La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Primer Libro de los Macabeos (1Mac)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16      
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Introducción
Después de Esdras y Nehemías, la provincia judía, sector extremo del imperio persa, se quedó durante tres siglos y medio al margen de la historia. Los de mayor iniciativa se dedicaron al comercio y salieron de su país para establecerse en todos los centros urbanos, alrededor del mar Mediterráneo.
Sin embargo, una revolución silenciosa ya estaba afectando los países del Oriente Medio. La cultura griega llamada helenismo, penetraba los ambientes del comercio, los poderosos y los sacerdotes. Propulsada por sus realizaciones artísticas y su eficiencia en el terreno económico, pregonaba la confianza en las posibilidades del hombre, la supremacia de la razón, la superación de los indidualismos nacionales, presentando con esto un serio desafío a la cultura y la fe de los judíos.
El año 333 a.C, Alejandro Magno, dueño de Grecia, empezó a recorrer los países del Medio Oriente, derrotando a todos los ejércitos enemigos. Cuando murió a la edad de treinta años, dueño del imperio persa, sus generales se repartieron sus conquistas. La provincia judía, en un comienzo, perteneció a los Tolomeos establecidos en Egipto, que se conformaron con sacar de ella el máximo de impuestos, apoyándose en las familias ju días mas pudientes, ya conquistadas por el helenismo.
En el año 197 los Antíocos de Siria vencieron a los egipcios y les arrebataron Palestina. Más tarde pretendieron unificar a la fuerza los pueblos que dominaban, imponiéndoles el helenismo con su educación, sus prácticas y sus dioses. Una crisis profunda se produjo entonces en Israel: mientras unos preferían conseguirse los favores del poder, la persecución causó un levantamiento de creyentes encabezados por la familia de los Macabeos.
El primer libro de los Macabeos, reconocido como uno de los más perfectos de la historia antigua, nos relata los sucesos de la guerra y las hazañas de los cinco hermanos Macabeos, del año 170 al año 130 a. C.
Guerra Santa, guerra de liberación
El libro de los Macabeos nos muestra a un pueblo que considera su fe más preciosa que la existencia. Cuando la mayoría se convence de que nada se puede hacer contra un poder tan fuerte y que los riesgos son demasiado grandes, el Espíritu de Dios hace surgir nuevos héroes y, gracias a ellos, el pueblo recobra el sentido de su dignidad, luchando por unos derechos sin los cuales no hay hombres ni creyentes.
El pueblo judío se encontró solo frente a sus opresores, y sus aliados romanos le ayudaron muy poco. Contaron con sus propias fuerzas y Dios los ayudó.
Las guerras de los Macabeos fueron un modelo de la guerra santa en que no faltaron el heroísmo y la constancia, ni menos aún la ayuda de Dios. Pero también demostraron que la guerra santa no lo resolvía todo. Arrastrados por los problemas militares y por los juegos políticos, los descendientes de los Macabeos se materializaron muy pronto, llegando a ser unos gobernantes sin fe ni moralidad.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 1
1 Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, que venía del país de Quitim, reinaba en toda la Grecia. Después de haber vencido a Darío, rey de los persas, reinó en su lugar.
2 Sostuvo numerosas batallas, se apoderó de ciudades fortificadas y dio muerte a los reyes de esas regiones.
3 Llegó hasta los confines del mundo, amontonando riquezas de muchos países. La tierra tuvo que callarse ante él y su orgullo no tuvo límites.
4 Reunió a un ejército muy numeroso, dominó a provincias, pueblos y reyes y los hizo sus súbditos.
5 Pero después de todo eso cayó enfermo y vio que se iba a morir;
6 entonces convocó a sus compañeros, a los que habían sido educados con él desde la infancia, y les repartió su reino estando aún con vida.
7 Alejandro murió después de doce años de reinado;
8 sus compañeros tomaron el poder, cada cual en su sector.
9 Luego de su muerte, todos ellos se hicieron coronar como reyes y lo mismo hicieron sus hijos después de ellos durante largos años: el mal fue aumentando en la tierra.
10 De su descendencia salió aquel retoño impío, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco. Había estado primero como rehén en Roma, pero el año ciento treinta de la realeza de los griegos subió al trono.
11 Fue entonces cuando surgieron en Israel unos renegados que arrastraron a muchos consigo: «Reconciliémonos con las naciones que nos rodean, pues desde que nos separamos de ellos, nos han ocurrido muchas desgracias».
12 Esta sugerencia tuvo buena acogida:
13 algunas personas de nuestro pueblo fueron a ver al rey quien los autorizó para que siguieran las costumbres de los paganos.
14 Construyeron en Jerusalén un gimnasio, tal como lo hacían los paganos,
15 se repusieron los prepucios y renegaron de la Alianza Santa para engancharse al mismo carro que los paganos; se vendieron para hacer el mal.
Antíoco saquea Jerusalén
16 Cuando Antíoco creyó que tenía ya el reino en sus manos, quiso también reinar en Egipto y ser así el soberano de los dos reinos.
17 Invadió Egipto con un poderoso ejército, con carros, elefantes, caballería y muchos barcos.
18 Atacó a Tolomeo, rey de Egipto, quien no opuso resistencia y emprendió la fuga; muchos de sus hombres cayeron muertos.
19 Antíoco se apoderó de las fortalezas de Egipto y arrasó con todas las riquezas del país.
20 Después de haber vencido a Egipto, tomó el camino de regreso, el año ciento cuarenta y tres. Fue entonces cuando se abalanzó sobre Israel y sobre Jerusalén con un poderoso ejército.
21 Lleno de orgullo, Antíoco entró en el santuario y sacó el altar de oro, el candelabro en el que brilla la luz, con todos sus accesorios,
22 la mesa y las vasijas para las ofrendas, las copas, los incensarios de oro, el velo, las coronas; arrancó todas las placas de oro que adornaban la fachada del Templo.
23 Juntó todo el oro y la plata, objetos preciosos y todos los tesoros escondidos que pudo descubrir
24 y se fue a su país llevándoselo todo. Derramó mucha sangre e hizo declaraciones injuriosas contra Dios.
25 Todos los pueblos de Israel están de duelo,
26 los jefes y los ancianos gimen, las muchachas y los jóvenes están macilentos y las mujeres han perdido su belleza.
27 Las canciones de boda se han cambiado en lamentaciones y la recién casada está de duelo en su pieza.
28 La tierra se estremece al ver quiénes la ocupan, y toda la casa de Jacob está cubierta de vergüenza.
29 Dos años después, el rey envió a un jefe a las ciudades de Judá, quien llegó a Jerusalén con un poderoso ejército.
30 Engañó a los habitantes con palabras pacíficas, pero, cuando se hubo ganado su confianza, se lanzó por sorpresa sobre la ciudad, la castigó brutalmente y dio muerte a mucha gente de Israel.
31 Saqueó la ciudad, la incendió, demolió sus casas y sus murallas.
32 Sus soldados se llevaron cautivas a las mujeres y a los niños y arriaron con todo el ganado.
33 Después reconstruyeron la ciudad de David, haciendo allí una fortaleza con una muralla muy ancha y con poderosas torres.
34 Dentro de la fortaleza pusieron gente sin conciencia, a renegados que se hicieron fuertes allí.
35 Almacenaron allí armas y provisiones, y amontonaron dentro todo lo que habían reunido en Jerusalén; pasó a ser una terrible amenaza.
36 Era un peligro para el Lugar Santo y el enemigo amenazaba desde allí a Israel a cada momento.
37 Derramaron sangre inocente alrededor del Santuario, profanaron el Lugar Santo.
38 Los habitantes de Jerusalén huyeron, y ésta se convirtió en una guarida de extranjeros; pasó a ser una extranjera para sus hijos, y éstos la abandonaron.
39 Su templo se convirtió en un desierto, sus fiestas se cambiaron en días de luto, sus sábados fueron burlados, era el desprecio en vez del respeto.
40 Era tan grande su vergüenza, que su gloria de otrora, su grandeza, cedió el lugar al duelo.
La persecución religiosa
41 El rey ordenó después que todos en su imperio formasen un solo pueblo;
42 cada cual debía renunciar a sus propias costumbres. Todos los paganos se sometieron a las órdenes del rey
43 e incluso en Israel muchas personas dieron buena acogida a su culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado.
44 El rey mandó mensajeros a Jerusalén y a las ciudades de Judá para que les transmitieran sus órdenes: en adelante tenían que seguir costumbres extranjeras,
45 acabar con los holocaustos del Templo, los sacrificios y las libaciones. Había que profanar los sábados y las fiestas,
46 ensuciar el Santuario y todo lo que es santo,
47 instalar altares, lugares de culto y templos a los ídolos, inmolar cerdos y animales impuros.
48 Debían dejar sin circuncisión a los hijos y ensuciarse con toda clase de impurezas y profanaciones.
49 En una palabra, tenían que olvidarse de la Ley y enterrar todas sus prescripciones;
50 el que no obedeciera las órdenes del rey debería ser condenado a muerte.
51 Así se expresaban las cartas que envió el rey a todo su reino; le impuso inspectores a todo el pueblo y ordenó a todas las ciudades de Judá que ofrecieran sacrificios.
52 Mucha gente del pueblo obedeció, todos aquellos que abandonaron la Ley; hicieron el mal en el país,
53 obligando a Israel a esconderse en refugios.
54 El día quince del mes de Quisleu, el año ciento cuarenta y cinco, el rey instaló la Abominación de la Desolación en el altar de los holocaustos, y se levantaron altares en las ciudades vecinas de Judá.
55 Se quemaba incienso en las puertas de las casas y en las plazas,
56 se rompían y se echaban al fuego los libros de la Ley cuando se los encontraba,
57 y si se descubría en la casa de alguien un libro de la Alianza o si alguien obedecía a la Ley de Dios, se lo condenaba a muerte según el decreto del rey.
58 Mes a mes en sus ciudades se castigaba a los israelitas que eran sorprendidos contraviniendo lo dispuesto,
59 y el veinticinco de cada mes se ofrecían sacrificios en el altar instalado en el lugar del altar de los holocaustos.
60 Según esa ley se condenó a muerte a mujeres que habían hecho circuncidar a sus hijos,
61 junto con sus niñitos abrazados a su cuello; también eran condenados a muerte sus familiares y los que habían hecho la circuncisión.
62 A pesar de todo eso, muchos continuaron siendo fieles en Israel y fueron lo bastante valientes como para no comer alimentos impuros.
63 Preferían morir antes que volverse impuros con alimentos que iban en contra de la Alianza Santa, y fueron ejecutados.
64 Esto fue una gran prueba para Israel.

**
Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 1
1,1

El primer párrafo resume la historia desde Alejandro hasta Antíoco Epifanes, rey de Siria. Nótese el trozo 1,11-15, que subraya los comienzos de la crisis moral en Judá.

Dos cosas caracterizaban la civilización griega de los sirios:

— El arte y la multiplicación de estatuas que, por muy hermosas que fueran, servían a un culto pagano.

— La cultura física: estadios, deportes, piscinas. Los deportistas se ejercitaban desnudos, lo que era un escándalo para los judíos. Esto explica que los que tenían vergüenza de aparecer como judíos se hicieran reemplazar, gracias a una estratagema quirúrgica, el prepucio que les faltaba después de la circuncisión.
1,41

Este capítulo presenta los dos aspectos principales de la crisis:
1,1

Una crisis moral. Los judíos están en contacto con otra civilización más avanzada, pero pagana. ¿Puede uno adaptarse y aprovechar los beneficios de esta cultura sin abandonar su fe?

En ese momento los judíos van a pagar el error que cometieron al marginarse del progreso cultural de los pueblos vecinos. Durante tres siglos habían enfatizado en que todas las leyes y costumbres de Israel venían directamente de Dios y no se podían revisar. Así que, cuando llegó la corriente moderna, los más abiertos pasaron por una crisis de conciencia: ¿acaso se po dían cambiar las costumbres sin traicionar a Dios? Pero era tan difícil abrirse a la civilización griega sin pasar por renegado de la fe, que los que querían ser modernos no solamente cambiaban su modo de vivir, sino que también abandonaban su religión. Pensemos en lo que ocurre en nuestros días cuando jóvenes educados en colegios o parroquias demasiado conservadoras descubren una modernidad que los entusiasma.
1,2

Luego viene la persecución organizada. Los reyes prepotentes quieren unir a todos los grupos de su Imperio. La religión divide, dicen ellos. Más aún, les parece peligrosa la conciencia de los hombres libres. Por eso, los reyes luchan contra los que pretenden servir a Dios y seguir su conciencia.

Inquietud del pueblo: ¿hasta dónde puede uno aguantar el sabotaje y la burla contra las prácticas religiosas?

En 1,54 se habla del ídolo de los invasores (es lo que significa la expresión hebraica: «abominación de la desolación») mencionado también por Daniel 9,27. Así, se designa un altar pagano construido sobre el antiguo altar del Templo. Jesús da a esta expresión una nueva significación en Marcos 13,14.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 2
La rebelión de Matatías
1 Por esos días, un sacerdote de nombre Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, de la descendencia de Yoarib, salió de Jerusalén y se estableció en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, apellidado Gadi,
3 Simón, apellidado Tassi,
4 Judas, apellidado Macabeo,
5 Eleazar, apellidado Avaram, y Jonatán, apellidado Afús.
6 Al ver todos esos pecados que se cometían en Judá y en Jerusalén,
7 exclamó: «¡Qué desgracia! ¡No nací para ver la ruina de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa! Mientras permanezco aquí sentado, la ciudad está en manos de los enemigos, y el Templo en poder de los extranjeros.
8 El Templo de Dios es ahora como un hombre despreciado.
9 Todo lo que constituía su gloria partió para el cautiverio.
9 Sus hijos fueron asesinados en las plazas,
9 y sus jóvenes, muertos por la espada del enemigo.
10 ¿Hay alguna nación que no haya recibido sus bienes en herencia;
10 que no se haya apoderado de sus despojos?
11 Le han robado toda su belleza,
11 la que era libre, es ahora esclava.
12 El Lugar santo, nuestra maravilla y nuestra gloria,
12 no es ahora más que un desierto,
12 pues lo han profanado los paganos.
13 ¿De qué me sirve seguir aún con vida?»
14 Matatías y sus hijos rasgaron sus ropas, se vistieron de sacos e hicieron un gran duelo.
15 Llegaron por entonces a Modín los oficiales del rey, que debían imponer la apostasía y obligar a ofrecer sacrificios.
16 Muchos israelitas se pusieron de su parte, pero Matatías y sus hijos, no.
17 Los oficiales del rey dijeron a Matatías: «Tú eres un personaje importante y respetado en esta ciudad, tú tienes hijos y hermanos que te siguen;
18 ven tú, el primero, a obedecer las órdenes del rey, tal como lo han hecho todas las naciones, los jefes de Judá y los que se quedaron en Jerusalén. Si lo haces, tú y tus hijos serán admitidos entre los amigos del rey, y serán recompensados con oro y plata y con muchas otras cosas».
19 Matatías respondió con todas sus fuerzas: «Aunque le obedeciesen al rey todos los pueblos que conforman su imperio, aunque todos abandonasen el culto de sus padres para seguir sus ordenanzas,
20 yo, mis hijos y mis hermanos seguiremos la Alianza de nuestros padres.
21 ¡Líbrenos Dios de abandonar la Ley y sus prescripciones!
22 No obedeceremos pues las órdenes del rey ni nos apartaremos de nuestra religión ni a la derecha ni a la izquierda».
23 Apenas terminó de hablar, se adelantó un judío, delante de todo el pueblo, para sacrificar en el altar de Modín, según el decreto del rey.
24 Al ver eso, Matatías, lleno de indignación y de cólera, dando rienda suelta a su furor, se abalanzó sobre el hombre y lo degolló ante el altar.
25 Luego mató al oficial del rey que obligaba a sacrificar y derribó el altar.
26 Su celo por la Ley fue igual al de Pinjas, cuando hirió de muerte a Zimri, hijo de Salú.
27 Luego Matatías salió gritando por medio de la ciudad: «¡Los que quieran defender la Ley y continuar con la Alianza, que me sigan!»
28 Huyó a los cerros junto con sus hijos, dejando en la ciudad todo lo que tenía.
29 Muchas personas que respetaban la justicia y los decretos de la Ley, se fueron a instalar en el desierto.
30 Llegaron allá con sus hijos, sus mujeres y su ganado, porque la vida se había vuelto imposible.
31 Les comunicaron a los oficiales del rey y a las tropas acantonadas en Jerusalén, en la ciudad de David, que mucha gente rechazaba las órdenes del rey y buscaba refugio en los escondites del desierto.
32 Salió entonces un fuerte destacamento a perseguirlos y atacarlos; se apostó frente a ellos y se dispuso a atacarlos siendo día sábado.
33 Les dijeron: «¡Basta ya, salgan! ¡Obedezcan la orden del rey y salvarán su vida!
34 Pero ellos respondieron: «¡No saldremos! No cumpliremos el decreto del rey y no violaremos el día sábado».
35 Entonces los atacaron.
36 Ellos se negaron a responder, a lanzar piedras o a formar barricadas en sus escondites:
37 «Muramos todos, decían, así nadie nos reprochará algo; el cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos matan injustamente».
38 Los otros emprendieron el asalto siendo día sábado, y ellos murieron junto con sus mujeres, sus niños y su ganado; había allí alrededor de unas mil personas.
39 Cuando Matatías y sus amigos supieron lo sucedido, hicieron un gran duelo.
40 Pero se dijeron entre sí: «Si hacemos lo mismo que nuestros hermanos, si no nos defendemos de los paganos para salvar nuestra vida y nuestras observancias, muy pronto nos eliminan de este país».
41 Por eso tomaron ese mismo día esta decisión: «Si alguien viene a atacarnos un día sábado, lo enfrentaremos y no nos dejaremos aplastar como lo hicieron nuestros hermanos que murieron en sus refugios».
42 Se les unieron luego un grupo de Asideos, israelitas valientes y devotos de la Ley.
43 Todos los que huían del peligro fueron a reforzarlos y a engrosar sus filas;
44 así fueron organizando su ejército. Comenzaron después a descargar su cólera sobre los renegados, y su furor sobre los que habían abandonado la Ley. Estos tuvieron que huir a los poblados paganos en busca de refugio.
45 Matatías y sus amigos llevaron a cabo expediciones para destruir los altares
46 y circuncidar a la fuerza a los niños no circuncidados que encontraban en el territorio de Israel.
47 Persiguieron a los insolentes y tuvieron pleno éxito;
48 recuperaron su religión de manos de las naciones paganas y de su rey, y redujeron al silencio a los pecadores.
Muerte de Matatías
49 Cuando la vida de Matatías llegaba a su fin, reunió a sus hijos: «Ustedes ven ahora el reinado de la insolencia y del menosprecio, les dijo, el tiempo de los trastornos y el desborde de la cólera.
50 Ustedes, hijos míos, dedíquense por entero a la Ley y den sus vidas por la Alianza de nuestros padres.
51 Acuérdense de lo que nuestros padres realizaron en su tiempo, y conseguirán una gran gloria y un nombre inmortal.
52 Abrahán fue hallado fiel en la prueba y por eso fue considerado como un justo.
53 José, en el tiempo de la desgracia, supo cumplir la Ley y llegó a ser dueño de Egipto.
54 Pinjas, nuestro padre, ardía de celo y recibió por eso la alianza de un sacerdocio eterno.
55 Josué cumplió fielmente su misión y llegó a ser juez de Israel.
56 Caleb proclamó la verdad en medio de la asamblea y recibió una herencia en el país.
57 David, por su piedad, recibió un trono real que perdurará más allá de los siglos.
58 Elías, que ardía de celo por la Ley, fue llevado al cielo.
59 Ananías, Azarías, Misael tuvieron confianza y fueron salvados de las llamas.
60 Daniel, que no transigió, fue salvado de las fauces de los leones.
61 Sepan pues que, de generación en generación, los que esperan en Dios no serán vencidos.
62 No teman las amenazas de un hombre que va en contra de Dios, porque su gloria terminará en la basura y en la podredumbre.
63 Hoy lo honran, pero mañana ya nadie lo conoce; volverá al polvo de donde salió y nada quedará de sus proyectos.
64 Hijos míos, sean pues valientes y sigan fieles a la Ley, porque de ella provendrá su gloria.
65 Miren a su hermano Simeón, sé que tiene buen criterio. Háganle siempre caso, él será un padre para ustedes.
66 Judas Macabeo ha sido valiente desde su infancia, él será el comandante del ejército, él dirigirá la guerra contra las naciones.
67 Vayan a reunir a todos los que observan la Ley y venguen a su pueblo.
68 Devuelvan a las naciones paganas el mal que les hicieron a ustedes y manténganse firmes a los mandamientos de la Ley».
69 Luego los bendijo y fue a reunirse con sus padres.
70 Murió el año ciento cuarenta y seis; lo enterraron en la tumba de sus padres en Modín, e Israel hizo un gran duelo por él.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 2
2,1

