La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Daniel (Dan)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14  
Daniel (Dan) Introducción
El libro de Daniel juega con el lector. Uno se pregunta cómo nuestros padres han podido ser tan ingenuos como para creer que Daniel había descrito, muchos siglos antes, todas las peripecias de la historia en tiempo de los Macabeos (Dn 11). Pero eso no es más que un detalle. Si se lo toma por historia, todo es inverosímil, y no hay trabazón entre los diversos capítulos, ni coherencia en el personaje de Daniel, ya se trate de un niño (Dn 13), un adolescente (Dn 1), un adulto (Dn 7) o un casi centenario (Dn 5). Hay que buscar, por consiguiente, lo que quería decir el autor, y para empezar, las circunstancias que lo movieron a escribir.
Las historias contadas en los capítulos 1-6, que forman una primera parte, son ficticias, a pesar de que resumen y expresan con mucha veracidad experiencias parecidas de los creyenåtes perseguidos. Esta primera parte, como también el capítulo 7, está redactada en arameo, el lenguaje que los judíos adoptaron a partir del siglo IV. Y es imposible confundir estas historias con las visiones que forman los capítulos 7-12.
Esta segunda parte pertenece a la literatura apocalíptica floreciente en los dos siglos anteriores a Jesús. Esta clase de revelaciones siempre se atribuía a personajes famosos del pasado. Lo mismo que había un apocalipsis de Noé, otro de Henoc, otro de Isaías, también éste se atribuía a Daniel, un sabio famoso (Ez 14,14). Los maestros judíos de aquel tiempo, pues, no colocaron el libro entre los profetas antiguos, sino entre los últimos escritos de la Biblia.
Las controversias en torno al carácter propio del libro de Daniel se deben en parte a las teorías respecto a un tiempo “intertestamentario” entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, teorías que ya no se pueden sostener sin negar las evidencias.
Si aceptamos que el libro fue escrito en tiempo de los Macabeos, poco antes de la paz provisoria que los judíos consiguieron en el año 171 antes de Cristo, debemos concluir que su mensaje, sus cifras, sus visiones, sus aparentes secretos se refieren a esos años. Y aquí surge otra dificultad con los párrafos 7,9-14 y 9,20-27, como lo notaremos en el comentario. Será ésta la ocasión para conocer mejor la profecía bíblica.
Los capítulos 13-14 de Daniel forman una tercera parte. Sólo se encuentran en la Biblia griega y fueron añadidos posteriormente. Los integraron sin dificultad en el libro, pues eran del mismo tenor que las historias que ocupan los capítulos 1-6: por ficticias que sean, nos ayudan sin embargo a reconocer la justicia de Dios en la realidad sucia de la vida diaria.
El autor de Daniel: el tiempo de los Asideos
Con mucha probabilidad el autor pertenecía al movimiento de los asideos (o Hassidim), nacido unos veinte o treinta años antes, que iba a renovar la fe judía. Y pintó a Daniel como un testigo de la fe de los asideos.
Desde hacía dos siglos (desde Esdras) la provincia de Judá vivía bajo un régimen político dirigido por sacerdotes y sólo se hablaba de mantener las instituciones del pasado. El cimiento de la comunidad era el culto del Templo. Los sacerdotes dominaban la pirámide social y sólo se pensaba en mantener el orden establecido.
Pero Dios ¿no había prometido tiempos nuevos, un mundo de justicia? La respuesta oficial se daba en las Crónicas: las promesas de Dios se habían cumplido con el regreso del exilio y la reconstrucción del Templo. ¿No se debía esperar un Mesías? Por supuesto que aguardaban tiempos mejores, pero dicha esperanza bien poco se traslucía en la vida religiosa.
Importantes cambios políticos y culturales, sin embargo, afectaban a la provincia judía. Los generales de Alejandro se habían repartido las provincias persas. Palestina constituía la parte norte del lote atribuido a los Lágidas de Egipto, a la frontera de las tierras de los Seléucidas de Siria. Mientras los grandes propietarios saqueaban las riquezas del país por cuenta de los soberanos de Egipto, los jóvenes, los sacerdotes sobre todo, se dejaban convencer por las novedades de la cultura griega: el deporte, el arte, las relaciones internacionales y el dinero. Su herencia israelita les parecía pasada de moda y se volvían materialistas..
Es entonces cuando los asideos (los piadosos) emigran espiritualmente o van al desierto. Allí se consagran a la oración y la búsqueda interior. Van a los libros proféticos para encontrar los secretos de la acción de Dios y sus proyectos para el porvenir. Porque los sacerdotes habían olvidado a los profetas y para ellos la Escritura estaba antes que nada en la Ley.
Los asideos aspiran a una sabiduría revelada, no a la que enseñan los sabios. Cultivan la ciencia de las épocas: ¿no está próximo el tiempo en que Dios volverá a tomar en sus manos las riendas de la historia? Ya no se contentan con la era de justicia a que aspiraban los profetas; quieren otro mundo, el único definitivo. No se interesan solamente por la prosperidad de Israel, sino por la suerte final de los individuos y, como han leído las discusiones de los griegos sobre la existencia del alma, se empieza a hablar de una resurrección de los muertos.
Éste es el momento en que los soberanos de Siria quieren imponer a sus pueblos una religión única y empiezan las persecuciones y la rebelión de los Macabeos. El autor del libro de Daniel ha sido testigo de estas tragedias y su fe lo mueve a escribir: escribirá un apocalipsis.
La hora de los apocalipsis
Los apocalipsis son una forma de literatura de la que se tienen ejemplos en la Biblia (Za 12-14), pero más todavía en los escritos judíos de los dos siglos anteriores al evangelio. Todos pretenden revelar el sentido de la historia que se está viviendo y la meta hacia la que se dirige. Al final, siempre hay un juicio de Dios que inaugura cielos nuevos y tierra nueva.
Apocalipsis quiere decir: revelación. Al autor no le parece malo o falso atribuir esa revelación a uno de los grandes profetas del pasado. Luego, hará lo necesario para que dicha revelación sea digna de Dios y de su contenido. Es divina, por eso todo será revelado por ángeles; habla de un juicio, por tanto habrá clamor de trompetas, truenos, fuego y granizo... Se transmiten misterios divinos, por eso será conveniente usar un lenguaje grandioso y expresar todo lo que se puede con figuras y símbolos: los colores, las cifras tendrán un valor simbólico.
Es necesario saber estas cosas para no buscar secretos donde no hay. El autor del presente libro lo dijo todo en algunos párrafos de los capítulos 7, 9 y 12, y los incrustó en las largas descripciones de los capítulos 7-12. Ahí dio a entender bajo diferentes formas que Dios había ordenado el curso de la historia; las persecuciones presentes eran las últimas antes de la venida del reino del Pueblo de Dios, y entonces habría una resurrección de los muertos. No pudo dar este mensaje sin que apareciera en su libro, especialmente en 7,14, el nombre y la personalidad divina de Cristo –a pesar de que, seguramente, nunca tuvo una idea clara de quién sería el Mesías.
Daniel (Dan) Capítulo 1
1 En el tercer año del reinado de Joa quín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó hasta Jerusalén y la sitió.
2 El Señor puso en sus manos a Joaquín, rey de Judá, y una parte de los objetos del Templo de Dios; aquél los llevó a la tierra de Senaar y depositó esos objetos en el tesoro de sus dioses.
3 El rey pidió a Asfernes, jefe de los eunucos, que eligiera de entre los Israelitas a algunos niños de raza real o de familia noble.
4 Esos jóvenes no debían tener defecto alguno, debían tener una buena presencia, poseer un buen juicio, ser instruidos y bien educados, en una palabra, ser capaces de mantener su rango en el palacio del rey y de aprender allí la escritura y la lengua de los Caldeos.
5 Cada día el rey les distribuía una parte de los alimentos que él comía y del vino que bebía; así se les debía educar durante tres años, después de lo cual servirían en presencia del rey.
6 Entre ellos estaban estos jóvenes judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
7 El jefe de los eunucos les puso un nombre nuevo: Daniel se llamaría Baltasar; Ananías, Sidrac; Misael, Misac; y Azarías, Abdénago.
De cómo Daniel se negó a comer alimentos impuros
8 Daniel decidió no mancharse comiendo de lo que se servía el rey o bebiendo de su vino. Le pidió pues al jefe de los eunucos que no lo obligara a comer esa comida impura.
9 Dios concedió a Daniel que se atrajera la simpatía del jefe de los eunucos.
10 Sin embargo éste respondió: «Temo a mi señor el rey. Fue él quien determinó lo que ustedes tenían que comer y beber; si ve que están más flacos que los jóvenes de su misma edad, me hará a mí responsable».
11 Entonces Daniel dijo al guardia que el jefe de los eunucos había elegido para que vigilara a Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12 «Por favor, ponnos a prueba durante diez días; danos solamente legumbres para comer y agua como bebida.
13 Compararás nuestra apariencia con la de los muchachos que comen de lo que se sirve el rey, y luego actuarás con nosotros según lo que hayas visto».
14 Les hizo caso y los puso a prueba por diez días.
15 Ahora bien, al cabo de diez días era evidente que tenían mejor aspecto que todos los muchachos que se alimentaban de lo que comía el rey.
16 Desde entonces el guardia les quitó la comida y el vino que debían servirse y sólo les dio legumbres.
17 Dios les concedió a esos cuatro jóvenes la sabiduría y la inteligencia, tanto en literatura como en filosofía; Daniel era hábil para explicar las visiones y los sueños.
18 Al cabo del tiempo fijado por el rey, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor.
19 El rey les habló y, entre todos ellos, no encontró a ninguno como Daniel, Ana nías, Misael y Azarías. Se quedaron pues para servir al rey.
20 Y cualquiera que fuese el tema de filosofía o de reflexión sobre el cual los interrogara, los hallaba diez veces superiores a todos los magos y adivinos de su reino.
21 Daniel se quedó allí hasta el primer año del rey Ciro.

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Comentarios Daniel, capítulo 1
1,8

A veces las observancias de la Ley parecen pesadas a los creyentes, especialmente cuando viven entre personas que no comparten su fe. ¿No son menos libres que sus compañeros? Este texto nos hace ver con claridad y sencillez que los mandatos divinos son fuente de vida y de fuerza para quien los observa.

Por su fidelidad, Daniel logrará, no solamente la cultura humana, sino también el conocimiento de las cosas divinas, que demostrará a continuación.

