La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Nehemías (Neh)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13    
Nehemías (Neh) Introducción
El Judaísmo
Esdras y las Crónicas
La deportación a Babilonia de las elites del pueblo de Judá, en los años 606 y 587, puso fin a la nación de Israel en la tierra de Palestina. La mayor parte de ese pueblo, las tribus del norte: Efraím, Manasés y las otras menos importantes, habían ya dejado de existir como “reino de Israel” después de las deportaciones asirias de los años 634 y 621.
Cuando el persa Ciro se apoderó de Babilonia, su edicto del año 538 invitó a los deportados de Judá a reconstruir, no ya su reino, sino una provincia persa de Jerusalén. Pero nada parecido ocurre con las tribus del norte. Estas nunca pudieron imponer su cultura y su religión a los cananeos y a los nuevos inmigrantes con los cuales se habían mezclado (2Re 17,24-34).
La historia de Israel en Palestina será en adelante la de la provincia de Judá, y de la palabra Judeo se derivó la palabra Judío. La comunidad religiosa y cultural que va a nacer y desarrollarse, será conocida por la historia como el Judaísmo.
Las Crónicas y los libros de Esdras son los testimonios de la formación del Judaísmo. Estos libros, que sólo entraron muy tardíamente a la Biblia hebrea, son inseparables.
Esdras y Nehemías
No es fácil discernir lo que corresponde a cada uno de estos dos hombres. Además de las otras razones que pudieron inducir al autor a mezclar la obra de los dos, se dejó engañar por el hecho de que sus documentos mencionaban en diversos lugares al rey Artajerjes (Esd 4; 7; 8,1; Ne 1; 2; 5; 13...) como si hubiera sido uno solo. Ahora bien, hubo dos reyes con ese nombre: Artajerjes I que reinó de 465 a 423, y Artajerjes II, de 404 a 358.
Lo más probable es que Nehemías haya llegado a Jerusalén el 445 y que volvió donde el rey el 433. Luego regresó para una segunda misión en una época no determinada. Tal vez ya no estuviera cuando reinó Darío II (423-404). Y fue sólo el séptimo año de Artajerjes II (Esd 7,8), o sea el 398, cuando Esdras llegó a Jerusalén.
Las etapas de la reconstrucción de un pueblo
El decreto de Ciro del 538 fue un signo de su benevolencia con las diferentes culturas y religiones de los pueblos que había reunido en su inmenso imperio. Pero había también intenciones políticas. Sea como fuere, no se equivocó al confiar en los judíos. Los judíos que habían ya emigrado a muchas regiones del Medio Oriente habían adquirido la fama de personas más confiables. La reconstrucción del pueblo de Dios será, pues, tanto fruto de la pedagogía de Dios en los siglos anteriores como producto de las circunstancias que Dios había previsto en la historia mundial.
Zorobabel
Una primera ola de deportados regresa al país de Judá y se esfuerza por abrirse un espacio allí donde otros han ocupado los espacios abandonados. Zorobabel, un descendiente de Joaquín, el último rey, se destaca entre los exiliados y toma la iniciativa de reconstruir el Templo, aunque sólo levanta una pobre réplica de éste. El asunto no era tan simple como parecía (Esd 4,1-6). Los profetas Ageo y Zacarías estimulan el trabajo. El templo es reconstruido el año 520 (Ag 1,1; Za 1,1). Ésa fue una primera etapa.
Nehemías
La reconstrucción del Templo produjo roces entre los repatriados y el pueblo que se había quedado en el país. Cuestión de intereses, es cierto, por el temor de los que estaban ante la llegada de grupos más motivados y que contaban con el apoyo del rey. Pero también cuestión religiosa, porque si el pueblo de Dios ya no se identifica con una nación ni con un territorio, hay que fijar de nuevo los criterios de pertenencia a la comunidad.
Transcurrieron así cerca de ochenta años. El entusiasmo de los repatriados decayó, la moralidad se rebajó al nivel mismo de la población del país. Los profetas Zacarías, Malaquías y el tercer Isaías denuncian las mismas fechorías que los profetas anteriores.
Es entonces cuando Nehemías se siente llamado. Comprende que la comunidad no será respetada si no tiene fronteras. No pretende independizarse del imperio persa, pero se necesitan murallas para hacer frente a las amenazas y violencias de los poderes intermediarios y de los vecinos. Luego, será necesario reorganizar la comunidad, exigiendo a los más ricos la solidaridad con sus hermanos necesitados, y respetando la prioridad que se debe al culto divino. La comunidad escapará al peligro de ser asimilada por el medio ambiente merced a barreras que se impondrán de a poco: no habrá más matrimonios mixtos y la familia será judía; se respetará el descanso sabático; el poder civil será responsable de la fidelidad religiosa al igual que los sacerdotes.
Esdras
Esdras llega veinte años después de Nehemías. El Gran Rey quiere que cada pueblo tenga un código de leyes escritas; por eso confía, para los judíos, en un maestro de la Ley. La Ley del pueblo judío estaba toda en los libros sagrados. Aunque no se sabe de forma precisa si Esdras participó personalmente en la redacción de los libros santos, a él se debió su recopilación (Ne 8,1). Él fue quien realmente instauró el “judaísmo” al hacer de la lectura y de la puesta en práctica de esa Ley la regla suprema de la comunidad. El documento que se lee en Ne 10 (el nombre de Nehemías en el versículo 2 es una inserción anacrónica) es la confirmación de lo que éste ya había emprendido.
Con Esdras, que es un sacerdote, y con su misión oficial, los sacerdotes pasan a ser el grupo dominante. Estarán ligados al poder imperial persa y serán los garantes de la estabilidad, lo que, en el plano religioso, contiene una amenaza para el porvenir. Se pensará que la prosperidad del Templo, los sacrificios, la aceptación de la Ley aseguran las correctas relaciones entre Dios y su pueblo. Pero la espera de tiempos nuevos se va debilitando; el profetismo pasa a ser marginal y sus obras tardías se incluirán en los libros anteriores tal como fue el caso de Joel y de la segunda parte de Zacarías.
De ese judaísmo no se renegará, sino que será seriamente cuestionado por la invasión de la cultura helénica, y como una respuesta del alma judía aparecerá el movimiento asideo. Véase al respecto la introducción a Daniel.
Nehemías (Neh) Capítulo 1
Cómo se sintió llamado Nehemías
1 Palabras de Nehemías, hijo de Hacalía. El año veinte del reinado de Artajerjes, en el mes de Quisleu, estaba yo en la fortaleza de Susa.
2 Uno de mis hermanos, Jananí, acababa de llegar de Judá con algunos hombres; les pregunté sobre los judíos, sobre los sobrevivientes que habían regresado del cautiverio, y sobre Jerusalén.
3 Me respondieron: «Allá abajo, en la provincia, los que volvieron del cautiverio, los sobrevivientes, viven en la miseria y en medio de humillaciones; la muralla de Jerusalén está llena de hoyos y sus puertas, quemadas».
4 Al oír eso, me senté y me puse a llorar. Y durante muchos días permanecí sumido en la tristeza: ayunaba y oraba ante el Dios del Cielo,
5 y le decía: «¡Ay, Yavé, Dios del Cielo, Dios grande y terrible, que mantienes tu Alianza y tu fidelidad con los que te aman y cumplen tus mandamientos!
6 ¡Escucha con atención, abre los ojos, atiende la plegaria de tu servidor! Porque como tú lo ves, yo oro día y noche por los hijos de Israel, tus servidores, y 7 confieso los pecados de los hijos de Israel.
7 ¡Sí, hemos pecado contra ti, hemos pecado, tanto yo como la casa de mi padre! Nos hemos portado muy mal contigo, no hemos respetado los mandatos, las ordenanzas y los decretos que nos diste por medio de Moisés, tu servidor.
8 Sin embargo, acuérdate de la palabra que empeñaste con Moisés, tu servidor, cuando le dijiste: «Si ustedes son infieles, los dispersaré en medio de las naciones,
9 pero si se vuelven a mí, si respetan mis mandatos y los ponen en práctica, aunque sus desterrados se hallen en el extremo del cielo, los reuniré y los haré volver al lugar que elegí para que en él habitara mi Nombre».
10 Estos son, pues, tus servidores y tu pueblo que tú libraste con mucha fuerza y con tu poderosa mano.
11 ¡Oh Señor, escucha atentamente la oración de tu servidor, la oración de tus servidores que encuentran su alegría en temer tu Nombre; haz que hoy le vaya bien a tu servidor y que pueda conquistar el corazón del rey».
11 Por ese entonces yo estaba cerca del rey, pues le preparaba sus bebidas.

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Comentarios Nehemías, capítulo 1
1,1

Nehemías estaba en el palacio del rey Artajerjes como encargado de las bebidas, puesto de confianza en ese tiempo en que los reyes temían ser envenenados.

