La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Segundo Libro de Samuel (2Sam)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24      
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Introducción
Los libros de Samuel son las dos partes de una misma obra, y vale para el segundo lo que se dijo en la Introducción al primero.
En esta segunda parte se nos cuentan los hechos de David, rey. Historia tan sincera como no se escribió ninguna otra en la antigüedad. Historia escrita por un hombre de Dios que supo descubrir la verdadera grandeza de David. Lo inimitable del rey David se nota en una serie de cosas pequeñas que a sus contemporáneos les parecieron insignificantes o incluso tonterías (ver al respecto las divergencias entre David y Joab, el hombre cumplidor y «eficaz»). Pero no pasaron inadvertidas al que contó su vida y, después de él, Israel comprendió que si bien habían tenido algunos reyes excelentes, sólo David les había presentado alguna figura anticipada del Rey verdadero, Cristo.
Para facilitar la comprensión de los acontecimientos que vienen a continuación, recordemos que, ya antes de David, la tribu de Judá instalada en el sur de Palestina se oponía frecuentemente a las tribus de Israel ubicadas más al norte. Saúl había tenido más partidarios en el norte, mientras que David era el hombre de Belén, en la tribu de Judá.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 1
Anuncian a David la muerte de Saúl
1 Después de la muerte de Saúl, David volvió victorioso de su campaña contra los amalecitas.
2 Al tercer día de su retorno en Siquelag llegó un hombre del campamento de Saúl. Tenía la ropa destrozada y tierra en la cabeza. Apenas llegó donde David, se tiró al suelo y se postró.
3 David le dijo: «¿De dónde vienes?» Respondió: «Fui uno de los que se salvaron del campamento de Israel».
4 David le dijo: «Dime, pues, cómo sucedieron allá las cosas». Ese hombre respondió: «El pueblo huyó del campo de batalla, muchos del pueblo cayeron, y también murieron Saúl y su hijo Jonatán».
5 David dijo al joven que le traía esa noticia: «¿Cómo sabes que murieron Saúl y su hijo Jonatán?»
6 Respondió: «Me encontraba por casualidad en los montes de Guelboé. Saúl estaba apoyado en su lanza, los carros y los jinetes lo tenían cercado.
7 Entonces él me vio, se dio vuelta y me llamó. Le dije: «Aquí me tienes.
8 Me dijo: ¿Quién eres tú? Le dije: Soy un amalecita.
9 Me dijo: Acércate y dame muerte, todavía me quedan fuerzas pero el pavor me atenaza.
10 Entonces me acerqué y lo maté porque bien sabía que no sobreviviría a su derrota; luego tomé la corona que tenía en la cabeza, la pulsera que llevaba en el brazo y se los he traído aquí a mi señor».
11 David rasgó su vestimenta, y todos los que estaban con él hicieron lo mismo.
12 Se lamentaron mucho, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl y su hijo Jonatán, por el pueblo de Yavé y por la casa de Is rael que habían perecido a espada.
13 Después le dijo David al joven que le había llevado la noticia: «¿De dónde eres?» Respondió: «Soy extranjero en este país, soy hijo de un amalecita».
14 David le dijo: «¿Cómo te atreviste a matar al ungido de Yavé?»
15 Llamó David a uno de sus compañeros y le dijo: «Anda y mátalo». Le dio un golpe y murió.
16 David dijo entonces: «Recaiga tu sangre sobre tu cabeza. Tú mismo te condenaste cuando dijiste que habías herido de muerte al ungido de Yavé».
17 Luego entonó David una lamentación por Saúl y su hijo Jonatán,
18 y ordenó que se la aprendieran los hijos de Judá; es el canto del arco que se puede leer en el Libro del Justo:
19 ¡Ay, la gloria de Israel pereció en los montes!
19 ¿Cómo cayeron esos héroes?
20 ¡No lo anuncien en Gat,
20 ni cuenten la noticia por las calles de Asquelón;
20 no den esa alegría a las mujeres filisteas,
20 a las hijas de los incircuncisos!
21 Montes de Guelboé,
21 que nunca más caiga sobre ustedes ni rocío ni lluvia,
21 ni se vean campos exuberantes:
21 porque allí fue profanado el escudo de los héroes.
21 El escudo de Saúl no estaba ungido con aceite
22 sino con sangre de heridos y grasa de héroes.
22 Ni el arco de Jonatán retrocedía,
22 ni en el vacío hería la espada de Saúl.
23 Amados y amables eran Saúl y Jonatán:
23 ni la vida ni la muerte pudieron separarlos.
23 Más ligeros eran que las águilas,
23 tenían más fuerza que los leones.
24 ¡Lloren por Saúl, hijas de Israel!
24 Las vestía con ropas de colores,
24 joyas de oro ponía en sus trajes de fiesta.
25 ¡Cómo cayeron esos héroes!
25 ¿Quién hirió de muerte a Jonatán en el combate?
26 ¡Jonatán, hermano mío, por ti tengo herido el corazón,
26 pues te quería tanto! Tu amor era para mí
26 más dulce que el amor de las mujeres.
27 ¿Cómo cayeron esos héroes?
27 ¿Cómo fueron rotas sus armas?

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 1
1,1

La reacción de David, al enterarse de la muerte de Saúl, deja ver sus cualidades. Desde entonces es el abanderado de la unidad nacional y procurará reunir en torno suyo a los partidarios y a los enemigos de Saúl.

Montañas de Gelboé (21). David es ya conocido por su talento poético (ver 1 Sam 16,18). Este poema que se le atribuye es uno de los cantos más antiguos de la Biblia.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 2
David, rey de Judá en Hebrón
1 Después de eso David consultó a Yavé: «¿Debo subir a una de las ciudades de Judá?» Yavé le respondió: «Sube». David añadió: «A cuál?» Y Yavé respondió: «A Hebrón».
2 Subió pues David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmel.
3 Con él subieron sus hombres, cada cual con su familia, y se instalaron en las aldeas de Hebrón.
4 Entonces se reunieron los hombres de Judá y allí consagraron a David como rey de la casa de Judá.
4 Le informaron a David que la gente de Yabés de Galaad había enterrado a Saúl.
5 David mandó entonces a sus hombres donde la gente de Yabés de Galaad con este mensaje: «Que Yavé los bendiga por haber enterrado a Saúl, su señor, pues se lo debían.
6 Que Yavé les muestre su bondad y su fidelidad; por mi parte también los recompensaré por esa hermosa acción.
7 Y ahora sigan valientes y animosos. Aunque Saúl ha muerto, los hombres de la casa de Judá me han consagrado como su rey».
8 Abner, hijo de Ner, era el jefe del ejército de Saúl. Tomó a Isbaal, hijo de Saúl y se lo llevó a Majanayim.
9 Allí lo proclamó rey de Galaad, de la tribu de Aser, de Yizreel, de Efraín y Benjamín; en una palabra, de todo Israel.
10 Isbaal, hijo de Saúl, tenía cuarenta años cuando pasó a ser rey de Israel y reinó dos años, mientras que la casa de Judá seguía a David.
11 David reinó en Hebrón siete años y seis meses sobre la casa de Judá.
La guerra entre el norte y el sur
12 Abner, hijo de Ner, y la guardia de Isbaal, hijo de Saúl, dejaron Majanayim para dirigirse a Gabaón.
13 Joab, hijo de Seruya, y la guardia de David marcharon también hacia allá, y ambas tropas se encontraron cerca de la laguna de Gabaón. Los primeros se estacionaron a un lado de la laguna, y los segundos, al otro lado.
14 Abner dijo a Joab: «Que salgan los jóvenes a pelear ante nosotros». Joab respondió: «De acuerdo, que salgan».
15 Se pararon y los contaron: había doce de la tribu de Benjamín por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de la guardia de David.
16 Cada uno tomó a su adversario por los cabellos y le hundió la espada en el costado, de tal modo que cayeron todos juntos. A ese lugar lo llamaron el Campo de los costados, y se ubica al lado de Gabaón.
17 Hubo allí ese día una dura batalla; Abner y la gente de Israel fueron derrotados por la guardia de David.
18 Allí estaban los tres hijos de Seruya, Joab, Abisaí y Azael. Azael, que corría tan rápido como una gacela salvaje,
19 se lanzó en persecución de Abner sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
20 Abner se dio vuelta y le dijo: «¿Eres tú Azael?» Respondió: «Sí, yo soy».
21 Abner le dijo entonces: «Apártate a la derecha o a la izquierda y lánzate sobre uno de esos jóvenes si es que quieres apoderarte de su equipo». Pero Azael no quiso apartarse de él.
22 Abner le repitió a Azael: «Apártate de mí, si no te dejaré tirado en el suelo; pero, ¿cómo podría después hablar a tu hermano?»
23 Como no quisiera apartarse de él, Abner le clavó en el vientre la punta de su lanza y la lanza le salió por la espalda. Cayó allí mismo y murió. Todos se detenían a medida que iban llegando al lugar donde Azael había caído herido de muerte.
24 Joab y Abisaí se lanzaron en persecución de Abner, y cuando el sol ya se ponía, llegaron a la colina de Amma, al este de Guiaj por el camino del desierto de Gabaón.
25 La gente de Benjamín se agrupó entonces detrás de Abner en una formación cerrada, y se instalaron en la cumbre de una colina.
26 Abner gritó a Joab: «¿Seguirá devorando la espada? ¿No sabes que esto acabará en lágrimas? ¿Qué esperas para ordenar a tus hombres que dejen de perseguir a sus hermanos?»
27 Joab respondió: «Tan cierto como que Yavé vive que si tú no hubieras hablado, esta gente habría seguido persiguiendo a sus hermanos hasta la madrugada».
28 Entonces Joab tocó el cuerno y se detuvo todo el ejército, y así dejaron de perseguir a Israel y terminó la batalla.
29 Abner y sus hombres caminaron toda la noche por la Arabá, cruzaron el Jordán y después de haber caminado además toda la mañana, llegaron a Majanayim.
30 Joab, por su parte, reunió a sus tropas después de haber puesto fin a la persecución de Abner; la guardia de David había perdido a diecinueve de sus hombres además de Azael,
31 pero había dado muerte a trescientos sesenta hombres de Benjamín, en el ejército de Abner.
32 Se llevaron a Azael y lo enterraron en la tumba de su padre en Belén. Joab y sus hombres caminaron toda la noche y llegaron a Hebrón al despuntar el día.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 2
2,1

La muerte de Saúl parece echar abajo la unión reciente y frágil de las doce tribus.

David es reconocido como rey por los de su propia tribu, los de Judá. El norte permanece fiel al hijo de Saúl. Desde el comienzo David piensa reunirlos a todos. Para lograr este fin busca simpatías entre los partidarios de Saúl y felicita a los hombres del norte que lo sepultaron.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 3
1 La guerra entre la casa de Saúl y la de David se prolongó. David se iba imponiendo cada vez más, mientras que el partido de Saúl se debilitaba.
2 David tuvo hijos en Hebrón: el mayor fue Amnón, nacido de Ajinoam de Yizreel,
3 el segundo fue Quileab, nacido de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmel; el tercero, Absalón, hijo de Maaca, que era hija de Talmai, rey de Guesur;
4 el cuarto fue Adonías, nacido de Jagit; el quinto, Sefatías, nacido de Abital,
5 el sexto, Yitream nacido de Egla, mujer de David. Todos esos hijos de David nacieron en Hebrón.
6 Durante la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner fue haciéndose cada vez más importante en la casa de Saúl.
7 Saúl había tenido una concubina llamada Rispá, hija de Ayía, la que Abner tomó para sí. Isbaal dijo a Abner: «¿Por qué tomaste la concubina de mi padre?»
8 Ante esas palabras Abner se enojó violentamente con Isbaal: «¿Así que yo tengo una cabeza de perro? He tenido todas las atenciones con la casa de Saúl tu padre, con sus hermanos y sus amigos, no he dejado que caigas en manos de David, ¿y ahora me haces toda una escena por una historia de mujer?
9 Mal dígame Dios una y otra vez si no ayudo desde ahora a David para que se cumpla lo que Yavé ha dicho,
10 que quitaría la realeza a la casa de Saúl y haría a David rey de Israel y de Judá, desde Dan a Bersabé.
11 Isbaal no se atrevió a contestarle una palabra a Abner porque le tenía miedo.
12 Abner mandó mensajeros a David: «Haz un pacto conmigo y yo te ayudaré a reunir alrededor tuyo a todo Israel».
13 David le respondió: «De acuerdo, haré un pacto contigo, pero con una condición: Cuando vengas, tráeme a Mical, la hija de Saúl; de lo contrario nada sacarás con presentarte ante mí».
14 David mandó mensajeros a Isbaal, hijo de Saúl: «Devuélveme a Mical mi mujer, la que me dieron a cambio de cien prepucios de filisteos».
15 Isbaal mandó entonces que la fueran a sacar de la casa de su último marido Paltiel, hijo de Layis.
16 Su marido salió detrás de ella y la acompañó llorando hasta Bajurim. Allí le dijo Abner: «Vuélvete a tu casa». Y se volvió.
17 Abner sostuvo conversaciones con los ancianos de Israel; les dijo: «Hace tiempo que desean tener a David por rey.
18 Pasen ahora a las acciones, porque Yavé habló a David en estos términos: Por la mano de mi servidor David salvaré a mi pueblo de Israel de las manos de los filisteos y de todos sus enemigos».
19 Así habló Abner a los hombres de Benjamín, y luego fue a Hebrón a transmitir a David todo lo que habían decidido la gente de Israel y de Benjamín.
Joab asesina a Abner
20 Abner fue con veinte hombres a Hebrón a visitar a David, y éste dio un banquete a Abner y a los hombres que lo acompañaban.
21 Abner dijo entonces a David: «Ojalá pueda reunir alrededor de mi señor el rey a todo Israel; harán una alianza contigo, y tú reinarás sobre todo lo que pudieras desear». Luego David se despidió de Abner, que se fue en paz.
22 Sucedió que Joab y la guardia de David regresaban de una incursión, en la que habían reunido un enorme botín. Abner, por su parte, había dejado a David en Hebrón; David lo había despedido y se volvía tranquilamente.
23 Cuando llegaron Joab y su tropa, le comunicaron a Joab que Abner, hijo de Ner, había estado en casa del rey y que éste se había despedido de aquél amigablemente.
24 Entonces Joab entró en la casa del rey y le dijo: «¿Qué hiciste? ¿Así que Abner vino a tu casa y dejaste que se fuera?
25 Conoces bien a Abner, hijo de Ner; vino sólo para engañarte, para saber lo que haces y sientes, y averiguar tus planes».
26 Apenas salió de la casa de David, y sin decirle nada a éste, Joab mandó unos mensajeros a la cisterna de Sirá para que volviera Abner.
27 Cuando Abner llegó a Hebrón, Joab lo llevó detrás de la puerta so pretexto de conversar privadamente con él, y allí lo hirió de muerte en el vientre para vengar la sangre de su hermano Azael. Abner murió.
28 Al saber después David lo sucedido, exclamó: «Yo y mi reino seremos para siempre inocentes ante Yavé de la sangre de Abner, hijo de Ner.
29 Caiga esa sangre sobre la cabeza de Joab y sobre toda la casa de su padre. ¡Que haya siempre en la casa de Joab enfermos de algún flujo de sangre o de lepra, hombres que caminen con bastón, víctimas de la espada, y gente que carezca de pan!»
30 De este modo Joab y su hermano Abisaí dieron muerte a Abner por causa de su hermano Azael, al que Abner había dado muerte en la batalla de Gabaón.
31 David dijo después a Joab y a toda la gente que estaba a su alrededor: «Rasguen sus vestimentas, pónganse sacos en su cintura y hagan duelo por Abner». El rey David iba detrás del cadáver.
32 Durante el entierro en Hebrón, el rey habló en alta voz y lloró ante la tumba; todo el pueblo lloró con él. 33 El rey entonó entonces esta lamentación por Abner:
33 »¿Por qué tenía que morir Abner
33 como un hombre cualquiera?
34 Tus manos no estaban atadas,
34 tus pies no estaban apretados
34 por cadenas de bronce,
34 pero caíste como cae uno
34 en manos de criminales».
34 Todo el pueblo estuvo llorando por Abner.
35 Todos insistían a David para que comiera algo mientras era de día, pero David hizo este juramento: «Que Dios me maldiga y remaldiga si pruebo pan o alguna otra cosa antes de la puesta del sol».
36 La gente del pueblo quedó muy impresionada y encontraron que estaba bien; además encontraban que todo lo que hacía el rey estaba muy bien.
37 Todo el pueblo y todo Israel comprendieron que el rey nada había tenido que ver con el asesinato de Abner, hijo de Ner.
38 El rey dijo a sus servidores: «¿No saben acaso que un jefe, un gran jefe ha caído hoy en Israel?
39 Yo, por ahora, a pesar de que he recibido la consagración real, puedo hacer bien poca cosa; esos hombres, los hijos de Seruya, son más duros que yo. ¡Que Yavé haga pagar el mal al que lo hizo!»