Todo el libro se va a desarrollar en torno a la guerra que dirige la familia de los Macabeos, o sea, los hijos de Matatías. Aquí viene el relato de la rebeldía de Matatías, el sacerdote que de repente pasa a ser el líder de los perseguidos.

Yo, mis hijos y mis hermanos, seguiremos la Alianza... (20). El motivo es a la vez religioso y nacional: Matatías se juega entero contra un poder totalitario. Una vez más, Dios manifiesta su bondad con su pueblo, haciendo que surja el jefe que éste necesitaba, un hombre que, como Moisés, se pone enteramente del lado de su pueblo, cuando le sería fácil obtener el favor de los poderosos.
2,29

Dos actitudes de los creyentes se contraponen en este texto.

Unos se deciden solamente a partir de la Ley de Dios, o más bien, de la interpretación que se hacía de la Ley del Sábado; se prohibía combatir ese día que estaba consagrado a Dios. Heroicamente se dejan matar. Otros hacen uso de su razón y de su conciencia y escogen defenderse.

El libro no condena a nadie. Eso sí, se pone de manifiesto que los creyentes no pueden actuar mirando solamente a los libros o al pasado. Siempre nos encontramos en situaciones nuevas, las cuales exigen una nueva reflexión: «No se hizo el hombre para servir al sábado» (Mc 2,27). En el versículo 42 se nombran los Asi deos. Este movimiento de renovación espiritual, del que saldrían posteriormente los fariseos y los esenios, era anterior a la rebeldía de Mata tías. Se unieron a él, pero después se apartaron cuando los hijos de Matatías, los Macabeos, se perdieron en la política.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 3
Judas Macabeo
1 Lo reemplazó su hijo Judas, por sobrenombre Macabeo.
2 Sus hermanos y todos los que estaban con su padre le entregaron su apoyo, y llevaron exitosamente la lucha de Israel.
3 Expandió la fama de su pueblo, era un gigante cuando se ponía la coraza y tomaba sus armas para entrar en la batalla. Su espada protegía el campamento de Israel.
4 En las batallas era como un león, como un leoncito que ruge tras su presa.
5 Persiguió a los renegados, buscando y condenando a la hoguera a los que perturbaban a su pueblo.
6 Sembró el terror entre los renegados; los que habían transgredido la Ley estaban aterrorizados, y gracias a él se logró la liberación.
7 Les amargaba la vida a los reyes, pero sus hazañas eran motivo de alegría para Jacob; su memoria será bendita para siempre.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminando a los impíos y apartando de Is rael la cólera divina.
9 Reunió a los que estaban perdidos, y su fama alcanzó hasta los confines del mundo.
Primeras victorias
10 Apolonio reunió a paganos y a mucha gente de Samaría para luchar contra Israel.
11 Cuando lo supo Judas, salió a su encuentro, lo atacó y le dio muerte; muchos cayeron heridos de muerte y los demás huyeron.
12 Cuando se recogieron los despojos, Judas tomó para sí la espada de Apolonio; a partir de entonces la usó siempre en los combates.
13 Serón, el general del ejército de Siria, supo que Judas había reunido en torno a él a muchos creyentes y soldados.
14 Entonces pensó: «Esta es la oportunidad para hacerme célebre y para cubrirme de gloria en el reino. Voy a combatir con Judas y sus hombres que desprecian las órdenes del rey».
15 Llegó pues con un poderoso ejército de impíos para vengarse de los hijos de Israel.
16 Cuando se acercaba a la subida de Bet-Horón, Judas salió a su encuentro con un pequeño contingente.
17 Al ver el ejército que avanzaba contra ellos, los hombres de Judas le dijeron: «¿Cómo podremos combatir con un ejército tan grande si somos tan pocos? Además estamos sin fuerza porque hoy no hemos comido nada.»
18 Judas les respondió: «No es difícil que muchos hombres sean vencidos por unos pocos. Para el Cielo da lo mismo conceder la salvación con muchos hombres o con unos pocos;
19 sepan que en la guerra la victoria no es de los más numerosos, sino que la fuerza proviene del Cielo.
20 Es el orgullo y la impiedad que los llevan, porque quieren acabar con nosotros, nuestras mujeres y nuestros hijos, y apoderarse de nuestros bienes.
21 Nosotros, en cambio, defendemos nuestras vidas y nuestras leyes,
22 y el Cielo los hará añicos ante nuestros ojos. ¡No les teman, pues!»
23 Apenas terminó de hablar, se abalanzó sobre ellos de improviso: Serón y sus hombres fueron derrotados.
24 Los persiguieron por la bajada de Bet-Horón hasta la llanura; murieron como ochocientos hombres y los demás huyeron al país de los filisteos.
Preparativos de Antíoco
25 Comenzaron a temer a Judas y a sus hermanos, y se apoderó el pánico de todas las naciones vecinas;
26 su fama llegó hasta el rey y todos los pueblos comentaron las batallas de Judas.
27 Antíoco se enojó mucho cuando lo supo, y dio orden de concentrar todas las tropas de su reino: era un ejército formidable.
28 Abrió sus cofres y dio a las tropas el sueldo de un año, pidiéndoles que se quedaran en pie de guerra.
29 Luego se dio cuenta de que faltaba el dinero en sus arcas y que habían disminuido los impuestos de la provincia a causa de las divisiones y de otros problemas que él mismo había provocado al suprimir en el país las leyes que existían desde siempre.
30 Acostumbraba gastar y regalar, como no lo habían hecho los reyes que habían estado antes que él, pero entonces tuvo miedo de que no tuviera lo suficiente para hacer frente a tantos gastos.
31 Al verse en serias dificultades, decidió dirigirse a Persia para recaudar los impuestos de las provincias y regresar con mucho dinero.
32 Dejó pues a Lisias, un noble de la familia real, como encargado de sus asuntos desde el Eufrates hasta la frontera con Egipto.
33 Lisias debía cuidar de su hijo Antíoco hasta su vuelta.
34 Le pasó la mitad de su ejército con los elefantes y le dio instrucciones sobre todo y muy especialmente sobre los habitantes de Judá y de Jerusalén.
35 Tenía que despachar en contra de ellos a un ejército para que los aplastase, eliminar las fuerzas de Israel y el pequeño resto de Jerusalén, para que no se volviera a hablar más de esa ciudad.
36 Después de eso instalaría extranjeros en todo el territorio y les distribuiría esas tierras.
37 El rey tomó la otra mitad del ejército y salió de su capital de Antioquía el año ciento cincuenta y siete; atravesó el Eufrates y se adentró en las provincias de la montaña.
38 Lisias escogió entre los amigos del rey a Tolomeo, hijo de Dorimeneo, Nicanor y Gorgías, todos personajes influyentes.
39 Junto con ellos envió a cuarenta mil soldados de infantería y siete mil de caballería para invadir y destruir el territorio de Judá, según la orden del rey.
40 Gorgías se puso en marcha con todo ese ejército y llegó hasta cerca de Emaús, en la llanura costera; allí instaló su campamento.
41 Cuando los comerciantes de la provincia se enteraron de eso, llegaron cargados de oro y plata, con muchas esposas para apresar y se presentaron en el campamento listos para comprar prisioneros israelitas. También se les juntaron gente de Idumea y del territorio de los filisteos.
42 Cuando Judas y sus hermanos vieron los ejércitos acampando en su territorio, se dieron cuenta de que las cosas iban muy mal. Se informaron también de la consigna que había dado el rey: destruir totalmente a su pueblo.
43 Entonces se dijeron unos a otros: «Salvemos a nuestro pueblo de la destrucción y luchemos por nuestro pueblo y por nuestro Lugar Santo».
44 Se convocó a una asamblea; allí se prepararon para la batalla, se oró y se imploró piedad y misericordia.
45 Jerusalén, despoblada, era un desierto. Ninguno de sus hijos entraba allí, ni nadie tampoco salía; el santuario había sido pisoteado; extranjeros vivían en la ciudadela, que se había convertido en una guarida de paganos. En Jacob se habían acabado los bailes, y ya no se oía el sonido de la flauta ni de la lira.
Preparativos de Judas
46 Todos se reunieron en Masfa, frente a Jerusalén, porque Masfa había sido antes un lugar de oración para Israel.
47 Ese día ayunaron, se vistieron con sacos, se echaron ceniza en sus cabezas y rasgaron sus ropas.
48 Se desenrolló el Libro de la Ley para hallar allí respuestas, las mismas que los paganos pedían a sus ídolos.
49 Se trajeron las vestimentas de los sacerdotes, primicias y diezmos; también pidieron que fueran allá los nazireos que habían terminado el tiempo de su manda,
50 y todos se pusieron a clamar al cielo diciendo: «¿Qué haremos con esa gente? ¿A dónde los llevaremos?
51 Tu Lugar Santo ha sido pisoteado y profanado. Tus sacerdotes están de duelo, humillados.
52 Las naciones se han aliado en contra de nosotros para hacernos desaparecer. Tú conoces bien sus intenciones.
53 ¿Cómo podremos resistirles si tú mismo no vienes a ayudarnos?»
54 Entonces tocaron las trompetas y lanzaron grandes aclamaciones.
55 En seguida designó Judas jefes para el pueblo, jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez.
56 A los que estaban construyendo una casa, a los que se habían casado recién o acababan de plantar una viña, y a todos los que tenían miedo, les dijeron que se volvieran a su casa, tal como lo autorizaba la Ley.
57 Después el ejército se puso en marcha y fue a acampar al sur de Emaús.
58 Judas les dijo: «¡Cada cual tome su equipo y sean valientes! Estén listos para pelear mañana con esas naciones que se han congregado en contra de nosotros para destruirnos a nosotros y a nuestro santuario.
59 Es mejor para nosotros morir en la batalla que contemplar la destrucción de nuestro pueblo y de nuestro Lugar Santo. ¡Que sea lo que el cielo quiera!»

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 3
3,1

Después de la muerte de Matatías, su hijo Judas se pone al frente de la resistencia.

Hacía tres siglos que la atención de los creyentes se dirigía exclusivamente hacia las actividades del culto. Los sacerdotes y levitas pare cían los únicos modelos de la fe. Ahora, por efecto de las circunstancias, hay un vuelco. El pueblo judío se encuentra vuelto al tiempo de los Jueces o de David. Para muchos el modelo del creyente viene a ser el combatiente que arriesga su vida para liberar a su pueblo, con las armas en la mano.

Es que la persecución brutal los llevó hasta el punto en que abstenerse de luchar significaba renunciar a todo lo que hacía del pueblo judío un pueblo diferente a los demás.

Frente a una lucha desigual se nos presenta la profesión de fe de Judas: Dios puede dar la victoria a unos pocos que luchan contra una muchedumbre. David no hablaba de otra manera al enfrentarse con Goliat (1 Sam 14,6 y 17,47).
3,10

Los libros de los Macabeos insisten numerosas veces en que los judíos lucharon, antes que nada, para defender su Lugar Santo. Este templo era el símbolo de toda la Ley, o sea, de toda su religión y su cultura.

Todos debemos luchar por cosas que dan un sentido a nuestra vida y que, si las descuidamos, ya no nos sirve de nada tener un porvenir asegurado. Para los judíos de entonces, abandonar sus costumbres y su culto era como renegar de su fe, siendo ellos los únicos depositarios de las promesas divinas. Si bien es cierto que el Templo mismo no era más que piedras y maderas, con un poco de metal precioso, no podían abandonarlo sin perder su dignidad de hombres y su vocación de creyentes.

Los Macabeos no eran muy diferentes de los que hoy se atreven a recordar los derechos de los pobres y a exigir una participación de todos en las sociedades en que domina la violencia y la corrupción. Se la juegan por conseguir medidas políticas, pero al hacerlo, defienden su propia fe, porque, si callaran, perderían su dignidad de hombres y renegarían del Espíritu de justicia y de libertad (Gál 5,11-12).
3,48

