La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Primer Libro de los Reyes (1Re)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22  
Primer Libro de los Reyes (1Re) Introducción
El tiempo de los Reyes constituye la tercera etapa de la historia de Israel, después del tiempo de los Patriarcas (Abraham, en los años 1750 antes de Cristo) y el tiempo del Exodo y la Conquista (Moisés, en los años 1250 antes de Cristo).
David había tomado Jerusalén más o menos en el año 1000 antes de Cristo. El reino de David y su hijo Salomón se dividirá a la muerte de Salomón, ocurrida en el 932 antes de Cristo. La parte del norte, llamada reino de Israel, dejará de existir como nación al cabo de dos siglos. La parte del sur, llamada reino de Judá, durará hasta el año 587, año de la destrucción de Jerusalén y del Templo, con el Destierro a Babilonia.
Son cuatro siglos en total. Estos cuatro siglos de los Reyes son los más importantes de la historia sagrada, porque éste fue, más o menos, el tiempo en que Dios hizo surgir en ese pueblo los profetas.
La mayor parte de la Biblia se escribió en esos cuatro siglos. No solamente los grandes profetas dejaron sus obras: Isaías, Jeremías..., sino que grupos de profetas de menos importancia escribieron gran parte de la historia de Israel: la mayoría de las páginas del Génesis y del Exodo, los libros del Deuteronomio, de Josué, de los Jueces, de Samuel y de los Reyes.
Con esto queremos decir que el período de los Reyes es el que conocemos con mayor precisión histórica.
Estos fueron cuatro siglos en que la fe de Israel, enfrentando tentaciones, persecuciones y dificultades de toda clase, maduró hasta alcanzar, en los grandes profetas, esta sublimidad y lucidez que sólo Cristo podía llevar más adelante.
El libro de los Reyes
Al comienzo, los dos libros de los Reyes formaban uno solo. Esta obra es el fruto de la reflexión de los profetas y terminó de redactarse durante el Destierro a Babilonia.
Se trata de una historia religiosa que, deliberadamente, omite hechos que a otros parecerían muy interesantes: apenas se habla de los importantes reinados de Omri y Jeroboam II en Samaria. El juicio es siempre desfavorable para los reyes de Israel, recordando cada vez la culpa del primero de ellos, Jeroboam, responsable de la división. Solamente se alaba a algunos reyes de Judá por su fidelidad a Yavé.
Se notarán tres partes:
— La magnificencia del reinado de Salomón y del Templo.
— La historia de los dos reinos separados de Israel y de Judá.
— Después de la desaparición del reino de Israel, sigue la historia de Judá hasta su destrucción, en el 587.
Los capítulos referentes a Elías y Eliseo forman un conjunto aparte: 1 R, capítulos 17-19, y 2 R, capítulos 2 a 8.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 1
Los últimos años de David
1 El rey David se estaba poniendo viejo, tenía mucha edad; aunque lo tapaban con frazadas, no podía calentarse.
2 Sus servidores le dijeron: «Que vayan a buscar para el rey mi señor a una joven virgen, que esté a su servicio, lo cuide, duerma con él y dé calor al rey mi señor».
3 Buscaron pues a través de todo el territorio de Israel a una joven hermosa y hallaron a Abisag de Sunam; la llevaron donde el rey.
4 Esa joven era realmente muy hermosa, cuidaba al rey, lo servía, pero éste no tuvo relaciones con ella.
5 Por ese entonces, Adonías, hijo de Jaguit, se adelantaba: «Yo soy quien reinará», decía. Se había comprado un carro con caballos y cincuenta hombres corrían delante de él.
6 Su padre nunca le habíado parado los pies y ni siquiera le había dicho: «¿Qué estás haciendo?» Su madre lo había dado a luz después de Absalón y era también muy buen mozo.
7 Sostuvo conversaciones con Joab, hijo de Seruya, con el sacerdote Ebiatar, quienes le prestaron ayuda,
8 pero el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Yoyada, el profeta Natán, Simei y Rei, como también los valientes de David, no lo siguieron.
9 Un día Adonías inmoló ovejas, bueyes y terneros gordos cerca de la Roca que se desliza, al lado de la fuente de Fulón. Invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey;
10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los valientes ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón: «¿No sabes que tenemos un nuevo rey, Ado nías, hijo de Jaguit? Y David, nuestro señor, no tiene ni idea de esto.
12 Ahora te doy un consejo si es que quieres salvar tu cabeza y la de tu hijo Salomón.
13 Anda a ver al rey David y dile: El rey mi señor se dignó hacer este juramento a su sirvienta: Quien reinará después de mí es tu hijo Salomón, él se sentará en mi trono. ¿Cómo es que Adonías ahora se hace rey?
14 Y mientras estés tú hablando con el rey, yo entraré luego y reafirmaré tus palabras.»
15 Betsabé se dirigió pues a la pieza del rey, que era muy viejo y era cuidado por Abisag de Sunam.
16 Se arrodilló y se postró delante del rey, éste le dijo: «¿Qué quieres?»
17 Le respondió: «¿No hizo mi señor este juramento a su sirvienta por Yavé su Dios: Tu hijo Salomón reinará después de mí, él se sentará en mi trono?
18 Pues bien, Adonías se ha proclamado rey sin que tú, mi señor rey, lo sepas.
19 Inmoló una cantidad de bueyes, de terneros gordos, de carneros; invitó a todos los hijos del rey como también al sacerdote Ebiatar y al general Joab, pero no a tu servidor Salomón.
20 Mientras tanto todo Israel tiene los ojos fijos en ti, el rey mi señor, para que tú designes a tu sucesor.
21 ¿No ves que cuando el rey mi señor se acueste con sus padres, yo y mi hijo Salomón pagaremos todo esto?»
22 Aún no había terminado de hablar cuando llegó el profeta Natán.
23 Le anunciaron al rey: «Aquí está el profeta Natán». Entró donde el rey, se postró con el rostro en tierra,
24 y luego dijo: «Señor rey, a lo mejor decidiste que Adonías sea rey después de ti y que se siente en tu trono,
25 pues ahora bajó a inmolar una cantidad de bueyes, de terneros gordos y de carneros. Invitó a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Ebiatar, y en estos momentos están comiendo y tomando con él y exclaman: «¡Viva el rey Adonías!
26 Pero yo, tu servidor, el sacerdote Sadoc, Benaías, hijo de Yoyada, y tu servidor Salomón no fuimos invitados.
27 ¿Es posible que esto proceda del rey mi señor? ¿Es posible que haya ocultado a sus servidores el nombre del que se sentará en el trono después de él?»
Salomón sucede a David
28 El rey David respondió: «Llámenme a Betsabé». Entró ésta donde el rey y se detuvo ante él.
29 El rey hizo este juramento: «Te juro por la vida de Yavé, que me libró de todas mis dificultades, que hoy mismo voy a ratificar el juramento que hice por Yavé, Dios de Israel.
30 Porque lo dije muy bien: «Tu hijo Salomón reinará después de mí, él se sentará en mi trono en vez de mí».
31 Betsabé se arrodilló, se postró con el rostro en tierra delante del rey y dijo: «¡Viva para siempre mi señor el rey David!»
32 Luego ordenó el rey David: «Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Yoyada». Y se presentaron ante el rey.
33 El rey les dijo: «Reúnan a los servidores de su señor, hagan que mi hijo Salomón monte en mi propia mula y bajarán con él a la fuente de Guijón.
34 Allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagrarán como rey de Israel; tocarán el cuerno y todo el mundo exclamará: ¡Viva el rey Salomón!
35 Luego subirán tras él y vendrá a sentarse en mi trono. Porque él va a reinar en mi lugar, a él lo he elegido para que dirija a Israel y a Judá».
36 Benaías, hijo de Yoyada respondió al rey: «¡Amén! ¡Que Yavé, el Dios de mi señor el rey lleve todo eso a cabo!
37 ¡Que Yavé esté ahora con Salomón como lo estuvo con el rey mi señor, que haga su trono más glorioso aún que el trono de mi señor el rey David!»
38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías, hijo de Yoyada, hicieron montar a Salomón en la mula del rey David y lo condujeron a Guijón escoltado por los quereteos y los peleteos.
39 El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite de la Tienda y consagró a Salomón, al toque del cuerno, mientras todo el pueblo exclamaba: «¡Viva el rey Salomón!»
40 Luego subió todo el pueblo tras él; la gente tocaba la flauta y daba muestras de una gran alegría; la tierra temblaba con el bullicio que hacían.
41 Adonías y todos sus invitados escucharon el eco cuando terminaban su banquete. Joab oyó el sonido del cuerno: «¿Por qué, dijo, ese bullicio de una ciudad en fiesta?»
42 Todavía estaba hablando cuando llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Ebiatar. Adonías le dijo: «Acércate, porque eres hombre y seguramente traes buenas noticias».
43 Pero Jonatán le respondió: «¡Todo lo contrario! Nuestro señor el rey David ha consagrado a Salomón como rey.
44 El rey lo mandó junto con el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías hijo de Yoyada, los quereteos y los peleteos. Lo subieron a la mula del rey
45 y luego, en Guijón, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagraron como rey. Subieron lanzando gritos de alegría y la ciudad está de fiesta, ese es el ruido que ustedes oyeron.
46 Y más aún. Salomón se sentó en el trono del rey
47 y los servidores del rey han venido a felicitar a nuestro señor el rey David: Que tu Dios, decían, haga el nombre de Salomón más glorioso aún que el tuyo, que ensalce su trono aún más que el tuyo. Hasta el mismo rey se ha inclinado en su lecho,
48 y ha dicho esto: ¡Bendito sea Yavé, el Dios de Israel, porque ha permitido que mis ojos vean a uno de mis descendientes sentado en mi trono!»
49 Ante esas palabras, todos los invitados de Adonías fueron presa del pánico, se levantaron y salieron cada cual para su lado.
50 Adonías tuvo miedo de Salomón, se levantó y fue a asirse a los cuernos del altar.
51 Le comunicaron a Salomón: Mira cómo Adonías tiene miedo del rey Salomón, se ha asido de los cuernos del altar y ha dicho: Que me jure ahora el rey Salomón que no me hará morir a espada».
52 Salomón respondió: «Si se comporta como un hombre honrado, ni uno solo de sus cabellos caerá en tierra, pero si se porta mal, morirá».
53 El rey mandó gente para que lo bajaran del altar, y Adonías fue a postrarse ante el rey Salomón. Este le dijo: «Regresa a tu casa».

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 1
1,1

Esta apertura del libro de los Reyes nos presenta de una vez a las tres instituciones que van a dar forma a la nación: los reyes, los profetas y los sacerdotes.

Los sacerdotes, en la persona de Sadoc, quien suplantará a Abiatar descendiente de Helí (1 Sam 3,32-35). Los sacerdotes serán el más firme apoyo que tendrán los descendientes de David (2 Re 11). Los profetas, representados aquí por Natán, desarrollarán el sentido de las promesas de Dios a David (2 Sam 7,12), las que sin duda al comienzo se reducían a bien poca cosa. Con el tiempo se descubrirá hasta dónde va la fidelidad de Dios.

Al fin de su vida, David, que había ya perdido a dos de sus hijos por la carrera al trono (véase 2 Sam 3,2), eligió usando de su autoridad real a una de sus mujeres cuyo hijo sería el heredero al trono; de este modo fue designada Betsabé (1 Re 1,17) como reina madre, y su hijo Salomón sería quien reinaría en lugar de su padre David.

A contar de ese día, conscientes de la importancia de la dinastía davídica en la historia de la salvación, los libros de los Reyes mencionarán para cada reinado a la mujer que hubiere sido designada como reina madre y cuyo hijo habría de subir al trono de Jerusalén. La ausencia de cualquier mención de esta especie con respecto al reino de Israel muestra a las claras las intenciones del autor. Y cuando llegue Jesús, el verdadero descendiente de David, el Evangelio nos dirá cuál es la mujer elegida entre todas, a la que Dios, con su soberana autoridad, ha designado para que dé a luz al Hijo y al Heredero (Lc 1,31; 1,42; Heb 1,2).
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 2
Las últimas instrucciones de David
1 Cuando David sintió que se acercaba el día de su muerte, le dio sus instrucciones a su hijo Salomón:
2 «Me voy por el camino de todo el mundo, muéstrate valiente y sé un hombre.
3 Permanece fiel a Yavé, tu Dios, anda por sus caminos, observa sus leyes, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus preceptos, tales como están escritos en la ley de Moisés. De ese modo te irá bien en todo lo que hagas
4 y Yavé mantendrá la palabra que me dijo: Si tus hijos vigilan su comportamiento, si caminan delante de mí sinceramente con todo su corazón y con toda su alma, tendrás siempre un descendiente en el trono de Israel.
5 Tú sabes muy bien lo que me hizo Joab, hijo de Seruya, quien dio muerte a dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Yeter. Derramó en tiempo de paz la sangre de guerra; esa sangre de guerra ha rebotado en el cinturón puesto alrededor de mis riñones y en las sandalias que llevo en los pies.
6 Tú pues no dejes que sus cabellos blancos bajen en paz a la morada de los muertos.
7 Te mostrarás generoso con los hijos de Barcilay de Galaad: comerán a tu mesa porque salieron a recibirme cuando huía de tu hermano Absalón.
8 Cerca de ti tienes a Simei, hijo de Guera, el benjaminita de Bajurim que me insultó cuando huía hacia Majanayim. Me maldijo de una manera horrible pero, cuando fue a recibirme en el Jordán, le juré por Yavé que no lo condenaría a muerte.
9 Ya que tú eres sabio y sabes lo que debes hacer, no dejarás sin castigo su falta y harás que sus cabellos blancos bajen con sangre a la morada de los muertos».
10 Después David se acostó con sus padres y lo enterraron en la ciudad de David.
11 David había reinado cuarenta años en Israel: siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
12 Salomón se sentó en el trono de David su padre, y su realeza se afirmó.
Los primeros actos de Salomón
13 Un día fue Adonías, hijo de Jaguit, donde Betsabé, la madre de Salomón. Ella le dijo: «¿Vienes con buenas intenciones?» Respondió: «Sí».
14 Y agregó: «Quisiera hablarte». Ella le dijo: «Habla».
15 Entonces él dijo: «Tú sabes que la realeza me pertenecía; todos los israelitas estaban conmigo para que fuese su rey, pero se me escapó la realeza y mi hermano la heredó, Yavé se la dio.
16 Tengo sin embargo que pedirte algo, no me lo niegues». Ella le dijo: «Habla».
17 «Quisiera, dijo, que hablaras con el rey Salomón, pues no te rechazará. Dile que me dé como mujer a Abisag la sunamita».
18 Betsabé le respondió: «Muy bien, hablaré de eso al rey». 19 Betsabé entró en la casa de Salomón para transmitirle el pedido de Adonías.
19 El rey salió a recibirla, se inclinó delante de ella y luego se sentó en su trono. Pusieron un trono para la madre del rey, la que se sentó a su derecha.
20 Ella entonces le dijo: «Sólo tengo que pedirte una pequeña cosa, óyeme». El rey le dijo: «Madre, pide, te escucho».
21 Ella le dijo: «Permite que Abisag la sunamita sea dada como esposa a tu hermano Adonías».
22 El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? Pide mejor para él la realeza, pues es mi hermano mayor y están con él el sacerdote Ebiatar y Joab, hijo de Seruya».
23 Entonces el rey Salomón juró por Yavé: «¡Que Dios me maldiga una y otra vez si Adonías no paga con su vida esa palabra que ha dicho!
24 Lo juro por Yavé, que ha confirmado mi poder, que me hizo sentar en el trono de David mi padre y que me dio una casa como lo había prometido, que hoy mismo Adonías será ejecutado».
25 El rey Salomón encargó el asunto a Benaías, hijo de Yoyada, quien hirió de muerte a Adonías.
26 En cuanto al sacerdote Ebiatar, el rey le dijo: «Vuélvete a tu propiedad de Anatot. Mereces la muerte, pero no te condenaré ahora a muerte, porque tú transportaste el Arca de Dios delante de mi padre y compartiste los sufrimientos de mi padre».
27 Salomón expulsó pues a Ebiatar, lo privó de su cargo de sacerdote de Yavé; así se cumplió la palabra que Yavé había dicho en contra de la casa de Helí en Silo.
28 Llegó la noticia donde Joab. Joab, si bien no había seguido a la facción de Absalón, había en cambio seguido el partido de Adonías. Se refugió pues en la Tienda de Yavé y se asió a los cuernos del altar.
29 Avisaron al rey Salomón que Joab se había refugiado al lado del altar en la Tienda de Yavé. Salomón mandó decir a Joab: «¿Por qué te refugiaste junto al altar?» Joab le dijo: «Tuve miedo de ti y me refugié al lado de Yavé». Entonces Salomón mandó a Banaías, hijo de Yoyada, con esta orden: «Ve y mátalo».
30 Benaías entró en la Tienda de Yavé y le dijo: «El rey te ordena que salgas». Pero él respondió: «¡No, moriré aquí!» Benaías transmitió esas palabras al rey: «Esto es lo que dije a Joab, y esto fue lo que me respondió».
31 El rey le dijo: «Haz como él dice: mátalo y luego entiérralo. Así apartarás lejos de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente que derramó Joab.
32 Yavé hará que recaiga su sangre sobre su propia cabeza, porque hirió de muerte a dos hombres más justos y mejores que él. Mató a espada, a espaldas de David mi padre, a Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Yeter, jefe del ejército de Judá.
33 La sangre de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre su familia para siempre, pero David y su descendencia, su casa y su trono estarán en paz con Yavé para siempre».
34 Benaías, hijo de Yoyada, subió pues e hirió de muerte a Joab. Lo enterraron en su casa en el desierto.
35 El rey puso luego a Benaías, hijo de Yoyada, al frente del ejército en reemplazo de Joab; también el rey puso al sacerdote Sadoc en vez de Ebiatar.
36 Después el rey mandó llamar a Simei y le dijo: «Constrúyete una casa en Jerusalén, vivirás en ella y no saldrás de allí.
37 El día en que salgas y atravieses el torrente del Cedrón, ten por seguro que morirás, y tú serás responsable de tu propia muerte».
38 Simei respondió al rey: «¡Muy bien! Tu servidor hará como el rey mi señor lo acaba de decir». Y Simei se quedó muchos días en Jerusalén.
39 Sin embargo, después de tres años, dos de los siervos de Simei huyeron a donde el rey de Gat, Aquis, hijo de Maacay. Le avisaron a Simei: «Tus siervos están en Gat».
40 Simei se arregló, ensilló su burro y se dirigió a Gat, donde Aquis, para recuperar a sus siervos. Luego Simei trajo de vuelta de Gat a sus siervos.
41 Le comunicaron a Salomón que Simeí había ido de Jerusalén a Gat y que había vuelto.
42 El rey entonces mandó llamar a Simei: «En nombre de Yavé te lo había dicho y te lo había advertido solemnemente: El día en que salgas y vayas para acá o para allá, morirás. Tú entonces respondiste: Muy bien.
43 ¿Por qué entonces no respetaste tu juramento hecho en nombre de Yavé ni la orden que te había dado?»
44 El rey dijo además a Simei: «Tú sabes el mal que hiciste a mi padre David y todas las desgracias que pediste para él. Ahora, Yavé hace recaer sobre tu cabeza la desgracia,
45 y al contrario, el rey Salomón será bendito y el trono de David se mantendrá para siempre delante de Yavé». 46 El rey dio una orden a Benaías, hijo de Yoyada, quien salió e hirió a Simei, que murió.
46 De ese modo se afirmó el poder real en las manos de Salomón.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 2
2,1

Observa las ordenazas de Yavé, tu Dios (3). Esta es la sabiduría de los profetas: si el rey y su pueblo cumplen esas leyes, tendrán prosperidad.

Joab... Semei... (5 y 8). David los había perdonado; ¿por qué, ahora, pide a Salomón que los mate? No se debe a un rencor de David, sino a que es supersticioso como la gente de su tiempo. Para ellos, aquella maldición proferida por Semeí (2 Sam 16,6) o por cualquier otro queda como suspendida en el aire y podría caer de improviso sobre los descendientes de David. Eliminar a Semeí es el medio más eficaz para que la maldición caiga sobre él mismo y se salven los descendientes de David. Asimismo la sangre derramada por Joab (2 Sam 3,28) «clama al cielo» y es mejor eliminarlo para que la «justicia de Dios» se descargue sobre él y no sobre los hijos de David.

