La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Qohelet (Qo)
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3
Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11
Capítulo 12      
Qohelet (Qo) Introducción
El Eclesiastés vivió en el siglo III a.C. Palestina estaba dominada por los dueños de Egipto a los que sólo les interesaba obtener riquezas a costa de sus súbditos. Era el momento en que se imponían por todas partes la lengua griega y el helenismo, es decir, la cultura griega. Jerusalén se salvó por un tiempo de esta invasión cultural, pero luego el peso de la política obligó a los sumos sacerdotes a concertarse con las familias que tenían el manejo de los negocios.
Había una verdadera invasión de comerciantes griegos. Aquellos que querían hacer carrera frecuentaban las escuelas en donde se enseñaba a los autores griegos. Aparentemente no había quien pudiera hacer frente al helenismo, la fe en el Dios de Israel se perdía día tras día.
Es entonces cuando un maestro de la Ley acepta el desafío. Predicador, polemista (este es el sentido de la palabra “eclesiastés”, en hebreo qohelet: el que convoca, que interpela, pone en tela de juicio las certezas de la filosofía griega. Esta pretendía desvelar las incógnitas de la existencia.
Dice el Eclesiastés que el hombre no es el dueño de su destino: todo es don de Dios. En lugar de caer en el activismo y de pensar sólo en el dinero, los jóvenes deberían aprender a vivir y a disfrutar de las alegrías que Dios nos regala a lo largo de nuestra existencia. Todo es incierto y nuestra razón se ve superada a cada instante. Aquel que rehúsa mirar de frente a una muerte cierta, sólo posee una sabiduría aparente.
El Eclesiastés tal vez resumió lo esencial de su pensamiento en esta sentencia: «Toda obra de Dios llega a su tiempo, pero ha puesto la eternidad en el corazón de los hombres; y éstos no encuentran el sentido de la obra divina desde el principio al fin» (Qo 3,11; 8,16). Tendrán, pues, que cargar con su destino, tomándolo a la vez como una misión y un enigma, dando gracias por lo que cada cual ha recibido.
Al Eclesiastés le gusta la repetición de las mismas palabras, pero procurando que cada vez expresen nuevos significados. Así, el enigmático “Esto no tiene sentido, esto no tiene sentido...nada a qué aferrarse” que aparece al inicio del libro (1,2), revela todo su significado al final, cuando el autor ha mostrado las limitaciones del conocimiento humano y la necesidad de aprender a vivir la alegría cotidiana (12,8).
Los discípulos de este desconocido publicaron su obra atribuyéndosela a Salomón, el rey que se ganó la reputación de sabio. Resumieron las enseñanzas de su maestro en este breve escrito que tal vez sirvió para la enseñanza en la escuela del Templo. Parece haber sido redactado hacia los años 240-220 a.C.
Hoy el Eclesiastés es nombrado preferentemente Qohelet, según el nombre hebreo, para distinguirlo del libro de Ben Sirac, llamado tradicionalmente Eclesiástico. Por esta razón lo citaremos con la abreviatura Qo.
Qohelet (Qo) Capítulo 1
1 Palabras de Qohelet, hijo de David, rey de Jerusalén.
El eterno retorno: ¿para qué?
2 ¡Esto no tiene sentido!, decía Qohelet,
2 ¡esto no tiene sentido, nada a qué aferrarse!
3 ¿Qué le queda al hombre de todas sus fatigas
3 cuando trabaja tanto bajo el sol?
4 Una generación se va y viene la otra;
4 pero la tierra permanece siempre.
5 El sol sale, el sol se pone,
5 y no piensa más que en salir de nuevo.
6 Va el viento hacia el sur, y luego gira al norte,
6 y girando y girando, vuelve sobre sus giros.
7 Todos los ríos van al mar
7 y el mar jamás se llena;
7 por los mismos cauces que veían sus caudales
7 ha pasado de nuevo su curso.
8 Hay mucho que decir, uno se cansaría de tanto hablar;
8 El ojo no terminará de ver,
8 el oído nunca terminará de oír,
9 pero lo que pasará es lo que ya pasó,
9 y todo lo que se hará ha sido ya hecho.
9 ¡No hay nada nuevo bajo el sol!
10 Si algo sucede y te dicen:
10 «¡Mira, esto es nuevo!»
10 no es así; las cosas que observan nuestros ojos
10 ya pasaron en los siglos anteriores.
11 Nadie se acuerda de las cosas de antaño:
11 será lo mismo con los asuntos actuales,
11 y de todo lo que pueda ocurrir en el futuro
11 un día nadie más se acordará.
El hombre, esclavo de su pensamiento
12 Yo, Qohelet, he sido rey de Israel en Jerusalén,
13 y me dediqué a investigar y comprender todo lo que se hace bajo el sol. Pero es una tarea ingrata que Dios ha dado a los hombres: todo es para humillarlos.
14 Miré de cerca todo lo que se hace bajo el sol: ¡no se tiene nada, se corre tras el viento!
15 No puede enderezarse lo que está torcido, no puede corregirse lo que falta.
16 Debí convencerme: «Estoy más adelantado en sabiduría que todos los que reinaron antes que mí en Jerusalén. Acumulé los conocimientos y el saber.
17 Me dediqué a ver dónde están la sabiduría y la ciencia, la estupidez y la locura. Pero ahora veo que aun eso es correr tras el viento.
18 Cuanto mayor la sabiduría, mayores son los problemas; mientras más se sabe, más se sufre.»

