La Biblia Latinoamericana
作者:神与人
Ester (Est)
Introducción Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 1
Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 13 Capítulo 14
Capítulo 15 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7
Capítulo 8 Capítulo 16 Capítulo 9 Capítulo 10
Ester (Est) Introducción
El libro de Ester es una novela más verdadera que muchos libros de historia. Pues si bien se cuentan acontecimientos ficticios, en ellos se expresan las angustias, los rencores y las esperanzas de los judíos dispersos y a veces perseguidos. Miedo a los paganos, juicio crítico sobre las locuras de los que no conocen a Dios; esfuerzo constante para conciliarse el favor de las autoridades; súplicas a Dios, que no puede permitir que desaparezca su pueblo; solidaridad estrecha con sus hermanos de raza; espera del día en que puedan vengarse de sus enemigos para mayor gloria de su Dios.
En ese contexto humano en donde no había entrado todavía el Evangelio, el libro de Ester pone de relieve la fidelidad de Dios a su palabra: el pueblo judío tenía que sobrevivir para que se realizara el plan de Dios sobre la humanidad.
Las dos versiones de Ester
No se sabe mucho sobre el origen de este libro. Los acontecimientos de que habla se situarían exactamente en el 483, bajo el reinado del emperador persa Jerjes, pero es cierto que el autor no presenta un trabajo histórico; se debe pensar, sin embargo, que, a pesar de la actitud muy tolerante de las autoridades persas, se conservaba el recuerdo de unos momentos difíciles.
Existía entre los judíos una costumbre de enviarse regalos y de celebrar una fiesta en los días de Purim. La novela toma pie de esta costumbre y justifica esta fiesta contando una persecución en que los judíos fueron salvados gracias a la intervención de Ester y de Mardoqueo, ese mismo día. En la realidad, esta fiesta era muy anterior a los acontecimientos narrados aquí, pues era el año nuevo de los Persas.
Originalmente el libro de Ester era, en la Biblia hebrea, un relato profano, y se ajustaba de tal manera a la fiesta popular que no contenía ni oraciones ni alusión alguna a las promesas de la Biblia: ni siquiera se nombraba a Dios.
Cuando el libro fue introducido en la Biblia griega de los Setenta, el traductor insertó en él algunas páginas magníficas y profundamente religiosas, junto con el “sueño de Mardoqueo”, al inicio y al final del libro, que situaba el alcance del drama en el contexto de la vocación de Israel. En el año 95 de nuestra era, al fijar la comunidad judia el canon de sus libros sagrados, conservó únicamente la versión primitiva. La Iglesia, en cambio, ha reconocido como libro inspirado la versión griega.
Ponemos en itálica los párrafos que son propios del griego. Esas páginas figuran a veces al final del libro hebreo y forman los capítulos 11 a 15. También se puede, como lo hemos hecho nosotros, insertarlas en su lugar correspondiente en el cuerpo del texto.
Ester (Est) Capítulo 11
1 El segundo año del reinado del gran rey Asuero,
2 tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Jair, hijo de Simer, hijo de Kich, de la tribu de Benjamín.
3 Ese judío, que vivía en Susa, era un personaje muy conocido en la corte del rey;
4 formaba parte de los desterrados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había traído cautivos junto con Jeconías, rey de Judá.
5 Este fue el sueño de Mardoqueo. De repente se sienten gritos y ruidos espantosos, retumba el trueno, tiembla la tierra; todo se conmueve.
6 Entonces se aproximan dos enormes dragones listos para enfrentarse. Lanzan un rugido,
7 e inmediatamente todas las naciones se preparan para atacar al pueblo de los justos.
8 ¡Es un día de tinieblas y oscuridad, día de prueba y de angustia, de violencia y de terror, en toda la tierra!
9 Todo el pueblo de los justos está espantado, temen la desgracia y se preparan para morir. Pero claman a Dios,
10 y su clamor hace surgir un pequeño manantial que se transforma en un gran río de un caudal desbordante.
11 Luego vuelve la luz y se levanta el sol, triunfan los humildes y devoran a los orgullosos.
12 En ese momento se despertó Mardoqueo. No dejaba de pensar que debía haber algún proyecto de Dios en el sueño que había tenido. Hasta el anochecer trató por todos los medios de comprender su sentido.
Ester (Est) Capítulo 12
1 Como Mardoqueo se alojaba en uno de los patios del palacio junto con dos eunucos, Bigtán y Terés, que custodiaban las puertas, los oyó conversar.
2 Trató de entender su conversación y descubrió que se preparaban para asesinar al rey Asuero; inmediatamente los fue a denunciar al rey.
3 El rey mandó interrogar a los dos eunucos; y como éstos confesaran, los condenó a muerte.
4 Después el rey mandó anotar en sus Memorias el relato de ese acontecimiento, y Mardoqueo por su parte hizo otro tanto.
5 Para recompensar a Mardoqueo, el rey le confirió un cargo en su palacio y le dio numerosos regalos.
6 Pero ese asunto de los dos eunucos del rey atrajo a Mardoqueo la enemistad de Amán, hijo de Hamdata, descendiente de Agag, quien era el favorito del rey.
Ester (Est) Capítulo 1
El sueño de Mardoqueo
1 Era en tiempos del rey Asuero; su imperio se extendía de la India a Etiopía y se dividía en ciento veintisiete provincias;
2 su trono real estaba por ese entonces en la fortaleza de Susa.
3 El tercer año de su reinado, dio un gran banquete para sus altos funcionarios y sus servidores jefes del ejército de los Persas y de los Medos, para los gobernadores y los jefes de las provincias. El mismo presidió el banquete.
4 Quería mostrarles durante muchos días (ciento ochenta días) la riqueza de su reino y su propia gloria, su riqueza y su éxito.
5 Cuando transcurrió ese tiempo, el rey organizó en el patio de su palacio un gran banquete que duraría siete días y al que estaba invitado todo el pueblo de la fortaleza de Susa, desde el más grande hasta el más chico.
6 Guirnaldas blancas y moradas atadas por cordones de lino y púrpura pendían de anillos de plata fijos en columnas de mármol. Sobre el pavimento de piedras seleccionadas, de mármol, de nácar y de mosaicos se habían dispuesto divanes de oro y de plata.
7 Las bebidas se servían en vasos de oro de diferentes formas y, según la orden del rey, el vino corría a destajo.
8 Sin embargo nadie era obligado a beber, porque el rey había ordenado a todos sus sirvientes que respetaran la voluntad de cada uno.
9 La reina Vasti, por su parte, había organizado una comida para las mujeres en el palacio de Asuero.
10 Al séptimo día, como el vino lo había puesto de buen humor, el rey ordenó a Mejuna, a Biceta, a Jarbona, a Bigta, a Abgtar, a Cetar y a Carcas, los siete eunucos que estaban para su servicio personal,
11 que le trajeran a la reina Vasti con la corona real en la cabeza. Quería jactarse de la belleza de la reina ante el pueblo y ante sus oficiales, pues en verdad era muy bella.
12 Pero la reina Vasti se negó a aceptar la orden del rey transmitida por sus eunucos; el rey se sintió muy molesto y se enojó mucho.
13 Se dirigió entonces a los sabios, a los especialistas en leyes (pues todos los asuntos del rey eran tratados en presencia de los que tenían conocimientos de la ley y del derecho).
14 Mandó que comparecieran ante él Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, los siete altos funcionarios persas y medos que podían ser admitidos a su presencia y que ocupaban los primeros puestos del reino.
15 Les dijo: «¿Qué se debe hacer según la ley con la reina Vasti que no obedeció la orden que el rey Asuero le transmitió por medio de los eunucos?»
16 Memucán respondió en presencia del rey y de los altos funcionarios: «La reina Vasti no sólo ha ofendido al rey sino también a todos los altos funcionarios y a los diferentes pueblos diseminados por las diversas provincias del reino de Asuero.
17 Todas las mujeres sabrán lo que hizo la reina y eso las animará a no respetar más la autoridad de su marido. Dirán: ¡El rey Asuero le ordenó personalmente a la reina que viniera, pero ésta se negó!
