La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Introducción
El segundo libro de los Macabeos no es la continuación del primero.
Mientras el anterior presenta en forma global y equilibrada la historia del pueblo judío en esos años críticos, éste se ciñe a una serie de hechos y, a veces, de comentarios y leyendas, que le permiten resaltar las esperanzas y los sufrimientos de los creyentes perseguidos.
Este segundo libro, de menor interés que el primero para el historiador, tiene, sin embargo, suma importancia en la Biblia por su visión, muy profunda, respecto al sufrimiento y a la muerte, así como a la justicia de Dios. En especial, este libro, tal como los de Daniel y de la Sabiduría, es el primero que afirma en la Biblia la fe en la resurrección de los muertos.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 1
Primera Carta a los judíos de Egipto
1 ¡Salud a los hermanos que están en Egipto! Sus hermanos judíos de Jerusalén y del territorio de Judea les desean una verdadera paz.
2 Dios los colme de sus bendiciones, se acuerde de su Alianza con Abrahán, Isaac y Jacob, sus fieles servidores;
3 les dé a todos un corazón para adorarlo y hacer su voluntad generosa y sinceramente;
4 les abra el corazón a su Ley y a sus mandamientos y ponga en él la paz.
5 Atienda sus plegarias y se reconcilie con ustedes, porque él no los abandonará en el día de la desgracia.
6 Nosotros, por nuestra parte, oramos desde aquí por ustedes.
7 Nosotros, los judíos, les habíamos ya escrito el año ciento sesenta y nueve, bajo el reinado de Demetrio, en lo más duro de la prueba que nos tocó sobrellevar esos años, cuando Jasón y sus partidarios traicionaron la causa de la Tierra Santa y del reino,
8 quemaron las puertas del Templo y derramaron sangre inocente. Pero nosotros nos volvimos hacia el Señor y fuimos escuchados. Ahora podemos ofrecer el sacrificio y la ofrenda de harina flor, encendemos las lámparas y exponemos los panes de la ofrenda.
9 Por eso los invitamos a celebrar los días de la fiesta de las Tiendas el mes de Casleu. Fecha de esta carta: año ciento ochenta y ocho».
Segunda carta
10 «Los habitantes de Jerusalén y de Judea, el Senado y Judas saludan y le de sean buena salud a Aristóbulo, consejero del rey Tolomeo y miembro de la familia de los sacerdotes consagrados, como también a los judíos que están en Egipto.
11 Acabamos de ser salvados por Dios de grandes peligros, y le agradecemos mucho que nos haya ayudado contra el rey.
12 El mismo eliminó a los que se habían lanzado armados contra la Ciudad Santa.
13 Pues habiendo su jefe partido para Persia con una escolta que se parecería a un ejército, él y los suyos fueron eliminados en el templo de Nanea, gracias a una trampa de los sacerdotes de la diosa.
14 Antíoco había ido a ese lugar con el pretexto de casarse con la diosa Nanea, pero en realidad quería que le dieran como dote el tesoro.
15 Los sacerdotes del templo de Nanea habían expuesto el tesoro y Antíoco, más algunos amigos, habían entrado en el templo; pero los sacerdotes cerraron las puertas cuando estuvieron dentro,
16 y luego de haber abierto una puerta secreta en el entretecho, lo mataron a peñascazos. En seguida lo descuartizaron y lanzaron su cabeza a los que estaban afuera.
17 ¡Bendito sea Dios en todas las cosas, pues ha entregado los impíos a la muerte!
18 Ya que vamos a celebrar la purificación del Templo el veinticinco del mes de Casleu, pensamos que es bueno avisarles para que ustedes también celebren la fiesta de las Tiendas y del Fuego que apareció cuando Nehemías ofreció sacrificios, después de haber reconstruido el Santuario y el altar.
19 Pues deben ustedes saber que cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, algunos sacerdotes celosos de esa época tomaron fuego del altar, lo escondieron secretamente en un hoyo, muy parecido a un pozo seco, y lo dejaron tan seguro que nadie conocía el lugar.
20 Al cabo de muchos años, según el beneplácito de Dios, el rey persa mandó a Nehemías. Este ordenó entonces a los descendientes de los sacerdotes que lo habían escondido que buscaran el fuego. Cuando éstos le explicaron que no habían encontrado fuego sino un líquido espeso, Nehemías les ordenó que sacaran de él y se lo llevaran.
21 En el momento en que los sacrificios estaban listos, Nehemías ordenó a los sacerdotes que derramaran ese líquido sobre la leña y sobre las ofrendas que se habían puesto encima; y se hizo tal como lo ordenó.
22 Hasta ese instante el sol estaba oculto por las nubes, pero cuando brilló de repente, se encendió un enorme fuego, quedando todo el mundo admirado.
23 Mientras se quemaban las ofrendas, los sacerdotes hacían la oración junto con todos los que estaban presentes. Jonatán y los sacerdotes comenzaban, y Nehemías y los demás respondían.
24 Esto decía esa oración: «¡Señor! ¡Señor Dios, creador de todo, tú eres terrible y poderoso, justo y lleno de misericordia! Sólo tú eres rey, sólo tú eres bueno,
25 sólo tú eres generoso, justo, todopoderoso y eterno. Tú salvas a Israel de todo mal, tú elegiste a nuestros padres y los santificaste.
26 Recibe este sacrificio en nombre de todo tu pueblo de Israel, guarda tu herencia y santifícalo.
27 Reúne a los nuestros que están dispersos, libra a los que están cautivos en medio de las naciones y allí son despreciados, mira con bondad a los que son menospreciados y considerados una nada; así sabrán las naciones que tú eres nuestro Dios.
28 Reprime a los que nos oprimen, nos insultan y nos tratan con desprecio.
29 Instala a tu pueblo en tu Lugar Santo, tal como lo prometió Moisés».
30 Los sacerdotes acompañaban los cánticos con arpas.
31 Cuando el sacrificio se quemó entero, Nehemías ordenó derramar el líquido sobrante sobre grandes piedras;
32 se encendió un fuego que fue pronto eclipsado por el resplandor del fuego del altar.
33 Se difundió este hecho y al mismo rey de los Persas le llevaron esta noticia: «En el lugar donde los sacerdotes habían escondido el fuego cuando iban a ser deportados, se encontró un líquido con el que Nehemías y sus compañeros quemaron las ofrendas santas.»
34 Después de verificar los hechos, el rey hizo levantar una cerca y decretó que sería lugar sagrado.
35 Regalaba este líquido y se lo devolvían, de manera que obtuvo importantes ganancias con ello.
36 Nehemías y sus hombres llamaron a ese líquido «neftar», que quiere decir purificación, pero comúnmente se lo llama nafta.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 1
1,1

Esta parte de la primera carta podría servir de modelo para los votos de «Feliz Año».

Los judíos de Palestina escriben esta carta después de vencer a sus opresores. En el momento de celebrar la Purificación del Templo de Jerusalén, arrancado del poder de los enemigos, informan a las comunidades judías dispersas en Egipto.

Esta carta se hace eco de varios rumores. Destacamos la leyenda según la cual el Arca (que de hecho fue destruida en la caída de Jerusalén, en 587), había sido salvada y escondida. Así se expresaba la fe profunda del pueblo; nada de lo que Dios había hecho en el tiempo de los padres podía perderse.

