La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Jueces (Jue)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21    
Jueces (Jue) Introducción
Los Jueces son para nosotros un libro de bellas historias: Débora, Gedeón, Sansón y Dalila, Jefté y su hija, sin olvidar al final a la mujer cortada en trozos ni al sacerdote que se aviva con los ídolos de su patrón. Pero estas historias transmitidas como relatos populares no hacen más que poner en imágenes la historia de una época tan importante como desconocida. ¿De qué manera los hebreos nómadas que entraron en Palestina después de Moisés se transformaron en un pueblo de pequeños agricultores? Y ¿cómo guardaron su identidad de pueblo elegido por Dios?
La tierra de Canaán, con sus fértiles praderas, lo tenía todo para seducir; lo mismo ocurría con sus religiones, cercanas a la naturaleza y donde la libertad sexual se expresaba con la mayor tranquilidad. Todos los pueblos que habían entrado allí se habían fundido con ella; ¿qué pasaría con la religión intransigente del Dios que no se ve? Fueron sin duda siglos oscuros desde cualquier punto de vista, en los cuales durante mucho tiempo se pudo pensar que el fuego del Sinaí se había extinguido.
Los libertadores
Lo que va a salvar el porvenir de las tribus de Israel será, por una parte, la agresividad de varias de ellas (pensemos en la tribu de Efraím cuyas campañas son narradas en el libro de Josué), y, por otra, el hecho de que con frecuencia estuvieron a merced de merodeadores y de otros nómadas venidos del desierto. Pero permanecieron fieles a Yavé porque en muchas ocasiones tuvieron la experiencia del Dios que salva.
En medio de sus dificultades, los israelitas, desorganizados y divididos en grupos rivales, se reagrupan alrededor de los “jueces” de tribus, o jefes innatos surgidos del pueblo, a veces campesinos que obtendrán grandes victorias (véanse Jue 4,1 y 5,1).
Esos hombres pasaron a la historia como los “sofetim”, una palabra que designa tanto a jefes como a jueces. Hay que saber que en la cultura hebrea, e incluso en el Evangelio, la palabra “juzgar” quiere decir también gobernar (Mt 19,28). De ahí que se llame jueces a hombres que no han tomado jamás parte en un tribunal.
Las brasas bajo la ceniza
La lectura del libro no nos da una idea muy elevada del nivel moral y religioso del Israel de aquel tiempo en que los marcos tradicionales de la familia y de la tribu nómada perdían su valor. Sin embargo se estaba gestando una renovación profunda. Dos palabras que muestran esa transformación: heredad y santuario, entran en el vocabulario religioso,.
– Heredad: el nómada tiene ahora una tierra. Deberá considerarla como un don de Dios, cultivarla y transmitirla a sus hijos. Toda su religión estará ligada a la tierra que Dios le ha dado y que conservará en la medida en que sea fiel.
– Santuario: los israelitas, que nunca tuvieron un templo en el desierto, descubren los lugares de culto de los cananeos. Se van, pues, a acostumbrar a agruparse también en lugares de culto en donde los levitas, los sacerdotes, guardan las tradiciones sagradas y las enseñanzas de Moisés.
Este ejemplo de un período en que se redescubre todo, está lleno de interés para nosotros en un tiempo en que se derrumban todas las estructuras morales y religiosas en que habían vivido nuestros padres. Podemos pensar que bajo la capa del materialismo triunfante están madurando muchas cosas que preparan el renacimiento de un cristianismo más consciente de sí mismo en una sociedad urbana, planetaria y postindustrial.
EL LIBRO DE LOS JUECES
Como los libros de Josué, de Samuel y de los Reyes, el libro de los Jueces es parte de la historia de espíritu profético redactada por los llamados “deuteronomistas”: ver la Introducción a Josué.
Al autor del libro se deben los dos primeros capítulos en que desarrolla su interpretación de los hechos que sucedieron durante los primeros tiempos de la penetración de los israelitas en Palestina. Luego ordenó una serie de historias en que cada tribu conservaba el recuerdo de sus héroes. Las juntó de tal forma que estos héroes aparecieran como los salvadores de todo Israel, y luego las puso como ejemplos de lo que quería enseñar: el pueblo no puede salvarse y vencer a sus enemigos si no demuestra su fidelidad a Yavé.
Es difícil encontrarle una estructura al libro de los Jueces. Se nota la diferencia entre los llamados pequeños jueces y los grandes jueces. Los primeros son jefes de clan cuya actuación desbordó los límites de su parentela y cuya autoridad fue reconocida por su tribu. Los grandes, en cambio, parecen haber sido personajes carismáticos que protagonizaron proezas militares en la lucha contra los propietarios del país o, al revés, contra los nuevos inmigrantes.
Jueces (Jue) Capítulo 1
1 Josué había muerto. Los israelitas consultaron a Yavé: «¿Quién de nosotros, dijeron, subirá primero a atacar a los cananeos?»
2 Yavé respondió: «Judá será quien subirá, pues he puesto el país en sus manos».
3 Los de Judá dijeron a sus hermanos de Simeón: «Vengan a ayudarnos contra los cananeos en la parte que nos corresponde, y nosotros los ayudaremos en la de ustedes». Y los de Simeón fueron a ayudarlos.
4 Subió pues Judá y Yavé puso en sus manos a los cananeos y a los fereceos en Besec: derrotaron a diez mil hombres.
5 En Besec se encontraron con Adoni-Besec; se trabaron en combate y derrotaron a los cananeos y a los fereceos.
6 Adoni-Besec emprendió la fuga y lo persiguieron. Lo apresaron y le cortaron los pulgares de las manos y de los pies.
7 Adoni-Besec dijo entonces: «Setenta reyes, con los pulgares de las manos y de los pies cortados, recogían las migas debajo de mi mesa, hoy Dios me devuelve lo que hice». Lo llevaron a Jerusalén y allí murió.
8 La gente de Judá atacó Jerusalén. Se apoderaron de ella, la pasaron a cuchillo e incendiaron la ciudad.
9 Después de esto, bajaron para atacar a los cananeos que vivían en la Montaña, en el Negueb y en la Tierra Baja.
10 Judá atacó después a los cananeos que vivían en Hebrón (Hebrón se llamaba antes Quiriat-Arba); derrotaron a Sesai, Ajimán y Talmai.
11 De allí se dirigieron para pelear con los habitantes de Debir (Debir se llamaba antes Quiriat-Sefer).
12 Caleb dijo entonces: «Daré como esposa a mi hija Acsa a quien ataque a Quiriat-Sefer y se apodere de ella».
13 Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, se apoderó de ella y Caleb le dio su hija Acsa.
14 En cuanto ella llegó, la impulsó a que pidiera a su padre un campo. Al verla que bajaba de su burro, Caleb dijo: «¿Qué quieres?»
15 Respondió: «Hazme un favor; ya que me enviaste a esta zona del Negueb, dame al menos manantiales». Caleb le dio pues las Fuentes de Arriba y las Fuentes de Abajo.
16 Los hijos de Hobab el quenita, cuñado de Moisés, subieron con los hijos de Judá, desde la Ciudad de las Palmeras hasta el desierto de Judá, al sur de Arad. Allí se establecieron en medio del pueblo de Israel.
17 Los de Judá salieron después con sus hermanos de Simeón. Derrotaron a los cananeos que vivían en Sefat y los condenaron al anatema, por eso la ciudad se llama Jormá.
18 Judá no se apoderó de Gaza y su territorio ni de Asquelón y su territorio ni de Ecrón y su territorio.
19 Judá se adueñó de la montaña con ayuda de Yavé, pero no pudo expulsar a los habitantes de la llanura, porque tenían carros de hierro.
20 Tal como lo había ordenado Moisés, dieron Hebrón a Caleb; expulsó a los tres hijos de Anac.
21 En cuanto a los jebu seos que vivían en Jerusalén, los hijos de Benjamín no los expulsaron, y por eso hasta hoy día los jebuseos viven en Jerusalén junto con los hijos de Benjamín.
22 La gente de la casa de José emprendió una expedición contra Betel y Yavé estuvo con ellos.
23 Instalaron su campamento frente a Betel (la ciudad se llamaba antes Luz).
24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: «Muéstranos por donde se puede entrar a la ciudad y te perdonaremos la vida».
25 Les mostró entonces cómo entrar en la ciudad. La pasaron a cuchillo, pero dejaron libre a ese hombre con toda su familia.
26 El hombre se fue al territorio de los hititas y allí construyó una ciudad que se llamó Luz (y ese es el nombre que tiene todavía hoy).
27 Manasés no pudo apoderarse de la ciudad de Bet-Seán ni de sus dependencias, ni tampoco de Tanac, de Dor, de Jibleam y de Meguido; los cananeos se mantuvieron firmes en ese territorio.
28 Pero cuando Israel fue más fuerte, redujo a servidumbre a los cananeos, sin empero eliminarlos.
29 Efraín tampoco expulsó a los cananeos que vivían en Guezer; los cananeos siguieron pues viviendo allí con él.
30 Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón ni a los de Nahalol; así fue como los cananeos continuaron en medio de Zabulón pero fueron reducidos a servidumbre.
31 Aser no expulsó a los habitantes de Acco ni a los de Sidón, de Majaleb, de Aczib, de Jelba, de Afec y de Rejov.
32 La gente de Aser siguió pues viviendo en medio de los cananeos que poblaban la región, pues no los habían expulsado.
33 Neftalí no echó a los habitantes de Bet-Seán ni a los de Bet-Anat: vivió pues en medio de los cananeos que habitan en la región, pero impuso trabajos forzados a los habitantes de Bet-Semés y de Bet-Anat.
34 Los amoreos hicieron retroceder hasta la montaña a los hijos de Dan y les impidieron que bajaran a la llanura.
35 Los amoreos se quedaron en Har-Jerés, en Ayalón y Saalbim, pero cuando la casa de José adquirió fuerza, fueron también reducidos a servidumbre.
36 (El territorio de los edomitas se extiende de la Subida de los Escorpiones hasta la Roca y continúa luego subiendo).

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Comentarios Jueces, capítulo 1
1,1

El primer capítulo proporciona algunas luces sobre la conquista. No fue triunfal, como aparece en el libro de Josué, sino lenta y difícil. Los israelitas no cumplieron con el mandato de exterminar a los paganos, lo que hubiera protegido la fe en el Dios único. Al contrario, las relaciones pacíficas prepararon la idolatría.

Compárense 8 y 21: estos datos no son todos seguros.
Jueces (Jue) Capítulo 2
1 El ángel de Yavé subió de Guilgal a Boquim. «Los he hecho subir de Egipto, dijo, y los he traído a este país que prometí con juramento a sus padres. Yo había dicho: No romperé nunca mi alianza con ustedes,
2 y por su parte ustedes no harán alianza con los habitantes de este país sino que derribarán sus altares. Pero ustedes no me han hecho caso. ¿Qué es lo que han hecho?
3 Pues bien, esto he decidido yo: ¡No expulsaré a esa gente delante de ustedes! Estarán continuamente a su lado y sus dioses serán para ustedes una trampa».
4 Cuando el ángel de Yavé hubo hablado así a todo Israel, el pueblo lanzó alaridos y se puso a llorar.
5 Por eso llamaron a aquel lugar Boquim y ofrecieron allí sacrificios a Yavé.
6 Cuando Josué había despedido al pueblo, los israelitas habían vuelto cada uno a su parte de herencia, procurando conquistar el país.
7 El pueblo sirvió a Yavé durante toda la vida de Josué y durante toda la vida de los ancianos que le sucedieron, pues habían visto los prodigios que había realizado Yavé en favor de Israel.
8 Al morir Josué hijo de Nun, servidor de Yavé, a la edad de ciento diez años,
9 lo enterraron en el territorio que había recibido como herencia en Timnat-Herés, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas.
10 Cuando esa generación a su vez fue a reunirse con sus padres, le siguió otra generación que no conocía a Yavé ni sabía lo que éste había hecho por Israel.
La moral del libro
11 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé y sirvieron a los Baales.
12 Abandonaron a Yavé, al Dios de sus padres que los había sacado del país de Egipto y siguieron a otros dioses. Se postraron ante los dioses de los pueblos que los rodeaban, y atrajeron sobre ellos la cólera de Yavé.
13 En cuanto abandonaron a Yavé para servir a los Baales y a las Astartés, estalló la cólera de Yavé contra Israel.
14 Los entregó en manos de salteadores que los despojaron, los vendió a sus enemigos de todo el contorno: ya no oponían más resistencia a sus enemigos.
15 Cada vez que iban a la guerra, la mano de Yavé se alzaba en su contra para su desgracia, tal como Yavé se lo había dicho y jurado: estaban en una situación desastrosa.
16 Entonces Yavé les dio jueces que los salvaron de las manos de los que los asaltaban.
17 Pero tampoco escucharon a sus jueces. Se prostituyeron siguiendo a otros dioses y se postraron ante ellos. Bien pronto se apartaron del camino por donde habían andado sus padres cuando éstos hacían caso a los mandamientos de Yavé. Ellos, en cambio, hicieron todo lo contrario.
18 Cuando Yavé les envió jueces, Yavé estaba con el juez, y durante toda la vida del juez los libraba de las manos de sus enemigos. Pues Yavé tenía piedad de ellos cuando escuchaba sus lamentos bajo la opresión y la persecución.
19 Pero apenas moría el juez, volvían a hacer el mal, peor que sus padres. Seguían tras otros dioses, los servían y se postraban ante ellos. No que rían renunciar a sus malas acciones y se empecinaban en su camino.
20 Estalló pues la cólera de Yavé contra Israel y declaró: «Ya que esta nación violó mi alianza que había hecho con sus padres y ya que no me escuchan,
21 yo tampoco expulsaré delante de ellos ni al más insignificante de los pueblos que Josué dejó al morir.
22 De este modo probaré a Israel: tal vez así quieran seguir los caminos de Yavé, tal como lo hicieron sus padres».
23 Yavé dejó pues en paz a esas naciones que no había puesto en manos de Josué y no se apresuró en expulsarlas.

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Comentarios Jueces, capítulo 2
2,1

El «Angel de Yavé» sube de Guilgal, primer santuario israelita en Palestina, al lado del Jordán, hasta Betel. Sabemos que el Angel de Yavé es una manera de designar al mismo Yavé, porque el autor sabe que no se puede ver a Dios, sino a una representación suya.

El pecado está en no haber destruido la cultura y la religión de los cananeos. Al respecto, olvidémonos de nuestro sentido moderno de respeto por los demás pueblos. Israel vive entonces en un mundo en el que sólo se mantiene por la violencia y, por otra parte, todo el porvenir de la revelación divina en el mundo está en manos de unos nómadas primitivos amenazados a cada momento de verse disueltos en medio de su entorno pagano.