Salomón va a ser el ejemplo del hombre dotado por Dios de todo lo que se puede desear. David, con sus victorias, le dejó un pueblo fuerte. La economía era sana y el pueblo dinámico. «Salomón el magnífico» derrochará todo, siendo en esto la figura de su pueblo: colmado de favores por Dios, «se sacia, engorda como el toro y después se resiste y rechaza a su Dios» (Deut 32,15).
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 3
1 Salomón pasó a ser yerno del Faraón de Egipto; se casó con la hija del Faraón y se la llevó a la ciudad de David, porque aún no había terminado de construir su casa, la Casa de Yavé y la fortaleza de Jerusalén.
2 El pueblo ofrecía entonces sacrificios en los Lugares Altos porque aún no había sido construida la Casa destinada al Nombre de Yavé.
3 Por este mismo motivo Salomón ofrecía sacrificios en los Lugares Altos y quemaba allí perfumes, a pesar de que amaba a Yavé y seguía los preceptos de David, su padre.
El sueño de Salomón
4 El rey se dirigió a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, pues era el principal Lugar Alto. Salomón ofreció muchos sacrificios en ese altar, más de mil holocaustos.
5 Allí en Gabaón Yavé se le apareció en sueños a Salomón durante la noche. Le dijo: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
6 Salomón le respondió: «Tú has mostrado una bondad muy grande para con tu servidor David, mi padre; es cierto que caminó en tu presencia en la fidelidad, la justicia y la sinceridad. Tú no has puesto fin a esa bondad hacia él, pues has querido que su hijo esté ahora sentado en su trono.
7 Tú me has hecho rey, Yavé, Dios mío, en lugar de mi padre David. Pero yo soy todavía muy joven y no sé aún actuar.
8 Tu servidor se las tiene que ver con tu pueblo, al que tú mismo elegiste, y es un pueblo tan numeroso que no se lo puede ni calcular ni contar.
9 Concéde pues a tu servidor que sepa juzgar a tu pueblo y pueda distinguir entre el bien y el mal. ¿Quién podría en realidad gobernar bien a un pueblo tan importante?
10 Le agradó al Señor el pedido de Salomón,
11 y Dios le dijo: «No has pedido para ti una larga vida, ni la riqueza ni la muerte de tus enemigos, y en cambio me pediste la inteligencia para ejercer la justicia.
12 Pues bien te voy a conceder lo que me pediste. Te doy un corazón tan sabio e inteligente como nadie lo ha tenido antes que tú y como nadie lo tendrá después de ti.
13 Y además te daré lo que tú no has pedido: tendrás riquezas y gloria más que ningún otro rey de la tierra durante tu vida.
14 Si andas por mis caminos, si observas mis ordenanzas y mis mandamientos como lo hizo tu padre David, te daré larga vida».
15 Entonces se despertó Salomón y comprendió que había sido un sueño. Cuando regresó a Jerusalén, fue a rendir homenaje al Arca de la Alianza de Yavé y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión; después dio un gran banquete a todos sus servidores.
El juicio de Salomón
16 Fueron dos prostitutas al tribunal del rey.
17 Una de ellas le dijo: «Señor, atiéndeme; esa mujer y yo vivíamos en la misma casa y en esa casa di a luz a un niño.
18 Tres días después del parto, ella dio a luz también a un niño. Estábamos juntas, ninguna persona extraña estaba con nosotras, éramos las únicas en la casa.
19 Pues bien, durante la noche murió el hijo de esa mujer porque ella se acostó encima de él.
20 Entonces se levantó a medianoche, tomó a mi hijo que estaba a mi lado mientras yo dormía, lo acostó a su lado y puso al niño muerto al lado mío.
21 Por la mañana, cuando me levanté para dar de mamar a mi hijo, vi que estaba muerto, pero al mirarlo con más atención, me di cuenta de que no era el hijo que había dado a luz».
22 En ese momento la otra mujer se puso a gritar: «¡Mi hijo es el que está vivo y el tuyo es el que está muerto!» Y la primera replicó: «¡No es cierto, tu hijo es el que está muerto y el mío está vivo!» Y ambas discutían en presencia del rey.
23 El rey tomó la palabra: «Tú dices: Mi hijo está vivo y el tuyo está muerto. Y tú dices: ¡No! porque es tu hijo el que está muerto mientras que el mío está vivo».
24 El rey ordenó: «Tráiganme una espada». Le llevaron al rey una espada.
25 Entonces el rey dijo: «Corten en dos al niño que está vivo y denle una mitad a una y la otra mitad, a la otra».
26 Entonces la mujer cuyo hijo estaba vivo dijo al rey, porque se le conmovieron sus entrañas de madre: «No, por favor, señor, denle a ella mejor el niño que está vivo, pero que no lo maten». Pero la otra replicaba: «Pártanlo, así no será ni mío ni tuyo».
27 El rey entonces decidió: «Den el niño que está vivo a la primera, no lo maten, porque ella es su madre».
28 Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; desde entonces hubo un gran respeto por el rey porque se veía que la sabiduría de Dios estaba con él cuando administraba justicia.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 3
3,1

El libro muestra a Salomón en las tres actividades que hacían famoso a un rey:

— Su sabiduría, capítulos 3-5.

— Sus construcciones, capítulos 6-8.

— Sus negocios, capítulos 9-10.

El relato se concluye en el capítulo 11, con el juicio de Dios sobre este reino: se preparan divisiones y reveses.

Ya sabemos que Salomón tuvo, entre otras esposas, a una hija de Faraón, prueba de la fama que tenía entonces el pequeño país de Israel, ya que las hijas de Faraón no se daban en matrimonio a cualquiera.

Se dice que, a pesar de ser fiel, iba a adorar en los santuarios de las lomas. Esto quedó estrictamente prohibido siglos más tarde, cuando el Templo de Jerusalén fue el único aceptado por Yavé. Por el momento, no hay regla, y Salomón va a Gabaón, donde hay un santuario muy antiguo. El mismo sacrifica las víctimas, lo que será privilegio de los sacerdotes de la tribu de Leví.
3,4

Es muy célebre el «sueño» de Salomón. A lo mejor este sueño es solamente una comparación, por medio de la cual el autor del libro nos da a entender las disposiciones de Salomón cuando empezó a reinar (ver al respecto el comentario de Gén 37).

Pídeme lo que quieras (5). Esa es la oferta de Dios al joven Salomón, su amado. Es el ofrecimiento de Dios a cualquier joven que se enfrenta con sus responsabilidades por primera vez. Su vida no será un destino impuesto, sino que Dios le dará de alguna manera lo que él mismo deseó.

Concede, pues, a tu servidor que sepa juzgar... (9). Juzgar bien significa en realidad gobernar bien. Salomón se preocupa por cumplir sus responsabilidades y no quiere defraudar las esperanzas de su pueblo.

Sin embargo, Salomón tiene a la vista otras formas de sabiduría muy apreciadas en todo tiempo: organizar su vida para que sea larga; no tener problemas ni inquietudes, permanecer alejado de las luchas del mundo y de los sacrificios que requiere una vida noble; ser victorioso en sus guerras e imponerse a sus contrarios.

Te doy un corazón tan sabio...; y además te daré lo que no has pedido (12-13). Esa es la misma enseñanza de Jesús en Mateo 6,33.
3,16

Aquí el muy conocido juicio de Salomón viene a dar pruebas de la sabiduría que recibió para bien de su pueblo.

Cuando expresamos nuestra opinión respecto a algún hombre o algún gobierno, no nos importa tanto su eficacia como el que sea justo con todos. En ese tiempo no había ministerios, ni tampoco se discutían cada año leyes nuevas. Lo primero que se esperaba de un rey, en tiempos de paz, era que supiera arbitrar conflictos entre personas.

Fijémonos en el modo de actuar de Salomón. Hubiera podido despedir a las dos mujeres: «Esa gente no es interesante, que se las arreglen ellas mismas.» Salomón no se fijó en que eran dos prostitutas, sino que buscó una madre. Por eso inventó una solución que la ley no indicaba. Y el pueblo entendió que su rey miraba a las personas con la misma comprensión de Dios, el que sondea el corazón de todos.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 4
La grandeza de Salomón
1 El rey Salomón reinó en todo Israel.
2 Estos fueron los funcionarios que tenía a su servicio: Azarías, hijo de Sadoc, era sacerdote;
3 Elijaf y Ajías, hijo de Sisa, eran secretarios; Josafat, hijo de Ayilud, era archivero;
4 Benaías, hijo de Yoyada, comandaba el ejército; Sadoc y Ebiatar eran sacerdotes;
5 Azarías, hijo de Natán, era jefe de los prefectos; Zabud, hijo de Natán, era consejero del rey;
6 Ajisar era mayordomo de palacio; Eliab, hijo de Joab, estaba encargado del ejército; Adoram, hijo de Abda, era jefe de los obreros públicos.
7 Salomón tenía doce gobernadores establecidos en todo Israel; aprovisionaban al rey y a su palacio cada cual durante un mes por año.
8 Estos son sus nombres: Ben-Hur en la montaña de Efraín;
9 Ben-Dequer en Majas, Saalbim, Bet-Semés, Ayalón y Bet-Janán;
10 Ben-Yeud en Arubot, también tenía a su cargo Soco y todo el territorio de Jefer;
11 Ben-Abinadab en las lomas de Dor, su mujer Tabaat era hija de Salomón;
12 Baana, hijo de Ajilud, en Tanac y Megido y hasta más allá de Jocneam, también tenía a Bet-seán abajo de Yisreel y de Bet-seán hasta Abel-Mejola, en dirección a Sartán.
13 Ben-Gueber en Ramot de Ga laad: tenía los campamentos de Yair, hijo de Manasés, en Galaad, y el territorio de Argob en el Basán, o sea sesenta ciudades fortificadas, con murallas y candados de bronce.
14 Ajinadab, hijo de Ido, en Majanayim;
15 Ajimaas en Neftalí, quien se casó también con una hija de Salomón, llamada Basemat.
16 Baana, hijo de Jusai, para Aser y para la costa rocosa;
17 Josafat, hijo de Paruaj, para Isacar;
18 Simei, hijo de Ela, para Benjamín;
19 Gueber, hijo de Uri, para el territorio de Gad y el territorio de Sijón, rey de los amorreos y de Og, rey de Basán.
19 Además, un prefecto permanecía en el territorio de Judá.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 5
7 Cada uno de esos gobernadores aseguraba durante todo un mes la mantención de Salomón y de todos los que comían de la mesa del rey. Velaban para que nada faltara y, según las órdenes que habían recibido,
8 cada uno hacía llegar la cebada y la paja para los caballos y las bestias de carga a los corrales donde estaban.
2 Para la mantención de Salomón se necesitaban diariamente treinta medidas de harina fina y sesenta medidas de harina ordinaria,
3 diez bueyes gordos, veinte bueyes de potrero, cien corderos, sin contar los ciervos, las gacelas, los corzos y las aves de engorda.
4 Su poder se extendía por todo el territorio a este lado del río, desde Tafsa hasta Gaza, sobre todos los reyes de esa región, y la paz reinaba en todas sus fronteras.
5 Durante todo el reinado de Salomón, Judá e Israel vivieron en paz, cada cual bajo su parra o bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba.
5 4 20 Judá e Israel eran tan numerosos como la arena en la orilla del mar; se comía, se tomaba y se vivía feliz.
20 5
1 Salomón extendió su autoridad sobre todos los reinos, desde el Río hasta el territorio de los filisteos y hasta la frontera con Egipto. Todos esos pueblos estaban sometidos a Salomón y le entregaban su tributo.
6 Salomón tenía cuatro mil establos para sus carros y sus doce mil caballos.
9 Dios le dio a Salomón la sabiduría, una inteligencia muy grande, y una ciencia tan amplia como la arena que está en la orilla del mar.
10 La sabiduría de Salomón superaba a la sabiduría de cualquier sabio de Oriente y a toda la sabiduría de Egipto.
11 Fue más sabio que cualquier otro, más sabio que Etán el Ezrajita, más que Jemán, Calcol y Darda, los hijos de Majol. Su fama se extendió por todos los países vecinos.
12 Pronunció tres mil sentencias, compuso mil cinco cánticos,
13 habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el musgo que brota en los muros; habló sobre los animales, los pájaros, los reptiles y los peces.
14 De todos los países venían a oír la sabiduría de Salomón y recibió regalos de todos los reyes de la tierra que habían oído hablar de su sabiduría.
Preparativos para la construcción de la Casa
15 Cuando Hiram, rey de Tiro, supo que Salomóon había sido consagrado como rey en lugar de su padre, le envió una embajada, porque Hiram se había mostrado siempre como el amigo de David.
16 Salomón mandó luego este mensaje a Hiram:
17 «Como tú lo sabes, Yavé puso al final a todos los enemigos de David bajo la planta de sus pies, pero esas guerras le impidieron a mi padre construir un templo para el Nombre de Yavé, su Dios.
18 Ahora que Yavé, mi Dios, me ha dado la paz por todos los lados, y que no hay más enemigos ni pestes,
19 pienso edificar ese templo para el Nombre de Yavé, mi Dios. El mismo declaró a David, mi padre: «Tu hijo, al que pondré en tu trono en vez de ti, será quien construya la Casa de mi Nombre».
20 Sabes que nadie entre nosotros es tan hábil para cortar los árboles como la gente de Sidón; ordena pues que corten para mí cedros del Líbano. Mis sirvientes trabajarán con los tuyos y yo pagaré lo que me digas para el salario de tus sirvientes».
21 Hiram se sintió muy contento al oír las palabras de Salomón, dijo: «¡Bendito sea ahora Yavé, porque dio a David un hijo tan sabio para que gobierne a ese gran pueblo!».
22 Hiram respondió a Salomón: «Recibí tu mensaje, haré lo que me pides respecto a la madera de cedro y de ciprés.
23 Mis sirvientes los bajarán desde el Líbano hasta el mar y luego haré que los remolquen en balsas hasta el lugar que me indiques; allí los haré desembarcar y tú los tomarás. Por mi parte te pido que me proporciones víveres para mi casa».
24 Hiram entregó a Salomón toda la madera de cedro y de ciprés que quería;
25 Salomón por su parte dio a Hiram veinte mil medidas de trigo para la mantención de su casa y veinte mil medidas de aceite de oliva. Eso fue lo que Salomón entregaba cada año a Hiram.
26 Yavé dio la sabiduría a Salomón tal como lo había prometido, de tal modo que reinó la paz entre Hiram y Salomón: los dos firmaron una alianza.
27 El rey Salomón reclutó entre los is raelitas a treinta mil hombres para trabajos públicos,
28 los mandó al Líbano por turno: diez mil por mes. Estaban un mes en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoram era responsable de esos trabajos.
29 Salomón disponía de setenta mil hombres para transportar la carga y de otros ochenta mil para tallar la piedra en las montañas,
30 sin contar los tres mil trecientos jefes de obra puestos por Salomón para supervisar al pueblo que trabajaba en las canteras.
31 El rey ordenó extraer grandes piedras, piedras seleccionadas, para hacer los fundamentos del Templo con piedra tallada.
32 Los obreros de Salomón, los obreros de Hiram y los habitantes de Biblos tallaron las piedras y prepararon la madera para la construcciòn del Templo.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 6
Salomón construye el Templo
1 El año 480 después de la salida de los israelitas de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón en Israel, el segundo mes, el mes de Ziv, comenzó la obra de la Casa o Templo de Yavé.
2 Tenía treinta metros de largo, diez de ancho y quince metros de alto.
3 El vestíbulo que precedía al Santuario de la Casa tenía diez metros de ancho y cinco metros de fondo.
4 Las ventanas de la Casa estaban guarnecidas de rejas.
5 A lo largo de los muros de la Casa se construyó una galería que rodeaba el Santuario y el Santo de los Santos. En derredor se abrían piezas laterales.
6 La galería de abajo tenía un ancho de dos metros y medio, la intermedia tenía tres, y la tercera tres metros y medio, porque se había dispuesto una entalladura por el contorno exterior de la Casa para no cortar los muros.
7 Para construir la Casa, se usaban piedras talladas en las canteras; mientras duró la construcción no se oyó en la Casa ni martillo ni hacha ni ninguna herramienta de hierro.
8 La entrada de la galería inferior estaba al lado derecho de la Casa. A la galería intermedia se subía por escaleras, y de allí, a la galería superior.
9 Salomón comenzó la obra de la Casa y la terminó. Le puso un cielo raso con molduras y tableros de cedro. 10 A la galería que rodeaba completamente la Casa le dio dos metros de alto. Sus postes de cedro se apoyaban en la casa.
10 (
11 Una palabra de Yavé fue dirigida a Salomón para decirle:
12 «Si caminas según mis leyes y pones en práctica mis ordenanzas, si observas mis mandamientos y regulas tu conducta por ellos, yo cumpliré, por medio de esta Casa que estás construyendo, la promesa que hice a tu padre David:
13 Habitaré en medio de los israelitas y no abandonaré a mi pueblo Israel».
14 Salomón construyó la Casa y la terminó.)
15 En el interior, los muros estaban cubiertos desde el suelo hasta el cielo raso con planchas de cedro; todo el interior estaba cubierto de madera y el suelo estaba cubierto con un piso de ciprés.
16 El fondo de la Casa estaba recubierto de planchas de cedro desde el suelo hasta el cielo raso: allí construyó el Santo de los Santos.
17 La Casa por delante del Santo de los Santos tenía veinte metros.
18 En el interior de la Casa, el cedro había sido esculpido en forma de calabazas y de guirnaldas de flores: todo estaba revestido de cedro y no se veían las piedras.
19 El Santo de los Santos, en lo más interior de la Casa, había sido preparado para poner allí el Arca de la Alianza de Yavé.
20 Delante del Santo de los Santos, que tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto, se levantó un altar de cedro recubierto de oro fino.
21 Salomón revistió de oro fino el interior de la Casa y una cadena enchapada en oro cerraba el Santo de los Santos.
22 Toda la Casa estaba pues recubierta de oro; también estaba recubierto de oro el altar ubicado delante del Santo de los Santos.
23 En el Santo de los Santos puso dos Querubines de madera de olivo silvestre de cinco metros de alto.
24 Cada una de las alas del querubín tenía dos metros y medio de largo, de manera que había cinco metros de una punta a la otra de las alas.
25 El segundo querubín medía también cinco metros; ambos querubines te nían el mismo porte y la misma forma.
26 La altura del primero y del segundo era de cinco metros.
27 Salomón puso los querubines en el centro de la Casa, con las alas desplegadas; el ala del primero rozaba uno de los muros y el ala del segundo tocaba el otro muro, y sus alas se tocaban una con otra en el medio de la Casa.
28 Salomón revistió de oro a los querubines.
29 Hizo esculpir en relieve en todas las paredes de la Casa, por todo el derredor, tanto por fuera como por dentro, querubines, palmas y flores.
30 Por dentro y por fuera, el piso de la Casa estaba recubierto de oro.
31 Las puertas del Santo de los Santos eran de madera de olivo silvestre, el dintel y los postes ocupaban la quinta parte de la puerta,
32 ambas puertas de madera de olivo silvestre estaban esculpidas con querubines, palmas y flores; todo estaba recubierto de oro, incluso los querubines y las palmas.
33 De igual modo la entrada del Santuario estaba guarnecida de postes de madera de olivo silvestre, que ocupaban un cuarto de la puerta.
34 Las dos puertas eran de madera de ciprés; cada una estaba constituida por dos paneles que se articulaban;
35 allí habían esculpido querubines, palmas y flores, todo recubierto de oro.
36 Se construyó el patio interior con tres hileras de piedra tallada y una hilera de postes de cedro.
37 El año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos de la Casa de Yavé,
38 y en el undécimo año, en el mes de Bul, el mes octavo, se terminó el Templo con todos sus detalles, de acuerdo al plano que se había diseñado; Salomón construyó el Templo en siete años.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 6
6,1

La primera construcción de Salomón es la Casa de Yavé, o sea, el Templo de Jerusalén.

La tienda del Arca, en el desierto, había sido el centro de un culto como el de las tribus nómadas. En adelante, el Templo, bastante parecido a los templos cananeos, sería el centro de una cultura urbana y sedentaria. Los sacrificios y fiestas que allí se celebraban eran imitados del culto de los cananeos; Israel empieza una nueva etapa de su cultura y también el culto se adapta a su nueva situación.

Está el deseo sincero de honrar a Yavé, dándole una casa que sea la más hermosa de todas. Por eso, el Templo es llamado siempre, en la Biblia, la Casa de Yavé.

Por otra parte, el pueblo quiere manifestar su éxito, y se siente orgulloso de tener un templo que haga competencia a los de otros pueblos.