Nótese 2,13-15. Este dato, no del todo fiable, completa los que leemos en 1 Crónicas 29,29-30; 2 Crónicas 9,29; 16,11...; Esdras 7,25-26; Nehemías 8, sobre la formación del primer núcleo de la Biblia, obra que fue a lo mejor, no de Nehemías, sino de Esdras.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 2
1 En otros archivos también se lee que el profeta Jeremías dio a los desterrados la orden de recuperar el fuego, tal como se dijo.
2 También recomendaba a los desterrados no olvidarse de los mandamientos del Señor y no dejarse engañar cuando vieran estatuas de oro y plata adornadas y vestidas.
3 De mil maneras les recomendaba que no dejaran que la Ley se alejara de su corazón.
La fe popular
4 En esos mismos archivos se lee que por orden de Dios el profeta tomó la Tienda y el Arca, y subió al cerro a donde había subido Moisés y de donde había contemplado la herencia de Dios.
5 Al llegar allá, Jeremías encontró una gruta que servía de habitación y depositó allí la Tienda y el Arca con el altar de los perfumes y luego clausuró la entrada.
6 Algunos de sus compañeros fueron en seguida a marcar el camino con señales, pero no pudieron hallarlo.
7 Cuando Jeremías lo supo, les llamó la atención: «Ese lugar, les dijo, debe permanecer oculto hasta el día en que Dios reúna a su pueblo y tenga misericordia de él.
8 Entonces revelará el Señor todo esto, la Gloria del Señor aparecerá en la nube, tal como se apareció en tiempos de Moisés, o cuando Salomón pronunció su oración con motivo de la consagración solemne del Templo».
9 A propósito del sacrificio que ese rey ofreció para la dedicación y la inauguración del Templo en el tiempo de su sabiduría, se lee también esto:
10 «Igual como Moisés había orado al Señor y cayó del cielo un fuego que consumó la víctima, así también a la oración de Salomón bajó el fuego y consumió los holocaustos.
11 Moisés lo había dicho: Como la víctima por el pecado no tenía que ser comida, fue consumida.
12 Eso mismo ocurrió cuando Salomón celebró los ocho días de la fiesta de la Dedicación.»
13 Todo esto se contaba en los archivos y en las crónicas del tiempo de Nehemías. Allí también se dice que Nehemías inició una biblioteca y depositó allí los libros sobre los reyes y los profetas, los libros de David y las instrucciones de los reyes respecto a los sacrificios.
14 Judas también ha reunido todos los libros que se habían dispersado durante la guerra que hemos tenido, y están ahora en nuestras manos.
15 Si ustedes necesitan esos libros, mándennos a algunos mensajeros para que se los lleven.
16 Les enviamos esta carta mientras nos preparamos para celebrar la fiesta de la Purificación; sería bueno que celebraran esos días junto con nosotros.
17 Dios ha salvado a su pueblo; les ha devuelto a todos su herencia, haciendo de ellos un reino, un sacerdocio y un pueblo santo,
18 tal como se lee en la Ley. Al ver cómo nos ha librado de grandes desgracias y purificó el Templo, esperamos que pronto tendrá piedad de nosotros y nos reunirá de todas partes en el Lugar Santo.
Prefacio del Libro
19 La historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, la purificación del Templo, la dedicación del altar,
20 las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo Eupator,
21 las manifestaciones celestes que tuvieron lugar en favor de aquellos que luchaban heroicamente por el judaísmo, porque a pesar de su número reducido reconquistaron toda la región e hicieron huir a los ejércitos bárbaros,
22 y cómo recuperaron el Templo célebre en todo el universo, liberaron la ciudad y restablecieron las leyes que querían abolir, cuando el Señor siempre justo les fue favorable,
23 todo eso fue expuesto por Jasón de Cirene en cinco libros que trataremos de resumir en uno solo.
24 Pues nos fijamos en la gran cantidad de cifras que hay allí, y creemos que una documentación tan abundante se hará pesada a los que quieran interiorizar los relatos de la historia.
25 Por eso tuvimos la preocupación de ofrecer un texto agradable a los que se contentan con una simple lectura, práctico para los que gustan recordar esos hechos, y útil para todos.
26 Para nosotros que nos hemos encargado del trabajo penoso de este resumen, no ha sido una obra fácil, sino que nos ha costado harto hacerla,
27 lo mismo que no resulta nada fácil preparar un banquete que sea del gusto de todos. Pero hacemos como el organizador del banquete y soportamos con gusto esta fatiga para complacer a otros.
28 Dejando que el autor averigüe y pormenorice los hechos, nos esforzamos por resumirlos.
29 Actuamos como el arquitecto de una nueva casa que debe tener en mente el conjunto de la construcción, mientras que el encargado de las pinturas y de la cera estudia lo que mejor conviene para la decoración.
30 Analizar los pormenores, debatir los puntos discutibles, dedicar mucho tiempo a los detalles, corresponde al historiador;
31 pero al que intenta adaptarla se le permite resumir y no presentar una narración completa de los hechos.
32 Comencemos pues nuestro relato sin añadir más a lo ya dicho, porque sería ridículo ser largo en el prefacio de la obra y luego breve en la historia misma.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 3
Heliodoro quiere saquear el Templo
1 En la época en que los habitantes de la ciudad santa gozaban de una verdadera paz, y en que las leyes eran escrupulosamente observadas gracias a la piedad del sumo sacerdote Onías, quien odiaba el mal,
2 hasta los mismos reyes honraban el Santo Lugar y adornaban el Templo con magníficos presentes.
3 Así fue como Seleuco, rey de Asia, pagaba, de sus ingresos personales, todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios.
4 Pero sucedió que un tal Simón, de la tribu de Benjamín, que era administrador del Templo, tuvo un problema con el sumo sacerdote con respecto a la fiscalización de los mercados de la ciudad.
5 Como no logró ganarle a Onías, fue a ver a Apolonio, hijo de Tra seos, que en esa época era el gobernador de Celesiria y Fenicia.
6 Le contó que el tesoro de Jerusalén contenía enormes sumas, una cantidad increíble de riquezas que no tenían relación con los gastos necesarios para los sacrificios, y que era posible, por tanto, traspasar todo ese tesoro a manos del rey.
7 Una vez que se encontró con el rey, Apolonio le habló de las riquezas que le habían mencionado y el rey designó a Heliodoro, que estaba al frente de sus asuntos; lo mandó con la orden de que confiscara todas las riquezas de las que se hablaba.
8 Heliodoro emprendió el viaje inmediatamente, so pretexto de que iba a inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para poner en ejecución la orden del rey.
9 Al llegar a Jerusalén, Heliodoro fue recibido amigablemente por el sumo sacerdote y por la ciudad. Contó entonces lo que le ha bían dicho, manifestó el objetivo de su visita y preguntó si todo eso era exacto.
10 El sumo sacerdote le explicó que el tesoro contenía los depósitos de las viudas y de los huérfanos,
11 que una parte pertenecía a Hircano, hijo de Tobías, un hombre muy importante, pero que al contrario de las mentiras de Simón, ese hombre impío, el tesoro se reducía a cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro.
12 Por otra parte era imposible quitarles lo que era suyo a los que habían puesto su confianza en la santidad de ese lugar y en la majestad intocable de un templo venerado en todo el universo.
13 Pero Heliodoro, basándose en las órdenes que había recibido del rey, sostenía que de todos modos ese dinero tenía que ser confiscado para el tesoro real.
14 El día acordado para entrar en la cámara del tesoro y para hacer el conteo de esas riquezas, toda la ciudad estaba trastornada.
15 Los sacerdotes se habían postrado ante el altar, revestidos con sus ornamentos sacerdotales, e invocando al Cielo que había dado la ley sobre los depósitos, le pedían que conservara esos bienes intactos para los que los habían depositado.
16 Al ver el rostro del sumo sacerdote cualquiera se impresionaba, porque su rostro extenuado, su palidez, demostraban bien la angustia de su alma.
17 Era presa de un terror que hacía temblar todo su cuerpo, y todos eran testigos del sufrimiento que experimentaba.
18 Los habitantes salían de sus casas y en grupos oraban para que el Lugar Santo no conociera esa vergüenza.
19 Las mujeres con sacos ceñidos a su cintura repletaban las calles, las jovencitas que se habían quedado en casa corrían a las puertas o subían al muro, otras se inclinaban sobre las ventanas.
20 Todas las manos estaban tendidas al Cielo clamando su plegaria;
21 daba pena ver la angustia de esa muchedumbre unida en un mismo abatimiento y la ansiosa espera del sumo sacerdote.
22 Mientras se suplicaba al Señor Todopoderoso que guardara intactos y salvos los depósitos a los que los habían efectuado,
23 Heliodoro procedía a hacer lo que había dicho.
24 Ya estaba con su guardia cerca del tesoro, cuando el Soberano de los espíritus y poderes de todo orden produjo una gran aparición en ese mismo lugar; todos los que se habían atrevido a entrar quedaron sin fuerza y sin ánimo, como paralizados por la fuerza de Dios.
25 Se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y ricamente equipado, que parecía llevar una armadura de oro; se lanzó directamente hacia Heliodoro, amenazándolo con sus patas delanteras.
26 Al mismo tiempo aparecieron dos jóvenes, rebosantes de energía, deslumbrantes de luz, y vestidos con magníficos trajes. Se pusieron a ambos lados de Heliodoro y empezaron a azotarlo, dejando caer sobre él una lluvia de golpes.
27 Heliodoro cayó a tierra y se halló sumido en profundas tinieblas. Lo tomaron y lo pusieron en una camilla,
28 y ese hombre que acababa de entrar en la cámara del tesoro con un numeroso séquito de guardias y hombres armados, fue llevado afuera, incapaz de ayudarse a sí mismo; así se había manifestado a todos el poder de Dios.
29 Mientras Heliodoro, golpeado por la fuerza divina, yacía enmudecido y sin esperanza de curación,
30 los judíos bendecían al Señor que había glorificado su Santo Lugar. El Templo que, hacía apenas un momento estaba invadido por el espanto y la inquietud, se llenaba ahora de gozo y de alegría como consecuencia de la manifestación del Señor Todopoderoso.
31 Inmediatamente algunos compañeros de Heliodoro pidieron a Onías su intercesión para que el Altísimo concediera la vida a aquel que estaba tendido en tierra medio muerto.
32 El Sumo Sacerdote, por su parte, temía que el rey sospechara alguna maquinación de los judíos contra Heliodoro, y ofreció un sacrificio por su salud.
33 Cuando el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de reparación, aparecieron de nuevo a Heliodoro los mismos jóvenes vestidos con los mismos trajes, y poniéndose de pie al lado de él le dijeron: «Puedes darle muchísimas gracias al sumo sacerdote Onías, porque por él fue que el Señor te conservara la vida.
34 Ya que has sido azotado por el Cielo, darás a conocer a todos el Gran Poder de Dios». Después de decir eso, desaparecieron.
35 Heliodoro ofreció un sacrificio al Señor e hizo largas oraciones al que le había conservado la vida; luego, después de haber prometido a Onías su amistad, regresó con sus hombres donde el rey.
36 A todos contaba esa intervención del Dios Grandísimo que había visto con sus propios ojos.
37 Cuando el rey preguntó a Heliodoro quién sería el más indicado para que fuera de nuevo a Jerusalén, Heliodoro le respondió:
38 «Si tienes algún enemigo o hay alguien que ha hecho un perjuicio al Estado, mándalo allá abajo para que vuelva desgarrado a azotes, si es que logra escapar, porque realmente hay allá una fuerza divina;
39 el que mora en el Cielo vigila ese lugar y lo protege. Castiga y da muerte a los que van con malas intenciones».
40 Esto es lo que ocurrió a Heliodoro y así fue como se salvó el tesoro.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 4
1 Ese mentado Simón, que había delatado el tesoro y a su propia patria, comenzó a calumniar a Onías; según él era Onías quien había ordenado que se atacase a Heliodoro y quien era el causante de todas esas dificultades».
2 Más aún, se atrevía a hacer pasar por enemigo del Estado al que era el bienhechor de la ciudad, el defensor de sus compatriotas y que observaba tan fielmente la Ley.
3 Llegó tan lejos ese odio que uno de los partidarios de Simón cometió crímenes.
4 Onías comprendió el peligro de esa rivalidad y vio que Apolonio, hijo de Menesteo, el gobernador de Celesiria y Fenicia, estimulaba la maldad de Simón.
5 Por eso fue a ver al rey, no para acusar a sus compatriotas sino porque estaba preocupado del interés general y del bien particular de todo su pueblo;
6 bien veía que sin una intervención del rey los problemas no se solucionarían y Simón continuaría con sus locuras.
Una crisis cultural
7 Seleuco había muerto y sucedióle en el trono Antíoco, apellidado Epífanes. Jasón, hermano de Onías, se apoderó entonces del soberano pontificado.
8 En una entrevista con el rey, le prometió trescientos sesenta talentos de plata y ochenta talentos provenientes de otras entradas.
9 Además estaba dispuesto a comprometerse por escrito con ciento cuarenta talentos más si lo autorizaban a construir por su cuenta un gimnasio y una escuela militar, y a otorgar a habitantes de Jerusalén el título de «ciudadanos de Antioquia». El rey consintió en todo.
10 En cuanto Jasón obtuvo el poder, comenzó a introducir entre sus conciudadanos las costumbres griegas.
11 Suprimió las franquicias que por humanidad habían otorgado los reyes a los judíos (éstas habían sido conseguidas por Juan, padre de ese Eupolemo que más tarde fue enviado a Roma como embajador para firmar un tratado de alianza y amistad con los romanos). Suprimió también las legítimas instituciones e inauguró costumbres contrarias a la Ley.
12 Disfrutó construyendo un gimnasio al pie de la fortaleza y trajo lo mejor de la juventud a los ejercicios del gimnasio.
13 Jasón se comportaba como un impío y no como sumo sacerdote. Con su descarada corrupción, hubo una invasión de costumbres extranjeras y vivir a la griega estuvo de moda.
14 Los sacerdotes ya no mostraban interés por el servicio del altar, despreciaban el Templo y descuidaban los sacrificios; en cuanto oían el llamado para ir a lanzar el disco, corrían al estadio para tomar parte en competencias prohibidas por la Ley.
15 Se burlaban de los valores tradicionales, pues estaban convencidos de la superioridad griega.
16 Con esto ellos mismos se preparaban tiempos difíciles, porque aquellos cuyas maneras de vivir trataban de copiar y a los que querían asemejarse en todo, iban a convertirse en sus enemigos y en sus verdugos.
17 El siguiente período mostrará que no se violan las leyes divinas sin castigo.
18 Como se celebraran en Tiro, en presencia del rey, los juegos que se efectuaban cada cuatro años,
19 el despreciable Jasón envió allá, como delegados de Jerusalén, a unos «ciudadanos de Antioquia» que llevaban trescientas dracmas de plata para el sacrificio en honor de Heracles. Afortunadamente los que llevaban el dinero no quisieron donarlo para el sacrificio, pensando que no era conveniente, y pidieron que se hiciera otro uso de él.
20 Por eso el dinero que había donado Jasón para el sacrificio en honor de Heracles fue destinado a la construcción de barcos de guerra, debido a la solicitud de los que lo habían traído.
21 Apolonio, hijo de Menesteo, había sido enviado a Egipto para asistir al casamiento de rey Filometor. Antíoco supo que ese rey se había vuelto hostil a su política, de ahí que se preocupara de su propia seguridad; por eso llegó a Jope, y luego alcanzó hasta Jerusalén.
22 Jasón y la ciudad lo recibieron solemnemente, haciendo su entrada a la luz de antorchas y en medio de aclamaciones; después de eso se dirigió a Fenicia con sus tropas.
23 Al cabo de tres años, Jasón envió a Menelao, hermano de ese Simón del que se habló antes, para llevarle un dinero al rey y arreglar algunos problemas importantes.
24 Menelao se consiguió recomendaciones ante el rey y se presentó como un hombre importante; le ofreció trescientos talentos de plata más de lo que había hecho Jasón y logró que le atribuyeran el soberano pontificado.
25 Después de haber recibido los documentos reales que lo confirmaban en el cargo, regresó, pero nada tenía para merecer ese título de sumo sacerdote, a no ser la violencia de un tirano cruel y la rabia de una fiera salvaje que poseía.
26 Así pues Jasón, que se había apoderado del lugar de su hermano, veía ahora como otro ocupaba su lugar y lo obligaba a huir a Ammantida.
27 Menelao se apoderó del poder, pero no entregó nada del dinero que había prometido al rey,
28 a pesar de los reclamos de Sóstrato, prefecto de la fortaleza, que estaba encargado de recaudar los impuestos. Por eso ambos fueron citados ante el rey.
29 Menelao dejó en su reemplazo como sumo sacerdote a su hermano Lisímaco, y Sóstrato dejó a Crates, jefe de los chipriotas.
Asesinato del sumo sacerdote Onías
30 Fue entonces cuando se sublevaron los habitantes de Tarso y de Malos porque su ciudad había sido dada como regalo a Antióquida, concubina del rey.
31 El rey partió inmediatamente para allá con el fin de arreglar ese asunto, dejando como su reemplazante a Andrónico, alto funcionario.
32 Menelao pensó que era el momento propicio para sustraer algunos vasos de oro del Santuario y ofrecérselos a Andrónico; logró vender otros en Tiro y en las ciudades vecinas.
33 Cuando Onías lo supo con certeza, fue a refugiarse en un lugar de asilo, en Dafne, cerca de Antioquia, y desde allí lo denunció.
34 Por eso Menelao habló en privado con Andrónico y lo presionó para que asesinara a Onías. Andrónico fue pues a ver a Onías con malas intenciones, le hizo un juramento tendiéndole la mano derecha y lo convenció, a pesar de las sospechas de éste, a salir de su asilo; en cuanto salió le dio muerte sin el menor respeto por la justicia.
35 No solo los judíos sino también muchos de los no judíos quedaron indignados y encontraron escandaloso el criminal asesinato de ese hombre.
36 Cuando el rey volvió de la región de Cilicia, los judíos de la ciudad y los griegos que detestaban el mal, fueron a verlo para hablarle del injusto asesinato de Onías.
37 Al acordarse de la sabiduría y de la irreprochable vida de la víctima, Antíoco lloró, pues estaba sinceramente apenado y conmovido hasta lo más profundo de su ser.
38 Luego se apoderó de él la ira, le quitó su cargo a Andrónico y le ordenó que le rasgaran su ropa; hizo pasear a ese asesino por toda la ciudad y mandó ejecutarlo en el mismo lugar donde había asesinado a Onías; así fue como el Señor le dio el castigo que merecía.
39 Durante ese tiempo, Lisímaco, de acuerdo con Menelao, había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad. Como el rumor crecía, el pueblo se rebeló contra Lisímaco después que muchos de los objetos de oro habían ya salido.
40 Para reprimir el levantamiento del pueblo encolerizado, Lisímaco armó a cerca de tres mil hombres y adoptó la vía de la violencia; había puesto al frente de ellos a un tal Auranos, tan loco como viejo.
41 Al verse atacados por Lisímaco, unos tomaron piedras, otros palos y unos terceros tomaron en sus manos brasas que allí había y todos juntos se lanzaron en medio de la trifulca contra la gente de Lisímaco,
42 a tal extremo que muchos de éstos quedaron heridos y algunos hasta muertos; hicieron huir a los demás y lincharon cerca del tesoro al sacrílego ladrón.
43 Por todos esos hechos se inició un proceso contra Menelao.
44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por los ancianos fueron a exponerle su acusación.
45 Al verse perdido, Menelao prometió una gruesa suma de dinero a Tolomeo, hijo de Dorimenes, para que intercediera por él ante el rey.
46 Tolomeo llevó al rey aparte bajo una galería, con el pretexto de tomar el fresco, y le hizo cambiar de decisión.
47 El rey declaró a Menelao inocente de todos esos cargos, siendo que en realidad era culpable de todos esos males, y condenó a muerte a unos desdichados que habrían sido declarados inocentes incluso entre los bárbaros.
48 Esos hombres, que habían asumido la defensa de la ciudad, del pueblo y de los objetos sagrados, sufrieron inesperadamente esa pena injusta.
49 Hasta los mismos habitantes de Tiro quedaron escandalizados e hicieron a las víctimas solemnes funerales.
50 Menelao, por su parte, conservó su cargo gracias a la gente en el poder que sólo estaba interesada en el dinero; siguió creciendo en mal y en crueldad, siendo el látigo de sus compatriotas.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 4
4,7