Los israelitas habían logrado instalarse en las alturas del país. Desde allí miraban con envidia las ricas llanuras ocupadas por los cananeos. Allí estaba la tentación de la idolatría. Los agricultores cananeos practicaban una religión muy seductora que celebraba las fuerzas de la vida y de la fecundidad. Se reunían para fiestas campestres, se juntaban en los bosques sagrados y allí recurrían a la prostitución sagrada para pedirles a sus dioses, los baales, la lluvia y buenas cosechas. Les costaba a los israelitas, poco acostumbrados a esas libertades, no juntarse con sus vecinos paganos para esas celebraciones.
2,11

Empieza una segunda introducción al libro de los Jueces, en que, después de recordar la muerte de Josué (ver Jos 24,31), se dan las causas reales de los acontecimientos que van a suceder. La primera causa de las desgracias de Israel, que no puede eliminar al cananeo, es su infidelidad a Yavé, aunque no se excluyen otras explicaciones que se darán en el mismo libro. Pero toda la Biblia nos dirá que, en cualquier lugar y tiempo, las desgracias de nuestra sociedad subrayan nuestra infidelidad a Dios, aunque no puede decirse esto sin provocar una sonrisa incluso entre creyentes.

Abandonaron a Yavé… para servir a los Baales. (11-12). Baal (o sea, Señor) era cualquier dios cananeo, con preferencia el que da la lluvia. Las astartés eran las diosas, con preferencia las de la tierra y de la fertilidad.
Jueces (Jue) Capítulo 3
1 Estas fueron las naciones que Yavé dejó en paz para probar a Israel, es decir, a los israelitas que no habían conocido las guerras de Canaán.
2 Quería que la juventud de Israel aprendiera a pelear, pues aquéllos no habían conocido la guerra.
3 Así fue como quedaron los cinco príncipes de los filisteos, todos los cananeos y los sidonios, y también los je veos que viven en la montaña del Líbano, desde la montaña de Baal-Hermón hasta la Entrada de Hamat.
4 Yavé quiso pues poner a prueba a Israel y ver si obedecería sus mandamientos, los que Moisés había dado a sus padres.
5 Los israelitas vivieron en medio de los cananeos, de los hititas, de los amoreos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos.
6 Se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de aquellos, y sirvieron a sus dioses.
Otoniel, Ehud y Samgar
7 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé. Se olvidaron de Yavé su Dios y sirvieron a los Baales y a los Aserás.
8 Entonces estalló contra Israel la cólera de Yavé. Los dejó caer en las manos de Cusán-Riseataim, rey de Edom, y los israelitas estuvieron sometidos a Cusán-Riseataim por ocho años.
9 Los israelitas clamaron a Yavé y Yavé hizo que surgiera para ellos un salvador que los libró: fue Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb.
10 El espíritu de Yavé se posó sobre él y se desempeñó como juez en Israel. Salió a guerrear y Yavé puso entre sus manos a Cusán-Riseataim, rey de Edom: derrotó a Cusán-Riseataim.
11 El país estuvo en paz durante cuarenta años; luego Otoniel, hijo de Quenaz, murió.
12 Una vez más los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé, y él volvió a Eglón rey de Moab mucho más fuerte que Israel, sencillamente porque hacían lo que desagrada a Yavé.
13 Los moabitas se aliaron con los amonitas y con los amalecitas para luchar contra Israel, y se apoderaron de la Ciudad de las Palmeras.
14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.
15 Los israelitas clamaron entonces a Yavé, y Yavé hizo que les surgiera un salvador, Ehud, hijo de Guera, un hombre de Benjamín que era zurdo. Los israelitas le encargaron que llevara el tributo a Eglón, rey de Moab.
16 Ehud se hizo un puñal de doble filo, y de hoja corta, que se puso bajo su ropa pegado a su muslo derecho.
17 Luego fue a ofrecer el tributo a Eglón, rey de Moab, (Eglón era un hombre muy gordo).
18 De regreso, cuando estaban en los Idolos de Guilgal, Ehud ordenó que se fuera a la gente que había venido con él para presentar el tributo.
19 El hizo el camino de vuelta y dijo: «¡Oh rey! Tengo para ti un mensaje secreto». El rey respondió: «¡Silencio!» Y todos los que estaban a su alrededor se retiraron.
20 Entonces Ehud se acercó a él, mientras estaba sentado en la pieza alta, tomando el fresco en sus departamentos privados. Ehud dijo: «Es un mensaje de Dios que tengo para ti». Entonces el rey se levantó de su silla.
21 Ehud extendió su mano izquierda, agarró el puñal que tenía sobre su muslo derecho y se lo hundió en el vientre.
22 El puño entró junto con la hoja y la grasa se cerró por encima de la hoja, pues no se la sacó del vientre, y salieron los excrementos.
23 Ehud escapó por detrás, cerró tras él las puertas de la pieza superior y le echó el cerrojo.
24 Después que salió, llegaron los sirvientes, y al ver con cerrojo la puerta de la pieza superior, se dijeron: «Sin duda que está haciendo sus necesidades en sus departamentos privados».
25 Esperaron tanto que tuvieron vergüenza, pero las puertas de la pieza superior no se abrían. Entonces tomaron la llave y abrieron: ¡su patrón yacía por tierra, muerto!
26 Mientras ellos aguardaban, Ehud se había puesto a resguardo. Pasó por los Idolos y se puso a salvo en Ha-Seira.
27 Apenas llegó, tocó el cuerno en la montaña de Efraín y los israelitas bajaron de la montaña siguiéndole.
28 Les dijo: «Síganme porque Yavé ha puesto a sus enemigos, los moabitas, en nuestras manos». Todos bajaron tras él, cortaron los vados del Jordán en dirección a Moab y no dejaron escapar a ningún hombre.
29 En aquella ocasión derrotaron a diez mil hombres de Moab, todos robustos y entrenados: no escapó ni uno solo.
30 Aquel día Moab quedó sometido a Israel y el país quedó en paz por ochenta años.
31 Después de él surgió Samgar, hijo de Anat. Venció a seiscientos hombres de los filisteos con una picana de bueyes; él también fue un libertador de Israel.

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Comentarios Jueces, capítulo 3
3,7

Se olvidaron de Yavé... y los dejó caer en las manos del rey de Edom. Siempre en la Biblia se juega con esta palabra: quien sirve a un falso dios por voluntad propia será esclavo, contra su propia voluntad (comparar con 1 Sam 7,3).

El espíritu de Yavé se posó sobre Otoniel (10) (ver comentario 11,1).

Mientras Otoniel y Ehud luchan contra edomitas, moabitas y amonitas venidos del otro lado del Jordán, Samgar se enfrenta a los filisteos. Estos habían llegado por el mar a las costas de Palestina al mismo tiempo que los israelitas entraban por el interior. Pueblo de civilización superior, bien armados y organizados, ocupaban los «Cinco Departamentos», es decir, las cinco ciudades de Gat, Azoto, Ascalón, Acarón y Gaza, con sus alrededores. Dominaban la rica llanura que bordea el mar Mediterráneo, y sus tropas de cuando en cuando venían a molestar a los israelitas establecidos en los cerros. Solamente el rey David les vencerá definitivamente, y de ellos quedará solamente el nombre: Palestina, nombre de la tierra de Israel, viene de pilis teos, o sea, filisteos.
Jueces (Jue) Capítulo 4
Débora y Barac
1 De nuevo, después de la muerte de Ehud, los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé,
2 y Yavé los puso bajo las manos de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en Hasor. Sísera era el jefe de su ejército y vivía en Haroset-ha-Goyim.
3 Los israelitas clamaron a Yavé, porque Yabín tenía novecientos carros de hierro y oprimía duramente a los israelitas hacía veinte años.
4 En aquel tiempo, la profetisa Débora, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel.
5 Se sentaba bajo la Palmera de Débora, entre Rama y Betel, en la montaña de Efraín, y los israelitas subían donde ella para obtener justicia.
6 Mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, de Cadés en Neftalí. Le mandó a decir: «Esta es la orden de Yavé, el Dios de Israel: Dirígete al monte Tabor y recluta a diez mil hombres entre los hijos de Neftalí y los hijos de Zabulón.
7 Yo atraeré hacia ti en el torrente de Quisón a Sísera, jefe del ejército de Yabín, junto con sus carros y todos sus hombres, y lo pondré en tus manos».
8 Barac le respondió: «Si vienes conmigo iré, pero si no vienes no iré».
9 Ella le dijo: «Muy bien, iré contigo, pero estás empezando mal, y la gloria de esta expedición no será para ti; Yavé pondrá a Sísera en manos de una mujer». Se levantó pues Débora y Barac partió con ella rumbo a Cadés. 10 En Cadés Barac reunió a Zabulón y a Neftalí, y lo siguieron diez mil hombres. Débora iba con él.
11 Este Jeber acampaba cerca de la Encina de Saananim, al lado de Cadés, después de separarse de los otros quenitas descendientes de Jobab, cuñado de Moisés.
12 Le avisaron a Sísera que Barac, hijo de Abinoam, se había dirigido al monte Tabor.
13 Sísera reunió entonces a todos sus carros de hierro que llegaban a novecientos, como también a sus tropas, y vinieron de Haroset-ha-Goyim hasta el torrente de Quisón.
14 Débora dijo entonces a Barac: «Ha llegado el momento, hoy mismo Yavé pondrá a Sísera en tus manos. ¿No marcha Yavé delante de ti?»
14 Barac bajó del monte Tabor seguido de sus diez mil hombres,
15 y Yavé hizo que derrotara a Sísera, a todos sus carros y todo su ejército; el mismo Sísera se bajó de su carro y huyó a pie.
16 Barac salió en persecución de los carros y del ejército hasta Haroset-ha-Goyim, y todo el ejército de Sísera cayó bajo el filo de la espada; nadie escapó.
17 Sísera había huido a pie hasta la tienda de Yael, mujer de Jeber el quenita, porque reinaba la paz entre Yabin, rey de Hasor, y Jeber el quenita.
18 Yael salió al encuentro de Sísera y le dijo: «¡Ven para acá, señor. Ven para acá, no tengas miedo!» Fue donde ella, entró en su tienda y ella lo tapó con una manta.
19 El le dijo: «Dame un poco de agua para beber porque tengo sed». Ella tomó un tiesto con leche y le dio de beber, luego lo volvió a tapar.
20 El le dijo: «Quédate a la entrada de la tienda, y si alguien te pregunta si hay aquí alguna persona, respóndele que nadie».
21 Pero Yael, mujer de Jeber, tomó una de las estacas de la tienda junto con un martillo, y acercándose suavemente por detrás de él le enterró la estaca en la sien con tal fuerza que se clavó en la tierra. El dormía profundamente porque estaba muy cansado, y así fue como murió.
22 Cuando llegó Barac persiguiendo a Sísera, Yael salió a su encuentro y le dijo: «Entra que te voy a mostrar al hombre que buscas». Entró y vio a Sísera muerto, tendido en el suelo con la estaca en la sien.
23 Ese día Dios humilló a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas.
24 La mano de los israelitas se volvió cada vez más pesada para Yabín, rey de Canaán, hasta que lograron deshacerse de él.

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Comentarios Jueces, capítulo 4
4,1

Jabin, rey de Canaán, era en realidad el rey de la llanura del norte de Canaán, llamada de Jezrael. Ahí se gana la gran victoria del tiempo de los Jueces.

Una mujer, Débora, es Juez de Israel, es decir, administra la justicia en nombre de Yavé. Es un caso excepcional en un pueblo donde los varones tienen todas las responsabilidades sociales y religiosas. Ella manda al norte a llamar a Barac. Este se niega a ir solo; desea la cooperación de las tribus de Efraím y Benjamín, donde está establecida Débora. Su confianza en Yavé es juzgada muy insuficiente, pues no quiere actuar sin la presencia de Débora a su lado, y la Biblia le antepone a Débora, que ha inspirado el levantamiento.
Jueces (Jue) Capítulo 5
El cántico de Débora
1 Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoam, entonaron este cántico:
2 En Israel los guerreros dejaron sus cabellos sueltos, del pueblo salieron voluntarios. ¡Bendigan a Yavé!
3 ¡Escuchen reyes, soberanos presten atención, a Yavé le quiero cantar! ¡Cantaré para Yavé, para el Dios de Israel!
4 ¡Oh Yavé! Cuando saliste de Seir, atravesando los campos de Edom, tembló la tierra, los cielos se deshicieron, las nubes se convirtieron en agua.
5 Los montes se estremecieron al paso de Yavé, al paso de Yavé, el Dios de Israel.
6 En tiempos de Samgar, hijo de Anat, en tiempos de Yael, las caravanas no viajaban, los viajeros tomaban caminos apartados.
7 Las aldeas estaban desiertas, estaban desiertas en Israel hasta el día en que yo, Débora, me levanté, yo que fui una madre para Israel.
8 Seguían a dioses nuevos, que antes no se veneraban, y los cuarenta mil hombres de Israel no tenían escudo ni lanza.
9 Mi corazón se vuelve a los jefes de Israel, a los voluntarios del pueblo: ¡bendigan a Yavé!
10 ¡Ustedes que van montados en blancas burras, que se sientan en sus alfombras, ustedes que van por los caminos, canten!
11 Cerca de los abrevaderos el pastor canta las liberaciones de Yavé, sus liberaciones y su bondad para con Israel.
11 El pueblo de Yavé ha bajado a la frontera,
12 ¡despiértate, despiértate, Débora!
12 ¡Despiértate y despierta a tu pueblo!
12 ¡Levántate, Barac, y somete a los que te sometían,
12 hijo de Abinoam!
13 Que los que no cuentan venzan a los poderosos,
13 el pueblo de Yavé se mostró valiente y venció.
14 Los jefes de Efraín bajaron al valle. Benjamín va tras de ti entre tus tropas. Han bajado jefes desde Maquir, y de Zabulón los que llevan el cetro. 15 Los jefes de Isacar están con Débora, Isacar está al lado de Barac, y en la llanura marcha tras sus huellas.
15 Pero junto a los arroyos de Rubén no hay más que palabrería.
16 ¿Por qué te quedaste en tus potreros, oyendo la flauta de tus pastores? Junto a los arroyos de Rubén se contentan con palabrería.
17 Galaad se quedó a la otra orilla del Jordán, Dan estaba en sus barcos, y Aser a la orilla del mar, tranquilo en sus puertos.
18 Pero Zabulón es un pueblo que arriesga su vida, igual que Neftalí, en los campos de batalla.
19 Llegaron los reyes y combatieron. En Tanac, cerca de las aguas de Meguido, combatieron los reyes de Canaán, pero no recogieron botín.
20 De lo alto de los cielos combatieron las estrellas, desde sus caminos pelearon con Sísera.
21 El torrente de Quisón los arrastró, el torrente de los tiempos antiguos, el torrente de Quisón. ¡Oh alma mía, avanza sin miedo!
22 ¡Qué martilleo de cascos de caballos, de caballos a todo galope!
23 Maldigan a Meroz, dijo el ángel de Yavé, maldigan, maldigan a sus habitantes que no estuvieron allí para ayudar a Yavé, para ayudar a Yavé con los valientes.
24 ¡Bendita sea Yael, la mujer de Jeber el quenita, bendita sea entre las mujeres! Bendita sea entre las mujeres que viven en tiendas.
25 El pidió agua, ella le dio leche; le ofreció leche cremosa en su mejor copa.
26 Con una mano toma la estaca, y con su derecha el martillo del obrero. Golpea a Sísera y le rompe la cabeza, le rompe y traspasa su sien.
27 Se desploma a sus pies, cae, está allí tendido. Cayó a sus pies, allí donde se desplomó está muerto.
28 La madre de Sísera se asoma a la ventana, observa a través de la celosía: «¿Por qué, dice, tarda tanto en volver su carro? ¡Qué lentos son sus carros para volver!»
29 La más viva de sus mujeres le responde y ella misma se lo repite:
30 «Se están repartiendo el botín: una cautiva, dos cautivas para cada guerrero, paños de color para Sísera, bordados para su cuello».
31 ¡Oh Yavé, que así perezcan tus enemigos! Y da a los que te aman el resplandor del sol.
31 El país estuvo después tranquilo por cuarenta años.