También está el anhelo de tener algo hermoso que sea como una imagen visible de la gloria de Dios invisible. Para los israelitas, el Templo de Jerusalén era el pedestal del Templo invisible donde Yavé está en su Gloria. Este había prohibido representarlo bajo la figura de criaturas; pero, al menos, se podía adornar la Casa con oro y maderas preciosas.

Está por fin la inquietud de tener a Dios presente para que proteja a su pueblo. Al mismo tiempo que Yavé dice no tener otro templo que el universo entero (8,27), desea también estar presente materialmente en medio de su pueblo (Dt 12,5). En Jerusalén, Yavé está «en su santa morada» (Jer 25,30), y para defender a su pueblo (Is 31,5).

Semejantes en esto a Salomón, los reyes y poderosos de los siglos pasados quisieron adornar las iglesias con oro y plata; pensaron que la Casa de Dios debía ser más hermosa todavía que la suya propia. Respetemos su piedad; pero hoy comprendemos que diferentes criterios rigen la ciudad de Dios y la de los hombres. La riqueza de los templos no nos ayuda siempre a descubrir lo más grande de Dios.
6,15

La parte más sagrada del Templo, el Lugar Santísimo, no contenía más que el Arca con las piedras en forma de tablas, donde se había firmado la alianza del pueblo con Yavé. Ante esta sala, estaba el Lugar Santo, en el que ar dían los candeleros sagrados y se quemaban perfumes, además de los doce panes ofrecidos cada semana (ver 1 Sam 21,5). Un vestíbulo completaba la casa y, alrededor, estaban los patios, amplios y espaciosos, donde permanecía la gente.

Esta disposición de varias salas que preceden al lugar más sagrado, es común a muchas religiones antiguas. Así se daba a entender que el hombre no puede acercarse a Dios sin una debida preparación. Aun cuando Yavé permanece en medio de su pueblo, su misterio queda inaccesible.

Esta disposición refleja de alguna manera lo que existe en el hombre mismo, verdadero Templo de Dios. En nosotros hay un lugar más íntimo, donde está presente Dios (ver Jn 14,23). Cuando Jesús nos pide «encontrar al Padre en lo secreto» (Mt 6,6), no se trata tanto de orar en un lugar apartado, como de buscar, dentro de nosotros, el Lugar Santísimo donde el Espíritu comunica su manera de sentir.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 7
1 Salomón construyó también su palacio: demoró trece años en terminarlo.
2 Construyó la casa del Bosque del Líbano; tenía cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto. Se alzaba sobre postes de cedro que descansaban en bases de cedro.
3 Un cielo raso de cedro que cubría los cuartos era soportado por cuarenta y cinco columnas repartidas en tres filas de a quince.
4 También había tres filas de cuartos cuyas ventanas se enfrentaban cada tres pasos.
5 Las puertas y ventanas eran cuadradas y las ventanas estaban frente a frente cada tres pasos.
6 Se hizo un vestíbulo de columnas; su largo era de veinticinco metros y su ancho de quince; por delante se alzaba un pórtico con columnas y peldaños.
7 También hizo Salomón el Vestíbulo del Trono donde administraba justicia, lo llamaban el vestíbulo del Juicio; estaba recubierto de cedro desde el piso hasta el cielo raso.
8 Su casa privada estaba construida de la misma forma, en un segundo patio, luego del Vestíbulo. Salomón construyó para la hija del Faraón, con la que se había casado, una casa igual al Vestíbulo.
9 Todas esas construcciones, desde sus cimientos hasta sus cornisas, habían sido hechas con piedras talladas a la medida y cortadas con cincel.
10 Los cimientos también eran de piedra seleccionada, piedras de grandes dimensiones, de cuatro a cinco metros.
11 Por encima también había piedras seleccionadas talladas a la medida, como asimismo madera de cedro.
12 El gran patio había sido hecho de tres hileras de piedra tallada y de una hilera de postes de cedro, igual que el patio interior y que el vestíbulo de la Casa.
13 Salomón mandó a buscar a Juram de Tiro,
14 que era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, pero cuyo padre era de Tiro, y que trabajaba el bronce. Era un hombre muy hábil, lleno de sabiduría y de destreza para todo lo que fuera bronce. Llegó pues donde Salomón para ejecutar todos sus trabajos.
15 Fundió las dos columnas de bronce; cada columna tenía nueve metros de alto, un hilo de seis metros medía su circunferencia; la segunda columna era como la primera.
16 Fundió dos capiteles de bronce para la parte superior de las columnas; cada capitel medía dos metros y medio de alto.
17 Los capiteles que se situaban encima de las columnas estaban revestidos de cintas y cadenitas de bronce; había siete en cada capitel.
18 Luego hizo las granadas, que en hileras de a dos, rodeaban a cada cinta, para cubrir los capiteles puestos encima de las columnas.
19 Los capiteles puestos encima de las columnas en el vestíbulo tenían forma de lirio; tenían dos metros de alto.
20 Doscientas granadas rodeaban los capiteles puestos sobre las dos columnas, por encima del zócalo guarnecido de cinta de bronce.
21 Salomón levantó las columnas delante del vestíbulo de la Casa; colocó la primera a la derecha y le puso el nombre de Yaquin; colocó la segunda a la izquierda y le dio el nombre de Boaz.
22 Así terminó la obra de las columnas.
23 También hizo el mar de bronce. Era redondo con cinco metros de diámetro y dos y medio de alto; un cordel de quince metros medía su circunferencia.
24 Debajo del borde había una hilera doble de calabazas de metal fundido.
25 El Mar de bronce se apoyaba en doce bueyes, tres que miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este; la parte posterior de su cuerpo estaba tapada por el Mar que se apoyaba en ellos.
26 El espesor del Mar era de una palma, su borde tenía la forma de una copa, parecido a una azucena; podía contener dos mil medidas.
27 Se fabricaron también diez sustentáculos de bronce; cada uno medía dos metros de largo, dos de ancho y uno y medio de alto.
28 Los sustentáculos eran así: estaban formados de paneles y los paneles se encajaban en marcos.
29 En los paneles encajados en los marcos había leones, toros y querubines; en los marcos, por arriba y abajo, se veían en relieve leones y bueyes.
30 Cada sustentáculo tenía cuatro ruedas de bronce con ejes de bronce; los cuatro pies tenían patas de bronce que sostenían la pileta; estaban fundidas junto con los pies, vueltas hacia adentro.
31 La boca para recibir a la pileta estaba en el interior de la corona del sustentáculo, a la que sobrepasaba por medio metro; esta boca era redonda, tenía un espesor de setenta y cinco centímetros. En esta boca había esculturas, los paneles eran cuadrados y no redondos.
32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles; los ejes de las ruedas estaban fijos a las patas de bronce; cada rueda tenía setenta y cinco centímetros de alto.
33 Las ruedas eran parecidas a las de un carro. Todo estaba fundido: sus ejes, sus llantas, sus rayos y sus cubiertas.
34 En los cuatro ángulos de los sustentáculos de bronce había junturas y éstas conformaban un cuerpo con el sustentáculo.
35 La corona, que sobresalía medio metro del sustentáculo, conformaba un todo con los apoyos y los paneles.
36 En las placas de los apoyos y en los paneles se grabaron querubines, leones y palmeras, según el espacio disponible; había guirnaldas en derredor.
37 Así fue como se hicieron los diez sustentáculos de bronce fundidos de igual modo, de la misma dimensión y de la misma forma.
38 También se hicieron diez piletas de bronce: cada pileta contenía cuarenta medidas, cada pileta tenía dos metros de diámetro; descansaban en los sustentáculos, cada pileta en el suyo.
39 Pusieron los diez sustentáculos, cinco al lado derecho de la Casa y cinco al lado izquierdo; pusieron el Mar al lado derecho de la Casa cuando se mira al este, es decir hacia el sur.
40 Juram hizo también los calderos, las palas y las copas.
40 Así terminó Juram todos los trabajos que le había encargado el rey Salomón para la Casa de Yavé:
41 las dos columnas, los capiteles puestos en la parte superior de las columnas, junto con las redes de bronce que los cubrían,
42 las cuatrocientas granadas repartidas en dos filas y adosadas a la red de bronce que cubrían los capiteles,
43 los diez sustentáculos de bronce junto con la pileta,
44 el Mar de bronce y los doce bueyes que lo sostenían,
45 los calderos, las palas y las copas. Juram hizo en bronce bruñido todos esos objetos que le había encargado el rey Salomón para la Casa de Yavé.
46 El rey los hizo fundir en la llanura del Jordán, cerca del vado de Adán, entre Sucot y Sartán.
47 La cantidad de bronce era tal que era imposible contarla.
48 Salomón hizo también todos los otros objetos que estaban en la Casa de Yavé: el altar de oro, la mesa de oro en la que se ponían los panes de la proposición,
49 los candelabros de oro puro puestos delante del Santo de los Santos: cinco a un lado y cinco al otro; las flores, las lámparas, los extinguidores de oro,
50 las palanganas, las vasijas, las escudillas, los incensarios de oro, y también los goznes de oro para el Santo de los Santos y para las puertas de la Casa.
51 Con eso se terminaron los trabajos que había emprendido el rey Salomón para la Casa de Yavé. Entonces mandó traer todo lo que su padre David había dado y consagrado, el oro, la plata y los vasos y lo depositó todo en el tesoro de la Casa de Yavé.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 7
7,21

Salomón va a construir su palacio en la «colina del Templo» al lado de la Casa de Dios. Este traslado de la residencia real desde la ciudad baja a la colina del Templo podrá parecernos algo sin interés. Pero tras ello se oculta la nueva concepción del poder que ha introducido en el país Salomón. David su padre, «ese rey según el corazón de Dios» había construido su palacio en medio de su pueblo (2 Sam 5,9) y cuando levantó un altar a Yavé lo hizo en la colina que domina el norte de la ciudad. Pero Salomón abandona el palacio de su padre y construye su suntuosa residencia en esa colina, contigua al Templo.

Es un gesto significativo; en adelante en la santa colina residirán Dios y el rey; en la parte baja, el pueblo. Samuel sin embargo le había advertido a Saúl, el primer rey, que las exigencias de la ley eran válidas tanto para el rey como para el pueblo (2 Sam 12,14-15).

Pero Salomón no lo entiende de ese modo; como muchos príncipes y dictadores pretende darle a su poder una autoridad absoluta como la de Dios: se aleja del pueblo y se instala al lado de Dios. Esta desviación del sentido del poder será criticada por los profetas (Jer 22,13-19) y Jesús mismo mostrará con su propio ejemplo que todo poder es un servicio (Mc 10,41-45). Yanquin, es decir: él ha afirmado; Boaz, es decir: con fuerza. Esta sentencia se refiere al Templo como a la dinastía de David. Un día, sin embargo, Dios echará abajo el uno y la otra. Todo lo que él dió deberá algún día ceder el lugar a otra cosa mejor.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 8
1 El rey Salomón reunió luego en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los ancianos de las familias israelitas, para trasladar el Arca de la Alianza de Yavé que estaba todavía en la ciudad de David, llamada Sión.
La Consagración del Templo
2 Todos los israelitas se reunieron en torno a Salomón para la fiesta de las Tiendas; era el mes de Etanim, el séptimo mes del año.
3 Cuando llegaron los ancianos de Israel, los sacerdotes efectuaron el traslado del Arca.
4 Hicieron que subiera el Arca de Yavé como también la Tienda de las Citas y todos los objetos sagrados que se encontraban en la Tienda.
5 El rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida a su alrededor estaban allí delante del Arca. Ofrecieron sacrificios de ganado menor y mayor en tal cantidad que era imposible contarlos.
6 Los sacerdotes trasladaron el Arca de la Alianza de Yavé a su lugar, en la pieza más santa de la Casa, el Santo de los Santos, debajo de las alas de los Querubines.
7 Los querubines extendían sus alas por encima del sitio donde se ubicaba el Arca y así cubrían el Arca y sus andas.
8 Estas barras eran tan largas que sus puntas se veían desde el Lugar Santo que precede al Lugar Santísimo; pero no se veían desde afuera. Allí han estado hasta hoy día.
9 En el Arca no hay nada más que las dos tablas de piedra que Moisés colocó allí en el Horeb, cuando Yavé pactó la Alianza con los israelitas cuando salieron de Egipto.
10 Cuando los sacerdotes salían del Santo, la nube ocupó la Casa de Yavé.
11 Los sacerdotes no pudieron continuar su servicio litúrgico debido a la nube, porque la Gloria de Yavé ocupaba toda la Casa de Yavé.
12 Entonces Salomón declaró: «Yavé dijo que habita en la nube;
13 lo que yo he construido es pues la Casa donde tú moras, el lugar donde tú residirás para siempre».
14 El rey se volvió para bendecir a toda la comunidad de Israel que estaba allí de pie.
15 «¡Bendito sea Yavé, dijo, el Dios de Israel! Lo que su boca había anunciado a mi padre David, su mano acaba de ejecutarlo. Pues él había dicho:
16 Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo de Israel, no escogí a ninguna ciudad de entre las tribus de Israel para que se construyese allí un templo donde habitara mi Nombre, sólo elegí a David para que reinara en mi pueblo de Israel.
17 David, mi padre, quiso construir una Casa para el Nombre de Yavé, Dios de Israel.
18 Pero Yavé dijo a David mi padre: Es muy bueno que tengas ese deseo de construir un templo en honor de mi Nombre.
19 Pero, no serás tú quien construya el Templo sino tu hijo, el que nacerá de ti. El construirá la Casa en honor de mi Nombre.
20 Yavé ha cumplido pues la palabra que dijo: yo sucedí a mi padre David y me senté en el trono de Israel, tal como Yavé lo había dicho. Luego edifiqué la Casa en honor de Yavé, Dios de Israel,
21 y allí le reservé un lugar donde reside el Arca de la Alianza de Yavé, la alianza que concluyó con nuestros padres cuando los sacó de Egipto».
La oración de Salomón
22 Salomón estaba de pie delante del altar de Yavé, frente a toda la comunidad de Israel. Levantó entonces sus manos al cielo,
23 y dijo: «¡Yavé, Dios de Israel! Ningún dios arriba en los cielos, abajo en la tierra es semejante a ti, porque tú respetas tu Alianza y tu fidelidad para con tus servidores cuando caminan delante de ti con todo su corazón.
24 Mantuviste la promesa que habías hecho a tu servidor David, mi padre, y hoy has llevado a cabo por ti mismo lo que habías prometido.
25 Ahora Yavé, Dios de Israel, mantén la promesa que hiciste a tu servidor David, mi padre: Si tus hijos velan por su conducta, si caminan delante mío como tú has caminado ante mí, entonces nunca te faltará un descendiente que se siente delante de mí en el trono de Israel.
26 Ahora, Dios de Israel, que se cumpla esa promesa que hiciste a tu servidor David mi padre.
27 ¿Podría Dios en realidad habitar en la tierra? ¡Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, cuánto menos lo podrá esta Casa que he construido!
28 Sin embargo, Yavé mi Dios, pon atención a la oración y a la súplica de tu servidor, escucha el grito alegre y la oración que tu servidor hace hoy ante ti.
29 Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del cual has dicho: Allí habitará mi Nombre. Escucha la oración que hará tu servidor en este lugar.
30 Escucha la súplica de tu servidor y de tu pueblo Israel cuando vengan a orar a este lugar. Escúchala desde lo alto del cielo, del lugar donde tú habitas, escucha y perdona.
31 Si alguien peca contra su hermano y éste lo obliga a hacer un juramento solemne, cuando aquél venga a hacer ese juramento en tu Casa delante de tu altar,
32 escúchalo desde lo alto del cielo e intervén. Juzga a tus servidores, condena al culpable y haz recaer sobre su cabeza su falta, pero haz justicia al inocente proclamando su inocencia.
33 Cuanto tu pueblo Israel haya pecado contra ti y sea aplastado por sus enemigos, si se vuelve a ti y da gloria a tu Nombre, cuando te dirija su oración y su súplica en esta Casa,
34 escúchalo desde lo alto del cielo. Perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelo al país que diste a sus padres.
35 Cuando tu pueblo haya pecado contra ti y se cierre el cielo y no haya más lluvia, si viene a este lugar a orar y a rendir gloria a tu Nombre, si renuncia al pecado por el que lo humillaste,
36 escúchalo desde lo alto del cielo y perdona el pecado de tus servidores y de tu pueblo Israel. Tú le indicarás el buen camino por donde deben caminar, tú harás caer la lluvia sobre la tierra que diste como herencia a tu pueblo.
37 Cuando haya en el país una hambruna, una peste, una plaga en el trigo, langostas, saltamontes, cuando el enemigo ponga sitio a una de sus ciudades, o también cuando haya una catástrofe o una enfermedad,
38 si un hombre, si Israel tu pueblo viene a orarte y a suplicarte, si reconoce su falta desde el fondo de su corazón y extiende sus manos hacia esta Casa,
39 entonces tú, desde lo alto de los cielos donde habitas, escucha y perdona. Tú conoces su corazón, pues tú y nadie más que tú conoce el corazón de todos los hijos de Adán: premia a cada uno según sus obras.
40 De esta manera, a lo largo de su vida te temerán en este país que diste a sus padres.
41 Cuando un extranjero que no es de tu pueblo Israel, pero que venga de un país lejano debido a tu Nombre,
42 porque oyó hablar de tu gran Nombre, de tu mano poderosa y de los grandes golpes que propinas, si viene a orar en esta Casa,
43 escúchalo desde lo alto del cielo donde habitas, y acoge la solicitud de ese extranjero. De ese modo todos los pueblos de la tierra conocerán tu Nombre, te temerán como lo hace tu pueblo Israel, y sabrán que tu Nombre permanece en esta Casa que he construido.
44 Cuando tu pueblo vaya a la guerra contra sus enemigos por el camino por donde tú lo hayas enviado, si se vuelve hacia esta ciudad que tu elegiste, a esta Casa que construí para tu Nombre,
45 escucha de lo alto del cielo sus oraciones y sus súplicas y hazle justicia.
46 Cuando hayan pecado contra ti —porque nadie está sin pecado— cuando estés encolerizado con ellos, los entregues a sus enemigos y sus vencedores los lleven cautivos a su país, lejos o cerca,
47 si del fondo de su exilio se arrepienten, si se convierten y te dirijen sus oraciones en ese país adonde fueron deportados, si te dicen: Hemos pecado, hicimos lo que es malo, cometimos un crimen,
48 si del fondo de su destierro se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, si te dirijen sus oraciones volviéndose al país que habías dado a sus padres, hacia la ciudad que has elegido y hacia esta Casa que edifiqué en honor de tu Nombre,
49 escucha desde el cielo donde habitas ( ).
50 Perdona a tu pueblo sus faltas y todos los pecados que ha cometido contra ti; haz que sus vencedores tengan piedad de él,
51 porque ellos son tu pueblo y tu propiedad personal, a los que sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro.
52 Y tus ojos estarán atentos a la súplica de tu servidor, a la súplica de tu pueblo Israel y los escucharás en todas sus peticiones.
53 Porque tú, Señor Yavé, los has puesto aparte de todos los pueblos de la tierra para que sean tu herencia, tal como lo dijiste por boca de Moisés tu servidor cuando sacaste a nuestros padres de Egipto».
54 Durante toda esta oración y esta súplica Salomón estuvo de rodillas, con las manos extendidas hacia el cielo frente al altar de Yavé. Cuando hubo terminado,
55 se levantó y bendijo a toda la comunidad de Israel en voz alta:
56 «Bendito sea Yavé, dijo, porque dio la paz a su pueblo Israel tal como lo había prometido. Ha hecho que se cumplan todas las buenas palabras que dio a oír por boca de Moisés su servidor.
57 Que Yavé, nuestro Dios, esté con nosotros así como lo estuvo con nuestros padres, que no nos abandonde ni nos rechace.
58 Que vuelva nuestros corazones hacia él para que sigamos todos sus caminos y observemos sus mandamientos, las leyes y las ordenanzas que dio a nuestros padres.
59 Que las palabras de esta súplica que he dirigido a Yavé estén presentes día y noche delante de Yavé, nuestro Dios, para que responda a su servidor y a su pueblo Israel según las necesidades de cada día.
60 Y todos los pueblos de la tierra sabrán que Yavé es Dios, y que no hay nadie más que él.
61 Que el corazón de ustedes sea totalmente de Yavé, nuestro Dios; caminen según sus leyes, observen sus mandamientos tal como lo hacemos hoy».
62 El rey y todo Israel ofrecieron sacrificios delante de Yavé:
63 Salomón ofreció a Yavé, como sacrificios de comunión, veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue como el rey y todos los israelitas consagraron la Casa de Yavé.
64 Ese día, el rey consagró también el interior del patio que está delante de la Casa de Yavé; allí ofreció los holocaustos, las ofrendas y las grasas de los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce que está delante se hizo muy chico para recibir todos los holocaustos, las ofrendas y las grasas de los sacrificios de comunión.
65 Salomón celebró la fiesta durante siete días junto con todo el pueblo de Israel, una gran muchedumbre que había llegado para congregarse delante de Yavé, desde la entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto.
66 Al octavo día despidió al pueblo; bendijeron al rey y cada uno regresó a su casa, feliz y con el corazón contento por todo el bien que Yavé había hecho a David, su servidor, y a su pueblo Israel.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 8
8,2

El día de la inauguración del Templo, Dios manifiesta su presencia por la nube. Esta fue, en el Exodo, el signo visible de la presencia de Yavé junto a Israel (ver Ex 14,19 y 40,34). Más tarde, los israelitas siguieron confiados en esta presencia de Dios que los amparaba (Jer 7) desde Jerusalén.

