La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Jeremías (Jer)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15
Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19
Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27
Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31
Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35
Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39
Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43
Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47
Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50 Capítulo 51
Capítulo 52      
Jeremías (Jer) Introducción
Es difícil hablar de Jeremías sin oponerle a Isaías. Quizás sea un error centrar todo en la diferencia de reacciones de ambos ante la llamada de Dios, o sea, el entusiasmo de Isaías (Is 6, 8) frente al temor de Jeremías (Jer 1, 6). Puede que se trate solamente de una diferencia de temperamentos. Su respectiva vocación y misión deberían ser complementarias, tanto en lo que se refiere a sus vidas y a sus escritos como en la influencia que posteriormente ejercieron ambos en el seno del pueblo creyente.
Isaías es la profecía, mientras que Jeremías es el profeta. Ambas caras del profetismo son complementarias e igualmente necesarias para reorientar la historia. Isaías representa el mensaje al que se habrá de recurrir siempre para reafirmar la fe. Jeremías es el ejemplo siempre presente del sufrimiento de un ser humano en cuya vida ha irrumpido Dios.
No cabe, pues, una visión sentimental de un joven Jeremías, pacífico y sin defensa que sufre en silencio la maldad de sus perseguidores. Hay en el profeta atisbos de violencia (11, 20-23). A pesar de que ha pasado a la historia por el hecho mismo de sus sufrimientos, no siempre ha sido víctima de las calamidades que anunció.
En su primer anuncio dice que Dios le ha dado autoridad para arrancar y derribar, edificar y plantar, precisando que la misión que se le había encomendado abarcaba no solamente a su pequeño país, sino a “las naciones”. Podría extrañarnos la magnitud de una tal tarea asignada a un hombre sin títulos; sin embargo, es aquí donde aparece el dedo de Dios. Con la ruina del reino de Judá, seguida del Exilio, hasta llegar a los tiempos del Evangelio, Dios irá revelando su manera de salvar al mundo, su fuerza que se manifiesta en la debilidad, y la victoria del Amor. Todo esto supone siempre un sufrimiento aceptado.
No sin razón los judíos creyeron, en tiempos posteriores, que Jeremías, después de muerto, estaba delante de Dios intercediendo por ellos (2Mac 2, 1; 14,14). Pero dicha intercesión no era lo más importante y será el “segundo Isaías” el que lo adivinara: encontraremos un poco de Jeremías en los poemas del Siervo de Yavé (49,1; 50,4; 52,13).
La predicación de Jeremías
Las primeras profecías de Jeremías tienen sus raíces en el descubrimiento del Deuterónomio (2Re 23; Jer 11). El Deuterónomio enfatiza la alianza concluida entre Dios e Israel, una alianza que ha hecho de Israel un pueblo aparte, dotado de una sabiduría propia. Yavé es un Dios personal que quiere ser servido y amado.
Jeremías entra en escena en el momento en que Israel se refugia en la protección infalible que le aseguran su Dios y su templo. Jeremías es perseguido porque niega que Dios se identifique con un templo de piedra (Jer 7 y 26), lo mismo que ocurrirá con Jesús y sus apóstoles (Mc 14, 58; He 6,13). Jeremías no quiere otro Dios que aquel que se descubre en la verdad. Su predicación (y la del Deuterónomio) no es ya la misma que la de Josué y los Jueces, es decir, “ustedes poseerán la tierra si obedecen y la perderán si desobedecen”, o: “todo va mal porque no cumplen la Ley”... Jeremías pide que el hombre se convierta a la sabiduría (Jer 9,22; 10) y habla de un retorno a la fidelidad que significa, ante todo, un cambio de corazón (Jer 17, 5).
El anuncio de la Nueva Alianza, que es la cumbre del mensaje de Jeremías (Jer 31,31), es la consecuencia natural de los capítulos que sólo hablan de muerte y de ruina. Era necesario que desaparecieran todos los vestigios de una vida donde Dios está ausente, para que el pueblo, o mejor, los corazones, se abran a una otra dimensión de la existencia humana. Después de la ruina del reino de Israel, el pueblo de Dios entrará en una nueva era.
Las promesas de felicidad, que forman parte de la profecía de Jeremías (Jer 29; 31), no se pueden comprender sin esta transformación interior. Jeremías no se deja llevar por la imaginación de Ezequiel para reconstruir una Palestina ideal con un templo purificado. La lógica consecuencia de las promesas hechas a Jeremías no son los esfuerzos de Esdras para publicar la Ley y organizar el Judaísmo, sino simplemente el Evangelio.
Datos históricos
En el año 626 Jeremías, proveniente de una familia de sacerdotes de Anatot, a las puertas de Jerusalén, recibe su llamada. Unos años después, el descubrimiento de la Ley ocasiona una renovación religiosa (2Re 22,1). Durante los casi cuarenta años que va a durar el ministerio de Jeremías (la fecha de la muerte del profeta habrá que situarla hacia el 586), los cambios se suceden a un ritmo impresionante, tanto la reforma religiosa de Josías como el renacimiento nacional que la acompaña (622-609). Después, sobrevienen tres guerras: contra Egipto en el 609, contra Babilonia en el 597 y 587, seguidas de tres deportaciones (597, 587 y 582).
EL LIBRO DE JEREMÍAS
El año 604, Jeremías dicta a Baruc, que es a la vez “secretario” del rey y secretario de Jeremías, una parte de su predicación. Con mucha probabilidad estas profecías se encuentran en los capítulos 1-20. Otro documento debe haber sido el que narraba los sufrimientos de Jeremías: cap. 26-44. Otro habrá reunido sus profecías contra las naciones (caps. 46-51). Se les juntaron otras colecciones referentes a los reyes (21-23), o a los profetas (23,9-40), o a la nueva alianza (30-33).
Libro de Jeremías: 1,1—20,18 (la conclusión está en: 25,1-38)
Profecías contra los reyes y los profetas: 21,1—24,10
El libro de la nueva alianza: 26,1—33,26
Continua rebelión de Israel: 34,1—36,18
Los sufrimientos de Jeremías: 36,1—45,5
Oráculos contra las naciones: 46,1—51,64
  Conclusión: fin del reino de Judá (52,1–34)
Jeremías (Jer) Capítulo 1
1 Estas son las palabras de Jere mías, hijo de Helcías, de una familia de sacerdotes que vivían en Anatot, en la tierra de Benjamín.
2 La palabra de Yavé le fue dirigida en tiempos de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, en el año trece de su reinado,
3 y después en tiempos de Joaquim, hijo de Josías y rey de Judá, hasta cumplirse el año undécimo de Sedecías, hijo de Josías y rey de Judá, o sea, hasta el destierro del pueblo de Jerusalén, que aconteció en el mismo mes.
Jeremías es llamado por Dios
4 Me llegó una palabra de Yavé:
5 «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones.»
6 Yo exclamé: «Ay, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!»
7 Y Yavé me contestó: «No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande.
8 No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte, palabra de Yavé.»
9 Entonces Yavé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras en tu boca.
10 En este día te encargo los pueblos y las naciones:
10 Arrancarás y derribarás,
10 perderás y destruirás,
10 edificarás y plantarás.»
11 Me llegó una palabra de Yavé: «¿Reconoces esta visión?»
12 Yo dije: «La rama es del árbol que llaman alerta.» Yavé respondió: «No te equivocas, pues yo estoy así alerta a mi palabra, para cumplirla.»
13 Luego me llegó una palabra de Yavé: «¿Qué estás viendo?» Y contesté: «Veo una olla echando espumas, y la cosa viene del norte.»
14 Yavé me dijo: «Del norte se viene derramando el desastre, y alcanzará a todos los habitantes de este país.
15 Pues estoy llamando a todos los reinos del norte, palabra de Yavé. Aquí vienen y cada uno de ellos establece sus cuarteles frente a una de las entradas de Jerusalén, frente a sus murallas y frente a las ciudades de Judá.
16 Voy a hacer justicia con este pueblo que me ha dejado para hacer el mal; ha quemado incienso a dioses extranjeros, y se ha puesto a servir a dioses que ellos mismos se fabricaron.
17 Tú, ahora, muévete y anda a decirles todo lo que yo te mande. No temas enfrentarlos, porque yo también podría asustarte delante de ellos.
18 Este día hago de ti una fortaleza, un pilar de hierro y una muralla de bronce frente a la nación entera: frente a los reyes de Judá y a sus ministros, frente a los sacerdotes y a los propietarios.
19 Ellos te declararán la guerra, pero no podrán vencerte, pues yo estoy contigo para ampararte, palabra de Yavé.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 1
1,4

Es poco lo que revela Jeremías de su vocación. Ninguna manifestación fulgurante de Dios. Las dos visiones de la rama de vigilante (es el almendro) y de la olla hirviente parecen bien vulgares para una misión tan trascendental. Es la prueba de que lo esencial fue algo interior.

Pongo mis palabras en tu boca (9). Jeremías es hecho profeta. En adelante, dirá la palabra de Dios. Eso no significa que siempre Dios le dictará lo que debe anunciar; más bien, porque ahora piensa y siente como Yavé, cada vez que hable podrá decir verdaderamente «palabra de Yavé». Si nos fijamos bien en los textos, será fácil ver muchas veces que una palabra breve, la «palabra que Yavé le manda», es seguida por un discurso que la desarrolla; en éste se expresa más libremente el profeta.

Irás a donde quiera que te envíe (7). Jere mías, en adelante, será dirigido por la fuerza del Espíritu; los miedos de su naturaleza tendrán que someterse.

No temas enfrentarlos, porque yo también podría asustarte delante de ellos (17). No es una vida fácil la del profeta; la prueba mayor no es la hostilidad de los hombres, sino el aprendizaje diario de la convivencia con Dios: ¿cómo hacer camino juntos si Dios es el Santo y el Celoso? (ver Dt 6,15).

Estaré contigo para ampararte (19). Ver lo mismo en los llamados de Dios a Moisés (Ex 3,12), y a Pablo (He 26,17). Jeremías tiene, además, la seguridad de que Yavé lo destinó a esta misión, en que nunca había pensado, y que lo asusta: Antes de que tu nacieras, yo te consagré (5). Pablo recordará esas palabras al hablar de su propia vocación: te llamé desde el seno de tu madre (Gál 1,15), y el evangelio las aplicará a Juan Baptista (Lc 1,15), y a Jesús (ver Is 49).

Las palabras dichas a Jeremías valen también para cada uno de nosotros, a la medida de la misión que le toca. No somos producto del azar. En Efesios 1 Pablo alaba esta presciencia de Dios que desde la eternidad nos llamó. En su plan eterno, Dios ha visto en forma especial, junto a Cristo, aquellos a los que encarga una misión más trascendental, y les sería difícil escaparse de la llamada divina.

Parece como que Dios forzara la libertad de Jeremías, pero esa impresión nuestra se debe a que tal vez no tenemos experiencia de esa libertad a la que alcanzaron profetas y amigos de Dios.

Te encargo los pueblos; arrancarás y derribarás (10). Jeremías, en adelante, lleva la palabra creadora de Yavé. En los primeros años ésta se manifiesta más bien como destructora. Jeremías expresa el juicio de Dios que, poco después, se realizará.

La misión de Jeremías, «arrancar y destruir, edificar y plantar», será la de cualquier obrero de la viña del Señor. No puede haber compromiso entre las apariencias de vida cristiana y la fe verdadera; el verdadero apóstol deberá destruir para edificar.
Jeremías (Jer) Capítulo 2
Las infidelidades de Israel
1 Se me comunicó una palabra de Yavé: «Anda y grita a los oídos de Jerusalén»:
2 Así dice Yavé:
2 «Aún me acuerdo de la pasión de tu juventud, de tu cariño como de novia, cuando me seguías por el desierto, por la tierra sin cultivar.»
3 Israel era la cosa sagrada de Yavé, la parte mejor de su cosecha. Quien comiera de sus frutos tenía que pagar y pronto le venía la desgracia, palabra de Yavé.
4 Gente de Israel, con todas sus familias, escuchen lo que dice Yavé:
5 ¿Acaso sus padres me hallaron desleal, para que se alejaran de mí? Pues se fueron a cosas despreciables y, con esto, se hicieron despreciables.
6 Ya no preguntan: ¿Dónde está Yavé, que nos hizo salir de Egipto y nos llevó a través del desierto, tierra de estepas y barrancas, tierra árida y tenebrosa, tierra sin habitantes y por donde no transita nadie?
7 Yo soy quien los condujo al jardín de la tierra para que gozaran sus bienes y comieran los mejores frutos. Pero apenas llegaron a mi país, lo profanaron, y mancharon mi herencia.
8 Los sacerdotes ya no se preguntan: ¿Dónde está Yavé? ¡Los dueños de mi enseñanza no me conocen! Los pastores de mi pueblo se rebelaron contra mí, y los profetas consultaron a dioses inútiles, dando respuestas en nombre de Baal.
9 Por eso, les he metido pleito a esa gente, palabra de Yavé, y aún lo seguiré con los hijos de sus hijos.
10 Vayan, pues, a las islas y miren, manden al país de Quedar y pregunten para saber dónde pasó algo igual que aquí.
11 ¿Qué nación cambió sus dioses? —aunque en verdad no son dioses—. Y mi pueblo cambia a su Dios glorioso por algo que no sirve.
12 Que los cielos se asombren y tiemblen espantados por eso, palabra de Yavé;
13 doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua.
14 ¿Acaso yo te había hecho esclavo, o te había sometido a algún dueño? ¿Por qué, pues, ahora saquean a Israel?
15 Contra ti han rugido leones, tu tierra ha sido desolada, tus ciudades, incendiadas y despobladas.
16 Hasta los egipcios de Nof y de Tajfanjes te han humillado.
17 ¿Acaso no sucedió esto porque has abandonado a Yavé, tu Dios, que te indicaba el camino?
18 ¿Para qué llamas a Egipto?, ¿acaso te sanarán las aguas del Nilo? ¿Y para qué llamas a Asur?, ¿apagarán acaso tu sed las aguas del río?
19 Tus mismas faltas te castigan y tus infidelidades te condenan. Reconoce y comprueba cuán malo y amargo resulta abandonar a Yavé, tu Dios, y dejar de temerme a mí, palabra de Yavé Sabaot.
20 Hace tiempo que has quebrado el yugo, soltándote de sus lazos. Tú dijiste: «Yo no quiero servir.» Y sobre cualquier loma, bajo cualquier árbol frondoso, te tendías como una prostituta.
21 Yo te había plantado como una parra fina. ¿Cómo has pasado a ser para mí viña degenerada?
22 Aunque te laves, te limpies y te restriegues, ante mí no desaparecerá la mancha de tus faltas, palabra de Yavé.
23 Todavía te atreves a decir: «No estoy manchada, no he ido tras los baales.» Mira en el valle las huellas de tus pasos, y reconoce lo que has hecho, camella fácil, que va coqueteando por los caminos; 24 burra salvaje suelta en el desierto, que en el ardor de su pasión olfatea el viento.
24 ¿Quién calmará su celo?
25 El que la busca sabe dónde encontrarla. Pero tú dices: «¡No, déjame!, a mí me gustan los extranjeros y tras ellos quiero ir.»
Los crímenes de Jerusalén
26 Así como se avergüenza un ladrón cuando lo pillan,
26 así se avergonzarán los hombres de Israel,
26 ellos, sus reyes y sus jefes,
26 sus sacerdotes y sus profetas,
27 que dicen a un palo: «Tú eres mi padre»,
27 y a una piedra: «Tú me diste la vida.»
27 Ellos me dan la espalda,
27 en vez de mostrarme su cara.
27 Pero cuando les pase una desgracia,
27 gritarán diciéndome: «¡Levántate, sálvanos!»
28 Pues, ¿dónde están tus dioses que tú mismo hiciste?
28 ¡A ver si te salvan en el tiempo de tu desgracia!
28 Porque tus dioses, pueblo de Judá,
28 son tan numerosos como tus ciudades.
29 ¿Por qué quieren ustedes meterme en pleito,
29 cuando todos ustedes me han traicionado?, dice Yavé.
30 Inútilmente he corregido a sus hijos,
30 ya que nadie me ha hecho caso.
30 La espada, más feroz que un león,
30 ha devorado a sus profetas, pero no entendieron.
31 ¿He sido yo para Israel un desierto
31 o una tierra cubierta de espinos?
31 ¿Por qué, entonces, dice mi pueblo:
31 «Nos apartamos de ti,
31 no queremos verte más?»
32 ¿Puede una joven olvidarse de sus adornos
32 o una novia de su cinturón?
32 Y, sin embargo, mi pueblo me ha olvidado,
32 hace ya mucho tiempo.
33 Qué bien andaban tus pies en busca de amor.
33 Conoces todos los caminos, aun los del crimen.
34 Mira tus manos manchadas con sangre,
34 no de bandidos sorprendidos en el crimen
34 sino que de inocentes.
35 Sin embargo, dices: «Soy inocente
35 ¿por qué no se aparta de mí la ira de Yavé?»
35 Pues bien, aquí te voy a rebatir: Sí, tú pecaste.
36 ¿Hasta dónde no correrás? Pero será en vano:
36 como te engañó Asur también te engañará Egipto.
37 También de ahí saldrás con las manos en la cabeza,
37 porque a Yavé no le gustan aquellos en que confías,
37 y no te irá bien con ellos.

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2,1

Los capítulos 2-6, fuera del párrafo 3,6-18, contienen la predicación de Jeremías en los primeros años que siguieron a su vocación. Después de los reyes impíos Manasés y Amón era bien poca la inquietud religiosa; Jeremías se levanta en forma atrevida contra la indiferencia común. Su lenguaje se parece al de Oseas que, un siglo antes, en el Reino del Norte, había hablado en circunstancias semejantes. Para los israelitas, Yavé es Dios o un Dios, pero no alguien que vive. Para Jeremías es el Padre y el Esposo.

Aún me acuerdo de la pasión de tu juventud. Se notará la añoranza del tiempo del desierto, con Moisés o antes de él. El pueblo iba errante y pobre, pero confiado en Yavé y socorrido por él. Al construir su casa, al plantar su viña y tener familia, el israelita se hace rico y olvida a su bienhechor. «Uno no puede servir a dos patrones.» Yavé se presenta como el Esposo celoso: esos hombres, tan pronto satisfechos, no han descubierto su amor apasionado.

Mi pueblo cambia a su Dios glorioso por algo que no sirve (11). Jeremías piensa en sus contemporáneos, que se han dejado conquistar por las promesas de vida fácil de los cananeos o de los asirios; se sienten seguros con dioses pintados que no hablan de justicia; son ávidos de predicciones, y corren tras cualquier novedad.

Me han abandonado a mí..., manantial de aguas vivas. El abandono de Yavé reviste tres formas:

—Los dirigentes dejaron de buscar su voluntad, tanto ellos como sus jefes. Se nombran las tres clases de autoridades de Judá: sacerdotes, pastores (o sea, gobernantes) y profetas.

—Restablecieron los cultos de los falsos dioses, a los que se hacen sacrificios y votos para tener buenas cosechas.

—Se aliaron con pueblos poderosos, como Asiria o Egipto, pensando asegurar así su existencia, y sin ver que tales alianzas los llevaban a ser un pueblo como todos los demás. Su vocación era permanecer confiados en Yavé, sabiendo que, si realizaban la justicia en el pueblo, él nunca los abandonaría. Ver comentario de Isaías 30,22.

Reconoce y comprueba cuán malo y amargo resulta abandonar a Yavé, tu Dios (19). Puede ser que Jeremías y los profetas hayan tenido una visión demasiado simple de la justicia de Dios en este mundo. Sabemos que prosperidad o desgracia no son pruebas seguras de que vivamos bien o mal. Sin embargo, el que reflexiona sobre su vida y sobre la historia, comprueba la palabra de Jeremías: el pecado trae siempre su castigo. Casi todos los sufrimientos que han tenido nuestros pueblos, los tienen bien merecidos.

Mira tus manos manchadas con sangre de inocentes (34). En muchos lugares de la Biblia se habla de los niños sacrificados a los ídolos.
Jeremías (Jer) Capítulo 3
¿Y pretendes volver a mí?
1 «Si un hombre despide a su esposa y ella, alejándose de él, pasa a ser esposa de otro, ¿podrá volver a él de nuevo? ¿No sería un escándalo para todo el país? Pues bien, tú has andado con muchos amantes ¿y pretendes volver a mí?
2 Alza los ojos hacia los cerros y mira: no hay lugar en que no te hayas prostituido. Junto al camino te sentabas para esperar, como la mujer árabe en el desierto, y manchaste tu país con tus prostituciones y tus crímenes.
3 Por eso, los aguaceros cesaron y no hubo más lluvia para ti en la primavera, pero tu rostro de mujer perdida ni siquiera ha enrojecido.
4 Mas aún me llamabas: «Padre mío, tú, el amigo de mi juventud, ¿tendrás rencor para siempre? ¿Durará eternamente tu cólera?»
5 Así hablabas, y proseguías feliz cometiendo tus maldades.
Ejemplo de las dos hermanas
6 Yavé me dijo, cuando era rey Jo sías: «¿Has visto lo que ha hecho la infiel de Israel? Se ha entregado en cualquier cerro alto y bajo cualquier árbol verde.
7 Y yo me decía: Después de todo lo hecho, volverá a mí; pero no volvió.
8 Todo esto lo vio Judá, su perversa hermana; vio cómo yo me separaba de la infiel Israel, dándole el certificado de divorcio por todas sus traiciones; pero ni siquiera se ha asustado, y ha salido también a ejercer la prostitución.
9 Su conducta descarada ha sido una deshonra para todo el país, pues ella también pecó con dioses de piedra y de madera.
10 Y después de todo eso, Judá la pérfida, no ha vuelto a mí sinceramente, sino con engaños.»
11 Y Yavé continuó: «Por eso, la rebelde Israel es mucho mejor que esta pérfida Judá.»
12 Sal a gritar estas palabras, al norte: «Vuelve, Israel infiel, dice Yavé. No me enojaré con ustedes, porque soy bueno, ni les guardaré rencor.
13 Unicamente reconoce que eres culpable, que has traicionado a Yavé, tu Dios; has vendido tu amor a los extranjeros y no has escuchado mi voz.»
Promesas a la nueva Jerusalén
14 Vuelvan, hijos rebeldes, dice Yavé, porque yo soy su Dueño. Elegiré de ustedes a uno de esa ciudad y dos de aquella familia y los introduciré en Sión.
15 Les pondré pastores según mi corazón, que los alimenten con inteligencia y prudencia.
16 Y cuando ustedes sean muchos y prosperen en el país, ya no se hablará más del Arca de la Alianza de Yavé, ni pensarán más en ella, ni la recordarán más, ni la echarán de menos, ni la harán de nuevo.
17 Entonces llamarán a Jerusalén «el trono de Yavé» y a su alrededor se juntarán todas las naciones, sin seguir más la dureza de sus malos corazones.
18 Por ese mismo tiempo los hijos de Judá y los de Israel harán el camino juntos desde las tierras del norte a la tierra que di en herencia a sus padres.
Continúa el poema de la conversión
19 Y yo pensaba: «¡Cómo quisiera contarte entre mis hijos, darte como herencia un país maravilloso, que sobresalga entre todas las naciones!» Y añadí: «Me llamarás «Padre mío» y nunca más te apartarás de mí.
20 Sin embargo, así como una mujer traiciona a su amante, así me ha engañado la gente de Israel.»
21 Sobre las lomas peladas se oyen unos gritos, son las súplicas llenas de lágrimas de los hijos de Israel porque perdieron el camino, olvidándose de Yavé, su Dios.
22 «¡Vuelvan, hijos rebeldes, que los voy a sanar de su rebelión!»
22 «Aquí estamos de vuelta junto a ti, porque tú eres Yavé, nuestro Dios.
23 Realmente de nada sirven los templos en las lomas y las fiestas en los montes. Sólo Yavé, nuestro Dios, es quien salva a Israel.
24 El dios infame se comió el fruto del trabajo de nuestros padres desde nuestra juventud, sus ovejas y sus vacas, sus hijos e hijas.
25 ¡Acostémonos en nuestra vergüenza y que nos cubra nuestra propia confusión! Porque nuestros padres, y nosotros desde nuestra juventud, hemos pecado contra Yavé, nuestro Dios, y no hemos escuchado su voz.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 3
3,1

Aquí empieza un poema que seguirá en 3,19-4,2.

Si un hombre despide a su esposa. No se puede comprender el pecado si no se ha conocido el amor. Jeremías afirma que este pueblo duro de corazón es «la esposa» de Yavé, y que se ha portado como una prostituta, mujer adúltera que abandonó a su esposo y sacrificó a sus hijos para ir detrás de otros hombres.

El esposo abandonado, al revés de lo que pasa ordinariamente, busca a la culpable. Judá no merece que Yavé vuelva a él, y no puede quejarse cuando caen sobre él las desgracias. Pero Yavé ama bastante como para buscar al infiel.
3,6

El poema empezado en 3,1 es interrumpido por dos párrafos posteriores.

6-13. Estos versos fueron escritos cuando Josías reconquistó una parte del reino del norte (Reino de Israel). Ver comentario de 2 Reyes 23,15. Después de tantas amenazas, nunca se pierde la esperanza de la conversión.

15-18. Estas palabras fueron dichas por Jeremías después de la destrucción final de Jerusalén en el año 587, y contienen promesas de restauración. Fueron colocadas aquí en el libro para moderar la impresión pesimista que resulta de tantas condenaciones. En realidad, estas amenazas de castigo tuvieron que realizarse por completo antes de que Dios presentara nuevas esperanzas.
Jeremías (Jer) Capítulo 4
Si quieres, puedes volver
1 Si tú quieres volver, oh Israel, dice Yavé, si quieres convertirte a mí, si alejas de mi vista tus sucios ídolos, ya no tendrás más que esconderte de mí.
2 Si juras por la vida de Yavé, con verdad, con derecho y con justicia, entonces tú serás para las naciones una bendición, y serás su gloria.
3 Porque así habla Yavé a los hombres de Judá y de Jerusalén: «Aren profundamente sus campos para que no siembren en la maleza.
4 ¡Oh habitantes de Judá y de Jerusalén, circuncídense por Yavé y purifiquen sus corazones, no sea que mi ira se propague como el fuego y arda, sin que nadie pueda apagarla, a causa de sus malas acciones!»
Amenaza de invasión
5 Publíquenlo en Judá
5 y que se oiga en Jerusalén.
5 Toquen la trompeta en todo el país;
5 griten a voz en cuello y digan:
5 «Juntémonos y entremos en las ciudades fortificadas.
6 Icen banderas como señales hacia el lado de Sión.
6 ¡Huyan, no se paren!»
6 Pues yo traigo del norte la desgracia
6 y una catástrofe inmensa.
7 El león, que devora las naciones,
7 se ha levantado de su madriguera
7 y se ha puesto en marcha,
7 abandonando su morada,
7 para dejar tu tierra como un desierto,
7 tus ciudades destruidas y sin habi tantes.
8 Por eso, vístanse con sacos,
8 lloren y aúllen,
8 porque Yavé no aparta de nosotros
8 su ardiente cólera.
9 Ese día, dice Yavé, desfallecerá el corazón del rey y de los jefes; los sacerdotes temblarán de miedo, y los profetas, de espanto.
10 Y dirán: «¡Ah, Señor Yavé! ¡Mira cómo nos has engañado, cuando afirmabas: Ustedes vivirán en paz; mientras que ahora estamos con la espada al cuello!»
11 En ese tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén: «Un viento que quema y que no sirve para separar la paja del grano, sopla desde el desierto hacia la hija de mi pueblo.»
12 «Es un viento amenazante que les mando. Pues bien, ahora soy yo el que va a hablar y pronunciar sentencia contra ellos».
13 «Miren cómo el destructor se levanta como las nubes, sus carros parecen un huracán
13 y sus caballos son más rápidos que las águilas. ¡Pobres de nosotros, estamos perdidos!»
14 «Limpia tu corazón del mal, Jerusalén, para que puedas salvarte. ¿O acaso piensas seguir con tus perversos pensamientos?»
15 Lanzan la voz de alarma desde Dan y anuncian la mala noticia desde los cerros de Efraím:
16 «Que todos sepan, en Judá y en Jerusalén, que los enemigos ya están aquí.» Vienen de un lejano país y gritan contra las ciudades de Judá,
17 rodean a Jerusalén como los que cuidan una propiedad, porque se rebeló contra mí, dice Yavé.
18 Todo esto te mereces por tu mala conducta y por tus fechorías. Que se te parta el corazón de pena porque te rebelaste contra mí.
Tierra quemada
19 «¡Ay, qué dolores en todo mi interior, me duele el corazón! Me palpita tan fuerte que no puedo callarme. ¿No oyes, alma mía, el toque del clarín y el estruendo de la guerra?
20 Las derrotas se suceden una tras otra, el país va quedando desierto. En un abrir y cerrar de ojos, fueron arrebatados mis pabellones y mis carpas.
21 ¿Hasta cuándo tendré que ver estandartes guerreros, y soportar el sonido del clarín?»
22 Esto te pasa porque eres un pueblo estúpido que no me conoce. Ustedes son hijos tontos y sin inteligencia que saben hacer el mal pero no el bien.»
23 Miré a la tierra, pero estaba vacía y llena de confusión. Miré a los cielos, y eran sólo tinieblas.
24 Miré a los montes, y temblaban; a los cerros, y se sacudían.
25 Miré y me di cuenta que no había un alma, y que todos los pájaros del cielo se habían ido.
26 Miré los campos floridos, pero estaban secos, y todas las ciudades habían sido destruidas por Yavé y por el ardor de su cólera.
27 Pues bien, así habla Yavé: «Todo el país será destruido, pero no les daré el golpe de gracia.
28 Por eso, la tierra se viste de luto y los cielos se oscurecen, porque yo lo he dicho y no me arrepentiré; lo he resuelto y no me volveré atrás.»
29 Al ruido de la caballería y de los arqueros
29 todo el mundo ha huido,
29 escondiéndose en los bosques
29 o trepando por las rocas.
29 Los habitantes dejan sus ciudades,
29 sin que nadie quede en ellas.
30 «Y tú, la devastada, ¿qué vas a hacer?
30 Aunque te pongas vestidos de púrpura,
30 te adornes con joyas de oro
30 y te pintes con lápiz los ojos,
30 en vano te estás haciendo bonita,
30 pues no les interesa a tus amantes
30 y sólo buscan quitarte la vida.»
31 Oigo gritos como los de una mujer que da a luz por primera vez; la hija de Sión está gimiendo y extiende sus manos: «¡Ay de mí, que voy a sucumbir bajo los golpes de los asesinos!»
Jeremías (Jer) Capítulo 5
Motivos de la invasión
1 Recorran las calles de Jerusalén, miren bien e infórmense. Busquen por las plazas, a ver si encuentran a un hombre, uno siquiera, que practique la justicia y busque la verdad, y perdonaré a esta ciudad.
1 “¿Tus ojos, Yavé, no buscan acaso la verdad?
2 Sin embargo, cuando dicen «Por la vida de Yavé», están, en realidad, jurando en falso.
3 Les has herido, pero no han sentido; los has aplastado, pero no han querido aprender la lección. Han endurecido su frente como una roca y se han negado a convertirse.
4 Yo me decía: «Sólo la gente ordinaria es irresponsable, porque no conocen el camino de Yavé ni el derecho de su Dios.
5 Iré ver a los jefes y les hablaré, pues éstos conocen el camino de Yavé y el derecho de su Dios.» Pues bien, todos juntos habían quebrado el yugo y roto las correas.
6 Por esto, el león de la selva los ataca, el lobo de las estepas los destroza y la pantera está acechando a la puerta de sus ciudades, lista para despedazar al que salga, porque son muchos sus pecados y numerosas sus rebeldías.
7 ¿Cómo te voy a perdonar? Tus hijos me han abandonado tomando por Dios a los que no lo son. Cuando cuidaba que nada les faltara, ellos se entregaron al adulterio. Juntos acudían a la casa de las prostitutas.
8 Son potros satisfechos y lozanos que relinchan por la mujer de su prójimo.
9 ¿Y no voy a castigar tales acciones? ¿No he de vengarme de una nación como ésta? Así, dice Yavé:
10 Vengan, naciones,
10 y escalen las murallas de mi pueblo,
10 destruyan, pero no terminen con mi viña,
10 córtenle esos sarmientos,
10 ya que no son los que plantó Yavé.
11 Realmente, harto me han traicionado,
11 tanto la gente de Judá
11 como la de Israel, palabra de Yavé.
12 Renegaron de Yavé, diciendo:
12 «¡No existe! Nada malo nos sucederá,
12 no veremos ni espada ni escasez.
13 ¿Los profetas? Que se los lleve el viento,
13 nadie los envía o les encarga un mensaje,
13 que sus amenazas se vuelvan contra ellos.»
14 Pero así me habla Yavé:
14 «Puesto que esa gente se expresa así
14 yo pongo en tu boca palabras de fuego,
14 y esta gente será leña que el fuego devorará.»
15 Gente de Israel, Yavé les habla:
15 Estoy trayendo de muy lejos una nación contra ustedes.
15 Es una nación invencible y muy antigua,
15 cuyo idioma desconoces.
16 Son arqueros certeros, todos ellos valientes,
17 ellos comerán tu cosecha y tu pan,
17 devorarán a tus hijos y a tus hijas,
17 se comerán tus carneros y tus vacas,
17 tus viñas y tus higos,
17 destruirán tus plazas fuertes
17 en las que tanto confías.
18 Sin embargo, dice Yavé, ni siquiera en aquellos días los voy a destruir completamente,
19 y cuando pregunten: «¿Por qué Yavé, nuestro Dios, ha hecho todo esto con nosotros?», les dirás: «Así como me dejaron para adorar, en el país de ustedes, a dioses extraños, de la misma manera tendrán que servir a extranjeros en una tierra que no es la de ustedes.»
Castigo inevitable
20 Comuniquen esto a la familia de Jacob
20 y que lo escuche la gente de Judá:
21 «Oye pueblo estúpido y tonto,
21 que tienes ojos y no ves,
21 orejas y no oyes.»
22 ¿A mí no me temen, dice Yavé,
22 ni tiemblan delante de mí?
22 De mí, que puse la arena para atajar el mar,
22 como una cerca eterna que no puede saltar.
22 Aunque se agite bramando,
22 no podrá pasarla con sus olas.
23 Pero este pueblo, cuyo corazón es traidor y rebelde,
23 me ha vuelto la espalda y se ha marchado,
24 sin que se les ocurriera decir:
24 «Temamos a Yavé, nuestro Dios, que nos manda lluvia,
24 en otoño y en primavera,
24 y nos concede el tiempo justo para cosechar.»
25 Sus crímenes y pecados han creado el desorden,
25 privándoles a ustedes de esos bienes.
26 En mi pueblo, hay malhechores
26 que colocan trampas como para pillar pájaros,
26 pero cazan hombres.
27 Sus casas están repletas con el botín de sus saqueos,
27 como una jaula llena de pájaros,
27 y se han hecho importantes y ricos,
28 Se ven gordos y macizos
28 y ya no saben distinguir el mal.
28 Nada tiene de justo su justicia,
28 no respetan el derecho de los huérfanos
28 ni defienden la causa de los pobres.
29 ¿Y yo no pediría cuentas?, dice Yavé,
29 ¿No me vengaría de una nación como ésta?
30 Algo espantoso y horrible está pasando en este país:
31 Los profetas anuncian mentiras,
31 los sacerdotes buscan el dinero
31 y todo esto le gusta a mi pueblo.
31 ¿Qué harán ustedes, cuando llegue el fin?