Este don de Dios no se consigue sino con fidelidad y sacrificios.
Daniel (Dan) Capítulo 2
El sueño de Nabucodonosor
1 El año décimo de su reinado, Nabucodonosor tuvo un sueño que lo perturbó hasta el punto de no dejarlo dormir.
2 El rey ordenó convocar a los magos, adivinos, brujos y astrólogos para que le explicaran el sueño que había tenido; vinieron y se presentaron ante el rey.
3 El rey les dijo: «He tenido un sueño y no me quedaré tranquilo hasta que sepa lo que ese sueño significa».
4 Los astrólogos dijeron al rey: «¡Que viva el rey eternamente! Cuéntales a tus servidores el sueño y te daremos su interpretación».
5 Pero el rey respondió a sus magos: «Esto es lo que he decidido: Si ustedes no me dan a conocer el sueño y su explicación, serán hecho pedazos y sus casas serán destruidas.
6 Pero si me dan a conocer el sueño y su explicación, recibirán de mí obsequios, regalos y grandes honores. Pues bien, cuéntenme el sueño y denme su explicación».
7 Tomaron nuevamente la palabra y dijeron: «El rey tiene que contar el sueño a sus servidores para que en seguida se lo expliquemos».
8 Pero el rey les dijo: «Bien veo que ustedes sólo buscan ganar tiempo porque ya saben que mi decisión está tomada.
9 Si no me dan a conocer el sueño, todos ustedes serán ejecutados. De lo contrario, ustedes se pondrán de acuerdo para decirme cosas inventadas y engañosas mientras el tiempo pasa; cuéntenme pues el sueño y así sabré si son capaces de interpretarlo».
10 Los astrólogos respondieron al rey: «No hay nadie en la tierra que pueda hacer lo que el rey pide. Ningún rey, por grande y poderoso que haya sido, le ha pedido semejante cosa a alguno de sus magos, adivinos o astrólogos.
11 El rey pide demasiado; sólo los dioses pueden satisfacer esa exigencia del rey, pero ellos no se encuentran en el mundo de los mortales».
12 Entonces el rey se enojó de tal manera, y fue tanto su furor que ordenó ejecutar a todos los sabios de Babilonia.
13 Se publicó la orden de ejecución de los sabios y fueron a buscar a Daniel y a sus compañeros para llevarlos al patíbulo.
14 Entonces Daniel habló con sabiduría y astucia a Aryok, el jefe de los verdugos del rey que había salido para ejecutar a los sabios de Babilonia,
15 y le preguntó: «¿Por qué el rey dio esta orden con tanta prisa?» Aryok explicó a Daniel lo que pasaba.
16 Daniel fue entonces a decirle al rey: «Concédeme un plazo y te daré la explicación del sueño».
17 Daniel volvió a su casa y comunicó el asunto a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías.
18 Les pidió que imploraran la misericordia del Dios del cielo para que les esclareciera ese misterio; pues de lo contrario, harían morir a Daniel y a sus compañeros junto con los demás sabios de Babilonia.
19 Y he aquí que se le reveló el misterio a Daniel en una visión durante la noche. Daniel bendijo al Dios del cielo, 20 le dijo:
20 «¡Bendito sea Dios por los siglos de los siglos!, a él pertenecen la sabiduría y la fuerza.
21 El es el dueño de los tiempos y de los momentos, destrona a los reyes igual como los entroniza, da la sabiduría a los sabios, la inteligencia a los que toman decisiones.
22 Revela los misterios y los secretos, conoce lo que está oculto en las tinieblas; donde él está, todo es luz.
23 Dios de mis padres, te alabo y te glorifico porque me has dado la sabiduría y la fuerza, y porque acabas de darme a conocer lo que te habíamos pedido: nos has revelado el secreto del rey».
24 Volvió entonces Daniel a casa de Aryok, al que el rey había encargado que ejecutara a los sabios de Babilonia. Le dijo: «No mates a los sabios de Babilonia, sino que condúceme donde el rey y le daré la explicación».
25 Aryok llevó inmediatamente a Daniel ante el rey y le dijo: «Entre los desterrados de Judá encontré a un hombre que dará al rey el significado de su sueño».
26 El rey tomó la palabra y dijo a Daniel, cuyo nombre era Baltasar: «¿Puedes acaso contarme el sueño que tuve y darme su explicación?»
Daniel interpreta el sueño
27 Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo: «El misterio que el rey quiere saber, no hay sabios, adivinos, magos ni astrólogos que se lo puedan revelar,
28 pues es Dios, en el cielo, quien revela los misterios. El dio a conocer al rey Nabucodonosor lo que va a suceder con el correr de los días. Estos son el sueño y las visiones que has tenido en tu lecho:
29 Los pensamientos que vinieron a tu espíritu durante la noche se refieren al porvenir. Aquel que revela los misterios te ha dado a conocer lo que acontecerá.
30 A mí se me ha revelado este secreto, no porque tenga una sabiduría superior a la de los mortales, sino con el fin de que todos conozcan la interpretación de tu sueño.
31 Viste una estatua muy grande y de un resplandor extraordinario; estaba de pie delante de ti y su aspecto era terrible.
32 Esa estatua tenía una cabeza de oro fino, el pecho y los brazos eran de plata, el vientre y las caderas de bronce,
33 las piernas de hierro, y los pies de hierro mezclado con arcilla.
34 Tú estabas mirándola, cuando se desprendió una roca sin que nadie la moviera; pegó a la estatua a la altura de los pies de hierro y de arcilla y los rompió.
35 Y en aquel mismo instante se hicieron trizas el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; el viento se los llevó sin dejar huella como se lleva la paja del trigo en la era durante el verano. Y la piedra que había golpeado a la estatua se convirtió en una gran montaña que abarcó toda la tierra.
36 Ese fue el sueño: Ahora daremos al rey su explicación.
37 Tú eres el rey de reyes, el Dios del Cielo te dio la realeza, el poder, la fuerza y la gloria.
38 El puso en tus manos los hombres, los animales del campo y los pájaros del cielo, te hizo su dueño doquiera ellos vivan. La cabeza de oro eres tú.
39 Después de ti seguirá un reino inferior al tuyo, luego un tercero que será de bronce y que dominará toda la tierra.
40 Después vendrá un cuarto reino que será fuerte como el hierro. Así como el hierro rompe y lo reduce todo a polvo, así romperá y lo arrasará todo.
41 Como bien lo viste, los pies y los dedos son una mezcla de hierro y de arcilla de alfarero; ese será un reino dividido. Tendrá la solidez del hierro, pues viste al hierro mezclado con arcilla barrosa.
42 Pero los dedos de los pies son mitad hierro y mitad arcilla; el reino será fuerte sólo a medias, pues también será frágil.
43 Así como viste el hierro mezclado con arcilla barrosa, así estos reinos se mezclarán debido a un matrimonio, pero no estarán unidos el uno al otro, igual como el hierro no puede unirse con la arcilla.
44 En tiempo de esos reinos, el Dios del Cielo suscitará un reino que nunca será destruido; su poder no pasará a pueblo alguno. Derrotará y destruirá a todos los reinos y los reemplazará para siempre.
45 Viste como se desprendió una roca de la montaña sin que mano alguna la tocara, y como pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro: eso mismo va a acontecer.
45 El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que algún día va a pasar; como el sueño fue así, su interpretación también es exacta».
46 Al oír esto, el rey Nabucodonosor se echó de bruces al suelo y se postró ante Daniel, luego dio orden que le presentaran ofrendas y perfumes de olor agradable.
47 El rey se dirigió entonces a Daniel y le dijo: «En verdad el Dios de ustedes es el Dios de los dioses, el Señor de los reyes; es él quien da a conocer los misterios ya que tú pudiste revelárnoslos.»
48 El rey ensalzó a Daniel y le otorgó numerosos y ricos obsequios; lo hizo gobernador de la provincia de Babilonia y el jefe máximo de todos los sabios de Babilonia.
49 Inmediatamente Daniel pidió al rey que pusiera al frente de la administración de la provincia de Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago; quedando Daniel a disposición del rey.

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Comentarios Daniel, capítulo 2
2,1

Los sabios de Caldea mezclaban la ciencia con la magia para prestigiarse ante sus compatriotas, muy dados a la superstición. Quien decía caldeo decía sabio, mago o brujo. Al judío, la Ley de Moisés le prohibía tales prácticas (Deut 18,9).

Aquí hay una burla de los magos caldeos. Ellos pretenden descubrir el futuro, pero no saben decir cuál fue el sueño del rey antes de que él lo cuente.
2,27

Varios literatos de aquel tiempo pensaban que la historia traería una sucesión de cuatro imperios. Siendo pesimistas, pensaban que, desde la creación del mundo, todo había ido empeorando y seguiría empeorando. Lo expresaban poniendo al principio la edad de oro y, al final, el reino del hierro, o sea, de las armas.

En el presente libro, los cuatro reinados sucesivos son el de Nabucodonosor, el de los medos, el de los persas y el del conquistador Alejandro de Macedonia (reinado de hierro). De este último nace el reinado Persa-sirio, que será destruido por una intervención extraordinaria de Dios.

Esta es la enseñanza del sueño: los hombres no pueden enderezar la historia de los pueblos, que va siempre empeorando. Pero Dios intervendrá y fundará su propio Reino universal.
Daniel (Dan) Capítulo 3
La estatua de oro
1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de treinta metros de alto por tres metros de ancho y la colocó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.
2 El rey Nabucodonosor llamó a los funcionarios, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, procuradores, jueces y a todos los jefes de provincia para que se reunieran y asistieran a la inauguración de la estatua.
3 Así fue, pues, como los funcionarios, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, procuradores, jueces y todos los jefes de provincia se reunieron para la inauguración de la estatua que había hecho levantar el rey Nabucodonosor.
4 Un mensajero anunció con toda su voz: «¡Escuchen hombres de todas las razas, naciones y lenguas!
5 Cuando oigan el sonido de la trompeta, el cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y de cualquier otro instrumento, se postrarán en tierra y adorarán la estatua de oro que ordenó levantar el rey Nabucodonosor.
6 Aquel que no se postre en tierra ni la adore, será echado inmediatamente a un horno ardiente».
7 Por eso, cuando todos los pueblos oyeron el sonido de la trompeta, el cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y de cualquier otro instrumento, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron en tierra y adoraron la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor.
Denuncia y condena de los judíos
8 En esos momentos, unos hombres de Caldea fueron a acusar a los judíos.
9 Pidieron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey para siempre!
10 Tú, oh rey, diste esta orden: Cualquier hombre, al oír el sonido de la trompeta, del cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y de cualquier clase de instrumento, tendrá que postrarse en tierra y adorar la estatua de oro.
11 También dijiste que cualquiera que no se postrara en tierra ni la adorara, sería echado a un horno ardiente.
12 Pues bien, hay unos judíos, Sidrac, Misac y Abdénago, a quienes pusiste al frente de la administración de la provincia de Babilonia, que no han hecho caso de la orden del rey. No sirven a tus dioses ni adoran la estatua de oro que levantaste».
13 Rojo de ira, Nabucodonosor pidió que le trajeran a Sidrac, Misac y Abdénago; trajeron a esos hombres ante el rey.
14 Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «Sidrac, Misac y Abdénago, ¿es cierto que no honran a mis dioses ni adoran la estatua de oro que erigí?
15 Pues bien, si ahora mismo están dispuestos a postrarse en tierra cuando oigan el sonido de la trompeta, del cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y de toda clase de instrumentos, y adoran la estatua de oro, todo estará bien. Pero si no lo hacen serán inmediatamente echados a un horno ardiente. Y ¿qué dios los salvará de mi mano?»
16 Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey Nabucodonosor: No necesitamos darte una respuesta sobre eso.
17 Si nuestro Dios, al que servimos, quiere salvarnos del horno ardiente y de tu mano, nos salvará.
18 Pero si no lo quiere, has de saber que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que erigiste».
19 Loco de rabia, Nabucodonosor cambió de actitud con respecto a Sidrac, Misac y Abdénago; ordenó que se calentara el horno siete veces más de lo que era necesario.
20 Luego dio orden a los hombres más forzudos de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago para echarlos al horno ardiente.
21 Ataron pues a esos hombres y los echaron al horno ardiente con sus mantos, túnicas, turbantes y toda su demás ropa.
22 Como la orden del rey era irrevocable, se había calentado el horno al máximo; así fue como la llamarada mató a los hombres que habían llevado a Sidrac, Misac y Abdénago.
23 Esos tres hombres, Sidrac, Misac y Abdénago cayeron en el horno ardiente amarrados.
24 ¡Pues bien, caminaban en medio de las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor!
25 De pie, en medio del fuego, Azarías abrió la boca y oró de esta manera:
26 «¡Bendito seas tú, Señor, Dios de nuestros padres, que tu nombre sea alabado y glorificado eternamente!
27 Porque eres justo en todo lo que haces, todos tus caminos son rectos, tus obras son verdaderas y todos tus juicios son irreprochables.
28 Has llevado a efecto una justa sentencia al permitir todo lo que nos pasó a nosotros y a Jerusalén, la ciudad santa de nuestros padres. Sí, nos trataste con lealtad y justicia cuando dejaste caer sobre nosotros todo eso por culpa de nuestros pecados.
29 Porque pecamos y cometimos la injusticia, alejándonos de ti; hemos pecado en todo eso gravemente; no hemos obedecido tus mandamientos.
30 No los hemos cumplido, no hemos hecho lo que tú nos mandaste para que tu bendición viniera sobre nosotros.
31 En todo lo que has permitido que nos pasara, en todo lo que has hecho, has actuado según una justa decisión.
32 Nos entregaste en manos de enemigos paganos, los más detestables de los infieles, nos entregaste a un rey injusto, el más perverso de toda la tierra.
33 Actualmente ya no nos atrevemos a abrir la boca, tus servidores y los que te adoran están cubiertos de vergüenza y de confusión.
34 En honor a tu nombre no nos abandones para siempre ni te olvides de tu alianza.
35 En recuerdo de Abrahán tu amigo, de Isaac tu servidor y de Israel tu santo no alejes de nosotros tu misericordia,
36 tú que prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a orillas del mar.
37 Sí, Señor, entre todas las naciones de la tierra somos los más pobres, y hemos sido humillados ante toda la tierra por culpa de nuestros pecados.
38 No hemos tenido en todo este tiempo ni príncipe, ni profeta, ni jefe, ni holocausto, ni sacrificio ni ofrenda, ni incienso, ni siquiera un lugar para presentártelos y ser acogidos con benevolencia.
39 Recibe sin embargo nuestro corazón destrozado y nuestro espíritu humillado como si fueran holocaustos de carneros y de toros, o sacrificios de miles de gordos corderos.
40 Que así sea ahora nuestro sacrificio ante ti, concédenos seguirte fielmente, porque los que en ti ponen su confianza no quedarán decepcionados.
41 Ahora te seguimos con todo nuestro corazón, te tenemos y buscamos tu rostro. No nos cubras de vergüenza,
42 sino que trátanos según tu benevolencia y según tu gran misericordia.
43 Líbranos con tu poder y haz que veamos la gloria de tu Nombre, Señor.
44 Que todos los que maltratan a tus servidores se vean confundidos y cubiertos de vergüenza, que sean privados de todo poder y de toda autoridad y que sus fuerzas sean aniquiladas.
45 Que reconozcan que tú eres el Señor, el único Dios glorioso en toda la tierra».
46 Sin embargo, los servidores del rey que los habían echado al horno seguían calentándolo con alquitrán, pez, aceite y leña.
47 Las llamas se elevaron veinticinco metros por encima del horno
48 y quemaron a los caldeos que se encontraban cerca del horno.
49 Pero el ángel del Señor había descendido al horno donde estaban Azarías y sus compañeros y había apartado la llama del horno.
50 Hizo que soplara como una suave brisa en el horno, lo suficiente para que el fuego no los tocara ni les causara dolor ni sufrimiento.
51 Entonces los tres, como un solo corazón, se pusieron a cantar, a glorificar y a bendecir a Dios desde el fondo del horno, diciendo:
52 «¡Bendito seas Señor, Dios de nuestros padres, alabado y ensalzado eternamente! ¡Bendito sea tu nombre santo y glorioso, cantado y ensalzado eternamente!
53 ¡Bendito seas en el Templo de tu santa gloria, cantado y alabado eternamente!
54 ¡Bendito seas en el trono de tu reino, cantado y glorificado eternamente!
55 ¡Bendito seas tú que sondeas los abismos y que te sientas sobre los Querubines, alabado y cantado eternamente!
56 ¡Bendito seas en la bóveda del cielo, cantado y glorificado eternamente!
57 ¡Todas las obras del Señor, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
58 ¡Angeles del cielo, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
59 ¡Bendigan los cielos al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
60 ¡Todas las aguas del cielo, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
61 ¡Todos los poderes del Señor, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
62 ¡Sol y luna bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
63 ¡Estrellas del cielo bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
64 ¡ Lluvias y rocíos bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
65 ¡Todos los vientos bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
66 ¡Fuego y calor bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
67 ¡Frío y ardor bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
68 ¡Rocíos y escarchas bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
69 ¡Hielo y frío bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
70 ¡Hielos y nieves bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
71 ¡Noches y días bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
72 ¡Luces y tinieblas bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
73 ¡Rayos y nubes bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
74 ¡Bendiga la tierra al Señor, cántele y glorifíquelo eternamente!
75 ¡Montañas y colinas bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
76 ¡Todas las semillas que germinan en la tierra bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
77 ¡Fuentes bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
78 ¡Mares y ríos bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
79 ¡Monstruos marinos y todo lo que se mueve en las aguas bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
80 ¡Aves todas del cielo bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
81 ¡Que todos los animales domésticos y las fieras salvajes bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
82 ¡Ustedes, todos los hijos de los hombres, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
83 ¡Israel bendice al Señor, cántale y glorifícalo eternamente!
84 ¡Sacerdotes bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
85 Todos ustedes servidores del Señor, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
86 ¡Espíritus y almas de los justos bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
87 ¡Todos los santos y los humildes de corazón, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente!
88 ¡Ananías, Azarías y Misael, bendigan al Señor, cántenle y glorifíquenlo eternamente! Porque nos libró del infierno y nos salvó de la muerte; nos arrancó del horno ardiente y nos sacó de en medio de las llamas.
89 ¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque su amor es eterno!
90 Todos ustedes que temen al Señor, bendíganlo, bendigan al Dios de los dioses, cántenle y denle gracias porque su amor es eterno.
91 El rey Nabucodonosor se quedó sin resuello, se levantó rápidamente y preguntó a sus consejeros: «¿No echamos a esos tres hombres amarrados al fuego?» Respondieron: «Ciertamente».
92 El rey añadió: «Pues bien, veo a cuatro hombres que caminan con toda libertad en medio del fuego sin que sufran nada; el cuarto se parece a un hijo de los dioses».
93 Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno ardiente y exclamó: «¡Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salgan y vengan para acá!» Entonces Sidrac, Misac y Abdénago salieron de en medio del fuego.
94 Los funcionarios, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se juntaron para ver a esos hombres. El fuego no les había hecho nada: ni su cuerpo ni sus cabellos estaban quemados, sus ropas no habían sido tocadas y ningún olor a quemado despe dían sus personas.
95 Nabucodonosor dijo entonces: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago que envió a su ángel para librar a sus servidores; confiaron en él, desobedecieron la orden del rey y prefirieron entregar su cuerpo al fuego antes que servir o adorar a cualquier otro dios que no fuera su Dios.
96 Esto es lo que ordeno a todos los pueblos, naciones y lenguas: Todos los que entre ustedes hablen sin respeto del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago serán hecho pedazos y sus casas serán destruidas, porque no hay otro Dios que pueda salvar de esa manera».
97 Luego el rey ordenó que se diera un puesto todavía más importante en la provincia de Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago.
El sueño y la locura de Nabucodonosor
98 El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: ¡La abundancia y la paz sean con ustedes!
99 Me ha parecido bueno dar a conocer las señales y maravillas que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
100 ¡Qué grandes son sus prodigios, qué poderosos, sus milagros!
100 Su imperio se extiende de generación en generación.

