente a Yavé mi Dios.
10 Hace cuarenta y cinco años que Yavé dirigió esta palabra a Moisés cuando Israel caminaba por el desierto, y Yavé me conservó con vida, como lo había prometido. Ahora tengo ochenta y cinco años,
11 pero todavía estoy tan firme como el día en que Moisés me envió. Me siento ahora con tanta fuerza como antes, ya sea para pelear como para ir y venir.
12 Dame pues esa montaña de la que habló Yavé ese día. Tú mismo lo escuchaste entonces: allí están los anaquim en sus ciudades grandes y fortificadas, pero ¡ojalá que Yavé esté conmigo! Y los expulsaré como Yavé lo dijo.
13 Josué bendijo a Caleb, hijo de Jefoné, y le dio como herencia Hebrón.
14 Por eso Hebrón ha formado parte, hasta el día de hoy, de la herencia de Caleb, hijo de Jefoné el quenisita, porque había seguido fielmente a Yavé, el Dios de Israel.
15 Hebrón se llamaba antes Quiriat-Arba (esa Arba era el hombre famoso de los anaquim); y con esto el país descansó de las guerras.
Josué (Jos) Capítulo 15
Los límites de las tribus de Judá
1 Los clanes de la tribu de Judá recibieron por sorteo un territorio que llegaba hasta la frontera de Edom y que se extendía desde el desierto de Sin hasta Cadés por el sur.
2 La frontera meridional partía de la extremidad del Mar Salado, de la lengua de tierra que mira al sur,
3 se prolongaba por el sur de la subida de los Escorpiones, atravesaba Sin, subía al sur de Cadés-Barne; pasaba luego por Jesrón, subía hasta Addar y volvía entonces hacia Carca.
4 Luego la frontera pasaba por Asmón, llegaba al torrente de Egipto y terminaba en el Mar. Esa era la frontera meridional.
5 El Mar Salado, hasta la desembocadura del Jordán, constituía la frontera oriental. Por el norte, partía la frontera desde el golfete, en la desembocadura del Jordán.
6 La frontera subía luego a Bet-Hogla, pasaba por el norte de Bet-ha-Arabá y se prolongaba hasta la Roca de Bohán (Bohán era hijo de Rubén).
7 La frontera seguía luego a Debir, por el valle de Acor y subía por el norte a Guilgal, frente a la subida de Adumim, al sur del Torrente. La frontera pasaba después por las fuentes de En-Chemech y de En-Roguel;
8 subía luego por el barranco de Ben-Hinón, pasando por el sur del territorio de los jebuseos (es decir, Jerusalén), luego proseguía por la cumbre de la montaña que está frente al barranco de Hinom al oeste, en el extremo de la llanura de los refaim por el norte.
9 Entonces la frontera descendía de la cumbre de la montaña al manantial de Neftoa, luego se dirigía a las ciudades que están en el cerro Efrón y se volvía en dirección a Baala (es decir, Quiriat-Yearim).
10 De Baala, la frontera continuaba al oeste hasta el monte Seir, se prolongaba por la pendiente del monte Yearim en dirección al norte (es decir Quesalón), pasaba por Bet-Chemech, atravesaba Timna,
11 y llegaba por la falda norte de Ecrón. Allí se volvía hacia Chicarón, pasaba por la montaña de Baal, y luego por Yabuel. La frontera terminaba en el mar.
12 El Gran Mar constituía la frontera occidental. Esa era la frontera de los clanes de Judá.
13 A Caleb, hijo de Jefoné, se le entregó su parte en medio de la tribu de Judá, de acuerdo a la orden de Yavé a Josué: Quiriat-Arbá, la ciudad del padre de Anac (que ahora es Hebrón).
14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac.
15 Desde allí llevó a cabo una campaña contra los habitantes de Debir (antes Debir se llamaba Quiriat-Sefer).
16 Entonces Caleb exclamó: «¡Al que ataque Quiriat-Safer y se apodere de ella, le daré a mi hija Acsa como esposa!»
17 Otoniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, se tomó la ciudad, y Caleb le dio a su hija Acsa como esposa.
18 Cuando ésta llegó donde su marido, éste le aconsejó que pidiera a su padre un campo. Saltó pues de su burro y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»
19 Respondió: «¡Hazme un favor, ya que me has mandado al Negueb, dame al menos un manantial!» Y le dio las Fuentes de Arriba y las Fuentes de Abajo.
20 Esa fue la posesión de los clanes de Judá.
Lista de las ciudades de la tribu de Judá
21 Estas eran las ciudades al sur del territorio de Judá; al lado de la frontera con Edom, en el Negueb: Cabsel, Arad, Jagur,
22 Quina, Dimón, Aroer,
23 Cadés, Jasor-Jituán,
24 Zif, Telem, Balot,
25 Jasor-Jadata, Queriot-Hesrón (es decir, Jasor),
26 Amam, Sema, Meclada,
27 Jasar-Gada, Hesmón, Bet-Pelet,
28 Jasar-Sual, Bersabé y sus pastizales,
29 Baala, Ijim, Esen,
30 Eltolad, Quesil, Jormá,
31 Siquelag, Madmana, Sansana,
32 Lebaot, Siljim, Ajín y Rimmón: en total, veintinueve ciudades y sus aldeas.
33 En las tierras bajas: Estaol, Sorea, Ajna,
34 Zanúa, Enganim, Tapúa, Enam,
35 Jarmot, Adulam, Soco, Azeca,
36 Saarim, Aditaim, Ja-Guedera y Guederotarim: catorce ciudades y sus aldeas.
37 Senán, Adasa, Migdalgat,
38 Dileán, Jamispé, Yoctel,
39 Laquis, Boscat, Eglón,
40 Cabón, Lajmas, Quitlis,
41 Guederot, Bet-dagón, Naama y Maqueda: dieciséis ciudades y sus aldeas.
42 Libna, Eter, Asán,
43 Jifta, Asna, Nesib,
44 Queila, Aczib y Maresa: nueve ciudades y sus aldeas.
45 Ecrón con sus pastizales y sus aldeas,
46 todo lo que está en la región de Asdod, con sus aldeas, desde Ecrón hasta el mar.