Este es el único lugar de la Biblia que menciona esta forma concreta de buscar una respuesta de Dios.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 4
Victoria de Judas en Emaús
1 Gorgías salió de noche, llevando consigo a cinco mil soldados de infantería y a mil de los mejores de caballería,
2 para asaltar el campamento de los judíos y tomarlos por sorpresa. Lo guiaban hombres de la ciudadela.
3 Le avisaron a Judas, quien salió entonces con sus hombres para atacar al ejército del rey que estaba en Emaús,
4 aprovechándose de que dichas tropas se habían alejado del campamento.
5 Gorgías llegó de noche al campamento de Judas, pero, como no encontró allí a nadie, se puso a buscar a los judíos por los cerros, pues se decía: «Han huido ante nosotros».
6 Mientras, al amanecer, apareció Judas en la llanura con tres mil hombres. No tenían, en realidad, ni las armaduras ni las espadas adecuadas,
7 y veían ante sí el campamento de los paganos, poderoso y bien fortificado, con toda la caballería en derredor; era gente que sabía combatir.
8 Judas dijo entonces a sus hombres: «No teman a esa muchedumbre ni tiemblen ante su ataque.
9 Recuerden cómo fueron liberados nuestros padres en el Mar Rojo cuando el faraón los perseguía con su ejército.
10 ¡Clamemos pues al Cielo! Si él lo quiere, se acordará de su Alianza con nuestros padres y hoy mismo aplastará a ese ejército que ven ante ustedes.
11 Entonces sabrán todas las naciones que Alguien rescata y salva a Israel!»
12 Al levantar la vista, los extranjeros vieron a los judíos que se dirigían hacia ellos,
13 y salieron del campamento para combatir. Los soldados de Judas tocaron las trompetas
14 y entraron en la batalla. Los paganos fueron derrotados y emprendieron la fuga a través de la llanura,
15 pero todos los rezagados cayeron bajo la espada. Los persiguieron hasta Gazer, hasta las llanuras de Idumea, de Azoto y de Jamnia; hubo más o menos tres mil muertos.
16 Cuando volvió de la persecución con su ejército,
17 Judas dijo al pueblo: «Todavía no es el momento de pensar en el pillaje, porque nos espera aún otro combate:
18 Gorgías y sus hombres están en los cerros muy cerca de nosotros. Quédense listos para enfrentar a nuestros enemigos; después de eso, podrán recoger el botín sin miedo».
19 Recién había Judas pronunciado esas palabras, cuando divisaron a las tropas enemigas que los observaban de lo alto de los cerros.
20 Habían visto que los suyos ha bían emprendido la fuga y que las llamas habían devorado su campamento; les bastó con ver el humo para darse cuenta de todo.
21 Ese espectáculo los llenó de terror; pero cuando vieron en la llanura al ejército de Judas en orden de batalla,
22 emprendieron la fuga hacia el territorio de los filisteos.
23 Entonces Judas regresó para saquear el campamento; juntaron muchas monedas de oro y plata, telas de púrpura violeta y de púrpura roja y muchas otras riquezas.
24 A su regreso, los judíos alababan y bendecían al Cielo cantando: «¡Es bueno, eterno es su amor!»
25 Ese día logró Israel una gran victoria.
26 Los extranjeros que pudieron huir contaron a Lisias todo lo sucedido.
27 Esa noticia lo molestó y lo desalentó, pues los asuntos de Is rael no se habían desarrollado tal como lo deseaba y el resultado era todo lo contrario de lo que el rey le había ordenado.
28 Al año siguiente, reunió Lisias a sesenta mil de sus mejores hombres y a cinco mil soldados de caballería, para acabar con los judíos.
29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet-Sur. Judas salió a su encuentro con diez mil hombres.
30 Al ver ese poderoso ejército, hizo esta oración: «¡Tú eres bendito, tú que salvas a Israel! Tú hiciste fracasar el ataque del poderoso guerrero por medio de tu servidor David, tú entregaste el campamento de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero;
31 ¡pon pues ahora ese ejército en manos de tu pueblo Israel! ¡Que se sientan avergonzados de sus tropas y de su caballería!
32 Siembra el pánico en sus filas, desarma la confianza que tienen en sus fuerzas y que su derrota los desaliente.
33 Haz que caigan bajo la espada de los que te aman, y que los que conocen tu nombre te alaben con cánticos».
34 Se lanzaron al ataque unos contra otros y en la batalla cayeron cinco mil hombres del ejército de Lisias.
35 Al ver la derrota de su ejército y la valentía de los soldados de Judas, decididos a vivir o a morir valientemente, Lisias se volvió a Antioquía, donde reclutó a extranjeros para atacar de nuevo a Judea con un ejército aún más numeroso.
Judas purifica el Templo
36 Judas y sus hermanos dijeron: «Aprovechemos ahora la derrota de nuestros enemigos para purificar el Santuario y celebrar su consagración».
37 Se reunió entonces todo el ejército y subió al cerro Sión.
38 Allí vieron que el Lugar Santo estaba abandonado. El altar había sido profanado, las puertas quemadas; en los patios crecían los arbustos como en un bosque o en un cerro y los aposentos estaban destruidos.
39 Entonces rasgaron sus ropas e hicieron un gran duelo echándose ceniza en la cabeza.
40 Se postraron con el rostro en tierra y al toque de las trompetas lanzaron gritos al cielo.
41 Judas designó a unos hombres para que fuesen a combatir a la gente de la ciudadela mientras se limpiara el Santuario.
42 Luego seleccionó a sacerdotes puros y llenos de celo por la Ley;
43 purificaron el Santuario y echaron en un lugar impuro las piedras del altar pagano.
44 Se preguntaron qué harían con el altar de los holocaustos que había sido profanado;
45 tuvieron la buena idea de destruirlo, porque era para ellos motivo de humillación el hecho de que los paganos lo hubieran manchado.
46 Lo demolieron y depositaron las piedras de ese altar en el cerro de la Morada, en un sitio conveniente, esperando que llegara algún profeta para que se pronunciara al respecto.
47 Tomaron piedras que no ha bían sido talladas, tal como lo manda la Ley, e hicieron un nuevo altar según el modelo del anterior.
48 Repararon el santuario y el interior de la Morada, y purificaron los patios.
49 Después que hicieron nuevos utensilios sagrados, instalaron en el Templo los candelabros, el altar de los perfumes y la mesa para los panes.
50 Quemaron incienso en el altar, encendieron las velas del candelabro que brillaron en el interior del Templo.
51 Pusieron en la mesa los panes, colocaron las cortinas y terminaron todo su trabajo.
52 El veinticinco del noveno mes, llamado el mes de Quisleu, el año ciento cuarenta y ocho, se levantaron de madrugada,
53 y ofrecieron un sacrificio, como lo manda la Ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían hecho.
54 La inauguración del altar fue al son de cantos, de cítaras, arpas y címbalos, en el mismo mes y día en que había sido profanado por los paganos.
55 Todo el pueblo se postró para adorar, y elevó su alabanza al cielo que había permitido todo eso.
56 Durante ocho días celebraron la consagración del altar, ofrecieron holocaustos con alegría, y también un sacrificio de comunión y acción de gracias.
57 Decoraron la fachada del Templo con coronas de oro y con escudos, repararon las entradas y pusieron puertas a las piezas.
58 El pueblo estaba muy alegre; ya se había borrado la vergüenza que les habían infligido los paganos.
59 Junto con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, Judas decidió que los días de la consagración fueran celebrados anualmente la misma fecha, durante ocho días, a partir del veinticinco del mes de Quisleu, con júbilo y fiesta.
60 Por esos mismos días rodearon de murallas y de torres fortificadas al cerro Sión, para que los paganos no vinieran a profanar de nuevo esos lugares.
61 Judas puso allí un destacamento para custodiarlo, y fortificó además Bet-Sur para que el pueblo tuviera una fortaleza frente a Idumea.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 4
4,1

Enviaron contra Judas a un coronel, Apolonio: Judas mató al coronel. Enviaron en su contra a un general, Sarón: derrotó al general. Esta vez, el rey Antíoco manda contra los judíos un ejército tremendo, con dos generales. Judá obtiene la victoria en Emaús.

Se notarán las palabras de Judas: Dios es fiel.

Durante tres siglos se había enseñado a los judíos su propia historia como una serie de intervenciones maravillosas de Dios (ver los libros de las Crónicas). Tanto se recalcaba la ayuda de Dios, que el valor de los hombres parecía inútil. Judas sabe que hay que actuar sin esperar un milagro o una revelación. Después de la victoria, todos se darán cuenta de que Dios es el que los salvó. Pedir a Dios la paz, el pan, la justicia, sin tratar de corregir o eliminar las estructuras opresivas, sería hipocresía.
4,36

A consecuencia de las victorias de Judas, Antíoco IV Epífanes firma un tratado por el que concede autonomía a la provincia judía (abril del año 164 a.c.). Los judíos triunfan y su primera preocupación es la de purificar el Templo, profanado por los paganos (diciembre del año 164).

Los judíos saben que no son un pueblo como los demás. Dios es quien decide el porvenir. En cualquier oportunidad, solamente solucionan lo más urgente, esperando que algún profeta indique lo que deben hacer: es lo que recuerda el versículo 46. Sin embargo, la situación es paradójica. Había profetas cuando los israelitas no los querían escuchar. Ahora que desean oír un mensaje, ya no hay profetas y no los volverá a haber hasta la llegada de Juan Bautista.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 5
Judas va a salvar a los judíos dispersos
1 Cuando las naciones vecinas supieron que el altar y el Santuario habían sido reconstruidos tal como antes, se enojaron mucho
2 y decidieron acabar con los descendientes de Jacob que vi vían entre ellos. Comenzaron pues los asesinatos y las expulsiones de la gente de nuestro pueblo.
3 Judas declaró la guerra a los hijos de Esaú en Idumea; avanzó contra los habitantes del territorio de Acrabatane, que asaltaban a los israelitas; los atacó violentamente, los derrotó y se apoderó de sus despojos.
4 Se acordó también de la maldad de la gente de Bayán, que eran una amenaza y un peligro para el pueblo porque armaban emboscadas en los caminos.
5 Los obligó a encerrarse en sus torres, los sitió y los condenó al anatema; prendió fuego a sus torres y las quemó con todos los que estaban dentro.
6 De allí se dirigió donde los amoneos; se topó allí con un poderoso ejército y un pueblo numeroso mandado por Timoteo.
7 Los atacó, los venció y los aplastó completamente.
8 Se apoderó luego de Yazer y de las aldeas vecinas y regresó después a Judea.
9 Los paganos de Galaad se coaligaron para acabar con los israelitas que vivían en su territorio, y éstos se refugiaron en la fortaleza de Datema.
10 Les mandaron cartas a Judas y a sus hermanos, en las que les decían: «Los paganos que nos rodean han venido a sitiarnos para acabar con nosotros,
11 y se preparan para tomar por asalto la fortaleza en que estamos refugiados. Quien comanda su ejército es Timoteo.
12 Ven pues a librarnos de sus manos, porque ya muchos de nosotros han muerto.
13 Todos nuestros hermanos que eran del territorio de Tobías han sido asesinados, sus mujeres y sus hijos han sido llevados cautivos, y se han apoderado de sus bienes; ya han perecido en este lugar como mil hombres».
14 Estaban todavía leyendo esas cartas, cuando llegaron unos mensajeros de Galilea, con sus ropas hechas tiras y que traían noticias parecidas:
15 «Tolemaida, Tiro y Sidón, decían, se han unido contra nosotros junto con la Galilea de los paganos para hacernos desaparecer».
16 Al saber eso, Judas y el pueblo convocaron a una gran asamblea: ¿Qué se puede hacer por esos hermanos que están en problemas y que tienen que luchar por su vida?
17 Judas dijo a su hermano Simón: «Escoge a algunos hombres y ve a salvar a los hermanos que están en Galilea. Yo y mi hermano Jonatán iremos al territorio de Galaad».
18 Dejó en Judea, para que mantuvieran la guardia, a José, hijo de Zacarías y a Azarías, jefe del ejército, con el resto del pueblo.
19 Pero les dio esta orden: «Ustedes quedan al frente del pueblo, pero no combatan con los paganos hasta nuestro regreso».
20 Le dieron tres mil hombres a Simón para la Galilea, y ocho mil a Judas para el territorio de Galaad.
21 Simón salió para Galilea, sostuvo varias batallas con los paganos, a los que barrió.
22 Los persiguió hasta las puertas de Tolemaida, cayendo muertos cerca de tres mil de ellos, cuyos despojos recogió.
23 Juntó luego a los judíos de Galilea y de Arbata con sus mujeres, hijos y cuanto poseían, y se los llevó a Judea en medio de la alegría general.
24 Mientras tanto Judas Macabeo y Jonatán, su hermano, atravesaron el Jordán y caminaron tres días por el desierto.
25 Se toparon con los nabateos que los acogieron bien y que los pusieron al corriente de lo que les pasaba a sus hermanos en el territorio de Galaad:
26 «Muchos de ellos, les dijeron, están encerrados en las ciudades fortificadas de Bosora, de Bosor, cerca de Alena, de Casfo, de Maqued y de Carnaín.
27 Otros están siendo sitiados en las demás ciudades del territorio de Galaad y sus enemigos han resuelto atacar mañana esas fortalezas, apoderarse de ellas y acabar, en un solo día, con todos los que se encuentren allí».
28 Judas ordenó entonces a su ejército que se dirigiera al desierto de Bosora; se apoderó de la ciudad, dio muerte a todos los varones y después de haber recogido todo el botín, le prendió fuego.
29 Se fue de noche y llegó muy cerca de la fortaleza de Tatema.
30 Al amanecer pudieron ver que una gran multitud instalaba escalas y máquinas de guerra para asaltar la ciudad.
31 Judas vio que el ataque había ya comenzado, y se oía el clamor que subía desde la ciudad al Cielo, como también el sonido de las trompetas.
32 Dijo, pues, a los hombres de su ejército: «¡Combatan hoy por sus hermanos!»
33 Sus hombres atacaron al enemigo por la espalda, dispuestos en tres grupos, se tocó la trompeta y lanzaron el grito de guerra.
34 Cuando el ejército de Timoteo reconoció a las tropas de Macabeo, salieron todos huyendo, pero él los derrotó de tal forma que ese día dejaron cerca de ocho mil hombres en el campo de batalla.
35 Luego se volvió contra Anema, la atacó, se apoderó de ella, y después de haber dado muerte a todos los varones y de haber recogido el botín, le prendió fuego.
36 De allí fue a apoderarse de Casfo, de Maqued, de Bosor y de las otras ciudades del territorio de Galaad.
37 Después de todo eso, Timoteo volvió a organizar otro ejército que fue a acampar frente a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas mandó a algunos hombres que fueran a reconocer el terreno, y éstos le dijeron: «Todos los paganos que nos rodean se han reagrupado en torno a ese jefe y conforman un ejército muy grande.
39 Contrataron además como auxiliares a los árabes que están acampados al otro lado del torrente y que están listos para atacarnos». En vista de eso, Judas partió a su encuentro.
40 Mientras Judas y su tropa se acercaban al torrente, Timoteo dijo a sus generales: «Si él pasa primero hacia acá, no podremos resistirle, pues nos llevará la delantera.
41 Pero si tiene miedo y se queda al otro lado del arroyo, entonces nosotros atravesaremos y acabaremos con él».
42 Al llegar junto al torrente, Judas dispuso a los oficiales del pueblo a lo largo del torrente y les dio esta orden: «No dejen que la gente instale sus carpas, sino que vayan todos a combatir».
43 Y él fue el primero en franquear el torrente y marchar contra el enemigo, siendo seguido por todo el pueblo. Derrotó a todos los paganos, que tiraron sus armas y corrieron a refugiarse en el santuario de Carnaín.
44 Los judíos se apoderaron de la ciudad e incendiaron luego el templo con todos los que allí estaban; Carnaín fue arrasado y en adelante nadie más fue capaz de oponer resistencia a Judas.
45 Judas juntó después a todos los israelitas que vivían en el territorio de Galaad, desde el más pequeño hasta el más grande; las mujeres y los niños con sus pertenencias formaban una columna inmensa que tomó el camino de Judá.
46 Llegaron a Efrón, que era una ciudad grande y fortificada. Como quedaba en medio del camino y no se podía desviar ni a la derecha ni a la izquierda, había que atravesarla.
47 Sus habitantes les negaron el paso y bloquearon las puertas con piedras.
48 Judas sin embargo les mandó un mensaje de paz: «Tenemos que pasar por el territorio de ustedes para llegar hasta el nuestro, pero nadie les hará daño. Atravesaremos como simples viajeros». Pero ellos no quisieron abrirles las puertas.
49 Judas ordenó entonces que se transmitiera esta orden entre las filas: «Cada cual póngase en posición de combate allí donde esté».
50 Todos los hombres de su tropa tomaron posiciones y Judas emprendió el asalto de la ciudad durante todo el día y toda la noche; al final ésta cayó.
51 Exterminó a todos los varones y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.
52 Después atravesó el Jordán entrando a la Gran Llanura frente a Bet-seán.
53 Judas, por su parte, fue reagrupando a los rezagados y animando al pueblo durante todo el trayecto hasta su arribo al territorio de Judá.
54 Subieron el cerro Sión en medio de alegría y fiesta, y ofrecieron allí holocaustos, porque todos habían vuelto sanos y salvos sin que nadie se perdiera.
Derrota de José y de Azarías
55 José, hijo de Zacarías, y Aza rías, jefe del ejército, se informaron de todo lo que habían hecho
56 Judas y Jonatán en el territorio de Galaad y su hermano Simón que sitiaba Tolemaida en Galilea, de sus actos de heroísmo y de sus combates.
57 Entonces dijeron: «Hagámonos célebres también nosotros, vayamos a atacar a los paganos que nos rodean».
58 Dieron pues órdenes a las tropas que comandaban para que se dirigieran a Jamnia.
59 Pero Gorgías y sus hombres salieron de la ciudad a su encuentro y los atacaron.
60 José y Azarías se dieron a la fuga; los persiguieron hasta las fronteras de Judea y ese día perecieron alrededor de dos mil hombres del pueblo de Israel.
61 Fue una gran derrota para el pueblo, y esto, por no haber escuchado a Judas y a sus hermanos. Quisieron dárselas de valientes,
62 pero no eran de esos hombres a los que se les concedió salvar a Israel.
63 El valeroso Judas y sus hermanos, en cambio, se hacían merecedores de las alabanzas de todo Israel y de todas las naciones donde se oía hablar de ellos.
64 La gente iba a verlos para felicitarlos.
65 Judas y sus hermanos llevaron a cabo una expedición contra los hijos de Esaú, en la región del sur; se apoderó de Hebrón y de las aldeas circunvecinas, derribó las fortificaciones y prendió fuego a las torres de defensa.
66 Levantó después su campamento y se dirigió al territorio de los filis teos; atravesó Marisa.
67 Ese día, algunos sacerdotes, queriendo dárselas de valientes, atacaron de manera temeraria y fueron muertos.
68 Judas continuó su camino hasta Azoto, en territorio de los filisteos, destruyó sus altares, quemó los ídolos de sus dioses, saqueó las ciudades y luego regresó al territorio de Judá.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 5
5,1

Los generales sirios aceptan de mala gana el tratado firmado por el rey. En los territorios vecinos alientan la persecución contra los judíos que allí viven en grupos a veces muy numerosos. Judas entonces empieza una campaña para salvar a sus compatriotas amenazados y para traerlos de vuelta a la provincia de Judea.
5,55