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 3
3,1

Vemos que David, el varón de Dios, tenía dos esposas; después tuvo otras más. No olvidemos que David era un hombre de su tiempo y según la costumbre el harén real debía corresponder a la importancia del rey. Las numerosas mujeres de David serán la causa de luchas fratricidas por la sucesión al trono: en efecto, cada uno de los primogénitos, empujado por su respectiva madre, aspirará a ocupar el lugar de David. Así es como tres de sus hijos: Amnón, Absalón y Adonías perderán la vida en esta carrera al poder, antes de dejar finalmente el trono a Salomón, quien no había nacido aún cuando David reinaba en Hebrón (véase también 1 Re 2,1).
3,14

A veces, la Biblia dice que Dios interviene para guiar a David y hacerlo triunfar. Pero eso no quita que David sea un hombre inteligente y capaz, por lo que se impone a todo Israel. En aquel tiempo, Dios no actuaba en forma diferente a hoy. Siempre el hombre es el que escribe la historia, hecha de sombras y luces.

El nuevo rey busca la unificación de la nación, para lograr un país fuerte. Este relato nos muestra una tentativa de unión, que fracasa por el espíritu mezquino y vengativo de los jefes militares.

El relato destaca los tres pasos del espíritu cerrado en lo político:

— Se cree que son buenos los del propio partido, y malos, en cambio, los del partido opuesto.

— Luego se atribuyen a los del partido opuesto intenciones malas en todo lo que hacen.

— Por fin, se les elimina por cualquier medio.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 4
Isbaal es asesinado
1 Cuando el hijo de Saúl supo que Abner había sido asesinado en Hebrón, quedó desconcertado y todo Is rael se estremeció.
2 El hijo de Saúl tenía dos jefes de banda, dos hijos de Rimón de Beerot, uno se llamaba Baana y el otro, Recab. (Eran de la tribu de Benjamín porque Beerot formaba parte del territorio de Benjamín.
3 La gente de Beerot se había refugiado en Gitayim, y han permanecido allí hasta ese día).
4 Había también allí un hijo de Jonatán, hijo de Saúl, que tenía cinco años cuando llegó a Yizreel la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán. Su nodriza lo tomó y huyó, pero en el apuro se le cayó el niño y quedó cojo. Se llamaba Meribaal.
5 Los hijos de Rimón de Beerot, Recab y Baana, se dirigieron a la casa de Isbaal; llegaron cuando hacía más calor en el día, mientras éste dormía la siesta.
6 La mujer que custodiaba la puerta se había adormilado y quedado dormida mientras limpiaba trigo. Recab y su hermano se acercaron despacito,
7 entraron a la casa y encontraron a Isbaal tendido en la cama de su dormitorio. Lo golpearon y le cortaron la cabeza, después caminaron toda la noche por el camino de la Arabá, llevando la cabeza.
8 Trajeron a David, en Hebrón, la cabeza de Isbaal y dijeron al rey: «Esta es la cabeza de Isbaal, el hijo de tu enemigo Saúl que quería quitarte la vida. Hoy Yavé vengó al rey mi señor de Saúl y de su raza».
9 Pero David respondió a Recab y a su hermano Baana, hijos de Rimón de Beerot: «Por Yavé que vive y que me ha librado de todos mis problemas,
10 cuando vino un hombre a verme con la noticia de que Saúl había muerto, creía que era portador de una buena noticia, pero lo hice arrestar y ejecutar en Siclag, en vez de recompensarlo por esa buena noticia.
11 ¡Con mayor razón ahora que unos malhechores han asesinado en su casa a un hombre bueno mientras dormía, les voy a hacer pagar la sangre que derramaron, y los voy a barrer de la tierra!»
12 David dio órdenes a unos jóvenes que estaban presentes, quienes les dieron muerte. En seguida les cortaron las manos y los pies y los colgaron encima de la piscina de Hebrón. Tomaron también la cabeza de Isbaal y la depositaron en la tumba de Abner en Hebrón.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 5
David, rey de Israel, se apodera de Jerusalén
1 Todas las tribus de Israel se congregaron en torno a David en Hebrón y le dijeron: «Somos de tus mismos huesos y de tu misma carne.
2 Ya antes, cuando Saúl era todavía nuestro rey, tú eras el que conducía a Israel. Yavé bien te dijo: Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel».
3 Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey y el rey David firmó con ellos una alianza en Hebrón en presencia de Yavé. Después de lo cual consagraron a David como rey de Israel.
4 David tenía treinta años cuando empezó a reinar y reinó cuarenta años.
5 Había reinado ya siete años y seis meses desde Hebrón en Judá, y reinó en todo Israel y Judá treinta y tres años desde Jerusalén.
6 El rey y sus hombres avanzaron sobre Jerusalén para atacar a los jebuseos que vivían por entonces en la región. Estos dijeron a David: «Tú no entrarás aquí, aunque los ciegos y los cojos fueran los defensores».
7 Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David.
8 Pues ese día había dicho David: «El que quiera derrotar a los jebuseos, que suba por el canal. David maldice a esos cojos y a esos ciegos». De ahí que se diga ahora: «Los ciegos y los cojos no entrarán en la Casa de Dios».
9 David se instaló en la fortaleza y la llamó la ciudad de David, luego construyó en su derredor, desde el Milo hacia el interior.
10 David seguía fortaleciéndose sin cesar, y Yavé Sabaot estaba con él.
11 El rey de Tiro, Hiram, despachó una misión donde David con madera de cedro, carpinteros y canteros, que construyeron una casa para David.
12 Entonces David comprendió que Yavé lo había confirmado como rey de Israel y que haría glorioso su reinado por su pueblo de Israel.
13 Después que llegó David de Hebrón, se escogió en Jerusalén a otras mujeres y concubinas; tuvo de ellas hijos e hijas.
14 Estos son los nombres de los hijos que tuvo en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón,
15 Yibjar, Elisúa, Nefeg, Yafia,
16 Elisama, Baal-Jada y Elifelet.
17 Cuando supieron los filisteos que David había sido consagrado como rey de todo Israel, subieron todos para apoderarse de él; le avisaron a David y éste bajó al refugio.
18 Llegaron los filisteos y se desplegaron en el valle de los Refaím,
19 y David consultó a Yavé: «¿Debo atacar a los filisteos? ¿Los pondrás en mis manos?» Yavé respondió a David: «Atácalos, pues pondré a los filisteos en tus manos».
20 David se dirigió a Baal-Perasim, y allí los derrotó. «Yavé, dijo, fue como un torrente, me abrió una brecha en las filas enemigas». Por eso llamaron a ese lugar Baal-Perasim (el Señor de la Brecha).
21 Los filisteos dejaron allí sus ídolos, los que fueron tomados por David y sus hombres.
22 De nuevo subieron los filisteos y se desplegaron en el valle de los Refaím.
23 David consultó a Yavé quien le respondió: «No los ataques de frente, tómalos por la retaguardia, pasa por el lado del bosque.
24 Cuando oigas un ruido de pasos por encima de los árboles, apresúrate porque es Yavé que va delante de ti para aplastar al ejército de los filisteos».
25 David hizo lo que Yavé le había ordenado, y atacó a los filisteos desde Gabaón hasta la entrada de Guezer.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 5
5,1

Este es un gran día para David y para Israel. Los del norte lo reconocen como rey, y se produce la unidad de todo el país. Las tribus del norte se hallaban separadas de las del sur por el distrito de Jerusalén, que estaba en manos de los cananeos. David conquista Jerusalén, que pasa a ser la capital de este reino unido.

Es un hecho definitivo. Al conquistar David Jerusalén y hacerla su capital, Dios la designa para ser el centro visible de su presencia entre los hombres.

Desde entonces, el único templo de Dios estará en Jerusalén, los auténticos reyes del pueblo de Dios serán los que reinan en Jerusalén. Ella será imagen de la Iglesia. Los cristianos sabrán que después de la Jerusalén de Palestina, Dios les prometió otra Jerusalén, la del cielo (Ap. 20 y 21).

Muchas veces en la Biblia es llamada «Sión», pues éste era el nombre de la parte más anti gua de Jerusalén, llamada también «Ciudad de David».

En la Biblia, la unión entre las dos partes, norte y sur del reino, es como una señal visible de que viven en la gracia de Dios: toda infidelidad a Dios provoca la ruptura entre los hombres, y toda división entre los hombres es pecado contra Dios.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 6
David trae a Jerusalén el Arca de la Alianza
1 David reunió entonces a todo lo mejor de Israel, unos treinta mil hombres,
2 y se dirigió a Baala de Judá, acompañado de todo su pueblo. Quería traer el Arca de Dios sobre la cual ha sido pronunciado el Nombre de Yavé Sabaot, quien se sienta en ella sobre los Querubines.
3 Sacaron el Arca de Dios de la casa de Abinadab, en la cumbre de la colina, y la pusieron en una carreta nueva. Uza y Ajío, los hijos de Abinadab, conducían la carreta;
4 Uza iba al lado del Arca de Dios y Ajío iba delante de ella.
5 David y todos los israelitas bailaban delante de Yavé con todas sus fuerzas; cantaban al son de guitarras, arpas, tamboriles, címbalos y toda clase de instrumentos.
6 Cuando se acercaban a la era de Nacón, los bueyes dieron un paso en falso. Uza quiso sujetar el Arca de Dios y le puso la mano.
7 Entonces Yavé se irritó contra Uza y lo hirió allí mismo; murió al lado del Arca de Dios.
8 David quedó molesto porque Yavé había herido de muerte a Uza; luego de ese incidente este lugar se llamó Perez-Uza.
9 Ese día sintió David un verdadero temor por Yavé y se dijo: «¿Y el Arca de Yavé va a entrar en mi casa?»
10 David no quiso pues guardar el Arca de Yavé en su casa, en la ciudad de David, y ordenó que la llevaran donde Obed-Edom de Gat.
11 El Arca de Yavé permaneció tres meses en casa de Obed-Edom de Gat, y Yavé bendijo a Obed-Edom y a toda su familia.
12 Le comunicaron a David que Yavé había bendecido a la familia de Obed-Edom y todo lo que le pertenecía debido al Arca de Dios. David entonces fue para allá y con gran alegría hizo transportar el Arca de Dios desde la casa de Obed-Edom hasta la ciudad de David.
13 Cuando los hombres que llevaban el Arca de Yavé dieron los seis primeros pasos, se ofreció como sacrificio un buey y un ternero gordo.
14 David bailaba y hacía piruetas con todas sus fuerzas delante de Yavé, vestido sólo con un efod de lino.
15 David y todos los israelitas fueron llevando el Arca de Yavé al son de la fanfarria y del cuerno.
16 Cuando el Arca entró en la ciudad de David, Mical, hija de Saúl, estaba mirando desde su ventana. Vio al rey que saltaba y se contorneaba delante de Yavé, y lo despreció en su corazón.
17 Trajeron pues el Arca de Yavé y la colocaron en su sitio en medio de la tienda que David había levantado para ella, y David ofreció a Yavé holocaustos y sacrificios de comunión.
18 Cuando David hubo terminado de ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yavé Sabaot;
19 después distribuyó a todos, tanto hombres como mujeres, a cada uno, un pastel, una porción de carne, un dulce de pasas, y todo el mundo regresó a su casa.
20 David también regresó a su casa para bendecirla. Entonces Mical, la hija de Saúl, salió al encuentro de David y le dijo: «¡Realmente el rey de Israel se ha cubierto de gloria hoy día! Te has quitado la ropa ante los ojos de las mujeres de tus servidores como lo haría un hombre cualquiera».
21 Pero David respondió a Mical: «Bailaba en presencia de Yavé. Por Yavé que vive, por él que me eligió prefiriéndome a tu padre y a toda tu familia para hacerme el jefe de su pueblo Israel, yo seguiré bailando en presencia de Yavé.
22 Me rebajaré más aún y seré nada a tus ojos, pero en cambio seré grande a los ojos de esas mujeres de las que hablabas».
23 Y Mical, hija de Saúl, no tuvo hijos.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 6
6,1

El Arca era muy importante para los israelitas. En ella se encontraba la Ley que Moisés recibió de Dios en el monte Sinaí. Además, ellos imaginaban a Dios presente encima del Arca, cuya cubierta de oro era como tarima para sus pies. Dios ya quería darles a entender que estaba con su pueblo; presencia amistosa y exigente.

Pero ¿a quién pertenecía el Arca? Era de las doce tribus y no de alguna de ellas en particular. De ahí que estuvo en varios santuarios, Silo, Guilgal, Betel, según las circunstancias. Y ¿qué pretende David al llevarla a Jerusalén, su nueva capital? ¿Será un gesto político para confirmar su propia autoridad sobre todo Israel? Seguramente. Pero, inseparablemente es un acto religioso, en una época en la que no se conocía la separación entre el poder político y el poder religioso.

Hasta entonces Israel era en su conjunto el elegido de Yavé, el hijo primogénito de Dios, pero ningún israelita se creía digno de una atención especial del Dios de su pueblo. Pues bien, ahora David sabe que él es el elegido de Dios, el «hijo de Dios», según la palabra del profeta Natán, para sus descendientes. Y, por eso, reivindica el derecho de tener el Arca muy cerca de él; quiere que esté la presencia de Dios en un Templo que sea como la capilla particular de su familia.

En Israel, sólo los hombres de la tribu de Leví, por estar especialmente consagrados a Yavé, tienen derecho a servirlo y a acercarse a las cosas sagradas. Abinadab y sus hijos han acogido al Arca en su propiedad. Pero no pueden tocar el Arca sin ser alcanzados por la radiación tremenda que sale del Dios Santo. Se nos dice que Uzzá fue castigado por Dios. Este término refleja bien la mentalidad de esos tiempos en la que no se distinguía bien entre pecado, error y accidentes: todo lo que trastornaba el orden tradicional y divino era considerado como pecado.

Esa muerte súbita de Uzzá tiene valor de signo para los que fueron testigos de ella, les hace comprender que Dios es grande por sobre todo y que al mismo tiempo está presente en su santuario.

David ordenó que llevaran el Arca donde Obed-Edom de Gat (10). ¿Pôr qué es llevada a casa de un extanjero? ¿Será porque Yavé no debe pedirle cuentas a un extranjero, o porque es mejor que un extranjero sufra las consecuencias de sus posibles enojos? Pero, si el Arca trae bendiciones al que la acoge ¡mejor esté al lado del rey!

El Evangelio de Lucas descubre otra imagen en este relato. Como el Arca y mejor que ella, la Virgen María llevó durante nueve meses al mismo Dios, que, al hacerse hombre, venía a pactar la Alianza definitiva con todos los pueblos del mundo. Por eso, algunos le han dado el título de «Arca de la Alianza». El mismo Lucas, al narrarnos la visita de la Virgen a Isabel, tenía este texto ante los ojos. (Fijarse en los vv. 9 y 11 y comparar con Lc 1,43 y 56.)
6,14

Imaginémonos el traslado del Arca. Es una procesión inmensa, en que van miles de personas cantando, bailando y tocando música, precedidos por el mismo rey. Se ofrecen innumerables sacrificios. Es la gran alegría porque el Señor está con su pueblo. Es la entrada triunfal del Arca de la Alianza al lugar que le corresponde en la capital del país.

David bailaba… delante de Yavé. David ha entendido muy bien de qué se trata; sabe que todo es poco para darle gracias a Dios, y no le importa lo que otros piensen de él. Micol despreció a David en su corazón: en eso actuó como muchas personas que miran en menos las expresiones espontáneas de la fe del pueblo con sus costumbres, sus bailes folklóricos y sus imágenes. Una interpretación muy corta de la Biblia ha querido identificar imágenes e ídolos; pero tal vez los reemplazamos con la falsa imagen del Dios al que imaginan «los que saben».