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Comentarios Jueces, capítulo 5
5,1

El «Cántico de Débora» es una de las piezas más antiguas de la literatura hebrea, compuesta poco después de los acontecimientos: es un himno a Yavé vencedor. Este poema destaca el individualismo de las tribus: cinco de ellas solamente se han reunido para enfrentarse a los cananeos.
Jueces (Jue) Capítulo 6
Gedeón
1 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó por siete años en manos de Madián.
2 La opresión de Madián fue dura para Israel, y debido a Madián los israelitas habitaron las hendiduras de las montañas, las grutas y los refugios.
3 Cuando Israel sembraba, Madián hacía una incursión junto con Amalec y los hijos de Oriente.
4 Se instalaban en su tierra y devastaban todos los campos hasta los alrededores de Gaza; nada le quedaba a Is rael para comer, ni corderos ni bueyes ni burros.
5 Sus rebaños y sus tiendas eran tan numerosos como las langostas; no se los podía contar ni a ellos ni a sus camellos cuando llegaban al país para arrasar con todo.
6 Israel estaba en la miseria por culpa de Madián, y los israelitas clamaron a Yavé.
7 Entonces ( )
8 Yavé mandó un profeta que les dijo: «Esto dice Yavé, el Dios de Israel: Yo fui quien los hizo subir de Egipto, quien los hizo salir de la casa de la esclavitud.
9 Así como los libré de la mano de los egipcios, así los he librado de todos aquellos que los oprimían. Los expulsé ante ustedes y les di a ustedes su país.
10 Entonces les dije: Yo soy Yavé su Dios, no tomen en cuenta a los dioses de los amoreos en cuyo país viven. Pero ustedes no me hicieron caso».
Dios llama a Gedeón
11 El ángel de Yavé se fue a sentar bajo el terebinto que está en Ofra y que pertenecía a Joas, del clan de Abiezer. Gedeón, su hijo, estaba trillando el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas.
12 El ángel de Yavé se le apareció y le dijo: «¡Yavé está contigo, valiente guerrero!».
13 Gedeón respondió: «Perdona, señor, pero si Yavé está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: Yavé nos hizo subir de Egipto? Lo que es ahora, Yavé nos ha dejado caer y nos ha entregado en las manos de Madián».
14 Entonces Yavé se volvió hacia él y le dijo: «¡Anda! Tú eres capaz de librar a Israel de la mano de Madián: yo soy quien te envía!»
15 Pero él respondió: «Disculpa, señor, pero ¿cómo salvaré a Israel? Pues mi clan es el más pequeño de la tribu de Manasés y yo soy el más chico en la familia de mi padre».
16 Yavé le dijo: «Yo estaré contigo y tú derrotarás a Madián como un solo hombre».
17 Respondió: «Si realmente te he caído en gracia, hazme ver una señal y así sabré que eres tú quien me habla.
18 No te alejes de aquí hasta que vuelva con una ofrenda que depositaré ante ti». Yavé respondió: «Me quedaré aquí hasta que vuelvas».
19 Se fue pues Gedeón; preparó un cabrito y con una medida de harina hizo panes sin levadura. Puso la carne en una canasta y el caldo en un una olla y lo llevó todo para ofrecérselo bajo el terebinto.
20 El ángel de Dios le dijo entonces: «Toma la carne y los panes sin levadura, deposítalos en esa roca y derrama el caldo». Y así lo hizo.
21 Entonces el ángel de Yavé extendió su bastón y con la punta tocó la carne y los panes sin levadura: salió fuego de la roca y consumió la carne y los panes sin levadura; el ángel de Yavé mientras tanto había desaparecido de su vista.
22 Gedeón comprendió que era el ángel de Yavé y dijo: «¡Ay de mí, señor Yavé, porque realmente vi al Angel de Yavé cara a cara!»
23 Pero Yavé le dijo: «No tengas miedo, porque no morirás».
24 Gedeón construyó en ese lugar un altar para Yavé, al que llamó: Yavé-Paz. Aún existe actualmente en Ofra, en las tierras de Abiezer.
25 Esa misma noche le dijo Yavé: «Toma el novillo de tu padre. Demolerás el altar de Baal que pertenece a tu padre y derribarás el poste sagrado que está al lado.
26 Luego construirás un altar a Yavé tu Dios, en la cumbre de esta colina fortificada, y me sacrificarás el novillo, quemándolo con la leña del poste sagrado».
27 Gedeón tomó a diez de sus sirvientes e hizo lo que Yavé le había ordenado. Pero no lo hizo de día porque temía a la familia de su padre y a los hombres de la ciudad; por eso lo hizo de noche.
28 Cuando los hombres de la ciudad se levantaron a la mañana siguiente, vieron que el altar de Baal había sido derribado, que el poste sagrado que estaba al lado había sido cortado, y que un novillo había sido ofrecido en holocausto en el nuevo altar.
29 Se preguntaban unos a otros quién habría hecho eso. Se pusieron a investigar, a preguntar y se les dijo: «Gedeón, hijo de Joás, fue quien lo hizo».
30 Los hombres de la ciudad dijeron a Joás: «¡Entréganos a tu hijo para que muera! Pues él fue quien demolió el altar de Baal y derribó el poste que estaba al lado».
31 Pero Joás respondió a la gente que lo amenazaba: «¿Así que ahora defienden a Baal? ¿Así que quieren salvarlo? ( ) Si Baal es Dios que se defienda por sí solo, ya que le han demolido su altar».
32 Ese día pusieron a Gedeón el sobrenombre de Jerubaal, porque decían: «Que Baal se defienda de él ya que le destruyó su altar».
33 Se reunieron todos los madianitas, los amalecitas y los hijos de Oriente; atravesaron el Jordán y acamparon en la llanura de Jezrael.
34 Entonces se apoderó de Gedeón el espíritu de Yavé. Tocó el cuerno y se puso tras él todo el clan de Abiezer.
35 Mandó mensajeros a todo el territorio de Manasés, quien también se juntó tras él. Mandó también mensajeros a Aser, Zabulón y Neftalí, y vinieron a su encuentro.
36 Gedeón dijo a Dios: «Si realmente quieres salvar a Israel por mi mano, como lo has dicho, concédeme esta señal:
37 Pondré un vellón de lana en la era. Si solamente el vellón está con rocío, siendo que todo el suelo del derredor está seco, sabré que tú quieres librar a Israel por mi mano, como lo has dicho».
38 Y así sucedió. Cuando se levantó muy de mañana, tomó el vellón, lo estrujó y con el rocío llenó una copa.
39 Gedeón dijo entonces a Dios: «No te enojes conmigo si vuelvo a hablar: dame otra prueba con el vellón y que sólo quede seco el vellón mientras todo el suelo del derredor queda cubierto de rocío».
40 Así hizo Yavé que fuera esa noche, y el vellón quedó seco mientras que el rocío cubrió el suelo.

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Comentarios Jueces, capítulo 6
6,11

Los capítulos 6-9 se refieren a Ge deón y a su hijo Abimelec. El primero es llamado por Yavé y se desempeña como «Juez»: en dos campañas asegura la libertad de su pueblo. Después de él, Abimelec aprovecha la fama de su padre para intentar hacerse rey.

El Angel de Yavé se presenta a Gedeón con aspecto humano. Como un recuerdo de esta página se advierte en Lucas 1,28-36.

Yavé viene a despertar a un salvador, donde y cuando no hay esperanza. Gedeón cree en Yavé, pero le falta la confianza: bien es cierto que Dios lo pudo todo en el pasado, pero no se le ve actuando en el presente.
6,15

Esta actitud de Gedeón la encontramos repetidas veces en la Biblia. Siempre la misión que Dios nos confía supera nuestras solas fuerzas humanas (Ex 3,11; Jer 1,6).

Yavé da una esperanza, como suele hacerlo; no promete hacer las cosas en nuestro lugar, sino que nos invita a actuar: ¡Tú eres capaz de librar a Israel! (14). Así viene Yavé a buscar al hombre que eligió. Después, el joven campesino Gedeón, animado, movido por una esperanza, descubrirá que tiene bastante capacidad para salvar a su pueblo.

El párrafo 25-31 une estrechamente la misión liberadora encargada a Gedeón con la declaración pública de su fe en Yavé; con esto merecerá que Dios se comprometa con él.
Jueces (Jue) Capítulo 7
1 Jerubaal (es decir Gedeón) se levantó de madrugada y se fue a acampar con todo el pueblo que lo acompañaba encima de En-Jarod. El campamento de Madián estaba al norte del de Gedeón, en la llanura, al pie del monte Moré.
2 Yavé dijo a Gedeón: «El pueblo que te acompaña es demasiado. Si entregara a Madián en tus manos, Israel podría vanagloriarse a costa mía. Diría: Yo mismo me he librado.
3 Vas pues a proclamar esto ante todo el pueblo: Cualquiera que tenga miedo o esté temblando, que se retire». Y Gedeón se lo planteó. Se retiraron veintidós mil hombres del pueblo y quedaron diez mil.
4 Yavé dijo a Gedeón: «Todavía el pueblo es demasiado numeroso. Haz que bajen al agua y allí haré la selección. Si te digo por alguien: Que vaya contigo; irá contigo. Pero si te digo por otro: Que no vaya contigo; no irá contigo».
5 Se dispuso pues que el pueblo bajara al agua, y Yavé dijo a Gedeón: «A los que laman el agua como lo hace el perro los separarás de los que se arrodillen para beber».
6 Los que lamieron el agua con su mano llevándosela a la boca, fueron trescientos, porque todo el resto del pueblo se arrodilló para beber.
7 Yavé dijo entonces a Gedeón: «Los salvaré y pondré a Madián en las manos de ustedes con esos trescientos hombres que lamieron el agua. Que todo el resto del pueblo se vuelva a su casa».
8 Se juntaron los víveres del pueblo y sus cuernos, después de lo cual Gedeón los despidió para su casa y se quedó con los trescientos hombres. El campamento de los madianitas estaba debajo de él, en la llanura.
9 Esa noche Yavé dijo a Gedeón: «Baja al campamento de los madianitas, nada tienes que temer de ellos.
10 Si te da miedo bajar allá, baja con tu sirviente Purá.
11 Escucharás lo que digan y eso te dará valor para ir a atacar su campamento». Bajó pues con su sirviente Purá hasta los primeros puestos de los madianitas.
12 Estos se habían instalado en toda la llanura junto con Amalec y todos los hijos de Oriente. Hormigueaban como las langostas y sus camellos eran tan numerosos como la arena de la orilla del mar.
13 Gedeón, pues, bajó al campamento. Un hombre estaba contando un sueño a su compañero: «Tuve un sueño: un pan de cebada saltaba por el campamento de Madián, hasta que llegó a la Tienda, chocó con ella y ésta se derrumbó».
14 Su compañero le respondió: «Eso no puede ser otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Ciertamente Dios puso todo el campamento de Madián en sus manos».
15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró. Regresó al campamento de Israel y dijo: «¡Levántense! Yavé ha puesto el campamento de Madián en nuestras manos».
16 Dividió a los trescientos hombres en tres grupos. A todos les pasó cuernos y cántaros vacíos con antorchas dentro.
17 Luego les dijo: «Fíjense bien y hagan lo mismo que yo. Apenas llegue cerca del campamento de los madianitas, harán como yo.
18 Cuando yo, junto con los que estén conmigo, toquemos el cuerno, ustedes también tocarán el cuerno alrededor de todo el campamento y gritarán: «¡Por Yavé y por Gedeón!»
19 Gedeón y los cien hombres que lo acompañaban llegaron cerca del campamento de Madián al filo de la medianoche, cuando se acababa de hacer el relevo de los centinelas. Tocaron el cuerno y rompieron los cántaros que llevaban en la mano.
20 Inmediatamente los tres grupos tocaron el cuerno y rompieron los cántaros. Tomaron las antorchas con la mano izquierda sin dejar de tocar el cuerno que sostenían en la mano derecha, y gritaban: «¡Espada para Yavé y Ge deón!»
21 Pero cada uno permaneció en su sitio alrededor del campamento.
21 En el campamento todos se pusieron a correr, a gritar y a huir.
22 Mientras seguían tocando el cuerno, Yavé hizo que en el campamento cada uno dirigiera su espada contra su hermano. Huyeron todos hasta Bet-ha-sita, para el lado de Sartán, y hasta la orilla de Abel Mejola frente a Tabat.
23 Los hombres de Israel que ha bían venido de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, se reagruparon y persiguieron a los madianitas.
24 Ge deón mandó entonces mensajeros por toda la montaña de Efraín: «Bajen al encuentro de los madianitas, y antes que lleguen ocupen los vados hasta Bet-Bará a lo largo del Jordán».
25 Hi cieron prisioneros a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb, mataron a Oreb en la Roca de Oreb y a Zeeb en el Lagar de Zeeb. De vuelta de la persecución a los madianitas, entregaron a Gedeón, al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y de Zeeb.