Destacamos este párrafo que describe en forma tan visual la penetración de la influencia griega. ¿Acaso se debía considerar como un adelanto o como una colonización cultural? Ver lo dicho respecto a 1 Macabeos 1,41. Los sacerdotes, por tener más formación, recibieron el primer choque de la crisis cultural y espiritual. Desgraciadamente para los judíos, en el momento en que se produce esa crisis, el interés y la política se introducen en el nombramiento de los jefes religiosos.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 5
Antíoco saquea el Templo
1 Antíoco preparó, por ese entonces, su segunda invasión de Egipto.
2 Pues bien, por esa misma época, hubo apariciones en toda la ciudad, durante cerca de cuarenta días: jinetes cuyos trajes estaban bordados en oro galopaban por el cielo, tropas armadas desfilaban en formación,
3 escuadrones montados se aprestaban para la batalla, con ataques y cargas de una y otra parte, movimientos de escudos, bosques de lanzas, espadas desenvainadas, flechas que volaban, armaduras de oro brillando con todo su esplendor, y corazas de todo tipo.
4 Ante eso todos deseaban que esas apariciones sólo anunciaran algún acontecimiento feliz.
5 Basándose en un falso rumor sobre la muerte de Antíoco, Jasón juntó a unos mil hombres y fue a atacar la ciudad de improviso; los que defendían las murallas fueron superados y la ciudad fue tomada, obligando a Menelao a refugiarse en la fortaleza.
6 Jasón se dedicó a matar a sus propios conciudadanos sin piedad alguna, sin pensar que una victoria que se obtiene sobre sus compatriotas es la mayor derrota; los masacró viendo en ellos enemigos y no gente de su nación.
7 No logró, sin embargo, apoderarse del poder; su expedición terminó en un fracaso y se vio obligado a refugiarse nuevamente en la región de Ammán.
8 Su conducta criminal llegó a su fin; acusado primero ante Aretas, rey de los árabes, trató de refugiarse de una ciudad en otra. Perseguido por todos, detestado por haber renegado de las leyes, repudiado como verdugo de su patria y de sus compatriotas, se fue a Egipto.
9 El que había desterrado a tanta gente lejos de su patria murió al final en una tierra extraña, porque se había ido a Lacedemonia donde pensaba que lo acogerían debido a nuestro parentesco de raza con ese pueblo.
10 El que había dejado tantos cadáveres sin enterrar, no fue enterrado en el sepulcro de sus padres: nadie lo lloró, nadie cumplió las últimas obligaciones con él.
Persecución de Antíoco
11 Cuando el rey se enteró de eso, pensó que la Judea se quería independizar; salió pues de Egipto, furioso como una fiera salvaje y se apoderó de la ciudad a mano armada.
12 Ordenó a sus soldados que mataran sin piedad a los que encontraran y que degollaran a los que se refugiaran en sus casas.
13 Así se dio muerte a jóvenes y ancianos, se eliminó a mujeres y niños, se degolló a muchachas y a niños de pecho.
14 En tres días hubo ochenta mil víctimas; cuarenta mil cayeron bajo los golpes y los otros fueron vendidos como esclavos.
15 Como si eso no bastara, el rey penetró en el Santuario más santo de toda la tierra, guiado por Menelao que hasta allí había llegado en su traición a las leyes y a la patria.
16 Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados, con sus manos profanas cogió las ofrendas que otros reyes habían depositado allí para aumentar más aún la gloria de ese lugar.
17 Henchido de orgullo, Antíoco no veía que el Señor descuidaba ese lugar por unos momentos, porque estaba enojado con los habitantes de la ciudad a causa de sus pecados.
18 Si éstos no hubieran sido culpables de un gran número de pecados, Antíoco habría sido vapuleado en cuanto hubiera entrado, y castigado por su audacia, tal como ese Heliodoro al que había enviado el rey Seleuco para inspeccionar el tesoro;
19 pero Dios no eligió al pueblo por ese lugar, sino a ese lugar por el pueblo.
20 Por eso ese lugar ha participado de las desgracias del pueblo y también ha estado asociado a las bendiciones del Señor ; fue abandonado por el Todopoderoso en su enojo y también fue restablecido en toda su gloria cuando el Señor todopoderoso se reconcilió con su pueblo.
21 Antíoco había sacado del Templo mil ochocientos talentos y se había vuelto rápidamente a Antioquia, tan orgulloso que se hubiera creído capaz de navegar en tierra firme y de trazar caminos en el mar.
22 Dejó a algunos funcionarios para reprimir a nuestra raza: en Jerusalén a Filipo, originario de Frigia, que era más cruel aún que el que lo había puesto allí;
23 en Garizim a Andrónico y, fuera de ésos, a Menelao, cuya maldad hacia sus hermanos era peor aún: odiaba a sus compatriotas judíos.
24 El rey mandó al gobernador Apolonio al frente de un ejército de veintidós mil hombres, con orden de degollar a todos los que estuvieran en la flor de su edad y de vender como esclavos a las mujeres y a los niños.
25 Llegó a Jerusalén simulando ser hombre pacífico y esperó hasta el santo día sábado. Aprovechándose del descanso de los judíos, ordenó a sus hombres que efectuaran un desfile;
26 luego mandó matar a todos los que habían salido para presenciar el espectáculo y recorriendo la ciudad con sus soldados, dio muerte a una gran cantidad de personas.
27 Fue entonces cuando Judas, apellidado Macabeo, se retiró al desierto con una decena de personas; con sus compañeros vivía como fiera salvaje por los cerros, obligándose a un régimen vegetariano antes que volverse impuro.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 6
La persecución religiosa
1 Poco tiempo después, el rey mandó a Geronte, el Ateniense, para obligar a los judíos a abandonar el culto de sus padres y para que no vivieran más según las leyes de Dios;
2 quería profanar el Templo de Jerusalén consagrándolo a Zeus Olímpico, y el templo de Garizim a Zeus Hospitalario, según lo habían pedido los habitantes del lugar.
3 Esta agravación del mal fue penosa y difícil de soportar para todos.
4 El Santuario estaba lleno de desenfrenos y orgías de los paganos que se entretenían con prostitutas, que hacían el amor con mujeres en los portales sagrados y que además llevaban allí cosas prohibidas.
5 El altar estaba cubierto de víctimas inaceptables, prohibidas por las leyes;
6 ya no había derecho para celebrar el sábado, observar las fiestas de nuestros padres y ni siquiera para confesar que uno era judío.
7 Cada cual estaba obligado por una dura necesidad a participar cada mes en la comida ritual, el día del nacimiento del rey, y cuando llegaban las fiestas de Dionisio, había que acompañar el cortejo de la divinidad llevando coronas de hiedra.
8 Por iniciativa de Tolomeo, se publicó un decreto para las ciudades griegas de los alrededores: debía reprimirse a los judíos de la misma manera y obligarlos a tomar parte en las comidas rituales;
9 y a los que se negaran a adoptar las costumbres griegas había que degollarlos. Todo eso era el anuncio de terribles desgracias.
10 Así fue como dos mujeres fueron llevadas al tribunal por haber circuncidado a sus hijos; las pasearon públicamente por la ciudad, con sus niños colgando de su seno, antes de lanzarlas de lo alto de las murallas.
11 Otros, que se habían reunido en cavernas vecinas para celebrar secretamente el día sábado, fueron denunciados a Filipo. Fueron todos condenados a la hoguera; no quisieron defenderse por creer que eso era ir en contra de la santidad de ese día.
12 Les suplico a quienes tengan este libro en sus manos que no se escandalicen por tantas desgracias, sino que tengan confianza en que las persecuciones no acabarán con nuestra raza; ellas, más bien, sirven para corregirnos.
13 Cuando los pecadores no permanecen tranquilos por mucho tiempo sino que rápidamente les sobreviene el castigo, eso es señal de gran bondad.
14 Vemos que con las demás naciones el Señor espera con paciencia a que lleguen al colmo de sus pecados, pero no ha estimado conveniente actuar así con nosotros.
15 No ha querido esperar para castigarnos que nuestros pecados llegaran hasta el tope.
16 El no abandona a su pueblo, más bien nos corrige por medio de la prueba y no nos priva de su misericordia.
17 Bástenos con haber recordado esta verdad; retomaremos nuestro relato después de estas breves reflexiones.
El martirio de Eleazar
18 Eleazar era uno de los principales doctores de la Ley, un hombre de edad y de noble aspecto. Quisieron abrirle la boca a la fuerza para hacerle comer carne de cerdo,
19 pero prefirió una muerte gloriosa a una existencia vergonzosa y marchó voluntariamente al suplicio de la rueda.
20 Escupió lo que tenía en la boca, tal como deben hacerlo los que tienen la valentía de rechazar lo que está prohibido, antes de comérselo por apego a la vida.
21 Los que presidían esa comida ritual, prohibida por la ley, lo llamaron aparte, porque conocían a ese hombre desde hacía mucho tiempo. Lo invitaron a que simulara comer la carne ofrecida en sacrificio según la orden del rey, pero que en realidad fueran carnes autorizadas por la Ley y que él mismo hubiera preparado.
22 Al actuar así, y gracias a esa vieja amistad que los unía, se libraría de la muerte.
23 Pero él tomó una noble decisión, digna de su edad, de la autoridad que le otorgaban su vejez y sus venerables cabellos blancos por la edad, digna también de su conducta irreprochable desde su niñez y conforme a las santas leyes establecidas por Dios mismo. Respondió que mejor lo enviaran al lugar de los muertos.
24 Y añadió esto: «A nuestra edad no es conveniente hacer tal cosa; muchos jóvenes podrían pensar que Eleazar, con sus noventa años, se dejó conquistar por los extranjeros.
25 Y así ellos se descarriarían junto conmigo debido a mi doble juego, en un momento en que me queda tan poco para vivir. De esa manera atraería sobre mi vejez la vergüenza y la deshonra.
26 Y si por ahora escapara al castigo de los hombres, no escaparé vivo o muerto de las manos del Todopoderoso.
27 Al abandonar ahora la vida valientemente, me mostraré digno de mi vejez,
28 y dejaré a los jóvenes el noble ejemplo de una muerte voluntaria y generosa en defensa de las venerables y santas leyes». Y así hablando, caminó derecho al suplicio de la rueda.
29 Para los que lo llevaban, las palabras que acababa de pronunciar no eran más que locura, y la generosidad que hacía poco habían tenido con él se trocó en maldad.
30 Cuando estaba a punto de morir a golpes, dijo en un suspiro: «El Señor que posee el exacto conocimiento, ve cuán crueles dolores soporto bajo los golpes en mi cuerpo, siendo que podría haber escapado a la muerte; pero él ve que en mi alma los sufro con alegría por el temor que le tengo».
31 Así entregó la vida, dejando con su muerte un ejemplo de valentía y el recuerdo de su virtud, no sólo a la juventud sino a la gran mayoría de la nación.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 6
6,1

La persecución religiosa, tal como se vive al nivel del pueblo, significa:

— Supresión forzosa de las costumbres religiosas.

