La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27
Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31
Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35
Capítulo 36      
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Introducción
INTRODUCCION A LAS CRÓNICAS
En un primer momento las Crónicas parecen no contener muchas cosas que no hayamos leído en los libros anteriores, especialmente en los libros de Samuel y de los Reyes. La diferencia está en la manera de presentar los hechos.
Cuando regresaron los judíos deportados a Babilonia, Judá no era más que una provincia del imperio persa, pero la reforma de Esdras había hecho de los sacerdotes la única autoridad de la provincia judía. Los sacerdotes ahora quieren una historia de Israel que conduzca a sus lectores desde Moisés, que lo ha previsto todo, hasta Esdras, que ha reformado todo, pasando por el santo rey David que ha organizado y codificado la liturgia. Todo gira en torno al templo de Jerusalén y la vocación única del pueblo judío. El autor no quiere negar las faltas del pasado, pero sobre todo se necesitan grandes ejemplos; la vida y la obra de David y de Salomón, pues, recibirán un trato especial y serán escritas como una “vida de santos”, quedándose como figuras ejemplares.
Éste es el marco en que se escribieron las Crónicas. Un libro plagado de genealogías, porque entre los sacerdotes la posición dependía de la familia donde uno había crecido. No deberían extrañarnos, por tanto, las genealogías fabulosas con que comienza la obra: la genealogía de David se remonta ¡hasta Adán! Un libro lleno de cifras fantásticas (como los Números o como los 600.000 hombres del Éxodo). Una historia que sólo se ocupa del reino de Judá, olvidando o condenando a priori todo lo que había pasado en las otras tribus de Israel: en cuanto se separaron del centro elegido por Dios, perdieron el beneficio de sus promesas.
Las Crónicas, redactadas con toda probabilidad al final del siglo cuarto, siempre han sido consideradas como un libro reservado a los estudiosos y apenas encontraron un lugar en la liturgia judía. Hoy en día, para el lector que se toma la libertad de pegar un triple o cuádruple salto por encima de las listas interminables de nombres, deben su sabor a las numerosas tradiciones curiosas que han sabido conservar.
El libro manifiesta a veces una estrechez de espíritu propia de personas que viven de uno o dos principios. Pero también nos ofrece una visión grandiosa del culto de Dios, de la oración de un pueblo, de la convicción que el pueblo elegido debe tener de su propia identidad. Insiste, entre otras cosas, en que la unidad es a la vez la riqueza y la obligación del pueblo de Dios, condición para que la obediencia a Dios sea auténtica. Para nosotros la ciudad de Jerusalén y el Templo único han sido sustituidos por la Iglesia única. Ninguno de los que se buscan iglesias a su gusto podrá leer este libro sin sentirse interpelado.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 1
Salomón recibe la sabiduría
1 Salomón, hijo de David, se afirmó en su reino; Yavé, su Dios, estaba con él y lo engrandeció sobremanera.
2 Salomón reunió a todo Israel, a los jefes de mil y de cien, a los jueces, a los príncipes de todo Israel, a los jefes de las casas paternas;
3 luego se fue con toda la asamblea al Santuario de Loma de Ga baón, donde estaba la Tienda de las Citas Divinas, que Moisés, siervo de Yavé, había hecho en el desierto.
4 Pero el Arca de Dios había sido trasladada por David de Cariatiarim al lugar que él le había preparado, pues había alzado para ella una tienda en Jerusalén.
5 El altar de bronce que había hecho Betsaleel, hijo de Urí, hijo de Jur, estaba allí ante la Morada de Yavé en que Salomón y la asamblea vinieron a adorar a Yavé.
6 Salomón sacrificó allí en el altar de bronce que estaba ante la Tienda de las Citas, ofreciendo mil holocaustos a Yavé.
7 Durante la noche se apareció Yavé a Salomón y le dijo: «Pide lo que quieras que te dé»,
8 y Salomón respondió a Yavé: «Tú hiciste con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has hecho reinar en su lugar.
9 Ahora, pues, ¡oh Yavé!, se cumple tu promesa a David, mi padre, ya que me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra.
10 Dame, pues, la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a este pueblo, porque ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo?»
11 Yavé dijo a Salomón: «Ya que éste es tu deseo y no has pedido riquezas ni bienes, ni gloria ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco has pedido larga vida, sino que me has pedido la sabiduría y el entendimiento para gobernar a mi pueblo, del cual te he hecho rey,
12 por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»
13 Salomón dejó el Santuario de Ga baón, y volvió a Jerusalén lejos de la Tienda de las Citas y reinó sobre Israel.
14 Salomón juntó carros y caballerías; tuvo mil cuatrocientos carros, doce mil caballos, que distribuyó entre las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey.
15 El rey hizo que la plata y el oro fueran abundantes en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros en la Tierra Baja.
16 Los caballos de Salomón procedían de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero.
17 Traían de allí un carro por seiscientos siclos de plata, y un caballo por ciento cincuenta. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los heteos y todos los reyes de Aram.
18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al nombre de Yavé y otra para sí.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 2
Salomón e Hiram
1 Salomón alistó setenta mil hombres para transportar cargas, ochenta mil canteros en el monte y tres mil seiscientos capataces para ellos.
2 Salomón mandó a decir a Hiram, rey de Tiro: «Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se construyera una casa en que vivir.
3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al nombre de Yavé, mi Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, lunas nuevas, solemnidades de Yavé, nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.
4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses.
5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los Cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Y por qué le edificaría yo una Casa, sino solamente para quemar incienso en su presencia?
6 Mándame, pues, un hombre hábil en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que sepa grabar; estará con los artesanos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya puso a mi disposición.
7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y de sándalo, pues yo sé que tus siervos entienden de cortar los árboles del Líbano;
8 y los míos trabajarán con los tuyos para preparar la gran cantidad de madera, pues la casa que yo deseo construir ha de ser grande y magnífica.
9 Yo daré a tus siervos que se ocupen de cortar y derribar los árboles veinte mil cargas de trigo y otras tantas de cebada, veinte mil medidas de vino y veinte mil medidas de aceite: todo esto para su mantenimiento.»
10 Hiram, rey de Tiro, respondió en una carta que dirigió a Salomón: «Porque ama Yavé a su pueblo, te ha hecho rey de él.»
11 Y decía también: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho los cielos y la tierra y ha dado al rey David un hijo sabio, entendido y prudente, digno de edificar la Casa de Yavé y la Casa real.
12 Yo, pues, te mando un hombre hábil y entendido, a Hiram-Abi,
13 hijo de una mujer de la tribu de Dan y de padre tirio, que sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra, la madera, la púrpura, el jacinto, el lino y la escarlata, y grabar toda clase de figuras; es capaz de realizar cualquier cosa que le pidas.
13 El trabajará con sus obreros y con los de David, mi señor, tu padre.
14 Manda tú, pues, mi señor, a tus siervos el trigo y la cebada, el aceite y el vino que has ofrecido.
15 Nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites, y la pondremos en balsas, para llevarla por mar hasta Jope; luego la llevarás de allí a Jerusalén.»
16 Salomón hizo la cuenta de todos los extranjeros que había en la tierra de Is rael, según el censo hecho por David, su padre; y se halló que eran ciento cincuenta y tres mil seiscientos.
17 De ellos destinó setenta mil para el transporte de cargas, ochenta mil para las canteras en las montañas y tres mil seiscientos como capataces para hacer trabajar al pueblo.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 3
Construcción del Templo
1 Salomón comenzó, pues, a edificar la Casa de Yavé en Jerusalén, en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David. Era el lugar preparado por David, la era de Ornán el jebuseo.
2 Dio comienzo a las obras el día dos del segundo mes del año cuarto de su reinado.
3 La Casa de Dios que Salomón edificó tenía sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua; y veinte codos de anchura.
4 El vestíbulo que estaba delante tenía una longitud de veinte codos, correspondientes al ancho de la casa, y una altura de ciento veinte. Salomón lo recubrió por dentro de oro puro.
5 Revistió la sala grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas.
6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro era oro de Parvaim.
7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.
8 Construyó también la sala del Lugar Santísimo, cuya longitud, correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos y su anchura igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, por seiscientos talentos.
9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro las salas altas.
10 En el interior de la sala del Lugar Santísimo hizo los querubines de metal forjado, que revistió de oro.
11 Las alas de los querubines se extendían por todo el largo, es decir, veinte codos. Cada ala tenía cinco codos; una tocaba la pared de la sala; la otra tocaba el ala del otro querubín.
12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y estaba pegada con el ala del primer querubín.
13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos. Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la Casa.
14 Hizo también la cortina de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en ella hizo poner querubines.
15 Delante de la sala hizo dos columnas de treinta y cinco codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos.
16 Hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas, hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas.
17 Alzó las columnas delante del Lugar Santo, una a la derecha y otra a la izquierda, llamó a la de la derecha Yakim y a la de la izquierda Boaz.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 4
1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo, veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2 Hizo una gran pileta de metal fundido, llamado el mar, de diez codos de borde a borde, enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno.
3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de granadas, diez por cada lado, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa.
4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este.
4 El mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior.
5 El espesor de este vaso era de un palmo y su borde era como el de una copa, o como el de un lirio abierto: hacía tres mil medidas.
6 Hizo diez pilas, que dispuso cinco a la derecha y cinco a la izquierda, para hacer en ellas las purificaciones. En ellas se lavaban las víctimas del holocausto mientras el mar servía para las purificaciones de los sacerdotes.
7 Hizo candelabros de oro según la forma ordenada, y los colocó en el Lugar Santo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.
8 Hizo también cien tazas de oro.
9 Construyó también el patio de los sacerdotes y el patio grande con sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.
10 Colocó el mar al lado derecho, hacia el sureste.
11 Hiram hizo también las ollas, las paletas y las tazas.
12 Así acabó la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa de Dios: las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas;
13 las cuatrocientas granadas de los dos trenzados, dos filas de granadas para cada trenzado;
14 las diez basas y las diez pilas sobre las basas;
15 el mar con los doce bueyes debajo de él, las ollas, las paletas y las tazas.
16 Todos los utensilios que hizo Hiram-Abi para el rey Salomón, para la Casa de Yavé, eran de bronce bruñido.
17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, al vado de Adma, entre Surot y Sereda.
18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan gran cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce.
19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el altar de oro, las mesas para los panes de la Ofrenda,
20 los candelabros con sus lámparas de oro fino que ardieran según el rito, delante del Lugar Santísimo;
21 las flores, las lámparas y las tijeras para cortar las mechas, todo de oro puro.
22 Igualmente los cuchillos, las copas, las tazas y los incensarios, de oro puro. Eran también de oro los goznes de las puertas interiores de la Casa hacia el Lugar Santísimo, y de las puertas de la Casa hacia el Lugar Santo.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 5
1 Así fue concluida toda la obra que hizo Salomón para la Casa de Yavé. Salomón hizo traer todo lo que había sido consagrado por su padre David, la plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.
Llevan el Arca al Santuario
2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los jefes de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Is rael, para hacer subir el Arca de la Alianza de Yavé desde la ciudad de David, que es Sión.
3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del mes séptimo.
4 Cuando llegaron todos los jefes de Israel, los levitas alzaron el Arca
5 y la llevaron junto a la Tienda de las Citas y todos los utensilios sagrados que había en la Tienda; los llevaron los sacerdotes y los levitas.
6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había reunido en torno a él, ante el Arca, sacrificaron ovejas y bueyes sin número; no se pudo contar la muchedumbre de las víctimas.
7 Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza de Yavé a su lugar, al Santuario de la Casa, al Lugar Santísimo, bajo las alas de los querubines.
8 Pues los querubines extendían las alas por encima del Arca, cubriendo el Arca y sus varas por encima.
9 Las varas eran tan largas que se veían sus puntas desde el Lugar Santo, desde la parte anterior al Lugar Santísimo, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy.
10 En el Arca había solamente las dos tablas que Moisés puso en ella, en el Horeb, cuando Yavé hizo alianza con los hijos de Israel a su salida de Egipto.