Es un hombre que tiene su porvenir asegurado; sin embargo, va a dejar todo para el servicio de Dios. Su vocación se apoya en una comprensión de la historia que sólo tiene el creyente: Israel no debe echarle a otro la culpa por su situación difícil. Sus propios pecados son la causa de su desgracia. Y, por tanto, no debe esperar su restauración nacional de la benevolencia de los países más poderosos, sino de su propia conversión.
Nehemías (Neh) Capítulo 2
Nehemías lo deja todo para ir a reconstruir su país
1 Ahora bien, el año veinte del rey Artajerjes, en el mes de Nisán, como yo estaba encargado de servir el vino, lo tomé y se lo pasé al rey. Nunca hasta entonces me había presentado triste delante de él.
2 El rey me preguntó: «¿Por qué estás triste? No estás enfermo, sin embargo hay algo que te preocupa». Después de un instante de temor,
3 le dije al rey: «¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas, y sus puertas quemadas por el fuego?»
4 El rey entonces me respondió: «¿Qué quieres?» Supliqué al Dios del Cielo
5 y le dije al rey: «Si es que el rey quiere y si es que tu servidor cuenta con tu favor, envíame a Judá, a la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados, para reconstruirla».
6 Como se encontraba la reina sentada al lado del rey, ambos me preguntaron: «¿Cuánto tiempo va a durar tu viaje y cuándo vas a volver?» Fijé entonces un plazo y el rey consintió en que me fuera.
7 Dije también al rey: «Si el rey así lo quiere, despache conmigo cartas a los gobernadores de la provincia que está más allá del Eufrates, para que me dejen pasar hasta que llegue a Judá.
8 Deme también una carta para Asaf, el gobernador del parque real, para que me entregue la madera para las puertas de la fortaleza del Templo, para la muralla de la ciudad y para la casa donde viviré». Como la mano benevolente de Dios estaba conmigo, el rey me lo concedió todo.
9 Cuando llegué donde los gobernadores de la provincia que está más allá del Eufrates, les entregué las cartas del rey; el rey había ordenado que me acompañaran oficiales y gente de a caballo.
10 Pero cuando Sambalat el horonita, y Tobías, el funcionario amonita, se enteraron de mi misión, se sintieron muy molestos: ¡cómo era posible que viniera alguien a preocuparse de los problemas de los israelitas!
11 Cuando llegué a Jerusalén, esperé tres días,
12 luego salí de noche con algunos hombres, sin decir a nadie lo que mi Dios me había inspirado que hiciera por Jerusalén, y no tenía ningún otro animal más que aquel en que iba montado.
13 Salí, pues, de noche, por la Puerta del Valle y me dirigí a la fuente del Dragón y a la Puerta del Basural. Observé atentamente la muralla de Jerusalén: había hoyos y las puertas habían sido devoradas por las llamas.
14 Seguí hasta la Puerta de la Fuente y hasta la Piscina del rey, pero el animal que montaba ya no tenía por donde pasar.
15 Entonces regresé subiendo de noche a lo largo de la quebrada; examinaba a cada rato la muralla y después di media vuelta y me volví pasando por la Puerta del Valle.
16 Los consejeros no sabían a dónde había ido ni lo que había hecho. Pues hasta entonces no había dicho nada ni a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los responsables, ni a los consejeros ni a ningún otro funcionario.
17 Pero entonces les dije: «Fíjense en la miseria en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas están quemadas. Vamos, tenemos que reconstruir la muralla de Jerusalén para que dejen de burlarse de nosotros».
18 Les conté además como la mano de Dios, esa mano llena de bondad, había estado conmigo, y les transmití las palabras del rey. «¡De pie! exclamaron, ¡construyamos!» Y se pusieron a trabajar con entusiasmo en esta hermosa obra.
19 Cuando Sambalat el horonita, Tobías, el funcionario amonita y Guesén el árabe supieron eso, se burlaban de nosotros. Nos miraban con desprecio: «¿Qué están haciendo, nos decían, acaso quieren rebelarse contra el rey?»
20 Pero yo les respondí con seriedad: «El Dios del Cielo hará que tengamos éxito, pues somos sus servidores, por eso vamos a empezar el trabajo. Ustedes, en cambio, no tienen ni derecho ni herencia ni ningún recuerdo en Jerusalén».

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Comentarios Nehemías, capítulo 2
2,1

Nehemías pide y consigue porque no es pedigüeño, y sus años de servicio leal le granjearon la simpatía y la estima. Se destacan su discreción e iniciativa, y su palabra ardiente con que alienta a los escépticos, logrando persuadirlos.

¿Era necesario construir las murallas de Jerusalén? En realidad, la Biblia destaca, más que la restauración misma, la manera como se realizó: Nehemías, pidiendo la cooperación de todos, edifica la comunidad de Jerusalén.
Nehemías (Neh) Capítulo 3
Empiezan a reconstruir la muralla
1 El sumo sacerdote Eliasib se puso a trabajar junto con sus hermanos y reconstruyeron la Puerta de las Ovejas. Instalaron el marco, pusieron las dos puertas y siguieron hasta la Torre de los Cien y hasta la Torre de Jananeel.
2 Después de ellos trabajaba la gente de Jericó, y luego Zacur hijo de Imri.
3 Los hijos de Ja-Sená construyeron la Puerta de los Pescados, instalaron el marco y pusieron ambas puertas, junto con los candados y trancas.
4 Después se puso a trabajar Meremot, hijo de Urías, hijo de Jacós, seguido por Mesulam, hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel, y al último Sadoc, hijo de Baana.
5 La gente de Tecoa se puso a trabajar, pero sus jefes no se dignaron trabajar para su Señor.
6 Yoyada, hijo de Paseaj, y Mesulam, hijo de Besodías repararon la Puerta del Barrio Nuevo, instalaron el marco y pusieron ambas puertas, junto con los candados y trancas.
7 Melatías de Gabaón y Jadón de Meronot trabajaron a continuación junto con la gente de Gabaón y de Mispá, que dependían del gobernador de la provincia a este lado del Eufrates.
8 Después de ellos, fortificaron Jerusalén hasta la Muralla Grande, Uziel, de la corporación de los orfebres, y Jananías, de la corporación de los perfumistas.
9 Después de ellos trabajaba Refaías, hijo de Hur, jefe de medio sector de Jerusalén.
10 Luego Ye daías hijo de Hammaf, en frente de su casa, y en seguida Jatús, hijo de Jasabneías.
11 Malaquías, hijo de Jarim, y Jasub, hijo de Pajaj-Moab, repararon el siguiente sector hasta la torre de los Hornos.
12 Después seguía Salum, hijo de Jalojés, jefe del otro medio sector de Jerusalén, quien trabajó con sus hijas.
13 Janún y los habitantes de Zanoaj repararon la Puerta del Valle, la reconstruyeron y pusieron las puertas junto con los candados y las trancas; construyeron quinientos metros de muralla, hasta la puerta del Basural.
14 Malquías, hijo de Recab, jefe del sector de Bet-ha-Querem, reparó la puerta del Basural junto con sus hijos; puso ambas hojas, los candados y las trancas.
15 Salum, hijo de Col José, jefe del sector de Mispá, reparó la puerta del Manantial, la reconstruyó, le puso techo y además ambas puertas con sus candados y trancas; levantó nuevamente el muro de la Cisterna de Siloé, hasta los escalones que bajan de la Ciudad de David (la Cisterna se sitúa al lado del Jardín del Rey).
16 Nehemías, hijo de Betsur, continuó con los trabajos hasta las sepulturas de David, hasta la Cisterna y hasta la Casa de la guardia real.
17 Después de él trabajaban los levitas: Rejum, hijo de Bani, Asabías, jefe de medio sector de Quela;
18 luego sus hermanos, Binui, hijo de Yenadad, jefe del otro medio sector de Quela,
19 Ezer, hijo de Yesúa, jefe de Mispá, trabajó en el ángulo de la muralla, cerca de la Casa de Armas;
20 después de ellos venía Baruc, hijo de Zabay, desde el ángulo de la muralla hasta la puerta de la casa del Sumo sacerdote Eliasib;
21 después de él, en la siguiente sección, trabajó Meremot, hijo de Urías, hijo de Jacós, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el término.
22 Los sacerdotes que vi vían en los demás sectores trabajaron también en las reparaciones.
23 Dinyamín y Jasub, frente a su propia casa; Azarías, hijo de Maaseías hijo de Jananías, cerca de su casa;
24 en el sector siguiente trabajó Binuí, hijo de Jenadab, desde la casa de Azarías hasta el ángulo de la muralla;
25 luego trabajó Palal, hijo de Uzay, cerca del ángulo de la muralla y de la torre que protege el palacio real, al lado del patio de la prisión. Pe daías, hijo de Pareas,
26 trabajó hasta frente a la Puerta de las Aguas, hacia el este, y hasta la torre del Angulo;
27 después de él trabajaron la gente de Tecoa frente a la gran torre del ángulo y hasta el muro de Ofel.
28 Los sacerdotes trabajaron en las reparaciones, cada uno frente a su casa, partiendo de la puerta de los Caballos:
29 Sadoc, hijo de Immer, frente a su propia casa; Semaías hijo, de Secanías, custodiaba la puerta del Este.
30 Jananías, hijo de Selemías, y Janun, el sexto hijo de Salaf, trabajaron el siguiente sector. Mesulam, hijo de Berequías, frente a su propia casa;
31 Malquías, de la corporación de los orfebres, trabajó hasta la casa de los sirvientes y de los comerciantes, que estaba frente a la puerta de la Vigilancia, cerca de la Sala alta del ángulo de las fortificaciones.
32 Los orfebres y los comerciantes hicieron el trabajo entre esas dos salas y la Puerta de las Ovejas.
Los enemigos procuran desanimar a Nehemías
33 Cuando Sambalat supo que estábamos reconstruyendo la muralla, se molestó mucho y montó en cólera. Burlándose de los judíos,
34 declaró frente a sus hermanos y a las tropas de Samaría: «¿Qué hacen esos pobres judíos? ¡Piensan, tal vez, que van a hacer revivir esas piedras que sacaron de las ruinas y que están todas quemadas!»
35 Y Tobías el amonita, que estaba a su lado agregó: «¡Que construyan no más, pues cualquier zorro echará abajo su muralla!»
36 ¡Escucha, Dios mío, cómo hemos sido humiliados! ¡Haz que sus insultos recaigan sobre sus cabezas y que sean despreciados en un país donde estén desterrados!
37 No perdones su falta ni borres su pecado, porque insultaron a los que construían.
38 Así fue como volvimos a levantar la muralla y la dejamos terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo trabajaba con entusiasmo.