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Comentarios Qohelet, capítulo 1
1,2

¡Esto no tiene sentido! ¡Uno se afana por nada! Estamos acostumbrados a la antigua traducción de este versículo: ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! En realidad, la primera palabra del libro designa en hebreo una pelusa. Lo que nada pesa y que se vuela al primer soplido, por lo tanto, una vanidad, una nada. Pero también es lo que escapa a nuestro intento: un porvenir incierto e ilusorio, o bien lo que no satisface al espíritu, y sobre lo cual nada se construye; es algo «desconcertante», que «no tiene sentido».

¡No hay nada nuevo bajo el sol! (9). Los profetas veían el mundo dirigido por Yavé hacia un porvenir feliz y una reconciliación de la humanidad. Al contrario, en los otros pueblos se tenía la idea de que el mundo no hace más que repetir sin cesar los mismos acontecimientos, sucediéndose reinos, guerras, éxitos y fracasos. Para ellos, nada ocurría que fuera realmente nuevo y que pudiera dar a la humanidad el cumplimiento de sus deseos.

Con tales convicciones podría uno tratar de olvidar lo que pasa en un mundo donde todo es ilusión, pero no es ese el caso del Eclesiastés. Como todo buen judío, está arraigado firmemente en la realidad; vive en una época sin conflictos, pero también sin profetas y grandes esperanzas. En tales condiciones, lo sabio es rechazar las ilusiones del activismo.

Bajo el sol. Estas palabras se repetirán en el libro como un refrán: el hombre se afana y pasa como sombra, mientras que el sol permanece. El sol es como la figura de Dios que permanece y que sólo actúa «con miras a la eternidad» (3,14).

Mientras más se sabe, más se sufre (18). La misma inquietud está presente en el mundo de hoy. Los promotores de la ciencia afirmaron que el progreso iba a liberar al hombre de todo mal. Nuestro siglo ha perdido esa seguridad: el desarrollo no es un camino a la vida fácil, el hombre es esclavo de su cerebro y de su ciencia, obligado a asumir las consecuencias cada vez más terribles. No puede detenerse, pero no sabe adónde va.
Qohelet (Qo) Capítulo 2
Cuando se ha experimentado todo
1 Me dije: «¡Vamos, encontremos la alegría, y que yo pruebe la felicidad!» Pero eso también no es más que un viento.
2 Acabé diciendo: «¿La risa? Una estupidez. ¿La alegría? ¿Para qué?»
3 Pues en mi búsqueda de la sabiduría me había entregado a los placeres del vino. Quería vivir la experiencia de la locura, para saber al fin lo que conviene a los hombres que hagan bajo el cielo, durante los contados días de su vida.
4 Emprendí grandes obras. Me edifiqué casas, me planté viñas,
5 me arreglé jardines y huertos: planté allí todos los árboles frutales.
6 Me hice cavar cisternas para regar mis plantaciones.
7 Compré esclavos, hombres y mujeres, y otros me nacieron en mi casa. Tuve rebaños de ganado mayor y de ganado menor, mucho más que cualquiera antes de mí en Jerusalén.
8 Amontoné el oro y la plata, todas las riquezas que me venían de los reyes y de las provincias. Tuve cantantes y coristas, y lo que más deleita al hombre: mujeres, muchas mujeres.
9 Llegué a ser grande, superé a todos los que me habían precedido en Jerusalén, y mi sabiduría no me abandonaba.
10 Todo lo que mis ojos deseaban, me lo concedí; no hubo placer del cual me haya privado, pues encontraba mi alegría en todo lo que hacía. Así, al menos recogía el fruto de mi trabajo.
11 Luego, reflexioné en todas las obras que había emprendido y en todas las molestias que me había costado su realización. Pues bien, no se retiene nada, se corre tras el viento; ¡no hay nada que ganar bajo el sol!
12 Pues me planteé la pregunta de la sabiduría, de la estupidez y de la locura: ¿Cómo será el que me sucederá en el trono? (Se sabe lo que éste hizo.)
Todo se nos escapa y se nos escapará
13 Vi que la sabiduría aventaja a la locura, tanto como la luz a la oscuridad:
14 «El sabio tiene los ojos abiertos, mientras que el tonto camina en la oscuridad.» Pero también sé: «Para todos no hay más que una misma suerte.»
15 Me dije: «Si la suerte del insensato es también la mía, ¿qué he ganado con mi sabiduría?» Y también en esto he visto que uno se afana por nada.
16 Pues a la larga no se acuerdan más del sabio que del tonto, y si todo recuerdo ha de perderse en el futuro, ¿cómo hablar de sabiduría y de locura?
17 Y encontré la vida detestable: para mí todo lo que se hace bajo el sol es un mal negocio; todo se nos escapa, se corre tras el viento.
18 Me puse a detestar todas las molestias que me había dado bajo el sol, puesto que debo dejarlo todo al que vendrá después de mí.
19 ¿Quién sabe si será sabio o insensato? Pero él será quien recogerá el fruto de mis trabajos bajo el sol, en los que empeñé a la vez mi sabiduría y mis preocupaciones: ¡así es como todo se nos escapa!
20 Comencé pues a arrepentirme de todo aquello por lo que me había afanado bajo el sol:
21 después de haber trabajado con inteligencia, sabiduría y habilidad, uno tiene que dejárselo todo a otro que nada ha hecho.
22 ¡Muy pésimo negocio es ése: todo se nos escapa! ¿Cómo gozará el hombre de todo aquello por lo cual ha trabajado bajo el sol, en medio de tantas fatigas y preocupaciones?
23 Pues todos sus días han sido penosos, a tal punto que perdía el sueño y aún de noche su corazón no descansaba. Eso es algo que no tiene sentido.
24 Lo único que el hombre puede esperar es comer, beber y pasarlo bien. Pero he visto que también en eso está la mano de Dios.
25 Pues ¿quién puede comer o beber si no es gracias a él?
26 Dios da a quien quiere la sabiduría, la ciencia y la alegría; el pecador tendrá la carga de amontonar y de enriquecerse para que todo pase a manos del que agrada a Dios. También allí habrá decepción: se habrá corrido tras el viento.