11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin hacer distinciones de clases,
12 mientras que todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Jedutún con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar tocando címbalos, salterios y cítaras y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas);
13 cuando, pues, se oyeron al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yavé; cuando alzaron la voz con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música para alabar a Yavé diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»,
14 en ese momento la Casa se llenó de la nube de la Gloria de Yavé y los sacerdotes no pudieron continuar en su servicio a causa de la nube, porque la Gloria de Yavé llenaba la Casa de Dios.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 6
1 Entonces dijo Salomón: «Yavé ha dicho que habita en una espesa nube.
2 Yo te he edificado una Casa, un lugar donde habites para siempre.»
3 Se volvió el rey y bendijo a la asamblea de Israel, mientras todos estaban en pie. Dijo:
4 «Bendito sea Yavé, Dios de Israel, que habló por boca de mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:
5 Desde que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una Casa en la que esté mi nombre; ni elegí varón que estuviera al frente de mi pueblo Israel,
6 sino que he elegido a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elegí a David, para que esté al frente de mi pueblo Israel.
7 Mi padre David se preocupó por edificar una Casa para el Nombre de Yavé, Dios de Israel.
8 Pero Yavé dijo a mi padre David: Has hecho bien en preocuparte por edificar una Casa a mi Nombre.
9 Pero no edificarás tú la Casa, sino un hijo tuyo, nacido de tu sangre.
10 Yavé ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre David, me he sentado en el trono de Israel, como Yavé había dicho, y he construido la Casa para el Nombre de Yavé, Dios de Israel.
11 Allí he puesto el Arca, en la cual está la alianza de Yavé, el que pactó su alianza con los hijos de Israel.»
Oración de Salomón
12 Salomón se puso ante el altar de Yavé en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, cinco codos de ancho y tres codos de alto, que había colocado en medio del patio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y extendiendo sus manos hacia el cielo dijo:
14 «Yavé, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra; tú que guardas tu alianza y tu amor a tus siervos que te sirven con todo su corazón;
15 tú que has cumplido a favor de mi padre David la promesa que le hiciste, pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.
16 Ahora, pues, Yavé, Dios de Israel, cumple a favor de tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste cuando dijiste: Nunca será quitado de mi presencia el de los tuyos que te suceda sentado en el trono de Israel, con tal de que tus hijos sigan tu camino y anden en mi Ley, como tú has andado delante de mí.
17 Ahora, Yavé, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu siervo David.
18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los Cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que yo te he construido!
19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yavé, Dios mío; escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.
20 Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre. ¡Escucha la oración que te dirige tu siervo en este lugar!
21 Oye, pues, las plegarias de tu siervo y las de Israel, tu pueblo, cuando recen en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha y perdona.
22 Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una imprecación sobre él, haciéndolo jurar delante de tu altar en esta casa,
23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos y castiga al culpable, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo, dándole según lo que merece.
24 Si Israel, tu pueblo, es vencido por el enemigo por haber pecado contra ti, pero se vuelven ellos y alaban tu nombre, rezando y suplicando ante ti en esta Casa,
25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti, si rezan en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su pecado porque los humillaste,
27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel (pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar) y manda lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.
28 Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón, plaga en los árboles frutales, langostas, o pulgón, cuando su enemigo lo tenga bloqueado en una de sus ciudades, en todo azote y toda enfermedad;
29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y súplicas, y reconociendo su plaga y su dolor, tiende sus manos hacia esta Casa,
30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón, y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de Adán,
31 para que te teman, caminando en tus caminos todos los días que vivan en la tierra que has dado a nuestros padres.
32 También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, el que viene de un país lejano a causa de tu gran nombre, tu mano fuerte y tu brazo fuerte, cuando venga a rezar en esta Casa,
33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman como tu pueblo Is rael, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta Casa que yo he construido.
34 Si tu pueblo va a la guerra contra tus enemigos por el camino que tú le envías, si rezan a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido, y hacia la Casa que yo he construido a tu nombre,
35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles justicia.
36 Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú, irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los lleven cautivos a un país lejano o cercano,
37 si se convierten en la tierra a que hayan sido llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su destierro, diciendo: Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables;
38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país de su destierro al que fueron deportados, y te suplican vueltos hacia la tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia la Casa que yo he edificado a tu nombre,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados que cometieron contra ti.
40 Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la oración que se haga en este lugar.
41 Y ahora: ¡levántate, Yavé Dios, hacia tu reposo, tú y el Arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yavé Dios, se revistan de tu fuerza salvadora y tus fieles gocen de la felicidad!
42 Yavé, Dios mío, no rechaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de tus favores a David, tu siervo.»
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 7
Dedicación del Templo
1 Cuando Salomón acabó de rezar, bajó fuego del cielo que devoró el holocausto y los sacrificios mientras la Gloria de Yavé llenó la Casa.
2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yavé, porque su Gloria la llenaba.
3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la Gloria de Yavé sobre la Casa, se postraron sobre el pavimento, adoraron y alabaron a Yavé: «Porque es bueno, porque es eterno su amor.»
4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yavé.
5 El rey Salomón ofreció en sacrificio veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas.
5 Ese día el rey y todo el pueblo inauguraron la Casa de Dios.
6 Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos, lo mismo que los levitas, con los instrumentos que el rey David hizo para celebrar a Yavé, «porque es eterno su amor». Por medio de sus manos, Salomón celebraba a Yavé en tanto que los sacerdotes estaban delante de ellos tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía de pie.
7 Salomón consagró el interior del patio que está delante de la Casa de Yavé. Allí ofreció los holocaustos y las grasas de los sacrificios de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía contener los holocaustos, las ofrendas y las grasas.
8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo Israel. Era una asamblea inmensa venida desde la Entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto.
9 El día octavo finalizó la fiesta, pues habían celebrado la fiesta de la inauguración del altar durante siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón mandó al pueblo a sus tierras alegre y contento por el bien que Yavé había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Salomón acabó la Casa de Yavé y la casa del rey, y llevó a cabo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yavé y en su propia casa.
12 Entonces Yavé se le apareció a Salomón por la noche y le dijo: «He oído tu oración y me he elegido este lugar como Casa en que me ofrezcan sacrificios.
13 Si yo cierro el cielo para que no llueva, si yo mando a la langosta devorar la tierra, o envío la peste contra mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, rezando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo entonces los oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca mi Nombre para siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si me sirves como me sirvió tu padre David, y haces todo lo que te he mandado guardando mis decretos y mis sentencias,
18 afianzaré tu trono, como prometí a tu padre David: A ninguno de tus descendientes quitaré el mando de Israel.
19 Pero si se apartan, abandonando los decretos y los mandamientos que les he dado, y van a servir a otros dioses, postrándose ante ellos,
20 los arrancaré de mi tierra que les he dado; arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y haré que todos los pueblos se burlen de ella.
21 Y esta casa tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los que pasen cerca, de modo que dirán: «¿Por qué Yavé ha tratado así a este país y a esta Casa?»
22 Y se responderá: «Porque abandonaron a Yavé, el Dios de sus padres, que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha traído sobre ellos todo este mal.»
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 8
Obras de Salomón
1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa de Yavé y su propia casa,
2 reconstruyó las ciudades que Hiram le había dado y estableció allí a los hijos de Israel.
3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;
4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de almacenamiento que había edificado cerca de Jamat.
5 Edificó Betorón, el alto y el bajo, ciudades fuertes, amuralladas, con puertas y barras,
6 Balat y todas las ciudades de almacenamiento que le pertenecían y las ciudades de los carros y de la caballería, y todo lo que quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en todo el país de su dominio.
7 Todo el pueblo que había quedado de los heteos, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos, que no eran parte de Israel,
8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a los que los israelitas no habían exterminado, Salomón los sometió a servidumbre que dura hasta el día de hoy.
9 Pero no empleó a ninguno de los hijos de Israel como esclavo para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos, comandantes de sus carros y de sus caballos.
10 Los jefes nombrados por los intendentes del rey Salomón eran doscientos cincuenta que dirigían al pueblo.
11 Salomón hizo subir a la hija de fa raón desde la ciudad de David a la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No puedo dejar a una mujer en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el Arca de Yavé son sagrados.»
12 Entonces Salomón ofrecía sacrificios a Yavé sobre el altar de Yavé que había levantado delante del vestíbulo de la Casa;
13 los ofrecía según el rito de cada día, conforme a lo ordenado por Moisés; lo mismo en los sábados, las lunas nuevas y las solemnidades, tres veces al año; en la fiesta de los Azimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Tiendas.
14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en su servicio conforme al reglamento de su padre David; estableció a los levitas en sus cargos de alabar y servir junto a los sacerdotes según el rito de cada día; y a los porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta, porque ésta era la orden de David, hombre de Dios.
15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.
16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se echaron los cimientos de la Casa de Yavé hasta su terminación. Así fue acabada la Casa de Yavé.
17 Entonces Salomón fue a Asiongaber y a Elat a orillas del mar, en el país de Edom.
18 Hiram le envió, por medio de sus siervos, barcos y marinos conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de donde tomaron cuatrocientos cincuenta talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 9
La reina de Saba
1 La reina de Saba había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén a probarlo por enigmas. Vino con muchos servidores y con camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas. Fue donde Salomón y conversó con él sobre todas sus inquietudes.
2 Salomón contestó todas sus preguntas sin que hubiera nada que él no pudiera explicarle.
3 Cuando la reina de Saba vio la sabiduría de Salomón y la Casa que había edificado,
4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos, con sus trajes, y los sacrificios que ofrecía en la Casa de Yavé, se quedó sin aliento,
5 y dijo al rey: «Todo cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras y de tu sabiduría era verdad.
6 Yo no daba crédito a lo que oía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.
7 ¡Dichosa toda tu gente! ¡Dichosos estos servidores, que están siempre en tu presencia y escuchan las palabras de tu sabiduría!
8 Bendito sea Yavé, tu Dios, que te quiere y te ha puesto sobre su trono como rey en su nombre. Yavé, tu Dios, ama a Israel y lo quiere conservar para siempre, y por eso te ha puesto por rey sobre ellos para administrar derecho y justicia.»
9 Dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca se vieron aromas como los que la reina de Saba dio al rey Salomón.
10 Los siervos de Hiram y los siervos de Salomón que habían traído oro de Ofir, trajeron también madera de sándalo y piedras preciosas.
11 Con la madera de sándalo el rey hizo pisos para la casa de Yavé y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se había visto nunca en la tierra de Judá semejante madera.
12 El rey Salomón retribuyó a la reina de Saba lo que ella le había traído. Además, le dio todo cuanto ella quiso pedir. Después se volvió ella y regresó a su país con sus servidores.
13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes. Todos los reyes de Arabia y los intendentes del país traían oro y plata a Salomón.
15 El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano».
17 El rey hizo un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
18 El trono tenía seis gradas y un peldaño por detrás y brazos a uno y otro lado del asiento con dos leones de pie, junto a los brazos,
19 más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No se había hecho cosa semejante en ningún reino.
20 Todas las copas del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. Nada de plata, pues no se estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.
21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los servidores de Hiram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil, monos y pavos reales.
22 Así el rey Salomón aventajó a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.
23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para probar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.
25 Salomón tenía cuatro mil caballerizas para sus caballos y carros, y doce mil jinetes que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en Jerusalén junto al rey.
26 Dominaba sobre todos los reyes desde el río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27 El rey hizo que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los países.
29 El resto de los hechos de Salomón, del comienzo al fin, ¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el silonita, y en las visiones de Idó, el profeta, sobre Jeroboam, hijo de Nabat?
30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.
31 Luego se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David, su padre. En su lugar reinó su hijo Roboam.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 10
La división del reino
1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarlo rey.
2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nabat, estando todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto, pues habían enviado a llamarlo.
3 Vino entonces Jeroboam con toda la asamblea, y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te serviremos.»
5 El les dijo: «Vuelvan a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, en vida de éste, diciendo: «¿Qué me aconsejan que responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y condesciendes con ellos y les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y les pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejan que responda a este pueblo que me ha dicho: Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?»
10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron: «Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: Tu padre hizo pesado nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo; diles: Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado les cargó mi padre, pero yo les haré más pesado el yugo: mi padre los ha azotado con azotes, pero yo los azotaré con escorpiones.»
12 Al tercer día volvió Jeroboam con una muchedumbre y se presentó ante Roboam, según lo que había dicho el rey: «Vuelvan a mí de aquí a tres días.»
13 El rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los ancianos, y hablándoles según el consejo de los jóvenes.
14 Les dijo: «Mi padre hizo pesado el yugo de ustedes, yo lo haré más pesado todavía; mi padre los azotó con azotes, pero yo los azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Dios para dar cumplimiento a la promesa que Yavé había hecho a Jeroboam, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Silo.
16 Israel vio que el nuevo rey no los atendía y replicaron al rey: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia que recibir del hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Is rael! Mira ahora por tu casa, David.»