Con el correr del tiempo pasaron en los patios del Templo muchas cosas poco decentes; incluso se construyeron altares a los ídolos y se practicaba la prostitución sagrada, según la costumbre pagana (ver 2 Re 23,4-7). Sin embargo, no se dice que Yavé haya abandonado su Santuario, donde permanecía por fidelidad a su Alianza.

Solamente al acercarse el fin de Jerusalén, el profeta Ezequiel cuenta una visión en que la nube sale del Templo: Yavé, en adelante, va a vivir entre sus fieles que fueron desterrados a Babilonia (Ez 9,3).

Más tarde, en el Apocalipsis, 15,8, el apóstol Juan verá esta nube en el Templo celestial, después de haberla visto sobre la persona de Jesús en su transfiguración.
8,22

Yavé ha cumplido su palabra (20 y 25).

Había dos promesas de Dios a David. La primera decía que su hijo construiría el templo; la segunda, que sus descendientes guardarían el trono de Israel.

Vale la pena notar cómo Dios, siendo el Dios invisible y el Creador del Universo, quiere estar de alguna manera en cierto lugar: Jerusalén, y al lado de ciertos hombres: los descendientes de David. Esta continuidad de un centro visible se da en la Iglesia. Aunque el Reino de Dios sea universal, esa Iglesia que misteriosamente es el Cuerpo de Cristo (Col 1,15-18) mantiene también con él lazos visibles, merced a la continuidad de los sucesores de sus apóstoles a través del tiempo.

Esta oración de Salomón, redactada probablemente por un profeta de la época real, señala la importancia y la relatividad del Templo. Ahí es donde reside el «Nombre» de Dios y donde Dios escuchará la oración de su pueblo (8, 30-53), y por esta razón, el Templo es el Lugar Santo que el hombre no podrá profanar sin pecar gravemente (Jer 7). Sin embargo este Templo construido por manos de hombre será incapaz de encerrar a Dios y a su Gloria. Los cielos invisibles no pueden contenerlo (27), con mayor razón esa morada terrenal.

Esta visión del Templo estará constantemente presente en la enseñanza de los profetas: el Templo, por magnífico que sea, no asegura a Israel la felicidad, como en forma mágica. El es, más bien, la señal y el recuerdo incesante de la presencia y de la santidad de Dios.

Poco a poco, debido a esto mismo, toda la teología de Israel se irá centrando en el Templo: la tierra y los cielos son de Dios, pero, en esta tierra hay un país que le pertenece de manera muy particular: es la Tierra de la Promesa. En esta Tierra Prometida, todas las ciudades son de él, pero hay una que le es especialmente querida. Y en esta ciudad, en su corazón mismo, se encuentra la colina santa en la que está edificada la morada de Yavé.

De esta manera el Templo pasa a ser como el eje central sobre el que se articula el conjunto del universo; así se comprende entonces por qué su destrucción en el año 587 a.C. fue para la fe de Israel una prueba inimaginable: junto con el Templo y Jerusalén, el universo perdía su centro, su punto de equilibrio.

Pues bien, si el universo se había poco a poco concentrado, juntado alrededor del Templo, con el Nuevo Testamento en cambio, Cristo el Nuevo Templo pasará a ser el punto de partida de la irradiación salvadora: «Ustedes serán mis testigos en Jerusalén, en Judea y en Samaría y hasta los confines de la tierra.»
8,30

Después de pedir por sus descendientes, Salomón pide por el pueblo. Detengámonos en algunos puntos.

Haz justicia al inocente proclamando su inocencia (32). La primera petición corresponde a una costumbre de ese tiempo (ver Núm 5,11). Cuando no se podía descubrir la verdad en algún crimen, el acusado tenía que jurar que era inocente, aceptando todos los castigos de Dios en el caso de que hubiera jurado en falso. La gente estaba convencida de que Dios siempre iba a intervenir y no dejaría impune al mentiroso.

Te temerán en este país... (40). En la Biblia, temer a Dios significa a menudo respetarlo y tomarlo en cuenta. Pero necesitamos también de este temor a Dios y a sus castigos tanto como de su amor, pues éste no es lo suficientemente fuerte y continuo como para protegernos de nuestras debilidades.

Un extranjero... que venga de un país lejano (41). Esta oración fue escrita siglos después, cuando ya había empezado la propaganda misionera de los judíos, la cual logró convertir a numerosos paganos a su propia fe.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 9
Las obras de Salomón
1 Cuando Salomón hubo terminado la Casa de Yavé, el palacio real y todo cuanto quiso construir,
2 se le apareció Yavé por segunda vez, tal como se le había aparecido en Gabaón.
3 Yavé le dijo: «He escuchado la oración y la súplica que tú has elevado hasta mí, y consagré esta Casa que tú construiste para que en ella habitara mi Nombre para siempre.
4 Si caminas delante de mí como caminó tu padre David, con sinceridad de corazón, con rectitud, si pones en práctica lo que te he mandado, si observas mis leyes y mis ordenanzas,
5 afirmaré para siempre el trono de tu realeza en Israel tal como se lo prometí a tu padre David: tendrás siempre a uno de tus descendientes en el trono de Israel.
6 Pero si se apartan de mí, ustedes y sus hijos, si no obedecen mis mandamientos ni las leyes que puse ante ustedes, si se van a servir a otros dioses y se arrodillan delante de ellos,
7 entonces suprimiré a Israel del país que le he dado. Alejaré de mí la Casa que he consagrado a mi Nombre; Israel será motivo de desprecio y de burla entre todos los pueblos,
8 y esta Casa será causa de asombro para cualquiera que pase por aquí. Dirán: ¿Por qué Yavé ha tratado así a este país y a esta Casa?
9 Y se les responderá: Abandonaron a Yavé, su Dios, que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, se apegaron a otros dioses, se postraron ante ellos y los sirvieron; por eso Yavé les ha mandado todas esas calamidades.»
10 Durante los veinte años en que Salomón estuvo construyendo las dos casas, la Casa de Yavé y el palacio real,
11 Jiram, rey de Tiro, proveyó a Salomón de madera de cedro y de ciprés, en la cantidad que quisiese; al cabo de ese tiempo el rey Salomón dio a Jiram veinte ciudades en Galilea.
12 Jiram dejó Tiro para ir a ver las ciudades que Salomón le había dado; muy decepcionado dijo a Salomón:
13 ¿Qué pueblos son esos que tú me has dado, hermano mío? Y las llamó «Tierra de Cabul», que es el nombre que han conservado hasta hoy día.
14 Jiram había mandado a Salomón ciento veinte talentos de oro.
15 Aquí viene lo referente al trabajo forzado, a esos hombres que Salomón había requisado para construir la Casa de Yavé, su propio palacio, el Millo, la muralla de Jerusalén, Jazor, Meguido y Gacer (
16 pues el faraón, rey de Egipto, había subido y se había apoderado de Gacer; incendió la ciudad y mató a todos los cananeos que allí vivían, luego dio la ciudad como dote a su hija, mujer de Salomón.
17 Salomón reconstruyó pues Gacer), Bethorón de abajo,
18 Baalat, Tamar en el desierto,
19 todas las ciudades de depósito que tenía Salomón, las ciudades para los carros y para los caballos y todo lo que Salomón quiso construir en Jerusalén, en el Líbano, y en todos los territorios que le estaban sometidos.
20 Fueron requisados todo lo que quedaba de los amorreos, de los hititas, de los pereseos, de los jeveos y de los jebuseos, en una palabra, todos los que no eran is raelitas.
21 A todos sus hijos que quedaban en el territorio, y que no habían sido exterminados por los israelitas, Salomón los sometió a trabajos forzados y lo están aún hoy.
22 Pero no requisó a los israelitas; estos servían como soldados, integraban la guardia, eran oficiales, escuderos, jefes de carros o soldados de caballería.
23 Capataces nombrados por los prefectos eran los encargados de los trabajos del rey: eran ciento cincuenta que mandaban a los trabajadores en los talleres.
24 Luego que la hija del faraón subió de la ciudad de David a la casa que Salomón se había construido, éste edificó el Millo.
25 Salomón ofrecía tres veces al año holocaustos y sacrificios de comunión en el altar que había mandado hacer para Yavé. Allí hacía que se quemaran sus ofrendas en el fuego ante Yavé y se preocupaba por el buen estado de la Casa.
26 El rey Salomón construyó una flota en Asiongaber, al lado de Elat, a orillas del Mar Rojo, en el territorio de Edom.
27 Jiram envió a sus servidores, marineros que conocían bien el mar, para que ayudaran a los servidores de Salomón en sus embarcaciones.
28 Llegaron hasta Ofir donde consiguieron oro, cuatrocientos veinte talentos que llevaron al rey Salomón.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 10
La reina de Saba visita a Salomón
1 La fama de Salomón llegó hasta donde la reina de Saba; fue a ponerlo a prueba con enigmas de sabiduría.
2 Entró en Jerusalén con un considerable cortejo y con camellos que llevaban perfumes, oro en una gran cantidad y piedras preciosas. Cuando fue introducida a donde estaba Salomón, le dijo todo lo que tenía en la cabeza.
3 Salomón respondió a todas sus preguntas; nada había de oculto para el rey, nada quedaba sin respuesta.
4 La reina de Saba pudo ver el orden instaurado por Salomón: el palacio que había construido,
5 lo que se servía en su mesa, los departamentos de sus servidores, los trajes de sus ministros, los uniformes de sus mozos, los holocaustos que ofrecía en la Casa de Yavé; se le cortó la respiración.
6 Entonces dijo al rey: «¡Realmente era verdad todo lo que había oído decir en mi país de ti y de tu sabiduría!
7 No creía lo que se decía sin antes verlo con mis propios ojos, pero es un hecho que no me habían dicho ni la mitad. Tú superas en sabiduría y en gloria lo que tu fama me había transmitido.
8 ¡Felices tus mujeres, felices tus servidores que están continuamente delante de ti y que oyen tus sabias decisiones!
9 ¡Bendito sea Yavé tu Dios que te eligió para que te sentaras en el trono de Israel! Yavé ama a Israel para siempre y es por eso que te ha puesto como rey, para que hagas reinar el derecho y la justicia».
10 Ella regaló al rey ciento veinte talentos de oro, perfumes en gran cantidad y piedras preciosas; nunca se había visto llegar una tal cantidad de perfumes como la que la reina de Saba obsequió al rey Salomón.
11 La flota de Jiram que había traído oro de Ofir, había también transportado madera de sándalo en gran cantidad y además piedras preciosas.
12 Con la madera de sándalo el rey hizo un balcón para la Casa de Yavé, y otro para su palacio. Igualmente mandó hacer con esa madera cítaras y arpas para los músicos; nunca se había visto tal cantidad de sándalo.
13 El rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ésta podía desear, todo lo que pidió, sin contar los regalos que le hizo con una generosidad real; luego ella se despidió y se volvió a su país con todos sus servidores.
14 En un solo año llevaban a Salomón seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
15 sin contar las tasas a los viajeros, los impuestos a los comerciantes y todo lo que venía de los reyes de Arabia y de los gobernadores del país.
16 El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro; en cada escudo se emplearon seiscientos siclos de oro.
17 También hizo trescientos escuditos de oro, en los que se utilizaron tres minas de oro por escudo; el rey los puso en la casa del Bosque del Líbano.
18 El rey hizo además un gran trono de marfil cubierto de oro.
19 El trono tenía seis gradas, era un sillón con un respaldo redondo y a ambos lados del trono, brazos que se apoyaban en leones.
20 También había doce leones que estaban de pie al lado de las seis gradas del trono; en ningún reino se había hecho algo semejante.
21 Todas las copas del rey Salomón eran de oro, como también los objetos de la casa del Bosque del Líbano; no había nada de plata, a la que se la consideraba sin valor en los días de Salomón.
22 Salomón tenía en el mar, junto con la flota de Jiram, navíos para las expediciones lejanas. Cada tres años volvía la flota de ultramar, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
23 El rey Salomón sobrepasó en riqueza y sabiduría a todos los reyes de la tierra.
24 Todo el mundo quería ser recibido en audiencia por Salomón y escuchar la sabiduría que Dios le había dado.
25 Cada cual traía su regalo, objetos de plata y objetos de oro, trajes, armaduras, perfumes, caballos y mulas; y esto era año tras año.
26 Salomón adquirió una gran cantidad de carros y caballos, y los distribuyó en las ciudades de carros y en Jerusalén cerca del rey.
27 El rey actuó tan bien que en Jerusalén la plata era tan común como las piedras, y los cedros tan numerosos como los sicómoros de la planicie costera.
28 Los caballos de Salomón venían de Musur y de Cilicia; los mercaderes del rey los compraban en Cilicia y los trasladaban.
29 Un carro importado de Musur costaba seiscientas piezas de plata, y un caballo ciento cincuenta; también se los exportaba para los reyes de los Hititas y los reyes de Aram.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 10
10,1

Salomón emprende negocios. Adquiere una armada de naves de Tarsis, es decir, para viajes largos, y va a buscar oro y perfumes a las costas de Africa. Vende a los heteos del norte carros de Egipto, y a los egipcios, caballos heteos. La fama de su lujo y sabiduría llega hasta la reina de Saba, en el sur de Arabia.

En realidad, Israel era un pueblo muy pequeño entre los grandes imperios de Egipto y de Babilonia. Por casualidad, durante los años de David y de Salomón, estos imperios se quedaron tranquilos y como dormidos, y esto bastó para que los israelitas pensaran que eran el primer país del mundo y vieran a Salomón como el rey más magnífico de todos los tiempos.

La reina de Saba...; fue a ponerlo a prueba con enigmas de sabiduría. La Biblia no da el primer lugar al aspecto comercial de esta visita, que aparecerá al final en el trueque de que hablan los versículos 10 y 13.

El encuentro de Salomón con la reina de Saba llega a ser una escena histórica:

Salomón, el sabio, y su pueblo, descubren las riquezas y productos extraños de otros países. ¡Así, pues, el mundo es más grande de lo que pensábamos! Por consecuencia, deberán tener una visión religiosa más amplia. Yavé no es solamente el Dios de una nación pequeña, sino que es soberano de un universo insondable.

La reina de Saba es la mujer colmada, pero no satisfecha. No se habla de su esposo. Y está atraída por la sabiduría divina, que se manifiesta en el rey «Amado de Yavé» (2 Sam 12,29). Jesús recordará esta visita en Mt 12,42.
10,23

Durante un tiempo, los israelitas estuvieron maravillados por la riqueza de Salomón y el número de carros y caballos que componían su ejército. Algunos siglos después, pudieron reflexionar lo poco que había servido este poder y lo mucho que había costado al país: la política de prestigio y de grandes obras fue causa de que se impusieran trabajos forzados al pueblo, y ésta fue una de las causas de la división del reino al morir Salomón. Entonces, dejaron de recordar con orgullo el esplendor de su reinado, y dieron más aprecio al esfuerzo paciente para realizar la justicia. Gran Muralla de China, carrera armamentista o dominación técnica del mundo, toda altivez prepara la humillación (Is 2,17; Pro 16,18).
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 11
Las mujeres de Salomón
1 El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras:
2 Eran de esas naciones de las cuales había dicho Yavé: «Ustedes no entrarán en sus casas ni ellas en las de ustedes, porque seguramente los arrastrarán tras otros dioses». Pero Salomón se apegó a ellas, las amó.
3 tuvo setecientas mujeres que eran princesas y trescientas concubinas, (además de la hija del faraón): Moabitas, amorreas, edomitas, sidonias e hititas (y sus mujeres pervirtieron su corazón).
4 Cuando Salomón fue de edad, sus mujeres arrastraron su corazón tras otros dioses; ya no fue totalmente de Yavé Dios como lo había sido su padre David.
5 Salomón siguió a Astarté, la diosa de los sidonios y a Milcom, la abominación de los amorreos.
6 Hizo lo que no gusta a Yavé en vez de obedecer perfectamente como su padre David.
7 Por ese entonces construyó en el cerro, al este de Jerusalén, un santuario a Quemos, la abominación de Moab, y otro a Milcom, la abominación de los amorreos.
8 Eso hizo para todas sus mujeres extranjeras que ofrecían incienso y sacrificios a sus dioses.
9 Yavé se enojó con Salomón porque se había apartado de Yavé Dios de Israel, el que, sin embargo, se le había aparecido dos veces
10 y le había prohibido que siguiera a otros dioses. Salomón no respetó las órdenes de Yavé,
11 y Yavé le dijo: «Ya que tú me has tratado así y no has observado mi alianza ni las leyes que te había dado, te quitaré el reino y se lo daré a tu servidor; está decidido.
12 No haré esto mientras vivas, en consideración a tu padre David, pero a tu hijo se lo quitaré.
13 Y aún así, no le quitaré todo el reino, le dejaré una tribu en consideración a David mi servidor y a Jerusalén que yo elegí».
Los enemigos de Salomón
14 Yavé le dio a Salomón un adversario, Hadad, que era de la familia real de Edom.
15 Cuando David venció a Edom y Joab, el jefe del ejército, fue allá a enterrar a los muertos, dio muerte a todos los varones de Edom.
16 Joab estuvo seis meses con Israel hasta exterminar completamente a todos los varones de Edom.
17 Pero Hadad había huido junto con edomitas servidores de su padre y refugiádose en Egipto; Hadad era aún muy joven en ese tiempo.
18 Partiendo de Madián, llegaron a Parán, luego continuaron llevando consigo a hombres de Parán. Así llegaron a Egipto donde el faraón, rey de Egipto, quien le dio una casa, víveres y tierras.
19 El faraón apreciaba a Hadad, le dio como esposa a la hermana de su mujer (esposa real se dice Tafnés en egipcio).
20 La hermana de Tafnés dio un hijo a Hadad, al que llamó Genubat. Tafnés educó a Genubat en la casa del faraón; vivía en el palacio junto con los hijos del faraón.
21 Hadad se enteró en Egipto que había muerto David y también Joab, jefe del ejército; entonces dijo al faraón: «Déjame volver a mi país».
22 El faraón le respondió: «Si nada te falta a mi lado, ¿para qué vas a volver a tu país?» Le dijo: «Es cierto que nada me falta, pero, déjame volver». Hadad regresó pues a su país lleno de odio contra Israel, y llegó a ser rey de Edom.
23 Dios le dio otro adversario a Salomón, Rezón hijo de Elyadá. Había huido de la casa de su patrón Hadadecer, rey de Soba,
24 se le había juntado gente y se había convertido en jefe de bandidos. Cuando David quiso acabar con ellos, se fueron a Damasco y se instalaron allí. Rezón llegó a ser rey de Damasco
25 y creó problemas a Israel durante toda la vida de Salomón.
El profeta Ajías anuncia la división del reino
26 Jeroboam también se rebeló contra el rey mientras estaba a su servicio. Era hijo de Nabat, originario de Sereda en la tribu de Efraín, y su madre, Seruya, era viuda.
27 Esto fue lo que aconteció: Salomón estaba edificando el Millo y cerrando la brecha de la ciudad de David su padre.
28 Ese Jeroboam era un hombre fuerte y de gran valor, y Salomón se había fijado en la calidad de su trabajo. Lo hizo jefe de los hombres sometidos a trabajos forzados de la casa de José.
29 Un día en que Jeroboam había salido de Jerusalén, el profeta Ajías de Silo lo encontró. El profeta iba vestido con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo.
30 Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo partió en doce pedazos y dijo a Jeroboam:
31 «Toma para ti diez pedazos, porque esto dice Yavé, el Dios de Israel: Arrancaré el reino de la mano de Salomón, y te daré diez tribus.
32 Sin embargo dejaré una tribu a Salomón en consideración a mi servidor David y a Jerusalén, la ciudad que escogí en medio de todas las tribus de Israel.
33 Haré eso porque me abandonó, porque se postró delante de Astarté, la diosa de los sidonios, delante de Quemós, el dios de Moab, y delante de Milcom, el dios de los amorreos, porque no siguió por mis caminos para hacer lo que es justo a mis ojos, porque no obedeció mis leyes ni mis ordenanzas como David su padre.
34 Sin embargo, mientras viva, no le quitaré nada del reino y lo mantendré en el trono, en atención a David, mi servidor, al que elegí y quien observó mis mandamientos y mis leyes.
35 Le quitaré el reino a su hijo para darte a ti diez tribus;
36 daré sin embargo una tribu a su hijo para que David mi servidor tenga siempre una lámpara delante de mí en Jerusalén, la ciudad que escogí para que en ella habitara mi Nombre.
37 Haré que reines sobre todo lo que deseas; reinarás en Israel.
38 Si obedeces mis mandamientos, si sigues por mis caminos y haces lo que es justo a mis ojos, observando mis leyes y mis mandamientos tal como lo hizo David, mi servidor, yo estaré contigo. Te construiré una casa tan sólida como la que le edifiqué a David (
39 )».
40 Salomón trató de asesinar a Jero boam, pero éste se refugió en Egipto junto a Sesonc, rey de Egipto, y se quedó en Egipto hasta la muerte de Salomón.
41 El resto de los hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría está escrito en el libro de los hechos de Salomón.
42 Salomón reinó en todo Israel desde Jerusalén cuarenta años.
43 Luego fue a acostarse con sus padres y lo enterraron en la ciudad de David, su padre. En su lugar reinó Roboam, su hijo.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 11
11,1

La Biblia no se escandaliza porque Salomón haya tenido tantas mujeres. En ese tiempo, las esposas numerosas manifestaban la riqueza del hombre. La Biblia le reprocha sus esposas paganas. Esas mujeres extranjeras llegaron con sus sacerdotes y sus cultos paganos, los que arrastraron a Israel a la idolatría y al materialismo.

