La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Primer Libro de Samuel (1Sam)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27
Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31
Primer Libro de Samuel (1Sam) Introducción
Es fácil comprobar que los libros de Samuel difieren mucho de los libros llamados de Moisés que figuran al comienzo de la Biblia, e incluso de los libros de Josué y de los Jueces que lo preceden. En aquéllos se hablaba de acontecimientos antiguos, sólo conocidos a través de tradiciones orales, con la intención de justificar las leyes y el culto. Dios hablaba a cada instante de manera autoritaria, y actuaba en forma fantástica, como si interviniera en un mundo completamente diferente del nuestro. Se trata ciertamente de una literatura muy alejada de nuestra historiografía.
Aquí, en cambio, los autores nos cuentan acontecimientos más cercanos, para los cuales disponen de testimonios. El reinado de David se sitúa en los años 1010-970 y el autor debe haber sido contemporáneo de su hijo Salomón. Aquí personajes de carne y hueso se debaten en medio de acontecimientos complejos. A través de ellos va tomando forma la historia de Israel enfrentado a sus vecinos cercanos y, poco más tarde, a los grandes imperios del Próximo Oriente. En el relato bíblico se trasluce una imagen diferente de Dios. Ya no es presentado como debería ser un Dios todopoderoso, sino tal y como Samuel, David y sus contemporáneos le han conocido y experimentado, y nos cuentan ingenuamente los acontecimientos a través de los cuales estos personajes han conocido su voluntad.
El libro de Samuel, actualmente dividido en dos partes, narra los comienzos de la monarquía. El primer libro está centrado en tres personajes. Primero viene Samuel, un jefe a la antigua usanza además de profeta; el siguiente es Saúl, el primer rey, cuya vida termina en fracaso; por último David, del que se cuenta su ascensión al trono.
Al comienzo del libro, Israel no es todavía dueño del país. Amenazados por los Filisteos que ocupan las llanuras de la costa, las tribus sienten la necesidad de un poder unificado y fuerte. Se convertirán en una nación y ésta será el reino de David.
El segundo libro de Samuel habla del reino de David, de sus éxitos, victorias, pruebas... El centro del libro lo constituye una promesa excepcional que David ha recibido de Dios: sus descendientes reinarán por siempre en el trono de Israel.
Conviene leer el texto tal y como se presenta, sin prejuicios, pero al mismo tiempo con mirada crítica. Se verá entonces, por ejemplo, que el libro registra testimonios a veces contrapuestos. Unos son favorables a la institución de la monarquía, otros están en contra. Los hay que se muestran favorables a David, otros sólo se centran en sus aspectos negativos. El autor a veces parece neutral, dejándonos con nuestros cuestionamientos. Dios actúa de la misma manera: habla poco, pero va dejando signos, invitando a los lectores del libro a que también ellos busquen y disciernan.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 1
Historia de Ana
1 Había un hombre de Ramátayim, un sufita de la montaña de Efraín, que se llamaba Elcana. Era hijo de Jerojam, hijo de Elijú, hijo de Tojú, hijo de Suf, de la tribu de Efraín.
2 Tenía dos mujeres, una se llamaba Ana, la otra, Penina. Ésta había tenido hijos, pero Ana, no.
3 Ese hombre subía cada año de su pueblo para adorar y ofrecer sacrificios a Yavé Sabaot en el santuario de Silo; los dos hijos de Helí, Jofni y Finjas, servían como sacerdotes de Yavé en ese lugar.
4 Un día Elcana ofreció un sacrificio; dio sus porciones a su mujer Penina y también a sus hijos e hijas;
5 a Ana, en cambio, le sirvió una doble porción pues era su preferida, a pesar de que Yavé la había vuelto estéril.
6 Su rival la humillaba por esto y no hacía más que aumentar su pena.
7 Cada año, cuando ella subía a la casa de Yavé, pasaba lo mismo: la otra revivía su pena y Ana se ponía a llorar y no comía más.
8 Elcana, su marido, le decía: «Ana, ¿por qué lloras, por qué no comes, por qué estás tan triste? ¿No valgo para ti más que diez hijos?»
9 Ese día, después que comieron y bebieron en Silo, Ana vino a presentarse ante Yavé mientras el sacerdote Helí estaba sentado en su sillón junto a la puerta del Santuario de Yavé.
10 Muy apenada rezó a Yavé sin dejar de llorar;
11 le hizo esta promesa: «Yavé de los ejércitos, mira con bondad la pena de tu sierva y acuérdate de mí. No te olvides de tu sierva, sino que dale un hijito. Lo consagraré a Yavé para el resto de sus días y la navaja no pasará por su cabeza».
12 Estuvo orando allí un largo rato delante de Yavé mientras Helí la miraba.
13 Como Ana oraba en el fondo de su corazón, casi no movía los labios y no se oía lo que decía.
14 Helí pensó que estaba ebria y le dijo: «¿Hasta cuándo te vas a quedar ahí en ese estado? ¡Ándate hasta que se te pase la borrachera!»
15 Ana le respondió: «Señor, yo sólo soy una mujer que tiene pena; no he tomado vino ni bebida alcohólica, sino que estaba expandiendo mi corazón delante de Yavé.
16 No tomes a tu sirvienta por una mujer cualquiera; si me quedé tanto rato orando ha sido porque mi sufrimiento y mi pena son muy grandes».
17 Helí entonces le dijo: «Vete en paz, y que el Dios de Israel atienda la oración que acabas de hacerle».
18 Ella le respondió: «¡Ojalá tu sierva sea siempre bien vista por ti!» Se levantó, comió, y su cara tenía otro aspecto.
19 Se levantó muy temprano y después de haberse postrado ante Yavé, emprendieron el regreso a su casa de Ramá.
20 Elcana tuvo relaciones con su mujer Ana y Yavé se acordó de ella. Cuando se hubo cumplido el plazo, Ana dio a luz un niño, al que puso el nombre de Samuel, pues decía: «Se lo pedí a Yavé».
21 Elcana, su marido, subió con toda su familia para ofrecer a Yavé el sacrificio como lo hacía cada año y cumplir su promesa.
22 Ana no subió sino que dijo a su marido: «Cuando el niño deje de mamar, lo llevaré yo misma donde Yavé y se quedará allí para siempre».
23 Elcana le respondió: «Haz como mejor te parezca. Quédate aquí hasta que no le des más pecho, y que Yavé realice lo que acabas de decir». La mujer se quedó, y dio de mamar a su hijo hasta que fue destetado.
24 Después que le hubo quitado el pecho, lo hizo subir junto con ella a la casa de Yavé en Silo; llevaba también un toro de tres años, una medida de harina y un cuero de vino. El niño era aún muy pequeño.
25 Sacrificaron el toro y llevaron el niño a Helí.
26 Ana le dijo: «Perdona, señor, tan cierto como que tú vives, señor, que yo soy la mujer que estuvo cerca de ti orándole a Yavé.
27 Yo rezaba por este niño y Yavé me concedió lo que le pedía.
28 Yo ahora se lo cedo a Yavé para el resto de sus días; él será donado a Yavé». Así fue como se quedó al servicio de Yavé.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 1
1,1

Todo empieza con una pareja humilde que vive su drama familiar en un pueblo montañés.

Una mujer, afligida por su esterilidad, se queja a Yavé: no se resigna a una vida aparentemente perdida. Yavé escucha a los afligidos y su respuesta va siempre más allá de lo que piden: no solamente da un hijo a Ana, sino también un profeta a su pueblo.

A Dios le gusta escoger sus servidores precisamente en estas familias sin esperanza de tener hijos. Es el Dios que da la vida a los muertos y la esperanza a los que no la tienen. Ver casos semejantes en el nacimiento de Isaac y en el de Juan Bautista (Lc 1,5). Ver el poema de Isaías: «Grita de júbilo, oh tú que eras estéril» (Is 54,1).

Tenemos aquí una escena de la vida religiosa de aquel tiempo. En Silo está la tienda de campaña que cobija el Arca. Todavía no hay templo. Los peregrinos traen los animales para sacrificarlos. El padre de familia es el que sacrifica, cerca del santuario, las víctimas ofrecidas. Solamente a partir de David, los sacerdotes de la tribu de Leví pasarán a ser los intermediarios entre Yavé y su pueblo.

Se ve también que la mujer, en situación inferior como lo será siempre en Israel, sólo vale por los hijos que da. Cada uno tiene las esposas que puede alimentar.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 2
El cántico de Ana
1 Entonces Ana pronunció este cántico:
1 «Mi corazón se alegra con Yavé,
1 llena de fuerza me siento con Yavé;
1 ya puedo responder a quienes me ofendían
1 porque me salvaste, y soy feliz.
2 No hay otro Santo que Yavé,
2 nadie hay fuera de ti
2 ni otra roca fuera de nuestro Dios.
3 Basta de palabras altaneras,
3 no salga más la arrogancia de sus bocas.
3 Yavé es un Dios que todo lo sabe,
3 él es quien pesa las acciones.
3 4 Se rompe el arco de los poderosos,
3 pero de fuerza se ciñen los débiles.
5 Los satisfechos trabajan por un pan,
5 pero los hambrientos ahora descansan;
5 la que era estéril tiene siete partos,
5 otra, con muchos hijos, queda sola;
6 Yavé da muerte y vida,
6 hace bajar al lugar de los muertos
6 y hace que de allí vuelvan.
7 Yavé empobrece y enriquece,
7 El humilla, pero luego levanta.
8 Saca del polvo al pequeño
8 y retira al pobre del estiércol
8 para que se siente entre los grandes
8 y para darle un trono de gloria.
8 De Yavé son la tierra y sus columnas,
8 sobre ellas el mundo estableció.
9 Él guía los pasos de sus fieles,
9 pero los malos desaparecen en las tinieblas:
9 pues no por la fuerza triunfa el hombre.
10 ¡Cuando truena en los cielos el Altísimo,
10 los que odian a Yavé son aplastados!
10 Yavé manda hasta el confín del mundo:
10 da la fuerza a su Rey
10 y hace invencible a su Ungido».
11 Elcana se volvió a su casa en Ramá, y el niño se quedó al servicio de Yavé, bajo la custodia del sacerdote Helí.
La historia de Helí
12 Los hijos de Helí eran unos desalmados que no respetaban a Yavé
13 ni la ley de los sacerdotes con respecto al pueblo. Cuando alguien ofrecía un sacrificio, venía el sirviente del sacerdote mientras se estaba cociendo la carne y con un tenedor de tres dientes
14 picaba en el caldero, o en la olla, o en el cántaro o en la vasija, y todo lo que picaba el tenedor era para el sacerdote. Así se hacía con todos los israelitas que iban a Silo.
15 Incluso antes de que se quemara la grasa, llegaba el sirviente del sacerdote y decía al que estaba ofreciendo el sacrificio: «Dame carne para asársela al sacerdote, él no aceptará carne cocida, sino únicamente carne para asarla».
16 Y si alguien le respondía: «Espera primero a que se queme la grasa, luego toma lo que quieras», le replicaba: «¡No, tienes que dármelo en seguida, si no lo tomaré a la fuerza!»
17 El pecado de esos jóvenes era muy grande a los ojos de Yavé porque desacreditaban la ofrenda que se hace a Yavé.
18 Samuel era todavía un niño, estaba al servicio de Yavé y llevaba una vestimenta de lino.
19 Su madre le confeccionaba todos los años una pequeña túnica que le llevaba cuando subía con su marido para el sacrificio anual.
20 En una de esas ocasiones Helí bendijo a Elcana y a su mujer: «Yavé, le dijo, te dé hijos de esta mujer a cambio del hijo que ella consagró a Yavé». Después de lo cual regresaron a su casa.
21 Yavé se acordó de Ana: concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Samuel mientras tanto crecía bajo la mirada de Yavé.
22 Helí era muy viejo. Supo lo mal que se portaban sus hijos ante todo Israel, pues se acostaban con las mujeres que estaban de servicio a la entrada de la Tienda de las Citas.
23 Les dijo: «¿Por qué se portan así? Todo el mundo me habla de sus fechorías.
24 ¡No, hijos míos! Lo que oigo no es nada de bueno: ustedes pecan contra Yavé.
25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios hará de mediador, pero si uno peca contra Yavé, ¿quién intercederá por él?» Sin embargo no hicieron caso a los consejos de su padre, pues Yavé ya había decidido su perdición.
26 Samuel mientras tanto día a día crecía y progresaba tanto a los ojos de Yavé como a los de los hombres.
27 Un hombre de Dios fue a ver a Helí y le dijo: «Escucha esta palabra de Yavé: Me di a conocer claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto a las órdenes del Faraón.
28 Lo elegí entre todas las tribus de Israel para que fuera mi sacerdote, para que subiera a mi altar, quemara el incienso y llevara el efod delante de mí. Le di a la casa de tu padre todas las ofrendas que los Israelitas sacrifican por medio del fuego.
29 ¿Por qué ahora desacreditan los sacrificios y las ofrendas que he ordenado en mi casa? Has tenido más miramientos con tus hijos que conmigo y has dejado que engorden con lo mejor de las ofrendas que presenta mi pueblo de Israel.
30 Por eso, esto dice Yavé, el Dios de Israel: Yo había declarado que tu casa, la de tu padre, permanecería para siempre a mi servicio. ¡Pero ahora, dice Yavé, se acabó! Porque honro a los que me honran, pero los que me desprecian serán menospreciados.
31 Vendrá un día en que te romperé los brazos a ti y a la familia de tu padre, y ya no habrá más viejos en tu casa.
32 Verás todo el bien que haré a Israel, mientras que tu morada quedará sumergida en la angustia: nunca más se verá en ella gente de edad.
33 Haré que permanezca siempre cerca de mi altar uno de tus descendientes para que lo vean sus ojos y sea humillado, pero todos los demás que nazcan en tu casa perecerán por la espada de los hombres.
34 Tú mismo tendrás una señal de lo que sucederá: tus dos hijos, Jofni y Finjas, morirán ambos el mismo día.
35 Haré que surja un sacerdote fiel que actuará según mi corazón y según mi alma; le haré una casa inamovible y cumplirá siempre su cargo bajo la mirada de aquel que he elegido.
36 Los que queden de tu casa vendrán a arrodillarse ante él por una monedita o por un mendrugo de pan y dirán: Dame, por favor, algún cargo en el sacerdocio para tener un pedazo de pan que comer».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 2
2,1

En su canto de gratitud, Ana se hace intérprete de todos los despreciados de su pueblo y del mundo.

Yavé es el Dios que salva a los desamparados. Rechaza a los que confían en su brazo, en su arco, en el pan asegurado para su casa, es decir, en lo que son y en lo que tienen. Pone su gloria en invertir las diferencias que existen entre los hombres (como en la parábola del rico y de Lázaro, Lc 16,25). Este texto condena al que construye su vida con la sola ambición de asegurar el porvenir de su familia. Grandes cambios se están produciendo en el mundo, y solamente el que hace causa común con los débiles «se salva», o sea que construye el mundo que lo rodea y se construye a sí mismo junto con Dios.

Yavé da muerte y vida (6). Esta fórmula abrupta, que nos choca hoy en día, expresa en un lenguaje diferente al nuestro que la vida del hombre está en las manos de Dios.

El creyente sabe que los pobres y los hambrientos contribuyen a la salvación del mundo; porque les es más fácil comprender que no hay otro mundo digno del hombre sino aquel en el que haya pan y dignidad para todos.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 3
Dios llama a Samuel
1 El joven Samuel servía a Yavé bajo la mirada de Helí. En ese tiempo la palabra de Yavé era muy rara y las visiones poco frecuentes.
2 Ese día estaba Helí acostado en su cama; sus ojos estaban tan débiles que ya no veía.
3 Todavía no se había apagado la lámpara de Dios y Samuel estaba acostado en el santuario de Yavé, allí donde estaba el arca de Dios.
4 Yavé lo llamó: «¡Samuel! ¡Samuel!» Respondió: «Aquí estoy».
5 Corrió donde Helí y le dijo: «Aquí estoy ya que me llamaste». Helí le respondió: «Yo no te he llamado, vuelve a acostarte». Y Samuel se fue a acostar.
6 Yavé lo llamó de nuevo: «¡Samuel! ¡Samuel!» Se levantó y se presentó ante Helí: «Aquí estoy, le dijo, puesto que tú me llamaste». Helí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuelve a acostarte».
7 Samuel no conocía todavía a Yavé: la palabra de Yavé no le había sido todavía revelada.
8 Cuando Yavé llamó a Samuel por tercera vez, se levantó y fue a ver a Helí: «Aquí estoy, le dijo, ya que me llamaste». Helí comprendió entonces que era Yavé quien llamaba al muchacho,
9 y dijo a Samuel: «Anda a acostarte; si te llaman, responde: «Habla, Yavé, que tu servidor escucha». Y Samuel volvió a acostarse.
10 Yavé entró, se detuvo y llamó igual que las veces anteriores: «¡Samuel! ¡Samuel!» Samuel respondió: «Habla, que tu servidor escucha».
11 Yavé dijo entonces a Samuel: «Voy a realizar en Israel una cosa tan tremenda que le zumbarán los oídos a quien lo oiga.
12 Haré que caiga sobre Helí la condena que he pronunciado contra su casa, desde principio a fin.
13 Le dirás que condeno su casa para siempre porque sabía que sus hijos maldecían a Dios y no los corrigió.
14 Por eso, se lo juro a su casa, que ningún sacrificio, ninguna ofrenda podrá borrar el pecado cometido por la familia de Helí».
15 Samuel se acostó de nuevo hasta la mañana, luego abrió las puertas del santuario de Yavé. Samuel tenía miedo de contarle a Helí la visión,
16 pero Helí lo llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío». «Aquí estoy», le respondió.
17 Helí le preguntó: «¿Cuál fue la palabra que se te dijo? No me ocultes nada. Te maldiga Dios y te remaldiga si me ocultas una sola palabra de lo que te dijo».
18 Entonces Samuel se lo contó todo sin ocultarle nada. Helí dijo: «Es Yavé, que haga como mejor le parezca».
19 Samuel había crecido; Yavé estaba con él y sus palabras nunca dejaban de cumplirse.
20 De esta manera todo Israel, desde Dan hasta Bersabé, supo que Samuel era verdaderamente un profeta de Yavé.
21 Yavé continuó manifestándose en Silo; allí se revelaba a Samuel mientras Helí seguía envejeciendo y sus hijos hundiéndose en su mala conducta.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 3
3,1

Dios llama a Samuel en forma personal. La respuesta de Samuel, todavía niño, lo prepara para la misión profética que se le encargará.

Esta es una de las páginas graciosas de la Biblia y que hoy todavía sigue conmoviéndonos. Dios tiene muchos recursos para llamarnos, más o menos abiertamente, con mayor o menor profundidad. Lo que graba en la mente es más seguro que las palabras que sólo al oído le llegan. La Carta a los Hebreos (12,18), nos recordará que no hay iniciación cristiana sin una experiencia de Dios. Llamada de Dios a la que siguió una respuesta: de allí procede la alegría de la Anunciación. Al que no haya recibido una misión, tarde o temprano se le presentará la duda: ¿para que sirvo yo?

Samuel, pues, «ha recibido» la palabra de Dios; este don le permitirá intervenir eficazmente en la vida de su pueblo.