17 Y todo Israel volvió a sus pueblos. Roboam reinó solamente sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, que estaba al frente de los trabajos del rey, pero los hijos de Israel lo mataron a pedradas y murió.
19 Entonces el rey Roboam se apresuró a subir a su carro y huir hacia Jerusalén. Así los israelitas se apartaron de la familia de David hasta el día de hoy.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 11
Roboam
1 Cuando Roboam volvió a Jerusalén reunió a toda la tribu de Judá y la de Benjamín, ciento ochenta mil combatientes escogidos, para pelear contra Israel, para que reconocieran la autoridad de Roboam y se sumaran a su reino.
2 Pero la palabra de Yavé fue dirigida a Semaías, hombre de Dios. Le decía:
3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas de Judá y Benjamín, y diles de parte mía:
4 No suban a combatir con sus hermanos; que cada uno se vuelva a su casa porque estos acontecimientos vienen de mí.» Ellos escucharon la palabra de Yavé y abandonaron sus propósitos de marchar contra Jeroboam.
5 Roboam volvió a Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etam, Tecoa,
7 Betsur, Socó, Adulam,
8 Gat, Meresa, Ziv,
9 Adoraim, Laquis, Azeca,
10 Sora, Ayalón y Hebrón, las cuales están ubicadas en Judá y Benjamín.
11 Construyó las murallas de estas ciudades y puso en ellas comandantes con provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo sumamente fuertes. Judá y Benjamín reconocían su auto ridad.
13 Los sacerdotes y levitas de todo el territorio de Israel se pasaron a Roboam y llegaron a él de todas partes;
14 los levitas abandonaron sus campos y sus posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, pues Jeroboam y sus hijos les habían quitado sus privilegios de sacerdotes de Yavé.
15 Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para sus santuarios altos, para el culto de los machos cabríos y de los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yavé, el Dios de sus padres, aquéllos de entre todas las tribus de Israel que buscaban sinceramente a Yavé, el Dios de Israel;
17 y con su llegada se fortaleció el reino de Judá y el poder de Roboam, hijo de Salomón, por tres años. Pues siguieron el camino de David y de Salomón durante tres años.
18 Roboam tomó por esposa a Majalat, hija de Jerimot, hijo de David, y de Abigaíl, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Esta le dio hijos: Jeús, Samarías y Zaham.
20 Después de ésta tomó a Maacá, hija de Absalón, la cual le dio a Abías, Attay, Ziza y Selonit.
21 Roboam amó a Maacá, hija de Absalón, más que a todas sus mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y fue padre de veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboam puso a Abías, hijo de Maacá, como cabeza y jefe de sus hermanos, porque quería hacerlo rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, dándoles todo lo necesario y procurando que se casaran.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 12
1 Cuando Roboam se sintió firme y fuerte en su reino, abandonó la Ley de Yavé y con él todo Israel.
2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén, pues sus habitantes no eran fieles a Yavé;
3 llegaban con mil doscientos carros y sesenta mil caballos; no se podía contar la gente que venía con él de Egipto: libios, sukitas y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefe de Judí que se habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq y les dijo: «Así dice Yavé: Ustedes me han abandonado y por esto también yo los abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Yavé es justo!»
7 Cuando Yavé vio que se habían humillado, dirigió nuevamente su palabra a Semaías: «Ustedes se han humillado y por esta razón no los destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no derramaré mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus esclavos, para que puedan comparar lo que es servirme y ser esclavo de reyes extranjeros.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yavé y de los tesoros de la casa del rey. De todo se apoderó. Tomó también los escudos de oro que había hecho Salomón.
10 Entonces el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce que confió a los jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey iba a la Casa de Yavé, los hombres de la guardia los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 La ira de Yavé se apartó de Roboam y no lo destruyó todo porque se había humillado.
13 Había todavía cosas buenas en Judá. Se afianzó, pues, el poder del rey Roboam en Jerusalén. Ro boam tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había elegido Yavé de entre todas las tribus de Is rael para poner en ella su nombre. La madre de Roboam era amonita y se llamaba Noama.
14 Roboam hizo lo que era malo, porque no se había dedicado a buscar a Yavé.
15 Los hechos de Roboam, del comienzo al fin, ¿no están escritos según el orden genealógico en la historia del profeta Semaías y del vidente Idó? Hubo guerra continua entre Roboam y Jero boam.
16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Abías.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 13
Abías
1 Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey Jeroboam.
2 Reinó tres años en Jerusalén. Su madre era Micaya, hija de Uriel, de Guibea. Siguió la guerra entre Abías y Jeroboam.
3 Abías entró en combate con un ejército de cuatrocientos mil hombres escogidos, todos valientes guerreros; Jeroboam le hizo frente con ochocientos mil guerreros escogidos y valerosos.
4 Abías, de pie en el monte Semaraím, que está en los cerros de Efraím, les gritó: «Escúchenme, Jeroboam y todo Is rael.
5 ¿Acaso no saben que Yavé, el Dios de Israel, dio el reino de Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, comprometiéndose para siempre? 6 Pero Jero boam, hijo de Nabat, siervo de Salomón, se rebeló orgullosamente contra su señor.
6 7 Se juntaron con él unos hombres vanos y malvados y se opusieron a Ro boam, hijo de Salomón, de manera que Roboam, que era joven y sin experiencia, no los resistió.
8 Y ahora ustedes quieren dominar el reino de Yavé, que está en manos de los hijos de David. Ustedes son una muchedumbre, pero tienen los becerros de oro que Jeroboam les puso por dioses.
9 ¿No han expulsado a los sacerdotes de Yavé, los hijos de Aarón y los levitas? ¿No se han hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete carneros y pide ser consagrado es hecho sacerdote de los que no son dioses.
10 En cuanto a nosotros, Yavé es nuestro Dios y no lo hemos abandonado; los sacerdotes hijos de Aarón sirven a Yavé, igual que los levitas.
11 Cada mañana y cada tarde ofrecemos a Yavé víctimas consumidas por el fuego y le presentamos el incienso aromático; los panes ofrecidos están sobre la mesa pura y cada tarde se encienden las lámparas del candelabro de oro, pues nosotros guardamos el ritual de Yavé nuestro Dios, en tanto que ustedes lo han abandonado.
12 Miren que Dios está con nosotros, a nuestra cabeza, con sus sacerdotes y las trompetas que se van a tocar frente a ustedes. Hijos de Israel, no hagan la guerra contra Yavé, el Dios de sus padres, porque nada conseguirán.»
13 Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada y atacarlos por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada a espaldas de éstos.
14 Cuando los hombres de Judá se dieron cuenta, vieron que se presentaba el combate de frente y por detrás.
15 Entonces clamaron a Yavé y mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y cuando los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá.
16 Huyeron los hijos de Israel delante de Judá, y Dios los entregó en sus manos.
17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron quinientos mil hombres escogidos de Israel.
18 Quedaron entonces humillados los hijos de Is rael y prevalecieron los hijos de Judá por haberse apoyado en Yavé, el Dios de sus padres.
19 Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Jesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.
20 Jeroboam ya no pudo restablecerse en los días de Abías, pues Yavé lo hirió y murió.
21 En cambio, Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y fue padre de veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de los hechos de Abías, sus actos y palabras están escritos en el relato del profeta Idó.
23 Se acostó Abías con sus padres y lo sepultaron en la ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz durante diez años.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 14
Asá
1 Asá hizo lo que es bueno y recto a los ojos de Yavé su Dios.
2 Suprimió los altares del culto extranjero y los santuarios altos de las lomas, derribó los monumentos y abatió los troncos sagrados.
3 Invitó a los judíos a que buscaran a Yavé, el Dios de sus padres, y cumplieran la Ley y el mandamiento.
4 Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los santuarios altos y las columnas dedicadas al sol; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.
5 Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yavé le había dado tranquilidad.
6 Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra disposición; pues hemos buscado a Yavé, nuestro Dios, y por haberlo buscado, él nos ha dado paz por todas partes.»
7 Edificaron y prosperaron. Asá tenía un ejército de trescientos mil hombres de Judá, que llevaban escudos grandes y lanzas, y doscientos ochenta mil de Benjamín, que llevaban el escudo pequeño y eran arqueros, todos ellos esforzados guerreros.
8 Salió contra ellos Zéraj, el etíope, con un ejército de un millón de hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.
9 Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle al norte de Maresá.
10 Asá invocó a Yavé su Dios, y dijo: «Oh Yavé, puedes ayudar al desvalido como al poderoso. ¡Ayúdanos, pues, Yavé Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! Yavé, tú eres nuestro Dios: ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!»
11 Yavé derrotó a los etíopes ante Asá y los hombres de Judá; y los etíopes se pusieron en fuga.
12 Asá y la gente que estaba con él los persiguieron hasta Guerar y cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados delante de Yavé y su campamento; y se recogió un botín inmenso.
13 Se apoderaron de todas las ciudades, alrededor de Guerar, pues el terror de Yavé pesaba sobre ellos y saquearon las ciudades, pues había en ellas gran botín.
14 Asimismo atacaron las tiendas donde se recogían los ganados, capturando gran cantidad de ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 15
1 Vino entonces el Espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Obed,
2 el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Escúchenme ustedes, Asá y toda la gente de Judá y Benjamín! Yavé estará con ustedes mientras ustedes estén con él; si ustedes lo buscan, él se dejará hallar, pero si ustedes lo abandonan, él los abandonará a ustedes.
3 Durante mucho tiempo estará Israel sin el verdadero Dios y sin sacerdotes que enseñen su Ley,
4 pero cuando en medio de la tribulación se vuelvan a Yavé, Dios de Israel, y lo busquen, entonces lo encontrarán.
5 En aquellos tiempos no habrá paz para quien entre ni para quien salga, sino muchas angustias sobre todos los habitantes de la tierra;
6 porque un pueblo se levantará contra otro, una ciudad contra otra ciudad, porque Dios los perturbará con plagas de toda clase.
7 Entre tanto, ustedes tengan ánimo y no desmayen, esfuércense y que no se debiliten los brazos; puesto que recibirán la recompensa de sus obras.»
8 Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo desaparecer los ídolos abominables de todo el país de Judá y Benjamín y de las ciudades que había conquistado en los cerros de Efraím, y restauró el altar de Yavé que estaba delante de la Casa.
9 Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los israelitas al ver que Yavé, su Dios, estaba con él.
10 Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del reinado de Asá.
11 Aquel día ofrecieron a Yavé víctimas consumidas por el fuego, tomando para esto setecientos bueyes y siete mil ovejas del botín que habían recogido.
12 Acordaron buscar a Yavé, el Dios de sus padres, con todo su corazón y toda su alma: en esto consiste la Alianza;
13 e incluso dijeron que todo aquel que no buscara a Yavé, el Dios de Israel, sería muerto, fuera pequeño o grande, hombre o mujer.
14 Juraron, pues, a Yavé en alta voz, con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos,
15 y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo corazón habían prestado juramento, y con plena voluntad habían buscado a Yavé. Por eso él se dejó hallar de ellos; y les dio paz por todas partes.
16 El rey Asá llegó a quitar a Maacá, su madre, el título de Gran Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá destruyó este Horror, lo hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón.
17 Pero no desaparecieron los santuarios altos de en medio de Israel, aun cuando el corazón de Asá fue perfecto todos los días de su vida.
18 Llevó a la Casa de Yavé las ofrendas consagradas por su padre y sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios.
19 No hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 16
1 El año treinta y seis del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá, y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.
2 Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yavé y de la casa del rey, y los envió a Ben-Hadad, rey de Aram, que vivía en Damasco, al que dijo:
3 «Hagamos una alianza como la hubo entre mi padre y tu padre; te envío plata y oro; ven, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.»
4 Ben-Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel; conquistó Iyón, Dan, Abel-Maim y todos los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí.
5 Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo parar su obra.
6 Entonces el rey Asá tomó a todo el pueblo de Judá y se llevaron de Rama las piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ellas fortificó Gueba y Masfá.
7 En aquel tiempo el vidente Janani fue donde Asá, rey de Judá, y le dijo: «Porque te has apoyado en el rey de Aram y no en Yavé, tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de Aram.
8 ¿Acaso los etíopes y los libios no formaban un ejército numeroso con carros e innumerables caballerías? Y, sin embargo, porque pusiste tu confianza en Yavé, él los entregó en tu mano.
9 Porque los ojos de Yavé recorren toda la tierra para fortalecer a los que le sirven de todo corazón. Pero has procedido neciamente en esta ocasión y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.»