En este pasaje, un gran rey nos enseña la auténtica grandeza y nos recuerda ejemplos de la vida diaria: el joven que tuvo éxito en sus estudios y sigue en su barrio, tan sencillo como antes; el cristiano que no se avergüenza de su fe y la practica, haya o no gente que lo mire.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 7
La profecía de Natán
1 El rey se había trasladado a su casa, y Yavé había limpiado de enemigos todos los alrededores.
2 Entonces dijo al profeta Natán: «Yo vivo en una casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está todavía en una tienda; ¿qué dices de eso?»
3 Natán respondió al rey: «Haz todo lo que estimes conveniente, porque Yavé está contigo».
4 Pero esa noche le fue dirigida a Natán la palabra de Yavé:
5 «Le dirás a mi servidor David: Esto dice Yavé: ¿Así que tú me vas a construir una casa para que habite en ella?
6 Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, no he tenido casa donde morar, sino que estaba con ellos y tenía como morada sólo una tienda.
7 Todo el tiempo que he caminado en medio de los israelitas, jamás he dicho a alguno de los jueces de Israel, a los que había puesto como pastores de mi pueblo de Israel: ¿Por qué no me construyen una casa de cedro?
8 Le transmitirás pues a mi servidor David esta palabra de Yavé Sabaot: Te fui a buscar al potrero cuando andabas detrás de las ovejas, e hice de ti el jefe de mi pueblo de Israel.
9 Doquiera ibas yo estaba contigo, eliminé delante de ti a todos tus enemigos. Haré grande tu nombre tanto como el de los más grandes de la tierra
10 y pondré en el lugar que le corresponde a mi pueblo de Israel. Allí lo plantaré y allí se quedará. Ya no será más sacudido; los malvados ya no seguirán oprimiéndolo como antes,
11 cuando establecí jueces en mi pueblo Israel; lo libraré de todos sus enemigos. Y Yavé te manda a decir esto: Yo te construiré una casa.
12 Cuando tus días hayan concluido y te acuestes con tus padres, levantaré después de ti a tu descendiente, al que brota de tus entrañas, y afirmaré su realeza.
13 El me construirá una casa y yo, por mi parte, afirmaré su trono real para siempre.
14 Seré para él un padre y él será para mí un hijo; si hace el mal lo corregiré como lo hacen los hombres, lo castigaré a la manera humana.
15 Pero no me apartaré de él así como me aparté de Saúl y lo eché de mi presencia.
16 Tu casa y tu realeza estarán para siempre ante mí, tu trono será firme para siempre».
17 Fue pues Natán a hablar con David y le transmitió todas esas palabras y esa visión.
18 Entonces el rey David fue a presentarse ante Yavé: «¿Quién soy yo, Yavé mi Señor? ¿Qué es mi familia para que me hayas conducido hasta acá?
19 Pero eso te parece todavía muy poco, Yavé mi Señor, ya que ahora extiendes tus promesas a la familia de tu servidor para un futuro lejano; ¿es ese un destino normal para un hombre, Yavé mi Señor?
20 ¿Qué podría añadir tu servidor David? Tú lo conoces, Yavé mi Señor.
21 Tú has llevado a cabo libremente esas grandes cosas para honrar tus promesas, que acabas de comunicar a tu servidor.
22 Eres grande, Yavé mi Señor; nadie es como tú; de acuerdo a todo lo que hemos escuchado con nuestros propios oídos, no hay otro Dios fuera de ti.
23 Y ¿quién es como tu pueblo Israel? ¿Hay otra nación en la tierra que haya sido comprada por un Dios para hacerla su pueblo, para darle un nombre, para ejecutar en favor de ella grandes y terribles cosas y para expulsar ante ese pueblo a las demás naciones con sus dioses?
24 Tú estableciste a tu pueblo Israel para que fuera tu pueblo para siempre, y tú, Yavé, llegaste a ser su Dios.
25 Ahora pues, Yavé mi Señor, haz que sea siempre cierta la palabra que acabas de pronunciar respecto a tu servidor y a su familia; haz lo que dijiste.
26 Entonces será glorificado tu nombre para siempre y dirán: ¡Yavé Sabaot es Dios de Israel!
26 La casa de tu servidor David permanecerá firme delante de ti,
27 ya que eres tú Yavé Sabaot, el Dios de Israel, quien ha hecho esta revelación a tu servidor: «Te edificaré una casa». Por eso tu servidor tiene la audacia de dirigirte esta plegaria:
28 Señor Yavé, tú eres realmente Dios, tus palabras son verdaderas, y tú eres quien hace la promesa a tu servidor.
29 Ahora dígnate bendecir la familia de tu servidor; que tu bendición acompañe siempre a mi familia, como tú, Yavé mi Señor, lo has dicho».

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 7
7,1

Era impensable en la antigüedad que una capital no tuviera su templo y su palacio. Dios y el rey estaban así inseparablemente asociados para asegurar la buena marcha del Estado. Estos conceptos (véase nota sobre «Religión y Fe» Dt 4,1) inspiran a David el proyecto que somete a su vidente-profeta Natán: Yo vivo en una casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está todavía en una tienda.

Pero Dios, que es más grande, piensa de otra manera y así lo hace saber. El construirá a David una casa. La casa significa en la Biblia tanto las personas como las cosas que pertenecen a uno. La casa de David es su familia, sus servidores, su pueblo.

Allí plantaré mi pueblo y allí se quedará (10). Dios escoge este momento para dar un paso decisivo en la historia de su pueblo. Israel era un pueblo de doce tribus, desde Moisés. Ahora será una nación organizada en un lugar, con una autoridad central y estable: los reyes descendientes de David.

Haré grande tu nombre tanto como el de los más grandes de la tierra (9). Yavé ha acompañado a David en todas sus empresas, pero ahora se sirve de él y de sus trabajos para construir algo definitivo para la salvación de los hombres.

Igual había pasado con Abraham (Gén 17,7).

Lo mismo pasa con Pedro (Mt 16,18).

El Reino de Dios será en adelante el reino de David: Te daré por sucesor a tu descendiente... y afirmaré su realeza (ver Lc 1,32).

La promesa de Dios señala primeramente a Salomón, hijo y sucesor de David, pero también a los que vendrán después. Aparentemente fracasó la promesa cuando, pasados cuatro siglos, fue destruido el reino de David. Sin embargo, es Jesús, uno de sus descendientes, el que más tarde realizará plenamente lo anunciado por Natán. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús se hará llamar hijo de David (Mc 12,35).

Jesús realizará perfectamente lo que se esbozó en la persona de David:

— El pastor que reúne las ovejas dispersas.

— El vencedor que da a su pueblo la paz que conquistó.

— El lugarteniente de Dios entre los hombres.

La manera como Dios se adelanta a David y le responde, contiene dos enseñanzas notables:

— Como en el caso de David, muy a menudo los hombres quieren ofrecer algo a Dios. En realidad, nunca le podemos ganar; él da sus favores antes que hayamos empezado a servirlo.

— Por otra parte, lo que a Dios le interesa no son tanto los templos que construimos para él, sino el templo espiritual que desea construir en los hombres mismos.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 8
Las guerras de David
1 Después de eso David venció a los filisteos, quienes se declararon sus súbditos; así puso fin David al dominio filisteo.
2 Venció igualmente a los moa bitas. Los hacía tender en tierra y medir con un cordel: dos cordeles para los que estaban destinados a la muerte, y un cordel, a los que se perdonaba la vida. Los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaron contribuciones.
3 David venció a Hadadezer, hijo de Rejob, rey de Soba, cuando éste llevó a cabo una expedición para ser nuevamente dueño del Río Eufrates.
4 Le capturó mil setecientos combatientes en carros y veinte mil hombres de infantería. David cortó los jarretes a todos los caballos y se quedó sólo con cien.
5 Los arameos de Damasco quisieron socorrer a Hadadezer, rey de Soba, pero David les mató veinte mil hombres.
6 Después de eso, David puso gobernadores en la región de Damasco y los ara meos pasaron a ser súbditos de David; le pagaban un tributo. Así fue como Yavé daba la victoria a David adondequiera que iba.
7 David tomó los escudos de oro que llevaban los guardias de Hadadezer y los llevó a Jerusalén.
8 Asimismo en Tebaj y Berotai, las ciudades de Hadadezer, se apoderó de gran cantidad de bronce.
9 Cuando Toú, rey de Jamat, supo que David había aplastado al ejército de Hadadezer,
10 envió donde David a su hijo Hadoram para que lo saludara y lo felicitara por haber luchado con Hadadezer y haberlo vencido. Pues Hadadezer estaba constantemente en guerra con Toú. Hadoram llevó consigo objetos de plata, oro y bronce.
11 El rey David lo consagró todo a Yavé junto con la plata y el oro provenientes de todas las naciones que le estaban sometidas:
12 Aram, Moab, los amonitas, los filisteos, Amalec; también estaba allí el tesoro que había quitado a Hadadezer, hijo de Rejob, rey de Soba.
13 David se hizo más célebre todavía cuando regresó después de haber vencido a los edomitas en el valle de la Sal: eran dieciocho mil.
14 Puso gobernadores en Edom y todos los edomitas fueron súbditos de David. Yavé daba la victoria a David doquiera éste iba.
15 David reinó en todo Israel, hacía respetar el derecho y administraba justicia a su pueblo.
16 Joab, hijo de Seruya comandaba el ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el archivero;
17 Sadoc y Ebiatar, hijos de Ajimelec, hijo de Ajitub, eran sacerdotes; Seraya era secretario;
18 Benayas, hijo de Yoyada, comandaba la guardia de los quereteos y peleteos; los hijos de David eran sacerdotes.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 8
8,1

Este capítulo se complace en relatar las victorias de David. Esas guerras eran la base precisa para que existiera el reino de David. Y ésta era una etapa necesaria en la larga preparación del pueblo de Dios. Los israelitas recordarán a David como el rey guerrero y victorioso, y al mismo tiempo esperarán al Mesías, hijo de David, como al rey de la Paz (Is 9,5 y Mi 5,1-4).

En ese tiempo, los instintos primitivos estaban tan arraigados que David, hombre humilde y misericordioso, no duda en ejecutar a sus prisioneros. No obstante, la Biblia lo elogia por haber salvado a algunos.

Es que la fe no reemplaza la cultura y cada uno de nosotros, por muy creyente que sea, depende de las ideas morales de su ambiente. Sabemos que, durante los siglos de cristiandad, creyentes y santos capaces de dar su vida por un hermano enfermo no pensaron en rebelarse contra abusos que, a nosotros, nos parecerían insoportables.
8,15

Ni Abraham, ni Moisés tuvieron secretarios: estos errantes no escribían ni disponían de oficinas. David reúne el primer núcleo de los funcionarios del reino y solamente con Salomón empezará la literatura sagrada.

Los hijos de David eran sacerdotes (18). En aquel tiempo, dos siglos después de Moisés, el sacerdocio no estaba reservado todavía a los levitas. El mismo Salomón ofrecerá sacrificios y hará la consagración del Templo (1 R 8,64).
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 9
1 David preguntó: «¿Hay todavía algún sobreviviente de la familia de Saúl para que lo trate con bondad en recuerdo de Jonatán?»
2 Ahora bien, la familia de Saúl tenía un mayordomo que se llamaba Siba. Lo llevaron donde David y el rey le dijo: «¿Tú eres Siba?» Respondió: «Para servirte».
3 El rey le preguntó: «¿Queda todavía algún sobreviviente de la familia de Saúl para que lo trate con bondad digna de Dios?» Siba respondió al rey: «Todavía queda un hijo de Jonatán que está tullido de ambas piernas».
4 «¿Dónde está?» preguntó el rey. Siba respondió al rey: «Está en la casa de Maquir, hijo de Ammiel, en Lo-Debar».
5 El rey David lo mandó buscar a la casa de Maquir, hijo de Ammiel, en Lo-Debar.
6 Cuando llegó donde David, Meribaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, se postró con el rostro en tierra. David le dijo: «¡Meribaal!» Respondió: «Soy yo tu servidor».
7 Entonces David le dijo: «No temas, quiero tratarte con bondad debido a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras de Saúl tu abuelo, y todos los días comerás a mi mesa».
8 Se postró de nuevo y dijo: «¿Quién es tu servidor para que pongas atención en un perro despanzurrado como yo?»
9 El rey llamó a Siba, el servidor de Saúl, y le dijo: «Doy a tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia.
10 Tú, junto con tus hijos y tus esclavos, trabajarás la tierra para él, harás las cosechas y así asegurarás para la familia de tu amo el alimento que necesita. Pero Meribaal, el hijo de tu patrón, comerá todos los días a mi mesa». Siba tenía quince hijos y veinte esclavos,
11 y respondió al rey: «Tu servidor hará lo que el rey mi señor mandó a su servidor».
11 De ese modo Meribaal comía a la mesa de David como uno de los hijos del rey;
12 Meribaal tenía un pequeño hijo que se llamaba Mica. Toda la gente de Siba trabajaba para Meribaal,
13 pero Meribaal residía en Jerusalén donde todos los días comía a la mesa del rey. Era tullido de ambas piernas.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 10
1 Por ese entonces murió el rey de los amonitas, y su hijo Amún reinó en su lugar.
2 David se dijo: «Le haré atenciones a Amún, hijo de Najaz, así como su padre lo hizo conmigo». David envió pues a sus servidores para presentarle sus condolencias con motivo de la muerte de su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron donde los amonitas,
3 los príncipes de los amonitas dijeron a su señor Amún: «¿Crees tú que David mandó a sus mensajeros con condolencias sólo para honrar a tu padre? Seguramente los mandó para que vinieran a espiar la ciudad, para que conocieran sus defensas y poder así apoderarse de ella».
4 Amún tomó entonces a los servidores de David, les rasuró la mitad de su barba, les cortó la ropa a la altura de las nalgas y los mandó de vuelta.
5 Al saber eso, David envió a alguien que fuera a encontrarlos, pues esos hombres estaban llenos de vergüenza. Les mandó decir: «Quédense en Jericó hasta que les crezca la barba, y después regresen».
6 Los amonitas se dieron cuenta de que se habían vuelto odiosos para David; contrataron por tanto a su servicio a los arameos de Bet-Rejob y a los arameos de Soba, en una cantidad de veinte mil hombres, y doce mil hombres de Tob.
7 Cuando David supo eso, mandó a Joab con todo el ejército y los de la guardia.
8 Los amonitas salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la puerta, mientras que los arameos de Soba y de Rejob más la gente de Tob y de Maacá se quedaban a pleno campo.
9 Joab se encontró pues con enemigos tanto delante como detrás de él. Separó la guardia de Israel y la formó en filas frente a los arameos,
10 luego encomendó a su hermano Abisaí el resto del pueblo, y éste lo formó frente a los arameos.
11 Dijo entonces: «Si los arameos son más poderosos que yo, tú vendrás a ayudarme, y si los amonitas son más poderosos que tú, yo iré a ayudarte.
12 Ten valor, demostremos que somos valientes por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; Yavé hará lo que mejor le parezca».
13 Cuando avanzó Joab con su ejército para atacar a los arameos, éstos salieron huyendo.
14 Al ver los amonitas que huían los arameos, dieron también la espalda a Abisaí y entraron en la ciudad. Entonces Joab puso fin a la expedición en contra de los amonitas y regresó a Jerusalén.
15 Al ver que habían sido derrotados por Israel, los arameos reunieron sus fuerzas.
16 Hadadezer mandó mensajeros para convocar a todos los arameos que vivían al otro lado del río y se concentraron en Jelam; Sobac, el jefe del ejército de Hadadezer, los mandaba a todos.
17 Cuando David lo supo, reunió a todo Israel, atravesó el Jordán y llegó a Jelam.
18 Los arameos se pusieron en orden de batalla frente a David y se trabó el combate. Los arameos dieron vuelta la espalda ante Israel y David les mató setecientos caballos y cuarenta mil hombres. Sobac, su comandante en jefe, fue derribado y murió allí mismo.
19 Cuando todos los reyes vasallos de Hadadezer vieron que habían sido derrotados por Israel, solicitaron la paz a los israelitas y se declararon sus súbditos; desde ese día los arameos no se atrevieron más a socorrer a los amonitas.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 11
El adulterio de David
1 A vuelta de año, en la época en que los reyes hacen sus campañas, David mandó a Joab con su guardia y todo Israel. Derrotaron completamente a los amonitas y sitiaron Rabbá, mientras David se quedaba en Jerusalén.
2 Una tarde en que David se había levantado de su siesta y daba un paseo por la terraza, divisó desde lo alto de la terraza a una mujer que se estaba bañando; la mujer era muy hermosa.
3 David preguntó por la mujer y le respondieron: «Es Betsabé, hija de Eliam, la esposa de Urías el hitita».
4 David mandó a algunos hombres para que se la trajeran. Cuando llegó a la casa de David, éste se acostó con ella justamente después que se había purificado de su regla, luego se volvió a su casa.
5 Al ver después que había quedado embarazada, la mujer le mandó decir a David: «Estoy embarazada».
6 Entonces David envió este mensaje a Joab: «Mándame a Urías el hitita». Y Joab mandó a Urías donde David.
7 Cuando llegó Urías, David le pidió noticias del ejército y de la guerra,
8 después dijo a Urías: «Anda a tu casa, te has ganado el derecho de lavarte los pies». Apenas salió Urías de la casa del rey, éste despachó detrás de él un presente de su mesa.
9 Pero Urías no entró en su casa, sino que se acostó a la puerta del palacio con todos los guardias de su señor.
10 Le dijeron a David: «Urías no ha ido a su casa». David preguntó a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?»
11 Urías respondió a David: «El Arca de Dios, Israel y Judá se alojan en tiendas. Mi jefe Joab y la guardia del rey, mi señor, están acampando a pleno campo, y ¿yo voy a entrar a mi casa para comer y beber y para acostarme con mi mujer? Juro por Yavé que vive y por tu vida que nunca haré tal cosa».
12 Entonces David dijo a Urías: «Quédate por hoy aquí y mañana te irás de vuelta». Urías se quedó pues en Jerusalén aquel día. Al día siguiente
13 David lo invitó a su mesa a comer y a tomar y lo emborrachó. Sin embargo, Urías tampoco bajó a su casa esa noche; se acostó con los sirvientes de su señor.
14 A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la pasó a Urías para que se la llevara.
15 En la carta escribió esto: «Coloca a Urías en lo más duro de la batalla, luego déjenlo solo para que lo ataquen y muera».
16 Joab, que estaba sitiando la ciudad, colocó a Urías en el lugar donde estaban los mejores defensores.
17 La gente de la ciudad efectuó una salida y atacaron a Joab; hubo varios muertos entre los oficiales de David y uno de ellos fue Urías el hitita.
18 Joab mandó a David noticias de las operaciones,
19 y dio esta orden al mensajero: «Cuando hayas terminado de contar al rey todos los detalles de la batalla,
20 a lo mejor el rey se va a enojar y te dirá: ¿Por qué se acercaron a la ciudad? ¿No saben que les disparan desde lo alto de las murallas?
21 ¿Quién mató a Abimelec, hijo de Yerubaal? ¿No fue una mujer que dejó caer sobre él una piedra de molino de lo alto de los muros de Tebés, y así murió? ¿Por qué se acercaron tanto a las murallas? Entonces tú sencillamente le responderás: «Tu servidor Urías el hitita murió también».
22 Partió el mensajero y a su arribo le transmitió a David todo el mensaje de Joab. David se enojó.
23 Entonces el mensajero le respondió: «Esos hombres trataron de efectuar un ataque en contra nuestra, hicieron una salida a descampado, y nosotros los hicimos retroceder hasta la puerta de la ciudad.
24 Pero entonces los arqueros dispararon desde lo alto de las murallas contra tus servidores, murieron varios guardias del rey y entre ellos estaba Urías el hitita».
25 David dijo al mensajero: «Dile a Joab que no se preocupe más por este asunto, porque la espada devora tanto aquí como acullá. Dile que refuerce su ataque contra la ciudad hasta que la destruya; que se mantenga firme».
26 Supo la mujer de Urías que su marido había muerto. Hizo duelo por él,
27 y cuando se terminaron los días de duelo, David la mandó a buscar. La llevó a su casa, la tomó por mujer y ella le dio un hijo; pero lo que David había hecho le pareció pésimo a Yavé.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 11
11,1