Aquí la Biblia denuncia la falta de aquellos que no quieren reprender a sus hijos y corregirlos cuando cabe hacerlo. La futura libertad del adolescente y del adulto se prepara con la disciplina de una «ley» que pone en su lugar a los caprichos y los instintos (ver Sir 30 y Gál 4).
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 4
La derrota: captura del Arca
1 En esos días los filisteos se reunieron para atacar a Israel y los Israelitas salieron a su encuentro para enfrentarlos. Acamparon cerca de Eben-Ha-Ezer, mientras que los filisteos acampaban en Afec.
2 Los filisteos se dispusieron para la batalla frente a los israelitas y el combate fue violento. Israel fue vencido por los filisteos, quienes dieron muerte a más o menos cuatro mil en el campo de batalla.
3 Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel se preguntaron: «¿Por qué Yavé nos aplastó hoy ante los filisteos? ¡Vamos a Silo y traigamos el arca de Dios! Que esté aquí con nosotros y que nos salve de nuestros enemigos».
4 El pueblo mandó entonces a buscar a Silo el arca de Yavé de los ejércitos, que se sienta sobre los querubines. Los dos hijos de Helí, Jofni y Finjas, la acompañaban.
5 Cuando el arca de Yavé entró en el campamento, todo Israel se puso a gritar haciendo temblar el suelo.
6 Al oír esos gritos, los filisteos se dijeron: «¿Qué significará esa inmensa aclamación en el campamento de los hebreos?» Cuando supieron que el arca de Yavé había llegado al campamento,
7 los filis teos tuvieron miedo: «Dios ha llegado a su campamento, dijeron, ay de nosotros, porque hasta ahora nunca había ocurrido esto.
8 Ay de nosotros, ¿quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? ¿No fueron ellos los que castigaron a los egipcios con toda clase de plagas en los tiempos del desierto?
9 ¡Animo, filisteos! Luchemos como hombres, no vayamos a someternos a esos hebreos como ellos se han sometido a nosotros hasta ahora; ¡sea mos valientes y luchemos!»
10 Así los filisteos presentaron batalla; los israelitas fueron derrotados: cada cual huyó para su casa. Hubo una gran masacre y treinta mil combatientes cayeron de entre las filas de Israel.
11 El arca de Dios cayó en manos enemigas y los dos hijos de Helí, Jofni y Finjas, murieron.
12 Un hombre de Benjamín escapó y llegó ese mismo día a Silo, con sus ropas destrozadas y la cabeza cubierta de polvo.
13 Al llegar, Helí estaba sentado en su sillón muy cerca del camino, porque su corazón temblaba por el arca de Dios. Este hombre, pues, trajo la noticia al pueblo y surgió una gran lamentación.
14 Cuando Helí la oyó, preguntó: «¿A qué se debe esa lamentación?» El hombre corrió donde Helí para informarlo.
15 Helí tenía entonces noventa y ocho años, tenía la mirada fija, pero ya no veía.
16 El mensajero dijo a Helí: «Vengo del campo de batalla, hoy mismo huí de las líneas». Helí le preguntó: «¿Qué pasó, hijo mío?»
17 El mensajero respondió: «Israel huyó ante los filisteos..., fue una terrible derrota para el pueblo. Tus dos hijos murieron también y el arca de Dios fue capturada».
18 En cuanto mencionó el arca de Dios, Helí cayó de espaldas de su silla, atravesándose en la puerta. Se rompió la nuca y murió, porque el anciano era pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años.
19 Su nuera, la mujer de Finjas, estaba embarazada y a punto de dar a luz. Al saber la captura del arca de Dios, la muerte de su suegro y de su marido, le vinieron los dolores, se puso en cuclillas y dio a luz.
20 Las mujeres que la asistían, al verla que estaba a punto de morir, le dijeron: «¡Animo! ¡Animo! ¡Has dado a luz un niño! Pero ella no respondió ni puso atención.
21 Puso al niño el nombre de Icabod (¿Dónde está la Gloria?) porque dijo: “La Gloria ha sido arrancada de Israel”. Pensaba tanto en el Arca como en su suegro y en su marido.
22 Al decir: “La Gloria”, se refería al arca de Dios».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 4
4,1

En su guerra contra los filisteos, los israelitas desean la protección de Yavé. Van a buscar el Arca, pensando que con esto Yavé está obligado a darles la victoria. Así es como, muchas veces, cree mos ganarnos los favores de Dios con amuletos y prácticas, bien sean sagrados o supersticiosos.

Pero a Dios poco le importa el Arca, y tampoco está al servicio de un pueblo irresponsable. Sólo le importa educar a su pueblo, dejándole que pague el precio de su infidelidad.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 5
1 Los filisteos que habían capturado el arca de Dios la llevaron de Eben-Ha-Ezer a Asdod.
2 Tomaron el arca de Dios y la pusieron en el templo de Dagón al lado de la estatua de Dagón.
3 A la mañana siguiente, cuando se levantaron los habitantes de Asdod, muy temprano, Dagón estaba en el suelo: estaba caído con su cara delante del arca de Yavé. Lo levantaron y lo pusieron de nuevo en su lugar.
4 A la mañana siguiente, cuando se levantaron, Dagón estaba de nuevo en el suelo delante del arca de Yavé. El tronco estaba en su lugar, pero le faltaban la cabeza y las dos manos que estaban tiradas en el umbral;
5 es por eso que los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón en Asdod, aún hoy, no pisan el umbral de Dagón.
6 La mano de Yavé se dejó caer sobre los habitantes de Asdod, los atormentó y les envió tumores tanto a Asdod como a sus alrededores.
7 Al ver lo que les pasaba, dijeron: «Que el arca del Dios de Israel no quede más con nosotros : vean cómo ha tenido pesada la mano con nosotros y con nuestro dios Dagón».
8 Mandaron pues una citación a todos los príncipes de los filisteos y los reunieron en su ciudad. Les dijeron: «¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?» Los demás respondieron: «El arca del Dios de Israel irá a Gat». Llevaron allá el arca del Dios de Israel.
9 Pero, apenas llegaron con ella, el peso de la mano de Dios se hizo sentir en la ciudad: se produjo un gran pánico. Castigó a los habitantes, desde el más chico al más grande, haciéndoles salir tumores.
10 Enviaron entonces el arca de Dios a Ecrón; pero cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los habitantes de la ciudad se pusieron a gritar: «¡Nos han traído el arca del Dios de Israel para que perezcamos nosotros y nuestro pueblo!»
11 Se reunieron todos los príncipes de los filisteos: «Devolvamos el arca del Dios de Israel, dijeron, que vuelva al lugar de donde vino. Porque si no, vamos a morir nosotros y nuestro pueblo». Se había producido en toda la ciudad un pánico terrible pues la mano de Dios se había vuelto muy pesada.
12 Los que no morían se llenaban de tumores, y desde la ciudad subía al cielo una gran lamentación.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 6
1 El arca de Yavé estuvo siete meses en territorio filisteo.
2 Los filis teos llamaron finalmente a los sacerdotes y a los adivinos: «¿Qué haremos con el arca de Yavé?, dijeron, dígannos cómo debemos devolverla a su lugar».
3 Estos respondieron: «Si devuelven el arca del Dios de Israel, no la devuelvan sola; háganle una ofrenda de reparación, de ese modo sanarán ustedes y sabrán por qué se abatió sobre ustedes la mano de Dios».
4 Les preguntaron también: «¿Qué reparación podríamos enviar?» Los adivinos dijeron: «Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, de acuerdo al número de los príncipes de los filisteos, pues la misma plaga los hirió a ustedes y a sus príncipes.
5 Hagan imágenes de sus tumores y de las ratas que asolan su país, y den gloria al Dios de Israel. A lo mejor así dejará su mano de castigarlos, tanto a ustedes como a sus dioses y a su país.
6 ¿Por qué son tan testarudos como los egipcios y su Faraón? Dios los castigó de tal manera que al final tuvieron que dejarlos partir.
7 Por lo que toca a ustedes, preparen ahora una carreta nueva, tomen dos vacas que todavía estén dando leche a sus crías y que nunca han sido enyugadas. Enyugarán las vacas a la carreta y dejarán en el establo a sus terneros.
8 Tomarán el arca de Yavé y la pondrán en la carreta, y los objetos de oro que le ofrecerán en reparación los pondrán en un cofre al lado del Arca, y dejarán que se vayan.
9 Miren entonces. Si el Arca se va a su país en dirección a Bet-Semés, su Dios fue seguramente el que nos trajo estas plagas. Si no, sabremos que no fue su mano la que nos castigó, sino que todo esto nos pasó por casualidad».
10 Lo hicieron pues así: tomaron dos vacas que todavía daban leche a sus terneros, las enyugaron a la carreta y dejaron a sus crías en el establo.
11 Pusieron el arca de Yavé en la carreta junto con el cofre que contenía las ratas de oro y las imágenes de los tumores.
12 Inmediatamente las vacas se fueron por el camino a Bet-Semés; seguían su camino mugiendo, sin apartarse a derecha ni a izquierda. Los príncipes de los filisteos las siguieron hasta la frontera con Bet-Semés.
13 La gente de Bet-Semés estaba cosechando el trigo en la llanura. Al levantar la vista, divisaron el Arca y muy contentos salieron a su encuentro.
14 Cuando la carreta llegó al campo de Josué de Bet-Semés, se detuvo. Había allí una gran roca. Partieron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas como holocausto a Yavé.
15 Los levitas habían bajado el arca de Yavé junto con el cofre que estaba a su lado y que contenía los objetos de oro. Lo pusieron todo encima de la roca. Los hombres de Bet-Semés ofrecieron ese día a Yavé holocaustos y sacrificios.
16 Los cinco príncipes de los filisteos fueron testigos de todo eso; el mismo día regresaron a Ecrón.
17 Esta es la lista de tumores de oro que los filisteos habían ofrecido como reparación a Yavé: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Asquelón, uno por Gat y uno por Ecrón.
18 Había tantas ratas de oro cuantas ciudades, contando las ciudades fortificadas de los cinco príncipes y también las aldeas. La gran roca en la que se depositó el arca de Yavé conserva su recuerdo: todavía está allí en el campo de Josué de Bet-Semés.
19 Los hijos de Jeconías, de Bet-Semés, no participaron en la fiesta cuando volvieron a ver el arca de Yavé. Yavé castigó a setenta de ellos y el pueblo hizo duelo porque Yavé lo había corregido duramente.
20 Entonces la gente de Bet-Semés se dijo: «¿Quién podrá comparecer ante Yavé, el Dios Santo? ¿A dónde podríamos enviar el Arca?»
21 Mandaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-Yearim: «Los filisteos, les decían, han devuelto el arca de Yavé, bajen y llévensela a su casa».
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 7
1 La gente de Quiriat-Yearim fue y subió el arca de Yavé. La dejaron en la casa de Abinadab en la colina, y consagraron a su hijo Eleazar como guardián del arca de Yavé.
Samuel libera a Israel
2 Transcurrieron muchos años desde que el Arca fue instalada en Quiriat-Yearim; cerca de veinte. Todo el pueblo de Israel se volvió entonces a Yavé.
3 Samuel declaró a todo el pueblo de Israel: «Si realmente ustedes quieren volver a Yavé, quiten de en medio de ustedes los dioses extranjeros y las Astartés. Pongan su corazón en Yavé y sólo sírvanlo a él; sólo así los librará de las manos de los filisteos».
4 Los israelitas se desprendieron de los Baales y de las Astartés para servir sólo a Yavé.
5 Samuel añadió: «Reúnase todo Israel en Mispá: allí intercederé por ustedes a Yavé».
6 Se reunieron en Mispá. Sacaron agua la que derramaron delante de Yavé, y ayunaron todo el día, porque reconocían que habían pecado contra Yavé. Y allí, en Mispá, Samuel actuó como jefe de los israelitas.
7 Cuando los filisteos supieron que los israelitas se habían reunido en Mispá, se pusieron en marcha para atacar a Israel. Los israelitas al saberlo, tuvieron miedo de los filisteos.
8 Dijeron entonces a Samuel: «No dejes de suplicar a Yavé nuestro Dios por nosotros para que nos salve de las manos de los filisteos».
9 Samuel tomó entonces un corderito y lo ofreció en holocausto a Yavé. Samuel suplicó a Yavé por Is rael, y Yavé lo escuchó.
10 Mientras Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos se acercaron para atacar a Israel, pero ese día Yavé lanzó truenos con gran fuerza contra los filisteos. Salieron huyendo y fueron vencidos por Israel.
11 Los israelitas salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos; los acosaron hasta más abajo de Bet-Car.
12 Samuel tomó entonces una gran piedra y la puso entre Mispá y Yesana, y le puso el nombre de Eben-Ha-Ezer, porque dijo: «Hasta aquí llegó Yavé con su socorro».
13 Los filisteos habían sido humillados y no regresaron más al territorio de Israel. La mano de Israel se dejó sentir pesada sobre los filisteos durante toda la vida de Samuel.
14 Israel recuperó los pueblos que le habían conquistado los filisteos desde Ecrón a Gat; Israel logró que su territorio quedara libre de las manos de los filisteos. Entonces hubo paz entre Israel y los amoreos.
15 Samuel fue el juez de Israel durante toda su vida.
16 Cada año hacía una gira por Betel, Guilgal y Mispá y desde allí gobernaba a Israel.
17 Luego se volvía a Ramá donde estaba su casa y desde allí también gobernaba a Israel. En Ramá levantó un altar para Yavé.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 7
7,2

Se repite la misma experiencia de los Jueces. Samuel convence a Israel que vuelva a Yavé, y éste, fiel a su Alianza, concede la victoria.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 8
El pueblo pide un rey. Samuel denuncia la tiranía
1 Cuando Samuel envejeció, estableció a sus hijos como jueces de Israel.
2 El mayor se llamaba Joel y el menor, Abiya; gobernaban desde Bersabé.
3 Pero sus hijos no siguieron su ejemplo, se dejaron seducir por el dinero, y en vez de hacer justicia aceptaban cohechos.
4 Todos los ancianos de Israel se congregaron en la casa de Samuel en Ramá.
5 Le dijeron: «Te has vuelto viejo y tus hijos no siguen tus pasos, ya es tiempo de que nos des un rey para que nos gobierne como se hace en todas las naciones».
6 Disgustó a Samuel que dijeran: «¡Danos un rey para que nos gobierne!» Samuel se dirigió entonces a Yavé.
7 Pero Yavé dijo a Samuel: «Atiende a todo lo que te dice este pueblo, porque no es a ti a quien rechazan sino a mí. Ya no quieren que reine sobre ellos.
8 Actúan contigo como lo han hecho siempre conmigo, desde el día en que los saqué de Egipto, cuando me abandonaron y sirvieron a dioses extranjeros.
9 Acoge su demanda, pero diles bien cómo mandará el rey que los gobernará».
10 Samuel transmitió a la gente que le había pedido un rey todas las palabras de Yavé.
11 Y les dijo: «Miren cómo mandará el rey que reinará sobre ustedes: tomará a los hijos de ustedes para que cuiden de sus carros y de sus caballos y corran delante de su carro.
12 Los tomará como jefes de mil y jefes de cincuenta, los tomará para que trabajen sus campos, para que cosechen su trigo, para que fabriquen sus armas de guerra y los arneses de sus carros.
13 Tomará a las hijas de ustedes para que sean sus perfumistas, sus cocineras o sus panaderas.
14 Tomará lo mejor de los campos, de las viñas y de los olivares de ustedes y se lo dará a sus servidores.
15 Cobrará el diezmo de sus cosechas y de su uva para dárselo a sus eunucos y a sus servidores.
16 Tomará lo mejor de sus sirvientes, de sus sirvientas, de sus jóvenes, de sus burros y los empleará en sus trabajos.
17 Les cobrará el diezmo de su ganado y ustedes pasarán a ser sus esclavos.
18 Entonces se lamentarán a causa del rey que se eligieron, pero ese día Yavé no les responderá».
19 El pueblo no quiso hacerle caso a Samuel. Le dijeron: «No importa, queremos un rey.
20 Así seremos como todas las naciones, nuestro rey nos gobernará; irá al frente de nosotros y comandará nuestras guerras».
21 Samuel oyó todas las palabras del pueblo y las transmitió a Yavé.
22 Yavé dijo entonces a Samuel: «Hazle caso a ese pueblo y dale un rey». Y Samuel dijo a los hombres de Israel: «Váyase cada uno a su pueblo».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 8
8,1

Una profunda transformación ha tenido lugar en la vida de los antiguos nómadas. Se han vuelto agricultores y habitan en aldeas y ciudades igual que los demás habitantes del país. Sus antiguas estructuras sociales, bien adaptadas en otros tiempos a la vida del desierto, ya no sirven; es lo que nos muestra constantemente tanto la historia de los pueblos como la de la Iglesia. Aparecen cambios de mentalidad, impulsados por los acontecimientos y por la evolución de las técnicas, que revelan la inadaptación de las antiguas estructuras a las nuevas situaciones. Siendo el hombre un ser vivo que no cesa de evolucionar, de interrogarse, de descubrir y de llevar a cabo cosas, se da una permanente tensión entre la vida y las instituciones.

Por otra parte, las instituciones tienen por fin esencial canalizar, ordenar y organizar esa vida siempre bullente. Sin creatividad, el hombre es un cadáver ambulante; sin institución, cualquier sociedad cae en la anarquía. La tensión entre la vida y las instituciones aparece más claramente en determinados momentos, que son los períodos de crisis de una sociedad. Entonces se enfrentan corrientes conservadoras y corrientes innovadoras. Mientras las primeras consideran la vuelta firme e intransigente al pasado como el medio para restablecer el orden de las cosas, las segundas, conscientes de la necesidad de inventar estructuras nuevas, olvidan muy rápidamente lo ya adquirido y la experiencia del pasado.

Los capítulos 8 al 12 del Primer libro de Samuel nos ponen en presencia de una de esas crisis y de las tensiones que se crearon. El pueblo se da cuenta de la debilidad que crean la división y la anarquía, y no basta el poder pasajero de los «jueces». Samuel, por su parte, es un defensor del pasado y sus advertencis están marcadas por su desconfianza personal. No reconoce el progreso que constituye un gobierno más fuerte, sino que denuncia los abusos del poder absoluto. El pueblo prefiere que otros se hagan responsables de su destino, pero el rey, representante de Dios en la teoría, será de hecho el opresor de la nación. Ya en aquel tiempo los grandes jefes sabían bastante de propaganda para convencer al pueblo de que eran indispensables.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 9
1 Había un hombre de la tribu de Benjamín que se llamaba Quis, hijo de Seor, hijo de Becoral, hijo de Afiaj. Vivía en Guibea de Benjamín y era un hombre valeroso.
2 Saúl, su hijo, era joven y buen mozo, no podría haberse encontrado un hombre más hermoso en Israel: era más alto que todos los demás por una cabeza.
3 Sucedió que se perdieran las burras de Quis, el padre de Saúl, y éste dijo entonces a su hijo Saúl: «Llévate contigo a uno de los sirvientes y anda a buscar las burras».
4 Fueron a la montaña de Efraín y atravesaron el territorio de Salisa, pero no encontraron nada. Atravesaron luego el territorio de Saalim, pero tampoco estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín sin hallar nada.
5 Al llegar al territorio de Suf, Saúl dijo a su sirviente: «Mejor volvámonos, pues nuestro padre se va a preocupar más por nosotros que por las burras».
6 El sirviente le respondió: «En ese pueblo hay un hombre de Dios. Es un hombre muy estimado, todo lo que predice ocurre. Vamos a verlo, a lo mejor nos indica el camino que debemos seguir».
7 Saúl dijo al muchacho: «Si vamos a verlo, ¿qué podremos ofrecer a ese hombre? Ya no tenemos pan en nuestros bolsos y no tenemos ningún regalo que ofrecer al hombre de Dios. ¿Qué podemos obsequiarle?»
8 El sirviente le respondió: «Me queda todavía un cuarto de siclo de plata, se lo daré a ese hombre de Dios para que nos indique el camino».  
10 Saúl dijo a su sirviente: «Tienes razón, vamos para allá». Y se dirigieron al pueblo donde estaba el hombre de Dios.
Samuel consagra a Saúl
11 En el camino que subía al pueblo se encontraron con algunas jóvenes que iban a buscar agua. Les preguntaron: «¿Está allí el vidente?»
(9) Porque antes se decía en Israel: «Vamos donde el vidente» para decir que iban a consultar a Dios. Porque no se hablaba de profetas como ahora sino de videntes.
12 Ellas respondieron: «Sí, está allí; acaba de llegar a la ciudad, porque hoy se hará un sacrificio por el pueblo en el santuario alto.
13 Apenas lleguen a la ciudad, vayan inmediatamente a verlo antes de que suba al santuario para la comida, porque el pueblo no comerá antes de que llegue. El es quien debe ofrecer el sacrificio y los invitados sólo comerán después. Suban pues rápido, para que lo encuentren».
14 Siguieron caminando a la ciudad, y apenas entraron, se encontraron con Samuel que salía para ir al santuario.
15 Ahora bien, la víspera de la llegada de Saúl, Yavé había hecho una revelación a Samuel:
16 «Mañana a esta hora te enviaré a un hombre del territorio de Benjamín, al que consagrarás como jefe de mi pueblo Israel. Ese hombre va a salvar a mi pueblo de las manos de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su clamor ha subido hasta mí».
17 Cuando Samuel divisó a Saúl, Yavé le dijo: «Ese es el hombre de que te hablé, él gobernará a mi pueblo».
18 Saúl se dirigió a Samuel que estaba en medio de la puerta y le preguntó: «¿Podrías indicarme dónde está la casa del vidente?»
19 Samuel respondió a Saúl: «Yo soy el vidente, sube delante de mí al santuario alto. Ustedes comerán ahora conmigo, y mañana te diré todo lo que te preocupa; luego dejaré que te vayas.
20 Sobre todo no te preocupes por las burras que perdiste hace tres días, porque ya las hallaron. Pero ¿para quién serán los primeros puestos en Israel? ¿No serán para ti y la casa de tu padre?»
21 Saúl respondió: «Soy de la tribu de Benjamín, la más pequeña de las tribus de Israel, y en la tribu de Benjamín mi familia es además la más pequeña. ¿Por qué me hablas así?»
22 Samuel hizo pasar a Saúl y a su sirviente al salón donde había unos treinta invitados, y les dio el primer puesto.
23 Luego Samuel dijo al cocinero: «La parte que te pasé para que la pusieras aparte, sírvela ahora».
24 El cocinero sacó entonces la paleta y todo lo que la rodea y la puso delante de Saúl. Samuel le dijo: «Ante ti tienes la parte que se puso aparte, cómela». Y ese día Saúl comió con Samuel.
25 Cuando bajaron del santuario a la ciudad, prepararon a Saúl una cama en la terraza
26 y se acostó allí. Al amanecer Samuel llamó a Saúl, que estaba en la terraza, y le dijo: «Levántate porque te voy a indicar tu camino». Saúl se levantó y ambos salieron.
27 Cuando se acercaban a la salida de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: «Dile a tu sirviente que se adelante un poco, pero tú quédate aquí para que te comunique una palabra de Dios».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 9
9,1

La continuación del capítulo 8 está en 10,17.