18 Este mismo día las princesas de Persia y de Media se van a enterar de la negativa de la reina. ¿Cómo irán a responder a todos los altos funcionarios del rey? En todas partes no habrá más que desprecio y cólera.
19 Si el rey lo estima conveniente, hay que publicar ahora una ordenanza real de su puño y letra e inscribirla en las leyes de los Persas y Medos, de tal manera que nadie pueda oponérsele. Esa ordenanza le prohibirá a la reina Vasti volver a presentarse ante el rey Asuero, y el rey dará su título de reina a otra mejor que ella.
20 La ordenanza que mande publicar el rey se dará a conocer a todos en su reino, para que todas las mujeres respeten a sus maridos, desde el más grande hasta el más pequeño».
21 Al rey y a sus funcionarios les pareció buena esa proposición, y el rey siguió el consejo de Memucán.
22 Despachó cartas a todas las provincias, a cada provincia en su escritura, a cada pueblo en su idioma, para que todo marido fuese el señor de su casa.
Ester (Est) Capítulo 2
1 Se le pasó el enojo al rey Asuero y no pensó ya más en Vasti, ni en lo que le había hecho ni en lo que había decidido al respecto.
2 Los cortesanos del rey le dijeron entonces: «Busquemos para el rey algunas jovencitas que sean a la vez vírgenes y hermosas.
3 El rey debe nombrar inspectores en todas las provincias de su reino, los que juntarán en la ciudadela de Susa a todas las jovencitas que sean vírgenes y bellas a la vez. Se alojarán en la casa de las mujeres bajo la vigilancia de Hegué, el eunuco del rey, que es el guardián de sus mujeres. Les proporcionará a todas productos de belleza,
4 y la joven que guste al rey será la reina en vez de Vasti». Al rey le pareció eso excelente y así se ejecutó.
5 Vivía en la fortaleza de Susa un judío, llamado Mardoqueo; era hijo de Jaír, hijo de Simei, hijo de Kich, de la tribu de Benjamín.
6 Era uno de los desterrados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había traído de Jerusalén junto con Jeconías, rey de Judá.
7 Ese judío había criado a su sobrina Hadasá —es decir Ester— que había perdido a su padre y a su madre; la joven era elegante y maravillosa. Cuando murieron su padre y su madre, Mardoqueo la había adoptado como hija.
8 Apenas se supo el edicto del rey y su decisión de reunir a numerosas jovencitas en la fortaleza de Susa bajo la vigilancia de Hegué, Ester fue llevada al palacio del rey y puesta bajo el cuidado del guardián de las mujeres.
9 Como la joven le cayó en gracia a Hegué, éste le otorgó un trato especial: se esmeró en proporcionarle todo lo que necesitaba para su belleza personal y para su manutención. Puso a su disposición a siete mucamas seleccionadas en el palacio real y la instaló junto con sus camareras en el mejor departamento de la casa de las mujeres.
10 Ester no había dicho a nadie cuál era su pueblo, quiénes eran sus padres, porque Mardoqueo se lo había prohibido.
11 Pero diariamente Mardoqueo iba a dar su vuelta por delante del patio de la casa de las mujeres para tener noticias de Ester y de su salud.
12 Las jóvenes se preparaban durante doce meses: los primeros seis meses se acicalaban con óleo de mirra, y los otros seis con perfumes y productos de belleza propios de las mujeres. Después de ese tiempo dedicado al cuidado de su belleza, cada joven debía comparecer por turno ante el rey. 13 Cuando le tocaba ir donde el rey, cada joven podía pedir todo lo que estimara necesario para pasar de la casa de las mujeres al palacio real.
14 Llegaba allí de tarde y al día siguiente pasaba a otra casa de las mujeres confiada a Saasgaz, el eunuco del rey encargado de cuidar a las concubinas. Ya no volvía más a ver al rey, salvo que el rey se hubiese enamorado de ella; en ese caso, la mandaba llamar personalmente.
15 Llegó el día en que Ester, hija de Abijail, el tío de Mardoqueo, su padre adoptivo, debía presentarse ante el rey. Ella no exigió nada fuera de lo que le había proporcionado Hegué, el eunuco del rey encargado de la custodia de las mujeres. Pues bien, todos los que la veían, encontraron a Ester deslumbrante.
16 La llevaron donde el rey Asuero, en el palacio real, el décimo mes, esto es Tebet, del séptimo año de su reinado.
17 El rey la prefirió a todas las demás; se ganó su afecto y su cariño más que cualquier otra joven. Puso en su cabeza la corona real y la escogió como reina en vez de Vasti.
18 Después de eso, el rey dio un gran banquete en honor de Ester a todos los altos funcionarios y a sus cortesanos; otorgó un día feriado en todas las provincias y distribuyó regalos con una real generosidad.
19 Ester, igual que las otras jóvenes, pasó a la segunda casa de las mujeres.
20 Obediente a las órdenes de Mardoqueo, tal como él se lo había inculcado, Ester no contó a nadie cuales eran sus orígenes.
21 Mientras estaba sentado Mardoqueo en la puerta real, dos eunucos del rey Bigtán y Terés, que custodiaban las puertas, decidieron asesinar al rey Asuero, porque estaban descontentos con él.
22 Lo supo Mardoqueo y se lo comunicó a la reina Ester; esta, a su vez, habló al rey de parte de Mardoqueo.
23 Se hizo la investigación respectiva, se descubrió que eso era exacto y los dos hombres fueron ahorcados; luego, a la vista del rey, se escribió el relato de ese hecho en el Libro de las Crónicas.
Ester (Est) Capítulo 3
1 Un tiempo después, el rey Asuero honró a Amán, hijo de Hamdata, de la raza de Agag, de un modo muy especial; lo puso al frente de todos los altos funcionarios, sus colegas.
2 Por orden del rey, todos sus subordinados, responsables del servicio de la Puerta, tenían que arrodillarse y agacharse ante él. Pero Mardoqueo se negó a arrodillarse y a agacharse.
3 Los demás empleados del rey que trabajaban en la Puerta dijeron a Mardoqueo: «¿Por qué desobedeces la orden del rey?»
4 Todos los días le repetían lo mismo, pero él no les hacía caso. Al final les dijo Mardoqueo que era judío. Lo denunciaron ante Amán para ver si seguía en su actitud.
5 Cuando Amán vio que Mardoqueo no se arrodillaba ni se agachaba ante él, se puso furioso.
6 Habría podido castigar únicamente a Mardoqueo, pero al enterarse del pueblo al que pertenecía Mardoqueo, Amán trató de exterminar al pueblo de Mardoqueo, es decir, a todos los judíos que había en el reino de Asuero.
7 El primer mes (es decir el mes de Nisán) del duodécimo año del rey Asuero, se tiró el Pur (es decir el sorteo) en presencia de Amán para saber en qué momento se exterminaría a los judíos; salió sorteado el duodécimo mes, es decir, el mes de Adar.
8 Entonces Amán dijo al rey Asuero : «En todas las provincias de tu reino vive un pueblo extraño y que está disperso en medio de los demás pueblos. Sus leyes no se parecen a las de ningún otro y no observan las leyes del rey. Por ningún motivo debes dejarlos tranquilos.
9 Si el rey lo estima conveniente, demos la orden de exterminarlos y yo daré a los funcionarios diez mil talentos de plata para que los depositen en el tesoro real».
10 El rey se sacó el anillo con el que sellaba sus cartas y se lo pasó a Amán, hijo de Hamdata, de la raza de Agag, el enemigo de los judíos.
11 El rey añadió: «Guarda tu dinero y haz lo que quieras con ese pueblo».
12 El día trece del primer mes, fueron convocados los secretarios del rey; escribieron según las órdenes de Amán a los gobernadores del rey, a los jefes de cada provincia y de cada pueblo, a cada provincia en su escritura, a cada pueblo en su lengua. Las cartas iban a nombre del rey Asuero y estaban selladas con el anillo real.
13 Mensajeros llevaron esas cartas a todas las provincias del reino; en ellas se ordenaba hacer desaparecer, matar, exterminar en un mismo día, el día trece del duodécimo mes (es decir el mes de Adar) a todos los judíos, tanto jóvenes como viejos. Además se les expropiarían todos sus bienes.
14 Debía enviarse una copia de esta carta a cada provincia para que tuviera fuerza de ley y dársela a conocer a todos los pueblos para que estuvieran listos ese día.
15 Por orden del rey los mensajeros partieron inmediatamente; la ley fue publicada primero en la fortaleza de Susa. La ciudad de Susa quedó consternada, mientras que el rey y Amán no ha cían más que tomar y pasarlo bien.