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Comentarios Jeremías, capítulo 5
5,1

En 4,9 empezó este poema referente a una invasión venida del norte.

Busquen por las plazas a ver si encuentran a un hombre que practique la justicia. Como en Génesis 18, Yavé aceptaría perdonar a todos si sólo hubiera un «justo». Pero Jeremías busca en vano a uno que entienda. Esta invasión (después de muchas otras) es un toque de alarma que anuncia la destrucción final. Pero así son de sordos el hombre y las naciones, hasta que perecen. En el Nuevo Testamento, Juan Bautista y luego Jesús y los apóstoles tratarán de despertar a sus paisanos y repetirán este mismo llamado: conviértanse ya, que se acerca el juicio.
Jeremías (Jer) Capítulo 6
Visión del sitio de Jerusalén
1 Salgan de Jerusalén, a refugiarse, hijos de Benjamín.
1 Que resuene la trompeta en Tecoa;
1 coloquen una señal en Betqueren,
1 pues por el Norte se asoma una desgracia
1 como una inmensa catástrofe.
2 No te comparabas con una deliciosa pradera, hija de Sión;
3 pues bien, hasta ti han llegado unos pastores con sus rebaños. Han instalado sus carpas a tu alrededor y cada uno da, allí, pasto a sus ovejas.
4 Declárenle la guerra:
4 ¡Ea, ataquemos al mediodía!
4 Qué mala suerte la nuestra,
4 pues el día ya se acaba
4 y la tarde extiende sus sombras.
5 No importa, volvamos a atacar de noche
5 y destruyamos sus fuertes.
6 Pues así habla Yavé, el Dios de los Ejércitos: «Corten árboles y construyan un terraplén frente a Jerusalén, porque es una ciudad mentirosa y en ella no hay más que opresión.
7 Como se saca agua de un pozo, así brota de ella la maldad. Allí sólo se oye hablar de violencia e injusticia, y mis ojos están siempre viendo los golpes y el mal trato.»
Jeremías amenaza
8 Hazme caso, Jerusalén, si no quieres que me aleje de ti y te conviertas en un desierto, en una tierra deshabitada.
9 Así dice Yavé: «Busquen y rebusquen como en una viña lo que queda de Israel; vuelvan a pasar su mano, como lo hace el vendimiador, por los sarmientos.»
10 ¿A quién hablaré y tomaré como testigo para que escuchen? A sus oídos les hace falta una circuncisión, y no pueden entender. La palabra de Yavé les causa risa y no les gusta.
11 «¡Pero yo estoy lleno de la ira de Yavé y no la aguanto más!»
11 «Derrámala entonces sobre los niños de la calle y sobre los grupos de muchachos. Les va a llegar a todos, al marido y a la mujer, al anciano y al hombre lleno de vida.
12 Sus casas pasarán a otros, junto con sus campos y sus mujeres, cuando yo extienda mi mano sobre los habitantes de esta tierra, dice Yavé.
13 Pues desde el más chico al más grande, todos andan buscando su propio provecho, y desde el sacerdote hasta el profeta son todos unos embusteros.
14 Calman sólo a medias la aflicción de mi pueblo, diciendo: «Paz, paz», siendo que no hay paz.
15 Deberían avergonzarse de sus abominables acciones, pero han perdido la vergüenza y ni siquiera se ponen colorados. Por eso, caerán junto con los demás y se irán al suelo cuando los visite, declara Yavé.
16 Así dice Yavé: «Vuelvan al punto de partida y pregunten por los viejos senderos: ¿Cuál era el camino del bien? Síganlo y encontrarán la tranquilidad.»
16 Pero respondieron: «¡No queremos ir por ahí!»
17 Les puse entonces centinelas: «¡Estén atentos cuando toquen la trompeta!» Y también contestaron: «No queremos atender.»
18 Pues bien, que todas las naciones oigan y sepan lo que voy a hacer con ellos:
19 Escucha, tierra, mira el castigo que voy a dar a este pueblo como fruto de su rebelión, pues no quisieron hacerme caso cuando les hablaba, y despreciaron mi Ley.
20 ¿Qué me importa a mí el incienso importado de Saba y la canela fina que viene de un país lejano? Ya no me gustan los holocaustos que ustedes hacen, y sus sacrificios me caen mal.
21 Por eso, así habla Yavé: «Voy a poner, por donde pase este pueblo, piedras, para que todos se caigan: padres e hijos, vecinos y amigos, perecerán juntos.»
22 Así habla Yavé: «Un pueblo viene del norte, una gran nación se ha puesto en marcha desde lo más lejano de la tierra.
23 Llevan arcos y espadas, son crueles e inhumanos; avanzan como las olas del mar rugiente, montados a caballo, ordenados como un solo hombre para atacarte, hija de Sión.»
24 Hemos oído la noticia y se nos caen los brazos; la angustia y un dolor como de mujer que da a luz, nos asalta:
25 «No salgan al campo, ni anden por los caminos, porque allí está la espada del enemigo: ¡terror por todos los lados!»
26 Hija de mi pueblo, vístete con sacos, revuélcate en la ceniza, colócate luto como por un hijo único, llora amargamente, porque de repente cae sobre nosotros el que nos va a destruir.
Israel, plata de desecho
27 Yo quiero que pases mi pueblo al crisol, que veas y examines su conducta.
28 Pues son todos unos rebeldes y calumniadores; todo lo echan a perder.
29 El fundidor dio tan fuerte con el fuelle que el plomo se consumió, pero inútilmente trabajó, pues la escoria no se desprendió.
30 Serán llamados, en consecuencia, «plata de desecho», porque Yavé los arrojó.
Jeremías (Jer) Capítulo 7
El Templo de Yavé, falsa seguridad
1 A Jeremías le llegó esta palabra de Yavé:
2 «Párate en la puerta de la Casa de Yavé y publica allí esta palabra: Escuchen, hombres de Judá, que entran por esta puerta a adorar a Yavé. 3 Así habla Yavé, Dios de Israel:
3 Mejoren su proceder y sus obras, y yo me quedaré con ustedes en este lugar.
4 No confíen en palabras mentirosas como éstas: ¡Miren el Templo de Yavé!, ¡aquí está el Templo de Yavé!, ¡éste es el Templo de Yavé!
5 Más bien mejoren su proceder y sus obras y hagan justicia a todos.
6 Dejen de oprimir al extranjero, al huérfano y a la viuda. No manchen este lugar con sangre de gente asesinada. No vayan en pos de otros dioses, para desgracia de ustedes.
7 Yo, entonces, los mantendré en este lugar, en el país que di a sus padres desde hace tiempo y para siempre.
8 Pero ustedes se fían de palabras engañosas e inútiles.
9 Ustedes roban, matan, toman la esposa del prójimo, juran en falso u ofrecen sacrificios a otros dioses, que no son de ustedes...
10 Y luego vienen a presentarse ante mí, en este Templo que lleva mi Nombre, y dicen: «¡Aquí estaremos seguros después de cometer tantas maldades!»
11 ¿Será un refugio de ladrones esta casa mía sobre la cual descansa mi Nombre?
12 Es así como la ven ustedes, pero yo también he visto. Vayan, pues, al santuario de Silo, donde quise que descansara mi Nombre en tiempos pasados, y miren cómo lo traté por los crímenes de mi pueblo Israel.
13 Ustedes siguen cometiendo todas estas maldades que acabo de decir, y por más que se lo advertí no me han escuchado; hablé y no me hicieron caso.
14 Ahora, pues, lo que hice en Silo, también lo haré con esta Casa que lleva mi Nombre y por la que se sienten seguros. Lo mismo haré con este lugar que yo di a sus padres,
15 y los arrojaré lejos de mi presencia, como arrojé a sus hermanos del norte, a toda la gente de Efraím.
16 Y tú no pidas por este pueblo ni eleves por ellos súplicas ni oraciones, ni me insistas más, porque no te escucharé.
17 ¿Es que no ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
18 Los hijos amontonan la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan para hacer tortas a la reina del cielo. Y luego derraman vino en honor de dioses extranjeros, para así ofenderme.
19 Pero, ¿es a mí, acaso, a quien rebajan con eso, dice Yavé? ¿No es más bien a ellos mismos, para su propia deshonra?
20 Por eso, así habla Yavé: «Mi cólera y mi furor se van a desencadenar sobre este lugar, sobre los hombres y los animales, sobre los árboles del campo y los frutos de la tierra, y arderá sin apagarse.»
La verdadera religión
21 Así habla Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: «¡Añadan ustedes, no más, los holocaustos a los sacrificios y coman después la carne!
22 Que cuando yo saqué a sus padres de Egipto, no les hablé ni les ordené nada referente a sacrificios y holocaustos.
23 Lo que les mandé, más bien, fue esto: “Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Caminen por el camino que les indiqué para que siempre les vaya bien.”
24 Pero ellos no me escucharon ni me hicieron caso, sino que siguieron la inclinación de su corazón malvado, me dieron la espalda y me volvieron la cara.
25 Desde el día en que saqué a sus padres de Egipto hasta el día de hoy les he mandado continuamente a mis servidores, los profetas.
26 Pero tampoco ustedes me oyeron ni me hicieron caso, y, endureciendo su cabeza, se portaron peor que ellos.
27 Puedes decirles todo esto, pero se harán los sordos. Puedes llamarlos, pero no te responderán.
28 Diles, entonces, esto: Esta es la nación que no ha escuchado la voz de Yavé, su Dios, ni ha querido aprender. La fidelidad ha muerto, ha desaparecido de su boca.
29 Córtate tus cabellos largos y tíralos. Entona sobre los cerros pelados una lamentación. Porque Yavé ha despreciado y rechazado a esta generación a la que aborrece.»
30 «Sí, los hijos de Judá han hecho lo que a mí no me gusta, dice Yavé. Han instalado sus ídolos en el templo, que lleva mi Nombre, para profanarlo;
31 han construido los santuarios de Lomas de Tofet, en el valle de Ben-Hinón, para quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les ordené ni se me ocurrió jamás.»
32 «Por eso, se acerca el tiempo, dice Yavé, en que no se hablará más de Tofet ni del valle de Ben-Hinón, sino del Valle de la Matanza. Y se enterrará a la gente en Tofet, porque no habrá otro lugar,
33 y sus cadáveres servirán de comida a las aves de rapiña y a las fieras salvajes, sin que nadie las espante.
34 Suspenderé en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén toda manifestación de gozo y de alegría, los cantos del novio y de la novia, porque el país sólo será un desierto.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 7
7,1

Los judíos, al ver cómo desde hace cuatro siglos Yavé protege a Jerusalén, están convencidos que hay una bendición para ellos y para el Templo, que es la Casa de Yavé, donde está presente, y desde donde bendice a su pueblo.

¡Miren el templo de Yavé!, Templo de Yavé! Ahí acuden y, confiados en los dones de Yavé, piensan que no necesitan cambiar de vida. Pero, ¿si no hay cambio de conducta, ¿de qué valen esos ritos?

Lo que hice en Silo, también lo haré con esta Casa (14). Dios destruyó sucesivamente los objetos sagrados y las instituciones que había dado a su pueblo. Esto es porque los hombres siempre reemplazan a Dios por los medios que llevan a Dios, ya sean objetos sagrados o personas que representan a Dios. Huimos siempre del encuentro personal, ya sea con Dios o con el prójimo, porque nos da miedo, y nos refugiamos en el bazar de la religión.

Todo lo que Dios da es por un tiempo, para hacernos superar una etapa. Dios les dio reyes y luego se los suprimió; pidió sacrificios y luego destruyó el templo y lo reemplazó; dio la Ley pero luego mostró su ineficacia. Les dio sacerdotes, y luego los reemplazó por Cristo. ´Todo esto, seguramente, da para pensar a la misma Iglesia. Si bien ella tiene las promesas de la eternidad, ha sido borrada de muchos países en que floreció durante siglos, y hoy todavía, podrían desaparecer instituciones grandes y prestigiosas en las que se confió demasiado, en vez de dejarse instruir por la Palabra de Dios y llevar por la creatividad del Espíritu.

Aquí Jeremías habla del Templo. También en 3,16 habla del Arca de la Alianza: ya no tendrán importancia para quienes hayan entrado en la Nueva Alianza. También, en 4,4, habla de la circuncisión: ya no servirá en un mundo de verdad: Romanos 2,25-30.

Después de ese texto, vienen tres más, relacionados con el culto:

— se reprende al pueblo de Dios por mantener a la vez el culto de Yavé y el de otros dioses;

— practican el culto, pero no se preocupan por reconocer la palabra de Dios y conocer lo que le agrada.

¡Cuántos hay que creen que porque son católicos pueden permanecer indiferentes a la palabra de Dios y no convertirse de su vida materialista lejos de cualquier comunidad cristiana!
7,21

Jeremías repite las advertencias del Deuteronomio, que se acababa de descubrir (2 Re 22): el pueblo elegido sólo tendrá paz si escucha la palabra de su Dios. Jeremías habla como un profeta: sólo encontraremos a Dios si sabemos ir más allá de las prácticas religiosas.
Jeremías (Jer) Capítulo 8
1 En ese tiempo, dice Yavé, sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá; los de los príncipes, los de los sacerdotes, los de los profetas y los de los habitantes de Jerusalén.
2 Los expondrán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y sirvieron, a quienes siguieron, consultaron y adoraron. No serán recogidos para ser enterrados de nuevo, sino que quedarán como abono por el suelo.
3 La muerte valdrá más que la vida para los sobrevivientes de esta raza perversa en cualquier parte donde los haya echado, dice Yavé de los Ejércitos.
Amenazas, lamentaciones, avisos
4 «Les dirás: Así dice Yavé: ¿Acaso el que cae no se levanta, y el que se ha perdido de camino, no vuelve atrás?
5 Pues, ¿por qué este pueblo sigue en su rebeldía, sin querer ceder? Se aferran fuertemente a la mentira y se niegan a convertirse.
6 Ven y oyen, pero hablan otro lenguaje y nadie llora su maldad, diciendo: “¿Qué es lo que he hecho?” Todos prosiguen su loca carrera como un caballo que se lanza a la carga.
7 Hasta la cigüeña, en el cielo, conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla saben la época de sus migraciones. ¡Pero mi pueblo ignora el derecho de Yavé!»
8 ¿Cómo pueden ustedes decir: «Somos sabios y poseemos la Ley de Yavé?» Cuando es bien cierto que la ha cambiado en mentira la pluma falaz de los escribientes.
9 Los sabios pasarán vergüenza, serán confundidos y caerán en la trampa. Como despreciaron la palabra de Yavé, ¿qué les queda ahora como sabiduría?
10 Así, que yo daré sus mujeres a otros, sus campos a nuevos propietarios. Pues desde el más chico hasta el más grande, andan todos buscando su provecho; y desde el profeta hasta el sacerdote todos se dedican a engañar.
11 Curan sólo por encima la herida de la hija de mi pueblo, diciendo: «¡Paz, paz!» siendo que no hay paz.
12 Deberían avergonzarse de sus actos abominables, pero ya no conocen la vergüenza ni se ponen rojos. Por eso, caerán junto con los demás y tropezarán cuando los visite, dice Yavé.
13 Yo me llevaré a todos, dice Yavé: no quedarán racimos en la parra, ni higos en la higuera, y aun las hojas estarán secas.
14 «¿Por qué nos quedamos parados? Juntémonos, entremos en nuestras ciudades fortificadas para morir allí, pues Yavé, nuestro Dios, nos entrega a la muerte y nos da para tomar agua envenenada, porque hemos pecado contra él.
15 Esperábamos la paz, y ninguna cosa buena ha llegado; el tiempo de la curación, y se presenta el miedo.
16 Desde Dan se siente el resuello de sus caballos; al relincho sonoro de sus corceles, toda la tierra tiembla. Vienen a comerse el país y sus bienes, la ciudad y sus habitantes.»
17 Voy a mandarles a ustedes serpientes venenosas, contra las que no exista encantamiento; que los morderán sin remedio, dice Yavé.
18 El dolor se apodera de mí, el corazón me está fallando. 19 El grito de angustia de la hija de mi pueblo se siente a lo largo de todo el país: «¿Ya no está Yavé en Sión?, ¿su Rey ya no está allí?»
19 «¿Por qué me han irritado con sus ídolos, con esas cosas extranjeras, que nada son?»
20 Pasó la siega y se acabó el verano, pero nosotros no hemos sido salvados.
21 La herida de la hija de mi pueblo ha pasado a ser la mía, me siento abatido y espantado.
22 ¿No hay, acaso, bálsamo en Galaad ni queda allí ningún médico? ¿Cómo es, pues, que no mejora la salud de la hija de mi pueblo?
23 ¡Quién pudiera cambiar mi cabeza en una vertiente y que de mis ojos brotara un arroyo de lágrimas, para así llorar, día y noche, los muertos de la hija de mi pueblo!

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Comentarios Jeremías, capítulo 8
8,1

En los capítulos 8-10 se reunieron discursos que Jeremías pronunció en el tiempo del rey Joaquim.

En aquel tiempo no existía todavía nuestra Biblia. Las partes de ella que ya se tenían escritas no salían de la biblioteca del Templo o del palacio. Para el pueblo, eran palabra de Dios las tradiciones conservadas por los sacerdotes, y sus decisiones que aplicaban la Ley de Dios; también lo eran las palabras de los profetas que transmitían respuestas de Dios para un determinado momento.

Pero estas dos fuentes de la fe se han corrompido: ya no se puede conocer el sentido de los acontecimientos que vive la nación.

El trozo 8,10-12 reproduce lo dicho en 6,12-15.

En 8,21 y 8,13 notamos la sensibilidad de Jeremías ante las desgracias de su pueblo.
Jeremías (Jer) Capítulo 9
1 ¿Quién me diera, en el desierto, una posada de viajeros,
1 para dejar a mi pueblo e irme lejos de ellos?
1 Porque son todos unos adúlteros, una pandilla de traidores.
2 Estiran su lengua como un arco;
2 es la mentira y no la verdad
2 lo que prevalece en este país.
2 Sí, van de crimen en crimen.
2 ¡Y a Yavé no lo conocen!
3 Que cada uno desconfíe de su amigo
3 y que no tenga confianza ni en su hermano,
3 porque el hermano sólo piensa en suplantar al otro
3 y el amigo anda levantando calumnias.
4 Se engañan unos a otros,
4 nunca dicen la verdad,
4 su lengua está acostumbrada a mentir,
4 y no pueden convertirse.
5 Viven en la mentira
5 y la mentira les impide conocerme.
6 Por eso, así habla Yavé de los Ejércitos:
6 «Voy a probarlos en el fuego del crisol,
6 ¿qué otra cosa puedo hacer con la hija de mi pueblo?
7 Su lengua es una flecha que mata,
7 diciendo mentiras;
7 le desean al prójimo la paz,
7 pero, en su corazón, le preparan una trampa.
8 ¿Y no he de castigarles yo por estas cosas?, dice Yavé.
8 ¿De gente como ésta, no me vengaré?»
9 Lancen por los montes gemidos y lamentos, y un canto fúnebre por el pasto del desierto, porque ha sido quemado, y nadie pasa por allí, ni se oyen los mugidos del ganado. Desde los pájaros del cielo hasta las bestias, todas han huido, han desaparecido.
10 «Voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá, un desierto donde nadie viva.»
11 ¿Quién es bastante sabio para comprender estos acontecimientos? ¿A quién se lo ha dicho la boca de Yavé para que lo publique? ¿Por qué el país está perdido, incendiado como el desierto, por donde nadie pasa?
12 Yavé lo ha dicho: Es que han abandonado mi Ley, que les había dado; no han oído mi voz ni la han seguido,
13 sino que, yendo tras la inclinación de su duro corazón se han marchado con los baales, que sus padres les enseñaron.
14 Por eso, así dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel: «Yo daré de comer ajenjo a este pueblo y les voy a dar de beber agua envenenada.
15 Los desparramaré entre las naciones que no conocieron ni ellos ni sus padres, y detrás de ellos enviaré la espada hasta acabar con todos.»
16 ¡Oigan! ¡Llamen a las lloronas, que vengan!
16 ¡Busquen a las más peritas y que vengan!
17 Que se apresuren en entonarnos una canción fúnebre.
17 Dejen que lloren nuestros ojos
17 y que derramen llanto nuestros párpados.
18 Sí, una queja llega desde Sión:
18 «¡Ah, qué arruinados
18 y avergonzados estamos!
18 Tener que abandonar la patria
18 y ver nuestras casas destruidas.»
19 Ustedes, mujeres, escuchen la palabra de Yavé,
19 reciban sus oídos la palabra de su boca,
19 enseñen a sus hijas este canto fúnebre,
19 y, unas a otras, esta lamentación:
20 «La muerte ha trepado por nuestras ventanas
20 y ha entrado en nuestros palacios;
20 ha segado al niño en la calle,
20 a los jóvenes en la plaza.
21 Los cadáveres humanos yacen
21 como guano por el campo,
21 como gavillas tras el segador,
21 sin que haya nadie que los recoja.»
La verdadera sabiduría
22 Así dice Yavé: «Que no se alabe el sabio por su sabiduría, ni el valiente por su valentía, ni el rico por su riqueza.
23 Quien quiera alabarse, que busque su alabanza en esto: en tener inteligencia y conocerme. Yo soy Yavé, y mi obrar en la tierra no es más que bondad, rectitud y justicia. Estas son las cosas que me gustan, palabra de Yavé.
24 Se acerca el tiempo, dice Yavé, en que castigaré a los circuncidados junto con los que no lo son:
25 a Egipto, Judá, Edom, los hijos de Ammón, Moab, y a todos los árabes que se afeitan las sienes y que viven en el desierto. Pues todos estos pueblos no son circuncidados, y la gente de Israel no ha circuncidado su corazón.

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Comentarios Jeremías, capítulo 9
9,11

Como dijimos respecto de 8,8, la sabiduría del creyente no es como una regla de vida individual que todos leerían igual en la Biblia y seguirían sin importar los lugares y el tiempo. La sabiduría está en comprender los acontecimientos: el pueblo de Dios debe responder al desafío que Dios presenta a los hombres mediante las circunstancias de este momento.

Por eso, ahora no nos basta conocer la letra de la Biblia, necesitamos que comunidades y personas con vocación profética actualicen la Palabra para el tiempo que vivimos.
9,22

Muchos padres sacrifican la vida entera para que su hijo siga sus estudios, y sienten orgullo si llega a la universidad. Jeremías nos recuerda que esto no basta para dar la verdadera sabiduría: ¡qué distancia, muchas veces, entre nuestra educación técnica y nuestros conocimientos, o más bien nuestra ignorancia en lo que toca a la fe! Deberíamos sentir vergüenza al comparar el tiempo que perdemos en charlas interminables, o frente a programas de TV superficiales, con el que consagramos a conocer a Dios y escuchar su Palabra.

Conocer a Yavé, que tiene compasión, que hace justicia en la tierra y la gobierna según el derecho, es el medio para mantenerse firme frente al mal; también es lo que nos dará de seos de imitar a Dios y dedicarnos a llevar bondad, derecho y justicia a la tierra.
Jeremías (Jer) Capítulo 10
Los ídolos y el Dios verdadero
1 Escucha lo que dice Yavé, pueblo de Israel.
2 Así habla Yavé:
2 «No se acostumbren al proceder de los paganos ni teman las señales del cielo, aunque a ellos les asusten.
3 Porque el Dios Terrible de los pueblos es pura nada. Es un palo cortado en un bosque, labrado con azuela por las manos del maes tro
4 y luego adornado con plata y oro,
9 con láminas de plata importada de Tarsis y con oro de Ofir; hechura del escultor y de las manos del platero, todos ellos son únicamente obras de artistas. Los visten de púrpura violeta y roja y los sujetan con clavos, a golpes de martillo, para que no se muevan.
5 Sus ídolos son como un espantapájaros en un sandial, que no hablan; y tienen que ser transportados, pues no pueden andar. No les tengan miedo, que no pueden hacer ni el mal ni el bien.
6 ¡No hay como tú, Yavé; tú eres grande, y grande es tu Nombre poderoso!
7 ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Sí, a ti se te debe temer, porque entre todos los sabios de las naciones y entre todos sus reinos no hay nadie como tú.
8 Todos ellos son bestias y estúpidos, pues sus ídolos demuestran su necedad.  
10 Pero Yavé es el verdadero Dios, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra, y las naciones no pueden aguantar su cólera.
11 Así hablarán ustedes de ellos: «Los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo.»
12 El hizo la tierra con su poder, estableció el mundo con su sabiduría y con su inteligencia extendió los cielos.
13 Cuando él levanta su voz, se amontonan las aguas en los cielos; llama las nubes desde los extremos de la tierra, hace brillar relámpagos en el aguacero y saca de sus depósitos el viento.
14 Así queda descalificada la sabiduría de los mortales. El platero debería avergonzarse de su ídolo, porque sus estatuas no son más que mentira, que nunca respiran.
15 Son tonterías, obras ridículas, que serán juzgadas y desaparecerán.
16 No es así Aquel que es la herencia de Jacob, pues él ha formado el universo, e Israel es su tribu heredera, su nombre es Yavé de los Ejércitos.
Pánico en el país
17 Prepara tus maletas y sal del país, tú que estás rodeada de sitiadores.
18 Pues así habla Yavé: «Voy a lanzar muy lejos a los habitantes del país y los haré perseguir de manera que los alcancen.»
19 ¡Pobre de mí! ¡Qué herida! Mi llaga es incurable. Y yo que decía: «Es un sufrimiento que se puede aguantar.
20 Pero ahora mi carpa está destruida y todos sus cordeles cortados. Mis hijos me han abandonado, no queda ninguno. Ya no hay nadie que pueda levantar mi carpa o extender mis toldos.»
21 Es que los pastores han sido estúpidos, no han buscado a Yavé, por esto les fue mal y todo su rebaño fue dispersado.
22 Oigan esta noticia. ¡Atiendan! El ruido de una gran muchedumbre se acerca desde el norte, vienen a reducir las ciudades de Judá en un desierto, guarida de chacales.
Oración de Jeremías
23 Tú sabes, Yavé, que el hombre no es dueño de su camino, y mientras camina no está seguro de sus pasos.
24 Corrígenos, Yavé, pero con prudencia, sin enojarte, no sea que desaparezcamos.
25 Derrama tu enojo sobre las naciones que no te conocen, sobre los pueblos que no han invocado tu Nombre. Mira cómo están devorando a Jacob y se lo comen hasta terminarlo. Ya le han arruinado su casa.

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Comentarios Jeremías, capítulo 10
10,23

Corrígenos, Yavé, pero con prudencia. Ahí, de repente, se manifiesta el corazón de Jeremías. No olvida que es israelita y pide a Dios que castigue a esas naciones poderosas que vienen a destruir a Judá cuando les da la gana. Después de repetir tantas veces que esos enemigos son enviados por el propio Yavé en contra de Judá, ahora se rebela.
Jeremías (Jer) Capítulo 11
Jeremías defiende la reforma de Josías
1 Palabras que dirigió Yavé a Jeremías:
2 «Habla a los hombres de Jerusalén
3 y diles: Así habla Yavé, Dios de Israel: Maldito el hombre que no escuche las palabras de esta alianza,
4 que yo impuse a los padres de ustedes el día en que los saqué de ese horno purificador que es Egipto. Les dije entonces: Oigan mi voz y actúen conforme a todo lo que les mando; y así serán mi pueblo y yo seré su Dios 5 y cumpliré el juramento que hice a sus padres de darles una tierra que mana leche y miel (como es el caso ahora).»
5 Yo respondí: «Sí, Yavé.»
6 Y Yavé me dijo: «Publica este aviso en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén: “Escuchen las palabras de esta alianza y cúmplanlas.
7 Pues constantemente les advertí a sus padres, y sin cesar se lo he repetido, desde que los hice subir de Egipto hasta el día de hoy: “Escúchenme.”
8 Pero no me escucharon ni me hicieron caso, sino que cada uno siguió la inclinación de su corazón perverso. Entonces yo cumplí contra ellos todas las palabras de esta alianza que les había ordenado observar y no observaron.»
9 Y añadió Yavé: «Se han puesto de acuerdo los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén
10 para volver a las maldades de sus mayores, que no quisieron escuchar mis palabras. También éstos se han ido tras dioses extranjeros para servirles. La casa de Israel y la de Judá han roto mi alianza que yo había pactado con sus padres.
11 Por eso, así habla Yavé: Les voy a mandar una catástrofe de la cual nadie podrá escapar. Y aunque me pidan auxilio, no los ayudaré.
12 ¡Que vayan, entonces, las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén a clamar a los dioses a los que quemaban incienso! Estos dioses no les darán ningún socorro cuando les pase la desgracia.
13 ¡Porque tan numerosos como tus ciudades son tus dioses, Judá! E igual al número de las calles de Jerusalén es la cantidad de altares que ustedes han levantado para ofrecer incienso a Baal.
14 En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni eleves por él súplicas ni oraciones; porque no los voy a oír cuando me llamen en el momento de la desgracia.»
15 ¿Qué viene a hacer mi amada en mi Casa? ¡Su manera de actuar es pura viveza! ¿Crees que los votos y las carnes consagradas te limpiarán de tu maldad o que te podré purificar por todo eso?
16 Olivo verde, hermoso por su fruto magnífico, éste era el nombre que te había puesto Yavé. Pero con gran estrépito, le prendió fuego a su follaje y se han quemado sus ramas.
17 Y Yavé de los cielos, que te había plantado, te ha condenado a la desgracia, a causa del mal que se hizo a sí misma la gente de Israel y la de Judá por haber quemado incienso a Baal, haciendo que me enojara por esto.
Complot contra Jeremías
18 Yavé me dio un aviso que pude comprobar. Tú, Yavé, me abriste los ojos para que viera sus maniobras.
18 12,6«Cuídate, me dijiste, pues hasta tus hermanos y tus familiares te traicionan y te critican abiertamente por detrás de ti. No confíes en sus buenas palabras.»
19 ¡Y yo que no tenía más sospecha que el cordero al que llevan tranquilo para matarlo! No sabía lo que estaban tramando para perderme: «Hagámosle tragar unas buenas pruebas, hasta que desaparezca de entre los vivos, y nadie se acordará más de su nombre.»
20 Pero tú, Yavé de los Ejércitos, que pronuncias sentencias justas, conoces el corazón y las intenciones de los hombres; a ti he entregado mi causa y estaré presente cuando tú hagas justicia.»
21 Esta es la sentencia que ha pronunciado Yavé en contra de los hombres de Anatot, que me amenazaron de muerte y me dijeron: «Deja de hacerte el profeta de Yavé, y te perdonaremos la vida.»
22 Yavé dice: «Por eso, les pediré cuentas. Sus jóvenes serán muertos a espada; sus hijos y sus hijas perecerán de hambre.
23 No podrán salvarse los hombres de Anatot el año que les pida cuentas y les mande la desgracia.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 11
11,1

Este capítulo es uno de los pocos que nos presentan la predicación de Jeremías en los años siguientes al «descubrimiento de la Ley» y a la reforma de Josías (ver 2 Re 22). Por un tiempo, el rey Josías, deseoso de hacer todo lo posible en servicio de Yavé, despertó un fervor nuevo. Sin embargo, al leer lo que aquí dice Jeremías, se comprueba que no fue ni podía ser una conversión profunda. Un pueblo no se hace más responsable sin que Dios lo haya hecho pasar por el crisol.
Jeremías (Jer) Capítulo 12
¿Por qué tienen suerte los malos?
1 Yavé, tú tienes siempre la razón cuando yo hablo contigo, y, sin embargo, hay un punto que quiero discutir: ¿Por qué tienen suerte los malos y son felices los traidores?
2 Los plantas en esta tierra y en seguida echan raíces, crecen y dan frutos, a pesar de que te honran con puras palabras y estás lejos de sus corazones.
3 En cambio, a mí me conoces, Yavé; me has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al matadero y señálalos para el día de la matanza.
4 ¿Hasta cuándo estará de luto el país? ¿Permanecerá seco el pasto de los campos? Aves y bestias ya han perecido por causa de la maldad de los hombres, pues ellos dicen: «Dios no ve nuestra conducta.»
5 «Si te cansa correr con los de a pie, ¿cómo competirás con los de a caballo? Si en país tranquilo no te sientes seguro, ¿qué harás en los bosques del Jordán?»
Quejas del Señor
6 Tus hermanos y parientes
Tambien te van a traicionar;
Te irán criticando a tus espaldas.
No te fíes de ellos
Cuando te digan hermosas palabras.
7 Abandoné mi casa,
7 dejé mi propiedad,
7 he entregado lo que más quería
7 en manos de mis enemigos.
8 Los míos se han portado conmigo
8 como un león de la selva,
8 que ha lanzado contra mí sus rugidos;
8 por eso, les tengo rencor.
9 ¿Será acaso mi pueblo un buitre de plumaje feo,
9 para que todos los demás se lancen contra él?
9 ¡Ea, júntense ustedes, fieras salvajes,
9 vayan a devorar!
10 Muchos pastores han saqueado mi viña,
10 han pisoteado mi propiedad
10 y han convertido mi campo, que tanto quería,
10 en un potrero sin pasto.
10 Lo han dejado hecho una lástima,
10 sin nada de vegetación.
11 ¡El país está totalmente destruido
11 y nadie se conmueve por eso!
12 Los saqueadores han subido
12 a todas las alturas peladas del desierto,
12 pues Yavé tiene una espada que devora
12 de un extremo al otro del país
12 y nadie se salvará.
13 Sembraron trigo, y cosecharon espinas:
13 se han cansado inútilmente.
13 Les da vergüenza lo poco que han cosechado,
13 por la mucha ira de Yavé.
14 Así ha dicho Yavé: «A todos mis malvados vecinos, que han invadido la propiedad que yo le había regalado a mi pueblo Israel, los voy a arrancar de su suelo. Y a la casa de Judá la arrancaré de en medio de ellos.
15 Pero después de haberlos arrancado, de nuevo me compadeceré de ellos y los haré volver a cada uno a su propiedad, a cada uno a su país.
16 Y si aprenden con cuidado los preceptos de mi pueblo, de tal modo que lleguen a jurar en nombre mío: “Por vida de Yavé”, así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, entonces serán establecidos en medio de mi pueblo.
17 Pero si se niegan a obedecerme, arrancaré a aquella gente y la haré desaparecer, dice Yavé.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 12
12,1

Por primera vez Jeremías pregunta sobre la prosperidad de los malos. Lo mismo harán los salmos 73 y 49 y, sobre todo, el libro de Job. Jeremías no pregunta sin motivo: es diariamente perseguido.