47 Asdod con sus pastizales y sus al deas, Gaza con sus pastizales y sus aldeas, desde el Gran Mar hasta el Torrente de Egipto.
48 En la montaña: Samir, Yatir, Soco,
49 Dana, Quiriat-Sefer (actualmente Debir),
50 Anab, Estemoa, Anim,
51 Gosen, Jolón y Quilo: once ciudades y sus al deas.
52 Arab, Duma, Eseán,
53 Janum, Bet-tapúa, Afeca,
54 Umta, Quiriat-Arba (actualmente Hebrón) y Sior: nueve ciudades y sus aldeas.
55 Maón, Carmel, Zif, Juta,
56 Jizreel, Yorqueam, Zanúa,
57 Jacayim, Guibea y Timna: diez ciudades y sus aldeas.
58 Halul, Betsar, Guedor,
59 Maarat, Betamot y Eltecón: seis ciudades y sus aldeas.
59 Tecoa, Efratá (actualmente es Belén), Peor, Etam, Culón, Tatam, Sorés, Carem, Galim, Beter y Mana: once ciudades y sus aldeas.
60 Quiriat-Baal (es decir Quiriat-Yearim) y Jaraba: dos ciudades y sus aldeas.
61 En el desierto: Betaraba, Midin, Secaca,
62 Nibsán, la ciudad de la sal y Engadi: seis ciudades y sus aldeas.
63 Los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que vivían en Jerusalén; por eso los jebuseos viven, hasta el día de hoy, en Jerusalén, al lado de los hijos de Judá.
Josué (Jos) Capítulo 16
Las tribus de Efraín y Manasés
1 La parte de los hijos de José comenzaba por el este, al lado del Jordán, en Jericó (en los manantiales de Jericó). Incluía el desierto que se extiende desde Jericó a Betel en la montaña.
2 Se extendía desde Betel hasta Luz y llegaba hasta la frontera de los arquitas en Atarot.
3 Se prolongaba por el oeste en dirección a la frontera de los jafleteos hasta la frontera de Bethorón de abajo y hasta Guezer, terminando en el mar.
4 Esa era la parte que correspondió a Manasés y a Efraín, hijos de José.
5 Para el territorio de los clanes de Efraín, la frontera de su posesión pasaba por Atro-arac, por Bethorón de arriba,
6 y terminaba en el mar. Al norte quedaba el Micmetat. La frontera se volvía luego al este hacia Taanat-Silo y atravesaba por el este en dirección a Janoa.
7 Descendía de Janoa hasta Atarot y Naara, pasaba por Jericó para terminar en el Jordán. 8 De Tapúa, la frontera continuaba al oeste hasta el torrente de Cana y terminaba en el mar.
8 Esa era la parte que les tocó a los clanes de la tribu de Efraín,
9 además de las ciudades (ciudades y aldeas) que fueron reservadas para los hijos de Efraín dentro de la parte de la tribu de Manasés.
10 No pudieron sin embargo expulsar a los cananeos que vivían en Guezer; éstos se quedaron en medio de Efraín hasta el día de hoy, pero fueron sometidos a tri buto.
Josué (Jos) Capítulo 17
1 Maquir era el hijo mayor de Manasés, quien a su vez era el hijo mayor de José. Era un hombre guerrero y recibió como herencia Galaad y Basán.
2 Esto es lo que respecta a los otros hijos de Manasés y a sus clanes: los hijos de Abiezer, los hijos de Helec, los hijos de Asnel, los hijos de Sequem, los hijos de Jefer y los hijos de Semida (eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, según sus clanes).
3 Selofejad, hijo de Jefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos sino sólo hijas. Se llamaban: Majla, Noa, Hogla, Milca y Tirsa.
4 Fueron pues a ver al sacerdote Eleazar y a Josué, hijo de Nun, y a todos los jefes. Les dijeron: «Yavé ordenó a Moisés que nos diesen una parte en herencia en medio de nuestros hermanos». Les dieron pues una posesión en medio de los hermanos de su padre, según la orden de Yavé.
5 Manasés recibió pues diez partes de más en el territorio de Galaad y Basán,
6 ya que las hijas de Manasés recibieron una posesión en medio de sus hijos. Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés.
7 Para el lado de Aser, constituía la frontera el Micmetat que está frente a Siquem. Esta descendía por el sur hacia Yasib, que es la fuente de Tapúa.
8 Manasés poseía en efecto la región de Tapúa, pero Tapúa, en la frontera de Manasés, pertenecía a Efraín.
9 La frontera proseguía por el torrente de Cana; al sur de ese torrente estaban las ciudades de Efraín, fuera de las que poseía Efraín en medio de las ciudades de Manasés. La frontera de Manasés pasaba por el norte del torrente y terminaba en el mar.
10 El sur pertenecía a Efraín y el norte a Manasés, y el mar era su límite. Tocaba a Aser por el norte y a Isacar por el este.
11 En el territorio de Isacar y en el de Aser, Manasés poseía Bet-Seán y las ciudades que de ella dependen, Jiblean y las ciudades que dependen de ella, los habitantes de Dor y las ciudades que de ella dependen, los habitantes de Tanac y de Megido y las ciudades que dependen de ella (esas tres ciudades están situadas en alturas).
12 Como los hijos de Manasés no pudieron apoderarse de esas ciudades, los cananeos permanecieron en el país.
13 Sin embargo, cuando se hicieron lo suficientemente fuertes, los israelitas hicieron tributarios suyos a los cananeos, pero no los exterminaron.