Saúl salió a buscar las burras de su padre, y encontró en el camino algo que no esperaba.
9,11

El joven Saúl está en busca de un vidente. Ello no debe extrañarnos. Pues en todo tiempo los hombres han buscado a quienes puedan captar los secretos de su destino. Así, en los comienzos de la historia de Israel, el profeta casi no se distingue de los adivinos, astrólogos y demás personajes que pretenden conocer lo que los hombres comunes no pueden saber; se lo va a consultar como lo hace Saúl para cualquier cosa. Pero luego el profetismo tomará en Israel una orientación completamente original: el profeta será el portavoz de Dios, el que revela el misterio de Dios y que llama a los hombres a la conversión. Ya se habrá hecho el traspaso cuando se redacte este capítulo, y el v. 9 precisará bien que antes se decía vidente y que ahora se dice profeta.

Samuel consagra a Saúl con una unción de aceite (ver comentario de Lev 8).
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 10
1 Samuel tomó entonces un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, luego lo abrazó y le dijo: «Yavé te ha consagrado como jefe de su pueblo Israel. Tú gobernarás el pueblo de Yavé y tú lo librarás de las manos de sus enemigos. ¿Quieres estar seguro de que Yavé te consagró como jefe de su heredad? Esta será la prueba:
2 Hoy mismo, después que me hayas dejado, hallarás a dos hombres en Zelda cerca de la tumba de Raquel, en el territorio de Benjamín. Ellos te dirán: «Encontraron las burras que saliste a buscar; tu padre ya no está preocupado ahora por las burras sino por ustedes, y se pregunta dónde estás».
3 Seguirás tu camino y llegarás a la encina de Tabor. Allí encontrarás a tres hombres que van al santuario de Dios en Betel. Uno llevará tres cabritos, otro tres panes redondos, y el último, un cuero de vino.
4 Te saludarán y te darán dos panes, los que tú aceptarás.
5 Después llegarás a Guibea de Dios, donde hay un comisario filisteo. En cuanto entres al pueblo, te cruzarás con un grupo de profetas que bajan del santuario alto con arpas, tamboriles, flautas y cítaras, en actitud de profetizar.
6 Entonces te tomará el espíritu de Yavé y serás cambiado en otro hombre.
7 Cuando se cumplan estas señales, tú harás lo que mejor te parezca, porque Dios está contigo.
8 Tú llegarás primero que yo a Guilgal, y allí me reuniré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Me esperarás allí siete días y después te daré a conocer lo que tienes que hacer».
9 Apenas Saúl volvió la espalda alejándose de Samuel, Dios le cambió el corazón y ese mismo día se cumplieron todas las señales.
10 Al llegar a Guibea, Saúl y su sirviente se encontraron con el grupo de profetas: el espíritu de Dios se apoderó de él y se puso a profetizar en medio de ellos.
11 Al verlo que profetizaba junto con los profetas, todos los que lo conocían de antes se decían unos a otros: «¿Qué le pasó al hijo de Quis? ¿Así que Saúl entró a los profetas?»
12 Uno de ellos respondió: «¡De gente cuyo padre es un don nadie!» Y así fue como surgió ese refrán: «¡Saúl entró a los profetas!»
13 Después que terminó de profetizar, regresó a su casa.
14 Su tío les preguntó a él y a su sirviente: «¿Dónde anduvieron?» Respondió: «Hicimos un recorrido buscando las burras, pero como no las hallamos, fuimos a ver a Samuel».
15 Su tío le dijo: «Cuéntame lo que les dijo Samuel».
16 Saúl respondió a su tío: «Unicamente nos dijo que habían encontrado las burras». No le conversó de lo que Samuel le había dicho respecto a la realeza.
17 Samuel convocó al pueblo junto a Yavé en Mispá.
18 Dijo a los israelitas: «Esto dice Yavé, el Dios de Israel: «Yo saqué a Israel de Egipto, yo los libré de las manos de los egipcios y de las manos de todos los reyes que los oprimían.
19 Pero ahora ustedes están hastiados con su Dios que los salvó de todas sus desgracias y de todas sus aflicciones; le dijeron: ¡Basta, danos un rey! Pues bien, preséntense ahora ante Yavé por tribu y por familia».
20 Samuel ordenó entonces que se acercaran todas las tribus de Israel y la suerte recayó en la tribu de Benjamín.
21 Ordenó que se acercaran las diferentes familias de la tribu de Benjamín y la suerte recayó en la familia de Matri. Pidió que se acercaran los hombres de la familia de Matri, y fue elegido a la suerte Saúl, hijo de Quis. Lo buscaron pero no lo encontraron.
22 Hicieron entonces esta pregunta a Yavé: «¡Vino para acá Saúl?» Yavé contestó: «Está escondido entre la carga».
23 Corrieron allá y lo trajeron para presentarlo al pueblo: ¡Con su cabeza los sobrepasaba a todos!
24 Samuel dijo a todo el pueblo: «Miren al elegido de Yavé. No hay quien se le compare en todo el pueblo». Y todos exclamaron gritando: «¡Viva el rey!»
25 Samuel dijo luego al pueblo cuales eran los derechos del Rey y los escribió en un libro que guardó delante de Yavé.
26 Luego despidió al pueblo y cada cual se fue a su casa. Saúl también se fue a su casa en Guibea con algunos hombres valientes, a los que Dios les había tocado el corazón.
27 Pero hubo gente malvada que dijo: «¡Qué nos va a liberar ése!» Lo despreciaron y no le ofrecieron ningún regalo.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 10
10,17

Aquí viene la continuación lógica del capítulo 8, y es otro relato de la elección de Saúl. Este capítulo no se opone al anterior en forma demasiado chocante, pues en aquel Samuel consagraba a Saúl en forma secreta, y aquí el sorteo pone de manifiesto al elegido de Dios.

La Biblia nos presenta el mismo acontecimiento contado por dos hombres de convicciones opuestas. El primero veía en la institución de reyes una cosa buena y conforme a los planes de Dios (cap. 9-10); el segundo veía en ésta una novedad peligrosa que Dios solamente toleraba. Al yuxtaponer los dos relatos, la Biblia nos da a entender que toda decisión política es discutible y que, habitualmente, los que defienden posiciones contrarias tienen cada uno parte de la verdad.

Fue a esconderse donde está el equipaje (22). Aquí empieza la tragedia de Saúl, rey a pesar suyo. Los israelitas pedían un rey a causa del peligro exterior (los filisteos), pero, en sus convicciones profundas, repudiaban toda autoridad. El mismo Saúl no se sentía hecho para gobernar. A pesar de que se destacaba por su buena presencia (era más alto que todos por una cabeza) y por su valentía, como lo muestra el capítulo 11, no era de los que se arriesgan. Era un hombre porfiado, apegado a las ideas de su tiempo (ver c. 25). Saúl, hombre modesto, no tenía la humildad que a Dios le gusta y que permite emprender cosas nuevas y grandes sin temor al posible fracaso.

Todos aclamaron: ¡Viva el rey! (24). Hemos presenciado muchos congresos entusiastas como éste y que no llevaron a ningún resultado positivo. Como pasa a muchos dirigentes, Saúl, al día siguiente, se encuentra solo en medio de un pueblo que cree haberlo solucionado todo porque se llevó a cabo una elección.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 11
1 Poco más de un mes después, Najaz el amonita amenazó a Yabés de Galaad. Toda la gente de Yabés dijo a Najaz: «¡Haz un trato con nosotros y te serviremos!»
2 Pero Najaz el amonita respondió: «Haré la paz con ustedes con esta condición: les sacaré a todos el ojo derecho, para que así quede humillado todo Is rael».
3 Los ancianos de Yabés le dijeron: «Danos una tregua de siete días para que mandemos mensajeros a todo el territorio de Israel, y si nadie viene a ayudarnos, nos rendiremos a ti».
4 Llegaron los mensajeros a Guibea de Saúl y le contaron todo el problema al pueblo. Todos lanzaron lamentaciones y se pusieron a llorar.
5 Pues bien, en ese momento Saúl regresaba del campo arriando sus bueyes. Preguntó: «¿Por qué está llorando así el pueblo?» Le repitieron las palabras de la gente de Yabés.
6 Al oír Saúl esas palabras se apoderó de él el espíritu de Dios y se puso furioso.
7 Tomó el par de bueyes, los despedazó y distribuyó los pedazos por todo el territorio de Is rael por intermedio de los mensajeros de Yabés; estos tenían el encargo de decir: «Al que no marche tras Saúl y tras Samuel, haré con sus bueyes lo que hice con éstos». Entonces se apoderó de todo el pueblo el temor de Yavé y todos marcharon como un solo hombre.
8 Saúl les pasó revista en Bezeq, los israelitas eran trescientos mil y los hombres de Judá, treinta mil.
9 Entonces despidieron a los mensajeros con esta respuesta: «Digan esto a la gente de Yabés de Galaad: Mañana, cuando comience el sol a calentar, recibirán ayuda». Y los de Yabés, llenos de alegría con esta noticia,
10 dijeron a Najaz: «Mañana nos rendiremos a ti y ustedes podrán hacer con nosotros lo que les parezca».
10 11 A la mañana siguiente, Saúl distribuyó a su gente en tres grupos: invadieron el campamento de los amonitas antes del amanecer y lucharon con ellos hasta lo más caluroso del día. Los que no murieron se dispersaron y no quedaron ni dos de ellos juntos.
12 El pueblo dijo entonces a Samuel: «¿Quiénes fueron los que se atrevieron a decir: Saúl no reinará sobre nosotros? Entréganos a esos hombres para que les demos muerte».
13 Pero Samuel respondió: «Hoy no morirá nadie, porque hoy es un día en que Yavé ha salvado a Israel».
14 Samuel añadió: «Vengan y reunámonos en Guilgal: vamos a inaugurar la realeza».
15 Todo el pueblo se reunió en Guilgal y allí fue proclamado rey Saúl ante Yavé. Ofrecieron a Yavé sacrificios de comunión, y fue un día de gran fiesta para Saúl y para todos los israelitas.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 11
11,1

Se reanuda aquí el relato interrumpido en 10,16.

Los hombres de Jabés están dispuestos a aceptar la paz. Israel llora y grita, pero Saúl es quien decide que esto no se puede tolerar. Su valentía compromete a Dios.

¿No dijeron algunos: Saúl no reinará sobre nosotros? (12). No hay vida política sin partidos. Desde el principio Saúl tiene sus partidarios y adversarios; pero sobre todo debe poner atención en el «tribalismo» de los israelitas, en particular en la rivalidad entre las tribus de Efraím y de Benjamín por el norte y la tribu de Judá por el sur.. En cuanto a los hombres de Jabés, le serán fieles hasta después de su muerte (ver 1 Sam 31,11).
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 12
Samuel se retira
1 Samuel dijo a todo Is rael: «Los he atendido en todo lo que me han pedido y les he dado un rey.
2 Pues bien, que el rey se encargue ahora de los asuntos de ustedes, porque yo ya soy viejo, tengo blancos los cabellos, y mis hijos están ahora con ustedes.
2 Desde mi juventud y hasta el día de hoy he ido al frente de ustedes;
3 digan, pues, y atestigüen ante Yavé y ante su elegido si he tomado el buey o el burro de alguno de ustedes. ¿Le he robado a alguien o lo he maltratado? ¿He aceptado algún regalo para callarme con respecto a la conducta de tal o cual? Estoy listo a devolverlo».
4 Todos respondieron: «Tú nunca nos has maltratado, nunca le has robado a nadie ni has aceptado regalo de la mano de nadie».
5 Samuel les dijo: «Pues bien, Yavé es testigo y el que acaba de ser elegido puede atestiguarlo ahora: ustedes no tienen nada de qué reprocharme». Le respondieron: «Ellos son testigos».
6 Entonces Samuel dijo al pueblo: « Yavé es testigo, él que les dio a Moisés y a Aarón y que sacó a sus padres del país de Egipto.
7 Comparezcan pues conmigo ante el tribunal de Yavé: quiero recordarles todo lo bueno que ha hecho Yavé por ustedes y por sus padres.
8 Cuando Jacob llegó a Egipto, los egipcios los oprimieron y los padres de ustedes clamaron a Yavé. El les mandó entonces a Moisés y a Aarón para sacar a sus padres de Egipto e instalarlos en este lugar.
9 Después de eso se olvidaron de Yavé su Dios, quien permitió que cayeran en manos de Sísera, el general del ejército de Jasor, en manos de los filisteos y del rey de Moab que les declararon la guerra.
10 Entonces clamaron a Yavé: Hemos pecado y hemos abandonado a Yavé. Hemos servido a los Baales y a las Astartés, líbranos ahora de manos de nuestros enemigos y te serviremos.
11 Yavé les dio entonces a Jerubaal, Barac, Jefté y Samuel, los libró de sus enemigos y les volvió a dar la paz.
12 Sin embargo, cuando vieron ustedes a Najaz, rey de los amoneos, marchar con su ejército contra ustedes, me dijeron: ¡No! Necesitamos un rey que gobierne sobre nosotros. Y sin embargo Yavé, su Dios, reinaba sobre ustedes.
13 Yavé les ha dado al rey que ustedes se eligieron como deseaban. Si temen a Yavé y le sirven, si le obedecen sin rebelarse contra sus órdenes,
14 si ustedes y el rey que reina sobre ustedes siguen a Yavé su Dios, todo irá bien.
15 Pero si no obedecen a Yavé, si se rebelan contra sus órdenes, la mano de Yavé se hará pesada para ustedes y para su rey.
16 No se vayan todavía, para que vean este gran prodigio que Yavé va a realizar ante sus ojos.
17 ¿No es ahora la cosecha del trigo? Pues bien, voy a invocar a Yavé y él va a mandar truenos y lluvia. Entonces comprenderán que cometieron un gran pecado con Yavé al pedirle un rey».
18 Samuel invocó a Yavé y Yavé mandó ese mismo día truenos y lluvia. Todo el pueblo se llenó de temor ante Yavé y ante Samuel.
19 El pueblo decía a Samuel: «Intercede ante Yavé tu Dios por tus siervos, para que no muramos, porque al pedir un rey hemos llegado al colmo de nuestros pecados».
20 Samuel dijo al pueblo: «No teman. Es cierto que cometieron un pecado, pero no se aparten de Yavé y sírvanlo de todo corazón.
21 Si se apartan de él, ¿a quién seguirán? A ídolos que son nada, ni nada valen, que son incapaces de salvarlos porque nada son.
22 Pero Yavé no abandonará a su pueblo porque sería desacreditar a su nombre, después de lo que ha hecho por su propio pueblo.
23 En cuanto a mí, si dejara de orar por ustedes, pecaría contra Yavé; les indicaré pues el camino bueno y derecho.
24 Ustedes teman a Yavé, sírvanle sinceramente, desde el fondo de su corazón, ahora que lo han visto hacer cosas tan extraordinarias.
25 Si hacen el mal, ciertamente que perecerán ustedes y su rey.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 12
12,1

Le cuesta a Samuel retirarse para dejarle el lugar a Saúl, asemejándose así a muchos fundadores o responsables que no saben dejar a otros, más jóvenes o más competentes, el cuidado de prolongar y de desarrollar la obra que crearon.

Samuel aprovecha la oportunidad para recordar que ninguna autoridad puede sustraerse a la ley de Dios, más aún cuando esa autoridad está encargada de llevar a la práctica esa ley.

Si ustedes y el rey que reina sobre ustedes siguen a Yavé... (14) Para Samuel el rey al igual que sus súbditos deberá obedecer fielmente las exigencias de la Alianza; pero la historia nos mostrará que muy pronto los reyes de Israel se creyeron dispensados de esa fidelidad. Apenas ascendido al trono, Salomón dejará el palacio de su padre David, construido en la ciudad baja en medio de las casas del pueblo, e irá a instalarse al lado del templo de Yavé. En adelante, en la parte baja estará el pueblo y en la montaña santa Dios y el rey. ¡Todo un símbolo! Incluso en la Iglesia se podrá ver a responsables que se comportan como «príncipes de la Iglesia» y confunden responsabilidad con abuso de autoridad. «El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida...»