— Libertinaje sexual que se disfraza de adelanto cultural.

— Violencia contra los que siguen fieles a Dios.

— El desamparo de los humildes y las mujeres, frente a la crueldad de las leyes y de la muchedumbre.

Sigue la crisis de conciencia ante las pruebas por las que pasan los buenos; y Dios, ¿cómo puede permitirlo?

Se da una respuesta: estas pruebas tienen por fin corregir al pueblo de Dios. Los judíos saben que en la prueba está la misericordia de Dios.
6,18

Qué nobleza en las palabras de Eleazar:

— No quiere disimular su fe.

— Prefiere el honor a la vida.

— Antes que nada teme a Dios.

— Morir por fidelidad a las leyes divinas es un noble ejemplo para los jóvenes.

— Eleazar sufre en su cuerpo, pero muere feliz.

Tenemos en él al prototipo, al modelo del mártir.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 7
El martirio de los siete hermanos
1 También fueron detenidos siete hermanos con su madre, y el rey quiso obligarlos, haciéndoles azotar con correas de cuero, a comer carne de cerdo prohibida por la Ley.
2 Uno de ellos tomó la palabra en nombre de todos y dijo: «¿Qué exiges y qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que desobedecer a la Ley de nuestros padres».
3 Furioso, el rey ordenó poner en el fuego ollas y sartenes. En cuanto estuvieron calientes,
4 ordenó que le cortaran la lengua al que había hablado en nombre de todos, que le arrancaran el cuero cabelludo y le cortaran las extremidades ante los ojos de sus hermanos y de su madre.
5 Cuando estuvo completamente mutilado, ordenó el rey que lo acercaran al fuego y lo cocieran en la sartén, siendo que aún respiraba.
5 Mientras el humo de la sartén se expandía a lo lejos, sus hermanos y su madre se daban ánimo unos a otros para morir valientemente, diciendo:
6 «El Señor Dios que nos mira tendrá seguramente piedad de nosotros, según la palabra de Moisés en el Cántico que pronunció frente a todos. Allí se dice: Tendrá piedad de sus servidores».
7 Cuando el primero hubo así pasado a la otra vida, llevaron al segundo al suplicio, le arrancaron la piel de su cabeza junto con sus cabellos y le preguntaron si quería comer cerdo en vez de ser torturado en todos los miembros de su cuerpo.
8 Respondió en la lengua de sus padres: «¡No!» Por lo cual sufrió a su vez los mismos suplicios que el primero.
9 En el momento de dar su último suspiro dijo: «¡No eres más que un criminal! Nos quitas la vida presente, pero el Rey del Universo nos resucitará a una vida eterna, a nosotros que morimos por fidelidad a sus leyes».
10 Después de éste torturaron al tercero; cuando el verdugo se lo pidió, presentó inmediatamente la lengua y extendió sin vacilar sus manos.
11 Tuvo la valentía de declarar: «Del Cielo he recibido estas manos, pero las sacrifico por sus leyes, y de él espero que me las devuelva».
12 Hasta el mismo rey y su corte quedaron asombrados de la valentía de ese joven que no tomaba en cuenta para nada sus sufrimientos.
13 Cuando murió, sometieron al cuarto a los mismos suplicios.
14 Estando a punto de morir, dijo: «Felices los que mueren a manos de los hombres, teniendo la esperanza recibida de Dios de ser resucitados por él; pero para ti no habrá resurrección para la vida».
15 Trajeron después al quinto y lo torturaron. Con sus ojos fijos en el rey, le dijo:
16 «Aunque eres mortal, tienes autoridad sobre los hombres y haces lo que quieres, pero no creas que nuestra raza esté abandonada de Dios.
17 Espera y verás su gran poder y cómo te atormentará a ti y a tu raza».
18 Después de él trajeron al sexto. Cuando estaba a punto de morir, dijo: «No te hagas ninguna ilusión, porque si hemos atraído sobre nosotros estas desgracias y si nos tocan ahora pruebas poco comunes es porque pecamos contra nuestro Dios.
19 Pero tú, que te atreves a hacerle la guerra a Dios, no creas que quedarás sin castigo».
20 ¡Esa madre que vio morir a sus siete hijos en el transcurso de un solo día fue realmente admirable y merece ser famosa! Lo soportó todo sin flaquear, basada en la esperanza que ponía en el Señor.
21 Fue animando a cada uno de ellos en la lengua de sus padres, y llena de los más bellos sentimientos, sostuvo con coraje viril su ternura de madre.
22 Les decía: «No sé cómo aparecieron ustedes en mis entrañas, pues no soy yo quien les dio el espíritu y la vida, ni quien ensambló los diferentes miembros que conforman su cuerpo.
23 El Creador del mundo, que formó al hombre en el comienzo y dispuso les propiedades de cada naturaleza, les dará a ustedes en su misericordia el espíritu y la vida, ya que ahora se menosprecian a sí mismos por amor a sus leyes».
24 Antíoco pensaba que lo estaba insultando y maldiciendo. Como el menor aún estaba vivo, el rey le dijo que si dejaba las tradiciones de sus antepasados lo haría rico y feliz, e incluso le prometió con juramento que lo haría su amigo y que le encomendaría altas funciones.
25 Como el joven no le hiciera caso, el rey ordenó que se acercara la madre y le insistió a que aconsejara al niño que salvara su vida.
26 En vista de tanta insistencia, ella aceptó persuadir a su hijo.
27 Se aproximó pues donde él y, engañando al cruel tirano, habló así a su hijo en la lengua de sus padres: «¡Hijo mío, ten piedad de mí! Te llevé en mis entrañas nueve meses, te amamanté durante tres años, te he alimentado y educado hasta la edad que tienes; me he preocupado en todo de ti.
28 Te suplico pues, hijo mío, que mires el cielo y la tierra, y contemples todo lo que contienen; has de saber que Dios fue quien los hizo de la nada; así apareció la raza humana.
29 No le temas a ese verdugo, sino que muéstrate digno de tus hermanos, acepta la muerte para que te encuentre con tus hermanos en el tiempo de la misericordia».
30 Todavía le estaba hablando, cuando el joven dijo: «¿Qué están esperando? Yo no obedezco a las órdenes del rey, obedezco más bien a las prescripciones de la Ley dada por Moisés a nuestros padres.
31 ¡Pero tú que has acarreado tantas desgracias sobre los hebreos, no escaparás de las manos de Dios!
32 Nosotros sufrimos por nuestros pecados,
33 Nuestro Señor que vive nos ha mostrado por un momento su cólera para corregirnos y educarnos, pero se reconciliará con sus servidores.
34 Tú en cambio, impío y el más impuro de los hombres, no te infles de orgullo, abandona tus sueños y deja de levantar tu mano contra los servidores de Dios,
35 porque no has escapado aún al juicio del Dios Todopoderoso que vela por todo.
36 Mis hermanos sufrieron una prueba pasajera a cambio de una vida que no se acaba y ya están cubiertos por la Alianza de Dios. Tú empero, por la justicia de Dios, experimentarás el castigo de tu orgullo.
37 Al igual que mis hermanos entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres. Le suplico a Dios que tenga pronto piedad de nuestra raza y que te lleve mediante tormentos y sufrimientos a reconocer que El es el único Dios.
38 Ojalá la cólera del Todopoderoso, que se ha desencadenado justamente contra nuestra raza, se detenga por fin en mí y en mis hermanos».
39 El rey se sintió profundamente herido por esas palabras desafiantes. Muy furioso, torturó a éste más cruelmente que a los otros.
40 Así murió ese joven, en la rectitud y en la total confianza en el Señor.
41 Al último murió la madre, después de sus hijos.
42 Pero ya es bastante sobre la cuestión de las comidas rituales y los suplicios espantosos.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 7
7,1

Al contarnos el martirio de esos siete hermanos, cuyos nombres no se conocen, el libro pone en boca de ellos la afirmación de su fe en la inmortalidad. Ese es el mensaje más valioso del presente libro.

En los siglos precedentes, las promesas de Dios eran para el pueblo en su conjunto. El creyente solamente esperaba la duración y la prosperidad de su raza.

Aquí se da un gran paso. Las personas resucitarán. No se espera solamente una sobrevivencia del espíritu o del alma: el creyente piensa resucitar con toda su personalidad para encontrarse con Dios. En Ezequiel 37, en la visión de los huesos secos, Dios prometía resucitar a su pueblo muerto. Aquí son las personas las que esperan levantarse y estar de pie, en cuerpo y alma, para compartir la felicidad que Dios había prometido, y que dará en el último día.