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Comentarios Daniel, capítulo 3
3,8

Para un judío creyente, ser funcionario de un rey pagano trae riesgos. A veces estos soberanos son prepotentes o fantasiosos y quieren imponer actitudes que la Ley de Dios condena. En un caso así, el creyente, por elevado que sea su puesto, deberá sacrificar su carrera y aun su vida para mantenerse fiel a su Dios.

En 3,7-18, Daniel indica la actitud del creyente: cuenta con la ayuda de Dios, que todo lo puede; sabe sin embargo que éste no está obligado a salvarlo milagrosamente.

Irónicamente se subrayan las fallas de los que no conocen al Dios verdadero: adoran cosas muertas. El oro les sirve de dios (una estatua de 30 metros costaría la riqueza del mundo, pero está totalmente sin vida). Son dioses mudos y sin alma y, sin embargo, hombres inteligentes se arrodillan frente a ellos. A diferencia del Dios vivo, que oye a sus fieles y los salva, los ídolos ni conocen al que los venera ni lo pueden ayudar (la llama del fuego mata a los soldados caldeos).
3,28

La oración de Daniel enseña a los ju díos perseguidos lo que tienen que decir a Dios: «Señor, acuérdate de tus promesas y no de nuestros pecados. Ten compasión de tu pueblo humillado y ven a salvarnos.»
3,46

Aunque en este relato Dios hace un milagro, los conocedores de la historia saben que muchos mártires no fueron librados de la muerte. Según dice la carta a los Hebreos 11,39, esos mártires no vieron que Dios cumpliera sus promesas: Dios les reservaba una suerte mejor después de muertos. Por eso, Daniel es como el modelo de los creyentes cuando, en ciertos momentos, se encuentran solos frente a una muchedumbre hostil o enfrentados al poder tiránico. Daniel se niega a hacer lo que Dios condena, aunque por esto corra peligro su vida.
Daniel (Dan) Capítulo 4
1 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y vivía feliz en mi palacio,
2 cuando tuve un sueño que me espantó; los pensamientos y las visiones que tuve esa noche me aterrorizaron.
3 Ordené entonces que vinieran a verme todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer el significado del sueño.
4 Llegaron los magos, los adivinos, los brujos y los astrólogos, y les conté el sueño, pero nadie me dio la interpretación de él.
5 Al fin se presentó Daniel (llamado Baltasar según el nombre de mi Dios), quien tiene en sí el espíritu de los dioses santos. Le conté el sueño y le dije:
6 «Baltasar, jefe de los magos, sé que en ti está el espíritu de los dioses santos y que no hay misterios para ti. Este es el sueño que tuve, explícamelo.
7 Estaba acostado y tuve esta visión: había en el centro de la tierra un árbol que tenía gran altura.
8 Creció el árbol y llegó a ser tan importante que su copa tocaba el cielo; se lo veía desde los extremos de la tierra.
9 Su follaje era hermoso y sus frutos abundantes. Alimentaba a todos, las fieras salvajes se cobijaban a su sombra, los pájaros del cielo anidaban entre sus ramas, le daba su alimento a todo ser viviente.
10 Contemplaba esta visión en mi cama, cuando un ángel, un Santo, bajó del cielo.
11 Se puso a gritar con toda su voz: Derriben el árbol y corten sus ramas, arranquen sus hojas y boten sus frutos. Huyan de su sombra las fieras salvajes, y los pájaros del cielo de sus ramas.
12 Pero dejen en la tierra, en medio de la hierba del campo, su tronco y sus raíces atados con cadenas de hierro y de bronce. Que lo moje el rocío del cielo y que comparta el pasto de la tierra con los animales salvajes.
13 ¡Que le sea quitado su corazón de hombre y se le dé un corazón de animal, que pasen siete años sobre él!
14 Tal es el juicio pronunciado por los ángeles, tal es la decisión de los Santos; así sabrá todo ser viviente que el Altísimo es el dueño de las realezas humanas. El exalta, si quiere, al más humilde de los hombres.
15 Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor; tú, Belsasar, debes explicármelo porque todos los sabios de mi reino han sido incapaces de hacerlo. Pero tú sí lo puedes hacer, porque en ti está el espíritu de los dioses santos.
16 Entonces Daniel, llamado Baltasar, permaneció callado por unos momentos; estaba espantado por lo que se le venía al espíritu. El rey se dirigió a él: «‘¡Baltasar, no temas decirme el significado del sueño!» Belsasar tomó la palabra y le dijo: «¡Señor, ojalá que el sueño fuera para los que te odian y su significado para tus enemigos!
17 Viste un árbol que crecía y que se hacía tan importante que su copa tocaba los cielos y que se lo veía desde toda la tierra.
18 Su follaje era hermoso y su fruto abundante. Alimentaba a todo el mundo, las fieras salvajes dormían bajo su sombra y entre sus ramas anidaban las aves del cielo.
19 Ese árbol, oh rey, eres tú. Has crecido hasta tal punto que tu poder se eleva hasta los cielos y tu autoridad se extiende hasta los extremos de la tierra.
20 Pero viste, oh rey, que bajaba del cielo un ángel, un Santo, y decía: Corten el árbol, destrúyanlo, pero dejen en la tierra el tronco y las raíces atadas con cadenas de hierro y de bronce en medio de la hierba del campo, que sea mojado por el rocío del cielo y que comparta su alimento con los animales salvajes hasta que pasen siete años sobre él.
21 Esto es lo que significa, oh rey. Es una decisión del Altísimo con respecto a mi señor el rey.
22 Te expulsarán de entre los hombres y vivirás con los animales salvajes, comerás pasto como el buey y te mojará el rocío del cielo. Pasarán siete años sobre ti hasta que reconozcas que el Altísimo es dueño de las realezas humanas y da el poder a quien quiere.
23 Se decía que dejaran el tronco y las raíces del árbol; de igual modo te será devuelto tu reino cuando hayas comprendido que los Cielos son dueños de todo.
24 Por eso, oh rey, escucha mi consejo. Redime tus pecados practicando la justicia, y tus injusticias siendo bueno con los desgraciados; entonces te irá bien en todo.
25 Al rey Nabucodonosor le ocurrió todo eso.
26 Doce meses después, mientras se paseaba por la terraza del palacio real de Babilonia,
27 el rey comentaba: «¿No es esta la gran Babilonia que construí con mi poder y mi fuerza, la que he convertido en mi residencia real y que será la gloria de mi reino?»
28 Todavía estaban esas palabras en la boca del rey, cuando se oyó una voz del cielo: «A ti te hablo, rey Nabucodonosor: Se te ha quitado la realeza.
29 Te expulsarán de entre los hombres, vivirás con los animales salvajes, comerás pasto como el buey, y pasarán siete años sobre ti hasta que reconozcas que el Altísimo es dueño de las realezas humanas y que da el poder a quien quiera».
30 Esas palabras se cumplieron inmediatamente. Nabucodonosor fue expulsado de entre los hombres; comía pasto como el buey y el rocío del cielo mojaba su cuerpo; sus cabellos crecieron como las plumas del águila y sus uñas como las de los pájaros.
31 Al término del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté mis ojos al cielo, y me volvió la inteligencia. Bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive eternamente. Su poder es un poder eterno y su realeza se extiende de generación en generación.
32 Para él todos los habitantes de la tierra son como la nada, hace lo que quiere con los ejércitos de los cielos y con los habitantes de la tierra; nadie puede oponerse a su poder ni decirle: ¿Qué haces?
33 En ese mismo momento, me volvió la inteligencia, recuperé mi majestad y mi esplendor y pude reanudar un reinado glorioso. Mis consejeros y mis ministros me fueron a buscar, fui restablecido en mi trono e incluso gané en poder.
34 Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, celebro y glorifico al Rey de los cielos; todos sus caminos son justos y sus obras son verdad. Sabe humillar a los que se comportan con orgullo.
Daniel (Dan) Capítulo 5
El banquete de Belsasar
1 El rey Belsasar dio un gran banquete para miles de sus altos funcionarios, y ante esos miles de invitados, se puso a tomar vino.
2 Después de haber probado el vino, Belsasar ordenó que trajeran los vasos de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había sacado del Templo de Jerusalén. Tanto el rey como sus altos funcionarios, sus mujeres y sus concubinas querían beber en ellos.
3 Trajeron pues los vasos de oro que habían sido robados del Templo de Dios en Jerusalén.
4 El rey y sus altos funcionarios, sus mujeres y sus concubinas los tomaron para beber en ellos: tomaron vino a la salud de sus dioses de oro, de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.
5 Pues bien, de repente aparecieron frente al candelero los dedos de una mano, que escribían sobre el estuco del muro del palacio real. El rey vio esa mano que escribía
6 e inmediatamente cambió de color: estaba espantado, todo su cuerpo y todos sus miembros temblaban.
7 Gritó con fuerte voz para que llamaran a los magos, los brujos y los astrólogos, y ante los sabios de Babilonia el rey tomó la palabra: «El hombre que lea lo que ahí está escrito y que me dé a conocer su significado será revestido de púrpura, se le pondrá un collar de oro al cuello y ocupará el tercer puesto en mi reino».
8 Pero ninguno de los sabios que había venido era capaz de descifrar la inscripción y de entregar su sentido.
9 El rey Belsasar se espantó más aún, estaba ya sin colores y sus altos funcionarios estaban muy asustados.
10 Al enterarse de las palabras del rey y de sus altos funcionarios, la reina entró en el salón del festín, pidió la palabra y dijo: «¡Viva el rey eternamente! No te perturben tus pensamientos ni cambie así de color tu rostro.
11 Hay un hombre en tu reino que tiene en sí el espíritu de los dioses santos. Durante el reinado de tu padre pudieron darse cuenta de que había en él una luz, un juicio y una sabiduría digna de los dioses. Por eso el rey tu padre lo puso como jefe de los adivinos, de los magos, de los brujos y de los astrólogos.
12 Se notaba en él un espíritu superior, una inteligencia, un juicio, el arte de explicar los sueños, de interpretar los misterios y de resolver los problemas; hablo de Daniel, a quien el rey había puesto el nombre de Baltasar. Llamemos por tanto a Daniel y él nos dirá lo que significa todo esto.
13 Trajeron pues a Daniel a la presencia del rey. El rey tomó la palabra y le dijo: «¿Eres tú Daniel, uno de los desterrados que mi padre trasladó desde Judea?
14 Me han dicho que en ti reside el espíritu de los dioses y que han notado en ti una luz, un juicio y una sabiduría extraordinarias.
15 Pues bien, acaban de traerme a los sabios y a los magos para que leyeran esa escritura y me dieran su significado, pero han sido incapaces de hacerlo.
16 Después me dijeron que tú puedes interpretar y resolver los problemas. Si puedes leer lo que allí está escrito y darme a conocer su significado, serás revestido de púrpura, llevarás un collar de oro al cuello y serás la tercera persona del reino».
17 Entonces Daniel tomó la palabra y delante del rey dijo: «¡Guarda tus regalos o dáselos a otros! Voy a descifrar para el rey lo que está allí escrito y le daré a conocer el significado.
18 Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor la realeza, el poder, la gloria y la majestad.
19 Debido a ese poder que había recibido, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas estaban llenos de terror y temblaban ante él. Mataba o dejaba vivir a su arbitrio, elevaba o bajaba a quien quería.
20 Pero cuando su corazón se infló de orgullo y se endureció su espíritu, fue echado de su trono real y se le quitó la gloria.
21 Fue expulsado de entre los hombres porque su espíritu se transformó en el de un animal; vivía con los burros salvajes, se alimentaba de pasto como el buey, y su cuerpo era mojado por el rocío del cielo. Eso duró hasta el día en que reconoció que el Dios Altísimo es el dueño de las realezas humanas y que llama a quien quiera.
22 Pero tú, Belsasar, su hijo, no te has humillado siendo que sabías todo eso.
23 Al contrario, te alzaste en contra del Señor de los cielos, dispusiste que te trajeran los vasos de su Templo y han tomado vino en ellos tú, tus altos funcionarios, tus mujeres y tus concubinas. Y han bebido a la salud de sus dioses de plata y de oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que nada ven, nada entienden y nada saben. Pero tú no has glorificado al Dios que tiene tu vida en su mano y a quien pertenece todo tu destino.
24 Por eso fue enviada de su parte esa mano para que trazara ese escrito,
25 y ese escrito dice: «Mené», «Téquel» y «Parsin».
26 Ahora viene la explicación de esas palabras: «Mené»: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin.
27 «Téquel»: has sido pesado en la balanza y tu peso ha resultado muy liviano.
28 «Parsin»: tu reino ha sido dividido y dado a los Medos y a los Persas».
29 Entonces Belsasar ordenó que se revistiera de púrpura a Daniel, que le pusieran al cuello un collar de oro y que se proclamara que de ahora en adelante era el tercer personaje de su reino.
30 Pero esa misma noche el rey caldeo Belsasar fue asesinado.