Pablo retomará palabras de este discurso en Hechos 20,33.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 13
1 Saúl era rey y gobernaba a Israel.
2 Eligió a tres mil hombres de entre los israelitas; dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y los mil restantes se los confió a Jonatán, en Guibea de Benjamín. Por lo que toca a los demás, Saúl los mandó de vuelta a su tienda.
3 Jonatán mató al jefe de los filisteos que estaba en Guibea, y los filisteos supieron la noticia.
4 Saúl ordenó entonces que se tocara el cuerno en todo el país para decir: «¡Sépanlo los hebreos!» Y todo Israel supo la noticia: «Saúl mató al jefe de los filisteos, Israel se ha vuelto odioso para los filisteos». Inmediatamente se reunió el pueblo tras Saúl en Guilgal.
El pecado de Saúl
5 Los filisteos se movilizaron para atacar a Israel. Tenían tres mil carros y seis mil jinetes, su pueblo era tan numeroso como la arena de la orilla del mar. Subieron para acampar en Micmás, al este de Bet-Avén.
6 Los israelitas tuvieron que retroceder. Al verse en peligro se escondían en las cavernas, los matorrales, las rocas, las grutas y en las cisternas.
7 Algunos hebreos atravesaron el Jordán rumbo a Gad y al territorio de Galaad. Saúl estaba todavía esperando en Guilgal, pero todo el pueblo que estaba con él temblaba.
8 Saúl esperó siete días de acuerdo al plazo que había fijado Samuel, pero como Samuel no llegaba nunca a Guilgal, la gente comenzó a irse.
9 Entonces Saúl dijo: «Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión». Y él ofreció el holocausto.
10 Recién acababa de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel. Saúl salió a su encuentro para saludarlo.
11 Samuel le dijo: «¿Qué hiciste?» Y Saúl le respondió: «Vi que la gente empezaba a irse porque tú no llegaste en la fecha convenida, y ya los filisteos se reunían en Micmás.
12 Entonces me dije: Los filisteos van a bajar a atacarme en Guilgal sin que haya tenido tiempo para implorar a Yavé. Por eso decidí ofrecer un sacrificio por mi cuenta».
13 Samuel le dijo: «Te has portado como un tonto: no cumpliste la orden que te había dado Yavé tu Dios cuando te dijo que te haría rey de Israel para siempre.
14 Por eso ahora tu realeza no se mantendrá. Yavé ya buscó un hombre según su corazón para ponerlo como jefe de su pueblo, porque tú no respetaste las órdenes de Yavé».
15 Samuel se fue, dejó Guilgal y siguió su camino. El resto del pueblo salió tras Saúl para enfrentar a los enemigos. De Guilgal subió a Guibea de Benjamín, donde Saúl pasó revista a la gente que estaba con él, eran más o menos seiscientos.
16 Saúl, su hijo Jonatán y la gente que estaba con ellos, se quedaron en Guibea de Benjamín mientras que los filisteos acampaban en Micmás.
17 Salió del campamento de los filisteos una tropa, dividida en tres secciones. Una se dirigió por el camino de Ofra al territorio de Sual,
18 otra tomó la dirección de Bet-Horón y una tercera se dirigió a la colina que domina el valle de Jienes, hacia el desierto.
19 En ese entonces no había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se habían dicho: «De ningún modo los hebreos se fabriquen espadas o lanzas».
20 Por eso, todos los israelitas bajaban donde los filisteos para afilar su arado, su hacha, sus guadañas o su azadón.
21 Por afilar los arados y las hojas se pagaban dos tercios de siclo; por afilar las hachas o enderezar las horquetas, se pagaba un tercio de siclo.
22 A eso se debía que el día del combate ninguno de los hombres que estaban con Saúl y Jonatán tenía en su mano una lanza o una espada. Unicamente Saúl y Jonatán portaban armas.
23 Salió un destacamento filisteo para ocupar el paso de Micmás.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 13
13,1

Saúl no pensó en dejar su pueblo de Guebá y construir una capital de la nueva nación de Israel. Pero sí creó, poco a poco, un ejército permanente (ver 14,52) en vez de contar solamente con los voluntarios que se presentaban en cada momento de tensión más fuerte con los enemigos. Durante años luchó perseverantemente para rechazar las incursiones de los filisteos.
13,5

Aquí nos cuentan con dos ejemplos (ver también el c. 15), que Saúl vaciló entre la fidelidad a Dios y lo que le parecía más razonable, tanto que, al final, prefirió actuar según sus propios criterios.

Te haría rey de Israel para siempre (13). Yavé exige más de aquel hombre con quien quiere establecer un pacto duradero; para recibir de Yavé promesas que van más allá de un destino común y corriente, Saúl debe demostrar una fidelidad total, incluso cuando parece que Dios se demora o se equivoca. En esto fue probado Abraham, y en esto falla Saúl.

Debemos sin embargo advertir que los versículos 7 al 15 son un agregado tardío al texto primitivo; con mucha probabilidad son obra de los sacerdotes que al regreso del cautiverio rehicieron los textos más antiguos. Estos versículos son la alabanza a Samuel, el portavoz de Dios. Podemos dar esta interpretación de los sucesos, tal como nos la presentan dichos sacerdotes, pero al mismo tiempo podemos advertir de qué manera Samuel se atribuye una especie de autoridad de derecho divino. ¿En nombre de qué autoridad soberana se permite Samuel faltar a su palabra, no llegando en los plazos establecidos?

Como muchos otros jefes, Samuel se cree dispensado de rendir cuentas a quienquiera que sea. ¿Desde cuándo Saúl es el único responsable de la falta ritual que cometió? ¿Y cómo puede condenar a Saúl si éste actuó según su conciencia? La Tradición cristiana nos dice que uno debe seguir siempre su conciencia si ha hecho lo posible por esclarecerla, y esto incluso si al actuar así desobedece a altas autoridades o a leyes muy sagradas. Sin negar los grandes méritos de Samuel, habría que decir que fue él quien destruyó a Saúl.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 14
1 Jonatán, el hijo de Saúl, dijo al joven que llevaba sus armas. «Vamos y pasemos al puesto de los filisteos que está al otro lado». Pero nada le dijo a su padre.
2 Saúl mientras tanto se había instalado en la frontera de Guibea, bajo el granado que está al lado de la era, y con él había alrededor de seiscientos hombres.
3 Ajiya, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Finjas, llevaba el efod. Nadie de la tropa se dio cuenta de que Jonatán había partido.
4 En el desfiladero que trataba de atravesar Jonatán para llegar al puesto filisteo, hay dos rocas sobresalientes a uno y otro lado; una se llama Bosés y la otra Senné.
5 La primera roca se sitúa al norte, frente a Micmás, la segunda al sur frente a Gueba.
6 Jonatán dijo al joven que llevaba sus armas: «Vamos y atravesemos hasta el puesto de esos incircuncisos. A lo mejor Yavé hace algo por nosotros, porque nada detiene a Yavé. Ya sea con muchos o con pocos, él puede siempre salvar».
7 El joven le respondió: «Haz lo que mejor te parezca, estoy contigo y haré lo que tú me digas».
8 Jonatán le dijo: «Escucha, iremos donde esos hombres y dejaremos que nos vean.
9 Si nos dicen: ¡Deténganse, esperen que vayamos! nos quedaremos donde estemos y no subiremos donde ellos.
10 Pero si nos dicen: ¡Suban donde nosotros!, subamos. Esa será la señal de que Yavé los ha puesto en nuestras manos.
11 Se dejaron ver pues ambos por el destacamento de los filisteos. Estos pensaron: «Miren a los hebreos que salen de los hoyos donde se habían escondido».
12 Los hombres del puesto se dirigieron a Jonatán y al joven que transportaba sus armas, diciéndoles: «Suban hacia nosotros, tenemos algo que enseñarles». Jonatán dijo a su compañero: «Sube detrás de mí, porque Yavé los ha entregado a las manos de Israel».
13 Jonatán subió escalando con manos y pies, y su compañero lo seguía. Los filisteos cayeron ante Jonatán y su compañero los remataba detrás de él.
14 Jonatán y su compañero hicieron allí una primera masacre: veinte hombres cayeron en un espacio que no medía más de un medio surco.
15 Cundió el terror por el campamento, por el campo y por todo el pueblo. Se apoderó también el miedo del puesto y de toda la tropa de soldados, la tierra tembló, era como un terror que venía de Dios.
16 Los centinelas de Saúl que estaban en Guibea de Benjamín vieron que el campamento de los filisteos se dispersaba por todos los lados.
17 Entonces Saúl dijo a los que estaban con él: «Pasen revista al pueblo y vean quién salió de entre nosotros». Pasaron revista al pueblo y sólo faltaban Jonatán y el joven que llevaba sus armas.
18 Saúl dijo a Ajiya: «Trae el efod». Pues él era quien llevaba el efod ante todo Israel.
19 Pero mientras Saúl conversaba con el sacerdote, fue creciendo la confusión en el campamento de los filisteos.
19 Por último Saúl le dijo al sacerdote: «Saca tu mano».
20 Luego Saúl y toda su tropa se reunieron y llegaron al sitio del combate. Allí se había producido un pánico enorme: se atacaban con sus espadas unos a otros.
21 Los hebreos que se habían enrolado con los filisteos y que habían subido con ellos al campamento, desertaron para juntarse con los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán.
22 Todos los israelitas que se habían escondido en la montaña de Efraín, se lanzaron también en persecución de los filisteos que huían delante de ellos.
23 Ese día Yavé dio la victoria a Israel.
23 La batalla se extendió más allá de Bet-Avén.
24 En el momento en que los israelitas estaban cercados por todas partes, Saúl había declarado solemnemente delante de todo el pueblo: «¡Maldito sea el que coma algo antes del anochecer, antes de que me haya vengado de mis enemigos!» Y todo el pueblo se quedó en ayunas.
25 Había miel en ese lugar.
26 El pueblo entró en el bosque y vio la miel que goteaba. Pero nadie llevó su mano a la boca porque el pueblo tenía presente la maldición que había pronunciado el rey.
27 Jonatán, empero, no había oído el juramento de su padre, acercó la punta de su bastón, lo hundió en el panal de miel y lo llevó a su boca: sus ojos se iluminaron.
28 Alguien de los soldados le dijo: «Tu padre declaró solemnemente delante de todo el pueblo: Maldito sea el que coma algo hoy».
29 Jonatán respondió: «Mi padre le ha hecho un gran daño al pueblo; fíjense cómo se iluminaron mis ojos en cuanto probé un poco de miel.
30 Si todo el pueblo hubiera hoy tomado algo para comer del botín de sus enemigos, la derrota de los filisteos habría sido con toda seguridad más grande».
31 Ese día aplastaron a los filisteos desde Micmás hasta Ayalón, pero el pueblo estaba completamente agotado.
32 El pueblo se abalanzó entonces sobre el botín, tomó cabras u ovejas, bueyes, terneros, los mataron allí mismo y comieron encima de la sangre.
33 Le avisaron a Saúl: «El pueblo está pecando contra Yavé: la gente come carne al lado de la sangre». Saúl exclamó: «¡Todos ustedes son unos infieles! Hagan rodar hasta aquí una piedra grande».
34 Luego añadió Saúl: «Dispérsense entre medio del pueblo y díganles que cada cual traiga aquí su buey o su carnero. Los inmolarán y los comerán, pero no pequen contra Yavé comiendo encima de la sangre». Cada cual llevó lo que tenía en su mano esa tarde e hicieron la inmolación en ese lugar.
35 Saúl levantó allí un altar para Yavé; fue el primer altar que le levantó.
36 Saúl les dijo luego: «Bajemos para perseguir a los filisteos durante la noche; ataquémoslos hasta que brille el alba y no dejemos a nadie de ellos con vida». Le respondieron: «¡Haz lo que piensas!» El sacerdote dijo entonces: «Tenemos que consultar a Dios».
37 Saúl consultó a Dios: «¿Tengo que bajar para perseguir a los filisteos? ¿Los pondrás en manos de Is rael?» Pero ese día Dios no le respondió.
38 Entonces dijo Saúl: «Acérquense ustedes, jefes del pueblo, y verifiquen en qué consistió el pecado.
39 Lo juro por la vida de Yavé que acaba de salvar a Is rael: aunque sea mi hijo Jonatán el que haya pecado, morirá». Pero nadie de todo el pueblo le respondió.
40 Luego dijo a todo Israel: «Ustedes se pondrán a un lado, yo y mi hijo Jonatán nos pondremos al otro». El pueblo dijo a Saúl: «¡Haz como piensas!»
41 Saúl preguntó a Yavé: «Dios de Israel, ¿por qué no respondiste hoy a tu servidor? Si ese pecado está en mí o en mi hijo Jonatán, da los Urim. Pero si ese pecado se halla en el lado de tu pueblo Israel, da los Tumim». Resultaron designados Jonatán y Saúl, mientras que el pueblo salió libre de culpa.
42 Saúl dijo: «Hagan el sorteo entre mí y mi hijo Jonatán». Y salió sorteado Jonatán.
43 Entonces Saúl dijo a Jonatán: «Dime lo que hiciste». Jonatán le respondió: «Simplemente probé un poco de miel con la punta del bastón que tenía en la mano, pero estoy dispuesto a morir».
44 Saúl respondió: «¡Maldígame Dios, y remaldígame si tú no mueres, Jonatán!»
45 Pero el pueblo dijo a Saúl: «¿Cómo es posible que muera Jonatán, que le ha dado a Israel una victoria tan grande? ¡Ni siquiera pensarlo! Por la vida de Yavé, no caerá en tierra ni un solo cabello de su cabeza porque él actuó hoy con Dios». Y así fue como el pueblo salvó la cabeza de Jonatán.
46 Saúl dejó de perseguir a los filis teos; subió de vuelta mientras que los filisteos se volvían a sus casas.
47 Saúl había afirmado su realeza en Israel; combatió con todos sus enemigos: Moab, los hijos de Amón, Edom, los reyes de Soba y los filisteos. Doquiera se volviera, resultaba vencedor.
48 Aplastó a Amalec a lo largo de una gran expedición, y libró a Israel de los ataques de los asaltantes.
49 Los hijos de Saúl eran Jonatán, Isyo y Malqui-Suá. Tuvo dos hijas, la mayor se llamaba Merob y la segunda Mical.
50 La mujer de Saúl era Ajinoam, hija de Ajimaas. El jefe de su ejército era Abner, hijo de Ner, tío de Saúl.
51 Quis, el padre de Saúl y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abniel.
52 Durante toda la vida de Saúl hubo una guerra encarnizada contra los filisteos. Cada vez que Saúl veía a un hombre robusto y valiente, lo enrolaba en su servicio.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 14
14,1

El capítulo 14 nos muestra de manera muy concreta la situación de los israelitas que estaban bloqueados en las colinas del interior por los filisteos, que ocupaban las llanuras costeras y venían periódicamente a reafirmar su control.

El suceso del juramento de Saúl demuestra el nivel muy primitivo del conocimiento religioso de ese tiempo, como en el caso de Jefté (Jue 11,30):

— Juramento con amenazas de muerte.

— Importancia del delito de quien «come la carne encima de la sangre» (v 33).

— Costumbre de echar suertes para tener una «respuesta de Yavé».
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 15
Saúl no obedece a Samuel en la guerra contra Amalec
1 Samuel dijo a Saúl: «Yavé me envió para consagrarte como rey de su pueblo Israel. Escucha ahora a Yavé.
2 Esto dice Yavé de los ejércitos. Quiero castigar a Amalec por lo que hizo a Israel cuando subía de vuelta de Egipto: le cerró el camino.
3 Anda pues a castigar a Amalec y lanza el anatema sobre todo lo que le pertenece. No tendrás piedad de él, darás muerte a los hombres, a las mujeres, a los niños, a los bueyes y corderos, a los camellos y burros».
4 Saúl reunió al pueblo y le pasó revista en Telam; había doscientos mil hombres de a pie y diez mil de Judá.
5 Saúl avanzó hasta la ciudad de Amalec y se escondió en la quebrada.
6 Saúl les mandó decir entonces a los quenitas: «Aléjense, sepárense de los amalecitas porque si no serán exterminados junto con ellos, siendo que ustedes se mostraron bondadosos con los is raelitas cuando subían de Egipto». Los quenitas se alejaron de los amalecitas.
7 Saúl aplastó a Amalec desde Javila hasta Sur que está al este de Egipto.
8 Hizo prisionero a Agag, rey de los amalecitas y pasó a cuchillo a toda la población debido al anatema.
9 Pero Saúl y su ejército no quisieron condenar al anatema a Agag y a lo mejor del ganado menor y mayor, los animales gordos y los corderos, en una palabra, todo lo que era bueno. Al contrario, exterminaron todo lo que, en el ganado, era malo y sin valor.
10 Le llegó entonces a Samuel una palabra de Yavé:
11 «Me pesa de haber dado la realeza a Saúl, porque se apartó de mí y no obedeció mis órdenes». Samuel se sintió muy disgustado por eso y suplicó a Yavé toda la noche.
12 Muy de mañana Samuel salió para encontrarse con Saúl, y le dijeron: «Saúl fue a Carmel para levantar allí un monumento en recuerdo de su victoria, luego partió de allí y bajó a Guilgal».
13 Cuando Samuel llegó donde estaba Saúl, éste le dijo: «Yavé te bendiga, he ejecutado las órdenes de Yavé».
14 Pero Samuel le contestó: «¿Qué ruido es ese que siento de cabras y ovejas? ¿Qué ruido es ese que siento también de bueyes y burros?»
15 Saúl respondió: «Los trajimos de los amalecitas. El pueblo separó lo mejor del ganado menor y del mayor para ofrecerlo en sacrificio a Yavé tu Dios, pero todo lo demás fue condenado al anatema».
16 Entonces Samuel dijo a Saúl: «¡Basta! Voy a comunicarte lo que me dijo Yavé esta noche». Saúl le dijo: «Habla».
17 Samuel le dijo: «¿No te convertiste en jefe de las tribus de Israel? ¿No te consagró Yavé como rey de Israel cuando eras tan poca cosa a tus propios ojos?
18 Yavé te había confiado una misión, te había dicho: Anda, condena al anatema a los amalecitas; harás la guerra a esos pecadores hasta exterminarlos.
19 ¿Por qué no hiciste caso a las palabras de Yavé? ¿Por qué te abalanzaste sobre el botín? ¿Por qué hiciste lo que es malo a los ojos de Yavé?
20 Saúl respondió a Samuel: «Hice caso a la voz de Yavé, hice una expedición por donde Yavé me había mandado. Capturé a Agag, rey de Amalec, y condené a Amalec al anatema.
21 Pero el pueblo separó del botín lo mejor del ganado menor y mayor. Lo excluyó del anatema para ofrecérselo a Yavé tu Dios en sacrificio, en Guilgal».
22 Samuel le contestó: «¿Piensas acaso que a Yavé le gustan más los holocaustos y los sacrificios que la obediencia a su palabra? La obediencia vale más que el sacrificio, y la fidelidad, más que la grasa de los carneros.
23 La rebelión es un pecado tan grave como la brujería; la desobediencia es un crimen tan grave como la idolatría. ¡Ya que rechazaste la palabra de Yavé, Yavé te echa de la realeza!»
24 Saúl dijo a Samuel: «Tuve miedo al pueblo e hice lo que me pedía, por esta razón pequé y desobedecí la orden de Yavé y sus palabras.
25 Ahora, por favor, perdona mi pecado y ven conmigo para que me postre delante de Yavé».
26 Pero Samuel dijo a Saúl: «Esta vez no iré contigo. Ya que despreciaste la palabra de Yavé, Yavé te ha desechado: ya no reinarás más sobre Israel».
27 Y como Samuel hiciera ademán de irse a su casa, Saúl quiso retenerlo tomándolo del borde de su manto, que se rasgó.
28 Entonces Samuel le dijo: «Hoy Yavé te ha arrancado la realeza de Israel, y se la ha dado a tu prójimo que es mejor que tú.
29 El que es la Gloria de Is rael no puede mentir ni arrepentirse».
30 Saúl dijo: «Es cierto, he pecado. Pero no me vayas a humillar ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel. Ven conmigo para que vaya a postrarme delante de Yavé tu Dios».
31 Samuel se fue pues con Saúl y éste se postró delante de Yavé.
32 Luego dijo Samuel: «Tráiganme a Agag, rey de Amalec». Agag se decía a sí mismo: «seguramente se alejó la amargura de la muerte»; cuando llegó temblando,
33 Samuel le dijo: «Así como tu espada privó a las mujeres de sus hijos, así también tu madre será una mujer privada de su hijo». Y Samuel despedazó a Agag en presencia de Yavé, en Guilgal.
34 Samuel se volvió a Ramá, mientras que Saúl regresaba a su casa de Guibea de Saúl.
35 Samuel no volvió a ver más a Saúl hasta el día de su muerte, pues se sentía molesto por el hecho de que a Yavé ahora le pesaba haber hecho a Saúl rey de Israel.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 16
Samuel consagra a David
1 Yavé dijo a Samuel: «¿Hasta cuándo seguirás llorando por Saúl? ¿No fui yo quien lo rechazó para que no reine más en Israel? Llena pues tu cuerno de aceite y anda. Te envío donde Jesé de Belén, porque me escogí un rey entre sus hijos».
2 Samuel respondió: «¿Cómo podré ir? Si Saúl se entera, me matará». Pero Yavé le dijo: «Tomarás una ternera y dirás que has ido a ofrecer un sacrificio a Yavé.
3 Invitarás al sacrificio a Jesé, y yo te daré a conocer lo que tienes que hacer: me consagrarás al que te mostraré».
4 Samuel hizo como le había dicho Yavé. Cuando llegó a Belén, los ancianos salieron temblando a su encuentro. Le dijeron: «¿Vienes en son de paz?»
5 «Sí, respondió, en son de paz. He venido a ofrecer un sacrificio a Yavé. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio». Fue a purificar a Jesé y a invitarlo al sacrificio junto con sus hijos.
6 Cuando entraron, Samuel divisó a Eliab y pensó: «Seguramente ése será el que Yavé va a consagrar».
7 Pero Yavé dijo a Samuel: «Olvídate de su apariencia y de su gran altura, lo he descartado. Porque Dios no ve las cosas como los hombres: el hombre se fija en las apariencias pero Dios ve el corazón».
8 Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel. Pero Samuel le dijo: «Este tampoco es el elegido de Yavé».
9 Jesé hizo pasar a Samma, pero Samuel le dijo: «Yavé tampoco lo ha elegido».
10 Finalmente Jesé hizo pasar a sus siete hijos ante Samuel, y Samuel decía a Jesé: «Yavé no ha elegido a ninguno de estos».
11 Entonces Samuel dijo a Jesé: «¿Esos son todos tus hijos?» Respondió: «Todavía falta el menor, que cuida el rebaño». Samuel le dijo: «Mándalo a buscar porque no nos sentaremos a la mesa hasta que no esté aquí».
12 Fueron pues a buscarlo y llegó; era rubio con hermosos ojos y una bella apariencia. Yavé dijo entonces: «Párate y conságralo; es él».
13 Samuel tomó su cuerno con aceite y lo consagró en medio de sus hermanos. Desde entonces y en adelante el espíritu de Yavé se apoderó de David. Por lo que respecta a Samuel, se levantó y se volvió a Ramá.
14 El espíritu de Yavé se había apartado de Saúl y un espíritu malo enviado por Yavé lo atormentaba.
15 Los servidores de Saúl le dijeron: «Un mal espíritu de Dios te produce esos sustos.
16 Basta con que nuestro señor lo ordene, ya que tus servidores estamos para atenderte, y buscaremos a un hombre que sepa tocar la cítara, y en cuanto se deje caer sobre ti el mal espíritu, él tocará y tú te mejorarás».
17 Saúl dijo, pues, a sus servidores: «Búsquenme a un hombre que sea un buen músico y tráiganmelo».
18 Uno de los servidores pidió la palabra y dijo: «Conozco a un hijo de Jesé de Belén que sabe tocar música. Es un muchacho valiente, un buen guerrero; es inteligente, buen mozo y Yavé está con él».
19 Saúl mandó a uno de sus mensajeros donde Jesé para que le dijera: «Mándame a tu hijo David, el que cuida el rebaño».
20 Jesé tomó un pan, un cuero de vino y un cabrito, y se los mandó a Saúl por intermedio de su hijo David.
21 Así fue como David llegó a la casa de Saúl y se puso a su servicio. Saúl lo quería mucho y David llegó a ser el que llevaba sus armas.
22 Saúl mandó a decir a Jesé: «Dale permiso a David para que se quede a mi servicio porque me cae muy bien».
23 Y así, cuando el espíritu de Dios maltrataba a Saúl, David tomaba la cítara y la tocaba; eso le hacía bien a Saúl, se sentía aliviado y el mal espíritu se alejaba de él.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 16
16,1