14 Los hijos de José dijeron a Josué: «¿Por qué nos diste como herencia un único territorio y una sola porción, siendo que somos un pueblo numeroso, pues Yavé nos ha bendecido hasta el día de hoy?».
15 Josué les respondió: «Si son un pueblo tan numeroso, suban a los bosques de los fereceos y de los refaim. Tálenlos por su cuenta, si es que la montaña de Efraín es tan pequeña para ustedes».
16 Los hijos de José le dijeron: «La montaña no nos basta, pero todos los cananeos que viven en la llanura tienen carros de hierro, como también los que viven en Bet-seán y en sus aldeas y los que viven en el llano de Jizreel».
17 Entonces Josué respondió a la gente de José: «Ustedes son un pueblo numeroso y son muy fuertes. No habrá para ustedes más que una sola porción.
18 La montaña les pertenece: corten los árboles ya que es un bosque y será de ustedes en toda su extensión. Aunque el cananeo sea fuerte y tenga carros de hierro, ustedes tomarán posesión de ella».
Josué (Jos) Capítulo 18
José reparte el resto del país
1 La comunidad entera de los is raelitas se reunió en Silo y allí levantaron la Tienda de las Declaraciones divinas. El país les estaba sometido.
2 Siete tribus entre los israelitas no habían recibido todavía su herencia.
3 Josué dijo entonces a los israelitas: «¿Cuánto tiempo van a esperar todavía para conquistar el territorio que Yavé, el Dios de sus padres, les dio?
4 Designen tres hombres por tribu: los enviaré a recorrer todo el país, harán un catastro de él para hacer después la repartición, luego vendrán a verme.
5 Lo dividirán en siete partes, porque Judá se quedará al sur, dentro de sus fronteras, y la casa de José al norte, dentro de sus fronteras.
6 Cuando hayan determinado las siete partes en que se dividirá el país, me las traerán y yo haré el sorteo para cada uno de ustedes delante de Yavé, nuestro Dios.
7 No habrá ninguna parte para los levitas en medio de ustedes, porque el servicio de Yavé es su herencia. En cuanto a Gad, Rubén y la media tribu de Manasés, ya recibieron su parte al otro lado del Jordán, al este: Moisés, el servidor de Yavé, se la dio.»
8 Se levantaron pues y se pusieron en camino. Josué les había dado sus instrucciones en el momento de la partida para que hicieran un catastro del país: «¡Vayan! Recorran el país, tomen nota de él y vuelvan a verme. Entonces yo haré el sorteo entre ustedes, aquí en Silo, delante de Yavé».
9 Se fueron los hombres y recorrieron el país. Hicieron por escrito la descripción del país y de sus ciudades: todo el conjunto estaba dividido en siete partes. Luego volvieron donde Josué, en el campamento de Silo.
10 Allí en Silo, Josué efectuó el sorteo entre ellos, en presencia de Yavé.
11 La primera parte fue para los clanes de Benjamín y recibieron en suerte un territorio situado entre el de Judá y el de José.
12 Por el norte, su frontera partía desde el Jordán; subía por la pendiente de Jericó y proseguía por la montaña occidental para terminar en el desierto de Betaven.
13 De allí salía la frontera hacia Luz, en la pendiente meridional (actualmente es Betel); descendía hasta Atrot-arac por medio de la montaña que está al sur de Bethorón de abajo.
14 La frontera avanzaba después al oeste, luego se volvía al sur, desde la montaña que está frente a Bethorón por el sur, para terminar en los alrededores de Quiriat-baal (actualmente Quiriat- Yearim, una ciudad de la tribu de Judá). Esto era por el lado oeste.
15 Por el sur, partiendo de Quiriat-Yearim, la frontera se dirigía a Gasín, pasaba cerca del manantial de Neftoa,
16 luego descendía hasta el final de la montaña, frente al valle de Ben-Hinón, en la parte norte de la llanura de los Refaim. Luego bajaba por el valle de Hinón, pasaba por la pendiente sur de los Jebuseos para llegar a En-Roguel.
17 Entonces proseguía hacia el norte, pasaba por En-Semés y el Guilgal que está frente a la subida de Adumim, luego bajaba hasta la Roca de Bohán (Bohán era hijo de Rubén).
18 Pasaba en seguida por Quetef en la pendiente norte de Bet-ha-arama y bajaba hasta la Arabá.
19 La frontera pasaba por la pendiente norte de Bet-hogla y terminaba en la parte norte del Mar de la la Sal, cerca de la desembocadura del Jordán. Esa era la frontera sur.
20 Por el este, el Jordán servía de frontera.
20 Esa era la posesión de los clanes de Benjamín con sus fronteras.
21 Estas eran las ciudades de los clanes de Benjamín: Jericó, Bet-hogla, Emec-Quesis,
22 Bet-ha-arabá, Semaraim, Betel,
23 Avim, Pará, Ofra,
24 Quefur-ha-amoni, Ofni, Gaba: doce ciudades y sus aldeas.
25 Gabaón, Rama, Beerot,
26 Mispé, Quefira, Mosa,
27 Requem, Jirpeel, Tareala,
28 Sela-ha-Elef, el Jebuseo (esto es, Jerusalén), Guibea y Quiriat: catorce ciudades y sus aldeas. Esa era la parte de la herencia de los clanes de Benjamín.
Josué (Jos) Capítulo 19
El territorio de las otras seis tribus
1 El sorteo asignó la segunda parte a Simeón, a los clanes de la tribu de Simeón: su parte se situaba en medio de la de Judá.