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Comentarios Qohelet, capítulo 2
2,1

Me puse a detestar todo el trabajo que me había dado (18). Otros van a gastar todo aquello por lo cual se sacrificaron. Pero entiende también que no han ganado nada bajo el sol, nada que esté más allá de las cosas que mueren.

Allí se ve fácilmente la continua evasión de nuestra vida: siempre andamos a la carrera preparando una nueva etapa de la vida, más estable, más satisfactoria, y a lo mejor cuando nos jubilemos, no seremos capaces de evitar el aburrimiento. ¡Cuántos mueren después de obtener su jubilación porque ya no tienen una razón de luchar y de vivir!

Si la suerte del insensato es también la mía... (15). Este es el punto central de la crítica a la existencia humana. No sólo los israelitas sino también los hombres de todos los países han contado con la justicia divina, y siempre han viso sus manifestaciones en los acontecimientos grandes y pequeños. Pero esto sólo satisface un momento. El pueblo judío había sido trabajado por la Palabra de Dios, pero los frutos todavía no aparecían: el libro del Eclesiastés, al igual que el de Job y que el de Sirac, es el testigo de una época que no se atrevía ni podía aún creer en la Resurrección.
Qohelet (Qo) Capítulo 3
No hay valores absolutos
1 Hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa:
2 Tiempo para nacer, y tiempo para morir;
2 tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado;
3 tiempo para matar y tiempo para curar;
3 tiempo para demoler y tiempo para edificar;
4 tiempo para llorar y tiempo para reír;
4 tiempo para gemir y tiempo para bailar;
5 tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas;
5 tiempo para los abrazos y tiempo para abstenerse de ellos;
6 tiempo para buscar y tiempo para perder;
6 tiempo para conservar y tiempo para tirar fuera;
7 tiempo para rasgar y tiempo para coser;
7 tiempo para callarse y tiempo para hablar;
8 tiempo para amar y tiempo para odiar;
8 tiempo para la guerra y tiempo para la paz.
9 Al final ¿qué provecho saca uno de sus afanes?
El hombre, enfermo de eternidad
10 Me puse a considerar la tarea que Dios impone a los hombres para humillarlos.
11 Todo lo que él hace llega a su tiempo; pero ha puesto la eternidad en sus corazones, y el hombre no encuentra el sentido de la obra divina desde el principio al fin.
12 Vi entonces que su verdadero bien es la alegría y hacer el bien durante su vida.
13 Si uno puede comer y beber, si encuentra la felicidad en su trabajo, eso es un don de Dios.
14 Vi que todo lo que hace Dios perdura para siempre; no hay nada que añadirle, nada que quitarle. Y Dios actúa de manera tal que se le respete.
15 Lo que es ya existió; lo que será ya fue; Dios va a rebuscar en lo que ya pasó.
El gran escándalo: una misma suerte para todos
16 Vi otras cosas bajo el sol: en vez de derecho se encuentra la injusticia; en la sede de la justicia se sienta el malvado.
17 Y me dije a mí mismo: «Dios juzgará al justo y al malo, pues hay tiempo para todo, y nada escapa a su juicio.»
18 Me dije a mí mismo, pensando en lo que es el hombre: Dios los pone a prueba, les demuestra que no son más que animales.
19 Pues hombre y bestia tienen la misma suerte; la muerte es tanto para uno como para el otro. El aliento es el mismo y el hijo de Adán no tiene nada más que el animal. Esa es otra cosa que no tiene sentido,
20 que todo vaya al mismo lugar.
20 Todo viene del polvo y todo vuelve al polvo.
21 ¿Quién dirá si el aliento del hombre parte a las alturas, y el del animal baja a la tierra?
22 Y vi que lo único que el hombre puede esperar es gozar del fruto de sus obras; porque ésa es su condición. Pero, ¿quién le dará a conocer lo que pasará después?