Sigue la guerra con éxitos y fracasos. Aquí la Biblia destaca las causas de un revés: son pocos los jefes que no se dejan llevar por intereses personales.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 6
Muerte de Antíoco Epífanes
1 Mientras el rey Antíoco recorría las provincias de la montaña, oyó hablar de la ciudad de Elimaida, en Persia, célebre por sus riquezas, su plata y su oro.
2 El templo de esa ciudad era muy rico, y tenía tapices de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia (el que reinó primero sobre los griegos).
3 Llegó pues allá y quiso apoderarse de esa ciudad para saquearla, pero no lo logró, porque los habitantes de la ciudad estaban alerta.
4 Lo recibieron con las armas en la mano y tuvo que emprender la fuga y abandonar el lugar muy amargado, regresando a Babilonia.
5 Cuando todavía estaba en Persia, recibió esta noticia: «Los ejércitos que invadieron el territorio de Judá fueron derrotados.
6 Lisias, que había llegado allí con un poderoso ejército, tuvo que ceder el terreno a los judíos. Estos se han reforzado en armas y en hombres, sin contar todo lo que han quitado a las columnas que han derrotado.
7 Derrocaron la abominación que había instalado el rey sobre el altar de Jerusalén, rodearon de altas murallas igual que antes su Lugar Santo y también Bet-Sur, una de las ciudades reales».
8 Al enterarse de esas noticias, el rey se impresionó mucho y se sintió muy abatido, se dejó caer en su cama enfermo de pena, porque las cosas no se habían dado como lo quería.
9 Permaneció así por muchos días, hundiéndose cada vez más en una profunda depresión. Cuando vio que estaba a punto de morir,
10 convocó a todos sus amigos: «El sueño, les dijo, ha huido de mis ojos y mi corazón está repleto de inquietud.
11 Me pregunto: ¿Hasta qué grado de angustia he llegado? ¿Cómo he llegado a caer en una tal depresión, yo, que era bueno y que era querido cuando era poderoso?
12 Ahora me acuerdo de todo el mal que hice a Jerusalén, de cuando me apoderé de todos los objetos de plata y oro que allí había y de cuando mandé a mis hombres para que acabaran, sin haber motivo, con todos los habitantes de Judá.
13 Reconozco que esa es la causa de las desgracias que ahora me acosan. Miren cómo voy a morir miserablemente en una tierra extraña».
14 Mandó llamar a Filipo, uno de sus amigos, y le encargó todo su reino.
15 Le dio su corona, su manto y su anillo, para que cuidara de la educación y de la manutención de su hijo Antíoco hasta que ascendiera al trono.
16 El rey Antíoco murió en ese lugar, el año ciento cuarenta y nueve.
17 Al enterarse de su muerte, Lisias nombró como su sucesor a su hijo Antíoco, al que había educado desde la infancia y al que había puesto el sobrenombre de Eupator.
La expedición de Antíoco V
18 Los defensores de la ciudadela bloqueaban a Israel alrededor del templo; se aprovechaban de cualquier circunstancia para provocar daño y eran un punto de apoyo para los paganos.
19 Judas decidió eliminarlos y convocó a todo el pueblo para sitiarlos.
20 Se reunieron todos y empezaron el sitio de la ciudadela el año ciento cincuenta; construyeron torres y máquinas de asalto.
21 Sin embargo, algunos de los sitiados lograron escapar. Se les adhirieron israelitas impíos,
22 y juntos fueron a ver al rey. Le dijeron: «¿Hasta cuándo vas a esperar para hacernos justicia y vengarnos de nuestros hermanos?
23 Nosotros nos declaramos a favor de tu padre, obedecimos sus órdenes y observamos sus decretos,
24 y por eso nos asedian la gente de nuestro pueblo y nos ponen en entredicho. Más aún, asesinaron a los nuestros que cayeron en sus manos y se apoderaron de nuestros bienes.
25 Pero no sólo les ha dado con nosotros sino también con tus territorios.
26 Actualmente están sitiando la ciudadela de Jerusalén para apoderarse de ella y fortificaron el Templo y Bet-Sur.
27 Si no tomas la delantera, harán mucho más daño aún y ya no podrás detenerlos».
28 El rey se enojó mucho al oír todo eso, reunió a sus amigos, a los jefes de su ejército y a los comandantes.
29 Le llegaron además tropas mercenarias de otros reinos y de las islas del mar.
30 Su ejército contaba con cien mil soldados de infantería, veinte mil de caballería y treinta y dos elefantes entrenados para la guerra.
31 Llegaron por Idumea y sitiaron Bet-Sur con sus máquinas; el sitio se prolongó mucho porque los defensores efectuaban salidas, prendían fuego a las máquinas y luchaban valientemente.
Combate de Bet-Zacarías
32 Judas, en vista de eso, dejó el sitio de la ciudadela y fue a acampar en Bet-Zacarías frente al ejército del rey.
33 Habiéndose levantado muy temprano, el rey condujo a sus tropas muy entusiasmadas por los caminos de Bet-Zacarías, donde tomaron posiciones para el combate.
34 Tocaron la trompeta, pusieron bajo los ojos de los elefantes jugo de uva y jugo de mora para excitarlos al ataque,
35 se repartieron los animales entre los diversos batallones del ejército; alrededor de cada elefante había filas de mil hombres con corazas de hierro y cascos de bronce; acompañaban además a cada elefante quinientos de entre los mejores hombres de a caballo.
36 Observaban todos los movimientos del animal y lo acompañaban a todas partes sin apartarse nunca de él.
37 En cada elefante, servía como defensa una sólida torre de madera, que iba sujeta con cinchas y en la que iban tres guerreros que combatían sobre el lomo del elefante, fuera de su conductor.
38 El resto de la caballería había sido distribuido por el rey en los dos lados del ejército, para combatir al enemigo y proteger a los batallones del ejército.
39 Cuando el sol brilló sobre los escudos de oro y de bronce, los cerros se iluminaron y resplandecieron como antorchas encendidas.
40 Una parte del ejército del rey se desplazó por la cumbre de los cerros y la otra, al pie. Avanzaban en formación regular y bien ordenada.
41 Bastaba con oír el ruido de esa masa, el paso de esa multitud y el estruendo de las armas que chocaban entre sí para sentirse lleno de espanto; en realidad era un ejército grande y poderoso.
42 A pesar de eso, Judas y sus hombres se lanzaron al combate y cayeron seiscientos hombres del ejército del rey.
43 Eleazar, por sobrenombre Anaram, divisó a uno de los elefantes que llevaba arneses reales; como era mucho más alto que los otros, pensó que el rey iba en él.
44 Sacrificó su vida para salvar a su pueblo y hacerse célebre para siempre.
45 Audazmente, corrió hacia el animal, matando a diestra y siniestra, de tal modo que los enemigos se apartaban a su paso.
46 Se deslizó debajo del elefante, lo hirió por debajo y lo mató; la bestia se derrumbó en tierra encima de Eleazar, quien murió allí mismo.
47 Al percartarse los judíos de las fuerzas del rey y del ardor de sus soldados, les cedieron el terreno.
48 Una parte del ejército del rey subió a Jerusalén para atacarla y el rey declaró el estado de sitio en Judea y el cerro Sión.
49 Al mismo tiempo hizo la paz con la gente de Bet-Sur, quienes abandonaron la ciudad porque no tenían alimentos para seguir resistiendo el sitio, ya que era el año sabático en que la tierra descansaba.
50 El rey tomó posesión de Bet-Sur e instaló allí una guarnición para defenderla.
51 Sitió el Templo durante largos días con sus torres y sus máquinas de asalto, con sus máquinas para lanzar fuego y rocas, y con las más pequeñas para las flechas y las piedras.
52 Los sitiados, por su parte, instalaron también máquinas contra las de los sitiadores y el sitio se prolongó por mucho tiempo.
53 Ya no quedaban provisiones en los almacenes porque era el año séptimo y además porque los israelitas que habían sido rescatados de los países paganos y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas.
54 Quedaban pues sólo algunos hombres en el Lugar Santo, porque la hambruna era muy grande y cada cual se había ido a su casa.
Cese de las hostilidades
55 Fue entonces cuando recibió Lisias noticias de Filipo, al que el rey Antíoco había elegido, aún en vida, para que educara a su hijo Antíoco y lo preparara para reinar.
56 Había vuelto de Persia y de Media con las tropas que habían acompañado al rey, y trataba en esos momentos de tomar en sus manos los asuntos.
57 Lisias quiso dar la señal de partida lo más pronto posible. Dijo pues al rey, a los jefes del ejército y a los soldados: «Estamos debilitándonos, tenemos pocos víveres y la plaza que asediamos está muy bien fortificada; mientras tanto nos esperan los asuntos del reino.
58 Hagamos la paz con estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo.
59 Permitámosles que vivan según sus costumbres como antes, pues fue justamente a causa de esas costumbres que nosotros suprimimos que ellos se rebelaron y llegaron hasta esto».
60 Estas palabras agradaron al rey y a los generales; el rey mandó a unos hombres para ofrecer la paz a los judíos, quienes aceptaron.
61 El rey y los generales se comprometieron bajo juramento y los sitiados salieron de la fortaleza.
62 Pero cuando el rey entró en el cerro Sión y vio la inexpugnabilidad de esa plaza, faltó al juramento que había prestado y dio órdenes de destruir toda la muralla.
63 Desde allí salió rápidamente rumbo a Antioquía. Allí se encontró con que Filipo era dueño de la ciudad, le presentó batalla y recuperó a la fuerza la ciudad.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 6
6,1

La Biblia presenta el fin de Antíoco Epífanes como el ejemplo de la muerte de los perseguidores. Otro relato, diferente, lo podemos encontrar en 2 Macabeos 9.
6,32

Nuevamente es invadida Palestina y en el combate de Betzacarías, el ejército de Judas, demasiado inferior al del rey, tiene que abandonar el terreno a los enemigos. Sin embargo, dos años después el rey hace las paces y confirma la libertad religiosa de los judíos.
6,55

Cesan las hostilidades en el momento menos esperado, y se reconoce a los judíos el derecho de seguir su religión (6,59). La resistencia de un puñado de héroes ha conseguido este primer resultado y logra dar un vuelco a la historia del pueblo judío.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 7
1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, abandonó Roma y desembarcó con algunos hombres en un puerto, de donde comenzó a reinar.
2 Al ver que retomaba el reino de sus antepasados, el ejército tomó presos a Antíoco y a Lisias para entregárselos.
3 Cuando se enteró de la cosa, declaró: «No quiero ver sus caras».
4 Inmediatamente el ejército los ejecutó y Demetrio se sentó en su trono.
5 Todos los renegados de Israel, esos hombres sin fe ni ley, fueron a verlo; al frente de ellos iba Alquimes, que pretendía el puesto de sumo sacerdote. 6 Acusaron a su pueblo ante el rey diciendo:
6 «Judas y sus hermanos dieron muerte a todos tus amigos y nos echaron de nuestro país.
7 Envía pues ahora a un hombre de confianza, para que vea todo el daño que nos ha hecho Judas, a nosotros y a los territorios del rey, y castigue a esa gente junto con todos los que los ayudaron».
Expedición de Baquides y de Nicanor
8 El rey eligió a Baquides, gobernador de la provincia al oeste del Eufrates. Era uno de sus amigos, un gran personaje y fiel al rey.
9 El rey lo mandó junto con Alquimes, ese hombre impío al que nombró sumo sacerdote, y le ordenó que reprimiera a los israelitas.
10 Emprendieron pues el trayecto y llegaron al territorio de Judá con un numeroso ejército. Enviaron a Judas y a sus hermanos mensajeros con buenos recados para engañarlos,
11 pero éstos no les creyeron, pues habían visto que llegaban con un poderoso ejército.
12 Hubo, sin embargo, una reunión entre los maestros de la Ley y Alquimes y Baquides, para hallar una solución justa.
13 Los asideos eran los primeros entre los israelitas en pedir la paz,
14 pues decían: «Ya que un sacerdote de la raza de Aarón ha venido con este ejército, no nos hará daño».
15 Este les presentó palabras de paz e incluso les juró: «No queremos hacerles daño ni a ustedes ni a sus amigos».
16 Le creyeron, pero mandó arrestar a sesenta de ellos y fueron ejecutados en un solo día, según la palabra de la Escritura:
17 Han dejado en el suelo los cuerpos de tus fieles y derramado sangre alrededor de Jerusalén, y nadie les dio sepultura.
18 Ante eso, todo el pueblo, presa del miedo y del pánico, decía: «No tienen palabra ni sentido alguno de justicia, porque violaron el acuerdo y el juramento que habían hecho».
19 Baquides abandonó Jerusalén y fue a acampar en Bet-Zet; desde allí mandó detener a algunas personas importantes que se habían pasado a su bando, y junto con ellas a algunos del pueblo; mandó que los degollaran y los echaran en un gran pozo.
20 Luego confió la provincia a Alquimes, dejándole tropas para que lo apoyaran, y regresó donde el rey.
21 Alquimes trató de imponerse como sumo sacerdote,
22 y todos los que perturbaban al país fueron a unírsele. Se adueñaron del territorio de Judá e hicieron mucho mal a Israel.
23 Al ver Judas que Alquimes y sus partidarios hacían más daño a los israelitas que los mismos paganos,
24 empezó a recorrer la Judea para vengarse de los que se habían pasado al enemigo e impedirles que anduvieran por el país.
25 Alquimes, viendo que Judas y sus partidarios iban reforzándose, comprendió que no podría resistirle. Volvió pues donde el rey y los acusó de los peores crímenes.
26 El rey mandó inmediatamente a Nicanor, uno de sus más ilustres generales y que además sentía un gran odio y desprecio por Israel. Le ordenó que exterminara a ese pueblo.
27 Nicanor llegó pues a Jerusalén con un numeroso ejército.
27 Transmitió a Judas y a sus hermanos buenas palabras:
28 «No nos hagamos la guerra, iré a verlos con espíritu de paz junto a una pequeña escolta». Pero no era más que un ardid.
29 Cuando llegó donde Judas, se saludaron pacíficamente, pero los enemigos estaban listos para capturar a Judas.
30 Este se dio cuenta de que Nicanor había venido con malas intenciones, desconfió de él y se negó a recibirlo de nuevo.
31 Al ver que su plan había sido descubierto, Nicanor avanzó para enfrentarse con Judas cerca de Cafarsalama.
32 Nicanor perdió quinientos hombres y los demás se refugiaron en la ciudad de David.
Derrota de Nicanor
33 Después de eso, Nicanor subió al cerro Sión; algunos sacerdotes salieron del Lugar Santo con ancianos del pueblo para saludarlo pacíficamente y mostrarle el holocausto que se estaba ofreciendo por el rey.
34 Pero Nicanor se burló de ellos, los puso en ridículo, y los despreció multiplicando los insultos.
35 En el colmo de su rabia, hizo este juramento: «Si Judas no cae ahora en mis manos junto con su ejército, quemaré este Templo cuando regrese victorioso». Y se fue muy enojado.
36 Los sacerdotes, a su vez, se fueron a parar delante del altar. Frente al Templo se pusieron a llorar:
37 «Tú elegiste esta Casa para que lleve tu Nombre, para que sea para tu pueblo una casa de oración y de súplica.
38 Véngate de ese hombre y de su ejército, que perezca a espada. Acuérdate de sus insultos y no tengas piedad de él».
39 Nicanor salió pues de Jerusalén e instaló su campamento en Bet-Horón, en donde se le juntó el ejército de Siria.
40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil hombres. Hizo esta oración:
41 «Cuando blasfemaron los enviados del rey, salió tu ángel e hirió a ciento ochenta y cinco mil.
42 Aplasta de igual forma ante nosotros a ese ejército, para que sepan todos que fueron sus insultos a tu Santuario lo que provocó su desgracia.
43 Los ejércitos comenzaron la batalla el trece del mes de Adar; el ejército de Nicanor fue aplastado y él mismo cayó en la batalla.
44 Cuando los soldados de Nicanor vieron que había caído, arrojaron sus armas y emprendieron la fuga.
45 Los judíos los persiguieron todo el día, desde Adasa hasta las inmediaciones de Gazer, y mientras los perseguían, tocaban la trompeta con todas sus fuerzas.
46 De todas las aldeas de Judea salía gente para cercar a los fugitivos y obligarlos a detenerse para que se defendieran; así fue como perecieron todos a espada y no escapó ni uno solo.
47 Juntaron sus despojos y todo lo que encontraron; cortaron la cabeza de Nicanor, más su mano derecha, y las llevaron a Jerusalén, donde fueron expuestas.
48 El pueblo estaba alegre y ese día se hizo una gran fiesta;
49 decidieron que ese día sería celebrado cada año, el trece del mes de Adar.
50 Después de eso el territorio de Judá gozó de paz durante un tiempo.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 8
La alianza con los romanos
1 Judas oyó hablar de los romanos. «Son poderosos, le dijeron, comprensivos con todos los que se ponen de su parte y ofrecen su amistad a los que se dirigen a ellos. Además, su ejército es de los mejores».
2 Le contaron a Judas sobre sus guerras y sus hazañas entre los Galos, de cómo habían dominado a ese pueblo y lo habían obligado a pagar impuestos.
3 Le contaron también todo lo que habían hecho en España para apoderarse de las minas de plata y oro de ese país,
4 y cómo se habían adueñado de todo ese país, muy distante del suyo, gracias a su inteligencia y su perseverancia. Habían aplastado además a todos los reyes que habían venido de los extremos de la tierra a combatirlos, les habían infligido una gran derrota, de tal forma que los sobrevivientes tuvieron que pagarles cada año un impuesto.
5 Por último, ha bían triunfado por medio de las armas sobre Filipo, sobre Perseo, rey de los griegos, y sobre los que se habían alzado contra ellos; los habían sometido a todos.
6 Antíoco Magno, rey de Asia, había marchado en su contra con ciento veinte elefantes, caballos, carros y un inmenso ejército, pero había sido completamente derrotado.
7 Incluso lo habían capturado vivo, y habían gravado a él y a sus sucesores con un pesado impuesto que de bían pagar en una fecha determinada, y con la entrega de rehenes.
8 Le habían quitado el territorio de la India, Media, Lidia y varias de sus más hermosas provincias y se las habían dado al rey Eumeno.
9 Como los griegos quisiesen librarse de los romanos,
10 al saberlo éstos, habían mandado en su contra a un solo general, quien los había derrotado, haciendo numerosas víctimas. Los romanos habían luego llevado cautivas a las mujeres y a los niños, se habían apoderado de sus bienes y sometido al país, destruido sus fortalezas y reducido a la esclavitud a mucha gente que se encontraba todavía allí.
11 Los demás reinos e islas que habían presentado resistencia, habían sido destruidos y sometidos por los romanos.
12 «Pero, le dijeron, ellos mantienen su amistad con los que les son fieles y confían en ellos; como han sometido a reyes cercanos o lejanos, todos los que oyen hablar de ellos les temen.
13 Los que ellos apoyan y quieren que reinen, reinan, y cambian a los que quieren cambiar; su poder es considerable.
14 A pesar de eso, nadie de entre ellos se ha puesto la corona ni revestídose del manto real para adquirir gloria.
15 Instituyeron un consejo de trescientos veinte miembros que deliberan diariamente sobre los asuntos públicos para que todo esté en orden.
16 Anualmente confían a un solo hombre la autoridad y el poder sobre todo el país; todos obedecen a ese hombre y no hay entre ellos ni envidia ni celos».
17 Judas eligió entonces a Eupolemo, hijo de Juan, de la familia de Accos, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los mandó a Roma para que hicieran con los romanos un tratado de alianza y de amistad.
18 Con eso quería romper el yugo de los griegos, pues veía que esta gente mantenía a Israel en la esclavitud.
19 Al cabo de un largo viaje, llegaron a Roma, entraron en el Senado, donde hablaron así:
20 «Judas, apellidado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han mandado donde ustedes para firmar con ustedes un tratado de alianza y paz. Queremos que nos consideren entre sus aliados y amigos».
21 Esta petición agradó a los senadores
22 y esta es la copia de la carta que escribieron en tablillas de bronce y que enviaron a Jerusalén para que allí la tuvieran como un documento de paz y de alianza:
23 «¡Haya paz entre los romanos y la nación de los judíos, tanto en mar como en tierra, para siempre! ¡Aléjense de ellos la espada y el enemigo!
24 Si llegare a haber una guerra con Roma o con alguno de sus aliados, doquiera se extiende su poder,
25 la nación de los judíos combatirá lealmente a su lado según lo indiquen las circunstancias.
26 No darán ni proporcionarán a sus adversarios trigo, armas, dinero ni barcos, ateniéndose en eso a las decisiones de Roma; serán fieles a sus compromisos sin recibir paga alguna.
27 De igual modo, si hubiere alguna guerra con la nación de los judíos, los romanos combatirán lealmente a su lado, según lo indiquen las circunstancias.
28 No proporcionarán a los enemigos ni trigo ni armas, ni dinero ni barcos, pues así lo ha decidido Roma, y serán fieles a sus promesas sin paga alguna.
29 Este es el acuerdo que han concluido los romanos con el pueblo judío.
30 Si en adelante unos u otros quieren añadir o quitar algo, lo decidirán con toda libertad, y lo que añadan o quiten tendrá fuerza de ley.
31 Respecto a los males que el rey Demetrio ha hecho a los judíos, le hemos escrito esto: ¿Por qué oprimes a los judíos? ¡Ellos son nuestros amigos y aliados!
32 Si llegan a acusarte de nuevo, les haremos justicia y te combatiremos por mar y tierra».