Esta es una invitación a tomar conciencia de la debilidad y la maldad de que son capaces los mismos amigos de Dios.

En varios lugares notamos los defectos de David: carácter impulsivo, disimulo. No por ser dócil a la voluntad de Dios era un hombre perfecto. Pero en este relato todo se junta para hacer más odioso su crimen:

— Urías es un extranjero que había venido al servicio del rey.

— Urías observa estrictamente las leyes religiosas de la guerra (abstenerse de relaciones sexuales) y la solidaridad con sus compañeros, mientras David se deja llevar por su pasión fuera de todo peligro.

— David mata a Urías por traición después de darle el recado de llevar la carta a Joab.

¿Cómo un libro destinado a recordar la memoria del rey modelo se atrevió a contar este suceso con tanta franqueza? Nunca lo hubiera hecho un historiador oficial de otro pueblo, y además en ese tiempo no eran pecado ni crimen los caprichos del rey. Pero la Biblia no es un libro escrito para la gloria de un rey o de un pueblo. Es «Revelación de Dios» en el sentido más profundo de la palabra. Es meditando la palabra de Dios cómo el hombre aprende a conocerse a sí mismo: es un pecador que necesita del Salvador que Dios le envía.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 12
Los reproches de Natán a David
1 Yavé mandó donde David al profeta Natán. Este fue y le dijo: «Había en una ciudad dos hombres: uno era rico y el otro, pobre.
2 El rico tenía mucho ganado mayor y menor;
3 el pobre, en cambio, sólo tenía una oveja que había comprado. La alimentaba, crecía a su lado junto con sus hijos, comía de su pan, tomaba de su copa y dormía en su regazo; era para él como una hija.
4 Un día el rico recibió a una visita. Como no quería sacrificar ningún animal de su ganado para preparar una cena al que acababa de llegar, robó la oveja del pobre y se la preparó a su visita».
5 David se enojó mucho con ese hombre y dijo a Natán: «Por Yavé que vive, el hombre que hizo eso merece la muerte.
6 Devolverá cuatro veces más por la oveja por haber actuado así sin ninguna compasión».
7 Entonces Natán dijo a David: «Ese hombre eres tú. Esto dice Yavé, el Dios de Israel: Te consagré como rey de Israel, te libré de las manos de Saúl,
8 te di la casa de tu señor y las mujeres de tu señor, te di la casa de Israel y la de Judá, y por si esto fuera poco, habría hecho mucho más por ti.
9 ¿Por qué pues despreciaste la palabra de Yavé? ¿Por qué hiciste esa cosa tan mala a sus ojos de matar por la espada a Urías el hitita? Te apoderaste de su mujer y lo mataste por la espada de los amonitas.
10 Por eso, la espada ya no se apartará más de tu casa, porque me despreciaste y tomaste a la mujer de Urías el hitita para hacerla tu propia mujer.
11 Esto dice Yavé: Haré que te sobrevenga la desgracia desde tu propia casa; tomaré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a tu prójimo que se acostará con ellas a plena luz del sol.
12 Tú hiciste esto en secreto, pero yo llevaré a cabo eso en presencia de todo Israel, a pleno día».
13 David dijo a Natán: «¡Pequé contra Yavé!» Y Natán le respondió: «Yavé te perdona tu pecado, no morirás.
14 Sin embargo, puesto que con esto despreciaste a Yavé, el hijo que te nació morirá»
15 Natán regresó a su casa y Yavé hirió al hijo que la mujer de Urías había dado a David, que cayó enfermo.
16 David pidió a Dios por su hijo, se negaba a comer y cuando regresó a su casa, dormía en el suelo.
17 Los ancianos de su casa le insistían para que se levantara, pero se negaba y no ingirió ningún alimento con ellos.
18 Al séptimo día, el niño murió. Los servidores de David no se atrevían a comunicarle la noticia, pues se decían: «Si cuando el niño estaba todavía vivo, le hablábamos y no quería hacernos caso, ¿qué no hará ahora cuando le comuniquemos que el niño murió?»
19 David se dio cuenta de que los servidores cuchicheaban entre sí; comprendió entonces que el niño había muerto y dijo a sus servidores: «¿Murió el niño?» Le respondieron: «Sí, murió».
20 Entonces David se levantó, se bañó, se perfumó y se cambió de ropa. Entró en la Casa de Yavé donde se postró; luego regresó a su casa y pidió que le sirvieran algo y comió.
21 Sus servidores le dijeron: «¿Qué haces? Cuando el niño estaba vivo, ayunabas, llorabas, y ahora que está muerto, te levantas y comes».
22 Respondió: «Mientras el niño estaba aún con vida, ayunaba y lloraba, pues me decía: ¿Quién sabe? A lo mejor Yavé tendrá piedad de mí y sanará al niño.
23 Pero ahora que está muerto, ¿para qué ayunar? ¿Puedo acaso hacer que reviva? En vez de que vuelva a mí, seré yo más bien quien vaya donde él».
24 David consoló a su mujer Betsabé, la fue a ver y se acostó con ella, quien concibió y dio a luz a un niño, al que le puso el nombre de Salomón. Yavé amó a ese niño,
25 y mandó al profeta Natán, que lo llamó Yedidya, es decir, amado de Yavé, por encargo suyo.
26 Joab atacó Rabbá de los amonitas y se apoderó de esa ciudad real;
27 después mandó mensajeros donde David para decirle: «Ataqué Rabbá y me apoderé de la ciudad baja.
28 Ya es tiempo de que congregues al resto del pueblo. Ven pues a acampar frente a la ciudad y a apoderarte de ella; no vaya a ser que la tome yo y que le den mi nombre».
29 Congregó pues David a todo el pueblo y salió rumbo a Rabbá; atacó la ciudad y se apoderó de ella.
30 Le quitó al dios Milcom su corona que pesaba un talento de oro y que tenía engarzada una piedra preciosa, la que pronto lució en la cabeza de David. Se apoderó de un inmenso botín.
31 Después desterró a todos los habitantes de la ciudad, los condenó a trabajos forzados con el serrucho, la picota o el hacha y los empleó en la fabricación de ladrillos. Así actuó David con todas las ciudades de los amonitas, y después regresó a Jerusalén con todo su ejército.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 12
12,1

David será el modelo del pecador arrepentido.

¿Por qué, pues, despreciaste la palabra de Yavé? (9) ¿Qué había hecho David para que lo eligiera Dios? Todo había sido en su vida obra del amor de Yavé. Dios escoge a un simple pastor para hacerlo rey, más aún, escoge a este «rey» de una pequeña nación para ponerle en las manos el Reino definitivo. No hay disculpa.

Hiciste lo que es malo a mis ojos. David fácilmente olvida que Yavé no quiere ceremonias exteriores, sino la pureza del corazón y la justicia con el prójimo.

Te apoderaste de su mujer y lo mataste... Dios pone a clara luz lo que David disimuló ante todos y ante su propia conciencia.

Actitud de David: reconoce su pecado con humildad y acepta las consecuencias de su culpa. En la Biblia, se le atribuye el Salmo 51, oración conmovedora del pecador arrepentido.

Actitud de Dios: Dios perdona tu pecado. Dios mantiene su fidelidad y sus promesas a los descendientes de David. Más aún, Salomón, hijo de Betsabé y de David, será el beneficiario de dichas promesas: Dios hará pasar su gracia por donde pasó el pecado.

Haré que te sobrevenga la desgracia desde tu propia casa. Dios, al perdonar, no borra las consecuencias del crimen.
12,15

El niño que nace del amor de David y Betsabé, enferma y muere. El rey se da cuenta que se trata de una señal más, para que comprenda la gravedad de su pecado. Pero Dios «es lento en enojarse y nadie lo supera en bondad»: nace otro niño de la misma mujer, ahora su esposa, el futuro rey Salomón.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 13
Tragedias en la familia de David
1 Poco después aconteció esto: Absalón, hijo de David, tenía una hermana que era muy bella y que se llamaba Tamar; Amnón, otro hijo de David, se enamoró de ella.
2 Amnón se atormentaba de tal forma que hasta enfermó pensando en su media hermana Tamar; ésta era virgen y Amnón no veía cómo podría hacer algo con ella.
3 Amnón tenía un amigo que se llamaba Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, y era muy astuto.
4 Le dijo: «¿Qué te pasa, hijo de rey, que tan temprano te ves ya alicaído? ¿Quieres decírmelo?» Amnón le respondió: «Es que quiero a Tamar, la hermana de mi hermano Absalón».
5 Entonces Yonadab le dijo: «Anda a acostarte, pon cara de enfermo, y cuando vaya tu padre a verte, dile: Dale permiso a mi hermana Tamar para que venga a servirme la comida. Que prepare un guiso ante mi vista y me lo sirva de su mano».
6 Amnón se fue a acostar y se hizo el enfermo. El rey lo fue a ver y Amnón dijo al rey: «Dale permiso a mi hermana Tamar para que venga, prepare unos pastelillos en mi presencia y me los sirva de su mano».
7 David mandó a buscar a Tamar y le dijo: «Anda a la casa de tu hermano Amnón y prepárale alguna comida».
8 Tamar fue a casa de su hermano Amnón que estaba en cama, preparó la masa, la sobó y ante la vista de él moldeó unos pastelillos que puso a cocer.
9 Tomó después la sartén y la vació delante de él, pero él no quiso comer sino que dijo: «Que salgan todos afuera», y salieron todos.
10 Amnón dijo entonces a Tamar: «Trae la comida a la pieza para que la reciba de tus manos». Tamar tomó los pastelillos que había preparado y se los llevó a su hermano Amnón a su pieza.
11 Cuando ella se los presentó, la agarró y le dijo: «Hermana mía, ven a acostarte conmigo».
12 Pero ella le respondió: «No, hermano mío, no me tomes a la fuerza, pues no se actúa así en Israel. No cometas esta falta.
13 ¿A dónde iría yo con mi vergüenza? Y tú serías como un maldito en Israel. Habla mejor con el rey, que no se negará a darme a ti».
14 Pero él no quiso hacerle caso, la agarró a la fuerza y se acostó con ella.
15 Pero luego Amnón la detestó. Era un odio más grande aún que el amor que le tenía. Amnón le dijo: «¡Párate y ándate!
16 Ella respondió: «¡No, hermano mío, no me eches! Eso sería peor que lo que acabas de hacer».
17 Pero no quiso oírla, sino que llamó a un joven que estaba a su servicio y le dijo: «Echala fuera, lejos de mí, y cuando salga cierra la puerta con candado».
18 Ella llevaba una túnica con mangas, porque así se vestían las hijas del rey cuando todavía eran vírgenes. El sirviente la echó fuera y cuando salió cerró la puerta con candado.
19 Tamar se echó ceniza en la cabeza, rasgó su túnica con mangas y se puso una mano en la cabeza, luego partió lanzando gritos.
20 Su hermano Absalón le dijo: «¿Así que tu hermano Amnón se acostó contigo? Escúchame, hermana mía, no digas nada a nadie. ¿No es tu hermano? No tomes tan a pecho lo sucedido». Tamar se quedó desamparada en la casa de su hermano Absalón.
21 Cuando el rey David se enteró del asunto, se enojó mucho pero no quiso llamarle la atención a su hijo Amnón, porque era su preferido por ser el mayor.
22 Absalón tampoco le dijo nada, ni buenas ni malas palabras, pero sentía odio por él debido a que había violado a su hermana Tamar.
23 Dos años después, Absalón iba a hacer la esquila en Baal-Jazor, al lado de Efraín. Absalón invitó a ella a todos los hijos del rey.
24 Absalón dijo al rey: «Ahora que tu servidor va a recibir a los esquiladores, venga el rey con toda su gente a mi casa».
25 Pero el rey respondió a Absalón: «No, hijo mío, no podemos ir todos, pues sería demasiado gasto para ti». Absalón siguió insistiendo ante el rey, quien no quiso ir y se contentó con bendecirlo.
26 Absalón le dijo entonces: «¡De acuerdo, pero al menos acepta que venga conmigo mi hermano Amnón». El rey le respondió: «¿Por qué tiene que ir contigo?»
27 Pero Absalón insistió tanto que el rey dio permiso para que fuera Amnón con los demás hijos del rey.
27 Absalón preparó un banquete real
28 y dio esta orden a sus muchachos: «Cuando Amnón esté borracho, les diré: ¡Denle a Amnón! E inmediatamente lo matarán. No teman nada, pues yo soy quien se lo ordena. ¡Animo, no se acobarden!»
29 Los servidores de Absalón hicieron con Amnón tal como Absalón se lo había ordenado. Al ver eso, todos los demás hijos del rey se levantaron, cada cual ensilló su mula y huyeron.
30 Todavía estaban en camino cuando llegó la noticia donde David: «Absalón mató a todos los hijos del rey y nadie escapó».
31 El rey se levantó, rasgó su ropa y se acostó en el suelo; todas las personas que estaban con él rasgaron también su vestimenta.
32 Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, tomó entonces la palabra, diciendo: «Señor, no crea que murieron todos los hijos del rey; sólo murió Amnón, pues era una idea fija en la cabeza de Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar.
33 No tome, mi señor, tan en serio la cosa, ni piense tampoco que murieron todos los hijos del rey. No, sólo murió Amnón, y Absalón seguramente salió huyendo».
34 El joven que estaba de vigía divisó un grupo importante que bajaba por el camino de Bajurim, y fue a informar al rey: «Vi unos hombres que bajan por el camino de Bajurim por la falda del cerro».
35 Yonadab dijo entonces al rey: «Ves que tu servidor no estaba equivocado».
36 Todavía estaba hablando cuando entraron los hijos del rey, lanzando exclamaciones y llorando. El rey se puso a llorar también junto con sus servidores.
37 Mientras tanto Absalón había huido y se había refugiado en casa de Talmai, hijo de Ammijud, rey de Guesur y allí estuvo tres años.
38 El rey hizo duelo largos días por su hijo,
39 después se consoló de la muerte de Amnón y se le pasó el enojo con Absalón.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 13
13,1

El crimen de Amnón y su asesinato aparecen como una repetición del pecado de David en su propia familia, que lo hiere en sus afectos más profundos.