Si los mártires no resucitan, ¿cómo podría Dios cumplir con la justicia?
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 8
Las guerras de Macabeo
1 Entretanto Judas Macabeo y sus hombres se introducían secretamente en las aldeas. Reu nían a sus parientes y se llevaban consigo a los que permanecían fieles al judaísmo; fue así como juntaron cerca de seis mil hombres.
2 Suplicaban al Señor que mirara a su pueblo al que todos pisoteaban y que tuviera piedad de su Templo profanado por los impíos,
3 que tuviera piedad de la ciudad destruida y poco menos que nivelada, que escuchara la voz de la sangre que clamaba hacia él,
4 que se acordara de la muerte criminal de pequeños inocentes, y de los insultos inferidos a su Nombre, en fin, que mostrara su odio contra los malvados.
5 En cuanto Macabeo tuvo una tropa organizada, los paganos no pudieron oponerle resistencia, porque la cólera del Señor se había cambiado en misericordia.
6 Cayendo sorpresivamente sobre ciudades y al deas, las quemaba; ocupaba las posiciones más favorables y desde allí infligía al enemigo severas pérdidas.
7 La noche era su mejor aliado para ese tipo de expediciones; su fama de valiente se difundió por todas partes.
8 Viendo Filipo que ese hombre no dejaba de progresar y que sus victorias eran cada vez más frecuentes, escribió a Tolomeo, que era el jefe militar de Celesiria y Fenicia, para que restableciera los asuntos del rey.
9 Tolomeo eligió inmediatamente a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de los principales Amigos del rey, y lo mandó con un ejército de más o menos veinte mil hombres de diversas naciones a exterminar toda la raza de los judíos; junto con él mandó también a Gorgías, un general que tenía buena experiencia en asuntos de guerra.
10 Como el rey debía a los romanos un tributo de dos mil talentos, Nicanor pensó pagarlo con la venta de los cautivos que se harían en Judea.
11 Rápidamente envió, pues, una invitación a las ciudades marítimas para que fueran a comprar esclavos judíos, ofreciéndoles noventa de ellos por un talento. Pero no contaba con la venganza del Todopoderoso, pronta a caer sobre él.
12 Judas se informó de la expedición de Nicanor y comunicó a sus compañeros la llegada de ese ejército.
13 Los que carecían de valor y no creían en la justicia de Dios huyeron a otros lugares.
14 Los otros, en cambio, vendieron todo lo que les quedaba, y suplicaron al Señor que los librara del impío Nicanor que los había vendido antes de comenzar la batalla.
15 Le pedían que interviniera, no por ellos mismos, sino en consideración a las alianzas concluidas con sus padres, y porque ellos mismos llevaban su Nombre augusto y lleno de majestad.
16 Macabeo reunió pues a los que se habían quedado con él, unos seis mil hombres, y los arengó a que no se acobardaran frente al enemigo ni se dejaran impresionar por el número de esos paganos que los atacaban sin ningún derecho. Debían pelear como valientes,
17 pensando en la profanación escandalosa del Lugar Santo, en el trato que aquellos infligieron a la ciudad ultrajada, y en la ruina de las instituciones de sus padres.
18 Macabeo les decía: «Ellos creen sólo en sus armas y en su intrepidez, mientras que nosotros contamos con Dios, el Dueño del universo, que con un gesto puede derribar a los que nos atacan, y con ellos a todo el mundo».
19 Ante sus ojos pasó revista a los antiguos ejemplos de la protección de Dios, como aconteció con esos ciento ochenta mil hombres que perecieron en tiempos de Senaquerib.
20 Les recordó la batalla que tuvieron con los gálatas en Babilonia; los judíos que participaban en la batalla al lado de los cuatro mil macedonios no eran más que ocho mil hombres, y como los macedonios se encontraran en apuros, esos ocho mil derrotaron a ciento veinte mil enemigos, gracias a la ayuda venida del Cielo, juntando además un cuantioso botín.
21 Después de haber renovado su confianza con esos ejemplos y de haberlos predispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió su ejército en cuatro destacamentos.
22 Puso a sus hermanos Simón, José y Jonatán al frente de cada uno de esos destacamentos y dio a cada uno de ellos mil quinientos hombres. También estaba allí Eleazar.
23 Efectuó la lectura del Libro Santo, y dando como consigna «¡Ayuda de Dios!», encabezó el primer destacamento y atacó a Nicanor.
24 El Dueño del universo fue a ayudarlo: mataron a más de nueve mil enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte de los hombres de Nicanor y los hicieron huir.
25 Juntaron el dinero de los que habían ido a comprarlos y persiguieron bastante lejos al enemigo, pero debieron detenerse porque les faltó tiempo.
26 Como empezaba la víspera del sábado, dejaron de perseguirlos.
27 Una vez que juntaron las armas de los enemigos y les quitaron sus pertenencias, celebraron el sábado; bendecían a Dios miles de veces y alababan al Señor que los había librado ese día y había tenido para con ellos un primer gesto de misericordia.
28 Después del sábado distribuyeron una parte del botín a los que habían sufrido la persecución, a las viudas y a los huérfanos; el resto se lo repartieron entre ellos y sus hijos.
29 Luego se pusieron a orar todos juntos, suplicándole al Señor misericordioso que se reconciliara totalmente con sus servidores.
30 Después enfrentaron a los hombres de Timoteo y Baquides, dando muerte a más de veinte mil de ellos; se apoderaron de fortalezas elevadas y repartieron de nuevo el botín conformando dos partes: una para ellos, y otra para las víctimas de la persecución, los huérfanos, las viudas y los ancianos.
31 Recogieron las armas y las depositaron cuidadosamente en los sitios más convenientes, luego transportaron a Jerusalén el resto del botín.
32 Ejecutaron al jefe de los guardias de Timoteo, que era un hombre muy malo y que había hecho mucho daño a los judíos.
33 Cuando estaban celebrando su victoria en su capital, quemaron también a los que habían incendiado las puertas santas y que se habían refugiado con Calístenes en una pequeña casa; así recibieron el justo pago por su impiedad.
34 Ese tres veces criminal de Nicanor, que había convocado a mil mercaderes para efectuar la venta de los judíos,
35 fue humillado, con la ayuda del Señor, por gente que él pensaba era lo peor de todos. Nicanor tiró sus ropas principescas y emprendió la fuga a través de los campos como un esclavo fugitivo, sin acompañamiento. Tuvo la inesperada suerte de llegar hasta Antioquia después del desastre de su ejército.
36 Y él, que había prometido pagar el tributo que se debía a los romanos con el dinero por los cautivos de Jerusalén, anunciaba ahora que los judíos tenían a Dios como defensor y que eran invencibles porque obedecían las leyes que éste les había ordenado.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 9
Muerte del perseguidor
1 Por ese entonces Antíoco estaba regresando muy humillado de las regiones de Persia.
2 Pues había ido a una ciudad llamada Persépolis, y como intentara robar al templo y someter la ciudad, la muchedumbre se amotinó. Los habitantes del lugar tomaron las armas y derrotaron a Antíoco, el que se retiró sin gloria.
3 Cuando estaba en la región de Ecbatana, se enteró de lo que había ocurrido con Nicanor y con el ejército de Timoteo.
4 Loco de rabia, pensó hacer pagar a los judíos la audacia de los que lo habían obligado a huir. Ordenó pues al conductor de su carro que continuara sin parar para llegar lo más pronto posible; pero la venganza del cielo lo perseguía, pues en su orgullo había dicho: «En cuanto llegue a Jerusalén, convertiré a esa ciudad en la tumba de los judíos».
5 Pero el Señor Dios de Israel, que lo ve todo, lo castigó con una llaga incurable y horrible a la vista. No acababa aún de pronunciar esas palabras, cuando contrajo un malestar a los intestinos, sin esperanza de curación, con agudos dolores al vientre.
6 Era eso muy justo, porque había desgarrado las entrañas de otros en medio de suplicios crueles e increíbles.
7 No disminuyó con eso, sin embargo, su insolencia y, repleto siempre de orgullo, avivó más aún el fuego de su cólera contra los judíos, ordenando que se acelerara la marcha. De repente cayó de su carro, y fue tan violenta la caída que se dislocaron todos los miembros de su cuerpo.
8 Poco antes se consideraba un superhombre, listo para dar órdenes a las olas del mar o para pesar en una balanza la masa de las montañas: ahora estaba tirado en tierra y tenían que llevarlo en una camilla. Entonces resplandeció a los ojos de todos el poder de Dios.
9 Del cuerpo de ese impío que aún estaba vivo salían los gusanos, sus carnes se desprendían a pedazos en medio de atroces dolores, y el hedor de la podredumbre que salía de él molestaba a todo el ejército.
10 Debido a esa hediondez insoportable nadie podía ahora estar cerca de aquel que antes parecía tocar los mismos astros del cielo.
11 Entonces, en medio de sus terribles sufrimientos, comenzó a volver de su orgullo y a reconocer su condición bajo el castigo divino que a cada momento redoblaba sus dolores.
12 Como ni siquiera él mismo podía soportar ya su propia fetidez, reconoció: «Es justo someterse a Dios y, siendo mortal, no igualarse con la Divinidad».
13 Ese hombre impuro hizo entonces un voto al Señor que ya no tenía piedad de él.
14 Hablando de esa Ciudad Santa, a la que quería llegar pronto para arrasarla y convertirla en tumba de sus habitantes, prometió que la declararía libre.
15 Prometió igualar con los atenienses a esos judíos que, hacía unos momentos, no consideraba dignos de sepultura y los entregaba a ellos y a sus hijos como alimento de las aves de rapiña y de las fieras salvajes.
16 Prometió adornar con las más hermosas ofrendas el Templo Santo que había antes saqueado, devolverle con creces todos los objetos sagrados y pagar con sus propias rentas los gastos de los sacrificios.
17 Más aún, prometió que se haría judío y que recorrería todos los lugares habitados para proclamar la omnipotencia de Dios.
18 Pero sus sufrimientos no se calmaban, porque se había abatido sobre él el justo castigo de Dios; entonces, viéndose en una situación desesperada, escribió a los judíos esta carta, que más parecía una súplica, y que estaba redactada así:
19 «El rey y general Antíoco saluda a los judíos, sus excelentes ciudadanos, y les desea salud y felicidad perfectas.
20 Tendremos una razón más de confiar en Dios si ustedes y sus hijos están bien y sus negocios prosperan,
21 pues recuerdo afectuosamente las señales de honor y bondad que recibí de parte de ustedes. Al regresar de las regiones de Persia, he contraído una cruel enfermedad, por eso he creído conveniente preocuparme del futuro de ustedes en todo.
22 No es que desespere de mi situación, pues aún tengo esperanza de salir de esta enfermedad,
23 sino que pienso en mi padre que designaba a su sucesor cuando salía de expedición a las provincias lejanas.
24 El quería que en caso de una desgracia imprevista o de una mala noticia, la gente del reino no quedara desconcertada sino que supiera a quién le correspondía el gobierno.
25 También me doy cuenta que los príncipes establecidos sobre las fronteras del reino están atisbando la ocasión y están al acecho de todo lo que pueda ocurrir. Por eso he designado como rey a mi hijo Antíoco. Más de una vez, cuando tuve que ir a las provincias lejanas, lo he recomendado a la mayoría de ustedes, y le he escrito respecto de ustedes la carta reproducida más abajo.
26 Les pido pues y les suplico que se acuerden de los beneficios que han recibido de mí, todos ustedes o alguno en particular, y que sigan siendo benevolentes conmigo y con mi hijo.
27 Estoy cierto que él continuará con moderación y humanidad mi política respecto a ustedes y que se mostrará benigno con ustedes».
28 Así fue como ese asesino, ese blasfemo, pasó por terribles sufrimientos, tal como se los había hecho experimentar a otros, antes de morir de una muerte miserable en una tierra extraña, en medio de las montañas.
29 Filipo, su compañero de infancia, ordenó que trasladaran su cuerpo; luego se refugió en Egipto al lado de Tolomeo Filometor, porque temía al joven Antíoco.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 9
9,1

Así hace justicia Dios. La muerte de Antíoco es relatada en forma diferente en 1 Macabeos 6, por lo que debemos pensar que no todo es exacto en este relato popular. No se equivocó, sin embargo, el autor al presentar el vuelco que produce la enfermedad y el sufrimiento de los prepotentes.

En ese momento, ven lo que son realmente, y se dan cuenta de la soberbia en que vivían. Descubren relaciones entre sus humillaciones presentes y las que infirieron a los demás. Prometen, aunque tarde, que se convertirán, siempre que Dios les dé vida.