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 8
8,1

Los profetas habían insistido en que el pueblo judío, por ser el pueblo de Dios, tenía que confiar en él sin buscar otra ayuda. Era desconfiar de Dios el tratar de hacer alianzas con los pueblos paganos. Judas tiene un criterio diferente y busca la alianza con los romanos.

Por una parte, las primeras victorias habían alentado grandes esperanzas. Desde el exilio, los judíos nunca habían recuperado su autonomía y, ahora, a Judas y a sus compañeros les parece llegada la hora de restituir el antiguo reino de Salomón y de David.

Por otra parte, Judas admira la organización y el poder de los romanos, y piensa que su protección favorecerá el restablecimiento del reino de David.

Pero los profetas tenían la razón: los que buscan el Reino de Dios y la justicia no deben poner su confianza en los ricos y poderosos. Los romanos, que tanto admiraba Judas, se volverán enemigos y, dos siglos después, en tiempos de Jesús, destruirán la nación judía.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 9
Muerte de Judas
1 Cuando supo Demetrio que Nicanor había perecido junto con sus hombres, mandó de nuevo a Baquides y a Alquimes a la cabeza del ala derecha del ejército rumbo al territorio de Judá.
2 Tomaron el camino de Galilea y pusieron sitio a Mesalot, en el territorio de Arbeles; se apoderaron de ella y masacraron a muchos de sus habitantes.
3 El primer mes del año ciento cincuenta y dos, instalaron su campamento frente a Jerusalén,
4 y luego se dirigieron a Berea, llevando consigo veinte mil soldados de infantería y dos mil de caballería.
5 Judas, por su parte, había levantado su campamento en Eleasa y tenía consigo a tres mil de entre los mejores soldados.
6 Cuando vieron que los enemigos eran tan numerosos, se asustaron y muchos huyeron del campamento; no quedaron más que ochocientos.
7 Judas vio que su ejército se desintegraba en el preciso momento en que el combate les venía encima; quedó consternado, pues ya no tenía tiempo para reunir a los fugitivos.
8 A pesar de eso, dijo a los que se habían quedado con él: «¡De pie! ¡Ataquemos a nuestros enemigos y veamos si podemos vencerlos!»
9 Sus compañeros trataron de disuadirlo, diciéndole: « Por ahora lo único que podemos hacer es salvar nuestras vidas. Volveremos luego a reemprender la lucha junto con nuestros hermanos, pues en realidad somos muy pocos».
10 Judas les respondió: «¡Nunca haré eso, líbreme Dios de huir frente a ellos! Si ha llegado nuestra hora, muramos como valientes por nuestros hermanos, pero no hagamos algo que pueda mancillar nuestro honor».
11 El ejército salió del campamento para enfrentarlos, habiendo dividido en dos la caballería; los honderos y los arqueros marchaban adelante y las primeras filas estaban formadas por los más valientes.
12 Baquides iba con el ala derecha, la infantería avanzaba por ambos lados al son de la trompeta. Los que estaban con Judas tocaron también la trompeta,
13 y la tierra se estremeció con los gritos de los ejércitos. El combate comenzó en la mañana y duró hasta la tarde.
14 Judas vio que Baquides y sus tropas más firmes se hallaban a la derecha; junto con los más valientes que se congregaron a su alrededor,
15 rompieron el ala derecha de Baquides y la persiguieron hasta el cerro Azara.
16 Pero al ver que el ala derecha había flaqueado, los sirios que formaban el ala izquierda se lanzaron tras Judas y sus compañeros y los pillaron por atrás.
17 El combate se hizo encarnizado y cayeron muchos en ambos bandos;
18 Judas también cayó y el resto de sus hombres huyó.
19 Jonatán y Simón tomaron el cuerpo de su hermano Judas y lo sepultaron en la tumba de sus padres en Modín.
20 Todo Israel lo lloró e hicieron por él un gran duelo, repitiendo por muchos días esta lamentación:
21 «¿Cómo es que ha caído el héroe que salvaba a Israel?»
22 El resto de las acciones de Judas, sus guerras, sus actos de valentía y sus títulos de gloria no fueron escritos porque eran demasiados.
Jonatán sucede a Judas
23 Después de la muerte de Judas, los renegados salieron de la oscuridad en todo el territorio de Israel, y volvieron a figurar todos los que hacían el mal.
24 Por esos días azotó al país una gran hambruna y mucha gente se pasó al otro bando.
25 Baquides eligió entonces a hombres sin fe ni ley para gobernar el país.
26 Sometieron a los partidarios de Judas a pesquisas y sumarios, los hacían comparecer ante Baquides, quien los castigaba y humillaba.
27 Israel experimentó una opresión tan terrible como no la había tenido desde el fin del tiempo de los profetas.
28 Entonces se reunieron todos los partidarios de Judas y le dijeron a Jonatán:
29 «Desde que murió tu hermano Judas ya no tenemos a un hombre de su valentía para que dirija la guerra contra nuestros enemigos, contra la gente de Baquides y de todos aquellos que odian a nuestra nación.
30 Por eso te hemos elegido para que lo reemplaces como nuestro jefe y general; tu dirigirás nuestros combates».
31 Y desde ese momento, Jonatán tomó el mando y la sucesión de su hermano Judas.
32 Al informarse de eso Baquides, trató de asesinar a Jonatán.
33 Cuando lo supieron Jonatán, su hermano Simón y todos sus compañeros, huyeron al desierto de Tecoa y acamparon cerca de la cisterna de Asfar.
34 Baquides lo supo un día sábado, y atravesó también el Jordán con todo su ejército.
35 Jonatán mandó a su hermano, que ocupaba un puesto de mando en el ejército, donde sus amigos nabateos; quería guardar donde ellos su equipaje, que era considerable.
36 Pero la gente de Medaba, los Yambritas, salieron para apoderarse de Juan y de todo lo que tenía, y emprendieron luego la fuga con el botín.
37 Poco tiempo después, Jonatán y su hermano Simón se informaron de que los Yambritas iban a celebrar una boda y que traerían desde Nabata a la novia en medio de un gran cortejo; ella era hija de uno de los grandes personajes de Canaán.
38 Se acordaron entonces de la muerte de su hermano Juan y fueron a esconderse en la montaña.
39 Divisaron pronto a una muchedumbre numerosa y bullanguera que se acercaba con tamboriles, música y ricos trajes militares; allí estaba el novio con sus amigos y sus parientes.
40 Los judíos, de lo alto de la emboscada, se abalanzaron sobre ellos y los masacraron; mataron a muchos y los sobrevivientes huyeron a los cerros. Se apoderaron de todos sus despojos.
41 Así fue como la boda se transformó en un duelo y la alegre música en lamentaciones.
42 De ese modo se vengaron de la sangre de su hermano y luego retornaron a las orillas fangosas del Jordán.
43 Al saberlo Baquides, avanzó un día sábado hasta las márgenes del Jordán con un numeroso ejército.
44 Jonatán dijo entonces a sus hombres: «¡De pie, defendámonos, pues este día no va a ser como las otras veces!
45 El combate está frente a nosotros, y tras nosotros está el agua del Jordán: no hay pantano o espesura por donde batirse en retirada.
46 Clamemos pues ahora al Cielo para que nos salve de nuestros enemigos!»
47 Cuando comenzó la batalla, Jonatán extendió su brazo para asestarle un golpe a Baquides, pero éste se echó para atrás.
48 Jonatán y sus hombres se tiraron al Jordán y alcanzaron a nado la otra orilla, pero los enemigos no atravesaron el río para perseguirlos.
49 Ese día cayeron alrededor de mil hombres del bando de Baquides.
50 Baquides regresó a Jerusalén y se puso a construir fortalezas en Judea: Jericó, Emaús, Bet-Horón, Betel, Tamnata, Faratón y Tefón. Hizo allí grandes murallas, con puertas guarnecidas de cerrojos.
51 Dejó una guarnición en cada una para mantener la represión en contra de Israel.
52 Fortificó Bet-Sur, Gazer y la ciudadela, y puso allí hombres armados, con víveres de reserva.
53 Tomó como rehenes a los hijos de los jefes del país, y los mantuvo bajo una buena custodia en la ciudadela de Jerusalén.
54 En el décimo mes del año ciento cincuenta y tres, Alquimes ordenó demoler el muro del patio interior del Santuario. Esto no significaba menos que destruir la obra de los profetas. Comenzaron a demolerlo,
55 pero Alquimes tuvo un ataque y sus planes quedaron allí. Tenía la boca paralizada y no podía pronunciar palabra alguna ni dar órdenes respecto a su casa.
56 Así murió Alquimes en medio de grandes sufrimientos.
57 Al ver que Alquimes había muerto, Baquides regresó donde el rey, de tal modo que el territorio de Judá quedó en paz por dos años.
Baquides reconoce su fracaso
58 Tuvieron una reunión todos los renegados, y dijeron: «Jonatán y los suyos viven ahora en paz y seguridad. Llamemos de nuevo a Baquides para que los detenga a todos en una sola noche».
59 Fueron pues a verlo y lo discutieron con él.
60 Baquides emprendió, una vez más, el camino con una poderosa tropa y despachó en secreto cartas a todos sus partidarios de Judea, para pedirles que arrestaran a Jonatán y a sus compañeros. Pero no le resultó, porque los otros se habían enterado de su plan.
61 Jonatán y sus compañeros tomaron presos en el país a unos cincuenta hombres que eran los causantes de ese plan criminal y los ejecutaron.
62 Después de eso, Jonatán y Simón se retiraron, junto con sus partidarios, al desierto de Bet-Basi. Repararon esa ciudad en ruina y la fortificaron.
63 Cuando Baquides lo supo, reunió a todos sus hombres y convocó a sus partidarios de Judea.
64 Instaló su campamento cerca de Bet-Basi y durante largos días mandó que se construyeran máquinas para el ataque.
65 Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, recorrió los alrededores con un destacamento.
66 Atacó el campamento de Odomera y de sus hermanos, y el de la gente de Fasirón. Los enemigos también se decidieron a atacar y subieron con sus tropas.
67 Simón y sus hombres, por su parte, efectuaron una salida y quemaron las máquinas sitiadoras.
68 Después atacaron a Baquides y le infligieron una tal derrota que cayó éste en un profundo abatimiento, porque su proyecto y su ataque habían fracasado.
69 Se enfureció entonces con los renegados que le habían aconsejado que viniera al país; dio muerte a un gran número de ellos y decidió volverse a casa con los suyos.
70 Al enterarse de eso, Jonatán le envió a algunos hombres para proponerle la paz y el canje de prisioneros.
71 Baquides aceptó y cumplió sus promesas. Y juró a Jonatán que hasta el día de su muerte no le perjudicaría en nada.
72 Baquides liberó a los prisioneros que había tomado antes en el territorio de Judá, luego regresó a su casa para nunca más volver al país de los judíos.
73 Hubo un tiempo de paz en Israel, y Jonatán se estableció en Micmas, de donde juzgaba al pueblo; hizo que desaparecieran los impíos de en medio de Israel.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 9
9,1

Viene a continuación el relato conmovedor de la muerte de Judas. Este muere con la aureola de su fe y de su heroísmo, semejante a muchos que «esperaban la restauración de Is rael» y murieron por esa esperanza.

Podemos ver una gracia de Dios para con él en esta muerte prematura. El camino que había empezado por motivos de fe, desembocaría más tarde con sus descendientes en los juegos sucios que acompañan habitualmente al poder político.
9,23