En cualquier palacio de la antigüedad, éstos eran sucesos corrientes. Las otras religiones de ese tiempo exigían culto y sacrificio; no hablaban, o hablaban muy poco de rectitud moral. Por el contrario, desde el comienzo de la Biblia, se ve que Yavé exige una actitud moral y justicia entre los hombres. Los hombres de la Biblia no son siempre mejores que los de otros pueblos que no conocen a Dios, pero saben mejor lo que es el pecado.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 14
1 Joab, hijo de Seruya, se dio cuenta de que el rey estaba preocupado por Absalón,
2 y mandó buscar a Tecoa, una mujer astuta: «Oyeme bien, le dijo, vas a ponerte ropa de luto; no te perfumarás y te comportarás como una mujer que está de luto mucho tiempo por un difunto.
3 Irás donde el rey y le contarás toda la historia que te voy a decir».
4 La mujer de Tecoa fue donde el rey, se postró con el rostro en tierra y se puso a gritar: «¡Ayúdame, oh rey!»
5 El rey le preguntó: «¿Qué tienes?» Respondió: «¡Ay! Soy viuda, mi marido murió.
6 Tu sirvienta tenía dos hijos. Ellos se pelearon en el campo, no había allí nadie para separarlos, y uno mató al otro.
7 Ahora toda la familia se lanzó en mi contra. Me dicen: Entréganos al que dio muerte a su hermano para que lo matemos y así pague por la vida de su hermano. ¡Pero me van a quitar al heredero! Van a apagar la brasita que me queda todavía, me dejarán en la tierra sin marido, sin nombre, sin descendencia».
8 El rey dijo a la mujer: «Regresa a tu casa y yo mismo intervendré en tu asunto».
9 La mujer de Tecoa dijo al rey: «¡Oh rey mi señor, que este problema me afecte sólo a mí y a mi familia, pero que el rey y su trono no tengan por qué preocuparse!»
10 El rey replicó: «Tráeme al que te amenazó y te prometo que no volverá más a hacerte el mal».
11 Ella le dijo: «Que me prometa el rey en nombre de Yavé su Dios que el vengador de la sangre no aumentará mi pena ni hará que perezca mi hijo». El le dijo: «¡Por Yavé que vive, no caerá en tierra un solo cabello de tu hijo!»
12 La mujer añadió: «Permítale el señor rey a su sirvienta decir todavía una palabra».
13 Le dijo: «Habla». La mujer respondió: «Al pronunciar ese juramento el rey se condena a sí mismo pues lesiona al pueblo de Dios cuando no permite que regrese el que desterró.
14 Todos estamos condenados a morir: no se recupera el agua que se derrama en el suelo; Dios no hace que vuelvan los muertos. Que el rey, pues, busque los medios para que regrese el que fue exiliado.
15 Por eso vine a contarle al rey toda esa historia de personas que me atemorizaban. Me dije: Hablaré al rey, a lo mejor hará lo que le pide su sirvienta.
16 A lo mejor el rey me atiende y quiere librarme del que quiere cercenarnos a mí y a mi hijo de la herencia de Dios.
17 Y me dije: «Ojalá el señor rey pudiera decir tan sólo una palabra pacificante, porque el rey es como un ángel de Dios, que comprende el bien y el mal. Que Yavé tu Dios esté contigo».
18 El rey respondió a la mujer: «No me ocultes nada y respóndeme esta pregunta». La mujer le dijo: «Hable el rey mi señor».
19 El rey le dijo: «¿Detrás de todo este asunto no está acaso Joab?» La mujer le respondió: «Tan cierto como que tú vives, oh rey, que uno no puede desviarse ni a derecha ni a izquierda de todo lo que dice el rey mi señor. Sí, fue tu servidor Joab quien me encargó esto. El fue quien puso todas esas palabras en mi boca.
20 Tu servidor Joab disfrazó la situación pendiente con esta historia, pero la sabiduría del rey mi señor es como la sabiduría de un ángel de Dios, pues sabe todo lo que pasa en la tierra».
21 Entonces el rey dijo a Joab: «¿Así que tú inventaste este cuento? Trae de vuelta al joven Absalón».
22 Joab se postró con el rostro en tierra y bendijo al rey, diciendo: «Ahora que el rey resolvió el problema de su servidor, tengo la prueba de que de veras me aprecia».
23 Joab partió para Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén.
24 Sin embargo el rey dijo: «Que se vaya a su casa y que no se presente ante mí». Absalón se retiró pues a su casa y no se presentó ante el rey.
25 Nadie era más buen mozo que Absalón en todo el territorio de Israel. Todos cantaban sus alabanzas: de pies a cabeza no había en él ningún defecto.
26 Absalón se cortaba el cabello cuando ya le pesaba mucho, y cuando se lo cortaba, lo pesaba. Pues bien, pesaba doscientos siclos según el peso del rey (un kilo y medio).
27 Tuvo tres hijos y una hija a la que llamó Tamar: ésta era muy hermosa.
28 Absalón estuvo dos años en Jerusalén sin presentarse ante el rey.
29 Transcurrido ese tiempo mandó buscar a Joab para enviarlo donde el rey, pero Joab no quiso ir. Lo mandó buscar por segunda vez, pero tampoco quiso ir.
30 Entonces dijo a sus sirvientes: «¿Ven ustedes el campo de Joab que está al lado del mío, en el que se sembró cebada? Pues bien, vayan y préndanle fuego». Los sirvientes de Absalón prendieron fuego al campo. Inmediatamente fueron los sirvientes de Joab a buscarlo con la ropa hecha tiras y le dijeron: «Los sirvientes de Absalón prendieron fuego a todo el campo».
31 Joab se paró y fue a la casa de Absalón, y le dijo: «¿Por qué tus sirvientes prendieron fuego a mi campo?»
32 Absalón respondió a Joab: «Te mandé a buscar con este recado: Ven que quiero mandarte donde el rey. Le preguntarás por qué ordenó que volviera de Guesur. Me hubiera valido más quedarme allá abajo. Ahora quiero presentarme al rey; si cometí un crimen, que me condene a muerte».
33 Joab fue a contar todo eso al rey, quien mandó llamar a Absalón. Este llegó a la casa del rey, se postró con el rostro en tierra, y el rey lo abrazó.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 15
1 Después de eso Absalón se compró un carro, caballos y contrató a cincuenta hombres que iban corriendo delante de él.
2 Muy temprano iba Absalón a pararse al lado del camino que lleva a la puerta de la ciudad. Cada vez que un hombre tenía un pleito y debía presentarse en casa del rey para el juicio, Absalón lo llamaba y le preguntaba: «¿De qué ciudad eres tú?» Si el otro respondía: «Tu servidor es de tal tribu de Israel»,
3 Absalón le decía: «Mira, tu causa es buena y justa, pero no habrá nadie en la casa del rey para escucharte».
4 Luego Absalón agregaba: «¡Ah, si yo estuviera encargado de la justicia en este país! Todos los que tuvieran un pleito vendrían a verme y yo les haría justicia».
5 Y cuando alguien se acercaba para postrarse ante él, Absalón le tendía la mano, lo levantaba y lo abrazaba.
6 Así se comportaba Absalón con todos los israelitas que iban a ver al rey por algún pleito, y con eso se ganaba el corazón de todos los israelitas.
7 Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: «Déjame ir a Hebrón a cumplir una manda que hice a Yavé.
8 Cuando estaba en Guesur, en Aram, hice esta manda: «Si Yavé permite que vuelva a Jerusalén, iré a honrarlo en Hebrón».
9 El rey le dijo: «Anda en paz». Absalón entonces se preparó y partió para Hebrón.
Absalón se rebela contra su padre
10 Absalón mandó a decir a todas las tribus de Israel: «En cuanto oigan el sonido del cuerno, ustedes proclamarán: ¡Absalón es rey en Hebrón!»
11 Doscientas personas invitadas por Absalón habían salido con él de Jerusalén, pero iban sin saber, sin conocer nada de lo que se tramaba.
12 Mientras Absalón ofrecía sacrificios, mandó buscar en Guiló a un consejero de David que se llamaba Ajitofel de Guiló. La conspiración aumentaba día a día y los partidarios de Absalón iban siendo cada vez más numerosos.
13 Alguien fue a informarle a David: «Los hombres de Israel se pasaron a Absalón».
14 David entonces dijo a sus servidores y a los que estaban con él en Jerusalén: «¡Rápido, huyamos, porque en caso contrario no escaparemos de Absalón! Salgamos inmediatamente, porque si nos alcanza, nos derrotará y pasará a cuchillo la ciudad».
15 Los servidores del rey le dijeron: «Adondequiera que vaya nuestro señor el rey, allí estarán sus servidores».
16 El rey salió a pie con toda su familia, dejando en la ciudad a diez concubinas para que cuidaran el palacio.
17 El rey iba a pie acompañado de toda su gente, e hicieron un alto en la última casa.
18 Todos sus servidores estaban a su lado mientras desfilaban delante del rey los mercenarios quereteos y peleteos: éstos eran seiscientos hombres que habían venido de Gat con él.
19 El rey dijo a Itaí de Gat: «¿Por qué vienes también con nosotros? Vuélvete y quédate con el nuevo rey. Tú eres un extranjero y ya has tenido que dejar tu país.
20 Has llegado hace poco y ¿voy a hacerte salir cuando no sé a dónde voy? Regresa con tus hermanos y que Yavé te pague tu bondad y tu fidelidad».
21 Pero Itaí respondió al rey: «Por Yavé que vive y por la vida del rey mi señor, donde esté mi señor el rey allí estarán para mí la vida y la muerte».
22 David dijo entonces a Itaí: «Adelante, pasa». E Itaí siguió adelante con todos sus hombres y sus familias.
23 El pueblo iba pasando y todos lloraban a gritos. El rey atravesó el torrente del Cedrón y toda la gente pasó al este del camino que pasa por el desierto.
24 También estaba allí Sadoc junto con todos los levitas que transportaban el Arca de la Alianza de Dios; habían dejado el Arca en el suelo mientras el pueblo que venía de la ciudad subía y desfilaba.
25 El rey dijo entonces a Sadoc: «Lleva el Arca de Dios a la ciudad. Si merezco consideración a los ojos de Yavé, me traerá de vuelta y volveré a ver el Arca y su Morada.
26 Pero si dice: Ya no quiero más de ti; aquí estoy, que me trate como mejor le parezca».
27 El rey dijo además al sacerdote Sadoc: «Vuelve en paz a la ciudad con tu hijo Ajimaas y con Jonatán, hijo de Ebiatar.
28 Miren, yo me quedaré en los desfiladeros del desierto hasta que reciba de ustedes algún mensaje con noticias».
29 Sadoc y Ebiatar llevaron pues de vuelta a Jerusalén el Arca de Dios y se quedaron allí.
30 Mientras David subía el monte de los Olivos, iba llorando, con un velo en la cabeza y caminando descalzo. Todos los que estaban con él llevaban también la cabeza cubierta y subían llorando.
Humillación de David
31 Transmitieron a David esta noticia: «¡Ajitofel es uno de los conjurados, está con Absalón!» David entonces exclamó: «¡Oh Yavé, vuelve insensatos los consejos de Ajitofel!»
32 Cuando David llegó a la cumbre, allí donde se adora a Dios, vio que venía a su encuentro uno de sus familiares, Jusaí el arquita, quien llevaba rota su túnica y la cabeza cubierta de polvo.
33 David le dijo: «Si vienes conmigo, serás una carga para mí.
34 Podrías volver a la ciudad y decir a Absalón: Estaré a tu servicio, señor rey; antes serví a tu padre pero ahora te sirvo a ti. Así me harás un servicio embrollando los consejos de Ajitofel.
35 Contigo estarán los sacerdotes Sadoc y Ebiatar. Todo lo que veas en el palacio se lo transmitirás a los sacerdotes Sadoc y Ebiatar.
36 Sus dos hijos, Ajimaas, hijo de Sadoc y Jonatán, hijo de Ebiatar, están con ellos y por su intermedio me darán a conocer todo lo que sepan».
37 Jusaí, familiar de David, volvió a la ciudad, en el mismo momento en que Absalón llegaba a Jerusalén.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 15
15,10

Dios quiso que los israelitas de los siglos anteriores a Cristo tuvieran alguna imagen de él en la persona de David, su primer rey. A los días felices y gloriosos del joven jefe, querido de todos, suceden los días dolorosos del anciano rey. Tal vez en esos años aparece más claramente la semblanza de Cristo a través del rey David.

«La espada no se alejará de tu casa.» Natán había anunciado esta consecuencia de su adulterio. Pero en la prueba trasciende solamente la fidelidad humilde de David, que acepta sin murmurar la voluntad de Yavé.

La manera como David soporta la maldición de Semeí nos asombra. Cuánto más asombraría a los de ese tiempo, que no conocían sino la venganza. David sabe que Dios nunca lo va a abandonar; renunciando a defenderse a sí mismo es como atraerá mejor la misericordia de Yavé; él, que todo lo ve y que es justo, tendrá que salvarlo.

En los capítulos 15-16-17, lo sucedido a David es como el anuncio, la figura del Mesías en su pasión y resurrección. Hasta los detalles son sugestivos:

15,12: un traidor del consejo de David... que se ahorcó, 17,23.

15,23: el llanto, el torrente de Cedrón.

15,30: el monte de los Olivos.

15,32: el pequeño grupo de los fieles en la cumbre del monte.

16,9: el general quiere defender a su rey con espada: David se lo prohíbe.