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Comentarios Qohelet, capítulo 3
3,1

Se notarán los versículos 11-14, que ya comentamos en la Introducción.

En los capítulos que vienen a continuación, el Eclesiastés contempla, uno después de otro, todos los aspectos de la condición humana, empezando por lo más seguro, que es la muerte.

Lo que es ya existió (15). Ver lo dicho respecto a 1,10. Así que, si todo lo que se construye ha de ser destruido, ¿qué le queda al hombre? Se puede aceptar que cada cual debe morir, y esto no es absurdo si el mundo continúa. Pero es imposible pensar que todo va a tener un día que detenerse y morir para siempre. Y ésa es precisamente la única perspectiva que nos deja una visión materialista del universo. Que ya no haya más nadie para acordarse de que los hombres existieron, sufrieron y amaron; tal eventualidad nadie la puede mirar de frente.
3,18

¿Quién dirá si el alma del hombre...? (21). Para los judíos, hasta pocos años antes de Cristo, la palabra alma significa el aliento del hombre y el calor que está en su sangre (ver el Indice Biblico 81). Dios no había revelado todavía la suerte del hombre después de la muerte, y no digamos, como algunos, que el alma, o espíritu del hombre, muere con el cuerpo. Con el Nuevo Testamento el alma pasará a designar la persona misma que no muere (Mt 10,28).