**
Comentarios Ester, capítulo 3
3,7

Amán es ministro de un rey «absoluto», al que sus súbditos consideran cual un dios. Esta clase de superiores nunca tolera a su lado a hombres capaces de hablarles con franqueza, pero se dejan embaucar fácilmente.
3,14

Esta «carta de Asuero» es una de las páginas más notables de esta novela de Ester. Es un modelo de lo que piensan, dicen y escriben los gobiernos totalitarios de todos los lugares y tiempos.

El que por motivos de conciencia no acepta alguna exigencia de los que están en el poder, es considerado un traidor a su patria o a su pueblo. El libro muestra cómo ese totalitarismo encubre una verdadera idolatría a los dirigentes que son considerados infalibles. Habrá que recordar siempre que las naciones y sus ejércitos son sólo medios al servicio de la comunidad internacional y de la paz, la que requiere de hombres y de conciencias libres.

Esta carta destaca la libertad de conciencia del pueblo judío, libertad que no debe ser menor entre los cristianos. Nos hace ver por qué las sociedades del pasado, tan poco respetuosas de los derechos de la persona humana —aun cuando se creían cristianas— no podían tolerar a los judíos. Por los mismos motivos los cristianos son actualmente perseguidos o sometidos a muchas obligaciones en grandes países, incluso democráticos, en que las mayorías son de otra religión.