El fin del perseguidor hace resaltar que, si bien los verdaderos castigos de Dios son para la otra vida, también hay pecados tan abominables que son castigados en este mundo mismo, para enmienda de los demás y para consuelo de los afligidos y de los oprimidos.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 10
Judas purifica el Templo
1 Macabeo y sus compañeros, con la ayuda del Señor, recuperaron el Templo y la ciudad.
2 Destruyeron los altares levantados por los extranjeros en las plazas, como también los recintos sagrados.
3 Después de haber purificado el Templo, hicieron un nuevo altar y, después de sacar fuego del pedernal, ofrecieron sacrificios. Luego de dos años de interrupción, hicieron humear el incienso, encendieron las lámparas y depositaron en la mesa los panes de la proposición.
4 En seguida, postrados y tendidos en el suelo, le rogaron al Señor que no los dejase más caer en esas desgracias. Le pedían que si volvían a pecar los corrigiera como es debido, pero que no los entregase más a naciones impías y bárbaras.
5 El Templo fue purificado el mismo día en que había sido profanado por los paganos, esto es, el veinticinco del mes de Casleu.
6 Se celebró jubilosamente la fiesta durante ocho días, como se hace en los días de las Tiendas; podían recordar que hasta hacía poco tiempo se había celebrado la fiesta de las Tiendas en las montañas, escondiéndose en cavernas como animales salvajes.
7 Por eso, llevando ramos, ramas y palmas, entonaron cánticos a la gloria del que había llevado a cabo la purificación de su Templo.
8 Después de una declaración pública y de una votación, decidieron que toda la nación judía celebraría anualmente esos mismos días.
Victorias de Judas sobre los idumeos
9 Acabamos de decir cuál fue el fin de Antíoco, llamado Epífanes.
10 Hablaremos ahora de Antíoco Eupator, el hijo de ese rey impío, resumiendo las desgracias ocasionadas por las guerras.
11 Después de haber heredado el reino, Antíoco Eupator, puso al frente de sus asuntos a un tal Lisias, al que también nombró general supremo de Celesiria y Fenicia.
12 Allí sucedió a Tolomeo, llamado Macrón. Ese hombre trataba de solucionar los problemas de los judíos de una manera pacífica; incluso había sido el primero en reparar con justicia las injusticia cometidas con los judíos.
13 Por eso los Amigos del rey lo acusaron a Eupator. Oía a cada rato que lo llamaban traidor; le criticaban que hubiera abandonado Chipre, la que le había sido confiada por Filometor y que se hubiera pasado al lado de Antíoco Epífanes. Viendo que no podía más desempeñar su cargo con honor, se envenenó.
14 Gorgías, que fue nombrado general en la misma región, mantenía mercenarios con los que hostigaba a los judíos.
15 Al mismo tiempo, los idumeos que poseían fortalezas bien ubicadas, no dejaban de molestar a los judíos. Acogían a los que habían sido expulsados de Jerusalén y hacían todo para prolongar las hostilidades.
16 Macabeo y sus hombres hicieron rogativas públicas. Le pidieron a Dios que se pusiera de su lado y luego se lanzaron al ataque de las fortalezas de los idu meos.
17 En medio de un violento combate se adueñaron de esas posiciones, después de haber hecho retroceder a todos los que combatían en las murallas. Luego degollaron a cuantos caían en sus manos, matando al menos a veinte mil.
18 Nueve mil se habían refugiado en dos torres bien fortificadas y provistas de todo lo necesario para resistir un sitio.
19 Macabeo dejó allí a Simón y a José, como también a Zaqueo y a sus compañeros, en número suficiente para mantener el asedio y él partió a combatir a donde era más urgente.
20 Pero los hombres de Simón, por amor al dinero, se dejaron sobornar por algunos de los que estaban en las torres; dejaron escapar un cierto número por setenta mil dracmas.
21 En cuanto se enteró Macabeo de lo que había pasado, reunió a los jefes del pueblo y acusó a esos hombres que habían vendido a sus hermanos y que habían dejado escapar a sus enemigos por dinero.
22 Mandó ejecutar a esos traidores y se apoderó luego de las dos torres.
23 Tuvo pleno éxito con las armas en la mano y dio muerte en esas dos fortalezas a más de veinte mil hombres.
24 Mientras tanto Timoteo, que había sido vencido anteriormente por los judíos, regresó. Había reclutado numerosas tropas extranjeras, entre ellas una numerosa caballería que venía de Asia, y pensaba apoderarse de Judea por las armas.
25 Cuando se aproximaba, Macabeo y sus hombres se vistieron de saco para suplicarle a Dios y se echaron polvo en la cabeza.
26 Se postraron al pie del altar, pidiendo al Señor que les demostrara su bondad, haciéndose el enemigo de sus enemigos y el adversario de sus adversarios, tal como la Ley lo dice.
27 Terminada su oración, tomaron sus armas y avanzaron bastante lejos de la ciudad. Cuando llegaron cerca del enemigo, tomaron posiciones.
28 Cuando el sol apenas acababa de salir, ambos bandos se lanzaron al ataque. Unos contaban para obtener el éxito y la victoria con su valentía pero sobre todo con la ayuda del Señor, los otros no tenían más guía que su pasión.
29 En lo mejor de la refriega, los enemigos vieron que venían del cielo cinco hombres magníficamente montados en caballos con riendas de oro, los que avanzaban al frente de los judíos.
30 Pusieron a Macabeo en medio de ellos, y protegiéndolo con sus armaduras lo volvían invulnerable. Al mismo tiempo lanzaban a los enemigos flechas y rayos, y éstos, enceguecidos y aterrorizados, salían huyendo para todas partes.
31 Murieron veinte mil quinientos y seiscientos de caballería.
32 Timoteo, por su parte, se refugió en una plaza llamada Gazara, una importante fortaleza cuyo general se llamaba Quereas.
33 Llenos de entusiasmo, Macabeo y sus hombres sitiaron la fortaleza durante cuatro días.
34 Los que estaban dentro, contando con la solidez de sus defensas, pronunciaban toda clase de blasfemias y palabras que no se pueden repetir.
35 Al inicio del quinto día, veinte jóvenes del ejército de Macabeo, furiosos por esas blasfemias, se lanzaron contra la muralla con gran valentía y golpearon salvajemente a todos los que cayeron en sus manos.
36 Los otros atacaron también a los sitiados tomándolos por la espalda y prendieron fuego a las torres; encendieron hogueras, donde fueron quemados vivos los que habían blasfemado. Otros rompieron las puertas y le abrieron un boquete al resto del ejército que se apoderó de la ciudad. 37 A Timoteo, que se había escondido en una cisterna, lo degollaron junto con su hermano Quereas y Apolofane.
38 Cuando terminaron, bendijeron al Señor con himnos y cantos de acción de gracias, porque acababa de conceder a Israel un gran favor al otorgarle la victoria.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 11
La guerra con Lisias
1 Lisias, el tutor y pariente del rey y que gobernaba el reino, se sintió muy contrariado con lo que estaba pasando.
2 Poco tiempo después reunió alrededor de ochenta mil hombres y toda la caballería, y fue al encuentro de los judíos, muy decidido a convertir la ciudad santa en una localidad griega,
3 a retirar el dinero del Templo igual como se hacía con el de los santuarios paganos, y a subastar cada año el cargo de sumo sacerdote.
4 Se dejaba enceguecer por la multitud de sus soldados de infantería, por los miles de caballería y sus ochenta elefantes, y no tomaba en cuenta para nada la fuerza de Dios.
5 Entró pues en Judea y se aproximó a Bet-Sur, una fortaleza que distaba más o menos treinta kilómetros de Jerusalén, y la sitió.
6 Cuando Macabeo y sus hombres supieron que Lisias venía a sitiar las fortalezas, suplicaron al Señor con clamores y lágrimas; junto con todo el pueblo suplicaban al Señor para que enviara a su buen ángel para salvar a Israel.
7 Macabeo fue el primero en tomar las armas, arengando a los demás a desafiar con él el peligro en defensa de sus hermanos. Y juntos emprendieron valientemente el camino.
8 Cuando aún estaban cerca de Jerusalén, apareció marchando al frente de ellos un jinete vestido de blanco y que llevaba una armadura de oro.
9 Todos juntos bendijeron al Dios lleno de misericordia, pues a partir de ese momento se sentían llenos de coraje, dispuestos a enfrentar no sólo a los hombres sino a las fieras más feroces y a derribar murallas de fierro.
10 Avanzaron pues en orden de batalla junto con ese aliado venido del cielo: el Señor había tenido piedad de ellos y venía a socorrerlos.
11 Se lanzaron como leones sobre los enemigos y mataron once mil de ellos, más mil seiscientos de a caballo, obligando a huir a todos los demás.
12 La mayoría de ellos huyeron heridos y sin armas y el mismo Lisias salvó su vida gracias a una huida vergonzosa.
13 Pero Lisias era inteligente, y reflexionó sobre la derrota que acababa de sufrir. Comprendió que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso combatía por ellos.
14 Por eso les mandó un emisario para persuadirlos a firmar la paz sobre bases justas, y añadía que convencería al rey de que debía ser amigo de ellos.
15 Macabeo aceptó todo lo que Lisias le proponía, porque no tenía más interés que el bienestar del pueblo, y efectivamente el rey concedió a los judíos todo lo que Macabeo había exigido a Lisias por escrito.
16 Esto decían las cartas enviadas por Lisias a los judíos: «Lisias saluda a la comunidad de los judíos.
17 Sus emisarios Juan y Absalón, después de entregar las peticiones de ustedes, aguardaban una respuesta a los problemas que han plan teado.
18 He expuesto al rey todo lo que le incumbe y ha otorgado todo lo que era conveniente.
19 Si ustedes conservan pues sus buenos sentimientos hacia el estado, trataré de hacer en el futuro todo lo que pueda favorecerles.
20 Respecto a los detalles, he ordenado a los emisarios de ustedes y a los míos que los discutan con ustedes.
21 Pórtense bien. Año ciento cuarenta y ocho, veinticuatro de Zeus Corintio».
22 Así estaba escrita la carta del rey: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias.
23 Habiéndose ido nuestro padre a reunir con los dioses, queremos ahora que los súbditos de nuestro reino puedan ocuparse de sus asuntos sin inquietud.
24 Sabiendo que los judíos no aceptan seguir las costumbres de los griegos, como lo quería nuestro padre, sino que prefieren vivir a su manera y piden que les respeten sus costumbres,
25 y queriendo que esa nación salga de sus tribulaciones, hemos decidido que le sea devuelto su Templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados.
26 Harás bien en tomar contacto con ellos en son de paz, para que conozcan nuestras buenas intenciones, y puedan dedicarse a sus asuntos sin que los molesten».
27 Aquí va ahora el texto de la carta del rey a la nación: «¡El rey Antíoco saluda al consejo de los ancianos de los judíos y a todos los demás judíos!
28 Deseamos que estén gozando de buena salud como lo estamos nosotros.
29 Menelao nos ha manifestado el deseo de ustedes de regresar a sus hogares y de ocuparse de sus asuntos.
30 Por eso tendemos la mano y ofrecemos la paz a todos los que regresen a sus casas antes del treinta del mes de Xántico.
31 Los judíos podrán comer sus alimentos y seguir sus leyes como antes. Ninguno de ellos será molestado de cualquier modo por las faltas que haya cometido por ignorancia.
32 Les envío además a Menelao para que los tranquilice.
33 Pórtense bien. El año ciento cuarenta y ocho, el quince del mes de Xántico».
34 Los romanos por su parte mandaron la siguiente carta: «Quinto Memmio, Tito Manilio, Manio Sergio, embajadores de Roma, saludan al pueblo judío.
35 Estamos totalmente de acuerdo con lo que Lisias, pariente del rey, les ha concedido.
36 En cuanto a los problemas que Lisias decidió someter a la consideración del rey, mándennos rápidamente a alguien para que podamos examinarlos y presentárselos al rey como ustedes lo quieren. Porque ahora nos dirigimos a Antioquia.
37 No tarden pues en enviarnos a alguien para que sepamos lo que ustedes piensan.
38 Tengan buena salud. El año ciento cuarenta y ocho, el quince del mes de Xántico».
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 12
Campañas y victorias sobre los pueblos vecinos
1 Una vez firmados esos acuerdos, Lisias regresó donde el rey, y los judíos volvieron a los trabajos de sus campos.
2 Pero muchos de los jefes militares de la región: Timoteo, Apolonio, hijo de Geneo, Jerónimo, Demofón y Nicanor, el jefe de los mercenarios de Chipre, no dejaban tranquilos ni en paz a los judíos.
3 Por otra parte, los habitantes de Jope cometieron un odioso crimen. Invitaron a los judíos que vivían entre ellos a que fueran a pa sear en unos barcos que habían preparado, junto con sus mujeres e hijos;
4 eso respondía a un decreto de la ciudad que no dejaba entrever ninguna mala intención. Los judíos aceptaron como gente que quiere la paz y no tiene desconfianza alguna; pero cuando estuvieron en alta mar, los echaron a pique; eran cerca de doscientos.
5 Apenas se enteró Judas de esa cruel acción cometida con la gente de su nación, se lo hizo saber a sus hombres.
6 Después de haberle suplicado a Dios, el justo Juez, fue a sorprender a los asesinos de sus hermanos. Incendió el puerto durante la noche, quemó todos los barcos y dio muerte a todos los que se habían allí refugiado.
7 Como la ciudad estaba cerrada, se fue muy decidido a volver para dar muerte a todos los habitantes de Jope.
8 Supo que los habitantes de Jamnia querían hacer lo mismo a los judíos que vivían entre ellos.
9 Entonces, de noche, atacó Jamnia y prendió fuego al puerto y a las embarcaciones; el incendio era tan grande que la iluminación de las llamas se veía desde Jerusalén, distante de allí unos cincuenta kilómetros.
10 Desde allí se encaminaron contra Timoteo. Cuando se habían alejado uno o dos kilómetros, se dejaron caer sobre Judas los árabes, en número de cinco mil hombres y quinientos jinetes.
11 El combate fue serio, pero los hombres de Judas, con la ayuda de Dios, obtuvieron la victoria. Los derrotados nómades pidieron a Judas que les tendiera la mano, le prometieron pro veerlo de ganado y prestarle servicios en el futuro.
12 Judas pensó que podrían serles útiles para muchas cosas y aceptó firmar la paz con ellos. Los árabes, luego de haber hecho las paces, se retiraron a sus tiendas.
13 Judas atacó después una ciudad fortificada, protegida por terraplenes y murallas, cuya población era muy mezclada y que se llamaba Caspín.
14 Los del interior contaban con la solidez de sus murallas y sus reservas de alimento. Se mostraron groseros con Judas y sus hombres; los insultaban y profe rían blasfemias con palabras horribles.
15 Judas y sus hombres suplicaron entonces al Gran Soberano del mundo, que había hecho caer a Jericó sin arietes ni máquinas de guerra en tiempos de Josué. Luego se lanzaron con furia contra la muralla.
16 Se apoderaron de la ciudad por voluntad de Dios e hicieron allí una matanza tan increíble que el estanque vecino, que tiene más de cien metros de largo, parecía lleno de sangre.
Batalla de Carnión
17 Después de haber caminado unos ciento cuarenta kilómetros, llegaron a Jaraca, en el territorio de los judíos tubienses,
18 pero no encontraron allí a Timoteo. Se había ido sin haber hecho nada, pero había dejado, en un determinado lugar, una guarnición muy poderosa.
19 Dositeo y Sosípater, generales de Macabeo, efectuaron una expedición hasta allá y dieron muerte a los diez mil hombres que Timoteo había dejado en esa plaza.
20 El Macabeo, entonces, dividió su ejército en batallones y puso jefes al frente de ellos, luego se lanzó contra Timoteo. Timoteo tenía consigo ciento veinte mil soldados de infantería y dos mil quinientos de caballería.
21 Cuando Timoteo se informó del avance de Judas, envió a las mujeres, los niños y todo el equipaje a un lugar llamado Carnión. Era una fortaleza inexpugnable, porque los pasos por ese sector son muy estrechos y el acceso muy difícil.
22 En cuanto apareció la vanguardia de Judas, los enemigos se llenaron de miedo; también los asustó una manifestación del que todo lo ve, de tal modo que huyeron por todas partes. Se atravesaban unos a otros y muchos quedaron heridos por sus propios compañeros.
23 Judas los persiguió sin descanso, derrotó a esos bandidos y dio muerte a más de treinta mil hombres.
24 El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y de Sosípater, pero fue lo bastante hábil para pedirles que lo dejaran sano y salvo, al decirles que tenía prisioneros a parientes y hermanos de muchos de ellos y que podría ocurrirles alguna desgracia.
25 Por eso, después que se comprometió de palabra a dejar libres a esas personas, lo soltaron para salvar a sus hermanos.
26 Judas efectuó una expedición a Carnión y a Atargateión y masacró allí a veinticinco mil hombres.
27 Después de haber hecho huir o destruido a sus enemigos, Judas organizó una expedición contra Efrón, ciudad fortificada donde vivía Lisias. Jóvenes vigorosos, puestos en fila al pie de las murallas, combatían con coraje y en el interior había numerosas máquinas con reservas de proyectiles.
28 Pero, luego de haber implorado al Soberano que rompe con su poder la fuerza de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y dejaron en tierra a más o menos veinticinco mil hombres de los que allí había.
29 Saliendo de allí, se dirigieron a Escitópolis, a unos cien kilómetros de Jerusalén.
30 Los judíos que residían allí les declararon que la gente de Escitópolis se había portado bien con ellos y se había preocupado de ellos en los días de desgracia.
31 Judas y sus hombres se lo agradecieron a los habitantes de Escitópolis y los comprometieron a que continuaran con su buena disposición hacia los de su raza. Después de eso regresaron a Jerusalén poco antes de la fiesta de las Semanas.
32 Después de esa fiesta, llamada de Pentecostés, se lanzaron contra Gorgias, general de la Idumea.
33 Ese Gorgias avanzaba con tres mil soldados de infantería y cuatro cientos de caballería.
34 Luego de iniciarse la batalla, cayeron algunos judíos.
35 Un vigoroso jinete de la tropa de Baquenor, llamado Dositeo, atrapó a Gorgias en persona por su capa; lo tiraba con fuerza porque quería capturar vivo a ese hombre maldito, pero un jinete tracio se lanzó sobre Dositeo y le partió el hombro, lo que permitió a Gorgias huir a Marisa.
36 Como el combate se prolongaba, los hombres de Esdrias comenzaron a rendirse de fatiga. Entonces Judas pidió al Señor que se mostrara en el combate como su aliado y su guía.
37 En alta voz, en la lengua de sus padres, lanzó el grito de guerra y entonó himnos, luego cayó de improviso sobre los hombres de Gorgias y los hizo huir.
El sacrificio por los muertos
38 Judas condujo su ejército hasta la ciudad de Odolam. Cuando llegó el séptimo día de la semana, se purificaron según la costumbre y celebraron el sábado en ese lugar.
39 Al día siguiente, no se podía esperar más para levantar los cadáveres de los que habían caído en el combate, y los hombres de Judas fueron a sepultarlos con sus parientes en las tumbas de sus padres;
40 y se encontraron con que bajo las túnicas de cada muerto había idolitos de Jamnia, lo que está prohibidos a los judíos por la Ley. Todos, pues, comprendieron que este era el motivo por el que esos hombres habían sucumbido.
41 Entonces bendijeron el comportamiento del Señor, justo Juez, que saca a la luz las cosas ocultas,
42 y le pidieron que el pecado cometido fuera completamente borrado. El heroico Judas animó a la asamblea a que se abstuviera de cualquier pecado, pues acababan de ver con sus propios ojos lo que había ocurrido a sus compañeros, caídos a causa de sus pecados.
43 Luego efectuó una colecta que le permitió mandar a Jerusalén unas dos mil monedas de plata para que se ofreciese allí un sacrificio por el pecado.
43 Era un gesto muy bello y muy noble, motivado por el convencimiento de la resurrección.
44 Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos.
45 Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 12
12,38