¿Quién dirá? Incluso para los creyentes de hoy, que sabemos de la otra vida, nuestra fe no tiene poder, habitualmente, para destruir el miedo natural a la muerte. En ciertos momentos, por lo menos, nos deja desconcertados tanto la desaparición de los seres queridos como la certeza de nuestra propia muerte.
Qohelet (Qo) Capítulo 4
1 Pensé además en todos los abusos que se cometen bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no hay nadie que los consuele; sufren la violencia de sus opresores, y no hay nadie que venga en su ayuda.
2 Por eso, felicitaré al muerto porque es muerto más bien que al vivo porque todavía vive.
3 Y más feliz que uno y otro es el que todavía no existe, pues no ha visto todo el mal que se comete bajo el sol.
4 Si miro todo el trabajo que los hombres se dan, toda la carrera tras el éxito, eso no es más que envidia del uno para el otro. ¡Todo eso es insensato, se corre tras el viento!
5 El tonto que se cruza de brazos, devora su propia carne.
6 Pero gozar del descanso cuando una mano está llena vale más que el tormento de llenar la otra mano.
7 Pues vi bajo el sol otra cosa absurda: Un hombre solo, que no tiene a nadie, ni hijos ni hermanos, y
8 que no deja de extenuarse trabajando, nunca se siente lo bastante rico. Pero ¿para quién trabaja, para quién son esas privaciones? Ese es un mal negocio y que no tiene sentido.
Para una sabiduría práctica y sin pretensiones
9 Más vale estar de a dos que solo: el trabajo rendirá más.
10 Si uno cae, su compañero lo levantará. Pero, ay del que está solo si cae: nadie lo levantará.
11 De igual modo, si se acuestan juntos se calentarán; pero nadie calentará al que está solo.
12 Si uno está solo, lo pueden atacar; pero acompañado, podrá resistir, y si el hilo es triple, no se cortará fácilmente.
13 Más vale un muchacho pobre y con buen criterio que un rey viejo y tonto, que no sabe pedir consejos.
14 Y esto, aunque haya pasado de la prisión al poder, o aunque haya nacido como el último de todos en el reino.
15 Vi que todos los que viven bajo el sol se ponían de lado del nuevo, del joven que asumía la sucesión.
16 Interminable era la multitud de los que venían a rendirle homenaje. Un día, sin embargo, no estarán más contentos con él. Esas son pues cosas que no duran: se corre tras el viento.
Ser honrado con Dios
17 Mira dónde pisas cuando vayas a la Casa de Dios. Presenta la ofrenda como un hombre prevenido, no como los tontos que ofrecen el sacrificio y no ven que hacen el mal.
Qohelet (Qo) Capítulo 5
1 No hables demasiado rápido, no te precipites en tu decisión cuando te comprometas delante de Dios, porque Dios está en el Cielo y tú, en la tierra: no te comprometas demasiado.
2 Si estás muy preocupado, te pones a soñar; si prometes demasiado, dirás lo que no conviene.
3 Si has hecho una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, pues Dios no ama a los tontos: Si lo has prometido, hazlo.
4 Más vale no prometerle algo que prometer sin cumplirlo:
5 no sea que por eso sufras un percance y deberás confesar ante su Angel: «¡No lo había pensado!» ¿Necesitas de una promesa que va a irritar a Dios y acarrearte sinsabores?
6 Los soñadores se comprometen a cada momento sin pensar. Pero tú, teme a Dios.
7 Si ves en una provincia al pobre oprimido, el derecho y la justicia violados, no te sorprendas: por encima de una autoridad hay un escalón superior, y por encima de éste, otros más elevados.
8 El país avanzará si el rey se pone al servicio de los campos.
9 El que ama el dinero nunca tiene lo suficiente: ¿por qué, entonces, perseguir una satisfacción que nunca llegará? Esto no tiene sentido.
10 Si se acrecienta la riqueza, se multiplican también los que se la comen: ¿y qué saca su dueño con tenerla? Sólo el gusto de verla.
11 El sueño del trabajador será tranquilo, haya comido poco o mucho; pero la saciedad del rico no le permite dormir.
12 Hay otra mala suerte que vi bajo el sol: la riqueza que uno guardó para su propia desgracia.
13 Perdió esa riqueza en un mal negocio, tiene un hijo y no tiene qué dejarle.
14 Desnudo sale el hombre del vientre de su madre, y desnudo volverá tal como vino. Nada podrá llevarse de todas las obras que realizaron sus manos.
15 También esto es una mala suerte: irse en el mismo estado en que uno llegó. ¿Qué más ha hecho sino trabajar para el viento?
16 ¡Cuántos días en que comió pan negro; cuántas decepciones, fatigas y disgustos!
17 Esto es lo que veo: todo lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar el bienestar mientras trabaja bajo el sol durante los contados días de su vida, tales como Dios se los concedió: ésa es su parte.
18 Cuando un hombre ha recibido de Dios posesiones y riquezas; cuando puede comer, gozar y disfrutar de su trabajo, todo eso es un don de Dios.
19 A lo menos no piensa en lo corto de la vida mientras Dios le llena el corazón de alegría.
Qohelet (Qo) Capítulo 6
De nuevo la pregunta: ¿todo eso, para qué?
1 Hay otro mal que he visto bajo el sol y que aplasta al hombre.
2 Alguien recibió de Dios fortuna, riqueza y honores: nada faltó de todo lo que pudo desear. Pero Dios no le concede disfrutar de ello, y es otro el que lo aprovecha. Esta es otra cosa muy mala y que no se puede justificar.
3 Supongamos que un hombre tuviera un centenar de hijos y viviera largos años, pero durante todo ese tiempo no encontrara la felicidad y no tuviera después sepultura —en ese caso digo que un recién nacido fallecido es más feliz que él—.
4 Ese niño vino para nada, sólo para regresar a la negrura, y hasta su mismo nombre permanecerá en la oscuridad.
5 No vio ni conoció el sol, pero descansó; en cambio el otro, no.
6 Ese hombre pudo haber vivido dos mil años, pero ¿de qué le serviría si no conoció la felicidad? Bien se puede decir que todo va al mismo lugar.
7 Todo el trabajo del hombre es por su boca, pero esto no basta para llenar su alma.
8 ¿En qué aventaja el sabio al tonto? ¿En qué sale ganando el pobre cuando sabe comportarse en la vida?
9 Más vale creer en lo que se ve que dejarse llevar por sus deseos: pues allí también no se retiene nada y se corre tras el viento.
10 Todo lo que existe ya ha recibido su nombre, y se sabe lo que es un hombre: no puede discutir con Alguien más poderoso que él.
11 ¿Muchas palabras? Habrá mucho de vacío: ¿qué se habrá ganado?
12 ¿Quién sabe cómo debería vivir el hombre durante sus días contados y frágiles que pasan como sombra? ¿Quién le revelará al hombre lo que pasará bajo el sol después de él?
Qohelet (Qo) Capítulo 7
Sentencias de sabiduría
1 Una buena reputación vale más que un buen perfume: el día de la muerte pasa pues antes que el del nacimiento.
2 Anda a la casa que está de duelo más que a la que está de fiesta: verás el fin de todo hombre, y al que vive le da para pensar.
3 Más vale el pesar que la risa: la tristeza en el rostro promete un mejor corazón.
4 La casa en duelo da para pensar a los sabios, los tontos no piensan más que en la casa alegre.
5 Más vale escuchar la reprensión de un sabio que la canción de los tontos;
6 la risa del tonto es como el crepitar de zarzas que arden bajo la marmita. Esta es una cosa desconcertante:
7 la corrupción pervierte incluso al sabio; los regalos ahogan la conciencia.
8 Terminar una obra vale más que comenzarla: lo que cuenta es la perseverancia, y no la pretensión.
9 No dejes que tu espíritu ceda a la cólera: la cólera se siente a gusto en el tonto.
10 No digas: «¿Cómo serían los tiempos antiguos? Ciertamente mejores que los de ahora.» Pues no es la sabiduría la que te hace formular esa pregunta.
11 La sabiduría es útil para el que tiene tierras: ¡cuánto más para los que ven el sol!
12 La sabiduría es una protección como lo es el dinero; pero la ventaja del saber es que la sabiduría da la vida a los que la poseen.
13 Contempla la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él ha curvado?
14 En los días felices disfruta de la felicidad, y en el día de la desgracia, abre los ojos: Dios los ha dispuesto a ambos de tal manera que nadie pueda saber cuál será su fin.
15 He visto de todo en esta vida tan decepcionante: hay justos que perecen a pesar de su justicia, y malos que prolongan sus días, a pesar de su maldad.
16 No seas justo en exceso, ni te hagas el sabio más de lo necesario: podrías demolerte.
17 No seas malvado en demasía ni te comportes como un insensato: podrías morir antes de tiempo.
18 Es bueno tomar un partido sin descartar la posibilidad del otro: el que teme a Dios sacará provecho del uno y de lo otro.
19 La sabiduría hace al sabio más poderoso que los diez jefes de su ciudad.
20 No hay en la tierra ningún hombre lo bastante justo como para hacer el bien sin nunca pecar.
21 No hagas pues caso a todo lo que se cuenta: así no oirás a tu servidor hablar mal de ti.
22 Tú mismo lo sabes muy bien, has hablado con frecuencia mal de los otros.
23 Todo eso lo he experimentado: es cuestión de sabiduría. Me había dicho: «Quiero ser sabio.» ¡Pero estaba tan lejos de mí!
24 Está más allá de todo lo que existe.
25 Cuando me dediqué a saber, a profundizar, a buscar la sabiduría y el por qué de las cosas, reconocí que la maldad es una tontería y una locura.
26 Saqué esta conclusión: que la mujer es más amarga que la muerte; ella es para el hombre una trampa, su corazón es una red y sus brazos, cadenas. El que agrada a Dios se escapa de ella, pero el pecador se deja atrapar.
27 Esto es lo que he encontrado —decía Qohelet— al reflexionar sobre todas las cosas, una tras otra, para comprender.
28 Sin embargo, busco todavía: un hombre entre mil y lo encontré; pero una mujer entre todas no la he hallado.
29 Y esto es lo que vi: Dios hizo sencillo al ser humano, pero ellos se han buscado mil problemas.