10 Asá se enojó contra el vidente y lo encadenó en la cárcel, pues estaba enojado con él por lo que había dicho. En este tiempo Asá maltrató también a gente del pueblo.
11 Los hechos de Asá, del comienzo al fin, están escritos en el Libro de los Reyes de Judá y de Israel.
12 El año treinta y nueve de su reinado, Asá enfermó de los pies, de una enfermedad muy grave. En su enfermedad no consultó a Yavé, sino a los médicos.
13 Murió Asá el año cuarenta y uno de su reinado
14 y lo sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la ciudad de David. Lo pusieron sobre un lecho que habían llenado de aromas preparados según el arte de perfumería y, por él, se quemaron perfumes en enorme cantidad.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 17
Josafat
1 En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Is rael.
2 Puso guarniciones en todas las ciudades amuralladas de Judá, gobernadores en todo el país de Judá y en las ciudades de Efraím que Asá, su padre, había conquistado.
3 Yavé estuvo con Josafat porque anduvo por los caminos que había seguido su padre David y no buscó a los baales,
4 sino que buscó al Dios de sus padres, andando conforme a sus mandamientos, sin imitar lo que hacía Israel.
5 Yavé fortaleció su poder. Todo Judá traía regalos a Josafat, que iba adquiriendo grandes riquezas y honores.
6 Se entusiasmó por las cosas de Yavé, hasta que hizo desaparecer del país de Judá los santuarios de lomas y los troncos sagrados.
7 El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben-Jail, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá,
8 y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, Tabadonías y con estos levitas a los sacerdotes Elisamá y Joram.
9 Enseñaron, pues, en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de Yavé. Recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo.
10 El terror de Yavé se apoderó de todos los reinos y países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat.
11 Había filisteos que traían a Josafat presentes y plata como tributo, también los árabes le traían ganado menor: siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos machos cabríos.
12 Así Josafat iba haciéndose cada vez más poderoso y edificó en Judá castillos y ciudades de almacenamiento.
13 Josafat tenía mucha mano de obra en las ciudades de Judá, y tuvo una guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén.
14 Esta es la lista por sus casas paternas: Por la tribu de Judá: Adua mandaba los jefes de millares; trescientos mil hombres valientes estaban a su cargo.
15 Sus ayudantes eran: Yojanan, el cual mandaba a doscientos ochenta mil hombres,
16 y Amasías, hijo de Zicrí, que servía como voluntario para Yavé y mandaba a doscientos mil hombres valientes.
17 Para la tribu de Benjamín: Eliada, valiente guerrero, tenía a sus órdenes doscientos mil hombres armados con arco y escudo.
18 A su lado estaba Jozabad con ciento ochenta mil hombres armados.
19 Estos eran los que estaban al servicio del rey, sin contar los que había puesto de guarnición en las ciudades amuralladas por todo el país de Judá.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 18
Josafat y Ajab
1 Josafat tuvo grandes riquezas y honores, emparentó con Ajab
2 y al cabo de algunos años, bajó a visitarlo a Samaria. Ajab sacrificó gran número de ovejas y bueyes para él y para la gente que lo acompañaba; luego le persuadió que lo acompañara para ir contra Ramot de Galaad.
3 Ajab, rey de Israel, dijo a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres marchar conmigo contra Ramot de Galaad?» Le contestó: «Somos uno solo yo y tú. Tanto mi pueblo como el tuyo estaremos contigo en la batalla.»
4 Pero Josafat dijo al rey de Is rael: «Consulta antes, por favor, la palabra de Yavé.»
5 El rey de Israel reunió a los profetas en número de cuatrocientos y les dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o no?» Ellos le repondieron: «Ataca, porque Yavé la entregará en manos del rey.»
6 Josafat preguntó: «¿No hay aquí algún otro profeta a quien podamos consultar?»
7 El rey de Israel le dijo: «Sí, hay un hombre por quien podríamos consultar a Yavé, pero yo le tengo odio, pues nunca me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Jimlá.» Josafat lo reprendió: «No hables de esta manera.»
8 El rey de Israel llamó a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a Miqueas, hijo de Jimlá.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en su trono, vestidos de gala, en el terreno que hay a la entrada de la puerta de Samaria, mientras que todos los profetas profetizaban delante de ellos.
10 Sedecías, hijo de Kenaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yavé: Con esto acometerás a Aram hasta acabar con ellos.»
11 Y todos los profetas hablaban del mismo modo diciendo: «Sube contra Ramot de Galaad y tendrás éxito. Yavé la entregará en manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: «Mira que los profetas, todos a una voz, predicen feliz éxito al rey; procura tú decir lo mismo.»
13 Miqueas respondió: «Por la vida de Yavé anunciaré lo que mi Dios me diga.» Llegó donde el rey
14 y éste le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir contra Ramot de Galaad para atacar, o no?» Miqueas le respondió: «Suban, pues tendrán éxito. Ellos serán entregados en manos de ustedes.»
15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de rogarte que no me digas más que la verdad en nombre de Yavé?»
16 Entonces Miqueas dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes como ovejas sin pastor; Yavé ha dicho: Estos ya no tienen quién los guíe; que vuelvan en paz cada cual a su casa.»
17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia el bien, sino el mal?»
18 Miqueas le dijo entonces: «Escuchen la palabra de Yavé. He visto a Yavé sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su derecha y a su izquierda.
19 Preguntó Yavé: ¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Unos decían una cosa y otros otra.
20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yavé y le dijo: Yo lo engañaré. Le preguntó Yavé: ¿Y cómo lo harás?
21 Respondió: Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas. Yavé le dijo: Tú conseguirás engañarlo. Vete y hazlo así.
22 Ahora, pues, Yavé ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues Yavé ha predicho el mal con tra ti.»
23 Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaná, y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yavé para hablarte a ti?»
24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que pases de casa en casa para esconderte.»
25 El rey de Israel dijo: «Tomen preso a Miqueas y llévenlo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;
26 y le dirán: Así habla el rey: Metan a éste en la cárcel y le dan el pan y el agua racionado, hasta que yo vuelva victorioso.»
27 Miqueas le dijo: «Si tú vuelves victorioso, Yavé no ha hablado por mi boca.»
28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. 29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para ir a la pelea, mientras tú te pondrás tus vestidos.»
29 El rey de Israel se disfrazó y así empezaron a pelear.
30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus carros de guerra: «No ataquen a nadie, ni a los grandes ni a los chicos, tan sólo al rey de Israel.»
31 Cuando los jefes de los carros de guerra vieron a Josafat, pensaron que era el rey de Israel y lo rodearon para cargar contra él. Pero Josafat invocó a gritos a Yavé y éste lo socorrió y los alejó de él.
32 Al darse cuenta de que no era el rey de Israel, los jefes de carros se apartaron de él.
33 Sucedió que uno de los soldados arameos disparó su arco sin saber a quién apuntaba, hiriendo al rey de Israel, por entre las hombreras y la coraza. El rey dijo al que guiaba su carro: «Date vuelta y sácame de la batalla, porque me siento malherido.»
34 Pero el combate se puso más duro, de modo que tuvieron que sostener al rey en pie en su carro de guerra frente a los arameos hasta la tarde; a la caída del sol, murió.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 19
1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba sano y salvo a su casa, a Jerusalén,
2 le salió al encuentro Jehú, hijo de Jananí, el vidente, y le dijo al rey: «¿Debías tú ayudar al malo y favorecer a los que aborrecen a Yavé? Por esto ha caído sobre ti la cólera de Yavé.
3 Sin embargo, algo bueno ha sido hallado en ti: quitaste de tu país los troncos sagrados y te dedicaste a buscar a Dios.»
4 Josafat permaneció en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde Bersebá hasta los cerros de Efraím, y los convirtió a Yavé, el Dios de sus padres.
5 Estableció jueces en todo el país, en todas y cada una de las ciudades amuralladas de Judá,
6 y les dijo a los jueces: «Miren bien lo que hacen, porque ustedes no juzgan en nombre de los hombres, sino en nombre de Yavé, que está con ustedes cuando administran justicia.
7 Que el temor a Yavé esté con ustedes. Cuiden bien lo que hacen, porque Yavé, nuestro Dios, no tolera que se hagan favores a uno más que a otro; no soporta a los jueces pervertidos ni a los que se dejan comprar con regalos.»
8 También en Jerusalén Josafat estableció levitas, sacerdotes y jefes de familias de Israel, que administraran la justicia de Yavé y arreglaran los pleitos. Estos vivían en Jerusalén.
9 Les dio esta orden: «Obrarán en todo con el temor de Yavé, siendo íntegros y correctos en todo.
10 En todo pleito que les llegue de parte de sus hermanos que habitan en sus ciudades, ya sean causas de sangre o cuestiones de la Ley, de los mandamientos, decretos y sentencias, tienen que instruirlos, a fin de que no pequen contra Yavé. De otro modo, Yavé se enojaría contra ustedes y contra sus hermanos.
11 Actúen así y no cometan pecados. El sumo sacerdote Amarías los dirigirá en todos los asuntos de Yavé, y Zabedías, hijo de Ismael, príncipe de la tribu de Judá, en todos los asuntos del rey. Los levitas les servirán de escribas. Sean valientes y eficaces. ¡Yavé esté con el bueno!»
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 20
1 Después de esto, los hombres de Moab y la gente de Amón, y con ellos algunos maonitas, vinieron a pelear contra Josafat.
2 Le avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra ti una gran muchedumbre de gente del otro lado del mar de Edom, que están ya en Jesasón-Tamor, o sea, Engadí.»
3 Josafat tuvo miedo y consultó a Yavé, ordenando un ayuno a todo Judá.
4 Los judíos se reunieron para suplicar a Yavé y, de todas las ciudades de Judá, llegaron para rogar a Yavé.
5 Entonces Josafat se puso de pie en medio de la asamblea de Judá en Jerusalén, en la Casa de Yavé, delante del patio nuevo.
6 Dijo: «Yavé, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? En tu mano está el poder y la fortaleza sin que nadie pueda resistirte.
7 ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a los descendientes de tu amigo Abraham para siempre?
8 Ellos la han habitado y han edificado un santuario para tu nombre diciendo:
9 Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre, nos presentaremos delante de esa Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en esta Casa. Clamaremos a ti en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás.
10 Pero mira a los hijos de Amón, de Moab y del norte de Seír, adonde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto, y por orden tuya Israel se apartó de ellos sin destruirlos.
11 Ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has dado.
12 Oh Dios nuestro, ¿no harás justicia con ellos? Pues nosotros no tenemos fuerza para hacer frente a esta gran multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven a ti.»
13 Todo Judá estaba de pie ante Yavé con sus niños, mujeres e hijos.
14 Entonces en medio de la asamblea vino el Espíritu de Yavé sobre Jazaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf,
15 y dijo: «Atiende, pueblo de Judá entero y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat. Esto les dice Yavé: No teman ni se asusten ante esta gran muchedumbre; porque esta guerra no es de ustedes sino de Yavé.
16 Bajen contra ellos mañana; ellos van a subir por la cuesta de Sis, de manera que los encontrarán al extremo del torrente, junto al desierto de Jeruel.
17 No tendrán que pelear en este lugar sino que se pararán y verán la salvación de Yavé sobre ustedes, oh Judá y Jerusalén. No teman ni se acobarden, salgan mañana al encuentro de ellos pues Yavé estará con ustedes.»
18 Entonces Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante Yavé para adorarlo.
19 Los levitas de las familias quehatita y coreíta se levantaron y alabaron con gritos a Yavé, el Dios de Israel.
20 Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de Tecoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «Escuchen, Judá y habitantes de Jerusalén, tengan confianza en Yavé su Dios y estarán seguros, tengan confianza en sus profetas y triunfarán.»
21 Después, habiendo conversado con el pueblo, dispuso a los cantores de Yavé y a los salmistas que marcharían al frente de las tropas vestidos de ornamentos sagrados: «Alaben a Yavé porque es eterno su amor.»
22 En el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yavé preparó una trampa en que cayeron los hijos de Amón, los de Moab y los del monte Seír que habían venido para atacar a Judá.
23 Pues los amonitas y los moabitas se echaron sobre los habitantes de los cerros de Seír para destruirlos y acabar con ellos; y cuando acabaron con ellos, se mataron unos a otros.
24 Cuando los de Judá llegaron a la cumbre desde donde se divisa el desierto, vieron todo el campo cubierto de cadáveres sin que uno solo hubiera quedado con vida.