Pero se puede hacer otra lectura de esta carta: en ella el autor nos deja ver las tensiones que existían entre los judíos y los otros pueblos en medio de los cuales vivían dispersos. Su superioridad cultural y el éxito que debían a su solidaridad entre correligionarios les granjeaban a la vez admiración y envidia. Su modo de vivir tan extraño (Sab 2,14-15) originaba suspicacias que podían tener consecuencias trágicas. Y el final del libro manifestará la violencia sin límites que se abrigaba en el corazón de esos fieles humildemente confiados en su Dios.
Ester (Est) Capítulo 13
1 Este es el texto de la carta del rey:
1 «¡El gran rey Asuero a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias que van desde la India a Etiopía, y a los jefes de región que son sus súbditos!
2 Aunque estoy a la cabeza de innumerables pueblos y aunque soy dueño de toda la tierra, me he hecho un deber no dejarme embriagar por el orgullo del poder, gobernar siempre con sabiduría y benevolencia, garantizar continuamente a mis súbditos una vida en paz. Quiero extender hasta los límites de mi reino la civilización y la libre circulación, de tal manera que reine la paz que todos desean.
3 Mis consejeros me están informando cuáles son los medios para alcanzar este objetivo. Pues bien, un hombre cuya sabiduría es eminente, cuya entrega no tiene falla, cuya fidelidad es a toda prueba, y que ocupa el segundo puesto en el reino —me refiero a Amán—
4 ese hombre ha denunciado ante nosotros a un pueblo lleno de malas intenciones, que está entremezclado con todos los pueblos del mundo. Sus leyes lo ponen en conflicto con todas las naciones; esa gente ignora sistemáticamente las órdenes de los reyes, hasta el punto de arruinar los esfuerzos de un gobierno que dirigimos de manera irreprochable.
5 Hemos constatado que ese pueblo, único en su género, se opone constantemente al resto de la humanidad, mantiene malos sentimientos hacia nuestro gobierno, y está dispuesto a cometer los peores crímenes para impedir que el reino viva en paz.
6 En vista de eso, hemos ordenado lo siguiente: Todos los que sean designados en las cartas de Amán, quien es responsable del gobierno y es para nosotros como un segundo padre, serán exterminados radicalmente junto con sus mujeres e hijos el día catorce del duodécimo mes (el mes de Adar) del presente año. Serán ejecutados por la espada de sus enemigos sin ninguna piedad ni miramiento.
7 De esta manera los opositores de ayer y de hoy serán enviados, en un solo día, al lugar de los muertos, y los asuntos públicos recuperarán la paz y la tranquilidad para el porvenir».
La oración de Mardoqueo
8 Mardoqueo oró al Señor, recordándole todas sus maravillas, y le dijo:
9 «Señor, Señor, Rey todopoderoso, todo está en tus manos, y nadie puede oponérsete si tú has decidido salvar a Israel.
10 Tú hiciste el cielo, la tierra y todas las maravillas que están bajo el cielo.
11 Tú eres el Señor de todas las cosas y nadie puede resistirte, porque tú eres el Señor.
12 Tú lo sabes todo, Señor; tú sabes que no fue por insolencia ni por orgullo ni por vanidad que me negué a hincarme ante ese orgulloso de Amán;
13 sin embargo estaría dispuesto a besar la planta de sus pies con tal de salvar a Israel.
14 Pero he actuado así para no poner la gloria de un hombre por encima de la gloria de Dios. No quiero adorar a nadie más que a ti, mi Señor, y no lo hago por orgullo.
15 Ahora Señor, Dios y Rey, Dios de Abrahán, salva a tu pueblo, ahora que tienen fijos sus ojos en nosotros para destruirnos y para hacer desaparecer el pueblo que te pertenece desde el principio.
16 No abandones a tu pueblo, al que libraste de Egipto.
17 Atiende a mi oración, mira favorablemente a tu pueblo, transforma nuestro pesar en alegría. Haz que vivamos y entonaremos cánticos en honor de tu nombre, Señor. No permitas que desaparezcan los que cantan tus alabanzas».
18 Y todo Israel clamaba con todas sus fuerzas porque se veían enfrentados a la muerte.
Ester (Est) Capítulo 14
La oración de Ester
1 La reina Ester se refugió junto al Señor, presa de una angustia mortal.
2 Se había quitado sus vestidos de reina y se había puesto vestidos pobres y de luto. En vez de ricos perfumes se había cubierto la cabeza de cenizas y de basura.
3 Humillaba severamente su cuerpo: en vez de adornarlo con joyas lo cubría con sus cabellos sueltos y así suplicaba al Señor, el Dios de Israel:
4 «¡Oh Señor mío, nuestro rey, tú eres el Unico! Ven en mi socorro, porque estoy sola y no tengo más ayuda que tú, y debo arriesgar mi vida.
5 Desde mi nacimiento aprendí de mis padres que tú elegiste a Israel entre todos los pueblos, y a nuestros padres entre todos sus antepasados. Tú los nombraste tus herederos y tú cumpliste con ellos tus promesas.
6 Pero luego pecamos contra ti y nos entregaste en manos de nuestros enemigos
7 porque habíamos servido a sus dioses. ¡Tú eres justo, Señor!
8 Pero no les bastó con ver nuestra triste esclavitud, sino que apelaron a sus ídolos para arruinar el decreto que había salido de tu boca,
9 para hacer desaparecer a tus herederos, para cerrar la boca de los que te cantan, extinguir la gloria de tu altar y de tu Templo.
10 Mira cómo los paganos se aprestan a cantar la victoria de sus ídolos, a extasiarse sin cesar ante un rey que no es más que un hombre.
11 ¡Señor, no entregues tu realeza a los que son nada! ¡Que nadie pueda reírse de nuestra desgracia! Que sus proyectos se vuelvan en su contra y que lo que hagas con el que los trama en contra de nosotros sirva de escarmiento.
12 Acuérdate Señor, muéstrate en el día de nuestra prueba, y dame a mí valor, Rey de los dioses y Señor de toda autoridad.
13 Cuando esté ante el león, pon en mis labios las palabras que le seduzcan, transforma su corazón para que odie a nuestro enemigo, para que lo haga perecer junto con todos los que se le parecen.
14 En cuanto a nosotros, que tu mano nos salve. Ven a socorrerme, porque estoy sola y no tengo a nadie más que a ti, Señor.
15 Tú lo sabes todo, tú sabes que detesto la gloria de los impíos y que me horroriza la cama de los paganos y de cualquier extraño,
16 pero sabes que estoy obligada a ello. La corona que debo llevar puesta los días de fiesta, como señal de mi grandeza, me disgusta tanto como la toallita sucia con la menstruación de una mujer; por eso, cuando estoy en mi casa no la llevo puesta.
17 Tu esclava no ha comido en la mesa de Amán, ni le gustan los banquetes de los reyes, ni tampoco prueba su vino.
18 Tu esclava no ha conocido otra alegría más que tú, Señor, Dios de Abrahán, desde el día de su coronación hasta ahora.
19 ¡Oh Dios, tú que superas a todos, atiende los ruegos de los desesperados, líbranos de la mano de los malvados, y líbrame de mi miedo!»
Ester (Est) Capítulo 15
Ester se presenta ante el rey
4 Al tercer día, cuando hubo terminado su oración, se quitó sus vestidos de penitencia y se puso su traje de gala.
5 Deslumbrante de belleza, invocó al Dios que todo lo ve y que salva, luego tomó a dos de sus damas:
6 se apoyaba en una de ellas,
7 mientras que la otra la acompañaba, sosteniendo la cola de su traje.
8 Estaba en la cumbre de su belleza, estaba sonrojada y su rostro irradiaba confianza; sin embargo el miedo hacía estremecer su corazón.
9 Después de haber atravesado todas las puertas, se presentó ante el rey. Este estaba sentado en su trono real, revestido de todos los ornamentos para las fiestas solemnes: el brillo del oro y de las piedras preciosas lo hacían aparecer terrible.
10 Resplandeciente de gloria levantó la vista y lanzó una mirada furiosa. La reina se desmayó, se puso pálida e inclinó la cabeza sobre la dama que la acompañaba.
11 Dios entonces transformó el corazón del rey y lo dispuso a la ternura. Muy preocupado, el rey se levantó de su trono y la tomó en sus brazos hasta que volviera en sí. La reconfortaba con palabras llenas de delicadeza:
12 «¿Qué te pasa Ester? ¡Soy tu hermano!
13 Tranquilízate, no morirás. Nuestro decreto se refiere a la gente común, acércate».
14 Levantó luego su cetro de oro y lo puso en el cuello de Ester, la abrazó y le dijo: «Háblame». «Señor, respondió ella, te vi como si fueras un ángel de Dios.
15 Tu gloria inspira terror y mi corazón se estremeció. Porque tú eres admirable, señor, y tu rostro es encantador».
16 Mientras hablaba, se desmayó nuevamente; el rey estaba muy preocupado y sus cortesanos trataban de reanimarla.