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Comentarios Qohelet, capítulo 7
7,26

Este párrafo no puede menos que extrañarnos. Aquí cabe recordar que la Biblia es tanto la Palabra de Dios como palabra humana, palabra ligada a un tiempo y a una cultura. Casi todos los textos bíblicos nacieron de experiencias vividas por hombres, y en un mundo que, en el mejor de los casos, no conocía a la mujer.
Qohelet (Qo) Capítulo 8
Algunas advertencias para la gente que tiene puesto
1 ¿Quién es sabio, quién es capaz de explicar las cosas? La sabiduría en un hombre ilumina su rostro y transforma lo que tenía de duro.
2 Obedece la orden del rey, ya que le juraste fidelidad ante Dios.
3 Si quieres alejarte de él, piénsalo dos veces, no te metas en un mal negocio: lo que el rey quiere, lo hará.
4 El rey hablará, ¡y punto! Nadie le dirá: «¿Qué haces?»
5 El que guarda los mandamientos no se meterá en situaciones difíciles. El sabio sabe cuál es la hora y cuáles son los criterios.
6 Pues hay para cosa un tiempo y un criterio.
7 Pero el hombre tiene una falla muy grande: nadie sabe lo que le sobrevendrá: ¿quién le dirá lo que sucederá?
8 Ningún hombre es dueño del soplo de vida, nadie puede disponer del día de su muerte. Es un combate sin piedad y no hay maldad que nos pueda salvar.
9 Todo eso lo vi mientras reflexionaba sobre todo lo que pasa bajo el sol, durante el tiempo en que los hombres tienen poder para hacerse el mal unos a otros.
10 Así fue como vi que a los hombres malos se los acompañaba a su entierro desde el lugar santo, y que en la ciudad se olvidaban de todo el mal que habían hecho.
El misterio de la ausencia de Dios
10 Esta es otra cosa desconcertante:
11 como las acciones malas no son inmediatamente juzgadas y castigadas, los hijos de Adán encuentran en eso un incentivo para hacer el mal.
12 Pues por más que el pecador haga cien veces lo que es malo, se le deja todo su tiempo. (Sé, sin embargo, que la felicidad es para los que temen a Dios y que lo respetan.
13 La felicidad no es para el malo; no prolongará sus días, sino que pasará como una sombra porque no tiene el temor de Dios.)
14 Esto es desconcertante en esta tierra: hay justos a los que les pasa todo lo que les tocaría a los malos por todo lo que han hecho, y hay malos a los que les pasa lo que les correspondería a los justos: esto tampoco tiene sentido.
15 ¡Viva la alegría!, pues la única felicidad para el hombre bajo el sol es comer y beber y regocijarse: esto le toca por su trabajo a lo largo de los contados días que Dios le concedió vivir bajo el sol.
16 Como me dedicara a conocer y observase la condición del hombre en la tierra, vi que el ojo humano no tiene descanso de día ni de noche.
17 Observé la obra de Dios en su conjunto: el hombre no puede encontrarle un sentido a la obra que se hace bajo el sol. Por más que el hombre se fatigue y busque, nada encuentra; e incluso cuando el sabio pretende saber, no ha encontrado nada.