El pueblo pensaba que el rey bendecido por Yavé debía rodearse de lujo y de honores. Más tarde, sin embargo, los profetas recordaron que poder, riqueza y lujo entorpecen el corazón de un jefe (Dt 17,14). Salomón ostenta su virilidad sin darse cuenta que sus mujeres lo mandan. Salomón mantendrá el culto magnífico del Templo, pero los altares que construye a los dioses de sus esposas nos dan a entender que también en su corazón había falsos dioses y valores falsos.

No has observado mi Alianza (11). El verdadero pecado de Salomón fue organizar su vida y su nación sin buscar la voluntad de Dios. Vivió como los demás reyes y realizó sus propias ambiciones; y le pareció suficiente pedir a Yavé sus bendiciones.
11,26

Jeroboam también se rebeló contra el rey. En los últimos años de Salomón, varios opositores se rebelaron. Aquí aparece el hombre que quitará al hijo de Salomón la mayor parte del país y dividirá definitivamente al pueblo.

En el poema de la Torre de Babel (Gén 11), la división de los pueblos fue presentada como la consecuencia y el castigo de una política orgullosa. Va a ser lo mismo para el Reino de Israel.

Te daré diez tribus (32). Israel contaba con doce tribus; en realidad, se podría hablar de dos. Al sur estaba Judá, con su vecina Simeón, poco numerosa. Al norte, estaba Efraím, encabezando las otras de menor importancia. Desde el momento en que David las reunió, Absalón primero, y otros después, habían estimulado el deseo de autonomía del norte. La dictadura de Salomón, que pesó más sobre las tribus del norte, preparó la separación.

El profeta Ajías dice que Yavé va a dividir el reino para castigar a Salomón. Es una manera de decir: la división es la consecuencia directa de los errores y faltas del rey.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 12
El cisma o la división del reino
1 Roboam se dirigió a Siquem, porque todo Israel había ido allá para proclamarlo rey.
2 Avisaron de eso a Jeroboam, hijo de Nabat, cuando todavía estaba en Egipto, a donde había huido lejos del rey Salomón; inmediatamente regresó de Egipto.
3 Lo mandaron a buscar, después de lo cual Jeroboam y toda la comunidad de Israel fueron a ver a Roboam y le dijeron:
4 «Tu padre nos impuso un duro yugo. Si nos liberas de esos trabajos forzados, de ese pesado yugo que nos ha impuesto tu padre, te serviremos».
5 Les respondió: «Váyanse y vuelvan a verme en tres días». Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam consultó a los ancianos que habían sido consejeros de su padre Salomón mientras éste vivía. Les dijo: «¿Qué me aconsejan que responda a ese pueblo?»
7 Le respondieron: «Si ahora te haces su servidor, si te muestras conciliador en tu respuesta, estarán para siempre a tu servicio».
8 Pero Roboam no atendió al consejo de los ancianos, más bien se volvió hacia los jóvenes que habían crecido con él, y les pidió su opinión.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejan que le responda a ese pueblo? Saben lo que me dicen: «Haz que sea menos penoso el yugo que nos ha impuesto tu padre».
10 Los jóvenes que habían crecido con él le respondieron: «Ya que esa gente te ha dicho: Tu padre nos impuso un pesado yugo, alivia nuestra carga, tú les responderás: Mi dedo meñique es más fuerte que las espaldas de mi padre.
11 Si mi padre les impuso un pesado yugo, conmigo será peor. Si mi padre los castigaba con correas de cuero, conmigo los látigos tendrán puntas de fierro».
12 Al tercer día Jeroboam y todo el pueblo de Israel volvieron donde Roboam, pues el rey les había dicho: «Vuelvan dentro de tres días».
13 El rey habló al pueblo ásperamente; no tuvo en cuenta el consejo de los ancianos,
14 sino que les dijo lo que querían los jóvenes: «Si mi padre hizo pesado su yugo, conmigo será peor. Si mi padre los castigaba con correas de cuero, conmigo los látigos serán de puntas de fierro».
15 El rey, pues, no escuchó al pueblo; en eso hubo una intervención de Yavé para que se cumpliera lo que había dicho a Jeroboam, hijo de Nabat, por boca de Ajías de Silo.
16 Cuando todo Israel vio que el rey no les hacía caso, el pueblo replicó al rey: «¿Qué tenemos que ver con David? No tenemos nada que heredar del hijo de Jesé. ¡Vamos Israel! ¡A tus tiendas! ¡Que David se las arregle con los suyos!» Y todo Israel regresó a sus hogares. (
17 Los israelitas que vivían en las ciudades de Judá reconocieron a Roboam como rey).
18 El rey Roboam envió a Adoniram, jefe de los trabajadores obligados, pero todo Israel lo recibió con piedras y murió. Roboam tuvo que subir a su carro y huyó a Jerusalén.
19 Y hasta ahora, Israel ha renegado de la casa de David.
20 Cuando todo Israel supo que Jero boam había vuelto, lo mandaron a buscar para una asamblea, y lo hicieron rey de todo Israel; únicamente la tribu de Judá siguió fiel a la casa de David.
21 Después que regresó a Jerusalén, Roboam convocó a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, unos ciento ochenta mil hombres preparados para el combate, con el fin de pelear con la casa de Israel y devolver el reino a Roboam hijo de Salomón.
22 Pero en ese momento llegó una palabra de Dios a Semaya, el hombre de Dios:
23 «Esto dirás a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, a toda la casa de Judá y de Benjamín, y al resto del pueblo:
24 No vayan a pelear con sus hermanos, los hijos de Israel. Que cada uno vuelva a su casa porque yo he sido el que dispuso todo eso».
24 Escucharon la palabra de Yavé y, así como se les dijo, se volvieron a su casa.
25 Jeroboam fortificó Siquem, en la montaña de Efraín; allí vivió un tiempo, luego la dejó por Penuel, a la que también fortificó.
La división religiosa
26 Jeroboam pensó: «El reino podría muy bien volver a la casa de David.
27 Si este pueblo sigue subiendo a Jerusalén para ofrecer sacrificios en la Casa de Yavé, el corazón del pueblo se volverá de nuevo hacia Roboam, rey de Judá, su señor, y me matarán».
28 Después de haber pedido consejo, el rey Jeroboam mandó hacer dos terneros de oro y dijo al pueblo: «¡No suban más a Jerusalén, ya basta! Israel, aquí está tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto.»
29 Colocó uno de los terneros en Betel y el otro en Dan.
30 De allí partió el pecado de Israel; el pueblo escoltó a uno de los terneros hasta Betel, y fueron en procesión delante del otro hasta Dan.
31 Jeroboam construyó santuarios o Altos Lugares e instaló allí a sacerdotes sacados de entre el pueblo, que no pertenecían a la tribu de Leví.
32 Jeroboam instituyó una fiesta el día quince del octavo mes, como la fiesta que existía en Judá, y sacrificó en el altar. Lo hizo en Betel, donde ofreció sacrificios a los terneros que había hecho, y fue en Betel donde estableció los sacerdotes para los Altos Lugares que había construido.
33 Subió pues al altar el día quince del octavo mes, una fecha que él mismo había elegido y que había convertido en fiesta para los hijos de Israel; subió al altar y quemó en él incienso.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 12
12,1

Muerto Salomón, se realiza lo anunciado por el profeta Ajías: se divide el reino. El autor destaca la culpabilidad y la insensatez de Roboam: el rey no escuchó al pueblo (15).

Sin embargo, al separarse los de Israel, pierden el beneficio de las promesas que Dios había hecho a David y que no retiró a sus descendientes, aunque equivocados y culpables. El reino del norte, Israel, tendrá años de prosperidad, y de su pueblo saldrán grandes profetas: Elías, Eliseo, Oseas. Sin embargo, no habrá continuidad en el poder, y varios usurpadores se apoderarán de él, sin lograr que sus descendientes lo conserven. Parecería como que Dios trata a cada uno de ellos según sus propios méritos. Mientras tanto, en Judá, los reyes descendientes de David, buenos o malos, se suceden sin interrupción durante cuatro siglos: su historia está gobernada y dominada por la fidelidad de Dios.

San Pablo dice que los hechos del Antiguo Testamento son figuras de lo que pasa con Jesús y su Iglesia (Heb 9). Aquí se puede ver una imagen de la división que desgarró más tarde a la única Iglesia de Cristo.

En el siglo XV, la Iglesia se asemejaba a un imperio, con más afán de prestigio que de humilde servicio a Dios. Sus jefes impulsados por un deseo de dejar tras de sí un testimonio indestructible de su grandeza, aplastaban con impuestos a los fieles para financiar la construcción de basílicas suntuosas en vez de satisfacer la sed espiritual de los creyentes. Estos se rebelaron en nombre de un Evangelio mejor vivido, y ése fue el comienzo del Protestantismo. Sin embargo, reconocer todo lo bueno que hay en los protestantes y evangélicos no impide ver cómo, después de separarse de los sucesores de los apóstoles, se enfrentan a una serie de divisiones y buscan la unidad de la fe sin lograrla.

La Iglesia católica ha pasado por muchas crisis cuya responsabilidad le cabe en absoluto, y sin embargo parece que en cada oportunidad Dios la ha tratado según sus promesas y no según los méritos de ella, para ponerla nuevamente en vereda. Ella debe por cierto reconocer los aspectos tan poco evangélicos de sus estructuras y de su práctica presente, pero sabe que puede contar con la promesa de Cristo. Ella es el centro, el lugar de comunión, en cuyo derredor se deben reunir todos un día (véase Ez 16,52-59; Sal 87).
12,26

Las doce tribus estaban unidas por la misma religión. Jeroboam se da cuenta de que su autoridad será débil mientras los israelitas suban a Jerusalén para ofrecer allí sus sacrificios. Afianza la separación política por un cisma, o sea, la separación religiosa.

Al narrar la Biblia los hechos de los reyes de Israel, o sea del norte, siempre repite: «Siguieron cometiendo el pecado de Jeroboam.» Así recalca la necesidad de permanecer unidos al centro que estableció Dios en Jerusalén. No basta pensar: «Servimos al mismo Dios», o «servimos a nuestra manera».

Jeroboam es el modelo de otros gobiernos que, más tarde, quisieron hacer Iglesias nacionales: en Inglaterra, en tiempos de la Reforma; en Francia, después de la Revolución; en China y países socialistas, después de la revolución comunista. Muchos católicos fueron perseguidos y muertos por haber permanecido fieles a la única Iglesia, que debe ser católica, o sea, universal.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 13
Historia del profeta de Betel
1 Por orden de Dios, un hombre de Dios llegó a Betel desde Judá, cuando Jeroboam estaba junto al altar quemando el incienso.
2 El hombre de Dios gritó en contra del altar por orden de Yavé: «¡Altar, altar!, esto dice Yavé: nacerá en la casa de David un hijo de nombre Josías. Sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los Altos Lugares, a los que queman el incienso en ti, y se quemarán en ti huesos humanos».
3 Y ese mismo día dio esta señal: «Esta es la señal que les da Yavé: el altar se partirá y la ceniza que está encima se desparramará».
4 Cuando el rey Jeroboam escuchó esa maldición del hombre de Dios contra el altar de Betel, extendió la mano y ordenó: «¡Deténganlo!» Pero la mano que había extendido contra el hombre de Dios quedó tiesa y no pudo encogerla.
5 El altar se rompió y la ceniza del altar se desparramó; esa era la señal que había dado el hombre de Dios por orden de Yavé.
6 El rey tomó entonces la palabra y dijo al hombre de Dios: «Por favor, apacigua a Yavé tu Dios, ruega por mí para que vuelva a mover mi mano». El hombre de Dios apaciguó a Yavé y la mano del rey volvió a moverse; estaba como antes.
7 El rey dijo entonces al hombre de Dios: «Ven conmigo a mi casa, recupera tus fuerzas y te daré un regalo».
8 Pero el hombre de Dios dijo al rey: «Aunque me dieras la mitad de tu casa, no entraría allí contigo. No comeré pan ni beberé agua en este lugar,
9 porque la palabra de Dios traía también una orden para mí: No comerás pan ni beberás agua, ni regresarás por el mismo camino por el que viniste».
10 Se fue pues por otro camino, desviándose del camino por donde había subido a Betel.
11 Había en Betel un viejo profeta, cuyos hijos le fueron a contar todo lo que el hombre de Dios había hecho ese día en Betel; repitieron a su padre todas las palabras que ese hombre había dicho al rey.
12 Su padre les dijo: «¿Por qué camino se fue?» Y sus hijos le indicaron el camino por donde el hombre de Dios, venido de Judá, se había vuelto.
13 Dijo entonces a sus hijos: «Ensillen mi burro». Le ensillaron el burro y montó en él.
14 Se fue pues tras el hombre de Dios y lo encontró sentado bajo un terebinto. Le dijo: «¿Tú eres el hombre de Dios que vino de Judá?» Respondió: «Sí, soy yo».
15 Le dijo: «Ven a mi casa para que comas un poco».
16 El otro respondió: «No puedo volverme contigo ni entrar en tu casa. No comeré pan ni beberé agua contigo en ese lugar,
17 porque esta fue la palabra de Yavé: No comerás pan ni beberás agua y no te volverás por el camino por donde te fuiste».
18 Pero el viejo profeta le replicó: «Yo también soy un profeta como tú y un ángel me habló. Me transmitió esta orden de Yavé: Haz que se venga contigo a tu casa para que coma pan y beba agua». Era una mentira.
19 El hombre de Dios se volvió pues con él, comió pan y bebió agua en su casa.
20 Cuando estaban sentados a la mesa, una palabra de Dios fue dirigida al profeta que lo había traído de vuelta.
21 Habló fuerte al hombre de Dios que había subido de Judá: «Así habla Yavé: Ya que te has rebelado a la orden de Yavé y no has cumplido el mandato que te dio Yavé tu Dios,
22 puesto que has vuelto sobre tus pasos y has comido aquí pan y bebido agua, siendo que tú habías recibido la orden de no comer ni beber, tu cadáver no entrará en la tumba de tus padres».
23 Después de haber comido y bebido, el profeta que lo había traído de vuelta le ensilló su burro
24 y el hombre se fue. Un león lo atacó en el camino y lo mató. Su cadáver quedó en el camino, el burro no lo abandonó y el león se quedó también al lado del cuerpo.
25 La gente que pasaba por allí vio el cadáver en el camino y al león que estaba echado a su lado; cuando llegaron a su casa, contaron lo que habían visto en la ciudad donde vivía el viejo profeta
26 que lo había desviado de su camino. En cuanto lo supo el profeta, dijo: «Es el hombre de Dios que desobedeció la orden de Yavé, y Yavé lo entregó al león que lo desgarró y le dio muerte, según la palabra que Yavé había dicho».
27 Se dirigió en seguida a sus hijos: «Ensíllenme mi burro», les dijo. Se lo ensillaron.
28 Salió y halló el cadáver atravesado en el camino, junto con el burro y el león que estaban todavía allí, a un lado cada uno. El león no había devorado el cuerpo, ni tampoco había atacado al burro.
29 El profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre su burro y lo trajo de vuelta; cuando llegó a la ciudad, se encargó de los funerales y del entierro.
30 Depositó el cadáver en su propia tumba e hizo duelo por él: «¡Ay, hermano mío!»
31 Después que lo hubo sepultado, dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, me pondrán en la tumba donde enterré al hombre de Dios. Depositarán mis huesos al lado de los suyos.
32 Porque, se lo digo, se cumplirá la maldición que pronunció por orden de Yavé contra el altar de Betel y contra todos los Lugares Altos de las ciudades de Samaría».
33 A pesar de eso, Jeroboam no se apartó de su mala conducta. Volvió a elegir sacerdotes entre el pueblo para los Lugares Altos; instituía como sacerdotes a todos los que querían y pasaban a formar parte de los sacerdotes de los Lugares Altos.
34 Esto fue un motivo de pecado para la casa de Jeroboam, por eso fue destruida y exterminada de la tierra.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 13
13,1

Pareciera que el presente texto quiere enfatizar el deber de obediencia a Dios, contrastando con lo que fue la actuación de Jeroboam.

El profeta viene de Judá, la provincia fiel, en nombre de la unidad religiosa, y condena a Jeroboam en Betel, donde ha construido un santuario ilícito.

Pero la mano que había extendido contra el hombre de Dios quedó tiesa (4). El rey no puede nada contra el que trae una orden de Yavé.