16,13: los insultos, lo corto de la huida, que finaliza con la muerte del rebelde, 18,15.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 16
1 Cuando David llegó a la cumbre, Siba, el servidor de Meribaal, salió a su encuentro con un par de burros. Llevaba doscientos panes, cien racimos de pasas, cien frutas de la estación y un cuero de vino.
2 El rey dijo a Siba: «¿Qué vas a hacer con todo eso?» Siba le respondió: «Los burros servirán para que monten en ellos la familia del rey; el pan, las frutas de la estación servirán como alimento de sus compañeros, y a los que se cansen en el desierto les darán a beber vino».
3 Entonces le dijo el rey: «Pero, dónde está el hijo de tu señor?» Siba dijo al rey: «Se quedó en Jerusalén, pues piensa que la casa de Israel le devolverá hoy la realeza de su padre».
4 El rey dijo a Siba: «Todo lo que tiene Meribaal te pertenece». Siba respondió: «¡Sólo puedo inclinarme, que siempre cuente con el favor del rey mi señor!»
5 Como el rey David se acercara a Bajurim, salió un hombre de la familia de Saúl que se llamaba Simeí, hijo de Guera. Mientras caminaba, iba lanzando toda clase de maldiciones.
6 Y tiraba piedras a David y a los servidores del rey, mientras el rey David caminaba rodeado a derecha e izquierda por el pueblo y su guardia.
7 Simeí lo maldecía: «¡Andate, ándate! No eres más que un sanguinario y un criminal!
8 Yavé ha hecho recaer sobre ti la sangre de la familia de Saúl; así como tú le quitaste el trono, así también ahora Yavé se lo da a tu hijo Absalón. Te ha venido la desgracia porque eres un sanguinario».
9 Abisaí, hijo de Seruya, dijo al rey: «¿Por qué ese perro furioso maldice al rey mi señor? Déjame pasar el torrente y le corto la cabeza».
10 Pero el rey le respondió: «Hijo de Seruya, no te metas en mis asuntos; tal vez me maldice porque Yavé le dijo: ¡Maldice a David! ¿y quién tendrá derecho a preguntarle por qué lo hace?»
11 David dijo entonces a Abisaí y a sus servidores: «Si mi hijo, el que salió de mí, quiere atentar contra mi vida, con cuánta mayor razón ese hombre de Benjamín. Déjenlo que maldiga si Yavé se lo dijo.
12 A lo mejor Yavé toma en cuenta esta pena mía para devolverme la felicidad después de la maldición de hoy».
13 David y sus hombres continuaron su camino mientras Simeí seguía en la misma dirección pero al otro lado de la quebrada; maldecía, tiraba piedras y levantaba polvo.
14 El rey y todo su pueblo se detuvieron agotados por fin para respirar un poco.
15 Absalón y todo el pueblo de Israel entró en Jerusalén; con él iba Ajitofel.
16 Jusaí el arquita, consejero de David, fue a presentarse a Absalón, le dijo: «¡Viva el rey! ¡Viva el rey!»
17 Absalón le respondió: «¡Esa es la fidelidad a tu amigo! ¿Por qué no fuiste a reunirte con tu amigo?»
18 Pero Jusaí respondió a Absalón: « ¿No fue a ti a quien eligieron Yavé, todo ese pueblo y todos los hombres de Israel? Te pertenezco pues y me quedo contigo.
19 Y además, ¿a quién voy a servir? ¿No eres tú su hijo? Te serviré pues igual como serví a tu padre».
20 Absalón dijo a Ajitofel: «Reunamos al consejo para saber lo que vamos a hacer».
21 Ajitofel dijo a Absalón: «Anda donde las concubinas de tu padre, las que dejó para que cuidaran el palacio. Así sabrá todo Israel que te has vuelto odioso para tu padre, y todos tus partidarios se sentirán más comprometidos contigo».
22 Instalaron, pues, una tienda en la terraza del palacio y ante los ojos de todo Israel Absalón se unió a las concubinas de su padre.
23 Por ese entonces todos los consejos de Ajitofel eran como palabras de Dios; así los consideraban tanto David como Absalón.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 17
1 Ajitofel dijo a Absalón: «Permíteme que elija a doce mil hombres, pues quiero perseguir a David esta misma noche.
2 Lo atacaré mientras se encuentra fatigado y con las manos cansadas, sembraré el pánico en el pueblo y el pueblo huirá. Entonces me bastará con ultimar al rey,
3 y te traeré a todo el pueblo tal como vuelve una novia donde su novio. No necesitas más que la vida de un hombre, y al pueblo no le pasará nada».
4 Le pareció buena la cosa a Absalón y a todos los dirigentes de Israel.
5 Pero Absalón dijo: «Llamen a Jusaí el arquita, para que oigamos su consejo».
6 Jusaí se acercó a Absalón y éste le dijo: «Ajitofel nos dio este consejo. ¿Tenemos que seguirlo? Porque si no, ¿qué propones tú?».
7 Jusaí respondió a Absalón: «Por esta vez el consejo de Ajitofel no es bueno».
8 Y Jusaí añadió: «Sabes bien que tu padre y sus compañeros son valientes, están tan enfurecidos como una osa salvaje a la que le han quitado sus crías, o como el jabalí en la pradera. Tu padre es un buen soldado, y ciertamente no dejará que el ejército cierre los ojos;
9 en este momento, con toda seguridad, debe estar oculto en alguna caverna o en cualquier otro lugar. Si los nuestros pierden hombres desde el comienzo, correrá el rumor y dirán: El ejército de Absalón sufrió una derrota.
10 Entonces hasta los más valientes, los que tienen un corazón de león, se desanimarán, porque todo Israel sabe que tu padre y los que están con él son valientes.
11 Por eso más bien te aconsejo que mandes reunir a todo Israel, desde Dan hasta Bersebá, y tú mismo marcharás al frente de ese ejército tan numeroso como las arenas del mar.
12 Lo atacaremos, esté donde esté, nos dejaremos caer sobre él tal como cae el rocío en el suelo y no dejaremos con vida ni a él ni a sus compañeros.
13 Si se atrinchera en una ciudad, todo Israel juntará cordeles para tirar esa ciudad al torrente, de tal modo que no quedará allí ni una piedra».
14 Absalón y toda la gente de Israel exclamaron: «El consejo de Jusaí el arquita es mejor que el de Ajitofel». Es que Yavé había decidido que no se tomara en cuenta el consejo de Ajitofel que era el bueno, para que así le fuera mal a Absalón.
15 Jusaí dijo entonces a los sacerdotes Sadoc y Ebiatar: «Ajitofel dio este consejo a Absalón y a los ancianos de Israel, pero esto es lo que yo les aconsejé.
16 Vayan ahora rápidamente a avisarle a David. Díganle: No te quedes esta noche en los desfiladeros del desierto. Apresúrate en atravesar, si no el rey y su ejército corren el riesgo de ser aniquilados».
17 Jonatán y Ajimaas estaban cerca de la fuente de Roguel y una sirvienta tenía que comunicarse con ellos para que llevaran la noticia al rey, porque no querían entrar en la ciudad y que los vieran.
18 Pero un joven los vio y dio aviso a Absalón. Entonces ambos salieron huyendo y se refugiaron en casa de un hombre de Bajurim. Había en el patio un pozo donde se escondieron.
19 La mujer tomó un pedazo de cuero, lo extendió sobre el brocal del pozo y desparramó encima grano, de tal modo que no se veía nada.
20 Los servidores de Absalón llegaron donde la mujer y le preguntaron: «¿Dónde están Ajimaas y Jonatán?» La mujer les respondió: «Siguieron su camino hacia el Jordán». Los buscaron, y como no los encontraron, retornaron a Jerusalén.
21 Después que se fueron, Ajimaas y Jonatán salieron del pozo y fueron a prevenir a David: «Salgan inmediatamente, apresúrense en cruzar el río, porque esto fue lo que respecto a ustedes aconsejó Ajitofel».
22 David y todo el ejército que lo acompañaba iniciaron la marcha, pasaron el Jordán y al alba todos habían cruzado el Jordán.
23 Cuando Ajitofel vio que no se había seguido su consejo, ensilló su burro y regresó a la casa que tenía en la ciudad, puso todo en orden en su casa y se ahorcó.
24 Mientras Absalón atravesaba el Jordán con todos los israelitas, David ya había llegado a Majanayim.
25 Absalón había nombrado jefe del ejército a Amasa en vez de Joab (Amasa era hijo de Yitra el ismaelita, quien se había unido a Abigaíl, hija de Jesé, y hermana de Seruya, la madre de Joab).
26 Israel y Absalón instalaron su campamento en el territorio de Galaad.
27 Cuando David llegó a Majanayim, Sobi, hijo de Najaz de Rabbá de los amonitas, Matri, hijo de Ammiel de Lo-Debar, y Barcilay de Roglim de Galaad,
28 le llevaron colchonetas, frazadas, copas y vajilla. También le llevaron trigo y cebada, harina, trigo tostado, habas y lentejas,
29 miel y leche cuajada, quesos de oveja y de vaca, para que se alimentaran David y el pueblo que lo acompañaba. Pues se habían dicho: «Después de la caminata por el desierto, este pueblo debe estar fatigado, con hambre y con sed».
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 18
1 David pasó revista a los hombres que estaban con él y puso al frente de ellos a jefes de mil y de cien.
2 Luego David dividió al ejército en tres: un tercio se lo pasó a Joab, otro a Abisaí, hijo de Seruya y hermano de Joab, y el último a Itaí de Gat. El rey dijo a la tropa: «Yo también iré con ustedes».
3 Pero la tropa respondió: «No, es mejor que no vengas, porque si damos vuelta la espalda, nadie se fijará en eso. Si muere la mitad de nosotros, nadie reparará en ello, pero tú, tú eres como diez mil de nosotros. Es mejor que te quedes en la ciudad para que así puedas ayudarnos».
4 El rey les dijo: «Haré lo que a ustedes mejor les parezca». Se quedó pues en la puerta de la ciudad y salió toda la tropa en destacamentos de a cien y de a mil.
5 El rey dio esta orden a Joab, Abisaí y a Itaí: «Por respeto a mí traten bien al joven Absalón». Todo el ejército oyó la orden que había dado el rey a los jefes con respecto a Absalón.
Derrota y muerte de Absalón
6 El ejército de David salió al encuentro de Israel y la batalla tuvo lugar en los bosques de Efraín.
7 Fue una gran derrota para el ejército de Israel, la gente de David los aplastaron y perdieron veinte mil hombres.
8 La batalla prosiguió luego por todo el sector y ese día perecieron más hombres en las barrancas del bosque que en el combate.
9 Los hombres de David hallaron a Absalón por casualidad; iba montado en su mula y ésta pasó debajo de las ramas de una gran encina. Sus cabellos se enredaron en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra mientras la mula seguía su carrera.
10 Un hombre lo vio y le avisó a Joab: «Vi a Absalón que está colgado de una encina».
11 Joab dijo al que le trajo la noticia: «¡Así que lo viste! ¿Y por qué no lo mataste allí mismo? Te habría dado diez piezas de plata y un cinturón».
12 Pero el hombre le respondió: «Aunque tuviera en mis manos mil piezas de plata, no pondría la mano encima del hijo del rey. Ante todos nosotros el rey dio esta orden a ti, a Abisaí y a Itaí: Por respeto a mí, no maten al joven Absalón.
13 Aunque yo no lo hubiera dicho, el rey lo habría sabido, y tú no me hubieras defendido».
14 Joab le dijo: «Estoy perdiendo el tiempo contigo». Y yendo al árbol de donde colgaba Absalón, le clavó personalmente tres dardos en el corazón, cuando aún estaba vivo.
15 Entonces se acercaron diez jóvenes escuderos de Joab y lo remataron.
16 Joab tocó entonces el cuerno para que la tropa se detuviera y dejara de perseguir a Israel.
17 Tomaron a Absalón y lo echaron en una gran fosa en medio del bosque, y amontonaron piedras encima. Los israelitas, por su parte, habían huido, yendo cada cual a su lugar.
18 Absalón se había levantado en vida una estela en el Valle del rey, porque decía: «No tengo hijos para que se conserve mi nombre». Le puso su nombre a la piedra que erigió y todavía hoy se la llama «el monumento de Absalón».
19 Ajimaas hijo de Sadoc dijo entonces: «Voy a ir corriendo donde el rey a comunicarle esta buena noticia de que Yavé le ha hecho justicia y lo libró de sus enemigos».
20 Pero Joab le dijo: «Tú no serás por ahora el mensajero, pues la noticia no es buena, sino mala, siendo que ha muerto el hijo del rey. Será para otra vez».
21 Joab dijo entonces al Cusita: «Anda a anunciar al rey lo que viste». El cusita se inclinó ante Joab y salió corriendo.
22 Ajimaas hijo de Sadoc insistió y dijo a Joab: «No importa lo que pase. Yo también quiero correr tras ese cusita». Joab le dijo: «¿Para qué vas a correr, hijo, si no obtendrás ninguna recompensa?»
23 El respondió: «No importa, quiero ir». Joab le dijo entonces: «Muy bien, corre». Ajimaas salió corriendo, tomó el camino de la llanura y adelantó al cusita.
Anuncian a David la muerte de Absalón
24 David estaba sentado entre las dos puertas y el centinela hacía la ronda por el techo de la puerta encima de las murallas. Levantó la vista y divisó a un hombre que corría solo.
25 El centinela gritó la noticia al rey, quien exclamó: «Si viene solo, es porque trae buenas noticias».
26 Mientras se acercaba el hombre, el centinela divisó a otro que corría detrás, llamó al portero y le dijo: «Hay otro hombre que también viene corriendo solo». El rey dijo: «También ese trae buenas noticias».
27 El centinela replicó: «Reconozco al primero por su manera de correr: es Ajimaas, hijo de Sadoc». El rey dijo: «Es un hombre valioso, seguramente trae una buena noticia».
28 Cuando Ajimaas estuvo muy cerca, gritó: ¡Salud!» Luego se postró con el rostro en tierra ante el rey. «¡Bendito sea Yavé tu Dios, dijo, porque destruyó a los hombres que se habían rebelado contra el rey mi señor!»
29 El rey dijo entonces: «¿Está a salvo el joven Absalón?» Ajimaas respondió: «Cuando tu servidor Joab me envió, vi una gran confusión, pero no supe qué era».
30 El rey le dijo: «Ponte allí y aguardemos». Se puso a un lado y esperó.
31 Detrás de él llegó el cusita, quien dijo: «Reciba esta buena noticia el rey mi señor: Yavé te hizo hoy justicia, te libró de todos los que se habían alzado contra ti».
32 El rey preguntó al cusita: «¿Está a salvo el joven Absalón?» El cusita le respondió: «Que los enemigos del rey mi señor, que todos los que se rebelan contra él para hacerle mal corran la misma suerte que ese joven».

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 18
18,6

Este relato, vivo y muy hermoso, es difícil de acortar.

Aunque el hijo haya dejado la casa de su padre y le haya hecho mucho daño, el padre no pierde la esperanza. Más aún, es tanto su amor, que está en las puertas de la ciudad esperando noticias, como el Padre de la parábola del Hijo Pródigo, que divisó por primero a su hijo que regresaba.