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Comentarios Qohelet, capítulo 8
8,11

El párrafo 8,11-12 denuncia el punto débil de cualquier predicación moral en un mundo en que no abundan los santos; lo único eficaz es el temor al policía. Pero si Dios no quiere actuar como policía, ¿quién querrá ser honrado? (véase también Is 26, 9-11). En tiempos del Antiguo Testamento, Dios aceptó que se lo presentara de esa manera, y además que las autoridades religiosas se encargaran de castigar en su nombre; al respecto el Eclesiastés podría decirnos: «¡Hay tiempo para todo!» En tiempos de la cristiandad, las Iglesias quisieron retomar ese camino, lo que produjo la Inquisición y las Guerras de religión. Esto es para nosotros casi cosa del pasado, pero no debe sorprendernos que en el mundo desorientado en que vivimos, algunos miren con simpatía las religiones donde toda la comunidad se encarga de castigar y de eliminar a los que violan los códigos moral y religioso.

Es muy probable que la frase que hemos puesto entre paréntesis en el versículo 12 fuese añadida posteriormente, al pensar que muchos podrían escandalizarse ante tal puesta en duda de las recompensas y castigos divinos.
Qohelet (Qo) Capítulo 9
1 Reflexioné pues en todo eso y vi claramente que los justos, los sabios y sus obras están en las manos de Dios. ¿Lo quiere El o no? Los hombres no lo saben: les puede pasar cualquier cosa.
2 Y no tiene sentido el que todos tengan la misma suerte: el justo y el malo, el hombre puro y el que no lo es, el que ofrece sacrificios y el que no los ofrece, el que se compromete con un voto y el que teme hacerlo.
3 Ahí está lo malo en todo lo que se hace bajo el sol: que todos corren la misma suerte; es por eso que los hijos de Adán están llenos de ideas malvadas, y sus pensamientos se descarrilan a lo largo de toda su vida esperando acabar entre los muertos.
4 Pues mientras uno se cuenta entre los vivos, se siente seguro: «Perro vivo vale más que león muerto.»
5 Los vivos saben que morirán; los muertos, nada saben. No tienen nada que esperar: son sólo un recuerdo olvidado.
6 Pudieron amar, odiar, tener ambiciones: todo se perdió y nunca más tomarán parte en todo lo que se hace bajo el sol.
Aprovecha el momento presente
7 Anda, pues, come tu pan alegremente y bebe gustoso tu vino, porque Dios ha bendecido tus trabajos.
8 Lleva siempre ropas blancas y que nunca falte el óleo para perfumar tu cabeza.
9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz, pues ésa es tu parte durante todo el tiempo que te afanas bajo el sol.
10 Haz todo lo que esté a tu alcance y que te sientas capaz de hacer; porque en la morada de los muertos a donde tú vas, no hay ni trabajos ni problemas, ni conocimiento ni sabiduría.
11 Aún he visto esto bajo el sol, que la carrera no la ganan los más rápidos, ni la lucha los que tienen más fuerzas; no hay más pan para los sabios, ni más riquezas para los inteligentes, ni más favores para los entendidos. Pues para todos se da la ocasión y la mala suerte.
12 Nadie sabe cuándo vendrá su hora: a los hijos de Adán los sorprende la desgracia como al pez que queda preso en la red o como el pájaro sobre el cual cae la trampa.
La sabiduría que se pierde
13 Hablemos de sabiduría: esto vi bajo el sol y que no me pareció poca cosa.
14 Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes. Se presentó un rey y le puso sitio con parepetos y trincheras.
15 En la ciudad, sin embargo, había un hombre muy vivo, un hombre muy ordinario, y gracias a su astucia la ciudad se salvó. Pero como era un hombre muy ordinario, nadie pensó más en él.
16 Entonces dije: la sabiduría supera a las hazañas, pero cuando se trata de los pobres, se desprecia su sabiduría: pueden hablar, pero no los escuchan.
17 Las palabras de los sabios, dichas con calma, producen efecto; no así los gritos de uno que es bueno para mandar a locos.
18 La sabiduría tiene más poder que las armas: pero bastan los errores de una sola persona para destruir mucho bien.
Qohelet (Qo) Capítulo 10
1 Una mosca muerta echa a perder todo el frasco de perfume; algunas locuras reducen a nada mucha sabiduría.
2 El corazón del sabio mantiene su derecha, el corazón del tonto toma la izquierda;
3 sigue su camino en contra, y a todos los que se cruzan con él les dice: «¡Ahí va otro tonto!»
4 Si el príncipe monta en cólera contra ti, no dejes tu puesto, la calma evitará muchas desgracias.
5 Vi otro mal bajo el sol, y uno podría pensar que el error viene del Soberano:
6 los incapaces están en lo alto de la escala, y los que valen se quedan abajo.
7 Vi servidores que andaban a caballo y nobles que iban a pie, como los servidores.
La sabiduría en la vida cotidiana
8 El que cava un hoyo, se puede caer en él; el que derriba un muro, puede ser que lo muerda la serpiente;
9 el que extrae piedras, puede lastimarse con ellas; el que parte leña corre el peligro de herirse;
10 si el hierro está embotado, hay que golpear más fuerte: en todo esto se gana con la sabiduría.
11 Pero tal vez la serpiente no se deja encantar y muerde: en ese caso el encantador no habrá ganado nada.
12 Las palabras del sabio son una gracia, en cambio las del tonto son perjudiciales, en primer lugar para él.
13 Su punto de partida es un error, y la conclusión es tan peligrosa como absurda.
14 La estupidez es la que le inspiró tantas palabras.
14 (El ser humano no conoce el porvenir: ¿quién le dirá lo que pasará después de él?)
15 El tonto se agota pronto: no sabe ni siquiera el camino a la ciudad.
16 ¡Pobre de ti, país, cuyo rey es un muchacho y cuyos jefes están de parranda desde la mañana!
17 Feliz tú, país, cuyo rey es un príncipe bien nacido, y cuyos jefes comen a sus horas, para tomar fuerzas y no para embriagarse.
18 Por falta de mantención se hunde la techumbre, y si las manos son flojas, llueve la casa;
19 hacen banquetes para divertirse; se dan sus pasatiempos con el vino: ¡ el dinero lo resolverá todo!
20 No maldigas al rey ni siquiera de pensamiento; ni maldigas al poderoso, ni siquiera en el secreto de tu pieza: un pajarito del cielo podría llevarle el rumor, un par de alas le daría a conocer el asunto.
Qohelet (Qo) Capítulo 11
1 Lanza tu pan a la superficie del agua; después de un tiempo volverá a ti.
2 Compártelo con los asociados, ocho más bien que siete, pues no sabes qué desgracia puede azotar al país.
3 Cuando las nubes están llenas, descargan la lluvia sobre la tierra. Así como el árbol cae, ya sea al norte o al sur, así queda tumbado.
4 Observar al viento, no es sembrar; considerar las nubes, no es cosechar.
5 Tú no sabes por dónde llegó el espíritu al niño en el vientre de la mujer embarazada: otro tanto ignoras la obra de Dios tomada en su conjunto.
6 Siembra de mañana tu grano y que en la tarde tu mano todavía esté activa: no sabes cuál de las dos cosas será más útil, si una u otra.
Sabe dar gracias y también aceptar
7 Suave es la luz y es bueno ver el sol.
8 Aun cargado de años, que el hombre sepa tomarles el gusto a todos ellos; pero que tome en cuenta los días del anochecer, pues por muchos que sean, nada es seguro para el porvenir.
9 Muchacho, conoce la felicidad, mientras seas joven, y toma temprano las buenas decisiones. Elige tu camino como mejor te parezca, sin olvidar que Dios te pedirá cuenta de todo.
10 No dejes que la amargura se instale en ti, ni la enfermedad en tu cuerpo: ¡juventud y cabellos negros son traicioneros!