2 Recibieron como herencia Bersabé, Sema, Molada,
3 Asar-Sual, Bala, Esem,
4 Eltobal, Betul, Jormá,
5 Siquelag, Bet-ha-Marcabot, Asar, Susa,
6 Bet-Lebaot y Sarujén: trece ciudades y sus aldeas.
7 Ajin, Rimón, Eter y Asán: cuatro ciudades y sus aldeas,
8 y además todas las aldeas que la rodeaban hasta Baalat-Ber y Rama del Negueb; esa era la parte de la herencia de los clanes de la tribu de Simeón.
9 Se sacó la herencia de Simeón de lo que correspondía a Judá, porque la parte de Judá era demasiado grande para él. La tribu de Simeón recibió pues su herencia en medio de la herencia de Judá.
10 El sorteo asignó la tercera parte a los clanes de Zabulón. El territorio que recibieron como herencia se extendía hasta Sadad.
11 Su frontera subía por el oeste hasta Maraaba, pasaba al lado de Tabeset y del Torrente que está frente a Yocneam.
12 A partir de Sadad, la frontera se volvía al este, para el lado del sol naciente. Alcanzaba hasta Quislot-Tabor, pasaba cerca de Daberat y subía a Yafia.
13 Desde allí se extendía al este por el levante, hacia Gat-Jefer e Itacasín. Tocaba luego Rimón y llegaba a los alrededores de Nea.
14 Luego la frontera daba una vuelta al norte en dirección a Hanatón y llegaba al valle de Jifta-el.
15 Allí se incluían Catat, Najalal, Simrón, Jireala y Belén: doce ciudades y sus aldeas;
16 esa era la herencia de los clanes de Zabulón, con sus ciudades y sus aldeas.
17 El sorteo asignó la cuarta parte a Isacar, a los clanes de la tribu de Isacar.
18 Su territorio se extendía hasta Jizreel, incluía Quesulot, Sunem,
19 Hafaraim, Sión, Anajarat,
20 Daberat, Quisión, Ebes,
21 Remet, En-Garim, Enjada y Bet-Pasés.
22 Tocando Tabor, Sajasima y Betsemes, la frontera llegaba al Jordán: dieciséis ciudades y sus aldeas.
23 Esa era la herencia de los clanes de la tribu de Isacar con sus ciudades y sus aldeas.
24 El sorteo asignó la quinta parte a los clanes de la tribu de Aser.
25 Su territorio incluía Jelcat, Halí, Betén, Acsaf,
26 Alamelec, Amead y Miseal. Al oeste tocaba el Carmelo y el lecho del Libnat.
27 Por el lado del sol naciente iba hasta Bet-Dagón; tocaba Zabulón, el valle de Jifta-el, Bet-ha-Emec y Neiel, al norte de Cabul.
28 Comprendía Abdón, Rejob, Hamón y Caná, hasta Sidón la Grande. La frontera iba hasta Rama y hasta la ciudad fortificada de Tiro.
29 En seguida llegaba hasta Hosa y terminaba en el mar, a la altura de Majaleb y Aczib,
30 con Acco, Afec y Rejob: veintidós ciudades y sus aldeas.
31 Esa era la herencia de los clanes de la tribu de Aser, con sus ciudades y sus aldeas.
32 El sorteo asignó la sexta parte a Neftalí, a los clanes de la tribu de Neftalí.
33 Partiendo de Helef y de la Encina de Saananim, su frontera pasaba por Adami-ha-Nequeb y Yabneel, Lacum y llegaba al Jordán.
34 La frontera pasaba al oeste por Aznot- Tabor, por Hucoc y tocaba Zabulón por el sur y Aser por el oeste, siendo el Jordán la frontera oriental.
35 Las ciudades eran Sidim, Ser, Hamat, Racat, Quinerat,
36 Adama, Rama, Jasor,
37 Cadés, Edrei, En Jasora,
38 Ji reón, Migdad-El, Jorem, Betanat y Betsemes: diecinueve ciudades y sus aldeas.
39 Esa era la herencia de los clanes de la tribu de Neftalí, con sus ciudades y sus aldeas.
40 El sorteo asignó la séptima parte a los clanes de Dan.
41 El territorio que recibieron comprendía Sorea, Estaol, Ir-Semes,
42 Saalbin, Ayalón, Silata,
43 Elón, Timna, Ecrón,
44 Eltequé, Guibetón, Baalat,
45 Azor, Bené-Perac y Gatrimón;
46 hacia el mar Jeracón con el territorio que está frente a Jope.
47 Pero la tribu de Dan no pudo apoderarse de su territorio. Por eso esos clanes subieron a atacar Lesem; se apoderaron de ella y la pasaron a cuchillo. Luego de la toma de Lesem, se instalaron allí y le dieron el nombre de Dan, él de su antepasado.
48 Esa era la herencia de los clanes de la tribu de Dan, con sus ciudades y sus aldeas.
49 Se había terminado el reparto del país con sus respectivas fronteras. Entonces los israelitas dieron a Josué, hijo de Nun, un territorio en medio de ellos.
50 Según la orden de Yavé le dieron la ciudad que aquél había pedido: Timnat-Sera, en la montaña de Efraín. Reconstruyó la ciudad y se instaló allí.
51 Esas son las partes de la herencia que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de los clanes repartieron por sorteo entre las tribus de Israel. Eso fue en Silo, en presencia de Yavé a la entrada de la Tienda de las Declaraciones divinas. De ese modo se acabó con el reparto del país.
Josué (Jos) Capítulo 20
Las ciudades de refugio
1 Yavé pidió a Josué que repitiera a los israelitas
2 lo que había hecho decir a Moisés: «Dispongan entre ustedes ciudades de refugio
3 donde pueda refugiarse el que haya dado muerte a otro por error o sin querer. Le servirán de refugio contra el vengador de la sangre.