25 Entonces Josafat con todo su ejército llegaron para recoger los despojos y hallaron gran cantidad de ganado, vestidos y objetos preciosos. Fue tanto el botín, que tres días no fueron suficientes para juntarlo todo, y no sabían cómo llevarlo.
26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká. Por eso se llama aquel lugar valle de Beraká, que significa bendición, hasta el día de hoy, pues allí los bendijo Yavé.
27 Después, todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron con gran alegría a Jerusalén, porque Yavé los había colmado de gozo a expensas de sus enemigos.
28 Entraron en Jerusalén con salterios, cítaras y trompetas dirigiéndose a la Casa de Yavé.
29 El terror de Yavé cayó sobre todos los países vecinos cuando supieron que él había vencido a los enemigos de Israel.
30 Entre tanto el reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos lados.
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre Azubá era hija de Siljí.
32 Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él, haciendo lo que era correcto a los ojos de Yavé.
33 Con todo, no desaparecieron los santuarios de las lomas, pues el pueblo aún no se había convertido al Dios de sus padres.
34 Lo demás referente a Josafat, del comienzo al fin, está escrito en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla insertada en el libro de los Reyes de Israel.
35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, que hacía el mal.
36 Se asoció con él para construir barcos que hicieran viajes a Tarsis y fabricaron los barcos en Asiongaber.
37 Entonces Eliezer, hijo de Bodavías, de Maresá, profetizó contra Josafat, diciendo: «Porque te has aliado con Ocozías, Yavé ha destruido tus proyectos.» En efecto, las naves fueron destrozadas y no llegaron a Tarsis.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 21
Joram
1 Cuando Josafat murió lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David y su hijo Joram lo sucedió.
2 Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran: Azarías, Jejiel, Zaca rías, Azarías, Miguel y Sefatías. Todos éstos eran hijos de Josafat, rey de Israel.
3 Su padre les había dado grandes cantidades de plata, oro y objetos preciosos y ciudades amuralladas en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque era el primogénito.
4 Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se sintió fuerte, pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel.
5 Treinta y dos años tenía Joram cuando empezó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén.
6 Se portó como los reyes de Israel e hizo como había hecho la gente de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab y se portó mal con Yavé.
7 Pero Yavé no quiso destruir la descendencia de David, a causa de la alianza que había hecho con David, cuando le prometió que le guardaría siempre una lámpara a él y a sus hijos.
8 Por aquellos días se rebeló Edom, sacudiendo el yugo de Judá, y se proclamó un rey propio.
9 Joram con sus jefes y con todos sus carros de guerra salió de noche y derrotó a los edomitas, que lo tenían cercado, a él y a los jefes de sus carros de guerra.
10 Así se rebeló Edom del yugo de Judá hasta el día de hoy. Por ese mismo tiempo Libná se rebeló también contra él, porque había abandonado a Yavé, el Dios de sus padres.
11 Construyó asimismo santuarios altos en los montes de Judá, incitó a la prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a todo Judá.
12 Le llegó un escrito de parte del profeta Elías que decía: «Así dice Yavé, el Dios de tu padre David: No has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá,
13 sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las prostituciones de la familia de Ajab; también has dado muerte a tus hermanos de la familia de tu padre que eran mejores que tú.
14 Por eso, Yavé castigará con terribles azotes a tu pueblo, tus hijos, tus mujeres y todos tus bienes;
15 tú mismo padecerás una enfermedad en el vientre tan maligna, que irás echando las entrañas poco a poco un día tras otro.»
16 Yavé hizo que se levantaran contra Joram los filisteos y los árabes, vecinos de los etíopes.
17 Subieron contra Judá y lo invadieron, llevándose todas las riquezas que hallaron en la casa del rey y también a sus hijos y a sus mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.
18 Después de todo esto lo hirió Yavé con una enfermedad incurable en el vientre
19 y al cabo de un tiempo, al fin del segundo año, se le salieron las entrañas y murió en medio de terribles dolores. El pueblo no quemó perfumes por él, como lo había hecho por su padre.
20 Tenía treinta y dos años cuando empezó a reinar y reinó en Jerusalén ocho años. Se fue sin que nadie lo llorara; y lo sepultaron en la ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 22
Ocozías
1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el campamento dio muerte a todos los mayores; así llegó a ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
2 Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí.
3 También él siguió los caminos de la familia de Ajab, pues su madre le aconsejaba mal.
4 Se portó mal con Yavé, como los de la familia de Ajab, porque después de la muerte de su padre, fueron ellos sus consejeros para su perdición.
5 También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, para combatir a Jezael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los arameos hirieron a Joram,
6 que se retiró a Jizrael para curarse de las heridas que había recibido en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram.
6 Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Jizrael para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se encontraba enfermo;
7 esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías, pues llegado allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yavé había ungido para exterminar la familia de Ajab.
8 Mientras Jehú hacía justicia con la familia de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y con los parientes de Ocozías que estaban a su servicio, y los mató.
9 Buscó luego a Ocozías, al que agarraron en Samaria, donde se había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron sepultura, pues de cían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yavé con todo su corazón.»
Atalía
9 No quedó de la familia de Ocozías nadie que fuera capaz de reinar.
10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se levantó y exterminó a toda la descendencia de los reyes de Judá.
11 Pero Josabá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y los puso a él y a su nodriza en el dormitorio.
11 Josabá, hija del rey Joram, esposa del sacerdote Jovadá y hermana de Ocozías, lo escondió de la vista de Atalía, que no pudo asesinarlo.
12 Seis años estuvo escondido en la Casa de Dios, mientras Atalía reinaba en el país.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 23
1 El año séptimo, Joyadá cobró ánimo y mandó a buscar a los jefes de cien que dependían de Azarías, hijo de Jerojam, de Israel, hijo de Jojanán, de Azarías, hijo de Obed, de Masaías, hijo de Adarías, y de Elisafat, hijo de Sikrí. Había arreglado un pacto con ellos.
2 Recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.
3 Toda la asamblea hizo pacto con el rey en la casa de Dios. Joyadá les dijo: «Aquí tienen ustedes al hijo del rey; él reinará como dijo Yavé a los hijos de David.
4 Esto es lo que tienen que hacer: Un tercio de ustedes, sacerdotes y levitas, los que entran en sábado, se quedarán de porteros en las entradas;
5 otra tercera parte en la casa del rey; y otro tercio en la Puerta del Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los patios de la Casa de Yavé.
6 Nadie podrá entrar en la Casa de Yavé fuera de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados. Pero todo el pueblo hará la guardia de Yavé.
7 Los levitas se pondrán alrededor del rey, cada uno con sus armas en la mano, y cualquiera que entre en la Casa morirá. Sólo ellos acompañarán al rey cuando entre y cuando salga.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron todo lo que les había mandado el sacerdote Joyadá. Cada uno reunió a sus hombres, tanto los que entraban el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Joyadá no exceptuó a ninguna de las secciones.
9 El sacerdote Joyadá entregó a los jefes de cien lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David que se encontraban en la Casa de Dios,
10 y apostó a todo el pueblo, cada uno con su lanza en la mano, desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el altar y la Casa, para que rodeasen al rey.
11 Entonces hicieron salir de allí al hijo del rey y le pusieron la corona y las cadenillas. Lo proclamaron rey; Joyadá y sus hijos lo ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!»
12 Atalía, al escuchar los gritos del pueblo que corría y aclamaba al rey, vino a la Casa de Yavé, donde estaba el pueblo.
13 Miró, y vio al rey junto a la columna, a la entrada, y a los jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo lleno de alegría que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»
14 Pero el sacerdote Joyadá dio la siguiente orden a los jefes de cien que estaban al frente de las tropas: «Háganla salir de las filas, y el que la siga sea pasado por espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la maten en la Casa de Yavé.»
15 Cuando llegó a la casa del rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
16 Joyadá pactó con todo el pueblo y el rey una alianza según la cual se comprometían a ser el pueblo de Yavé.
17 Después fue todo el pueblo a la casa de Baal y la destruyeron, rompiendo sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de Baal, ante los altares.
18 Joyadá puso centinelas en la Casa de Yavé, a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había repartido en la Casa de Yavé, conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los sacrificios con alegría y cánticos, según los reglamentos de David.
19 Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yavé para que no entrara ninguno que por cualquier causa fuera impuro.
20 Después encabezó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del pueblo y a toda la población del país; y haciendo bajar al rey de la Casa de Yavé, entraron por la puerta superior en la casa del rey y lo sentaron en el trono del reino.
21 Todo el pueblo del país estaba contento, y la ciudad quedó tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 24
Joás
1 Joás tenía siete años cuando empezó a reinar y reinó cuarenta años en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibia y era de Bersebá.
2 Joás hizo lo que es bueno delante de Yavé mientras vivió el sacerdote Joyadá.
3 Este lo casó con dos mujeres y le nacieron hijos e hijas.
4 Después de esto Joás resolvió reparar la Casa de Yavé.
5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorran las ciudades de Judá y junten cada año plata en todo Israel para reparar la Casa de nuestro Dios. Y dense prisa en esto.» Pero los levitas no se apuraron.
6 Entonces llamó el rey al sumo sacerdote Joyadá, y le dijo: «¿Por qué no has tenido cuidado de que los levitas trajeran de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo de Yavé, y la asamblea de Israel determinaron para la Tienda de las Citas?»
7 Los partidos de la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios, llegando incluso a emplear para los baales todas las cosas consagradas de la Casa de Yavé.
8 Mandó el rey que se hiciera una caja, que fue colocada junto a la puerta de la Casa de Yavé, por la parte de afuera;
9 y publicaron por todo Judá y Jerusalén que debían traer para Yavé la contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la contribución y la echaban en la caja hasta que se llenaba.
11 Cuando llevaban la caja a los inspectores del rey, por medio de los levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el inspector del sumo sacerdote para vaciar la caja; luego la tomaban y volvían a su lugar. Así lo hacían cada día, y recogían dinero en abundancia.
12 El rey y Joyadá se lo daban a los encargados de las reparaciones de la Casa de Yavé, y éstos tomaban a sueldo canteros y carpinteros, y también artesanos en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yavé.
13 Así lo hicieron los encargados de la obra, y con sus trabajos adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su primer estado y la consolidaron.
14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Joyadá el resto del dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yavé: utensilios para el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata.
14 Durante toda la vida de Joyadá los holocaustos se ofrecieron constantemente en la Casa de Yavé.
15 Envejeció y murió colmado de días. Tenía ciento treinta años cuando murió.
16 Lo sepultaron en la ciudad de David con los reyes, porque había hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.
17 Después de la muerte de Joyadá los jefes de Judá vinieron a postrarse delante del rey, y el rey les prestó oídos.
18 Abandonaron la Casa de Yavé, el Dios de sus padres, y se interesaron por los troncos sagrados y los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén, a causa de esta culpa suya.
19 Yavé les mandó profetas que dieron testimonio contra ellos para que volvieran a él, pero no les prestaron oídos.
20 Entonces el Espíritu de Dios revistió a Zaca rías, hijo del sacerdote Joyadá, que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué traspasan los mandamientos de Yavé? No tendrán éxito; porque han abandonado a Yavé, él los abandonará a ustedes.»
21 Mas ellos conspiraron contra él y, por mandato del rey, lo apedrearon en el atrio de la Casa de Yavé.
22 El rey Joás no se acordó de la benevolencia que había tenido con él Joyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, el cual exclamó al morir. «Véalo Yavé, y haga justicia.»
23 A la vuelta de un año, subió contra Joás el ejército de los arameos, que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los jefes del pueblo, y mandaron todo el botín al rey de Damasco,
24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca gente, Yavé entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque habían abandonado a Yavé, el Dios de sus padres.
24 De este modo los arameos hicieron justicia con Joás.
25 Y cuando se alejaron de él, dejándolo gravemente enfermo, sus servidores se conjuraron contra él, por la sangre del hijo del sacerdote Joyadá, y lo asesinaron en su cama. Lo sepultaron en la ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes.
26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simot, la amonita, y Jozabal, hijo de Simrit, la moabita.
27 Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el comentario del libro de los Reyes.
27 En su lugar reinó su hijo Amasías.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 25
Amasías
1 Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar. Reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre Yahadán era de Jerusalén.
2 Obró lo que es bueno a los ojos de Yavé, aunque no de todo corazón.
3 Cuando se sintió fuerte, dio muerte a los servidores que habían asesinado al rey, su padre.
4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Yavé tenía prescrito: «No morirán los padres por los hijos ni los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.»