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Comentarios Qohelet, capítulo 11
11,7

¡La luz es dulce! Aquí comienza un maravilloso elogio a la vida. El Eclesiastés no sabe cómo justificar la acción de Dios, pero la descubre en el orden del universo. Debemos respetar este orden, por supuesto, pero el autor nos dice que la misma belleza de la naturaleza invita al hombre a crear y a ir hasta el fin de sus deseos. Uno tiene derecho a asombrarse cuando ve que muchos predicadores se han apoyado en el Eclesiastés para decir: ¡Piensen en la muerte y huyan de la felicidad de este mundo! Aquí, en cambio, es la acción de gracias y la invitación a la libertad.
Qohelet (Qo) Capítulo 12
1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos,
1 y los años que se acercan, de los cuales dirás:
1 «No espero más de ellos»,
2 antes de que se oscurezcan el sol, la luz
2 la luna y las estrellas,
2 y que vuelvan las nubes apenas haya llovido.
3 Cuando tiemblen los guardias de la casa,
3 y se encorven los porteros,
3 cuando lo que queda de muelas deje de moler,
3 y se queden ciegos los que miran detrás de las ventanas.
4 Entonces se cierra la puerta de la calle
4 y se detiene el ruido del molino;
4 en que el trino del ave no despierta
4 y se mueren las canciones.
5 Se temen las subidas
5 y los barrancos en el camino;
5 el almendro está en flor,
5 la langosta está repleta,
5 la alcaparra da su fruto.
5 Ahí va el hombre a su casa de eternidad,
5 y ya están las lloronas en la esquina de la calle.
6 El hilo de plata no llegará más lejos:
6 dejaron de hilarlo;
6 la lámpara de oro se rompió,
6 se quebró el cántaro en la fuente,
6 y cedió la polea del pozo.
7 El polvo vuelve a la tierra de donde vino,
7 y el espíritu sube a Dios que lo dio.
8 ¡Esto no tiene sentido! decía Qohelet, ¡nada a qué aferrarse!
9 Qohelet era un sabio, que enseñó el saber al pueblo; sopesó, examinó y corrigió muchos proverbios.
10 Qohelet procuró pulir sus sentencias y expresar verdades en un estilo muy directo.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones; una colección de sentencias es como una cerca cuyas estacas han sido ensambladas por un mismo pastor.
12 No le añadas nada, hijo mío: ¿para qué más y más libros? Esto no tiene fin, y el demasiado estudio agota al cuerpo.
13 Conclusión del discurso: todo ha sido dicho. Teme a Dios y observa sus mandamientos: allí está todo para el hombre.
14 Pues Dios juzgará todas las acciones, aun lo que está oculto, tanto el bien como el mal.