Si te cansa correr con los de a pie, ¿cómo competirás con los de a caballo? (5). La respuesta de Yavé parece dura: solamente anuncia a Jeremías otras pruebas más crueles (es lo que significa ese refrán). Cuando sus verdaderos amigos vacilan, Dios no les ofrece alivio, sino que más bien les propone nuevos sacrificios.

El versículo 12,6 tiene su lugar en 11,18.
12,14

Este párrafo no es de Jeremías, sino que lo insertaron aquí después que los judíos volvieron del Exilio.
Jeremías (Jer) Capítulo 13
El cinturón en el río y los cántaros rotos
1 Yavé me dijo así: «Anda a comprarte un cinturón de lino y póntelo a la cintura, pero no lo metas al agua.»
2 Compré el cinturón, según la orden de Yavé, y me lo puse a la cintura.
3 Por segunda vez me llegó una palabra de Yavé: «Toma el cinturón que compraste y que llevas a la cintura, baja al torrente Para y escóndelo en la grieta de una roca.»
4 Y fui a esconderlo, conforme a la orden de Yavé.
5 Después de muchos días, Yavé me dijo:
6 «Anda al torrente y busca el cinturón que te mandé esconder.»
7 Fui al torrente Para, recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido, pero estaba podrido y no servía para nada.
8 Entonces Yavé me dijo:
9 «De este modo destruiré el orgullo de Judá y la fama de Jerusalén.
10 Este pueblo malvado que no quiere escuchar mi palabra y se deja llevar por su corazón endurecido y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, quedará como el cinturón que ya no vale nada.
11 De la misma manera que un hombre se ciñe un cinturón a la cintura, así quise tener junto a mí a la gente de Judá para que fueran mi pueblo, mi honra, mi gloria y mi adorno, pero ellos no han escuchado.»
12 Tú les dirás también estas palabras: «Todo cántaro se llenará de vino.» Y si te responden: «¿Es ésta una novedad, que un cántaro se llene de vino?»
13 tú les dirás: «Ustedes son los cántaros, y a todos los llenará Yavé hasta que queden borrachos. Y se estrellarán los habitantes de este país, el uno contra el otro, y los padres contra sus hijos, tanto los reyes, sucesores de David, como los sacerdotes y los profetas, junto con los habitantes de Jerusalén.»
14 Así dice Yavé: «No tendré piedad ni misericordia, y sin perdón los destruiré.»
Perspectivas de destierro
15 ¡Oigan, pongan atención, no sean tan creídos, pues es Yavé el que habla!
16 Reconozcan a Yavé, su Dios, antes que llegue la noche y sus pies tropiecen en las oscuras montañas. Ustedes esperaban la luz, pero él la cambia en sombra de muerte y, luego, en total oscuridad.
17 Si ustedes no hacen caso a este aviso, lloraré en silencio por ese su orgullo, y mis ojos verterán lágrimas cuando el rebaño de Yavé sea llevado cautivo.
18 Di al Rey y a la Reina Madre: Siéntense en el suelo, porque ha caído de sus cabezas su corona gloriosa.
19 ¡Las ciudades del Negueb han sido cerradas y nadie viene a abrirlas! Todo Judá es deportado, deportado en masa.
Aviso a Jerusalén impenitente
20 Levanta tus ojos, Jerusalén, y mira a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que estaba a tu cargo, las ovejas que eran tu orgullo?
21 ¿Qué dirás cuando aquéllos te visiten como vencedores, siendo que tú los habías acostumbrado a tus intimidades? ¿No se apoderarán de ti dolores como de una mujer que da a luz?
22 Tú te preguntarás, tal vez: «¿Por qué me suceden todas estas desgracias?» A causa de tu gran perversidad te han arrancado los vestidos y te han pegado en los talones.
23 ¿Puede un negro etíope cambiar su piel o una pantera, su pelaje? Y ¿pueden ustedes actuar correctamente, ustedes que están acostumbrados al mal?
24 Los dispersaré, pues, como paja liviana arrebatada por el viento del desierto;
25 ése es tu premio, el salario de tu rebelión, que yo te había reservado, dice Yavé, porque a mí me echaste al olvido y te entregaste a la Mentira.
26 Yo mismo levantaré tus vestidos, hasta tu cara, para que se vea tu vergüenza.
27 ¡Ah!, tus adulterios y tus gritos de placer, tu descarada prostitución, en los cerros y en los campos, todas tus monstruosidades, yo las he visto.
27 Desgraciada Jerusalén, ¿hasta cuándo, todavía, estarás impura?

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Comentarios Jeremías, capítulo 13
13,12

A los que no quieren ver, Dios los vuelve ciegos (Jn 9,39). A los que lo desprecian, Dios hace que se deshonren a sí mismos por sus vicios (Rom 1,24). A los que prefieren seguir un camino de locos, Dios les embriagará para que se pierdan por su propia locura.
Jeremías (Jer) Capítulo 14
La gran sequía
1 Estas son palabras dirigidas a Jeremías a propósito de la gran sequía:
2 Judá está de duelo, y sus ciudades van a la ruina; están en el suelo, y de Jerusalén suben lamentos.
3 Los ricos mandaron a los pobres a buscar agua; 4 fueron a los pozos y no encontraron, y volvieron con sus cántaros vacíos.
4 Ya no produce la tierra por falta de lluvia y los campesinos andan apenados, cubierta la cabeza en señal de luto.
5 Hasta los animales del campo abandonan sus crías porque no hallan pasto.
6 Los burros se paran sobre los cerros pelados, aspiran el aire como suelen hacer los chacales, y desfallecen porque no hay ni un cardo.
7 Aunque nuestras faltas nos acusen, tú, Yavé, haz algo para gloria de tu nombre. En verdad, muchas son nuestras rebeldías, y grande nuestro pecado contra ti.
8 Oh Yavé, esperanza de Israel, que nos salvas en tiempo de angustia, ¿por qué te portas como extranjero en este país, o como huésped por una sola noche?
9 ¿Por qué has de ser como un hombre aturdido, como un guerrero que no salva a los suyos? Pues tú estás entre nosotros, Yavé, y sobre nosotros fue invocado tu Nombre: no nos desampares.
Respuesta de Dios: no intercedas por este pueblo
10 Esto dice Yavé respecto de este pueblo: ¡Cómo les gusta correr de acá para allá, si no paran un momento! Yavé no los quiere, pues se acuerda ahora de sus crímenes y del castigo que merecen.
11 Y añadió Yavé: No ruegues por la felicidad de este pueblo.
12 Aunque ayunen, no escucharé su súplica; aunque me presenten holocaustos y ofrendas, no los aceptaré. Al contrario, me preparo para acabar con ellos por la espada, el hambre y la peste.
13 Yo exclamé: ¡Señor Yavé! Mira cómo los profetas andan diciendo: «Ustedes no verán la espada, ni sufrirán de hambre, sino que les voy a dar una paz que dure, en este lugar.»
14 Yavé me respondió: Estos profetas andan anunciando mentiras en mi nombre; yo no los mandé, ni les di órdenes, ni les hablé. Falsas visiones, adivinaciones sin cometido, sueños de su imaginación, eso es lo que profetizan.
15 Por consiguiente, así habla Yavé: Estos profetas, que profetizan en mi nombre, siendo que yo no los he mandado, y que declaran que en este país no habrá ni espada ni hambre; estos profetas morirán, justamente, por espada y por hambre.
16 En cuanto a la gente a quien profetizaban, quedará tirada por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada; pues no habrá nadie para enterrarla, ni a sus mujeres, ni a sus hijos e hijas. Haré recaer sobre ella misma su maldad.
17 Les dirigirás estas palabras:
17 De mis ojos están brotando lágrimas día y noche, sin parar, porque un gran mal aqueja a la hija de mi pueblo, una herida muy grave.
18 Si salgo al campo, veo personas atravesadas por la espada; si me vuelvo a la ciudad, encuentro a la gente torturada por el hambre. Y por más que se muevan los profetas y los sacerdotes, no encuentran la razón de esto.
Nueva intervención de Jeremías
19 ¿Has rechazado para siempre a Judá,
19 o tu alma está aburrida con Sión?
19 ¿Por qué nos has herido sin esperanza de mejorar?
19 Esperábamos la paz, y ninguna cosa buena llegó,
19 la hora de nuestra mejoría, y se presentó el susto.
20 Reconocemos, Yavé, nuestra maldad,
20 la deuda de nuestros padres
20 y que hemos pecado contra ti.
21 No nos desprecies más, por el honor de tu Nombre; no profanes más el trono de tu Gloria y no olvides tu alianza con nosotros.
22 ¿Hay acaso, entre los ídolos de los paganos, quién haga llover, o son los cielos los que dan los chubascos?
22 ¿No eres tú únicamente, Yavé?
22 ¡Oh Dios nuestro, sólo en ti esperamos,
22 y tú eres quien ha hecho todas estas cosas!

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Comentarios Jeremías, capítulo 14
14,1

El poema que empieza aquí se termina en 15,4. Jeremías se presenta ante Yavé como los sacerdotes solían hacerlo en el Templo para confesar públicamente los pecados del pueblo, esperando el momento en que pudieran dar una respuesta alentadora en nombre del Dios que perdona. Jeremías se presenta como solidario del pueblo: «nosotros»; pero Dios no lo quiere escuchar.

¡Oh Yavé, no nos desampares! (9) Jeremías está atormentado por la suerte de su pueblo. ¿Acaso Dios no puede perdonar?, ¿no puede salvar? Aquí el hombre se enfrenta con el misterio de Dios. Jeremías no obtiene respuesta; Dios tampoco contesta a Job; y Jesús no obtiene respuesta en su agonía del huerto de Getsemaní.

Mira cómo los profetas andan diciendo: Ustedes no verán la espada (13). No faltan los falsos profetas que dan seguridades a una sociedad aferrada a falsos principios. Frente a ellos, Jeremías pasa por un amargado.
Jeremías (Jer) Capítulo 15
1 Y me dijo Yavé: Aunque Moisés y Samuel vinieran en persona a rogar por este pueblo, mi corazón no se compadecería de él. ¡Echalos de mi presencia, que se vayan lejos!
2 Y si te preguntan: ¿Dónde? Diles: Así habla Yavé:
2 Quien está condenado a la peste, a la peste;
2 quien a la espada, a la espada;
2 quien al hambre, al hambre;
2 y quien al cautiverio, al cautiverio.
3 Los someteré a cuatro tiranos, dice Yavé: la espada para matarlos, los perros para despedazarlos, las aves de rapiña y las fieras salvajes para devorarlos y aniquilarlos. (
4 Haré que su suerte infunda terror a todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por sus crímenes cometidos en Jerusalén.)
Los desastres de la guerra
5 ¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén?
5 ¿Quién te consolará?
5 ¿Quién se detendrá para preguntar por tu salud?
6 Tú me has dejado, dice Yavé, tú me has vuelto la espalda. Por eso, ahora extiendo mi mano para destruirte, pues ya me cansé de perdonarte.
7 Los he pasado por el harnero en las ciudades del país. He dejado sin hijos a mi pueblo para que desaparezca, porque no ha querido dejar el mal camino.
8 Sus viudas son más numerosas que las arenas del mar. He dejado caer al salteador, en pleno día, sobre las madres de los jóvenes guerreros; de repente, se han apoderado de ellas el miedo y el terror.
9 La madre que tuvo siete hijos está avergonzada y desalentada y se le acaba el resuello porque se puso el sol de su vida aun en pleno día. Y a los que queden todavía los haré morir a espada, en presencia de sus enemigos, dice Yavé.
12 ¿Serás capaz de romper el hierro, el hierro que viene del norte, y el bronce?
13 Tu riqueza y tus tesoros voy a entregarlos al saqueo en pago por todos tus pecados cometidos dentro de tus fronteras.
14 Te haré esclavo de tus enemigos en un país que no conoces, porque mi cólera ha pasado a ser un fuego que los va a quemar.
¿Por qué me has abandonado?
10 Ay de mí, ¡madre mía!, ¿por qué me diste a luz? Soy hombre que trae líos y contiendas a todo el país. No les debo dinero, ni me deben; ¡pero todos me maldicen!
11 Di, Yavé, si no te he servido bien: ¿no intercedí ante ti, por mis enemigos, en el tiempo de la desgracia y de la angustia? Tú lo sabes.
15 Yavé, acuérdate de mí y defiéndeme y véngame de mis perseguidores. No detengas más tu ira. Piensa que por tu causa soporto tantas humillaciones.
16 Cuando me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh, Yavé Sabaot!
17 Yo no me sentaba con otros para bromear, sino que, apenas tu mano me tomaba, yo me sentaba aparte, pues me habías llenado de tu propio enojo.
18 ¿Por qué mi dolor no tiene fin y no hay remedio para mi herida? ¿Por qué tú, mi manantial, me dejas de repente sin agua?
19 Entonces Yavé me dijo: «Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán que volver a ti, pero tú no volverás a ellos.
20 Haré que tú seas como una fortaleza y una pared de bronce frente a ellos; y si te declaran la guerra, no te vencerán, pues yo estoy contigo para librarte y salvarte.
21 Te protegeré contra los malvados y te arrancaré de las manos de los violentos.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 15
15,10

Texto impresionante en el que Jeremías confiesa una crisis personal.

No es nada fácil ser profeta. La palabra de Dios no es bien recibida. El que lucha por la verdad pocas veces es comprendido, hasta en su propia casa. El profeta lleva en sí como una quemadura las palabras de Dios que lo hicieron diferente a los demás, y ya no puede compartir la alegría fácil y las pequeñeces con las que sus paisanos se conforman.

Tus palabras eran para mí gozo y alegría (16). La palabra de Dios trae consigo el sabor de la verdad y da algo de la presencia del mismo Dios. El precio de esta alegría es estar condenado a vivir solo. Por ahora, la palabra de Dios se impone al profeta, pero bien pronto tal vez será dejado solo: ¿y si Dios mañana no estuviere con él?

Separa el oro de la escoria (19), es decir, deja hablar lo bueno y noble que hay en ti, y acalla estos temores y quejas que provienen de la naturaleza débil.
Jeremías (Jer) Capítulo 16
No te busques esposa
1 Me llegó una palabra de Yavé:
2 «No te busques esposa, ni tengas hijos e hijas en este lugar,
3 porque ésta es la sentencia de Yavé respecto a los hijos y a las hijas nacidas en este lugar, respecto a sus padres y también a sus madres que los dieron a luz en este país:
4 Todos morirán miserablemente, sin que ni siquiera los lloren ni los sepulten. Sus cadáveres se pudrirán sobre la tierra y servirán de comida para las aves de rapiña y para las fieras.»
5 Y Yavé insistió: «No entres en la casa donde celebran un duelo. No llores con ellos ni te lamentes en voz alta. Porque, en adelante, no daré más mi paz a este pueblo, ni le haré misericordia, ni le tendré compasión.
6 En ese país morirán grandes y chicos, sin que los sepulten ni los lloren.
6 En este país ya no se harán cortes en el cuerpo, ni se cortarán el pelo en homenaje a los muertos.
7 Tampoco se repartirá pan en los velorios, ni se ofrecerá vino para consolar a los deudos. Nadie servirá a los hijos la copa del consuelo el día de la muerte de sus padres.
8 No entres en la casa donde celebran una fiesta, para sentarte con ellos y comer y beber.
9 Pues Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel, dice: Haré desaparecer de este lugar, y ante tus propios ojos, todo grito de alegría y de gozo, y también los cantos de los novios.»
10 Cuando tú anuncies a este pueblo todas estas cosas, te preguntarán: «¿Por qué nos amenaza Yavé con estas enormes desgracias? ¿Qué crimen o qué pecado hemos cometido contra Yavé, nuestro Dios?»
11 Entonces tú les contestarás: «Porque sus padres me dejaron, dice Yavé, y se fueron con otros dioses sirviéndoles e hincándose ante ellos; y a mí me despreciaron y no observaron mis mandamientos.
12 Y ustedes, sí, ustedes, han actuado peor que sus padres; pues cada uno de ustedes hace lo que le aconseja su corazón duro y perverso en vez de escucharme.
13 Los voy a echar de este país a otro que ni ustedes ni sus padres conocen; ¡allí podrán ustedes servir a esos dioses, día y noche, que yo ya no les haré más caso!»
14 Sin embargo, se acerca el tiempo —dice Yavé—, en que no dirán: «Viva Yavé porque sacó a los hijos de Israel del país de Egipto»,
15 sino «Viva Yavé que trajo a los hijos de Israel del país del norte y de todos los países adonde los había echado». ¡Yo los devolveré a la tierra que había dado a sus padres!
16 Yo enviaré primero a muchos pescadores, dice Yavé, que los pescarán; después, a numerosos cazadores, que los perseguirán por montes y cerros, y hasta en las cavernas de las montañas.
17 Porque estoy mirando todos sus caminos, sin que ninguno se me oculte y sin que su culpa escape a mi vista.
18 Les haré pagar el doble por su crimen y sus pecados, ya que profanaron mi tierra con los cadáveres de sus ídolos y llenaron mi propiedad con sus abominaciones.
19 ¡Oh Yavé, mi fuerza y mi fortaleza,
19 mi refugio en el día de la desgracia!
19 A ti vendrán a verte las naciones
19 desde los últimos límites de la tierra, y dirán:
19 Era sólo mentira lo que se transmitían nuestros padres,
19 y vanidad y falta de poder.
20 ¿Puede un hombre fabricarse sus dioses?
20 ¡Qué va, ésos no son dioses!
21 Y se lo voy a mostrar,
21 pues esta vez les demostraré,
21 cómo son mi mano y mi poder,
21 y así sabrán que mi nombre es Yavé.

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Comentarios Jeremías, capítulo 16
16,1

No te busques esposa (2). Yavé es el Esposo verdadero; el amor apasionado y fiel de Dios para con su pueblo es el modelo del amor conyugal. Ya que los profetas llegaron a ser como la boca y los representantes de Dios, todo lo que hacen tiene valor de signo. No pueden buscar un matrimonio feliz mientras Israel, esposa de Yavé, le vuelva la espalda a su Dios.

Por eso, antes de Jeremías, otro profeta, Oseas, conoció el sufrimiento del esposo traicionado (Os 3,1). Ezequiel ve morir de repente a su esposa (Ez 24,15). Jeremías no tendrá esposa ni hijos: no le corresponde casarse en el momento en que se destruye la primera alianza. Más tarde, ni Juan Bautista, ni el apóstol Juan, ni Pablo se casarán: eso será un signo. Así darán a entender que ya no viven sino para la próxima boda de Cristo y de su Iglesia, de la cual el matrimonio es solamente una imagen.
16,10

Vienen a continuación trozos de discursos que Jeremías pronunció en tiempos muy diferentes.

Se notará 17,5-11, cuyo contenido se encuentra en varios salmos, especialmente en el salmo 1.
Jeremías (Jer) Capítulo 17
Pecado de idolatría y su castigo
1 El pecado de Judá está escrito con un punzón de acero, con una punta de diamante; está grabado sobre la tabla de su corazón y sobre los cuernos de sus altares.
2 Sus altares y sus postes sagrados lo recuerdan debajo de los árboles verdes, en las lomas altas
3 y los cerros del llano. Tu riqueza y todos tus tesoros los entregaré al saqueo, en pago por todos tus pecados cometidos en tus santuarios altos por todo tu territorio.
4 Tendrás que desprenderte de la propiedad que te había regalado, y te haré esclavo de tus enemigos en una tierra desconocida, porque has encendido el fuego de mi ira, que quemará eternamente.
Sentencias de sabiduría
5 Así habla Yavé:
5 ¡Maldito el hombre que confía en otro hombre,
5 que busca su apoyo en un mortal,
5 y que aparta su corazón de Yavé!
6 Es como mata de cardo en la estepa;
6 no sentirá cuando llegue la lluvia,
6 pues echó sus raíces
6 en lugares ardientes del desierto,
6 en un solar despoblado.
7 ¡Bendito el que confía en Yavé,
7 y que en él pone su esperanza!
8 Se asemeja a un árbol plantado
8 a la orilla del agua,
8 y que alarga sus raíces hacia la corriente:
8 no tiene miedo de que llegue el calor,
8 su follaje se mantendrá verde;
8 en año de sequía no se inquieta,
8 ni deja de producir sus frutos.
9 El corazón es lo más complejo,
9 y es perverso: ¿quién puede conocerlo?
10 Yo, Yavé, yo escudriño el corazón
10 y sondeo las entrañas;
10 yo doy a cada cual según su conducta
10 y según el fruto de sus obras.
11 El que amontona riquezas injustamente
11 es como la perdiz que se echa sobre huevos ajenos;
11 tendrá que dejarlas, en la mitad de su vida,
11 y al final no será más que un insensato.
12 Un trono glorioso y excelso,
12 es nuestro Santuario:
13 esperanza de Israel, Yavé,
13 los que te traicionan serán confundidos.
13 Los que se rebelan serán borrados del país,
13 porque abandonaron el manantial de agua viva.
Sálvame y estaré salvo
14 ¡Devuélveme la salud, Yavé, y quedaré sano! ¡Sálvame y estaré a salvo! Pues mi esperanza eres tú.
15 Mira cómo me dicen: ¿Una palabra más de Yavé? ¡Que se cumpla, pues!
16 A pesar de esto yo no te he obligado a lo peor, no he anhelado que llegue el día fatal, tú lo sabes bien; todo lo que ha salido de mis labios está claro para ti.
17 No me hagas caer en el susto, tú, que eres mi refugio en el tiempo malo.
18 ¡Que sean humillados mis perseguidores y no yo; que ellos tiemblen de miedo, no yo! Desata sobre ellos todas las calamidades, aplástalos bien aplastados.
Observar el sábado
19 Me llegó una palabra de Yavé: «Anda a la puerta que llaman “Puerta del Pueblo”, por donde entran los reyes de Judá. Irás también a las demás puertas de Jerusalén
20 y dirás: Escuchen la palabra de Yavé, ustedes reyes de Judá, y también ustedes que habitan en Jerusalén y pasan por estas puertas:
21 Si ustedes quieren salvar la vida, cuiden de no llevar carga el día sábado, y de no hacer entrar en Jerusalén sus productos en ese día.
22 No salgan cargados ese día, ni hagan trabajo alguno, sino que santifiquen el día sábado como se lo mandé a sus padres.
23 Ellos no me obedecieron ni escucharon mi mandato. Se pusieron duros de cabeza, para no oír ni aceptar mis advertencias.
24 Pero si ustedes me hacen caso, palabra de Yavé, y santifican el día sábado, sin realizar en él trabajo alguno, y no entran cargados por las puertas de Jerusalén, entonces habrá reyes que se sientan en el trono de David.
25 Entrarán por estas puertas con sus carros y sus caballos, ellos y sus cortesanos, y también la gente de Judá y de Jerusalén, y esta ciudad será habitada siempre.
26 Aquí subirán los habitantes de las ciudades de Judá, de los alrededores de Jerusalén, de la tierra de Benjamín, de la Tierra Baja, de los cerros y del sur, trayendo víctimas y sacrificios, incienso y ofrendas, en acción de gracias al Templo de Yavé.
27 Pero si no me escuchan, y no santifican este día, trabajando y llevando sus cargas por las puertas de Jerusalén, prenderé fuego a esas puertas, y devorará los edificios de Jerusalén. Y nadie lo apagará.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 17
17,19

Cuiden de no llevar carga el día sábado (21). Jeremías denunció las prácticas religiosas que no van acompañadas por una vida recta; pero no por eso menosprecia el respeto a las leyes de Dios.

La ley del descanso (es lo que significa en hebreo la palabra sábado) es para el hombre la manera de dejar en su existencia un lugar para Dios. Parar las faenas ese día es como afirmar que no seremos más felices con esclavizarnos a nuestros trabajos; y damos a Dios algo que él nos devolverá al ciento por uno (ver Gén 2,3; Ex 20,8; Lev 25,20).
Jeremías (Jer) Capítulo 18
En la casa del alfarero
1 Aquí viene una palabra que Yavé dirigió a Jere mías:
2 «Levántate y baja a la casa del que trabaja la greda; allí te haré oír mis palabras.»
3 Bajé, pues, donde el alfarero que estaba haciendo un trabajo al torno.
4 Pero el cántaro que estaba haciendo le salió mal, mientras amoldaba la greda. Lo volvió entonces a empezar, transformándolo en otro cántaro a su gusto.
5 Yavé, entonces, me dirigió esta palabra:
6 «Yo puedo hacer lo mismo contigo, pueblo de Israel; como el barro en la mano del alfarero, así eres tú en mi mano.
7 A veces yo hablo respecto de algún reino o de alguna nación, amenazando con destruir y arrancar.
8 Mas ellos cambian su proceder, dejando la maldad que yo denunciaba. Entonces, yo también cambio mis proyectos y ya no les quiero causar ningún mal.
9 Otras veces, yo hablo respecto de alguna nación, o de algún reino, prometiendo edificar y plantar.
10 Mas ellos hacen lo que me desagrada y dejan de escuchar mi voz. Entonces yo también me arrepiento y ya no quiero hacerles el bien que prometía.
11 Pues bien, oigan lo que dice Yavé a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: Sepan que yo estoy preparando contra ustedes una desgracia. Arrepiéntanse cada uno de su mal proceder, y mejoren su conducta y sus obras.»
12 Pero ellos respondieron: «¡Basta! Nosotros haremos según nos parezca.» Y cada uno sigue sus propias ideas, por malas que sean.
Mi pueblo me ha olvidado
13 Debido a todo esto, así habla Yavé: Averigüen entre las naciones y vean si alguien oyó cosa semejante: una cosa horrible ha hecho la virgen de Israel.
14 ¿Han visto ustedes que haya desaparecido de las altas cumbres la nieve del Líbano, o que se hayan secado las aguas poderosas, frescas y corrientes?
15 ¡Y bien, mi pueblo me ha olvidado y quema incienso a cosas que no valen nada! Lo han desviado de sus caminos, de sus viejos senderos, para tomar caminos horrorosos, rutas intransitables.
16 Lograrán que su país se vuelva un desierto, un objeto de risa eterna: todo el que pase quedará sorprendido de eso y meneará la cabeza.
17 Como si fuera el viento de oriente, los desparramaré frente al enemigo. La espada y no la cara les mostraré, en el día de su calamidad.
Con ocasión de un atentado contra Jeremías
18 Ellos decían: «Vengan, tramemos un atentado contra Jeremías, porque no por eso van a faltar sacerdotes que nos digan la Ley, ni sabios que den consejos, ni profetas que transmitan palabras de Yavé. Vengan, debemos contradecirle y no hacer más caso a todas sus palabras.»
19 Atiéndeme, Yavé,
19 mira lo que dicen mis adversarios.
20 ¿Acaso se paga mal por bien?
20 ¿Y cómo es que ellos están haciendo un hoyo para mí?
20 Recuérdate cómo me presenté a ti
20 para hablarte en su favor
20 y para apartar de ellos tu ira.
21 ¡Entrega, pues, sus hijos al hambre,
21 déjalos a merced de la espada!
21 Que sus mujeres se queden sin hijos ni maridos.
21 ¡Que sus esposos sean muertos por la peste
21 y sus jóvenes atravesados por la espada en la guerra!
22 Que se oigan salir gritos de sus casas
22 cuando tú envíes, de repente, contra ellos,
22 bandas de salteadores,
22 ya que han cavado una fosa para cazarme
22 y han escondido trampas por donde yo paso.
23 Tú, Yavé, conoces en detalle
23 sus planes asesinos contra mí.
23 No perdones su crimen
23 ni se te olvide su pecado.
23 ¡No pierdas de vista su destrucción,
23 cuando se desate tu cólera, actúa, no más, contra ellos!

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Comentarios Jeremías, capítulo 18
18,1

En varios lugares de la Biblia, la comparación del alfarero se usó para expresar que Dios es dueño absoluto y conduce a su voluntad la vida de todos: individuos y naciones (ver Is 29,16 y Rom 9,30). Aquí, la misma comparación sirve para dar otra enseñanza que completa la primera: que el hombre es libre.