4 El que quiera refugiarse en una de esas ciudades se presentará a la entrada de la puerta de la ciudad. Allí expondrá su caso a los ancianos de la ciudad, y éstos lo acogerán entre ellos en la ciudad y le darán una casa para que viva con ellos.
5 Si el vengador de la sangre lo persiguiere, no pondrán en sus manos al que haya matado, porque mató a su prójimo sin querer: no sentía odio por él con anterioridad.
6 El que mató se quedará en la ciudad hasta que comparezca ante la comunidad para ser juzgado y hasta que haya muerto el Sumo Sacerdote que se encuentre en funciones esos días. Entonces el que haya matado podrá regresar a su casa en la ciudad de donde huyó».
7 Se consagró, pues, a Cadés de Galilea en la montaña de Neftalí, Siquem en la montaña de Efraín y Quiriat-Arba, es decir Hebrón, en la montaña de Judá.
8 Al otro lado del Jordán, al este de Jericó, se había designado a Beser en el desierto, en la meseta, en el territorio de Rubén; Ramot-en-Galaad, en el territorio de Gad, y Golán de Basán, en el territorio de Manasés.
9 Estas son las ciudades de refugio para los israelitas y para los extranjeros que viven con ellos. Allí se refugiará cualquiera que haya dado muerte a otro involuntariamente para escapar de la mano del vengador de la sangre hasta el momento en que comparezca ante la comunidad.
Josué (Jos) Capítulo 21
Las ciudades de los levitas
1 Los jefes de familia de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los jefes de los clanes de las tribus de Israel
2 en Silo, en el territorio de Canaán y les dijeron: «Yavé ordenó por boca de Moisés que nos dieran ciudades para vivir en ellas y pastizales para nuestro ganado».
3 Los israelitas dieron pues a los levitas, conforme a la orden de Yavé, las siguientes ciudades con sus pastizales, tomándolas de su propia parte.
4 Hicieron el sorteo para los clanes de los cahatitas. Estos hijos del sacerdote Aarón establecidos en las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín recibieron trece ciudades
5 Los otros hijos de Cahat recibieron según sus clanes diez ciudades en las tribus de Efraín, de Dan y en la media tribu de Manasés.
6 Los hijos de Guersón recibieron según sus clanes trece ciudades en las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y en la media tribu de Manasés instalada en Basán.
7 Los hijos de Marari recibieron según sus clanes doce ciudades en las tribus de Rubén, de Gad y de Zabulón.
8 Los israelitas asignaron pues por sorteo esas ciudades y sus pastizales a los levitas tal como Yavé lo había ordenado por boca de Moisés.
9 Estos son los nombres de las ciudades que les dieron en la tribu de Judá y en la tribu de Simeón.
10 La primera parte fue para los hijos de Aarón que pertenecían al clan de los cahatitas, de la tribu de Leví.
11 En la montaña de Judá les dieron Quiriat-Arba con sus pastizales, era la ciudad del padre de Anac (actualmente Hebrón).
12 Pero a Caleb, hijo de Jefoné, le dieron en propiedad el campo de esa ciudad y sus aldeas.
13 Dieron a los hijos del sacerdote Aarón Hebrón y sus pastizales (Hebrón era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien), Libna y sus pastizales,
14 Yatir y sus pastizales, Estemoa y sus pastizales,
15 Jolón y sus pastizales, Debir y sus pastizales,
16 Asán y sus pastizales, Yuta y sus pastizales y Betsemés y sus pastizales: nueve ciudades en estas tribus.
17 En la tribu de Benjamín: Gabaón y sus pastizales, Gueba y sus pastizales,
18 Anatot y sus pastizales y Almón y sus pastizales: cuatro ciudades.
19 El total de ciudades para los sacerdotes, hijos de Aarón fue de trece ciudades con sus pastizales.
20 Para los otros clanes de los hijos de Cahat, para los demás levitas hijos de Cahat, se tomaron ciudades de la tribu de Efraín.
21 Les dieron Siquem y sus pastizales, en la montaña de Efraín (era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien), Guezer y sus pastizales,
22 Cibsaim y sus pastizales y Bet-Horón y sus pastizales: cuatro ciudades.
23 En la tribu de Dan: Eltequé y sus pastizales, Guibetón y sus pastizales,
24 Ayalón y sus pastizales y Get-rimón y sus pastizales: cuatro ciudades.
25 En la media tribu de Manasés: Tanac y sus pastizales y Jiblean y sus pastizales: dos ciudades.
26 El total fue de diez ciudades con sus pastizales, para los clanes que faltaban de los hijos de Cahat.
27 A los hijos de Guersón que pertenecían al clan de Leví, les dieron Golán en Basán (era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien), y Astarot con sus pastizales, en la media tribu de Manasés: dos ciudades.
28 En la tribu de Isacar: Quisión y sus pastizales, Daberat y sus pastizales,
29 Yarmut y sus pastizales y Enganim y sus pastizales: cuatro ciudades.
30 En la tribu de Aser: Miseal y sus pastizales, Abdón y sus pastizales,
31 Helcat y sus pastizales y Rejob y sus pastizales: cuatro ciudades.
32 En la tribu de Neftalí: Cadés de Galilea (era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien) y sus pastizales, Hamot-Dor y sus pastizales y Cartán y sus pastizales: tres ciudades.