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Comentarios Nehemías, capítulo 3
3,33

Pronto el trabajo de Nehemías despierta celos y sospechas. Nada raro. La firmeza de un solo hombre, fue suficiente para animar a todos. En ese momento preciso, levantar la muralla de Jerusalén era la tarea concreta sin la cual pararía la historia sagrada. De transigir y demorar, el pueblo judío habría perdido los medios de su independencia y el sentido de su misión. Lo mismo hoy, aunque la misión de la Iglesia sea eminentemente espiritual, nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra actitud frente a atropellos y traiciones a la verdad en cosas muy concretas de la vida social.
Nehemías (Neh) Capítulo 4
1 Cuando Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los habitantes de Asdod supieron que avanzaba la reconstrucción de la muralla de Jerusalén, ya que casi todos los hoyos habían sido tapados, se enojaron mucho
2 y se juntaron para atacar Jerusalén y sembrar allí el pánico.
3 Nosotros, en tanto, orábamos a nuestro Dios y habíamos puesto una guardia de día y de noche para protegernos de ellos.
4 Por ese entonces decían los judíos: «Hay demasiados escombros y los portadores ya no dan más; jamás podremos recontruir la muralla».
5 Y nuestros adversarios decían: «Nos dejaremos caer sobre ellos sin que lo sepan, antes de que nos vean. Los mataremos e interrumpiremos la obra».
6 Algunos judíos que vivían cerca de ellos nos vinieron a decir unas diez veces: «¡Van a venir a atacarlos de todas partes!»
7 Ubiqué pues a todo el pueblo, por familias, en los huecos de la parte baja de la muralla, con sus espadas, lanzas y arcos.
8 Como viera que tenían miedo, fui a decir a los jefes, a los funcionarios y a todo el pueblo: «¡No tengan miedo! Piensen que el Señor es grande y terrible, y luchen por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus mujeres y sus casas».
9 Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos prevenidos y que Dios había hecho fracasar su plan, volvimos todos a la muralla, cada cual a su trabajo.
10 Pero desde ese día, la mitad de mis hombres trabajaba y la otra, armada con lanzas, escudos, arcos y corazas, se mantenía detrás de los judíos que trabajaban en la muralla.
11 Los portadores iban armados; con una mano trabajaban y con la otra sostenían la lanza.
12 Los que construían llevaban su espada al cinto mientras trabajaban. Un encargado de tocar la trompeta estaba a mi lado,
13 pues yo había dicho a los funcionarios y a todo el pueblo: «La obra es muy exigente y muy extensa y estamos dispersos en la muralla, alejados unos de otros.
14 Por eso, apenas oigan el toque de la trompeta, vengan a juntarse con nosotros desde el lugar en donde estén y que nuestro Dios combata por nosotros».
15 Así trabajabamos desde que comenzaba el día hasta la aparición de las primeras estrellas, y la mitad sostenía sus lanzas.
16 Por ese entonces dije también al pueblo: «Cada cual, junto con su sirviente, pasará la noche en Jerusalén. De noche harán guardia y de día estarán en la obra».
17 Ni yo ni mis hermanos ni mis hombres ni los que hacían guardia nos cambiábamos de ropa, y teníamos constantemente las armas en la mano.
Nehemías (Neh) Capítulo 5
Los ricos deben compartir los sacrificios del pueblo
1 La gente del pueblo y sus mujeres se quejaron de sus hermanos judíos:
2 «Tenemos que empeñar a nuestros hijos y a nuestras hijas a cambio de trigo si queremos comer y vivir».
3 Otros de cían: «Tenemos que empeñar nuestros campos, nuestras viñas y nuestras casas a cambio de trigo, debido a esta hambruna».
4 Otros decían además: «Para poder pagar el impuesto al rey, tuvimos que pedir plata prestada, hipotecando nuestros campos y nuestras viñas.
5 Sin embargo somos de la misma sangre que nuestros hermanos, y nuestros hijos valen tanto como los de ellos; incluso tenemos que dejar en prenda a nuestros hijos y a nuestras hijas, y a menudo se aprovechan de ellas. ¿Qué más podemos hacer, si nuestros campos y nuestras viñas ya pertenecen a otros?»
6 Al oír esa queja y esas palabras, me enojé mucho. 7 Después de haber reflexionado, llamé severamente la atención a los nobles y a los funcionarios: «¡Ustedes imponen una pesada carga a sus hermanos!»
7 Entonces convoqué a una gran asamblea,
8 y les dije: «En la medida de nuestras posibilidades, hemos rescatado a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos en medio de las naciones, pero ahora ustedes venden a sus hermanos o los compran». Todos estaban callados, nadie replicaba.
9 Y añadí: «Lo que han hecho, no está bien. ¿No quieren obedecer a nuestro Dios? ¿Quieren seguir las practicas vergonzosas de nuestros enemigos paganos?
10 Yo mismo, mis hermanos y mis hombres les hemos prestado dinero y trigo, ¡pues bien, condonémosles su deuda!
11 Devuélvanles inmediatamente sus campos, sus viñas, sus olivares y sus casas; condónenles la deuda de dinero, de trigo, de vino o de aceite que tienen con ustedes».
12 Todos respondieron: «Devolveremos lo que recibimos en prenda, no exigiremos nada y haremos lo que tú dices».
12 Entonces llamé a los sacerdotes e hice que todo el mundo jurara que iba a poner en práctica esa promesa.
13 Luego, sacudí las dobleces de mi túnica y dije: «¡Así eche Dios fuera de su casa y de sus bienes a cualquier hombre que no cumpla esta palabra! ¡Sea así sacudido y que quede vacío!» Y toda la asamblea respondió: «¡Amén!» Y alabaron a Yavé. El pueblo, en tanto, respetó su compromiso.
14 Desde el día en que fui nombrado gobernador del territorio de Judá, en el año veinte de Artajerjes, hasta el año treinta y dos de su reinado, es decir, durante doce años, ni yo ni mis hermanos hemos cobrado «el pan del gobernador».
15 Los anteriores gobernadores habían esquilmado al pueblo: le cobraban cuatro cientas piezas de plata en pan y vino por día, y sus hombres abusaban del pueblo. Yo no hice algo parecido porque temía a Dios.
16 Además, estuve tan absorbido por el trabajo de las fortificaciones, que no compré campos, y todos mis hombres estaban allí trabajando.
17 Se sentaban a mi mesa unos ciento cincuenta nobles y funcionarios, sin contar los que llegaban de las naciones extranjeras.
18 Cada día habia que preparar un buey, seis corderos escogidos y aves, y todo eso era a mis expensas; todos los días se traían muchos cueros de vino. Pero a pesar de eso, nunca reclamé «el pan del gobernador», porque veía que esa obra era muy pesada para el pueblo.
19 Acuérdate de mí, pues, Dios mío, no te olvides de lo que he hecho por este pueblo.

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Comentarios Nehemías, capítulo 5
5,1

Somos de la misma sangre que nuestros hermanos (5). Los dirigentes van repitiendo que la reconstrucción del país requiere sacrificios. Pero el pueblo judío exige que los sacrificios sean realmente compartidos por todos. Los que tienen lo necesario para el día de hoy deben cancelar las deudas de los que no tienen.

Pero ahora ustedes venden a sus hermanos o los compran (8). Nehemías sale en defensa de los más humildes y denuncia el pecado que los ricos han cometido sin darse cuenta; impulsados por la lógica del haber y del debe, han llegado hasta someter a servidumbre a sus her manos.