Jonatán, elegido sucesor de su hermano Judas, tiene que huir al desierto con los suyos. Envía a su hermano Juan con el equipaje para ponerlo en lugar seguro al otro lado del Jordán. Allá son víctimas de una emboscada. Jonatán, a su vez, pasa al otro lado del Jordán para vengarlos. Cuando vuelve, Báquides y su ejército han pasado detrás de él y le cortan el acceso al río. Sin embargo, logran romper las líneas enemigas y pasan a nado.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 10
Guerra entre Alejandro y Demetrio
1 El año ciento sesenta, Alejandro, hijo de Antíoco Epífanes, organizó una expedición y ocupó Tolemaida. Fue bien recibido, comenzando allí su reinado.
2 En cuanto supo la noticia, el rey Demetrio reunió un ejército muy poderoso y marchó, en son de guerra, contra aquél.
3 Demetrio envió a Jonatán cartas amistosas en las que le prometía colmarlo de honores.
4 Pues decía: «Hagamos pronto la paz con esos hombres, antes que la hagan con Alejandro en contra nuestra,
5 pues seguramente Jonatán no se habrá olvidado de todo el mal que les hicimos, tanto a sus hermanos como a su nación».
6 Le dio, pues, permiso para que formara un ejército, fabricara armas y se presentara como su aliado, además ordenó que le entregaran los rehenes retenidos en la ciudadela.
7 Jonatán llegó pues a Jerusalén y leyó el mensaje ante todo el pueblo y ante los hombres de la ciudadela.
8 Cuando éstos oyeron que el rey lo autorizaba a reclutar tropas, la gente de la ciudadela se llenó de temor.
9 Entregaron los rehenes a Jonatán, quien se los pasó a sus padres.
10 Jonatán se estableció en Jerusalén y comenzó a reconstruir y a reparar la ciudad.
11 En especial dio órdenes a los encargados de los trabajos de reconstruir la muralla y el contorno del cerro Sión con piedras talladas, para que fuera así una defensa; lo que se hizo.
12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas construidas por Baquides emprendieron la fuga;
13 abandonaron sus puestos y retornaron a su país.
14 En Bet-Sur, sin embargo, quedaron algunos hombres que habían desertado de la Ley y de los preceptos, pues este era un lugar de refugio.
15 El rey Alejandro supo de las promesas que Demetrio había hecho a Jonatán; le contaron sobre las guerras y las hazañas en las que se habían distinguido tanto aquel como sus hermanos, como asimismo las pruebas que habían tenido que sufrir.
16 Entonces el rey exclamó: «¿Dónde hallaremos un hombre como él? Hagámoslo nuestro amigo y nuestro aliado».
17 Le escribió pues una carta redactada en estos términos:
18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán.
19 Como nos han hecho saber que eres un hombre muy valiente, mereces ser nuestro amigo.
20 Por eso te hacemos ahora el sumo sacerdote de tu nación y te otorgamos el título de Amigo del rey (al mismo tiempo le mandó un manto de púrpura y una corona de oro), así tú serás uno de los nuestros y nos mantendrás tu amistad».
21 Así fue como, en el séptimo mes del año ciento sesenta, para la fiesta de las Tiendas, Jonatán se revistió de los ornamentos sagrados; reclutó tropas y fabricó muchas armas.
22 Demetrio quedó muy contrariado con eso.
23 «¿Qué hemos hecho? decía. Alejandro ha sido más rápido que nosotros para ganarse la amistad de los judíos y reforzar su posición.
24 Pues bien, yo también les voy a escribir para persuadirlos, ofreciéndoles honores y beneficios, para que así vengan a ayudarme».
25 Les escribió pues esto: «El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos.
26 Ustedes han respetado los acuerdos anteriores entre nosotros y ustedes; nos han mantenido su amistad en vez de pasarse al lado de nuestros enemigos, lo que al saberlo nos dejó muy felices.
27 Permanezcan pues fieles y sabremos recompensarles lo que hacen por nosotros.
28 Los liberaremos de muchas obligaciones y les haremos muchos favores.
29 Desde ya dispenso a todos los judíos y los libero de los impuestos, de las contribuciones a la sal y de la tasa real.
30 Desde ahora y para siempre dejo de percibir el tercio de los productos de la tierra y la mitad de las frutas de los árboles que hasta aquí me correspondían, tanto en el territorio de Judá como en los tres distritos de la Samaría-Galilea que están anexos.
31 Jerusalén será una ciudad santa, dispensada de diezmos y de gabelas, como también sus alrededores.
32 Renuncio a la posesión de la ciudadela de Jerusalén y se la doy al sumo sacerdote, quien elegirá personalmente a los hombres encargados de custodiarla.
33 Otorgo la libertad, sin necesidad de rescate, a cualquier persona de origen judío que haya sido llevada fuera del país de Judá y que esté cautiva en cualquier parte dentro de mi reino. Todos quedarán exentos de impuestos, incluso de aquel al ganado.
34 Quiero que todas las fiestas, los sábados, las lunas nuevas, los días determinados por la Ley y los tres días que los preceden y que siguen, sean días en los que se perdonen las deudas y los derechos de consumo a todos los judíos de mi reino.
35 Durante esos días nadie podrá exigir un pago o inquietar a un judío por cualquier negocio.
36 Los ejércitos reales reclutarán de entre los judíos hasta treinta mil soldados, los que recibirán el mismo sueldo que las demás tropas del rey.
37 Se los ubicará en las más importantes fortalezas reales y en los cargos de confianza de mi reino. Sus supervisores y sus jefes saldrán de sus filas y vivirán según su Ley, tal como el rey lo ha ordenado para todo el país de Judá.
38 Los tres distritos que han pasado a depender de Judea, a expensas de la provincia de Samaría, serán anexados a Judea; se los considerara como dependientes de un solo hombre, obedeciendo únicamente al sumo sacerdote.
39 Doy la ciudad de Tolemaida y el territorio dependiente al Templo de Jerusalén para asegurar así los gastos necesarios para el culto.
40 Daré personalmente, cada año, quince mil monedas de plata, que se deducirán de la parte que le corresponde al rey en los lugares que se designarán.
41 En adelante los funcionarios entregarán, para los trabajos del Templo, todo el excedente de los impuestos que no haya sido gastado, como en los años anteriores.
42 Se descontaban cada año, de los ingresos y rentas del Templo, cinco mil monedas de plata; en adelante esta cantidad se destinará para beneficio de los sacerdotes que ejecutan el servicio litúrgico.
43 Si alguien es perseguido por deuda al tesoro real o por cualquier otra deuda, y se refugia en Jerusalén o en sus inmediaciones, quedará libre de pago, al igual que todos los bienes que posea en mi reino.
44 Los gastos necesarios para los trabajos de construcción o de restauración del Templo, serán cargados a la cuenta del rey.
45 También se cargará a la cuenta del rey el dinero necesario para reconstruir los muros de Jerusalén, fortificar su entorno y reparar las murallas de las ciudades de Judea».
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron esas palabras, no las creyeron y se negaron a confiar en ellas, pues recordaban muy bien el mal que Demetrio había hecho a Israel y cómo los había oprimido.
47 Optaron pues por el partido de Alejandro, que veían más ventajoso para ellos, y fueron sus fieles aliados.
48 El rey Alejandro organizó por entonces un gran ejército y avanzó contra Demetrio;
49 los dos reyes se trenzaron en combate y el ejército de Demetrio dio vuelta la espalda. Alejandro lo persiguió y logró imponerse.
50 Luchó enérgicamente hasta la puesta del sol y Demetrio fue muerto ese mismo día.
51 Entonces Alejandro mandó unos embajadores donde el rey de Egipto, Tolomeo, para decirle:
52 « He vuelto a mi reino y me he sentado en el trono de mis padres. Me he apoderado del poder, aplasté a Demetrio y tomé posesión de mi país.
53 Pues sostuve una batalla con él, siendo aplastado por nosotros él y su ejército. Ahora que he subido a mi trono real,
54 hagamos un tratado de amistad entre ambos. Dame a tu hija por esposa, yo seré tu yerno y les haré a ti y a ella regalos dignos de ti».
55 El rey Tolomeo le respondió así: «¡Sea bendito el día en que regresaste al país de tus padres y en que ocupaste el trono real».
56 Haré por ti lo que me pides, pero ven a mi encuentro en Tolemaida para que nos veamos el uno al otro, y luego seré tu suegro, como tú lo dices».
57 Tolomeo salió de Egipto con su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida el año ciento sesenta y dos.
58 El rey Alejandro fue a encontrarse con Tolomeo quien le dio a su hija Cleopatra, y se celebró en Tolemaida el matrimonio con mucha solemnidad, tal como convenía a reyes.
Jonatán se aprovecha de la división de sus enemigos
59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a visitarlo;
60 en vista de eso, Jonatán se dirigió a Tolemaida con un gran cortejo. Se encontró allí con los dos reyes; les dio, tanto a ellos como a sus amigos, plata y oro; distribuyó muchos regalos y conquistó su favor.
61 Algunos renegados, la peste de Israel, se habían juntado y se presentaron para quejarse de él, pero el rey no les prestó ninguna atención.
62 Ordenó más bien que Jonatán dejara la ropa que llevaba para vestirlo de púrpura, lo que así se hizo.
63 Luego el rey lo hizo sentarse cerca de él y dijo a sus secretarios: «Vayan con él a la ciudad y proclamen esto: Nadie venga a quejarse de él por cualquier asunto y nadie trate de molestarlo por cualquier motivo».
64 Cuando sus acusadores vieron los honores que se le habían hecho, y cuando oyeron la proclamación que se hacía, salieron todos huyendo.
65 El rey le concedió el honor de contarlo entre sus primeros Amigos y lo nombró jefe supremo y gobernador,
66 después de lo cual Jonatán regresó muy feliz a Jerusalén, sano y salvo.
67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, llegó al país de sus padres, procedente de Creta.
68 Cuando el rey Alejandro lo supo, quedó muy desconcertado y regresó a Antioquía.
69 Demetrio confirmó a Apolonio en el cargo de gobernador de Elesiria. Este reunió un poderoso ejército y estableció su campamento cerca de Jamnia. Luego mandó decir al sumo sacerdote Jonatán:
70 «¿Serás tú el único en tomar partido en contra de nosotros? ¿No ves que se burlan de mí y que me insultan por culpa tuya? ¿Por qué quieres sustraerte a nuestra autoridad en tus montañas?
71 Si tanta confianza tienes en tu ejército, baja a la llanura donde nosotros, y allí nos mediremos, porque conmigo está el ejército de las ciudades.
72 Infórmate y sabrás quién soy yo y quiénes son los que están conmigo; me han dicho que ustedes no podrán oponernos resistencia, pues tus padres salieron huyendo dos veces en su propio país.
73 Ahora tú no podrás hacer frente a mi caballería y a un ejército tan poderoso, en esta llanura donde no hay rocas ni piedras ni senderos para refugiarse».
74 Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio se impactó mucho. Reclutó a diez mil hombres y salió de Jerusalén; su hermano Simón fue a reunírsele y a ayudarlo.
75 Instaló su campamento frente a Jope; la gente de la ciudad le cerraron las puertas, porque había en Jope una guarnición de Apolonio. Atacaron la ciudad;
76 presas del pánico, los habitantes de Jope abrieron las puertas, y Jonatán se adueñó de la ciudad.
77 Cuando Apolonio lo supo, equipó tres mil soldados de caballería y una numerosa infantería y tomó la dirección de Azoto, como si quisiese atravesar el país. Se adentró así en la llanura, confiando en la importancia de su caballería.
78 Jonatán lo persiguió en dirección a Azoto y los dos ejércitos entraron en batalla.
79 Apolonio había dejado escondidos tras él a mil soldados de caballería,
80 pero Jonatán se enteró de esa emboscada a sus espaldas. La caballería rodeó a su ejército y le dispararon flechas desde la mañana hasta la tarde.
81 El ejército resistió, tal como Jonatán se lo había ordenado, mientras se cansaban los caballos del enemigo.
82 Cuando la caballería estuvo agotada, Simón con sus tropas atacó los batallones. Los enemigos fueron derrotados y huyeron,
83 mientras que la caballería se dispersaba por la llanura. Los fugitivos llegaron a Azoto y entraron en Bet-Dagón, el templo de su ídolo, buscando allí refugio.
84 Pero Jonatán incendió Azoto y las ciudades vecinas; juntó todo en el terreno y quemó el templo de Dagón con todos los que se habían refugiado allí.
85 El número de los que habían muerto a espada o habían sido quemados llegaba a ocho mil.
86 Jonatán se fue de allí e instaló su campamento cerca de Ascalón, los habitantes de esa ciudad salieron a su encuentro y lo recibieron con muchos miramientos.
87 Después regresó Jonatán a Jerusalén con sus compañeros llevando un inmenso botín.
88 Cuando el rey Alejandro se enteró de eso, le otorgó a Jonatán muchos honores.
89 Le envió un broche de oro, como se acostumbra hacer con los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón con todos sus alrededores.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 10
10,15

Frente a Demetrio, Jonatán representa a los judíos, pero ¿con qué título? Pues los judíos no habían tenido reyes después del destierro, y, además, no habrían reconocido a ningún rey que no fuera descendiente de David. Desde Esdras y Nehemías, los sacerdotes eran los que dirigían la comunidad judía. Jonatán, pues, debe ser sumo sacerdote para representar a su pueblo, y va a recibir este cargo de Demetrio.

Esto origina una crisis de conciencia a los judíos, porque uno no se podía proclamar sumo sacerdote, sino que debía serlo por derecho de familia (Lev 8). El nombramiento de Jonatán fue causa de una división de los judíos más religiosos. Muchos se le opusieron, entre ellos los Asideos (7,13), de los que saldría posteriormente el partido de los fariseos.
10,59

Jonatán se mete más y más en la diplomacia y el capítulo presente no disimula todo lo sucio de la política, tal como la practican comúnmente. Así, se confirma lo que notamos respecto a Judas (9,1): había pasado la hora de restablecer un reino de Dios que fuera una nación entre las naciones.