Si ellos cambian su proceder..., yo también cambio mis proyectos (8). A cada momento, uno puede convertirse, y Dios actuará como corresponde. No hay un plan de Dios escrito de antemano, de manera que estemos obligados a cumplirlo, empujados al bien o al mal por algún destino fatal. Dios nos crea a cada momento y ejecuta su plan sobre el mundo recreando cada día la relación libre que mantiene con nosotros. La Biblia mantiene esas dos afirmaciones: que a Dios nada se le escapa, y que al mismo tiempo somos libres.
Jeremías (Jer) Capítulo 19
El jarro roto
1 Esta fue la palabra de Yavé: «Anda a comprarte un jarro de greda. Que te acompañen algunos ancianos del pueblo y algunos sacerdotes.
2 Parte después en dirección del valle de Ben-Hinón, a la entrada de la Puerta de los Alfareros, y pronuncia allí este discurso, que yo te dictaré. 3 Comenzarás así:
3 Escuchen la palabra de Yavé, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel. Voy a mandar una calamidad tal sobre este lugar, que le zumbarán los oídos a quien la oiga,
4 por haberme abandonado, profanando este lugar, y ofrecido incienso a dioses extranjeros que ni ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá conocían. Han llenado este lugar de sangre inocente
5 y han construido santuarios altos a Baal para quemar a sus hijos; siendo que yo jamás lo había prescrito u ordenado, ni se me había pasado por la mente.
6 Por esto, se está acercando el día en que este lugar ya no se llamará Tofet ni valle de Ben-Hinón, sino Valle de la Muerte.
7 Reduciré a nada las esperanzas de Judá y Jerusalén en este lugar; los haré caer bajo la espada de sus enemigos, a manos de los que buscan su muerte; daré sus cadáveres por comida a las aves de rapiña y a las fieras salvajes.
8 Transformaré este lugar en un desierto, en un objeto de risa, de manera que cualquiera que pase quedará admirado y silbará al ver tantas heridas.
9 Les haré comer la carne de sus hijos e hijas, y se devorarán entre ellos, en medio del angustioso asedio y de la miseria a que los reducirán sus enemigos, que quieren quitarles la vida.
10 Después de decirles todo esto, harás pedazos este jarro en presencia de los que te hayan acompañado,
11 y les dirás: Así habla Yavé de los Ejércitos: Voy a despedazar a este pueblo y esta ciudad, como se hace añicos un vaso de greda, sin que pueda componerse. Y se harán los entierros en Tofet por no haber lugar en otra parte.
12 Así haré con este lugar, dice Yavé, hasta convertir esta ciudad en un Tofet.
13 Las casas de los reyes de Judá y las de Jerusalén serán impuras como el lugar de Tofet; ¡todas aquellas casas, en cuyas terrazas quemaron incienso al ejército del cielo y derramaron vino a los dioses extranjeros!»
Altercado en el Templo
14 Al volver Jeremías de Tofet, lugar donde Yavé lo había enviado a profetizar, se paró a la entrada de la Casa de Yavé. Allí dijo ante toda la gente:
15 Escuchen esta palabra del Dios de Israel, Yavé: «Mando a esta ciudad y a los pueblos de su alrededor todas las calamidades con las que los he amenazado, porque se rebelaron contra mí, y se negaron a escucharme.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 19
19,14

Jeremías profetiza solo. Aparentemente no le ayudan ni seguidores, ni grupos religiosos. Algunos se cansan de oírlo siempre amenazando.
Jeremías (Jer) Capítulo 20
1 El sacerdote Pasjur, hijo de Immer, que era primer encargado de la Casa de Yavé,
2 al oír a Jeremías, mandó apalearlo, y lo hizo sujetar con cadenas en el calabozo de la puerta alta de Benjamín, que está en la Casa de Yavé.
3 Al día siguiente, sacó Pasjur a Jeremías del calabozo. Entonces Jeremías le dijo: «Para Yavé, ahora, no eres más Pasjur, sino que te ha llamado: Terror para todos.»
4 Porque así dice Yavé: «Yo te entregaré al terror, junto con tus amigos, los cuales serán muertos por sus enemigos ante tus propios ojos.
5 Entregaré a toda la gente de Judá en manos del rey de Babilonia para que sean llevados a esa ciudad o muertos a espada. Entregaré a los enemigos las riquezas de Jerusalén, tanto sus reservas como sus cosas preciosas, y los tesoros de los reyes de Judá. Los enemigos saquearán y tomarán todo, llevándoselo a Babilonia.
6 A ti también, Pasjur, te llevarán a Babilonia, junto con todos los que viven en tu casa. Allí morirás y serás sepultado, igual que tus amigos, a quienes engañas con profecías falsas.»
Me has seducido, Yavé
7 Me has seducido, Yavé, y me dejé seducir por ti. Me tomaste a la fuerza y saliste ganando. Todo el día soy el blanco de sus burlas, toda la gente se ríe de mí.
8 Pues me pongo a hablar, y son amenazas, no les anuncio más que violencias y saqueos. La palabra de Yavé me acarrea cada día humillaciones e insultos.
9 Por eso, decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía.
10 Yo oía a mis adversarios que decían contra mí: «¿Cuándo, por fin, lo denunciarán?» Ahora me observan los que antes me saludaban, esperando que yo tropiece para desquitarse de mí.
11 Pero Yavé está conmigo, él, mi poderoso defensor; los que me persiguen no me vencerán. Caerán ellos y tendrán la vergüenza de su fracaso, y su humillación no se olvidará jamás.
12 Yavé, Señor, tus ojos están pendientes del hombre justo. Tú conoces las conciencias y los corazones, haz que vea cuando te desquites de ellos, porque a ti he confiado mi defensa.
13 ¡Canten y alaben a Yavé, que salvó al desamparado de las manos de los malvados!
14 ¡Maldito sea el día en que nací
14 en que mi madre me dio a luz:
14 ¡No sea bendito!
15 Maldito sea el que avisó a mi padre
15 y le colmó con esa alegría:
15 «Te ha nacido un hijo varón.»
16 Que ese hombre sea como aquellas ciudades
16 que Yavé ha destruido sin compasión;
16 que sienta el grito de alarma en la mañana
16 y el clamor de guerra al mediodía,
17 porque no me hizo morir en el seno materno.
17 ¡Mi madre habría sido mi tumba
17 y yo me habría quedado siempre en su seno!
18 ¿Para qué, pues, salí de sus entrañas?
18 ¿Para vivir angustia y tormento
18 y acabar mis días en la humillación?

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Comentarios Jeremías, capítulo 20
20,7

Esta «confesión» recuerda la del capítulo 15. El portador de la verdad es rechazado y burlado, sencillamente porque habla en nombre de una certeza que ellos no recibieron. No olvidemos que Jeremías vivió seis siglos antes de Jesús y mucho tiempo antes de que se supiera del más allá, y entenderemos mejor sus llamados a la justicia divina.

Me tomastes a la fuerza. ¿Qué cosa más comprensible si Dios es el amor?

Pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente (9). Fuerza irresistible de la palabra de Dios. Cuesta más callarla que enfrentar la oposición de los hombres. Pablo dirá, en forma algo semejante, que no puede sustraerse a la obligación de predicar el Evangelio (1 Cor 9,16). Aquí debemos revisar las ideas demasiado simples que tal vez tenemos respecto de nuestra libertad.

Decidí no recordar más a Yavé. Pero, cuando se trate de pasar a los actos, la fidelidad impondrá la decisión. La maldición que sigue, en los ver sículos 14-18, será recogida y desarrollada en el capítulo 3 de Job.
Jeremías (Jer) Capítulo 21
Respuesta a los enviados de Sedecías
1 Estas fueron las palabras que dirigió Yavé a Jeremías, cuando el rey Sedecías le mandó a Pasjur, hijo de Malaquías y al sacerdote Sofonías, hijo de Mahasías, para que le dijeran:
2 «Consulta, en nombre de nosotros, a Yavé, pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando; a lo mejor Yavé vuelve a hacer para nosotros algunos de sus milagros, y el enemigo se retira de nuestra presencia.»
3 Jeremías les contestó: «Lleven a Sedecías esta respuesta: Esto dice Yavé, Dios de Israel:
4 Yo haré retroceder las armas que ustedes llevan en sus manos y con las que combaten en las murallas de la ciudad, al rey de Babilonia y a los caldeos que los están sitiando, y las amontonaré en medio de la ciudad.
5 Y yo mismo pelearé contra ustedes a mano limpia y con la camisa arremangada, con rabia, con ira y con gran indignación.
6 Enviaré sobre los habitantes de esta ciudad, hombres y bestias, una terrible peste, para que mueran.
7 Después de eso, dice Yavé, a Sede cías, rey de Judá, a sus sirvientes y a la gente de esta ciudad que haya escapado de la peste, de la espada y del hambre, los entregaré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en manos de sus enemigos que quieren quitarles la vida. Los matarán con la espada, sin tener con ustedes consideración, ni piedad, ni compasión.»
8 Y hablarás a este pueblo: «Esto dice Yavé: Les presento a ustedes dos caminos, el de la vida y el de la muerte.
9 El que se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre y de peste; en cambio, el que salga y se rinda a los caldeos, sus sitiadores, vivirá: salvará su vida por lo menos.
10 Pues yo le he vuelto la cara a esta ciudad para su mal, no para su bien, dice Yavé. Caerá en manos del rey de Babilonia, que le prenderá fuego.»
Aviso a los gobernantes
11 A los magistrados del rey de Judá le dirás: Servidores de la dinastía de David, oigan lo que les dice Yavé; 12 éstas son sus palabras:
12 Hagan justicia correctamente, cada día, libren al oprimido de las manos de su opresor; de lo contrario mi cólera va a estallar como un incendio y no va a haber nadie para apagarlo.
13 ¡Aquí me tienes, tú que dominas el valle, como peñón en la llanura! dice Yavé. Tú decías: «¿Quién nos asaltará y penetrará en nuestros refugios?»
14 Vengo a pedirles cuentas, dice Yavé. ¡Prenderé fuego al bosque y quemará todos sus alrededores!
Jeremías (Jer) Capítulo 22
Primero, la justicia
1 Yavé me dijo: «Baja al palacio del rey de Judá, y allí entregarás esta palabra:
2 Escucha la palabra de Yavé, rey de Judá que reinas sentado en el trono de David. Así te dice Yavé a ti y a tus servidores y a todo tu pueblo que entra por estas puertas:
3 Practiquen la justicia y hagan el bien, libren de la mano del opresor al que fue despojado; no maltraten al forastero ni al huérfano ni a la viuda; no les hagan violencia, ni derramen sangre inocente en este lugar.
4 Si cumplen esto, entonces los reyes sucesores de David seguirán entrando por estas puertas, pasarán con sus carros y sus caballos, con su gente y con su pueblo.
5 Pero si no escuchan estas palabras, les juro por mí mismo, Yavé es quien habla, este palacio será destruido.»
6 Pues así se expresa Yavé respecto a este palacio de Judá:
6 Me gustaría verte ensalzado como el país de Galaad, como una cumbre del Líbano, mas te voy a dejar hecho un desierto o una ciudad sin habitantes.
7 Estoy preparando a los que te van a asaltar con hacha en mano, echarán abajo tus cedros más hermosos para tirarlos al fuego.
8 Y cuando la gente de cualquiera nación pase frente a esta ciudad se preguntarán unos a otros: «¿Por qué Yavé habrá tratado así a esta gran ciudad?»,
9 les contestarán: «Es porque faltaron a su palabra con Yavé, su Dios, y se arrodillaron delante de otros dioses para servirlos.»
Contra Yoacaz
10 No lloren al que murió ni estén apenados por él. Lloren, más bien, por el que se va, pues no volverá más ni jamás verá su país natal.
11 Esto es lo que ha decidido Yavé sobre Salum, hijo de Josías, rey de Judá, que sucedió en el trono a su padre, y que ha salido de aquí:
12 Nunca más volverá, sino que morirá en el lugar adonde lo llevaron prisionero, y jamás verá este país.
Contra Joaquim
13 ¡Pobre de aquel que edifica su casa con abusos, y levanta sus pisos sobre la injusticia! ¡Pobre de aquel que se aprovecha de su prójimo y lo hace trabajar sin pagarle su salario!
14 Tú piensas: «Me voy a construir un palacio suntuoso, con pisos espaciosos; luego abriré ventanas y las cubriré con madera de cedro, toda pintada de rojo.»
15 ¿Acaso hace falta el cedro para que seas rey? ¿Le faltó acaso a tu padre comida o bebida? Sin embargo, se preocupaba de la justicia y todo le salía bien.
16 Juzgaba la causa del desamparado y del pobre.
16 Yavé te pregunta: «¿Conocerme no es actuar en esa forma?»
17 Pero nada ves o conoces sino tu propio interés; y esto, derramando sangre, y manteniendo la opresión y la violencia.
18 Esta es la suerte que, por orden de Yavé, correrá Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá. Nadie dirá sollozando por él: «¡Ay de mi hermano, ay de mi hermana!» Nadie dirá sollozando por él: «¡Ay, Señor! ¡Ay, su Majestad!»
19 Será enterrado como un burro, lo arrastrarán y lo tirarán fuera de las puertas de Jerusalén.
20 Sube a los cerros del Líbano y grita; levanta tu voz desde los cerros de Basán y de lo alto del Abarim, porque todos tus amantes han sido aplastados.
21 Te hablé cuando te sonreía la fortuna y dijiste: «No tengo ganas de oír.» Te has acostumbrado desde tu juventud a no escuchar mi voz.
22 El viento dispersará a todos tus pastores, y tus amantes partirán al destierro. Entonces quedarás avergonzada y decepcionada de todos esos amantes.
23 Tú, que hiciste tu casa en el Líbano, que anidabas entre los cedros, ¡cómo te irás a quejar cuando sientas dolores y angustias como de una mujer que da a luz!
Contra Jeconías
24 ¡Por mi vida, dice Yavé, aunque Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, fuese un anillo en mi mano derecha, lo arrancaría de allí!
25 Te entregaré a los caldeos, que te buscan y que te atemorizan ,
26 y te echaré a ti y a tu madre, que te engendró, a otro país donde ustedes no nacieron, pero donde van a morir.
27 Y a esta tierra, a la que tanto desean volver, no volverán jamás.
28 Este tal Jeconías, ¿es, acaso, un trasto viejo e inservible que ya nadie quiere? ¿Por qué han sido expulsados él y su familia y echados a un país que no conocían?
29 ¡Tierra, tierra, tierra!, escucha esta palabra de Yavé:
30 Inscriban en el registro a este hombre así: «Sin hijos, un fracasado en su vida.» Pues nadie de su sangre logrará restablecerse sobre el trono de David para reinar en Judá.

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Comentarios Jeremías, capítulo 22
22,1

El poema 21,1-10 se refiere al segundo bloqueo de Jerusalén en el año 588. En cambio, en 21,11-22,30 se reúnen oráculos en contra de la familia real, antes del primer sitio, en los años 605-598. Sobre esos reyes, ver 2 Reyes 22,38-47.

En esos años, nobles y funcionarios de Jerusalén viven como lo han hecho siempre, sin preocuparse ya por las continuas crisis del reino. Antes de mucho, sin embargo, todos serán muertos o desterrados.
Jeremías (Jer) Capítulo 23
El buen pastor
1 «¡Ay de esos pastores que pierden y dispersan las ovejas de mis praderas!»
2 Así habla Yavé, el Dios de Israel, contra los pastores que pastorean a mi pueblo: «Ustedes han dispersado mis ovejas y las han echado en vez de preocuparse de ellas. Pero ahora me voy a preocupar de ustedes por todo el mal que cometieron, palabra de Yavé.
3 Voy a reunir el resto de mis ovejas, llamándolas de todos los países adonde las haya dispersado. Las haré volver a sus pastos, donde se criarán y se multiplicarán.
4 Yo pondré al frente de ellas pastores que las cuiden, y nunca más temerán o serán asustadas. Ya ninguna se perderá.»
5 Así dice Yavé: «Llega el día en que yo haré surgir un hijo de David que se portará como rey justo y prudente.
6 El gobernará este país según la justicia y el derecho. En aquel tiempo Judá gozará de paz, e Israel permanecerá seguro. Y éste es el nombre que le darán: Yavé-nuestra-justicia.
7 Llegará también el tiempo, dice Yavé, en que ya no se dirá más: «Viva Yavé, que ha sacado a los hijos de Israel de la tierra de Egipto»,
8 sino: «Viva Yavé, que sacó y trajo a la raza de Israel del país del norte y de todos los países donde los había desparramado, para que habiten de nuevo en su propia tierra.»
Contra los falsos profetas
9 Para los profetas.
9 Se me parte el corazón en mi pecho,
9 tiemblo de pies a cabeza;
9 quedo como un borracho
9 que ha volteado el vino,
9 al ver a Yavé y oír sus santas palabras:
10 «El país está repleto de adúlteros; y porque los he maldecido, el país está de duelo y se han secado los oasis del desierto. Corren para hacer el mal y se empeñan en actuar injustamente.
11 Hasta el profeta y el sacerdote se han vuelto im píos, y en mi propia Casa me he topado con su maldad, dice Yavé.
12 Por eso, su camino se les hará resbaladizo en la oscuridad; caerán y se irán al suelo cuando llegue el año del castigo y les envíe la desgracia.»
13 No he encontrado más que estupidez en los profetas de Samaria: profetizaron en nombre de Baal y extraviaron a mi pueblo Israel.
14 Luego vi cosas horrorosas en los profetas de Jerusalén: adulterio, apego a la mentira. Apoyan a los perversos de tal manera, que nadie se arrepiente de su maldad. Para mí son todos ellos como Sodoma, y los habitantes son como los de Gomorra.
15 Esta es, por tanto, la sentencia de Yavé de los Ejércitos sobre estos profetas: Les daré como comida ajenjo, y como bebida agua envenenada, porque a partir de los profetas de Jerusalén la corrupción ha cundido por todo el país.
16 Esto dice Yavé: No escuchen las palabras de estos profetas que profetizan para ustedes, porque los engañan contándoles las visiones de su propia imaginación y no lo que sale de la boca de Yavé.
17 A aquellos que desprecian la palabra de Yavé les aseguran «que tendrán paz», y a todos los que siguen los caprichos de su corazón, «que ninguna desgracia les va a suceder».
18 Pero, ¿quién de ellos ha asistido a una reunión con Yavé? ¿Quién ha visto y oído su palabra? ¿Quién se ha fijado en sus palabras para transmitirlas?
19 El temporal de Yavé estalla, una tempestad se desencadena y se precipita sobre las cabezas de los impíos.
20 Es la cólera de Yavé que no se calmará hasta que no haya cumplido y realizado el propósito de su corazón. Después entenderán ustedes todo esto claramente.
21 Yo no mandé a estos profetas ¡y vinieron corriendo! Tampoco les hablé y se pusieron a profetizar.
22 ¿Acaso asistieron a alguna reunión conmigo? ¡Entonces, que transmitan mis palabras a mi pueblo, que lo hagan volverse de su mal camino y de sus obras perversas!
23 ¿Soy yo un Dios sólo de cerca?, dice Yavé, ¿no soy Dios también de lejos?
24 ¿O puede un hombre ocultarse en un escondite sin que yo lo vea?, dice Yavé. El cielo y la tierra, ¿no los lleno yo?, dice Yavé.
25 Me he puesto a escuchar lo que dicen los profetas que profetizan en mi nombre falsamente; sus palabras son: «¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!»
26 ¿Hasta cuándo habrá, entre los profetas, profetas de mentira que profetizan falsamente y que cuentan lo que han inventado?
27 Pretenden, con los sueños que unos a otros se cuentan, hacer olvidar mi Nombre a mi pueblo, como sus padres se olvidaron de mi Nombre por seguir a Baal.
28 El profeta que ha tenido un sueño cuenta su sueño, pero el que ha recibido mi palabra transmite mi palabra de verdad.
28 ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?, dice Yavé.
29 ¿No es mi palabra como fuego que quema o como martillo que rompe la roca?
30 Pues bien, dice Yavé, voy a castigar los profetas, dice Yavé, que se roban mis palabras unos a otros;
31 que no tienen más que abrir su boca para pronunciar oráculos.
32 Voy a castigar los profetas de sueños mentirosos que son buenos para contarlos y que desorientan a mi pueblo con sus embustes y extravagancias. Yo no los he enviado ni les mandado órdenes, y no sirven para nada a este pueblo, dice Yavé.
33 Y cuando esa gente te pregunte: «¿Cuál es la carga de Yavé?», les contestarás: «Ustedes son esa carga, y a ustedes los voy a tirar para afuera,
34 dice Yavé.» Y al profeta, sacerdote u hombre cualquiera que diga: «Carga de Yavé», lo castigaré a él y a su familia.
35 Esto es lo que unos a otros deben decirse ustedes: «¿Qué ha respondido Yavé? o ¿qué ha dicho Yavé?»
36 Pero no usen más la expresión «Carga de Yavé», porque se volverá muy pesada para quien la emplee.
37 Así hay que hablarle a un profeta: «¿Qué te ha contestado Yavé o qué te ha dicho?»;
38 y si alguno llega a exclamar «Carga de Yavé», entonces miren lo que les anuncia Yavé: Puesto que ustedes repiten esa expresión, siendo que les advertí que no la usaran,
39 los levantaré como un fardo y los dejaré caer lejos de mi presencia, junto con la ciudad que regalé a ustedes y a sus padres.
40 Y echaré encima de ustedes una vergüenza eterna, una mancha que nunca se borrará.

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Comentarios Jeremías, capítulo 23
23,1

¡Ay de esos pastores que pierden y dispersan! Este nuevo ataque contra los malos gobernantes da la partida a unas palabras de esperanza.

Voy a reunir el resto de mis ovejas (3). La destrucción del Israel «carnal» prepara la venida del Israel «espiritual». Los hombres se han acostumbrado a ver jefes que abusaban de su poder, a gobernantes que se enriquecían. Pero Dios prepara para su pueblo un pastor que cuidará de las ovejas.

Este es el nombre que le darán: «Yavé-nuestra-justicia»; ésa es una manera de contraponerlo al rey del momento, que se llama Sedecías, o sea, «Yavé-mi-justicia».

Pondré al frente de ellas pastores que las cuiden (4). Al lado del rey justo, Jeremías contempla a otros pastores; al lado del único Pastor, Cristo, hay lugar para quienes se hagan responsables de sus hermanos.

Nunca más temerán o serán asustadas (4). Dios promete la paz definitiva. El nuevo pueblo será más que una continuación del antiguo reino de Israel, y el nuevo rey será más que los reyes de la tierra (ver cómo Jesús desarrolla este punto en Juan 10).

La humanidad espera su unidad en la paz, y la misión de la Iglesia es presentar, desde ahora, una imagen de los diversos pueblos reunidos en Cristo; pero la realidad solamente se alcanzará en la Jerusalén celestial (Apoc 21,22).

En otros lugares, Jeremías expresa la misma esperanza, especialmente en 33,15-18. En Ezequiel 34 se usa la misma comparación del buen pastor, preparando lo que Jesús dirá en Juan 10, Lucas 15,4 y Mateo 9,36.
23,9

Respecto de los falsos profetas, ver también Deuteronomio 13,6 y 18,22 y Jeremías 28.

Las personas poco instruidas en la fe se maravillan ante visiones y sueños, y no comprenden que tales cosas, de un modo especial los sueños, son productos de lo que en nosotros es inconsciente: imágenes se han formado, pero ¿cuáles fuerzas las han movido?
Jeremías (Jer) Capítulo 24
Los dos canastos de higos
1 Yavé me mostró dos canastos con higos, que estaban delante de su templo. Esto pasó después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y a los príncipes de Judá junto con los herreros y los cerrajeros, y los llevó a Babilonia, lejos de Jerusalén.
2 Un canasto tenía higos muy buenos, como son los primeros que maduran; el otro tenía higos podridos, tan malos que no se podían comer.
3 Y me preguntó Yavé: «¿Qué ves, Jeremías?» Le contesté: «Higos. Los buenos son muy buenos; los malos están tan podridos que no se pueden comer.»
4 Entonces me llegó una palabra de Yavé: Esto dice Yavé, Dios de Israel:
5 Así como se mira con gusto estos higos buenos, así me voy a interesar por el bien de los desterrados de Judá, que eché de este lugar al país de los caldeos.
6 Me fijaré que les vaya bien, los haré regresar a su tierra, los reconstruiré en vez de demolerlos, los plantaré en vez de arrancarlos.
7 Les daré un corazón que sea capaz de conocerme a mí, Yavé. Serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón.
8 Pero así como se trata a los higos malos, tan podridos que no se pueden comer, así trataré a Sedecías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de los habitantes de Jerusalén, tanto a los que quedaron en este país como a los que viven en Egipto.
9 Serán motivo de espanto y de vergüenza para todos los reinos de la tierra; se reirán y se burlarán de ellos, serán como un ejemplo de maldición en todos los países adonde los echaré.
10 Enviaré contra ellos la espada, el hambre, la peste, hasta que hayan desaparecido de la tierra que les había dado a ellos y a sus padres.

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Comentarios Jeremías, capítulo 24
24,1

En el año 598 hubo un primer sitio de Jerusalén, la capitulación del rey Joaquim, y un primer destierro. En los diez años que siguieron, tanto el nuevo rey Sedecías como los que quedaron, obraron como si no hubiera pasado nada. Aunque vencidos y pobres, los de Jerusalén pensaron luego que no les había tocado la peor parte y que solamente tenían que lamentar la suerte de los desterrados. Jeremías rechaza esta opinión. Dios se interesa por los desterrados; son ellos el comienzo del futuro pueblo renovado. En cambio, a los de Jerusalén les espera algo peor.
Jeremías (Jer) Capítulo 25
Anuncio de los setenta años de destierro
1 Aquí viene la palabra que fue dirigida a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, el año cuarto del reinado de Joaquim, hijo de Josías, y rey de Judá.
2 Jeremías, el profeta, la transmitió a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén:
3 «Hace ya veintitrés años, desde el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, hasta la fecha, que me habla Yavé. Sin descanso (les predico a ustedes, pero sin que ustedes escuchen.
4 Además, Yavé, sin cesar), les ha mandado a sus servidores los profetas, pero ustedes ni los oyeron ni les hicieron caso.
5 Sus palabras han sido: «Dejen su mala conducta y sus malas acciones, sólo así podrán ustedes permanecer en el territorio que Yavé concedió a ustedes y a sus padres, siempre y por siempre.
6 Y no corran tras otros dioses para servirlos y para arrodillarse ante ellos; no me molesten con las obras que hacen sus manos y yo tampoco les haré mal alguno.
7 Pero ustedes se negaron a oírme, dice Yavé; más aún, me han hecho enojar con esas obras, para su propia desgracia.»
8 Por esto, así se expresa Yavé de los Ejércitos: «Ya que ustedes no quisieron oírme cuando les hablaba,
9 voy a mandar a buscar a una nación del norte, dice Yavé, y la echaré contra este país y sus habitantes; los maldeciré y los convertiré para siempre en motivo de espanto, de burla y de vergüenza.
10 Suprimiré de su casa las manifestaciones de alegría y de contento, los cantos del novio y de la novia, el ruido de la piedra de molino y la luz de la lámpara.
11 Todo este país será saqueado y quedará reducido a un desierto, y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años.
12 Pero, cuando se cumpla este tiempo, castigaré al rey de Babilonia y a su nación por sus crímenes; castigaré al país de los caldeos, dejándolo abandonado para siempre.
13 Haré que se ejecute con este país todo cuanto he pronunciado en su contra, todo lo que está escrito en este libro.
14 Pues también caerán bajo el dominio de naciones más poderosas y de grandes reyes, y les pagaré según sus actos y según la obra que hicieron sus manos.
Castigo de las naciones. Visión de la copa de la ira divina
14 Lo que profetizó Jeremías contra todas las naciones.
15 Yavé, Dios de Israel, me habló de esta manera: «Toma esta copa de vino y pásasela a todas las naciones a las que te voy a enviar,
16 para que beban y se mareen.»
17 Recibí la copa que me entregaba Yavé, y se la di a beber a todas las naciones a las que me envió:
18 (A Jerusalén y a las ciudades de Judá, sus reyes y sus príncipes, para que queden hechos una ruina, un espanto, una payasada, una maldición, como les está ocurriendo ahora.)
19 A Faraón, rey de Egipto, con sus ministros, sus príncipes y su pueblo,
20 y a todos los países del occidente, a todos los reyes de Us; a todos los reyes de los filisteos, a Ascalón, Gaza, Ecrón, y a lo que queda de Azoto;
21 a Edom, a Moab, a los hijos de Ammón;
22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las islas que están al otro lado del mar;
23 a Dedán, a Tema, a Buz y a todos los hombres de cabezas rapadas
24 que viven en el desierto,
25 a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media;
26 a todos los reyes del norte, los que están cerca y los que están lejos, uno detrás de otro; y a todos los reinos que existen sobre la tierra.
27 Y les dirás: «Esta es la orden de Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Tomen, emborráchense, vomiten; caigan al suelo sin poder levantarse bajo la espada que dirigiré contra ustedes.»
28 Y si se niegan a tomar de la copa que tú les presentes, les dirás: «Esto les dice Yavé: Ustedes tienen que beber,
29 porque la ciudad que lleva mi nombre es la primera que empiezo a castigar, ¿y ustedes quedarían sin castigo? No, porque yo mismo dejaré caer la espada contra todos los habitantes de la tierra», dice Yavé de los Ejércitos.
30 Y tú les comunicarás todas estas cosas y les dirás:
30 Ruge Yavé desde lo alto, y grita desde su santa morada. Ruge con fuerza contra su corral y lanza gritos como los que pisan la uva en el lagar. A todos los habitantes de la tierra, hasta el fin del mundo, ha llegado el eco de su voz.
31 Pues Yavé abre el proceso de todas las naciones, pone pleito a todo mortal, y a los impíos los condena a la espada, dice Yavé.
32 Y añade Yavé: La catástrofe se extiende de nación en nación, y una tempestad inmensa estalla desde los confines de la tierra.
33 Y las víctimas de Yavé se extenderán de uno al otro extremo de la tierra; no las recogerán ni las enterrarán, sino que quedarán tiradas por el suelo como guano.
34 Pastores, lancen alaridos y griten,
34 revuélquense en la tierra, dueños del rebaño,
34 porque a ustedes les toca ir al matadero
34 y ser ejecutados como carneros escogidos.
35 No habrá salvación para los pastores
35 ni escapatoria para los dueños.
36 Escuchen los gritos de los pastores
36 y los alaridos de los dueños del rebaño,
36 porque Yavé ha destruido el pasto,
37 ya no hay vida en los potreros verdes
37 por el ardor de la cólera de Yavé.
38 El león ha dejado su guarida,
38 y la tierra se ha convertido en un desierto,
38 bajo los golpes de la espada destructora.

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Comentarios Jeremías, capítulo 25
25,1

El presente capítulo reúne:

1-13. una introducción que debió preceder las profecías pronunciadas por Jeremías contra el pueblo de Judá y que ahora forman los capítulos 1-24 de su libro. En este trozo se notará la profecía sobre los setenta años que debía durar el destierro de los judíos en Babilonia. Es una cifra simbólica, ya que hubo dos destierros, en los años 598 y 587, y muchas salidas después del año 538.

14-38. Una introducción que debía preceder las profecías contra las naciones extranjeras reunidas en los capítulos 46-51.
Jeremías (Jer) Capítulo 26
Arresto y juicio de Jeremías
1 Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá,
2 Yavé me dijo: «Párate en el patio de la Casa de Yavé para decir mis advertencias a todas las ciudades del país de Judá que vienen aquí a postrarse ante mí. Tú les dirás cuanto yo te mande, sin suprimir nada.
3 Puede ser que al escucharte se conviertan del mal que están haciendo. En tal caso, yo también renunciaré al castigo que pensaba darles por sus malas obras.
4 Les dirás: Escuchen esta palabra de Yavé:
4 Ustedes no me hacen caso ni andan según mi Ley, tal como se la enseñé.
5 Hasta ahora no han escuchado las palabras de los profetas que yo les mandé con insistencia. Si ustedes persisten en no escucharlos,
6 trataré a este templo como traté al santuario de Silo, y pondré a Jerusalén como ejemplo; todas las naciones de la tierra reconocerán que yo la maldije.»
7 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en la Casa de Yavé.
8 En cuanto terminó de decir todo lo que Yavé le había ordenado, lo agarraron, diciendo: «Vas a morir
9 por lo que has dicho en nombre de Yavé, que a este templo le pasará lo que a Silo y esta ciudad será arrasada y quedará sin habitantes.» Y se juntó todo el pueblo en torno a Jeremías en la Casa de Yavé.
10 Al enterarse de esto, los jefes de Judá subieron desde el palacio del rey a la Casa de Yavé, donde se sentaron para juzgar el asunto a la entrada de la Puerta Nueva.
11 Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: «Este hombre merece la muerte porque ha hablado de parte de Yavé contra esta ciudad, como ustedes mismos lo han escuchado.»
12 Respondió Jeremías: «Yavé me ha enviado a decirles todas las palabras que han escuchado respecto de su templo y de esta ciudad.
13 Ahora bien, corrijan su conducta y mejoren sus obras, escuchen la voz de Yavé, y él no ejecutará el mal con que los amenaza.
14 En cuanto a mí, estoy en sus manos, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo.
15 Pero sepan que yo soy inocente y, si me matan, cargarán con un crimen, tanto ustedes como la ciudad de Jerusalén y todos sus habitantes, porque es verdad que Yavé me ha enviado para decirles en forma directa todas estas palabras.»
16 Entonces los jefes, apoyados por todo el pueblo, dijeron a los sacerdotes y profetas: «Este hombre no merece la muerte, realmente nos ha hablado en nombre de Yavé, nuestro Dios.»
17 Incluso se levantaron algunos de los ancianos del país y dijeron ante la gente reunida:
18 «Miqueas de Morasti, que profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de Judá, dijo también públicamente: «Sión llegará a ser un campo arado, Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas, el cerro de la Casa de Yavé no será más que una colina abandonada.»
19 ¿Acaso lo hicieron morir por eso Ezequías, rey de Judá, y su pueblo? Más bien temieron a Yavé e imploraron su perdón, hasta lograr que retirara el mal con que los había amenazado. Y nosotros, ¿cómo podríamos actuar de otra manera y cargar con un crimen?»
20 Hubo también otro hombre que profetizó en nombre de Yavé: Urías, hijo de Semaya, de Cariatiarim; él profetizó contra esta ciudad y contra este país exactamente lo mismo que Jeremías.
21 El rey Joaquim, con todos sus oficiales y magistrados, al oír sus palabras, trató de darle muerte. Al tener noticia de eso, Urías, aterrorizado, huyó a Egipto.
22 Pero el rey Joaquim envió a Egipto a algunos hombres a las órdenes de Elnatán, hijo de Acbor, que sacaron a Urías de Egipto
23 y lo condujeron al rey Joaquim, quien lo mandó matar al filo de la espada y arrojar su cadáver a la fosa común.
24 En cuanto a Jeremías, gozaba del favor de Ajigam, hijo de Safán; por eso, no cayó en manos del pueblo que quería matarlo.