**
Comentarios Ester, capítulo 15
15,1

Nótese el presente párrafo, en que se describe a Asuero como si fuera personaje divino. Sin embargo, es el mismo rey pagano del que Ester habló con tanto desprecio en el capítulo anterior.

La razón de esto es la siguiente: los paganos obedecían a sus reyes como si fueran dioses, y los judíos, en vez de oponérseles, lo que les hubiera acarreado persecuciones, usaban calificativos más elogiosos todavía; pero el hacerlo era un juego para ellos, pues pensaban: lo que estoy diciendo de boca, de este «señor», rey de Persia, yo se lo digo de corazón a mi Señor (ver en Jdt 12,14).

La presente entrevista de Ester y Asuero fue escrita como una parábola: Asuero personifica al Rey todopoderoso, el cual se dejó vencer por la fe sacrificada de Ester y la recibió como a una hermana, con un cariño que ella ni siquiera podía prever. Dios mismo es el que no soporta ver más la ansiedad de Ester y le concede la salvación de su pueblo.

Con esto se comprenderá fácilmente por qué la Iglesia usa palabras del libro de Ester cuando nos recuerda que María intercede por los hombres al lado de Cristo.
Ester (Est) Capítulo 5
3 «¿Qué tienes, reina Ester?» le preguntó el rey. «Pídeme lo que quieras; aunque sea la mitad de mi reino, te la daré».
4 Ester respondió: «¿Aceptaría el rey venir hoy, junto con Amán, al banquete que le tengo preparado?» 5 El rey dijo al momento: «Vayan rápido a buscar a Amán y hagamos lo que Ester nos pide».
5 Fue pues el rey con Amán al banquete que había preparado Ester.
6 Cuando le servían el vino, el rey dijo a Ester: «¿Qué pides? Lo que sea se te concederá. Dime lo que deseas, aunque sea la mitad de mi reino, se te dará».
7 Ester respondió: «¿Preguntas por mi solicitud y mi deseo?
8 Si el rey me quiere conceder un favor, si el rey estima conveniente satisfacer mi pedido y mi deseo, que venga el rey una vez más con Amán a la comida que le prepararé mañana. Entonces daré mi respuesta al rey».
9 Ese día salió Amán feliz y contento. Pero al ver en la puerta del rey a Mardoqueo que no se paró ni se cuadró ante él, se llenó nuevamente de rabia contra Mardoqueo.
10 Sin embargo se dominó y regresó a su casa; mandó llamar entonces a sus amigos y a su mujer Zerés.
11 Amán les contó en detalle su increíble riqueza, el gran número de sus hijos y todo lo que el rey había hecho para elevarlo y ponerlo por encima de todos los funcionarios y de todos los servidores del rey.
12 Y Amán añadió: «La reina Ester no ha invitado a nadie más que a mí al banquete que preparó para el rey, y mañana también he sido invitado por ella junto con el rey.
13 Pero todo eso es nada para mí mientras vea a Mardoqueo, a ese judío, sentado en la puerta del rey.»
14 Su mujer Zerés y sus amigos le dijeron: «Manda instalar una horca de veinticinco metros de alto y mañana pide al rey que ahorquen ahí a Mardoqueo. Así estarás de buen humor para ir al banquete con el rey». Amán aceptó su consejo y mandó levantar la horca.
Ester (Est) Capítulo 6
Amán es humillado ante Mardoqueo
1 Pero esa noche el rey no pudo conciliar el sueño. Pidió que le trajeran el Libro de las Memorias, las Crónicas, y lo leyeron ante el rey.
2 Llegaron al pasaje donde se narraba cómo Mardoqueo había denunciado a los dos eunucos del rey, Bigtán y Terés, los guardianes de la Puerta que habían querido asesinar al rey Asuero.
3 El rey preguntó entonces: «¿Se ha hecho algo especial con Mardoqueo? ¿Se le ha dado alguna recompensa?» Los servidores del rey respondieron: «No se ha hecho nada con él».
4 Entonces dijo el rey: «¿Quién anda en el patio?» Precisamente en ese momento Amán atravesaba el patio exterior del palacio real para ir a pedir al rey que mandara ahorcar a Mardoqueo de la horca que había preparado para éste.
5 Los servidores del rey respondieron: «Es Amán quien anda en el patio». El rey dijo: «Díganle que entre».
6 Amán entró y el rey le preguntó: «¿Qué se puede hacer con un hombre al que quiere el rey honrar?» Amán se dijo a sí mismo: «¡A quién más que a mí podría honrar el rey!»
7 Y respondió al rey: «¿Quiere el rey honrar a alguien?
8 Mande traer el rey un manto real que ya se haya puesto, un caballo en el que haya montado y en cuya cabeza se haya puesto una corona real. Entreguen el manto y el caballo a uno de los principales ministros del rey,
9 pónganle el manto al hombre que el rey quiere honrar, háganlo subir al caballo y sáquenlo a pasear por toda la ciudad. Vaya alguien delante de él pregonando: Así se hace con el hombre al que el rey quiere honrar».
10 El rey dijo entonces a Amán: «Apresúrate, toma ese manto y el caballo como has dicho, y haz todo eso con Mardoqueo, el judío, que se sienta en la puerta del rey. No olvides nada de lo que has dicho».
11 Amán tomó el manto y el caballo, se lo hizo poner a Mardoqueo y lo paseó a caballo por la ciudad, e iba delante de él pregonando: «¡Esto es lo que se hace con un hombre a quien el rey quiere honrar!»
12 Luego Mardoqueo regresó a la puerta del rey, mientras que Amán se volvía precipitadamente a su casa, avergonzado y tapándose la cara.
13 Amán contó detalladamente a su mujer Zerés y a todos sus amigos lo que acababa de pasarle. Esos hombres sabios y también su mujer Zerés le dijeron: «Si Mardoqueo es de raza judía y si tú has comenzado a decaer, no podrás nada contra él. Tendrás que ceder ante él».
14 Todavía estaban conversando cuando llegaron los eunucos a buscar a Amán para llevarlo al banquete que había preparado Ester.
Ester (Est) Capítulo 7
El banquete de Ester
1 Vino pues el rey, lo mismo que Amán, al banquete de la reina Ester.
2 Ese segundo día, el rey dijo de nuevo a Ester en el momento en que le servían el vino: «¿Qué pides, reina Ester? ¡Lo que pidas se te concederá! ¿Cuál es tu deseo? Aunque fuera la mitad de mi reino, te la daré».
3 La reina Ester respondió al rey: «Si me quiere hacer un favor y si el rey lo estimare conveniente, pido que se me conceda la vida, deseo que se la conceda a mi pueblo.
4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser masacrados, asesinados y exterminados. Si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos, no diría nada, pero ¿de qué manera podrá el enemigo compensar el daño que ha hecho al rey?»
5 El rey Asuero tomó la palabra y dijo a la reina Ester: «Pero, ¿quién es? ¿Dónde está ese hombre que alimenta tales propósitos?»
6 Ester respondió: «¡El adversario, el enemigo está aquí! ¡Es Amán, ese hombre malvado!» Amán quedó helado de espanto ante el rey y la reina.
7 El rey se paró de la mesa muy enojado y salió al jardín del palacio. Amán, por su parte, se quedó para implorar su salvación a la reina Ester, porque veía bien que el rey había decidido su muerte.
8 Cuando el rey volvió del jardín del palacio a la sala del banquete, Amán se había dejado caer sobre el diván donde estaba recostada Ester. El rey exclamó: «¿Así que ahora vas a violentar a la reina, en mi casa, en mi palacio?» Inmediatamente, el rey dio una orden y le echaron un velo a la cara de Amán.
9 Arbona, uno de los eunucos, dijo al rey: «Hay una horca que preparó Amán para Mardoqueo, el que había sido honrado por el rey. Está levantada frente a la casa de Amán y tiene una altura de veinticinco metros». Entonces dijo el rey: «Cuelguen allí a Amán».
10 Colgaron a Amán en la horca que había preparado para Mardoqueo, y así se apaciguó la cólera del rey.