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Comentarios Daniel, capítulo 5
5,1

Esta historia podría llamarse: el castigo de los sacrilegios.

Las tres palabras indican la suerte de los que se burlan de Dios:

— viene un fin que ellos no pueden aplazar;

— Se pone de manifiesto que no hicieron durante la vida nada que sirva.

— Desaparecen y su obra con ellos.

La Biblia sabe que Dios se da a conocer no solamente por sucesos que demuestran su bondad, sino también por otros que son signos evidentes de que hay un Dios que hace justicia. A los que se burlan de él, muchas veces les tocan desdichas que vienen como respuesta a su insolencia.

El autor de estos capítulos no se preocupa mucho por la realidad histórica del tiempo en que se mueven sus personajes; en realidad, Ciro es el que tomó Babilonia, pereciendo Belsasar, y Darío lo sucedió.
Daniel (Dan) Capítulo 6
1 Y recibió su reinado Darío el medo, que tenía ya sesenta y dos años.
Daniel es arrojado al foso de los leones
2 Darío dio un decreto para su reino: puso a ciento veinte gobernadores al frente de cada una de las provincias de su reino.
3 Para preservar los intereses del rey, debían rendir cuentas a tres altos funcionarios que estaban sobre ellos (uno de los cuales era Daniel).
4 Pero Daniel se distinguió pronto entre los altos funcionarios y gobernadores porque había en él un espíritu realmente superior, tanto que el rey pensaba ponerlo a la cabeza de todo su reino.
5 Por eso fue que los altos funcionarios y gobernadores buscaron entre los asuntos del estado un pretexto para acusar a Daniel, pero no encontraban ningún reproche que hacerle, porque era fiel y no podían reprocharle ni negligencia ni falta.
6 Esos hombres se pusieron entonces a decir: «Ya que no se le puede reprochar nada a ese Daniel, busquemos algún pretexto en la religión de su Dios».
7 Los altos funcionarios y los gobernadores se precipitaron donde el rey y le dijeron: «¡Viva para siempre el rey Darío!
8 Todos los altos funcionarios del reino, los prefectos, gobernadores, consejeros y hombres de leyes, piensan que sería bueno que se proclamara una prohibición por decreto real: Cualquiera que, durante treinta días, dirija una plegaria a otro dios o a otra persona fuera de ti, oh rey, sea arrojado al foso de los leones.
9 Ahora, oh rey, toma esa decisión, haz que se ponga por escrito para que no sea modificada y así, según la ley de los Medos y de los Persas, nadie pueda anularla».
10 El rey Darío firmó pues esa decisión.
11 Cuando Daniel supo que había sido firmado ese decreto, entró en su casa; su pieza estaba en el segundo piso y las ventanas daban a Jerusalén. Tres veces al día Daniel se ponía de rodillas, oraba y alababa a Dios como lo había hecho siempre.
12 Pues bien, esos hombres entraron en tropel y encontraron a Daniel que estaba suplicando e implorando a su Dios.
13 Corrieron donde el rey y le recordaron la prohibición real: «¿No firmaste un decreto según el cual cualquier hombre que en estos treinta días dirija una oración a otro dios o a otra persona fuera de ti, sería arrojado al foso de los leones?» El rey respondió: «Así se ha establecido firmemente, según la ley de los medos y de los persas: nadie puede ir en contra».
14 Entonces dijeron al rey: «Daniel, ese hombre que forma parte de los desterrados de Judá, no tiene respeto alguno por ti ni por la prohibición que tú firmaste. Hace su oración tres veces al día».
15 Al oír esas palabras, el rey se molestó mucho; quería salvar a Daniel y hasta la puesta del sol, buscó en vano una solución.
16 Pero esos hombres lo presionaban, diciéndole: «¡Sabes muy bien, oh rey, que según la ley de los Medos y de los Persas ninguna prohibición o decreto firmado por el rey puede ser anulado!».
17 Entonces el rey ordenó que detuvieran a Daniel y que lo arrojaran al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: «¡Ojalá te salve tu Dios, al que sirves con tanta fidelidad!».
18 Empujaron una gran piedra para cerrar la boca del foso; el rey y los altos funcionarios pusieron en ella sus sellos para que nada pudiera cambiar la suerte de Daniel.
19 El rey entró en su palacio, ayunó toda la noche y no quiso acostarse con sus concubinas; no pudo dormir.
20 Aun antes de que saliera el sol, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones.
21 Se acercó al foso y gritó a Daniel con voz angustiada: «¿Daniel, servidor del Dios vivo, ese Dios al que sirves con tanta fidelidad ha sido capaz de librarte de los leones?»
22 Daniel respondió al rey: «¡Viva el rey para siempre!
23 Mi Dios me envió a su ángel, quien cerró las fauces de los leones, los que ni siquiera me han tocado porque fui hallado inocente ante él, y ante ti, oh rey, también soy inocente».
24 El rey experimentó una gran alegría y dio orden de que sacaran a Daniel del foso. Sacaron pues a Daniel del foso de los leones y lo encontraron en perfecto estado, porque había puesto su confianza en su Dios.
25 Entonces el rey mandó que vinieran los hombres que habían calumniado a Daniel, los arrojó al foso de los leones junto con sus hijos y sus mujeres, y aun antes que tocaran el suelo del foso, los leones se abalanzaron sobre ellos y trituraron sus huesos.
26 El rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que viven en toda la tierra: «¡La abundancia y la paz sean con ustedes!
27 Este es el decreto que promulgo: En toda la extensión de mi reino, la gente temerá y respetará al Dios de Daniel. El es el Dios vivo, que permanece para siempre: su reino no será destruido y su imperio no tendrá fin.
28 El salva y libra, realiza señales y prodigios en los cielos y en la tierra: él salvó a Daniel de las garras y de los dientes de los leones».
29 Durante el reino de Darío y el de Ciro el Persa, Daniel fue cada vez más considerado.
Daniel (Dan) Capítulo 7
La visión de los cuatro imperios
1 El primer año de Belsasar, rey de Babilonia, una noche Daniel tuvo un sueño y visiones que puso por escrito. Este es el relato.
2 Daniel tomó la palabra y dijo: «Tuve visiones durante la noche: cuatro vientos del cielo sacudían el mar,
3 y cuatro animales enormes salían del mar; los cuatro eran diferentes.
4 El primero se parecía a un león con alas de águila; mientras lo estaba mirando, le arrancaron sus alas, fue levantado de la tierra y se paró sobre sus patas como un hombre; le fue dado un corazón de hombre.
5 El segundo se parecía a un oso, estaba echado de lado y tenía entre sus dientes tres costillas. Entonces se le dijo: «Levántate y come mucha carne».
6 Miré y vi a otro animal parecido a un leopardo, con cuatro alas en el lomo; tenía cuatro cabezas, y le fue dado el poder.
7 Mientras contemplaba mis visiones nocturnas, percibí a un cuarto animal terrible, espantoso, con increíble poder; tenía grandes dientes de hierro, comía, trituraba, y lo sobrante lo aplastaba con sus patas. Era distinto a todos los animales que lo habían precedido, tenía diez cuernos.
8 Estaba mirando los cuernos, cuando surgió de entre ellos un cuerno pequeño, y fueron arrancados tres cuernos para dejarle lugar. Entonces vi en ese cuerno ojos parecidos a los ojos humanos y una boca que pronunciaba palabras insolentes.
El hijo de hombre
9 Seguía mirando, pusieron unos tronos y un anciano se sentó; su ropa era blanca como la nieve, los cabellos de su cabeza eran como la lana blanca, su trono era de llamas de fuego con ruedas de fuego ardiente.
10 Un río de fuego brotaba y corría de delante de él; miles y millares le servían, millones y millones permanecían de pie en su presencia. Se constituyó el tribunal y abrieron los libros.
11 Las palabras insolentes que habían sido pronunciadas por el cuerno habían sembrado un gran desorden. Mientras estaba mirando, mataron al animal, su cadáver fue destruido y arrojado al fuego ardiente.
12 Se les quitó el poder a los otros animales, pero se les prolongó la vida por el momento hasta la fecha fijada.
13 Mientras seguía contemplando esas visiones nocturnas, vi algo como un hijo de hombre que venía sobre las nubes del cielo; se dirigió hacia el anciano y lo llevaron a su presencia.
14 Se le dio el poder, la gloria y la realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es el poder eterno que nunca pasará; su reino no será destruido.
15 Yo Daniel seguía allí. Mi espíritu estaba perturbado por todo eso, pues esas visiones me habían aterrorizado.
16 Me acerqué entonces a uno de los que estaban de pie y le pedí que me dijera qué era realmente todo lo que había visto. Me habló y dio el significado de todas esas cosas.
17 Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que aparecerán en la tierra,
18 después de lo cual los santos del Altísimo recibirán la realeza y la poseerán por los siglos de los siglos.
19 Quería además saber la verdad respecto al cuarto animal, tan diferente a los demás y tan horrible con sus dientes de hierro y sus garras de bronce, que devoraba, trituraba y luego pisoteaba todo lo que quedaba.
20 Quería saber qué eran esos diez cuernos que tenía en su cabeza, y el otro cuerno que había brotado y ante el cual habían caído tres de los primeros. Quería saber qué era ese cuerno con ojos y una boca que pronunciaba palabras insolentes y que parecía ser más importante que los demás.
21 Seguía mirando ese cuerno, que combatía a los santos y que los vencía,
22 hasta que llegó el anciano, quien dictó sentencia en favor de los santos del Altísimo, y en ese momento los santos tomaron posesión del reino.
23 Entonces aquel a quien había preguntado me dijo:
23 «El cuarto animal es un cuarto reino que habrá en la tierra y que será distinto a todos los demás; devorará a toda la tierra, la aplastará y la pisoteará.
24 Esos diez cuernos son diez reyes que se levantarán en ese reino, luego surgirá otro después de ellos, diferente a los anteriores, y que derrotará a tres reyes.
25 Insultará al Altísimo, perseguirá a los santos del Altísimo, tratará de cambiar el calendario y la Ley; los santos quedarán sometidos a su poder por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo.
26 Pero se constituirá el Tribunal, se le quitará el poder, y será destruido y exterminado para siempre.
27 Entonces la realeza, la autoridad y la grandeza de todos los reinos que están bajo los cielos serán dadas al pueblo de los santos del Altísimo; su reinado es un reinado eterno y todos los poderes le servirán y le obedecerán».
28 Aquí se acaba el relato. Esas visiones me habían aterrorizado a mí, Daniel, y mi rostro había mudado de color, pero conservaba todo eso en mi corazón.