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Comentarios Jeremías, capítulo 26
26,1

Se leía en 7,1-15 el discurso contra los que confían en el Templo. Aquí, el secretario de Jeremías, Baruc, del que se hablará más adelante, resume este discurso y dice cuál fue su impacto.

— El pueblo defiende a Jeremías contra los sacerdotes y profetas.

— Jeremías permanece firme en su posición: no puede mostrar ni pruebas, ni milagros para confirmar lo que dice. Lo salva un movimiento de conversión del pueblo: ellos han reconocido la voz de la verdad.

— Se recuerdan las palabras del profeta Miqueas 3,12 en el siglo precedente.

Al fin del capítulo se menciona a la familia de Safán, secretario del rey, que había favorecido la reforma religiosa del rey Josías (ver 2 Re 22,8). El y los suyos protegerán a Jeremías en varias oportunidades.

Este enfrentamiento de Jeremías con los sacerdotes no es casual. Muchas veces los que guardaban la Palabra de Dios se han opuesto a los profetas de su tiempo. Juan Bautista fue desconocido por los sacerdotes, y Jesús, condenado por ellos. Es porque con frecuencia los ministros del culto piensan primero en preservar las instituciones y el sistema del que son guardianes y que los mantiene, mientras que los profetas recuerdan lo esencial y nos invitan a caminar hacia adelante.
Jeremías (Jer) Capítulo 27
Jeremías anda llevando un yugo
1 Al principio del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá,
2 le llegó a Jeremías una palabra de Yavé: «Búscate unos cordeles y un yugo, y colócatelo al cuello,
3 pues tienes que entregar un mensaje al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los amonitas, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de sus embajadores que acaban de llegar a Jerusalén para entrevistarse con Sedecías, rey de Judá.
4 Les darás estas instrucciones para sus señores: Aquí tienen una palabra de Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel, comuníquensela a sus señores:
5 Yo hice, con mi gran poder y con mis intervenciones, la tierra, el hombre y los animales que existen sobre ella, y los doy a quien se me antoje.
6 Ahora bien, acabo de entregar todos estos países a mi mayordomo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le he entregado hasta las bestias del campo para que le sirvan.
7 Y todas las naciones dependerán de él, de su hijo y de su nieto, hasta que le llegue también el turno a su país; entonces los subyugarán poderosas naciones y grandes reyes.
8 A la nación o reino que no se someta a Nabucodonosor, rey de Babilonia, ni agache su cabeza bajo el yugo del rey de Babilonia, los castigaré, dice Yavé, con espada, hambre y peste, hasta que los ponga en sus manos.
9 No hagan, pues, caso ustedes a sus profetas, adivinos, soñadores, augures y hechiceros, que les dicen: «Ustedes no serán súbditos del rey de Babilonia»,
10 pues es falso lo que les profetizan; el resultado será que los barrerán a ustedes de su suelo, que yo los expulsaré y que ustedes perecerán.
11 Pero a la nación que doble su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y le obedezca, la dejaré tranquila en su suelo, dice Yavé, y lo cultivará y vivirá en él.»
12 A Sedecías, rey de Judá, le hablé en los mismos términos, diciéndole: «Pongan sus cuellos bajo el yugo del rey de Babilonia, sométanse a él y a su pueblo y vivirán.
13 ¿Acaso quieres morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como Yavé lo ha amenazado a la nación que no quiera obedecer al rey de Babilonia?
14 No crean a los profetas que les dicen: “Ustedes no serán súbditos del rey de Babilonia”, pues es falso lo que les profetizan.
15 Yo no los mandé, dice Yavé, y lo que anuncian en mi nombre no es cierto. Escúchame, no sea que yo los expulse, y mueran ustedes junto con los profetas que les anuncian eso.»
16 Y a los sacerdotes y a todo el pueblo me dirigí en estos términos: Así habla Yavé: «No hagan caso de lo que les dicen sus profetas, cuando les aseguran que “pronto volverán de Babilonia los utensilios de la Casa de Yavé”, porque no es verdad lo que les profetizan.
17 No les presten atención, sino que obedezcan al rey de Babilonia y vivirán; pues, ¿quieren que esta ciudad se convierta en un montón de ruinas?
18 Si fuesen profetas, si tuvieran la palabra de Yavé, rogarían a Yavé de los Ejércitos por los utensilios que todavía quedan (
19)
20 y de los cuales no se apoderó Nabucodonosor, rey de Babilonia, cuando se llevó cautivo a Jeconías ( ) y a todos los nobles de Judá y Jerusalén.
21 Sí, esto es lo que dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel, sobre los objetos que quedaron en la Casa de Yavé, en el palacio real y en Jerusalén:
22 También ellos serán llevados a Babilonia ( ).»
Jeremías (Jer) Capítulo 28
Jeremías y Ananías
1 Era el principio del reinado de Sedecías, rey de Judá. El mes quinto del cuarto año, el profeta Ananías, que era de Ga baón, se dirigió a mí delante de los sacerdotes y de toda la gente, mientras estaba en la Casa de Yavé. Me dijo:
2 «Así habla Yavé Sebaot, el Dios de Israel: He quebrado el yugo que les impuso el rey de Babilonia.
3 Dentro de dos años haré devolver a este lugar todos los objetos de la Casa de Yavé ( );
4 haré también regresar a Jeconías, rey de Judá, y a todos los cautivos de Judá que fueron desterrados a Babilonia. Pues yo quebraré el yugo del rey de Babilonia, palabra de Yavé.»
5 Entonces Jeremías respondió a Ananías delante de los sacerdotes y de todo el pueblo: «¡Amén!
6 Haga Yavé que se cumplan tus palabras y que devuelvan todos los objetos de la Casa de Yavé y a todos los cautivos.
7 Pero fíjate bien en lo que te voy a decir delante de todos.
8 Los profetas que nos han precedido desde hace mucho tiempo, predijeron a muchos países y a grandes naciones guerra, hambre y peste.
9 Por eso, un profeta que anuncia la paz no será reconocido como verdadero profeta, mandado por Yavé, mientras no se realice lo que él anunció.»
10 Entonces el profeta Ananías tomó el yugo que el profeta Jere mías llevaba sobre el cuello y lo rompió;
11 luego dijo a la gente: «Esto les dice Yavé: Dentro de dos años romperé el yugo que Nabucodonosor impuso a todos los países.» Y el profeta Jeremías se marchó.
12 Pero después Yavé dirigió a Jeremías su palabra:
13 «Anda a decir a Ananías: Has roto yugos de madera; en vez de ellos habrá yugos de hierro.»
14 Porque así habla Yavé: «Yo pongo un yugo de hierro al cuello de todas estas naciones para someterlas a Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que lo sirvan; a todos los he entregado a Nabucodonosor, hasta los animales del campo.»
15 Después Jeremías dijo a Ananías: «Escúchame tú: Yavé no te ha enviado y tú has engañado a este pueblo dándole una falsa seguridad.
16 Por eso así habla Yavé: Yo te echo de la superficie de la tierra y en el presente año vas a morir, por haber incitado a la rebelión contra Yavé.»
17 Y a los dos meses, aquel mismo año, murió Ananías.

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Comentarios Jeremías, capítulo 28
28,1

Como vimos en 22,1, los diez años que transcurrieron entre los dos sitios de Jerusalén, de los años 598 a 588, fueron tiempos de locura y de falsas ilusiones. En cualquier momento había gente que predecía la caída del imperio de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la vuelta de los desterrados. Con mucha valentía Jeremías se levanta en contra de esta falsa esperanza, y predica la sumisión a Nabucodonosor, por lo que es considerado por los jefes ju díos como enemigo de la nación.

Jeremías se enfrenta con los falsos profetas. Cuando los profetas no están de acuerdo, ¿cómo se reconocerá al verdadero? Ver al respecto Deuteronomio 13,6 y 18,22.

Un profeta que anuncia la paz no será reconocido como verdadero profeta... mientras no se realice lo que él anunció (9). Jeremías dice algo más que el Deuteronomio. Desde el tiempo de Elías (ver 1 Re 19,18), la misión de los profetas fue la de interpretar la progresiva caída del reino de Israel, y de anunciar un juicio de Dios. Predijeron algunos éxitos, pero en medio de un continuo retroceso. Por eso, había que desconfiar más de Ananías, que anunciaba la prosperidad, que de Jere mías, que recalcaba las amenazas de Yavé.

Cuando se vive en la injusticia, hay que desconfiar de los que prometen la prospe ridad.
Jeremías (Jer) Capítulo 29
ANUNCIOS DE FELICIDAD
Carta de Jeremías a los desterrados
1 Esta es la carta que el profeta Jeremías escribió desde Jerusalén a los ancianos que no habían muerto, sino que estaban cautivos, a los sacerdotes, profetas y al pueblo en general que Nabucodonosor había desterrado de Jerusalén a Babilonia.
2 La escribió, después de salir de Jerusalén Jeconías, con la reina madre, sus sirvientes, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los herreros y los cerrajeros.
3 La llevaron Elasa, hijo de Safán, y Gamarías, hijo de Elcías, a quienes Sedecías, rey de Judá, había enviado a Babilonia, para que se presentaran al rey Nabucodonosor.
3 La carta decía así:
4 Así habla Yavé, Dios de Israel, a todos los judíos que ha desterrado de Jerusalén a Babilonia:
5 «Edifiquen casas y habítenlas; planten árboles y coman sus frutos; cásense y tengan hijos e hijas.
6 Casen a sus hijos y a sus hijas para que se multipliquen y no disminuyan.
7 Preocúpense por la prosperidad del país donde los he desterrado y rueguen por él a Yavé; porque la prosperidad de este país será la de ustedes.»
7 Pues así habla Yavé:
10 «Cuando se cumplan los setenta años en Babilonia, los visitaré y cumpliré mi promesa de hacerlos volver a su país.
11 Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes; les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza, palabra de Yavé.
12 Cuando me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé;
13 y cuando me busquen me encontrarán, siempre que me imploren con todo su corazón.
14 Entonces haré que me encuentren; volverán sus desterrados, que yo reuniré de todos los países y de todos los lugares adonde los expulsé. Y luego los haré volver de donde fueron desterrados, palabra de Yavé.
15 En cuanto a eso de que ustedes hablan: «Yavé nos ha dado también aquí, en Babilonia, profetas»,
16 así dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel:  
8 No se dejen engañar por los profetas, ni por los adivinos que hay entre ustedes, ni crean en sus sueños, fruto de su imaginación.
9 Porque sin que yo los haya mandado se aprovechan de mi nombre para profetizar mentiras, dice Yavé.
9 Respecto al que ocupa el trono de David y a toda la población de esta ciudad, hermanos de ustedes, que no los acompañaron en el destierro,
17 esto es lo que ha decidido Yavé de los Ejércitos: Voy a mandar contra ellos la espada, el hambre y la peste, y van a quedar como higos podridos, que de malos no se pueden comer.
18 Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste. Producirán terror a todos los reinos de la tierra, y serán motivo de maldición, de admiración, de burla y de risa para todas las naciones adonde los arroje.
19 Pues no quisieron hacerme caso, dice Yavé, cuando les hablaba por medio de mis servidores los profetas, los que les estuve mandando sin parar. Se negaron a oírme.
20 ¡Pero ustedes, los desterrados que envié de Jerusalén a Babilonia, pongan atención a lo que les dice Yavé!
21 «Sobre Ajab, hijo de Colaya, y Sede cías, hijo de Masaya, que abusaron de mi nombre para anunciar mentiras, esto es lo que dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Is rael: Los entregaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que les dará muerte en presencia de ustedes mismos.
22 Y su caso dará pie para esta maldición, que usarán corrientemente todos los desterrados judíos que están en Babilonia: “Que Yavé te trate como a Sedecías y a Ajab, que fueron asados al fuego por el rey de Babilonia.”
23 Porque hicieron algo que es una infamia en Israel, a saber, cometieron adulterio con las mujeres de sus compañeros y anduvieron diciendo en mi nombre cosas que yo no les había mandado, dice Yavé.» Yo, sin embargo, lo sé y soy testigo, palabra de Yavé.
Reacción de un desterrado ante la carta de Jeremías
24 Semaías, de Nejelam,
25 despachó en su propio nombre cartas al sacerdote Sofonías, hijo de Masaya, que decían:
26 «Yavé te ha puesto como sacerdote en lugar de Yoyada, para que detengas en la Casa de Yavé a cualquier fanático que quiera pasar por profeta, y le amarres las manos y lo metas en el calabozo.
27 Entonces, ¿por qué no has prohibido actuar a Jeremías de Anatot, que se las da de profeta entre ustedes?
28 Ya que nos ha enviado a Babilonia este mensaje: “Su permanencia por allá será larga. Construyan casas y habítenlas; planten árboles frutales y aprovechen sus frutos.”
29 Habiendo leído el sacerdote Sofonías esta carta a Jeremías,
30 Yavé le dirigió la palabra al profeta: Manda este recado a los desterrados:
31 “Esto es lo que piensa hacer Yavé con Semaías de Nejelam por haber profetizado sin autorización haciéndoles creer en mentiras:
32 Yo castigaré a Semaías de Nejelam y a su familia. Ninguno de los suyos habitará en medio de este pueblo ni verá el bien que voy a hacer a mi pueblo, dice Yavé, porque ha empujado a mi pueblo a la desobediencia contra Yavé.”»

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Comentarios Jeremías, capítulo 29
29,1

En esos años 598-587, mientras los de Jerusalén se vuelven cada día más ciegos, Jeremías quiere orientar a los desterrados. Para ellos también existe la tentación de creer que las cosas pueden volver atrás. Incluso hay profetas entre ellos que mantienen ilusiones acerca de una pronta derrota de Babilonia. Uno de ellos manda cartas a Jerusalén para hacer encarcelar a Jeremías (24-28).

En realidad, deben aceptar la derrota, darse cuenta de su infidelidad a Yavé, que es causa de la presente humillación, y reordenar su vida. En ese mismo momento, en Babilonia, otro profeta, verdadero éste, Ezequiel, habla en forma semejante. Una transformación lenta se va a producir en los sacerdotes, nobles, artesanos y funcionarios que fueron desterrados, y sus hijos, pasados los setenta años de destierro, volverán a Jerusalén como «los pobres que buscan a Yavé».
Jeremías (Jer) Capítulo 30
Promesa de restauración de Israel del Norte
1 Palabra de Yavé a Jeremías.
2 Estas son las palabras de Yavé, Dios de Israel: Escribe todo lo que te he comunicado en un libro,
3 pues se acerca el tiempo, dice Yavé, en que cambiaré la suerte de mi pueblo, Israel y Judá, haciéndoles retornar a la tierra que di a sus padres en propiedad.
4 Así se ha expresado Yavé, de Israel y de Judá:
5 Esto dice Yavé:
5 He oído un grito de terror,
5 de pánico, no de paz.
6 Pregunten y miren:
6 ¿han visto que un hombre esté esperando un hijo?
6 Pues entonces, ¿por qué veo a los hombres
6 con las manos en las caderas
6 como mujer que da a luz
6 y sus caras se han puesto amarillas?
7 ¡Ay! ¡Porque es grande este día
7 y como él no habrá otro igual!
7 Es una época de catástrofe para Jacob,
7 de la que, sin embargo, se salvará.
8 Cuando llegue aquel día, dice Yavé de los Ejércitos, quebraré el yugo que pesa sobre su cuello y romperé sus ataduras. Ya no estarán más sometidos a extranjeros,
9 sino que servirán a Yavé, su Dios, y a David, el rey que yo les pondré.
10 No temas, pues, servidor mío, Jacob, dice Yavé, ni te asustes, Israel, porque yo acudo, desde lejos, para sacarte a ti y a tus hijos del país en que están cautivos. Jacob volverá y encontrará la paz y vivirá tranquilo, sin que nadie lo moleste.
11 Yo estoy contigo para salvarte. Reduciré a la nada a todas las naciones por donde te disperse; pero a ti no te aniquilaré, sino que te corregiré como es debido, ya que no te dejaré sin castigo.
12 Así continúa Yavé:
12 Tu herida es incurable,
12 es una llaga dolorosa.
13 No hay nadie para hacerte justicia
13 ni hay remedio que te sane.
14 ¡Todos tus amantes te olvidaron,
14 ya no se interesan por ti!
14 Sí, yo te he herido como hiere el enemigo,
14 con un golpe seco,
14 por tu enorme culpa y por tus numerosos pecados.
15 ¿Por qué te quejas de tus heridas,
15 y por qué tu dolor no se puede calmar?
15 Por tu enorme culpa,
15 por tus numerosos pecados te he hecho esto.
16 Sin embargo, todos los que te devoran serán devorados, todos tus opresores irán al destierro, todos tus saqueadores serán saqueados, y los que te desprecian pasarán a ser despreciados.
17 Ya que a ti te llamaban La Abandonada, nuestra presa, de quien nadie se preocupa, yo voy a devolver el vigor a tu cuerpo y voy a sanar tus llagas, dice Yavé.
18 Yavé lo asegura: Volverán los cautivos a las carpas de Jacob, pues me compadeceré de estas moradas; la ciudad será reedificada sobre sus ruinas, y el fuerte se levantará en su antiguo lugar. 19 Y allí resonarán los cantos de acción de gracias y los gritos de alegría.
19 Los multiplicaré en vez de disminuirlos, los honraré en lugar de humillarlos.
20 Sus hijos serán como antes, su asamblea permanecerá delante de mí y castigaré a todos sus opresores.
21 Su soberano será uno de ellos, pues saldrá de su mismo seno. Le daré audiencia y se acercará a mí; pues, ¿quién es el que se halla capaz de arriesgar su vida para acercarse a mí?, dice Yavé.
22 Y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.
23 Miren cómo estalla la tempestad de Yavé y cómo se desencadena su temporal y se descarga sobre la cabeza de los impíos;
24 la cólera de Yavé no se apaciguará hasta que no haya él cumplido y realizado el propósito de su corazón. En el futuro ustedes entenderán bien todas estas cosas.

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Comentarios Jeremías, capítulo 30
30,1

Los capítulos 30 y 31 nos hacen volver atrás, a los felices años del rey Josías. Este, además de promover la renovación de la fe y del culto a Yavé, logró conquistar una parte de lo que había sido el reino de Israel y ahora era una provincia asiria, después de la ruina de Samaria.

Se acerca el tiempo, en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel (3). Los israelitas habían sido expulsados de esta tierra y dispersados. Ahora no están para oír a Jeremías, pero éste se dirige a ellos a través del espacio y del tiempo. Lo que les dice vale también para Judá, que a su vez va a ser destruido y dispersado.

Esta vez, Yavé habla como el Padre al hijo pródigo. Recuerda los pecados del pasado que lo obligaron a castigar, y promete que hará volver a sus hijos dispersos. Semejantes promesas se leen en Oseas 14 y en los capítulos 40-55 del libro de Isaías.
Jeremías (Jer) Capítulo 31
Israel volverá a su patria
1 Entonces, dice Yavé, yo seré el Dios de todas las familias de Is rael, y ellos serán mi pueblo.
2 Esto dice Yavé: El pueblo que se salvó de la espada enfrenta la calor del desierto, Israel se está dirigiendo al lugar de su reposo.
3 De lejos Yavé se le apareció: «Con amor eterno te he amado, por eso prolongaré mi cariño hacia ti.
4 Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel.
5 De nuevo lucirás tu belleza bailando, alegremente, con tus panderetas. De nuevo plantarás viñas en los cerros de Samaria, como antes las plantaban los viñadores y las cosechaban.
6 Vendrá un día en que los centinelas gritarán desde los cerros de Efraím: “¡Levántense, subamos a Sión, adonde está Yavé nuestro Dios!”
7 Y añade Yavé: ¡Vitoreen con alegría a Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse escuchar, celébrenlo y publíquenlo: “¡Yavé ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!”
8 Miren cómo los traigo del país del norte, y cómo los junto de los extremos del mundo. Están todos, ciegos y cojos, mujeres encinta y con hijos, y forman una multitud que vuelve para acá.
9 Partieron en medio de lágrimas, pero los hago regresar contentos; los voy a llevar a los arroyos por un camino plano para que nadie se caiga. Pues he llegado a ser un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.
El que dispersó a Israel, lo reunirá
10 Que todas las naciones escuchen la palabra de Yavé; proclámenla en las islas lejanas: «El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»
11 Porque Yavé ha rescatado a Jacob y lo ha librado de las manos del poderoso.
12 Vendrán, cantando de alegría, al cerro de Sión, y acudirán para gozar de los regalos de Yavé, del trigo, vino y aceite, de las ovejas y bueyes. Su alma será como un huerto bien regado, y no volverán más a estar desganados.
13 Entonces la muchacha bailará de alegría, jóvenes y viejos vivirán felices; cambiaré su tristeza en alegría, los consolaré, los haré reír después de sus penas.
14 Daré a los sacerdotes harta manteca y mi pueblo quedará satisfecho con mis regalos, dice Yavé.
15 Esto dice Yavé: En Ramá se han oído unos quejidos y un amargo lamento: es Raquel que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, pues ya no están.
16 Así dice Yavé: Deja de lamentarte, y seca el llanto de tus ojos, ya que tu prueba tendrá su recompensa: tus hijos volverán del país enemigo.
17 Ten esperanza para el futuro, pues tu descendencia regresará a su tierra.
18 Escucho, escucho quejarse a Efraím: «Me has pegado, y he sido castigado muy duro, como un novillo no domado; haz que yo vuelva y volveré, ya que tú eres Yavé, mi Dios.
19 Si bien me he descarriado, ahora me arrepiento, me doy cuenta y me golpeo el pecho. Estoy avergonzado y confundido, pues pesa sobre mí mi infame juventud.»
20 ¿No es Efraím para mí un hijo predilecto, o un niño mimado, para que después de cada amenaza deba siempre pensar en él, y por él se conmuevan mis entrañas y se desborde mi ternura?, palabra de Yavé.
21 Coloca señales, pon en su lugar las marcas;
21 fíjate bien en la ruta,
21 en el camino por el que te has ido.
21 Vuelve, Virgen de Israel,
21 vuelve a estas ciudades, que son tuyas.
22 ¿Hasta cuándo andarás de aquí para allá,
22 hija rebelde?
22 Porque Yavé ha presentado
22 una cosa nueva en la tierra:
22 la mujer es la que busca a su marido.
Se promete a Judá la restauración
23 Estas son las palabras de Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel: «Usarán nuevamente esta expresión en Judá y en sus ciudades, cuando yo haya mejorado su suerte: ¡Que Yavé te bendiga, oh morada de Justicia, monte santo!
24 Allí se restablecerá Judá con todas sus ciudades; cultivarán la tierra y cuidarán sus rebaños.
25 Yo daré de beber al alma agotada y saciaré a la que se desmaya.»
26 Entonces fue cuando me desperté, y vi que mi sueño había sido muy bueno.
27 Se aproximan días, dice Yavé, en que sembraré en la casa de Israel y en la de Judá semilla de hombres y semilla de animales.
28 Y del mismo modo que me preocupé por arrancarlos, destruirlos, demolerlos, acabarlos y perjudicarlos, así también estaré atento para edificarlos y plantarlos, dice Yavé.
29 Entonces no andarán diciendo más: «Los padres comieron uvas agrias y los hijos sufren dentera»,
30 sino que cada uno morirá por su propio pecado. El que coma uvas agrias sufrirá dentera.
La alianza nueva
31 Ya llega el día, dice Yavé, en que yo pactaré con el pueblo de Israel (y con el de Judá) una nueva alianza.
32 No será como esa alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano, sacándolos de Egipto. Pues ellos quebraron la alianza, siendo que yo era su Señor, palabra del Señor.
33 Esta es la alianza que yo pactaré con Israel en los días que están por llegar, dice Yavé: pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
34 Ya no tendrán que enseñarle a su compañero, o a su hermano, diciéndoles: «Conozcan a Yavé.» Pues me conocerán todos, del más grande al más chico, dice Yavé; yo entonces habré perdonado su culpa, y no me acordaré más de su pecado.
Permanencia de Israel
35 Así se expresa Yavé,
35 que ha puesto el sol para alumbrar el día,
35 la luna y las estrellas para iluminar la noche,
35 que agita el mar y hace bramar sus olas,
35 y que se llama Yavé de los Ejércitos:
36 Si llegara a fallar este orden ante mí, dice Yavé, entonces la raza de Israel dejaría también de ser la nación que me sirve para siempre.
37 Si pudieran medirse los cielos por arriba y sondear por abajo los cimientos de la tierra, entonces yo también rechazaría a toda la raza de Israel por todo lo que ha hecho, dice Yavé.
38 Se acerca el tiempo, dice Yavé, en que la ciudad de Yavé será reconstruida desde la torre de Jananeel hasta la puerta del Angulo.
39 Y el cordel para medir será tirado en línea recta hasta la colina de Gareb, dando la vuelta después hacia Goat.
40 Y todo el valle de los muertos y de la ceniza, y los campos que limitan con el torrente de Cedrón hasta la esquina de la Puerta de los Caballos, al este, serán consagrados a Yavé. ¡Ya no volverán a ser destruidos ni declarados malditos!

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Comentarios Jeremías, capítulo 31
31,31

Aquí se debe destacar el párrafo 31,31-34, en que Jeremías entrega la más célebre de sus profecías. En horas tan amargas como las que conoce el pueblo judío, Dios revela, y Jeremías anuncia, la nueva y definitiva alianza —comprendamos: la nueva relación— que existirá entre Dios y los hombres.

Yo pactaré una nueva alianza (31). Esto es como decir que la alianza del Sinaí, que hacía de Israel el pueblo de Dios, ha pasado a ser anticuada. Dios se había ligado con el pueblo de Moisés, y sus promesas eran para la colectividad más que para los individuos. La expresión del Profeta: una alianza nueva no significa que Dios olvide sus promesas pasadas. Más bien da a entender el carácter propio de la alianza que Dios quiere establecer con los hombres por medio de Israel. Esta novedad es la del amor de Dios, pues el amor verdadero siempre es nuevo. Y aunque el pueblo haya roto la alianza, Dios, siempre fiel, responderá con un don, el de su Hijo, nacido de María.

Ellos quebraron la alianza (32). Esta alianza celebrada entre Yavé e Israel en el Sinaí ha fallado, no por culpa de Yavé, siempre fiel, sino por la de Israel. Pero no se trata de renovarla, como lo habían hecho tantas veces Josué, Samuel, Ezequías, Josías. Tampoco es el caso de celebrar otra semejante, pues ya queda comprobada la insuficiencia de toda alianza de este tipo basada en deberes y derechos: el hombre es pecador e incapaz de salir de su pecado. Más aún: no hay leyes, ni solidaridad humana ni forma de educación que puedan poner a una colectividad en la gracia de Dios o mantener un pueblo en la fe. O sea, que no habrá creyente verdadero sin un llamado personal de Dios y una acogida de su verdad, la que es una realidad viva, y también es espíritu.

El pueblo de Dios, pues, no podrá confundirse con ningún pueblo o comunidad humana, sino que a él llegarán hombres renacidos.

Pondré mi Ley en su interior (33). Ahora bien, Jeremías conoce el secreto de la alianza nueva, porque sabe qué cambio se produjo en él cuando Yavé le hizo profeta. Descubrió entonces una relación personal con Dios que difiere de todas las actitudes «religiosas», por sinceras que sean éstas. Yo pactaré con Israel esta otra alianza. La ley estará en sus corazones, y la mano de Yavé los mantendrá en el camino recto, como con Jeremías cuando éste vacilaba.

Yo entonces habré perdonado su culpa (34). La nueva alianza se realizará por la Muerte de Cristo en la Cruz, para perdón de los pecados. Al celebrar Jesús la última Cena, dice: «Esta copa es la nueva alianza en mi sangre» (Lc 22,20). El autor de la Carta a los Hebreos desarrollará el significado de la alianza nueva (ver Heb 8,8 y 10,16).

También el Evangelio de Juan 6,45 precisa lo de me conocerán todos: en la fe cristiana, no todos reciben revelaciones personales, pero todos son conducidos por el Padre hacia Cristo, en quien están todos los tesoros del conocimiento y de la sabiduría.

Esa revelación arroja una luz decisiva sobre la historia del pueblo de Israel, a pesar de que tal vez el mismo Jeremías no vio todas las consecuencias de lo que afirmaba. Comprendemos que la enseñanza de Dios, su manera de conducir e instruir a su pueblo a través de los acontecimientos eran una pedagogía, el encaminamiento hacia una verdad definitiva que sólo sería dada en Cristo y por medio del don del Espíritu.