**
Comentarios Ester, capítulo 7
7,1

Dios viene en ayuda del que la solicite, pero siempre hay que poner los medios humanos. Ester confía en su Dios, pero usa la prudencia y la táctica necesaria para no destruir lo que Dios va a realizar.

La historia ha demostrado que los perseguidores del pueblo de Dios jamás han salido triunfantes.
Ester (Est) Capítulo 8
1 Ese mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue a presentarse ante el rey, porque Ester había revelado al rey lo que aquél era para ella.
2 El rey se sacó el anillo que había quitado a Amán y se lo pasó a Mardoqueo. Por su parte Ester encomendó a Mardoqueo la dirección de la casa de Amán.
3 Una vez más, Ester habló con el rey, cayó de rodillas a sus pies y le suplicó que dejara sin efecto la malvada idea de Amán, descendiente de Agag, y los proyectos que había tramado contra los judíos.
4 El rey tendió a Ester su cetro de oro; Ester se levantó y se quedó de pie ante el rey.
5 Le dijo: «Si el rey lo estima conveniente y si quiere hacerme un favor, si le parece justo al rey y si me dispensa su amistad, dé una orden por escrito para anular las cartas escritas por Amán, hijo de Hamdata, descendiente de Agag. Porque él escribió que se diera muerte a todos los judíos que se encuentran en las provincias del reino.
6 ¿Cómo podría yo presenciar la desgracia que va a caer sobre mi pueblo? ¿Cómo podría presenciar la destrucción de mi raza?»
7 El rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: «Di a Ester la casa de Amán y a éste lo colgué por haber inculpado a los judíos.
8 Escriban pues respecto a los judíos, en nombre del rey, como lo estimen conveniente, y pongan el sello del anillo real, porque no puede ser anulada una carta en nombre del rey y sellada con el anillo real».
9 El vigésimo tercer día del tercer mes (el mes de Siván) reunieron pues a los secretarios del rey y escribieron lo que dictó Mardoqueo a los judíos, a los gobernadores, a los funcionarios, a los responsables de las provincias, desde la India a Etiopía. Escribieron a las ciento veintisiete provincias, a cada provincia en su escritura, a cada pueblo en su lengua.
10 Se escribió en nombre del rey Asuero, se selló con el anillo real, y se entregaron las cartas a jinetes que montaban caballos de las caballerizas reales.
11 En esas cartas el rey autorizaba a los judíos, en cada ciudad, a juntarse y a defender sus vidas. Podían aplastar, matar y exterminar junto con sus mujeres e hijos a todos los que los atacasen con armas, en la provincia que fuera; y también podían apoderarse de sus bienes.
12 Eso sería el mismo día en todas las provincias del reino de Asuero, el día trece del duodécimo mes (es decir el mes de Adar).
13 Debía enviarse una copia de esa carta a cada provincia y darse a conocer a todos los pueblos; en el día señalado los judíos deberían estar listos para vengarse de sus enemigos.
14 Los mensajeros, montados en caballos del estado, partieron inmediatamente para ejecutar sin tardanza la orden del rey. La ley fue publicada de igual modo en la fortaleza de Susa.
15 Mardoqueo salió de la casa del rey con un traje real violeta y blanco, una gran corona de oro y un manto de lino y de púrpura, y en la ciudad de Susa hubo fiesta y alegría.
16 Para los judíos todo era alegría desbordante, felicidad, fiesta y gloria.
17 A medida que iban llegando a cada provincia y a cada ciudad la orden del rey y su decreto, para los judíos todo era alegría, fiesta, banquetes y celebraciones de todo tipo. Mucha gente del pueblo, en los distintos países, se hizo judía por temor a los judíos.
Ester (Est) Capítulo 16
1 Este fue el texto de la carta: «El gran rey Asuero saluda a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias que se extienden desde la India a Etiopía, a los funcionarios de las provincias y a todos los fieles súbditos.
2 Muchas personas se hinchan de orgullo por haber sido demasiado colmadas de honores debido a la extrema bondad de sus bienhechores;
3 no contentos con perjudicar a nuestros súbditos, han llegado en su insolencia desenfrenada a complotar contra sus propios bienhechores.
4 Con ellos el reconocimiento ha desaparecido del corazón humano; cegados por la locura propia de los que no tienen ningún sentido del bien, piensan escapar a la justicia del Dios que lo observa todo y que combate el mal.
5 Así es como, a menudo, aquellos que han sido puestos en el poder, han debido soportar el peso de sangre inocente y verse involucrados en sucesos lamentables, por haber confiado a amigos deshonestos la administración de sus asuntos.
6 Y esos amigos abusaron con discursos pérfidos de la confiada generosidad de sus soberanos.
7 No es necesario remontarse a la historia antigua, basta con observar lo que hoy sucede para ver los crímenes cometidos por la maldad de gente indigna del poder.
8 En adelante estaremos muy atentos en procurar a todos los habitantes de nuestro reino la tranquilidad y la paz.
9 Haremos los ajustes necesarios y juzgaremos con indulgencia y benevolencia todo lo que llegue hasta nosotros.
10 Así fue como Amán, hijo de Hamdata, un macedonio, un hombre totalmente extraño a la raza de los persas, y más extraño aún a nuestra bondad, recibió en medio de nosotros la hospitalidad.
11 Recibió de parte nuestra la acogida que brindamos a cada pueblo, hasta el punto que lo llamamos nuestro padre. Llegó a ser el segundo personaje del reino y todos se postraban ante él.
12 Pero siendo incapaz de refrenar su orgullo, hizo todo lo posible por quitarnos el poder y la vida.
13 Mediante toda clase de mentiras y falsedades nos exigió la muerte de Mardoqueo, de aquel que nos había salvado la vida y que no dejaba de hacernos el bien, como también la muerte de Ester, la compañera irreprochable de nuestra realeza, y la muerte de todo su pueblo.
14 De esa manera pensaba privarnos de su apoyo y entregar a los macedonios el imperio de los persas.
15 Mientras ese triple criminal quería exterminar a los judíos, comprobamos por nuestra parte que éstos no son malhechores sino gente que vive según leyes muy justas.
16 Son los hijos del Dios vivo, altísimo y grandísimo,
17 quien ha hecho que prospere el reino, tanto para nosotros como para nuestros antepasados.
18 Ustedes deberán, pues, no tomar en cuenta las cartas despachadas por Amán, hijo de Hamdata, porque su autor fue ahorcado junto con toda su familia a las puertas de Susa. El Dios todopoderoso le infligió sin demora el castigo que merecía.
19 Expongan en todos los lugares públicos la copia de esta carta, y dejen que los judíos practiquen sus costumbres.
20 El día trece del duodécimo mes, el mes de Adar, los ayudarán a humillar a los que los inculparon durante la opresión.
21 Dios, en efecto, Dueño de todo, ha hecho de ese día previsto para exterminar a la raza elegida, un día de fiesta para ellos.
22 Por eso también ustedes, entre sus fiestas oficiales, celebren este día excepcional con toda clase de regocijos, pidiendo que desde ahora y para siempre llegue el bienestar para nosotros y para todos los que aman a los persas.
23 Pero para los que buscan nuestro mal, sea ese día el recuerdo de su desgracia.
24 La ciudad o provincia que no siga estas instrucciones será brutalmente devastada a sangre y fuego. No podrá ser más habitada por hombres y hasta las fieras salvajes y las aves huirán de allí».