No has cumplido el mandato que te dio Yavé (21). El mismo profeta muere por haber desobedecido la primera orden de Yavé: cuando su compañero trató de engañarlo, debía quedarse firme, sabiendo que Dios no cambia sus órdenes.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 14
Ajías anuncia a Jeroboam el exterminio de su familia
1 Por ese tiempo cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboam.
2 Jeroboam dijo a su mujer: «Tú debes hacer esto: disfrázate para que no sepan que eres la mujer de Jeroboam, y luego ve a Silo. Allí está el profeta Ajías que me anunció que reinaría en este pueblo.
3 Llévate diez panes, tortas y un frasco de miel, entrarás en su casa y él te dirá lo que sucederá con el niño».
4 Así lo hizo la mujer de Jeroboam: se fue para Silo y entró en la casa de Ajías. Este ya no podía ver, tenía fija la vista por su avanzada edad.
5 Pero Yavé había transmitido una palabra a Ajías: «La mujer de Jeroboam viene a consultarte respecto de su hijo que está enfermo, le dirás esto. Cuando se presente, se hará pasar por otra».
6 Así pues, cuando cruzó el umbral de la puerta y Ajías oyó el ruido de sus pasos, éste le dijo: «Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te hacer pasar por otra? Se me ha encargado para ti un terrible mensaje.
7 Tú repetirás a Jeroboam esta palabra de Yavé, Dios de Israel: Te elegí en medio de mi pueblo para hacerte el jefe de mi pueblo Israel.
8 Le quité el reino a la casa de David para dártelo a ti. Pero tú no has sido como mi servidor David, quien cumplía mis mandamientos, caminaba con todo su corazón siguiéndome, y hacía lo que es recto a mis ojos.
9 Tú has actuado peor que todos los anteriores a ti, te has hecho otros dioses, ídolos de metal que sólo me irritan y me has dejado tirado.
10 Por todo eso haré que sobrevenga la desgracia a la casa de Jeroboam, exterminaré a todos los varones, sean esclavos o libres en Israel. Barreré con la casa de Jeroboam como se barre la basura, hasta que no quede nada.
11 El de la casa de Jeroboam que muera en la ciudad será devorado por los perros, y el que muera en el campo será devorado por las aves: Yavé es quien lo dice».
12 Y en cuanto a ti, levántate y vuelve a tu casa. Apenas atraviesen tus pasos la puerta de la ciudad, el niño morirá.
13 Todo Israel lo llorará y lo enterrarán; será el único de la casa de Jeroboam que reciba una sepultura, porque es el único de la casa de Jeroboam en quien Yavé, Dios de Israel, encontró algo bueno.
14 Yavé instalará en Israel un rey que hará desaparecer la estirpe de Jeroboam; el castigo está cerca; ya está ahí.
15 Yavé sacudirá a Israel como una caña llevada por la corriente, arrancará a Israel de este buen país que dio a sus padres, los dispersará al otro lado del Río, porque han provocado la cólera de Yavé con sus postes sagrados.
16 Entregará a Israel por culpa de los pecados que cometió Jeroboam y que hizo cometer a Israel».
17 La mujer de Jeroboam se levantó y se fue a Tirsa. En los momentos en que atravesaba el umbral de su casa, el niño murió.
18 Lo enterraron y todo Israel lo lloró, según la palabra que Yavé había dicho por medio de su servidor Ajías, el profeta.
19 El resto de los hechos de Jeroboam, sus guerras y su reinado, todo eso está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
20 Jeroboam reinó veintidós años, luego se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Nadab.
Roboam, rey de Judá
21 Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá; tenía cuarenta y un años cuando subió al trono. Reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yavé entre todas las tribus de Israel para que en ella habitara su Nombre. Su madre era Naama la amorrea.
22 Judá hizo lo que disgusta a Yavé, y provocaron su cólera con sus pecados mucho más que sus padres.
23 También edificaron Altos Lugares con piedras paradas y postes sagrados en todas las altas colinas y bajo cualquier árbol verde.
24 Hubo además homosexuales sagrados en el país e imitaron todas las prácticas vergonzosas de los paganos que había expulsado Yavé ante los israelitas.
25 El quinto año del reinado de Ro boam, Sesonc, rey de Egipto, atacó Jerusalén.
26 Se apoderó de los tesoros de la Casa de Yavé y de los tesoros del palacio real: se apoderó de todo. Tomó todos los escudos de oro que había hecho Salomón;
27 en vez de ellos, el rey Roboam mandó hacer escudos de bronce, y los puso en las manos de los que iban corriendo delante de su carro y de los guardias de la entrada del palacio real.
28 Cada vez que iba el rey al Templo de Yavé, los que corrían delante de él los tomaban y luego los devolvían a la sala de guardia.
29 El resto de los hechos de Roboam, todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
30 Hubo una guerra continua entre Roboam y Jeroboam.
31 Cuando Roboam se acostó con sus padres, lo enterraron en la ciudad de David; en su lugar reinó Abiam, su hijo.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 14
14,1

Las palabras de Ajías anuncian el primer golpe de estado de la historia de Israel. Habrá muchos otros, y, cada vez, serán exterminados los familiares e hijos varones del que es derribado. Después de este episodio, sigue la historia de los dos reinos durante los cincuenta primeros años.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 15
Abiam, rey de Judá
1 El décimo octavo año del reinado de Jeroboam, hijo de Nabat, pasó a ser rey de Judá Abiam.
2 Reinó tres años en Jerusalén; su madre era Maaca, hija de Absalón.
3 Imitó todos los pecados que sus padres habían cometido antes que él, su corazón no fue totalmente de Yavé como lo había sido el corazón de su antepasado David.
4 Pero Yavé quería conservar una lámpara a David en Jerusalén: su hijo reinó en su lugar después de él y Jerusalén fue protegida. 5 Es que David había hecho lo que es recto a los ojos de Yavé, no se había apartado durante toda su vida de los mandamientos que había recibido, excepto en el caso de Urías el hitita.
5 ( 6 ) 7 El resto de los hechos de Abiam, todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá. Hubo guerra entre Abiam y Jeroboam.
8 Cuando Abiam se acostó con sus padres, lo enterraron en la ciudad de David; en su lugar reinó Azá, su hijo.
Azá, rey de Judá
9 El vigésimo año de Jeroboam, rey de Israel, Azá pasó a ser rey de Judá.
10 Reinó cuarenta y un años en Jerusalén; su abuela era Maaca, hija de Absalón.
11 Azá hizo lo que es justo a los ojos de Yavé, tal como David su padre;
12 hizo que desaparecieran del país los prostitutos y destruyó todos los ídolos que ha bían hecho sus padres.
13 Incluso quitó a su abuela Maaca la dignidad de Gran Dama, porque ella había hecho un ídolo vergonzoso en honor de Astarté; Azá derribó ese ídolo vergonzoso y lo quemó en el valle del Cedrón.
14 Los Altos Lugares no desaparecieron; eso no impidió que Azá cumpliera fielmente sus deberes con Yavé toda su vida.
15 Depositó en la Casa de Yavé los objetos que había consagrado su padre, como también los que había consagrado él: plata, oro y vasos.
16 Hubo guerra entre Azá y Basá, rey de Israel, durante toda su vida.
17 Basá, rey de Israel, invadió Judá y fortificó Ramá para cortarle las comunicaciones a Azá rey de Judá.
18 Azá juntó entonces toda la plata y todo el oro que quedaban en los tesoros de la Casa de Yavé y en los tesoros del palacio real, se los pasó a sus servidores y los envió donde Ben-Hadad, hijo de Tabinom, hijo de Hezión, que era rey de Aram, en Damasco.
18 Le llevaron este mensaje:
19 «Haya una alianza entre tú y yo, entre mi padre y tu padre. Te mando una gran cantidad de plata y oro, pero con tal que rompas tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí».
20 Ben-Hadad escuchó al rey Azá, envió a sus comandantes a asaltar las ciudades de Israel. Atacó Iyón, Dan, Abel-Bet-Maaca, toda la región del lago de Genezaret y todo el territorio de Neftalí.
21 Al ver eso, Basá suspendió los trabajos de fortificación de Ramá y regresó a Tirsa.
22 El rey Azá entonces convocó a todo Judá, sin que nadie faltara, y sacaron las piedras y madera con que Basá fortificaba Ramá, y el rey Azá las utilizó para fortificar Gueba de Benjamín y Mispá.
23 El resto de los hechos de Azá, sus hazañas, todo lo que hizo, las ciudades que construyó, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá. Fuera de eso, en su vejez, se enfermó de los pies.
24 Cuando Azá se acostó con sus padres, lo enterraron junto con éstos en la ciudad de David, su antepasado, y en su lugar reinó su hijo Josafat.
Nadab y Basá, reyes de Israel
25 Nadab, hijo de Jeroboam, pasó a ser rey de Israel en el segundo año de Azá, rey de Judá; reinó dos años en Israel.
26 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé, siguió las huellas de su padre y el pecado a que había arrastrado a Israel.
27 Basá, hijo de Ajías, de la tribu de Isacar, conspiró contra él, y cuando Nadab, junto con todo Israel, sitiaban la ciudad filistea de Guibetón, lo asesinó.
28 Basá lo mató en el tercer año del reinado de Azá de Judá y reinó en su lugar.
29 En cuanto fue rey, acabó con toda la gente de Jeroboam; no le dejó ningún sobreviviente, sino que los mató a todos, según la palabra que Yavé había dicho por medio de su servidor Ajías de Silo.
30 Pues Jeroboam había provocado la cólera de Yavé, Dios de Israel, con los pecados que había cometido y en los cuales había arrastrado a Israel.
31 El resto de los hechos de Nadab, todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Cronicas de los reyes de Israel
( 32 ).
33 El tercer año del reinado de Azá de Judá, comenzó a reinar en Israel, desde Tirsa, Basá, hijo de Ajías; reinó veinticuatro años.
34 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé, siguió las huellas de Jeroboam y el pecado en el que había arrastrado a Israel.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 16
1 Una palabra de Yavé fue dirigida a Jehú, hijo de Janani, en contra de Basá:
2 «Te saqué del polvo y te hice jefe de mi pueblo Israel, pero tú has seguido las huellas de Jeroboam y has hecho que mi pueblo Israel cometa los pecados que provocan mi cólera.
3 Por eso voy a barrer con Basá y su casa, dejaré tu familia igual a la de Jeroboam, hijo de Nabat.
4 Aquel de la familia de Basá que muera en la ciudad será devorado por los perros, y el que muera en el campo será comido por las aves del cielo».
5 El resto de los hechos de Basá, lo que hizo y sus hazañas, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
6 Cuando Basá se acostó con sus padres, lo enterraron en Tirsa, y su hijo reinó en su lugar, en esa misma ciudad.
Ela, rey de Israel
7 Pero estaba esa palabra de Yavé dirigida al profeta Jehú, hijo de Janani, en contra de Basá y de su casa, debido al mal que había hecho a los ojos de Yavé: había provocado su cólera con su conducta, imitando a la casa de Jeroboam, pero también por la manera como había acabado con esa familia.
8 El año vigésimo sexto del reinado de Azá de Judá, Elá, hijo de Basá, pasó a ser rey de Israel y reinó dos años en Tirsa.
9 Su servidor Zimri, jefe de la mitad de los carros, conspiró contra él; el rey estaba entonces en Tirsa, tomando y embriagándose en la casa de Arsa, el comandante del palacio real de Tirsa.
10 Era el año vigésimo séptimo del reinado de Azá de Judá; Zimri entró y le dio muerte, y reinó en su lugar.
11 Una vez rey, apenas se sentó en el trono, acabó con toda la gente de Basá; niños, parientes y amigos: no perdonó a ninguno.
12 Así exterminó Zimri a toda la familia de Basá, según la palabra que Yavé había dicho contra Basá por medio del profeta Jehú.
13 Es que los pecados de Basá y de su hijo Elá, quienes arrastraron a Israel a su pecado y sus ídolos, habían provocado la cólera de Yavé, Dios de Israel.
14 El resto de los hechos de Elá, todo lo que hizo, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
Omri, rey de Israel
15 El año vigésimo séptimo del reinado de Azá de Judá, Zimri llegó a ser rey por siete días en Tirsa. El pueblo sitiaba la ciudad filistea de Guibetón.
16 En el campamento, el pueblo se enteró de la noticia: «Zimri conspiró contra el rey y lo asesinó». Ese mismo día, en el campamento, todo Israel proclamó a Omri, comandante en jefe del ejército, como rey de Israel.
17 Omri y todo Israel subieron entonces de Guibetón para sitiar Tirsa.
18 Cuando Zimri vio que la ciudad estaba a punto de caer, se encerró en la fortaleza del palacio, le prendió fuego y así murió en el incendio del palacio.
19 Pues también había cometido los pecados que disgustan a Yavé, había seguido las huellas de Jeroboam y el pecado con que éste había arrastrado a Israel.
20 El resto de los hechos de Zimri, la conspiración que tramó, todo eso está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
21 El pueblo de Israel se dividió: unos querían nombrar rey a Tibni, hijo de Guinat, otros estaban con Omri;
22 los partidarios de Omri ganaron a los de Tibni, hijo de Guinat: Tibni murió y Omri pasó a ser rey.
23 Omri llegó a ser rey de Israel el año treinta y uno del reinado de Azá en Judá; reinó doce años.
24 Después de haber reinado seis años en Tirsa, compró a Semer la colina de Samaría en dos talentos de plata y comenzó a construir en esa colina.
25 Omri hizo lo que es malo a los ojos de Yavé, imitó la mala conducta de todos los que habían reinado antes que él,
26 siguió las huellas de Jeroboam, hijo de Nabat, y los pecados que había cometido y a los que había arrastrado a Israel: sus ídolos provocaron la cólera de Yavé, Dios de Israel.
27 El resto de los hechos de Omri, lo que hizo, sus hazañas, todo eso está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
28 Cuando Omri se acostó con sus padres, lo enterraron en Samaría; en su lugar reinó su hijo Ajab.
Ajab, rey de Israel
29 Ajab, hijo de Omri, llegó a ser rey de Israel el año trigésimo octavo del reinado de Azá de Judá. Ajab, hijo de Omri, reinó veintidós años en Israel desde Samaría.
30 Ajab hizo lo que es malo a los ojos de Yavé y fue peor que todos los reyes anteriores.
31 No le bastó con imitar los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat; habiendo tomado como esposa a Jezabel, hija de Itobaal, rey de los sidonios, se puso a servir a su Baal y a postrarse ante él.
32 Le levantó un altar en el templo a Baal que construyó en Samaría.
33 Ajab levantó también un poste sagrado y por sus muchos otros pecados provocó la cólera de Yavé, Dios de Israel, mucho más que todos los demás reyes de Israel que habían venido antes que él.
34 En su tiempo, Jiel de Betel refundó Jericó. Puso sus cimientos a costa de su primogénito Abiram, y cuando instaló las puertas, sacrificó a su segundo hijo Segub, según la palabra que había dicho Yavé por medio de Josué, hijo de Nun.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 16
16,30

Ajab fue peor que todos los reyes anteriores. A partir de este texto, y durante los seis capítulos que siguen, no se tratará más que del reino de Ajab en Israel. Pues ése fue el momento en que la fe de Israel fue salvada por el más grande de los profetas, Elías, y su continuador Eliseo.

Tomó por esposa a Jezabel, hija del rey de los sidonios. Los tirios y sidonios eran un pueblo antiguo y próspero que vivía en los puertos del norte de Palestina y se llamaban también fenicios. Su rey Hiram había sido el aliado de David, pero de sus ciudades llegaban a Israel las influencias paganas. El reinado de Ajab trajo a Israel años de prosperidad y gloria militar, pero llevó a su máximo la crisis de la fe.

Con sus victorias, David había integrado a su reino numerosos grupos cananeos. Ellos guardaron sus prácticas paganas, que contaminaron la fe de Israel. El fervor bajó sensiblemente. Cuando se hizo sentir la influencia de los tirios, de la misma religión que los cananeos, se pudo comprobar súbitamente que ésta había vencido la fe en Yavé: los israelitas se habían dejado arrastrar por los cultos de Baal y Astarté.

Los baales eran dioses dueños de la vida y del sexo, de las lluvias y del temporal (ver Introducción a Jueces). Ya que presidían la fecundidad, se les hacía votos al tener relaciones con las prostitutas que les estaban consagradas. De ahí viene que la palabra prostitución designe en la Biblia tanto el libertinaje como el abandono de Yavé para prostituirse con otros dioses. Sin embargo, no todo era tan perverso en esa religión tan poco exigente; no se equivocaba al celebrar la vida, pero dejaba a los hombres a merced de sus instintos.

Nótese que Omrí, padre de Ajab, fundador de Samaria, fue un gran rey y su alianza con los tirios aseguró la prosperidad de Israel. Pero este libro va a lo esencial: lo más urgente para Israel y para todos es vivir en la verdad.

Jezabel usa su poder para una persecución sangrienta. Primero, son asesinados los profetas de Yavé. Ellos eran de los que ya presentamos en 1 Sam 19,18 y 2 R 2,19. Frente a ellos existían comunidades rivales de profetas de Baal.

Sacrificó a su segundo hijo, Segub (34). Con la influencia de los cultos paganos, vuelve la costumbre de sacrificar a los niños.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 17
El profeta Elías
1 Elías, que era de Tisbé de Galaad, fue a decir a Ajab: «Tan cierto como que vive Yavé, Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá estos años ni rocío ni lluvia, a menos que yo lo ordene».
2 Una palabra de Yavé fue dirigida a Elías:
3 «Sal de aquí y anda al este. Te esconderás en el torrente de Queret, al este del Jordán.
4 Tomarás agua del torrente y he ordenado a los cuervos para que te provean allá abajo».
5 Salió pues Elías e hizo lo que Yavé le había dicho; fue a instalarse en el torrente de Querit, al este del Jordán,
6 y los cuervos le traían pan en la mañana y carne en la tarde.
Elías y la viuda de Sarepta
7 Pero al cabo de un tiempo el torrente se secó, porque no caía más lluvia en el país.
8 Le fue dirigida entonces una palabra de Yavé:
9 «Levántate, anda a instalarte en Sarepta, en la región de Sidón. He dado órdenes allá a una viuda para que te alimente».
10 Se levantó y partió para Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «¿Quieres traeme un poco de agua en ese cántaro para que yo beba?»
11 Cuando iba a buscarla, la llamó y le dijo: ¿Podrías traer me también un trozo de pan?»
12 Ella le respondió: «Tan cierto como que vive Yavé, tu Dios, que no tengo nada cocido; sólo tengo un poco de harina en un tiesto y un poco de aceite en un cántaro. Estaba recogiendo dos atados de leña y vuelvo a mi casa para prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego vendrá la muerte».
13 Elías le dijo: «No temas, anda y haz lo que te digo; sólo que prepara primero un pancito que me traerás, luego harás otro para ti y para tu hijo.
14 Porque esto dice Yavé, Dios de Israel: «La harina del tiesto no se acabará y el aceite del cántaro no se terminará hasta el día en que Yavé haga llover sobre la tierra».
15 Ella se fue e hizo tal como le había dicho Elías, y durante mucho tiempo tuvieron qué comer, éste, ella y el hijo.
16 La harina del tiesto no se acabó y el aceite del cántaro no se terminó, según la palabra que Yavé había dicho por boca de Elías.
Elías resucita al hijo de la viuda
17 Sucedió después que el hijo de la dueña de casa cayó enfermo; su enfermedad empeoró y exhaló el último suspiro.
18 Entonces ella dijo a Elías: «¿Por qué te has metido en mi vida, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para poner delante de Dios todas mis faltas y para hacer morir a mi hijo?»
19 Le respondió: «Dame a tu hijo».
19 Elías lo tomó de los brazos de esa mujer, subió al cuarto de arriba, donde se alojaba, y lo acostó en su cama.
20 Luego invocó a Yavé: «Yavé, Dios mío, dijo, ¿harás que recaiga la desgracia aun sobre esta viuda que me aloja, haciendo que muera su hijo?»
21 Entonces se tendió tres veces sobre el niño e invocó a Yavé: «Yavé, Dios mío, devuélvele a este niño el soplo de vida».
22 Yavé oyó la súplica de Elías y le volvió al niño la respiración: ¡estaba vivo!
23 Elías tomó al niño, lo bajó del cuarto alto a la casa y se lo devolvió a su madre. Elías le dijo: «Mira, tu hijo está vivo».
24 Entonces la mujer dijo a Elías: «¡Ahora sé que tú eres un hombre de Dios y cuando tú dices la palabra de Dios, es verdad!»

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 17
17,1

Aquí aparece Elías, cuyo nombre permanecerá como el más grande entre los profetas. Cuando Jesús se transfigure (Mc 9,2), Elías estará a su lado.

El nombre de Elías es un programa: Eli-ya quiere decir: Yavé-mi-Dios». Viene de Tisbé, al otro lado del Jordán. Esa región pobre y más alejada de las nuevas influencias se había mantenido fiel a su fe.

Frente a la apostasía, es decir, a la infidelidad de todo su pueblo, se levanta solo. Se siente responsable de la causa de su Dios y actúa sin esperar que otros hayan empezado.

No habrá lluvia. Elías, el hombre de fe, sabe que sus palabras le vienen de Dios y que se cumplirán. Ver al respecto Stgo 5,17, donde Elías es presentado como un modelo de la fe.

No habrá estos años rocío ni lluvia. Por supuesto, la sequía es un acontecimiento natural. Pero Dios, sin intervenir a cada momento en forma directa, dispone los acontecimientos de manera que hablen. La fe del que pide es una fuerza, igual que las leyes físicas del universo, y, cuando pedimos a Dios lo imposible, confiados en que él mismo quiere darlo, él dispone de muchos medios para que eso suceda.

El pueblo tenía a los baales por dioses de la lluvia y de la naturaleza; la sequía que viene les mostrará que Yavé, Dios de las victorias, es también Dios de la creación.

Elías empieza su misión de profeta atacando el desorden más grande, que es no poner a Dios por encima de todo.
17,7

Levántate, anda a instalarte en Sarepta. La sequía es para todos, incluso para Elías, que pidió a Dios esta señal. Pero para el creyente la misma plaga es la oportunidad de comprobar que el Padre del cielo no lo abandona.

He dado órdenes a una viuda para que te alimente. El profeta recibirá su alimento, pero también encontrará consuelo de Dios al descubrir a esa mujer creyente. La viuda pobre tiene algo que dar al gran profeta, y esto es una gracia para los dos.