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Comentarios Jueces, capítulo 7
7,4

Todavía el pueblo es demasiado numeroso. La palabra de Yavé nos ayuda a creer que las pequeñas minorías preparan las revoluciones verdaderas.
Jueces (Jue) Capítulo 8
Segunda campaña de Gedeón
1 Los hombres de Efraín dijeron a Gedeón: «¿Qué nos hiciste? ¡Ni siquiera nos convocaste cuando saliste a pelear con los madianitas!» Y estaban muy enojados con él.
2 Pero Gedeón les respondió: «Toda la vendimia de Abiezer no vale lo que Efraín rebuscó detrás de él.
3 ¿No puso Yavé en las manos de ustedes a los jefes de Madián Oreb y Zeeb? Lo que hice es nada en comparación con eso». Cuando les hubo hablado así, se apaciguó su cólera.
4 Cuando llegaron al Jordán, Gedeón lo atravesó con los trescientos hombres que lo acompañaban, pero estaban agotados por la persecución.
5 Por eso dijeron a la gente de Sucot: «Den, por favor, raciones de pan a la tropa que me acompaña porque mi gente está rendida. Estamos persiguiendo a Zebaj y a Salmuna, los reyes de Madián».
6 Pero los ancianos de Sucot le respondieron: «¿Ya les has atado las manos a Zebaj y a Salmuna? ¿Cómo quieres que demos pan a tus hombres?»
7 Gedeón les respondió: «¡Muy bien! Apenas Yavé ponga en mis manos a Zebaj y a Salmuna, les arrancaré a ustedes la piel con las espinas y cardos del desierto».
8 De allí partió para Penuel y dirigió las mismas palabras a la gente de Penuel. Estos respondieron tal como lo habían hecho los de Sucot.
9 Les replicó a la gente de Penuel: «Cuando vuelva como vencedor, derribaré esa torre».
10 Zebaj y Salmuna estaban en Carcor con un ejército de alrededor de quince mil hombres (eran los sobrevivientes del gran ejército de los hijos de Oriente, pues ya habían caído ciento veinte mil).
11 Gedeón subió por el camino de los Nómades, al este de Nobaj y de Yogboha, y arrasó con ese ejército que se sentía seguro.
12 Zebaj y Salmuna huyeron, pero los persiguió, y apresó a los dos reyes de Madián, Zebaj y Salmuna, en tanto que su ejército era completamente derrotado.
13 Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joás, regresó por la subida de Jarés.
14 Allí detuvo a un joven de Sucot y lo interrogó. Este le dio por escrito los nombres de los jefes de Sucot y de los ancianos; en total llegaban a setenta y siete.
15 Gedeón fue a ver a la gente de Sucot y les dijo: «Aquí están Zebaj y Salmuna por cuya causa ustedes se rieron de mí. Ustedes dijeron: «Cuando Zebaj y Salmuna caigan en tus manos, daremos pan a tus hombres fatigados».
16 Entonces juntó a los ancianos de la ciudad, y mandó buscar espinas y cardos del desierto, con los que desgarró a la gente de Sucot.
17 Gedeón derribó la torre de Penuel y masacró a los habitantes de la ciudad.
18 Luego dijo a Zebaj y Salmuna: «¿Cómo eran esos hombres a los que ustedes mataron en el Tabor?» Respondieron: «Se parecían a ti, cada uno tenía el aspecto de un hijo de rey».
19 Gedeón respondió: «¡Eran mis hermanos, los hijos de mi madre! Tan cierto como que Yavé vive que si ustedes los hubieran dejado con vida, yo no los mataría».
20 Entonces ordenó a Jeter, su hijo mayor: «¡Anda y mátalos!» Pero el joven no sacó su espada porque tenía miedo, pues era muy joven.
21 Entonces Zebaj y Salmuna le dijeron: «¡Ven tu mismo y mátanos! A ver si eres hombre y te atreves». Gedeón mató a Zebaj y Salmuna y tomó los adornos en forma de media luna que tenían sus camellos en el cogote.
Esta fue la trampa en que cayó Gedeón
22 Los israelitas dijeron a Gedeón: «Ya que nos libraste de la mano de los madianitas, tú serás nuestro rey, y después de ti, tu hijo y tu nieto».
23 Gedeón les respondió: «Ni yo ni mi hijo reinaremos sobre ustedes: Yavé será su rey».
24 Gedeón añadió: «Lo único que les pido es que cada uno de ustedes me dé un anillo de su botín (los vencidos eran Ismaelitas y tenían anillos de oro)».
25 Le dijeron: «Por supuesto que te lo daremos». Extendieron un manto en el suelo y cada uno echó allí un anillo de su botín.
26 El peso de los anillos de oro fue de mil setecientos siclos, sin contar los prendedores, los aros y los trajes de púrpura que llevaban los reyes de Madián; y sin contar tampoco los collares que pendían del cogote de sus camellos.
27 Con todo eso Gedeón se hizo un efod que puso en su ciudad en Ofra. Todos los israelitas iban allí a venderse; eso fue una trampa para Gedeón y su familia.
28 En cuanto a los madianitas, quedaron en adelante sometidos a los israelitas y no volvieron a levantar cabeza. El país estuvo en paz cuarenta años, el tiempo que vivió Gedeón.
29 Jerubaal, hijo de Joás, regresó a su casa y residió en ella.
30 Gedeón tuvo setenta hijos, todos engendrados por él pues tuvo muchas mujeres.
31 En Siquem tenía una concubina que también le dio un hijo, al que llamó Abimelec.
32 Gedeón, hijo de Joás, murió en una feliz ancianidad. Lo enterraron en la tumba de su padre Joás, en Ofra, en el territorio de Abiezer.
33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse siguiendo a los Baales: se dieron como dios a Baal-Berit.
34 Así fue como los israelitas se olvidaron de Yavé su Dios, el que los había librado de todos sus enemigos vecinos.
35 Ya no reconocieron más a la familia de Jerubaal-Gedeón todo lo bueno que había hecho por Israel.

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Comentarios Jueces, capítulo 8
8,22

Los israelitas necesitan formar una nación, lo que sería un gran progreso después de la anarquía de las tribus desunidas y desorganizadas. Sin embargo, los que redactaron el presente libro, en el último siglo de los reyes de Jerusalén, habían quedado tan defraudados por sus gobernantes, que soñaban con el tiempo pasado en que no había ni reyes ni administración. Pensaban que Israel, por ser el pueblo de Dios, no debía tener jefes permanentes como los demás pueblos.

Por eso, el libro de los Jueces anota la negativa de Gedeón a ser rey: Yavé tiene que ser rey de ustedes. Desgraciadamente, Gedeón pide oro, en vez del poder, y con esto el héroe destruye todo lo que hizo por su pueblo.

Todos estos salvadores: Gedeón, Barac, Jefté, Sansón... son muy decepcionantes, como en general lo son los políticos y todos los que hablan de liberar al pueblo oprimido. ¿Hay que concluir de ahí que la acción política es inútil? ¿O que debemos consagrar todos nuestros esfuerzos a la oración y a la catequesis y dejar a los demás la lucha por la justicia? Pero precisamente la justicia se encuentra en cada página de la Biblia.

De hecho, hablar de política es hablar de poder y el poder corrompe a los que no tienen una conciencia sólidamente formada. Poco se puede esperar de la política allí donde la conciencia no haya sido educada desde muy temprano en una familia sana, en la que el niño vaya descubriendo amor y fidelidad entre sus padres (las dos cualidades que la Biblia no cesa de juntar) y donde no haya sido formada por los padres decididos a usar de su autoridad para domar sus caprichos. Por esta razón, después de esos tiempos heroicos, vinieron otros en que Dios quiso educar a las familias y las personas mediante las enseñanzas de los sabios y la práctica de la ley.
Jueces (Jue) Capítulo 9
Abimelec, hijo de Gedeón
1 Abimelec, hijo de Jerubaal, fue a ver a los hermanos de su madre en Siquem. Y les dijo, como también a toda la familia de su abuelo materno:
2 «Hagan esta pregunta a los señores de Siquem: «¿Prefieren ser gobernados por setenta hombres, todos hijos de Jerubaal, o tener un solo patrón? Acuérdense que yo soy de su sangre».
3 Los hermanos de su madre transmitieron todas estas palabras a los señores de Siquem, quienes se decidieron en favor de Abimelec, pues se decían: «Es nuestro hermano».
4 Le entregaron setenta siclos de plata que tomaron del templo de Baal-Berit, y con este dinero Abimelec contrató a granujas y aventureros que se pusieron a su servicio.
5 Se dirigió luego a Ofra, a la casa de su padre, y masacró a sus hermanos, los hijos de Jerubaal: los setenta fueron ejecutados en la misma roca. El menor de los hijos de Jerubaal, Yotam, se había escondido y escapó.
6 Entonces todos los notables de Siquem y de Bet-Milló se reunieron y proclamaron rey a Abimelec, cerca de la Encina de la Estela, que está en Siquem.
7 Le comunicaron la noticia a Yotam. Este subió a la cima del monte Garizim y desde allí gritó con todas sus fuerzas: «¡Escúchenme, notables de Siquem y Dios los escuche!
8 Un día salieron los árboles en busca de un rey. Dijeron al olivo: ¡Sé tú nuestro rey!
9 Pero el olivo les respondió: ¿Tendré que dejar mi aceite, tan apreciada por los dioses y los hombres, para ir a balancearme por encima de los demás árboles?
10 Los árboles se dirigieron entonces a la higuera: ¡Ven, tú serás nuestro rey!
11 La higuera les respondió: ¿Tendré que renunciar al dulzor de mi fruta tan apreciada para ir a balancearme por encima de los demás árboles?
12 Luego los árboles fueron donde la vid: ¡Ven, tú serás nuestro rey!
13 Pero la vid les respondió: ¿Tendré que renunciar a mi uva, que tanto alegra a los dioses y a los hombres, para ir a balancearme por encima de los árboles?
14 Entonces los árboles fueron a buscar a la zarza espinosa: ¡Ven, tú serás nuestro rey!
15 Y la zarza espinosa respondió a los árboles: «Si realmente quieren hacerme rey y que los mande, vengan y quédense bajo mi sombra. Si no, saldrá fuego de la zarza espinosa y devorará hasta el cedro del Líbano.
16 Pues bien, ¿han actuado ustedes con lealtad y honradez al hacer rey a Abimelec? ¿Se han portado bien con Jerubaal y su familia? ¿La han tratado como corresponde?
17 ¿No combatió mi padre por ustedes? ¿No arriesgó su vida por ustedes? ¿No los libró acaso de manos de los madianitas?
18 Sin embargo, ustedes se han alzado ahora contra la familia de mi padre, han dado muerte a sus hijos, a los setenta en una misma roca. Y han convertido a Abimelec, el hijo de una esclava, en rey de los señores de Siquem, porque es de su sangre.
19 Pues bien, si ustedes se han mostrado ahora fieles y leales a Jerubaal y a su casa, les deseo que Abimelec sea su dicha y ustedes la de él.
20 Pero si no, que salga un fuego de Abimelec y devore a la gente de Siquem y de Bet-Milló, y que salga un fuego de la gente de Siquem y de Bet-Milló y devore a Abimelec».
21 En seguida Yotam se dio a la fuga y se refugió en Beer; allí se quedó porque tenía miedo de su hermano Abimelec.
22 Abimelec gobernó a Israel tres años.
23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimelec y los habitantes de Siquem, y éstos traicionaron a Abimelec.
24 Así fue como iba a ser vengado el crimen cometido con los setenta hijos de Jerubaal; su sangre recayó sobre Abimelec, su hermano, que los había asesinado y sobre la gente de Siquem que lo había ayudado a matar a sus hermanos.
25 Para perjudicarlo, la gente de Siquem preparaba emboscadas en los desfiladeros de la montaña, de hombres que asaltaban a todos los que pasaban por allí cerca; se lo contaron a Abimelec.
26 Llegó entonces Gaal, hijo de Obed, con sus hermanos. Se establecieron en Siquem y se ganaron la confianza de la gente de Siquem.
27 Fueron al campo a hacer la vendimia de sus viñas, pisaron las uvas y prepararon una fiesta. Luego entraron en el templo de sus dioses, comieron y tomaron, y maldijeron a Abimelec.
28 Gaal, hijo de Obed, dijo entonces: «¿Quién es ese Abimelec y qué es Siquem para que estemos a su servicio? Este hijo de Jerubaal y su segundón Zebul servían a los hombres de Hamor, padre de Siquem, ¿y nosotros ahora le serviríamos?
29 ¡Ojalá fuera yo el jefe de este pueblo! Echaría a Abimelec y le diría: «¡Abimelec, ven para acá con todo tu ejército!»
30 Las palabras de Gaal, hijo de Obed, irritaron a Zebul, gobernador de la ciudad.
31 Envió secretamente mensajeros a Abimelec para decirle: «Gaal, hijo de Obed, acaba de llegar a Siquem con sus hermanos y han sublevado la ciudad en contra tuya.
32 Levántate pues de noche junto con el pueblo que te acompaña y escóndete en el campo.
33 Mañana, cuando salga el sol, levántate y ataca la ciudad. Y cuando Gaal y los que están con él salgan a enfrentarte, actúa como lo permitan las circunstancias».
34 Pues bien, Abimelec y todos los que estaban con él se levantaron de noche, y se pusieron al acecho alrededor de Siquem, repartidos en cuatro grupos.
35 Cuando Gaal, hijo de Obed, vino a apostarse a la entrada de la ciudad, Abimelec y todos los que estaban con él salieron de su escondite.
36 Al ver esa tropa, Gaal dijo a Zebul: «Veo gente que baja de lo alto de la montaña». Zebul le respondió: «Tomas por hombres una sombra de la montaña».
37 De nuevo tomó la palabra Gaal y le dijo: «Distingo a una tropa que baja de tierra adentro. Y otro grupo viene por el camino de la Encina de los Astrólogos».
38 Entonces Zebul le replicó: «¿Se te perdió ya esa lengua con la que decías: ¿quién es Abimelec para que le sirvamos? Allí está esa gente que menospreciaste. ¡Sal ahora y pelea con él!»
39 Salió pues Gaal a la cabeza de la gente de Siquem y se puso a combatir con Abimelec.
40 Pero Abimelec lo persiguió y Gaal huyó delante de él: muchos perecieron antes de llegar a la puerta.
41 Abimelec se quedó entonces en Aruma. Zebul por su parte expulsó a Gaal y a sus hermanos y les prohibió volver a Siquem.
La destrucción de Siquem
42 Al día siguiente, el pueblo salió al campo. Se lo comunicaron a Abimelec.
43 Reunió a sus hombres y los repartió en tres grupos, luego tendieron una emboscada en el campo. Apenas vio que la gente salía de la ciudad, se lanzó sobre ellos.
44 Abimelec con sus hombres corrieron para ubicarse a la entrada de la ciudad. Los otros dos destacamentos mientras tanto se lanzaban contra todos los que estaban en el campo y los mataban.
45 Abimelec llevó a cabo el asalto de la ciudad durante todo ese día, se apoderó de ella y masacró a todos sus habitantes. Luego arrasó la ciudad y desparramó sal.
46 Al saber eso, toda la gente de la Torre de Siquem se refugiaron en la cripta del templo de El-Berit.
47 Cuando avisaron a Abimelec que toda la gente de la Torre de Siquem se había congregado allí,
48 tomó un hacha de doble filo con la que cortó un árbol, lo levantó y se lo puso al hombro. Luego dijo a los que lo acompañaban: «Vieron lo que hice, apresúrense en hacer lo mismo que yo».
49 Cada uno de sus hombres cortó entonces una rama. Salieron caminando tras Abimelec y pusieron las ramas sobre la cripta, luego le prendieron fuego y quemaron la cripta. Así murió toda esa gente de la Torre de Siquem: cerca de mil hombres y mujeres.
La muerte de Abimelec
50 Abimelec se dirigió a Tebés; la sitió y se apoderó de ella.
51 Pero había dentro de la ciudad una torre fortificada en la que se refugiaron hombres y mujeres, toda la gente noble de la ciudad. Cerraron la puerta tras ellos y se subieron a la terraza de la torre.
52 Abimelec se acercó al pie de la torre para atacarla y avanzó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego.
53 Pero una mujer dejó caer sobre su cabeza una piedra de molino, que le partió el cráneo.
54 Inmediatamente llamó a su escudero y le dijo: «¡Saca tu espada y mátame! No quiero que digan de mí: Lo mató una mujer». Su escudero entonces lo traspasó y murió.
55 Al ver los israelitas que había muerto Abimelec, se volvieron cada cual a su casa.
56 Así fue como Dios devolvió a Abimelec el mal que éste había hecho a su padre asesinando a sus setenta hermanos,
57 y Dios hizo que recayera sobre los hombres de Siquem toda su maldad. Así se cumplió en ellos la maldición de Yotam, hijo de Jerubaal.