¿Cuál es aquí la parte de historia y la parte de leyenda? ¿Pues el libro ha guardado tres tradiciones referentes a la ascensión de David: 16,1; 16,14; 17,17. Este párrafo quiere sacar a la luz la razón profunda de su excepcional destino.

Samuel viene a Belén para encontrar al que Dios se eligió. Betlehem, o Belén, será en adelante «la ciudad de David». Ahí nacerá Jesús diez siglos más tarde.

El hijo de Jesé (habrá que recordar este apodo), está cuidando el rebaño cuando lo van a buscar: en la Biblia, el pastor es la imagen del rey perfecto que atiende a las personas y las sirve (ver Ez 34 y Jn 10).

El hombre se fija en las apariencias, pero Dios ve el corazón (7). Estas palabras no significan solamente que Dios juzga mejor que nosotros. También entendemos que, con o sin la intervención de un profeta como Samuel, los acontecimientos van al encuentro de aquellos que Dios «conoció de antemano» (Jer 1,5; Rom 8,29) y que designó para una misión que supera con mucho sus méritos y capacidades. Las Cartas de Pablo, que no fue menos elegido que David, retomarán esta oposición entre las apariencias y el corazón (1 Co 1,28; 2 Co 3,1; 11,16).

En cualquier grupo humano, hay que descubrir los valores profundos de cada uno y no dejarse influenciar por las apariencias. Es de mucha importancia para las comunidades cristianas que sus responsables sepan «ver el corazón», tanto de los que callan como de los que demuestran mucho celo. Entonces no faltará mucho tiempo para que se encuentren personas que realmente valen.
16,14

Un mal espíritu que provenía de Yavé: es una manera antigua para decir que Dios había permitido que Saúl tuviera desórdenes psicológicos.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 17
1 Los filisteos movilizaron sus tropas para la guerra. Se reunieron en Soco de Judá: su campamento se situaba en Efés-Damim, entre Soco y Azeca.
2 Saúl y los Israelitas se concentraron también, instalaron su campamento en el valle del Terebinto y se dispusieron en orden de batalla frente a los filisteos.
3 Los filisteos estaban en una de las laderas de los cerros y los israelitas, en la otra; solamente los separaba un valle.
David y Goliat
4 Un guerrero destacado, de nombre Goliat, salió de las filas de los filisteos; era un hombre de Gat que medía más de dos metros.
5 Tenía en su cabeza un casco de bronce e iba revestido de una coraza de escamas. El peso de su coraza de bronce era como de sesenta kilos.
6 Llevaba polainas de bronce y a la espalda una lanza de bronce;
7 el palo de su lanza era tan grueso como el que conforma el marco de un telar y la punta de hierro de su lanza pesaba nada menos que siete kilos. Un escudero iba delante de él.
8 Se puso frente a las filas de Israel y les gritó: «¿Por qué han salido en son de guerra? ¿No soy yo el filisteo, y ustedes, los servidores de Saúl? Elijan pues al que me enfrentará en nombre de ustedes.
9 Si es capaz de vencerme y derribarme, entonces seremos sus esclavos; pero si yo lo venzo y lo derribo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán».
10 El filisteo agregó: «Les lanzo pues, hoy, un desafío a las tropas de Israel: denme un hombre para que me enfrente solo a solo».
11 Cuando Saúl e Israel oyeron las palabras del filisteo, quedaron asustados y desmoralizados.
12 David era hijo de Jesé, un efrateo de Belén de Judá, quien tenía ocho hijos.
13 En tiempos de Saúl, Jesé ya era viejo, pero había enviado hombres al ejército. Sus tres hijos mayores Eliab, el primogénito, Abinadab, el segundo, y Samá, el tercero, se fueron a la guerra con Saúl.
14 David era el menor, y como los tres mayores se habían ido con Saúl,
15 David alternaba sus viajes al campamento de Saúl con el cuidado del rebaño de su padre en Belén.
16 El filisteo se presentaba cada mañana y cada tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.
17 Jesé dijo a David: «Toma para tus hermanos una bolsa de trigo tostado y diez panes. Se los llevarás al campamento a tus hermanos,
18 y darás estos diez quesillos al jefe de mil. Preguntarás por la salud de tus hermanos y me traerás algún recuerdo de ellos.»
19 Tanto ellos como los hombres de Israel estaban con Saúl en el valle del Terebinto, peleando contra los filisteos.
20 David se levantó de madrugada, dejó el rebaño encargado a un pastor, tomó su bolsa y se fue tal como Jesé se lo había ordenado. Cuando llegó, el ejército estaba dejando el campamento para tomar sus posiciones y lanzar el grito de guerra.
21 Los israelitas y los filisteos se pusieron en fila frente a frente.
22 David encargó su bolsa al que cuidaba los equipajes y corrió al frente de la tropa. Fue a saludar a sus hermanos.
23 Mientras estaba conversando con ellos salió de las filas Goliat, el coloso filisteo de Gat, a lanzar su desafío, y David lo oyó.
24 Los israelitas, apenas lo vieron, empezaron a retroceder, llenos de miedo.
25 Un hombre de Israel dijo: «¿Han visto a ese hombre que sale de las filas filisteas para insultar a Israel? Al que logre derrotarlo, el rey lo colmará de riquezas, le dará a su hija, y eximirá a la casa de su padre de cualquier impuesto».
26 David preguntó a los hombres que estaban a su rededor: «¿Qué le harán al que venza a ese filisteo y logre vengar el insulto que se hace a Israel? ¡Quién es ese filisteo incircunciso para que insulte así a las tropas del Dios vivo!»
27 Y la gente repitió lo dicho anteriormente: «Esto harán con el hombre que lo venza».
28 Eliab, su hermano mayor, oyó que conversaba con los soldados y se enojó con David. Le dijo: «¿Por qué viniste para acá? ¿A quién dejaste encargadas las ovejas que tenemos en el desierto? ¡Ah, ya sé, tú andas curioseando y buscando la ocasión para ver la batalla».
29 David le respondió: «Pero, ¿qué he hecho yo? ¿Acaso uno no tiene derecho a hablar?»
30 Se dirigió a otro con la misma pregunta, pero las personas le dieron la misma respuesta.
31 Oyeron las palabras de David y se las transmitieron a Saúl, quien lo mandó llamar.
32 David dijo a Saúl: «¡No hay por qué tenerle miedo a ése! Yo, tu servidor, iré a pelear con ese filisteo».
33 Pero Saúl dijo a David: «Tú no podrás pelear con él, eres sólo un niño y él en cambio es un hombre que pelea desde su juventud».
34 David dijo a Saúl: «Cuando estaba guardando el rebaño de mi padre y aparecía un león o un oso para llevarse una oveja del rebaño,
35 yo lo perseguía y lo golpeaba y le quitaba la presa del hocico. Y si se volvía contra mí, lo tomaba de la quijada y lo golpeaba hasta matarlo. Yo he matado leones y osos; lo mismo haré con ese filisteo que ha insultado a los ejércitos del Dios vivo.
36 ¡Así como tu servidor ha vencido al león y al oso, lo mismo hará con ese filisteo que ha insultado las tropas del Dios vivo!»
37 David dijo además: «De la misma manera que Yavé me ha librado de las garras del león y de las zarpas del oso, así también me librará de las manos de ese filisteo». Entonces Saúl dijo a David: «Anda y que Yavé esté contigo».
38 Saúl pasó a David su propio equipo de combate; le puso en la cabeza un casco de bronce y lo revistió con una coraza.
39 David se ciñó la espada por encima de su vestimenta, trató de caminar, pero no estaba acostumbrado a eso. Entonces dijo a Saúl: «No puedo caminar con todo esto porque no tengo costumbre». Y David se quitó todo.
40 Tomó su palo y recogió del lecho del arroyo cinco piedras bien planas. Las puso en su morral de pastor, en su bolsa de cuero, tomó la honda en la mano y avanzó hacia el filisteo.
41 El filisteo iba y venía y se acercó a David; su escudero iba delante de él.
42 El filisteo dio a David una mirada de desprecio, porque no era más que un muchacho, (David era rubio y de buena apariencia).
43 El filisteo dijo a David: «¿Acaso soy un perro para que vengas a atacarme con palos? El filisteo maldijo a David por todos sus dioses,
44 y en seguida le dijo: «Ven para acá para entregarte como comida a los buitres y a las fieras».
45 David respondió al filisteo: «Tú me atacas con la espada, la lanza y la jabalina, pero yo me lanzo contra ti en nombre de Yavé de los ejércitos, el Dios de las tropas de Israel que has insultado.
46 Hoy Yavé te entregará en mis manos, te derribaré y te arrancaré la cabeza. Hoy mismo daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes. Toda la tierra sabrá que hay un Dios en Israel,
47 y todos los que están aquí reunidos sabrán que Yavé no necesita espada o lanza para dar la victoria, porque la suerte de la batalla está en sus manos: él los va a poner a ustedes en nuestras manos».
48 En ese momento el filisteo avanzó y se acercó a David. Este salió hacia adelante al encuentro del filisteo,
49 metió rápidamente la mano en el morral, sacó de allí una piedra y la lanzó con la honda. Le dio al filisteo en la frente, la piedra se le hundió en la frente y cayó de bruces al suelo.
50 Así es como David venció al filisteo con una honda y una piedra: lo derribó y le dio muerte. Pero no tenía espada.
51 Entonces corrió, se detuvo ante el filisteo, le quitó la espada que tenía en la vaina, y espada en mano, le cortó la cabeza. Así acabó con él.
51 Los filisteos, al ver la muerte de su campeón, salieron huyendo.
52 Los hombres de Israel y de Judá se levantaron, lanzaron su grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Y los cadáveres de los filisteos quedaron esparcidos por todo el camino, desde Saarayim hasta Gat y Ecrón.
53 Cuando regresaron los israelitas de esa persecución a los filisteos, saquearon su campamento.
54 David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén; sus armas, en cambio, las dejó en su propia tienda.
55 Al ver como David iba a enfrentarse con el filisteo, Saúl había dicho a Abner, el jefe de su ejército: «Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?» Abner le respondió: «Por mi vida, oh rey, que no lo sé».
56 El rey le dijo: «Infórmate para saber de quién es hijo ese muchacho».
57 Cuando David regresó después de haber derrotado al filisteo, Abner lo llevó donde Saúl; tenía en la mano la cabeza del filisteo.
58 Saúl le dijo: «Joven, ¿de quién eres hijo?» Y David le respondió: «Soy hijo de tu servidor Jesé de Belén».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 17
17,4

El combate de David encantó a los israelitas a través de los siglos y todavía hoy nos encanta a nosotros. Por eso no hay que extrañarse de que los redactores hayan desarrollado, con lujo de detalles, el combate de David con «el filisteo», al que más tarde se llamó Goliat (ver 1 Crón 20,5).

Los que redactaron esos libros estaban inspirados por Dios; comprendieron que el combate de David con Goliat figuraba el combate del bien con el mal.

Tú me atacas con la espada, la lanza y la jabalina, pero yo me lanzo contra ti en nombre de Yavé (45). En el mundo, la victoria no será del fuerte, ni del superarmado. No podrá durar mucho si insulta al pueblo de Dios y a los humildes.

La victoria será del débil, que confía en la ayuda de Dios. El vencedor es un jovencito y personifica a los que permanecen jóvenes de corazón y mantienen limpia su conciencia.

Algunos invitan a David a que se asegure con la coraza y las armas de Saúl. David comprende que si usa armas como las del filisteo no las sabrá usar y éste lo vencerá.

Fácilmente se puede comparar el combate de David al combate de la Iglesia. Deja la coraza de Saúl cuando confía menos en sus instituciones, con menos preocupaciones económicas por sus obras y sus templos, cuando se independiza de los apoyos políticos y de los bancos. Entonces se hace más libre y más joven y, como David, va a la pelea confiada en el nombre de Yavé, Dios de los ejércitos de Israel.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 18
David, Saúl y Jonatán
1 Cuando David terminó de hablar, el corazón de Jonatán sintió afecto por David, y desde ese día, Jonatán amó a David tanto como a sí mismo.
2 Ese día Saúl alojó a David en su casa y no dejó que volviera donde su padre.
3 Jonatán por su parte hizo un pacto con David porque lo amaba como a sí mismo.
4 Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David junto con su traje, su espada, su casco y su cinturón.
5 En todas las expediciones a donde lo enviaba Saúl, David tenía pleno éxito y Saúl lo puso a la cabeza de todos sus hombres de guerra. Era querido por todo el pueblo y también por los servidores del rey.
6 Cuando volvieron, después que David hubo dado muerte al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salieron al encuentro del rey Saúl, cantando y bailando, con tamboriles y arpas, canciones festivas.
7 El coro de las bailarinas entonaba este canto: «Saúl mató a mil, pero David mató a diez mil».
8 Eso le disgustó mucho a Saúl quien se enojó. Se dijo: «Le han dado diez mil a David y a mí sólo mil, no le falta más que la realeza».
9 Desde ese día, Saúl miró a David con malos ojos.
10 Al día siguiente, se apoderó de Saúl un mal espíritu de Dios, y estaba como loco en su casa. David le tocaba la cítara como todos los días, pero Saúl había tomado su lanza.
11 Le disparó la lanza pensando: «Voy a clavar a David en el muro». Pero David eludió el golpe las dos veces.
12 Saúl empezó a temer a David porque Yavé estaba con él mientras que se retiraba de Saúl.
13 Saúl alejó a David de su casa y lo hizo jefe de mil: éste iba y venía a la cabeza del pueblo.
14 David resultaba victorioso en todas sus expediciones, porque Yavé estaba con él.
15 Saúl vio el éxito de David y le temió.
16 Todo Israel y Judá amaban a David porque éste iba y venía al frente del pueblo.
17 Saúl dijo entonces a David: «Conoces a mi hija mayor Merob. Te la daré como esposa si demuestras ser valiente a mi servicio cuando dirijas las guerras de Yavé». Pues Saúl se decía: «Que no muera por mis manos sino por las de los filisteos».
18 David dijo a Saúl: «¿Quién soy yo? ¿Qué vale mi vida? ¿Qué es la familia de mi padre en Israel para que yo llegue a ser el yerno del rey?»
19 Pero cuando llegó el día en que debía dársele a David la hija de Saúl, ésta había sido dada como esposa a Adriel de Mejola.
20 Mical, la segunda hija de Saúl, amaba a David, y se lo dijeron a Saúl, quien se sintió feliz por eso.
21 Pues se dijo: «Se la daré, pero será para él una trampa. Así conseguiré que caiga en manos de los filisteos». Saúl llamó a David por segunda vez: «Ahora sí que serás mi yerno».
22 Saúl dio esta orden a sus servidores: «Conversen discretamente con David y díganle: El rey te quiere. Sabes que todos sus servidores te aman, acepta pues ser ahora el yerno del rey».
23 Los servidores de Saúl transmitieron estas palabras a David, y David les respondió: «Parece que para ustedes es muy sencillo llegar a ser yerno del rey. Pero ¿se han fijado en que yo soy un hombre sin dinero y humilde?»
24 Los servidores de Saúl se lo repitieron: «Esta es la respuesta de David».
25 Saúl les dijo: «Así hablarán a David: Para ese matrimonio el rey no quiere dinero sino únicamente cien prepucios de filisteos, para vengarse así de sus enemigos». De ese modo pensaba Saúl que David iba a caer en manos de los filisteos.
26 Los servidores transmitieron esas palabras a David a quien le pareció que sería bueno ser el yerno del rey. Aún no se cumplía el plazo,
27 cuando David salió de campaña con sus hombres. Mató a doscientos filisteos y se trajo sus prepucios, que mandó al rey para ser así su yerno. Entonces Saúl le dio como esposa a su hija Mical.
28 En esa oportunidad Saúl se dio cuenta de que Yavé estaba con David; Mical, por su parte, la hija de Saúl, quería a David.
29 Saúl temía a David cada vez más, su odio a David se había vuelto habitual.
30 Cada vez que los jefes de los filisteos salían de campaña, David tenía más éxito que los demás servidores de Saúl, y llegó a ser célebre.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 18
18,1

Después de su victoria, David es el hombre famoso del reino.