33 El total de ciudades para los clanes de Guersón fue de trece ciudades y sus pastizales.
34 Al clan de los hijos de Merarí, es decir a todo el resto de los levitas, les asignaron, en la tribu de Zabulón Yoqneam y sus pastizales, Carta y sus pastizales,
35 Rimón y sus pastizales y Nahalal y sus pastizales: cuatro ciudades.
36 Al otro lado del Jordán, frente a Jericó, en la tribu de Rubén: Beser en el desierto, en la meseta (era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien) y sus pastizales, Yahas y sus pastizales,
37 Quedemot y sus pastizales y Mefaat y sus pastizales: cuatro ciudades.
38 En la tribu de Gad: Ramot de Galaad (era una ciudad de refugio para los que habían dado muerte a alguien) y sus pastizales, Mahanaim y sus pastizales,
39 Jesbón y sus pastizales y Yaser y sus pastizales: cuatro ciudades.
40 El total de las ciudades que fueron asignadas al clan de los hijos de Merarí, lo que faltaba de los clanes de Leví, fue de doce ciudades.
41 El total de las ciudades asignadas a los levitas en medio de los territorios de los israelitas fue de cuarenta y ocho.
42 La ciudad se entendía de la ciudad y de sus pastizales que la rodeaban, y así era para todas las ciudades.
43 De ese modo Yavé dio a los israelitas todo el país que había jurado a sus padres que les daría, se adueñaron de él y se instalaron allí.
44 Yavé les concedió la paz en todas sus fronteras, tal como lo había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente. Yavé puso en sus manos a todos sus enemigos.
45 Ninguna de las promesas que Yavé había hecho a la casa de Israel quedó en el olvido: todo se realizó.
Josué (Jos) Capítulo 22
El altar en la otra ribera del Jordán
1 Josué convocó a la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés,
2 y les dijo: «Ustedes han obedecido todo lo que Moisés, servidor de Yavé, les ordenó y me han obedecido en todo lo que les mandé.
3 Ha pasado mucho tiempo, pero ustedes no han abandonado a sus hermanos hasta el día de hoy, y han observado fielmente el mandamiento de Yavé su Dios.
4 Ahora que Yavé su Dios concedió el descanso a sus hermanos, como se lo había dicho, vuelvan y ocupen nuevamente sus tiendas, en el territorio que les pertenece y que Moisés, servidor de Yavé, les dio al otro lado del Jordán.
5 Tan solo acuérdense de poner en práctica los mandamientos y las leyes que Moisés, el servidor de Yavé, les prescribió. Amen a Yavé su Dios, sigan todos sus caminos, guarden sus mandamientos, apéguense a él y sírvanlo con todo su corazón y con toda su alma».
6 Josué los bendijo, luego los despidió y retornaron a sus hogares.
7 Moisés había dado Basán a una mitad de la tribu de Manasés; a la otra mitad de la tribu Josué le dio una herencia entre sus hermanos, al oeste del Jordán. Al enviarlos de vuelta a sus tiendas, Josué los bendijo.
8 Les dijo: «Vuelvan a sus tiendas cargados de riquezas: ¡Cuánto ganado, oro, plata, bronce, hierro y ropa! Repartan los despojos de sus enemigos entre sus hermanos».
9 La gente de Rubén, Gad y de la media tribu de Manasés dejaron a los israelitas en Silo, en el territorio de Canaán. Regresaron al territorio de Galaad, pues esa era la herencia que habían recibido tal como Yavé lo había ordenado por medio de Moisés.
10 Cuando llegaron a los alrededores del Jordán que forma parte del territorio de Galaad, la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés construyeron un altar en la ribera del Jordán. Era un altar de una altura impresionante.
11 La noticia llegó a los israelitas: «¡Fíjense que la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés construyeron un altar frente al territorio de Canaán, en los alrededores de Guilgal del Jordán, junto a la frontera de los israelitas».
12 Entonces toda la comunidad de Israel se reunió en Silo para subir contra ellos y hacerles la guerra.
13 Los israelitas mandaron donde la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés, en el territorio de Galaad, a Finjas, hijo del sacerdote Eleazar,
14 y a diez jefes con él: un jefe de clan por cada una de las tribus de Israel.
15 Cuando llegaron donde la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés, en el territorio de Galaad, les dijeron:
16 «Esto es lo que dice la comunidad de Yavé: ¡Ustedes han cometido una infidelidad con el Dios de Is rael! ¿Así que quieren apartarse de Yavé? ¡Al construir un altar se han rebelado contra Yavé!
17 ¿No les bastó con el crimen de Peor? Todavía no nos hemos recuperado de la peste que asoló a toda la comunidad de Yavé.
18 Si hoy día se han rebelado contra Yavé, mañana él se enojará con toda la comunidad de Israel.
19 Si el territorio que poseen les parece impuro, vénganse al territorio que es la herencia de Yavé, allí donde él ha establecido su morada, y les darán una porción en medio de nosotros. Pero no se rebelen contra Yavé y contra nosotros, construyendo un altar distinto al de Yavé nuestro Dios.
20 Acuérdense de la infidelidad de Acán, hijo de Zerá, a propósito del anatema: la cólera de Yavé castigó a toda la comunidad de Israel, y no murió solamente él por culpa de su crimen».
21 La gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel:
22 «El Dios de los dioses, Yavé, el Dios de los dioses, sabe la verdad e Israel debe saberla. Si nos hubiéramos rebelado contra Yavé, si le hubiésemos sido infieles, entonces que Yavé no nos perdone.
23 Si edificamos este altar para apartarnos de Yavé, para ofrecerle holocaustos y oblaciones, para presentarle sacrificios de comunión, que el mismo Yavé nos pida cuenta de ello.
24 Pero actuamos así por temor a lo que pudiera ocurrir después; a lo mejor un día sus hijos dirán a los nuestros: «¿Qué tienen ustedes que ver con Yavé, Dios de Israel?
25 Yavé puso el Jordán como frontera entre nosotros y ustedes, ustedes no tienen pues parte alguna con Yavé. Y de ese modo, debido a sus hijos, nuestros hijos dejarán de temer a Yavé.