**
Comentarios Daniel, capítulo 7
7,9

La visión que a continuación se detalla tiene el mismo contenido y la misma significación que la de la estatua de Nabucodonosor (c. 2).

Se muestran, simbolizados por bestias, los cuatro imperios que dominaron el país judío hasta el momento de la gran persecución. Los versos 23-25 precisan que la cuarta bestia es el imperio sirio y el cuerno que insulta a Dios, el rey Antíoco Epífanes. Lo mismo que en 2,34 y 44 se anunciaba una intervención de Dios para quebrar la fuerza del perseguidor e instaurar su propio Reino, aquí, en 7,11 y 7,26 se anuncia el juicio del perseguidor. En 2,34, la piedra daba a entender el poder de Dios. Aquí, en 7,13, el hijo de hombre representa el pueblo de Is rael, servidor de Dios, presente en los planes de Dios desde los comienzos del mundo, que, al tiempo fijado, recibe el poder sobre todas las naciones: 7,27.

Sería un error buscar en este párrafo una referencia a los acontecimientos del tiempo de Jesús, como hicieron algunos. Menos todavía debemos aplicarlo a nuestro tiempo, como si fuéramos nosotros el centro de todo. El autor, escribiendo en el peor momento de la persecución del tiempo de los Macabeos, anuncia a la vez el fin de la persecución de Antíoco (1 Mac 5,55-60) y la llegada del Reino de Dios. Esta manera de juntar en una misma descripción un acontecimiento cercano, como es una gran liberación, y la última liberación, que será el fin de nuestra historia, es propia de los libros proféticos. Jesús hizo lo mismo hablando del fin de Jerusalén (Mc 13).

Sobre las nubes del cielo (13). La nube es signo de la presencia divina.

El Anciano: éste es Dios, y su pelo blanco es signo de majestuosidad. Ojalá no olvidemos que, en realidad, Dios no tiene edad sino que vive en un único momento, en un presente que no se deshace.

Como un hijo de hombre (13), o sea, un hombre: este personaje misterioso figuraba en un principio a todo el pueblo de Dios (v. 27). Pero, si bien Dios quería entregar su Reino a los hombres, lo entregaría de hecho en forma personal al que es el modelo, el salvador y la cabeza de todos los hombres y de toda la humanidad. Jesús es el Hombre (Jn 19,5), o, según el modo de hablar de los judíos, el hijo de hombre.

El hijo del hombre viene de las nubes divinas. Por eso, Jesús se aplicó esta profecía para resaltar su origen divino en el momento en que sus acusadores lo veían en la debilidad de su condición humana (Mt 26,64).
7,23

Los judíos de los años 170-160 no po dían equivocarse con esta designación oculta del rey Antíoco, el rey que derribó a otros tres, que insulta al Altísimo y persigue a los santos.

Por un tiempo, dos tiempos y mitad de un tiempo (25), significa tres y medio. Es una manera figurada de esa época para designar el tiempo de los malos (tres y medio es la mitad de siete, que es la cifra perfecta).

Los santos son los que Dios se reservó de entre los hombres para que fueran suyos. El pueblo judío, desde Moisés, tenía conciencia de ser un pueblo santo por estar consagrado al Dios Santo.

Pero a partir del tiempo de Daniel, «los santos» pasan a designar al nuevo pueblo de Dios que empezará con el reino del Mesías. Los primeros cristianos tenían conciencia de ser este nuevo pueblo de Dios y por eso se llamaban a sí mismos «los santos» (ver He 9,32).
Daniel (Dan) Capítulo 8
Otra visión que continúa la historia de Antíoco
1 El tercer año del reinado de Belsasar, yo Daniel, recibí una nueva visión como continuación de las anteriores.
2 Durante esa visión vi la ciudadela de Suza, en la provincia de Elam; en esa visión me encontraba a orillas del río Ulay, y miraba desde allí.
3 Al levantar los ojos vi a un carnero con dos cuernos que estaba de pie frente al torrente. Los dos cuernos eran grandes, pero uno sobrepasaba al otro, y el más grande fue el último en despuntar.
4 Vi al carnero que daba cornadas al oeste, al norte y al sur; ningún animal podía resistirle ni nada podía escapársele. Hacía lo que quería y se volvió poderoso.
5 Cuando trataba de entender eso, divisé a un chivato que venía del occidente después de haber recorrido toda la tierra, pero sin tocar el suelo; ese chivo tenía un enorme cuerno entre los ojos.
6 Se acercó al carnero de dos cuernos que había visto en la orilla y se abalanzó contra él con todas sus fuerzas.
7 Vi como embestía al carnero: lo golpeó furiosamente y le quebró ambos cuernos sin que el carnero opusiera resistencia. Lo tiró al suelo, lo pisoteó y nadie pudo librar al carnero de sus manos.
8 El chivo se hizo muy poderoso, pero, en el colmo de su poder, el gran cuerno se rompió y brotaron en vez de él cuatro cuernos, vueltos a los cuatro vientos del Cielo.
9 De uno de ellos salió un cuerno más pequeño, pero que se extendió mucho en dirección del sur, del este y de la tierra de Belleza.
10 Alcanzó el ejército de los cielos e hizo caer a la tierra una parte de él como estrellas a las que pisoteó.
11 Se alzó incluso contra el jefe de ese ejército: le quitó el sacrificio perpetuo y sacudió los cimientos de su santuario
12 junto con su ejército. En el mismo lugar en que se presentaba el sacrificio, erigió la Abominación, pisoteó la verdad y tuvo éxito en todo lo que hizo.
13 Oí entonces a un Santo que hablaba y a otro Santo que le hizo esta pregunta: «¿Hasta cuándo durará lo que anuncia esta visión: el sacrificio perpetuo suprimido, la Abominación erigida y el lugar santo y el ejército pisoteados?»
14 Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; entonces será restablecido el lugar santo como corresponde».
15 Ahora bien, mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y trataba de comprenderla, creí ver a un hombre delante de mí
16 y escuché una voz a orillas del Ulay que le gritaba: «Gabriel, dale a entender la visión».
17 Se dirigió entonces al sitio donde me encontraba, pero al acercárseme me asusté y caí con el rostro en tierra. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende que esta visión se refiere al tiempo del fin».
18 Mientras estaba postrado en tierra y me hablaba, perdí el conocimiento; me tocó y me levantó.
19 Luego me dijo: «Ahora te voy a dar a conocer lo que sucederá al fin del tiempo de la cólera, porque el fin está ya decidido.
20 El carnero que viste con sus dos cuernos son los reyes de los Medos y de los Persas.
21 El chivo velludo es el rey de Yaván, el gran cuerno entre sus ojos es el primero de sus reyes.
22 El cuerno roto y los cuatro cuernos que brotaron en su lugar son cuatro reinos surgidos de esa nación, pero que no alcanzarán su poder.
23 Al término de su reinado, cuando el pecado haya llegado al máximo, verán cómo se levanta un rey con el rostro fiero que desafiará las dificultades.
24 Su poder aumentará sin cesar, llevará a cabo cosas increíbles y tendrá éxito en sus empresas. Destruirá a los poderosos y al pueblo de los santos.
25 Debido a su astucia, sus estratagemas tendrán éxito; se inflará de orgullo y destruirá a mucha gente por sorpresa. Se alzará contra el Rey de reyes, pero sin que intervenga la mano del hombre será derrotado.
26 Esta visión de las tardes y de las mañanas que acabas de ver se cumplirá, pero guárdala para ti solo, pues se refiere a un porvenir lejano».
27 Yo, Daniel, me desmayé; estuve enfermo muchos días, luego me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Pero seguía consternado por esa visión que no entendía.

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Comentarios Daniel, capítulo 8
8,1