Se entiende por qué Jesús y sus apóstoles hayan apelado tan a menudo al mensaje de los profetas para justificar la revolución del Evangelio y el nacimiento de la Iglesia a partir del pueblo judío pero sin depender ya de su historia nacional en que la fe y la religión estaban íntimamente ligadas a la existencia del pueblo de Israel en Palestina.
Jeremías (Jer) Capítulo 32
Jeremías compra un campo
1 Esta es la palabra de Yavé que fue dirigida a Jeremías el año décimo del reinado de Sedecías, rey de Judá, o sea el año dieciocho de Nabucodonosor.
2 En ese entonces, el ejército del rey de Babilonia sitiaba a Jerusalén y el profeta Jeremías se hallaba detenido en el patio de la guardia del palacio real de Judá,
3 donde lo había mandado encerrar el rey Sedecías, con esta acusación: «¿Por qué andas diciendo en nombre de Yavé: Yo pondré esta ciudad en manos del rey de Babilonia, quien la tomará;
4 y Sedecías, rey de Judá, no escapará de manos de los caldeos, sino que será entregado, sin remedio, al rey de Babilonia, a quien podrá hablarle frente a frente y verlo cara a cara,
5 Sedecías será conducido a Babilonia y allí estará hasta que lo visite, dice Yavé. Y aunque ustedes pe leen con los caldeos, no ganarán.»
6 En ese tiempo dijo Jeremías: Una palabra de Yavé me ha llegado, esto me dice:
7 «Hanamel, hijo de tu tío Selum, va a venir a verte para decirte: Cómprate mi campo, que tengo en Anatot, porque a ti te toca comprarlo por derecho de rescate.»
8 En efecto, de acuerdo a las palabras de Yavé, Hanamel, mi primo, vino a verme al patio de la guardia y me dijo: «Compra mi campo de Anatot, pues tú tienes el derecho de propiedad y el rescate te interesa; cómpralo.»
8 Comprendí, entonces, que era una orden de Yavé;
9 compré ese campo a mi primo Hanamel de Anatot y le pagué como precio diecisiete siclos de plata.
10 Después hice la escritura de compra y la sellé, busqué unos testigos y pesé la plata en una balanza.
11 En seguida, tomé la escritura de compra, su ejemplar sellado y la copia abierta,
12 según las prescripciones de la Ley, y se la entregué a Baruc, hijo de Nerías, hijo de Masías, en presencia de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado la escritura de compra, y de todos los judíos que se encontraban en el patio de la guardia.
13 Delante de ellos di esta orden a Baruc:
14 Toma estos documentos, esta escritura de compra, el ejemplar sellado junto con la copia abierta, y colócalos en un cántaro de greda, a fin de que puedan conservarse mucho tiempo;
15 porque esto es lo que asegura Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel: «Todavía se comprarán casas, campos y viñas en este país.»
Oración de Jeremías
16 Después de haber entregado a Baruc, hijo de Nerías, la escritura de compra, dirigí a Yavé esta oración:
17 «Ah, Señor Yavé, tú has hecho los cielos y la tierra con tu inmenso poder y con la fuerza de tu brazo. ¡Para ti nada es imposible!
18 Tú mantienes tu bondad por mil generaciones, pero castigas la falta de los padres en sus hijos. ¡Oh Dios grande y poderoso, que te llamas Yavé de los Ejércitos,
19 grande en tus proyectos y poderoso en tus realizaciones; tú tienes los ojos fijos en la conducta de los hijos de Adán para pagar a cada uno según su conducta y según el fruto de sus obras!
20 Tú que realizaste maravillas y prodigios, primero en Egipto y luego en Israel y en la humanidad entera hasta hoy, te has hecho famoso con todo eso, como se puede ver actualmente.
21 Tú sacaste a tu pueblo Israel de Egipto, en medio de milagros y prodigios, actuando con mano firme y dando grandes golpes, provocando un gran terror.
22 Después tú le diste esta tierra, que habías prometido con juramento a sus padres, tierra de donde brota leche y miel.
23 Llegaron a ella y se adueñaron de ella, pero no escucharon tu voz ni se portaron de acuerdo a tus mandamientos. Y como no hicieron nada de lo que tú les habías ordenado, tú mandaste contra ellos todas estas calamidades.
24 Pues bien ahora los terraplenes que se han construido para asaltar la ciudad ya están llegando a ella, y la ciudad va a caer en manos de los caldeos, que la atacan a espada, hambre y peste. Todo lo que tú anunciaste se está cumpliendo, como tú lo ves.
25 ¡Y a pesar de todo, tú, oh Señor Yavé, me dices: “Cómprate este campo con plata, y toma testigos”, justamente cuando la ciudad está a punto de ser conquistada por los caldeos!»
Respuesta de Dios a Jeremías
26 Entonces Yavé me respondió en estos términos:
27 «Mira, yo soy Yavé, el Dios de todos los mortales; para mí nada es imposible.
28 Pues bien, afirma Yavé, voy a entregar esta ciudad en manos de los cal deos y de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que se apoderará de ella;
29 los cal deos, que están atacando a esta ciudad, entrarán y le prenderán fuego; arderán todas las casas en cuyas terrazas se quemó incienso a Baal y se derramó vino en honor de otros dioses, para provocarme.
30 Pues los hijos de Israel y los de Judá no han hecho otra cosa, desde su juventud, más que disgustarme; sí, los hijos de Israel no han hecho más que molestarme con las obras de sus manos, dice Yavé.
31 Esta ciudad ha sido el blanco de mi rabia y furor desde el día en que la edificaron hasta el día de hoy, y tendré que venir a hacerla desaparecer de mi vista,
32 debido a todas las maldades que han cometido para hacerme enojar los hijos de Israel y de Judá, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén.
33 Me han dado la espalda en vez de la cara, y mientras yo trataba de instruirlos continuamente, nadie me puso atención para aprender la lección.
34 Han instalado sus ídolos hasta en la Casa sobre la cual descansa mi Nombre, para ensuciarla.
35 Han construido, además, altares a Baal, en el valle de Ben-Hinón, para quemar en el fuego a sus hijos e hijas en honor a Moloc, cosa que yo jamás les ordené, ni tampoco se me pasó por la mente que practicarían tales infamias para hacer pecar a Judá.»
Otra vez la nueva alianza
36 Así habla Yavé respecto de Jerusalén, en el momento en que ustedes la ven entregada al rey de Babilonia por la espada, por el hambre y por la peste. Yavé dice:
37 «Yo los reuniré de todos los países adonde los empujé cuando estaba tan enojado, indignado y encolerizado. Los haré regresar a este lugar y haré que vivan seguros en él.
38 Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
39 Y les daré un solo corazón y una sola manera de vivir, para que guarden siempre mi temor, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos.
40 Pactaré con ellos una alianza eterna y no dejaré de acompañarlos para hacerles favores. Infundiré mi temor en su corazón para que no se aparten de mí.
41 Me alegrará hacerles bien, y los plantaré sólidamente en esta tierra, con todo el empeño de mi corazón.»
42 Así dice Yavé: «Así como mandé sobre este pueblo tanta desgracia, así traeré sobre ellos todo el bien que ahora les prometo.
43 En aquel tiempo comprarán campos en este país que ustedes consideran como un desierto, al quedar sin hombres ni animales, a merced de los cal deos.
44 De nuevo se comprarán campos y se firmarán contratos con sellos y con testigos, tanto en las tierras de Benjamín y en los alrededores de Jerusalén como en las ciudades de Judá, de la llanura, de los cerros y del sur. Pues yo haré volver a sus cautivos, palabra de Yavé.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 32
32,1

Durante el segundo sitio y antes de la destrucción de Jerusalén, Jeremías compra un campo como para probar que la tierra no ha perdido su valor; algún día se levantará la nación caída. El final del capítulo (32,37) renueva para Judá la misma promesa de la alianza nueva que había predicho para Israel algunos años antes (en 31,31). Pero aquí falta lo esencial del anuncio anterior.
Jeremías (Jer) Capítulo 33
Nueva promesa de restauración
1 Estando Jeremías todavía preso en el patio de la guardia, la palabra de Yavé le llegó por segunda vez, de esta manera:
2 Esto dice Yavé, que hizo la tierra, dándole forma y firmeza, y cuyo nombre es Yavé.
3 Llámame y te responderé; te mostraré cosas grandes y secretas que tú ignoras.
4 Pues, respecto de las casas de esta ciudad y de los palacios rea les, que van a ser demolidos, para servir de trincheras y de muros de defensa contra los caldeos,
5 Yavé, Dios de Israel, dice que esto no conducirá a otra cosa que a llenar la ciudad de cadáveres; allí estarán aquellos a quienes haya yo derribado con rabia y furor, y cuya maldad fue causa de que yo no quisiera mirar más a esta ciudad.
6 Yo, sin embargo, me apresuraré a que se restablezcan y mejoren; les devolveré la salud y les haré gozar de mucha paz y seguridad.
7 Cambiaré la suerte de Judá y la de Jerusalén y los volveré a construir como antes.
8 Los limpiaré de todos esos pecados con que me ofendieron y se rebelaron contra mí.
9 Y Jerusalén será para mí motivo de alegría, de honor y de gloria ante todas las naciones de la tierra. El mundo entero, al oír todo el bien que voy a hacer a los míos, se asustará y temblará de tanta felicidad y paz que les concederé.
10 Ustedes dicen que este lugar está abandonado, sin habitantes ni ganados. Pero así dice Yavé: En todas las ciudades de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, ahora sin habitantes ni ganados, aún se oirán
11 gritos de gozo y de alegría, canción del novio y de la novia, voz de los que traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yavé. Y dirán éstos: «Alaben a Yavé porque es bueno, porque es eterno su amor.» Pues haré volver a los que fueron desterrados, y estarán como antes.
12 Así dice Yavé Sabaot: En este lugar sin habitantes ni ganados, y en todas las ciudades, habrá pastos y pastores que hagan acostarse a las ovejas
13 en las ciudades de la Montaña y en las de la Tierra Baja, en las del Negueb y en la tierra de Benjamín. En los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá volverán a pasar las ovejas bajo la mano del que las cuente, dice Yavé.
Promesas a los descendientes de David
14 Se acerca ya el momento, dice Yavé, en que cumpliré la promesa que hice a la gente de Israel y a la de Judá:
15 En esos días, haré nacer un nuevo brote de David que ejercerá la justicia y el derecho en el país.
16 Entonces Judá estará a salvo, Jerusalén vivirá segura y llevará el nombre de «Yavé es nuestra justicia».
17 Pues lo afirma Yavé: Nunca le faltará a David un descendiente para que se siente en el trono de Israel,
18 ni tampoco les faltará a los sacerdotes y levitas un hombre que, en presencia mía, ofrezca holocaustos, queme incienso de oblación y celebre el sacrificio cada día.
19 En seguida Yavé se dirigió a Jere mías con estas palabras:
20 Si ustedes pudieran alterar el orden acordado por mí entre el día y la noche, de tal manera que no sea de día o de noche cuando corresponda,
21 entonces podría romper también mi alianza con David, mi siervo, para que no haya ningún hijo suyo que pueda ocupar el trono del rey, y con los sacerdotes y levitas que me sirven.
22 Multiplicaré la descendencia de David, mi servidor, y de los levitas, para que continúen en mi servicio, como el ejército de los cielos que no se puede contar, o como la arena del mar que no se puede calcular.
23 Una palabra de Yavé llegó a Jere mías:
24 ¿No te has fijado en lo que esta gente comenta? Que Yavé ha dejado a un lado a las dos familias que había escogido, y, por eso, desprecian a mi pueblo, que para ellos ya no es una nación.
25 Mas Yavé sostiene: Si no es cierto que yo hice el día y la noche, ni establecí leyes para el cielo y la tierra,
26 en ese caso ¡tampoco me preocuparé de la familia de Jacob y de David, mi servidor, ni tomaré más de entre sus descendientes a quienes gobiernen la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob!; pues quiero que vuelvan de su cautiverio y demostrarles así compasión.
Jeremías (Jer) Capítulo 34
El destino de Sedecías
1 Estas fueron las palabras que Yavé dirigió a Jeremías, mientras el rey de Babilonia, Nabucodonosor, con todo su ejército, con todos los reinos de la tierra sometidos a su poder y todos los pueblos, atacaban a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá.
2 Esta fue la palabra de Yavé, Dios de Israel: Anda a decirle a Sedecías, rey de Judá, lo que piensa Yavé. Muy pronto dejaré que esta ciudad caiga en manos del rey de Babilonia, quien la incendiará.
3 Y tú no creas que te vas a escapar de él, sino que caerás prisionero y serás entregado en sus manos. Verás al rey de Babilonia cara a cara y le hablarás frente a frente. Luego partirás a Babilonia.
4 Sin embargo, atiende esta palabra de Yavé, oh Sedecías, rey de Judá: Tú no morirás a espada, sino en paz.
5 Y así como se quemaron perfumes para tus antepasados, los reyes que gobernaron antes que tú, así también se quemarán en tu honor y se recitará por ti la lamentación «¡Ay, Señor!», pues soy yo quien lo afirma, dice Yavé.
6 El profeta Jeremías refirió todo esto a Sedecías, rey de Judá, en Jerusalén,
7 mientras el ejército del rey de Babilonia atacaba a Jerusalén y a las ciudades de Judá que aún quedaban, a saber Laquis y Azecá, que eran las únicas que todavía resistían de todas las ciudades de Judá, pues eran ciudades fortificadas.
Respecto a la liberación de los esclavos
8 Palabras que Yavé dirigió a Jeremías con respecto a la liberación de los esclavos.
8 El rey Sedecías de acuerdo con el pueblo de Jerusalén, había proclamado solemnemente una liberación,
9 y cada uno debía dejar libres a sus esclavos de raza hebrea, hombres o mujeres. Nadie debía mantener en esclavitud a uno de sus hermanos judíos.
10 Todas las autoridades y el pueblo habían entendido el compromiso que tomaban y despidieron a sus esclavos.
11 Pero pronto cambiaron de parecer y los mandaron a buscar, reduciéndolos otra vez a la esclavitud.
12 Entonces Jeremías recibió esta palabra de Yavé:
13 «Yo hice una alianza con sus padres el día que los saqué de Egipto, de la casa de la esclavitud, y les dije:
14 Al cabo de siete años cada uno de ustedes dejará libre a su hermano. La persona de raza hebrea que se haya vendido a ti estará a tu servicio seis años y luego la despedirás libre. Pero sus padres no me escucharon ni se fijaron en esto.
15 Ustedes, sin embargo, se convirtieron hace poco e hicieron según mi deseo, proclamando la libertad de sus hermanos. Ese compromiso se tomó en mi presencia, en la casa que mi Nombre ha santificado.
16 Pero ustedes se arrepintieron después y profanaron mi Nombre, pues cada uno fue a buscar a su esclavo o a su sirvienta para hacerlos esclavos de nuevo.»
17 Por lo tanto, así dice Yavé: «Ustedes no me han escuchado al no conceder la libertad a su prójimo. Pues bien, voy a dejar libres contra ustedes a la espada, a la peste y al hambre, y llegarán a ser un ejemplo espantoso para todas las naciones de la tierra.
18 Esos hombres que firmaron el acuerdo y que después violaron el acuerdo que se tomó en mi presencia, todos esos tendrán una suerte parecida a la del ternero que partieron para luego pasar entre sus pedazos.
19 Hablo de los jefes de Judá y de Jerusalén, de los oficiales y de los sacerdotes, y de todos los propietarios que pasaron entre las mitades del ternero.
20 Los entregaré a sus enemigos, y sus cadáveres serán pasto de las aves y de las fieras.
21 Entregaré también a Sedecías, rey de Judá, y a sus oficiales en manos de sus adversarios, o sea, al ejército del rey de Babilonia que acaba de retirarse.
22 Pues ahora les doy una orden para que vuelvan. Atacarán esta ciudad y la tomarán para pegarle fuego. Y de las ciudades de Judá no quedarán más que ruinas solitarias.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 34
34,1

El presente capítulo reúne dos sucesos del segundo sitio de Jerusalén:

1-7. Jeremías invita a Sedecías a rendirse a los caldeos como lo había hecho Joaquim en el primer sitio. Esta entrevista está relatada en forma muy parecida en 21,1-7.

9-22. Lo de la liberación de los esclavos. La Biblia no acepta que ningún miembro del pueblo de Dios pierda definitivamente su libertad. Si, por razón de deudas, uno debía venderse y pasar a servir al acreedor, esto no debía durar más de siete años. Cada siete años se proclamaba el año sabático (ver Dt 15,12), en que los esclavos de raza hebrea debían recobrar su libertad.

En realidad, las leyes sociales eran poco observadas en ese tiempo. Por eso, ante las amanazas del sitio, los medios más creyentes de Jerusalén se dan cuenta que la mejor manera de atraer la bendición de Dios sería observar las leyes sociales de la Biblia y devolver la libertad a sus esclavos.

Yavé se levanta en favor del oprimido; destruirá su propio país, si eso es necesario, para castigar a los que tratan con tal desprecio a sus hermanos.
Jeremías (Jer) Capítulo 35
Ejemplo de los recabitas
1 Esta es la palabra de Yavé que llegó a Jeremías cuando reinaba en Judá Joaquim, hijo de Josías:
2 Anda a ver a los recabitas, conversa con ellos, llévalos a la Casa de Yavé y, en uno de sus departamentos, sírveles vino.
3 Fui, pues, a ver a Jezonías, hijo de Jeremías y nieto de Habsanías, a sus hermanos, a todos sus hijos, en una palabra, a toda la familia de los recabitas,
4 y los llevé a la Casa de Yavé, al departamento de Ben Yojanán, hijo de Jegdelías, hombre de Dios; ése está al lado del departamento de los jefes y encima del que tiene Masías, hijo de Selum, guardián de la puerta.
5 Coloqué delante de los miembros de la comunidad recabita jarros y copas llenas de vino y les dije: «Sírvanse vino.»
6 Pero contestaron: «No podemos tomar vino porque Yonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, nos prohibió hacerlo, diciéndonos: “Ninguno de ustedes ni de sus hijos probará jamás el vino,
7 ni construirá casas, ni hará siembras, ni plantará viñas, ni tendrá propiedades, sino que durante toda su vida vivirán en carpas para que vivan largos años en la tierra, en que son ustedes extranjeros.”
8 Nosotros hemos cumplido fielmente lo que nos ordenó nuestro padre Yonadab, hijo de Recab, y así ninguno de nosotros, ni nuestras mujeres ni nuestros hijos ni nuestras hijas,
9 tomamos nunca vino, ni edificamos casas para vivir, ni tenemos viñas ni campos sembrados,
10 sino que habitamos en carpas. Hemos obedecido siempre todas las órdenes que nos dio nuestro antepasado Yonadab.
11 Sólo que cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió nuestro país, nos dijimos: “Vamos a Jerusalén para escapar del ejército de los caldeos y del de Siria.” Y nos hemos establecido en Jerusalén.»
12 Entonces Yavé habló a Jeremías de nuevo:
13 Esto dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Anda a decirles a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¡Ojalá que esto les sirva de lección de cómo se obedecen mis palabras!, dice Yavé.
14 Se han cumplido las órdenes de Yonadab, hijo de Recab, que prohibió a sus hijos tomar vino y no han bebido hasta la fecha por obedecer a la orden de su padre. En cambio, yo les he hablado a ustedes sin parar, insistentemente, y ustedes no me han escuchado.
15 Les he mandado, repetidas veces, a todos mis servidores los profetas, con este aviso: Dejen el mal camino que llevan, mejoren de conducta, no anden tras otros dioses para adorarlos, y sólo entonces podrán quedarse en la tierra que les di a ustedes y a sus padres.
15 Pero ustedes no me han oído ni me han hecho caso.
16 ¡Mientras que los hijos de Yonadab, hijo de Recab, cumplieron la orden que les dejó su padre, este pueblo, en cambio, ni siquiera se ha parado a escucharme!
17 Pues bien, esto es lo que afirma ahora Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Yo voy a mandar sobre Judá y sobre los habitantes de Jerusalén toda suerte de calamidades con que los había amenazado, porque las avisé y no lo tomaron en cuenta, los llamé y no me respondieron.
18 Y a la comunidad de los recabitas les dijo Jeremías: «Esto declara Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel sobre ustedes: Ya que ustedes han obedecido a la orden de su antepasado Yonadab cumpliendo todo lo que les mandó y actuando como él quería,
19 por eso, lo dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel: Yonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes para servirme.»
Jeremías (Jer) Capítulo 36
LOS SUFRIMIENTOS DE JEREMÍAS
El rollo quemado
1 El año cuarto del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, Jeremías recibió esta palabra de Yavé:
2 Toma un papel enrollado y apunta en él todo lo que te he comunicado sobre Jerusalén, Judá y todas las naciones, desde la fecha en que comencé a hablarte, en tiempos de Josías, hasta el día de hoy.
3 A ver si, escuchando el pueblo de Judá el mal que he pensado hacerles, se aparta de su mal camino y puedo yo, entonces, perdonarles su culpa y sus pecados.
4 Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, a quien dictó, para que anotara en el papel enrollado todo cuanto Yavé le había comunicado al profeta.
5 Jeremías mandó decirle a Baruc: «Estoy detenido y no puedo ir a la Casa de Yavé,
6 así que tú mismo irás a leer este rollo en la Casa de Yavé. Cuando corresponda un día de ayuno lo leerás en voz alta a los judíos que vienen de sus ciudades.
7 Tal vez supliquen a Yavé y se aparten de su mal camino, porque grandes son la indignación de Yavé y el castigo con que ha amenazado a este pueblo.
8 Y Baruc, hijo de Nerías, hizo lo que le ordenó Jeremías, o sea, leer este libro en la Casa de Yavé.
9 En el año quinto de Joaquim, rey de Judá, en el mes noveno, convocaron para un ayuno a toda la gente de Jerusalén y de las ciudades de Judá, y éstos vinieron a Jerusalén.
10 Entonces Baruc leyó a todo el pueblo las palabras de Yavé contenidas en el libro, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yavé, en la habitación de Guemarías, hijo de Safán.
11 En cuanto Miqueas, hijo de Guemarías, oyó las palabras de Yavé escritas en el rollo,
12 bajó al palacio real, donde estaban reunidos todos los ministros. Ahí estaban el secretario Elisama, Dalaías, Gamarías, Elnatán, Sedecías, hijo de Hananías, y los demás ministros.
13 Y Miqueas les refirió todo lo que había oído de la lectura pública de Baruc.
14 Entonces los ministros enviaron a Judí, hijo de Natanías, a decir a Baruc: «Toma el rollo que has leído y ven.» Baruc tomó el libro y fue donde ellos.
15 Y le dijeron: «Siéntate y léenoslo ahora a nosotros.»
16 Cuando oyeron todos estos discursos, se miraron uno al otro muy asustados y dijeron a Baruc:
16 «Tenemos que dar a conocer al rey todo esto.»
17 Y le preguntaron a Baruc: «Explícanos de dónde has sacado todo lo que está escrito.»
18 Baruc les respondió: «Jeremías me dictaba las palabras y yo las escribía con tinta en el libro.»
19 Los ministros dijeron a Baruc: «Escóndanse, tú y Jeremías, sin que nadie sepa dónde están.»
20 Después fueron al patio donde estaba el rey, dejando el libro en la oficina del secretario Elisama, y contaron al rey todo lo que pasaba.
21 El, entonces, mandó a Judí a buscar el libro. Este lo trajo y lo leyó al rey y a los ministros que estaban a su lado.
22 El rey estaba ante un brasero, pues era invierno,
23 y cada vez que Judí acababa de leer tres o cuatro columnas, él recortaba las hojas con su cortaplumas y las arrojaba al fuego del brasero, hasta que todo el rollo se quemó.
24 Ni el rey, ni ninguno de sus servidores se asustaron o se rasgaron las vestiduras al escuchar estas palabras.
25 Por más que Elnatán, Dalaías y Gamarías suplicaran al rey que no quemara el rollo, no les hizo caso.
26 En seguida, el rey ordenó a Jeramiel, a Seraías y a Selemías que tomaran preso al secretario Baruc y al profeta Jeremías, pero Yavé los ocultó.
27 Después que el rey hubo quemado el rollo que contenía todo lo que había anotado Baruc y que le había dictado Jeremías, Yavé habló de nuevo a éste:
28 «Toma otro papel enrollado y vuelve a escribir en él todo lo que contenía el primero, y que fue quemado por Joaquim, rey de Judá.
29 Y sobre este último pronuncia esta sentencia.
29 Esto dice Yavé: Tú quemaste este rollo, diciendo: “¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta el rey de Babilonia, destruirá esta tierra y hará desaparecer de ella hombres y animales?”
30 Pues bien, así dice Yavé a propósito de Joaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono de David, y su propio cadáver quedará tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche.
31 Le castigaré a él, a su familia y a su servidumbre por todas sus maldades, enviando sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá todas las calamidades que les anuncié sin que me hicieran caso.»
32 Tomó, pues, Jeremías otro papel enrollado y se lo entregó a Baruc hijo de Nerías, el secretario, y le dictó para que anotara todas las cosas que contenía el libro quemado por Joaquim, rey de Judá. Y añadió, además, muchas otras cosas del mismo estilo.

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Comentarios Jeremías, capítulo 36
36,1

Los capítulos 36-44 podrían llamarse «los sufrimientos de Jeremías». Nos dicen lo que fue la suerte del profeta durante los sitios de 598 y 587 y después de la destrucción de la ciudad. Son las últimas horas del reino de Judá. Los acontecimientos contados brevemente en el final del segundo libro de los Reyes, revisten aquí una significación nueva porque alguien los vive con mucha lucidez. En medio de la masa que sufre sin comprender, Jeremías sabe cuáles son los designios de Dios. Este pueblo, que no cree ni obedece a Yavé, debe perder sus ilusiones materiales para que los mejores de sus hijos accedan a una fe más profunda. Sin embargo, Jeremías es quebrantado por el desastre de su pueblo. Después de sufrir por culpa de ellos, sufre con ellos y pasa a ser la figura del Salvador sufrido.

Baruc, hijo de Nerías, era secretario (36,26), algo como canciller del rey. También fue secretario de Jeremías y posiblemente redactó estos capítulos.
36,36

Lo del rollo quemado se ubica en el primer bloqueo. Recordemos que en ese tiempo se escribía sobre una tira de pergamino, o sea cuero de oveja, que se enrollaba.
36,37

Sedecías tiene cierto respeto a Jeremías. En realidad es prisionero de sus oficiales. Aquí, como en la Pasión de Jesús, los gobernantes no dirigen, sino que siguen la corriente mayoritaria.

JEREMIAS, ¿TRAIDOR?

¡Qué extraña la actitud de Jeremías durante esta guerra en que los judíos defienden hasta la muerte su independencia! Jeremías acusa a su pueblo y no a los caldeos, en los que ve solamente un instrumento de Dios. Jeremías aconseja rendirse y someterse al poder extranjero. Incluso invita a los judíos desterrados a que cooperen a la prosperidad de sus vencedores.

Y no podemos decir que fueron faltas o errores del profeta, ya que su actitud es inseparable de su mensaje. Dos consideraciones aclaran la posición de Jeremías:

Por una parte, los nacionalistas judíos no saben lo que Dios quiere hacer con Israel en el futuro. Ven solamente derrota y esclavitud y prefieren luchar hasta la muerte. En cambio, Jeremías conoce el porvenir extraordinario que Yavé reserva a Israel. Israel porta en sí las esperanzas del mundo venidero y, por tanto, no debe desaparecer en una lucha sin esperanza.

Por otra parte, los jefes judíos solamente se fijan en las apariencias de la libertad y del patriotismo. Todo les parece perdido si se someten a una autoridad extranjera. Al contrario, Jeremías se fija en lo interior del hombre. Ser judío es mantener los ideales y las razones de vivir de Israel; ser libre es servir sólo a Yavé. Por eso, le importa muchísimo que sus compatriotas no se dejen contaminar con los dioses y los valores falsos de los caldeos; en comparación, someterse al yugo de un dueño caldeo le parece de menor importancia. Además, Jeremías comparte las ideas que se expresan especialmente en el libro de los Jueces: si Israel mantiene su fe y observa la Ley de Yavé, más o menos tarde recobrará su independencia y volverá a su tierra.

En términos modernos, la actitud de Jeremías contiene dos enseñanzas:

No empeñarse en luchar por causas o instituciones que ya no corresponden a un mundo que pasó por cambios irreversibles, y en el que Dios nos llama a una misión diferente.

Saber que la verdadera independencia de un pueblo es su independencia moral y cultural. Lo más grave para él sería que sus hijos, deslumbrados por un modo de vivir extranjero, sacrifiquen sus valores morales tradicionales, o que adopten servilmente normas y métodos de desarrollo que les impongan de afuera.
Jeremías (Jer) Capítulo 37
Sedecías consulta a Jeremías
1 Sedecías, hijo de Josías, sucedió en el trono a Konías, hijo de Joaquim. Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo puso por rey del país de Judá.
2 Pero ni él ni sus ministros ni la gente del país hicieron caso de las palabras que Yavé les había dirigido por medio del profeta Jeremías.
3 El rey Sedecías ordenó a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maseías, que fueran donde el profeta Jeremías con este recado: «Ruega por nosotros a Yavé, nuestro Dios.»
4 Jeremías andaba, entonces, libremente en medio del pueblo, pues todavía no lo habían encarcelado.
5 Por otra parte, los caldeos que estaban sitiando a Jerusalén, habiendo tenido noticia que el ejército de Faraón había salido de Egipto, se retiraron de la ciudad.
6 En esa ocasión, Yavé habló a Jeremías en estos términos:
7 Así dice Yavé, Dios de Israel: Esta es la respuesta que entregarán ustedes al rey de Judá que los envió a consultarme: El ejército de Faraón que había salido de Egipto para ayudarlos, se volverá a su país,
8 y los caldeos volverán a atacar esta ciudad, se apoderarán de ella y la quemarán.
9 Yavé les recomienda, pues, a ustedes, que no se engañen pensando que los caldeos se van a ir para siempre de aquí, pues ¡no se van a ir!
10 Aunque ustedes destrozaran todo el ejército de los caldeos y no les quedasen más que algunos heridos, se levantaría cada uno de ellos de su carpa e incendiaría la ciudad.
Jeremías en el pozo
11 Cuando los caldeos estaban sitiando a Jerusalén, les llegó la noticia de que un ejército de Faraón se acercaba, y se retiraron.
12 Entonces, Jeremías salió de Jerusalén y se dirigió a su pueblo, en las tierras de Benjamín, para compartir con los suyos una herencia.
13 Pero al pasar la puerta de la ciudad que lleva a Benjamín, el vigilante Jerías, hijo de Selemías, detuvo al profeta diciendo: «Tú te pasas a los cal deos.»
14 Jeremías le respondió: «Es falso, yo no me paso a los caldeos.» Pero el guardia no le hizo caso y lo llevó a los jefes.
15 Estos, furiosos contra Jeremías, lo golpearon y lo encerraron en casa del secretario Jonatán, que habían convertido en cárcel.
16 Así, pues, Jeremías fue puesto en un subterráneo y allí permaneció largo tiempo.
17 El rey Sedecías mandó a buscarlo y lo interrogó en secreto, en su palacio: «¿Acaso tienes una palabra de Yavé?» «Sí», respondió Jeremías, y agregó: «Serás entregado en manos del rey de Babilonia.»
18 Entonces Jeremías preguntó: «¿Qué mal he cometido contra ti o tus servidores o contra este pueblo, para que me hayas encarcelado?
19 ¿Dónde están los profetas que te decían: No vendrá el rey de Babilonia contra ustedes; no entrará en nuestro país?
20 Ahora bien, escucha por favor, mi señor; acoge mi súplica y no me vuelvas a enviar a la casa del secretario Jonatán, pues tengo miedo de morir allí.»
21 Entonces Sedecías ordenó que trasladaran a Jeremías al patio de la guardia y cada día se le daba un pan de los que hacían en la calle de los panaderos, hasta que hubo pan en la ciudad. Así, quedó Jeremías en el patio de la guardia.
Jeremías (Jer) Capítulo 38
1 Sefatías, Guedalías, Jucal y Pasjur habían oído a Jeremías decir en público lo siguiente:
2 «Dice Yavé: Quien se quede en esta ciudad morirá a espada, o de hambre o de peste; en cambio, el que se entregue a los caldeos, vivirá; aunque pierda todo, salvará la vida. Y también esto es palabra de Yavé:
3 He decidido entregar a Jerusalén en manos del rey de Babel.»
4 Y aquellos jefes dijeron al rey: «Este hombre debe morir, porque sus discursos desalientan a los combatientes que quedan en esta ciudad y aun a todo el pueblo. Es evidente que este hombre no busca nuestro bien, sino que trata de perdernos.»
5 Sedecías respondió: «Ahí lo tienen, pues el rey nada puede contra ustedes.»
6 Entonces se apoderaron de Jeremías y lo echaron al pozo de Melquías, hijo del rey, situado en el patio de la guardia, bajándolo con cuerdas. En el pozo no había agua, sino puro fango, y Jeremías se hundió en el fango.
7 Pero un oficial del palacio, el etíope Abdemalec, oyó decir que habían echado a Jeremías en el pozo.
8 Salió del palacio y fue al encuentro del rey, que estaba sentado a la Puerta de Benjamín y le habló en estos términos:
9 «¡Oh, mi señor!, esos hombres han procedido muy mal con el profeta Jeremías. Lo han echado en el pozo, donde va a morir.»
10 Entonces el rey ordenó al etío pe: «Toma tres hombres y saca a Jeremías del pozo antes de que muera.»
11 Abdemalec consiguió los hombres, volviendo con ellos al palacio del rey. Ahí, del ropero de la sala del tesoro, tomó trapos y ropas gastadas, y por medio de sogas los pasó a Jeremías, diciéndole:
12 «Ponte estos trapos en los sobacos y pasa las cuerdas por debajo.» Jeremías lo hizo,
13 y así lo subieron y lo dejaron en el patio de la guardia.
14 Entonces, Sedecías mandó a buscar a Jeremías y lo hizo venir donde él estaba, a la tercera entrada de la Casa de Yavé. Y le dijo: «No me ocultes nada de lo que te voy a preguntar.»
15 Respondió Jeremías: «Si soy sincero, me matarás; y si te doy un consejo, no me escucharás.»
16 Entonces el rey juró en secreto a Jeremías: «Por Yavé y por la vida que nos ha dado, que no te mataré, ni te entregaré a los jefes que buscan tu muerte.»
17 Y Jeremías transmitió al rey esta palabra de Yavé: «Si te entregas a los generales del rey de Babel, salvarás tu vida y esta ciudad no será quemada; vivirás tú y los tuyos.
18 Pero si no lo haces, esta ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán, y tú no escaparás de ellos.»
19 Sedecías dijo a Jeremías: «Les tengo miedo a los judíos que se han pasado a los caldeos; pues si me entregan a ellos, se vengarán de mi persona.»
20 Replicó Jeremías: «Los caldeos no te entregarán a ellos. Haz lo que Yavé te dice por mi boca; te resultará bien, y con vida quedarás.
21 En cambio, si te niegas a rendirte, escucha lo que me ha revelado Yavé:
22 Todas tus mujeres que han quedado en el palacio del rey de Judá son llevadas a los generales del rey de Babilonia, y se burlan de ti con esta canción:
22 “Te han engañado tus buenos amigos;
22 al hundirse tus pies en el fango,
22 ellos te abandonaron.”
23 Llevarán a todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de ellos, sino que caerás en manos del rey de Babilonia, el cual incendiará esta ciudad.»
24 Entonces dijo Sedecías a Jeremías: «Que nadie se entere de estas palabras, de lo contrario morirás.
25 Si los jefes saben que he hablado contigo y te preguntan qué hemos conversado, aunque te amenacen de muerte,
26 les dirás: Sólo he suplicado al rey que no me haga volver a la casa de Jonatán, porque tengo miedo de morir allí.»
27 Vinieron, en efecto, todos los jefes donde Jeremías y lo interrogaron. Y él les respondió conforme a lo que había dicho el rey. Ellos no pudieron insistirle, pues nadie había presenciado su entrevista con el rey.
28 Así, pues, Jeremías quedó en el patio de la guardia hasta el día en que fue tomada Jerusalén.
Jeremías (Jer) Capítulo 39
Caída de Jerusalén y suerte de Jeremías
1 El año nueve del reinado de Sedecías, rey de Judá, y en el décimo mes del año, Nabucodonosor, rey de Babilonia, volvió con todo su ejército contra Jerusalén y la sitiaron de nuevo.
2 Dos años después, el día nueve del cuarto mes, abrieron una brecha en la muralla de la ciudad
3 y entraron por allí todos los oficiales del rey de Babilonia y establecieron su campamento en la puerta del medio: Nergal-Sareser, príncipe de Sin-Maguir, oficial mayor, Nebusasban, alto jefe y todos los demás oficiales del rey de Babilonia.
4 Cuando Sedecías, rey de Judá, y todos sus soldados los vieron allí, huyeron de noche, saliendo de la ciudad por el camino del parque real, que pasa por la puerta que está entre las dos murallas, y se dirigieron hacia el valle del Jordán.
5 Pero las tropas de los caldeos salieron en su persecución y alcanzaron a Sedecías en los llanos de Jericó, lo tomaron preso y lo llevaron a la presencia de Nabucodonosor, que estaba en Ribla, en tierra de Jamat, el cual lo sometió a juicio.
6 En Ribla, el rey de Babilonia mandó degollar a los hijos de Sedecías ante sus propios ojos, y lo mismo hizo con todos los nobles de Judá.
7 A Sedecías le sacó los ojos y lo envió encadenado a Babilonia.
8 Los caldeos incendiaron el palacio real y las casas del pueblo, y demolieron las murallas de Jerusalén.
9 Nebuzardán, comandante de la guardia, desterró a Babilonia al resto de la población que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían rendido a él y a los pocos artesanos que aún había.
10 En cuanto a los pobres, que no poseían ninguna cosa, los dejó en la tierra de Judá, dándoles, al mismo tiempo, viñas y campos.
11 Respecto a Jeremías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado esta orden a Nebuzardán, comandante de la guardia:
12 «Tómalo y cuídalo, no le hagas ningún daño, sino que has de tratarlo como él te pida.»
13 Entonces Nebuzardán, comandante de la guardia, Nebusasbán, alto jefe, Nergal-Sareser, oficial mayor y los otros oficiales del rey de Babilonia,
14 mandaron sacar a Jeremías del patio de la guardia y lo entregaron a Godolías, hijo de Ajigam, para que lo condujera a su casa. Y así se quedó en medio del pueblo.
Recompensa de Dios a Abdemelec
15 Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, la palabra de Yavé le había sido dirigida de esta manera:
16 «Anda a decir a Abdemelec, el etíope: Así habla Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Ahora se van a cumplir mis palabras que anunciaban a esta ciudad, no felicidades sino calamidades, y tú mismo lo verás.
17 Pero yo te salvaré, dice Yavé, y no caerás en manos de los hombres a los que tú tienes miedo.
18 Sí, ten la seguridad de que entonces yo te pondré a salvo y no morirás a espada; y salvarás por lo menos tu vida, porque confiaste en mí», dice Yavé.