Los soldados de Judas se sintieron alentados en su fe al comprobar que sus compañeros muertos en la guerra lo merecieron por algún pecado. En los tiempos pasados, por ejemplo en tiempos de Josué, los creyentes se conformaban con alegrarse de esta justicia de Dios y no se preocupaban de los hermanos culpables (Jos 7).

En cambio, los compañeros de Judas se inquietan: los que pecaron, ¿dejan de ser nuestros hermanos? Ellos eran del pueblo de Dios como nosotros; ¿no compartirán con nosotros la felicidad venidera, resucitando para la vida?

De ahí la iniciativa de Judas y la oración por los muertos. Acaban de descubrir la solidaridad entre los miembros del pueblo de Dios, ya sean vivos o difuntos.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 13
Antíoco invade Judea
1 El año ciento cuarenta y nueve, Judas y sus hombres supieron que Antíoco Eupator avanzaba hacia Judea con un gran ejército.
2 Iba acompañado por su tutor Lisias, administrador del reino. Cada uno tenía un ejército griego de ciento diez mil soldados de infantería, cinco mil trescientos de caballería, veintidós elefantes y trescientos carros armados de cuchillas.
3 Se les había juntado Menelao, quien con gran astucia incitaba a Antíoco, no para salvar a su patria, sino con la esperanza de recuperar su cargo.
4 Pero el Rey de Reyes despertó la ira de Antíoco contra ese malvado. Como Lisias hiciera ver al rey que Menelao era la causa de todos los males, Antíoco ordenó que lo llevaran a Berea para hacerlo morir según la costumbre del lugar.
5 Hay allí una torre de veinticinco metros de alto, repleta de ceniza y provista de un mecanismo que da vueltas y que de todos los lados hace caer en la ceniza.
6 Allí precipitan para darle muerte al que ha robado cosas sagradas o ha cometido algún crimen odioso.
7 Esa muerte le tocó a Menelao, el impío; hasta la misma tierra se negaba a recibirlo.
8 Justo castigo para el que había cometido muchos pecados contra el altar, cuyo fuego y cenizas son sagradas; en la ceniza encontró la muerte.
Oración y victoria de los judíos en Modín
9 Avanzaba pues el rey con bárbaras intenciones: quería que los judíos vieran cosas peores aún que las experimentadas bajo el reinado de su padre.
10 Al saberlo Judas, ordenó al pueblo que invocara al Señor día y noche para que una vez más, tal como lo había hecho tantas otras veces, viniera en ayuda de aquellos a los que se quería privar de la Ley, de su patria y del Templo Santo.
11 No podía abandonar al pueblo que acababa de recuperar la vida y dejarlo caer de nuevo en manos de paganos infames.
12 Cuando todo el mundo terminó de orar al Señor lleno de misericordia con lágrimas, ayunos y postraciones continuas durante tres días, Judas les dirigió la palabra y les ordenó que estuviesen preparados.
13 Luego se retiró con los ancianos y todos decidieron no esperar que el ejército del rey invadiera Judea y tomara Jerusalén, sino salir y, Dios mediante, buscar una decisión con las armas.
14 Después de encomendar esta decisión al Creador del mundo, Judas animó a sus compañeros para que combatieran valientemente hasta la muerte, por las leyes, el Templo, la ciudad, la patria y las instituciones; luego instaló su campamento en los alrededores de Modín.
15 Les dio a sus hombres esta contraseña: «¡Victoria de Dios!» Y de noche atacó la tienda del rey con lo más selecto de los jóvenes. Mató en el campamento a más o menos dos mil hombres y traspasó al elefante que iba al frente junto con el que estaba en su torre.
16 Sembró el terror y la confusión en el campamento y todos se retiraron después de un éxito total.
17 Apenas comenzaba a clarear el día cuando ya todo estaba terminado, gracias a la constante protección del Señor en favor de Judas.
18 El rey había podido apreciar el coraje de los judíos. Trató entonces de apoderarse de las plazas fuertes efectuando algunas maniobras.
19 Atacó a Bet-Sur que era una plaza fuerte de los judíos, pero fue rechazado, puesto en jaque y vencido.
20 Mientras tanto Judas pasaba a los sitiados todo lo que necesitaban.
21 Rodocos, del ejército judío, entregaba los secretos a los enemigos; por lo cual hicieron una investigación, lo detuvieron y lo eliminaron.
22 El rey volvió a tener contacto con la gente de Bet-Sur, hizo la paz con ellos y se retiró para atacar a los hombres de Judas, pero fue vencido.
23 Supo entonces que Filipo, a quien había dejado en Antioquia para que gobernara el reino, se había rebelado. Quedó consternado. Pidió a los judíos una tregua y aceptó bajo juramento todas sus condiciones. Se reconcilió con ellos y ofreció un sacrificio, honró al Templo y trató con generosidad al Lugar Santo.
24 Le brindó una buena acogida a Macabeo y dejó a Hegemónides como gobernador desde Tolemaida hasta el país de los Gerenios.
25 Se dirigió luego a Tolemaida, cuyos habitantes estaban muy disgustados por aquel acuerdo, pues ellos mismos habían inspirado los decretos que se suprimían.
26 Entonces subió al estrado Lisias para defenderlos. Convenció a la gente de Tolemaida, los calmó y los dejó bien dispuestos, luego se fue a Antioquia.
26 Así fue como se desarrolló la ofensiva y retirada del rey.
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 14
1 Tres años después los partidarios de Judas oyeron hablar de Demetrio, hijo de Seleuco, que acababa de desembarcar en el puerto de Trípoli con un gran ejército y una flota.
2 Se había apoderado del país y había dado muerte a Antíoco y a su tutor Lisias.
3 Entonces apareció un tal Alcimo, que había desempeñado antes el cargo de sumo sacerdote y que se había vuelto impuro voluntariamente en tiempos de la revuelta. Comprendía que ya no tenía ningún futuro y que jamás recuperaría su lugar junto al santo altar.
4 Por eso, el año ciento cincuenta y uno, fue a ver al rey Demetrio y le ofreció una corona de oro con una palma, y según la costumbre, además ramos de olivo en nombre del Templo. Ese día no hizo nada más.
5 Pero su perversidad halló una buena ocasión cuando Demetrio lo convocó al Consejo y lo interrogó sobre las intenciones y los planes de los judíos.
5 Respondió entonces:
6 «Un grupo judío, el de los Asideos, cuya dirección ha tomado Judas Macabeo, mantiene la guerra y la sedición. Ellos no permitirán que el reino encuentre su estabilidad.
7 Por mi parte, me privaron del cargo que me venía de mis antepasados, hablo del soberano sacerdocio. Si he venido hasta aquí ahora,
8 ha sido, en primer lugar, con la sincera preocupación de los intereses del rey, pero también porque quiero el bien de mis conciudadanos. Porque toda mi raza experimenta una verdadera miseria por culpa de esos insensatos que acabo de nombrar.
9 Infórmate en detalles, oh rey, y luego haz algo por nuestro país y por nuestra raza tan amenazada, con esa benevolente humanidad que muestras en todo.
10 Porque mientras esté allá Judas, el estado no conocerá la paz».
11 En cuanto terminó de hablar, los demás amigos del rey, que detestaban también a Judas, hicieron todo lo posible para irritar aún más a Demetrio.
12 Este designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser jefe de los elefantes, como general para la Judea.
13 Lo mandó con la orden de hacer desaparecer a Judas, de dispersar a sus hombres y de restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del Sublime Templo.
14 Los paganos que habían huido de Judea por temor a Judas se fueron en masa con Nicanor, pensando que las miserias y desgracias de los judíos causarían su propia dicha.
El acuerdo entre Nicanor y Judas
15 Cuando los judíos se enteraron de la venida de Nicanor y de la agresión de los paganos, se cubrieron de polvo para implorar al que había establecido a su pueblo para siempre y que, cada vez, ayudaba personalmente a los suyos con alguna manifestación.
16 Luego dio el jefe sus órdenes y, caminando rápido, se trenzó en combate con el enemigo más arriba de Desau.
17 Simón, hermano de Judas, atacó a Nicanor, pero sorprendido por la respuesta del enemigo, tuvo un pequeño revés.
18 A Nicanor, sin embargo, le informaron de la bravura de Judas y de sus hombres, su coraje en los combates que sostenían por la patria, y temía tener que someterse a la decisión de una batalla.
19 Por eso envió a Posidanio, Teodoto y Matatías para que tendieran la mano a los judíos.
20 Examinaron cuidadosamente sus propuestas; el jefe se las comunicó a las tropas y como todos eran de la misma opinión, los acuerdos fueron aprobados.
21 Se determinó un día en el cual se reunirían particularmente los jefes. Avanzó un carro de cada lado, y pusieron asientos de honor.
22 Judas había ubicado en sitios estratégicos a hombres armados, preparados para todo, en caso de una traición repentina de parte de los enemigos; pero la entrevista se desarrolló correctamente.
23 Nicanor se quedó en Jerusalén sin hacer nada malo, incluso despidió a la gente que se le había juntado.
24 Como Judas estaba a su lado, sentía cada vez más inclinación por ese hombre.
25 Le aconsejó que se casara y tuviera hijos; Judas se casó, disfrutó de la paz y llevó una vida normal.
26 Alcimo se dio cuenta de esa mutua comprensión. Se consiguió entonces una copia del tratado que habían firmado. Se presentó a Demetrio y le dijo que Nicanor exponía los intereses del estado; entre otras cosas había designado como su lugarteniente a Judas, el enemigo del reino.
27 Fuera de sí y excitado por las calumnias de ese miserable, el rey escribió a Nicanor para comunicarle su disgusto por esos acuerdos. Le ordenaba que mandara inmediatamente a Antioquia a Macabeo, cargado de cadenas.
28 Cuando supo eso Nicanor, quedó consternado porque le costaba violar los acuerdos sin que Judas hubiera faltado en algo.
29 Pero, como no podía chocar con el rey, buscó una ocasión favorable para cumplir esa orden.
30 Macabeo, por su parte, se dio cuenta que Nicanor le daba un trato más reservado y se ponía más duro en las entrevistas acostumbradas, y comprendió que aquella conducta no anunciaba nada bueno. Llamó pues a su lado a un buen número de sus partidarios y no se dejó ver ya por Nicanor.
31 Cuando Nicanor vio que sus planes habían sido frustrados de buena manera, fue al Templo tan grande y santo a la hora en que los sacerdotes ofrecen los sacrificios habituales y les ordenó que le entregaran a ese hombre.
32 Los sacerdotes declararon con juramento que no sabían dónde se hallaba aquel que buscaban.
33 Entonces extendió su mano derecha hacia el Templo y juró: «Si no me entregan encadenado a Judas, arrasaré este lugar consagrado a Dios, demoleré el altar y en este mismo lugar construiré un templo magnífico en honor a Dionisio».
34 Después de esas palabras se alejó.
34 Los sacerdotes alzaron sus manos al Cielo, invocando al perpetuo Defensor de nuestra nación.
35 «A ti, Señor del universo, que nada necesitas, te agradó tener entre nosotros un Templo donde moras.
36 Ahora, pues, Señor, Santo de toda Santidad, mira a esta casa que acaba de ser purificada, y protégela para siempre de cualquier inmundicia».
37 Denunciaron ante Nicanor a un tal Razis, uno de los ancianos de Jerusalén. Era un hombre de muy buena fama que amaba a sus conciudadanos y al que llamaban, por su bondad, «el padre de los judíos».
38 En los primeros momentos de la rebelión había sido acusado de judaísmo y se había dedicado en cuerpo y alma, de mil maneras, a defender el judaísmo.
39 Nicanor, queriendo dar pruebas de que les daba duro a los judíos, mandó a más de quinientos soldados para que lo detuvieran.
40 Pues pensaba que deteniendo a ese hombre causaría un grave perjuicio a los judíos.
41 Cuando ya los soldados ocupaban la torre y mandaban a buscar fuego para incendiar la puerta de entrada y forzarla, Razis, viéndose cercado, se traspasó con su espada;
42 prefería morir noblemente antes que caer en manos de esos bandidos y sufrir ultrajes indignos de su nobleza.
43 Pero había actuado precipitadamente y no acertó el golpe. Así pues, cuando franqueaban ya su puerta, se subió valientemente a lo alto del muro y desde allí se lanzó sobre la turba.
44 Al retroceder la gente, Razis cayó en medio de la plaza vacía.
45 Respiraba aún; lleno de ardor se levantó chorreando sangre y cubierto de terribles heridas. Atravesó corriendo por medio de la turba y se paró en una roca
46 y allí, casi sin sangre, se sacó sus entrañas y tomándolas con sus dos manos se las tiró a la turba. Luego, después de pedir al dueño de la vida y del espíritu, que se los devolviera algún día, dejó esta vida.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 14
14,15

