Frecuentemente los peregrinos venían al Templo con muchas preocupaciones: unos no estaban en paz con sus vecinos, otros se quejaban de no vivir entre creyentes sino entre paganos. Anhelaban la paz que Dios da a los que se acercan a él.
1 Al Señor en medio de mi angustia
yo clamé y él me respondió.
2 Salva mi alma, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua calumniadora.
3 ¿Qué se te dará o que se te agregará,
oh lengua calumniadora?
4 Flechas muy puntiagudas de guerrero,
endurecidas en brasas de retama.
5 ¡Ay de mí que en Mesec debo vivir
y habitar en las tiendas de Quedar!
6 Mi alma halló muy larga su permanencia
entre aquellos que detestan la paz.
7 Estoy por la paz, pero apenas de eso hablo,
ellos no piensan más que en guerra.