5 Amasías reunió a todos los judíos de Judá y de Benjamín y los organizó con jefes de millar y de cien; hizo el censo de ellos, desde los veinte años para arriba, y encontró trescientos mil hombres escogidos, aptos para la guerra y el manejo de la lanza y el escudo grande.
6 Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, cien mil hombres valientes.
7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no salga contigo el ejército de Israel, porque Yavé no está con Israel, ni con ninguno de los hijos de Efraím.
8 Si vienen contigo, Dios te hará caer ante el enemigo, aunque tengas muchas tropas, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar.»
9 Amasías respondió al hombre de Dios: «¿Y qué haré con los cien talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de Dios: «Yavé tiene poder para darte mucho más que eso.»
10 Y Amasías separó los destacamentos que le habían venido de Efraím, para que se volvieran a sus lugares. Ellos se enojaron mucho contra Judá y se volvieron a sus casas enfurecidos.
11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó al Valle de la Sal, donde derrotó a diez mil hombres de los hijos de Seír.
12 Los hijos de Judá apresaron vivos a diez mil de ellos y, llevándolos a la cumbre de la Peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos reventados.
13 Entre tanto, las tropas que Amasías había despedido para que no fueran con él a la guerra se desparramaron por las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Betorón, pero fueron derrotados tres mil de ellos y se recogió mucho botín.
14 Después de que regresó Amasías de su victoria sobre los edomitas, introdujo los dioses del pueblo de Seír, y los escogió para que fueran dioses suyos y postrándose ante ellos les quemó incienso.
15 Entonces se enojó Yavé contra Ama sías y le mandó un profeta a decirle: «¿Por qué has ido a buscar a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?»
16 Mientras él le hablaba, Amasías lo interrumpió: «¿Acaso te hemos hecho consejero del rey? ¡Cállate!, no sea que yo dé la orden de matarte.» Entonces el profeta terminó con estas palabras: «Ya veo que Dios ha determinado destruirte, porque después de actuar así no quieres escuchar mis advertencias.»
17 Amasías, rey de Judá, después de haber consultado, mandó mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle: «Sube y nos veremos las caras.»
18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano mandó a decir al cedro el Líbano: Dame tu hija para mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
19 Tú te dices: “He derrotado a Edom.” Por esto te sientes muy glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
20 Pero Amasías no lo escuchó, pues Dios había decidido entregarlo en manos de sus enemigos, por haberse dirigido a los dioses de Edom.
21 Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey de Judá, en Bet-Semes de Judá.
22 Los de Judá fueron derrotados por Israel y huyeron cada uno a su casa.
23 Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, en Bet-Semes, y lo llevó a Jerusalén; y echó abajo la muralla de Jerusalén, desde la puerta de Efraím hasta la puerta del Angulo.
24 Luego tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se encontraban al cuidado de Obededom en la Casa de Dios y los tesoros de la casa del rey; tomó rehenes y se volvió a Samaria.
25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
26 Lo demás referente a Amasías, del comienzo al fin, ¿no está escrito en el libro de los Reyes de Judá y de Israel?
27 Después de que Amasías se apartó de Yavé, se conjuraron contra él en Jerusalén, por lo que huyó a Laquis; pero mandaron gente en su persecución hasta Laquis y allí lo mataron.
28 Y transportando el cadáver en caballos, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 26
Ozías
1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y lo proclamaron rey en lugar de su padre, Amasías.
2 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo acostado con sus padres.
3 Ozías tenía dieciséis años cuando empezó a reinar y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. Su madre, Jecolía, era de Jerusalén.
4 Hizo lo que es bueno delante de Yavé, como lo había hecho su padre, Amasías.
5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que enseñaba el temor de Dios; y mientras buscó a Yavé, Dios le dio prosperidad.
6 Salió a pelear contra los filisteos y los obligó a arrasar una parte de las murallas de Gat, de Jabné y de Asdod; luego construyó ciudades frente a Asdod y a los filisteos.
7 Dios lo asistió contra los filis teos, contra los árabes que vivían en Gur-Baal y contra los maonitas.
8 Los maonitas pagaron tributo a Ozías y su fama llegó hasta la frontera de Egipto porque se había hecho sumamente poderoso.
9 Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la Puerta del Angulo, sobre la Puerta del Valle y en el Angulo y las fortificó.
10 Construyó torres en el desierto y excavó muchas cisternas, pues tenía numeroso ganado en la tierra baja, y en la llanura, así como labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque se interesaba por la agricultura.
11 Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; eran tropas que salían a campaña por grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Jejiel, el escriba, y Maseías, el notario, a las órdenes de Janaías, uno de los jefes del rey.
12 El número total de los jefes de familias paternas entre estos valientes era de dos mil seiscientos.
13 A sus órdenes estaba un ejército de trescientos siete mil quinientos hombres que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo.
14 Ozías proporcionó a todo aquel ejército escudos, lanzas, cascos, corazas, arcos y hondas para tirar piedras.
15 Hizo construir en Jerusalén máquinas inventadas por un ingeniero, que colocó en las torres y en los ángulos de los muros para disparar saetas y piedras grandes. Su fama se extendió lejos porque fue prodigioso el modo como supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte.
16 Pero una vez fortalecido en su poder, se puso muy orgulloso hasta corromperse; desobedeció a Yavé, su Dios, entrando en el templo de Yavé para quemar incienso sobre el altar del incienso.
17 Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de Yavé, hombres valientes,
18 que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti, Ozías, quemar incienso a Yavé, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. Sal del santuario, porque estás renegando, lo que no te merecerá honor ante Yavé tu Dios.»
19 Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se enfureció y mientras que se enojaba contra los sacerdotes brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yavé, junto al altar del incienso.
20 El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes, al mirarlo, vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí rápidamente; y él mismo se apresuró a salir porque Yavé lo había herido.
21 El rey Ozías quedó leproso hasta el día de su muerte y vivió en una casa aislada como leproso, porque había sido excluido de la Casa de Yavé; su hijo Jotam estaba al frente de la Casa del rey y gobernaba al pueblo.
22 El resto de los hechos de Ozías, del comienzo al fin, los escribió el profeta Isaías, hijo de Amís.
23 Al fin fue Ozías a descansar con sus padres, y lo sepultaron en el terreno donde está el sepulcro de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su lugar reinó su hijo Jotam.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 27
Jotam
1 Jotam tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. Su madre Jerubá era hija de Sadoq.
2 Jotam se portó bien con Yavé, como lo había hecho su padre Ozías. Sin embargo, no iba a la Casa de Yavé, y el pueblo seguía corrompiéndose.
3 Construyó la puerta superior de la Casa de Yavé, e hizo muchas obras en los muros de Ofel.
4 Edificó también ciudades en los cerros de Judá, y edificó castillos y torres en los bosques.
5 Declaró la guerra al rey de los amonitas, a los que venció. Los hijos de Amón le dieron aquel año cien talentos de plata, diez mil cargas de trigo y diez mil de cebada. Los amonitas le trajeron lo mismo el año segundo y el tercero.
6 Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de Yavé, su Dios.
7 El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están escritas en el libro de los Reyes de Israel y de Judá.
8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén.
9 Finalmente, Jotam fue a descansar con sus padres y lo sepultaron en la ciudad de David, sucediéndole su hijo Ajaz.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 28
Ajaz
1 Ajaz tenía veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis años en Jerusalén. No hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, como su padre David,
2 sino que siguió los senderos de los reyes de Israel e incluso fundió ídolos de los baales.
3 Además, quemó incienso en el valle de Ben-Hinom y sacrificó sus hijos por el fuego, imitando las costumbres abominables de los paganos a los que Yavé quitó el país para dárselo a Israel.
4 Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los santuarios altos, sobre las lomas y bajo todo árbol frondoso.
5 Yavé, su Dios, le entregó en manos del rey de los arameos; éstos lo derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a Damasco. También él fue entregado en manos del rey de Israel, que le causó una gran derrota.
6 Pecaj, hijo de Remalías, mató en un solo día a ciento veinte mil judíos, todos ellos hombres valientes; es que habían abandonado a Yavé, el Dios de sus padres.
7 Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Masías, hijo del rey, a Azricam, mayordomo del palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.
8 Los hijos de Israel se llevaron de entre sus hermanos de Judá a doscientos mil prisioneros: mujeres, hijos e hijas; se apoderaron también de un enorme botín que se llevaron a Samaria.
9 Había allí un profeta de Yavé, llamado Obred, que salió al encuentro del ejército que volvía a Samaria y les dijo: «Miren que Yavé, el Dios de sus padres, estaba irritado contra la gente de Judá y por esto los ha entregado en manos de ustedes. Pero ustedes los han matado con una crueldad increíble.
10 Y ahora quieren someter a esclavitud a la población de Judá y de Jerusalén y que en adelante sean esclavos y esclavas de ustedes.
10 Miren que ustedes mismos no son inocentes ante Yavé, su Dios.
11 Oigan, pues, devuelvan a sus hermanos que han tomado prisioneros, porque si no el furor de la ira de Yavé está sobre nosotros.»
12 Entonces algunos hombres de los jefes de Israel, Azarías, hijo de Jojanan, Berejías, hijo de Mesilemot, Ezequías, hijo de Salum, y Amasá, hijo de Jadlay, se opusieron a los que volvían de la guerra.
13 Y les dijeron: «No traigan aquí a estos prisioneros. Ya somos culpables contra Yavé, y ustedes ¿quieren aumentar todavía el número de nuestros pecados? Pues grande es nuestro delito y el furor de la ira de Dios amenaza a Israel.»
14 Entonces la tropa dejó los prisioneros y el botín delante de los jefes y de toda la asamblea.
15 Se levantaron los hombres antes mencionados, reanimaron a los prisioneros y vistieron con prendas tomadas del botín a todos los que estaban desnudos, dándoles además calzado.
15 Les dieron de comer y beber y los lavaron; transportando en burros a todos los que estaban más débiles, los llevaron a la frontera de su patria, a Jericó, ciudad de las Palmeras, y luego se volvieron a Samaria.
16 En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asur para que lo socorrieran.
17 Porque los edomitas habían venido otra vez y habían derrotado a Judá, llevándose prisioneros.
18 También los filisteos invadieron las ciudades de la tierra baja y del Negueb de Judá, y tomaron Bet-Semes, Ayalón, Guederot, Socó con sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se establecieron allí.
19 Así Yavé humillaba a Judá por culpa de Ajaz, su rey, que corrompía a su país y se había apartado de Yavé.
20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asur, lo sitió, pero no llegó a dominarlo.
21 Ajaz despojó la Casa de Yavé y la casa del rey y de los jefes para hacer regalos al rey de Asur, pero de nada le sirvió.
22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su infidelidad a Yavé.
23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram los ayudan a ellos; les ofreceré, pues, sacrificios y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y la de todo Is rael.
24 Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios y los hizo añicos, luego cerró las puertas de la Casa de Yavé y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén.
25 Hizo santuarios altos en cada una de las ciudades de Judá para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yavé, el Dios de sus padres.
26 El resto de sus hechos y todas su obras, del comienzo al fin, están escritos en el libro de los Reyes de Judá e Israel.
27 Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la ciudad en Jerusalén; pues no lo pusieron en el sepulcro de los reyes de Israel. En su lugar reinó su hijo Ezequías.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 29
Ezequías
1 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.
2 Hizo lo que era bueno a los ojos de Yavé, como David su padre.
3 En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de la Casa de Yavé y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental
5 y les dijo: «Escúchenme, levitas. Santifíquense ahora y santifiquen la Casa de Yavé, el Dios de nuestros padres, y saquen fuera del santuario todas las cosas impuras.
6 Porque nuestros padres han sido infieles y se han portado mal con Yavé, nuestro Dios; lo han abandonado y se han puesto indiferentes a la morada de Yavé; le han vuelto las espaldas.
7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del vestíbulo, apagaron las lámparas y no quemaron más incienso, ni ofrecieron holocaustos al Dios de Israel en el santuario.
8 Por eso, la ira de Yavé ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estamos viendo con nuestros ojos.
9 Por eso han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres han sido llevados presos.
10 Pero ahora he decidido hacer alianza con Yavé, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.
11 Hijos míos, no sean ya descuidados, porque Yavé los ha elegido a ustedes para que le sirvan en su ministerio, para ser sus ministros y para quemarle incienso.»
12 Se levantaron entonces los levitas: de los hijos de Quehat, Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías; de los hijos de Merari, Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jelaleel; de los hijos de Guersón, Joaj, hijo de Zimmá, y Edem, hijo de Joaj;
13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Matanías, de los hijos de Asaf;
14 Jejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los hijos de Jedutún.
15 Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a purificar la Casa de Yavé, conforme al mandato del rey, según las palabras de Yavé.