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Comentarios Jeremías, capítulo 39
39,15

Como Jesús en su pasión, Jeremías tiene algo que retribuir a los que tuvieron compasión de él.
Jeremías (Jer) Capítulo 40
1 Ahora viene lo que Yavé le habló a Jeremías, después que Nebuzardán, comandante de la guardia, lo dejó en libertad, cuando, en Ramá, lo sacó de en medio de los cautivos de Jerusalén y de Judá que iban desterrados a Babilonia, entre los cuales se encontraba encadenado.
2 En efecto, el comandante de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Yavé, tu Dios, había predicho esta catástrofe para este país y lo ha cumplido. Yavé ha actuado de acuerdo a sus amenazas.
3 Y toda esta serie de desgracias les han ocurrido a ustedes porque pecaron contra Yavé, no haciendo caso de su palabra.
4 Ahora mismo te quito las cadenas que tienes en tus manos. Si quieres acompañarme a Babilonia, ven conmigo, que yo te protegeré; si no te gusta, quédate. Mira, tienes todo el país a tu disposición; puedes ir a donde quieras o a donde te convenga.
5 O bien dirigirte a casa de Godolías, hijo de Ajigam y nieto de Safán, a quien el rey de Babilonia ha nombrado gobernador de las ciudades de Judá y quedarte a vivir con él, entre esta gente. En fin, anda a donde más te convenga.» En seguida, el comandante de la guardia le dio víveres y un regalo y lo despidió.
6 Y Jeremías se fue a Mispá, donde estaba Godolías, hijo de Ajigam, y se quedó a vivir en su casa, junto con la gente que había quedado en el país.
Godolías, gobernador
7 Todos los jefes de las guerrillas, que se mantenían con sus hombres en pie de guerra, se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado a Godolías, hijo de Ajigam, como gobernador del país y que le había encomendado hombres, mujeres y niños, así como la gente común del país que no había sido desterrada a Babilonia.
8 Fueron, pues, a presentarse a Godolías, en Mispá. Ellos eran: Ismael, hijo de Natanías, Joanán, hijo de Carea, Serayas, hijo de Tánjumet, los hijos de Efai, netofita, y Jezo nías, hijo de Makati, junto con sus hombres.
9 Godolías, hijo de Ajigam, nieto de Safán, les hizo este juramento a ellos y a su gente: «No teman a los jefes de los caldeos, quédense en el país, obedezcan al rey de Babilonia y en todo les irá bien.
10 Por mi parte, aquí me tienen establecido en Mispá, como representante del país ante los caldeos que se van a establecer en este lugar. Ustedes, pues, hagan la vendimia, recojan la fruta, cosechen el aceite y guárdenlo en sus tinajas; y vivan en los pueblos que ustedes van a ocupar.»
11 Igualmente, los judíos que estaban en Moab, entre los amonitas, en Edom y en todos los otros países, supieron que el rey de Babilonia había dejado una parte de la población de Judá y que había puesto al frente de ellos a Godolías, hijo de Ajigam, nieto de Safán.
12 Todos ellos regresaron de los distintos lugares donde se habían refugiado y, luego de haber llegado a la tierra de Judá, junto a Godo lías, en Mispá, hicieron una gran cosecha de vino y fruta.
Godolías es asesinado
13 Joanán, hijo de Carea, y todos los jefes guerrilleros se presentaron a Godolías en Mispá,
14 y le dijeron: «¿No sabes que Baalis, rey de los amonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?» Pero Godolías no les creyó.
15 Entonces Joanán dijo secretamente a Godolías: «Yo voy a ir a matar a Ismael, hijo de Neta nías, sin que nadie lo sepa. ¿Con qué derecho va a quitarte la vida? Esto produciría el desbande de todos los judíos reunidos a tu alrededor y sería el fin de la poca población de Judá.»
16 Mas Godolías, hijo de Ajigam, le contestó a Joanán, hijo de Carea: «No hagas eso, porque no es cierto lo que dices de Ismael.»

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Comentarios Jeremías, capítulo 40
40,7

Los caldeos han hecho de Judá una provincia de su imperio. Establecen como gobernador de ella a un judío, Godolías, perteneciente a la familia de Safán, que siempre favoreció a Jeremías. El partido de la resistencia lo asesina y, con ello, consigue solamente una nueva dispersión de los judíos.

Los capítulos 42-44 nos muestran por última vez a Jeremías peleando con los de su pueblo. Al profeta no le escucha más un partido que el otro. Tanto los partidarios de la resistencia a los caldeos como los de la sumisión actúan según sus propios deseos y se niegan a obedecer a Yavé.
Jeremías (Jer) Capítulo 41
1 Pues bien, en el séptimo mes, Ismael, hijo de Netanías, nieto de Elisama y que tenía sangre real, vino con diez hombres a visitar a Godolías, en Mispá. Y mientras estaban comiendo con él,
2 se levantaron Ismael y sus diez hombres y acuchillaron a Godolías, matando así al que el rey de Babilonia había puesto al frente del país.
3 Ismael asesinó también a todos los judíos que estaban comiendo con Godolías y a los soldados caldeos que estaban allí.
4 Dos días después del asesinato de Godolías, del cual nadie estaba enterado todavía,
5 llegaron de Siquem, de Silo y de Samaria, ochenta hombres con la barba cortada, la ropa hecha tiras y el cuerpo cubierto de cortaduras, que traían ofrendas e incienso que querían presentar en el Templo de Yavé.
6 Ismael, hijo de Netanías, salió de Mispá a su encuentro. Ellos iban llorando mientras caminaban. Al encontrarse con ellos, les dijo: «Vamos a saludar a Godolías, hijo de Ajigam.»
7 Pero apenas llegaron al centro de la ciudad, Ismael, ayudado por sus hombres, los degolló y los echó al fondo de un estanque.
8 Sin embargo, entre esos hombres hubo diez que le dijeron a Ismael: «Consérvanos la vida, pues tenemos escondidas, en el campo, provisiones de trigo, cebada, aceite y miel.» Entonces los perdonó y no los hizo morir como a sus hermanos.
9 El estanque donde Israel tiró los cadáveres de toda la gente que había asesinado era el Gran Estanque, que había mandado cavar el rey Asa para defenderse de Basa, rey de israel, hijo de Netanías, y lo llenó de cadáveres.
10 Después se llevó prisioneros a toda la pequeña población que había en Mispá, y a las princesas reales que Nebuzardán, comandante de la guardía, había entregado al cuidado de Godolías, hijo de Ajigam. Y, de madrugada, se puso en marcha hacia el país de los amonitas.
Reacción contra Ismael
11 Cuando Joanán, hijo de Carea, y todos los oficiales que le acompañaban se informaron de todos los crímenes de Ismael,
12 reunieron a todos sus hombres y partieron a luchar contra Ismael. Lo alcanzaron cerca de la gran laguna de Gabaón.
13 Toda la gente que Ismael llevaba prisionera desde Mispá y que iba con él, se alegraron mucho apenas vieron a Joanán y sus oficiales,
14 y dando media vuelta, regresaron al lado de Joanán.
15 Mientras tanto, Ismael logró escapar de Joanán y con ocho hombres se pasó a los amonitas.
16 Joanán, hijo de Carea, y sus oficiales juntaron a toda la gente que Ismael se había llevado prisionera desde Mispá, después de asesinar a Godolías, y que se había vuelto gracias a ellos desde Gabaón: hombres, mujeres, niños y eunucos.
17 Se pusieron en camino e hicieron un alto en Caman, cerca de Belén. Su proyecto era irse a Egipto, lejos de los caldeos, a quienes temían, después que Ismael había asesinado a Godolías, puesto por el rey de Babilonia para gobernar el país.
Jeremías (Jer) Capítulo 42
La huida a Egipto
1 Entonces todos los oficiales, especialmente Joanán, hijo de Carea, y Azarías, hijo de Hosías, y todo el pueblo, chicos y grandes, fueron a ver al profeta Jeremías
2 para decirle:
3 «¡Atiende, por favor, nuestra solicitud! Ruega a Yavé, tu Dios, por este grupito —pues de tantos que éramos, hemos quedado reducidos a unos pocos, como tú mismo lo puedes comprobar—, para que Yavé, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir o lo que tenemos que hacer.»
4 El profeta Jeremías les contestó: «De acuerdo, ahora mismo me pondré a rogar a Yavé, su Dios, por lo que ustedes me piden. Y cualquiera que sea la respuesta de Yavé, su Dios, yo se la comunicaré a ustedes sin ocultarles nada.»
5 Ellos, a su vez, dijeron a Jeremías: «Que Yavé sea un testigo fiel y sincero, que declare contra nosotros si no hacemos exactamente todo lo que Yavé, tu Dios, nos mande a decir por medio de ti.
6 Sea como sea, bueno o malo, seguiremos la voz de Yavé, nuestro Dios, con el cual te mandamos a conversar. Así, seremos felices por haber obedecido lo que nos mandaba Yavé, nuestro Dios.»
7 Al cabo de diez días, una palabra de Yavé le llegó a Jeremías.
8 Este llamó a Joanán, hijo de Carea, a todos los oficiales de su escolta y a todo el pueblo, chicos y grandes;
9 y les dijo:
9 «Así, habla Yavé, el Dios de Israel, al que ustedes me enviaron para exponerle sus deseos:
10 Si ustedes quieren vivir tranquilamente en esta tierra, yo los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré más, pues estoy arrepentido del mal que les he hecho.
11 No teman al rey de Babilonia, que tanto susto les causa; no lo teman, dice Yavé, pues estoy con ustedes para salvarlos y para librarlos de sus manos.
12 Yo pondré en su corazón sentimientos de piedad hacia ustedes, y él se compadecerá de ustedes, permitiéndoles que vuelvan a su patria.
13 Pero si ustedes dicen: “No queremos quedarnos más en este país», desobedeciendo así la voz de Yavé, su Dios,
14 y sostienen, por el contrario: “No, que es a Egipto adonde queremos ir, pues allí no veremos más la guerra, ni oiremos el toque del clarín, ni sufriremos de falta de paz; es allí donde queremos morar”,
15 pues bien, entonces, pequeño grupo de Judá, escucha la palabra de Yavé: Esto dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Si ustedes resuelven irse a Egipto y entran en esa tierra para habitar allí,
16 la espada, que les da miedo, los alcanzará también por allá, y el hambre, que les preocupa, les irá pisando los talones; y allí, en Egipto, ustedes morirán.
17 Y todos los que han decidido irse a Egipto para residir allí, morirán a espada, de hambre y de peste; y nadie escapará con vida de esa catástrofe que les voy a mandar.
18 Sí, lo asegura Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Como cayeron mi cólera y mi furor sobre los habitantes de Jerusalén, así también se desatarán sobre ustedes si se van a Egipto. Y ustedes serán objeto de mucho desprecio, de asombro, de maldición y de burla, y no volverán a ver más estos lugares.
19 Este es el mensaje de Yavé al resto de Judá: No vayan a Egipto. Fíjense bien que yo se lo he advertido hoy, claramente.
20 Ustedes ponían en juego su propia vida, cuando me encargaron: “Ruega por nosotros a Yavé, nuestro Dios, y todo lo que ordene Yavé, nuestro Dios, nos lo comunicas para que lo ejecutemos.”
21 Y ahora que se lo comunico, ustedes no quieren aceptar nada del mensaje de Yavé, su Dios, que yo les transmito.
22 Tengan, pues, ustedes muy bien en cuenta que perecerán por la espada, de hambre y de peste, en el territorio a donde quieren ir a instalarse.»
Jeremías (Jer) Capítulo 43
1 Pero apenas Jeremías hubo terminado de transmitir al pueblo todo el mensaje que Yavé, su Dios, le había entregado para ellos (y que fue mencionado arriba),
2 Azarías, hijo de Masías, y Joanán, hijo de Carea, y todos esos hombres, insolentes y porfiados, le contestaron a Jeremías: «No es cierto lo que cuentas. No es Yavé quien te ha encargado decirnos: “No se vayan a vivir a Egipto”,
3 sino que es Baruc, hijo de Nerías, quien te azuza contra nosotros para que así caigamos en manos de los caldeos, que nos matarán o nos desterrarán a Babilonia.»
4 Ni Joanán, ni sus oficiales, ni nadie del pueblo hizo caso de Yavé, que les mandaba quedarse en el país de Judá. Antes bien,
5 Joanán, hijo de Carea, y los jefes del ejército se llevaron al resto de la población de Judá, a los que habían estado desparramados por todas partes y que habían regresado a Judá para vivir allí.
6 Entre ellos había hombres, mujeres y niños; estaban las princesas reales y todas las personas que Nebuzardán, comandante de la guardia, había dejado con Godolías, hijo de Ajigam, y nieto de Safán, y, especialmente, al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías.
7 Partieron para Egipto, desobedeciendo la orden de Yavé, y llegaron hasta Tafnes.
Jeremías anuncia la invasión de Egipto
8 Una palabra de Yavé llegó a Jeremías en Tafnes:
9 «Toma unas piedras grandes y, a la vista de los judíos, mételas en el cemento de la plaza cuadrada que hay a la entrada del palacio de Faraón, en Tafnes.
10 Después dirás a esta gente: Esto es lo que afirma Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Miren, yo voy a mandar a buscar a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi servidor, el cual instalará su trono sobre estas piedras que he enterrado aquí, y detrás pondrá un adorno de colgaduras. 11 Vendrá y castigará a Egipto:
11 Quien esté destinado a la peste, a la peste,
11 quien al cautiverio, al cautiverio,
11 quien a la espada, a la espada.
12 Y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, quemará o se llevará sus dioses, despiojará a Egipto como despioja un pastor su manta, y después se irá sin que nadie lo moleste.
13 Hará pedazos los obeliscos del templo del Sol, que se encuentra en On, e incendiará los templos de los dioses egipcios.»
Jeremías (Jer) Capítulo 44
Ultimas advertencias de Jeremías
1 Palabra que le llegó a Jeremías respecto de todos los judíos que estaban en Egipto y que vivían en Migdol, Tafnes, Nof y en el territorio de Patrós.
2 Así dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel. Ustedes han presenciado todas las desgracias que sufrieron Jerusalén y todas las ciudades de Judá, que hoy no son más que un montón de ruinas abandonadas.
3 Esto les pasó por culpa de los crímenes que cometieron para molestarme, yendo a incensar y adorar a dioses extranjeros, que no conocían ni ellos, ni ustedes ni sus padres.
4 Yo les he estado mandando a ustedes sin parar, a todos mis sirvientes los profetas, con este mensaje: «No hagan esas cosas horribles que yo detesto.»
5 Pero no han querido escuchar ni hacer caso para abandonar su maldad o dejar de incensar a dioses extranjeros.
6 Entonces mi furor y mi cólera estallaron y quemaron las ciudades de Judá y los barrios de Jerusalén reduciéndolos a un montón de ruinas abandonadas, como lo están hoy en día.
7 Y ahora, Yavé, Dios de los Ejércitos, Dios de Israel, les pregunta: «¿Por qué se hacen tanto mal ustedes mismos? Ustedes van a hacer que se acaben los hombres, las mujeres y los niños de la raza de Judá, hasta que no quede nadie,
8 al provocarme con las cosas que hacen sus manos o quemando incienso a dioses extranjeros en este suelo de Egipto a donde se han venido a instalar. Así cooperan ustedes mismos a su propia ruina y hacen que todo el mundo los maldiga y se ría de ustedes.
9 ¿Acaso se han olvidado ustedes de los crímenes cometidos por sus padres, por los reyes de Judá y sus mujeres, por ustedes y sus mujeres, en Judá y en las calles de Jerusalén?
10 Hasta ahora no han sentido ningún arrepentimiento ni miedo, ni se han portado según la Ley y los mandamientos, que yo había publicado delante de ustedes y de sus padres.
11 Por esto, así les dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Me voy a fijar en ustedes para desgracia suya y acabaré con todo Judá.
12 Tomaré al resto de la población de Judá que resolvió venirse a vivir a Egipto y los haré perecer a todos en la tierra de Egipto; caerán al filo de la espada o morirán de hambre; grandes y chicos, todos morirán por la espada y de hambre. Los aborrecerán, se asombrarán de ellos, los maldecirán y se reirán de ellos.
13 Así, como castigué a Jerusalén con la espada, el hambre y la peste, también castigaré a los que viven en Egipto.
14 De este grupito de Judá que se vino a vivir a Egipto nadie escapará con vida para volver a su patria, adonde tanto anhelan volver a vivir. Nadie regresará, sino algunos pocos fugitivos.»
15 Entonces todos aquellos hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a dioses extranjeros, todas las mujeres que estaban presentes y todo el pueblo establecido en Egipto, en Patrós —en total una gran muchedumbre—, respondieron a Jeremías:
16 «No queremos saber nada con todo lo que nos has dicho en nombre de Yavé,
17 pues nosotros continuaremos haciendo lo que hemos decidido: ofreceremos incienso a la reina del cielo y derramaremos vino en su honor como lo hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y príncipes en las ciudades de Judá y en los barrios de Jerusalén. Entonces teníamos harto pan, éramos felices y en todo nos iba bien.
18 Pero desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de derramar vino en su honor, nos ha faltado de todo y hemos perecido por la espada y de hambre.»
19 Y las mujeres añadieron: «Cuando nosotras ofrecíamos incienso y derramábamos vino en honor de la reina del cielo, ¿acaso era sin permiso de nuestros ma ridos?»
20 Pero Jeremías les contestó a todo el pueblo, a los hombres y mujeres que le habían dicho eso:
21 «¿No ha sido, justamente, ese incienso que ustedes han ofrecido en las ciudades de Judá y en los barrios de Jerusalén, junto con sus padres, reyes y príncipes, lo que ha recordado Yavé y lo que le ha hecho palpitar el corazón?
22 Yavé no ha podido contenerse más al ver la mala conducta de ustedes y las cosas horribles que ustedes han hecho. Por eso, su país es ahora un desierto espantoso, maldito y abandonado.
23 Todas las calamidades que están ustedes padeciendo ahora, han sido porque ustedes ofrecieron incienso y pecaron así contra Yavé, no haciendo caso a su palabra y no portándose de acuerdo a su Ley, a sus mandamientos y órdenes.»
24 En seguida Jeremías se dirigió a todo el pueblo, especialmente a las mujeres: «Escuchen el mensaje de Yavé: Esto les dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel:
25 Ustedes, mujeres, piensan que tienen la obligación de cumplir los votos que han hecho, y dicen: “Tenemos que cumplir fielmente la promesa que hemos hecho de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramar vino en su honor.” ¡Muy bien! ¡Cumplan sus mandas, derramen su vino!
26 Sin embargo, oigan lo que les dice Yavé a todos ustedes, los judíos que viven en Egipto: Juro por mi Nombre poderoso, dice Yavé, que en todo Egipto no habrá en adelante un solo judío que pronuncie mi nombre; no quedará nadie para decir: “Por vida del Señor, Yavé.”
27 Sí, voy a poner mis ojos sobre ellos, no para su bien sino para su mal. Todos los hombres de Judá que están ahora en Egipto, perecerán a espada y de hambre hasta que se terminen todos.
28 Sólo unos pocos, que hayan logrado escapar de la espada, regresarán de Egipto a la tierra de Judá. Entonces todo el resto de la población de Judá, que entró en Egipto como refugiado, verá qué palabra se ha cumplido, si la mía o la suya.
29 Esta es para ustedes la prueba de que los voy a castigar en este lugar, dice Yavé, para que así reconozcan que mis palabras llenas de amenazas contra ustedes se cumplirán.
30 Yavé lo asegura: Voy a entregar a Faraón Hofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos que quieren quitarle la vida, igual que entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que quería matarlo.»
Jeremías (Jer) Capítulo 45
Palabras de consuelo para Baruc
1 Estas fueron las palabras que el profeta Jeremías le dirigió a Baruc, hijo de Nerías, cuando éste copiaba en un libro todo lo que le iba dictando Jeremías, el año cuarto del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
2 «Este recado te manda, a ti, Baruc, Yavé, el Dios de Israel.
3 Ya que tú has dicho: “Pobre de mí, porque Yavé añade más penas a mis sufrimientos, estoy cansado de tanto llorar sin encontrar consuelo.”
4 Así dice Yavé: Lo que había construido, lo destruyo; lo que había plantado, lo arranco, y esto, en todo el país.
5 ¿Y tú reclamas para ti cosas extraordinarias? No reclames tanto, pues voy a descargar calamidades sobre todos los mortales, dice Yavé, pero a ti te concederé la vida. La guardarás como un premio por dondequiera que vayas.»
Jeremías (Jer) Capítulo 46
PROFECÍAS CONTRA LAS NACIONES EXTRANJERAS
Contra Egipto
1 Estas son palabras de Yavé que le llegaron al profeta Jere mías sobre el destino de las naciones.
2 Para Egipto y el ejército de Faraón Necao, rey de Egipto, que estaba cerca del río Eufrates, en Carquemis, y al que derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, el año cuarto del reinado de Joaquim, rey de Judá.
3 Preparen escudos grandes y chicos,
3 marchen al combate,
3 ensillen los caballos;
4 ¡monten, jinetes!
4 Formen filas con los cascos puestos,
4 saquen brillo a las lanzas,
4 ¡pónganse las corazas...!
5 Pero, ¿qué es lo que veo?
5 Ellos se acobardan y retroceden.
5 Los más valientes son derrotados,
5 huyen sin volver la cabeza,
5 ¡Terror por todas partes!, dice Yavé.
6 Ni el más ágil podrá escapar,
6 ni el más valiente, salvarse,
6 Al norte, a orillas del río Eufrates,
6 tropezaron y cayeron.
7 ¿Quién era aquel que subía como el Nilo
7 o como río de torrentosas aguas?
8 Egipto era el que subía como el Nilo,
8 como torrente de revueltas aguas.
8 El decía: «Subiré e inundaré la tierra,
8 destruiré las ciudades con sus habitantes
9 ¡A la carga, la caballería!
9 ¡Al asalto, los carros!
9 Adelante, soldados de Etiopía,
9 y de Libia, que manejan escudos,
9 y ustedes los de Libia,
9 que tiran flechas con el arco.»
10 Ese día será para el Señor Yavé un día de venganza, para vengarse de sus enemigos: Su espada los va a devorar hasta quedar satisfecha, y se embriagará con su sangre.
10 Sí, el Señor, Yavé de los Ejércitos, celebra un sacrificio de centenares de víctimas, en el norte, a orillas del río Eufrates.
11 ¡Sube a Galaad a buscar bálsamos,
11 virgen, hija de Egipto!
11 ¡Pero es inútil que multipliques tus remedios,
11 pues nada podrá sanarte!
12 Las naciones se han enterado de tu derrota,
12 la tierra está llena con tus gritos;
12 pues un soldado ha tropezado con otro
12 y ambos han caído al mismo tiempo.
Nabucodonosor invade Egipto
13 Estas fueron las palabras que Yavé dirigió al profeta Jeremías, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, emprendió el ataque a Egipto:
14 Publíquenlo en Migdol
14 y repítanlo en Nof.
14 Digan: Levántate y prepárate,
14 porque la espada anda devorando a tu alrededor.
15 ¡Cómo! ¿Apis ha huido?
15 ¿Tu Toro ha sido derrotado?
15 Sí, Yavé lo ha derribado,
16 ha caminado a tropezones y se ha venido a tierra.
16 Entonces unos a otros se han dicho:
16 «¡Arriba! Volvámonos a nuestro pueblo
16 y a nuestra patria,
16 lejos de la espada que destruye.»
17 Pongan este nombre a Faraón:
17 «¡Ruido a destiempo!»
18 Por vida mía, dice el Rey,
18 cuyo nombre es Yavé de los Ejércitos,
18 alguien va a venir,
18 que es como el Tabor entre los montes,
18 o como el Carmelo que domina el mar.
19 Prepara tu equipaje de desterrada,
19 hija de Egipto, que vives tan cómodamente.
19 Nof será reducida a un desierto,
19 a un montón de ruinas abandonadas.
20 Egipto era una linda vaquilla: un tábano del norte se ha posado sobre ella.
21 Los mercenarios que se veían en ella, eran como novillos de engorde, pero ellos también vuelven la espalda y huyen todos juntos, sin oponer resistencia. Pues éste es para ellos el día de su desgracia, la hora de su castigo.
22 Escúchenla que silba como una serpiente que huye, pues avanzan en masa contra ella, se echan sobre ella con sus hachas, como hace el leñador,
23 ¡y cortan el bosque!, dice Yavé. Sí, han venido como una nube de langostas, tan numerosos que no se pueden contar.
24 La hija de Egipto se ve derrotada, ha caído en manos del pueblo del norte.
25 Yavé de los Ejércitos, el Dios de Is rael, ha declarado: Voy a castigar a Amón de No, el Faraón, y a los que ponen en él su confianza.
26 Los entregaré en manos de los que quieren quitarles la vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus súbditos. Pero en el futuro Egipto será nuevamente poblado como antiguamente, dice Yavé.
27 No tengas miedo, Jacob, mi servidor; no te asustes, Israel. Pues yo estoy aquí para sacarte de tierras lejanas y a tus hijos del país donde están cautivos. Jacob recobrará la calma y vivirá tranquilo, sin que nadie lo moleste.
28 No temas, servidor mío, Jacob, dice Yavé, pues yo estoy a tu lado. Destruiré a todas las naciones adonde te arrojé, pero a ti no te exterminaré; te castigaré como lo mereces, pero no será una venganza.

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Comentarios Jeremías, capítulo 46
46,1

En Jeremías, como en otros profetas, se leen profecías contra las naciones extranjeras. Los profetas vivieron en un tiempo bien determinado y su misión fue sembrar una nueva raza de hombres más lúcidos, más responsables, más interiorizados de fe, en un mundo que se iba desmoronando. Las civilizaciones prestigiosas de Egipto y Babilonia te nían encerradas a las personas y no les permitían descubrir nuevos valores; el particularismo de los pueblos pequeños los llevaba a desaparecer. No era solamente Israel el que debía pasar por la muerte, sino todos ellos; pero solamente Israel resucitaría para un destino más grande.