26 Entonces nos dijimos: Construyamos un altar, no para ofrecer en él holocaustos o sacrificios,
27 sino para que sea un testimonio entre nosotros y ustedes, y entre nuestros descendientes. Será una prueba de que practicamos el culto a Yavé, en presencia de él, por nuestros holocaustos, nuestra ofrendas y nuestros sacrificios de comunión. De ese modo sus hijos no podrán decir a los nuestros: Ustedes no tienen nada que ver con Yavé.
28 Nos dijimos: Si mañana nos hablan de esa manera a nosotros o a nuestros descendientes, les diremos: Miren la forma del altar de Yavé que nuestros padres construyeron, no para los holocaustos o para los sacrificios sino para que sea una prueba entre nosotros y ustedes.
29 No queremos rebelarnos contra Yavé ni dejar de servirle. No construimos este altar para el holocausto, para la ofrenda o para el sacrificio de comunión, ni tampoco en menosprecio del altar de Yavé que está delante de su Morada».
30 Esas palabras que pronunciaron los hijos de Rubén, de Gad y de Manasés les gustaron al sacerdote Finjas, a los jefes de la comunidad y los jefes de los clanes de Israel que estaban con él.
31 El sacerdote Finjas dijo a los hijos de Rubén, de Gad y de Manasés: «Ahora sabemos que Yavé está en medio de nosotros ya que ustedes no cometieron infidelidad contra Yavé. Ustedes han ahorrado a Israel los azotes de Yavé».
32 Entonces, dejando a los hijos de Rubén y de Gad en el territorio de Galaad, el sacerdote Finjas y los jefes regresaron al país de Canaán, donde los israelitas. Les dieron cuenta de todo,
33 y los israelitas lo aprobaron. Bendijeron a Dios y desistieron de marchar en son de guerra para arrasar el territorio donde vivían los hijos de Rubén y de Gad.
34 Por su parte los hijos de Rubén y los hijos de Gad llamaron a ese altar «Testigo», porque dijeron: «Es testigo entre nosotros de que Yavé es Dios».

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Comentarios Josué, capítulo 22
22,1

El capítulo 22 es una manera de afirmar que las tribus ubicadadas al este del Jordán son parte del pueblo de Israel. Además, quiere justificar y excusar a los que, en el pasado, ha bían multiplicado los lugares sagrados, pues fue escrito en la época de Josías, a fines del siglo VII a.C. cuando se prohibieron estos santuarios y se reagrupó el culto en el Santuario de Jerusalén.
Josué (Jos) Capítulo 23
Discurso de Josué en Siquem
1 Hacía ya mucho tiempo que Yavé había librado a Israel de todos sus enemigos de los alrededores y le había dado la tranquilidad. En cuanto a Josué, ya estaba viejo y de edad avanzada.
2 Josué entonces reunió a todo Israel junto con sus ancianos, sus jefes, sus jueces y sus escribas y les dijo: «Estoy ahora viejo y de edad avanzada.
3 Ustedes vieron todo lo que Yavé, el Dios de ustedes, hizo a esas naciones con las que se enfrentaron: Yavé su Dios combatió al lado de ustedes.
4 ¡Miren! Les repartí por sorteo el dominio de esas naciones que permane cían entre ustedes y que eliminé. Esta será la herencia de sus tribus desde el Jordán hasta el Gran Mar hacia el lado del sol poniente.
5 Yavé su Dios los expulsará ante ustedes y les quitará la tierra para que sea de ustedes, como Yavé su Dios se lo dijo.
6 ¡Tengan pues ánimo! Observen y pongan en práctica todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés. No se aparten ni a la derecha ni a la izquierda,
7 no se mezclen con los pueblos que quedaron entre ustedes. No invoquen el nombre de sus dioses y no juren por ellos; no les sirvan ni se postren ante ellos.
8 A Yavé su Dios, y sólo a él seguirán, como lo han hecho hasta hoy.
9 Yavé expulsó ante ustedes a naciones grandes y poderosas y nadie pudo oponerles resistencia hasta hoy.
10 Uno solo de ustedes perseguía a mil, porque Yavé su Dios combatía para ustedes, como él se lo había dicho.
11 Amen a Yavé su Dios, es vital para ustedes.
12 Si se apartan de él, si se juntan con los otros pueblos que quedaron entre ustedes, si se mezclan con ellos casándose y se visitan mutuamente,
13 sépanlo bien: Yavé su Dios no continuará despojándolos ante ustedes. Pero ellos serán para ustedes como un lazo y como una trampa, como un látigo en su espalda y espinas en sus ojos, hasta que ustedes hayan desaparecido de esta buena tierra que Yavé su Dios les dio.
14 En el momento en que me estoy yendo por el camino de toda criatura, reconozcan desde el fondo de su corazón y de su espíritu que Yavé su Dios realizó todo lo que había prometido. Todas sus palabras se han cumplido, ni una sola quedó sin efecto.
15 Por eso, así como se realizaron todas las promesas de Yavé su Dios respecto a ustedes, de igual forma Yavé realizará en contra de ustedes todas sus amenazas hasta exterminarlos de esta buena tierra que les dio.
16 Si ustedes son infieles a la Alianza que Yavé su Dios les propuso, si sirven a otros dioses y se prosternan delante de ellos, entonces se encenderá contra ustedes la cólera de Yavé y desaparecerán rápidamente de esta buena tierra que él les dio».
Josué (Jos) Capítulo 24
Renovación de la Alianza en Siquem
1 Josué reunió pues en Siquem a todas las tribus de Israel. Convocó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los escribas, y éstos se presentaron ante Dios.
2 Josué dijo entonces a todo el pueblo: «Esto es lo que Yavé, el Dios de Israel, les manda decir: Sus padres vivían más allá del Río, y servían a otros dioses: acuérdense de Teraj, padre de Abrahán y padre de Najor,
3 Pero yo tomé a su padre Abrahán más allá del Río y le hice recorrer todo el territorio de Canaán, multipliqué su raza y le di a Isaac.