Jonatán se encariña con David. La Biblia nos describe como un don de Dios esta amistad profunda y fiel de los jóvenes, por encima de las oposiciones de sus padres. Dio a David su propio manto, su espada, su arco y su cinturón..., espontaneidad, frescura y amor desinteresado.

Empezó a temer a David (12). Los capítulos que siguen nos descubren, al mismo tiempo que la ascensión de David, los estragos que producen los celos y la envidia en la mente de Saúl. Saúl es culpable, nos dice el libro, pues se apartó del camino de la obediencia a Dios. Pero su culpa es la de muchísimos dirigentes y semejante es su castigo: se ve preso de su cargo, al que no puede ni sabe renunciar. Presiente que David es el hombre de Dios, pero no puede compartir con este joven y se ve obligado a eliminarlo.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 19
1 Saúl dijo a su hijo Jonatán y a todos sus servidores que sería bueno matar a David; pero Jonatán, el hijo de Saúl, era muy amigo de David.
2 Le advirtió pues a David: «Saúl, mi padre, trata de matarte; manténte en guardia mañana temprano, ponte a resguardo y escóndete.
3 Yo saldré y me pondré al lado de mi padre en el campo donde tú estés; hablaré de ti a mi padre y veré lo que pasa. Te lo comunicaré en seguida».
4 Jonatán defendió a David ante su padre Saúl diciéndole: «No haga daño el rey a su servidor David, pues él no te ha hecho ningún daño y lo que ha hecho te ha servido mucho.
5 Arriesgó su vida para derribar al filisteo y Yavé dio allí una gran victoria a todo Israel. Cuando tú lo viste, te sentías bien contento. ¿Por qué pues pecarías manchándote con sangre inocente si mandas asesinar a David sin razón?»
6 Saúl escuchó a Jonatán y le juró: «Por la vida de Yavé que David no morirá».
7 Inmediatamente Jonatán llamó a David y le contó esa conversación; luego llevó a David donde Saúl, y se puso a su servicio como antes.
8 La guerra se reinició. David salió de campaña contra los filisteos y les infligió una gran derrota; salieron huyendo ante él.
9 Mientras Saúl estaba sentado en su casa con la lanza en la mano, se apoderó de él un mal espíritu de Yavé. David se puso a tocarle la cítara.
10 Saúl trató de clavar a David en el muro con su lanza, pero David esquivó el golpe de Saúl, y la lanza se enterró en el muro. David salió huyendo y escapó una vez más.
10 Esa misma noche,
11 Saúl mandó unos hombres para que cercaran la casa de David y lo asesinaran en la mañana. Pero Mical, la mujer de David, le dio este aviso: «Si no escapas esta misma noche, serás asesinado mañana».
12 Mical ayudó a David a bajar por la ventana; se alejó, salió huyendo y se puso a resguardo.
13 Mical acostó entonces en la cama uno de los ídolos que tenía en la casa, le puso en la cabeza una peluca de pelo de cabra y lo tapó con una manta.
14 A los hombres que Saúl había mandado para apresar a David les dijo: «Está enfermo».
15 Pero Saúl mandó de nuevo a sus hombres con el encargo de que vieran a David, diciéndoles: «Tráiganmelo en su cama, para que le dé muerte».
16 Entraron los mensajeros y encontraron al ídolo en la cama con la peluca de pelo de cabra en la cabeza.
17 Saúl dijo a Mical: «¿Por qué te has burlado de mí? Dejaste que mi enemigo se fuera, y escapó». Mical respondió a Saúl: «Es que él me dijo: Si no me dejas salir, te mato».
Saúl y los profetas
18 David se libró pues al huir y llegó a la casa de Samuel en Ramá; le contó a éste todo lo que le había hecho Saúl. Con Samuel se fue a vivir a las Celdas de los profetas.
19 Le avisaron a Saúl: «David está en las Celdas, cerca de Ramá».
20 Saúl mandó entonces unos hombres para que se apoderaran de David. Cuando se encontraron con un grupo de profetas que estaban profetizando, y Samuel los presidía, el espíritu de Dios se apoderó de los enviados de Saúl, quienes se pusieron a profetizar.
21 Se lo comunicaron a Saúl, quien mandó a otros mensajeros, los que también profetizaron. Por tercera vez Saúl mandó mensajeros y éstos también se pusieron a profetizar.
22 Salió él mismo entonces rumbo a Ramá y llegó a la gran cisterna que está en Secú. Allí preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?» Le respondieron: «Están en las Celdas, cerca de Ramá».
23 Y mientras se dirigía a las Celdas cerca de Ramá, el espíritu de Dios se apoderó de él y continuó su camino profetizando hasta que entró a las Celdas, cerca de Ramá.
24 Además se quitó sus ropas y profetizó delante de Samuel hasta que se desmayó. Permaneció desnudo en el suelo todo el día y toda la noche. De ahí proviene el dicho: «¿Así que también Saúl está entre los profetas?»

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 19
19,1

Los capítulos 19-25 nos cuentan la vida de David prófugo. Va a ser jefe de una banda de gente menos que regular y vivirá con ellos en los sectores aislados del país.

David no es un «santo», como se podría imaginar actualmente. Es el amigo de Dios, tal como uno podía serlo en la sociedad de aquellos tiempos. A pesar de sus defectos, permanece como el modelo de lo que Dios puede hacer con un hombre que se deja guiar por El.

La Biblia destaca el alma magnífica de David y su generosidad en medio de una vida de guerrillas, con todo lo que eso supone. David vive consciente de su misión, enfrenta con serenidad los peligros y demuestra ser un maestro de sus guerreros. Es un hombre de intuiciones proféticas.

Cuando Dios quiere confiar a alguien una misión trascendental, lo aparta un tiempo de su ambiente, como a Moisés; David también va al desierto.
19,18

Israel vive su fe cantando, bailando y celebrando el recuerdo de las hazañas de Yavé en el pasado. Por eso necesita de esos grupos de profetas. Aquí se mencionan por primera vez en la Biblia; son hombres que se excitan hasta provocar manifestaciones extrañas muy semejantes a crisis histéricas. En aquel tiempo, sin embargo, esas manifestaciones eran consideradas como obra del Espíritu de Yavé, que hace que el hombre salga de sí mismo.

En esos primeros tiempos, los profetas de Israel no eran muy diferentes a los «profetas» de otros pueblos vecinos y paganos (ver el comentario de 9,11).

Es bueno comparar estas actuaciones proféticas con otras que se manifestaron en la Iglesia primitiva (ver He 21) y leer lo que dice Pablo respecto a las manifestaciones del Espíritu en 1 Cor 12-14. Una manifestación del Espíritu no es nunca obra sólo del Espíritu de Dios, sino que depende mucho de las capacidades de aquellos en que actúa el Espíritu, lo mismo que la luz del sol toma el color del cristal que atraviesa. En los grupos de gente sencilla y poco instruida, el Espíritu de Dios actuaba (y actúa todavía) suscitando manifestaciones extáticas que se notan también en otras religiones nada cristianas. Pero eran cosas que a ellos los fortalecían en su fe.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 20
1 David huyó de las Celdas de Ramá. Fue a ver a Jonatán y le dijo: «¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi falta y cuál es mi pecado con tu padre para que quiera matarme?»
2 Jonatán respondió: «No, tú no morirás. Mi padre nada me oculta de lo que hace, sea importante o no. ¿Por qué pues mi padre me iría a ocultar eso? Tú te equivocas».
3 Pero David le dijo: «Tu padre conoce muy bien la amistad que tú sientes por mí y se dice: Jonatán no debe saberlo porque le parecerá muy mal. Pero, te lo juro por la vida de Yavé y por mi propia cabeza: no hay más que un paso entre la muerte y yo».
4 Entonces Jonatán dijo a David: «¿Qué puedo hacer por ti?»
5 David le respondió: «Mañana es luna nueva y yo tengo que sentarme al lado del rey para cenar; sin embargo déjame que vaya a esconderme en el campo hasta la tercera noche.
6 Si tu padre se da cuenta de mi ausencia, le dirás: David me pidió permiso para ir a Belén, su pueblo natal, pues celebran allí el sacrificio anual por la familia.
7 Si tu padre te responde: Está bien, tu servidor nada tendrá que temer; pero si se enoja, sabrás que ya decidió mi muerte.
8 Ya que tú hiciste un pacto conmigo en nombre de Yavé, te pido en base a esa amistad que si hay en mí algún pecado, mejor me mates. ¿Para qué me llevarías donde tu padre?»
9 Jonatán respondió: «De ninguna manera; si llego a saber que mi padre decidió tu muerte, yo mismo te avisaré».
10 David dijo a Jonatán: «¿Y quién me avisaría en caso que tu padre te respondiera mal?»
11 Jonatán dijo a David: «Ven, vamos al campo». Y ambos salieron al campo.
12 Jonatán dijo entonces a David: «Por Yavé Dios de Israel, que desde mañana o pasado mañana sondearé a mi padre para conocer sus intenciones. Si todo va bien para ti, te enviaré a alguien para que te lo comunique.
13 Si no lo hago, ¡que Dios me maldiga una y otra vez! Y si mi padre quiere hacerte daño, también te lo comunicaré. Haré que te vayas en paz; Yavé estará contigo como lo estuvo con mi padre.
14 Mientras estoy en vida, que tu bondad para conmigo sea como la de Yavé.
15 Y si muero, no apartes jamás tu benevolencia de mi familia cuando Yavé haya exterminado a tus enemigos de la superficie de la tierra.
16 Si el nombre de Jonatán desapareciera junto con la familia de Saúl, Yavé le pedirá cuenta de ello a la familia de David».
17 Y de nuevo Jonatán hizo un juramento a David en nombre de su amistad porque lo amaba como a sí mismo.
18 Jonatán le dijo: «Mañana es la luna nueva y se notará tu ausencia cuando vean tu lugar vacío.
19 Espera hasta el tercer día; entonces bajarás y vendrás al lugar donde te escondiste la primera vez. Te quedarás al lado del deslinde,
20 y yo dispararé tres flechas para el lado donde tú estés como si ese fuera el blanco.
21 Luego mandaré a mi sirviente, diciéndole: Anda a buscarme las flechas. Si le digo: Mira, las flechas están detrás de ti, tráemelas. Entonces podrás venir porque no tendrás de qué temer; por la vida de Yavé que no habrá ningún peligro para ti.
22 Pero si digo al sirviente: Mira, las flechas están delante de ti, entonces ponte a salvo, pues Yavé mismo te lo pide.
23 Por lo que respecta a nuestro pacto, Yavé mismo estará entre tú y yo para siempre».
24 David, pues, fue a esconderse en el campo. Cuando llegó la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para la cena.
25 Se sentó como siempre en el asiento que estaba pegado a la muralla. Jonatán estaba sentado al frente y Abner al lado de Saúl, pero el puesto de David estaba desocupado.
26 Ese día Saúl nada dijo, pues pensó: «Debe haber contraído una impureza; seguramente no está puro».
27 Al día siguiente de la luna nueva, el puesto de David seguía desocupado. Saúl dijo a su hijo Jonatán: «¿Por qué el hijo de Jesé no ha venido a la comida ni ayer ni hoy?»
28 Jonatán respondió a Saúl: «David me pidió permiso para ir a Belén.
29 Me dijo: Permíteme que vaya, porque tenemos un sacrificio en familia en mi pueblo natal y mi hermano me lo pidió; dame permiso para ausentarme y ver a mis hermanos. Por eso que no ha venido a comer con el rey».
30 Al oír esas palabras, Saúl se enojó con Jonatán y le dijo: «¡Hijo de prostituta! Ya lo sabía que tú tomaste partido por el hijo de Jesé, para vergüenza tuya y de la desnudez de tu madre.
31 Mientras el hijo de Jesé esté en este mundo no habrá paz ni para ti ni para tu reino. Manda pues a buscarlo porque merece la muerte».
32 Jonatán respondió a su padre Saúl: «¿Por qué tendrá que morir? ¿Qué ha hecho?»
33 Pero Saúl tomó su lanza amenazándolo con tirársela, y Jonatán entendió que su padre había decidido la muerte de David.
34 Jonatán estaba tan sentido que se levantó de la mesa. Ese segundo día de la luna nueva no se sirvió nada; sentía mucha pena por David, y también porque su padre lo había insultado.
35 A la mañana siguiente, Jonatán salió al campo para reunirse con David; con él iba su muchacho.
36 Jonatán le dijo: «Corre y tráeme las flechas que tire». El muchacho corría pero Jonatán tiraba las flechas mucho más allá de él,
37 y mientras el joven iba a buscar la flecha donde la había tirado Jonatán, éste le gritaba: «Oye, ¿no estará más lejos la flecha?»
38 Jonatán gritó de nuevo a su sirviente: «Rápido, apresúrate, no te detengas». El joven recogió la flecha y volvió donde su patrón.
39 El no sabía nada de todo eso, sólo Jonatán y David estaban enterados.
40 Luego Jonatán pasó sus armas a su muchacho diciéndole: «Anda y llévatelas a la ciudad».
41 Cuando se fue, David salió de su escondite, se echó de bruces en el suelo y se inclinó tres veces. En seguida se abrazaron y lloraron un largo rato el uno sobre el otro, pero había llegado el momento de la partida para David.
42 Entonces Jonatán le dijo: «Anda en paz. Nos hemos hecho un juramento el uno al otro en nombre de Yavé, Yavé estará entre tú y yo, entre mi raza y tu raza para siempre».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 20
20,12

Siguen los recuerdos de la amistad de David y Jonatán. En la continuación del libro el autor querrá demostrar que David nunca olvidó a Jonatán a pesar de los acontecimientos trágicos recordados en 2 Sam 21.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 21
David huye lejos de Saúl
1 David se levantó, se fue y Jonatán regresó a la ciudad.
2 David llegó a Nob, a la casa del sacerdote Ajimelec. Este salió temblando al encuentro de David y le preguntó: «¿Por qué estás solo? ¿Por qué no hay nadie contigo?»
3 David respondió al sacerdote Ajimelec: «El rey me dio una orden, me dijo: Nadie debe saber la misión que te he encargado ni la orden que te he dado. Por eso cité a mis hombres en este lugar.
4 Ahora, ¿qué tienes a mano? Si tuvieras unos cinco panes o alguna otra cosa, dámelos».
5 El sacerdote dijo a David: «No tengo a mano ningún pan común sino sólo pan consagrado. Con tal que tus hombres no hayan tenido relaciones con mujeres...»
6 David respondió al sacerdote: «Hasta ahora se nos prohibía la mujer cada vez que salía; mis hombres se mantenían puros en lo que se refiere al sexo, y además se trataba de expediciones profanas. Con cuanta mayor razón ahora. Todos están en estado de pureza con respecto al sexo».
7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado porque no había más pan que los panes que se retiran de delante de Yavé para reemplazarlos por pan fresco el día en que se reponen.
8 Ahora bien, uno de los sirvientes de Saúl se había detenido ese mismo día en el santuario de Yavé; se llamaba Doeg el edomita, y era el más importante de los pastores de Saúl.
9 David dijo a Ajimelec: «¿Por casualidad no tienes a mano alguna lanza o espada? El asunto del rey era tan urgente que no tuve tiempo de tomar mi espada ni mis armas».
10 El sacerdote le respondió: «Aquí está la espada del filisteo Goliat al que mataste en el valle del Terebinto; está envuelta en una manta detrás del efod. Si la quieres, tómala, no hay ninguna otra». David le respondió: «No hay ninguna otra como esa, dámela».
11 Ese día David huyó lejos de Saúl y llegó donde Aquis, rey de Gat.
12 Los servidores de Aquis le dijeron: «¡Pero, majestad, si ése es David! ¿No era a propósito de él que bailaban y cantaban: Saúl mató a mil, y David, diez mil?»
13 Esos comentarios preocuparon mucho a David y tuvo miedo de Aquis, rey de Gat.
14 Entonces les hizo creer que estaba loco, y se comportó como un insano en medio de ellos: tamborileaba las puertas y dejaba correr la baba por su barba.
15 Aquis dijo a sus servidores: «Si vieron que está loco, ¿para qué me lo trajeron?
16 ¿Es que me hacen falta locos, para que me traigan a éste y que me moleste con sus locuras? ¡Falta poco para que entre en mi casa!»

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 21
21,1

Los panes de la presencia representaban las doce tribus de Israel. Eran ofrecidos cada sábado y permanecían sobre el altar durante toda la semana, manifestando así la fidelidad del pueblo a Yavé. Estaban reservados a los sacerdotes y sólo ellos los podían comer (Lev 24,5-9).

Jesús usará ese texto como un ejemplo cuando acusen a sus discípulos de no respetar el día sábado (Mc 2,13). El hecho podía parecer insignificante en sí mismo, ¿y no tenía David, el rey legendario el derecho de hacer lo que está prohibido a las personas comunes? Pero Jesús afirma que debemos actuar con la misma libertad, porque en realidad todas estas leyes sagradas, bien sean del tiempo de Abiatar o del nuestro, han sido forjadas por hombres. Valen por cuanto mantienen un orden religioso que necesitamos, pero también necesitamos otras cosas, y a veces debemos dejarlas a un lado con todo respeto para cumplir con otros deberes.
21,11

David tiene que hacer el loco. La Biblia nota cómo ese elegido de Yavé fue humillado antes de ocupar su trono, anunciando así misteriosamente las humillaciones de Cristo. El nos amó hasta la locura cuando se humilló hasta la condición de siervo y hasta la ignominiosa y dura muerte en cruz (ver Fil 2,7-9).
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 22
1 David salió de allí y se refugió en la caverna de Adulam. Sus hermanos y su familia lo supieron y bajaron por él a ese lugar.
2 Se le juntaban todos los que tenían problemas, todos los que eran perseguidos por un acreedor o que se sentían descontentos. Se hizo su jefe, y con él había más o menos unos cuatrocientos.
3 De allí se fue David a Mispé de Moab. Dijo al rey de Moab: «Me gustaría que mi padre y mi madre se quedaran contigo hasta que sepa lo que Dios me tiene reservado».
4 Llevó pues a sus padres donde el rey de Moab y allí permanecieron hasta el día en que David abandonó ese refugio.
5 El profeta Gad dijo un día a David: «No te quedes en ese refugio, vuelve al territorio de Judá». David salió de allí y llegó al bosque de Jeret.
6 Supo Saúl que había noticias de David y de los hombres que andaban con él. Por esos días estaba Saúl sentado en Guibea bajo el tamarindo que está en la colina: tenía en la mano su lanza y todos sus servidores estaban de pie a su alrededor.
7 Saúl dijo entonces a sus servidores reunidos a su alrededor: «¡Oigan, hombres de Benjamín! ¿Creen que el hijo de Jesé les dará a todos ustedes campos y viñas, y que los hará jefes de mil y de cien?
8 ¿Por qué se han puesto todos de acuerdo en contra mía? Nadie me comunicó que mi hijo había hecho un pacto con el hijo de Jesé. Ninguno de ustedes se preocupó de mí, nadie me comunicó que mi hijo había soliviantado contra mí a mi servidor, convirtiéndolo en mi adversario, como es ahora el caso».
9 Doeg el edomita, que era uno de los jefes de los sirvientes de Saúl, pidió la palabra: «Vi al hijo de Jesé cuando llegaba a Nob a la casa de Ajimelec hijo de Ajitub.
10 Este consultó por él a Yavé, le dio provisiones y le pasó la espada de Goliat, el filisteo».
11 Entonces Saúl mandó llamar al sacerdote Ajimelec hijo de Ajitub y a toda su familia, los sacerdotes de Nob; todos fueron a la casa del rey.
12 Saúl le dijo: «Oyeme bien, hijo de Ajitub». Este respondió: «Aquí me tienes, señor».
13 Saúl le dijo: «¿Por qué has conspirado contra mí tú y el hijo de Jesé? ¿Así que le diste pan y una espada, consultaste a Dios por él, para que se sublevara contra mí y se convirtiera en mi adversario como se ve ahora?»
14 Ajimelec respondió al rey: «¿Quién es más fiel que David entre todos los servidores del rey? El es yerno del rey, está adscrito a su guardia personal y recibe honores en su casa.
15 Ciertamente no es la primera vez que consulto a Dios por él. El rey nada tiene que reprocharme, ni menos a toda la familia de mi padre, pues tu servidor nada sabía de eso, absolutamente nada».
16 Pero el rey le dijo: «Ajimelec vas a morir, y contigo toda la familia de tu padre».
17 Luego el rey dijo a los soldados que estaban a su alrededor: «Adelante, den muerte a los sacerdotes de Yavé porque ellos también apoyan a David. Sabían que estaba huyendo de mí y no me lo dijeron». Pero los servidores del rey no quisieron herir a los sacerdotes de Yavé.
18 Entonces el rey dijo a Doeg: «Ven tú y mata a los sacerdotes». Y Doeg el edomita dio unos pasos adelante e hirió de muerte a los sacerdotes. Ese día dio muerte a ochenta y cinco hombres que llevaban vestimentas sacerdotales.
19 Nob, la ciudad de los sacerdotes, fue pasada a cuchillo, incluyendo hombres y mujeres, niños y bebés, todo fue pasado a cuchillo hasta los bueyes, burros y corderos.
20 Sólo se salvó un hijo de Ajimelec hijo de Ajitub, que se llamaba Ebiatar. Corrió a juntarse con David.
21 Ebiatar contó a David cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Yavé,
22 y David le dijo: «Doeg el edomita estaba allí ese día y yo sabía que le avisaría a Saúl. Por causa mía dio muerte a toda tu familia.
23 Quédate conmigo y no temas, el que atente contra tu vida atentará contra la mía; a mi lado estarás seguro».

