Oración en tiempo de aflicción.—El servidor de Dios, oprimido por el pecado y angustiado por la muerte, pide la ayuda a aquel que es todo bondad.
1 Escúchame, Señor, y respóndeme, pues soy pobre y desamparado;
2 si soy tu fiel, vela por mi vida, salva a tu servidor que en ti confía.
3 Tú eres mi Dios; piedad de mí, Señor, que a ti clamo todo el día.
4 Regocija el alma de tu siervo, pues a ti, Señor, elevo mi alma.
5 Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno de amor con los que te invocan.
6 Señor, escucha mi plegaria, pon atención a la voz de mis súplicas.
7 A ti clamo en el día de mi angustia, y tú me responderás.
8 Nadie hay como tú, Señor, entre los dioses y nada que a tus obras se asemeje.
9 Todos los paganos vendrán para adorarte y darán, Señor, gloria a tu nombre.
10 Porque eres grande y haces maravillas, tú solo eres Dios.
11 Tus caminos enséñame, Señor, para que así ande en tu verdad; unifica mi corazón con el temor a tu nombre.
12 Señor, mi Dios, de todo corazón te daré gracias y por siempre a tu nombre daré gloria,
13 por el favor tan grande que me has hecho: pues libraste mi vida del abismo.
14 Oh Dios, me echan la culpa los soberbios, una banda de locos busca mi muerte, y son gente que no piensan en ti.
15 Mas tú, Señor, Dios tierno y compasivo, lento para enojarte, lleno de amor y lealtad,
16 vuélvete a mí y ten piedad de mí, otórgale tu fuerza a tu servidor y salva al hijo de tu sierva,
17 y para mi bien haz un milagro.
Humillados verán mis enemigos que tú, Señor, me has ayudado y consolado.