La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Joel (Jl)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4      
Joel (Jl) Introducción
Los profetas de la Biblia sabían que todo es provisorio en el mundo actual. En cada acontecimiento que amenazaba la vida de su pueblo, reconocían la venida de Yavé, que juzga al mundo presente para instaurar lo definitivo.
Joel habla con ocasión de una invasión de langostas. La gente contempla sus campos devastados y las cosechas perdidas. Joel ve más allá: Yavé hace oír su voz, ¿quién podrá soportar su venida? Y también Dios, al prometer la liberación de dicha plaga, anuncia el tiempo feliz en que no habrá ya ni dolor ni temor. Se anuncia el día en que Dios dará a todos sus hijos el Espíritu de los profetas. Para la Iglesia, Joel es el profeta que anunció el día de Pentecostés (ver He 2,17).
JOEL 0 Dt 28,38 Am 4,9 Ap 9,8 Is 16,10 Am 5,18 Sof 1,15 Ap 9,7 9,9 Mal 3,23 Mal 3,2 Ap 6,17 Dt 4,29 Am 5,21 Ex 34,6 Am 5,14 Jon 3,9 1 Mac 7,36 Sal 42,4 Mi 7,10 Dt 4,24 Is 42,8 He 2,17 Num 11,25 Ap 6,12 Rom 10,13 Ap 14,1 Za 12 Ap 16,13 Za 14 Ez 38-39 Is 2,4 Ap 14,14 Am 1,2 JOEL 0 JOEL 0 JOEL 0
Joel (Jl) Capítulo 1
1 Palabra de Yavé que fue dirigida a Joel, hijo de Petuel.
La invasión de las langostas
2 ¡Oigan esto, ancianos!, escuchen todos los habitantes del país: ¿Ha sucedido algo semejante en sus tiempos, en tiempos de sus padres?
3 Cuéntenselo a sus hijos y a sus nietos y a las generaciones venideras.
4 Lo que dejó el gusano, lo devoró la langosta; lo que dejó la langosta, lo devoró el pulgón; lo que dejó el pulgón, lo devoró el grillo.
5 Despierten, borrachos, y lloren; giman todos los bebedores de vino porque se nos quitó de la boca el vino nuevo.
6 Una nación poderosa e innumerable ha invadido mi país; sus dientes son como dientes de león, y tienen colmillos de leona.
7 En ruinas ha dejado mi viña y ha destrozado mis higueras, les sacó toda la corteza, las dejó peladas y con las ramas blancas..
8 ¡Laméntate como la joven que, recién casada, llora por su esposo!
9 No hay fruto que ofrecer en la Casa de Yavé, de duelo están los sacerdotes al servicio de Yavé.
10 El campo ha sido desolado, de duelo está la tierra porque la cosecha del trigo está perdida; nos falta el vino y el aceite se nos ha terminado.
11 Avergüéncense, labradores; giman, viñadores, por el trigo y la cebada, porque la cosecha de los campos está perdida.
12 La viña se ha secado y la higuera languidece; el granado, la palmera y el manzano, todos los árboles del campo están secos, y se nos fue la alegría como avergonzada.
13 Pónganse su cinturón, sacerdotes, y laméntense. Lloren, ministros del Señor. Vengan a pasar la noche cubiertos de saco, ministros de mi Dios. Ya no se ven ofrendas ni vino en la casa de su Dios.
14 Proclamen un ayuno y una asamblea santa, congreguen a los ancianos y a toda la gente del campo en la Casa de Yavé, su Dios, y clamen a él.
15 ¡Ay, qué día! Se acerca el día de Yavé! Es como una devastación mandada por el Todopoderoso.
16 Ya no vemos con qué mantenernos y toda alegría ha huido de la casa de nuestro Dios.
17 La semilla se secó debajo de los terrones, los graneros están vacíos y las granjas arruinadas porque no hay grano. ¡Cómo mugen los animales!
18 Las manadas de bueyes andan locas porque no tienen pasto, y perecen los rebaños.
19 Oh Yavé, a ti clamo, porque el fuego ha consumido los árboles del campo.
20 Hasta las bestias del campo se vuelven a ti ávidas porque se han secado los arroyos y el fuego ha devorado los prados del llano.
Joel (Jl) Capítulo 2
1 ¡Toquen la trompeta en Sión! Den la alarma en mi monte santo. ¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque está cerca el día de Yavé: ¡Ahí viene!
2 ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nubes y de espesa niebla! Ahí viene un pueblo numeroso y fuerte, como jamás hubo otro ni lo habrá después de él, avanza y se extiende como una sombra sobre los cerros.
3 El fuego devora delante de él, detrás de él la llama abrasa. Delante de él, un jardín de delicias; detrás de él queda un desierto. No hay nada que se pueda salvar.
4 Son semejantes a poderosos caballos y se lanzan como caballerías, saltando por los cerros.
5 Es como el estruendo de carros, como el sonido de la llama de fuego que devora la paja seca. Son como un ejército poderoso en orden de batalla.
6 Ante él se estremecen los pueblos, todos los rostros palidecen.
7 Corren como valientes, como asaltantes suben las murallas; cada uno va delante sin equivocarse de camino.
8 Nadie tropieza con su vecino, cada cual va por su camino. Atacan en medio de las flechas, sin romper las filas.
9 Se arrojan sobre la ciudad, corren sobre la muralla, suben hasta las casas, y por las ventanas entran como ladrones.
10 ¡Al verlos tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su brillo!
11 Yavé hace oír su trueno, al frente de su ejército: numerosos son sus soldados, poderosos los que cumplen sus órdenes. Porque grande y temible es el día de Yavé. ¿Quién podrá soportarlo?
Vuelvan a mí con llantos
12 Dice Yavé: «Vuelvan a mí con todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos.»
13 Rasguen su corazón, y no sus vestidos, y vuelvan a Yavé su Dios, porque él es bondadoso y compasivo; le cuesta enojarse, y grande es su misericordia; envía la desgracia, pero luego perdona.
14 ¡Quién sabe si volverá atrás y nos perdonará y hará producir de nuevo a nuestros campos, de los cuales sacaremos las ofrendas para Yavé!
15 Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno sagrado y llamen a concejo.
16 Congreguen al pueblo, reúnan a los ancianos y que todos se purifiquen. Traigan también a los pequeños y a los niños de pecho, y que los recién casados dejen su cama.
17 En el patio del santuario lloren los sacerdotes ministros de Yavé y digan: «¡Yavé, perdona a tu pueblo, y no lo entregues al desprecio y a la burla de las naciones! ¿Acaso permitirás que los paganos digan: dónde está su Dios?»
18 Yavé se mostró lleno de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo.
19 Entonces Yavé respondió y dijo a su pueblo: «Miren que les envío trigo, vino y aceite, de suerte que puedan saciarse, y no los expondré más a los insultos de las naciones.
20 Al que viene del norte se lo quitaré de encima y lo arrojaré a una tierra árida y desierta, su vanguardia hacia el mar oriental, su retaguardia hacia el mar occidental, y subirá su pestilencia y hediondez, porque yo obro maravillas.»
21 No temas, tierra; alégrate y regocíjate, porque Yavé obra grandes cosas.
22 No teman, animales del campo, porque los prados del desierto han reverdecido, los árboles han dado su fruto, la higuera y la vid, sus riquezas.
23 Y ustedes, hijos de Sión, alégrense en Yavé, su Dios, porque él les da la lluvia de otoño para la fertilidad y hace caer agua en otoño y primavera como antes.
24 Las eras se llenarán de trigo puro, los lagares desbordarán de vino y aceite virgen.
25 Yo los compensaré por los años que les devoró la langosta y el pulgón, el grillo y la oruga, mi gran ejército, que contra ustedes había mandado.
26 Comerán y se saciarán, alabarán el Nombre de su Dios, que ha obrado con ustedes de modo maravilloso, mi pueblo no será ya jamás confundido,
27 y sabrán ustedes que yo estoy en medio de Israel, yo Yavé, su Dios, y no hay otro. Mi pueblo no será ya jamás confundido.