**
Comentarios Ester, capítulo 16
16,1

Esta carta completa, de alguna manera, la primera que leímos en el cap. 13. El Rey actúa a favor de los judíos en forma tan irresponsable como lo hizo al mandar que los mataran. Pero él no tuvo la culpa, por supuesto: fue otro, Amán, el que lo engañó. Nada le cuesta decretar lo contrario de lo que decidió hace poco. Más bien, esta vuelta será una prueba de que actúa con mucha sabiduría para reparar los errores de los demás.

Otra vez el autor de Ester caracteriza la estupidez y la vanidad de esos grandes señores que siempre tratan de convencer a sus pueblos que ellos son imprescindibles y que, sin ellos, viviríamos en el caos. Si bien el libro de Ester pretende ilustrar la Providencia de Dios con su pueblo, también hace tiras el culto de la personalidad y la imagen oficiales creadas por los servicios de la dictadura.
Ester (Est) Capítulo 9
1 El día trece del duodécimo mes (el mes de Adar), se dio vuelta la situación: el mismo día en que se debía ejecutar la orden del rey y su decreto, ese día en que los enemigos de los judíos habían pensado exterminarlos, los judíos derrotaron a los que los odiaban.
2 En todas las provincias del reino de Asuero, se reunieron los judíos en sus ciudades para castigar a los que les habían deseado el mal; nadie pudo oponerles resistencia porque todos los pueblos tenían miedo de los judíos.
3 Todos los gobernadores de provincia, los jefes, los responsables y los funcionarios del rey, ayudaron a los judíos por temor a Mardoqueo.
4 Porque Mardoqueo era un personaje importante en el palacio real; su fama se había extendido por todas las provincias y ese hombre Mardoqueo se volvía cada vez más poderoso.
5 Los ju díos pasaron a espada a todos sus enemigos; ¡fue una matanza, una carnicería! Hicieron lo que quisieron con todos los que los odiaban.
6 En la fortaleza de Susa los judíos mataron y masacraron a quinientos hombres.
7 Parsandata, Dalfón, Aspata,
8 Porata, Adalia, Aridata,
9 Parmasta, Arisai, Aridai y Yezada,
10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamdata, el enemigo de los judíos, fueron asesinados; sin embargo los judíos no se dedicaron al pillaje.
11 Ese día supo el rey el número de los que habían sido muertos en la fortaleza de Susa.
12 El rey dijo entonces a la reina Ester: «Si únicamente en la fortaleza de Susa los judíos han dado muerte y masacrado a quinientos hombres y a los hijos de Amán, ¿qué no habrán hecho en las demás provincias? Pero dime lo que quieras, pues se te concederá. ¿Tienes alguna solicitud? Lo que pidas se hará.
13 Ester le dijo: «Si el rey lo quiere, permítales a los judíos de Susa proseguir mañana con lo que han hecho hoy día, tal como lo ha decretado el rey, y que cuelguen de la horca a los diez hijos de Amán».
14 El rey decidió que se hiciera así. Se publicó en Susa un decreto, y colgaron a los diez hijos de Amán.
15 Los judíos de Susa se juntaron el día catorce del mes de Adar y mataron en Susa a trescientos hombres más, pero no se apoderaron de sus bienes.
16 Los demás judíos que estaban en las provincias del reino, se reunieron también para defender sus vidas; hicieron lo necesario para no tener problemas con los que los odiaban y mataron a setenta y cinco mil enemigos; pero no se apoderaron de sus bienes.
17 Todo eso lo hicieron el día trece del mes de Adar y dedicaron el día catorce a un día de descanso, de banquetes y de fiesta.
18 Los judíos que vivían en Susa se reunieron los días trece y catorce del mes, y dedicaron el día quince del mes a un día de descanso, de banquetes y de fiesta.
19 A eso se debe que los judíos que viven en el campo o en ciudades no fortificadas, dediquen el día catorce del mes de Adar a un día de esparcimiento, de banquetes y de fiesta; cada cual envía regalos a su vecino, para esa ocasión.
20 Mardoqueo puso todo eso por escrito y despachó cartas a todos los judíos de las diferentes provincias de Asuero, tanto a los que estaban más cerca como a los que estaban más lejos.
21 Les ordenaba que celebraran cada año los días catorce y quince del mes de Adar.
22 Porque en esos días los judíos se habían librado, por fin, de sus enemigos; en ese mes las lágrimas habían dejado el lugar a la alegría, y el pesar a la fiesta. En esos días debían organizar banquetes y entretenimientos, mandarse regalos unos a otros y hacer ofrendas para los pobres.
23 Los judíos transformaron en costumbre lo que habían hecho esos días, tal como Mardoqueo se lo había ordenado.
24 Amán, hijo de Hamdata, de la raza de Agag, el enemigo de los judíos, había tramado un plan para exterminarlos; había tirado el Pur, es decir el sorteo, para destruirlos y aplastarlos,
25 pero cuando el rey lo supo, ordenó mediante un decreto que recayera sobre la cabeza del culpable su malvado proyecto contra los judíos, y que lo colgaran de la horca junto con sus hijos.
26 Debido a la palabra Pur, esos días son llamados los Purim. Como consecuencia de la carta del rey, de lo que habían visto y de lo que les había sucedido,
27 los judíos establecieron esta regla para ellos, para sus descendientes y para todos los que se les juntaran, que celebrarían cada año, para la fecha indicada, sin faltar nunca, esos dos días, según la norma prescrita.
28 Cada generación, cada clan, cada provincia, cada ciudad debía conmemorar y celebrar esos dos días, para que los judíos no lo olvidaran jamás, para que su recuerdo nunca se borrara.
29 La reina Ester, hija de Abijail, y el judío Mardoqueo dieron el apoyo de su autoridad a esa segunda carta que se refería a los Purim.
30 Se despacharon cartas a todos los judíos de las ciento veintisiete provincias del reino de Asuero, con palabras de paz y de amistad,
31 para instituir esos días de los Purim, para recordarles la fecha determinada por Mardoqueo el judío y por la reina Ester, y las normas establecidas para ellos y sus descendientes, como también todo lo relacionado con los ayunos y las lamentaciones.
32 El decreto de Ester que establecía la institución de los Purim fue anotado en un libro.