16 Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yavé para purificarla, y sacaron de la Casa de Yavé al patio todas las impurezas que encontraron en el santuario de Yavé. Los levitas, por su parte, las amontonaron para llevarlas fuera, al torrente Cedrón.
17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el día octavo del mes entraron al Vestíbulo de Yavé. Pasaron dieciocho días consagrando la Casa de Yavé. Y terminaron el día dieciséis del mes primero.
18 Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron: «Hemos purificado toda la Casa de Yavé, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la mesa de los panes ofrecidos con todos sus utensilios.
19 Hemos reparado y santificado todos los objetos que, llevado por su infidelidad, el rey Ajaz profanó durante su reinado, y están ante el altar de Yavé.»
20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y subió a la Casa de Yavé.
21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos, siete machos cabríos que se sacrificaron por los pecados del reino, del santuario y de todo el país de Judá; y mandó a los sacerdotes hijos de Aarón que ofrecieran holocaustos sobre el altar de Yavé.
22 Sacrificaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre que derramaron sobre el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el altar; degollaron los corderos y con la sangre rociaron el altar.
23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos.
24 Los sacerdotes los sacrificaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuesen por todo Israel.
25 Luego apostó en la Casa de Yavé a los levitas con címbalos, salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del rey, y de Natán, profeta, pues Yavé da sus mandamientos por medio de sus profetas.
26 Cuando ocuparon su sitio con los instrumentos de David y los sacerdotes con las trompetas,
27 Ezequías mandó ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar el holocausto comenzaron también los cantos y tocaron las trompetas junto con el coro de los instrumentos de David, rey de Israel.
28 Toda la asamblea, estando postrada, cantaron los cánticos y tocaron las trompetas hasta que se consumió el holocausto.
29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se postraron.
30 Después el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabaran a Yavé con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas con alegría, se pusieron de rodillas y se postraron.
31 Después tomó la palabra Ezequías y dijo: «Ahora ustedes se han consagrado totalmente a Yavé; acérquense y traigan sacrificios de acción de gracias a la Casa de Yavé.» Y la asamblea ofreció sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos.
32 El número de los holocaustos ofrecidos fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos; todos ellos consumidos por el fuego para Yavé.
33 Se sacrificaron también seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no daban abasto para desollar todas estas víctimas, los ayudaron sus hermanos los levitas hasta terminar la labor, y hasta que los sacerdotes se purificaron. Pues los levitas estaban más instruidos que los sacerdotes sobre los ritos de purificación.
35 Hubo muchos holocaustos además de las grasas de los sacrificios de comunión y de las libaciones para los holocaustos. Así quedó restablecido el culto de la Casa de Yavé.
36 Ezequías y el pueblo entero se pusieron alegres por lo que Dios acababa de hacer en medio de ellos; pues todo se hizo rápidamente.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 30
La gran Pascua
1 Ezequías mandó mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también cartas a Efraím y Manasés para que vinieran a la Casa de Yavé a Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yavé, el Dios de Israel.
2 El rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén acordaron celebrar la Pascua en el mes segundo,
3 ya que no podían celebrarla a su debido tiempo porque los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén.
4 Esto le pareció bien al rey y a toda la asamblea.
5 Y decidieron enviar aviso a todo Is rael, desde Bersebá hasta Dan, para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en honor de Yavé, el Dios de Israel, porque hacía mucho tiempo que no se celebraba según el rito prescrito.
6 Los co rreos con las cartas del rey y de sus jefes recorrieron todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, para decir: «Hijos de Israel, vuelvan a Yavé, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que tenga compasión del resto que ha quedado de ustedes, los que han escapado de las manos de los reyes de Asur.
7 No sean como nuestros padres y hermanos, que fueron infieles a Yavé, el Dios de sus padres, por lo cual él dejó que fueran arruinados, como están viendo.
8 No endurezcan sus corazones como nuestros padres, sino que den la mano a Yavé, vengan a su santuario que él ha santificado para siempre, sirvan a Yavé, nuestro Dios, y el furor de su ira se apartará de ustedes.
9 Porque si ustedes vuelven a Yavé, nuestros hermanos y nuestros hijos encontrarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra, pues Yavé, nuestro Dios, es clemente y misericordioso, y no apartará de nosotros su rostro si nos arrepentimos ante él.»
10 Los correos pasaron de ciudad en ciudad
11 por el país de Efraím y de Manasés llegando hasta Zabulón. Pero se reían y se burlaban de ellos. Sin embargo, hombres de Aser, Manasés y Zabulón hicieron penitencia y vinieron a Jerusalén.
12 También en Judá se dejó sentir la mano de Dios que les dio un mismo corazón para cumplir el mandato del rey y de los jefes, según la palabra de Yavé.
13 Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los Azimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande.
14 Se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén, quitaron también todos los altares en que se quemaba incienso y los arrojaron al torrente Cedrón.
15 Sacrificaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y trajeron holocaustos a la Casa de Yavé.
16 Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas.
17 Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas fueron los encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yavé.
18 Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de Isacar, y de Zabulón, no se habían purificado y con todo comieron la Pascua sin observar lo escrito.
18 Pero Ezequías rezó por ellos diciendo: «Que Yavé que es bueno perdone
19 a todos aquellos cuyo corazón está dispuesto a buscar a Yavé Dios, el Dios de sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas.»
20 Y Yavé escuchó a Ezequías y no castigó al pueblo por este incumplimiento.
21 Los hijos de Israel que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Azimos por siete días con gran alegría, mientras los levitas y los sacerdotes alababan a Yavé todos los días con todas sus fuerzas.
22 Ezequías habló al corazón de todos los levitas, que demostraban tener perfecto conocimiento de Yavé. Celebraron la solemnidad durante siete días sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yavé, el Dios de sus padres.
23 Toda la asamblea decidió celebrar la solemnidad por otros siete días y la celebraron con júbilo siete días más.
24 Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la asamblea mil novillos y siete mil ovejas. Los jefes, por su parte, habían reservado para la asamblea mil novillos y diez mil ovejas. Y muchos sacerdotes estaban listos después de cumplir los ritos de purificación.
25 Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas, y también toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la tierra de Israel, lo mismo que los que vivían en Judá, estaban muy alegres.
26 Hubo gran gozo en Jerusalén porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no se había visto cosa semejante.
27 Los sacerdotes y levitas bendijeron al pueblo; y fue escuchada su voz y su oración penetró en el cielo a su santa Morada.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 31
1 Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se encontraban presentes a recorrer las ciudades de Judá y rompieron las piedras paradas, abatieron los troncos sagrados y derribaron los santuarios de lomas y los altares en todo Judá y Benjamín, y también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades.
2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas, cada uno en su sección según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico, acción de gracias o himnos en las puertas del campamento de Yavé.
3 El rey destinó una parte de sus riquezas para los holocaustos de los sábados, de las lunas nuevas y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yavé.
4 Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregara a los sacerdotes y levitas la parte que les corresponde, a fin de que pudieran perseverar en la Ley de Yavé.
5 Cuando se promulgó esta disposición, los hijos de Israel trajeron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la miel y de todos los productos del campo: ofrecieron abundantes diezmos de todo.
6 Los hijos de Israel y de Judá que vi vían en las ciudades trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las cosas sagradas, consagradas a Yavé, su Dios, y los dieron por montones.
7 En el tercer mes comenzaron a apilar los montones y terminaron el séptimo mes.
8 Ezequías y los jefes vinieron a ver los montones y bendijeron a Yavé y a su pueblo Israel.
9 Cuando Eze quías preguntó a los sacerdotes y levitas acerca de los montones,
10 respondió el sumo sacerdote Azarías, de la familia de Sadoq, y dijo: «Desde que comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa de Yavé, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo, porque Yavé ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es la que sobra.»
11 Ezequías entonces mandó que prepararan salas en la Casa de Yavé. Las prepararon,
12 y llevaron allí constantemente las ofrendas reservadas, los diezmos y las cosas sagradas. El levita Gonanías fue nombrado intendente, y Simí, hermano suyo, era el segundo.
13 Jejiel, Azarías, Najot, Azael, Jerimot, Josabat, Eliel, Kimakías, Majot y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Ozarías, príncipe de la Casa de Dios.
14 El levita Coré, hijo de Jimná, portero de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios y debía repartir las ofrendas reservadas a Yavé y las cosas sacratísimas.
15 En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus órdenes Edem, Mibyamín, Jesua, Semaías, Amarías y Sekanías para repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases,
16 sin perjudicar a los hombres de treinta años para arriba inscritos en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yavé para las tareas de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a sus clases.
17 Los sacerdotes estaban inscritos en las genea logías, conforme a sus casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en adelante, según sus obligaciones y sus clases.
18 Hubo que inscribir a todos sus niños, sus mujeres, sus hijos e hijas, junto con toda la asamblea, mientras ellos permanecían atareados en las cosas sagradas.
19 Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo en las aldeas de sus ciudades, había en cada ciudad hombres designados nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de familia sacerdotal y a todos los levitas inscritos en las genealogías.
20 Así procedió Ezequías en todo Judá haciendo lo que era bueno y recto y verdadero, ante Yavé su Dios. Todas las obras que realizó en servicio de la Casa de Yavé, de la Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y tuvo éxito.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 32
Invasión de Senaquerib
1 Después de todas estas pruebas de fidelidad de Ezequías vino Senaquerib, rey de Asur, invadió Judá, sitió dos ciudades fortificadas y mandó derribar las murallas.
2 Cuando Ezequías vio que Senaquerib venía con intención de atacar a Jerusalén
3 se reunió con todos los jefes y hombres valerosos y llegaron al acuerdo de cortar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad.
4 Se juntó mucha gente y cortaron todas las fuentes de agua y los esteros que corrían por el medio del territorio, diciendo: «Si vienen los asirios, que tengan el agua medida.»
5 Con gran ánimo reparó la parte de la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre ella. Levantó, además, otra muralla exterior, fortificó el Milo en la ciudad de David y fabricó gran cantidad de armas y escudos.
6 Nombró generales al frente de las tropas, los reunió a todos en la plaza de la puerta de la ciudad y hablándoles al corazón les dijo:
7 «Sean fuertes y tengan ánimo, no teman ni desmayen ante el rey de Asur ni ante todo el ejército que viene con él, porque es más el que está con nosotros que lo que está con él.
8 Con él hay una fuerza humana, pero con nosotros está Yavé, nuestro Dios, para ayudarnos y combatir nuestros combates.»
8 El pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asur, que estaba sitiando Laquis con todas sus tropas, envió mensajeros a Ezequías, rey de Judá, y a los judíos en Jerusalén para decirles:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asur: ¿En quién tienen puesta su confianza, para permanecer cercados en Jerusalén?
11 ¿No los engaña Ezequías cuando les dice: Yavé, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria? ¿No es culpable de que van a morir de hambre y sed?
12 ¿No es este mismo Ezequías el que ha quitado los santuarios altos y los altares y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Ante un solo altar se postrarán y sobre él quemarán incienso?
13 ¿Acaso ignoran ustedes lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los demás países? ¿Por ventura los dioses de estas naciones han sido capaces de liberar sus territorios de mi mano?
14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis padres exterminaron pudo liberar a su pueblo de mi mano? ¿Es que el Dios de ustedes podrá librarse de mi mano?
15 Así, pues, que no los engañe Eze quías ni los seduzca con vanas promesas. No lo crean. Ningún Dios de ninguna nación o reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres. ¡Cuánto menos podrán los dioses de ustedes librarlos de mi mano!»
16 Sus mensajeros dijeron todavía más cosas contra Yavé y contra Ezequías, su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yavé, Dios de Israel, hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de otros países no las han salvado de mi mano, así tampoco el Dios de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los mensajeros gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén que estaba sobre la muralla, para atemorizarlos y asustarlos y así poder conquistar la ciudad.
19 Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obras de manos de hombre.
20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.
21 Y Yavé envió un ángel que exterminó a todos los mejores guerreros de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asur. Este volvió a su tierra con gran vergüenza y al entrar a la casa de su dios, allí mismo, sus propios hijos lo mataron a espada.
22 Así salvó Yavé a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asur, y de la mano de todos sus enemigos, y les dio paz por todos lados.
23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yavé, a Jerusalén, y presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual desde aquel entonces adquirió gran prestigio a los ojos de todas las naciones.
24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yavé, que le habló y le otorgó una señal maravillosa.