Tráeme un poco de agua, es un primer paso. Tráeme también un pedazo de pan. Elías prueba su fe: prepara primero un panecito que me traerás, y la viuda se lo da. Esta se parece a aquella que Jesús alabará en Mc 12,41.

La harina no se acabó. Dios premia esta fe que lleva a arriesgar todo lo que uno posee.
17,17

Esta es la primera resurrección que encontramos en la Biblia.

Habitualmente, Dios dirige el mundo mediante el proceso natural de las cosas, por el efecto de las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Pero también se reserva pasar a veces por encima de estas leyes: el agua se transforma en vino, el pan se multiplica. Pues la Creación es, en el sentido más fuerte, una palabra de Dios, y Dios no lo ha dicho todo con las leyes de la naturaleza.

¿Por qué te has metido en mi vida, hombre de Dios? La muerte del hijo único despierta en la pobre mujer los complejos de culpabilidad: Dios está espiando a los hombres. Ella cree que la presencia del profeta ha atraído sobre su casa la mirada de Yavé, que quiso castigarla con esta desgracia.

Se tendió tres veces sobre el niño. Este gesto nos recuerda al de Yavé insuflando en las narices del hombre un aliento de vida (Gén 2,7), pero nos invita mucho más a reconocer en él a Cristo que viene a unirse íntimamente a la humanidad para darle la fuerza de su resurrección.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 18
1 Mucho tiempo después —hacía ya tres años— fue dirigida la palabra de Dios a Elías: «Vete y preséntate a Ajab, pues haré caer la lluvia sobre la tierra».
2 Partió pues Elías para presentarse ante Ajab.
2 El hambre era terrible en Samaría.
3 Ajab acababa de enviar a Obadías, administrador del palacio real; ese Obadías tenía realmente el temor de Yavé.
4 Cuando Jezabel masacró a los profetas de Yavé, Obadías había tomado a cien de ellos y los había escondido de a cincuenta en cavernas, a donde les llevaba pan y agua.
5 Ajab dijo a Obadías: «Recorre el país, inspecciona todos los manantiales y todos los torrentes. A lo mejor encontramos hierba para mantener con vida a los caballos y a las mulas en vez de sacrificarlos».
6 Se repartieron pues el país para recorrerlo: Ajab se fue solo por un camino, y Obadías se fue solo por otro.
7 Cuando Obadías iba de camino, le salió al encuentro Elías. Obadías lo reconoció, se echó con el rostro en tierra y dijo: «¿Eres tú Elías, mi señor?»
8 Este le respondió: «Sí, yo soy. Vete a decir a tu amo que he llegado».
9 Obadías le respondió: «¿Qué pecado cometí para que pongas a tu servidor en manos de Ajab? ¡Me hará morir!
10 Pues tan cierto como que Yavé, tu Dios, vive, que no hay territorio ni reino a donde mi amo no haya mandado buscarte. Y cuando decían: «Elías no está aquí», hacía que ese reino o ese territorio jurara que no te había visto.
11 ¿Y ahora tendré que decir a mi amo que tú llegaste?
12 Mientras te deje para ir a informar a Ajab, el espíritu de Yavé te habrá trasladado quién sabe a dónde, y como no te encontrarán, él me mandará ejecutar. Tú sabes, sin embargo, que tu servidor teme a Yavé desde niño.
13 ¿No le contaron a mi señor lo que hice mientras Jezabel masacraba a los profetas de Yavé? Escondí a cien profetas de Yavé de a cincuenta en algunas cavernas y les proporcioné pan y agua.
14 Y ¿quieres que vaya a decir a mi amo: «¡Elías está aquí!?» Ciertamente me matará».
15 Elías le respondió: «Por Yavé Sabaot, a quien sirvo, hoy mismo yo me presentaré a Ajab».
16 Obadías fue pues a ver a Ajab para transmitirle la noticia; Ajab fue al encuentro de Elías.
17 En cuanto Ajab divisó a Elías, le dijo: «¡Ah! Aquí está el causante de la desgracia de Israel!»
18 Elías le respondió: «No soy yo el causante de la desgracia de Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque han abandonado los mandamientos de Yavé y se han vuelto a los Baales.
19 Anda pues a reunir a Israel; que vengan conmigo al monte Carmelo, y con ellos los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal que comen de la mesa de Jezabel».
El sacrificio del Carmelo
20 Ajab convocó a todo Israel al monte Carmelo, y también reunió a los profetas.
21 Entonces Elías se acercó al pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo saltarán de un pie al otro? Si Yavé es Dios, síganlo; si lo es Baal, síganlo». El pueblo no respondió.
22 Elías dijo al pueblo: «Soy el único que queda de los profetas de Yavé, y ustedes ven aquí a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal.
23 ¡Dennos dos toros! Ellos tomarán uno, lo descuartizarán y lo pondrán sobre la leña sin prenderle fuego. Yo, prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña sin prenderle fuego.
24 Luego invocarán el nombre de su dios; yo invocaré el nombre de Yavé. El Dios que responda enviando fuego, ese es Dios». Todo el pueblo respondió: «¡Muy bien!»
25 Elías dijo a los profetas de Baal: «Como ustedes son más, elijan primero su toro. Prepárenlo, invoquen el nombre de su dios, pero sin prender fuego».
26 Tomaron pues el toro que les pasaron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta la noche, gritando: «¡Baal, respóndenos!» Pero no se oyó nada ni hubo respuesta alguna mientras saltaban delante del altar que habían levantado.
27 Llegó el mediodía; Elías se mofaba de ellos: «¡Griten más fuerte, les decía. Si bien es dios, tal vez está meditando, o está ocupado o anda viajando; a lo mejor está durmiendo y tienen que despertarlo».
28 Gritaban pues cada vez más fuerte mientras se hacían, según sus costumbres, incisiones con cuchillos para que corriera la sangre.
29 Siguieron gesticulando toda la tarde hasta el momento en que se presenta la ofrenda vespertina, pero no se oía nada: ¡ni una respuesta, ni tampoco reacción alguna!
30 Elías dijo entonces a todo el pueblo: «Acérquense a mí». Todo el pueblo se acercó a Elías mientras éste levantaba de nuevo el altar de Yavé que había sido derribado.
31 Tomó doce piedras, según el número de las tribus de Jacob, del hombre que había recibido esta palabra de Yavé: «Tu nombre será Israel».
32 Elías arregló las piedras, después cavó alrededor del altar una zanja que podía contener como treinta litros de agua.
33 Acomodó la leña, partió en trozos el toro y lo puso sobre la leña.
34 Luego dijo: «Llenen con agua cuatro cántaros y vacíenla sobre el holocausto y la leña». Así lo hicieron y les dijo: «¡Háganlo de nuevo!» Lo hicieron por segunda vez. Añadió: «¡Una vez más!» Y lo hicieron por tercera vez.
35 El agua escurría del altar y llenó toda la zanja.
36 En la hora en que se presenta la ofrenda de la tarde, Elías el profeta se adelantó y dijo: «Yavé, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que sepan hoy que tú eres Dios de Israel, que yo soy tu servidor, y que en todo actúo según tu palabra.
37 ¡Respóndeme, Yavé, respóndeme! ¡Que sepa este pueblo que tú eres Dios, tú Yavé, y que tú eres el que convierte su corazón!».
38 Bajó entonces el fuego de Yavé, que consumió el holocausto y la leña y absorbió toda el agua que había en la zanja.
39 Al ver esto, todo el pueblo se echó con el rostro en tierra, gritando: «¡Yavé es Dios! ¡Yavé es Dios!».
40 Entonces Elías les dijo: «¡Detengan a los profetas de Baal, que no escape ninguno!» Los apresaron; Elías mandó que los bajaran al torrente Cisón y allí los degolló.
41 Elías dijo a Ajab: «Ahora sube, come y bebe, porque ya está aquí el trueno que anuncia la lluvia».
42 Ajab subió para comer y beber, mientras Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se inclinó y puso la cara entre sus rodillas,
43 luego dijo a su sirviente: «Sube y mira para el lado del mar». El muchacho miró y dijo: «No hay nada».
43 Elías le dijo: «¡Vuelve de nuevo!»
44 Cuando volvió la séptima vez, subía desde el mar una nubecita no más grande que la palma de la mano. Elías le dijo entonces: «Anda a decir a Ajab que enganche su carro y baje, porque si no lo, va a pillar la lluvia».
45 En poco tiempo el cielo se oscureció, el viento empujó las nubes y cayó la lluvia a torrentes; Ajab se subió a su carro y se volvió a Yiz reel.
46 Entonces la mano de Yavé se posó sobre Elías; éste se apretó el cinturón y corrió delante de Ajab hasta la entrada de Yizreel.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 18
18,20

El sacrificio del monte Carmelo es una de las grandes manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. Yavé se adelanta para conmover a un pueblo indiferente.

Baal o Yavé. El pueblo no ve claramente la diferencia entre los dos. Los considera como dos poderes o personas dotadas de capacidades diferentes, pero igualmente útiles. Yavé es Dios de la raza, auxilio seguro en el combate. Baal, al contrario, es un dios al servicio del campesino: con mandas y fiestas se le pide lluvia.

¿Hasta cuándo saltarán de un pie a otro? (21). Elías obliga a los israelitas a que se definan. El creyente no debe tener dos patrones:

— Dios o el dinero (Mt 6,24).

— Por o contra Cristo (Mt 12,30).

— El éxito inmediato o la vida eterna (Mc 8,35).

— Miembro activo de la comunidad cristiana, no oyente tibio que Dios un día vomitará por su boca (Apoc 3,6).

El Dios que responda enviando fuego, ese es Dios (24). Esta será la señal. El fuego que destruye, purifica, transforma; el fuego que permite consagrar a Dios las víctimas sacrificadas. También Israel necesita ser transformado «por el fuego», y más tarde Jesús anunciará que nos viene a bautizar, o sea, purificar y renovar «por el fuego y el Espíritu Santo» (ver Luc 3,16).

Rogaron a Baal, pero no hubo respuesta alguna (24). Los que leemos las burlas de Elías contra Baal, ¿estamos convencidos de que Dios responde y escucha nuestra oración? Dios no tiene obligación de satisfacer todos nuestros deseos, pero nosotros tenemos la obligación de pedirle de tal forma y con tanta perseverancia, que dé pruebas manifiestas de su presencia entre nosotros.

Tú eres Dios, el que convierte su corazón (37). El fuego, el milagro, la lluvia no tienen otro fin: Yavé ama a Israel y quiere despertar nuevamente su amor. No quiere asustarlo o dejarlo maravillado, sino, más bien, que esos hombres descubran que Dios vive, y se preocupen por buscarlo.

La victoria del Carmelo es la victoria de Yavé. También es la victoria de Elías. Dios necesita del hombre y salva por medio de hombres. Nos choca la matanza que sigue; pero Elías vivía en un mundo violento en que la muerte era la suerte normal de los vencidos, y él pensaba de acuerdo con su tiempo.

Además, esta matanza brutal nos enseña que perder la vida no es cosa tan grave como vivir al servicio de valores falsos, engañándonos y engañando a los demás.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 19
Elías huye al desierto. Encuentra a Dios en el Horeb
1 Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había dado muerte a cuchillo a todos los profetas.
2 Jezabel mandó a decir a Elías: «Que los dioses me maldigan una y otra vez si mañana, a la misma hora, no he acabado contigo como tú lo hiciste con ellos».
3 Elías tuvo miedo y huyó para salvar su vida.
3 Llegó a Berseba en el territorio de Judá y allí dejó a su sirviente.
4 Se adentró en el desierto durante todo un día de camino, luego fue a sentarse bajo un retamo y pidió la muerte: «Basta, dijo. Yavé, toma mi vida, porque ya no valgo más que mis padres».
5 Se acostó y se quedó dormido.
5 Un ángel tocó a Elías y le dijo: «Levántate y come».
6 Miró y vio que había allí cerca de él una tortilla cocida sobre piedras y un cántaro de agua. Comió, bebió y se volvió a acostar.
7 Por segunda vez el ángel de Yavé se le acercó, lo tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti».
8 Comió y bebió. Confortado con ese alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al cerro de Dios, el Horeb.
9 Allí se dirigió hacia la caverna y pasó la noche en ese lugar.
9 He aquí que le fue dirigida la palabra de Dios: «¿Elías, qué haces aquí?»
10 Respondió: «Ardo de indignación por Yavé Sabaot, porque los hijos de Israel te han abandonado. Han derribado tus altares, dado muerte a cuchillo a tus profetas; sólo he quedado yo y tratan de matarme». 11 Yavé le respondió: «Sal fuera y quédate en el monte delante de Yavé».
11 Y Yavé pasa. Un viento fuerte y violento pasa delante de Yavé, hiende los montes y parte las rocas, pero Yavé no está en el viento. Después del viento viene un terremoto, pero Yavé no está en el terremoto.
12 Después del terremoto, un fuego, pero Yavé no está en el fuego.
12 Después del fuego, se sintió el murmullo de una suave brisa.
13 Cuando Elías la oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y se mantuvo a la entrada de la caverna. Entonces se oyó una voz: «¿Elías, qué haces aquí?»
14 Respondió: «Ardo de indignación por Yavé Sabaot, porque los hijos de Israel te han abandonado. Han derribado tus altares, dado muerte a cuchillo a tus profetas; sólo he quedado yo y tratan de matarme».
15 Yavé le dijo: «Vuélvete por el mismo camino y anda hasta el desierto de Damasco. Cuando hayas llegado allá consagrarás como rey de Aram a Jazael,
16 consagrarás a Jehú, hijo de Nimsi, como rey de Israel, y consagrarás a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, como profeta en vez de ti.
17 Al que escape a la espada de Jazael, lo hará morir Jehú. Al que escape a la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo.
18 Pero dejaré con vida a siete mil hombres en Israel, que son todos aquellos cuyas rodillas no se doblaron delante de Baal y cuya boca no le dio un beso».
19 Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien estaba arando; tenía doce medias hectá reas de tierra para arar y estaba en la duodécima. Elías se le acercó y le tiró encima su manto.
20 Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías: «Permíteme, le dijo, que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré». Pero Elías le respondió: «¡Puedes volverte, era algo sin importancia!»
21 Eliseo se alejó pero para tomar la yunta de bueyes y sacrificarlos; asó su carne con el yugo y se la sirvió a su gente, luego se levantó, salió tras Elías y entró a su servicio.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 19
19,3

Elías tuvo miedo y huyó para salvar su vida. Así, pues, el milagro no solucionó milagrosamente los problemas de la fe.

Se puede ver en el mapa cómo Elías atraviesa de norte a sur los dos reinos de Israel y de Judá. El Carmelo dista 250 kilómetros de Bersebá, último pueblo antes del desierto, en el sur de Judá.

El camino es demasiado largo para ti (7). Elías iba solamente a la entrada del desierto para ponerse a salvo, pero Dios lo lleva mucho más allá. Se le da un pan misterioso que recuerda el maná de los hebreos en el desierto y el pan eucarístico que dará Jesús para nuestro camino espiritual (Juan 6,8).

Caminó cuarenta días y cuarenta noches... (8). (Ver Ex 24,18). Elías va al encuentro de Yavé. Jesús mismo irá al desierto como a una prueba necesaria, y nosotros también necesitamos en ciertos momentos «ir al desierto», o que Dios, a la fuerza, nos ponga en el desierto, es decir, a solas con nuestra pobreza, para saber mejor cuánta falta nos hace él. (Ver también Os 2,16.) El camino solitario de Elías anuncia el itinerario que habrán de emprender los que buscan a Dios. Por más que necesitemos el apoyo del cónyuge, de los compañeros, de la Iglesia, cada uno sigue su propio camino, y encuentra a Dios a solas.
19,10

Así llega Elías al Horeb: es el otro nombre del Sinaí, donde Yavé se había dado a conocer a Moisés cuatro siglos antes.

Sal fuera... y Yavé pasa (11). Al que arde de un amor celoso por Dios, éste le manifiesta su ternura más allá de todo lo que pueden imaginar los hombres. Así, Yavé se da a conocer en la brisa suave mejor que en el huracán y el terremoto.

Elías, ¿qué haces aquí? (13). Primeramente, Dios pregunta y obliga al profeta a descubrir lo íntimo de su corazón. Pero en Elías no hay sino amor celoso por Yavé. A su vez, éste revela sus designios infalibles.

Jazael, Jehú, Eliseo. Yavé revela a Elías el porvenir de Israel con toda su trágica verdad: el Reino, empezado con la gloria de David y Salomón, está destinado a desaparecer.

Jazael, rey de Siria, es el rey enemigo que va a vencer y humillar a Israel.

Jehú destruirá la familia de Ajab y exterminará a los adoradores de Baal. Pero no por eso salvará a su pueblo de la ruina.

Eliseo transmitirá las palabras amenazantes de Yavé.

Sin embargo, Israel no desaparecerá totalmente, pues Dios se reserva un Resto, expresado en forma simbólica por siete mil hombres que no se arrodillaron ante Baal.

Esta revelación aclara la misión de los profetas de la Biblia. La mayoría de ellos, y los más grandes, vivió durante los tres siglos en que Israel pasó de la gloria de Salomón a la cautividad en el destierro. Trataron de detener la infidelidad del pueblo escogido que iba a su ruina; llamaron a una conversión interior; enseñaron el porvenir que Dios reservaba al «Resto» de Israel, después de la destrucción de su reino material en tierra de Palestina.
19,19