Es bueno saber que muchos de esos «oráculos de Jeremías» son, en realidad, poesías populares que se hicieron después que dichos pueblos vecinos fueron humillados o destruidos; y se introdujeron posteriormente en los libros de los profetas. Algunas de éstas se encuentran casi idénticas en otros libros proféticos.
Jeremías (Jer) Capítulo 47
Contra los filisteos
1 Esta es la palabra de Yavé que llegó al profeta Jeremías referente a los filisteos, antes que Faraón se apoderase de Gaza.
2 Así dijo Yavé:
2 Desde el norte llegan aguas desbordadas:
2 es un río caudaloso,
2 que inunda el país y cuanto él contiene,
2 las ciudades y sus habitantes.
2 Por todas partes se escuchan gritos,
2 y los habitantes del país se lamentan.
3 Se oye el martilleo de las herraduras de sus caballos,
3 el ruido de sus carros y el estrépito de sus ruedas.
3 Los padres ya no miran por sus hijos,
3 sus manos están sin fuerza.
4 Porque ha llegado el día
4 en que serán aniquilados todos los filisteos,
4 y en que Tiro y Sidón verán derrotados
4 hasta sus últimos aliados.
4 Sí, Yavé exterminará a los filisteos,
4 a los restos de la isla de Caftor.
5 Gaza ha sido rapada,
5 Ascalón está callada;
5 Asdod, resto de los anaquitas,
5 ¿hasta cuándo te vas a hacer cortaduras en tu cuerpo?
6 ¡Ay, espada de Yavé!
6 ¿Hasta cuándo estarás sin descansar?
6 Métete en tu vaina.
6 ¡Párate, tranquilízate!
7 ¿Cómo va a tomar descanso
7 si Yavé le ha dado órdenes?
7 Ascalón y la costa del mar,
7 ésos son sus blancos.
Jeremías (Jer) Capítulo 48
Contra Moab
1 Contra Moab. Así habla Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel:
1 Pobre de Nebo, que ha sido saqueada,
1 Quiriatayim ha sido tomada,
1 la confusión y el miedo reinan en la ciudadela:
2 ya no es más ella la gloria de Moab.
2 En Jesebón han planeado su ruina:
2 «Vamos y borrémosla de entre las naciones.»
2 También tú, Madmén, vas a caer,
2 ya la espada te está cercando.
3 Escuchen los gritos que se sienten desde Abarim:
3 «¡Calamidad! ¡Desastre total!
3 ¡Moab ha sido arrasada!»
4 Lo anuncian a voz en cuello hasta Soar.
4 ¡Ay!, la cuesta de Luit
4 la suben llorando.
5 ¡Ay!, por la bajada de Joronayim
5 se oyen gritos desgarradores:
6 «Huyan, sálvese quien pueda,
6 hagan como los burros salvajes del desierto.»
7 Tú confiabas en tus fortalezas y tus riquezas,
7 pero también a ti te pillarán.
7 Camos partirá al destierro
7 con sus sacerdotes y príncipes.
8 El destructor va a invadir a todas las ciudades,
8 sin que se libre una sola.
8 El valle será arrasado, la Meseta saqueada:
8 lo asegura Yavé.
9 Entierren a Moab,
9 porque ha sido totalmente destruido;
9 sus ciudades quedarán hechas un desierto,
9 y no habrá quien habite en ellas.
10 Maldito el que ejecuta con flojera el trabajo que Yavé le ha encomendado. ¡Maldito el que tiene su espada limpia de sangre!
11 Tranquilo ha vivido Moab desde su juventud,
11 reposaba como un vino
11 que nunca ha sido cambiado de tonel.
11 Nunca había marchado al exilio,
11 por eso había conservado su gusto
11 y su sabor no se había picado.
12 Pero se acerca el momento, dice Yavé, en que le mandaré gente que lo cambie de tonel; ellos dejarán sus barriles vacíos y quebrarán sus tinajas.
13 Entonces Moab se avergonzará de Camos como la Casa de Israel se avergonzó de Betel, en el que había puesto su esperanza.
14 ¿Cómo pueden decir ustedes: «Somos valientes y buenos para la pelea»?
15 El destructor de Moab se ha lanzado contra él, lo mejor de su juventud va a parar al matadero.
16 El fin de Moab se acerca,
16 su desgracia está ya encima.
17 Lloren por él todos ustedes, sus vecinos,
17 ustedes, que conocían su fama.
17 Digan: «¿Cómo ha sido roto este bastón tan firme,
17 esta vara tan preciosa?»
18 Baja de tu trono de gloria y siéntate en el suelo,
18 hija de Dibón, que vives con tanta comodidad;
18 el devastador de Moab te ha atacado
18 y ha destruido tus fortalezas.
19 Párate a mirar en el camino,
19 tú que habitas en Aroer.
19 Pregúntales al fugitivo y al escapado:
19 «¿Qué pasa?»
20 «Moab está avergonzada porque ha sido derrotada.
20 ¡Giman y griten!
20 Cuenten en Arnón que Moab ha sido destruida.»
21 Se ha dictado la sentencia condenando a la región de la Meseta, a Jolón, Jasa y Mefat,
22 a Dibón, Nebo, Betdeblataim,
23 Quiriatayim, Betgamul, Bet Maón,
24 Cariot y Bosra, y a todas las ciudades de Moab, tanto las que están lejos como las de cerca.
25 El poder de Moab se ha venido abajo, ha sido herido su brazo.
26 Emborráchenlo, pues se alzó contra Yavé. ¡Que Moab se revuelque en sus vómitos y quede en ridículo!
27 Pues, ¿tú no te reíste también de Israel? ¿Lo pillaste, acaso, en compañía de ladrones, para que siempre que hables de él, menees burlonamente la cabeza?
28 Salgan de las ciudades
28 y váyanse a los cerros,
28 habitantes de Moab.
28 Imiten a las palomas,
28 que hacen sus nidos al borde del precipicio.
29 Nos han llegado noticias del orgullo de Moab,
29 es un orgullo muy grande.
30 Conocemos su soberbia, su arrogancia, su insolencia
30 y la altanería de su corazón.
30 ¡Conozco bien su arrogancia!,
30 dice Yavé,
30 sus amenazas son puras palabras,
30 sus obras no sirven para nada.
31 Por eso, quiero también llorar por Moab,
31 gritar por todo Moab,
31 gemir por la gente de Quir-Jerés.
32 Más que por Yazer, lloro por ti,
32 ¡oh viña de Sibma!
32 Tus sarmientos se alargaban más allá del mar
32 y alcanzaban hasta Jazer.
32 Sobre tu cosecha y tu vendimia,
32 ha caído el destructor.
33 El gozo y la alegría han desaparecido del país de Moab.
33 No hay vino en las cubas,
33 pues los hombres ya no pisan el lagar
33 ni resuenan más sus cantos de alegría.
34 Los aullidos de Jesbón y de Elealí se escuchan hasta en Jasa; se grita desde Segor hasta Joronaím y Eglatselisa, pues las aguas de Nimri han sido devastadas.
35 Haré que en Moab no haya más quien haga ofrendas en los lugares altos, o queme incienso a su dios, dice Yavé.
36 Mi corazón gime por Moab como una flauta; mi corazón gime por la gente de Quir-Jerés como una flauta, porque todas las riquezas que habían acumulado se han perdido.
37 Sí, todas las cabezas están rapadas; todas las barbas, cortadas; todas las manos están llenas de cortaduras, y todos se han vestido con sacos.
38 En las terrazas de Moab y en sus calles, todo el mundo se lamenta, porque he hecho pedazos a Moab como un cántaro que no sirve, dice Yavé.
39 ¿Cómo es posible que Moab haya sido destruido y que, humillado, haya tenido que volver la espalda? ¿Por qué Moab se ha convertido en objeto de burla y de espanto para todos sus vecinos?
40 Porque así habla Yavé:
40 miren cómo vuela cual un águila
40 y extiende sus alas sobre Moab.
41 Las ciudades son conquistadas
41 y las fortalezas ocupadas;
41 el corazón de los soldados de Moab ha pasado a ser
41 como el corazón de una mujer que da a luz.
42 Moab ha sido destruido y queda sin habitantes,
42 porque se alzó contra Yavé.
43 ¡El terror, la fosa y la trampa
43 son para ti, habitante de Moab!,
43 dice Yavé.
44 El que escape del terror, caerá en la fosa,
44 y el que salga de la fosa,
44 quedará preso en la trampa.
44 Sí, todas estas calamidades enviaré sobre Moab
44 el año de su castigo, dice Yavé.
45 A la sombra de Jesbón se pararon,
45 sin fuerzas, los fugitivos.
45 Pero ha salido un fuego de Jesbón,
45 una llama del palacio de Sijón,
45 que ha devorado las sienes de Moab
45 y el cráneo de esta gente revoltosa.
46 ¡Ay de ti, Moab!
46 ¡Estás perdido, pueblo de Camos!
46 Pues tus hijos han sido llevados al destierro
46 y tus hijas al cautiverio.
47 Pero yo cambiaré la suerte de Moab,
47 en el futuro, dice Yavé.
47 Hasta aquí la sentencia contra Moab.
Jeremías (Jer) Capítulo 49
Contra los amonitas
1 Sobre los hijos de Ammón. Esto dice Yavé: ¿Israel no tiene, acaso, hijos o herederos? ¿Cómo, entonces, Melcom ha heredado el país de Gad y su pueblo se ha establecido en sus ciudades?
2 Por eso, se acerca ya el tiempo, dice Yavé, en que haré resonar, en Rabbá de los amonitas, el grito de guerra. Quedará convertida en un montón de escombros abandonados, y sus aldeas serán incendiadas. Entonces Israel despojará a los que lo habían despojado, afirma Yavé.
3 ¡Quéjate, Jesbón, porque Ar ha sido destruida. Griten, hijas de Rabbá! ¡Vístanse con sacos, lloren, anden llenas de cortaduras en el cuerpo! Pues Melcom parte al destierro, junto con sus sacerdotes y príncipes.
4 Eres bien orgullosa de tus valles, muchacha insolente; confiada en tus riquezas, dices: «¿Quién se atreverá a atacarme?»
5 Pues bien, yo trataré de que el terror se abalance contra ti por todas partes: todos huirán, cada uno por su lado, y no habrá nadie para reunir a los fugitivos.
6 Pero, en el futuro, mejoraré la suerte de los hijos de Ammón, dice Yavé.
Contra Edom
7 Para Edom. Esto dice Yavé de los Ejércitos.
7 ¿Ya se acabó la sabiduría en Temán?
7 ¿Perdieron su prudencia los inteligentes,
7 o se corrompió su sabiduría?
8 ¡Den media vuelta y huyan, escóndanse bien,
8 habitantes de Dedán
8 Porque voy a dejar caer la ruina sobre Esaú,
8 en el momento de su castigo!
9 Si llegan vendimiadores a tu casa,
9 no van a dejar un solo pampanito;
9 si son ladrones nocturnos,
9 saquearán todo lo que encuentren.
10 Pues yo soy el que asalto a Esaú,
10 y descubro sus escondites,
10 para que ya no pueda esconderlos.
10 ¡Su raza ha sido destruida, ya no existe!
10 No hay nadie de entre sus vecinos que diga:
11 «Pásame tus huérfanos, yo los cuidaré,
11 y que tus viudas se acerquen a mí con confianza.»
12 Porque así habla Yavé: Los que no debían haber tomado de esa copa fueron obligados a beber, y tú, ¿quieres que no te castiguen? ¡No quedarás sin castigo, sino que tendrás también que tomar!
13 Pues yo lo juré por mí mismo, dice Yavé: Bosra quedará convertida en un desierto espantoso, infame y maldito, y todas sus ciudades no serán, en adelante, más que un montón de ruinas.
14 Acaba de llegar un mensaje de Yavé, un mensajero ha sido enviado a todas las naciones: «Júntense y marchen contra este pueblo. Prepárense para la guerra.»
15 Pues mira cómo te he hecho un pequeño pueblo, despreciado por los hombres.
16 El miedo que metías y la soberbia de tu corazón te han engañado a ti que vives en el hueco de la roca, y te cuelgas de la cumbre más alta. Aunque hagas tu nido tan alto como un águila, desde allí te tiraré abajo, dice Yavé.
17 Edom quedará hecho una calamidad: todos los que pasen cerca silbarán horrorizados, al ver todas sus heridas.
18 Será semejante a Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas después de la catástrofe: nadie volverá a vivir allí, ni nunca más un ser humano se radicará en este lugar.
19 Como un león que sale de la espesura del Jordán y se dirige a un potrero siempre verde, así, en un abrir y cerrar de ojos, estaré en sus praderas y los haré huir. Pues ¿quién es como yo? ¿Quién podrá resistirme, y dónde está el pastor capaz de hacerme frente?
20 Así, pues, escuchen la decisión que Yavé ha tomado contra Edom y sus proyectos contra los habitantes de Temán: Sí, hasta las ovejas más flacas serán llevadas a la rastra, y, al verlo, el rebaño se estremecerá de espanto.
21 Con el estruendo de su caída temblará la tierra, y el eco se oirá hasta en el mar Rojo.
22 Miren al águila que se eleva y que da sus vueltas: ¡ha extendido sus alas sobre Bosra! Aquel día, el corazón de los valientes de Edom será como el corazón de una mujer que da a luz.
Contra las ciudades sirias
23 Sobre Damasco. Jamat y Arfad están preocupadas porque recibieron una mala noticia. Se les para el corazón de espanto y no pueden tranquilizarse.
24 Damasco, acobardado, se dispone a huir, el terror la invade.
25 ¿Cómo es que está abandonada la ciudad famosa, la ciudad alegre?
26 Sí, es cierto, sus jóvenes caerán en sus plazas y todos sus soldados perecerán aquel día, dice Yavé de los Ejércitos.
27 Yo prenderé fuego a las murallas de Damasco, que quemará también a los palacios de Benadad.
Contra las tribus árabes
28 Esto dice Yavé respecto de Quedar y los reinos de Jasor derrotados por Nabucodonosor:
28 ¡Levántense y suban a Quedar
28 y dejen en la ruina a los hijos de Oriente!
29 Les quitarán sus carpas y sus rebaños,
29 sus toldos y todo su bagaje,
29 y les arrebatarán sus camellos.
29 Gritarán encima de ellos: «Susto por todas partes.»
30 Huyan, salgan rápido, escóndanse bien,
30 moradores de Jasor, dice Yavé;
30 porque Nabucodonosor ha trazado un proyecto
30 y ha organizado un plan contra ustedes.
31 «De pie, ataquemos a la nación tranquila,
31 que vive confiada,
31 que no tiene puertas ni candados
31 y que habita en despoblado.
32 Sus camellos serán nuestro botín
32 y sus incontables rebaños, nuestra presa.»
32 Voy a desparramar a los cuatro vientos
32 a los que se afeitan la cabeza,
32 y de todas partes les sobrevendrá la desgracia,
32 dice Yavé.
33 Jasor será, en adelante una guarida de chacales,
33 un eterno desierto.
33 Allí nadie vivirá,
33 ni ningún ser humano se radicará.
Contra Elam
34 Palabra de Yavé al profeta Jeremías acerca de Elam, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá.
35 Así dice Yavé de los Ejércitos: Voy a romper el arco de Elam, que es la base de su poder.
36 Haré que soplen sobre Elam los cuatro vientos desde los cuatro puntos cardinales del cielo; ¡y mandaré a los elamitas a todos estos vientos, y no habrá nación adonde no lleguen fugitivos de Elam!
37 Haré que los elamitas tiemblen al ver a sus enemigos, que quieren quitarles la vida. Sobre ellos arrojaré la desgracia, mi ardiente cólera. Enviaré la espada en su persecución, para que los mate a todos.
38 Pondré mi trono en Elam y haré desaparecer de allí rey y príncipe, dice Yavé.
39 Pero, en el futuro, cambiaré la suerte de Elam, dice Yavé.
Jeremías (Jer) Capítulo 50
Caída de Babilonia y liberación de Israel
1 Palabra de Yavé, que dijo contra Babilonia:
2 «Díganlo entre las naciones
2 para que lo sepan todos;
2 no lo callen, digan: Babilonia ha caído.
2 Babilonia ha sido tomada.
2 Su dios Bel ha sido humillado,
2 Marduk ha sido derribado,
2 avergonzadas están sus imágenes,
2 espantados sus ídolos.
3 Un pueblo del norte la ha atacado
3 ya ha hecho de su tierra un desierto.
3 Nadie en adelante, hombre o animal, vivirá en ella.
4 En aquellos días, en esa época
4 volverán los hijos de Israel;
4 y caminarán llorando
4 en busca de Yavé, su Dios.
5 Preguntarán por el camino hacia Sión,
5 y mirando a ella, dirán:
5 «Vengan, unámonos a Yavé
5 con pacto eterno e inolvidable.»
6 Los de mi pueblo eran ovejas perdidas;
6 sus pastores las habían descarriado
6 y las hacían vagar por los cerros:
6 ya no conocían su corral.
7 Todo el que los encontraba los devoraba,
7 y sus enemigos decían: No corremos riesgos,
7 pues pecaron contra Yavé,
7 morada segura, en el que confiaban sus padres.»
8 Huyan de Babilonia
8 y del país de los caldeos.
8 Salgan como salen los machos cabríos a la cabeza del rebaño.
9 Porque voy a azuzar contra Babilonia
9 grandes naciones venidas del norte.
9 Contra ella, juntas pelearán,
9 y la conquistarán los arqueros certeros,
9 cuyas flechas no caen en el vacío.
10 Caldea será entregada al saqueo
10 y los saqueadores quedarán repletos.
11 ¡Ustedes se alegraban y triunfaban,
11 saqueadores de mi propiedad,
11 y relinchaban como potros!
12 Pero ahora ven a su madre humillada,
12 la que los dio a luz ha sido humillada;
12 ha pasado a ser la última de las naciones,
12 un desierto seco y triste.
13 La cólera de Yavé la ha devastado,
13 nadie ya habitará en ella.
13 El que pase cerca de Babilonia se detendrá asombrado,
13 y silbará al ver tantas heridas.
14 Ordénense frente a Babilonia, ro déenla,
14 ¡ustedes que manejan el arco!
14 ¡Tírenle flechas, sin ahorrar ninguna!
15 De todas partes han lanzado contra ella gritos de guerra y se ha rendido. Han caído sus torres de defensa, se han derrumbado sus murallas. Ustedes que son los instrumentos de la cólera de Yavé, ¡hagan con ella lo mismo que hizo con ustedes!
16 Saquen de Babilonia al sembrador y al segador que maneja la echona. Ante la espada destructora, que cada uno se vuelva a su pueblo y huya a su tierra.
17 Israel era una oveja perdida, perseguida por leones. Primero, el rey de Asur la devoró, y luego, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se comió sus huesos.
18 Por eso, así habla Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: Estoy listo para castigar al rey de Babilonia y a su país, como ya castigué al rey de Asur.
19 Yo haré volver a Israel a su corral y comerá el pasto en el Carmelo y en el Basán y en los cerros de Efraím y Galaad tendrá para saciarse.
20 En aquellos días, entonces, se buscará la culpa de Israel, pero no existirá; los pecados de Judá, pero no se hallará ninguno, porque al que salvo, yo le perdono.
21 Contra el país de Meratayim.
21 «Sube al país de Meratim, y atácalo;
21 a los habitantes de Pecod persíguelos,
21 toma la espada y mátalos, dice Yavé.
21 Ejecuta mis órdenes fielmente.»
22 Ruido de batalla en el país, ¡gran desastre!
23 ¿Cómo se ha partido en mil pedazos el martillo de toda la tierra? ¿Cómo es posible que Babilonia se haya convertido en una cosa que produce horror a todas las naciones?
24 Te coloqué una trampa y caíste en ella, sin darte cuenta. Fuiste capturada y dominada porque te sublevaste contra Yavé.
25 Yavé ha abierto su arsenal
25 y ha sacado las armas de su ira,
25 porque hay trabajo para el Señor Yavé
25 en la tierra de los caldeos:
26 «Vengan de todas partes,
26 abran sus graneros,
26 amontónenlo todo y préndanle fuego,
26 para que no quede nada.
27 Degüellen todos sus novillos,
27 que marchen al matadero.
27 ¡Ay de ellos, porque ha llegado su día,
27 la hora de su castigo!»
28 ¡Escuchen! Son los fugitivos y los que escaparon del país de Babilonia que vienen a contar en Sión la venganza de Yavé nuestro Dios.
29 Llamen a los arqueros para que ataquen a Babilonia. Ustedes que manejan el arco, pongan sus campamentos alrededor de ella, para que nadie pueda escapar.
29 Páguenle a ella según sus obras; todo lo que ella hizo, hagan con ella, porque se portó insolente con Yavé, con el Santo de Israel.
30 Por eso, sus jóvenes caerán en sus plazas y sus soldados perecerán aquel día, dice Yavé.
31 Contra ti me dirijo, Insolencia, dice el Señor Yavé de los Ejércitos; ha llegado tu día, la hora de tu castigo.
32 Insolencia tropezará y caerá al suelo, sin tener quién la levante. Prenderé fuego a tus ciudades y arderán todos tus alrededores.
33 Así habla Yavé de los Ejércitos: Los hijos de Israel están oprimidos, todos los que los han hecho cautivos los retienen y no quieren soltarlos.
34 Pero su Redentor es poderoso, su nombre es Yavé de los Ejércitos. El ha tomado la defensa de su causa; dará paz al mundo, pero hará temblar a los habitantes de Babilonia.
35 Espada para los caldeos,
35 para los babilonios, sus jefes y sus sabios.
36 ¡Espada para sus adivinos, para que se vuelvan tontos!
36 ¡Espada para sus soldados, para que se acobarden!
37 ¡Espada para toda la mezcolanza
37 de tropas aliadas que hay dentro de ella,
37 para que se porten como mujeres!
37 ¡Espada a sus tesoros, para que sean saqueados!
38 ¡Espada a sus aguas, para que se sequen!
38 Porque es un país de ídolos y están locos por sus horribles imágenes.
39 Por eso, los linces harán allá sus guaridas con los chacales, y los avestruces vivirán allí; nunca más será habitada y quedará despoblada para siempre.
40 Como después que Dios destruyó a Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas, dice Yavé, allí nadie vivirá, y ningún ser humano se radicará.
41 Miren ese pueblo que viene del norte,
41 es una gran nación,
41 sus reyes poderosos se levantan
41 desde los confines del mundo.
42 Empuñan el arco y la lanza,
42 son bárbaros y crueles;
42 su griterío es como el rugido del mar;
42 andan a caballo;
42 cada hombre está equipado para la batalla
42 para atacarte a ti, hija de Babilonia.
43 Apenas el rey de Babilonia tuvo noticias de todo esto,
43 comenzaron a temblarle las manos,
43 y le asaltó la angustia
43 y un dolor como de una mujer que da a luz.
44 Alguien sale como un león
44 de la espesura del Jordán,
44 y se dirige a un potrero siempre verde;
44 así, en un abrir y cerrar de ojos los echaré de allí
44 y colocaré a mi elegido.
44 ¿Quién es, en efecto, como yo?
44 ¿Quién podrá demandarme ante la justicia?
44 ¿Dónde está el pastor capaz de hacerme frente?
45 Así, pues, escuchen lo que ha decidido hacer Yavé con Babilonia y lo que piensa realizar en el país de los caldeos: sí, hasta las ovejas más pequeñas serán llevadas a la rastra, y, al verlo, el rebaño temblará de miedo.
46 Con el estruendo de la caída de Babilonia se estremece la tierra, y el eco retumba en todos los pueblos.

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Comentarios Jeremías, capítulo 50
50,1

Los capítulos 50 y 51 contienen los oráculos contra Babilonia. Son varios discursos que se desarrollan en torno a la caída de Babilonia y la vuelta de los desterrados.

Yo te usé como un martillo (cap. 51,20). Un siglo antes, Isaías veía en Asur la vara con que Dios castiga a las naciones. Pero Asur fue destruido por Babilonia. Esta fue entonces el martillo con que Yavé golpeaba las naciones y las destruía. También Babilonia, después de cumplir ciegamente la voluntad de Dios contra Judá, corre a su caída: cincuenta años más tarde será destruida por los persas.

Jeremías nos invita a no temblar ante las grandes potencias del mundo de hoy. Naciones grandes han surgido para echar abajo una cristiandad aburguesada y adormecida; las revoluciones y persecuciones han derribado las frágiles construcciones en que confiaban los cristianos. Pero, ante la generación siguiente, aparece otro gigante que supera al primero, mientras la Iglesia, aparentemente despojada, más pobre, se levanta con fuerzas nuevas.

Al terminar la lectura de Jeremías, podemos pasar al capítulo 40 de Isaías: el pequeño país de Judá volverá a vivir, pero los grandes imperios —Asiria, Babilonia no dejarán sino ruinas.
Jeremías (Jer) Capítulo 51
El Señor, contra Babilonia
1 Así habla Yavé: Voy a levantar contra los habitantes de Babilonia un viento impetuoso.
2 Enviaré a Babilonia gente que limpia el grano en la era para que la aventen y limpien su territorio, pues la van a atacar por todas partes en el día de su desgracia.
3 Que ninguno de sus arqueros pueda estirar su arco y que nadie se pueda enderezar en su coraza. No tengan piedad con sus jóvenes, destruyan totalmente su ejército.
4 Los caldeos caerán heridos en su tierra y acuchillados en las calles de Babilonia;
5 porque Israel no es viuda de su Dios, Yavé de los Ejércitos, aunque su país estaba lleno de pecados contra el Santo de Israel.
6 Salgan de en medio de Babilonia y que cada cual salve su vida; para que no perezca cuando llegue su castigo, pues éste es el momento de la venganza de Yavé en que él le dará su merecido.
7 Babilonia era una copa de oro en manos de Yavé que embriagó al mundo entero, ya que todas las naciones tomaron vino en ella y perdieron la razón.
8 De repente ha caído Babilonia y se ha hecho pedazos; ¡lloren por ella! Vayan a buscar pomada para su mal, a lo mejor se cura.
9 «Atendimos a Babilonia, pero no se recuperó. Dejémosla ahí y partamos cada uno para nuestra tierra; porque el juicio en su contra llega hasta el cielo y se eleva hasta las nubes.»
10 Yavé ha hecho brillar nuestros derechos. Vengan y contemos en Sión las obras de Yavé, nuestro Dios.
11 Afilen las flechas, llenen con ellas las cajas. Yavé ha movido la voluntad del rey de los medos, para que éste marche contra Babilonia y la destruya: ésta será la venganza de Yavé, la venganza por su Templo.
12 Frente a las murallas de Babilonia levanten banderas, refuercen la guardia, coloquen centinelas, preparen emboscadas, porque Yavé mismo pensó el plan, y ahora cumplirá lo que dijo contra los habitantes de Babilonia.
13 Tú que resides cerca de grandes ríos, tú, rica en tesoros ha llegado tu fin, el término de tus rapiñas.
14 Yavé de los Ejércitos lo ha jurado por sí mismo: Te llenaré de hombres tan numerosos como langostas, que lanzarán gritos de guerra contra ti.
Himno
15 El hizo la tierra con su poder, afirmó el mundo con su sabiduría y con su inteligencia extendió los cielos.
16 A su voz se acumulan las aguas en el cielo, hace subir las nubes desde el extremo de la tierra, produce relámpagos en medio del aguacero y saca el viento de sus depó sitos.
17 Todo hombre entonces se siente estúpido, imbécil, y el platero se avergüenza de su ídolo, pues sus estatuas no son más que mentiras, que nunca respiran.
18 Son cosas inútiles, puras tonterías que desaparecerán cuando llegue su castigo.
19 No es así, en cambio, el Dios de Jacob, pues él ha formado el universo e Israel es su tribu heredera. Su nombre es Yavé de los Ejércitos.
El martillo de Yavé
20 Yo te usé como un martillo,
20 como una maza para el combate.
21 Contigo aplasté naciones,
21 contigo destruí reinos,
21 contigo derribé al caballo y al jinete,
21 al carro de guerra y al que lo monta.
22 Contigo golpeé a hombres y mujeres,
22 al viejo y al muchacho,
22 al joven y a la doncella.
23 Contigo aplasté al pastor y su rebaño,
23 al labrador y su yunta,
23 a gobernantes y funcionarios.
24 Pero le devolveré a Babel
24 y a todos los caldeos
24 en presencia de ustedes, dice Yavé,
24 todo el mal que hicieron a Sión.
24 Ya vengo a ti, cerro destructor,
24 que arruinabas la faz de la tierra.
25 Apenas extienda mi mano contra ti
25 te haré rodar de lo alto de las rocas
25 y te convertiré en un cerro quemado.
25 Jamás sacarán de ti una piedra de cimientos,
26 ni tampoco buscarán piedras
26 para volver a edificarte.
26 Serás un montón de ruinas para siempre,
26 porque así lo ha dicho Yavé.
27 ¡Agiten banderas por el mundo entero y toquen el clarín en todas las naciones! Preparen los países para atacarla, citen a los reinos de Ararat, Minni y Askenaz para que marchen contra ella; que entre en acción el oficial de reclutamiento. Lancen a la carga la caballería como una nube de langostas rabiosas.
28 Alisten las naciones para el ataque, el rey de Media, sus gobernadores, todos sus jefes y todos los países que están bajo su imperio.
29 La tierra tembló y se estremeció porque se cumplió lo que Yavé había decretado contra Babilonia: reducir el territorio de Babilonia a un desierto despoblado.
30 Los valientes de Babilonia han abandonado la batalla y se han sentado en las ciudadelas; se les acabaron las fuerzas y parecen unas mujeres. 31 Han prendido fuego a sus aposentos y han hecho pedazos sus trancas.
31 Carteros y mensajeros salen unos después de otros para comunicar al rey de Babilonia que su ciudad ha sido totalmente tomada,
32 los vados del río ocupados, las fortificaciones incendiadas y los soldados se ha han acobardado.
33 Pues así habla Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: La hija de Babilonia se parece a una era al tiempo de la trilla; para ella dentro de poco vendrá el tiempo de la siega.
34 El pueblo de Sión dice: «Me comió y me chupó el rey de Babilonia; me dejó como un plato vacío, me tragó igual que un dragón, se llenó su estómago con mis mejores presas.
35 ¡Caigan sobre Babilonia mi humillación y mis sufrimientos, y mi sangre sobre los habitantes de Caldea!, dice Jerusalén.
36 Por lo tanto, así habla Yavé: Aquí estoy para tomar la defensa de tu causa y para asegurarte tu venganza. Voy a secar su río y a agotar sus vertientes.
37 Babilonia se convertirá en un montón de piedras, ven una guarida de chacales que cause horror y desprecio, sin un solo habitante.
38 Todos rugen como leones y andan gruñendo como leoncitos.
39 ¿Tienen calor? Ya les tengo listo un refresco, se lo daré para que tomen hasta perder los sentidos y caigan en un sueño eterno y nunca más puedan levantarse, afirma Yavé.
40 Los empujaré como corderos al matadero, como carneros y chivatos.
41 ¡Cómo! ¿Ha caído, ha sido conquistada la más famosa del mundo entero? ¡Cómo! ¿Babilonia ahora es la más miserable de las naciones?
42 El mar se salió en Babilonia y la sumergió bajo el tropel de sus olas.
43 Sus ciudades se han convertido en un desierto seco y triste, donde nadie vive y por donde nadie pasa más.
44 Haré una visita a Bel en Babilonia y le quitaré de su boca lo que ha comido. Ya no vendrán más a él las naciones.
44 ¡Los muros de Babilonia se vinieron abajo,
45 salgan de allí, pueblo mío! ¡Que cada uno de ustedes salve su vida ante el fuego de la cólera de Yavé!
46 Pero que no desfallezca su corazón ni se asuste por las noticias que circularán por el país, pues un año correrá un rumor, al año siguiente, otro; la violencia se impondrá en el país y un tirano derrocará a otro.
47 Pues bien, ya se acercaron los días en que voy a castigar a los ídolos de Babilonia; se avergonzará todo su territorio, todos sus muertos quedarán tirados en el centro de la ciudad.
48 Entonces el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, aplaudirán contra Babilonia, cuando del norte vengan a atacarla los destructores, dice Yavé.
49 Cuando le toque su turno, Babilonia debe caer por todos los muertos de Israel, así como por Babilonia murió tanta gente en el mundo entero.
50 ¡Ustedes, que se libraron de la espada, partan, no se queden allí! Acuérdense de Yavé en esta tierra lejana, y que Jerusalén les venga a la memoria:
51 «Estábamos indignados al oír tantos insultos y nos tapábamos la cara de vergüenza al saber que extranjeros habían entrado en los lugares santos de la Casa de Yavé.»
52 No importa, ya viene el día, dice Yavé, en que castigaré a sus ídolos, y en toda su tierra se quejarán los heridos.
53 Aunque Babilonia se levante hasta el cielo y alce su poder a donde nadie puede llegar, llegarán, sin embargo, hasta allí los saqueadores que yo mandé, asegura Yavé.
54 Escuchen el griterío que sale de Babilonia y el crujido inmenso del país de los caldeos.
55 Es Yavé que destruye a Babilonia y hace callar su gran ruido, sus olas pueden rugir como las del mar y sentirse el resonar de su voz.
56 Es que viene sobre Babilonia el que la va a destruir; sus soldados son hechos prisioneros, y sus arcos, rotos. Sí, Yavé es el Dios de las represalias que paga estrictamente.
57 Haré emborracharse a sus jefes y a sus sabios, a sus gobernantes, funcionarios y soldados, que caerán en un sueño eterno para no despertar más. ¡Así lo declara el Rey, que se llama Yavé de los Ejércitos!
58 Esto dice Yavé de los Ejércitos: La ancha muralla de Babilonia será totalmente demolida y sus altas puertas serán quemadas, pues los pueblos trabajan para que todo quede en nada, y las naciones se esfuerzan para que todo lo consuma el fuego.
El libro arrojado al Eufrates
59 Viene a continuación la orden que dio Jeremías a Seraías, hijo de Nerías, al partir éste junto a Sede cías, rey de Judá, a Babilonia, el cuarto año de su reinado (Seraías era el mayordomo de viaje).
60 Entonces Jeremías había reunido en un libro todas las profecías que había escrito respecto de Babilonia para anunciar todo el mal que caería sobre ella.
61 Y Jeremías dio esta orden a Seraías: «Cuando llegues a Babilonia, cuida de leer en voz alta todo esto, y agrega:
62 “Yavé, tú has declarado respecto a este lugar que será destruido de manera que nadie lo vuelva a habitar y que quede arruinado para siempre.”
63 Terminado de leer el libro, lo atarás a una piedra y lo tirarás al Eufrates,
64 diciendo: “Así se hundirá Babilonia y nunca se levantará de la ruina que yo traigo sobre ella.”»
64 Hasta aquí, nada más, las palabras de Jeremías.
Jeremías (Jer) Capítulo 52
La toma de Jerusalén
1 Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital y era hija de Jeremías, de Libna.
2 Se portó mal a los ojos de Yavé, tal como se había portado Joaquim.
3 Todo lo que le pasó a Jerusalén y a Judá fue porque Yavé se había enojado tanto con ellos que acabó por echarlos de su presencia.
4 Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. El año nueve del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes del año, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército a atacar a Jerusalén, instaló su campamento frente a la ciudad y la rodeó de trincheras.
5 La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías.
6 El día nueve del cuarto mes, cuando el hambre reinaba en la ciudad y la población no tenía ya nada más que comer,
7 se abrió un hoyo en el muro de la ciudad; el rey y todos los combatientes salieron de noche y escaparon de la ciudad por el camino de la puerta que está entre las dos murallas y que está cerca del parque del rey —los caldeos rodeaban la ciudad—, y tomaron el camino del valle del Jordán.
8 Pero las tropas caldeas persiguieron al rey y alcanzaron a Sedecías en los llanos de Jericó, donde todos sus soldados, dejándolo solo, huyeron.
9 Tomaron preso al rey y lo llevaron a la presencia del rey de Babilonia, que estaba en Ribla, en tierra de Jamat, el cual lo sometió a juicio.
10 En Ribla mandó degollar a los hijos de Sedecías ante sus propios ojos, y lo mismo hizo con todos los jefes de Judá.
11 Luego, le sacó los ojos a Sedecías y lo amarró con cadenas de bronce. Después el rey de Babilonia se lo llevó a Babilonia, donde lo tuvo prisionero hasta el día de su muerte.
12 El día diez del quinto mes, era el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzardán, comandante de la guardia y uno de los acompañantes más cercanos del rey de Babilonia, hizo su entrada en Jerusalén.
13 Incendió el Templo de Yavé, el palacio real y todas las casas de Jerusalén.
14 Las tropas caldeas, que mandaba el comandante de la guardia, demolieron todas las murallas que rodeaban a Jerusalén.
15 Nebuzardán, comandante de la guardia, desterró el resto de la población que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y a los pocos artesanos que aún había. Pero Nebuzardán, comandante de la guardia,
16 dejó una parte de la gente pobre del país como vinateros y labradores.
17 Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce de la Casa de Yavé, las basas redondas y el Mar de Bronce que había en la Casa de Yavé, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.
18 Tomaron también los ceniceros, las palas, los cuchillos, las copas para rociar, las cucharas; en una palabra, todos los objetos de bronce que se utilizaban en el templo.
19 El comandante de la guardia tomó además las vasijas, los braseros, los jarros, los ceniceros, los candelabros, los tazones y los platos para los sacrificios, todo de oro y de plata.
20 En cuanto a las dos columnas, al Mar, a los doce bueyes de bronce que estaban debajo del Mar, y a las basas redondas que el rey Salomón había mandado fabricar para la Casa de Yavé, no se pudo calcular lo que pesaba el bronce de todos estos objetos.
21 Cada una de las dos columnas tenía dieciocho codos de alto, doce de circunferencia y cuatro dedos de grosor, y eran huecas por dentro.
22 Encima tenían un capitel de bronce de cinco codos de altura, rodeado totalmente por un trenzado con granadas, todo de bronce. Ambas columnas eran iguales.
23 Había noventa y seis granadas de relieve en torno a ellas. Y había cien granadas alrededor del trenzado.
24 El comandante de la guardia tomó prisionero al sumo sacerdote Seraya, a su vicario Sofonías y a los tres guardianes del Templo.
25 Entre los ciudadanos hizo apresar a un oficial del palacio que mandaba a los soldados, a siete familiares del rey que fueron encontrados en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del reclutamiento, y a sesenta personas de condición que se hallaban en la ciudad.
26 Nebuzardán, comandante de la guardia, los mantuvo detenidos y los llevó al rey de Babilonia, que estaba en Ribla,
27 quien los mandó matar en Ribla, en la región de Jamat. Entonces fue desterrado Judá lejos de su tierra.
28 Este es el número de las personas que desterró Nabucodonosor: en el año séptimo: 3.023 judíos;
29 en el año dieciocho de Nabucodonosor fueron sacadas de Jerusalén 832 personas;
30 en el año veintitrés de Nabucodonosor, Nebuzardán, comandante de la guardia, mandó al destierro 745 judíos. Lo que da un total de 4.600 personas.
31 Pero en el año treinta y siete del destierro de Joaquín, rey de Judá, el día veinticinco del duodécimo mes, Evilmerodac, rey de Babilonia, durante el primer año de reinado, indultó a Joaquim, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel.
32 Le habló amigablemente y le concedió un trato superior al de los otros reyes que estaban con él en Babilonia.
33 Joaquim dejó sus ropas de prisionero y, en adelante, se sentó a comer en la mesa del rey.
34 Su mantenimiento fue siempre asegurado por el rey de Babilonia, día a día, hasta su muerte, mientras vivió.