Joab tiene la razón desde el punto de vista político, pero David se acercó a la manera de ver de Dios.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 19
1 El rey entonces se conmovió, subió a la habitación que estaba encima de la puerta y se puso a llorar. Caminando de uno a otro lado hablaba así: «¡Hijo mío Absalón! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío Absalón! ¿Por qué no morí yo en vez de ti? ¡Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío!»
2 Le dijeron a Joab: «El rey llora y se lamenta por Absalón».
3 Ese día la victoria se transformó en duelo para todo el pueblo, porque todo el pueblo se dio cuenta de que el rey estaba desesperado a causa de su hijo.
4 Por eso, ese día el pueblo regresó sin ruido a la ciudad, como gente que ha huido durante la batalla y que regresan avergonzados buscando pasar inadvertidos.
5 El rey, mientras tanto, se había puesto un velo en la cara y exclamaba en alta voz: «¡Hijo mío Absalón! ¡Absalón hijo mío! ¡Hijo mío!»
6 Joab entró en la habitación del rey y le dijo: «Hoy cubres de vergüenza a todos tus servidores. Te salvaron la vida, la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y de tus concubinas.
7 Pero tú amas a los que te odian y odias a los que te aman. Lo estás demostrando ahora: tus servidores y sus jefes son nada para ti, y si Absalón estuviera ahora con vida y todos nosotros muertos, tú estarías muy feliz.
8 ¡Arréglate pues, sal y habla a tus oficiales! Lo juro por Yavé, si no sales, nadie quedará a tu lado esta noche, y será para ti una desgracia más grande que todas las que te han sobrevenido desde tu juventud hasta hoy».
David regresa a Jerusalén
9 Salió entonces el rey y fue a sentarse al lado de la puerta. Cuando se supo que el rey estaba sentado a la puerta, todo el pueblo se presentó ante el rey.
9 La gente de Israel había huido a su casa,
10 y en todas las tribus de Israel se discutía y se decía: «El rey nos libró de las manos de todos nuestros enemigos, nos libró de los filisteos y ahora por culpa de Absalón tuvo que huir del país.
11 Ese Absalón al que habíamos consagrado como rey murió en la batalla, entonces, ¿no haremos nada para reponer al rey?»
12 Todo lo que se decía en Israel llegaba a oídos del rey. El rey dio este encargo a los sacerdotes Sadoc y Ebiatar: «Transmitan este mensaje a los ancianos de Judá: «¿Por que han de ser ustedes los últimos en reinstalar al rey en su casa?
13 ¿No son ustedes mis hermanos, y mi carne y mis huesos? ¿Por qué van a ser los últimos en reinstaurar al rey?
14 También dirán a Amasa: ¿No eres tú como mi carne y mis huesos? Maldígame Dios si no te nombro jefe en vez de Joab».
15 Con esas palabras se ganó la confianza de todos los hombres de Judá, quienes de común acuerdo enviaron al rey este mensaje: «Vuelve donde tus servidores».
16 En vista de eso el rey volvió y llegó al Jordán. La gente de Judá había venido a su encuentro y lo esperaba en Guilgal, para ayudarlo a cruzar el río.
17 Simei hijo de Guera, el benjaminita de Bajurim, bajó junto con la gente de Judá a encontrar al rey,
18 y lo acompañaban mil hombres de la tribu de Benjamín. También Siba, el mayordomo de la casa de Saúl, había bajado al Jordán junto con sus quince hijos y sus veinte sirvientes al encuentro del rey David,
19 para ayudar a atravesar a la familia del rey y para cualquier otra cosa que pudiera éste necesitar.
19 Simei hijo de Guera se echó a los pies del rey cuando éste empezaba a atravesar el Jordán.
20 Dijo al rey: «Olvide mi señor mi falta, y no me guarde rencor. Olvídese del mal que tu servidor hizo al señor mi rey, el día en que salía de Jerusalén.
21 Tu servidor sabe muy bien que pecó, pero ahora ha sido el primero de toda la casa de Israel en venir al encuentro del rey mi señor».
22 Entonces Abisaí, hijo de Seruya, tomó la palabra y dijo: «Simei merece la muerte porque maldijo al rey ungido por Yavé».
23 Pero David respondió: «No se metan en mis asuntos, hijos de Seruya, ustedes me perjudicarían si muriera ahora alguien en Israel. Sé muy bien que soy ahora rey de todo Israel».
24 Y el rey le hizo a Simei este juramento: «No morirás».
25 También Meribaal, el hijo de Saúl, había bajado para encontrar al rey. Desde el día en que el rey se había ido, hasta ese día en que retornaba en paz, Meribaal no se había lavado ni los pies ni las manos, tampoco se había recortado el bigote ni lavado su ropa.
26 Cuando llegó desde Jerusalén ante el rey, éste le dijo: «¿Por qué no viniste conmigo, Meribaal?»
27 Respondió: «Señor rey, mi servidor me engañó. Como tú sabes, yo soy enfermo, y yo le había dicho: «Ensilla mi burra, la montaré para irme con el rey».
28 Pero me ha calumniado ante ti. Mas mi señor el rey es como el ángel de Yavé, que actúe ahora como mejor le parezca.
29 La familia de mi padre sólo podía esperar del rey mi señor la muerte y sin embargo tú me has puesto entre los que comen a tu mesa. ¿Con qué derecho podría pedirle ahora algo al rey?»
30 El rey le dijo: «¡Basta de discursos! Desde ahora tú y Siba se repartirán las tierras».
31 Meribaal dijo al rey: «Que se quede con todo, ya que el rey mi señor ha vuelto a su casa en paz».
32 Barcilay de Galaad había bajado desde Roglim y había pasado el Jordán con el rey antes de despedirse de éste.
33 Ahora bien, Barcilay era muy anciano, tenía ochenta años; él fue quien aprovisionó al rey mientras estuvo en Majanayim, porque era un hombre muy rico.
34 El rey dijo a Barcilay: «Quédate conmigo y yo te mantendré en Jerusalén».
35 Pero Barcilay le respondió: «¿Cuántos días, cuántos años de vida me quedan para que vaya con el rey a Jerusalén?
36 Tengo ya ochenta años y no distingo bien entre lo que es bueno y lo que es malo, no siento gusto a lo que como o a lo que bebo, ni tampoco oigo la voz de los cantores y de las cantantes. ¿Para qué pues va a ser tu servidor una carga más para el rey mi señor?
37 Tu servidor te acompañará todavía un poco más allá del Jordán, pero ¿por qué el rey me va a dar tal recompensa?
38 Permíteme regresar y morir en mi ciudad, cerca de la tumba de mi padre y de mi madre. Pero mi hijo Quinján, tu servidor, acompañará al rey mi señor y tú harás para él lo que estimes conveniente».
39 El rey le dijo: «Muy bien, que Quinján se quede conmigo. Haré para él lo que tú quieras y todo lo que me pidas lo haré por ti».
40 Todo el pueblo atravesó el Jordán después del rey. Este abrazó a Barcilay y lo bendijo, y así regresó a su casa.
41 El rey se dirigió a Guilgal en compañía de Quinján; todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, como también la mitad del pueblo de Israel.
42 Fue entonces cuando los hombres de Israel fueron donde el rey y le dijeron: «¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, fueron a buscarte junto con tu familia para ayudarte a pasar el Jordán siendo que tenías allí a toda tu guardia?»
43 Los hombres de Judá respondieron a los israelitas: «¿No es el rey de nuestra tribu? ¿Por qué pues se enojan? ¿Acaso el rey nos dio de comer o alguna otra cosa?»
44 Los israelitas respondieron a los hombres de Judá: «»Nosotros teníamos diez veces más derechos que ustedes sobre el rey. ¿Por qué pues nos despreciaron? Nosotros fuimos los primeros en pedir el regreso de nuestro rey». Pero los hombres de Judá contestaron con palabras más duras.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 19
19,40

La victoria de David no soluciona el problema de fondo, el de la unidad entre las tribus, pues Absalón solamente aprovechó y ahondó la división existente. Los hombres de Judá quedan resentidos contra Israel, olvidando que, en su propia tribu, muchos ayudaron a Absalón; así impiden que David sea rey de todos y su victoria es una grieta más en la unidad recién lograda.

Con esto la Biblia nos manifiesta una forma de violencia de la que muchas veces no somos conscientes: la exclusión del otro, que no es propia sólo de los políticos. Cuando estamos personalmente implicados en un conflicto, la exclusión de los que se oponen a nosotros o a nuestro partido nos parece muchas veces la mejor solución. Pero cuando vemos las cosas desde afuera, condenamos inmediatamente a los que excluyen a los demás. Siempre habrá tensión entre nuestra sed de unidad y la necesidad de sancionar al culpable (1 Cor 5) o al que nos parece tal. Debemos ser siempre muy equilibrados tanto cuando pronunciamos la exclusión como cuando proclamamos nuestro apego a la unidad y a la paz.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 20
La rebelión de Sebá
1 Había allí un hombre malvado, llamado Sebá, hijo de Bicri, de la tribu de Benjamín. Tocó el cuerno y proclamó: «Nada tenemos que ver con David, nada tenemos que esperar del hijo de Jesé. ¡Israel, regresa a tus tiendas!»
2 Todos los hombres de Israel abandonaron entonces a David y siguieron a Sebá, hijo de Bicri, mientras que los de Judá se quedaron con el rey y lo acompañaron desde el Jordán hasta Jerusalén.
3 David entró nuevamente en su palacio de Jerusalén, ordenó que salieran las diez concubinas que había dejado para que cuidaran el palacio y las puso en una casa bajo vigilancia. Aseguró su manutención pero no se acercó más a ellas. Hasta el día de su muerte estuvieron allí encerradas llevando una vida de viudas.
4 El rey dijo a Amasa: «Tienes tres días para reunir a los hombres de Judá y presentarte ante mí».
5 Partió Amasa para reunir a Judá, pero tardó más del plazo que le había fijado el rey.
6 Entonces el rey dijo a Abisaí: «Sebá, hijo de Bicri, será pronto más peligroso para nosotros que Absalón. Sal al frente de la guardia de tu amo y persíguelo, porque podría apoderarse de alguna ciudad fortificada y escapársenos».
7 Joab, los quereteos, los peleteos y todos los valientes salieron de campaña. A las órdenes de Abisaí dejaron Jerusalén y se lanzaron en persecución de Seba, hijo de Bicri.
8 Estaban cerca de la gran roca que se halla en Gabaón, cuando Amasa se presentó ante ellos. Joab llevaba sobre su tenida de guerra un cinturón del cual pendía una espada en su vaina; la espada se salió y cayó.
9 Joab dijo a Amasa: «Hermano mío, ¿estamos en paz?» Y con la mano derecha tomó la barba de Amasa como para abrazarlo.
10 Amasa no desconfió de la espada que Joab tenía en la mano, pero Joab se la enterró en el vientre y las entrañas se desparramaron por el suelo. No hubo necesidad de un segundo golpe pues Amasa había ya muerto. Entonces Joab y su hermano Abisaí se lanzaron en persecución de Sebá, hijo de Bicri.
11 Uno de los guardias de Joab se quedó al lado del cuerpo de Amasa; decía: «¡Los que están por David y aman a Joab, sigan a Joab!»
12 Porque Amasa estaba en un charco de sangre en medio del camino y todos los hombres del ejército que llegaban allí se detenían. Al ver eso, el muchacho sacó el cuerpo de Amasa fuera del camino y lo tapó con un manto.
13 Apenas lo hubo retirado del camino, todos corrieron tras Joab y se lanzaron en persecución de Sebá, hijo de Bicri.
14 Sebá recorrió todas las tribus de Israel hasta Abel-Bet-Maacá. Los hombres del clan de Bicri se habían reunido y se habían ido con él.
15 Joab sitió a Sebá en Abel-Bet-Maacá, levantaron un terraplén para alcanzar la ciudad que llegaba hasta la muralla. Cuando todo el ejército de Joab cavaba para hacer caer la muralla,
16 una mujer muy lista que estaba en la ciudad exclamó: «¡Oigan, oigan! Digan a Joab que se acerque hasta acá, porque quiero hablarle».
17 Joab se acercó y la mujer le dijo: «¿Eres tú Joab?» El respondió: «Sí, yo soy». Ella le dijo: «Escucha lo que tengo que decirte». Respondió: «Escucho».
18 Ella le dijo: «Antes era costumbre decir: En Abel y en Dan les enseñarán las antiguas costumbres de Israel;
19 ¿y tú intentas destruir una ciudad que es madre de ciudades de Israel? ¿Por qué vas a destruir la herencia de Yavé?»
20 Joab respondió: «De ninguna manera quiero yo destruir ni arruinar.
21 Solamente buscamos a Sebá, hijo de Bicri, hombre de la montaña de Efraín, el que se ha rebelado contra el rey David. Entréguenmelo y me alejaré de la ciudad».
21 La mujer respondió a Joab: «Muy bien, te tiraremos su cabeza por encima de la muralla».
22 La mujer convenció a los habitantes de la ciudad que le cortaran la cabeza a Sebá, hijo de Bicri, y se la tiraran a Joab. Este tocó inmediatamente el cuerno: se dispersaron y cada cual se volvió a su hogar. Joab por su parte regresó a Jerusalén donde el rey.
23 Joab fue el jefe de todo el ejército de Israel, Benaías, hijo de Yoyada, mandaba los peleteos y quere teos.
24 Adoram era supervisor de los trabajos obligatorios; Josafat, hijo de Ajilud, era el archivero;
25 Siya era secretario; los sacerdotes eran Sadoc y Ebiatar;
26 Isá el Yairita, también era sacerdote de David.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 21
1 Hubo bajo el reinado de David una hambruna que duró tres años. David consultó a Yavé y éste le respondió: «Saúl y su familia tienen pendiente una deuda de sangre porque Saúl dio muerte a los gabaonitas».
2 Estos gabaonitas no eran israelitas, pues descendían de los antiguos amoreos, pero los israelitas se habían comprometido con ellos con juramento. A pesar de eso, Saúl había tratado de eliminarlos llevado por su celo por Israel y Judá.
3 David convocó entonces a los gabaonitas, y les dijo: «¿Qué tenemos que hacer como reparación para que ustedes bendigan la herencia de Yavé?»
4 Los gabaonitas le respondieron: «No tenemos ningún problema de plata o de oro ni con Saúl ni con su familia, ni tampoco queremos que haya más víctimas en Israel». David les dijo: «Haré por ustedes lo que me digan».
5 Respondieron al rey: «Un hombre nos masacró, quería destruirnos y eliminarnos del territorio de Israel.
6 Entréguennos ahora a siete de sus hijos para que los ahorquemos delante de Yavé en Gabaón, en el cerro de Yavé». El rey les dijo: «Se los entregaré».
7 No tomó en cuenta sin embargo a Meribaal, el hijo de Jonatán, hijo de Saúl, debido al juramento que había hecho a Jonatán, hijo de Saúl, ante Yavé.
8 Rispá, hija de Ayía, había dado dos hijos a Saúl, Armoní y Meribaal. Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barcilay de Mejola, cinco hijos.
9 David los mandó apresar y se los entregó a los gabaonitas, quienes los ahorcaron en el cerro ante Yavé; los siete murieron juntos.
9 Fueron ejecutados el primer día de la cosecha, al comienzo de la cosecha de la cebada.
10 Rispá, hija de Ayía, tomó un saco y lo extendió para ella sobre una roca del cerro, y desde el principio de la cosecha hasta la época de las primeras lluvias, impidió que se acercaran a ellos de día las aves del cielo y de noche las fieras salvajes.
11 Comunicaron a David lo que Rispá, hija de Ayía y concubina de Saúl, estaba haciendo.
12 David fue entonces a buscar los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán que estaban en Yabés de Galaad. Pues los filisteos habían colgado sus cuerpos en la plaza de Bet-seán después de su victoria sobre Saúl en Guelboé, pero la gente de Yabés de Galaad se los había robado.
13 David trajo pues los huesos de Saúl y de Jonatán, luego juntó los huesos de los que habían sido ahorcados,
14 y enterraron los huesos de Saúl en la tumba de su padre Quis, en Selá, en territorio de Benjamín. Allí también sepultaron los huesos de su hijo Jonatán y los de los ahorcados. Se hizo todo lo que el rey había ordenado, después de lo cual Dios tuvo compasión del país.
15 Se reinició la guerra entre los filis teos e Israel. David bajó con su guardia para pelear con los filisteos.
16 En un momento en que David estaba cansado, trató de matarlo un descendiente de Rafá, llamado Isbó-Benob. Llevaba una lanza de bronce que pesaba trescientos siclos (tres kilos y medio) y tenía además una espada nueva.
17 Pero Abisaí, hijo de Seruya, fue a auxiliar a David, hirió al filisteo y lo mató. Los hombres de David le insistieron entonces: «No vengas más a la guerra con nosotros, pues no debe apagarse la lámpara de Israel». 18 Después de eso hubo todavía otra batalla con los filisteos; en esa ocasión Sibecaí de Jusá dio muerte a un descendiente de Rafá, llamado Saf.
19 Se reinició una vez más la guerra con los filisteos en Gob, y Eljanán, hijo de Yair, de Belén, mató a Goliat de Gat; el astil de su lanza era como un palo de un telar.
20 Hubo además otro combate en Gat; allí se encontraba un hombre alto que tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, en total veinticuatro dedos. Este también era descendiente de Rafá.
21 Como insultara a Israel, le dio muerte Jonatán, hijo de Simea, hermano de David.
22 Los cuatro eran hombres de Gat descendientes de Rafá. Fueron muertos por las manos de David y de sus guardias.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 21
21,1

Este episodio nos descubre lo más inhumano de los prejuicios religiosos existentes en ese tiempo.

David consultó a Yavé, y éste le respondió... Ya encontramos esta costumbre de preguntarle a Dios por medio del Urim y del Tummin, es decir, por las suertes. Posiblemente Dios aceptó en varias oportunidades guiar por este medio a los que lo creían acreditado por Dios. Aquí comprobamos que los procedimientos mágicos usados para buscar una respuesta de Dios pueden llevar a los peores desvíos: «los responsables del hambre son los descendientes de Saúl, porque mató a los gabaonitas».

Quizá el mismo David comparte el prejuicio común: solamente que usa su autoridad para salvar al hijo de su amigo Jonatán.