Las mismas tensiones se encontrarán en la Iglesia: es misión del cristiano actuar en la política para ser fermento en la masa a pesar de que siempre se encontrarán tentaciones y errores en medio de mucha gente sin escrúpulos. En cambio, la Iglesia debe tener cuidado de no volver a buscar su éxito comprometiéndose con fuerzas partidistas, pues su misión propia no se confunde con ningún programa político. Además, la Iglesia no puede clasificar a los hombres en buenos y malos, aliados y enemigos, por su diversa participación en las luchas sociales.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 11
1 El rey de Egipto reunió un ejército tan numeroso como la arena que está a orilla del mar; juntó también muchos barcos, porque quería apoderarse del reino de Alejandro por la astucia, para así agregarlo a su propio reino.
2 Emprendió el camino a Siria con muy buenos pretextos; la gente le abría las puertas de sus ciudades y salían a recibirlo, porque el rey Alejandro había dado la orden de que acogieran bien a su suegro.
3 Pero en cuanto entraba a las ciudades, Tolomeo instalaba allí a sus propios soldados.
4 Cuando se aproximaba a Azoto, le mostraron el templo de Dagón que había sido incendiado. Azoto y sus alrededores habían sido devastados, los cadáveres yacían por el suelo, como también los restos de los que había quemado Jonatán durante la guerra; los habían amontonado a lo largo del camino que seguía el rey.
5 Contaron al rey lo que había hecho Jonatán para que lo condenara, pero el rey se quedó callado.
6 Jonatán fue pues al encuentro del rey en Jope con un hermoso cortejo; intercambiaron saludos y pernoctaron en ese lugar.
7 Jonatán acompañó al rey hasta el río llamado Eleuterio y luego regresó a Jerusalén.
8 El rey Tolomeo, por su parte, se adueñó de las ciudades de la costa hasta Seleucia marítima, con malas intenciones respecto a Alejandro.
9 Envió embajadores donde el rey Demetrio, para que le dijeran: «Ven, hagamos una alianza, te daré a mi hija, que di antes a Alejandro, y tú reinarás en el reino de tu padre.
10 Estoy arrepentido de haberle dado a mi hija, porque quiso asesinarme».
11 Le hacía esas imputaciones, pero en realidad sólo quería apoderarse de su reino.
12 Apenas recuperó a su hija, la dio a Demetrio y cambió de actitud con Alejandro, manifestándose públicamente su enemistad.
13 Tolomeo entró en Antioquía y se coronó rey de Asia: pasaba a ser dueño de ambos reinos, Egipto y Asia.
14 El rey Alejandro estaba por ese entonces en Cilicia, porque la gente de esa región se había rebelado.
15 Al enterarse de todo, Alejandro vino a presentar batalla a Tolomeo; Tolomeo salió a enfrentársele con un poderoso ejército que lo puso en fuga.
16 Alejandro corrió a refugiarse en Arabia, mientras el rey Tolomeo salía triunfante.
17 Ante eso, el árabe Zabdiel le cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a Tolomeo.
18 Tres días después murió también el rey Tolomeo, y los egipcios que ocupaban las ciudades fortificadas fueron masacrados por sus habitantes.
19 De esta manera Demetrio obtuvo el reinado el año ciento sesenta y siete.
20 Por esos días Jonatán reunió a la gente de Judea para atacar la ciudadela de Jerusalén, dispuso contra ella numerosas máquinas de guerra.
21 Entonces un pequeño número de renegados, que odiaban a su nación, fueron a ver al rey para avisarle que Jonatán sitiaba la ciudadela.
22 Al saberlo el rey, montó en cólera. Inmediatamente se puso en camino y llegó a Tolemaida. Desde allí escribió a Jonatán que levantara el sitio y que fuera inmediatamente a verlo a Tolemaida para conversar con él.
23 Después de haber recibido la carta, Jonatán ordenó continuar con el sitio. Luego eligió a algunos compañeros, a ancianos de Israel y a sacerdotes, y no tuvo miedo de afrontar personalmente el peligro.
24 Llevando consigo plata, oro, trajes y muchos otros regalos, se presentó ante el rey en Tolemaida y se ganó su favor.
25 Algunos renegados de su pueblo lo acusaron de toda clase de cosas,
26 pero el rey se portó con él igual que sus predecesores y lo honró en presencia de todos sus Amigos.
27 Lo confirmó en el cargo de sumo sacerdote, en todas las demás distinciones que había recibido y lo agregó al número de los primeros amigos del rey.
28 Jonatán pidió al rey que dispensara de los impuestos a Judea y a los tres distritos de Samaría; le prometió en cambio trescientos talentos de plata.
29 El rey lo aceptó y mandó redactar una carta en estos términos:
30 «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación de los judíos.
31 Aquí encontrarán copia de la carta que acabamos de escribir a nuestro pariente Lástenes respecto de ustedes. Conózcanla pues:
32 «¡El rey Demetrio saluda a Lástenes, su padre!
33 Queremos hacerle el bien a la nación de los judíos en vista de sus buenos sentimientos hacia nosotros. Son amigos nuestros y se han comportado correctamente con nosotros.
34 Confirmamos su autoridad sobre la Judea y los tres distritos de Aferena, Lida y Ramataim; han sido quitados a Samaría y anexados a Judea con todos sus alrededores para beneficiar a todos los que sacrifican en Jerusalén. En cambio recibiremos las tasas reales que recibía antes anualmente el rey sobre los productos de la tierra y las frutas de los árboles
35 Pero los eximimos totalmente de los diezmos y de los impuestos que percibíamos por las lagunas salinas, así como también de las otra tasas reales.
36 No se cuestionarán nunca más estos privilegios.
37 Haz, por favor, una copia que entregarás a Jonatán, para que sea puesta en el Cerro Santo, en un lugar bien visible».
38 Viendo el rey Demetrio que el país estaba en paz y que no tenía que temer ninguna oposición, disolvió todas sus tropas y cada cual se fue a su casa, con excepción de las tropas extranjeras que había reclutado en las islas. Se atrajo así el odio de todas las tropas que había heredado.
39 Al ver que todo el ejército murmuraba en contra de Demetrio, Trifón, que había pertenecido antes al partido de Alejandro, fue a ver al árabe Imalcué que educaba a Antíoco, el joven hijo de Alejandro.
40 Lo convenció de que le entregara al niño para hacerlo reinar en lugar de su padre; le contó todo lo que Demetrio había hecho y el odio de sus tropas contra él, y permaneció allí largos días.
41 Por ese mismo tiempo Jonatán pidió al rey Demetrio que retirara las tropas de la ciudadela de Jerusalén y de las demás fortalezas, porque estaban siempre en guerra con Israel.
42 Demetrio le mandó esta respuesta: «No sólo haré eso por ti y por tu nación, sino que te colmaré de honores, como también a tu nación, en cuanto tenga la oportunidad.
43 Pero por ahora harías muy bien mandándome tropas, porque todos mis ejércitos me abandonaron».
44 Jonatán le envió a Antioquía tres mil de los mejores hombres y el rey quedó muy feliz al verlos llegar.
45 Cerca de veinte mil habitantes se reunieron en el centro de la ciudad con la intención de dar muerte al rey.
46 Demetrio se refugió en el palacio mientras los habitantes ocupaban las calles de la ciudad y empezaban el ataque.
47 Entonces el rey llamó a los judíos en su ayuda. Se agruparon estos alrededor de él y luego se dispersaron por la ciudad; mataron ese día cerca de cien mil hombres.
48 Incendiaron la ciudad y juntaron ese día un considerable botín; salvaron al rey.
49 Cuando los habitantes de la ciudad vieron que los judíos eran dueños de la ciudad, depusieron su entereza y volvieron donde el rey con gritos suplicantes:
50 «¡Tiéndenos la mano y que los judíos dejen de maltratarnos a nosotros y a la ciudad!»
51 Depusieron las armas e hicieron la paz; para los judíos fue un motivo de gran gloria, tanto a los ojos del rey como de los habitantes de su reino. Regresaron luego a Jerusalén llevando un rico botín;
52 el trono de Demetrio se mantuvo firme y el país quedó en paz bajo su autoridad.
53 Pero luego faltó a todas sus promesas. Cambió de actitud con respecto a Jonatán; se olvidó de los servicios que le había prestado y lo humilló de mil maneras.
54 Trifón regresó por ese entonces, trayendo consigo a Antíoco que todavía era un niño; lo proclamó rey y le puso la corona.
55 Se le juntaron todas esas tropas que habían sido licenciadas por Demetrio, y combatieron a éste, quien salió huyendo y fue derrotado.
56 Trifón se apoderó de los elefantes y ocupó Antioquía.
57 Entonces el joven Antíoco escribió esta carta a Jonatán: «Te confirmo en el cargo de sumo sacerdote; te pongo al frente de las cuatro provincias y te cuento entre los Amigos del rey».
58 Al mismo tiempo le mandó unos vasos de oro, un servicio de mesa con la autorización de beber en una copa de oro, vestirse de púrpura y llevar un broche de oro.
59 A su hermano Simón, por otra parte, lo designó general desde la Escala de Tiro hasta las fronteras con Egipto.
60 En vista de eso salió Jonatán y se puso a reconocer el territorio y las ciudades que estaban más al oeste del Río. Todas las tropas de Siria se pusieron a su lado para luchar detrás de él. Llegó a Ascalón, donde los habitantes lo recibieron magníficamente.
61 Desde allí se dirigió a Gaza, pero Gaza le cerró las puertas; la sitió y condenó al fuego y al pillaje sus alrededores.
62 Como los habitantes de Gaza le pidieran la paz, se la concedió, pero tomó como rehenes a los hijos de sus jefes y los mandó a Jerusalén. Así fue como recorrió toda la región hasta Damasco.
63 Supo Jonatán que los generales de Demetrio estaban en Cadés de Galilea con un numeroso ejército, decididos a quitarle su cargo.
64 Marchó pues a su encuentro, después de haber dejado el país a cargo de su hermano Simón.
65 Simón avanzó hasta Bet-Sur, le puso sitio y dejó encerrados a sus habitantes.
66 Le solicitaron entonces la paz, la que les concedió, pero los hizo salir de la ciudad, y después de haber tomado posesión de ella, dejó allí una guarnición.
67 Jonatán y su ejército acamparon cerca de las aguas de Genesaret y a la mañana siguiente llegaron a la llanura de Azor.
68 El ejército de los extranjeros marchaba delante de él en la llanura, pero habían mandado unas tropas a los cerros para tomar a Jonatán por la espalda; los otros mientras tanto se dirigían de frente contra los judíos.
69 Cuando los hombres de la emboscada salieron de su escondite y emprendieron el ataque,
70 todos los que rodeaban a Jonatán salieron huyendo, menos sus dos generales, Matatías, hijo de Absalón y Judas, hijo de Calfi.
71 Entonces Jonatán rasgó sus ropas, se echó polvo en la cabeza y oró.
72 Luego se lanzó al combate, los hizo retroceder y huir.
73 Al ver eso, sus hombres que habían huido volvieron donde él, y juntos persiguieron al enemigo hasta Cadés, donde estaba el campamento de éste; establecieron su campamento allí mismo.
74 El ejército de los extranjeros perdió ese día tres mil hombres; Jonatán, por su parte, regresó a Jerusalén.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 12
Jonatán renueva las alianzas
1 Cuando Jonatán vio que las cosas se daban favorables para él, escogió unos hombres, a los que mandó a Roma para confirmar y renovar la amistad con los romanos.
2 Despachó cartas parecidas a Esparta y a otras ciudades.
3 Sus enviados llegaron a Roma, entraron en el Senado y dijeron: «El sumo sacerdote Jonatán y la nación de los judíos nos han mandado para que se renueve la amistad y la alianza que ustedes habían acordado anteriormente con ellos».
4 El senado les entregó cartas de recomendación para que en cada país los encaminaran en paz hasta el territorio de Judá.
5 Esta es la copia de la carta que Jonatán escribió a la gente de Esparta:
6 «El sumo sacerdote Jonatán, el senado de la nación, los sacerdotes y todo el pueblo judío saludan a los habitantes de Esparta, sus hermanos.
7 Ya en tiempos pasados le llegó al sumo sacerdote Onías una carta de parte de Arios, rey de ustedes; en ella se sostenía que ustedes son hermanos nuestros, como lo demuestra la copia adjunta.
8 Onías acogió con honores al hombre que habían enviado, y recibió la carta en la que se hablaba claramente de alianza y de amistad.
9 No pretendemos con esto pedirles ahora que nos ayuden, pues los libros santos que están en nuestras manos son nuestro consuelo.
10 Pero no quisiéramos ser unos extraños para ustedes, por eso hemos querido reafirmar nuestra fraternidad y nuestra amistad, porque han pasado ya muchos años desde que les enviamos una carta.
11 No dejamos de pensar en ustedes en cualquier oportunidad, en nuestras fiestas y en nuestros días santos, en los sacrificios que ofrecemos y en nuestras oraciones, tal como es justo y conveniente hacerlo por los hermanos.
12 ¡Nos sentimos felices por el éxito de ustedes!
13 En cuanto a nosotros hemos estado colmados de pruebas y de guerras continuas, porque los reyes que nos rodean nos han atacado.
14 Con ocasión de esas guerras, no hemos querido ser una carga ni para ustedes ni para nuestros aliados y amigos,
15 y como nos ha venido a ayudar el auxilio del Cielo, nos hemos liberado y nuestros enemigos han sido humillados.
16 Por eso elegimos a Numenios, hijo de Antíoco y a Antípater, hijo de Jasón, los mismos que enviamos donde los romanos para renovar con ellos la amistad y la alianza de otrora.
17 Les encargamos que fueran donde ustedes para saludarlos y llevarles esta carta que reafirma nuestra fraternidad.
18 Tengan ahora la bondad de respondernos».
19 Esta es la copia de la carta que había sido enviada a Onías:
20 «¡Arios, rey de los espartanos, saluda al sumo sacerdote Onías!
21 Se ha descubierto en un escrito que los espartanos y los judíos son hermanos, pues son de la raza de Abrahán.
22 Ahora que sabemos eso, sería bueno que nos escribieran para que nos digan si les va bien en todo.
23 Por nuestra parte, nosotros les decimos que sus ganados y sus bienes son nuestros y los nuestros son de ustedes. Hemos dado las instrucciones respectivas para que se lo hagan saber».
24 Jonatán se enteró que los generales de Demetrio habían vuelto para atacarlo con un ejército más poderoso que antes.
25 Salió pues de Jerusalén y se dirigió a su encuentro en el territorio de Hamat, no dándole así tiempo para invadir su país.
26 Mandó espías al campamento de ellos y a su regreso le informaron que los sirios hacían preparativos para sorprenderlo durante la noche.
27 Por eso, cuando se puso el sol, Jonatán ordenó a sus hombres que estuvieran en vela y con las armas en la mano toda la noche, listos para combatir, y dispuso centinelas avanzados alrededor del campamento.
28 Cuando los enemigos supieron que Jonatán y los suyos estaban listos para el combate, se llenaron de miedo y pavor; encendieron fogatas en su campamento y se dieron a la fuga.
29 Como veían fogatas, Jonatán y sus hombres no se percataron hasta la mañana siguiente de la partida de aquellos.
30 Jonatán los persiguió pero no logró alcanzarlos porque habían atravesado el río Eleuterio.
31 Jonatán se volvió entonces contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó y se apoderó de sus bienes,
32 luego levantó su campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la provincia.
33 Simón por su parte había salido y había avanzado hasta Ascalón y las fortalezas vecinas; luego regresó hasta Jope y la ocupó,
34 pues se había informado que los habitantes de esa fortaleza tenían la intención de entregársela a Demetrio; dejó allí una guarnición para custodiar la ciudad.
35 De regreso en Jerusalén, Jonatán convocó a los ancianos del pueblo y decidió con ellos construir fortalezas en Judea,
36 elevar las murallas de Jerusalén y construir un muro elevado entre la ciudadela y la ciudad para aislarla de ésta y para que sus habitantes, así aislados, no pudiesen más comprar ni vender.
37 Se juntaron para reconstruir la ciudad, porque una parte de la muralla que da hacia la quebrada que está al este se había caído. Renovaron también el barrrio llamado Cafenata.
38 Simón por su parte reconstruyó Adida en la planicie costera, la fortificó y le puso puertas guarnecidas de cerrojos.
39 Trifón quería reinar en Asia, coronarse como rey y apresar al rey Antíoco,
40 pero tenía miedo de que Jonatán se lo impidiese y le declarase la guerra. Por eso Trifón buscaba la manera de apoderarse de él y de darle muerte; se puso en camino y llegó a Bet-Chean.
41 Jonatán salió a su encuentro con cuarenta mil de entre los mejores hombres y marchó contra Bet-seán.
Jonatán cae en una trampa
42 Cuando Trifón vio que Jonatán llegaba con un poderoso ejército, no se atrevió a apresarlo.
43 Lo recibió con todos los honores, se lo recomendó a todos sus Amigos, le ofreció regalos y ordenó a sus Amigos y a sus soldados que le obedecieran como si fuera él.
44 Dijo luego a Jonatán: «¿Por qué cansas a todos esos hombres, siendo que no tenemos conflicto?
45 Mándalos de vuelta a su casa, quédate sólo con algunos para acompañarte y ven conmigo a Tolemaida. Pondré esa ciudad en tus manos como también las demás fortalezas, las otras tropas y a todos los servidores del rey, luego me volveré a Antioquía, pues para eso vine».
46 Jonatán le creyó e hizo como el otro le decía; despachó a sus hombres, que volvieron a Judea,
47 no reservándose para sí más que tres mil. Mandó dos mil a Galilea y se quedó con mil para que lo acompañaran.
48 Pero en cuanto Jonatán entró en Tolemaida, los habitantes cerraron las puertas, lo tomaron prisionero y mataron a espada a todos los que lo acompañaban.
49 Trifón mientras tanto había mandado un ejército y una caballería a Galilea para aplastar en la Gran Llanura a todos los hombres de Jonatán.
50 Pero cuando éstos supieron que Jonatán había sido apresado y que había caído junto con todos sus compañeros, se dieron ánimo los unos a los otros y empezaron a caminar en filas apretadas, listos para combatir.
51 Viendo que estaban decididos a defender su vida, los que los perseguían dieron media vuelta,
52 y así fue como todos aquellos regresaron sin problema al territorio de Judá; lloraron a Jonatán y a sus compañeros y un gran terror se apoderó de ellos.
52 Todo Israel hizo un gran duelo.
53 Todas las naciones de los alrededores no pensaban más que en eliminarlos, pues decían: «¡Ya no tienen ni jefe ni aliados; ataquémoslos ahora y borremos su memoria de en medio de los hombres!»

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 12
12,42

Después de Judas y de dos más de sus hermanos, Jonatán muere en la guerra de liberación. Lo reemplaza el último de los hermanos, Simón.

El libro sigue relatando el gobierno de Simón y sus hechos hasta el año 134 a.c., en que fue asesinado.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 13
Simón sucede a Jonatán
1 Supo Simón que Trifón había formado un gran ejército para invadir el territorio de Judá y devastarlo.
2 Viendo que el pueblo tenía miedo, que reinaba el terror, subió a Jerusalén y reunió al pueblo.
3 Lo arengó con estas palabras: «Saben ustedes todo lo que mis hermanos, yo mismo y toda la casa de mi padre hemos hecho por nuestras leyes y por nuestra religión.
4 Todos mis hermanos dieron la vida por Israel y he quedado yo solo;
5 pero, líbreme Dios de ponerme a resguardo en momentos difíciles, porque mi vida no vale más que la de mis hermanos.
6 Ya que las naciones que nos odian se han puesto de acuerdo para destruirnos, yo haré justicia a mi pueblo, al Templo, a nuestras mujeres y a nuestros hijos».
7 Al oír esas palabras, se despertó el espíritu del pueblo,
8 y respondieron con grandes aclamaciones: «¡Tú serás nuestro jefe en lugar de Judas y de tu hermano Jonatán!
9 ¡Dirígenos en el combate y haremos todo lo que nos digas!»
10 Simón reunió entonces a todos los hombres aptos para la guerra. Terminó rápidamente las murallas de Jerusalén y fortificó todo el contorno de la ciudad.
11 Mandó luego a Jope a Jonatán, hijo de Absalón, con un poderoso ejército; éste desalojó a los que allí estaban y se instaló en la ciudad.
12 Trifón salió de Tolemaida con un poderoso ejército para invadir el territorio de Judá; llevaba consigo prisionero a Jonatán.
13 Simón, por su parte, estableció su campamento en Adida, frente a la llanura.
14 Cuando Trifón supo que Simón había tomado el mando en lugar de su hermano Jonatán y que estaba listo para atacarlo, le mandó unos mensajeros:
15 «Tenemos preso a tu hermano Jonatán, dijeron, a causa del dinero que debe al erario real como alto funcionario.
16 Mándanos pues cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes para que, una vez en libertad, no se nos escape; entonces lo soltaremos».
17 Simón comprendió que sus palabras no eran sinceras; mandó sin embargo el dinero y a los dos jóvenes para que no cayera sobre él la cólera del pueblo, porque podrían luego decir:
18 «Como no mandó el dinero ni los jóvenes, mataron a Jonatán».
19 Mandó pues a los niños y los cien talentos de plata, pero Trifón no cumplió su promesa ni soltó a Jonatán.
20 Trifón avanzó luego para invadir el país y devastarlo; dio un rodeo, tomando el camino de Adora, pero Simón y su ejército se le interponían doquiera él iba.
21 Los hombres de la ciudadela mandaron unos mensajeros donde Trifón para suplicarle que fuera rápidamente por el desierto y les llevara víveres.
22 Trifón dispuso toda su caballería para ir allá, pero como esa noche hubo una fuerte caída de nieve, la nieve impidió el paso. Levantó su campamento y se dirigió a Galaad.
23 Antes de llegar a Bascama, ordenó ejecutar a Jonatán, al que enterraron en ese lugar.
24 Luego Trifón emprendió el regreso para volver a su país.
25 Simón mandó recoger los restos de su hermano Jonatán y los enterró en Modín, en la ciudad de sus padres.
26 Todo Israel hizo un gran duelo por él y lo lloraron durante muchos días.
27 Simón mandó construir un mausoleo en la tumba de sus padres y de sus hermanos; estaba hecho de piedras labradas por delante y por detrás y era lo bastante alto como para que se viera de lejos.
28 Mandó erigir siete pirámides, unas frente a otras, por su padre, su madre y sus cuatro hermanos,
29 para así conservar su recuerdo para siempre. Rodeó estas pirámides con un círculo de altas columnas rematadas con armaduras, al lado de esas armaduras ordenó que se esculpieran barcos que podrían ser vistos por todos los que navegan por el mar.
30 Ese es, hasta el día de hoy, el monumento que Simón ordenó construir en Modín.
31 Trifón, que actuaba con doblez con el joven rey Antíoco, acabó por asesinarlo
32 y reinó en su lugar. Tomó la corona de los reyes de Asia e hizo mucho daño al país.
33 Simón reconstruyó las fortalezas de Judá, instaló en ellas altas torres, murallas elevadas, puertas y cerrojos y dejó allí provisiones de reserva.
34 Simón, además, escogió a algunos hombres que mandó donde el rey Demetrio para que hiciera al país exento de impuestos, porque Trifón no hacía más que robar y asaltar.
35 El rey Demetrio respondió a su demanda con esta carta:
36 «¡El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y amigo de los reyes, a los ancianos y a la nación de los judíos!
37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos enviaste, estamos dispuestos a firmar con ustedes una paz total y a escribir a los recaudadores reales para que les hagan diferentes concesiones.
38 Todos nuestros compromisos con ustedes se mantienen firmes, las fortalezas que han construido ustedes son suyas.
39 Queremos olvidarnos de todas las faltas y de las ofensas cometidas hasta ahora, como también de la tasa real que nos debían; y si por casualidad se cobraba en Jerusalén algún otro impuesto, que no se cobre más.
40 Si hay entre ustedes gente dispuesta a enrolarse en nuestra guardia personal, que vaya a enrolarse y que reine la paz entre nosotros».
41 Así fue quitado, el año ciento setenta, el yugo de las naciones que pesaba sobre Israel.
42 El pueblo de Israel comenzó a fechar sus actas y sus contratos de esta manera: «El primer año de Simón, eminente sumo sacerdote, general y gobernador de los judíos».
43 Por esos días, Simón se dirigió a Gaza y la hizo sitiar por sus tropas; construyó torres rodantes y las emplazó para atacar la ciudad; logró hacer un hoyo desde una de esas torres y entrar en la ciudad.
44 Los que estaban en la torre rodante saltaron afuera y cundió el pánico;
45 los habitantes, sus mujeres y sus hijos subieron a las murallas, con sus ropas hechas tiras y lanzando grandes gritos, le pidieron a Simón que les concediera la paz.
46 Le decían: «¡No nos trates según nuestra maldad sino según tu misericordia!»
47 Simón tuvo compasión de ellos y detuvo el combate, pero expulsó a los habitantes de la ciudad, purificó las casas en las que habían ídolos e hizo una entrada solemne, entonando himnos, cánticos y salmos de acción de gracia.
48 Después de haber sacado de la ciudad todas las impurezas, puso allí hombres fieles a la Ley, luego la fortificó y se construyó allí una casa.
49 Durante todo ese tiempo, los hombres que ocupaban la ciudadela de Jerusalén no podían ya ni salir ni circular por el país ni comprar ni vender; estaban sufriendo de hambre y eran muchos los que morían de inanición.
50 Le suplicaron a Simón que hiciera la paz con ellos. Este se la concedió, pero los echó de allí y purificó la ciudadela de cualquier impureza.
51 Entró allí solemnemente el día vigésimo tercero del segundo mes, el año ciento setenta y uno, con palmas y cantos de alabanza, al son de cítaras, címbalos, arpas, himnos y cánticos, porque había sido derrotado un gran enemigo de Israel.
52 Ordenó que se celebrara ese día anualmente.
53 Fortificó la colina del Templo situada al lado de la ciudadela y residió allí con los suyos.
54 Viendo que su hijo Juan era ya un hombre, Simón le confió el mando de todas las tropas y le dio como residencia Gazer.