¿Quieren seguir las prácticas vergonzosas de nuestros enemigos paganos? (9). Con razón se busca una liberación de las estructuras antisociales, y por fin el espíritu explotador que tenemos cada uno es el último por arrancar.
Nehemías (Neh) Capítulo 6
Nuevas dificultades
1 Sambalat, Tobías, el árabe, Guesén y los demás enemigos supieron que yo había reconstruido la muralla y que no quedaba ni un solo hoyo; sin embargo, no había puesto todavía las hojas de las puertas.
2 Entonces Sambalat y Guesén me mandaron este mensaje: «Ven a vernos a Ha-Quefirim en el valle de Ono». Pues tenían pensado hacerme algo malo.
3 Les mandé unos mensajeros con esta respuesta: «Estoy tan ocupado en un importante trabajo que no puedo ir. Ni voy a dejar todo tirado de repente para ir a verlos».
4 Me mandaron a decir lo mismo cuatro veces, y cada vez les di la misma respuesta.
5 Pues bien, a la quinta vez, Sambalat me envió a su sirviente con una carta
6 que decía: «Corre el rumor entre los extranjeros, y así me lo dijo Gasmú, que tú y los judíos se están preparando para una rebelión; es por eso que reconstruiste la muralla, porque quieres ser rey.
7 Incluso te has conseguido profetas para que te apoyen y proclamen en Jerusalén: «Judá tiene ahora un rey». Como seguramente el rey se va a enterar de todo eso, mejor ven para que lo discutamos».
8 Le mandé de vuelta esta respuesta: «Nada es cierto de todo lo que dices, tú has inventado todo eso».
9 Pues todos, queriendo meternos miedo, decían: «Se van a cansar de trabajar y la obra no se hará». Yo, en cambio, me empeñaba más todavía.
10 Por ese entonces fui a la casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo de Meytabeel, porque no podía venir. Me dijo: «Reunámonos en el Templo de Dios, dentro del Santuario, y cerremos las puertas del Santuario, pues aquí están los que te van a matar y te van a matar de noche».
11 Le respondí: «¿Un hombre de mi clase va a huir? Uno cualquiera, como yo, no puede entrar en el Santuario y seguir con vida. No iré».
12 Me había dado cuenta de que no era Dios quien lo enviaba para advertirme, sino que Tobías lo había sobornado.
13 Era para que tuviera miedo y cometiera un pecado haciendo lo que me decía. Esto habría dado motivo para perder mi reputación y avergonzarme.
14 ¡Oh Dios mío! Acuérdate de Tobías y de lo que hizo. Acuérdate también de la profetisa Noadías y de los demás profetas que querían meterme miedo.
15 Se terminó la muralla el veinticinco del mes de Elul; se la había reconstruido en cincuenta y dos días.
16 Cuando nuestros enemigos supieron eso, todas las naciones que están alrededor de nosotros tuvieron miedo y se acobardaron. Tuvieron que reconocer en eso la obra de Dios.
17 Por ese mismo tiempo se multiplicó la correspondencia entre los nobles de Judá y Tobías.
18 Pues mucha gente de Judá estaba ligada a Tobías por el juramento que le habían hecho; éste era yerno de Secanías, hijo de Ará, y su hijo Yohanán se había casado con la hija de Mesulam, hijo de Berequías.
19 Incluso llegaron a hablar bien de Tobías delante de mí, al mismo tiempo que le contaban todas mis palabras. Y era éste, Tobías, quien me mandaba cartas para asustarme.

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Comentarios Nehemías, capítulo 6
6,1

Sambalat utiliza todos los medios para desanimar a Nehemías:

— 3,33: burlas e insultos.

— 4,2: amenaza de ataque.

— 6,2: guerra psicológica.

— 6,6: acusaciones.

— 6,14: soborno de falsos profetas.

Siempre habrá gente que se aproveche de la palabra de Dios para engañar a la gente.

Nótese la expresión en 6,13: para perder mi reputación y avengonzarme. Muy a menudo el miedo es un camino resbaladizo que conduce a la traición.
Nehemías (Neh) Capítulo 7
1 Cuando hube terminado la muralla, instalé ambas puertas y coloque allí porteros.
2 Le encargué entonces a mi hermano Janani la administración de Jerusalén y entregué el mando de la fortaleza a Jananías, porque era un hombre de confianza que temía a Dios mucho más que los demás.
3 Les dije: «Las puertas de Jerusalén serán abiertas sólo cuando el sol comience a calentar, y aun cuando éste esté todavía en lo alto del cielo, se deberán cerrar las puertas y ponerles candado. Se dispondrán turnos de guardia entre los habitantes de Jerusalén; unos permanecerán en sus puertas y otros delante de su casa.
La nueva población
4 La ciudad era grande y extensa, pero la población era poco numerosa y las casas no habían sido reconstruidas aún.
5 Por eso mi Dios me inspiró que reuniera a los nobles, a los funcionarios y al pueblo para hacer un censo por familia. Tomé en mi mano el libro donde estaban inscritos, por familia, los que habían vuelto primero, y allí leí lo siguiente:
6 Lista de la gente de la provincia que retornaron del cautiverio, de los deportados que Nabucodonosor rey de Babel había desterrado y que regresaron a Jerusalén y a Judá, cada cual a su ciudad.
7 Estos son los que volvieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvay, Nejum y Baana.
7 Cantidad de hombres del pueblo de Israel:
8 hijos de Pareós: 2.172;
9 los de Safatías: 372;
10 los de Ara: 652;
11 los de Pajat-Moab (es decir los hijos de Josué y de Joab): 2.818;
12 los de Elam: 1.254;
13 los de Zatú: 845;
14 hijos de Zacay: 760;
15 hijos de Binuí: 648;
16 hijos de Bebay: 628;
17 hijos de Azgad: 2.322;
18 hijos de Adonicam: 667;
19 hijos de Bigvay: 2.067;
20 hijos de Adín: 655;
21 hijos de Ater (es decir Hizquías): 98;
22 hijos de Jasum: 328;
23 hijos de Besay: 324;
24 hijos de Jarif: 112;
25 hijos de Gabaón: 95;
26 hombres de Belén y de Netofa: 188;
27 hombres de Anatot: 128;
28 hombres de Bet-Azmavet: 42;
29 hombres de Quiriat-Yearim, Quefira y Beerot: 743;
30 hombres de Ramá y Gueba: 621;
31 hombres de Micmas: 122;
32 hombres de Betel y de Ay: 123;
33 hombres del otro Nebo: 52;
34 los hijos del otro Elam: 1.254;
35 los hijos de Yarim: 320;
36 los hijos de Jericó: 345;
37 los hijos de Lod, Jadid y Ono: 721;
38 los hijos de Senaa: 3.930.
39 Sacerdotes: hijos de Yedaías (es decir la casa de Josué): 973;
40 hijos de Immer: 1.052;
41 hijos de Pasejur: 1.247;
42 hijos de Yarim: 1.017;
43 levitas: hijos de Josué (es decir Cadmiel), hijos de Jodías: 74;
44 cantores: hijos de Asaf 148;
45 porteros: hijos de Salum, hijos de Ater, hijos de Talmón, hijos de Acub, hijos de Hatita, hijos de Sobay: 138;
46 sirvientes: hijos de Sija, hijos de Jasufa, hijos de Tabaot,
47 hijos de Querós, hijos de Sía, hijos de Padón,
48 hijos de Lebana, hijos de Hagaba, hijos de Salmay,
49 hijos de Janán, hijos de Gidel, hijos de Gahar,
50 hijos de Reaías, hijos de Resín, hijos de Necoda,
51 hijos de Gazam, hijos de Uza, hijos de Pasea,
52 hijos de Besay, hijos de los Meunitas, hijos de los Nefusitas,
53 hijos de Bacbuc, hijos de Jacufa, hijos de Harjur,
54 hijos de Baslit, los de Mejida, los de Harsa,
55 los de Barcos, los de Sisra, los de Tema,
56 los de Nesia, los de Jatifa;
57 hijos de los esclavos de Salomón: hijos de Sotay, hijos de Soferet, hijos de Perida,
58 hijos de Jaala, hijos de Darcón, hijos de Gidel,
59 hijos de Safatías, hijos de Jatil, hijos de Poqueret-ha-Sebayim, hijos de Amón.
60 Total de sirvientes y esclavos de Salomón 392.
61 Los sobrevivientes que provenían de Tel-Melá, de Tel-Jarsá, de Querub, de Adán y de Immer no pudieron decir si sus familias y sus clanes eran de Israel:
62 hijos de Delaías, hijos de Tobías, hijos de Necoda 642.
63 Entre los hijos de sacerdotes, los hijos de Hobaías, los de Jacós y los de Barsilay (ese hombre había adoptado el nombre de Barsilay de Ga laad, con una de cuyas hijas se había casado),
64 todos esos buscaron sus listas genealógicas, pero no las hallaron; por eso fueron descartados del sacerdocio como impuros.
65 El gobernador les prohibió que comieran alimentos sagrados hasta que un sacerdote solucionara la cuestión por el Urim y el Tumim.
66 Toda la asamblea sumaba 42.360 personas,
67 sin contar los esclavos y los sirvientes que llegaban a 7.337; también había 245 cantores entre hombres y mujeres.
68 Se contaron 435 camellos y 6.720 burros.
69 Algunos jefes de familia hicieron donaciones para los trabajos. El gobernador dio para el fondo común 1.000 piezas de oro, 50 copas y 30 túnicas para los sacerdotes.
70 Para los trabajos algunos jefes de familia entregaron al fondo común 20.000 piezas de oro y 2.200 minas de plata.
71 Las demás donaciones hechas por el resto del pueblo ascendieron a 20.000 piezas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas para los sacerdotes.
72 Los sacerdotes, los levitas y una parte del pueblo se quedaron a vivir en Jerusalén; los cantores, los porteros, los sirvientes y todos los demás israelitas se fueron a vivir en sus ciudades. Cuando llegó el séptimo mes, los israelitas ya estaban en sus ciudades.
Nehemías (Neh) Capítulo 8
Esdras lee el libro de la Ley delante del pueblo
1 Todo el pueblo se juntó como un solo hombre en la plaza, frente a la puerta de las Aguas. Pidieron entonces al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés que Yavé había ordenado a Is rael.
2 El sacerdote Esdras presentó la Ley ante la asamblea, que estaba compuesta por hombres, mujeres, todos aquellos que estaban en edad de la razón. Era el primer día del séptimo mes.
3 Estuvo leyendo el libro desde la mañana hasta el mediodía, frente a los hombres, mujeres y niños en edad de comprender que estaban reunidos en la plaza, delante de la puerta de las Aguas. Todo el pueblo prestaba mucha atención al libro de la Ley.
4 El escriba Esdras estaba en una tarima de madera construida para esa ocasión. Matitías, Sema, Anaías, Urías, Hilquías y Maaseías estaban cerca de él a su derecha. Pedaías, Micael, Malquías, Jasum, Jasbadana, Zecarías y Mesulam estaban a su izquierda.
5 Esdras dominaba a todo el mundo; abrió el libro ante todo el pueblo, y cuando lo abrió, todos se pusieron de pie.
6 Entonces Esdras bendijo a Yavé, el Gran Dios, y todo el pueblo respondió con las manos en alto: «¡Amén! ¡Amén!» Luego se inclinaron y se postraron delante de Yavé con el rostro en tierra.
7 Josué, Bani, Serebías, Yamín, Acub, Sabtay, Hodías, Maaseías, Quelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaías, que eran levitas, explicaban la Ley al pueblo, mientras éste permanecía de pie.
8 Esdras leyó el libro de la Ley de Dios, e iba traduciendo y explicando el sentido para que comprendieran la lectura.
9 En esa ocasión, su excelencia Nehemías y el sacerdote escriba Esdras, junto con los levitas que instruían al pueblo, le dijeron a éste: «¡Este es un día santo para Yavé, nuestro Dios! ¡No estén tristes! ¡No lloren!» Pues todo el pueblo estaba llorando mientras oía las palabras de la ley.
10 Le dijeron además: «¡Vayan y coman buena carne y tomen bebida agradable, pero guarden una parte para el que nada tiene preparado y llévensela, porque hoy es un día santo para nuestro Señor!»
11 Los levitas consolaban al pueblo diciéndole: «¡Que no se oigan estos lamentos! ¡Este es un día santo, no lloren más!»
12 Y todo el pueblo se dispersó para comer, beber, compartir y dar rienda suelta a su alegría, porque habían entendido las palabras que se les había enseñado.
13 Al segundo día, los jefes de familia del pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto al escriba Esdras para estudiar las palabras de la Ley.
14 En la Ley que Yavé había ordenado por boca de Moisés encontraron esto escrito: «Los hijos de Israel vivirán en chozas durante la fiesta del séptimo mes».
15 Inmediatamente hicieron publicar esta proclama en todas las ciudades y en Jerusalén: «Vayan al cerro y traigan ramas de olivo, de pinos, de sicómoros, de palmeras y de otros árboles para que hagan chozas, tal como está escrito».
16 Salió pues el pueblo y trajo ramas e hicieron chozas en las terrazas, en los patios, en los patios del Templo de Dios, en la plaza frente a la puerta de las Aguas y en la plaza al lado de la puerta de Efraín.
17 Toda la asamblea, todos los que habían vuelto del destierro, hicieron chozas y vivieron en ellas. Desde la época de Josué, hijo de Nun, hasta ese entonces, no ha bían hecho nada igual los hijos de Israel; era una fiesta extraordinaria.
18 Día tras día se fue leyendo el libro de la Ley de Dios, desde el primero al último día. La fiesta duró siete días, y al octavo día hubo, según la Ley, una asamblea solemne.