Elías pasó junto a Eliseo y le tiró su manto encima. Lo llama de la misma manera que Jesús llamará a sus apóstoles: «Síganme.» Tal vez Elías interpreta la respuesta: «Déjame abrazar a mis padres» como una vacilación o una demora de Eliseo a dejarlo todo, y por eso le contesta: «Puedes volverte.» Pero Eliseo solamente quería despedirse de sus familiares en forma decente. (Ver Lc 9,61.) En adelante, Eliseo será el discípulo de Elías y su sucesor en Israel.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 20
El sitio de Samaría
1 Ben-Hadad, rey de Aram, reunió a todo su ejército. Tenía a su lado a treinta y dos reyes, caballos y carros cuando salió para sitiar a Samaría con el fin de apoderarse de ella.
2 Mandó mensajeros a la ciudad donde Ajab, rey de Israel,
3 para que le entregaran este mensaje: «Así habla Ben-Hadad: Tu ejército y tu oro son míos, tus mujeres y tus hijos son míos».
4 El rey de Israel le respondió: «Tú lo has dicho, rey mi señor, soy tuyo con todo lo que me pertenece».
5 Pero los mensajeros volvieron a decir a Ajab de parte de Ben-Hadad: «Si te dije: Dame tu oro y tu plata, tus mujeres y tus hijos,
6 ten por seguro que mañana a la misma hora enviaré a mis servidores a tu casa. Registrarán tu casa y las casas de tus servidores, y recogerán y traerán para acá todo lo que les guste».
7 Entonces el rey de Israel convocó a los ancianos del país y les dijo: «Miren, es evidente que este nos odia. Cuando me reclamó mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, nada le negué».
8 Todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: «No le hagas caso. No hay que aceptarlo».
9 Entonces dijo a los mensajeros de Ben-Hadad: «Digan esto al rey mi señor: Haré lo que me pediste la primera vez, pero esta nueva exigencia no la puedo aceptar». Los mensajeros se fueron llevando esa respuesta.
10 Entonces Ben-Hadad le mandó a decir: «¡Maldíganme los dioses una y otra vez si de Samaría queda bastante polvo para que cada uno de mis soldados se llene con él la cuenca de su mano».
11 El rey de Is rael respondió a los mensajeros: «¡Digan a su patrón que el que toma la espada no debe enorgullecerse tanto como el que la deja!»
12 El otro estaba tomando con los reyes en su tienda cuando le transmitieron esa respuesta; dijo entonces a sus servidores: «¡A sus puestos de combate!» Y tomaron ubicación frente a la ciudad.
13 En ese momento se acercó al rey de Israel un profeta quien le dijo: «Escucha esta palabra de Yavé: ¿Ves ese gran ejército? Hoy lo entregaré en tus manos y sabrás así que yo soy Yavé».
14 Ajab le dijo: «¿Quién hará eso?» Le respondió: «Yavé dijo: Los jóvenes de los jefes de provincias». Ajab le replicó: «¿Quién iniciará el ataque?» Le respondió: «Tú».
15 Ajab pasó revista a los jóvenes de los jefes de provincias, que eran doscientos treinta y dos. En seguida pasó revista a todo el pueblo, a todos los israelitas: eran siete mil.
16 Al mediodía hicieron una salida, justo cuando Ben-Hadad se estaba emborrachando en su tienda junto con los treinta y dos reyes que habían venido con él.
17 Primero salieron los jóvenes de los jefes de provincias. Se lo comunicaron a Ben-Hadad: «Han salido unos hombres de Samaría».
18 El respondió: «¡Ya sea que hayan salido para pelear o para pedir la paz, de todos modos aprésenlos!»
19 Pero detrás de los jóvenes de los jefes de provincias, salió todo el ejército de la ciudad.
20 Cada uno eliminó a su enemigo, los arameos dieron vuelta la espalda e Israel se lanzó en su persecución. Ben-Hadad, rey de Aram, saltó a un caballo y salió huyendo con sus caballeros.
21 Salió el rey de Israel, reunió a los caballos y a los carros e infligió a Aram una gran derrota.
22 Entonces se acercó al rey de Israel el profeta, quien le dijo: «Refuérzate y mejora tus defensas, porque a comienzos del próximo año el rey de Aram vendrá de nuevo a atacarte».
23 Los consejeros del rey de Aram, por su parte, dijeron a éste: «Los dioses de Israel son dioses de montaña, por eso fueron más poderosos que nosotros. Pero atraigámoslos a la llanura y seguramente tendremos ventaja.
24 Además haz esto: saca de su puesto a todos esos reyes y pon en su lugar a gobernadores.
25 Reúne un ejército tan numerosos como el que perdiste con todos esos caballos y carros, y ataquémoslos en la llanura; con seguridad sacaremos ventaja». El rey siguió pues su consejo.
El rey de Israel vence a los arameos
26 Al comienzo del año siguiente, Ben-Hadad pasó revista a los arameos y subió a Afec para atacar a Israel.
27 También se pasó revista a los israelitas, recibieron víveres y avanzaron al encuentro de los arameos. Los israelitas acamparon frente a ellos como si fueran dos rebaños de cabras, mientras que los arameos repletaban toda la llanura.
28 En ese momento, un hombre de Dios se acercó al rey de Israel diciéndole: «Esto dice Yavé: Los arameos afirman que Yavé es un dios de montaña y no un dios de la llanura; por esa razón voy a poner en tus manos a todo ese gran ejército, y ustedes sabrán que yo soy Yavé».
29 Estuvieron acampados unos frente a otros durante siete días; al séptimo día se inició la batalla y los israelitas dieron muerte a cien mil soldados de infantería arameos en un solo día.
30 Los que sobrevivieron se refugiaron en la ciudad de Afec, pero la muralla se desplomó sobre los diecisiete mil que quedaban.
30 Ben-Hadad había huido y pasaba en la ciudad de una a otra casa.
31 Sus servidores le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes de Israel son reyes generosos, permítenos que nos pongamos sacos en la cintura y cuerdas en nuestro cuello y así iremos a ver al rey de Israel; a lo mejor te perdona la vida».
32 Se pusieron pues sacos en su cintura y cuerdas en su cuello y fueron a decir al rey de Israel: «Tu servidor Ben-Hadad te manda a decir esto: «¡Permíteme tan solo que siga con vida!» El rey Ajab respondió: «¿Todavía está vivo? ¡Pero si es mi hermano!»
33 Los otros, que no esperaban tanto, dijeron inmediatamente: «¡Sí, Ben-Hadad es tu hermano!» El rey respondió: «¡Vayan a buscarlo!»
33 Ben-Hadad fue pues a donde estaba Ajab y éste lo hizo subir a su carro.
34 Ben-Hadad le dijo: «Te devolveré las ciudades que mi padre quitó a tu padre, y tú podrás instalar casas de negocio en Damasco así como mi padre las había instalado en Samaría». Ajab le respondió: «No te dejaré ir sin hacer antes un tratado». Firmó pues con él un tratado y lo dejó irse.
35 En ese mismo momento un hermano profeta decía a su compañero por orden de Yavé: «¡Pégame!» Pero el otro no quiso pegarle.
36 Entonces le dijo: «Ya que no hiciste caso a la voz de Yavé, te atacará un león después que me hayas dejado». Se fue, lo pilló un león y lo mató.
37 El profeta fue a buscar a otro compañero y le dijo: «¡Pégame!» El hombre comenzó a pegarle y lo dejó herido.
38 Entonces el hermano profeta fue a ponerse por donde debía pasar el rey; se había disfrazado con un pañuelo en los ojos.
39 Cuando pasaba el rey, le gritó: «Llegué al campo de batalla justo cuando otro se retiraba. Me encargó a un prisionero diciéndome: Vigila bien a este hombre, porque si se escapa pagarás con tu vida o me darás un talento de plata.
40 Pues bien, mientras estaba ocupado en una y otra cosa, el prisionero desapareció».
40 El rey de Israel le respondió: «¡Tú mismo has pronunciado tu sentencia!»
41 Inmediatamente el profeta se quitó el pañuelo que tenía sobre los ojos y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.
42 Entonces dijo al rey: «Escucha esta palabra de Yavé: Como dejaste que escapara el hombre que yo había condenado al anatema, tu vida pagará por la suya, y tu pueblo por su pueblo».
43 El rey de Israel se fue muy desmoralizado y de muy mal humor; regresó a su casa en Samaría.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 21
La viña de Nabot
1 Nabot de Jezrael tenía una viña al lado de la casa de Ajab, rey de Samaría.
2 Ajab dijo a Nabot: «Ya que tu viña está al lado de mi casa, dámela para que haga allí un huerto. En lugar de ella te daré otra viña mejor o, si prefieres, te pagaré el debido precio».
3 Nabot respondió a Ajab: «¡Líbreme Yavé de abandonar la herencia de mis padres!»
4 Ajab volvió a su casa descorazonado y muy enojado por esa respuesta de Nabot de Jezrael: «No cederé la herencia de mis padres». Se acostó en su cama, volvió la cara para la pared y no quería comer.
5 Jezabel, su mujer, fue a verlo y le dijo: «¿Por qué estás así? ¿Por qué no comes?»
6 Le respondió: «Acabo de decir a Nabot de Jezrael: Dame tu viña, te la pagaré o, si prefieres, te daré otra por ella. Pero me respondió: no te daré mi viña».
7 Entonces su mujer Jezabel le dijo: «¡Y tú eres el rey de Israel! ¡Vamos! Levántate, come y no estés triste. Yo te voy a dar la viña de Nabot de Jezrael».
8 Escribió en nombre del rey una carta y la selló con el timbre del rey, luego se la envió a los ancianos y a los jefes de la ciudad, vecinos de Nabot.
9 La carta decía: «Ordenen un ayuno y citen a Nabot a comparecer ante el pueblo.
10 Consíganse a dos malvados para que le lancen esta acusación: ¡Tú maldeciste a Dios y al rey! Entonces lo sacarán fuera y lo matarán a pedradas».
11 La gente de la ciudad, los ancianos y los jefes que vivían con Nabot, hicieron lo que Jezabel les ordenaba en la carta que les había enviado.
12 Proclamaron un ayuno e hicieron comparecer a Nabot ante el pueblo.
13 Entonces se presentaron dos malvados, se pusieron frente a Nabot para testimoniar contra él, y ante todo el pueblo dijeron: «¡Nabot maldijo a Dios y al rey!» Lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Y Nabot murió.
14 Le comunicaron a Jezabel: «Nabot fue apedreado y murió».
15 Apenas supo Jezabel la muerte de Nabot, dijo a Ajab: «Levántate y toma posesión de la viña de Nabot de Jezrael, que no quería vendértela a ningún precio; Nabot ya no existe, porque murió».
16 Cuando Ajab oyó que Nabot había muerto, se levantó, bajó a Jezrael y tomó posesión de la viña de Nabot.
17 Pero una palabra de Yavé fue dirigida a Elías de Tisbé:
18 «Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Is rael. En este momento está en Samaría, pues fue a la viña de Nabot para tomar posesión de ella.
19 Le dirás esta palabra de Yavé: «¡Así que matas y luego te apoderas de la herencia! Escucha pues esto: allí donde los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre».
20 Ajab dijo a Elías: «¡Me pillaste, enemigo mío!» Elías le respondió: «Sí, te pillé, porque te vendiste para hacer lo que es malo a los ojos de Yavé:
21 Yo acarrearé sobre ti la desgracia. Barreré todo tras de ti, haré que desaparezcan todos los varones de la casa de Ajab, ya sean esclavos o ya sean hombres libres en Israel.
22 Ya que provocaste mi cólera e hiciste pecar a Is rael, trataré a tu casa como a la casa de Jeroboam, hijo de Nabat, y como a la casa de Basá, hijo de Ajía».
23 También hubo una palabra de Yavé respecto a Jezabel: «Los perros se comerán a Jezabel al pie del muro de Jezrael.
24 Aquel de la casa de Ajab que muera en la ciudad será devorado por los perros, y el que muera en el campo será comido por los pájaros del cielo».
25 No hubo nadie como Ajab para venderse y para hacer lo que es malo a los ojos de Yavé; era arrastrado a eso por su mujer Jezabel.
26 Se comportó de manera espantosa, sirvió a los ídolos como lo hacían los amorreos, a los que Yavé había echado ante los israelitas.
27 Al oír las palabras de Elías, Ajab rasgó su ropa, se vistió de saco y ayunó; dormía con el saco puesto y andaba cabizbajo.
28 Entonces se le dirigió a Elías de Tisbé una palabra de Yavé: «¿Te has fijado como Ajab ha hecho penitencia en mi presencia?
29 Ya que ha hecho penitencia ante mí, no le haré sobrevenir la desgracia durante su vida, sino que acarrearé la desgracia a su casa, durante la vida de su hijo».

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 21
21,1

Nabot guarda su viña, más por respeto a la herencia de sus padres que por conveniencia personal.

Ordenen un ayuno... (9). A lo mejor Jezabel aprovechó una calamidad del momento, sequía o peste. Los ancianos de la ciudad deben convocarlos a todos para un ayuno solemne y una asamblea donde se buscará «al que atrajo este castigo de Dios». El culpable tendrá que ser Nabot, y de ese modo Jezabel lo hará matar legalmente.

¡Así que matas y luego te apoderas de la herencia! (19). El crimen de Ajab no es peor que el de David al hacer morir a Urías, para tomar a su esposa (2 Sam 12). Elías viene a Ajab como Natán había ido a reprender a David. Y también se habla del arrepentimiento de Ajab. Sin embargo, sólo con David Dios se comprometió a no «barrer» nunca su descendencia.
Primer Libro de los Reyes (1Re) Capítulo 22
1 La paz entre Aram e Israel duró tres años.
2 Al tercer año, habiendo bajado Josafat, rey de Judá, donde el rey de Israel,
3 éste dijo a sus servidores: «¿Ya se han olvidado que Ramot de Ga laad es nuestro? Nada hemos hecho para quitárselo al rey de Aram».
4 Dijo entonces a Josafat: «¿Vendrías tú conmigo para recuperar Ramot de Galaad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Yo, mi pueblo y mis caballos haremos una sola cosa contigo, tu pueblo y tus caballos».
5 Sin embargo, Josafat dijo al rey de Israel: «Me gustaría consultar la palabra de Yavé».
6 El rey de Israel reunió a los profetas, eran cerca de cuatrocientos, y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Ga laad o debo renunciar a ello?» Le respondieron: «Dirígete allá, que el Señor la pondrá en manos del rey».
7 Josafat dijo entonces: «¿No hay aquí algún profeta de Yavé, por medio del cual podamos consultarlo?»
8 El rey de Israel respondió a Josafat: «Sí, todavía queda un hombre por cuyo intermedio se podría consultar a Yavé, pero lo detesto, porque nunca me profetiza algo bueno sino sólo cosas malas; es Miqueas, hijo de Jimla». Josafat le dijo: «¡No diga eso el rey!»
9 El rey de Israel llamó a un servidor y le dijo: «Anda en seguida a buscar a Miqueas, hijo de Jimla».
10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, en traje de ceremonia, en la era que está a la entrada de la puerta de Samaría, y todos los profetas seguían profetizando delante de ellos.
11 Sedecías, hijo de Quenaana, se había hecho unos cuernos de fierro y decía: «Esto dice Yavé: Te los doy para que acabes hasta con el último de los arameos».
12 Y todos los profetas no hacían más que decir: «Lleva a cabo la expedición contra Ramot de Galaad, tú serás el vencedor, Yavé lo entregará en manos del rey!»
13 El mensajero que había ido a buscar a Miqueas le dijo: «Todos los profetas animan al rey como si fueran un solo hombre. Trata de hablar como ellos; anuncia buenos resultados».
14 Pero Miqueas respondió: «Tan cierto como que Yavé vive que sólo diré lo que él me diga».
15 Llegó pues delante del rey y éste le preguntó: «¿Miqueas, debemos aliarnos para atacar a Ramot de Galaad o tenemos que renunciar a ello?» Miqueas respondió: «¡Haz no más la expedición y serás el vencedor; Yavé lo pondrá en las manos del rey!»
16 Pero el rey le dijo: «¿Hasta cuándo tengo que exigirte en nombre de Yavé que me digas la verdad?»
17 Entonces Miqueas le respondió: «Vi a todo Israel disperso por los cerros como ovejas que no tienen pastor, y Yavé decía: «Ya no tienen patrón, que cada uno se vuelva a su casa».
18 El rey de Israel se volvió a Josafat: «Ya te lo decía: éste nunca profetiza algo bueno sino sólo cosas malas».
19 Miqueas agregó: «Escucha esta palabra de Yavé: Vi a Yavé sentado en su trono con todo el ejército de los cielos a su derecha y a su izquierda.
20 Y Yavé decía: «¿Quién engañará al rey de Israel para que salga en campaña y se deje matar en Ramot de Galaad? Uno respondía de una manera, y otro, de otra.
21 Entonces el Espíritu se acercó y se puso delante de Yavé: Yo, dijo, lo engañaré. Yavé le preguntó: ¿Cómo lo harás?
22 Respondió: Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Entonces le dijo Yavé: Tú lograrás engañarlo: anda y haz como lo has dicho.
23 Has de saber pues que Yavé puso un espíritu de mentira en la boca de todos los profetas que están aquí, porque Yavé ha decidido tu muerte».
24 En ese momento Sedecías, hijo de Quenaana, se acercó y dio una bofetada a Miqueas, diciéndole: «¿Por dónde salió de mí el espíritu de Yavé para hablarte a ti?»
25 Miqueas le respondió: «Lo sabrás el día en que vayas huyendo de habitación en habitación para esconderte».
26 Entonces tomó la palabra el rey: «Detengan a ese hombre y entréguenselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.
27 Díganles: Esta es la orden del rey: Encarcelen a este hombre, no le den más que una pequeña porción de pan y de agua hasta que yo regrese victorioso».
28 Miqueas le replicó: «Si tú vuelves victorioso, eso será señal de que Yavé no habló por medio de mí».
La muerte del rey de Israel
29 El rey de Israel y el rey de Judá, Josafat, se dirigieron pues contra Ramot de Galaad.
30 El rey de Israel dijo a Josafat: «Me voy a disfrazar para entrar en combate, pero tú lleva tu mismo traje». Y el rey de Israel se disfrazó para ir a combatir.
31 El rey de Aram había dado esta orden a sus treinta y dos jefes de carros: «No ataquen a ningún chico ni grande, sino sólo al rey de Israel».
32 Cuando los jefes de carros vieron a Josafat, dijeron: «¡Ese es el rey de Israel!» Y se lanzaron contra él para atacarlo. Pero Josafat lanzó su grito de guerra;
33 cuando los jefes de carros vieron que no era el rey de Israel, se apartaron de él.
34 En ese preciso instante, un soldado disparó con su arco sin saber a quién e hirió al rey de Israel entre las correas y la coraza. El rey dijo al conductor de su carro: «Da media vuelta y sácame de la pelea, porque estoy herido».
35 Pero como el combate era tan intenso, hubo que mantener al rey de pie en su carro frente a los amorreos, y a la tarde murió. La sangre de su herida se había derramado dentro del carro.
36 Al ponerse el sol, corrió la voz por el campamento: «¡Cada cual a su ciudad, cada cual vuelva a su tierra. El rey ha muerto!»
37 Lo llevaron a Samaría, donde lo enterraron.
38 Lavaron el carro en la laguna de Samaría, los perros lamieron la sangre y las prostitutas se bañaron allí, tal como lo había anunciado Yavé.
39 El resto de los hechos de Ajab, todo lo que hizo, el palacio de marfil que edificó, las ciudades que fundó, está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel.
40 Ajab se acostó con sus padres y en su lugar reinó su hijo Ocozías.
41 Josafat, hijo de Azá, pasó a ser rey de Judá el año cuarto de Ajab de Israel.
42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a ser rey y reinó veinticinco años en Jerusalén; su madre Azuba era hija de Silji.
43 Siguió paso a paso las huellas de su padre Azá, sin apartarse de ellas; hizo lo que es justo a los ojos de Yavé.
44 Pero no desaparecieron los Altos Lugares; el pueblo seguía ofreciendo sacrificios e incienso en los Altos Lugares.
45 Josafat hizo la paz con el rey de Israel.
46 El resto de los hechos de Josafat, sus hazañas, las guerras que llevó a cabo, todo eso está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá.
47 Eliminó también a los homosexuales sagrados que habían seguido en tiempos de su padre Azá.
48 Por ese entonces no había rey en Edom, sino solamente un gobernador real.
49 Josafat construyó diez barcos de Tarsis para ir a buscar oro a Ofir, pero no pudieron ir porque los barcos fueron destrozados en Eción-Gueber.
50 En esa oportunidad Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: «Permite que mis servidores se embarquen con los tuyos en tus barcos». Pero Josafat no quiso.
51 Cuando Josafat se acostó con sus padres, lo enterraron junto a éstos en la ciudad de David, su antepasado. En su lugar reinó Joram, su hijo.
52 Ocozías, hijo de Ajab, llegó a ser rey de Israel en Samaría el año décimo séptimo del reinado de Josafat de Judá; reinó dos años en Israel.
53 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé y siguió las huellas de su padre y de su madre; imitó la conducta de Jeroboam, hijo de Nabat, que había hecho pecar a Israel.
54 Provocó la cólera de Yavé, Dios de Israel, tal como lo había hecho su padre, porque servía a Baal y se postraba ante él.

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Comentarios Primer Libro de los Reyes, capítulo 22
22,5

En esos tiempos, la guerra era algo rutinario. Un pueblo no podía subsistir sino peleando continuamente con los demás. Pelear, matar y ser muerto no era sino una de las manifestaciones de la vida (ver 2 Sam 11,1).

Por una vez, se unen los reyes de Judá e Is rael. El relato habla muy diferentemente de los dos. En cuanto a Miqueas, no debe confundirse con el otro profeta Miqueas de Morastí (ver Miq 1,1). Los reyes se sientan a la puerta de la ciudad. En esos países, la entrada de la ciudad es muy a menudo la puerta de la muralla que cerca el poblado. Es el lugar donde se reúne la gente, como hoy en la plaza. Ahí juzgan los tribunales y se tratan los asuntos; ahí los ancianos se quedan horas sentados conversando.

El presente texto quiere enseñar dos cosas:

—La palabra de Dios, que condenó a la familia de Ajab, se realiza infaliblemente; las mentiras de los profetas, la estratagema del rey y los acontecimientos imprevistos cooperan entre sí para que se realice lo anunciado: el rey muere y los perros lamen su sangre.

—Por otra parte, la oposición entre verdaderos y falsos profetas.

Los falsos profetas son personajes que se dicen inspirados por Dios; en la realidad, reciben un sueldo del rey y su única preocupación es complacer al rey para conservar sus privilegios. Los verdaderos profetas, en cambio, están al servicio de la palabra de Dios, a pesar de las pruebas o persecuciones que esto les atrae (Jer 20, 7-10, Am 7, 10-17); de ahí que Miqueas responda: Sólo diré lo que él me diga (14).

Vi a Yavé sentado en su trono... (19). La visión de Miqueas dice claramente que uno no se debe fiar de los sueños e imaginaciones de su propio espíritu. Y son muchos los espíritus de mentira que prometenen darnos la felicidad poniendo a un lado la Palabra de Dios.
22,39

Esta noticia referente a Ajab hace pensar que murió de muerte natural. Nótese que todo el relato anterior habló del rey de Israel, y nombró una sola vez a Ajab en 22,20. Seguramente este relato se refería en un principio a Joram, hijo de Ajab (2 R 9,14-26) y en él se cumplía la profecía de Elías en 1 R 21,21.