**
Comentarios Ester, capítulo 9
9,1

Nos cuesta mucho entender cómo el pueblo de Dios pudo cometer tales masacres y cómo este libro sagrado pudo aplaudirlas. Es porque estamos acostumbrados a pensar la religión en términos cristianos y ésta nos parece inseparable del amor, incluso a los enemigos; pero esto último era algo impensable para los que todavía no habían sido tocados directa o indirectamente por el Evangelio. Nuestros antepasados en la fe eran tan fanáticos cuanto convencidos de ser el pueblo elegido por Dios. La pedagogía de Dios se manifiesta todo a lo largo de la Biblia, pero la violencia fue lo que le pareció más difícil de sacar del corazón humano. Los mismos profetas no fueron conscientes de la violencia que llevaban adentro cuando pedían el castigo de los pueblos enemigos. En Génesis 34, el autor sagrado se escandaliza porque un hombre de Siquem violó a una hija de Jacob, pero no juzga las represalias que siguieron (v. 25-29).

La historia nos muestra que en todos los grupos humanos la solidaridad, la justicia y la moral sólo valen dentro del grupo. Aún más grave, los historiadores constatan que los pueblos de occidente y del medio oriente han practicado la violencia en gran escala en nombre de sus religiones, que los pueblos cristianos y los católicos lo han hecho más que los otros. Y sin embargo, por paradójico que esto parezca, hay que decir que si actualmente un poco por todas partes un gran número de hombres y de mujeres miran la violencia de otra manera, debemos ver allí un signo de los tiempos que comenzaron con la Resurrección de Cristo. Las palabras de Jesús, Señor de la historia, en Mt 5,45-48, son una gran novedad cuyo impacto ha desbordado las fronteras de la Iglesia y justamente en los discípulos de Cristo es donde se encontrarán más fácilmente ejemplos de perdón.
Ester (Est) Capítulo 10
1 El rey Asuero estableció un impuesto en los países continentales y en las islas del mar.
2 Todo lo que hizo durante su reinado, su valentía, los detalles concernientes a los honores otorgados por el rey a Mardoqueo, ¿no se encuentra todo eso escrito en el Libro de las Crónicas de los reyes de Media y Persia?
3 Mardoqueo, el judío, era el segundo del reino después de Asuero; era respetado por los judíos, amado por la multitud de sus hermanos, porque buscaba el bien de su pueblo y la paz de toda su raza.
4 Mardoqueo dijo: «Todo esto ha venido de Dios.
5 Cuando me acuerdo del sueño que tuve al respecto, no hay un solo detalle que no se haya cumplido:
6 ni el pequeño manantial que se transforma en un río, ni la luz ni el sol ni el caudal desbordante. El río es Ester,
7 con la que el rey se casó y a quien hizo reina;
8 los dos dragones éramos Amán y yo, las naciones son las que se confabularon para borrar el nombre de los judíos;
9 mi pueblo son los hijos de Israel que clamaron a Dios y fueron librados. El Señor ha salvado a su pueblo, el Señor nos ha librado de todas esas desgracias, realizando grandes milagros y grandes prodigios, como nunca antes los había hecho entre los paganos.
10 Es evidente que Dios sorteó dos destinos, uno para el pueblo de Dios y otro para todas las naciones paganas.
11 La hora, el momento y el día del juicio son dos destinos que están presentes ante Dios y presentes en medio de las naciones.
12 Dios se acordó de su pueblo y les hizo justicia a los suyos.
13 Por eso, de generación en generación y por siempre, el pueblo de Israel pasará esos dos días, el catorce y el quince del mes de Adar, en asambleas jubilosas y en esparcimiento ante Dios».
13 El año cuarto del reinado de Tolomeo y de Cleopatra, Dositeo se presentó como sacerdote y Levita junto con su hijo Tolomeo; hizo entrega de la presente carta relativa a los Purim. Sostuvo que era auténtica y que había sido traducida por Lisímaco, hijo de Tolomeo, un hombre de la comunidad de Jerusalén.