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Comentarios Primer Libro de los Macabeos, capítulo 13
13,1

Simón tendrá éxito en sus guerras. Aprovechará con mucha habilidad las rivalidades entre los varios soberanos que luchan por sentarse en el reino de Persia. Sus éxitos y la paz que logrará ahogarán en parte el entusiasmo de la fe que habían originado las guerras de liberación. Simón, el libertador, pasa a ser el dictador Simón al término de una evolución que se repitió muchísimas veces en la historia. Nótese al respecto: 14,41-47; 15,32.

Siglo y medio después, cuando venga Jesús, los descendientes de Simón serán jefes de los sacerdotes. Será el grupo más materialista de los judíos (el partido de los saduceos).

Fíjense en lo expresado tan brevemente en 13,41-42 y en 15,3. Después de cuatro siglos de dependencia, los judíos vuelven a ser una nación. Esta experiencia tan nueva y exaltante explica por qué, siglo y medio después, en tiempos de Jesús, les era imposible soportar nuevamente la dominación romana.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 14
Simón vencedor gobierna la Judea
1 El año ciento setenta y dos, el rey Demetrio reunió sus fuerzas y partió para Media para reclutar allí tropas auxiliares, porque quería combatir con Trifón.
2 Arsaces, rey de Persia y Media, al saber que Demetrio había entrado en su territorio, mandó contra él a uno de sus generales para que lo capturara vivo.
3 Este se puso en marcha, derrotó a la columna de Demetrio y lo apresó; se lo llevó a Arsaces, quien lo arrojó en una prisión.
4 El país estuvo por eso en paz durante todo el reinado de Simón.
4 Este sólo procuró el bien del pueblo y durante todos sus días el pueblo apreció su autoridad y su fama.
5 Añadió a sus títulos de gloria la toma de Jope; mandó hacer allí un puerto que le abría el camino de las islas del mar.
6 Extendió las fronteras de su nación y fue el dueño del país.
7 Hizo que volvieran un gran número de prisioneros, se apoderó de Gazer, de Bet-Sur y de la ciudadela, retiró de allí todas las impurezas y nadie más pudo oponerle resistencia.
8 Cada cual trabajaba sus campos en paz, la tierra daba sus productos y los árboles de los campos, sus frutas.
9 Sentados en las plazas, los viejos hablaban de la prosperidad del país y a la gente joven le gustaba ponerse vistosos trajes de guerra.
10 Simón proveyó a las ciudades de víveres y de todo lo necesario para su defensa; su fama llegó hasta los confines de la tierra.
11 Devolvió la paz al país e Israel disfrutó de una gran prosperidad.
12 Cada cual pudo sentarse bajo su parra o su higuera sin que nadie los amenazara.
13 Habían dejado de atacarlos en su país, y los reyes habían sido vencidos.
14 Simón fue el apoyo de los humildes y de su pueblo; como estaba lleno de celo por la Ley, hizo que desaparecieran los renegados y los malvados.
15 Devolvió al Templo su gloria y multiplicó los objetos sagrados.
16 Cuando se enteraron en Roma y en Esparta de la muerte de Jonatán, se sintieron muy apenados;
17 pero cuando supieron que su hermano Simón había pasado a ser sumo sacerdote en lugar de aquél, que era dueño de todo el país y de todas las ciudades que había en él,
18 le escribieron en tablillas de bronce para renovar con él la alianza y la amistad que habían concertado con sus hermanos Judas y Jonatán.
19 Se leyó ese documento ante toda la asamblea en Jerusalén; esta es la copia de la carta que enviaron los espartanos:
20 «Los jefes de los espartanos y la ciudad saludan al sumo sacerdote Simón, a los ancianos, a los sacerdotes y a todo el pueblo de los judíos.
21 Los embajadores que ustedes enviaron a nuestro pueblo nos hablaron de su gloria y de su prosperidad. Hemos quedado felices con su visita
22 y así hemos registrado su declaración en las actas de nuestro pueblo: Numenios, hijo de Antíoco, y Antípater, hijo de Jasón, embajadores de los judíos, vinieron donde nosotros para renovar su amistad con nosotros.
23 Ha sido un placer para el pueblo recibir a esos hombres con honor y depositar la copia de su discurso en los archivos de la nación, para que el pueblo de Esparta conserve su memoria; mandamos hacer esta copia para el sumo sacerdote Simón».
24 Simón mandó después a Roma a Numenios con un gran escudo de oro que pesaba más de cincuenta quilos, para confirmar la alianza con los romanos.
25 Al saber todo eso, el pueblo dijo: «¿Cómo podremos testimoniar nuestro reconocimiento a Simón y a sus hijos?
26 El, sus hermanos y la familia de su padre han animado la resistencia; vengaron a Israel de sus enemigos y le aseguraron su libertad». Grabaron pues una inscripción en tablillas de bronce que fijaron en una columna en el cerro Sión.
27 Esta es su copia:
27 «El dieciocho del mes de Elul, el año ciento setenta y dos, el tercer año del sumo sacerdote Simón, en el patio interior del Templo,
28 tuvieron una gran asamblea los sacerdotes y el pueblo, los príncipes de la nación y los ancianos del país. Publicaron este decreto:
29 Simón, hijo de Matatías, de la familia de Joarib, y sus hermanos se han expuesto al peligro en los continuos combates que han tenido lugar en el país; se han levantado contra los enemigos de la nación para mantener el Templo y la Ley, cubriendo así de gloria a su nación.
30 Jonatán unificó a la nación y llegó a ser sumo sacerdote, luego fue a reunirse con sus padres.
31 Los enemigos de los judíos quisieron entonces invadir el país para devastar su territorio y apoderarse del Lugar Santo,
32 pero se levantó Simón y luchó por su nación. Ha gastado mucho de sus propias riquezas para proveer de armas a los combatientes de su nación y darles un sueldo.
33 Fortificó las ciudades de Judá y también Bet-Sur, en los límites de Judea; en esa ciudad, que hasta ese entonces había estado ocupada por los enemigos, instaló una guarnición judía.
34 Fortificó Jope en la costa, y Gazer en la frontera con Azoto; antes estaba habitada por los enemigos pero él instaló allí colonos judíos y se preocupó de todo lo necesario para su sustento.
35 Viendo la fidelidad de Simón y la gloria que quería dar a su nación, el pueblo lo nombró gobernador y sumo sacerdote, en reconocimiento a todos los servicios que había prestado, y a la justicia y fidelidad que había demostrado con su nación, porque en cualquier ocasión, había tratado de exaltar a su pueblo.
36 En sus días y gracias a él, los judíos arrojaron a los extranjeros de la provincia, especialmente a los que se habían hecho fuertes en la ciudad de David en Jerusalén, de donde hacían incursiones para manchar los alrededores del Templo y profanar su santidad.
37 Colocó allí soldados judíos y la fortificó para asegurar la defensa del país y de la ciudad; también alzó las murallas de Jerusalén.»
38 Después de eso, el rey Demetrio le asignó el cargo de sumo sacerdote,
39 lo nombró entre sus amigos y le concedió los más altos honores;
40 pues se había informado que los romanos trataban a los judíos de amigos, aliados y hermanos, y que habían recibido con honores a los enviados de Simón.
La dictadura de Simón
41 El rey tomó en cuenta lo que pareció bueno a los judíos y los sacerdotes: que Simón fuera príncipe y sumo sacerdote para siempre, hasta el día en que aparezca un profeta digno de fe;
42 que él comandara sus ejércitos, que tuviera a su cargo los Lugares Santos y nombrara a los responsables de los servicios públicos y de la administración del país; que también se preocupara de los armamentos y de la defensa de las fortalezas.
43 Tendría a su cargo el pueblo santo, y sería de todos obedecido. Todos los actos públicos del país serían escritos en su nombre y él se vestiría de púrpura y de oro.
44 Nadie del pueblo ni de los sacerdotes podría objetar cualquiera de estos puntos, contradecir cualquiera de sus órdenes o convocar sin su autorización a una asamblea en el país, ni llevar ropa de púrpura o broche de oro.
45 Cualquiera que procediere de manera contraria a este decreto o violare uno solo de sus artículos sería castigado.
46 El pueblo estimó que era bueno que Simón actuara según este decreto
47 y Simón aceptó. Quiso desempeñar el cargo de sumo sacerdote, de jefe del ejército y de gobernador de los judíos y de los sacerdotes, en una palabra, de ejercer el mando supremo.
48 Decidieron que se grabaría este documento en tablillas de bronce y se las pondría en la galería del Templo, en un lugar bien visible;
49 también depositaron una copia en la cámara del tesoro para uso de Simón y de sus hijos.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 15
1 El rey Antíoco, hijo de Demetrio, mandó desde las islas del mar una carta a Simón, sumo sacerdote y gobernador de los judíos y a toda la nación.
2 Esto era lo que allí se leía: «El rey Antíoco saluda a Simón, sumo sacerdote y gobernador y también a la nación de los judíos.
3 Unos bandidos se han apoderado del reino de mis padres, pero yo quiero recuperarlo para restablecerlo tal como era antes. Para eso he reclutado numerosas tropas y armado muchos barcos de guerra.
4 Tengo la intención de desembarcar en el país para vengarme de los que lo han arruinado y que han destruido un gran número de ciudades de ese reino.
5 Te confirmo, pues, todas las exenciones de impuestos que te concedieron los reyes que estuvieron antes que yo y todas las otras eximiciones que te otorgaron.
6 Puedes acuñar moneda a tu nombre en todo el país,
7 Jerusalén y el Templo serán libres, las armas que fabricaste, las fortalezas que construiste y que ocupas quedarán en tu poder.
8 Todo lo que debiste o debas al tesoro real te será condonado ahora y para siempre.
9 Cuando hayamos tomado posesión de nuestro reino, te colmaremos de honores a ti, a tu nación y al Templo, de tal modo que la gloria de ustedes resplandecerá en toda la tierra».
10 Antíoco emprendió el trayecto rumbo al país de sus padres el año ciento setenta y cuatro; todas las tropas fueron a agruparse en torno a él, de tal modo que le quedaron a Trifón solo unos pocos hombres.
11 El rey Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón huyó a Dora, en la costa.
12 Veía que se cernía sobre él la desgracia y que su ejército lo abandonaba.
13 Antíoco llegó para acampar frente a Dora con ciento veinte mil hombres y ocho mil de caballería.
14 Puso sitio a la ciudad y sus barcos, por su parte, la bloqueaban por el lado del mar; así la cercó por tierra y por mar, no dejando que nadie entrara o saliera de allí.
15 Llegaron por ese entonces de Roma Numenio y sus compañeros con cartas para los reyes y para los países. Esto se leía en ellas:
16 «Lucio, cónsul de Roma, saluda al rey Tolomeo.
17 El sumo sacerdote Simón y el pueblo judío nos enviaron embajadores como amigos y aliados, para renovar la antigua amistad y la antigua alianza.
18 Nos trajeron un escudo de oro de más de cincuenta quilos,
19 por eso nos ha parecido conveniente escribirles a los reyes y a los países para que no les hagan daño, ni los ataquen, respeten sus ciudades y su país, y no proporcionen ayuda a los que quisieran hacerles la guerra.
20 Estimamos que era bueno recibir su escudo.
21 Por lo tanto, si malos sujetos han huido de su país al de ustedes, entréguenlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según sus leyes».
22 Mandaron la misma carta al rey Demetrio, a Atala, a Ariartes, a Arsaces
23 y a todos los países: a Sampsamo, a los espartanos, a Delos, a Mindos, a Sicione, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Gortina, a Guido, a Chipre y a Cirene.
24 Y se hizo una copia de esas cartas para el sumo sacerdote Simón.
Nueva guerra con los sirios
25 El rey Antíoco atacó el barrio nuevo de Dora; sus hombres avanzaban poco a poco y construían máquinas. Sitió a Trifón de tal modo que ya no se podía entrar ni salir.
26 Simón le mandó dos mil de sus mejores guerreros para ayudarlo, junto con plata, oro y muchos materiales.
27 Pero el rey no quiso recibirlos, al contrario, anuló todos los compromisos que había contraído antes con Simón y cambió de actitud para con él.
28 Le mandó a uno de sus Amigos, Atenobio, para hablar con él: «Ustedes, mandaba decirle, ocupan Jope, Gazer y la ciudadela de Jerusalén, que son ciudades de mi reino.
29 Ustedes han asolado sus alrededores, devastado el país y se han adueñado de muchas de las ciudades de mi reino.
30 Pues bien, devuélvannos ahora las ciudades que han tomado y los impuestos de las ciudades que ustedes han recaudado fuera del territorio de Judá.
31 Si no, dennos en vez de eso quinientos talentos de plata y otros quinientos por las devastaciones que han cometido y por los impuestos que pagaban esas ciudades. En caso contrario, les declararemos la guerra».
32 Cuando Atenobio, Amigo del rey, llegó a Jerusalén, vio la riqueza de Simón, el aparador lleno de vasos de oro y plata, y el lujo que lo rodeaba. Quedó estupefacto. Cuando transmitió las palabras del rey,
33 Simón le respondió: «No hemos conquistado una tierra extranjera ni nos hemos apoderado de los bienes ajenos, sino que era la herencia de nuestros padres, que nuestros enemigos nos habían robado por un tiempo.
34 Como la ocasión era favorable, nos aprovechamos de ella para reconquistar la herencia de nuestros padres.
35 Jope y Gazer, que tú reclamas, son dos ciudades que han hecho mucho daño a nuestro pueblo y a nuestro país; por eso, sólo daremos por ellas cien talentos».
35 Atenobio nada respondió,
36 sino que partió furioso donde el rey y le transmitió la respuesta de Simón. Le habló de su riqueza y de todo lo que había visto, y eso le produjo al rey una gran indignación.
37 Trifón había huido en barco a Ortosia.
38 El rey eligió entonces a Cendebo como gobernador de la zona marítima y le pasó un ejército de infantería y de caballería.
39 Le ordenó que instalara su campamento frente a la Judea, que reconstruyera Cedrón, reforzara sus puertas y combatiese al pueblo; el rey, por su parte, iría a perseguir a Trifón.
40 Cendebo llegó hasta Jamnia y comenzó a desafiar al pueblo. Hacía incursiones en Judea, mataba gente y se llevaba prisioneros.
41 Fortificó Cedrón, instalando allí una tropa de caballería e infantería que hacían incursiones y patrullaban los caminos de Judea, tal como el rey lo había mandado.
Primer Libro de los Macabeos (1Mac) Capítulo 16
1 Juan subió desde Gazer para comunicar a su padre lo que Cendebo estaba haciendo.
2 Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les dijo: «La familia de mi padre, mis hermanos y yo hemos combatido a los enemigos de Israel desde nuestra juventud hasta el día de hoy, y gracias a nosotros Israel se ha salvado muchas veces.
3 Ahora, ya soy mayor, mientras que ustedes, gracias al Cielo, están en la flor de la edad. Tomen pues mi lugar y el de mi hermano. Partan a combatir por su nación y que la ayuda del Cielo los acompañe».
4 Reclutó entonces en el país a veinte mil hombres de infantería y de caballería que marcharon contra Cendebo y pasaron la noche en Modín.
5 Cuando se levantaron por la mañana, avanzaron por la llanura, pero salió a enfrentarlos un poderoso ejército compuesto de infantería y caballería; sólo los separaba un torrente.
6 Juan pensaba instalar su campamento frente al enemigo, pero vio que sus hombres tenían miedo de atravesar el torrente. Entonces lo pasó él primero. Al ver eso, sus hombres pasaron detrás de él.
7 Dividió su ejército en dos, ubicando a la caballería en medio de la infantería, porque la caballería de los enemigos era mucho más numerosa.
8 Tocaron la trompeta y Cendebo tuvo que huir con su ejército; cayeron muchos de sus hombres y los que lograron escapar se refugiaron en la fortaleza.
9 Entonces fue herido Judas, hermano de Juan, pero éste persiguió al enemigo hasta que Cendebo llegó a Cedrón, que había fortificado.
10 Como los demás se habían refugiado en unas torres, en las afueras de Azoto, Juan les prendió fuego; sucumbieron dos mil de ellos y Juan volvió en paz a Judea.
Simón es asesinado
11 Tolomeo, hijo de Abubos, había sido nombrado gobernador de la llanura de Jericó; era rico en oro y plata,
12 y era yerno del sumo sacerdote.
13 En su orgullo anhelaba ser el dueño del país, y en su maldad, se puso a pensar cómo acabar con Simón y sus hijos.
14 Pues bien, Simón, preocupado del bienestar de las ciudades, andaba haciendo una gira de inspección; fue así como llegó a Jericó con sus dos hijos, Matatías y Judas, en el mes de Sebat, el undécimo mes del año ciento setenta y siete.
15 El hijo de Abubos los recibió hipócritamente en una pequeña fortaleza que había construido y cuyo nombre era Doc. Les preparó un gran banquete, pero había escondido a unos hombres,
16 y cuando Simón y sus hijos estuvieron ebrios, Tolomeo y sus hombres tomaron armas y se abalanzaron sobre Simón en el comedor; lo mataron junto con sus dos hijos y algunos de sus compañeros.
17 Era un gesto odioso, por el cual devolvía mal por bien.
18 Tolomeo escribió al rey para contarle lo que había hecho. Le pidió que le mandara tropas para que así entregara al rey el país y las ciudades de los judíos.
19 También mandó unos hombres a Gazer para que asesinaran a Juan, y pidió por carta a los generales que se juntaran con él, ofreciéndoles plata, oro y otros regalos.
20 Por último mandó a otros para que se apoderaran de Jerusalén y de la colina del Templo.
21 Pero hubo un hombre que se les adelantó corriendo. Informó a Juan, que estaba en Gazer, del asesinato de su padre y de sus hermanos. También le dijo: «Mandó unos hombres para matarte».
22 Al saberlo, Juan se quedó pasmado. Pero apresó a los hombres que venían a matarlo y los mandó ejecutar, pues sabía que venían para asesinarlo.
23 El resto de la historia de Juan, sus guerras, sus actos de valentía, las murallas que edificó y todo lo que hizo,
24 ¿no está escrito en los archivos de los sumos sacerdotes, a contar de la fecha en que recibió ese cargo en el que sucedió a su padre?