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Comentarios Jueces, capítulo 9
9,7

En 9,8-15 se insertó y se puso en boca de Yotam una fábula antigua en que se criticaba muy duramente el poder de los reyes. La moraleja es patente: los más inútiles son los que quieren reinar. Y esta historia de Abimelec la viene a confirmar.
Jueces (Jue) Capítulo 10
Tola, Yaír y Jefté
1 Después de Abimelec surgió Tola, hijo de Puá, hijo de Dodó, para librar a Israel. Era de la tribu de Isacar y vivía en Samir, en la montaña de Efraín.
2 Fue juez de Israel durante veinte años, después murió y lo enterraron en Samir.
3 Después de él surgió Yaír de Galaad. Fue juez de Israel veintidós años.
4 Tenía treinta hijos que andaban en treinta burros, y poseía treinta ciudades que todavía se llaman las aldeas de Yaír, en el territorio de Galaad.
5 Cuando Yaír murió, lo enterraron en Camón.
6 De nuevo hicieron los israelitas lo que es malo a los ojos de Yavé. Sirvieron a los Baales y a las Astartés como también a los dioses de Aram, de Sidón, de Moab, de los amonitas y de los filisteos. Abandonaron a Yavé y no le sirvieron más.
7 Por eso estalló contra Israel la cólera de Yavé, quien lo entregó en manos de los filisteos y de los amonitas.
8 A partir de ese año aplastaron y maltrataron a todos los israelitas que vivían al otro lado del Jordán, en territorio amoreo, en Galaad, y esto duró dieciocho años.
9 Los amonitas atravesaron incluso el Jordán para atacar a Judá, Benjamín y la casa de Efraín: Israel se hallaba en una situación muy grave.
10 Los israelitas clamaron entonces a Yavé: «Hemos pecado contra ti, le dijeron, hemos abandonado a nuestro Dios y servido a los Baales».
11 Yavé les respondió: «Cuando ustedes eran oprimidos por los egipcios, los amoreos, los amonitas, los filisteos,
12 los sidonios, los amalecitas o los madianitas y me clamaban, ¿no los libré de sus manos?
13 Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses, por eso ya no los salvaré más.
14 Vayan ahora a gritar a los dioses que se eligieron, ¡que ellos los libren ahora que las cosas se dan mal para ustedes!»
15 Los israelitas dijeron a Yavé: «Hemos pecado, trátanos como mejor te parezca, pero por lo menos sálvanos ahora».
16 Hicieron desaparecer de sus casas los dioses extranjeros y sirvieron a Yavé. Entonces Yavé no aguantó más el sufrimiento de Israel.
17 Los amonitas se reunieron e instalaron su campamento en Galaad. Los israelitas también se reunieron e instalaron su campamento en Mispá.
18 El pueblo y los jefes de Galaad se decían unos a otros: «¿Quién será nuestro jefe para atacar a los amonitas? A ese lo pondremos a la cabeza de todos los habitantes de Galaad.»

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Comentarios Jueces, capítulo 10
10,1

Cada tribu tenía sus propios problemas. En varios lugares se levantaron salvadores que, después de una victoria, fueron honrados como «Jueces» por el resto de su vida: Gedeón era de Manasés; Tolá, de Isacar; Jaír, del país de Galaad.

De 10,6 a 12,7 se relata la historia de Jefté. La introducción, 10,6-18, destaca el significado de estos acontecimientos.

Se notará el amor incansable de Yavé, que siempre perdona. Los pecados se van acumulando: «Por eso ya no los salvaré más»; y, sin embargo, una vez más, Dios no aguantó más el sufrimiento de Israel. Si nos quejamos del silencio de Dios frente a la actual injusticia y opresión, es porque no sabemos ver el pecado y la irresponsabilidad de los oprimidos.
Jueces (Jue) Capítulo 11
1 Jefté de Galaad era un valiente guerrero. Era hijo de una prostituta, pero su padre era Galaad.
2 La mujer de Galaad le había dado hijos, y cuando éstos fueron grandes echaron a Jefté. Le dijeron: «Tú no heredarás nada de la casa de nuestro padre, pues no eres más que el hijo de una extranjera».
3 Jefté se alejó entonces de sus hermanos y se instaló en el territorio de Tob. Se le juntaron aventureros que hacían incursiones con él.
4 Fue en ese momento cuando los amonitas atacaron a Israel.
5 Los ancianos de Galaad fueron a buscar a Jefté en el país de Tob
6 y le dijeron: «¡Ven! Tú serás nuestro jefe y nosotros lucharemos con los amonitas».
7 Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «¿No fueron ustedes los que me despreciaron y me echaron de la casa de mi padre? ¡Y vienen ahora a buscarme porque están en peligro!»
8 Los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: «Precisamente por eso nos hemos dirigido a ti ahora, para que marches al frente de nosotros y combatas a los amonitas; queremos hacerte jefe de todos los habitantes de Galaad».
9 Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «Si me hacen volver para combatir a los amonitas y si Yavé los pone en mis manos, seré el jefe de ustedes».
10 Los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: «Que Yavé sea testigo en contra nuestra si no actuamos como acabas de decir».
11 Jefté partió con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso al frente de ellos como su jefe y general. Luego en Mispá, en presencia de Yavé, Jefté repitió todas sus condiciones.
12 Jefté envió unos hombres al rey de los amonitas con este mensaje: «¿Por qué vienes a meterte en mis asuntos y a hacerme la guerra en mi país?»
13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté: «Bien sabes que los israelitas se apoderaron de mi territorio desde el Arnón hasta el Yaboc y el Jordán cuando llegaron de Egipto. Ahora, devuélvemelo por las buenas».
14 Jefté despachó otra vez mensajeros al rey de los amonitas.
15 Le mandó a decir: «Israel no se apoderó del territorio de Moab ni del de los amonitas.
16 Cuando los israelitas subieron de Egipto, caminaron por el desierto hasta el Mar de los Juncos y llegaron a Cadés.
17 Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom para que le dijeran: Déjame atravesar tu país. Pero el rey de Edom no quiso. Mandó asimismo mensajeros al rey de Moab quien también se negó. Entonces Israel se quedó en Cadés.
18 Después avanzó por el desierto, rodeó el territorio de Edom y el de Moab y llegó por el este del territorio de Moab. No entró en el territorio de Moab sino que instaló su campamento al otro lado del Arnón, ya que el Arnón era la frontera de Moab.
19 Luego Israel mandó mensajeros a Sijón, rey de los amoreos, que reinaba en Jesbón. Israel le dijo: Déjame atravesar tu territorio hasta el lugar adonde voy.
20 Pero Sijón no quiso que Israel atravesara su territorio. Más todavía, Sijón reunió a toda su gente, llevaron su campamento a Yahas y atacaron a Israel.
21 Yavé, el Dios de Israel, puso a Sijón y a todo su ejército en manos de Israel quien los aniquiló. Y así se apoderó Israel de todo el territorio de los amoreos que vivían en esa región.
22 Después conquistó todo el territorio de los amoreos desde el Arnón hasta el Yaboc, y desde el desierto al Jordán.
23 ¿Y ahora que Yavé, el Dios de Israel, desposeyó a los amoreos para favorecer a su pueblo, quieres tú a tu vez desposeer a Israel?
24 Si consideras tuyo lo que Quemós, tu dios, te dio, ¿por qué quieres arrebatarnos lo que Yavé nuestro Dios nos ha dado?
25 ¿Te crees más poderoso que Balac, hijo de Sipor, rey de Moab? ¿Pudo él oponer resistencia a Israel? ¿Pudo vencerlo?
26 Hace ya más de trescientos años que Israel vive en Jesbón y en sus dependencias, en Aroer y en sus dependencias, y en todas las ciudades que están a orillas del Arnón. ¿Por qué no las liberaron durante todo ese tiempo?
27 Yo no te he perjudicado, así que actúas mal conmigo haciéndome la guerra. Que Yavé, el Juez, juzgue ahora entre los israelitas y los amonitas».
28 Pero el rey de los amonitas no hizo caso de las palabras que le dirigió Jefté.
Jefté y su hija
29 El espíritu de Yavé se apoderó de Jefté. Atravesó Galaad y Manasés, luego pasó por Mispá de Galaad y de Mispá de Galaad se fue donde los amonitas.
30 Hizo esta promesa a Yavé: «Si entregas en mis manos a los amonitas,
31 el primero que atraviese la puerta de mi casa para salir a saludarme después de mi victoria sobre los amonitas, será para Yavé y lo sacrificaré por el fuego».
32 Jefté pasó entonces al territorio de los amonitas para atacarlos, y Yavé los puso en sus manos.
33 Los persiguió desde Aroer hasta los alrededores de Minit, apoderándose de veinte pueblos, y hasta Abel-Queramim. Los amonitas sufrieron una derrota muy grande y en adelante quedaron sometidos a los israelitas.
34 Ahora bien, cuando Jefté regresaba a su casa en Mispá, salió a saludarlo su hija con tamboriles y coros. Era su única hija; fuera de ella no tenía hijos ni hijas.
35 Cuando la vio, rasgó su ropa y dijo: «¡Ay, hija mía, me has destrozado! ¡Tú llegas para traerme la desgracia! Pues hice una promesa a Yavé, y ahora no puedo echarme atrás».
36 Ella le respondió: «Padre mío, ya que Yavé hizo que te desquitaras de tus enemigos, los amonitas, aunque te hayas comprometido con Yavé a la ligera, debes actuar conmigo de acuerdo a la palabra que salió de tu boca».
37 Y dijo a su padre: «Concédeme sólo esto: Dame un plazo de dos meses para que vaya por los montes junto con mis compañeras y pueda llorar esa muerte siendo todavía virgen».
38 El le respondió: «¡Anda!» y le permitió que se fuera por dos meses.
38 Ella se fue pues con sus compañeras para llorar por los montes esa muerte siendo virgen todavía.
39 Al cabo de dos meses volvió donde su padre y cumplió con ella la promesa que había hecho. No había conocido varón. Desde entonces es costumbre en Israel
40 que cada año las jóvenes de Israel salgan a lamentarse por la hija de Jefté de Galaad.

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Comentarios Jueces, capítulo 11
11,1

Jefté es uno de los salvadores más discutibles de la Biblia. Está motivado por el rencor contra sus hermanos, que lo despreciaron. Su guerra contra la tribu de Efraím no es gloriosa para el pueblo de Israel. Por fin, su voto de sacrificar a alguien de su familia corresponde a la costumbre de los cananeos paganos, que tan fácilmente sacrificaban a sus hijos.

Sin embargo, leemos: el Espíritu de Yavé se apoderó de Jefté (29). El Espíritu significaba en ese tiempo la fuerza sobrehumana de Yavé que empuja al hombre a cumplir hazañas. El Espíritu de Yavé no actúa solamente dentro de las ceremonias religiosas ni por los hombres religiosos, profetas o sacerdotes. Actúa «renovando la faz de la tierra» (Sal 104) a través de personas a las que les da fuerza y autoridad para que realicen tareas históricas que son parte del Reino de Dios.