25 Sin embargo, Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se puso orgulloso su corazón, por lo cual la cólera vino sobre él, sobre Judá y Jerusalén.
26 Mas, después de haberse puesto orgulloso, se humilló Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos la cólera de Yavé en los días de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor.
28 Se hizo también grandes almacenes para las rentas del trigo, mosto y aceite, pesebres para toda clase de ganado y tenía rebaños en sus pesebres.
29 Se construyó ciudades y adquirió ganado mayor y menor en abundancia, pues Yavé le había dado muchísimas riquezas.
30 Este mismo Ezequías cortó la salida superior a las aguas del Guijón y las condujo bajo tierra, a la parte occidental de la ciudad de David. Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas.
31 Sin embargo, cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para enterarse de la señal maravillosa ocurrida en el país, Yavé lo abandonó para probarlo y descubrir todo lo que tenía en su corazón.
32 Lo demás referente a Ezequías y sus obras piadosas está escrito en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los Reyes de Judá y de Israel.
33 Murió y lo sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 33
Manasés
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén.
2 Hizo el mal a los ojos de Yavé imitando las costumbres abominables de las naciones a las que Yavé quitó el país para dárselo a Israel.
3 Volvió a edificar los santuarios altos que su padre Ezequías había derribado, levantó altares a los baales, hizo troncos sagrados, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió. 4 Construyó también altares en la Casa de Yavé, de la que Yavé había dicho:
4 «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yavé
6 y sacrificó a sus hijos por el fuego en el valle de Ben-Hinom; practicó la adivinanza, la magia y la hechicería, estableció espiritistas y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yavé y provocando su cólera.
7 Colocó el ídolo que había fabricado en la Casa de Yavé, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido entre las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.
8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a sus padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado, según toda la Ley, los decretos y las normas ordenadas por Moisés.»
9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran mayores males que las naciones que Yavé había exterminado delante de los hijos de Israel.
10 Habló Yavé a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso.
11 Entonces Yavé hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del rey de Asur, que apresaron a Manasés con ganchos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia.
12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yavé, su Dios, humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.
13 Rezó a él y Dios accedió, escuchó su oración y le concedió que volviera a Jerusalén y reinara nuevamente. Entonces supo Manasés que sólo Yavé es Dios.
14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los Peces, cercando el Ofel, y la llevó a gran altura. Puso también jefes del ejército en todas las plazas fuertes de Judá.
15 Quitó de la Casa de Yavé todos los dioses extraños, el ídolo y todos los altares que había construido en el cerro de la Casa de Yavé y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.
16 Reedificó el altar de Yavé y ofreció sacrificios de comunión y de alabanza; y mandó a Judá que sirviera a Yavé, el Dios de Israel.
17 El pueblo aún ofrecía sacrificios en los lugares altos, pero nada más que a Yavé.
18 Los demás hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Yavé, Dios de Israel, se encuentran en los Hechos de los Reyes de Israel.
19 Asimismo su oración, y cómo fue escuchada, y todos sus pecados y apostasía: los sitios en que edificó santuarios altos y levantó troncos sagrados e ídolos antes de hacer penitencia, están escritos en los Hechos de Josay.
20 Se acostó Manasés con sus padres y lo sepultaron en el huerto de su casa. En su lugar reinó su hijo Amón.
Amón
21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén.
22 Hizo el mal a los ojos de Yavé, como había hecho su padre Manasés, y sirvió a todos los ídolos que había hecho.
23 Pero no se humilló delante de Yavé como lo había hecho su padre Manasés. Al contrario, Amón cometió aún más pecados.
24 Sus servidores conspiraron contra él y le dieron muerte en su casa.
25 Pero el pueblo mató a todos los conspiradores y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 34
Josías
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén.
2 Hizo lo que era bueno a los ojos de Yavé, siguiendo los caminos de su padre David, sin apartarse de ellos de ninguna manera.
3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce comenzó a purificar a Judá y Jerusalén de los santuarios altos, de los troncos sagrados, de las estatuas y de los ídolos fundidos.
4 Derribaron en su presencia los altares de los baales y las piedras paradas que había sobre ellos, y rompió los troncos sagrados, las imágenes y los ídolos fundidos, reduciéndolos a polvo que esparció sobre las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de sus sacerdotes sobre sus altares y purificó a Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 derribó los altares, demolió los troncos sagrados y las estatuas y las redujo a polvo, y destruyó las piedras paradas en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, con el fin de purificar el país y la Casa, mandó a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, comandante de la ciudad, y a Joaj, hijo de Joajaz, heraldo, que reparasen la Casa de Yavé, su Dios.
9 Fueron, pues, donde el sumo sacerdote Helquías y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, es decir, todo lo que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén.
10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yavé, y éstos se lo dieron a los obreros para restaurar y reparar la Casa.
11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para comprar piedras de cantera y madera para las vigas y la armazón de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Estos trabajaban permanentemente en la obra. Estaban bajo la vigilancia de Yajat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesulam, de los hijos de los quehatitas, que los dirigían, y de otros levitas, todos ellos maestros en tocar instrumentos de música.
13 También dirigían a los peones de carga y a todos los que trabajaban en la obra en los distintos servicios. Entre los levitas había además escribas, notarios y porteros.
Descubrimiento de la Ley
14 Cuando estaban sacando el dinero traído de la Casa de Yavé, el sacerdote Helquías encontró el libro de la Ley de Yavé dada a Moisés.
15 Tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yavé»; y Helquías entregó el libro a Safán.
16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus servidores están haciendo todo lo que les ha sido encargado.
17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yavé y lo han entregado a los encargados y a los que trabajaban en la obra.
18 Luego el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Helquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó una parte de dicho libro en presencia del rey.
19 Cuando el rey escuchó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos
20 y ordenó a Helquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:
21 «Vayan, consulten a Yavé por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado. Seguramente Yavé está muy enojado contra nosotros, pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yavé y no han obrado conforme a todo lo escrito en este libro.»
22 Helquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, esposa de Salum, hijo de Yoquejat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario. Ella vivía en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron conforme a lo indicado
23 y ella respondió: «Escuchen la palabra que dirige Yavé a ese hombre que los ha enviado a mí.
24 Así habla Yavé: Voy a traer la desgracia sobre este lugar y sobre sus habitantes, conforme a todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá.
25 Ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos, y por eso mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que los ha enviado para consultar a Yavé, le dirán: Así dice Yavé, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído.
27 Tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír mis palabras contra este lugar y sus habitantes; te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí; por eso yo, a mi vez, he oído, palabra de Yavé.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre este lugar y sus habitantes.»
28 Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey envió un mensajero para reunir a todos los jefes de Judá y de Jerusalén.
30 Subió el rey a la Casa de Yavé con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del Libro de la Alianza que había sido encontrado en la Casa de Yavé.
31 El rey se mantuvo de pie sobre su estrado y celebró la Alianza en presencia de Yavé, tomando el compromiso de caminar tras Yavé y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la Alianza escritas en aquel libro.
32 Hizo que se adhirieran a la Alianza cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín, y los habitantes de Jerusalén tuvieron que actuar de acuerdo con la Alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de las provincias en que vi vían los hijos de Israel y obligó a todos los que se encontraban en Jerusalén a servir a Yavé, su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron más de Yavé, el Dios de sus padres.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 35
La Pascua de Josías
1 Josías celebró una Pascua en honor de Yavé en Jerusalén; inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.
2 Estableció a los sacerdotes en sus funciones y les dio ánimo para servir en la Casa de Yavé.
3 Dijo a los levitas que enseñan a todo Israel y están consagrados a Yavé: «Pongan el Arca Santa en la Casa que construyó Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habrán de llevarla en los hombros. Ahora sirvan a Yavé nuestro Dios y a Israel, su pueblo.
4 Estén preparados según las casas paternas y las clases de ustedes conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo Salomón.
5 Ocupen el sitio que les corresponde en el santuario según los grupos de sus casas paternas y el orden establecido en la tribu de Leví para estar a disposición de sus hermanos, la gente del pueblo.
6 Luego inmolen la Pascua, santifíquense y prepárenla para sus hermanos cumpliendo la orden de Yavé, dada por medio de Moisés.»
7 Josías reservó para la gente del pueblo corderos y cabritos en número de treinta mil, todos ellos como víctimas pascuales, para cuantos se hallaban presentes, y tres mil bueyes. Todo ello de la hacienda del rey.
8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo, los sacerdotes y los levitas. Los intendentes de la Casa de Dios, Helquías, Zacarías y Jejiel, dieron a los sacerdotes dos mil seiscientas ovejas y trescientos bueyes;
9 Kononías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Jeiel y Josabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas cinco mil corderos pascuales y quinientos bueyes.
10 Preparado así el servicio, los sacerdotes ocuparon sus puestos, lo mismo los levitas, según sus clases, conforme a la orden del rey.
11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes por su propia mano rociaban con la sangre, los levitas las desollaban.
12 Apartaban lo destinado al holocausto para darlo al pueblo, repartido según las secciones de sus casas paternas, a fin de que lo ofrecieran a Yavé conforme a lo escrito en el Libro de Moisés. Lo mismo se hizo con los bueyes.
13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas sagradas en ollas, calderas y cazuelas, y las repartieron con rapidez entre la gente del pueblo.
14 Después prepararon la Pascua para sí y los sacerdotes, porque los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer holocaustos y grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto, conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo prepararon todo.
16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yavé para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yavé, según la orden del rey Josías.
17 Los hijos de Israel que se encontraban allí celebraron en este tiempo la Pascua, y también la fiesta de los Azimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días del profeta Samuel y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Jo sías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.
19 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
20 Después de todo esto, cuando Josías había reparado la Casa de Yavé, subió Nekó, rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates. Josías le salió al encuentro.
21 Nekó le mandó mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra otro con el cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»
22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, y no escuchó las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguidó.
23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus servidores: «Llévenme fuera, pues estoy gravemente herido.»
24 Sus servidores lo sacaron del carro y, pasándolo a otro carro que tenía, lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso un canto fúnebre sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus cantos fúnebres, lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritos entre las Lamentaciones.
26 Lo demás referente a Josías y todo lo bueno que hizo de acuerdo con la Ley de Yavé
27 y sus hechos del comienzo al fin están escritos en el libro de los Reyes de Israel y de Judá.
Segundo Libro de las Crónicas (2Crón) Capítulo 36
Los últimos reyes
1 El pueblo del país tomó a Joacab, hijo de Josías, para proclamarlo rey de Jerusalén, en lugar de su padre.
2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén.
3 El rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, e impuso al país una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.
4 El rey de Egipto proclamó rey de Judá y de Jerusalén a Eliaquim, hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Joaquim.
5 Y a Joacaz, su hermano, lo llevó preso a Egipto.
5 Joaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.
6 Hizo el mal a los ojos de Yavé su Dios. Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a atacarlo y lo ató con cadenas de bronce para conducirlo a Babilonia.
7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia los objetos de la casa de Yavé, que depositó en su santuario en Babilonia.
8 Lo demás referente a Joaquim, las maldades que cometió y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los Reyes de Israel y de Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquim.
9 Joaquim tenía dieciocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yavé.
10 A la vuelta del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de Yavé, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sede cías, hermano de su padre.
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.
12 Hizo el mal a los ojos de Yavé, su Dios, y no se humilló ante el profeta Jeremías que le hablaba en nombre de Yavé.
13 También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había hecho jurar por Dios; se porfió y se obstinó en su corazón, en vez de volverse a Yavé, su Dios de Israel.
Conclusión del libro
14 Del mismo modo todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las naciones paganas, y mancharon la Casa de Yavé, que él se había consagrado en Jerusalén.
15 Yavé, el Dios de sus padres, les enviaba desde el principio avisos por medio de mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada.
16 Pero ellos maltrataron a los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se burlaron de sus profetas, hasta que estalló la ira de Yavé contra su pueblo y ya no hubo remedio.
17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores hasta dentro de su santuario, sin perdonar a joven ni a virgen, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.
18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la Casa de Yavé y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó a Babilonia.
19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos los objetos preciosos.
20 Y a los que escaparon de la espada, los llevó prisioneros a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta que se estableciera el reino de los persas.
21 Así se cumplió la palabra de Yavé, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, quedará desolado y descansará todos los días hasta que se cumplan los setenta años.»
22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yavé dicha por boca de Jeremías, Yavé movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó comunicar de palabra y por escrito en todo su reino: 23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yavé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. ¡Quien de entre ustedes pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él y suba!»