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Comentarios Joel, capítulo 2
2,12

Vuelvan a mí con todo corazón. Invitación a la penitencia. En tiempos de prueba se ordenaban ayunos públicos en Israel. La gente se vestía de duelo, o sustituía sus ropas por sacos, no se peinaba el cabello y se echaba ceniza en la cara. Jesús en el Evangelio no declarará inútiles los gestos de penitencia corporal, como el ayuno, para expresar el arrepentimiento y acompañar la oración (Mt 4,1 y Mc 2,20). Pero precisará que esta penitencia exterior no es todo, ni lo principal.
Joel (Jl) Capítulo 3
Yo derramaré mi Espíritu
1 «Esto es lo que ha de suceder después:
1 Yo derramaré mi Espíritu sobre cualquier mortal.
1 Tus hijos y tus hijas profetizarán,
1 los ancianos tendrán sueños
1 y los jóvenes verán visiones.
2 Hasta sobre los siervos y las sirvientas
2 derramaré mi Espíritu en aquellos días.
3 Daré a ver señales en el cielo,
3 y en la tierra habrá sangre, fuego y nubes de humo.
4 El sol se cambiará en tinieblas
4 y la luna en sangre
4 cuando se acerque el día de Yavé,
4 día grande y terrible.
5 Entonces serán salvados
5 todos aquellos que invoquen el Nombre de Yavé.
5 Pues unos se salvarán en el cerro Sión,
5 habrá sobrevivientes en Jerusalén,
5 como lo ha dicho Yavé;
5 allí estarán los que llame Yavé.