En este sentido, muchos personajes de la época contemporánea, que no han sido santos, podrían compararse con los Jueces: Dios les ha dado el carisma para llevar a cabo, bien o mal, grandes empresas por las cuales los creyentes no querían arriesgarse o ensuciarse las manos.
11,29

. La Biblia narra sin ningún comentario el voto de Jefté. Ve en ello el error lamentable de un héroe.
Jueces (Jue) Capítulo 12
1 Los hombres de Efraín se juntaron y atravesaron el Jordán a la altura de Safón. Le dijeron a Jefté: «¿Por qué te fuiste a pelear con los amonitas y no nos invitaste para que fuéramos contigo? Vamos a quemarte junto con tu casa».
2 Pero Jefté respondió: «Yo y mi pueblo teníamos un conflicto pendiente con los amonitas. Los llamé a ustedes, pero no me libraron de las manos de aquellos.
3 Cuando vi que no venían a librarme, arriesgué mi vida. Tuve una batalla con los amonitas y Yavé los puso en mis manos. ¿Es eso un motivo para que vengan a atacarme?
4 Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y se trabó en combate con Efraín. Los hombres de Galaad aplastaron a los de Efraín que decían: «Ustedes, gente de Galaad, no son más que desertores de Efraín, ustedes se pasaron de Efraín a Manasés».
5 Galaad se apoderó de los vados del Jordán por donde se pasa a Efraín, y cuando los fugitivos de Efraín decían: «Quiero atravesar», los hombres de Ga laad le decían: «¿Eres de Efraín?» Si respondían: «No»,
6 entonces le decían: «¡Di Chibolet!» y si pronunciaba «Sibolet» (porque no podían pronunciar correctamente) lo tomaban y lo degollaban en el vado del Jordán. Cuarenta y dos mil hombres de Efraín fueron muertos ese día.
7 Jefté juzgó a Israel seis años. Luego Jefté de Galaad murió y fue enterrado en su ciudad, en Galaad.
8 Después de él juzgó a Israel Ibsán de Belén.
9 Tuvo treinta hijos y treinta hijas, casó a sus hijas con gente de fuera e hizo venir de fuera muchachas para sus hijos. Juzgó a Israel siete años.
10 Ibsán murió y lo enterraron en Belén.
11 Después de él juzgó a Israel Elón de Zabulón. Juzgó a Israel diez años.
12 Luego murió Elón de Zabulón y lo enterraron en Ayalón, en el territorio de Zabulón.
13 Después de él fue Abdón, hijo de Hillel, de Pireatón quien juzgó a Israel.
14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos que andaban en setenta burros. Juzgó a Israel ocho años.
15 Cuando murió Abdón, hijo de Hillel, de Pireatón, lo enterraron en Pireatón en territorio de Efraín, en la montaña del Amalecita.
Jueces (Jue) Capítulo 13
El nacimiento de Sansón
1 Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos de Yavé, quien los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años.
2 Había un hombre de Sorea, de la tribu de Dan, que se llamaba Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
3 El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: «Hasta ahora has sido estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y darás a luz un hijo.
4 Ahora fíjate bien en no beber vino ni bebida alcohólica y en no comer nada impuro debido a ese hijo que vas a concebir y dar a luz.
5 Porque desde el vientre de su madre el muchacho estará consagrado a Dios: no pasará por su cabeza la navaja, pues él será quien comenzará a librar a Israel de manos de los filisteos».
6 Al volver a su casa, la mujer conversó con su marido y le dijo: «Un hombre de Dios vino a verme. Era tan majestuoso como un ángel de Dios, pero no le pregunté de dónde venía y no me dijo su nombre.
7 Pero me dijo esto: Vas a concebir y dar a luz un hijo. Por eso, desde ahora no bebas vino ni bebida alcohólica y no comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el vientre de su madre y hasta el día de su muerte».
8 Entonces Manoa le suplicó a Yavé: «¡Por favor, Señor! Que el hombre de Dios que enviaste venga de nuevo a vernos para decirnos cómo hay que actuar con el niño que va a nacer».
9 Dios oyó la voz de Manoa y el ángel de Dios vino otra vez donde la mujer, cuando estaba sentada en el campo. Pero su marido Manoa no estaba con ella.
10 La mujer corrió inmediatamente a avisar a su marido: «Acabo de ver al hombre que vino a visitarme el otro día».
11 Manoa se levantó y siguió a su mujer. Llegó donde estaba el hombre y le preguntó: «¿Eres tú el hombre que habló con esta mujer?» El respondió: «Sí, yo soy».
12 Manoa le dijo: «Si lo que has dicho sucede, ¿qué norma seguiremos con este niño, qué tendrá que hacer él?»
13 El ángel de Yavé respondió a Manoa: «La mujer deberá abstenerse de todo lo que he dicho.
14 No probará ningún producto de la vid, no beberá vino ni bebida alcohólica, no comerá nada impuro: tendrá que cumplir con todo lo que le he mandado».
15 Manoa dijo al ángel de Yavé: «Permítenos que te retengamos un poco mientras preparamos un cabrito».
16 Pero el ángel de Yavé le respondió: «Aunque me quede, no comeré de tu pan. Sin embargo, si quieres ofrecer un holocausto a Yavé, ofréceselo». En realidad Manoa no sabía que era el ángel de Yavé.
17 Entonces Manoa dijo al ángel de Yavé: «¿Cuál es tu nombre? Quisiéramos poder agradecerte cuando se cumplan tus palabras».
18 El ángel de Yavé le dijo: «¿Por qué me preguntas el nombre? Es misterioso».
19 Manoa tomó el cabrito y una ofrenda y los puso en una roca en honor de Yavé y de ese personaje misterioso al que podían ver Manoa y su mujer.
20 Ahora bien, en cuanto se levantó a los cielos la llama del altar, sucedió que el ángel se elevó junto con la llama del altar. Al ver eso, Manoa y su mujer cayeron con el rostro en tierra.
21 El ángel, mientras tanto, desapareció de la vista de Manoa y de su mujer. Entonces comprendió Manoa que era el ángel de Yavé.
22 Manoa dijo a su mujer: «Vamos a morir porque vimos a Dios».
23 Pero su mujer le respondió: «Si Yavé hubiera querido que muriéramos, no habría aceptado nuestro holocausto y nuestra ofrenda. ¿Nos habría mostrado todo eso y más aún prometido lo que acabamos de escuchar?»
24 Así fue como la mujer dio a luz un hijo al que puso por nombre Sansón. El niño creció y Yavé lo bendijo;
25 el espíritu de Yavé comenzó a apoderarse de él en el Campamento de Dan, entre Sorea y Estaol.

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Comentarios Jueces, capítulo 13
13,1

Vienen a continuación cuatro episodios de las «historias» de Sansón. A lo mejor era un campesino de fuerza poco ordinaria que peleaba por su cuenta contra los filisteos. La leyenda le atribuyó numerosas hazañas.

Se le atribuye a Sansón un nacimiento milagroso. Nace de una pareja estéril, según una costumbre de Dios que ya encontramos con el hijo de Abraham (Gén 18) y que se presentará también para Samuel (1 Sam 1) y, más tarde, para Juan Bautista (Lc 1,5). El niño tiene que ser nazireo, esto es, consagrado a Dios, según un rito muy antiguo en la Biblia (Núm 6,1). Esta consagración a Dios será la fuente de su fuerza.
Jueces (Jue) Capítulo 14
Historia de Sansón
1 Sansón bajó a Timná y allí se encontró una mujer entre las niñas filisteas.
2 Subió para comunicárselo a su padre y a su madre: «He visto a una mujer en Timná, les dijo, una niña filistea. ¡Consíganmela como esposa!» 3 Su padre y su madre le dijeron: «¿Acaso no hay suficientes jóvenes en nuestro clan y en todo nuestro pueblo para que vayas a buscarte una entre los incircuncisos, entre los filisteos?»
3 Pero Sansón respondió a su padre «Consíguemela porque me gusta».
4 Su padre y su madre no sabían que eso venía de Yavé, quien quería crear problemas con los filisteos (en ese tiempo Israel estaba sometido a los filisteos).
5 Bajó pues Sansón a Timná con su padre y su madre. Cuando venía por las viñas de Timná, le salió al paso un león joven.
6 En ese momento se apoderó de él el espíritu de Yavé, desgarró al leoncito como se desgarra a un cabrito, siendo que nada tenía en las manos. No contó nada de esa hazaña ni a su padre ni a su madre.
7 En seguida bajó y habló con la mujer que le gustaba.
8 Al cabo de un tiempo volvió a Timná para llevársela. Dio un rodeo para ver el cadáver del león: en el cuerpo del león había un enjambre de abejas con miel.
9 Lo tomó en sus manos y se fue chupándolo por el camino. Cuando llegó a su casa, le convidó miel a su padre y a su madre, quienes comieron, pero no les dijo que había encontrado esa miel en el cadáver de un león.
10 Cuando el padre de Sansón bajó a la casa de la mujer, Sansón ofreció un gran banquete según la costumbre de los jóvenes.
11 Como le tenían miedo, le habían buscado treinta jóvenes para que lo acompañaran.
12 Sansón les dijo: «Les voy a proponer una adivinanza. Les doy los siete días del banquete para que la resuelvan, y si la adivinan les daré treinta túnicas y treinta trajes para cambiarse.
13 Pero si no adivinan, me darán treinta túnicas y treinta mudas». Le respondieron: «Dinos la adivinanza, te escuchamos».
14 Sansón les dijo: «Del que come salió lo que se come, y del más fuerte salió lo dulce».
14 Durante tres días no pudieron resolver la adivinanza.
15 Entonces, al cuarto día, dijeron a la mujer de Sansón: «Hazle arrumacos a tu marido para que te explique la adivinanza, o si no te quemaremos a ti y a la familia de tu padre; ¿o es que nos invitaste para robarnos?»
16 La mujer de Sansón se puso a llorar a su lado: «Tú sólo me odias, le decía, tú no me quieres. Ni siquiera me has explicado esa adivinanza que propusiste a los jóvenes de mi pueblo». Le respondió: «Ni siquiera se la he explicado a mi padre y a mi madre, ¿y quieres que te la explique?»
17 Ella siguió así llorando los siete días que duró el banquete, y al séptimo día, como él estaba cansado con eso, le dio la solución.
17 Ella, inmediatamente, se la dio a los de su pueblo,
18 y al séptimo día antes de la puesta del sol, la gente de la ciudad dijo a Sansón: «¿Qué más dulce que la miel y qué más fuerte que un león?» Les respondió : «Si no hubiesen arado con mi vaquilla, no habrían acertado con mi adivinanza».
19 El espíritu de Yavé se apoderó de él y bajó a Ascalón. Allí dio muerte a treinta hombres, les quitó la ropa y se la dio a los que habían explicado la adivinanza. Luego, muy enojado, se volvió a la casa de su padre.
20 En vista de eso dieron la mujer de Sansón a uno de los jóvenes que lo habían acompañado.
Jueces (Jue) Capítulo 15
1 Algún tiempo después, en la época de la cosecha del trigo, Sansón fue a ver a su mujer llevándole un cabrito. Dijo: «Quisiera estar con mi mujer en su pieza». Pero su suegro le impidió pasar. Le dijo:
2 «Como pensé que tú ya no la querías, se la di a tu compañero. Su hermana menor es más hermosa, ésta será tu esposa en vez de aquélla».
3 Entonces Sansón les dijo a todos: «Esta vez, si hago algún perjuicio a los filisteos, no les deberé nada».
4 Se fue Sansón y atrapó trescientos zorros. Tomó unas antorchas y ató a los zorros de a dos por la cola poniendo una antorcha entremedio.
5 Luego encendió las antorchas y soltó a los zorros en los campos de los filisteos. Así quemó todo: los atados, el trigo en pie y hasta las viñas y los olivares.
6 Los filisteos preguntaron: «¿Quién hizo eso?» Les respondieron: «Sansón, el yerno del hombre de Timná, porque este último le quitó a su mujer y se la dio a su camarada». Subieron entonces los filisteos y quemaron la mujer junto con su padre.
7 Sansón les dijo: «Ya que ustedes actuaron así, no me detendré hasta que no me haya vengado de ustedes».
8 Les dio una tremenda paliza y después bajó a vivir en una cueva de los Roqueríos de Etam.
9 Los filisteos hicieron una incursión. Acamparon en el territorio de Judá y se infiltraron por el lado de Lehi.
10 Los hombres de Judá les dijeron: «¿Por qué han subido hasta acá?» Les respondieron: «Subimos para apresar a Sansón y tratarlo como nos trató».
11 Tres mil hombres de Judá bajaron a la caverna de los Roqueríos de Etam para decir a Sansón: «¿No sabes que los filisteos son nuestros amos? ¿Qué hiciste?» Les respondió: «Los traté como me trataron».
12 Los hombres de Judá le dijeron: «Hemos bajado para apresarte y entregarte a los filisteos». Sansón les dijo: «¡Júrenme que no me matarán!»
13 Ellos respondieron: «No, sólo vamos a apresarte y a entregarte a ellos; pero no te mataremos». Lo amarraron entonces con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de los Roqueríos de Etam.
14 Cuando estaba ya cerca de Lehi, salieron a su encuentro los filisteos lanzando gritos de alegría. Entonces se apoderó de él el espíritu de Yavé. Las cuerdas que amarraban sus brazos se volvieron para él como hilos de lino quemado, y se deshicieron las ataduras de sus manos.
15 Encontró una quijada de burro todavía fresca, la tomó y mató a golpes a mil filisteos.
16 Luego Sansón exclamó: «Con una quijada de burro los desparramé; con una quijada de burro maté a golpes a mil».
17 Cuando terminó de hablar tiró la quijada y llamó a aquel lugar Ramat-Lehi.
18 Como tuviese mucha sed, invocó a Yavé y le dijo: «Concediste a tu servidor una gran victoria, pero ves que me muero de sed y que voy a caer en manos de los incircuncisos».
19 Entonces Dios partió la caverna que hay en Lehi; salió de allí agua y bebió. Se reanimó y recuperó sus fuerzas. Por eso pusieron a ese manantial el nombre de En-Ha-Coré; todavía se lo ve en Lehi.
20 Juzgó a Israel veinte años, en la época de los filisteos.
Jueces (Jue) Capítulo 16
1 Sansón bajó a Gaza. Allí se encontró con una prostituta y entró en su casa.
2 Le dijeron a la gente de Gaza: «¡Sansón vino para acá!» Organizaron rondas y se quedaron de guardia toda la noche a la puerta de la ciudad. No se movieron en toda la noche porque decían: «Esperémoslo hasta la mañana y entonces lo mataremos».
3 Sansón estuvo acostado hasta la medianoche. Se levantó a medianoche, tomó las puertas de la ciudad con su marco y las arrancó junto con su tranca. Se las echó a la espalda y se las llevó a la cumbre de la montaña que está frente a Hebrón.
Sansón y Dalila
4 Después de eso se juntó con una mujer del valle de Sorec que se llamaba Dalila.
5 Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo con tus encantos y trata de averiguar de dónde le viene esa fuerza tan grande y cómo podríamos dominarlo, amarrarlo y domarlo. Cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata».
6 Dalila preguntó a Sansón: «Dime, te lo ruego, de dónde proviene tu fuerza extraordinaria. ¿Cómo se podría amarrarte y domarte?»
7 Sansón le dijo: «Si me ataran con siete cuerdas nuevas que todavía no estén secas, perdería mi fuerza y sería como un hombre cualquiera».
8 Los jefes de los filisteos le entregaron siete cuerdas nuevas que no se habían secado todavía y ella lo amarró;
9 había escondido a unos hombres en su pieza. Le gritó: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Rompió de un golpe las cuerdas como se rompe la mecha de estopa cuando se la quema: no descubrieron el secreto de su fuerza.
10 Dalila dijo a Sansón: «Te burlaste de mí y me contaste mentiras. Dime con qué hay que amarrarte».
11 Le dijo: «Si me atan con cuerdas nuevas que nunca hayan sido usadas, perderé mi fuerza y seré como un hombre cualquiera».
12 Dalila lo amarró con cuerdas nuevas; luego dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Le habían preparado una emboscada en su pieza, pero él rompió las cuerdas como si fueran hilo.
13 Dalila dijo a Sansón: «¿Cuántas veces más me contarás mentiras? Dime con qué habría que atarte». Respondió: «Si tú entretejieras las siete trenzas de mi cabellera en la urdimbre de un telar, si las apretaras con un peine de tejedor, perdería mi fuerza y sería como un hombre cualquiera».
14 Ella lo durmió, entretejió las siete trenzas de su cabellera con la urdimbre de un telar, las apretó con un peine de tejedor y le dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Se despertó de su sueño y arrancó el peine, la lanzadera y la urdimbre.
15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decirme que me amas? Tu corazón no está conmigo, ya que tres veces te has burlado de mí y no me has dicho de dónde proviene tu enorme fuerza».
16 Como siguiera molestándolo y acosándolo todos los días con la misma pregunta, creyó que se iba a morir.
17 Entonces le abrió su corazón. Le dijo: «Estoy consagrado a Dios desde el vientre de mi madre y nunca ha pasado la navaja por mi cabeza. Si me raparan, se me iría la fuerza y quedaría tan débil como cualquiera».
18 Dalila vio que esta vez le había revelado su secreto. Mandó a buscar a los jefes de los filisteos y les dijo: «Vengan ahora porque me ha revelado lo más secreto de su corazón». Los jefes de los filisteos fueron a su casa llevando el dinero en la mano.
19 Después de haber hecho dormir a Sansón en sus rodillas, llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabellera y comenzó a perder sus fuerzas: su fuerza se le había ido.
20 Entonces ella dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» El se despertó de su sueño y pensó: «Me desataré como las otras veces y me libraré». Pero no sabía que Yavé se había retirado lejos de él.
21 Los filisteos lo apresaron y le sacaron los ojos. Lo hicieron bajar a Gaza, lo ataron con una cadena doble de bronce y lo pusieron a dar vueltas a la piedra de un molino en la prisión.
La muerte de Sansón
22 Sin embargo, después que le cortaron el pelo, su cabellera volvió a crecer.
23 Los jefes de los filisteos se juntaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón su dios, e hicieron una fiesta. Decían: «Nuestro dios puso en nuestras manos a nuestro enemigo Sansón».
24 La gente del pueblo lo vio y alababan a su dios diciendo: «Nuestro dios puso en nuestras manos a nuestro enemigo, que desolaba el país y dejaba tantos muertos entre nosotros».
25 Cuando todos se sintieron bien contentos, dijeron: «¡Llamen a Sansón para que nos entretenga!» Fueron a buscar a Sansón a la prisión y él dio varias vueltas a la vista de todos, luego lo pusieron entre las columnas.
26 Sansón dijo entonces al joven que lo llevaba de la mano: «Tú guíame, ayúdame a tocar las columnas que sustentan el templo para que pueda apoyarme en ellas».
27 El templo estaba lleno de hombres y mujeres. Allí estaban todos los jefes de los filisteos, y en la terraza había como tres mil hombres y mujeres que se divertían mirando a Sansón.
28 Entonces Sansón invocó a Yavé y le dijo: «¡Por favor, Señor Yavé! Acuérdate de mí y dame fuerza por última vez. ¡Quisiera hacerles pagar a los filisteos mis dos ojos de un solo golpe!»
29 Sansón tocó las dos columnas centrales en las que se sostenía el templo y se apoyó en ellas: su brazo derecho en una y su brazo izquierdo en otra.
30 Luego Sansón exclamó: «¡Que muera yo con todos los filis teos!» Se estiró con todas sus fuerzas y se derrumbó el templo encima de los jefes y de todo el pueblo que estaba allí. Los que arrastró consigo a la muerte fueron más numerosos que aquellos a los que había dado muerte durante toda su vida.
31 Los hermanos y toda la familia de su padre bajaron y se lo llevaron. Subieron y lo enterraron entre Sorea y Estaol en la tumba de Manoa su padre. Había sido juez de Israel veinte años.