4 A Isaac le di a Jacob y Esaú. Le di el monte Seir a Esaú como su propiedad; pero Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.
5 Luego envié a Moisés y a Aarón y tuvieron lugar las plagas de Egipto y todo lo que yo hice allí; en seguida los hice salir.
6 Cuando llegaron ustedes al mar y los egipcios persiguieron a sus padres con sus carros y sus jinetes hasta el Mar de los Juncos,
7 clamaron a Yavé y Yavé interpuso una niebla entre ustedes y los egipcios, hizo retroceder el mar sobre ellos y los cubrió. Ustedes vieron con sus ojos lo que hice en Egipto, después de lo cual permanecieron por largos días en el desierto.
8 Después los hice entrar en el país de los amoreos que viven al otro lado del Jordán. Pelearon con ustedes y yo los puse en sus manos. Conquistaron ustedes su país y los exterminé ante ustedes.
9 Fue entonces cuando Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, salió en son de guerra contra Israel, y mandó a buscar a Balaam, hijo de Beor, para que los maldijera.
10 Pero no quise escuchar a Balaam y tuvo que bendecirlos: así fue como los libré de sus manos.
11 Luego ustedes atravesaron el Jordán y llegaron a Jericó. Los jefes de Jericó, los amoreos, los fereceos, los cananeos, los hititas, los guirgaseos, los jeveos y los jebuseos los atacaron, pero los entregué en manos de ustedes.
12 Expulsé delante de ustedes a los dos reyes amoreos, no por la espada o el arco, sino por medio de las avispas que mandé delante de ustedes.
13 Les di una tierra donde no han trabajado, ciudades que no construyeron pero que han habitado, viñas y olivares que no plantaron, pero cuya fruta han comido.
14 ¡Ahora, pues, teman a Yavé! ¡Sírvanle con sinceridad y fidelidad! ¡Eliminen los dioses a los que sus padres sirvieron tanto más allá del Río como en Egipto, y sirvan a Yavé!
15 Pero si no quieren servir a Yavé, elijan ahora a quién servirán: o bien a los dioses a los que sus padres sirvieron más allá del Río, o bien a los dioses de los amoreos en el país donde viven. Lo que es yo y mi familia serviremos a Yavé».
16 El pueblo respondió: «Por ningún motivo abandonaremos a Yavé para servir a otros dioses,
17 porque Yavé, nuestro Dios, fue quien nos hizo subir con nuestros padres desde Egipto, ( ) y nos protegió a lo largo del camino por donde íbamos, y en medio de todos los pueblos por donde pasábamos.
18 Yavé fue quien expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos como también a los amoreos que vivían en este país. Serviremos pues a Yavé, él es nuestro Dios».
19 Entonces Josué dijo al pueblo: «¿Podrán ustedes servir a Yavé? Porque es un Dios santo, un Dios celoso; El no perdonaría las infidelidades y los pecados de ustedes.
20 Si abandonan a Yavé para servir a dioses extranjeros, él también cambiará: les hará el mal y los exterminará después de haberles hecho el bien».
21 El pueblo dijo a Josué: «¡De ninguna manera! ¡Serviremos a Yavé!»
22 Entonces Josué les dijo: «Ustedes mismos son testigos que han escogido a Yavé y quieren servirlo». Le respondieron: «Somos testigos».
23 «Pues bien, dijo José, boten ahora los dioses extranjeros que tienen entre ustedes y vuelvan su corazón hacia Yavé, el Dios de Israel».
24 El pueblo dijo a Josué: «Nosotros serviremos a Yavé y haremos caso a su palabra».
25 Ese día estableció Josué una alianza con el pueblo, le impuso un estatuto y una regla en Siquem.
26 Escribió todas esas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó una gran piedra y la puso debajo de la Encina que estaba en el santuario de Yavé.
27 Josué dijo entonces al pueblo: «Esta piedra atestiguará en contra de ustedes, porque escuchó todas las palabras que Yavé pronunció delante de nosotros. Servirá como testigo en contra de ustedes, para impedirles que renieguen de su Dios».
28 Después Josué mandó de vuelta al pueblo, a cada uno a su posesión.
29 Josué, hijo de Nun, servidor de Yavé, murió después de eso, a la edad de ciento diez años.
30 Lo sepultaron en el territorio que había recibido en el reparto, en Timnat-Sera, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas.
31 Israel sirvió a Yavé durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los ancianos que sucedieron a Josué, pues habían visto todo lo que Yavé había realizado en favor de Israel.
32 En Siquem sepultaron los huesos de José que los israelitas habían traído de Egipto. Los depositaron en una parcela que Jacob había comprado a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien piezas de plata; ella pasó a formar parte de la herencia de los hijos de José.
33 Eleazar, hijo de Aarón, murió también y lo enterraron en la montaña de Efraín en Guibea, ciudad que había sido otorgada a su hijo Finjas.

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Comentarios Josué, capítulo 24
24,1

En el momento en que Josué va a desaparecer, la presencia de Israel en los cerros y mesetas de Palestina es un hecho. Por infiltración pacífica o por sus conquistas se impusieron y, lo que es más, tienen conciencia de su común destino.

Las doce tribus se reúnen en Siquem, en el centro de Palestina, donde se establecieron las tribus de Josué, más fuertes, que más cuidadosamente guardan la memoria de Moisés. Aquí se renueva la Alianza celebrada por Moisés (ver Ex 24).

Esta profesión de fe de Siquem es la imagen y el anuncio de todas las profesiones de fe solemnes a que serán invitados los israelitas en tiempos posteriores. Anuncia igualmente la profesión de fe que la Iglesia les pide a los cristianos la noche de Pascua.