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Comentarios Nehemías, capítulo 8
8,1

Esta primera lectura pública de la Ley marca una fecha muy importante de la historia sagrada, pues hasta ese momento el pueblo de Israel vivía su fe rezando y participando en las ceremonias del Templo. Recibía de boca de los sacerdotes y profetas sentencias o prédicas, y no sentía la necesidad de leer una Biblia.

Ya existían varios libros de nuestra Biblia, pero se conservaban en el Templo o en el palacio de los reyes; no estaban al alcance del pueblo ni eran la base de su fe. Ahora, en cambio, se notan nuevas exigencias y ya no se presentan profetas como antes. Esdras entiende que, en adelante, la comunidad judía se desarrollará en torno a la lectura, la meditación y la interpretación del libro sagrado. El mismo procura reunir y completar los libros sagrados y empiezan nuevos tiempos en que la Biblia será el libro de todos y la norma de su fe.

Este paso religioso y cultural es el mismo que afectó a la Iglesia en estos últimos años. El pueblo iba a la iglesia, rezaba y se dejaba enseñar, y la Biblia le quedaba extraña. Pero ahora, la fe cristiana no puede cobrar fuerza sino a partir de una Palabra de Dios leída y escuchada en forma comunitaria. En realidad, vamos muy atrasados; esta renovación debía haberse iniciado hace cuatro siglos, cuando empezaron los protestantes.