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Comentarios Jueces, capítulo 16
16,4

Sansón revela a Dalila su consagración a Dios como nazireo. Hay en él una parte reservada a Yavé que es fuente de su vigor sobrenatural. Con sólo revelarlo, se profanaba a sí mismo.
Jueces (Jue) Capítulo 17
La historia de Micá
1 Vivía en la montaña de Efraín un hombre que se llamaba Micá.
2 Dijo a su madre: «Las mil cien monedas de plata que te habían robado y a propósito de las cuales habías pronunciado una maldición, maldición que oí con mis propios oídos, pues bien, esa plata la tengo yo: yo la había tomado». Su madre dijo inmediatamente: «¡Yavé bendiga a mi hijo!»
3 El le devolvió las mil cien monedas de plata. Pero su madre dijo: «Yo misma había dedicado este dinero a Yavé por mi hijo, para que hiciera un ídolo y una estatua de bronce; te puedes quedar con él».
4 El, sin embargo, entregó el dinero a su madre. Ella sacó doscientas monedas y se las dio a un orfebre. Con ellas hizo un ídolo y una estatua de bronce que quedaron en la casa de Micá.
5 Ese hombre, Micá, se hizo un pequeño santuario doméstico. Tenía un efod, terafim, y luego consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.
6 En ese tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bueno.
7 Había entonces en Belén de Judá un joven levita que vivía como huésped en ese clan de Judá.
8 Un día dejó Belén de Judá esperando que alguien lo adoptara donde fuera. Caminando llegó a la casa de Micá en la montaña de Efraín.
9 Micá le dijo: «¿De dónde vienes?» Respondió: «Soy un levita de Belén de Judá y busco quedarme como huésped donde encuentre».
10 Micá le dijo: «Quédate conmigo, serás para mí un padre y un sacerdote». Te daré diez monedas de plata al año y además alojamiento y comida».
11 El levita aceptó quedarse en la casa de ese hombre y ser para él como uno de sus hijos.
12 Micá consagró al levita y el joven pasó a ser su sacerdote, y prestaba servicios en la casa de Micá.
13 Entonces Micá pensó: «Ahora sé que Yavé me favorecerá porque tengo como sacerdote a un levita».

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Comentarios Jueces, capítulo 17
17,1

El libro de los Jueces concluye con dos relatos típicos de la vida de Israel de ese tiempo. El autor, después de alabar esa época en que no se necesitaban reyes (8,22), reconoce los males que producía la anarquía.

En los capítulos 17-18, la ausencia de una autoridad religiosa hace que los sacerdotes hagan lo que quieran. Recordemos que en aquel tiempo los hombres de la tribu de Leví estaban dedicados al culto (Núm 3).

En 18,27 se notará uno de los lugares de la Biblia en que se manifiesta mayor indiferencia frente a una matanza salvaje. Los israelitas de ese tiempo no sabían todavía lo que vale la vida del hombre, tanto la del enemigo como la suya propia.

El individuo no contaba, sino sólo el pueblo. Suprimir una población extranjera no tenía mayor gravedad que arrasar un bosque.
Jueces (Jue) Capítulo 18
1 En ese tiempo no había rey en Israel. Fue entonces cuando la tribu de Dan buscó un territorio donde instalarse porque hasta ese día no había recibido su parte en medio de las tribus de Is rael.
2 La gente de Dan envió a cinco hombres de los suyos para que recorrieran el país y lo exploraran. Les dijeron: «Vayan a inspeccionar el país». Estos llegaron pues a los montes de Efraín, cerca de la casa de Micá, y allí pasaron la noche.
3 Como estaban muy cerca de la casa de Micá oyeron la voz del joven levita y salieron a dar una vuelta. Le preguntaron: «¿Quién te trajo para acá? ¿Qué haces en este lugar? ¿Por qué te quedaste aquí?»
4 Les respondió: «Micá hizo esto y eso por mí, me paga y yo le sirvo como sacerdote».
5 Le dijeron: «Consulta a Yavé para que sepamos si resultará este viaje que estamos haciendo».
6 El sacerdote les dijo: «¡Vayan en paz! Su viaje está bajo la protección de Dios».
7 Partieron después los cinco hombres y llegaron a Lais. Vieron que sus habitantes vivían sin temor, según la costumbre de los sidonios, que la ciudad era tranquila y confiada, sin rey que la gobernara, que estaban lejos de los sidonios y que no tenían vinculación con nadie.
8 Cuando regresaron donde sus hermanos en Sorea y Estaol, estos les preguntaron: «¡A ver, dígannos! ¿Qué noticias traen?»
9 Respondieron: «¡De pie! ¡Vamos! ¡Vimos una tierra magnífica! Pero, ¿por qué se quedan ahí parados? ¡Vamos, tenemos que apoderarnos de esa región! 10 Hallarán allí un pueblo sin desconfianza. Su territorio es largo y ancho, Dios lo ha puesto en nuestras manos. Allí nada falta de lo que puede hallarse en la tierra».
La migración de los danitas
11 Salieron pues los danitas de Sorea y Estaol, completando un número de seiscientos hombres equipados para la guerra.
12 Subieron a Quiriat-Yearim en Judá, donde acamparon. Por eso ese lugar se llamó Campamento de Dan hasta el día de hoy: está al oeste de Quiriat-Yearim.
13 De allí se dirigieron a la montaña de Efraín y llegaron cerca de la casa de Micá.
14 Entonces los cinco hombres que habían recorrido el territorio hasta Lais tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «¿Saben que en una de esas casas hay un efod y terafim, un ídolo y una estatua de bronce? Piensen un poco lo que deberían hacer».
15 Dieron una vuelta y entraron en la casa de Micá. Allí estaba el joven levita a quien saludaron.
16 Mientras tanto los seiscientos danitas armados estaban parados frente a la puerta.
17 Los cinco hombres que habían ido a explorar el territorio subieron, entraron en la casa, tomaron el ídolo, el efod, los terafim y la estatua de bronce. El sacerdote estaba en la puerta de la casa con los seiscientos hombres armados.
18 Al ver a los cinco hombres que entraban en la casa de Micá, y que tomaban el ídolo, el efod, los terafim y la estatua de bronce, el sacerdote les dijo: «¿Qué hacen?»
19 Le respondieron: «¡Cállate! Ponte la mano en tu boca y ven con nosotros: serás para nosotros un padre y un sacerdote. ¿Qué es mejor para ti, ser el sacerdote de un solo hombre en su casa, o ser el sacerdote de toda una tribu, de todo un clan de Israel?»
20 El sacerdote se sintió muy feliz. Tomó el efod, los terafim, el ídolo y la estatua de bronce y se fue con todos esos hombres.
21 Al reiniciar la marcha, pusieron en la vanguardia a los niños, el ganado y el equipaje.
22 Cuando ya estaban lejos de la casa, los vecinos de Micá se juntaron y se lanzaron en persecución de los danitas,
23 gritando detrás de ellos.
23 Los danitas se dieron vuelta y dijeron a Micá: «¿Qué significa ese tropel?»
24 Les respondió: «¡Ustedes me quitaron los dioses que me había hecho, tomaron a mi sacerdote y se fueron! ¡No me queda nada! Y todavía me preguntan ¿qué pasa?»
25 Los danitas le dijeron: «¡Déjate de gritarnos, pues algunos de nuestros hombres po drían enojarse y abalanzarse sobre ustedes; y tú y tu familia podrían dejar aquí su pellejo!»
26 Los danitas prosiguieron su camino y Micá, al ver que ellos tenían más fuerza, dio media vuelta y regresó a su casa.
27 Los danitas se llevaron todo lo que se había hecho Micá junto con el sacerdote que estaba en su casa, y se dejaron caer en Lais sobre una población tranquila y confiada. Pasaron a cuchillo a todo el mundo y quemaron la ciudad.
28 No hubo nadie que la socorriera pues Sidón quedaba lejos y no tenían relación con nadie. La ciudad efectivamente se encuentra en la llanura en dirección a Bet-Rejob. La reconstruyeron y se instalaron allí.
29 Pusieron a la ciudad el nombre de Dan, en memoria de su padre Dan, hijo de Israel; pero antes la ciudad se llamaba Lais.
30 Los danitas instalaron allí al ídolo por su cuenta, y Yonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y sus hijos, fueron sacerdotes para la tribu de Dan hasta el día de la deportación.
31 Instalaron en medio de ellos al ídolo que Micá había hecho y esto duró tanto como la casa de Dios en Silo.
Jueces (Jue) Capítulo 19
El crimen de Guibea
1 En ese tiempo no había rey en Israel. Un levita que vivía en el extremo de la montaña de Efraín tomó como concubina a una mujer de Belén de Judá.
2 Su concubina le fue infiel y lo abandonó volviéndose a la casa de su padre, en Belén de Judá, donde permaneció más o menos cuatro meses.
3 Su marido se puso en camino para ir a buscarla, hablarle al corazón y traerla de vuelta; con él iban su sirviente y dos burros.
3 Ella lo hizo entrar en la casa de su padre, y apenas el padre de la joven lo vio, salió feliz a encontrarlo.
4 Su suegro, padre de la joven, lo retuvo y se quedó tres días con él. Comieron, bebieron y pasaron la noche en ese lugar.
5 Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: «Repón tus fuerzas, cómete un pedazo de pan; luego te irás».
6 Se sentaron, comieron y bebieron los dos. Entonces el padre de la joven dijo a su marido: «¡Quédate todavía una noche, disfruta un poco más!»
7 El hombre estaba listo para partir, pero su suegro le insistió tanto que cedió y pasó la noche en ese lugar.
8 Al quinto día, como se levantara muy temprano para irse, el padre de la joven le dijo: «Repón tus fuerzas, espera la caída de la tarde». Comieron los dos juntos.
9 Cuando el marido se disponía a partir junto con su concubina y su sirviente, su suegro, el padre de la joven le dijo: «¡Mira! Ya es tarde, no tardará en anochecer, quédense aquí esta noche. Disfruta un poco más; mañana levántense temprano y partan para tu tienda».
10 Pero el marido no quiso quedarse una noche más. Partió con sus dos burros cargados y su concubina rumbo a Jebus (es decir Jerusalén).
11 Cuando estuvieron cerca de Jebus, como ya atardecía, el sirviente dijo a su patrón: «Tú debieras dejar el camino y entrar en esa ciudad de los jebuseos, nosotros pasaremos aquí la noche».
12 Pero su patrón le respondió: «No entraremos en una ciudad extranjera: esa gente no es israelita. Sigamos mejor hasta Guibea».
13 Y añadió: «Apresurémonos en alcanzar una de esas ciudades, Guibea o Ramá, para pasar allí la noche».
14 Pasaron de largo, siguieron caminando y llegaron cerca de Guibea de Benjamín cuando el sol ya se ponía.
15 Saliendo del camino, entraron en Guibea para pasar allí la noche. El levita fue a sentarse a la plaza, pero nadie lo invitó a alojarse en su casa.
16 Un anciano volvía al final de la jornada de su trabajo en el campo. Ese hombre era de la montaña de Efraín, pero vivía en Guibea cuyos habitantes pertene cían a la tribu de Benjamín.
17 Al levantar la vista, divisó al hombre de paso que estaba sentado en la plaza de la ciudad.
17 El anciano dijo al levita: «¿A dónde vas y de dónde vienes?»
18 Este respondió: «Venimos de Belén de Judá y vamos a los confines de la montaña de Efraín, porque yo soy de allá. Fui hasta Belén de Judá y me vuelvo a mi casa, pero nadie me ha recibido en la suya.
19 Tengo sin embargo paja y forraje para nuestros burros, pan y vino para mí, para mi mujer y para mi sirviente. No nos falta nada».
20 El anciano le dijo entonces: «No te preo cupes, yo te daré lo que necesites, pero no pases la noche en la plaza.
21 Lo invitó a su casa y dio forraje a los burros mientras los viajeros se lavaban los pies. Comieron y bebieron.
22 Todo parecía ir muy bien hasta que los hombres de la ciudad, verdaderos depravados, rodearon la casa y golpearon la puerta. Le dijeron al anciano, dueño de la casa: «Di a ese hombre que está en tu casa que salga para que abusemos de él».
23 Salió el dueño de la casa a hablarles y les dijo: «¡No, mis hermanos, por favor! No se comporten mal. Ustedes ven que este hombre está ahora bajo mi techo, no cometan una cosa así.
24 Tengo una hija que es todavía virgen y él tiene también su concubina. Se las entregaré, pueden violarlas y tratarlas como quieran, pero no cometan una cosa tan fea con ese hombre».
25 Los otros no quisieron hacerle caso. Entonces el levita tomó a su concubina y la sacó para afuera. La violaron y abusaron de ella toda la noche hasta el amanecer; al alba la dejaron irse.
26 La mujer regresó al amanecer y se derrumbó delante de la puerta de la casa donde se alojaba su marido. Allí permaneció hasta que fue de día.
27 Se levantó entonces su marido, abrió la puerta de la casa y salió para continuar su viaje. Su concubina estaba tirada frente a la puerta de la casa con las manos en el escalón.
28 Le dijo: «Párate para que nos vayamos». Pero no hubo respuesta. El hombre la cargó sobre su burro y retomó el camino para regresar a su casa.
29 Al llegar a su casa, tomó un cuchillo, agarró el cuerpo de su concubina y lo despedazó, hueso por hueso, en doce trozos que despachó a través de todo el territorio de Israel. A los hombres que había enviado les había dado esta orden: «Pregunten en todo Israel: ¿Se ha visto algo semejante desde que los israelitas salieron de Egipto hasta hoy día? Reflexionen, deliberen y den su opinión».
30 Todos los que veían eso decían: «Nunca se ha visto algo semejante desde que los hijos de Israel salieron de Egipto hasta este día».