En los capítulos que vienen a continuación se repite el mismo mensaje. Dios vendrá en el tiempo más crítico de la persecución. Solamente se dan más y más detalles para dar a los judíos la seguridad de que todos los acontecimientos que ellos han presenciado ya los conocía Dios de antemano; mientras suceden, él tiene señalado el tiempo en que vendrá a salvar.
Daniel (Dan) Capítulo 9
La oración de Daniel
1 Era el primer año de Darío, hijo de Artajerjes, el Medo, que reinó en el reino de los Cal deos.
2 Ese primer año de su reinado, yo, Daniel, estudiaba las Escrituras y sacaba la cuenta de esos setenta años que debían pasar sobre Jerusalén en ruinas, como le fue revelado al profeta Jeremías.
3 Volví mi mirada hacia el Señor Dios para invocarlo en la oración y suplicarle por medio del ayuno, la penitencia y la ceniza.
4 Le supliqué a Yavé, mi Dios, y le hice esta confesión: «¡Ah, mi Señor, Dios grande y temible, que conservas la alianza y tu misericordia con los que te aman y observan tus mandamientos!
5 Pecamos, cometimos injusticias, fuimos infieles, nos rebelamos; nos apartamos de tus mandamientos y de tus leyes.
6 No hicimos caso a tus servidores los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros jefes y a nuestros padres, como también a toda la nación.
7 Tú, Señor, has sido justo y nosotros sólo tenemos derecho a la vergüenza como en ese día, nosotros, la gente de Judá, los habitantes de Jerusalén y todo Israel, estemos cerca o lejos en todos los países donde nos dispersaste por culpa de las infidelidades que cometimos contra ti.
8 Oh Yavé, la vergüenza sea para nosotros, para nuestros reyes, nuestros jefes y nuestros padres, porque pecamos contra ti.
9 Que el Señor nuestro Dios tenga misericordia y nos perdone, porque nos rebelamos contra él.
10 No obedecimos a Yavé nuestro Dios, no caminamos según sus leyes que puso delante de nosotros por medio de sus servidores los profetas.
11 Todo Israel desobedeció a tu Ley y se apartó de tu palabra; por eso cayeron sobre nosotros la maldición y las amenazas que están escritas en la Ley de Moisés, servidor de Dios, porque habíamos pecado contra ti.
12 Yavé cumplió las palabras que había pronunciado contra nosotros y contra los jefes que nos gobernaban. Hizo que cayera sobre nosotros una terrible desgracia; nunca se había visto bajo el cielo lo que pasó en Jerusalén.
13 Cayó sobre nosotros la desgracia, como está escrito en la Ley de Moisés, pero no apaciguamos a Yavé nuestro Dios, renunciando a nuestra mala conducta y prestando atención a su verdad.
14 Yavé fue quien previó esa desgracia y la dejó caer sobre nosotros, porque Yavé es justo en todo lo que hace: no habíamos escuchado su voz.
15 Señor nuestro Dios, cuya fama es eterna, tú que con mano poderosa hiciste salir a tu pueblo del país de Egipto, contra ti pecamos y nos rebelamos.
16 Señor, en tu gran bondad, aparta tu cólera y tu furor de Jerusalén, tu ciudad, y de tu montaña santa, pues por culpa de nuestros pecados y de los pecados de nuestros padres Jerusalén y tu pueblo son motivo de burla de parte de todos los que nos rodean.
17 Escucha pues, tú, nuestro Dios, la oración de tu servidor y su súplica. Por tu honor, Señor, haz que brille tu rostro sobre tu santuario en ruinas.
18 Pon atención, oh Dios mío, escucha, abre tus ojos, mira nuestra ruina y la ciudad sobre la cual ha sido pronunciado tu Nombre. Te lo suplicamos; no esperamos nada de nuestros méritos, sino que confiamos en tu gran misericordia.
19 Escucha, Señor, perdona, Señor, mira, Señor. Actúa, oh mi Dios, no tardes, por amor de ti mismo, porque tu ciudad y tu pueblo son llamados por tu nombre.
La profecía de setenta semanas de años
20 A la hora de la ofrenda de la tarde estaba todavía hablando y orando, confesando mi pecado y el de mi pueblo Israel, suplicando a Yavé mi Dios por su santa montaña.
21 En esto llegó volando hasta mí Gabriel, al que había visto en la visión al comienzo.
22 Llegó hasta donde yo estaba y me dijo: «Daniel, he venido ahora para que puedas comprender.
23 Al principio de tu oración salió una palabra y he venido para dártela a conocer, porque eres amado de Dios. Aplica tu espíritu a esa palabra y comprende la visión.
24 Para tu pueblo y tu ciudad santa se han fijado setenta semanas, para que acabe la injusticia, para que se termine el pecado, para expiar la ofensa, para que venga la justicia eterna, para que se cumpla la visión y la profecía, para ungir al Santo de los Santos.
25 Entiende bien esto: Desde que se haya dado la orden de reconstruir Jerusalén hasta un jefe consagrado, son siete semanas; luego pasarán sesenta y dos semanas para reconstruir plazas y muros.
25 Luego llegará el fin de los tiempos.
26 Después de las sesenta y dos semanas, será eliminado un hombre consagrado, sin que se encuentre culpa en él. Llegará un pueblo cuyo jefe destruirá la ciudad y el Templo: todo quedará sumergido y habrá guerras y desastres hasta el fin.
27 Durante una semana consolidará su alianza con muchos, durante media semana interrumpirá el sacrificio y la ofrenda. Junto al Templo erigirá la Abominación de la Devastación hasta el tiempo fijado para la ruina del devastador.

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Comentarios Daniel, capítulo 9
9,1

Daniel está meditando la profecía de Jeremías (25,11) sobre los setenta años del destierro de los judíos a Babilonia. El ángel Gabriel le entrega otro mensaje que se refiere a setenta semanas de años. Este mensaje es una de las profecías más famosas del libro de Daniel.
9,20

Gabriel empieza diciendo unas palabras enigmáticas (v. 24) y después da una explicación.

Para que acabe la injusticia..., para que se cumpla la visión y la profecía (24). Así se anuncia claramente la venida del reino de Dios. Se ungirá el Santísimo: se trata del Lugar Santísimo, es decir, el Templo. Después de haber sido profanado por los paganos vencedores, será renovado para ser la morada definitiva de Dios en medio de su pueblo.

Ahora viene una explicación dada por el mismo Gabriel, que precisa que todo esto va a suceder pronto. Las setenta semanas son una cifra simbólica de semanas de años, y no se pueden tomar al pie de la letra sino las siete primeras semanas: éstas son las que habían transcurrido entre la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 587 y el edicto de liberación de Ciro, llamado Ungido de Dios en Isaías 45, en el año 538.

Viene después un período no precisado, representado por las sesenta y dos semanas de años, que llega hasta el comienzo de la persecución de Antíoco en el año 171. En ese año fue asesinado el sumo sacerdote Onías: un ungido será muerto (26). Después el perseguidor hizo cesar el culto del Templo de Jerusalén e incluso edificó sobre el altar de los holocaustos otro altar consagrado a Baal Samen: es la abominación (o ídolo) del devastador. Esta es la semana de persecución durante la cual fue escrita la presente profecía; para el fin de la semana se anuncia una intervención victoriosa de Dios.

La intervención divina se manifestó en la paz inesperada que los judíos consiguieron en ese momento (1 Mac 6,55). Pero ésta no fue la llegada del Reino de Dios, sino solamente un signo precursor. Solamente en Cristo se cumpliría lo anunciado referente a la justicia eterna.

En todo caso las cifras puestas por el autor se refieren al tiempo de los Macabeos. Si no se verificó entonces el fin de la historia, es inútil manipular las cifras para calcular cuándo será: Dios no quiso darla a conocer (Mc 13,32).

Al final del siglo pasado, el fundador de los Testigos de Jehová construyó toda su interpretación de la Biblia sobre esta profecía de Daniel. Sus cálculos extravagantes demostraban que, después del reino de Dios en Israel, con David y Salomón, terminado en tiempos de Daniel, empezaba el nuevo Reino de Dios, el cual terminaría en el año 1914, con el fin del mundo. Como no sucedió, rectificaron sus cálculos.

No es el lugar para discutir sus teorías. Basta notar que para ellos las dos fechas claves de la salvación son la destrucción de Jerusalén en el siglo VI antes de Cristo, y el año 1914. En cambio, la venida de Jesús, su muerte y su resurrección no tienen ninguna importancia para la venida del Reino de Dios. Con esto se verifica el error de los que se apoyan en textos confusos de la Biblia para cuestionar las verdades más seguras, en vez de partir de las bases más firmes de la fe para tratar de aclarar los textos confusos.
Daniel (Dan) Capítulo 10
Se cuenta aquí de manera simbólica el tiempo de los Macabeos
1 El tercer año de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a Daniel, de sobrenombre Baltasar. Este mensaje fidedigno se refería a una prueba grande. Daniel comprendió la palabra y recibió la explicación de la visión.
2 En ese tiempo, yo, Daniel, guardaba luto por tres semanas.
3 Durante esas tres semanas no probé comidas exquisitas, me privé de carne y de vino y renuncié a cualquier perfume.
4 El día vigésimo cuarto del primer mes estaba a orillas del gran río Tigris.
5 Al levantar los ojos, vi a un hombre vestido de lino que llevaba un cinturón de oro brillante.
6 Su cuerpo parecía de piedras preciosas, su rostro tenía el aspecto del rayo; sus ojos eran como lámparas encendidas, sus brazos y sus piernas brillaban como el bronce bruñido y sus palabras resonaban como el estruendo de una muchedumbre.
7 Sólo yo, Daniel, contemplé esa visión; los hombres que me acompañaban no vieron nada, pero se apoderó de ellos un gran susto y corrieron a esconderse.
8 Seguí contemplando solo esa gran visión. Estaba sin fuerzas, mi rostro había cambiado de color y perdí el control de todos mis sentidos.
9 Oí lo que se decía y, al oírlo, caí desvanecido con el rostro en tierra.
10 Entonces me tocó una mano que me hizo temblar en todos mis miembros.
11 El hombre me dijo: «Daniel, toma en serio las palabras que te digo y manténte de pie, he sido enviado hasta ti porque tú eres amado de Dios». Cuando me hubo hablado así, pude ponerme de pie, aunque seguía temblando. 12 Luego añadió: «No tengas miedo, Daniel, porque desde el primer día en que trataste de comprender y de humillarte ante la mirada de tu Dios, tus palabras fueron escuchadas y por eso vine yo en persona».
13 El príncipe del reino de los Persas me resistió durante veintiún días, pero vino en mi ayuda Miguel, uno de los principales príncipes. Lo dejé luchando con el rey de Persia
14 y vine a explicarte lo que ocurrirá a tu pueblo al fin de los tiempos. Porque esta visión también se refiere a esos días.
15 Ante esas palabras incliné hacia el suelo la cabeza y me quedé sin palabras.
16 Pero me tocó los labios un personaje de aspecto humano. Abrí la boca para hablar y dije al que estaba delante de mí: «Señor mío, esa visión me ha llenado de angustia y me ha descontrolado.
17 Soy sólo el servidor de mi señor, ¿cómo podré hablar a mi señor si estoy sin fuerzas y me falta el aliento?»
18 El personaje que parecía un hombre me tocó de nuevo y me reconfortó.
19 Me dijo: «¡No temas, tú que eres amado de Dios, la paz sea contigo! ¡Animo, ánimo!» Y mientras me hablaba, sentí que me volvían las fuerzas. Le dije: «Hable mi señor, porque me siento mejor».
19 20-21 Añadió: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Te anunciaré lo que está escrito en el libro de la verdad. Y luego regresaré a luchar con el príncipe de Persia. También está por llegar el príncipe de Yaván; nadie me ayuda contra ellos, excepto Miguel, el príncipe de ustedes.

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Comentarios Daniel, capítulo 10
10,1