La asamblea convocada por Esdras servirá de modelo para la vida religiosa de la comunidad judía. No se suprime el culto solemne del Templo de Jerusalén, pero en adelante, en cada ciudad los judíos tendrán una sinagoga, o sea, una casa de reunión donde se reunirán el sábado para escuchar la Palabra de Dios y orar especialmente con el canto de los salmos.
Nehemías (Neh) Capítulo 9
Ceremonia de penitencia
1 El día veinticuatro de ese mes, se reunieron los israelitas para un ayuno; venían vestidos de saco y cubiertos de polvo.
2 La raza de Israel se apartó de todos los extranjeros, se presentaron y confesaron sus pecados y las culpas de sus padres.
3 Se pusieron de pie en la plaza y se dio lectura al libro de la Ley de Yavé durante un cuarto de la jornada. Durante otro cuarto, confesaron sus pecados y se postraron ante Yavé, su Dios.
4 Josué, Binuí, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani, Quenani, se instalaron en el estrado de los levitas y con fuerte voz clamaron a Yavé, su Dios.
5 Los levitas Josué, Cadmiel, Bani, Jasbadleías, Serebías, Odías, Sebanías, Betajías dijeron:
Oración de Esdras
5 «¡Levántense y bendigan a Yavé, nuestro Dios! ¡Bendito seas tú, Yavé Dios nuestro, por los siglos de los siglos! ¡Bendigan tu Nombre glorioso que sobrepasa toda bendición y alabanza!
6 ¡Tú, Yavé, eres el Unico! Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo cuanto contienen, la tierra y todo lo que tiene, los mares y cuanto hay en ellos; tú das la vida a todos, y ante ti se postra el ejército de los cielos.
7 Tú, Yavé, eres Dios; tú elegiste a Abram, lo sacaste de Ur de Caldea y le diste el nombre de Abrahán.
8 Lo hallaste fiel e hiciste una alianza con él. Le diste el territorio del cananeo, del hitita y del amorreo, del pereceo, el jebuseo y el girgaseo. Mantuviste tus promesas porque eres justo.
9 Viste la angustia de nuestros padres en Egipto, escuchaste sus gritos a orillas del mar de los juncos,
10 realizaste signos y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de ese país cuyo orgullo tú cono cías, y te hiciste una fama que perdura hasta hoy.
11 Tú abriste el mar ante ellos, pasaron por medio del mar por suelo seco, y arrojaste al fondo de las aguas a los que los perseguían, como una piedra en aguas torrentosas.
12 Tú los guiaste de día por medio de una columna de nubes y de noche por una columna de fuego, para alumbrar el camino por donde iban caminando.
13 Tú bajaste al monte Sinaí y les hablaste de lo alto del cielo; les diste mandatos, leyes verdaderas, preceptos y decisiones excelentes.
14 Les diste a conocer tu sábado santo y les ordenaste mandamientos, preceptos y leyes por boca de Moisés tu servidor.
15 De lo alto del cielo les diste el pan para saciar su hambre, e hiciste brotar agua de la roca para su sed. Les dijiste que fueran a conquistar el territorio que habías jurado darles;
16 pero nuestros padres se negaron, se pusieron testarudos y no obedecieron tus órdenes.
17 Se negaron a obedecer; se olvidaron de las maravillas que tú habías realizado para ellos y se les antojó volver a Egipto, a su esclavitud. Pero tú eres un Dios de perdón, lleno de piedad y de ternura, que tardas en enojarte y eres rico en bondad, y por eso no los abandonaste.
18 Se hicieron un ternero de metal fundido, diciendo: ¡Ese es el dios que te hizo subir de Egipto! Y pronunciaron toda clase de blasfemias.
19 Pero tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en medio del desierto; la columna de nubes no los dejó, sino que los guiaba de día por el camino, y de noche la columna de fuego alumbraba ante ellos el camino por donde iban.
20 Les diste tu buen espíritu para hacerlos sabios, no les negaste el maná y les diste agua para su sed.
21 Durante cuarenta años cuidaste de ellos en el desierto, no les faltó nada, su ropa no se gastó y sus pies no se hincharon.
22 Les entregaste reinos y pueblos y les diste esos territorios como una provincia fronteriza. Se apoderaron del territorio de Sijón, rey de Jesbón, y del de Og, rey de Basán.
23 Multiplicaste sus hijos tanto como las estrellas del cielo e hiciste que entraran en el país del cual habías hablado a sus padres, para que entraran en él y tomaran posesión.
24 Sus hijos entraron allí, conquistaron ese país; abatiste ante ellos a los cananeos, habitantes del país; pusiste en sus manos reyes y pueblos para que los trataran como quisieran.
25 Se apoderaron de ciudades fortificadas y de buena tierra, heredaron casas donde nada faltaba, pozos ya cavados, viñas, olivares, árboles frutales en cantidad; comieron cuanto quisieron, disfrutaron de tus incontables beneficios.
26 Pero se rebelaron y se alzaron contra ti, y se echaron tu Ley a la espalda. Mataron a los profetas que los invitaban a volverse hacia ti y cometieron grandes crímenes.
27 Entonces los dejaste caer en manos de sus enemigos que los oprimieron. Clamaron a ti durante su opresión, y los escuchaste desde lo alto del cielo. En tu inmensa ternura les diste libertadores para que los libraran de manos de sus enemigos.
28 Pero en cuanto recuperaron la paz, volvieron a hacer el mal delante de ti. De nuevo los abandonaste en manos de sus opresores y de nuevo clamaron a ti, y tú los escuchaste de lo alto del cielo.
28 ¡Cuántas veces no los has librado así en tu ternura!
29 Les advertiste que volvieran a tu Ley, pero en su orgullo no cumplieron tus órdenes; pecaron contra esos mandatos que dan vida a cualquiera que los pone en práctica. No te ofrecieron más que una espalda rebelde y una nuca terca, no te obedecieron.
30 Sin embargo, tú has sido paciente con ellos durante años, les advertiste por tu espíritu, por boca de tus profetas, pero no te hicieron caso. Entonces los entregaste en manos de las naciones paganas;
31 pero en tu inmensa ternura, no los hiciste desaparecer, no los abandonaste, porque eres un Dios lleno de piedad y de ternura.
32 Ahora, oh Dios nuestro, tú, el Dios grande, poderoso y terrible, que siempre mantienes tu alianza y tu bondad, no seas insensible ante todas esas pruebas que han caído sobre nosotros, nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y todo nuestro pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta ahora.
33 Tú has sido justo en todo lo que nos ha ocurrido, porque has actuado según la verdad y porque nosotros nos portamos mal.
34 Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no han seguido tu Ley, se olvidaron de tus mandamientos y de las ordenanzas que les habías dado.
35 Mientras estuvieron en su reino gozando de todos los beneficios que les proporcionabas, en este país grande y fértil que habías peusto a su disposición, no te sirvieron ni se apartaron de sus malas acciones.
36 Por eso aquí estamos como esclavos; somos esclavos en este país que tú diste a nuestros padres y cuyos frutos y bienes deberían ser también nuestros.
37 Pues esos productos están ahora en manos de reyes que tú nos impusiste debido a nuestros pecados y que disponen a su antojo de nuestras personas y de nuestros rebaños. Y mientras tanto nuestra angustia sigue siendo grande.»

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Comentarios Nehemías, capítulo 9
9,1

Hay que relacionar esta ceremonia de penitencia con los capítulos de Esdras 9-10. Se trata de pedir el perdón de los pecados que apartan de Dios y que perjudican a la raza de Israel. Se insiste mucho sobre el pecado de los que se han casado con mujeres de otra raza y de diferente religión; la Biblia sabe que el matrimonio con personas de otra religión lleva muy a menudo al alejamiento de su propia comunidad religiosa. Ese fue el pecado de Salomón.

Después de confesar públicamente las faltas de la comunidad, se recuerda la misericordia de Dios: no sirve conocer los pecados si no se despiertan sentimientos de arrepentimiento interior, al recordar cómo Dios siempre perdona generosamente. Sigue un resumen de la historia sagrada que manifiesta la misericordia de Dios con su pueblo.

Al finalizar la ceremonia, se toman varios compromisos; éstos son necesarios para ayudar a las voluntades poco perseverantes y luchar contra la dejación. Pero no es todo hacer un reglamento; el riesgo consiste en fijarse más en la observancia exterior que en el espíritu de la Ley, que tiene por fin hacer un pueblo bien dispuesto a servir a Dios.
Nehemías (Neh) Capítulo 10
El acta oficial del compromiso contraído por la comunidad
1 «Por todo lo anterior, contraemos un compromiso solemne y lo ponemos por escrito.»
1 En ese documento oficial figuraban los nombres de nuestros jefes, de nuestros levitas y de nuestros sacerdotes.
2 En el documento aparecían las firmas de: Nehemías, hijo de Hacalía, el gobernador, y Sidquía,
3 Seraías, Azarías, Yirmeías,
4 Pasejur, Amarías, Malquías,
5 Jatús, Sebanías, Maluc,
6 Yarim, Meremot, Oba días,
7 Daniel, Guinetón, Baruc,
8 Mesulam, Abías, Miyamin,
9 Maazías, Bilgay, Semaías: éstos son los sacerdotes.
10 Luego venían los levitas: Josué, hijo de Azarías, Binuí, de los hijos de Yenadad, Cadmiel,
11 y sus hermanos Seca nías, Hodavías, Quelita, Pelaías, Janán,
12 Mica, Rejov, Hasabías,
13 Zacur, Serebías, Sebanías,
14 Jodías, Bani, Quenani.
15 Los jefes del pueblo: Pareoj, Pajat-Moab, Elam, Zatú, Bani,
16 Buni, Azgad, Bebay,
17 Adonías, Bigvay, Adín,
18 Ater, Yizquías, Azur,
19 Jodías, Jasum, Besay,
20 Jarif, Anatot, Nobay,
21 Magpías, Mesulam, Yezir,
22 Mesezabal, Sadoc, Yadua,
23 Pelatías, Janán, Anaías,
24 Josea, Jananías, Jacsub,
25 Jalojés, Pilja, Sobec,
26 Rejum, Yasabna, Maaseías,
27 Ajías, Janán, Anán,
28 Maluc, Jarim, Baana.
29 Y el resto del pueblo: sacerdotes, levitas, porteros, cantores, servidores, en una palabra, todos los que se separaron de la gente extranjera para obedecer a la Ley de Dios, junto con sus mujeres, sus hijos y sus hijas que estaban en edad de comprender.
30 Todos junto a sus hermanos, los jefes, se comprometen solemnemente y mediante juramento a caminar según la Ley que Dios dio por boca de Moisés, el servidor de Dios; a guardar y a cumplir los mandamientos de Yavé nuestro Dios, sus costumbres y sus leyes.
31 No daremos más nuestras hijas a la gente del país ni tampoco tomaremos más sus hijas para nuestros hijos.
32 Si un día de sábado la gente del país trae para vender mercadería u otros productos, no se los compraremos en un día sábado o en otro día sagrado. El séptimo año, renunciaremos a los productos de la tierra y a cualquier dinero que se nos deba.
33 Nos obligamos a entregar un tercio de moneda de plata al año para el culto del Templo de nuestro Dios:
34 para el pan de la oblación, para la ofrenda y el holocausto perpetuos, para los sacrificios del sábado, de las Lunas Nuevas, de las fiestas, para las comidas sagradas, para los sacrificios ofrecidos para la expiación de los pecados de Israel; en una palabra, para todo el servicio del Templo de nuestro Dios.
35 Todos nosotros, sacerdotes, levitas y pueblo, sorteamos para cada familia la fecha en que, una vez al año, tendrán que ofrecer la leña para el Templo de nuestro Dios, para quemarla en el altar de Yavé nuestro Dios, según lo que está escrito en la Ley.
36 Cada año llevaremos al Templo de Yavé los primeros productos de nuestros campos y las primeras frutas de todos los árboles,
37 como también los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro rebaño, según lo que está escrito en la Ley. Las primeras crías de nuestro ganado mayor y menor serán llevadas al Templo de nuestro Dios y destinadas a los sacerdotes que estén de turno en el Templo de nuestro Dios.
38 Entregaremos a los sacerdotes, en las bodegas del Templo de nuestro Dios, lo mejor de nuestras harinas, de los productos de nuestros árboles, del vino recién cosechado y del aceite; y el diezmo de nuestros campos será para los levitas. Ellos mismos cobrarán ese diezmo en las regiones agrícolas.
39 Un sacerdote, hijo de Aarón, acompañará a los levitas cuando vayan a cobrar el diezmo; los levitas llevarán luego ese diezmo a las dependencias de la casa del tesoro, en el Templo de nuestro Dios.
40 A esas bodegas llevarán los israelitas y los levitas las contribuciones en trigo, vino y aceite; allí se guardará el material del Santuario, allí donde están los sacerdotes de turno, los porteros y los cantores.
40 Y en adelante, no descuidaremos más el Templo de nuestro Dios.