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Comentarios Jueces, capítulo 19
19,1

Esta fechoría se parece mucho a la que encontramos en Génesis 19. También vale aquí lo dicho en aquel lugar respecto a la respuesta del dueño de casa.

Los versículos 24-25 y 27-28 son un testimonio horrible de lo que ha sido durante siglos y siglos la actitud de los varones con las mujeres: total irresponsabilidad y desprecio. La mujer sirve para el placer, para tener hijos, o para hacer los trabajos que a los hombres les fastidian. No había reparos en sacrificar a la mujer para salvar al huésped.
Jueces (Jue) Capítulo 20
1 Salieron de sus casas todos los israelitas, desde Dan hasta Berseba, y la comunidad se reunió como un solo hombre junto a Yavé en Mispá. Hasta la gente de Galaad se hizo presente.
2 Participaron en esta asamblea del pueblo de Dios los jefes del pueblo y todas las tribus de Israel: eran como cuatrocientos mil hombres que sabían manejar la espada. 3 Los hijos de Benjamín supieron que los israelitas habían subido a Mispá.
3 Los israelitas dijeron: «¡Cuéntennos cómo se cometió ese crimen!»
4 Entonces el levita, el marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: «Había yo entrado en Guibea de Benjamín junto con mi concubina para pasar allí la noche,
5 y los vecinos de Guibea decidieron hacerme daño. Durante toda la noche rodearon la casa donde yo estaba con la intención de matarme; violaron a mi concubina de tal manera que ella murió.
6 Entonces tomé a mi concubina, la corté en pedazos y los mandé por todos los territorios que pertenecen a Israel, porque cometieron una infamia en Israel.
7 Ya que han venido aquí todos ustedes, todo Israel, estudien el asunto y decidan aquí mismo».
8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre y dijo: «¡Que ninguno de nosotros se retire a su tienda, que nadie regrese a su casa!
9 Vamos a actuar con Guibea de esta manera: Vamos a sortear
10 diez hombres de cien en todas las tribus de Israel, o cien de mil, o mil de diez mil. Irán a buscar víveres para los que partirán a Guibea de Benjamín a fin de tratarla como se lo merece después del crimen que cometió en Israel.
11 Así fue como se reunieron los israelitas como un solo hombre frente a la ciudad.
12 Las tribus de Israel mandaron hombres por todo el territorio de Benjamín para decirles: «¿Qué crimen es ese que se cometió entre ustedes?
13 Entréguennos a esos criminales de Guibea para que los matemos, porque hay que eliminar el mal de Israel». Pero la gente de Benjamín no quiso oír la voz de sus hermanos israelitas.
14 Los benjaminitas llegaron de sus ciudades y se reunieron en Guibea para pe lear con los israelitas.
15 Ese día se hizo el censo de los benjaminitas que habían venido de sus ciudades: veintiséis mil hombres de guerra. Se los censó sin contar a los habitantes de Guibea.
16 Había en ese ejército setecientos hombres de élite, zurdos que podían con su honda dar en el blanco con una piedra sin errar un cabello.
17 También se hizo el censo de los israelitas sin la gente de Benjamín: cuatrocientos mil hombres que sabían manejar la espada, todos hombres de guerra.
18 Se levantaron y subieron a Betel para consultar a Dios. Los israelitas preguntaron: «¿Quién de nosotros subirá primero para atacar a la gente de Benjamín?» Yavé dijo: «Judá será el primero».
19 Los israelitas se levantaron muy temprano e instalaron su campamento frente a Guibea.
20 Los de Israel tomaron la iniciativa y se pusieron en fila para atacar a los de Benjamín que estaban en Guibea.
21 Salió entonces de Guibea la gente de Benjamín y masacró ese día a veintidós mil hombres de Israel.
23 Los israelitas subieron después a Betel y se lamentaron delante de Yavé hasta el atardecer. Luego consultaron a Yavé en estos términos: «¿Debemos atacar de nuevo a nuestros hermanos de Benjamín?» Yavé dijo: «¡Atáquenlos!»
22 El ejército de Israel se reanimó y de nuevo se puso en fila en el mismo lugar que el primer día.
24 Los is raelitas atacaron a los benjaminitas,
25 pero esa segunda vez salieron de Guibea los de Benjamín para enfrentarlos y mataron entre los israelitas a dieciocho mil hombres que sabían manejar la espada.
26 Todos los israelitas y todo el pueblo subieron de nuevo a Betel. Allí, sentados delante de Yavé, lloraron y ayunaron todo el día hasta el atardecer, luego ofrecieron a Yavé holocaustos y sacrificios de comunión.
27 Los israelitas consultaron a Yavé ese día, pues el Arca de la Alianza de Dios estaba en ese lugar,
28 y Finjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón la tenía a su cargo. Los israelitas preguntaron: «¿Debemos atacar una vez más a nuestros hermanos de Benjamín o tenemos que renunciar a ello?» Yavé respondió: «Suban, porque mañana los pondré en sus manos».
29 Israel puso gente emboscada alrededor de Guibea.
30 Cuando los israelitas subieron para atacar por tercera vez a los de Benjamín, se pusieron en fila delante de Guibea como las otras veces.
31 Los benjaminitas hicieron entonces una salida para enfrentar al ejército y se alejaron de la ciudad. Igual que las veces anteriores comenzaron a masacrar a los hombres del ejército de Israel (mataron alrededor de treinta en los caminos que van a Betel y a Guibea por el campo).
32 Los benjaminitas pensaban: «Se sienten derrotados ante nosotros igual que las otras veces». Pero los israelitas se habían dicho: «Emprenderemos la fuga para atraer los a los caminos que están lejos de la ciudad».
33 Todos los israelitas se reagruparon y se les enfrentaron en Baal-Tamar, en el mismo momento en que los de la emboscada salían del lugar donde se habían ocultado al oeste de Guibea.
34 Eran diez mil hombres de élite del ejército de Israel que avanzaron contra Guibea. La batalla fue tremenda y los benjaminitas no sabían que les iba a tocar la desgracia.
35 Porque Yavé había decidido la derrota de Benjamín ante Israel y, ese día, los israelitas iban a matar veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos hábiles en el manejo de la espada.
36 Los benjaminitas se dieron cuenta que estaban vencidos. Los israelitas les habían cedido el terreno sólo porque contaban con los emboscados que habían puesto para atacar a Guibea.
37 La gente de la emboscada en efecto se lanzó contra Guibea, la tomaron y pasaron a cuchillo a toda la ciudad.
38 Los israelitas habían convenido en una señal con los de la emboscada: estos últimos harían que subiera de la ciudad una nube de humo.
39 Cuando los benjaminitas habían dado muerte a una treintena de hombres se decían: «Ya están derrotados como la última vez», pero, en ese mismo momento los israelitas se volvieron contra ellos.
40 De la ciudad se elevaba la señal de humo, y Benjamín, dándose vuelta, divisó la hoguera que subía a los cielos: toda la ciudad ardía en llamas.
41 Los hombres de Israel atacaron y cundió el pánico entre los benjaminitas; comprendieron que les había caído encima la desgracia.
42 Al intentar huir ante los israelitas por los caminos del desierto, la batalla se les echó encima y los que bajaban de la ciudad los masacraron.
43 Benjamín fue cercado, hostigado, aplastado hasta el oriente de Guibea.
44 Cayeron dieciocho mil hombres de Benjamín, todos valientes guerreros.
45 Los que pudieron escapar llegaron hasta el desierto hacia la cuesta de Rimón. Fueron cinco mil los que cayeron en los caminos, y dos mil más perecieron cuando los perseguían hasta Guideón.
46 El total de la gente de Benjamín que cayó ese día fue de veinticinco mil hombres que sabían manejar la espada, todos valientes guerreros.
47 Sólo seiscientos hombres escaparon, huyendo al desierto hacia la Cuesta de Rimón; permanecieron allí cuatro meses.
48 Mientras tanto los israelitas destruyeron todos los pueblos de Benjamín con los hombres, el ganado y todo lo que allí había. Luego prendieron fuego a todos los pueblos que encontraron.
Jueces (Jue) Capítulo 21
1 Los israelitas habían hecho este juramento en Mispá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a alguien de Benjamín».
2 Se reunieron en Betel y permanecieron ante Yavé hasta la tarde con gritos y grandes lamentaciones. Decían:
3 «¡Yavé, Dios nuestro, mira lo que ha pasado en Israel! ¡Ahora falta una tribu!
4 Al día siguiente, se levantó el pueblo muy temprano; construyeron un altar y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión.
5 Luego dijeron los israelitas: «¿No hay ninguna entre todas las tribus de Israel que no haya venido a la asamblea en presencia de Yavé?» Porque habían hecho un juramento solemne: Si alguien no sube a Mispá para comparecer ante Yavé, será condenado a muerte.
6 Los israelitas estaban muy afligidos a causa de Benjamín su hermano; se decían: «Hoy una tribu de Israel ha sido tronchada.
7 ¿Qué podemos hacer para que los que quedan de ellos tengan mujeres, ya que juramos ante Yavé que no les daríamos nuestras hijas en matrimonio?» 8 Por esto preguntaron: «¿Hay alguien entre todas las tribus de Israel que no haya subido hasta Yavé en Mispá?»
8 Vieron que nadie de Yabés en Galaad había ido a la asamblea.
9 Efectivamente, se había hecho el censo de toda la población y no había nadie de Yabés en Galaad.
10 La comunidad mandó allá abajo a doce mil hombres, todos fuertes guerreros, con esta orden: «¡Vayan y pasen a cuchillo a los habitantes de Yabés en Galaad como también a las mujeres y a los niños:
11 todo varón y toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre serán condenados al anatema, pero dejarán con vida a las que son vírgenes». Así lo hicieron.
12 Encontraron en la población de Yabés en Galaad cuatrocientas muchachas que no habían tenido relaciones con hombre, y las llevaron al campamento instalado en Silo, en el país de Ca naán.
13 Entonces la comunidad mandó a avisar a la gente de Benjamín que estaba en la Cuesta de Rimón e hicieron la paz.
14 Volvieron pues los benjaminitas y les dieron las mujeres de Yabés de Galaad que habían dejado con vida. Pero no había para todos.
15 De nuevo el pueblo se compadeció de Benjamín, porque Yavé había dejado una brecha entre las tribus de Israel.
16 Los ancianos de la comunidad dijeron: «¿Qué podemos hacer por aquellos a los que todavía les falta una mujer, ya que las mujeres de Benjamín fueron masacradas?»
17 Decidieron esto: «Los sobrevivientes conservarán toda la tierra que pertenece a Benjamín para que así ninguna tribu sea tronchada de Israel.
18 Sin embargo no podemos darles nuestras hijas en matrimonio ya que los israelitas hicieron este juramento: «Sea maldito el que dé su hija a Benjamín».
19 Entonces pensaron: «Pronto es la fiesta de Yavé, que tiene lugar cada año en Silo, (Silo está al norte de Betel, al este del camino que va desde Betel a Siquem y al sur de Lebona)».
20 Y propusieron lo siguiente a los benjaminitas: «Vayan a esconderse entre las parras.
21 Cuando vean a las jóvenes de Silo que salgan para bailar en coro, ustedes saldrán de entre las parras, tomará cada uno a una joven de Silo y se irán al territorio de Benjamín.
22 Si sus padres o sus hermanos vinieran a quejarse ante nosotros, les diremos: «Déjenlos tranquilos, ustedes ven que no pudimos tomar una mujer para cada uno de ellos durante la guerra. No fueron ustedes los que se las dieron, de manera que no fueron infieles a su juramento».
23 Los benjaminitas hicieron como se les había dicho para tomar el número de mujeres que correspondía al de ellos. Las tomaron de entre las que habían salido a bailar. Luego se fueron y regresaron a sus tierras. Allí reconstruyeron las ciudades y se instalaron en ellas.
24 Entonces, los israelitas dejaron esos lugares y se volvieron cada uno a su tribu y a su propio clan, en sus propias tierras.
25 En ese tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que se le antojaba.

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Comentarios Jueces, capítulo 21
21,1

Mientras no haya autoridad central y un rey que «juzgue», cada familia y cada tribu se siente obligada a defender y vengar a los suyos; no hay otra manera de proteger al individuo en un pueblo sin autoridades. En esas condiciones, sin embargo, un crimen podía llevar a una guerra entre las tribus, como sucedió en el ejemplo aquí contado.

El relato multiplica las cifras más inverosímiles; es evidentemente una manera de decir que en realidad hubo una crisis muy grave en la que Benjamín estuvo a punto de desaparecer.

Aquí se quiere dar una enseñanza: a pesar de todos los pecados y errores de Benjamín, no puede desaparecer ni una sola de las doce tribus que son la herencia de Yavé.