Todos los acontecimientos a los que se refieren los capítulos 10-11 eran para el autor hechos pasados; son los mismos que nos cuenta el libro segundo de los Macabeos. Pero aquí se cuentan como si los hubiera anunciado en forma velada un tal Daniel, con cuatro siglos de anticipación. Esto no es más que una figura de estilo. En realidad, lo único que al autor le importa es el final del relato, que destacamos en 12,1-3. Quiere enseñar a sus contemporáneos perseguidos, que acaban de vivir todos estos sucesos, que sus pruebas desembocan en una pronta venida del Reino esperado de Dios y en el día de la resurrección.
Daniel (Dan) Capítulo 11
1 Has de saber que el primer año de Darío, el Medo, estaba yo cerca de él ayudándolo y animándole.
1 Y ahora te revelaré la verdad:
2 en Persia surgirán todavía tres reyes y el cuarto será mucho más rico que los demás. Su riqueza lo volverá poderoso y hará todo lo posible para oponerse al reino de Yaván.
3 Pero allí surgirá un rey valiente que se volverá poderoso y hará lo que quiera.
4 En medio de sus éxitos, será rota su realeza y su reino repartido a los cuatro vientos del cielo, pero no entre sus descendientes, pues le será arrebatado el reino y entregado a otros.
5 El rey del sur se hará poderoso, pero uno de sus príncipes lo vencerá y se forjará un imperio más grande que el suyo.
6 Al cabo de algunos años establecerá una alianza: la hija del rey del sur irá en busca del rey del norte para establecer un acuerdo, pero perderá su poder y no dejará descendencia: será luego asesinada junto con su corte, su hijo y su marido. En ese momento
7 se levantará en su lugar un retoño de su raza, llegará a sitiar la fortaleza del rey del norte, se apoderará de ella y la tratará como vencedor.
8 E incluso llevará a Egipto como botín sus dioses, sus estatuas y sus vasos preciosos de plata y oro. Y durante algunos años mantendrá a raya al rey del norte.
9 Este último hará una expedición al reino del sur, pero regresará rápidamente a su casa.
10 Se levantarán sus hijos y reunirán fuerzas numerosas y poderosas. Uno de ellos descollará, desbordará como un río, invadirá el reino del sur y atacará la fortaleza de su rey.
11 Furioso éste, se pondrá en campaña en contra del rey del norte con un poderoso ejército, y las numerosas tropas del rey del norte caerán en sus manos.
12 La destrucción de ese ejército acrecentará su orgullo; masacrará a una gran cantidad de gente, pero sin resultado.
13 El rey del norte volverá después de haber reunido tropas más numerosas que las primeras, y después de algunos años avanzará con un ejército poderoso y muy bien equipado.
14 En ese momento se rebelarán contra el rey del sur mucha gente, y entre ellos, hombres violentos de tu pueblo; se alzarán porque la visión tiene que cumplirse, pero será para su perdición.
15 El rey del norte avanzará, cavará trincheras y se apoderará de una ciudad fortificada; el ejército del sur no podrá resistir ante su empuje y los más valientes de sus hombres huirán.
16 Entonces el atacante hará todo lo que quiera, nadie quedará en pie ante él, ocupará el país de Belleza y lo saqueará.
17 Queriendo dominar todo el reino del sur, hará un pacto con él y le dará como esposa a una de sus hijas con el fin de destruirlo, pero eso no resultará ni se realizará.
18 Se volverá entonces contra las islas y se apoderará de muchas de ellas, pero un jefe lo detendrá y lo humillará sin que pueda tomarse la revancha.
19 Atacará después las ciudades fortificadas de su país, pero fracasará, será derrotado y desaparecerá para siempre.
20 En su lugar aparecerá otro que enviará al lugar más glorioso del reino a un recaudador de impuestos, pero en unos pocos días éste será vencido sin armas ni lucha.
21 En su lugar surgirá un hombre despreciable a quien no darán el honor de la realeza; llegará en son de paz y se apoderará del reino mediante traiciones.
22 Ante él huirán y serán derrotados poderosos ejércitos; el Príncipe de la Alianza también será vencido.
23 Utilizando la corrupción y la traición adquirirá importancia y se hará fuerte, aunque sólo tenga con él poca gente.
24 Invadirá sin riesgo ricas provincias y hará lo que ni sus padres ni los padres de sus padres hicieron: distribuirá entre sus hombres botín, despojos y riqueza, y por un tiempo tratará de apoderarse de fortalezas.
25 Dirigirá sus fuerzas y su ardor contra el rey del sur, apoyado en un gran ejército; el otro también saldrá a guerrear con un ejército grande y poderoso, pero será vencido como consecuencia de conspiraciones en su contra.
26 Los que coman en su mesa lo debilitarán, su ejército será aplastado y perderá a mucha gente.
27 Los dos reyes no pensarán más que en hacerse el mal mutuamente, y aunque estén sentados a la misma mesa se mentirán el uno al otro. Esto no cambiará nada: el fin llegará en el tiempo determinado.
28 El rey del norte regresará a su país con grandes riquezas y con perversos proyectos en contra de la Alianza Santa; luchará contra ella y luego volverá a su país.
29 Cuando llegue el momento, volverá a lanzarse contra el reino del sur, pero esta vez las cosas acabarán mal.
30 Al ver que se acercan los barcos de Quitim perderá su seguridad, dará media vuelta y desencadenará su cólera en contra de la Alianza Santa.
30 Nuevamente colmará de honores a los que abandonen esta alianza.
31 Sus tropas vendrán para profanar la fortaleza del templo, interrumpirán el sacrificio perpetuo y levantarán la Abominación de la Desolación.
32 Seducirá y corromperá a hombres infieles a la alianza, pero el pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme en su comportamiento.
33 Aquellos del pueblo que tengan el conocimiento instruirán a muchos, pero serán perseguidos: durante muchos días les tocará en suerte la espada, el fuego, el cautiverio y el pillaje.
34 Durante su persecución, algunos les prestarán apoyo, pero muchos lo harán por hipocresía.
35 La caída de algunos de los que saben servirá para purificar, lavar y blanquear a muchos de los demás hasta el tiempo del fin, el cual ya ha sido fijado, pero que todavía es futuro.
36 En su orgullo, el rey hará todo lo que quiera, se pondrá por encima de todos los dioses; hasta pronunciará palabras insolentes contra el Dios de los dioses, y todo le resultará hasta que la Cólera llegue al colmo, porque lo que está decidido se cumplirá.
37 No tendrá miramiento alguno ni por los dioses de sus padres ni por el dios preferido de las mujeres ni por cualquier otro dios, sino que se pondrá por encima de todo.
38 En vez de esos dioses honrará al dios de las fortalezas, un dios que no conocieron sus padres, le ofrecerá oro, plata, piedras preciosas y objetos de gran valor.
39 Pondrá sitio a las ciudades fortificadas con ayuda de un dios extranjero; al que reconozca a ese dios le concederá honores, poder, y tierras en recompensa.
40 En los tiempos del fin, el rey del sur lo atacará; el rey del norte se lanzará contra él con sus carros, sus caballeros y numerosos barcos. Entrará por todos sus territorios, los invadirá y los atravesará.
41 Atravesará el país de Belleza y masacrará a mucha gente, mientras que Edom, Moab y los mejores de los hijos de Amón escaparán de sus manos.
42 Extenderá su mano por todos los países y Egipto no se escapará.
43 Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos de valor de Egipto. Someterá a los libios y a los cuchitas.
44 Pero noticias provenientes del oriente y del norte le preocuparán; regresará muy enojado para destruir y masacrar a mucha gente.
45 Plantará las tiendas de campaña de su ejército entre el mar y las montañas del país de Belleza. Después de eso le tocará su fin y nadie lo socorrerá.
Daniel (Dan) Capítulo 12
Los que duermen despertarán para la vida eterna
1 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe, que defiende a los hijos de tu pueblo; porque será un tiempo de calamidades como no lo hubo desde que existen pueblos hasta hoy en día. En ese tiempo se salvará tu pueblo, todos los que estén inscritos en el Libro.
2 Muchos de los que duermen en el lugar del polvo despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos.
3 Los que tengan el conocimiento brillarán como un cielo resplandeciente, los que hayan guiado a los demás por la justicia brillarán como las estrellas por los siglos de los siglos.
4 Tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras, que sean como un libro sellado hasta el momento del fin; muchos buscarán por aquí y por allá y la maldad irá en aumento.”
5 Al levantar la vista, yo, Daniel, vi a otros dos hombres que estaban en una y otra orilla del río.
6 Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba por encima de las aguas del río: «¿Cuándo se cumplirán esas cosas prodigiosas?»
7 El hombre vestido de lino que estaba por encima de las aguas del río levantó entonces sus dos manos al cielo y le oí que hacía este juramento por el que vive eternamente: «Todo se realizará en un tiempo, dos tiempos y un medio tiempo. Todas estas cosas se cumplirán cuando el pueblo santo esté completamente aplastado y sin fuerzas.»
8 Oía pero no entendía. Hice entonces esta pregunta: «¿Señor mío, cómo será el fin de las cosas?»
9 Me respondió: «Anda, Daniel, estas cosas permanecerán en secreto y ocultas hasta el momento del fin.
10 Muchos serán purificados, blanqueados y puestos a prueba; los malos harán el mal y no comprenderán, mas los que tienen el conocimiento comprenderán.
11 Desde el día en que se suprima el sacrificio perpetuo y en que se erija la Abominación de la Desolación, pasarán mil doscientos noventa días.
12 Feliz el que se mantenga en pie y llegue a mil trescientos treinta y cinco días.
13 En cuanto a ti, Daniel, sigue hasta el fin de tu camino; irás a tu descanso y luego te levantarás, al fin de los días, para recibir tu recompensa».

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Comentarios Daniel, capítulo 12
12,1

Muy importante es este texto, en que por primera vez se habla de la Resurrección.

Los judíos creían que después de la muerte tendrían solamente una vida disminuida, debajo de la tierra. No tenían esperanza de resurrección o de premio para cada cual en particular, sino solamente para su nación. Si se portaban bien, Dios bendeciría o resucitaría a ésta (ver Ez 37).

Las persecuciones del tiempo de los Macabeos y la reflexión sobre la suerte de los mártires llevaron a la convicción de que los que habían muerto tendrían su parte de felicidad en el Reino de Dios, que debían resucitar. Encontramos esta misma esperanza en el segundo libro de los Macabeos (cc. 7,9 y 12,43). También la leemos en los capítulos 2-5 del libro de la Sabiduría. Estos textos, fruto de la fe y de las pruebas del pueblo judío en los dos últimos siglos antes de Jesús, prepararon lo que él mismo debía enseñar sobre la resurrección (Mc 12,18).

Miguel, el príncipe de ustedes (10,21): el ángel del pueblo judío. El libro de Daniel está lleno de visiones, a veces bien enredadas, igual que varios otros libros llamados apocalípticos, que se escribieron en el pueblo judío entre el año 200 antes de Cristo y el año 100 después de él.

Estos libros apocalípticos (o revelaciones) fueron escritos por sabios de ese tiempo para recordar el dominio de Dios sobre la historia. Todos usan, al igual que el presente libro, visiones complicadas, cifras simbólicas, mensajes transmitidos por ángeles. Era una manera para captar al oyente, nada más. En 9,1 el ángel Gabriel explica la visión. Aquí se trata de otro ángel, Miguel. Se describe la historia como si los acontecimientos estuvieran determinados de antemano, escritos en el libro de Dios. A veces, en el cielo hay luchas de ángeles, que son los abanderados de tal o cual nación. Así Miguel, para el pueblo judío; así también en 10,3, otro ángel llamado «príncipe del reino de los persas».

En el final de este capítulo 12 hay una nueva cuenta con cifras simbólicas. No contiene más que las precedentes: la persecución que prosigue desde el tiempo en que se interrumpió el culto tiene que acabarse y, poco después, vendrá el fin.

¿POR QUÉ SE ANUNCIÓ COMO INMINENTE UN REINADO DE DIOS QUE LLEGÓ MÁS TARDE?

Los diversos oráculos del libro de Daniel anuncian, junto con el fin de la persecución de los Antíocos, la venida definitiva de Dios con su reinado universal. Sin embargo, Cristo vino más de cien años después. Aquí vale lo que se dijo respecto de los anuncios de los profetas (ver Is 9,1).

Cuando un hombre emprende con su hijo una marcha muy larga y el hijo empieza a cansarse, su padre no le dice todo lo que le queda por recorrer. Le fija una meta próxima: vayamos hasta ese árbol que vemos a lo lejos. Después le dice: lleguemos hasta tal casa, hasta la cumbre de este cerro..., y por una serie de etapas le alienta la esperanza. Así, en la historia sagrada, cada vez que Dios invita a su pueblo a que dé un paso, le hace brillar todo el porvenir feliz que reserva a la humanidad, como si estuviera a su alcance. Siempre se gana algo, pero lo mejor queda más adelante, y hasta el último día los hombres vivirán de esperanza.