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Comentarios Nehemías, capítulo 10
10,1

Los capítulos que siguen reúnen varios documentos. Entre ellos se notará el párrafo referente a la primera misión de Nehemías: 12,27-43. Es un complemento de los capítulos 1-7.
Nehemías (Neh) Capítulo 11
1 Los jefes del pueblo se instalaron en Jerusalén y el resto del pueblo sorteó a uno de cada diez hombres para que fuera a vivir en Jerusalén, la ciudad santa; los demás podían quedarse en las ciudades de la provincia.
2 El pueblo bendijo a todos aquellos que aceptaron vivir en Jerusalén:
3 a continuación viene la lista de los jefes de la provincia que se instalaron en Jerusalén. En las ciudades de Judá cada cual habitó en su ciudad y en su propiedad: israelitas, sacerdotes, levitas, sirvientes o hijos de esclavos de Salomón.
La población judía de Jerusalén
4 De los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín vivían en Jerusalén:
4 Entre los hijos de Judá: Ataías, hijo de Uzías, hijo de Zecarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Majalaleel, de los descendientes de Perés;
5 Maaseías, hijo de Baruc, hijo de Col-José, hijo de Ja zaías, hijo de Adaías, hijo de Yoyarib, hijo de Zecarías, descendiente de Sela.
6 El total de los descendientes de Perés instalados en Jerusalén era de 468 hombres aptos para la guerra.
7 Estos son los hijos de Benjamín: Salú, hijo de Mesulam, hijo de Yoed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maa seías, hijo de Itiel, hijo de Yesaías,
8 y sus hermanos Gabay y Salay: 928 en total.
9 Los mandaba Yoel, hijo de Zicri, y Judá, hijo de Hasenua, era el segundo en el mando de la ciudad.
10 Entre los sacerdotes: Yedaías, hijo de Joyaquim, hijo de
11 Seraías, hijo de Yilquías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitub, jefe del Templo de Dios,
12 y sus hermanos que estaban al servicio del Templo: en total 822; Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Malquías,
13 y sus hermanos jefes de familia: en total 242; y Amasay, hijo de Azareel, hijo de Asay, hijo de Mesilemot, hijo de Immer,
14 y sus hermanos, hombres valientes: en total 128. Los mandaba Zabdiel, hijo de Hagadol.
15 Entre los levitas, Semaías, hijo de Jacsub, hijo de Azricam, hijo de Jasa bías, hijo de Buni.
16 Sabtay y Yozabad, jefes levitas responsables de los asuntos exteriores del Templo de Dios;
17 Mata nías, hijo de Mica, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, que dirigía los himnos y entonaba la acción de gracias durante la oración; Baqbuquías, el segundo de sus hermanos; Obadías, hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Yedutún.
18 El total de levitas en la ciudad santa era de 284.
19 Los porteros: Acub, Talmón y sus hermanos que hacían la guardia en las puertas: en total 172.
20 El resto de los israelitas, de los sacerdotes y de los levitas, vivían en las ciudades de Judá, cada uno en su propiedad o en las aldeas alrededor de sus campos.
21 Los sirvientes vivían en Ofel; los jefes de los sirvientes eran Sijá y Gispá.
22 Uzi, hijo de Bani, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Micá, era el jefe de los levitas de Jerusalén; pertenecía a los hijos de Asaf, los cantores encargados del servicio del Templo de Dios.
23 Una instrucción real y un reglamento determinaban lo que debían hacer los cantores día a día.
24 Petaías, hijo de Mesezabel, que pertenecía a los hijos de Zeraj, hijo de Judá, era el representante del rey para todo lo que concernía al pueblo.
25 Los hombres de Judá vivían en Quiriat-Ha-Arbá y en sus alrededores, en Dibón y en sus alrededores, en Yecadseel y en sus alrededores,
26 en Yesua, en Molada, en Bet-Pelet,
27 en Jasar-Sual, en Berseba y en sus alrededores,
28 en Siclag, en Necona y en sus alrededores,
29 en En-Rimón, en Sorea, en Yarmut,
30 en Zanoaj, en Adulam y en las aldeas circunvecinas, en Laquis y en su comarca, en Azeca y en sus alrededores. Se instalaron pues desde Berseba hasta el valle de Hinnón.
31 Los hijos de Benjamín vivían en Gueba, en Micmás, en Aya y en Betel y en sus alrededores,
32 en Anatot, en Nob, en Ananías,
33 en Jasor, en Ramá, en Guitayim,
34 en Jadid, en Seboyim, en Nedalat,
35 en Lod y en Ono, como también en el valle de los artesanos.
36 Los levitas vivían tanto en Judá como en Benjamín.
Nehemías (Neh) Capítulo 12
1 Estos son los sacerdotes y los levitas que volvieron con Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué: Seraías, Yirmeías, Esdras,
2 Amarías, Maluc, Jatús,
3 Secanías, Rejum, Meremot,
4 Ido, Guinetón, Abías,
5 Miyamín, Maadías, Bilga,
6 Semaías; además Yoyarib, Yedaías,
7 Salú, Amoc, Yilquías, Yedaía. Eran los jefes de los sacerdotes y de sus hermanos, en tiempos de Josué.
8 Levitas: Josué, Binui, Cadmiel, Serebías, Judá, Matanías, que dirigían el canto de acción de gracias.
9 Bacbuquías, Uni y sus hermanos formaban el segundo coro, según sus clases.
10 Josué engendró a Yoyaquim, Yoyaquim engendró a Eliasib, Eliasib a Yoyada,
11 Yoyada engendró a Yojanán y Yojanán engendró a Yadúa.
12 Estos eran los jefes de familia de sacerdotes en tiempos de Yoyaquim: de la familia de Seraías, Meraías; de la familia de Yirmeías, Jananías;
13 de la familia de Esdras, Mesulam; de la familia de Ama rías, Yojanán;
14 de la familia de Maluc, Yonatán; de la familia de Sebanías, Yosef;
15 de la familia de Jarim, Adna; de la familia de Merayot, Jelcay;
16 de la familia de Ido, Zecarías; de la familia de Guinetón, Mesulam;
17 de la familia de Abías, Zicri; de la familia de Minyamin...;
18 de la familia de Bilga, Samúa; de la familia de Semaías, Yonatán;
19 además, de la familia de Yoyarib, Matenay; de la familia de Yedaías, Uzi;
20 de la familia de Salay, Calay; de la familia de Amoc, Eber;
21 de la familia de Yilquías, Jasabías; de la familia de Yedaías, Netaneel.
22 Los jefes de familia y los sacerdotes fueron empadronados hasta el reinado de Darío el Persa, en tiempos de Eliasib, de Yoyada, de Yojanán y de Yadúa.
23 Los hijos de Levi, jefes de familia, fueron inscritos en el Libro de las Crónicas solamente hasta el tiempo de Yojanán, nieto de Eliasib.
24 Estos eran los jefes de los levitas: Jasabías, Serebías, Josué, Binui y Cadmiel; se paraban frente a sus hermanos Matanías, Bacbuquías y Obadías, y ambos grupos, frente a frente, ejecutaban los himnos de alabanza y de acción de gracias según la norma establecida por David, el hombre de Dios.
25 Mesulam, Talmón y Acub eran porteros, hacían la guardia frente a los almacenes situados cerca de las puertas.
26 Estos vivían en tiempos de Yoyaquim, hijo de Josué, hijo de Yosadac, y en tiempos del gobernador Nehemías y del sacerdote-maestro de la Ley Esdras.
Inauguración de la muralla de Jerusalén
27 Cuando se inauguró la muralla de Jerusalén, se buscó por todos los lugares a los levitas para traerlos a Jerusalén, con el fin de celebrar la inauguración con alegría, con cantos de acción de gracias, al son de címbalos, harpas y cítaras.
28 Se congregaron, pues, los levitas de toda la región que rodeaba a Jerusalén, de las aldeas de Netofa,
29 de Bet-Ha-Gilgal, de los campos de Gueba y de Azmavet. Pues los cantores se habían construido poblados en los alrededores de Jerusalén.
30 Los sacerdotes y los levitas se purificaron y luego purificaron al pueblo, las puertas y las murallas.
31 Luego les pedí a los jefes de Judá que subieran a la muralla y los distribuí en dos grupos. El primero caminó por lo alto de la muralla hacia la derecha, en dirección a la puerta del Basural.
32 En ese grupo iban Hosaías y la mitad de los jefes de Judá,
33 junto con Azarías, Esdras, Mesulam,
34 Judá hijo de Miyamín, Senaías y Yirmeía.
35 Se los había seleccionado de entre los sacerdotes y se les había pasado unas trompetas. Luego seguía Zecarías, hijo de Yonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micá, hijo de Zacur, hijo de Asaf.
36 El y sus hermanos Semaías, Azareel, Gilalay, Maay, Netaneel, Judá y Janani llevaban los instrumentos musicales de David, el hombre de Dios. Y Esdras, el maestro de la Ley, iba al frente de ellos.