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 22
22,1

Este capítulo no disimula que vinieron a David los que se encontraban en apuros, con deudas o amargados (22,2). Las guerras que permitieron al pueblo de Dios vivir y progresar no fueron el hecho de puros santos. En esto se parecen a las luchas que se llevan en cualquier lugar del mundo en pro de las causas más justas. Felices cuando sus líderes tienen, como David, un sentido muy elevado de su misión y se sienten realmente solidarios de su pueblo.

Aquí se habla de consultas a Yavé con el efod, una cajita que contenía las suertes. Era una práctica antigua, reservada al sumo sacerdote (Núm 27,21), y que desapareció después. Esta práctica que podía llevar a verdaderos crímenes (2 Sam 21,1) era un medio para el trato familiar de David con Yavé. Lo mismo ahora, algunos piden signos, o bien esperan una respuesta de Dios al abrir su Biblia al azar. Dios no se comprometió a dar signos y respuestas, pero puede darlas a sus amigos en ciertas ocasiones.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 23
Cómo David consultaba a Dios
1 Le llevaron esta noticia a David: «Los filisteos llegaron para atacar a Queila y se apoderaron de las eras».
2 Entonces David consultó a Yavé, preguntándole: «¿Debo marchar contra los filisteos?» Yavé respondió a David: «Anda, derrotarás a los filisteos y librarás a Queila».
3 Pero los hombres de David le dijeron: «¿No tenemos ya bastante que temer aquí en Judá para que vayamos ahora a buscar a los filisteos en Queila?»
4 David consultó de nuevo a Yavé y éste le respondió: «Levántate, baja a Queila porque yo he entregado a los filisteos a tus manos».
5 Partió pues David para Queila con sus hombres y se trabó en combate con los filisteos. Les quitó sus rebaños y les infligió una gran derrota; así fue como David libró a los habitantes de Queila.
6 (Cuando Ebiatar hijo de Ajimelec había huido donde David a Queila, había bajado con el efod).
7 Cuando avisaron a Saúl que David había entrado en Queila, Saúl dijo: «Dios lo ha puesto en mis manos, pues al entrar en una ciudad con puertas y candados se ha encerrado solo».
8 Saúl convocó a todo el pueblo para la guerra y bajaron a Queila para sitiar a David y a sus hombres.
9 Cuando David supo que Saúl tramaba algo en su contra, dijo al sacerdote Ebiatar: «Trae el efod».
10 David hizo esta consulta: «Yavé, Dios de Israel, tu servidor ha sabido que Saúl trata de apoderarse de Queila y destruir la ciudad por mi culpa. ¿Bajará realmente Saúl tal como tu servidor lo oyó decir?
11 Yavé, Dios de Israel, comunícamelo, por favor». Yavé respondió: «Vendrá».
12 David dijo: «¿Los habitantes de Queila me entregarán a Saúl junto con mis hombres?» Yavé respondió: «Los entregarán». 13 Entonces David se levantó junto con sus hombres, que eran más o menos unos seiscientos, salieron de Queila y anduvieron errantes.
13 Cuando avisaron a Saúl que David había huido de Queila, desistió de su expedición.
14 David permaneció en los refugios del desierto, en la montaña y en el desierto de Zif. Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo puso en sus manos.
15 Estando David en Jorsa, en el desierto de Zif, supo que Saúl había organizado una expedición para matarlo.
16 Fue entonces cuando Jonatán, hijo de Saúl, fue a Jorsa a visitar a David, para darle ánimo de parte de Dios.
17 Le dijo: «No temas, mi padre no te hallará. Tú reinarás en Israel y yo seré tu segundo, mi padre Saúl lo sabe muy bien».
18 Ambos concluyeron un pacto ante Yavé. David se quedó en Jorsa, mientras que Jonatán regresó a su casa.
19 La gente de Zif fue a Guibea a ver a Saúl para decirle: «¿Sabes que David está escondido en medio de nosotros en los refugios de Jorsa, en la colina de Jaquila que se sitúa al sur de la estepa?
20 Vaya cuando quiera nuestro señor y nosotros entregaremos a David en las manos del rey».
21 Saúl les dijo: «Que Yavé los bendiga por haber tenido piedad de mí.
22 Regresen ahora e infórmenme exactamente del lugar donde se esconde, porque me han dicho que es muy astuto.
23 Observen e infórmense de todos los escondites donde pudiere hallarse, y vuelvan a verme. Entonces yo me iré con ustedes. Si está en esa región lo buscaré en todos los clanes de Judá».
23 Regresaron pues a Zif precediendo a Saúl.
24 David y sus hombres se encontraban en el desierto de Maón, en el valle que está al sur de la Estepa.
25 Saúl y sus hombres fueron a buscarlo, pero David lo supo y bajó a la Roca. Se quedó en el desierto de Maón. Lo supo Saúl y persiguió a David por el desierto de Maón.
26 Saúl iba por un lado del cerro, y David con sus hombres, por el otro. David y sus hombres caminaban rápido para escapar de Saúl, mientras que éste y sus hombres trataban de cercar a David y a sus compañeros para apresarlos.
27 Llegó entonces un mensajero donde estaba Saúl diciéndole: «Ven inmediatamente pues los filisteos acaban de invadir nuestro país».
28 En vista de eso Saúl dejó de perseguir a David y se fue a combatir a los filisteos; por eso ese lugar se llamó la Roca de las Separaciones.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 24
David respeta la vida de Saúl
1 Entonces David subió a los refugios de Engadi y se instaló allí.
2 Cuando regresó Saúl de su expedición contra los filisteos, le dijeron: «David está en el desierto de Engadi».
3 Saúl eligió entonces de entre todo el pueblo de Israel a tres mil hombres y salió con ellos en busca de David al este del Cerro de las Gamuzas.
4 Llegó a unos corrales para ovejas que están a la orilla del camino; había allí una caverna donde entró Saúl para hacer sus necesidades. Ahora bien, David y sus hombres estaban sentados en el fondo de la caverna.
5 Los compañeros de David le dijeron: «Ahora Yavé te entrega en tus manos a tu enemigo. Puedes hacerle ahora todo lo que quieras».
7 Les dijo: «¡Oh no! ¡Por la vida de Yavé que no pondré mi mano sobre él. ¡No puedo hacerle a mi señor tal cosa porque es el ungido de Yavé!
8 Y mediante esas palabras David impidió que sus hombres se lanzaran contra Saúl. David se paró y fue a cortar suavemente un trozo del manto de Saúl,Saúl se levantó, salió de la caverna y siguió su camino.
6 pero después de eso le saltaba el corazón por haber cortado un trozo del manto de Saúl.
9 David también se levantó, salió de la caverna y se puso a gritar detrás de Saúl: «¡Señor rey!» Saúl se dio vuelta y David se postró con la cara contra el suelo.
10 Entonces David dijo a Saúl: «¿Por qué les haces caso a los que te dicen que trato de matarte?
11 Míralo tú mismo, hoy Yavé te puso en mis manos en esa caverna, y me dijeron que te matara, pero tuve piedad de ti. Me dije: No pondré mi mano sobre mi señor, porque es el ungido de Yavé.
12 Mira, padre mío, mira el trozo de tu manto que tengo en la mano. Cuando corté ese pedazo del manto, podría haberte matado. Reconoce entonces que no hay en mí ni malicia ni maldad; yo no te he hecho daño, tú en cambio me buscas para matarme.
13 Que Yavé juzgue entre tú y yo. Que Yavé me vengue de ti, pero mi mano no se alzará contra ti.
14 Como bien dice el proverbio de los antiguos: La maldad sale de los malvados. Por eso mi mano no se levantará contra ti.
15 ¿Tras quién salió el rey de Is rael? ¿A quién persigue? ¿A un perro muerto, a una pulga?
16 Que Yavé juzgue entre tú y yo. Que él examine y asuma mi defensa, que me haga justicia y me libre de tu mano».
17 Cuando David hubo terminado de pronunciar esas palabras, Saúl dijo: «¿Es realmente tu voz, hijo mío David?» Y Saúl estalló en sollozos.
18 Dijo a David: «Eres más bueno que yo, porque tú me haces el bien y yo te había hecho el mal.
19 Hoy demostraste tu bondad para conmigo, porque Yavé me puso en tus manos pero tú no me mataste.
20 Cuando un hombre encuentra a su enemigo, ¿lo deja proseguir su camino? Yavé te recompensará el bien que me has hecho hoy.
21 Ya lo sé desde ahora: tú reinarás y tu realeza en Israel será inamovible.
22 Júrame pues por Yavé que no suprimirás mi descendencia después de mi muerte ni que harás desaparecer mi nombre de la familia de mi padre».
23 David entonces le juró a Saúl. Y Saúl se volvió a su casa mientras que David y sus compañeros subían a su refugio.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 24
24,1

El respeto de David al ungido de Yavé (pues Saúl había sido ungido por Samuel), es una expresión de su fe. Pues el conductor de un pueblo comparte con Dios obligaciones y poderes que superan las capacidades y derechos del ser humano. El deber que a nosotros nos corresponde de criticar o de reemplazar a los dirigentes malos o incapaces nunca nos impedirá respetar su persona y la tremenda responsabilidad que Dios dejó en sus manos.

Que Yavé me vengue de ti (13). No es la queja rencorosa del que no se atrevió a defenderse, sino la certeza del que, luchando por lo que le parece ser justo, reconoce que sólo Dios es dueño de la historia. Y, en determinados casos, prefiere abstenerse como una manera de demostrar a Dios su total confianza.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 25
David y Abigail
1 Por esos días murió Samuel. Se reunió todo Israel e hizo una lamentación por él; lo enterraron en su casa en Ramá. David bajó entonces al desierto de Maón.
2 Había en Maón un hombre cuya finca estaba en Carmel. Era un hombre muy importante, tenía tres mil ovejas y mil cabras; por ese entonces estaba en Carmel para la esquila de sus ovejas.
3 Ese hombre se llamaba Nabal y su mujer, Abigaíl. La mujer tenía mucho criterio y era hermosa, pero el hombre era duro y malo: pertenecía al clan de Caleb.
4 Mientras estaba en el desierto, supo David que Nabal estaba esquilando sus ovejas.
5 Mandó entonces David a diez de sus hombres con este encargo: «Suban a Carmel, entren en la casa de Nabal y salúdenlo de mi parte.
6 Le hablarán así: «¡Hermano, que tengas salud y haya paz en tu casa y paz en todo lo que te pertenece!
7 Sé que los esquiladores están ahora en tu casa. Debes saber que cuando tus pastores estaban con nosotros, no les creamos ningún problema, nada de lo que les pertenecía desapareció mientras estuvieron en Carmel.
8 Pregunta a tus sirvientes y te lo dirán. Ten pues hoy un gesto de amistad con mis muchachos ya que llegamos en un día de fiesta. Por favor, dales a tus servidores y a tu hijo David lo que te dicte tu corazón».
9 Los muchachos de David fueron donde Nabal a transmitirle el mensaje de David, y luego se pusieron a descansar.
10 Nabal dio esta respuesta a los hombres de David: «¿Quién es ese David? ¿Quién es el hijo de Jesé? ¡Hay ahora muchos esclavos escapados de la casa de su dueño!»
11 ¿¡Y voy a tomar mi pan, mi vino, la carne de los animales que he degollado para los esquiladores y dar todo eso a esa gente que viene de no se sabe dónde!?»
12 Los muchachos de David volvieron por el mismo camino y transmitieron a David todas esas palabras.
13 David les dijo: «Tome cada uno su espada». Cada cual tomó su espada y David tomó la suya. Los que subieron tras David eran cuatrocientos, y los que se quedaron custodiando el equipaje, doscientos.
14 Uno de sus mozos le comunicó a Abigaíl, la mujer de Nabal, lo que había pasado, diciéndole: «David envió desde el desierto unos mensajeros para que saludaran a nuestro patrón, pero éste los mandó de vuelta.
15 Sin embargo esos hombres siempre fueron correctos con nosotros, nunca nos trataron mal mientras estuvimos en el campo, ni tampoco perdimos nada mientras estuvimos con ellos.
16 Han sido para nosotros como una protección tanto de día como de noche, por todo el tiempo que hemos tenido nuestros rebaños en medio de ellos.
17 Ahora piensa y ve qué es lo que se debe hacer porque la suerte de nuestro patrón y de toda su casa ya está echada y él es tan malo que no se le puede hablar».
18 Abigaíl juntó rápidamente doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas ya preparadas, cinco bolsas de trigo tostado, cien racimos de uva seca y dos tortas de higo, y lo puso todo en unos burros.
19 En seguida dijo a sus mozos: «Vayan delante mío, que yo los seguiré». Pero nada le dijo a su marido Nabal.
20 Montada en su burro bajó por un lado del cerro mientras David y sus hombres bajaban por el otro.
21 David se decía: «Protegí todo lo que ese hombre tenía en el desierto y cuidé de que nada de lo que le pertenecía desapareciera, pero fue por nada, ya que ahora me devuelve mal por bien.
22 Maldiga Dios a David si de aquí a mañana dejo con vida a uno solo de sus hombres».
23 Al divisar a David, Abigaíl bajó del burro e inclinándose se puso con la cara hasta el suelo delante de David.
24 Agachada a sus pies le dijo: «Señor, perdona mi audacia, caiga sobre mí la culpa. Permite a tu sierva decir una palabra; escucha las palabras de tu sierva.
25 No tome en cuenta, señor, a ese bruto de Nabal, pues su nombre quiere decir El Loco, y se ha dejado llevar por su locura. Yo, tu sierva, no pude ver a los muchachos que mandó mi señor.
26 ¡Por la vida de Yavé y por tu propia vida, es Yavé que te ha impedido de derramar sangre y hacerte justicia por tu propia mano. Que tus enemigos y que todos los que buscan tu mal, señor, conozcan la suerte de Nabal.
27 Que los jóvenes que acompañan a mi señor tomen los regalos que su sierva le trae ahora.
28 Perdona, por favor, la falta de tu sierva. En verdad Yavé hará inconmovible la casa de mi señor porque tú eres el combatiente de las guerras de Yavé y nunca se te ha sorprendido en una falta durante toda tu vida.
29 Si un hombre quisiera perseguirte y quitarte la vida, el alma de mi señor estará segura al lado de Yavé. Yavé te protegerá, y en cambio lanzará lejos de sí, como una honda, el alma de tus enemigos.
30 De ese modo, cuando Yavé haya cumplido contigo todas las promesas que te hizo, cuando te haya establecido como jefe de Israel,
31 tú no podrás sentir remordimiento de haber derramado sangre sin motivo y de haberte hecho justicia por ti mismo. ¡Cuando Yavé colme a mi señor, acuérdese de su sierva!»
32 David respondió a Abigaíl: «¡Bendito sea Yavé, Dios de Israel, que te mandó hoy a encontrarme!
33 Bendita seas por tu prudencia, bendita porque me has impedido hoy que me manche con sangre y que haga justicia por mí mismo.
34 Porque, te lo juro por la vida de Yavé, el Dios de Israel, que me impidió hacer el mal, si tú no hubieras venido tan rápido a verme, aun antes de que se levantara el sol no le habría quedado a Nabal un solo hombre con vida».
35 David recibió en sus manos todo lo que ella le había traído, y luego le dijo: «Vuelve en paz a tu casa, ya te escuché y cuenta conmigo».
36 Cuando regresó Abigaíl, Nabal estaba sentado a la mesa en su casa para un banquete real. Nabal estaba muy alegre, completamente borracho, pero ella no le contó nada hasta la mañana siguiente.
37 Al día siguiente cuando se le hubo pasado la borrachera, su mujer le contó lo que le había pasado. Le dio un ataque y quedó como piedra.
38 Más o menos diez días después, Yavé hirió a Nabal, quien murió.
39 Cuando David supo que Nabal había muerto, dijo: «¡Bendito sea Yavé que hizo pagar a Nabal quien me había insultado y me ahorró a mí una mala acción! Yavé hizo que recayera sobre la cabeza de Nabal su propia maldad». David entonces mandó a decir a Abigaíl que la tomaría por mujer.
40 Los servidores de David llegaron pues a Carmel a la casa de Abigaíl, y le dijeron esto: «David nos ha mandado donde ti; quiere que seas su mujer».
41 Ella se levantó, se postró en tierra y dijo: «Tu sirvienta será para ti como una esclava, para lavar los pies de los sirvientes de mi señor».
42 Abigaíl se decidió inmediatamente y subió a su burro acompañada de cinco sirvientas jóvenes. Salió tras los enviados de David y pasó a ser su mujer.
43 David había tomado también por mujer a Aji noam de Jezrael, y ambas fueron sus esposas.
44 En cuanto a su otra esposa, Micol, hija de Saúl, había sido dada a Paltí, hijo de Lais, del pueblo de Galim.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 25
25,1