Este párrafo (15-34) nos llama la atención por cuanto revela las contradicciones interiores del que escribió este libro y que sin duda alguna era un judío muy creyente. Aquí se ve obligado a reconocer los sentimientos muy humanos de Nicanor, pero, en cuanto éste ataque al pueblo judío, lo presentará como un verdadero demonio. Se nota la misma contradicción entre los lugares en que sufre con sus compatriotas perseguidos y aquellos en que se alegra al ver pueblos enteros masacrados por quienes son «los buenos».
Segundo Libro de los Macabeos (2Mac) Capítulo 15
Victoria de Judas y muerte de Nicanor
1 Cuando Nicanor se enteró que Judas y sus hombres estaban por el lado de Samaría, se decidió a atacarlos sin riesgo un día sábado.
2 Los judíos que lo seguían por obligación le dijeron: «No les des muerte de una manera tan salvaje y bárbara. Respeta ese día al que confirió excelencia y santidad Aquel que todo lo ve».
3 Entonces ese triple criminal preguntó si era soberano en el cielo el que ordenó celebrar el día sábado.
4 Los judíos le respondieron: «El Señor vivo, el Soberano del cielo es quien ha ordenado celebrar el séptimo día».
5 Pero el otro declaró: «Muy bien, yo que soy soberano en la tierra, ordeno que tomen las armas y que obedezcan a la voluntad del rey». No pudo, sin embargo, realizar su sanguinario proyecto.
6 Con mucha suficiencia y presunción, Nicanor había decidido hacer una exposición con los restos de Judas y de sus hombres.
7 Macabeo, por su parte, no tenía menos confianza, pues contaba firmemente con la ayuda del Señor.
8 Animó a sus hombres a que no temieran el ataque de los paganos; los invitaba a recordar las ayudas que les habían llegado del Cielo en el pasado, por lo cual debían estar seguros que el Todopoderoso les daría ahora la victoria.
9 Les volvió a leer las palabras de la Ley y de los profetas y reanimó su entusiasmo trayéndoles a la memoria las victorias anteriores.
10 Después de haber reavivado así su ardor, reafirmó sus palabras haciendo ver a sus hombres la deslealtad de los paganos y cómo habían violado su juramento.
11 De ese modo cada uno de sus hombres quedó bien equipado, no con la seguridad que dan los escudos y las lanzas, sino con el vigor que aportan buenas palabras. Para terminar les contó un sueño digno de fe o, mejor dicho, una visión que los llenó de alegría.
12 Esto fue lo que había visto: El sumo sacerdote Onías, que había sido un hombre recto, humilde y delicado en sus modales, distinguido en su lenguaje y dedicado a practicar la virtud desde su infancia, ese Onías pues, oraba con las manos alzadas al cielo por todo el pueblo judío.
13 Luego había aparecido en la misma actitud un hombre que se distinguía por sus cabellos blancos y por su dignidad, revestido de una majestuosidad portentosa y prodigiosa.
14 Onías tomó luego la palabra y dijo: «Ese hombre preocupado de sus hermanos es Jeremías, el profeta de Dios; él reza mucho por el pueblo y por la Ciudad Santa».
15 Jeremías había extendido entonces la mano derecha, le había entregado a Judas una espada de oro y al pasársela había pronunciado estas palabras:
16 «¡Toma esta espada santa que es un don de Dios! Con ella destrozarás a los enemigos».
17 Reanimados con esas hermosas palabras de Judas, capaces de estimular el coraje y de dar a los jóvenes un alma viril, decidieron no defender el campamento sino tomar valientemente la ofensiva. Querían obtener una decisión lanzándose a la batalla con toda valentía por la ciudad, el Lugar Santo y el Templo que estaban en peligro.
18 Su preocupación por sus mujeres y sus hijos, por sus hermanos y sus padres pasaba a un segundo plano; su principal y mayor aprehensión era por el Santuario sagrado.
19 En cuanto a aquellos que se habían quedado en la ciudad, su ansiedad no era pequeña, pues temían por el resultado de ese enfrentamiento en descampado.
20 Todos esperaban el próximo desenlace. Los enemigos estaban reunidos y ordenados en filas para la batalla; habían colocado a los elefantes en la mejor ubicación y la caballería estaba por los costados.
21 Macabeo vio delante de sí a esa muchedumbre, la variedad de sus armas y el terrible aspecto de sus elefantes. Entonces alzó sus manos al Cielo e invocó al Señor que realiza prodigios, pues sabía muy bien que no son las armas, sino su voluntad, la que consigue la victoria a los que son dignos.
22 Pronunció esta oración: «Tú, Soberano, enviaste a tu ángel en tiempos de Ezequías, rey de Judá, e hizo perecer a más de ciento ochenta y cinco mil hombres en el ejército de Senaquerib.
23 Ahora, pues, Soberano de los Cielos, envía a tu buen ángel delante de nosotros para que siembre el pánico y el terror.
24 ¡Que tus poderosos golpes dejen aterrorizados a los que atacan a tu pueblo santo profiriendo blasfemias!». Así acabó su oración.
25 La gente de Nicanor avanzó al son de trompetas y cuernos;
26 Judas y sus hombres, por su parte, entraron al combate con invocaciones y plegarias.
27 Combatían con sus manos, pero con todo su corazón oraban a Dios; entusiasmados por la manifestación de Dios, derribaron a no menos de treinta y cinco mil hombres.
28 Cuando terminó la batalla y volvían todos felices, reconocieron a Nicanor que estaba caído con su armadura.
29 En medio de los gritos y de la confusión general, bendijeron al Soberano en la lengua de sus padres.
30 Entonces, aquel que había combatido en primera fila por sus conciudadanos con todo su corazón y con todas sus fuerzas, aquel que había entregado a su nación los buenos sentimientos de su juventud, ordenó que cortaran la cabeza de Nicanor y su brazo hasta el hombro y que los llevaran a Jerusalén.
31 Cuando llegó allá, reunió a todo el pueblo, puso a los sacerdotes delante del altar y mandó avisar a los hombres de la ciudadela.
32 Les mostró la cabeza del infame Nicanor y la mano que ese blasfemo había alzado con orgullo contra el Santo Templo del Todopoderoso.
33 En seguida, después de haber cercenado la lengua del impío Nicanor, ordenó que se la dieran en pedacitos a los pájaros y que colgaran frente al Templo el brazo que había extendido en un gesto insensato.
34 Todos hicieron subir al Cielo una alabanza al Señor que acababa de manifestarse: «Bendito sea, decían, El que no dejó que profanaran su Lugar santo».
35 Judas mandó colgar en la ciudadela la cabeza de Nicanor como una prueba evidente para todos de la ayuda del Señor.
36 Todos decidieron por un voto público no dejar pasar ese día sin conmemorarlo; se lo celebraría el día trece del duodécimo mes, que en arameo se llama el mes de Adar, la víspera del día llamado de Mardoqueo.
Conclusión del relato
37 Así fue como sucedieron los acontecimientos relativos a Nicanor. Como a partir de entonces la ciudad ha permanecido en manos de los hebreos, yo suspenderé aquí mi relato.
38 Si la composición ha sido buena y acertada, eso era lo que quería. Si ha sido pobre y mediocre, era todo lo que pude hacer.
39 Así como no es bueno tomar vino solo o agua pura, siendo que el vino mezclado con agua es agradable y da mucho gusto, así también la bella disposición del relato encanta a los oídos de los que leen la obra. Aquí pongo punto final.

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Comentarios Segundo Libro de los Macabeos, capítulo 15
15,12

Los creyentes están descubriendo la solidaridad entre los miembros vivos y muertos del pueblo de Dios. Aquí los varones de Dios del pasado interceden por su pueblo, tanto Jeremías, el profeta de siglos anteriores, como Onías, el sumo sacerdote asesinado pocos años atrás. En adelante los creyentes sabrán que entre ellos y los muertos existen relaciones semejantes a las que existen en esta vida entre hermanos.