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Comentarios Joel, capítulo 3
3,1

Joel anuncia el día de Yavé (4), término que indica a la vez: venida de Dios, juicio y salvación de los elegidos.

Derramaré mi Espíritu sobre cualquier mortal. Ya en los tiempos del Antiguo Testamento Dios comunicaba su Espíritu a los profetas y a los salvadores (ver Is 11,1 y Jue 11,1). Pero aquí se da como un signo decisivo el que el Espíritu se comunique a los creyentes de toda condición. Tendrán sueños y visiones. En aquellos tiempos lejanos, éstos eran medios comunes de la comunicación profética. Con estas palabras, Joel anuncia lo mismo que Isaías cuando dice: «Todos tus hijos serán enseñados por Dios» (Is 54,13 y Jer 31,31).

Daré a ver señales en el cielo (3). La ola de profetismo acompañará señales de toda clase indicando una crisis grave en el mundo. La figura del sol cambiado en tinieblas expresa a la vez desorden en la naturaleza y situaciones imposibles en la vida de la humanidad.

Entonces serán salvados (5). Este será un momento en que los hombres no podrán sustraerse a una opción decisiva: aferrarse a su anterior modo de vivir o invocar el Nombre de Yavé, lo que equivale a entregarle su vida y sus esperanzas, confiando en su poderosa intervención.

Estos tres elementos parece que estuvieron reunidos para el pueblo judío en los años que siguieron a la resurrección de Jesús, antes de que fuera destruida su nación. Por eso Pedro cita este texto el día de Pentecostés (He 2,17). En este fin del siglo XX, lo mismo podría estarse verificando una vez más a escala mundial.

Para Pedro, en Pentecostés, el Nombre del Señor (aquí es el de Yavé Dios), no es otro que el de Jesús.
Joel (Jl) Capítulo 4
El último combate y la salvación
1 En aquellos días cambiaré la suerte de Judá y de Jerusalén.
2 Reuniré todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat. Allí discutiré con ellas la causa de mi pueblo y de mi heredad, Israel, a quien ellas han dispersado entre las naciones, mientras se repartían mi tierra.
3 Se jugaron a los dados a mi pueblo; cambiaron al niño por la prostituta y a la niña la vendieron por vino para emborracharse.
4 Y ustedes, ¿qué son ustedes para mí, Tiro y Sidón y todos los distritos de Filistea? ¿Tomarán acaso represalias contra mí? Si las quieren tomar, bien pronto volveré estas represalias sobre su propia cabeza.
5 Ustedes que robaron mi plata y mi oro y se llevaron mis más hermosas joyas a sus templos
6 y vendieron los hijos de Judá y los hijos de Israel a los griegos, alejándolos de su tierra,
7 sepan que yo los voy a despertar del lugar donde ustedes los vendieron y haré caer las represalias de ustedes sobre sus cabezas.
8 Venderé a los hijos e hijas de ustedes por medio de los hijos de Judá, que los venderán a los sabeos, nación lejana. Yavé lo ha dicho.
9 Publiquen esto entre las naciones, proclamen una guerra santa, despierten a los valientes, avancen y suban todos los hombres de guerra.
10 Conviertan sus azadones en espadas y sus hoces en lanzas, que el débil diga: «Soy un valiente.»
11 Dense prisa y lleguen pronto, todas las naciones de alrededor, reúnanse allí. ¡Haz bajar, Yavé, a tus valientes!
12 Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor.
13 Metan la hoz, pues los sembrados están maduros, vengan y pisen, porque el lagar está lleno y las cubas desbordan, ¡tan grande es su maldad!
14 Multitudes y multitudes en el Valle de la Decisión, porque está cerca el día de Yavé en el Valle de la Decisión.
15 El sol y la luna se oscurecieron y las estrellas retiraron su resplandor.
16 Yavé ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz. Los cielos y la tierra se han conmovido. Porque Yavé es un refugio para su pueblo y un asilo para los hijos de Israel.
17 Y sabrán que yo soy Yavé, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo, y Jerusalén será un lugar santo por el que no pasará extranjero.
18 En aquellos días los montes destilarán vino, y de las colinas manará leche; en todos los torrentes de Judá correrá el agua y una fuente saldrá de la Casa de Yavé para regar el valle de las acacias.
19 Egipto quedará todo en ruinas y Edom en un desierto desolado, por la violencia que cometieron contra los hijos de Judá, porque derramaron sangre inocente en su tierra.
20 Pero Judá será habitado para siempre, y Jerusalén, de generación en generación. No me quedaré indiferente sino que vengaré la sangre, pues sepan que Yavé habita en Sión.

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Comentarios Joel, capítulo 4
4,1

El comentario de Zacarías 12-14 vale para este capítulo, que muy posiblemente se añadió mucho más tarde en el libro de Joel. El profeta aprovecha una crisis en que los judíos fueron duramente oprimidos, para recalcar que Dios es Señor de la historia.