No se puede decir que esta mentalidad haya desaparecido. Si algo anda mal en la sociedad o en una institución, muchos buscan a quién sacrificar antes de ver si tienen ellos mismos una parte de la culpa.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 22
El cántico de David
1 David dedicó a Yavé las palabras de este cántico, el día en que Yavé lo libró de las manos de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.
2 «Yavé es mi roca, y mi fortaleza,
2 mi salvador y mi Dios.
3 El es mi roca, en él me refugio.
3 Es mi escudo, mi salvación,
3 mi ciudadela y mi refugio:
3 mi salvador me salva de la violencia.
4 Invoco a Yavé que es digno de confianza
4 y me veo libre de mis enemigos.
5 Las olas de la muerte me envolvían,
5 los torrentes devastadores me aterraban,
6 en las redes del mundo infernal estaba preso,
6 veía delante de mí las trampas de la muerte:
7 y en mi angustia clamé a Yavé,
7 le grité a mi Dios.
7 Mi grito llegó hasta su presencia,
7 desde su templo escuchó mi voz.
8 Tembló entonces la tierra, se estremeció,
8 bambolearon los cimientos del cielo,
8 temblaban al sentir su cólera.
9 Salía vapor de sus narices,
9 y de su boca, un fuego devorador,
9 un chorro de carbones encendidos.
10 Inclinó los cielos y bajó,
10 una nube oscura tenía bajo sus pies.
11 Voló, montado en un querubín,
11 transportado en alas del viento.
12 A su alrededor una cortina de tinieblas,
12 nubes oscuras formaban su tienda.
13 Un resplandor iba delante de él,
13 brasas ardientes lo alumbraban.
14 Tronó Yavé desde lo alto,
14 hizo resonar su voz el Altísimo.
15 Disparó sus flechas, dispersó a sus enemigos,
15 el rayo los llenó de pavor.
16 Apareció el fondo del mar,
16 desnudas quedaron las bases de la tierra,
16 ante la amenaza de Yavé,
16 al estremecerlos el soplo de sus narices.
17 De lo alto extendió la mano y me agarró,
17 y me sacó de las aguas profundas.
18 Me libró de mis terribles enemigos,
18 de enemigos más fuertes que yo.
19 Me asaltaron el día que me iba mal,
19 pero Yavé fue mi protector.
20 Me sacó del peligro,
20 me salvó porque me ama.
21 Yavé me trató según mis méritos,
21 limpias son mis manos, y él me lo paga.
22 He ido por los caminos de Yavé,
22 y no hice el mal lejos de mi Dios.
23 Ante mí estaban todas sus sentencias,
23 jamás me apartaba de sus leyes.
24 Estaba ante él sin ni un reproche,
24 me cuidaba de cometer cualquier falta.
25 Yavé me recompensa según mis méritos,
25 ha visto mi pureza con sus ojos.
26 Con el que es bueno tú eres bueno,
26 con el que es perfecto, eres perfecto.
27 Eres recto con el que es recto,
27 pero pillas al hombre si es tramposo.
28 Acudes a ayudar a un pueblo humilde,
28 y humillas a los ojos altaneros.
29 ¡Oh Yavé, tú eres mi luz!
29 Tú, Yavé, ilumina mis tinieblas.
30 Contigo me lanzo contra los asaltantes,
30 con mi Dios yo salto la muralla.
31 El camino de Dios es perfecto,
31 la palabra de Dios es infalible.
31 El es un escudo para los que en él se refugian.
32 ¿Quién es Dios fuera de Yavé?
32 ¿Quién es la roca sino nuestro Dios?
33 Dios es mi asilo y mi fortaleza,
33 me abre un camino real.
34 Asemeja mis pies a los de la cierva,
34 y me mantiene de pie en las alturas.
35 Adiestra mis manos para el combate,
35 y mis brazos tensan el arco de bronce.
36 Tú me das tu escudo de salvación,
36 y tus favores me agrandan.
37 Me haces que alargue el paso
37 y mis tobillos no van a flaquear.
38 Persigo a mis enemigos, los aplasto,
38 no vuelvo sin haberlos derrotado.
39 Rotos, aniquilados, no se levantan más,
39 y caen bajo mis pies.
40 Me llenas de fuerza para el combate,
40 doblegas mis enemigos bajo mis pies.
41 Haces que mis adversarios den la espalda,
41 aniquilo a todos los que me odian.
42 Aunque griten, nadie los salvará,
42 Yavé ya no les responde.
43 Los muelo como el polvo de la tierra,
43 los pisoteo como el barro del camino.
44 Me libras de las demandas de mi pueblo.
44 Me pones a la cabeza de las naciones,
44 pueblos que no conocía me obedecen.
45 Los extranjeros buscan mi amistad,
45 apenas oyen mi voz, me obedecen.
46 Sin fuerzas están los extranjeros,
46 tras sus fortalezas se atrincheran.
47 ¡Viva Yavé! ¡Bendita sea mi roca!
47 ¡Alabado sea el Dios que me salva!
48 ¡Oh Dios, me concedes el desquite,
48 y colocas los pueblos a mis pies!
49 Tú me libras de todos mis enemigos,
49 del agresor me haces el amo,
49 tú me liberas de los violentos.
50 Por eso te alabo entre las naciones
50 y quiero cantar a tu Nombre.
51 Le da a su rey victoria tras victoria,
51 y sigue con sus favores a su ungido,
51 a David y a su raza para siempre».

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 22
22,1

Este «Cántico» de David está reproducido casi idéntico en el Salmo 18.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 23
1 Estas fueron las últimas palabras de David:
1 «Oráculo de David, hijo de Jesé,
1 oráculo del que fue puesto en lo más alto,
1 del hombre que consagró el Dios de Jacob,
1 del que cantaba los salmos de Israel.
2 Por mí habló el espíritu de Yavé,
2 y en mi boca reside su palabra.
3 Habló el Dios de Israel,
3 dijo la roca de Israel:
3 Un justo que es conductor de hombres,
3 que los guía con el temor de Dios,
4 es luz de la mañana al caer el sol,
4 es como una mañana sin nubes
4 en que brilla tras la lluvia el césped de la tierra.
5 ¿No es eso mismo mi casa para Dios,
5 para el que me reservó una alianza eterna
5 bien ordenada y bien garantizada?
5 ¿No hará que germine mi salvación,
5 todo lo que yo he deseado?
6 La gente sin fe ni ley es sólo espinas,
6 que se tiran, no se toman con la mano.
7 El que quiere atreverse con ellas,
7 se arma de un fierro o de un astil de lanza,
7 se queman, se consumen con el fuego».
Los valientes de David
8 Estos son los nombres de los valientes que estuvieron al servicio de David: Isbaal el jacmonita, el jefe de los «Tres», quien con su lanza ultimó de una vez a ochocientos hombres.
9 Después de él, Eleazar hijo de Dodó el Ajojita, quien era uno de los tres valientes; estuvo con David en Pasdamín cuando los filisteos se concentraron para pelear. Los israelitas se retiraban,
10 pero él les hizo frente; peleó con los filisteos hasta quedar con la mano tan cansada que se le crispó en la espada. Ese día Yavé otorgó una gran victoria. El ejército volvió inmediatamente, pero no tuvo más que despojar a los enemigos.
11 Después de él, Samma hijo de Ela, el jararita. Los filisteos se habían reunido en Leji; había allí un campo de lentejas y el ejército dio la espalda ante los filisteos.
12 Entonces él se puso en medio del campo, se abrió paso y derrotó a los filisteos. Yavé concedió una gran victoria.
13 Entre los «Treinta» hubo tres que bajaron a reunirse con David en tiempo de la cosecha, en la gruta de Adulam, cuando una compañía de filisteos acampaba en el valle de los Refaim;
14 David estaba en el refugio y había un destacamento de filis teos en Belén.
15 David tuvo un deseo y dijo: «¿Quién pudiera traerme agua para tomar del pozo que está a la entrada de Belén?»
16 Los tres valientes se abrieron paso a través del campamento de los filisteos, sacaron agua del pozo que está a la entrada de Belén, la llevaron y se la pasaron a David. Pero éste no quiso tomarla y la derramó como ofrenda ante Yavé.
17 Declaró: «Líbreme Dios de tomar esta agua que es la sangre de esos hombres que arriesgaron su vida». No quiso pues tomarla. Eso fue lo que hicieron esos tres valientes.
18 El jefe de los «Treinta» era Abisaí, hermano de Joab e hijo de Seruya. Se hizo famoso entre los «Treinta» cuando, blandiendo su lanza, dio muerte a trescientos.
19 Fue el más célebre de los «Treinta» y llegó a ser su jefe, (pero no alcanzó el nivel de los «Tres»).
20 Benaías, hijo de Yoyada, era un valiente, autor de numerosas hazañas, venía de Cabuel. El fue quien derrotó a los dos héroes de Moab; un día de nieve bajó a un pozo para matar allí a un león.
21 También derrotó a un egipcio muy alto; el egipcio tenía en su mano una lanza, Benaías avanzó contra él con un garrote. Le quitó la lanza de la mano al egipcio y lo mató con su propia lanza.
22 Esas fueron las hazañas de Benaías, hijo de Yoyada. Se hizo famoso entre los treinta valientes
23 y fue aún más célebre que los «Treinta», (pero no se lo contó entre los «Tres»). David lo hizo entrar en su guardia personal.
24 Azael, hermano de Joab, formaba parte de los «Treinta».
25 Lo mismo Eljanán, hijo de Dodó, de Belén.
26 Jelés de Bet-Pelé, Ira, hijo de Iqués de Tecoa,
27 Abiezer de Anatot, Sibecai de Jusá,
28 Salmón de Ajoj, Majrai de Netofa,
29 Jeled, hijo de Baana, de Netofa, Itaí, hijo de Ribaí, de Guibea de Benjamín,
30 Benaías de Pireatón, Jiddaí de los Torrentes de Gaas,
31 Abibaal de Betaaraba, Azmavet de Bajurim,
32 Eliajba de Saalbón, Yasén de Guimzo, Jonatán,
33 hijo de Samma, de Jarar, Ajiam, hijo de Sarar de Jarar,
34 Elifelet, hijo de Ajasbaí, de Betmaacá, Eliam, hijo de Ajitofel, de Guiló,
35 Jesraí de Carmelo, Paraí de Arab,
36 Yiguel, hijo de Natán de Soba, Barú de Gad,
37 Selec, el amonita, Najrai de Beerot, quien era escudero de Joab, hijo de Seruya,
38 Ira de Yattir, Gareb de Yattir,
39 Urías el hitita. En total treinta y siete.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 23
23,8

Al dedicar este capítulo a la memoria de los «valientes» de David (ver también el comentario de 1 Sam 22), la Biblia les da su merecido. Estos hombres vivieron su fe y cumplieron su misión humana en tareas que ahora nos parecen poco evangélicas; pero sabemos que David fue rey gracias a ellos, a sus músculos y a su coraje. Sin ellos no se habría realizado el reino de David, y tampoco habría venido el «hijo de David», Cristo.

Aquí una vez más la fe no suprime la realidad humana ni el tiempo necesario para que evolucionen las costumbres. Se necesitaron siglos para que se realizara la lenta educación del pueblo de Dios, pero para que éste permaneciera durante siglos fue necesario primero que existiera.
Segundo Libro de Samuel (2Sam) Capítulo 24
El censo de David
1 De nuevo se encendió contra Israel la cólera de Yavé, quien impulsó a David a causar su desgracia. «Anda, le dijo, y haz el censo de Israel y Judá».
2 El rey dijo a Joab, el jefe del ejército, que estaba con él: «Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Bersebá. Cuenta al pueblo, así sabré cuántos son.
3 Joab dijo al rey: «Que Yavé tu Dios multiplique cien veces al pueblo, y que lo vean los ojos de mi señor el rey. ¿Pero por qué el rey mi señor quiere tal cosa?»
4 Pero como la palabra del rey era una orden para Joab y los jefes del ejército, salió de la casa del rey junto con los jefes del ejército para ir a hacer el censo de la población de Israel.
5 Atravesaron el Jordán y acamparon al sur de Aroer; la ciudad está en medio del Torrente de Gad. Continuaron luego hacia Yazer,
6 después llegaron a Galaad, al territorio de los hititas, a Cadés y de allí a Dan. Recorrieron los alrededores en dirección a Sidón,
7 llegaron a la fortaleza de Tiro y atravesaron las ciudades de los hivitas y de los cananeos. Luego salieron hacia Bersebá, en el Neguev de Judá.
8 Recorrieron pues todo el país y regresaron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.
9 Joab le entregó al rey el número exacto de la población: Israel contaba con ochocientos mil hombres de armas capaces de manejar la espada, y Judá, con quinientos mil.
10 Pero en seguida el corazón de David se puso a palpitar; ¡había censado al pueblo! Le dijo a Yavé: «Cometí un grandísimo pecado. Perdona, Yavé, ahora, el pecado de tu servidor: actué como un tonto».
11 Al día siguiente, mientras David se levantaba, la palabra de Yavé fue dirigida al profeta Gad, el vidente de David:
12 «Ve a transmitir a David esta palabra de Yavé: Te propongo tres cosas, elige una y la llevaré a cabo».
13 Gad se presentó ante David y le dijo: «¿Qué elegi rías: tres años de hambruna en todo el país, tres meses huyendo de un enemigo que te persigue, o tres días de peste en el país? Piénsalo, tú me dirás qué respuesta debo llevar al que me envió».
14 David dijo a Gad: «Estoy en un gran aprieto, pero es mejor para nosotros caer en las manos de Yavé, porque él es rico en misericordia, antes que caer en manos de los hombres».
15 Y David escogió la peste.
15 Era el tiempo de la cosecha del trigo, y Yavé envió la peste a Israel desde esa mañana hasta el plazo fijado. El flagelo golpeó al pueblo y murieron setenta mil hombres desde Dan hasta Bersebá.
16 El ángel exterminador extendió su mano hacia Jerusalén, pero Yavé se arrepintió del mal y dijo al ángel exterminador: «¡Detente! ¡Retira tu mano!» El ángel de Yavé estaba en ese momento cerca de la era de Arauna el jebuseo.
17 Cuando David vio al ángel que castigaba a la población, se volvió hacia Yavé y le dijo: «Yo pequé, yo cometí esa gran falta, pero ¿qué hizo el rebaño? Que tu mano se abata sólo sobre mí y la casa de mi padre».
18 Ese día el profeta Gad fue a ver a David y le dijo: «Sube y levanta un altar a Yavé en la era de Arauna el jebuseo».
19 David subió entonces, de acuerdo a la palabra de Gad, tal como Yavé lo había ordenado.
20 Ahora bien Arauna estaba mirando, vio al rey y a sus servidores que venían donde él. Arauna salió y se postró con el rostro en tierra delante del rey,
21 luego le preguntó: «¿Por qué el rey mi señor viene a la casa de su sirviente?» David le respondió: «Vengo a comprarte la era para levantar allí un altar a Yavé, pues así cesará el flagelo que se abate sobre el pueblo».
22 Arauna dijo entonces a David: «Que el rey mi señor tome y ofrezca todo lo que estime conveniente. Aquí están los bueyes para el holocausto, la rastra y los yugos de los bueyes proporcionarán la leña.
23 Todo eso, señor, se lo da Arauna al rey». Arauna le dijo además: «Que Yavé tu Dios acepte tu sacrificio».
23 Pero el rey respondió a Arauna:
24 «No, quiero pagarte su justo precio, no quiero ofrecer a Yavé mi Dios holocaustos que nada me cuestan». David compró entonces la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.
25 David levantó allí un altar a Yavé y ofreció en él holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces Yavé tuvo piedad de Israel y se apartó la peste de Israel.

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Comentarios Segundo Libro de Samuel, capítulo 24
24,1

El reino ha crecido mucho. Han aumentado las tierras, los animales y los ejércitos. Israel es un pueblo numeroso y a David le viene la tentación de saber cuántos hombres hay en toda su tierra, y por eso manda hacer el censo.

El censo en sí mismo no es malo. Lo malo es creerse seguro porque se tiene mucha población o soldados, o bien tener la obsesión de la cantidad, del número, olvidando lo esencial, que es la calidad. Los antiguos israelitas consideraban un tal censo como una ofensa a su libertad: al hacerlo el rey se ponía en el lugar de Dios.

Este tipo de pecado no era ni es propio de los soberanos, sino que a todos les gusta contar sus animales, o recordar sus hazañas, o contemplar el aviso de su cuenta en el banco. Son otras tantas formas de sentirse «dueño», cuando en realidad Dios es dueño de todo lo nuestro.

Aquí, el autor presenta la peste como una intervención de Dios para castigar al rey. En esto comparte las ideas de su época. Esta fácilmente aceptaba una intervención de Yavé para matar a los israelitas, aunque ellos no eran responsables del pecado de su rey. Nos parece más acertado decir que Dios intervino mandando al profeta Gad algunos días antes de que se declarara la peste, una peste no milagrosa, por supuesto. Así quería dar a David una lección y una señal de la gravedad de su pecado, usando el lenguaje que éste podía entender.

Ver lo que se dijo sobre la solidaridad en el castigo en Jos 7, y sobre el Angel de Yavé en Gén 16.