El hecho que leemos opone dos hombres y dos mentalidades: el propietario con sus derechos no sale ganando frente al aventurero; ello quiere decir que la riqueza ha de compartirse. Se destaca el papel de la mujer, cuya sabiduría sabe alejar una desgracia provocada por los hombres.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 26
1 La gente de Zif fue a Guibea a ver a Saúl: «¿No sabes, le dijeron, que David está escondido en la colina de Jaquila, al este de la Estepa?»
2 Saúl bajó inmediatamente al desierto de Zif con tres mil hombres selectos de Israel; fue en busca de David al desierto de Zif.
3 Mientras Saúl acampaba en la colina de Jaquila, que está a orillas del camino al este de la Estepa, avisaron a David, que vivía en el desierto, que Saúl venía a buscarlo en su desierto.
4 Mandó espías y supo que Saúl había llegado.
5 Entonces David fue al mismo lugar donde acampaba Saúl. David observó el sitio donde estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, el jefe del ejército. Saúl estaba acostado al centro y la gente de su tropa en derredor de él.
6 David preguntó a Ajimelec el hitita y a Abisaí hijo de Seruya, hermano de Joab: «¿Quién quiere venir conmigo hasta el campamento donde está Saúl?» Abisaí respondió: «Yo iré contigo».
7 David y Abisaí llegaron pues de noche hasta el campamento. Saúl dormía en el centro del campamento y su lanza estaba clavada de pie a su lado, y todos sus hombres dormían a su derredor.
8 Abisaí dijo entonces a David: «Hoy puso Dios a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con su lanza, no tendré necesidad de hacerlo por segunda vez».
9 Pero David respondió a Abisaí: «¡No lo hieras! ¿Quién podría poner su mano en el ungido de Yavé y quedar sin castigo?»
10 David le dijo además: «Por Dios, Yavé mismo lo castigará; o bien morirá porque ese será el día, o bien morirá en el combate.
11 Pero no pongas la mano encima del ungido de Yavé. Tan sólo toma la lanza que está a su lado y la cantimplora de agua, y vámonos».
12 David tomó la lanza y la cantimplora que estaban al lado de Saúl y se fueron. Nadie lo vio, nadie lo supo, nadie se movió; todos dormían porque Yavé les había enviado un sueño muy pesado.
13 David pasó al otro lado y se puso bien distante en la cima del cerro; los separaba un gran espacio.
14 David llamó entonces a los hombres de la tropa y a Abner, hijo de Ner: «¿Abner, no respondes?» Abner respondió: «¿Quién me llama?»
15 David dijo a Abner: «¿No eres tú un valiente? ¿Y quién como tú en Israel? ¿Por qué entonces proteges tan mal al rey, tu señor? Cualquiera puede entrar y asesinar al rey, tu señor.
16 Has actuado muy mal; ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su jefe, al que Yavé consagró. Mira dónde están la lanza y la cantimplora de agua que estaban al lado del rey».
17 Saúl reconoció la voz de David y dijo: «¿Es esa tu voz, hijo mío David?» David respondió: «¡Sí, yo soy, mi señor rey!»
18 Y añadió: «¿Por qué mi señor se lanza a perseguir a su servidor? ¿Qué he hecho? ¿Qué crimen cometí?
19 Por favor, señor, oiga bien las palabras de su servidor. Si fue Yavé quien te incitó contra mí, le presentaré una ofrenda para apaciguarlo. Pero si son los hombres, que Yavé los maldiga, porque ahora me han echado de la heredad de Yavé, tal como si dijeran: ¡Anda y sirve a otros dioses!
20 Y el rey de Israel organiza expediciones para cazar a un hombre como si se tratara de perseguir a una perdiz por los cerros. ¡Que no caiga mi sangre en una tierra extraña, lejos de Yavé!»
21 Saúl le respondió: «¡Pequé! Vuelve, hijo mío David, ya no te haré mal. ¡Tú me respetaste hoy la vida, y yo me he comportado como un necio, he cometido un gran pecado!»
22 David le dijo: Aquí está tu lanza, señor, que venga uno de tus muchachos a buscarla.
23 Yavé recompensará a cada cual según su justicia y su fidelidad. Hoy Yavé te había puesto en mis manos y yo no quise poner mi mano encima del que Yavé consagró.
24 Así como hoy he tenido un gran respeto por tu vida, así también Yavé tendrá un gran respeto por la mía y me librará de todo peligro».
25 Saúl dijo a David: «Bendito seas, hijo mío. Ciertamente te irá bien en todo lo que hagas».
25 Después de eso, David siguió su camino y Saúl se regresó a su casa.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 26
26,1

Esta es otra manera de contar lo que ya leímos en el capítulo 24.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 27
David se va a vivir entre los filisteos
1 Sin embargo, David pensó: «Un día de estos Saúl me va a matar. Es mejor que me refugie entre los filisteos. Así dejará Saúl de buscarme en todo el territorio de Israel y yo me escaparé de sus manos».
2 Pasó entonces David con seiscientos hombres a donde el rey de Gat, Aquis, hijo de Maoc.
3 David se instaló con sus hombres cerca de Aquis, en Gat. Cada cual había traído a su familia; David a sus dos mujeres: Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmel.
4 Le informaron a Saúl que David había huido a Gat, y Saúl dejó de perseguirlo.
5 David dijo a Aquis: «Si realmente cuento con tu amistad, dame un sitio en uno de los pueblos de los alrededores y me instalaré allí. No hay ningún motivo para que viva a tu lado aquí en la capital».
6 Aquis le dio ese día Siclag y desde entonces Siclag pertenece a los reyes de Judá.
7 David permaneció en territorio filisteo un año y cuatro meses.
8 David y sus hombres hicieron incursiones contra los guesuritas, los guergueseos y los amalecitas: esas tribus ocupan la región que se extiende desde Telam en dirección a Sur y al Egipto.
9 David devastó el territorio; no dejaba a nadie con vida, ni hombre ni mujer; les quitaba las ovejas, los bueyes, los burros, los camellos y todas sus prendas de vestir; luego regresaba donde Aquis.
10 Aquis le decía: «¿A dónde fueron hoy?» Y David respondía: «Al Negueb de Judá, o al Negueb de Yerajmeel o al Negueb de los quenitas».
11 David no dejaba hombre ni mujer con vida, para no tener que llevarlos a Gat, pues decía: «No sea que hablen contra nosotros y nos denuncien a los filisteos.»
11 Así actuó David mientras vivió entre los filisteos.
12 Pero Aquis tenía confianza en David y se decía: «Como los israelitas, la gente de su pueblo ya no pueden aguantarlo más y se quedará para siempre a mi servicio».
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 28
1 Por esos días, los filisteos concentraron todas sus tropas en un solo ejército para atacar a Israel. Aquis dijo a David: «Quiero comunicarte que vendrás conmigo a la guerra junto con tus hombres».
2 David le respondió: «Así sabrás tú también de lo que es capaz tu servidor». Aquis dijo además a David: «Desde ahora te hago el guardián de mi persona».
Saúl, abandonado, consulta a los muertos
3 Samuel había muerto, todo Israel lo había llorado y lo habían enterrado en su ciudad, Ramá.
4 Los filisteos se reunieron en Sunem e instalaron allí su campamento. Saúl movilizó también a todo Israel, e instaló su campamento en Guelboé.
5 Cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, tuvo miedo y su corazón se estremeció.
6 Saúl consultó a Yavé, pero Yavé no respondió, ni por los sueños, ni por el urim ni por los profetas.
7 Saúl dijo entonces a sus servidores: «Búsquenme a una mujer que invoque a los muertos e iré a consultarla». (
7 Sus servidores le dijeron: «En En-Dor hay una mujer que invoca a los muertos».
8 Saúl se disfrazó, se puso otras ropas y salió acompañado de dos hombres. Llegaron de noche a la casa de esa mujer y Saúl le dijo: «Anúnciame el futuro invocando a los espíritus: haz que suba de la morada de los muertos al que yo te diga».
9 La mujer le respondió: «Debes saber que Saúl hizo desaparecer del país a todos los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ¿me estás tendiendo una trampa?»
10 Saúl le juró por Yavé: «Por Yavé que vive, nada te pasará por eso».
11 La mujer le dijo: «¿A quién debo hacer salir de la morada de los muertos?» Respondió: «Haz que suba Samuel».
12 Cuando la mujer vio a Samuel lanzó un grito. Dijo a Saúl: «¿Por qué me engañaste? ¡Tú eres Saúl!»
13 El rey le dijo: «No temas. ¿Qué viste?» La mujer dijo: «Veo a un ser superior que sube desde lo profundo de la tierra».
14 Saúl preguntó: «¿Cómo es?» Ella respondió: «El que sube es un anciano, envuelto en su manto».
14 Saúl comprendió que se trataba de Samuel, se arrodilló, la cara contra el suelo y se inclinó.
15 Samuel dijo entonces a Saúl: «¿Por qué me has molestado y me haces subir desde la morada de los muertos?» Saúl le respondió: «Me siento muy angustiado, los filisteos me hacen la guerra, Dios se ha apartado de mí y ya no me responde ni por medio de los profetas ni por los sueños. Te he llamado para que me digas lo que debo hacer».
16 Samuel le dijo: «¿Por qué me consultas? ¿Porque Yavé se retiró de ti y está ahora con tu prójimo?
17 Yavé ya realizó lo que me había encargado de anunciarte: te quitó la realeza de tu mano y se la dio a tu servidor David.
18 Acuérdate que no has obedecido la voz de Yavé cuando te ordenó que fueras el instrumento de su venganza contra los amalecitas. Por eso Yavé te trata hoy de esta manera.
19 Yavé te va a entregar a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana, tú y tus hijos estarán aquí conmigo, y Yavé dejará que caiga el campamento de Israel en manos de los filisteos.
20 Saúl se estremeció y cayó de bruces en tierra; además le faltaban fuerzas porque no había comido nada durante ese día ni esa noche.
21 Al verlo tan abatido, la mujer se acercó a Saúl y le dijo: «Tu sierva te obedeció, arriesgué mi vida por hacer lo que me pedías.
22 Escúchame ahora, acepta este trozo de pan que te ofrezco; cómelo y recupera tus fuerzas para que prosigas tu camino».
23 Pero él se negaba y decía: «No comeré». Los servidores y la mujer insistieron tanto que terminó por hacerles caso: se levantó y se sentó en el diván.
24 La mujer tenía un ternero gordo; fue inmediatamente a matarlo. Tomó harina, la amasó e hizo panes sin levadura,
25 luego les sirvió esa comida a Saúl y a su gente. Comieron, después se levantaron y se fueron esa misma noche.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 28
28,3

En ningún lugar Saúl nos parece más cercano a nosotros y tan profundamente humano. Mientras David, confiado en Yavé y querido de todos, juega con los peligros, y juega un juego político muy dudoso, Saúl lleva solo el peso de su angustia. Ya no está Samuel, el adversario con el cual podía, por lo menos, discutir y pelear; y Dios no habla para Saúl. El hombre se queda solo frente a un mundo hostil y torturado por sus propias dudas y angustias.

Saúl quiso arrancar a Dios una respuesta favorable. Viene una respuesta de muerte y Saúl se retira apaciguado, pues lo que le pesaba no era tanto el miedo a la muerte cuanto la soledad, que fue su parte mientras ejerció el poder. El que «sobresalía de los hombros arriba sobre todos los demás» ha vuelto a ser un hombre como los demás, y recibe la ayuda de una mujer pobre, pecadora ante la ley de Dios, pero llena de comprensión.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 29
1 Los filisteos concentraron todas sus fuerzas en Afec; los israelitas, por su parte, acampaban al lado de la fuente que está en la llanura de Yizreel.
2 Los jefes de los filisteos desfilaban con sus compañías de cien y de mil; David y sus hombres iban a la retaguardia con Aquis.
3 Los jefes de los filisteos preguntaron a Aquis: «¿Quiénes son esos hebreos?» Aquis les respondió: «Pero si es David, el servidor de Saúl rey de Israel. Hace ya mucho tiempo, tal vez dos años, que está conmigo y nunca he tenido que quejarme de él desde que se pasó a mi lado».
4 Pero los jefes de los filisteos se enojaron con Aquis y le dijeron: «¡Despide a ese hombre y que vuelva al lugar de donde vino! Que no venga con nosotros a la batalla pues bien podría volverse en contra nuestra. ¿De qué otra manera podría comprar el perdón de su amo sino con las cabezas de nuestros hombres?
5 ¿No era con respecto a ese David que bailaban y cantaban: Saúl mató mil, pero David, diez mil?»
6 En vista de eso, Aquis llamó a David y le dijo: «Tan cierto como que Yavé vive que tú eres un hombre honrado. Por lo que a mí respecta, me siento feliz de que estés conmigo, porque no has merecido ninguna crítica desde que llegaste hasta ahora, pero eres muy mal visto por los jefes.
7 Regrésate, pues, ándate en paz y no nos indispongamos con los jefes de los filisteos».
8 David dijo a Aquis: «¿Qué he hecho? ¿Qué tienes que criticarle a tu servidor desde que llegué hasta ahora para que no me permitas que combata a los enemigos del rey mi señor?»
9 Aquis respondió a David: «Lo sé, tú nos das tanta seguridad como un ángel de Dios, pero los jefes de los filisteos han decidido que tú no entres al combate con nosotros.
10 Levántate pues muy temprano, tú y los que vinieron contigo, y regresen al lugar que les asigné. No lo tomes a mal, pues sabes que te estimo. Mañana temprano se levantarán rápidamente, y apenas aclare el día, se irán».
11 David y sus hombres se levantaron pues muy de mañana y partieron temprano al país de los filisteos; los filis teos, en cambio, subieron hasta Yizreel.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 30
Campaña contra los Amalecitas
1 David llegó a Siclag con sus hombres dos días después. Ahora bien, los amalecitas habían hecho una incursión por el Negueb hasta Siclag, se habían apoderado del pueblo y lo habían incendiado.
2 También habían capturado a las mujeres y a todos los que se encontraban allí, pequeños y grandes, pero sin matar a nadie; y se habían vuelto por donde habían venido llevándose a todo el mundo.
3 Cuando David y sus compañeros llegaron al pueblo, lo encontraron incendiado, y vieron que sus mujeres, hijos e hijas habían sido llevados cautivos.
4 David y el pueblo que lo acompañaba se pusieron a gritar y a llorar hasta que quedaron sin aliento para llorar.
5 Las dos mujeres de David, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmel, también habían sido llevadas cautivas.
6 David se vio en un gran apuro porque su gente hablaba de apedrearlo, pues tan grande era la desesperación de cada uno por sus hijos e hijas. Pero David recuperó su confianza en Yavé su Dios.
7 Dijo al sacerdote Ebiatar, hijo de Ajimelec: «Tráeme el efod». Ebiatar trajo el efod a David.
8 David consultó a Yavé: «Tengo que perseguir a esa banda? ¿La alcanzaré?» La respuesta fue: «Persíguelos, los alcanzarás y librarás a los cautivos».
9 David salió y caminaron con él seiscientos compañeros hasta el torrente de Besor,
10 pero sólo cuatrocientos prosiguieron la persecución con David, porque los otros doscientos estaban muy cansados para cruzar el torrente de Besor, y allí se detuvieron.
11 Hallaron en descampado a un egipcio y lo llevaron donde David. Le dieron pan y agua, comió y bebió.
12 Además le dieron un trozo de torta de higos y dos racimos de pasas; después que comió recuperó sus sentidos, porque no había comido ni bebido hacía tres días y tres noches.
13 David le dijo: «¿A quién perteneces y de dónde vienes?» Dijo: «Soy un joven egipcio esclavo de un amalecita; mi amo me abandonó hace tres días porque estaba enfermo.
14 Nosotros habíamos hecho una incursión por el Negueb de los quereteos, por el Negueb de Judá y por el Negueb de Caleb; además incendiamos Siclag.
15 David le dijo: «¿Puedes llevarnos donde esos salteadores?» Respondió: «Si me juras por tu Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo, te llevaré donde esos salteadores».
16 Los llevó allá. Los salteadores estaban dispersos, comiendo, tomando, celebrando una fiesta con todo el botín que habían juntado en territorio filisteo y de Judá.
17 David los masacró desde el alba hasta el atardecer y acabó con ellos. No escapó ninguno, salvo cuatrocientos jóvenes que huyeron en sus camellos.
18 David recuperó todo lo que le habían quitado los amalecitas, y recuperó también a sus dos mujeres.
19 No quedó nadie de los amalecitas, ni chico ni grande, ni joven ni muchacha; tampoco les quedó algo de todo el botín que habían juntado; David se lo llevó todo.
20 David tomó el ganado menor y mayor y su gente lo arriaba delante de él, diciendo: «¡Este es el botín de David!»
21 Cuando David llegó cerca de los doscientos hombres que se habían detenido, demasiado cansados, ante el torrente de Besor, éstos salieron al encuentro de David y de la tropa que lo acompañaba. David se dirigió donde ellos y los saludó,
22 pero los más malos y mañosos de sus acompañantes tomaron la palabra: «Ya que esos hombres no vinieron con nosotros, no les daremos ninguna cosa del botín que hemos ganado. Sólo les devolveremos a sus mujeres e hijos y dejaremos que se vayan».
23 Pero David les dijo: «No, hermanos, no hagan tal cosa después de lo que Yavé ha hecho por nosotros. Vean cómo nos protegió entregando en nuestras manos a esa banda de salteadores que habían venido a atacarnos.
24 ¿Quién podría estar de acuerdo con ustedes? El combatiente y el que custodia el equipaje tendrán partes iguales».
25 Desde ese día, esta ha sido la regla y ha pasado a ser una costumbre en Israel.
26 Cuando regresó a Siclag, David envió una parte del botín a los ancianos de Judá, diciéndoles: «Ahí tienen un regalo del botín que arrebatamos a los enemigos de Yavé».
27 Lo envió a Betul, a Ramá del Neguev, a Yatir,
28 a Aroer, a Sifmot, a Estemoa,
29 a Carmel, a las ciudades de Yerajmeel, a las ciudades de los quenitas,
30 a Jorma, a Bor-Asán, a Eter,
31 a Hebrón, y a todos los lugares que había frecuentado David con sus compañeros; cada uno recibió su parte.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 30
30,1

David parece aniquilado, pero lo levanta su total confianza en Dios (6).

El combatiente y el que custodia el equipaje tendrán partes iguales (24). David propugna la solidaridad entre los combatientes: todos compartirán el botín, en vez de pagar a cada uno según el resultado de sus esfuerzos. No acepta la división que se hace a veces entre nosotros, entre los que sirven y «los que no sirven». Este concepto de solidaridad social es el mismo que anima toda la legislación del Deuteronomio.
Primer Libro de Samuel (1Sam) Capítulo 31
La muerte de Saúl
1 Los filisteos atacaron a Israel y los hombres de Israel salieron huyendo ante los filisteos. Fueron muchos los que cayeron heridos de muerte en los cerros de Guelboé.
2 Los filisteos se ensañaron con Saúl y sus hijos, y mataron a Jonatán, Abinadab y Malquisúa, los tres hijos de Saúl.
3 Luego dirigieron el ataque contra Saúl; los arqueros lo descubrieron y lo hirieron muy gravemente.
4 Entonces Saúl dijo a su escudero: «Toma tu espada y mátame, no sea que vengan esos incircuncisos a matarme y ultrajarme». Su escudero no quería hacerlo porque tenía miedo; entonces Saúl tomó su espada y se dejó caer sobre ella.
5 Al ver que Saúl estaba muerto, el escudero se dejó caer también sobre su espada y murió con él.
6 Así fue como el mismo día murieron Saúl y sus tres hijos, su escudero y todos sus hombres.
7 Cuando se supo que los israelitas habían huido y que Saúl y sus hijos habían muerto, los israelitas que estaban al otro lado de la llanura y los que estaban a este lado del Jordán abandonaron sus ciudades y huyeron. Llegaron allí los filisteos y se instalaron en su lugar.
8 Al día siguiente los filisteos fueron a despojar a los muertos; hallaron muertos a Saúl y a sus tres hijos en los cerros de Guelboé.
9 Le cortaron la cabeza y le quitaron sus armas, y después mandaron que se publicara la noticia en todo el país de los filisteos, en los templos de sus ídolos y entre el pueblo.
10 Depositaron las armas de Saúl en el templo de Astarté y colgaron su cadáver de las murallas de Bet-seán.
11 Cuando los habitantes de Yabés de Galaad supieron lo que los filisteos habían hecho con Saúl,
12 los más valientes de entre ellos salieron y caminaron toda la noche. Retiraron de las murallas de Bet-seán los cuerpos de Saúl y de sus hijos, regresaron a Yabés y los quemaron.
13 Tomaron sus huesos y los enterraron debajo del tamarindo de Yabés, y después ayunaron siete días.

**
Comentarios Primer Libro de Samuel, capítulo 31
31,1

Ya no se hablará más de Saúl en la Biblia: no debía hacerle la competencia a David. Pero se trata de un silencio respetuoso. Todo su pueblo compartía la responsabilidad de su derrota por haberlo sostenido tan poco, y ¿podían condenarlo sin acusar a Dios y a Samuel?