37 Al llegar a la puerta del Manantial, subieron, al lado de los escalones de la ciudad de David, a lo alto de la muralla y siguieron por la rampa del palacio de David, hasta la puerta de las Aguas, al este.
38 El segundo grupo se fue por la izquierda; iba en él con la mitad de los jefes del pueblo caminando por lo alto de la muralla, hacia el lado de la torre de los Hornos y hasta la muralla ancha.
39 Luego pasamos por la puerta de Efraín, la puerta de los Pescados, la torre de Jananeel y la torre de los Cien hasta la puerta de las Ovejas, y nos detuvimos en la puerta de la Guardia.
40 Los dos grupos tomaron luego ubicación en el Templo de Dios; estaban conmigo la mitad de los funcionarios,
41 y además los sacerdotes Eliaquim, Maaseías, Minyamín, Micá, Elioenay, Zecarías, Ananías con sus trompetas,
42 y Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Yojanán, Malquías, Elam y Ezer. Los cantores eran dirigidos por Izraquía.
43 Ese día ofrecieron muchos sacrificios y el pueblo estalló de alegría porque Dios le había dado un gran motivo para ello; las mujeres y los niños participaban de la fiesta, y la alegría de Jerusalén se oía a lo lejos.
44 Por esos días se hizo entrega de las bodegas que se habían dispuesto para las provisiones, las tasas, las primicias y los diezmos a los que debían guardar en ellas la parte que la Ley dispone para los sacerdotes y levitas; allí llegaban de todas las ciudades del país, porque el pueblo de Judá estaba contento con los sacerdotes y levitas que cumplían el servicio.
45 Estos aseguraban el servicio de su Dios y el servicio de las purificaciones; los cantores y los porteros cumplían los reglamentos de David y de su hijo Salomón.
46 Pues ya en la época de David, Asaf era el jefe de los cantores, y había canticos de alabanza y de acción de gracias a Dios.
47 Y desde la época de Zorobabel Israel entregaba la parte que les correspondía a los cantores y a los porteros, día a día; se les entregaban las ofrendas a los levitas, y éstos las remitían a los hijos de Aarón.
Nehemías (Neh) Capítulo 13
1 Por ese entonces se leyó el libro de Moisés ante el pueblo, pues allí estaba escrito: «El amonita y el moabita quedarán para siempre excluidos de la asamblea de Dios,
2 porque no recibieron con pan y agua a los israelitas, sino que pagaron a Balaam para que los maldijera, pero nuestro Dios cambió la maldición en bendición».
3 Después de haber escuchado la Ley, echaron de Israel a todos los extranjeros.
Segunda misión de Nehemías
4 Pero antes de eso, estaba encargado de las bodegas de la Casa de nuestro Dios el sacerdote Eliyasib. Como era de la familia de Tobías,
5 le había pasado a éste una gran bodega donde antes se guardaban las ofrendas, el incienso, los objetos sagrados, el diezmo del trigo, del vino y del aceite, en una palabra, la parte de los levitas, de los cantores y de los porteros y lo que correspondía a los sacerdotes.
6 Por ese entonces estaba yo ausente de Jerusalén, pues el año treinta y dos del reinado de Artajerjes, rey de Babilonia, yo había vuelto donde el rey.
7 Pero al cabo de un tiempo pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén; fue entonces cuando me informé de la mala acción que había hecho Elyasib para complacer a Tobías; le había arreglado una bodega en el patio de la Casa de Dios.
8 Eso me molestó mucho; tiré al patio, fuera de la bodega, todos los muebles de Tobías,
9 y ordené que se purificaran las bodegas. Luego deposité allí los objetos de la Casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Nehemías se opone a diversos abusos
10 Supe también que ya no se recaudaban las partes de los levitas y que éstos y los cantores encargados del servicio se habían vuelto cada cual a su campo.
11 Por eso reté severamente a los funcionarios, diciéndoles: «¿Por qué está en el abandono la Casa de Dios?» Reuní de nuevo a los levitas y los repuse en sus funciones.
12 Entonces todo el pueblo de Judá entregó de nuevo en los almacenes el diezmo del trigo, del vino y del aceite.
13 Encargué los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc, y al levita Pedaías y les di como ayudante a Janán hijo de Zacur, hijo de Matanías, porque tenían fama de ser honrados. Les encargué la repartición a sus hermanos.
14 Acuérdate, Dios mío, de lo que hice entonces, no te olvides de las buenas obras que rea li cé por la casa de mi Dios y para mantener sus ritos.
15 También por ese entonces vi, un día sábado, a unos hombres que pisaban la uva en el lagar, y a otros que llevaban gavillas de trigo y las cargaban en sus burros junto con vino, uva, higos y toda clase de carga, y los llevaban a Jerusalén el día sábado. Les advertí que no vendieran sus productos.
16 E incluso en Jerusalén había gente de Tiro que traía pescado y productos de todo tipo para vendérselos a los judíos el día sábado.
17 Reté ásperamente a los nobles de Judá, diciéndoles: «¡Lo que ustedes hacen es vergonzoso!
18 Los padres de ustedes hicieron lo mismo y Dios nos mandó todas esas desgracias a nosotros y a esta ciudad. ¡Y ustedes siguen aumentando la cólera de Dios contra Israel al profanar el sábado!»
19 Por eso ordené que se cerraran las puertas de Jerusalén en cuanto comenzara a caer la tarde en el comienzo del sábado, y que se esperara hasta el término del sábado para abrirlas de nuevo. Puse en las puertas a algunos de mis hombres para vigilar que ninguna carga entrara en la ciudad el día sábado.
20 Una o dos veces, mercaderes y comerciantes de todo tipo se quedaron de noche fuera de Jerusalén,
21 pero yo les advertí: «¿Por qué se quedan de noche cerca de la muralla? ¡Si vuelven a hacerlo, los arrestaré!» Con eso no volvieron más en día sábado.
22 También ordené a los levitas que se purificaran y que custodiaran las puertas para que se respetara el día sábado. ¡Por todo eso acuérdate tambiém de mí, Dios mío. Ten piedad de mí según tu gran misericordia!
23 Por esos mismos días también vi a unos judíos que se habían casado con mujeres de Asdod, amonitas y moabitas.
24 La mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod o de tal o cual pueblo y no sabían el judío.
25 Los reprendí y los maldije; incluso les pegué a algunos, les tiré el pelo y en nombre de Dios les dije severamente: «No den más sus hijas a los hijos de ellos ni tomen más las hijas de ellos para sus hijos o para ustedes.
26 Así fue como pecó Salomón, rey de Israel. No había otro rey como él en ninguna parte, era amado de su Dios que lo había puesto como rey de todo Israel, y sin embargo las mujeres extranjeras lo hicieron pecar.
27 ¿Quieren que se diga de ustedes que cometieron el mismo pecado y que fueron infieles a nuestro Dios, casándose con mujeres extranjeras?»
28 Uno de los hijos de Yoyada, hijo del sumo sacerdote Elyasib, era yerno de Sambalat, el horonita; lo eché lejos de mí.
29 No te olvides, Dios mío, hasta qué punto habían desacreditado el sacerdocio y tu alianza con los sacerdotes y los levitas.
30 Los he purificado de cualquier extranjero; he establecido reglas para los sacerdotes y los levitas, para cada uno en su respectivo trabajo,
31 como asimismo reglas para la ofrenda de la leña a su debido tiempo y para los primeros frutos.
31 ¡Acuérdate de mí, Dios mío, y bendíceme!

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Comentarios Nehemías, capítulo 13
13,10

En este último capítulo, Nehemías interviene para que se respete la Ley que Esdras había hecho adoptar y por eso toma nuevas medidas más drásticas (respeto del sábado, depuración racial y religiosa, etcétera). Esta actitud tuvo ventajas apreciables: gracias a su organización y la solidaridad entre hermanos ju díos, el pueblo de Dios pudo sobrevivir y no desviarse de su fe.

Pero también se vislumbran las desviaciones con que tropezará el Evangelio: apego al pasado, fanatismo por los lugares santos, agresividad con los no conformistas. Es un hecho que, en los siglos que siguieron, la conciencia religiosa de los judíos progresó más bien por sus contactos con la cultura griega que por sus esfuerzos de organización interna.

Las comunidades cristianas, así como la Iglesia en su totalidad, si quieren ser fieles al mensaje de la Biblia, tendrán que buscar su crecimiento en un abrirse y enfrentarse con el mundo.