Dios no habla para contentar nuestra curiosidad, sino para llamarnos a que actuemos. Cuando, en el año 165 antes de Cristo, un maestro de la Ley escribía el presente libro para alentar a sus conciudadanos perseguidos, y anunciar una pronta liberación que, según él creía, sería la última, Dios no le reveló la fecha del fin del mundo. Para los judíos de su tiempo el fin inesperado de la persecución de Antíoco y la paz lograda debían ser un signo bastante claro del dominio de Dios sobre la historia.
Daniel (Dan) Capítulo 13
La historia de Susana
1 Había en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
2 Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Helquías, que era muy bella y temía a Dios,
3 pues sus padres eran excelentes y habían educado a su hija según la ley de Moisés.
4 Joaquín era muy rico, tenía un jardín al lado de su casa; muchos judíos venían a su casa porque era el más respetado de todos.
5 Ese año habían elegido como jueces a dos ancianos del pueblo, de los cuales ha dicho el Señor: «La injusticia se manifestó en Babilonia por medio de los ancianos, de jueces que querían hacerse pasar por jefes de mi pueblo».
6 Esos hombres frecuentaban la casa de Joaquín y todos los que tenían un litigio venían a verles.
7 Cuando el pueblo se retiraba al mediodía, Susana iba al jardín de su marido para pasearse en él.
8 Los dos ancianos que la veían diariamente entrar y pasearse, comenzaron a desearla;
9 perdieron por ella la cabeza, dejaron de mirar al Cielo y se olvidaron de sus justas sentencias.
10 Ambos estaban devorados por la misma pasión, pero se la ocultaban el uno al otro;
11 sentían vergüenza de confesar el deseo que se los comía de acostarse con ella,
12 pero cada día hacían todo lo posible para verla.
13 Un día se dijeron el uno al otro: «Vámonos a la casa, que es hora de almorzar».
14 Salieron y se separaron, pero luego se volvieron y se encontraron en el mismo lugar. Al preguntarse mutuamente sobre cuál era el motivo de ese regreso, terminaron por confesarse su deseo. Entonces comenzaron a buscar juntos una ocasión para hallarla sola.
15 Mientras estaban al acecho de una ocasión favorable, entró Susana en el jardín como lo había hecho siempre, acompañada solamente por dos sirvientas. Hacía calor y quería bañarse.
16 No había nadie más en el jardín fuera de los dos ancianos que se habían escondido y que la observaban.
17 Susana dijo a las muchachas: «Tráiganme óleo y perfumes y cierren la puerta del jardín para que pueda bañarme».
18 Hicieron lo que Susana les había dicho; cerraron la puerta del jardín y salieron por la puerta trasera para traerle lo que les había pedido; no sabía ella que los ancianos estaban escondidos allí.
19 Apenas salieron las sirvientas, los ancianos se levantaron y corrieron donde Susana.
20 Le dijeron: «Las puertas del jardín están ahora cerradas, nadie nos ve y estamos locos de ganas por ti, acepta pues entregarte a nosotros.
21 Si no, atestiguaremos en tu contra, diremos que estaba contigo un joven y que por eso despachaste a las muchachas».
22 Susana suspiró y dijo: «La angustia me cerca por todas partes; preferiría la muerte antes de hacer tal cosa, y de no hacerla, no me escaparé de las manos de ustedes.
23 Pero es mejor para mí caer inocentemente en las manos de ustedes que pecar en presencia del Señor».
24 Entonces Susana lanzó un fuerte grito, pero los dos ancianos gritaron también en contra de ella,
25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.
26 Al oír los gritos del jardín, los sirvientes de la casa llegaron corriendo por la puerta de atrás para ver lo que estaba pasando.
27 Los ancianos se pusieron a dar explicaciones, y los sirvientes quedaron muy confundidos, porque nunca habían oído decir semejante cosa con respecto a Susana.
28 Al día siguiente, cuando se reunió el pueblo en casa de Joaquín, marido de Susana, llegaron los dos ancianos con el corazón repleto de intenciones criminales contra Susana; estaban decididos a condenarla a muerte.
29 Delante de todo el pueblo dijeron: «Vayan a buscar a Susana, hija de Helquías, la mujer de Joaquín». Fueron a buscarla inmediatamente.
30 Llegó junto con sus padres, sus hijos y su familia.
31 Susana tenía una cara muy linda: era muy hermosa.
32 Como venía con el velo puesto, esos miserables ordenaron que se quitara el velo para saciarse una vez más con su belleza.
33 Todos sus parientes lloraban, como también todos los que la veían.
34 Entonces los dos viejos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron sus manos en la cabeza de ella.
35 Susana lloraba volviendo su rostro al cielo, ponía su confianza en Dios.
36 Los viejos pidieron la palabra: «Mientras nosotros paseábamos solos por el jardín, esta mujer entró con dos sirvientas. Cerró las puertas del jardín y dijo a las muchachas que se fueran.
37 Entonces un joven que estaba escondido se acercó a ella y pecó con ella.
38 Nosotros estábamos en un extremo del jardín y cuando vimos ese escándalo, corrimos donde ellos y los vimos acostados juntos.
39 Pero no pudimos agarrar al joven porque tenía más fuerza que nosotros. Después que abrió las puertas, salió huyendo.
40 Pero a ésta la detuvimos y le preguntamos quién era ese joven,
41 pero no quiso decírnoslo. Somos testigos de todo eso».
41 Como eran ancianos y jueces del pueblo, la asamblea creyó en sus palabras y la condenaron a muerte.
42 Entonces Susana gritó con fuerza: «¡Dios eterno, tú que conoces los secretos y que conoces todo antes de que suceda,
43 tú sabes que han levantado contra mí un falso testimonio y que ahora muero inocente de todo lo que esos miserables han imaginado contra mí!»
44 El Señor oyó la voz de Susana.
45 Mientras la llevaban al lugar de la ejecución, Dios despertó el espíritu santo en un joven llamado Daniel,
46 quien gritó fuerte: «¡Soy inocente de la sangre de esta mujer!»
47 Todo el mundo se volvió hacia él y le dijeron: «¿Qué es lo que nos dices?»
48 Y él, parándose en medio de todos, les dijo: «¿Por qué son tan estúpidos, hijos de Israel? ¡Ustedes han condenado a una hija de Israel sin haberla juzgado y sin conocer la verdad!
49 Vuelvan al tribunal, porque han presentado un falso testimonio en su contra».
50 Todos se apresuraron en volver al juzgado y los ancianos dijeron a Daniel: «¡Ven, siéntate con nosotros y dinos lo que piensas, porque Dios te ha dado la sabiduría de los ancianos!»
51 Daniel les dijo: «Separen a los dos, y yo los voy a juzgar».
52 Cuando estuvieron separados el uno del otro, Daniel llamó al primero y le dijo: «Has envejecido en el mal, y ahora los pecados de tu vida pasada recaen sobre ti.
53 Tu dictabas injustas sentencias, condenabas a los inocentes y dejabas libres a los culpables, siendo que el Señor dijo: No condenarás a muerte al inocente ni al justo.
54 Pues bien, ya que tú la viste, dinos bajo qué árbol los viste acostados juntos». Respondió: «Bajo una acacia».
55 Daniel le dijo: «Tu mentira recae sobre tu propia cabeza y ya ha ordenado Dios a su ángel que te parta por el medio».
56 Lo despachó y ordenó que pasara el segundo, le dijo: «¡Raza de Canaán en vez de Judá! La belleza te hizo perder la cabeza y el deseo pervirtió tu corazón.
57 Así es como se portaban ustedes con las hijas de Israel y ellas, por temor, se entregaban a ustedes, pero una hija de Judá no soportó la miserable conducta de ustedes.
58 Pues bien, dime bajo qué árbol los sorprendiste acostándose juntos». Respondió: «Bajo una encina».
59 Daniel le dijo: «También tu mentira recae sobre tu cabeza; allí está el ángel del Señor esperándote con la espada en la mano para cortarte por el medio y hacerte perecer».
60 Entonces toda la asamblea gritó a una sola voz: ¡bendigan al Señor porque salva a los que esperan en él!
61 Después se volvieron donde los dos ancianos a los que Daniel había convencido de falso testimonio con sus propias palabras; les aplicaron el mismo castigo que en su maldad habían planeado contra su prójimo.
62 Se aplicó la ley de Moisés: fueron condenados a muerte y ese día se salvó la sangre inocente.
63 Helquías y su mujer alabaron a Dios por su hija Susana, y lo mismo hizo Joaquín, su marido, y toda su familia, porque no se le había encontrado nada de que reprocharla.
64 Desde ese día en adelante, el pueblo respetó a Daniel.

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Comentarios Daniel, capítulo 13
13,1

Tres historias más en el libro de Daniel:

— La primera, para mostrar cómo Dios defiende al inocente desamparado. Denuncia con mucha fuerza la corrupción que reina entre los jueces. Conviene que recordemos aquí las palabras de Jesús, relatadas en Mateo 5,28: «Quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón.»

— La segunda, para burlarse de los sacerdotes de los ídolos.

— La tercera, para mostrar (lo mismo que en los cc. 3 y 6) la ayuda de Dios a sus testigos.

No despreciemos estos relatos diciendo que son historias para niños. Como las parábolas de Jesús, nos sugieren muchas lecciones.
Daniel (Dan) Capítulo 14
Daniel y los sacerdotes de Bel
1 El rey Astiages murió y Ciro el Persa heredó el reino.
2 Daniel comía en la mesa del rey y era mucho más honrado que los demás Amigos del rey.
3 Había en Babilonia un ídolo llamado Bel; cada día se gastaban en él doce medidas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis pequeños toneles de vino.
4 El rey también lo adoraba y cada día iba a venerarlo. Pero Daniel adoraba a su Dios.
5 El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» Daniel respondió: «Porque no venero a los ídolos hechos por mano de hombre, sino sólo al Dios vivo que ha hecho el cielo y la tierra y que tiene poder sobre todo ser viviente».
6 El rey le dijo: «¿Así que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe cada día?»
7 Daniel le respondió riendo: «No se haga ilusiones el rey, ese dios es de arcilla por dentro y de bronce por fuera, nunca ha comido ni bebido nada».
8 Muy enojado, el rey llamó a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me dicen quién es el que se come esa ofrenda que tanto me cuesta, ustedes morirán, pero si me demuestran que es Bel quien se la come, será Daniel quien morirá por haber blasfemado contra Bel».
9 Daniel dijo al rey: «Hagámoslo como tú dices».
9 Pues bien, había setenta sacerdotes de Bel, sin contar a sus mujeres ni a sus hijos.
10 El rey fue con Daniel al templo de Bel.
11 Los sacerdotes de Bel le dijeron: «Ahora nosotros vamos a salir, y tú señor, pondrás la comida y dejarás el vino luego de haberlo mezclado; en seguida cerrarás la puerta y pondrás tu sello para que nadie pueda abrirla. Mañana temprano vendrás y si Bel no se lo ha comido todo, moriremos; en caso contrario, será Daniel el que mintió en contra de nosotros».
12 Estaban tranquilos porque tenían bajo la mesa una entrada secreta por donde entraban regularmente para comerse las ofrendas.
13 Se fueron pues y el rey mandó poner los alimentos delante de Bel,
14 pero Daniel ordenó a sus sirvientes que trajeran ceniza y que la esparcieran por todo el templo ante la presencia solamente del rey. Luego salieron, cerraron la puerta, pusieron el sello del rey y se fueron todos.
15 Durante la noche vinieron los sacerdotes, como estaban acostumbrados a hacerlo, junto con sus mujeres e hijos, y se comieron y bebieron todo lo que había.
16 A la mañana siguiente, el rey y Daniel fueron a ver lo que había pasado.
17 El rey dijo a Daniel: «¿Están intactos los sellos?» Respondió: «Absolutamente, señor».
18 Apenas se abrieron las puertas, al ver la mesa, el rey exclamó con fuerza: «¡Oh Bel, qué grande eres, en ti no hay mentira alguna!»
19 Daniel se puso a reír, y reteniendo al rey para que no fuera más lejos, le dijo: «Mira el pavimento y fíjate en esas huellas».
20 El rey dijo: «Veo huellas, de pisadas de hombres, de mujeres y de niños».
21 Entonces, furioso, el rey mandó detener a los sacerdotes, a sus mujeres y a sus hijos, quienes le mostraron las puertas secretas por donde entraban para comer lo que estaba en la mesa.
22 El rey los mandó ejecutar y puso a Bel a disposición de Daniel, quien destruyó el ídolo y su templo.
Daniel y el dragón
23 Había también un inmenso dragón al que veneraban los Babilonios.
24 El rey dijo a Daniel: «¿No me vas a decir que éste no es un dios vivo? ¡Adóralo pues!»
25 Daniel le respondió: «Yo sólo adoro al Señor mi Dios, porque solamente él es un Dios vivo; pero tú, oh rey, dame permiso y mataré al dragón sin espada ni palo».
26 El rey le dio permiso.
27 Entonces Daniel tomó resina, grasa y pelos, los hizo cocer todos juntos e hizo con ellos unas bolas que echó al hocico del dragón; el dragón se las comió y reventó. Daniel dijo entonces: «¡Vean ahora lo que veneraban!»
28 Los Babilonios al saber eso se escandalizaron. Se rebelaron contra el rey y decían: «¡El rey se ha hecho judío! Destruyó a Bel, mató al dragón y masacró a los sacerdotes».
29 Luego fueron donde el rey y le dijeron: «¡Entréganos a Daniel; si no te mataremos junto con toda tu familia!»
30 Al ver su violencia, el rey cedió y les entregó a Daniel.
31 Lo echaron al foso de los leones donde permaneció seis días.
32 En el foso había siete leones; diariamente les daban dos cuerpos y dos ovejas, pero para que devoraran a Daniel no les dieron nada.
33 Estaba entonces en Judea el profeta Habacuc; acababa de cocer un guiso y de picar pan en una batea, y se iba al campo para llevar esa comida a los segadores.
34 El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes en las manos a Babilonia, donde Daniel, que está en el foso de los leones».
35 Habacuc respondió: Señor, nunca he visto Babilonia ni tampoco conozco el foso de los leones».
36 Entonces el ángel lo tomó por la mollera y levantándolo de los cabellos, lo trasladó a Babilonia, encima del foso, con la rapidez de un espíritu.
37 Habacuc gritó: «¡Daniel, Daniel, toma esta comida que Dios te envía!»
38 Daniel respondió: «¡Oh Dios, te acordaste de mí y no abandonaste a los que te aman!»
39 Daniel se levantó y comió, y el ángel del Señor volvió a dejar a Habacuc en el lugar donde lo había tomado.
40 Al séptimo día, llegó el rey para llorar a Daniel, se acercó al foso y miró: ¡Daniel estaba sentado!
41 Entonces el rey exclamó con fuerza: «¡Qué grande eres, Señor, Dios de Daniel! No hay otro Dios fuera de ti».
42 El rey ordenó que sacaran a Daniel del foso y mandó que arrojaran allí a todos los que habían buscado su perdición; inmediatamente fueron devorados en su presencia.